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EL AMOR NO SE MENDIGA

Miguel Ángel Núñez

Fortaleza Ediciones

Núñez, Miguel Ángel.

El amor no se mendiga / Miguel Ángel Núñez / Valencia: Fortaleza Ediciones, 2020. Séptima edición.

AMOR 2. DIGNIDAD 3. RESPETO A SÍ MISMO 4. TRAMPAS MENTALES.

Portada: Edwin de la Cruz Derechos reservados

Copyright © Miguel Ángel Núñez, 2020

FORTALEZA EDICIONES

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Quart de les Valls

Valencia

España

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Contenido

Prólogo a la séptima edición

Agradecimientos

Introducción

1 La trampa de la soledad

La soledad de la multitud. No es bueno estar solo. El peligro de la soledad. Aprender a vivir solos. Compañía de verdad. Mejor solos que mal acompañados. El dolor que aísla. El aislamiento no es soledad. El amor que nos acompaña. En paz (Amado Nervo).

2 La trampa de la presión

La opinión de los amigos. Los padres y sus derechos. La importancia de la libertad. Elegir es la base. El amor no ite presiones. Las presiones más sutiles. Me gustas cuando callas (Pablo Neruda).

3 La trampa del autoengaño

El amor exige reciprocidad. El amor se basa en evidencias. La tristeza de amar sin que te amen. Viviendo en mundos de fantasía. El peligro del autoengaño. El amor requiere verdad. Todo por un beso. Por qué la excusa no es un buen camino. Una bola de nieve. La forma en que Dios te trata. Canción (Juan Guzmán Cruchaga).

4 La trampa de la presunción

La presunción. La debilidad del presuntuoso. El peligro del orgullo. Amor y humildad. La sencillez del que ama. Un fruto del Espíritu. Volverán las oscuras golondrinas (Gustavo Adolfo Becker).

5 La trampa de la obstinación

Tropezar con la misma piedra. La mente porfiada. Cuando no se ve el peligro. La obstinación no es constancia. Libertad de elegir. Una vida de oración. Los sueños que hemos olvidado (Rubén Abad).

6 La trampa de la desesperación

El riesgo de decidir desesperado. El amor no es por compasión. El problema del dolor emocional. Siempre hay una salida. Cómo encontrar paz. Hay hombres que nunca partirán (Miguel Arteche).

7 La trampa de la ignorancia

Conocerse a sí mismo. Los peligros del ignorar. Amar y conocer. ¿Cuál es la mejor forma de conocer? Las ventajas de saber. Lo que impide conocer verdaderamente. Qué debe saber una mujer. Qué debe saber un varón. La mano que buscabas (Alejandra Basualto).

8 La trampa del mal modelo

A los padres no se los elige, pero... Elegir los modelos. Aprender a discriminar. Cuando los amigos no ayudan. Arquitecto de tu propio futuro. Canción de amor (Rainer M. Rilke).

9 La trampa de la vanidad

Vivir en función de lo transitorio. La cultura de la imagen. Ser feliz con lo trascendente. Lo urgente y lo importante. La amistad es amor (Pedro Prado).

10 La salida de la trampa

Siempre hay una salida. Mirar la solución, no el problema. Los creadores de imposibilidades. La actitud lo es todo. La verdad es la salida. La pasividad no es una salida. La maravilla de un Dios que da la salida. El milagro del amor (Luis Alberto del Pozo).

Conclusión

Notas

Prólogo a la séptima edición

“Si tus sueños no te asustan no son lo suficientemente grandes” (Richard Branson)

Hace poco tuve una conversación de esas que sólo se sueñan, con una joven originaria de Uzbekistán, un país de Asia central independizado de Rusia después del desmembramiento de la antigua URSS. Ella habla ruso, su lengua original, y yo, de ruso sólo sé algunas palabras, pero teníamos el inglés como lengua común. Al acercarse, luego de una de mis conferencias en su universidad, en Zaosky, cerca de Tula, la ciudad de ese gran escritor que fue León Tolstoi, a casi 3 horas de Moscú, ella quería expresarme su agradecimiento por el libro El amor no se mendiga, que tenía en su mano para que lo firmara. Cuando los escritores redactamos un libro no sabemos qué será de él, sólo escribimos. Ver la sonrisa de esta chica y escuchar sus palabras de agradecimiento valieron todos los desvelos para este libro.

El amor no se mendiga, ya ha sido traducido al inglés y el rumano, y se preparan versiones al portugués y el francés. Lo importante, no es sólo que exista el interés de poner el libro en otras lenguas, sino que un libro tenga lectores. Sin personas que quisieran leerlo, no sería posible su distribución.

Este libro ha dejado de ser mío. De algún modo ya pertenece a los cientos de personas que lo han leído. Lo hice pensando en jóvenes, pero también lo leen adultos, padres y docentes, lo que es un gran elogio y también un desafío.

A todos, los actuales y los futuros lectores, gracias por darse el tiempo de leer lo que en privado he escrito para ustedes.

Agradecimientos

“He buscado el sosiego en todas partes y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro entre las manos” (Thomas De Kempis)

Los libros no se escriben en el momento en que el autor se sienta a elaborarlos, ese es sólo el instante de la redacción final. Hacer un libro es cosa de toda la vida. Es probablemente que alguien esté escribiendo el libro de su vida y no lo sabe. En las páginas de un libro están contenidas todas las vivencias pasadas, y aún los sueños que vendrán.

Este texto en particular: El amor no se mendiga, es fruto de cientos de horas compartidas con jóvenes de diversos países, que, aunque cambien las geografías tienen los mismos temores y ansiedades.

Por eso, en primer lugar, un agradecimiento especial a quienes han compartido conmigo sus pensamientos, ya sea por escrito o en diálogos personales, sus inquietudes, anhelos, miedos y frustraciones están presentes en este texto de una manera u otra. Espero haber contestado adecuadamente.

Como es habitual agradezco a Mery, mi amada esposa, mi más implacable crítico, aunque siempre con mucho cariño y bondad, cosa que iro notablemente en ella. Me ha ayudado a darle forma a los capítulos y a orientar algunos de sus conceptos, también a partir de su experiencia como consejera.

En forma especial agradezco a las psicólogas Ana Escobedo y Dámaris

Quinteros, por haberse dado el trabajo de leer el manuscrito original y sugerir mejoras en el texto.

Confío en que este libro sea de utilidad a todos aquellos que aún creen en el amor, y que buscan no dejarse engañar por situaciones que pueden hacerles ir por un camino ilusorio que los aleje de sus anhelos más profundos.

El amor no se mendiga. El amor se elige. El amor se entrega. El amor se vive de manera juiciosa.

Espero que ese sea el mensaje que capten en este libro.

Dr. Miguel Ángel Núñez

Introducción

“Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida” (Pablo Neruda)

Probablemente en este mismo instante hay alguien en alguna parte del mundo escribiendo un libro sobre el amor o componiendo un poema o creando una canción, sobre el mismo tema.

Nada es más poderoso para el ser humano que el amor. No hay otra cosa que lo conmueva más ni que lo motive a actuar de la forma en que lo hace.

