LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y EL AMARILLISMO
Bogotá, noviembre 17 de 2004
INTRODUCCION El documento que se presenta a continuación es una recopilación de información de diversas fuentes como libros y revistas, la cual busca dar una breve introducción al tema del amarillismo presente en los medios de comunicación ya sean escritos o televisivos. En el documento se encuentra un pequeño resumen de la historia de la guerra sostenida entre Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst de donde se sabe se dio origen al termino “amarillismo”. La inclusión de esta narración busca mostrar que muchas de las tácticas periodísticas presentes a finales del siglo XIX hoy en día todavía pueden ser observadas en algunos medios informativos. Finalmente se exponen y explican algunas formas de periodismo amarillista presentes en nuestra sociedad, y cuales serian las causas de su utilización y las consecuencias que esto trae. La idea de realizar esta investigación durante el transcurso del semestre surge principalmente de la pregunta de ¿Cómo se ve reflejada la sociedad a través de los medios de comunicación? realizada al iniciar el curso. Luego pensé en un tema que siempre me había llamado la atención, el hecho de mostrar las noticias desde un ángulo diferente con el fin de captar mas publico, me parecía un problema en nuestra sociedad, ya que altera la percepción de las noticias por parte de quien las lee o las ve en busca de estar informado. Esta persona al ver una información distorsionada va quedar peor que al principio cuando estaba desinformada, ahora va a estar mal informada. Lo que este trabajo busca en realidad es contrastar el periodismo real con el periodismo amarillista y sensacionalista, explicando las diferencias y características de ambos, definiendo otros términos relacionados con el amarillismo que se pueden prestar para confusiones. También se busca determinar la presencia del sensacionalismo en otra clase de temas, no solo en las noticias, ya que muchas de las personas pueden estar ante una expresión del amarillismo y no darse cuenta. El trabajo se centra en el periodismo escrito y los noticieros de televisión, ya que situándonos en estos dos medios hay mucho que encontrar. La televisión y la prensa son los que mas a menudo caen en esta práctica, ya sea sin intención o con el animo de obtener un beneficio, ya que aunque en la radio también se presenta, es en menor medida dado que la falta de exposición de imágenes debilita el carácter de espectáculo que se le busca dar a la información. Además en nuestro país tenemos un par de exponentes de este tipo de periodismo los cuales vale la pena analizar.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y EL AMARILLISMO Aunque hay una cierta relación entre el amarillismo y el sensacionalismo, no significan del todo lo mismo, mientras el amarillismo es la información sin escrúpulos donde se busca contar o mostrar aspectos de una noticia que no tienen como fin comunicar para el bien de la comunidad algo en particular, sino mostrar aquellos detalles que rodearon las circunstancias, detalles que, en muchas ocasiones, pertenecen a la intimidad de los protagonistas de la noticia, el sensacionalismo es la tendencia a producir una cierta exaltación de los detalles que conforman la noticia, es decir darle a la noticia una importancia que tal vez no tenia. El amarillismo aprovecha el dolor o los malos momentos de otros para lograr mayor audiencia y obtener más beneficios económicos. Encontrar su origen exacto es una tarea casi imposible, ya que este estilo de periodismo data de mucho antes del inicio del siglo XX, solo que aun no se le había dado este titulo. El origen de la palabra "amarillismo", se debe al muñeco de tira de cómic denominado “Yellow Kid” creado por el dibujante Richard F. Outcault, primero en el "New York World" propiedad de Joseph Pulitzer y después en el "Morning Journal" de William Randolph Hearst. El Yellow Kid fue, en su época, símbolo del desastre: era un niño estrafalario vestido con un camisón amarillo uno de cuyos bolsillos aparecía siempre lleno de piedras, le rodeaba constantemente la desgracia: muchachos golpeándose, faroles rotos, coches incendiados, personas aterradas, etc. La