COMPOSICION DEL Plasma sanguíneo El plasma sanguíneo se compone en un 90% de agua y no contiene células sanguíneas. Además, contiene proteínas plasmáticas (60-50 gr. proteína/l) a las que pertenecen la albúmina y las globulinas. Las globulinas y el fibrinógeno son responsables de la coagulación. Si, por ejemplo, se elimina el fibrinógeno del plasma sanguíneo hablamos de suero sanguíneo. Las proteínas plasmáticas tienen numerosas funciones, entre ellas originar la denominada presión osmótica. La presión osmótica, sirve para mantener la diferencia de presión a uno y otro lado de una membrana semipermeable. Si desciende el contenido proteínico de la sangre, por ejemplo, por una alimentación pobre en proteínas, se puede dar una acumulacion de líquido en el tejido y surgen los edemas por hipoproteinemia. Otra de las funciones de las proteínas plasmáticas reside en su capacidad para unirse a diferentes sustancias. De esta forma, se transportan sustancias indisolubles por la sangre. La unión de medicamentos o sustancias tóxicas con una proteína plasmática disminuye su efecto terapéutico o nocivo, respectivamente, y evita por otro lado su rápida eliminación a través de los riñones o hígado. Otros componentes orgánicos del plasma son la glucosa, la grasa, las vitaminas y las hormonas. Las sales juegan un papel vital, porque definen las propiedades físico-químicas de la sangre. Junto al cloruro de sodio (sal común), que compone el 75% del contenido en sales, hay disponibles en pequeñas cantidades sales de potasio, calcio y magnesio en la sangre. El potasio y el calcio, que solo se encuentran en la sangre en pequeñas cantidades, son esenciales para la excitabilidad nerviosa y la contracción de los músculos. El fosfonato y el bicarbonato regulan el ph alcalino de la sangre y lo mantienen en 7,4 (efecto tampón.
¿QUÉ SON LAS CÉLULAS SANGUÍNEAS? La sangre está constituida por un líquido denominado plasma y tres clases de células, cada una de las cuales desempeña una función específica.
1. Leucocitos Los glóbulos blancos o leucocitos son la defensa del cuerpo contra las infecciones y las sustancias extrañas que pudieran entrar en él. Para defender el cuerpo adecuadamente, es necesario que exista una cantidad suficiente de glóbulos blancos capaces de dar una respuesta adecuada, llegar a un sitio en el que se necesitan y luego destruir y digerir los microrganismos y sustancias perjudiciales. Al igual que todas las células sanguíneas, los glóbulos blancos son producidos en la médula ósea. Se forman a partir de células precursoras (células madre) que maduran hasta convertirse en uno de los cinco tipos principales de glóbulos blancos: los neutrófilos, los linfocitos, los monocitos, los eosinófilos y los basófilos. Una persona produce aproximadamente unos 100.000 millones de glóbulos blancos al día. 2. Hematíes Los glóbulos rojos o hematíes o eritrocitos, se ocupan de transportar el oxígeno desde los pulmones a los tejidos, y de llevar de vuelta el dióxido de carbono de los tejidos hacia los pulmones para su expulsión. Los hematíes dan a la sangre su color rojo característico. 3. Plaquetas Las plaquetas o trombocitos, colaboran en la coagulación de la sangre cuando se produce la rotura de un vaso sanguíneo. Todas las células de la sangre son el resultado de la diferenciación y maduración de las células madre, también denominadas progenitores hematopoyéticos. En el adulto, las células madre se localizan en la médula ósea, sustancia blanda y esponjosa que se halla en el interior de los huesos.
Transformación de las células sanguíneas En condiciones normales, la producción de células sanguíneas tiene lugar de forma controlada, a medida que el cuerpo precisa de ellas. La alteración de este equilibrio origina diversas enfermedades; unas se deben a una insuficiente producción de todas las células sanguíneas (aplasia medular) o de algún tipo específico de las mismas (eritroblastopenias, amegacariocitosis, agranulocitosis); otras son causadas por la producción de células incapaces de realizar las funciones que le son propias y en cantidades insuficientes (síndromes mielodisplásicos) y, finalmente, otras son debidas a la producción de células cancerosas en grandes cantidades (leucemias).
EL PROCESO DE LA COAGULACIÓN Los factores de coagulación son proteínas de la sangre que controlan el sangrado. Cuando un vaso sanguíneo se lesiona, sus paredes se contraen para limitar el flujo de sangre al área dañada. Entonces, pequeñas células llamadas plaquetas se adhieren al sitio de la lesión y se distribuyen a lo largo de la superficie del vaso sanguíneo. Al mismo tiempo, pequeños sacos al interior de las plaquetas liberan señales químicas para atraer a otras células al área y hacer que se aglutinen a fin de formar lo que se conoce como tapón plaquetario.
En la superficie de estas plaquetas activadas muchos factores de coagulación diferentes trabajan juntos en una serie de reacciones químicas complejas (conocidas como cascada de la coagulación) para formar un coágulo de fibrina. El coágulo funciona como una red para detener el sangrado. Los factores de la coagulación circulan en la sangre sin estar activados. Cuando un vaso sanguíneo sufre una lesión se inicia la cascada de la coagulación y cada factor de la coagulación se activa en un orden específico para dar lugar a la formación del coágulo sanguíneo. Los factores de la coagulación se identifican con números romanos (e. g. factor I o FI).