La sexualidad femenina Aloyma Ravelo Índice
Introducción necesaria Este cuerpo mío Orgasmo femenino Fantasías sexuales Autoerotismo Mitos sobre la sexualidad femenina Sexualidad después de los 35 Posiciones para el amor Sexualidad y discapacidad Violencia sexual y su prevención
Introducción necesaria La sexualidad femenina ha naufragado o salido a flote, como cáscara de nuez, según las circunstancias de cada época. Hubo un tiempo, siglos atrás, que el placer de las mujeres era estimulado y alabado porque se consideraba imprescindible para la procreación. Cuando se descubrió con el avance de la ciencia médica, que nada tenía que ver una cosa con la otra, aparecieron las censuras, los límites para la satisfacción femenina, y el asunto se acomodó de tal manera que, en nuestra cultura occidental, terminó por definirse a las mujeres como seres que no sentían placer sexual y que por naturaleza eran frígidas. La falta de cultura sobre el sentir sexual del propio cuerpo femenino unido a maridos que buscaban en la intimidad su exclusiva satisfacción, hicieron el resto. Dos de cada tres mujeres, terminaron no sintiendo nada y prestándose para el sexo como “un deber de esposa” que, generalmente, aceptaban cuando el objetivo era la procreación. A mediados del siglo pasado, las cosas empezaron a cambiar para nosotras con la llamada revolución sexual, el uso masivo de anticonceptivos y los avances de la sexología. A partir de entonces y cada vez más, las investigaciones científicas han probado que las mujeres no somos eróticamente mutiladas, que tenemos los mismos deseos y necesidades. Biológicamente, estamos capacitadas para vivir, a plenitud, todas las etapas de la relación sexual –deseo, placer, orgasmo– en forma equivalente a los hombres. Desde la ciencia, las cuentas se saldaron. Sin embargo, desde lo sociocultural, aún hoy, quedan mitos, tabúes, prejuicios a los cuales hay que enfrentarse como una lucha contra los demonios.
Eso intenta este tabloide que pone en tus manos la Editorial de la Mujer. Escogimos este bloque de temas por ser universales y consuetudinarios. En cualquier parte de este mundo, las mujeres tienen inquietudes, confusiones y problemas sexuales. El texto está al alcance de todas las mujeres. Nada de complejos análisis, academicismos o erudiciones. Más bien es una larga conversación entre nosotras – como si estuviéramos sentadas en la sala de la casa ante una taza de humeante café– sobre asuntos que nos incumben e interesa a las mujeres y a los hombres también, por supuesto, quienes sin dudas están urgidos de estos saberes aunque, en ocasiones, parezca que “se las saben todas”. Agradeceríamos muchísimo a lectoras y lectores las reflexiones que este texto le sugieren y las propuestas para próximas ediciones. Pueden hacerlo a: Revista “Mujeres” Apartado 2120 Ciudad de La Habana Correo-e:
[email protected] La autora [índice]
Este cuerpo mío El cuerpo siempre es un cuerpo sexual. Lo es en la bebita recién nacida, en los ancianos y ancianas, en el hombre y la mujer. Somos seres sexuados y no podemos desprendernos de esta condición a lo largo de toda la vida, lo que ocurre es que cambia en la medida que vamos creciendo, madurando, envejeciendo. Toda comunicación con las demás personas se realiza mediante el cuerpo. Desde la infancia, mantenemos un diálogo permanente que se establece por medio del lenguaje corporal. Sólo de ver la cara a una persona, se sabe si está disgustada al mantener el ceño fruncido, si está feliz debido a su relajada sonrisa y ese brillo especial en los ojos...Abrimos los brazos para expresar cariño, gesticulamos cuando la ira nos invade, nos acercamos a alguien para demostrar necesidad de compañía. Y todo esto sucede apenas sin darnos cuenta que está sucediendo. El lenguaje corporal nunca miente, a no ser cuando ciertos procesos –que no llamaremos educativos– nos enseñan a controlar ese lenguaje que se vuelve insano e hipócrita: entonces la persona demuestra alegría cuando realmente le invade una honda tristeza o manifiesta amistad y cariño cuando en verdad es antipatía lo que está sintiendo...aunque, a algunas y algunos, no obstante, los ojos los delaten. El cuerpo representa a la persona, no sólo ante sí misma, de manera individual e íntima, sino que además es la frontera, el límite entre el YO y el afuera. Nuestro cuerpo, es lo primero que ven los otros y las otras.
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Ver y ser vistos El cuerpo y el modo de cubrirlo han tenido variados significados de acuerdo a la cultura de cada época. Los griegos, digamos, exaltaban al máximo el cuidado corpóreo como elemento estético. Utilizaban las túnicas, no para ocultar sino para realzar y delinear las formas y siluetas. En otros tiempos, como en el medioevo, se cubrió de grueso tejido para que nada se pudiera adivinar. Con estos ejemplos pretendo llegar a un punto interesante de este asunto: las formas de percibir y tratar el cuerpo propio no son totalmente nuestras sino que están influidas por las otras personas, la sociedad y la cultura. La gente nos mira y eso funciona como un espejo que nos devuelve la imagen del propio cuerpo. Así, los halagos o críticas actúan como saetas ante un: “Qué gordura la tuya” o como reforzadores de autoimagen ante la frase: “Qué bien te mantienes”. El comportamiento corporal que se tiene como algo natural es, en verdad, socialmente construido. Ninguna chica se contonea por intuición, sino por imitación. Así sucede con las poses, las expresiones y el modo de actuar: los hombres colocan generalmente el tobillo sobre la rodilla cuando están sentados; las mujeres cruzan las piernas. De la misma manera, el cuerpo nos vincula o nos aísla. Hay que saber de los caminos del cuerpo, sobre todo, aceptarlo todas y cada una de sus partes, aprender a amarlo y a cuidarlo. Olvidarse de esos cuerpos que transmiten las propagandas. En la vida real, todas contamos con imperfecciones que hay que asimilar porque somos humanas. Si no llegamos a un entendimiento y aceptación de nuestro cuerpo, no va a existir la necesaria soltura para el encuentro con “otro”. La relación sexual implica desnudarse, mostrarse a la pareja tal y como venimos al mundo. De acuerdo al rechazo o agrado de lo que somos, se montará una vivencia erótica llena de pudores y complicaciones o una sana manera de favorecer la posibilidad de recrear el goce compartido. En este punto, no se puede dejar de mencionar la autoestima, uno de los valores humanos que más imbricado está con la sexualidad. La autoestima son las opiniones, juicios, sentimientos y valoraciones que tenemos de nosotras mismas. Se va desarrollando gradualmente desde niñas, a partir de los comentarios y experiencias que recibimos de los demás y de las vivencias propias. Si hemos tenido una familia cálida que ha sabido fomentar en nosotras seguridad, independencia y bríos, es muy probable que la autoestima esté en buena posición; sin embargo, si provenimos de una familia que a menudo te dice: ¡Todo lo haces mal! Es muy probable que la estima esté dañada. Pero siempre hay tiempo para aprender. Y con ese propósito es necesario saber que la autoestima es importante en cada minuto de la vida. Cuando una se levanta en la mañana, se mira al espejo, sonríe y se dice: “Soy capaz, me tengo confianza, me agrado, me quiero. Todo está bien”. Se está produciendo una fortaleza interior que permite, en el caso que nos ocupa de la sexualidad, ser mujeres más altivas (entiéndase no manejables al antojo de un hombre) y una enorme protección para evitar caer en situaciones humillantes o elaborar el duelo por la pérdida de la pareja con más recursos intelectuales y emocionales.