primera vez que apareció fue el 16 de febrero de 1896. Aunque su práctica es más antigua, el amarillismo se asocia con el año 1883 cuando Pulitzer compró el “New York World”, lo convirtió, al cabo de un año en un periódico de éxito por sus titulares escandalosos y sus ilustraciones. El éxito de Pulitzer se basó en el conocimiento exacto del mercado, el público, la organización informativa americana y por diversas innovaciones. Pero en 1895 apareció el que se convirtió en el gran competidor de Pulitzer: William Randolph Hearst, el cual había trabajado durante un año en el World de Pulitzer y, de regreso en California, convirtió el San Francisco Examiner en el periódico de más tiraje de la ciudad, esto basado en sus escandalosos titulares. En 1895 compró el New York Journal con la idea de competir con Pulitzer. Este periódico se basó en las mismas técnicas sensacionalistas de que se servia Pulitzer, pero llevadas al máximo (si la consigna de Pulitzer era si no hay noticia, provócala, la de Hearst era mucho más drástica: si no hay noticia provócala y sino te la inventas). Ambos se enzarzaron en una carrera de titulares escandalosos, noticias falsas, etc. Una técnica empleada por Hearst fue la de comprar a los periodistas de Pulitzer. Entre estos figuraba Richard Outcault, el dibujante de “The Yellow Kid”. Hearst logró llevárselo a su periódico, donde comenzó a publicar a “The Yellow Kid”. Pulitzer reaccionó contratando otro dibujante que continuó haciendo la tira. Ninguno de los
dos magnates estaba dispuesto a ceder y el caso llegó a los tribunales, el falló del juez fue que “The Yellow Kid” se publicara en ambos diarios. Ahora había una tira de este personaje en cada uno de los periódicos. The Yellow Kid viene a ser algo así como el papá de las tiras cómicas dominicales. La palabra "amarillismo" surge precisamente del color del muñeco, pero su sinonimia con "sensacionalismo" se debe a que ambos periódicos, el "World" y el "Journal", eran sensacionalistas. Hoy en día parece que varios medios informativos tuvieran el mismo lema mostrado por Hearst hace más de cien años. Es innegable la tristeza que sentimos al leer un periódico, escuchar un noticiero y observar un programa sobre realidad nacional e internacional. Pero es más desconcertante y penosa la forma como se presentan al mundo los hechos que forman parte de nuestra cotidianidad. En teoría los medios de comunicación social tienen como función informar y difundir a la gente en forma veraz, objetiva y oportuna las incidencias. Pero dicha finalidad no se cumple. Por desgracia las noticias que se presentan como si fueran espectáculos y se trata de impresionar a un espectador desapercibido. Buscan mostrar en forma escalofriante los acontecimientos y hechos que ocurren, además publican titulares amarillistas y repulsivos. Entrevistan a personas afectadas por alguna calamidad con preguntas frías y sobreentendidas, en vez de brindarles una mano de apoyo. Las noticias han perdido ese carácter de informador crítico, para convertirse en un negocio que busca un rating determinado o cierto número de ventas a nivel nacional. Los medios de comunicación han ido perdiendo esa veracidad y objetividad para convertirse en las vías perfectas del sensacionalismo y amarillismo, a esto se le suma el comportamiento individualista, irresponsable, descortés e irrespetuoso que se observa y se mantiene. Cuando un suceso que probablemente va a ser de gran interés para el publico se presenta, el papel de los medios informativos es decisivo así que es necesario analizar ese papel que desempeñan los medios masivos de comunicación, ya que éstos ayudan a crear una imagen en la opinión pública. Muchas veces el periodismo se preocupa más por contar historias que por informar, el sensacionalismo en la cobertura de acontecimientos violentos se debe a una carencia de recursos narrativos. Tendríamos que comenzar por recordar un precepto fundamental del periodismo, sea escrito, hablado o visual: la objetividad, es decir, narrar los hechos tal cual suceden, de esta forma, se evita manipular la opinión que necesariamente se genera en el receptor a partir de tal suceso, entendiendo por receptor al lector, radioescucha o televidente. Muchos periodistas piensan que el periodismo ha dejado de cumplir con su función principal y propia, es decir, acercar a los ciudadanos la información necesaria para que puedan tomar mejores decisiones, orientarse en la vida pública y conocer aquello