Pero el amor, puede convertirse en algo desagradable si las personas no saben lidiar con algunas trampas a las que están expuestos en esta búsqueda insaciable por compartir la vida con otra persona.

Cuando no entendemos los peligros a los que nos exponemos, fácilmente podemos caer en ellos y terminar viviendo una desfiguración del verdadero amor, ese que no nace en la pasión ni en el sentimentalismo romántico de las películas, sino aquel que tiene la marca indeleble de la razón y de la voluntad guiadas por principios y valores perdurables.

Cuando los cazadores ponen trampas para apresar a sus víctimas, lo hacen con sutileza y astucia, intentando ser más sagaces que las presas que pretenden atrapar.

El mayor engaño que los seres humanos afrontan es el autoengaño. Esa sensación de omnipotencia que da el creer que se sabe o que se tienen respuestas.

Es peligroso tener muchas convicciones respecto al amor, especialmente si se es muy joven. La inexperiencia es mala consejera, y mucho más si es pretenciosa o temeraria. Los jóvenes se dan cuenta que tienen que aprender, pero en algunos momentos de su vida, y en determinadas decisiones, obran como si hubiesen nacido sabiendo.

El amor no se lo puede pavimentar de errores, sería una trampa difícil de sortear. Si en algo debemos ser juiciosos es precisamente al amar, porque las consecuencias para la vida son tantas y tan complejas que dejarán, probablemente, marcas el resto de la vida.

Sin embargo, muchos terminan viviendo una parodia del verdadero amor. Una semblanza de algo que podría ser sublime y no lo es, precisamente porque se ha pervertido en aras de ilusiones y fantasías vendidas por la televisión, el cine o la música popular.

Amar es la experiencia más hermosa de la existencia humana, pero a la vez, una de las más arriesgadas y difíciles de vivir. Una paradoja, que hace del amor algo apasionante y a la vez complejo.

En dicho contexto, enredarse y confundir el verdadero sentido del amor es algo arriesgado. El amor no se mendiga. Es una experiencia de vida que debe surgir de una profunda convicción: Elegir amar por un gesto de entrega basado en evidencias no intuitivas ni sensoriales, sino en aspectos de mayor trascendencia.

En una época como la que vivimos donde la cultura de la imagen va tomando cada vez más fuerza y se va configurando un modo de ser, se tiende, de una manera preocupante, más hacia la irracionalidad. Se buscan modelos que muestran aspectos distorsionados del buen juicio. Muchos optan por creer que no hay valores ni principios universales. Para la mente de una gran cantidad de personas, el único valor que parece tener importancia es lo que siente y lo que entiende por placentero. Todo lo demás aparece como sin importancia.

En el mundo actual, lleno de información sobre los más variados temas, han aumentado de manera alarmante las enfermedades de transmisión sexual, los suicidios de adolescentes y los embarazos no deseados. ¿Será que la información no es suficiente? Lo que ocurre nos estará diciendo que hay que enfocarse en otros aspectos que habitualmente pasamos por alto.

La juventud es una época maravillosa, sin embargo, hay que cuidarla. Las decisiones que se toman cuando se es joven son las que impactan el resto de la existencia. Si se actúa de manera apresurada y no se toman los resguardos adecuados, entonces, muchos jóvenes se ven involucrados en relaciones y situaciones que no hubiesen querido si entendiesen las consecuencias de sus acciones desde un principio.

Soledad era una de mis alumnas. Habitualmente se retraía, en parte porque tenía un pésimo concepto de sí misma, pero también porque era tímida y sentía que no podía interactuar correctamente con un grupo.

Cuando llegó Alejandro a la escuela cristiana donde estudiaba se sintió atraída por ese joven de sonrisa fácil. Le llamaba la atención su desplante y seguridad.

Buscó acercarse, pero él no le daba atención. Comenzó a enviarle tarjetas de saludo, al comienzo de manera anónima, donde le declaraba su iración por él. Un día se atrevió y le envió un saludo por cumpleaños y le puso al final un “te quiero”. Al otro día estaba aterrada y con una sensación de pavor al pensar qué le diría cuando se encontrara con él frente a frente. Cuando llegó al colegio Alejandro apenas la saludó, aunque le dirigió una mirada burlona y un tanto socarrona.

Salió al recreo y vio que un grupo estaba frente al diario mural y se reían estrepitosamente. Cuando se acercó en medio de las burlas de los que se dieron cuenta que era ella vio su tarjeta colocada en el avisador y con un remarcador amarillo en las palabras “te quiero”, pero debajo, una frase que cruelmente decía: “Pero yo no, regalada”.

Muchos adolescentes suelen ser crueles. Soledad aprendió de la peor forma el significado de la burla, pero también entendió de una manera traumática que el amor no se mendiga. Al poco tiempo dejó de asistir al colegio, y aunque Alejandro fue reprendido públicamente por una profesora que vio lo que ocurrió, pero el daño ya estaba hecho.

Amar es una experiencia emocionalmente muy intensa, sin embargo, debe actuarse con cuidado para evitar afectar un aspecto de la vida que es tan importante.

Amar es un don de Dios, pero nos corresponde istrarlo a nosotros. La divinidad lo ha creado, pero a nosotros nos toca elegir. Eso hace del amor algo maravilloso, pero a la vez, complicado si no se aprende a tomar decisiones correctas, confío en que en las siguientes páginas encuentres ideas que te ayuden al respecto.

La trampa de la soledad

La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo. (Gustavo Adolfo Bécquer)

Alguien dijo que “la soledad es mala consejera”. Y en cierto sentido tiene razón, porque de pronto el sentimiento aplastante de estar solos nos puede llevar a cometer locuras o tomar malas decisiones.

*La madre de Alexandra¹ murió cuando sus hermanos mayores se habían marchado. Al año de haber quedado viudo su padre se casó nuevamente. Se sentía muy sola. Se refugió en el cariño que le ofreció un amigo de la universidad. Al poco tiempo quedó embarazada y él se alejó. Ahora dice: “Estoy con mi hija. Somos ella y yo, y sigo sola”.

*Pablo era un joven entusiasta. Lleno de vida. Sin embargo, un día perdió a su mejor amigo que se marchó a otro país. Se dio cuenta cuánto le costaba hacer amigos cuando tuvo que enfrentar una serie de situaciones que antes hacía con su compañero. Con tal situación se aisló más. Él siempre fue retraído, su amigo era el que tenía la chispa, el que organizaba las salidas y por medio del cual se relacionaba con otros. En ese contexto conoció a Karen, una joven que vivía cerca de su casa. Al tiempo comenzó a beber porque su amiga era bebedora y en el fondo no quería perderla como compañera, por esa razón se embriagaban juntos.

*Ester se vino a estudiar desde su pueblo a la capital. De pronto se sintió abrumada por tantos cambios y por sobre todo por el sentimiento de soledad que sentía. Aunque más de alguna vez le entraron ganas de volver no lo hizo por

temor al ridículo y experimentar la sensación de fracaso al dejar todo atrás. Cuando conoció a Rolando se interesó en él por las ganas que tenía de hacer amigos. Sin embargo, pronto se dio cuenta que él la había elegido simplemente porque se dio cuenta de su fragilidad. Nuevamente se sentía más sola que nunca y con una necesidad enorme de amistad y compañía.