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El amor hacia una misma fomenta una buena estima. Y es una verdad de Perogrullo que primero hay que quererse a sí para poder querer a los demás. Quien se entrega a su pareja, asumiendo que primero está él y después ella misma, conocerá más temprano que tarde que tales sacrificios no logran el objetivo deseado. Si una misma no se valora, nadie lo hará. Si una se deja pisotear, serás pisoteada irremediablemente. Tener una buena autoestima, una imagen positiva de una misma, es condición indispensable en estos tiempos en los cuales la sumisión y dependencia a un “otro”, se va desdibujando para bien de la humanidad. Pasemos entonces a otro tema donde la autoestima y la autoimagen tienen gran valor. Ponerse en sintonía con el propio cuerpo es algo que debía enseñarse como las matemáticas y aprenderse como parte de la educación integral. Es tan necesario un diálogo que facilite la comprensión de esos patrones impuestos desde la cultura, de la relatividad de los gustos, así como la importante necesidad de valorar y tener en cuenta los múltiples contrastes entre los seres humanos. Aceptar el cuerpo es vital para cuidarlo y conocer sus necesidades. “El cuerpo avisa” es una frase que utilizan quienes valoran los mensajes corporales, no solamente aquellos tan apremiantes de hambre o sed, sino otros envíos más sutiles como la necesidad de un descanso repentino o la atención inmediata a ciertos malestares [índice]
Orgasmo femenino Una buena relación sexual que culmina con el orgasmo, desencadena en las mujeres una gran sensación de goce, placidez y relajación; también promueve tónicos saludables: ejercita los músculos de la vagina y la actividad muscular en general, así como las articulaciones. Aumenta la circulación sanguínea, incrementa la actividad de la glándula pituitaria, estimula la tiroides y origina la secreciones de los ovarios y las glándulas adrenales, además de ser una bendita manera para bajar de peso. En nuestros archivos de la revista “Mujeres”, se guarda un gran paquete de cartas relacionadas con una de las dificultades sexuales más comunes en nosotras: la anorgasmia, es decir, la ausencia, fallas frecuentes o por etapas del orgasmo. Antes de la década del 70, a quienes tenían tales trastornos, se les llamaba frígidas. Este término sólo se utiliza actualmente para referirse a aquellas mujeres –casos realmente raros– que no tienen apetito sexual alguno, no sienten en lo absoluto deseos de os sexuales con nadie ni logran excitación ante los estímulos eróticos.
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Lo cotidiano es que un número no despreciable de mujeres gusten de la compañía amorosa de su pareja, disfruten de las caricias y juegos sexuales, pero que, durante el coito, no alcancen el clímax de la sensación placentera del orgasmo. Entrando en detalles, es importante diferenciar entre anorgasmia primaria y secundaria. La primera, se refiere a las mujeres que nunca ha logrado el orgasmo, con ninguna de las parejas sexuales, mientras que la segunda, abarca a aquellas que los han tenido pero que, por etapas o con frecuencia, no logran alcanzarlo. Mucho ha avanzado la ciencia en este campo y existen técnicas eficaces que permiten resolver una gran parte de estos conflictos. En todas las provincias del país, existen consultas especializadas que atienden tales disfunciones sexuales. No siempre es una terapia fácil y sencilla, sobre todo en el caso de la anorgasmia primaria, pero las posibilidades de recuperación son altas y vale la pena intentarlo ya que, generalmente, este es uno de los problemas sexuales que la pareja no puede resolver por sí misma.
Quejas femeninas La anorgasmia puede deberse a innumerables circunstancias, que van desde el empeoramiento de la situación con el compañero, las pocas habilidades masculinas para excitar a la mujer hasta el estrés mantenido o las depresiones. Hace tiempo se sabe, por múltiples estudios, que la inmensa mayoría de las disfunciones orgásmicas femeninas son de tipo sicógeno. Esto quiere decir que en sólo pocos casos, la falta de orgasmo se debe a causas físicas. Pongo un caso sencillo como ejemplo: algunas mujeres, después del parto, demuestran un marcado desinterés sexual, rechazan las alusiones del compañero para intimar, y esto nada tiene que ver con el proceso del embarazo y alumbramiento pues, al cabo de un breve tiempo, todas nos recuperamos y nuestro organismo vuelve a la normalidad. Lo que sucede en ellas es que se entregan de manera absoluta a su nueva función de madres. Existen otras situaciones más comunes que cuentan las propias mujeres y es la queja que apunta directamente a los hombres. El encuentro íntimo es un dar y recibir caricias, ternuras, de ambas partes y deseadas por ambos. Pero esto solo no basta. Es necesario, tanto para él como para ella, superar algunas actitudes erróneas de la sexualidad como es el hecho de conversar sobre lo que nos gusta o no, lo que nos excita o no. Conducirlo con delicadeza y amor. Muchas mujeres tenemos la falsa fantasía de que el hombre cubano lo sabe todo, es como una especie de adivino que conoce los vericuetos del placer y los provoca a borbotones. Está en la imaginería popular que, en materia amorosa, es un campeón. Sin embargo, desnudos sobre la cama, no se le puede dejar todo el entusiasmo y la excitación al lenguaje de los cuerpos. Se pueden susurrar muchas cosas que indiquen mejores excitaciones y el máximo placer. Quizás las tantas películas que vemos donde se muestran escenas eróticas, han falseado la realidad de algunas personas. Se muestran mujeres hirvientes de deseos desde el primer beso; escenas arrebatadas de pasión, orgasmos como terremotos... Después que un matrimonio de sexólogos norteamericanos, Virginia Johnson y William
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Masters, estudiaron las Respuesta Sexual Humana y comprobaron en laboratorio que el nivel de excitación, en condiciones óptimas, se desarrolla en nosotras de una manera más lenta, los hombres han tenido que aprender a esperar a sus compañeras sexuales y darle el tiempo que ellas necesitan para alcanzar el clímax, si verdaderamente quieren llegar a un buen acople. Una vez oí decirle a una mujer –sin conocimientos técnicos sobre el sexo pero sí con la suficiente práctica– que el orgasmo femenino pende siempre de un hilo. Y es cierto. Se sabe, por múltiples estudios, que nuestra reacción orgásmica es más compleja y susceptible a trastornos que la de los hombres. Muchas mujeres se han dado cuenta de todas estas cosas que venimos hablando, por su propia experiencia. Se han percatado de que los hombres, apenas con la visión desnuda de una mujer que le agrada, pueden lograr gran excitación; sin embargo, nosotras, generalmente alcanzamos esos niveles mediante las caricias y ternuras. Otras mujeres pueden referirse a que logran una adecuada excitación exclusivamente mediante caricias en el clítoris. El hecho de que esta sea la única forma de asegurar el desencadenamiento del orgasmo, preocupa a algunas mujeres al pensar que están muy limitadas o que eso causa un tedioso aburrimiento al compañero. En aras de barrer inquietudes, es oportuno subrayar que el clítoris es un órgano situado unos centímetros por encima de la entrada de la vagina, que está en nuestra fisonomía con el don exclusivo de darnos placer sexual. Las cuentas son sencillas: ¿ Cuál es el sentido de desaprovechar tal órgano de excitación si lo tenemos precisamente para eso? Según una encuesta realizada en Alemania por el sexólogo S. Schnabl, y son cifras más o menos coincidentes en muchos países, el 50% de las mujeres declaró que su mayor satisfacción se manifestaba en el clítoris y sólo el 20% en el interior de la vagina. Explica el Dr. Schnabl que el clítoris, debido a lo delicado de sus tejidos y a su inervación sensitiva, es un órgano especializado en la recepción de estímulos sexuales capaces de provocar el orgasmo, mientras que la vagina, con su doble papel de órgano de apareamiento y de conducto para el parto, si bien presenta a su entrada terminaciones nerviosas que provocan excitación, no alcanza la sensibilidad erótica del clítoris. Comenta, además, que por ello el hombre no debe cohibirse de continuar con las caricias que más excitan a la mujer, hasta que ella haya alcanzado el clímax, y como es ella quien mejor conoce sus propias reacciones y la localización de las sensaciones más fuertes, debe indicarle al compañero qué es lo que desea y como. Por último –agrega el especialista– durante el coito se pueden encontrar ciertas posiciones mediante las cuales se logra un buen o con el clítoris.
Otras causas de la anorgasmia Hay mujeres que con nivel de información, que gustan del sexo con su pareja amorosa y hábil –a pesar de un buen preludio sin prisas– no logran el orgasmo debido a que asumen el “papel de espectadoras”, o sea, están excitadas pero intentan de manera conciente hacer esfuerzos prolongados por llegar al clímax. Como afirman expertos en la materia, estos procesos no se pueden imponer. El arranque desesperado por provocar el orgasmo, ya sea por propia voluntad, ya sea porque el compañero, de
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alguna manera, está presionando o manifestando su interés por concluir, es uno de los trastornos que afectan con particular frecuencia la vida íntima de las mujeres. Por tales razones, se recomienda disfrutar simplemente de las sensaciones que se van presentando, única manera de que vayan en aumento hasta la culminación orgásmica, que puede ser de uno o de varios para la mujer, si se continúa una estimulación apropiada. En el sexo, como en tantas cosas de la vida, una no se puede poner metas. Disfrutar, sólo disfrutar desde el principio como un acto de amor, que enriquece sumamente también nuestra espiritualidad, y no encasquillarse en que vale solamente por el “final feliz”. Quiero aclarar, por si acaso, que no existe en mis reflexiones ningún desliz de emprenderla con los hombres o minimizar su fama de buenos amantes. Pretendo, más bien, hacer unas necesarias consideraciones acerca de los roles de hombres y mujeres en la relación sexual. Los estereotipos que aún existen y la necesidad de romper con ellos. Son muchos los poquitos, es la verdad. Incluso, la hora y el día. Un hombre le insinúa a su pareja hacer el amor en la noche. Decir si, por complacerlo, es correr el riesgo de ser únicamente objeto de placer. Así no vale. Es un mito que hombres y mujeres siempre estamos dispuestas a tener sexo con un amante cariñoso. Si bien es cierto que el sexo es una delicia, también resulta una actividad física a la cual hay que ir descansada y muy especialmente con la disposición de pasarla bien. Lo demás, es jugársela a cara o cruz. La terapeuta sexual Laura Caldiz, quien ha escrito varios libros de gran éxito en América Latina, afirma que las parejas que conviven muchos años, ven apagarse los fuegos de los primeros tiempos, y asisten, un poco desconcertadas, a una sucesión de relaciones sexuales algo insípidas. Esto no tiene nada que ver con el amor que puede seguir desarrollándose y ser más intenso de lo que era en los comienzos. Es sólo que pasa el tiempo y lo que era novedad, ya no lo es, y así se le suman las rutinas del trabajo, los hijos y el mantenimiento de la casa. No hay romanticismo ni pasión que resista tanta presión y tanta familiaridad. Es ahí donde la aparición y mantenimiento de las fantasías sexuales pueden ser una interesante manera de recuperar el erotismo. Pasemos, pues, a ellas.