que no pueden vivir en forma directa, las formas de presentar y relatar los acontecimientos resultan insuficientes, y el lenguaje periodístico dice poco, o peor aún, esconde o distorsiona la realidad. Los periodistas necesitan incorporar una conciencia ética y un convencimiento íntimo sobre las implicancias que tiene la tarea de informar, que oriente el trabajo cotidiano y permita procesar las presiones a las que la profesión está sometida. El buen periodista debe tener una entrega indeclinable para buscar la verdad, capacidad para saberla trasmitir, sentido ético para alejar todas las tentaciones, honestidad intelectual para no desviar el rumbo y valor, y aliento suficiente para decir lo que deba decirse y no callar lo que no deba callarse. Gran parte del periodismo actual se considera esclavo de la noticia, y peor aún, de la peligrosa chiva, carece de espacios para analizar, para producir contexto, es decir, información, porque el discurso informativo debe describir, contar y explicar al público los hechos. Por ejemplo hacer un noticiero requiere de la intervención de mucha gente: Directores, editores, periodistas, camarógrafos, corresponsales. No puede haber objetividad, pues cada una de estas personas tiene una subjetividad que interviene a la hora de escoger una imagen o de hacer una pregunta, o de acoplar información. Lo que no puede dejar de existir por ninguna razón en las noticias es el equilibrio que permita registrar los diferentes ángulos y ojalá los más variados de la noticia y permitir que el público saque sus conclusiones. Un claro ejemplo de lo que es el periodismo sensacionalista es el que fuera el director de noticias del canal Caracol hace unos cuantos años: Yamid Amat. No en vano se le ha denominado como el maestro de la inmediatez, ya que su lema podría bien ser comparado con el de Hearst, "lo que está sucediendo, cuando está sucediendo". Durante su dirección, el canal Caracol decayó notablemente en cuanto a calidad, si sucedía alguna tragedia que dejara victimas fatales, el primer noticiero en dar una cifra exacta era el Caracol, mientras los demás no se aventuraban a decir algo que no estaba confirmado. El lema de un buen periodista debería ser antes que todo "qué, cómo y por qué está sucediendo". El otro gran ejemplo de periodismo de tinta roja es el diario El Espacio el cual no tiene el menor reparo en anunciar, con el titular mas extravagante, la noticia mas atroz que haya podido encontrar, acompañada de una fotografía igualmente extravagante, muchas veces es tanto el grado de extravagancia que hace dudar que pueda ser real (Hearst). El Espacio no solo es amarillista en un sentido violento, sino que también maneja el morbo utilizando contenidos sexuales, lo cual también se cataloga en cierto modo como amarillismo. Las fuentes de información de los noticieros cumplen un papel fundamental en la veracidad de esta, los periodistas que llegan a trabajar a la televisión muchas veces dependen de la versión de una única fuente, pues no todos tienen la experiencia, o la malicia, y eso hace más difícil para los medios que haya unos criterios responsables y
rigurosos. La responsabilidad profesional de los periodistas es no tener únicamente fuentes oficiales o formales, y verificar con otras fuentes equilibradamente. Los noticieros también alegan que además de las fuentes, las autoridades tienen un grado de responsabilidad importante, al no informar con claridad, y a veces desinformar, para no mencionar los videos ya editados que ellos les entregan. Digan lo que digan, el fenómeno es provocado intencionalmente en muchos noticieros de los medios masivos de comunicación (sean públicos o privados) ya que éstos determinan la forma y el tiempo de acuerdo a sus intereses económicos o políticos (en el caso del sensacionalismo). El simple recurso de elegir un ángulo determinado para tomar una fotografía o grabar en video, por ejemplo, altera el punto de vista que podríamos llamar total, y que correspondería a la realidad. La mayoría de las veces, se elige la perspectiva