La soledad de la multitud

A menudo las personas creen superficialmente que la soledad se refiere a no tener compañía, pero es mucho más profundo que eso. La peor de las soledades es estar rodeado de personas y sentir que no hay conexión con otros. Es la tristeza del que está ausente entre extraños, del que se siente solitario en medio de un estadio lleno.

Muchos sufren la situación de verse ausentes de la vida de otras personas. Sin posibilidades de tender puentes que le permitan ser escuchados y amados.

No es bueno estar solo

La Biblia dice que “no es bueno que el ser humano esté solo” (Génesis 2:18). En otras palabras, en el diseño de Dios la soledad extrema, sin conexión con otros, no colabora para que el ser humano logre su máximo potencial como persona.

Eso significa que todos los seres humanos, varones y mujeres, necesitamos compañía de calidad de otras personas. No sólo estar uno al lado del otro, sino hacer conexión vital. Entender y apreciar a otros como elementos esenciales de nuestra condición de seres humanos.

Gustavo Adolfo Becker (1836-1870), el poeta español, solía decir de manera irónica “la soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo”. En otras palabras, hay momentos para estar solos, pero al fin de cuentas, no podemos renunciar a compartir la vida con otros.

Dios sabe esto, por esa razón nos diseñó para compartir la vida con otras personas. Familia, amigos y los amados que elegimos. Demóstenes (384-322 a.C.) el sabio griego solía decir “si quieres ser feliz enteramente, solo jamás lo conseguirás”. Así como la divinidad formó nuestros cuerpos, también le dio una estructura a nuestra psiquis. En el plan dispuesto para que viviéramos en equilibrio necesitamos la presencia de otra persona en nuestras vidas.

¿Para qué necesitamos amar a alguien?

Por varias razones que son difíciles de explicar en una sola frase, pero si queremos hacer una enumeración, necesitamos amar a otra persona porque:

Sólo otro ser humano puede ayudarnos a vivir en equilibrio.

Cuando somos amados la vida adquiere sentido.

El amor es lo único que puede ayudarnos a comprender con claridad lo que significa la lealtad de Dios.

Sin amor, sobrevivimos, pero finalmente no vivimos a plenitud.

El día en que no podamos amar, será el día más triste de nuestra vida y languideceremos perdidos en un callejón sin salida.

Sin amor, la vida no vale la pena.

Sólo podemos decir que hemos sido completos cuando podemos ver reflejados nuestros rostros en los ojos de alguien que nos ama.

El amor ilumina tu vida como nada más puede hacerlo.

El amor les da alegría a tus días, porque alguien te espera.

El peligro de la soledad

La soledad no suele ser buena por lo que provoca en las personas. El escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) alguna vez escribió que la soledad “es capaz de generar deseos que no se corresponden con el sentido común o con la realidad”. Una persona solitaria, empujada por su soledad, puede tomar decisiones poco sabias, una de ellas, el lanzarse a buscar cualquier compañía aun cuando ésta sea destructiva.

El amor no se mendiga, porque simplemente compartir la soledad es una

decisión motivada por una elección inteligente. Una persona que no entiende esto, se dejará caer en los brazos del primero que le ofrezca la compañía que anhela con tanta urgencia, y quedando al final, tan solitario como siempre.

Para amar es preciso aprender a estar solos. Es necesario construir una buena relación consigo mismo antes que con otras personas.

No se puede llegar a amar de manera plena sin entender que todos los seres humanos estamos separados unos de otros. El amor es soledad compartida.

El que está inundado de soledad y dicha situación lo socava por dentro, se colgará al primer ser humano que le ofrezca un atisbo de compañía, aunque eso signifique vender su individualidad o renunciar a su dignidad y eso es peligroso.

Nunca deberíamos darnos a otro ser humano sin entender que el amor exige en primer lugar respeto. Sin ese valor central, el amor se convierte en esclavitud y calvario.

Hay personas que se convierten en sus propios enemigos por sus malas decisiones. La soledad que destruye suele ser una mala consejera que lleva a colgarse del cuello del primero que ofrece un poco de compañía, así como un náufrago se prende de una soga que le tiran en medio del océano. El problema es que no se puede construir una relación de pareja sana sobre semejante metáfora. Los seres humanos no podemos ser salvavidas del amor. Estamos llamados a ser compañeros no buques de socorro.

Aprender a vivir solos

Hemos dicho antes que la soledad no es buena en sí misma. Sin embargo, es una condición de la naturaleza humana estar separado de otros. Por lo tanto, debemos asumir nuestra propia soledad y aprender a vivir con ella. Como decía el premio Nobel de literatura, el francés François Mauriac (1885-1970): “Cada uno somos un desierto”.

No significa negar lo que hemos dicho antes, sino entender que tiene que haber momentos para nosotros, para apreciarnos y entender quiénes somos. Cuando eso no ocurre, entonces, la búsqueda de compañía se convierte en una obsesión y las personas que buscamos para amar se tornan en medios para suplir una necesidad y eso no es justo para el amor.

Nadie debe ser un medio, sino un fin en sí mismo. Ninguna persona merece ser tratada como una herramienta al servicio de otro. Somos individuos que en el amor decidimos compartir nuestra soledad y volvernos compañeros.

Cuando un varón y una mujer eligen amarse, lo que hacen es apreciar lo que son como personas y compartir sus sueños, anhelos y su mundo interior.

No se construyen anhelos, metas, y un mundo interior rico en pensamientos, ideas y reflexiones, sin apreciar estar solos para construirse a sí mismos. Como decía el poeta español Federico García Lorca (1898-1936): “La soledad es la gran talladora del espíritu”. No se pinta un cuadro en medio de la multitud. Se necesita el silencio de la reflexión y la soledad de quien mira con tranquilidad su interior.

Cuando aprendemos a amarnos y valorar lo que somos, entonces, estamos en condiciones de compartir la existencia con otra persona. De otro modo,

simplemente iremos como náufragos desesperados en busca de una tabla que nos salve en el océano del dolor. Perderemos nuestra identidad.

Compañía de verdad

Un compañero o compañera de ruta es alguien que nos aprecia por lo que somos. No por lo que tenemos ni por lo que parecemos.

El sabio Salomón escribió: “Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtiene de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante!” (Eclesiastés 4:9-10).

Cuando una persona elige a otro para que le acompañe decide ir al lado de alguien que la proteja con su cariño y con su bondad. Dos pueden más que uno, siempre y cuando sean compañeros de verdad.

La soledad compartida es un compromiso de amor. Dos personas eligen respetarse y cuidarse mutuamente. Eso es amar. Todo lo demás es verso sin sentido.

Mahatma Gandhi (1869-1948) le escribió a su esposa Kasturba (1869-1944), cuando ella estaba agonizante: “Te amo tanto que, aun cuando mueras, seguirás estando viva para mí”. Eso es posible sólo cuando se ha entendido correctamente lo que significa ser compañero.