ABCsexología.com, comenta : Aproximadamente, un 10% de las mujeres nunca alcanza el orgasmo, independientemente de la estimulación o situación. La mayoría de las mujeres pueden alcanzar el orgasmo con la estimulación del clítoris, y cerca del 50% llegan al mismo, de forma regular, durante el coito. Una vez que la mujer aprende a alcanzar el orgasmo, generalmente no pierde esta capacidad, a menos que exista una muy pobre comunicación sexual, un conflicto en la relación, una experiencia traumática, una alteración del ánimo o una enfermedad física. [índice]
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Fantasías sexuales Siempre se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al igual que se ha “acuñado” por la creencia popular que ellos tienen más necesidades sexuales. Pero quienes han estudiado el tema desde la sexología, afirman que existen muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras. Las fantasías de carácter erótico aparecen con mucha fuerza en la adolescencia. Recuerdo la carta de una chica que estaba locamente enamorada de un actor de la televisión y contaba que tenía el cuarto repleto de sus fotografías, soñaba despierta con demasiada frecuencia con ese amor idílico y a su mente acudían escenas de gran pasión erótica. Terminaba por preguntar: ¿Esto es malo? Las fantasías sexuales son el salvavidas de muchas mujeres sin pareja. Pero todo el mundo vivencia, en mayor o menor medida, esas imágenes y pensamientos sobre temas sexuales que nos llevan a sensaciones muy placenteras. Por medio de las fantasías, podemos hacer todo lo que nos gusta, no hay límites y la imaginación y la creatividad se desbordan. Es un terreno donde nada está prohibido y todo puede ser posible, aunque a veces nos asuste. Comúnmente fantaseamos para hacer todo aquello que no nos atrevemos o no queremos hacer. Alguna gente, lucha contra esas imágenes al considerar que es algo impropio. Sin embargo, los pensamientos y figuraciones no son actos. Se puede, por ejemplo, fantasear con personajes de ficción y eso no quiere decir que hemos sido infieles. Según Al-Garaia, una página web española sobre sexualidad, los miedos más comunes que aparecen mientras fantaseamos son: A perder el control con nuestra imaginación y fantasear cosas surrealistas y que pueden estar en contradicción con nuestro sistema de valores. A querer llevar a la práctica, a la realidad todo lo que fantaseamos. Por el simple hecho de utilizar una fantasía, no significa necesariamente que queremos o debemos llevarla a la práctica. Cuando la fantasía se intenta llevar a la realidad, deja de ser fantasía para pasar a ser acto y, además, la mayoría de las veces pierde su poder erótico. Sentir que estamos fantaseando cosas inadecuadas y que si alguien puede leer nuestros pensamientos, pensará mal. Algunas mujeres comparten sus fantasías con la pareja mientras que otras, las guardan celosamente como algo íntimo o ante el temor de no ser comprendidas y se les intente buscar otras connotaciones que no tienen.
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Siempre se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al igual que se ha “acuñado” por la creencia popular que ellos tienen más necesidades sexuales. Pero quienes han estudiado el tema desde la sexología, afirman que existen muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras. No obstante, de todo esto se habla bien poco. Se evita el tema porque en realidad a la gente le da vergüenza que otros u otras conozcan de sus pensamientos eróticos y puedan creer que tiene, en su fuero interno, una conducta inmoral. Sin embargo, aconsejan los expertos en sexualidad, no hay que asustarse tanto por inventar historias de principio a fin, con todos los atributos que queramos. A nadie hacemos daño con esto ni a nosotras mismas. Al contrario, las fantasías sexuales pueden ser una fuente de crecimiento personal, de autoconocimiento de placer, de juego, de creatividad. A partir de ellas, podemos entender muchas de nuestras actitudes relacionadas con la sexualidad. El sexólogo colombiano Germán Ortiz señala que acompañan a muchas actividades pero muy especialmente a la masturbación. Algunas investigaciones han arrojado que más del 90% de los adolescentes, hombres y mujeres, tienen fantasías eróticas durante esa práctica. Argumenta el Dr. Ortiz que, por lo común, las funciones de las fantasías son: Originan excitación y pueden provocar excepcionalmente el orgasmo. Sustituyen experiencias inalcanzables. Aumentan el placer durante la actividad sexual. Facilitan la respuesta sexual previa a una experiencia. Constituyen una forma de ensayo de experiencias posteriores que producen mayor seguridad a sí misma/o sin exponerse a ningún riesgo y con total control. Comenta el sexólogo colombiano que se tiende a calificarlas como morbosas, es decir, enfermizas, con el fin de hacer sentir anormal a quien las tiene. Sin embargo –afirma– será más lógico pensar que quien no las tiene, puede estar mostrando un altísimo grado de represión sexual interior, que le dificulta el aprendizaje y el desarrollo de la seguridad en si misma/o , base fundamental para la relación con los demás. Son, por tanto, mecanismos de adiestramiento que disipan muchos miedos de la inexperiencia y por ello, más que sentir temores ante ellas, debemos reconciliarnos con una variante que puede darnos seguridad en nosotras mismas. Es una forma de autoerotismo que facilita las actividades sociosexuales. Las fantasías repercuten decididamente en las futuras experiencias sexuales. Y pueden servir, además, para evitar la rutina, ese monstruo que –al decir de Balzac– todo matrimonio tiene que combatir. Como las fantasías sexuales son la compañía habitual del autoerotismo, pasemos entonces a tratar ese tema. [índice]
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Existe aún un sentimiento de culpa y vergüenza tan grandes que el tema es casi vedado entre las mujeres. Ello explica porqué en las encuestas realizadas sobre el asunto, el porcentaje de mujeres que dice masturbarse es bastante inferior con relación a los hombres. Ante tales resultados, queda una interrogante cimbrando en el aire que nunca podremos saber: ¿Nosotras, realmente realizamos menos esta práctica o nos cuesta más verbalizar que disfrutamos de tal opción sexual? Nadie pregunta si un hombre se ha masturbado alguna vez en la vida. Se da por hecho. No ocurre igual con las mujeres. Ellas guardan silencio. Es un tabú. Las mujeres piensan que este asunto debe permanecer en secreto y si alguien les pregunta prefieren negarlo. Desde niñas, entre las amigas, no hay secretos. Se habla de amores, de odios, de encuentros y desencuentros e intimidades de familia...cuando han tenido sus primeras relaciones sexuales comentan cada encuentro con lujo de detalles. Pero lo que no dicen, en general, es que practican el autoerotismo o tienen deseos de hacerlo. Este comentario, extraído de la página Gineweb, de España, relata una realidad que parece común allá, en el viejo continente y acá, en nuestra América. ¿Qué ha motivado tal rechazo? ¿Por qué tanta condena? ¿A qué se deben nuestros silencios? Tales respuestas se hallan en la historia del autoerotismo, práctica que no ha llegado a nosotras, precisamente, sobre un lecho de rosas. Por siglos, fue confinado al mundo de lo prohibido. Perseguido por la iglesia judeocristiana como un acto “contra natura” (el único acto sexual válido era el coito para la procreación); se le atribuyó tantas enfermedades y padecimientos que la suma pasaba de 200. Según las creencias de entonces, masturbarse provocaba idiotez, ceguera, caída del pelo, debilidad mental y muscular, trastornos intestinales, dolores de cabeza... En no pocos casos, se decía, los disturbios en la salud eran tan grandes, que llevaban hasta la muerte. En los siglos XVIII y XIX, circulaban una gran cantidad de manuales y libros médicos contra este “mal” , llamado también “vicio nocturno” o “acto morboso”, que sembraban pánico en la población. Se inventaron aparatos y se puso en boga el uso de camisas de fuerza para impedir que, en las noches, los jóvenes pudieran realizarla. Todo ese andamiaje estaba montado especialmente para evitar la masturbación masculina pues, en aquel entonces, se pensaba que las mujeres carecían de deseos sexuales. Aunque y por si acaso, ellas también padecieron el peso de aquella persecución con saña. En la Inglaterra de la revolución industrial, se llegó a advertir que los movimientos de las máquinas de coser a pedales, podían conducir a excitación sexual en las muchachas, por lo que se supervisaba que ellas estuvieran bien sentadas, según ordenaban los estrictos manuales. En varios países de Europa y en Estados Unidos, se llegó a practicar una operación llamada clitoridectomía (extirpación del clítoris) que, según los galenos de la época, servía para aliviar la epilepsia y otras afectaciones nerviosas como la histeria. La masturbación femenina, amen de que siempre fue menos aceptada que la masculina, también provocaba un arsenal de trastornos inevitables, tales como la leucorrea, hemorragias uterinas, cáncer de mamas y desórdenes del corazón, entre otros.