en función de la estética y en otras, del sensacionalismo. A ello debemos agregar el hecho de que las imágenes son posteriormente manipuladas (editadas) para comprimir el tiempo de narración (el qué, quién, cómo, cuándo y dónde). En casos extremos, como la guerra o situaciones de peligro, no hay tiempo para elegir el encuadre, pero un camarógrafo con oficio y un editor de igual condición, completarán el mismo ritual manipulativo. En el periodismo escrito (y por supuesto en cualquier medio) sucede algo similar. Se utilizan adjetivos, exagerando o minimizando determinados hechos o personas para lograr mayores ventas. La calidad de la información es nula, pero funciona. En el argot periodístico, esta práctica es la que conocemos como amarillismo. Teniendo en cuenta el origen de este termino más adelante, se aplicó a las personas que incurren en estas prácticas, usualmente "periodistas" que escriben para revistas o diarios sensacionalitas cuyos temas favoritos son el mundo de la farándula, los extraterrestres, horóscopos, fantasmas, asuntos insólitos y temas por el estilo que si bien carecen de fundamentos, atraen a miles de lectores acríticos que asumen como cierta dicha información. En cuanto al periodismo radial, tampoco está exento de esta práctica. Los conductores asumen un papel protagónico y los mensajes que difunden penetran con un alto grado de credibilidad. Según estudios la mayor credibilidad la tienen los diarios, en segundo lugar la radio y finalmente, los noticieros televisivos. No en vano, el mayor número de consumidores de noticias anida en la televisión, debido a su formato altamente digerible y al atractivo audiovisual, pero sobre todo, porque no exige un trabajo intelectual del espectador. Por ello, aunque la palabra escrita es la de mayor confiabilidad, penetra relativamente poco en la población, pues es bien conocido el hecho de que países como Colombia no son de grandes lectores. Está claro que el amarillismo y el sensacionalismo están presentes, en mayor o menor medida, en todos los medios impresos y televisivos, y que su instauración en determinados medios aumenta día a día, de forma preocupante, ante el temor de que la competencia se haga con grupos de lectores que antes no eran consumidores.
Incluso medios con una contrastada trayectoria de credibilidad están incurriendo en el error de introducirse al sensacionalismo. Muchos de estos medios justifican el uso de imágenes sensacionalistas alegando que lo suyo no es amarillismo sino “periodismo de investigación”, pero la diferencia entre ambos es notable. El periodismo de investigación muestra de una forma cruda y destapada los temas a los que esta haciendo referencia con el fin de no ocultar la verdad de las cosas al espectador, pero siempre con el debido respeto, teniendo cuidado de no lastimar a nadie. El amarillismo convierte todo en un espectáculo, muestra cualquier tipo de imagen sin pensar si esto afectara a alguien, se olvida de toda ética. Obviamente la distorsión en la información trae una serie de consecuencias que ayudan a perjudicar más al pueblo. Es común que cambiemos el canal del noticiero cuando vemos una nueva tragedia como el secuestro, masacres, etc. y prefiramos la tranquilidad de una telenovela que por las mismas condiciones de la problemática social de nuestro país, cada vez son más comedias con el claro objetivo de distraer en el sentido de hacer olvidar, como quien ha aceptado la derrota y de manera resignada se entrega a aquel viejo propósito de “pan y circo para el pueblo”. Hoy el circo somos todos y alimento son las telenovelas, el fútbol y como podía faltar el reinado, el derroche de dinero mas grande del país, mientras en la misma ciudad la gente se queda sin hogar a causa del invierno. Este último al igual que el fútbol parece constituir una preocupación de primer orden a nivel nacional, logrando lo que ningún otro evento puede alcanzar, la movilización de masas, pues aún no nos paralizamos ante ninguna violación de los derechos humanos que ocurren en nuestro territorio y que es el principal alimento de los noticieros últimamente. Una de estas consecuencias es el enorme estrés colectivo e individual que toda la sociedad sufre de manera cada vez más aguda e insoportable. Se trata