Mejor solos que mal acompaños

Muchos, varones y mujeres, venden su dignidad por un poco de compañía. Se entregan en los brazos de alguien que los maltrata y no los respeta, simplemente porque en algunos instantes reciben una migaja de compañerismo.

Cuando eso ocurre las personas se van autodestruyendo, perdiendo lo más valioso que tienen como personas: Su estima propia y su sentido de dignidad personal.

Volví a ver a Marina en el peor momento de su vida. Era una sombra de la mujer que había conocido en la universidad. Se había casado supuestamente enamorada, pero en realidad, quienes la conocíamos sabíamos que había aceptado ese matrimonio por que se sentía tan sola que estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de experimentar un poco lo que significaba que alguien la amara y respetara.

Sin embargo, al poco tiempo se mostró la verdadera cara de quién se hacía llamar su esposo. La maltrataba verbal y físicamente. Abusaba de ella emocional y sexualmente. Pero, no lo dejaba. Decía que ella lo había elegido.

—Pero no elegiste ese maltrato —le decíamos quienes la conocíamos desde antes.

En la universidad había sido líder, pero ahora temía levantar la voz y no se atrevía a opinar. Cuando finalmente dejó a ese hombre, en muchos sentidos era tarde. Demoró años en recuperar su dignidad y equilibrio interior. En el trayecto

perdió el respeto de sus hijos y su sentido de valía personal.

Mejor es estar solo que mal acompañado. No se puede vender la felicidad futura por un poco de cariño. El amor no se mendiga por un poco de compañía.

El dolor que aísla

Una de las razones del aislamiento social es el dolor. En muchos casos ocasionado por las experiencias vitales que hemos vivido, pero en otros, por la sensación de estar solos y sin encontrar a alguien que se nos una en la senda de la vida.

Muchas personas por dolor se aíslan, y con eso provocan un problema mayor, puesto que no logran salir de sí mismos para encontrar solución al dramatismo que viven.

Cuando se está en esta situación hay que pedir ayuda. No hacerlo es condenarse.

El aislamiento no es soledad

El psicólogo Philip Zimbardo señala al respecto que:

No conozco algo que destruya y mate más que el aislamiento. No hay influencia

más destructiva contra la salud física y mental que el aislamiento de usted con respecto a mí y de nosotros con respecto a ellos. Se ha demostrado que es un agente central en la etiología de la depresión, la paranoia, la esquizofrenia, la violación sexual, el suicidio, el genocidio y muchos otros males.²

No es cosa de poca monta el aislamiento social. Por esa razón debemos combatirlo en todos los frentes posibles.

El amor que nos acompaña

Henri Bataille (1872-1922), dramaturgo francés, escribió acertadamente: “El amor es el gran refugio del hombre contra la soledad”. El amor nos abre las puertas del paraíso.

Cuando encontramos a alguien que pueda amarnos de verdad y sin condiciones, entonces, no importa cuán difícil sea la cuesta, iremos en paz. “Para dos no hay pendiente demasiado empinada”, decía el escritor Henrik Ibsen (1828-1906).

En paz

Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas

fue porque en ellas

puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales

coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡más tú no me dijiste

que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas

las noches de mis penas; más no me prometiste

tú sólo noches buenas; y en cambio tuve

algunas santamente serenas... Amé, fui amado,

el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes!

¡Vida, estamos en paz!³

La trampa de la presión

Deja que mi amor te rodee como la luz del sol, y que, aun así, te de libertad iluminada (Rabindranath Tagore)

Cuando estudiaba la secundaria y posteriormente mis estudios universitarios, en la institución cristiana en la que estaba había una costumbre que en ese momento me parecía inocente y hoy, con el paso de los años, creo que es errónea porque producía mucho mal. Cuando un joven se acercaba a una señorita o viceversa y se sentaban juntos en el comedor, rápidamente alguien daba aviso a las mesas y ante una señal concertada todo los que estaban en ese momento en el lugar gritaban a coro: ¡Ánimo!... y daban el nombre de la persona a la que pretendían molestar. Otra táctica era que a una señal convenida los acompañantes en la mesa se iban de pronto dejándolos sorpresivamente solos en el lugar. Solíamos reírnos, pero hoy no me hace gracia pensar en las parejas que por causa de la presión tomaban malas decisiones y no pensaban con claridad.

El amor y la elección de pareja es una de las tareas más trascendentes a las que se enfrenta la humanidad. No se puede dejar al azar. Es preciso pensar con claridad. No es posible tomar decisiones reflexivas cuando hay factores que presionan de una manera impropia. Las decisiones se toman mejor en un ambiente de tranquilidad y sin tener que sentir que no hay salida o ésa es la única opción.

Muchos jóvenes y adultos toman decisiones respecto al amor porque son presionados por otras personas. La mayoría de ellas tiene buenas intenciones, pero les cuesta entender que hay aspectos de la vida humana donde nadie tiene derecho a opinar, excepto los que están involucrados directamente, eso quiere decir: La pareja.

Los amigos, familiares y conocidos pueden dar consejos, siempre y cuando sean solicitados, pero entendiendo que la decisión final siempre tiene que ser de las personas que están directamente vinculadas, de otro modo pierde sentido. El amor sólo prospera en un ambiente de libertad y paz.

La opinión de los amigos

Los amigos son familiares que elegimos. Se constituyen en las personas que afectivamente nos influyen. Sin embargo, tienen que entender que su rol es complementario y no pueden arrogarse a sí mismos un derecho que no les compete, especialmente en las relaciones afectivas de sus amigos.

Cuando alguien con buenas intenciones, pero mal enfocado le dice a una amiga o amigo:

—Si te juntas con esa persona, yo no voy a ser más tu amigo.

Pone su amistad en un contexto que es incorrecto. Chantajear a otros, por las razones que sea, es un acto éticamente incorrecto porque vulnera la libertad de otra persona.

También se equivocan los amigos cuando comienzan a presionar para que se hagan actividades o se relacionen con personas simplemente porque el “grupo piensa así”.

Cuando un grupo de amigos molesta a uno de los suyos para que se acerque o se aleje de una persona en la cual él o ella están interesados, se ponen en un rol que no les corresponde. No ayudan a su amigo o amiga presionándolos de esa forma.

Pueden opinar, si se les pregunta, pero no tienen derecho a presionar. En ese caso, cometen el error de poner a su amigo o amiga en una situación compleja de lealtad, lo que tarde o temprano se convierte en una situación complicada a la hora de elegir pareja.

Para elegir a alguien como compañero o compañera de la vida se necesita libertad y capacidad de reflexión. Eso se ve disminuido con la intromisión de los amigos que bien intencionados presionan en una u otra dirección.

También es una actitud equivocada cuando alguien, por la razón que sea, se va quedando sin pareja, mientras sus amigos sí tienen, presionan diciendo: “Y, ¿hasta cuándo?”, “¿cuándo nos vas a sorprender con alguien?”.