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Con esos truenos... Tiempo costó a la sexología abrirse espacio en esa maraña de injurias y calumnias sinfín. Sólo a principios del siglo pasado, comenzó a hacerse la luz sobre esta práctica –una de las más viejas prácticas sexuales humanas– que llegó a ser incluso catalogada como “elemento destructor de la sociedad civilizada”. Después de aquellos truenos, que duraron varios siglos, no todo se resuelve ahora diciendo lo contrario. Asimilar las ventajas del autoerotismo que enuncian hoy psicólogos y sexólogos, sobre todo, en la población femenina, es una labor de educación sexual y convencimiento que lleva su tiempo. Especialmente, hay que hablar del tema, cosa que apenas se hace todavía. Entrando entonces en el asunto de las ventajas, la autosatisfacción es para muchas adolescentes la primera actividad sexual. Por medio de ella, se descubren los sentimientos eróticos y, al acariciarse en soledad, se aprende la forma que más nos acomoda para lograr la excitación y el orgasmo. Conocer el propio cuerpo, sus reacciones y vivencias eróticas es una gran ventaja para el encuentro sexual con la pareja, señalan cada día más expertos en el tema. Hay mujeres que se suman a la opinión de que es el hombre quien tiene que enseñarlas a sentir placer sexual. Sin embargo, este criterio podría redefinirse en aras de lograr un encuentro donde ambos van con un adiestramiento inicial que les proporciona mayor confianza, soltura y una comunicación sin miedos, ante la seguridad de que somos capaces de sentir el orgasmo, porque ya lo hemos vivenciado en nuestras caricias en soledad. Otras prerrogativas que sustentan los sexólogos, son las siguientes: 1. Durante la adolescencia, es parte importante del desarrollo psicosexual, ayudando a las personas a identificar los patrones de la propia respuesta sexual. 2. Proporciona satisfacción sexual a las mujeres que no tienen pareja o que, por períodos de tiempo están separadas o tienen al compañero enfermo. 3. Resulta cien por ciento seguro, ya que no transmite infecciones de transmisión sexual y no existe el riesgo de embarazo. 4. Permite el aprendizaje de la actividad sexual en un ambiente relajado, en el cual no hay que estar pendiente de la pareja y preocupadas por una buena identificación de la propia activación y respuesta sexual. 5. Puede servir para aliviar la tensión sexual, especialmente cuando no se dispone de otra alternativa. 6. Resulta un ejercicio que puede practicarse a lo largo de la vida. 7. Resulta efectiva para fortalecer la musculatura pélvica. 8. Diversos estudios demuestran que proporciona una vida sexual más larga.
Sin camisa de fuerza... Hoy es bien reconocido –incluso por la OMS– que el autoerotismo no causa daño físico o psicológico alguno. Más bien es saludable y bueno. Sin embargo, todavía circulan 11
ciertos mitos en las mujeres, tales como que produce “granitos en la cara”, disminuye en el deseo sexual y hace crecer el clítoris. Uno de los más escuchados es que las adolescentes vírgenes, quienes acuden con frecuencia a esta práctica, después no pueden sentir con un hombre. Realmente, ocurre exactamente lo contrario. Otra falsa creencia muy generalizada es que, en exceso, resulta dañino. Habría que definir qué es exactamente excesivo porque debe reconocerse que lo que es “normal” para una mujer, puede ser “demasiado” para otra. Solamente en el caso que exista una conducta obsesiva y compulsiva, se debe consultar con un especialista para conocer las causas de un comportamiento que interfiere persistentemente la vida cotidiana o también, cuando sustituye la actividad sexual con la pareja. Claro está, tales beneficios y ventajas citadas no son una camisa de fuerza ni deben tomarse como recomendaciones obligadas. Me he remitido a la información más actual y científica que existe del tema. Pero quien no está convencida o siente que es algo que la incomoda, no tiene porqué violentarse ni sentir que es “anormal”. Las mujeres diferimos en cuanto a apetencias sexuales; practicar el autoerotismo respondiendo a esas necesidades, se considera tan correcto como no practicarlo. En el sexo, como en tantas cosas de la vida, no se debe hacer nada que no se desee. Como hemos venido aclarando en textos anteriores, la sexualidad no es pura genitalidad. Me gusta mucho la manera tan hermosa que define la sexualidad el doctor colombiano Luis Carlos Restrepo: La sexualidad se encuentra en un punto de cruce entre la naturaleza y la cultura; a mitad del camino entre la genética y el símbolo. En esta ambigüedad reside su fuerza e innegable importancia para la aventura humana. Lo que diferencia la sexualidad humana de la sexualidad de los animales es haberse liberado de un patrón genético, fijo, abriéndose por completo a la influencia de la cultura. Nada mas predecible y estereotipado que un cortejo sexual animal, sometido incluso a ciclos climáticos fácilmente cronometrables. Nada más variado que las formas como diversas culturas e individuos expresan sus búsquedas sexuales. La sexualidad es por todo esto, uno de los canteros donde han crecido en abundancia mitos, prejuicios, tabúes... Dediquemos un espacio al análisis de algunas de las creencias más populares. [índice]
Mitos sobre la sexualidad femenina Cuando las mujeres dudamos de nuestros atractivos, escondemos el cuerpo, arqueamos los hombros, nos volvemos rígidas y poco sensuales, entramos en un terreno que no debemos pisar nunca: el aniquilamiento de nuestro propio erotismo. Tendría yo unos 8 ó 10 años, cuando un día veo a mi abuela poner la escoba detrás de la puerta de la calle. Sorprendida, le pregunto por qué la colocaba ahí si ese no era su puesto. Caminando, con aquel balanceo tan típico en ella, me contesta:”Déjala, no la toques. Hoy no quiero que venga visita. Tengo la cabeza mala”. Un tiempo después, voy a casa de mi tía Naty, una mujer que entonces me parecía entrada en años –hoy seguro que no–, y observo en su cuarto la imagen de San 12
Antonio, puesto de cabeza. “Tía, pobre santo”, le digo. Ella, un tanto molesta, detiene su mirada en aquella imagen de yeso y arremete:”Así tiene que estar, a ver si me acaba de conseguir un marido ¡urgente! Ah... ¡el universo de los mitos! Esas falsas creencias, transmitidas de boca en boca y que, asombrosamente, muchas de ellas siguen sentadas en el trono de las grandes verdades. A veces, la gente se las apropia como una especie de consuelo, como es el caso de mi tía quien se pasó años con el trajín de San Antonio. Al fin, se vino a casar cerca de los 40, mucho después que la vieja imagen se había hecho añicos de tanto estar colgada. Cientos de mitos le dan la vuelta al planeta y, en alguna parte de este mundo, alguien cree en ellos. Muchos, han caído en desuso debido, en particular, al avance de la ciencia y la técnica y al desarrollo educacional e informativo de las personas. Pero otros aún encuentran oídos receptores. Quizás una de las áreas donde ha existido y existe un fuerte entramado de mitos es en la esfera de la sexualidad humana. Veamos algunos de los que aún hoy tienen gran público: La capacidad y el deseo sexual de la mujer son menores que las del varón. Tal errónea creencia se escucha no sólo en boca de hombres, sino en boca de las propias mujeres quienes realmente piensan que ellas tienen menos necesidades sexuales . Tan dañino supuesto perjudica, obviamente, el desarrollo y el disfrute de la sexualidad, así como una relación de pareja mucho más enriquecedora. Como ya dijimos anteriormente, lo único que resulta distinta es la respuesta sexual de mujeres y hombres. Pero nada tiene que ver con el nivel de excitación, la frecuencia y las necesidades sexuales que sí son las mismas. Tener más o menos capacidad erótica responde a las distintas características educativas, personales y sociales y no a diferencias de sexo. La mujer debe ser sexualmente pasiva. ¿Qué quiere decir esto? Años, siglos de desigualdad y sumisión han metido en las mentes femeninas que deben esperar por la iniciativa del varón y asumir en la relación sexual una actitud pasiva o de complacencia. Con la creencia de este injusto mito muchas mujeres asumen su sexualidad con resignación. Como decía en una ocasión una lectora :”Cuando mi marido tiene deseos, yo tengo que acceder, aunque no tenga el menor interés en ese momento. Pero lo hago para que no se me vaya”. Las mujeres que asumen su sexualidad sin mitos, tabúes o prejuicios, llevan una vida sexual activa e ,indistintamente, uno u otra ,toman la iniciativa o recrean el encuentro de manera espontánea, sin crear en el hombre esa expectativa-presión que significa que él siempre tiene que llevar la voz cantante. La sexualidad termina con la menopausia.