de un estrés que comienza a rayar en angustia, terror y en una significativa merma de nuestras capacidades intelectuales y laborales. Otra consecuencia es que una enorme parte de la población ha llegado a un estado en que prefiere que los medios le mientan, siempre y cuando esa información falsa los complazca o les convenga y han llegado a preferir que les oculten aquellas verdades que les resultan desagradables o inconvenientes. Una evidencia de esto está en que muchos o casi todos saben que cada canal de TV minimiza unas cosas y maximiza otras, oculta unas cosas e inventa otras. Sin embargo, las personas continúan siendo fieles a su canal de TV y lo defienden vehementemente en contra de los canales del otro bando. Lo más racional sería protestar contra ese canal, emisora o periódico que nos informa mal (al menos bajo el supuesto de que cada quien valora su propio derecho a estar informado). Pero esto está muy lejos de ocurrir. Mucha gente ha renunciado a su derecho a la información. Por supuesto, todo esto lo saben los gestores de los medios y lo aprovechan
decididamente. No podría haber una pérdida más estrepitosa y más trágica del derecho a la información, un derecho que va mucho más allá de los personajes políticos y mucho más allá de esta situación histórica que estamos viviendo. Dicha situación pasará alguna vez y pasarán también los años, pero será ya muy difícil que en un futuro podamos revalorizar y reconquistar nuestro derecho a estar informados. Pero como esto último parece totalmente utópico, entonces no nos queda más salida que hacer cada uno un esfuerzo, como ciudadanos, como individuos y como grupos familiares, por fortalecer nuestra capacidad crítica, por incrementar nuestras habilidades de análisis e interpretación y por ser cognitivamente menos superficiales y más profundos ante el manejo de la información. Creo que este es el único camino posible ante el hecho de no contar con medios de comunicación social: ya no tenemos periodistas, sino instigadores armados con una cámara o grabadora, no tenemos medios de información, sino medios políticos de manipulación, no tenemos narradores de noticias, sino voceros de los dueños de la información. La publicidad, el amarillismo y la plusvalía van de la mano: la metodología a utilizar es publicar encabezados sensacionalistas para ganar la atención del público comprador, aumentar la circulación del periódico y llegar a los altares de las grandes empresas con una cifra suficientemente impresionante para inclinar a los anunciantes a adquirir mayor espacio. La función fundamental de la prensa es informar, pero no entretener. Para eso hay otros medios. No cabe duda que el amarillismo forma parte de la historia del periodismo desde que éste existe, y seguirá siendo así en tanto en cuanto la condición humana no cambie. Hay que evitar es que no se alcancen cotas de superficialidad preocupantes, porque en ese caso la labor periodística quedaría en entredicho
DESINFORMACION POR AMARILLISMO
Bogotá, noviembre 17 de 2004
DESINFORMACION POR AMARILLISMO En ocasiones la libertad de prensa en nuestro país se convierte en libertinaje, pues no existe una veeduría responsable de determinar la manera adecuada de transmitir la información, teniendo en cuenta, además, que ésta no se vea coartada. Las distintas maneras de mostrar la realidad mundial son muchas veces crudas, dejando de lado la objetividad de la noticia para pasar a la venta indiscriminada de crueldad televisiva, sin tener en cuenta que tales imágenes pueden ser vistas por personas de distintas edades, al tiempo que atentan contra el derecho ciudadano a obtener información veraz, oportuna y con tratamiento responsable. Este tipo de casos se ve en mayor medida en las llamadas “chivas”, que por tratarse de notas transmitidas poco tiempo después de ocurrido el hecho noticioso no tienen, en muchos casos, el mínimo control, dejando filtrar imágenes que suelen ser demasiado gráficas e innecesarias para comunicar lo que esta ocurriendo. Desafortunadamente este es un caso recurrente en nuestro territorio nacional, logrando de esta manera, antes que informar, captar una atención morbosa de personas que poco buscan informarse de los hechos que ocurren a su alrededor, y en el caso de quienes