Otros toman la iniciativa que no se les ha pedido y comienzan a recomendar nombres o planear encuentros o citas a ciegas, o invitar a alguien con la única intención que conozca a la persona del grupo que no tiene pareja. Todas esas “buenas intenciones”, son contraproducentes, porque en vez de ayudar a la persona a que tome una decisión o que elija adecuadamente, tenderá o a vivir en una situación de ansiedad o terminará eligiendo mal simplemente por la presión del grupo. Por lo tanto, es una cuestión muy delicada presionar y dejarse presionar por un grupo de amigos bien intencionados, pero mal enfocados.

Los padres y sus derechos

En algunos países y zonas geográficas del mundo los padres suelen creer que ellos tienen derechos inalienables sobre algunas decisiones de sus hijos. Por ejemplo, qué van a estudiar, donde van a vivir o con quién se van a casar.

Sin embargo, por mucho que esa práctica esté arraigada, los padres no tienen ese tipo de derecho sobre sus hijos.

Los padres tienen la obligación de formar, ayudar a crecer, mantener y alimentar a sus hijos, proveerles lugar donde vivir y ropa para abrigo, además, deben ocuparse de que sus hijos tengan la educación escolar correspondiente a su edad.

No obstante, el rol paterno no aplica en el caso de la elección de carrera o de pareja. Los padres pueden aconsejar, sin embargo, no les cabe el derecho a elegir por sus hijos.

Cuando los padres se ponen a sí mismos en dicho rol se arrogan un derecho que Dios ni la ley les ha concedido. En dicha situación se convierten en maltratadores de sus hijos al obligarlos a vivir proyectos de vida que son propios.

Noemí era una joven entusiasta e inteligente. Gozaba del o con su familia, pero todo se vino abajo la noche que anunció que no deseaba seguir de novia con el joven con el cual tenía ya un compromiso. Sus padres reaccionaron diciendo que ella no estaba pensando bien y que tenía que volver con él. Ella replicó que era su vida. Era su decisión y de nadie más.

Los padres la trataron de rebelde y le dijeron que estaba desobedeciendo la voz de Dios que ordenaba “honrar a los padres”.

Pasaron los meses. La situación se mantuvo tensa. La madre no perdía oportunidad para manifestarle a su hija que debía volver con su ex-novio, incluso ella se mantenía en o con el joven alentándole a que le siguiera escribiendo.

Cuando ella comenzó a hacerse amiga de otro joven, la situación se tornó mucho más tensa. Finalmente, cuando avisó a sus padres que se había enamorado y que quería convertirse en la novia del joven que había conocido y con el cual se había hecho amiga, sus padres explotaron. Le ordenaron que lo dejara. Acudieron a conocidos y dirigentes religiosos para que intentaran convencer a su hija de que les obedeciera. El clima familiar se tornó irrespirable. Finalmente ella, que ya era profesional y tenía su propio empleo, se fue de la casa.

Hoy ya está casada. Su esposo es un buen hombre, profesional, cristiano y honrado. La trata bien. Pero todavía sus padres no le perdonan el haber elegido a alguien que ellos no querían. La última vez que nos vimos ella me dijo con tristeza:

—Nos hemos vuelto a hablar con mis padres, pero hay heridas que tardarán mucho tiempo en curar.

Los padres deben amar y seguir amando, aunque sus hijos elijan de manera contraria a sus deseos. Cuando los progenitores presionan a sus hijos a actuar de acuerdo a sus deseos particulares, por muy buenos que sean, ponen a sus hijos en una posición difícil.

La importancia de la libertad

Dios nos creó seres libres. Eso implica que ni siquiera la divinidad obliga al ser humano a obrar en contra de su voluntad. Si Dios con todo su poder obligar a alguien a actuar de manera contraria a sus deseos, entonces, la justicia sería malograda y difícilmente podríamos confiar en Dios.

Sin embargo, para que la libertad tenga sentido no puede ser coaccionada de ningún modo. Cuando amigos o familiares presionan, ponen límites a la libertad de las personas que supuestamente aman.

Cuando los padres no respetan las decisiones de sus hijos, entonces, no entienden correctamente cómo funciona la libertad.

Además, ser libre implica hacerse cargo de las consecuencias de las decisiones sin recurrir a excusas que hagan aparecer las mismas como fruto del azar.

Vivir es responsabilizarse, de otra forma se renuncia a la esencia más importante de la libertad.

Elegir la base

La base del amor es la voluntad, la capacidad de elegir quién será el compañero o compañera de la vida. Una decisión tal no puede ni debe ser presionada por nada ni por nadie. No se puede amar por presión, a la larga se convierte en un

autoengaño.

Jorge estaba enamorado, pero la mujer con la cual soñaba amaba a otra persona. Finalmente, ella se casó y Jorge quedó frustrado y recriminándose de que no había sido más insistente en demostrar su amor por ella. Su familia sabía todo lo que había pasado. Por esa razón, comenzaron a presionarlo para que se fijara en una señorita que desde hace mucho había estado enamorada de él. Muy a regañadientes y por la insistencia de sus padres aceptó verla. Al poco tiempo se pusieron de novios y pronto fijaron fecha de matrimonio. Hoy, cuando han pasado los años él siente que se mintió a sí mismo y también la engañó a ella. Nunca decidió amarla. La lección es que el amor no se puede forzar. Amar es una decisión, pero debe nacer libremente, sin presión de ningún tipo.

Cuando las personas de algún modo coartan su libertad por la razón que sea, el amor termina siendo una desfiguración de la realidad. El amor fluye sólo cuando se lo deja libre.

El amor no ite presiones

Muchos se sienten con derecho a presionar: Padres, amigos, profesores, adultos que son de la comunidad.

Eso no funciona. El amor no ite presiones de ningún tipo. Cuando hay presión se terminan tomando decisiones equivocadas y cuyos resultados a largo plazo son muy penosos, especialmente para los que se involucran en relaciones que en otras circunstancias habrían rechazado.

Una de las frases que escucho a menudo en la consejería con parejas en crisis son: “Es que en realidad no lo amé nunca”; “me sentí obligado a estar con ella”; “llevábamos tanto tiempo de novios que no me atreví a cortar la relación”; etc. Todas esas expresiones sólo esconden desilusión, frustración y un sentimiento de fracaso, que nada tiene que ver con el amor verdadero.

La presiones más sutiles

Hay presiones más sutiles que van afectando la inteligencia emocional y la capacidad de tomar decisiones adecuadas respecto al amor.

La edad. Muchas señoritas, especialmente en comunidades donde la edad tiene mucha importancia, comienzan a sentirse presionadas cuando van pasando los años y sus amigas o conocidas de menor edad se van casando. Eso hace que muchas de ellas se comprometan en relaciones que en realidad no quieren, pero que en virtud de la situación terminan aceptando, aunque no están convencidas de que sea correcto.

Por mucho que la edad sea un elemento de presión, no debería ser el componente que haga que algunas se sientan obligadas a tomar una decisión. Dejarse llevar por esta presión en particular, al fin y al cabo, termina por frustrar.