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La pérdida de la menstruación solamente marca el fin de la vida fértil. A partir de entonces, ya no se puede tener hijos, pero de ninguna manera, marca la terminación del deseo y necesidades sexuales. En investigaciones recientes, realizadas en diversos países, se ha comprobado que muchas mujeres ,por el contrario, disfrutan más sus encuentros sexuales que antes y entre las razones de peso se encuentra la tranquilidad de saber que ya no quedará embarazada. Sólo en la juventud se goza de una buena sexualidad. El gran prejuicio de nuestra cultura impide aceptar que la mujer madura y añosa es sexualmente tan aceptable y deseable como la mujer joven, afirma en su libro “Hacerse mujer”, María Luisa Lerer, una especialista del tema. Y agrega que los medios de comunicación tienen su porción de responsabilidad en esto, al presentar siempre a la sexualidad-genitalidad unida a cuerpos jóvenes y hermosos. Así van convenciendo a la mujer que el placer sexual es propiedad de los físicos privilegiados. Con tales condicionamientos no es difícil que la mujer mayor crea que el erotismo, ya para ella, es algo vergonzante. Que, sencillamente, pasó su tiempo. Sin embargo, añade la especialista, lo que resulta sexualmente atractivo y estimulante a los varones es aquella mujer que se mueve con sensualidad y seguridad dentro de su propia piel. No hay nada más seductor que la mujer que se ama a sí misma. Y termina diciendo algo muy cierto: no existen patrones para medir el atractivo sexual porque en ese mundo, para gustos se han hecho colores... Conectadas con esta línea, vale la pena extender el tema con ejemplos concretos de mujeres quienes han descubierto, con los años, un caudal de nuevas emociones y sensaciones sexuales. [índice]
Sexualidad después de los 35 Una buena química sexual funciona de maravilla después de los 30, pero también es fenomenal pasados los 50, cuando se dejaron atrás los apuros, las metas y, en su lugar, se desarrolla una profunda intimidad, tan tierna y enriquecedora como no se tenía idea. Entre los mitos que estuvimos analizando en el tema anterior, me parece oportuno ahondar en el que sostiene que los placeres del sexo tiene que ver, sobre todo, con la gente joven. Sin dudas, contra esta visión tan prejuiciada, hay que argumentar lo suficiente para hacer justicia con aquellas mujeres que no son jóvenes, pero gozan de buena salud y tienen muchos deseos de pasarla bien con una pareja. Pero ellas mismas se limitan debido a que no es fácil, en nuestro medio, encontrar una aceptación de este derecho y esta necesidad. Los propias hijas e hijos muchas veces, socavan tales intentos, al manifestar que ya, a la mediana y avanzada edad, se debe estar pensando más en otra cosa que en esas diversiones que no “pegan” con barrigas prominentes y senos caídos.
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Sin embargo, las necesidades sexuales y emocionales, de cariño, atención e intimidad, no desaparecen por el hecho de que exista ese criterio, y una misma llegue a creer en él a pie juntillas. Los prejuicios y creencias pueden estar diciendo que “ya no estás para eso”, pero el cuerpo, la psiquis, reclama os sexuales que, a veces, se acallan dejando de pensar en ellos o invirtiendo todas las energías en otra actividad. Ocurre, simplemente, porque a todo lo largo de nuestra vida somos seres sexuados y el disfrute de la sexualidad siempre va a enriquecernos y a cubrir una necesidad básica.
Sexo a los 35 Muchos entendidos en el tema coinciden en que la mujer alcanza su clímax de goce sexual, después de los 30 años. Ya conoce bien su cuerpo, reacciones, gustos y plenitudes. Es una especie de “experta” que sabe lo que quiere, cómo, de qué forma y cuándo lo quiere. En estos goces, no sólo funciona la experiencia acumulada, sino también un factor bien importante: se produce un cambio en el balance hormonal femenino, que le da a la testosterona un mayor papel en la bioquímica orgánica femenina y esto se traduce en un interés marcado por la vida sexual. Es, también, una información conocida que, de las mujeres, el grupo de muchachas de 20 años, es el que menos posibilidades tiene de alcanzar el orgasmo en una relación coital, mientras que las de 40, son quienes alcanzan las mejores posibilidades. “Yo entiendo bien mi propio cuerpo, y tengo a mi compañero muy bien entrenado. Hacer el amor ya no es esperar pacientemente, y en silencio, a que mi pareja adivine o no, qué es lo que espero o deseo. Ya no es la motivación principal la lucha por llegar al orgasmo como la gran meta. La madurez ofrece, sin dudas, otros beneficios.” Mujer de 43 años.(1) Para muchos hombres, esta nueva actuación femenina resulta agradable y les imprime un renovado entusiasmo por su compañera. Para ellos, quienes también van ganando en edad, el sexo, entonces, deja de ser una meta o un tejido de aventuras disímiles donde lo que importa es el rendimiento.
Sexo a los 45 Numerosas mujeres, después que sus hijas e hijos son adolescentes o jóvenes, comienzan a tener mayor oportunidad para ellas y descubren que sus experiencias sexuales, ahora, tienen un toque distinto y son muy gratificantes. Ya quedaron atrás las tensiones y la atención tan directa que requieren los niños pequeños; la época en que, entre el trabajo y la casa, “no hay tiempo ni de mirarse en un espejo” y que al sexo se iba casi de rutina. De nuevo, cuenta con mayor espacio para sus intereses personales y para el descanso y, por tanto, se puede producir un reencuentro erótico, sin premuras, donde la pareja se dispone a coparticipar, en una transferencia recíproca de goces, emociones y ternuras.