si desean estar enterados, causa repulsión y sentimientos encontrados, los cuales los hacen sentirse vulnerables o irrespetados como receptores de la información. Por desgracia muchas veces los medios de información, ya sean televisivos o escritos, caen en el amarillismo, estos periodistas pierden la perspectiva y deforman el periodismo para cumplir con su objetivo: fabricar historias que atraigan televidentes, lectores o radioyentes, así sea por una sola vez, solo basta una noticia que se crea va a ser de gran importancia para que la guerra entre los medios por acaparar la atención provoque su difusión sin haber sido esta confirmada, tal es el caso de la difusión dada a la muerte de Diana de Gales hace ya varios años, en donde algunos medios se lanzaron a ver quien era mas estrepitoso. Otro caso. La noticia difundida hace poco acerca de un joven que fue asesinado en una pelea callejera. Algunos reporteros entraron a la morgue para filmar el cuerpo del hombre tirado en una mesa, inerte y ensangrentado. ¿A quien le pidieron permiso para filmarlo? ¿No es una explotación del sensacionalismo y el amarillismo para ganar supuesto rating? A causa de hechos como ese, los canales de televisión a menudo lo único que transmiten es desanimo, depresión, tristeza, luto, llanto, dolor, desesperanza, y muy rara vez una noticia realmente positiva. Los medios están enfrascados en una lucha de competencia que contrario a lo que ellos creen le están haciendo daño a una sociedad que ya está en camino a la descomposición. Mucho de lo que vemos a través de los
medios ha dejado de ser periodismo, y se ha convertido en algo así como un sangriento espectáculo y un gran abuso que perjudica, primero a los protagonistas de la noticia a quienes invaden en su privacidad, y segundo, perjudica a los ciudadanos en general. Se podría decir que el derecho ciudadano a la información ha estado gran parte de las veces sujeto a la explotación de la desgracia y el dolor humano en función de un impacto emocional. Y para la muestra otro caso que quizás ya nadie recuerde pero que en realidad demuestra lo bajo que puede caer un periodista con el fin de ganar un poco de audiencia, durante la conocida tragedia de Armero, quien no recuerda a aquella niña, Omayra Sánchez, hundiéndose en una masa de barro, y el grupo de reporteros a su alrededor, entrevistándola en vivo acerca de cómo se sentía muriendo de ese modo. A causa de hechos como este, imágenes sangrientas, distorsión en las noticias, etc. los receptores de la información optan por preferir continuar desinformados, se ha llegado a un punto en que se ha perdido uno de nuestros más sagrados derechos ciudadanos: el derecho a la información real, veraz, aquella que nos pone al tanto de los hechos relevantes sin pretender manejar interesadamente nuestras emociones, sentimientos y afectar nuestras conductas como individuos. Al contrario de eso, los medios de comunicación masiva se han empeñado en arrebatarnos toda capacidad de contrastación y de crítica racional, intentando dirigir nuestros pensamientos y nuestras adhesiones personales de un modo abusivo y salvaje. Tienen que darse cuenta que una cosa es lo que el público quiere ver y otra lo que ellos quieren que la gente lea, escuche o vea. Hay muchas más historias humanas que no venden periódicos ni atraen televidentes ni oyentes Es necesario que los medios se concienticen que hay que rescatar los valores, deben darse cuenta que las personas en esencia son los que importan realmente. También deben darse cuenta que la gente esta cansada de las noticias que solo buscan llamar la atención, el publico prefiere programas más humanos que se limiten a dar una visión concreta y clara de la realidad mundial sin exageraciones, prejuicios, ni banalidades. Los buenos medios de comunicación no se deben aventurar a dar noticias sin confirmar, no deben informar sin buscar insistentemente la versión de la contraparte, no deben mostrar cadáveres expuestos, primeros planos de heridos, no hacer explicitas escenas violentas o morbosas. Deben procesar las imágenes más crudas de la realidad y darles el tratamiento más cuidadoso posible, no deben ejercer la manipuladora práctica de falsear escenas, simular sonidos o, lo que es peor, combates.