La soledad. Ya vimos en extenso esta situación en el capítulo anterior, pero, el sentimiento de estar solo o sola hace que muchos, tanto varones como mujeres, se dejen envolver en malas relaciones y terminen sintiéndose presionados a quedarse con personas que no quisieran, para salir de la soledad.

Sin embargo, no hay soledad más amarga que la de estar al lado de alguien que está emocional y afectivamente ausente. No vale la pena vender la vida por un poco de compañía.

La autoestima. Las personas con baja autoestima comienzan a sentirse presionadas de manera inadecuada a tener pareja, como una manera de probarse a sí mismas que son capaces de conquistar a alguien, o como una forma de compensar el bajo autoconcepto que se tiene.

La solución no pasa por tener pareja, sino por solucionar el problema de autoestima, porque a menos que se encare con valentía y con ayuda profesional inclusive, las personas irán de una mala relación a otra.

La relación con los padres. Una mala relación familiar puede ser una presión adicional para adelantarse en la búsqueda de pareja.

Cuando conocí a Silvia era una mujer hermosa, rebosante de juventud, pero que se sentía encarcelada en su hogar. Peleaba constantemente con su madre. No tenía una buena comunicación con su padre y con sus hermanos y hermanas se sentía aislada. Así que para nadie fue sorpresa cuando dejó el colegio secundario para casarse con un compañero con el que había estado saliendo. Cuando su madre le gritó que no la dejaría casarse, ella mintió diciendo que estaba embarazada. La boda no tuvo la algarabía ni la alegría que suele haber en estas fiestas. Veinte años después, con tres hijos y un divorcio, ella siente que fue necia, que usó el matrimonio para huir de un hogar donde había malas relaciones familiares.

Es mejor tener vínculos familiares destruidos que huir escapando tras un varón o mujer que aparentemente nos va a sacar de la situación en la que estamos. A menudo, esta presión se convierte en prisión.

Por lo tanto, hay presiones sutiles que nos abordan y que de un modo u otro están presente en la vida de quienes se dejan arrastrar por ellas. El amor no florece en la presión, al contrario, languidece y finalmente muere.

Me gustas cuando callas

Pablo Neruda

Me gustas cuando callas

porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos,

y mi voz no te toca.

Parece que los ojos

se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas

están llenas de mi alma emerges de las cosas,

llena del alma mía. Mariposa de sueño,

te pareces a mi alma,

y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.

Y estás como quejándote,

mariposa en arrullo.

Y me oyes desde lejos,

y mi voz no te alcanza:

déjame que me calle

con el silencio tuyo.

Déjame que te hable

también con tu silencio claro

como una lámpara,

simple como un anillo.

Eres como la noche,

callada y constelada.

Tu silencio es de estrella,

tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas

porque estás como ausente.

Distante y dolorosa

como si hubieras muerto.

Una palabra entonces,

una sonrisa basta.

Y estoy alegre,

alegre de que no sea cierto.⁴

La trampa del autoengaño

Vivimos esta vida como si llevásemos otra en la maleta: un puro autoengaño para pasar de puntillas por la misma sin importarnos demasiado si la vivimos o la desperdiciamos. (Ernest Hemingway)

El diccionario de la Real Academia Española define el engaño como “falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre”. El autoengaño es una forma ilusoria de enfrentar la realidad. El gran problema, es que muchas personas terminan creyendo los mitos que han inventado.

No hay peor forma de engaño que el que se hace a sí mismo. Es posible mentirles a otros, pero cuando la persona se miente a sí misma, se está ante una problemática muy seria, porque en el fondo se mete en un atolladero del cual es complejo salir.

Mentir ya es una conducta equivocada. Mentirse es una actitud no sólo poco sabia, sino que, además, raya en lo patológico, puesto que va haciendo que las personas se evadan paulatinamente de la realidad viviendo mundos ficticios.

Cuando una persona se autoengaña cree a pie juntillas lo que su mente ha creado. Llega al punto de no distinguir la realidad de la fantasía. Cuando logra ver con claridad, en muchos casos es tarde porque en el camino se ha dañado tanto a sí mismo que se necesita la intervención de terceros o la ayuda profesional para salir adelante.

El amor exige reciprocidad

Lo más obvio a menudo es negado. El amor exige reciprocidad. No se puede amar sin que te amen. Cuando pretendes amar a otra persona y no recibes lo mismo a cambio, tarde o temprano esa situación termina destruyéndote.

Sin embargo, para que exista reciprocidad no se puede forzar el amor. Amar es una respuesta voluntaria, en ningún caso ite presión o exigencia de ningún tipo.

Carla era una señorita que a menudo expresaba lo que pensaba lo que la hacía una persona atractiva puesto que solía ser muy extrovertida. Se enamoró de un compañero. Sin embargo, él no le daba la atención que ella pretendía. Comenzó a enviarle cartas, tarjetas y recados, pero él se mantenía indiferente. Mientras más insistía ella, más se alejaba él. Ni siquiera se convenció cuando él le dijo de frente que por favor no le enviara más cartas que no estaba interesado en ella y que por el contrario amaba a otra persona, y le dio el nombre.

Ella comenzó a elucubrar que él no podía amar verdaderamente a esa otra chica porque ella la conocía y no era, supuestamente, la persona que él necesitaba a su lado, así que no hizo caso y siguió enviando cartas y recados.

Un día él se acercó y la amenazó con acusarla por acoso, porque no quería recibir nada más de ella.

Carla les dijo a sus amigas muy contenta que si él había respondido así era porque de algún modo estaba mostrando interés en ella.

Finalmente fue acusada. La institución educativa en la que estaba tomó la medida de pedirle que se alejara de la casa de estudios por un tiempo hasta que ordenara sus pensamientos.

Algunos pueden llamarlo capricho, tozudez o lo que sea. La verdad es que cuando no se entiende que el amor debe ser recíproco, entonces, algunas personas pueden llegar a cometer actos poco inteligentes en procura de ganar el aprecio de alguien que no está interesado.

El amor por definición es una decisión donde dos personas mutuamente deciden darse cariño y respeto. No es una cuestión de estrellas, astros u horóscopo.

Es una elección inteligente de dos personas que libremente deciden que no hay otra persona por la cual estén interesados sino en quién han puesto su afecto.

El autoengaño de no entender esto es inventar formas para evadir la realidad y no darse cuenta que la persona que nos interesa no quiere lo mismo.

El amor se basa en evidencias

En el caso de Carla no quiso aceptar las evidencias que le decían lo contrario. El amor se basa en evidencias. En pruebas tangibles de que hay correspondencia.

El amor no puede mantenerse oculto.

Cuando alguien ama de verdad lo manifiesta. Si eso no ocurre, entonces, se está ante una situación difícil de abordar.

El amor es una decisión que, aunque se expresa con emociones y sentimientos, no puede basarse en algo pasajero como es la emoción y la vida sentimental. Tiene que tener una base inteligente.

Para creer en algo se necesitan evidencias concretas de que se está ante una realidad determinada. Cuando se carecen de evidencias se está ante la fantasía.

Quienes inventan mundos irreales y viven como si fueran reales, enfrentan el problema de no separar la realidad de la ficción y tarde o temprano eso les ocasiona serios problemas de personalidad.