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“El hecho de que nuestros dos hijos se hayan ido a la Escuela al Campo, hizo sentirnos a mi esposo y a mí como, si de pronto, estuviésemos en nuestros primeros años de casados, lo que ahora resulta mucho mejor pues cada cual sabe lo que al otro le gusta, por lo que hay verdadera mayor confianza y comunicación. Nos dio por romper la costumbre y durante ese tiempo, hicimos el amor de todas las formas posibles y en todos los lugares de la casa, menos en el cuarto. La experiencia fue realmente maravillosa.” Mujer de 50 años.(2)
Sexo a los 55 Las relaciones sexuales, en esta etapa de la vida, si bien es cierto que son más espaciadas, pueden llegar a tener mucha más calidad que en los años juveniles porque ya existe un acople beneficiado por el tiempo de unión. No sólo conocen bien sus reacciones sino, también las de la pareja. Por otra parte, el hombre, a estas alturas de la vida, ya no tiene las frecuentes e instantáneas erecciones que se producen en pocos minutos y requiere de tocamientos. Ahora necesita de la colaboración de su compañera pues precisa de más estímulos para producir los mismos efectos que antes, lo que provoca una relación sexual más prolongada, de os corporales y de mayores afectividades. “Yo sé muy bien como llegar al orgasmo y mi compañero ahora necesita mucho más de mi intervención en el acto sexual. Eso me gusta porque logramos una interrelación más íntima. Hemos aprendido a disfrutar las caricias mutuas, y tanto nos gusta que dedicamos mucho tiempo a ese disfrute y hemos descubierto nuevas y muy estimulantes sensaciones eróticas. Cada vez, nos preocupamos menos por alcanzar el orgasmo; es el placer lo que nos fascina pues sabemos que el orgasmo vendrá y si no, de todas formas ha sido algo muy agradable.” Mujer de 57 años.(3)
Sexo a los 65 Siempre que la pareja goce de buena salud y no esté tomando medicamentos que interfieran su respuesta sexual, resulta muy estimulante para ambos, aunque sea pocas veces al mes, continuar una vida íntima activa. Es muy aconsejado para la salud y excelente para la psiquis. Todos los estudios actuales demuestran que mantener relaciones sexuales hasta avanzada edad no sólo refuerzan los lazos afectivos entre el hombre y la mujer, sino que colabora, de manera muy eficaz, a mantener la propia estimación y la confianza en una misma. “Yo me divorcié y estuve diez años sin pareja. Tenía 67 años cuando un hombre, dos años mayor que yo, comenzó a fijarse en mí seriamente. Es una persona magnífica y a mí la soledad me estaba matando, pero no sabía cómo iba a enfrentar la vida sexual pues estaba desactivada hacía mucho tiempo. Me dije un día: “Adelante, si no puedes, al menos lo intentaste”. Fue muy buena esa decisión. Creo que las caricias, el sentirse querido y la intimidad proporcionan una alegría adicional en la vida.” Mujer de 69 años. (4)
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La manera de asumir la vida sexual tiene mucho que ver con los conocimientos adquiridos sobre la sexualidad, con la mirada personal y también con la forma de ser de cada quien. Echemos un vistazo a algunos textos célebres que han sentado pautas en las enseñanzas amatorias. 1 - 4: Confesiones a la psicóloga Lourdes Florez [índice]
Posiciones para el amor No hay dudas que en todos los tiempos –desde los más antiguos hasta los que están por venir– el enriquecimiento del erotismo resulta una necesidad humana. Buscar la manera de encontrar “posiciones” satisfactorias y estimulantes durante el acto sexual aviva, en los amantes, una forma muy placentera de fantasear. El Kama Sutra, escrito en el siglo II y VII de nuestra era, por el sabio Vatsyayana, es el más antiguo de los textos que describen las muchas maneras de colocarse la mujer y el hombre para hacer el amor. Luego, el Ananga Ranga y el Koka Shastra continúan esa línea al resumir varios libros sobre el tema. Tales obras aportan una inestimable información sobre la sexualidad en el antiguo Oriente. Refiriéndonos al Kama Sutra, podemos decir que de esta obra se han realizado muchísimas versiones, traducciones e interpretaciones. Escrita, originalmente, en idioma sánscrito, el nombre del libro tiene su sentido: Los sutras son una especie de aforismos, sentencias o enseñanzas cortas y Kama significa placer. Así que el Kama Sutra es un tratado sobre los placeres, Sin embargo, como apunta Ana Cofiño, periodista guatemalteca, quien realizó una interesante búsqueda de todos los aspectos de este texto, no únicamente relata los placeres sexuales, sino todo aquello que excite o provoque reacciones placenteras a través de nuestros sentidos y sentimientos. Sin dudas, esta obra constituye una significante recolección de tradiciones amorosas que se ha conservado y transmitido en la cultura de la India. El libro contiene recomendaciones sobre cómo cortejar a una mujer o cómo seducir a un hombre; meditaciones sobre el placer y las diferencias entre los sexos. Se habla del matrimonio, de cómo conducirse, cómo saber si el amor se ha terminado o cómo y cuándo dar por terminada una relación. También se encuentran referencias a afrodisíacos y la descripción de muchas posturas amatorias. Comenta la periodista guatemalteca que esta obra insiste en que las mujeres, además de manejar el arte del Kama Sutra, deben “entender un poco de magia y hechicería y practicar las artes culinarias”. Pero, por otra parte, recalca el texto en la necesidad de que las mujeres abran su abanico de conocimientos en otras áreas también necesarias: “Para poder hablar bien, lee mucho. Aprende a defenderte (...) Desarrolla tu sentido de la inferencia, la lógica y el razonamiento. Has de saber algo sobre minas y canteras, suelos y jardinería. Asegúrate de saber sobre el almacenamiento de agua en acueductos, cisternas y aljibes. Aprende a ser especialmente hábil con el lenguaje. Desarrolla tu propia manera de escribir. En resumen: aprende todo lo que se puede
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aprender en el mundo...recibirás todo el respeto debido y podrás sentarte como igual en una asamblea de hombres doctos”. La otra obra de singular valor erótico es el Ananga Ranga, de Kalyana Malla. Ante mí, tengo el libro, una de las tantas reproducciones, que en su cubierta aclara: “Enciclopedia del amor sexual”. Escrito especialmente para instruir en los secretos amorosos a una chica de la casta de los poderosos, dentro de una filosofía del amor místico, resulta su lectura sumamente instructiva y curiosa. A pesar de haber cumplido la obra un montón de siglos, muchos de sus planteamientos tienen una actualidad sorprendente. Por ejemplo: “Los goces externos” son los procedimientos que han de anteceder siempre al “goce interior” o coito. Explica el libro que antes de la penetración, es necesario “ciertos preliminares, numerosos y variados, tales como los diversos abrazos y besos. Estas clases de caricias, despiertan los sentidos y ponen el ánimo propicio” El texto aclara que son escaramuzas que preparan a los amantes a una grata diversión erótica. En Ananga Ranga alerta que “la monotonía de la posesión, a veces arroja al marido en brazos de mujeres extrañas y a la mujer en los hombres extraños”. Y a continuación, sentencia: “La monotonía engendra la saciedad y la saciedad el disgusto del coito”.
Monotonía de la posición La posición de la mujer acostada de espaldas y el hombre tendido encima de ella, resulta la más difundida de todas, según encuestas realizadas a numerosas parejas de diversos países, tanto occidentales como orientales. En los filmes aparece con reiterada frecuencia. Sin embargo, esa manera habitual de hacer el amor es una de las posiciones menos favorecedoras para que las mujeres alcancen el orgasmo. Ella queda como atrapada, apenas sin la posibilidad de movimiento, en ocasiones, incómoda y hasta con asfixia si el amante tiene unos kilos de más. Esta forma de amar, además, delinea una superioridad masculina: ella está debajo y él está arriba. ¿Por qué es tan frecuente y recurrida esta posición, amén de ser una de las favoritas de los hombres? Siglos atrás, cuando los tiempos que la iglesia católica postulaba el sexo exclusivamente para la reproducción –no para el placer– era la única pose que tal institución no castigaba como lujuriosa o pérfida. Tenía su sentido ya que es la que mejor favorece la fecundación. La “posición del misionero” como comúnmente se le llama, tiene hoy día, detractores/as y defensores/as. Particularmente no coincido con la opinión de un sexólogo argentino, de cuyo nombre no quiero acordarme, quien dice de ella: “El hombre, desde arriba, es el que impone su deseo y su norma. Uno es el que enseña y la otra es la que aprende; uno es el que propone y la otra es la que acata”.
Versatilidad Entre las parejas liberadas de prejuicios, falsas concepciones y manipulaciones, existe un relevante gusto por la diversidad de acoplamientos eróticos. Generalmente, no se adaptan a una misma fórmula, sino que dan rienda suelta a la imaginación y a las fantasías, aspectos sumamente importantes en el hacer sexual. Inventan –o al menos creen 18
inventar, que no es lo mismo pero es igual– colocaciones, incluso dignas de acróbatas, que les matizan sus encuentros amorosos con bello y enriquecedor colorido erótico. El Ananga Ranga, imaginas y yo te lo confirmo, no tiene ocultas en sus páginas, recetas para quienes están hastiados uno del otro; para el aburrimiento marital o la falta de estímulos sentimentales que, en ocasiones siente la pareja. Ni los más exóticos y complicados malabares, pueden resolver el conflicto del tedio y el desamor. Este fabuloso libro, que cayó en mis manos por casualidad, lo he leído con sumo deleite y nada tiene que envidiar a los manuales actuales, algunos de ellos, no hacen más que copiar lo ya impreso o decir lo ya dicho. Si en esas incursiones por viejas librerías, te lo tropiezas, cómpralo que tendrás en tus manos toda la sabiduría de la gente que sabe amar con esplendidez y pasión. Que le sabe al éxtasis sexual, un mundo. A continuación, abordaré un asunto que atañe no sólo a un grupo de personas, sino a todas y todos en general ya que, como dice un spot televisivo, hay más cosas que nos unen que las que nos separan. [índice]
Sexualidad y discapacidad La gente común encuentra “normal” que las personas con discapacidad releguen, escondan o inhiban sus intereses y necesidades sexuales. Que se olviden de ese pedazo de terreno que es tan vital para todas las humanas. Una amiga querida, que vive con discapacidad, me comentaba que siempre se queda perpleja cuando le preguntan con cierto aire de asombro: “¿Y usted trabaja?” Recordando la anécdota, se me ocurre pensar que mayor será la sorpresa si mi amiga, por casualidad, menciona que tiene un esposo colosal y una hija traviesa. Esto es pensar en cosas excepcionales o inauditas. Si se hace un breve sondeo al azar, habrá consenso en afirmar que las mujeres con discapacidad son asexuales, especialmente aquéllas con deformidades o parálisis de una parte de su cuerpo y en la medida que dependen más de alguien para poder vivir. Pero el asunto es más complicado que un criterio generalizado sin base ni sustento: Todos los individuos somos seres sexuados, independientemente de nuestra condición física. Todas y todas necesitamos del amor, las caricias, recibir y brindar afecto. Circulan por ahí otras creencias desafortunadas, como la de pensar que una mujer con discapacidad pierde interés por todo lo erótico o limita sus aspiraciones sexuales a personas como ella. También, que es incapaz de atraer a un hombre que no lo sea, y si ocurre, la suspicacia se pone en función y se buscan otros elementos, especialmente económicos, que sustenten el porqué de la unión entre un “normal” y una que no lo es. Estos y otros criterios demuestran lo incómoda que se siente la sociedad, a pesar de los esfuerzos de diversas instituciones, ante la idea de considerar a las personas con limitaciones físicas o mentales como sujetos con intereses y necesidades sexuales, capaces de atraer y gustar como cualquier ser bajo este cielo.
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Si entendemos que la sexualidad va más allá de la simple genitalidad –aunque haya quienes la condenen a este reducido espacio–, comprenderemos que el o íntimo no es sólo penetración, coito y reproducción. Durante la actividad sexual todos los sentidos se agudizan y cobran un valor excepcional: el tacto, el gusto, el oído, el olfato... La piel toda ella, ese territorio que cubre nuestro cuerpo, es una gran fuente de erotismo. Ocurre que no sólo existen los prejuicios de los demás; también las propias personas con discapacidad están ligadas a diversos tabúes. Y, por supuesto, tiene que existir por parte de ellas una disposición, una mirada más abarcadora, distinta, y mayor apertura en las concepciones al no tratar de imitar o hacer las cosas como la gente común. Se trata de lograr emociones que pueden ser muy vivificantes de otra manera que no es la tradicional, en el caso que no sea posible. El cambio mayor tiene que efectuarse a nivel de la psique. Abandonar falsos pudores que perjudican el encuentro íntimo y aceptar, en primera instancia, la propia imagen corporal, con todas sus limitaciones. Es a veces difícil pero se logra ante el gran estímulo de vivir la satisfactoria realidad de amar y saberse amada y de tener intercambios sexuales, que dan la posibilidad de descendencia en los casos que sean posibles y no perjudiciales. La página web del periódico nicaragüense “El Nuevo Diario” comenta sobre el tema que uno de los impactos más grandes que tienen las personas que sufren de una lesión medular es la pérdida de la sensación. Toma tiempo determinar cuánto funcionamiento sexual se recuperará. La gran pregunta que las personas con lesión medular se hacen es: ¿Podré llevar una vida sexual activa? En el caso de las mujeres, su situación es más favorable, ya que es posible procrear en ese estado y tener hijos o hijas sanas y fuertes.
Empezar por casa Todos estos comentarios no son para pintar el asunto de color rosa. Existen factores prácticos en aquellas mujeres que han perdido una parte de sensibilidad corporal, y es que, ante la ausencia de sensaciones genitales, es lógico que la libido (deseo sexual) tienda a deprimirse. Otros inconvenientes son la falta de fortaleza, de resistencia, la preocupación ante lo engorroso del descontrol de esfínteres. En los casos de la invidente congénita, así como en las sordas, las enseñanzas y educación recibidas en su niñez y adolescencia son factores determinantes de cómo asumen las relaciones amorosas y la sexualidad. En las Escuelas Especiales de Cuba existen programas bien trazados en tal sentido, y aunque una parte importante de padres y madres no se oponen a tal educación, en la casa tienden a sobreproteger, tanto a varones como a mujeres, ignoran sus necesidades sexuales y de eso no se habla. Una investigación reciente sobre el conocimiento en materia de sexualidad que tienen los y las estudiantes con retraso mental de la Escuela Especial “Saturnino Aneiro”, del municipio Céspedes, Camagüey, realizada por la doctora D. Ponsn y los doctores M. Cedeño y M. Rodríguez, arroja que, por lo común, los conocimientos que poseen son los que les ha proporcionado la escuela, a través de diversas asignaturas orientadas hacia la educación sexual.
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Los autores comentan que hay real escasez de material, tanto en Cuba como en el extranjero, sobre la sexualidad de las personas con discapacidades mentales. Se trata de una cuestión delicada que casi siempre queda en la intimidad de las casas y los dramas de las familias. Este estudio les posibilitó adentrarse en ese mundo de las y los adolescentes con retraso mental y sus intereses sexuales, a veces bien marcados. Sin embargo, señalan, la percepción social del disminuido mental es la imagen del niño o la niña a quien le cuesta mucho el aprendizaje y no se le pueden conceder determinadas autonomías, menos en la esfera de la sexualidad. Comentan, además, que en estos casos la atención se dirige constantemente hacia la deficiencia, las limitaciones del desarrollo mental. Los especialistas aclaran que, exceptuando algunos cuadros clínicos, el resto de las y los alumnos no tiene asociadas anomalías congénitas de los órganos genitales. Y los caracteres biológicos, esto es, anatómico fisiológicos, que dan soporte a la sexualidad están presentes y se desarrollan en las personas con retraso mental de la misma manera que ocurre en cualquier adolescente. Si tenemos en cuenta tales comentarios, no sorprende que de 27 alumnas, 17 han tenido relaciones sexuales y de 45 varones, 28 también las practiquen. Esto es sin conocimiento de los padres, sin protección adecuada... En fin, toda la responsabilidad se la están dejando a la escuela, cuya fundamental tarea es educarles y prepararles para la vida útil, cuestión que se realiza con esmero y dedicación por el personal especializado preparado para este propósito. Padres y madres, ajenos a estas realidades, que dan cuenta las propias alumnas y alumnos al referir que 17 de 27 chicas no hablan de sexo con su familia y de 45 varones, 28 tampoco lo hacen. La fuente de información más cercana sobre temas sexuales, después de la escuela, son los amigos y amigas. Similares hallazgos encontró la Dra. Mabel Serguera, en la Escuela Especial de discapacitados mentales de Guantánamo. Valgan todos estos resultados y comentarios para tomar conciencia que la sociedad no sólo tiene que aprender a respetar y vivenciar a estas personas como sujetos de derechos sexuales sino, también, la necesidad expresa de las madres y los padres de las personas con discapacidad de educarles sexualmente ya que, en primera instancia, ésta es una labor familiar. El hecho de que en el hogar estén al margen de las intimidades de sus hijas o hijos con discapacidad no quiere decir que éstas no se produzcan. Al fin y al cabo, el deseo sexual involucra a todo el mundo. El Tratado de Medicina Sexual aconseja estas sabias recomendaciones a las personas con discapacidad: Un pene erecto no hace sólida una relación como tampoco una vagina húmeda. La incontinencia urinaria no significa incompetencia en la respuesta sexual. La ausencia de sensaciones no significa ausencia de sentimientos. La imposibilidad de moverse no representa imposibilidad de sentir. La presencia de deformidades no significa ausencia de deseo. La dificultad para realizar el coito no significa incapacidad de disfrutarlo.
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La pérdida de los genitales no representa la pérdida de la sexualidad. “Tratado de Medicina Sexual”. Kolodny, R; Masters, W; Johnson, V. Editorial Científico Técnica, La Habana, 1985
La sexualidad vivenciada de manera responsable es fuente de grandes satisfacciones y enriquecimiento emocional, pero cuando la asumimos de forma impensada, sin valorar ni medir las consecuencias de nuestros actos, puede convertirse en promotora de angustias, sufrimientos y equivocaciones lamentables. [índice]
Por su importancia, dejamos para el final un asunto que necesita prestársele toda la atención.