La tristeza de amar sin que te amen

Produce una tristeza infinita el sentir que se ama y no se es correspondido. Muchas personas bajo esas circunstancias inventan formas de evadir la realidad, lo que no es sabio ni inteligente desde el punto de vista emocional.

itir la situación en la que se está sin intentar darle un nombre que no corresponde es aprender a no auto engañarse. El día en que alguien te ame entenderás lo que significa el amor como reciprocidad. El amor es un puente de ida y de vuelta, de otro modo, no sirve más que para dañarnos.

Viviendo en mundos de fantasía

Nicolás comenzó a chatear con alguien que le llamaba la atención. Era simpática, tenía sentido del humor, y hacía preguntas que al Nico (como lo llamaban sus amigos), lo fueron alentando a mantenerse comunicado con su amiga virtual.

Sin embargo, todo terminó abruptamente el día en que él quiso conocerla personalmente. Al principio hubo excusas por estar lejos. Luego señaló que era muy difícil porque tenía un novio y él se pondría celoso (nunca antes lo había mencionado). Finalmente le confesó la verdad, luego de que Nicolás insistiera mucho, la persona con la que chateaba era una mujer mayor casi treinta años más que él, y simplemente había inventado todo como una forma de pasar el tiempo y conocer personas.

Hoy se están instalando cada vez más formas de autoengaño. Las personas se esconden detrás de un seudónimo, de la ropa, de situaciones no verdaderas y terminan viviendo en un mundo de fantasía.

Cuando eso se traslada a las relaciones interpersonales se está ante un grave problema. Llega un momento donde no es posible distinguir la verdad de la fantasía.

El peligro del autoengaño

Una persona que no viva la realidad, por muy cruda que esta sea, puede elegir el camino de la evasión, la forma más común de alejarse de lo que no se quiere ver.

Hay muchas formas de evadirse; el alcohol y las drogas son un medio común. Pero también lo es la fantasía y los sueños sin asidero real. Cuando alguien se autoengaña no sólo vive una situación que no existe, también pone en riesgo la estabilidad de su vida y su futuro.

El amor requiere verdad

Se necesita ser valiente para mirar la verdad cara a cara sin excusas ni autoengaños. Eso implica llamar a las cosas por su nombre y dejar los mecanismos de defensa que nos llevan a enmascarar la realidad de una forma que no nos haga daño. La honestidad es la clave siempre.

Para entender el amor hay que aceptar que:

No siempre las personas que nos aman actuarán bien en todo momento.

Habrá ocasiones donde el amor no es suficiente.

Tendremos que aceptar que aun los que amamos son imperfectos.

En algún momento amaremos, pero no nos amarán con la misma intensidad y

pasión.

Dios no obliga a nadie a amar, así que no es su voluntad que sufras si no te aman.

No sacas nada con inventar excusas, o negarte a ver la realidad.

Por mucho que lo intentes, no puedes obligar a nadie a amar.

A veces el amor también hace sufrir.

Todo por un beso

¿Escuchaste esa canción de Django que dice “la culpa la tuvo el primer beso”?

¿Alguna vez quisiste dar una excusa y ni tú te la creíste? Te viste de pronto en una situación tan bochornosa que quisiste salir y te pusiste a inventar… no me refiero a mentir, sino a fantasear, a buscar razones por las cuales actuaste de un modo y no de otro.

Lo más dramático de todo eso es que cuando comenzamos a buscar excusas para justificar una determinada actuación nuestra, en el fondo caemos en un proceso sutil de autoengaño. Tan tremendamente sutil que ni siquiera nos percatamos.

En la historia de Adán y Eva lo dramático es cuando fueron confrontados con la decisión que habían tomado, inventaron excusas para no dar la cara y culpar a otros.

Ellos hicieron escuela, porque a partir de ese momento toda la raza humana ha optado por el mismo camino. Cuando se ven enfrentados a una decisión que los ha llevado por una vía totalmente diferente a la que debería haber seguido, entonces, el camino ha sido buscar razones que lo excusen.

“La culpa la tuvo el primer beso”.

—Llegamos demasiado lejos.

—No queríamos llegar hasta el final.

—Nunca quise que las cosas fueran tan lejos, pero, la culpa no la tuve yo… fue el primer beso.

He escuchado estas y otras miles de frases que dichas en distintos tonos esconden una triste realidad vivida por muchos y itida escasamente.

Muy pocas personas están dispuestas a reconocer que se han equivocado, por eso la mayoría opta por simplemente esconder sus verdaderas razones con un manto de excusas.

Por qué la excusa no es un buen camino

Cada vez que buscamos una excusa para justificar algún error, en realidad, lo echamos a perder más. Es como intentar pararse en un lodazal. ¿Te has caído al barro alguna vez? Yo sí, y varias veces, especialmente cuando estudiaba en Chillán y salíamos a hacer obra misionera a un lugar que los lugareños le llamaban “Los Barriales”, precisamente porque cuando llovía el barro era más abundante que nuestra capacidad para pasar por encima de toda aquella tierra mojada. Si te caías una vez, el chiste era pararse, por más que lo intentabas te caías nuevamente… ¿por qué? Simplemente porque estaba resbaloso. Así son también las excusas. Para sostener una tienes que inventar otra, y de pronto, la madeja de excusas es tan confusa que ni siquiera te acuerdas cómo comenzaste.

Las excusas lo único que hacen es auto engañarte y terminas caminando en círculos. No avanzas. Terminas creyendo de verdad que aquello que inventaste es real.

Finalmente, el camino de la excusa te lleva por un sendero sinuoso donde terminas perdiendo el respeto por ti mismo y la credibilidad de los que te ven y saben la verdad completa. Porque siempre es así, aunque la gente cercana a ti se haga que no entiende, en el fondo está plenamente consciente de lo que pasa. Sabe exactamente lo que eres y lo que estás viviendo, aunque muy pocos tengan la valentía de mirarte a la cara y decirte:

—¿Por favor? Abre los ojos, te estás auto engañando.

Una bola de nieve

Viví muchos años cerca de la nieve. Suficientemente cerca para ir de vez en cuando y lo bastante lejos como para no cansarme de verla a la distancia.

Uno de los fenómenos más terribles de la nieve es que los copos de nieve a medida que van cayendo son completamente inofensivos. Uno a uno son hermosos. Sin embargo, cuando se juntan con otros copos se vuelven potencialmente peligrosos.

Una vez tuvimos la ocurrencia en la cordillera, de formar una pequeña bola y hacerla rodar desde lo alto de la montaña donde estábamos. Cuando la vimos rodar nuestra risa se convirtió en miedo. La pequeña masa de nieve que lanzamos riéndonos comenzó a crecer. A medida que bajaba rodando iba aumentando de tamaño y se volvía más y más peligrosa.

Evidentemente no pudimos detenerla por ningún motivo y nos llevamos un buen regaño del guía de montaña que nos explicó que aquello nunca se hacía en un lugar de alta montaña. El riesgo es muy grande.