Violencia sexual y su prevención La niña, la adolescente, la joven, la adulta, en fin, la mujer es, por lo común, la principal víctima de la violencia sexual. La violencia sexual es la acción que obliga a una persona a mantener o sexualizado, físico o verbal, o a participar en otras interacciones sexuales con una persona o que obligue a mantener relaciones con terceros, mediante el uso de la fuerza, la intimidación, la coerción, el chantaje, el soborno, la amenaza, la manipulación o cualquier otro mecanismo que anule o limite la voluntad personal. María Inés es una mujer de 34 años con dos hijos varones pequeños. Siente que odia el sexo por las múltiples veces que su marido la obliga a tenerlo sin que ella lo desee. Es más, ya nunca lo desea. Le tiene una particular aversión a esa actividad que hace mucho tiempo rechaza. Pero nunca dice que no. Piensa María Inés que es una de sus obligaciones como esposa, impuesta por los márgenes matrimoniales. Su marido es un hombre violento y ella teme, con su negativa, arreciar su furia. Se presta, tranquila y sedosamente, a una manipulación sexual que, sin chistar, asume. Si se le explicara a esta mujer ama de casa, que está siendo víctima de violencia sexual se quedaría con la mirada un tanto perdida y dijera ¿quién, yo? No es conocida, exactamente, la incidencia de este tipo de violencia dentro o fuera del matrimonio, debido a que muchas mujeres no saben que están actuando con ellas de manera violenta al obligarlas al acto sexual contra su voluntad. Es, además, un abuso que queda silenciado ya que las mujeres, por lo común, no hablan del asunto.
Maltrato sexual En entrevista exclusiva, el Dr. Alejandro Caral, especialista de Primer Grado de Medicina Legal, aporta importantes comentarios sobre el maltrato sexual hacia el sexo femenino.
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Muchas personas creen que la violencia sexual no es la más frecuente con relación a los demás tipos de violencia, como es la física o la psicológica, por ejemplo; sin embargo, los estudios que se realizan en Cuba y en el resto del mundo demuestran que puede ser tan común como las otras. Opina el experto que esta realidad obedece a que “las mujeres ocultan celosamente estos sucesos de sus vidas por tratarse, en primer lugar, de la intimidad de cada una de ellas y, en segundo, porque generalmente tienen temor a la censura social debido al ”sentimiento de culpa” que experimentan cuando son agredidas. También, tiene mucho que ver que las víctimas no han aprendido a reconocer la situación como violenta y el desconocimiento que existe de su derecho a la denuncia”. Según estadísticas de la UNICEF, en América Latina, sólo uno de cada tres casos de abusos sexuales son denunciados, y el 80% de estas denuncias corresponden a niñas y adolescentes. El especialista del Instituto de Medicina Legal, quien también es vicedirector de los Servicios Médicos Legales, señala que entre los diversos tipos de maltrato sexual se encuentra la violación o su intento y que esta forma de violencia repercute más allá del propio hecho violento, ya que atenta contra la libertad y la dignidad de las personas y genera una compleja gama de trastornos de la integridad de la víctima y en su entorno familiar, laboral, educacional y social.
Leyes que protegen En Cuba la Ley Penal preserva a la población de estos tipos de manifestaciones de violencia y son varios los delitos que se caracterizan a partir de la actividad sexual. El Código Penal en el Título XI: “Delitos contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales y contra la familia, la infancia y la juventud”, aparecen recogidos todos los delitos que pueden cometerse en esta esfera, donde se incluyen: Capítulo 1: Delitos contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales, donde están comprendidos la violación, la pederastia con violencia, los abusos lascivos, el proxenetismo y trata de personas y el ultraje sexual. Capítulo 2: Delitos contra el normal desarrollo de la familia. Capítulo 3: Delitos contra el normal desarrollo de la infancia y la juventud. En el Código Penal aparece, en detalle, cada uno de los conceptos de estos delitos. También en la Resolución del Consejo de Estado que aprueba y pone en vigor el “Plan de Acción Nacional de Seguimiento de la Conferencia de Beijing”, se pone de manifiesto la voluntad política para eliminar toda forma de opresión por razones de clase, género y raza.
Frecuencia y características En su Tesis de Maestría “Caracterización de la violencia sexual desde una perspectiva de género”., realizada recientemente, el Dr. Alejandro Caral identifica las características sociodemográficas de la víctima y el victimario, según el sexo y las manifestaciones de violencia sexual más frecuentes.
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El especialista examinó todos los expedientes judiciales radicados por causa de violencia sexual en el Tribunal Provincial Popular de Ciudad de la Habana. Estudió, en detalle, 206 víctimas, la mayoría mujeres y 196 victimarios hombres. Las niñas fueron víctimas de abuso lascivo y corrupción de menores, mientras que las adultas jóvenes, víctimas de violación o su tentativa, y de proxenetismo. Las menores eran estudiantes y las adultas, solteras, de nivel primario y desocupadas, mientras que los victimarios fueron hombres jóvenes, solteros, desocupados, sin antecedentes penales ni trastornos mentales. El especialista en el tema pudo constatar, según las pruebas, que la violación o su intento ocurren, por lo común, en la vía pública, de noche o madrugada, por un desconocido, empleando violencia física, mientras que el abuso lascivo y la corrupción de menores suceden generalmente de día, en domicilio ajeno al de la víctima, por alguien relacionado con el entorno interpersonal quien no utiliza la violencia física. “Es importante señalar lo encontrado con relación al estado mental de los victimarios. Existe la creencia popular que el individuo que comete este tipo de delito es un enfermo mental o un loco, o una persona con trastornos en la esfera sexual”, señala el Dr. Canal y puntualiza: “En este estudio sólo el 0.86% del total de victimarios (un caso) se trataba de un enajenado mental”. Otras investigaciones realizadas en diversos países coinciden que la mayor proporción de victimarios no tiene alteraciones en la esfera psíquica.
Otros datos de interés La Dra. Gliceria Lleó y el Dr. Ernesto Pérez también especialistas del Instituto de Medicina Legal, realizaron igualmente una investigación sobre maltrato sexual y entre sus conclusiones señalan que las víctimas adultas de delito sexual suelen ser, en su mayoría, solteras, trabajadoras o estudiantes, menores de 30 años. El estudio arroja, además, que los victimarios son hombres jóvenes, con edades similares a las de ellas, en su mayoría solteros, con un nivel de instrucción de enseñanza media, trabajadores, y los delitos se cometieron el lugares apartados en horario nocturno o de madrugada, utilizando métodos cruentos. Si bien, en nuestro país, la violación o su intento no es frecuente como en otros países del área, y nuestras leyes resultan muy severas para quienes cometen este tipo de delito, pretendemos que este artículo sirva como llamada de alerta para que las mujeres, sobre todo jóvenes, cuiden de colocarse en situaciones de riesgo.
Prevención En un porcentaje de casos, ocurre también –según estudios en Cuba y otros países del área– que los victimarios son individuos conocidos que comparten, a menudo, con las niñas y adolescentes abusadas. Uno de los Cuadernos de Sexualidad, de
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Colombia, realizados por el Ministerio de Educación Nacional, para su proyecto de educación sexual, ofrece una serie de recomendaciones para prevenir el abuso sexual: Reforzar en las niñas y las adolescentes la necesidad y el derecho de diálogo que tienen consigo mismas y con las demás personas, es decir, expresar lo que piensan y sienten y oír lo que la otra persona piensa y siente. Esto es una contribución importante para crear un clima de confianza en la familia y particularmente en sus padres. Inducir en ellas la convicción de que : “Mi cuerpo es mío y yo decido sobre él”. “Nadie tiene derecho a decidir sobre lo que hago con mi cuerpo”. “Mi sexualidad es valiosa y mía; debo cuidarla y no debo compartirla si no es por mi propia voluntad”. “Puedo y debo decir NO cuando quiero decirlo”. Reforzar el derecho y la posibilidad de expresarlo, permite que niñas y adolescentes tengan cierta capacidad de autodefenderse contra el abuso sexual. Las madres y padres, la familia en general, deben ofrecerles a las hijas instrucciones específicas para que no acepten regalos o invitaciones de desconocidos o aún de conocidos que esperan algo como compensación a su gesto. Las niñas y adolescentes tienen que estar completamente convencidas que cuentan con sus familiares, maestras y maestros con quienes pueden hablar al respecto, antes o después que el abuso haya tenido lugar. Esto ayudará a prevenir o superar el trauma. El diálogo que se sostenga al respecto, debe ser llevado con cariño, respeto y serenidad, evitando aterrorizar a las menores (hasta el punto de que lleguen a temer o sospechar de cualquier expresión física o verbal de cariño o iración). Lo importante es reforzar su derecho y seguridad. Aclaración – Abuso lascivo: el que abusa sexualmente de manera deshonesta de una persona del mismo o del otro sexo, usando fuerza, intimidación o cuando la otra persona se halle privada de razón o de sentido por cualquier causa o cuando fuese menor de 12 años de edad. [índice]
Aloyma Ravelo es cubana, periodista, encargada del Departamento de Atención a los Lectores e Investigaciones de la revista Mujeres (
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