Las decisiones que tomamos, todas ellas, son como poner en marcha una bola de nieve. Hay un momento en que podemos detener la bola y cambiar de idea, pero, cuando es lanzada, nada podemos hacer para detenerla.

La forma en que dios te trata

Dios nunca te falta el respeto. Siempre acepta tus decisiones, por más estúpidas

que ellas sean. Él nos ha dado inteligencia para que tomemos nuestras propias decisiones.

La próxima vez que estés a punto de excusar tu conducta piensa en la canción: “la culpa la tuvo el primer beso…” No es así, la culpa la tuviste tú porque decidiste besar y continuar. La decisión en todo momento fue tuya. Así es siempre la vida.

No te auto engañes, el amor no se mendiga, tampoco se lo inventa.

Canción

Juan Guzmán Cruchaga

Alma, no me digas nada,

que para tu voz dormida.

ya está mi puerta cerrada.

Una lámpara encendida

esperó toda la vida tu llegada.

Hoy la hallarás extinguida.

Los fríos de la otoñada

penetraron por la herida

de la ventana entornada.

Mi lámpara estremecida

dio una inmensa llamarada.

Hoy la hallarás extinguida.

Alma, no me digas nada

que para tu voz dormida

ya está mi puerta cerrada.⁵

La trampa de la presunción

El primer paso de la ignorancia es presumir de saber. (Baltasar Gracian)

Cuando el orgullo golpea la puerta, la humildad huye por la ventana. Ante la soberbia no queda inocencia presente. Quienes actúan en base al orgullo o la vanidad terminan ahuyentando toda traza de inteligencia que quede.

Lo dramático es que los orgullosos no se percatan, ese es el peligro. La soberbia no ite posibilidad de error.

La noche trágica en que se hundió el Royal Mail Steamship Titanic (más conocido simplemente como Titanic), ocurrieron una serie de hechos que muestran hasta dónde puede llegar la soberbia en su afán presuntuoso.

El barco fue diseñado por Thomas Andrews (1873-1912) y era propiedad de la naviera White Star Line. La nave destacaba por su tamaño y el lujo de sus instalaciones.

Fue la nave de pasajeros más grande y lujosa de su tiempo. Fue construida el año 1911 e hizo su fatídico viaje inaugural el año 1912.

La embarcación estaba construida con todos los adelantos técnicos de su tiempo. Andrews llegó a decir con orgullo: “Esta nave es insumergible”.

Tenía varias cubiertas y sus camarotes y dependencias estaban dotadas de las más finas maderas y adornos que se pudieran conseguir. Los constructores no escatimaron en gastos para hacer saber que el barco era el más lujoso del mundo.

El Titanic inició su viaje inaugural desde la ciudad inglesa de Southampton, el 10 de abril de 1912. Iba comandado por Edward John Smith (1850-1912), el más experimentado capitán de la compañía naviera.

El día 13 de abril comenzaron a llegar telegramas informando de trozos de hielo en el mar que podrían ser potencialmente peligrosos. Smith y su gente decidieron ignorar las advertencias. Los oficiales considerando que iban sobre el barco más esplendoroso jamás construido ignoraron las advertencias sobre la presencia de icebergs en la ruta. Smith pidió autorización para disminuir la velocidad, pero el representante de la empresa se negó rotundamente porque quería hacer un viaje rápido hasta New York, para impresionar a la gente y ganar puntos en contra de su competencia.

Sin embargo, a la medianoche del 14 de abril, el Titanic chocó con un enorme iceberg que le rompió parte de su costado abriéndole un forado de casi 10 metros.

Cuando observaron los daños, Smith, el diseñador, el que había dicho que su barco era prácticamente insumergible anunció que la nave se hundiría entre dos y cuatro horas.

Los botes tenían capacidad para salvar a 1100 personas, pero sólo 711 pasajeros pudieron abordarlos. Era otra muestra del orgullo. No se habían preocupado de tomar las precauciones en caso de tener que abandonar la nave, total creían que nunca se iba a hundir.

La nave se partió en dos y se hundió.

Murieron 1500 personas. Todas las investigaciones señalan que fue una tragedia que pudo evitarse, si quienes tenían que tomar las decisiones hubiesen sido más humildes para escuchar las advertencias.

La soberbia peca de arrogancia. La persona presuntuosa tarde o temprano se hunde en las aguas cenagosas de la amargura o el fracaso, por no hacer caso de las advertencias de quienes le anuncian que en la ruta hay peligros. Puede verlos, pero creerá que a los otros le suceden esas cosas, pero no a ellos.

La soberbia es fatal para el amor y el desarrollo de relaciones interpersonales equilibradas. No se puede amar a otro, cuando la persona no tiene lugar para alguien más que a sí mismo. Cuando el orgullo invade una vida, no hay lugar para alguien más.

Todas las personas tienen que enfrentar su propio Titanic y luchar contra las consecuencias de vivir cegados por la presunción.

La presunción

El diccionario de la Real Academia Española define la presunción como el “acto de presumir”. Se considera que alguien es presumido cuando se vanagloria o tiene un concepto demasiado alto de sí mismo, a menudo, de manera irreal. Por lo tanto, ser presumido es una forma de autoengaño. Una manera más sutil de no vivir en la realidad.

¿Qué tiene que ver el amor con la presunción?

El amor para poder descubrirlo y vivirlo de manera equilibrada necesita humildad. En primer lugar, para tener conciencia clara de quién se es y, en segundo término, para no cometer errores.

La Biblia señala que “tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída” (Proverbios 16:18 DHH). En otras palabras, antes de cometer errores graves las personas han sido presuntuosas lo que los ha cegado frente a las situaciones que les toca enfrentar.

Alicia era brillante. Todos reconocían que estaba para grandes cosas, sin embargo, eso mismo jugó en su contra. Cuando se enamoró no quiso escuchar consejos de nadie. Muchos le dijeron que estaba cometiendo un error grave. Le aconsejaron que se alejara de ese joven porque no era una buena persona. Los que lo conocían sabían que no era honesto. Incluso un amigo de él se acercó a ella y le dijo que sufriría en su compañía. Sin embargo, ella había recibido tantos elogios por su inteligencia que se creía completamente capaz de tomar una decisión de esa magnitud sin consultar a nadie.

Se casó. Formó un hogar. Tuvo dos hijos. Pero, hoy día vive sola y lamentando haber tomado dicha decisión. Tiene un buen trabajo. Logró obtener un doctorado

en su especialidad. Sin embargo, la historia podría haber sido distinta si se hubiese detenido a escuchar.

La presunción ciega. No permite pensar y termina haciendo que las personas cometan errores de los que se lamentarán el resto de su vida.

La debilidad del presuntuoso

La mayor debilidad del presuntuoso está relacionada con la incapacidad de darse cuenta de la realidad. Confía tanto en sus criterios que no ve otra cosa.

Sin embargo, siempre es necio ser “sabio en su propia opinión” (Proverbios 3:7). La persona que es presuntuosa termina creyendo que sus criterios son los únicos válidos. Por esa vía se termina solitario y con muchos errores a cuesta. Benjamín Franklin (1706-1790) decía de manera irónica que “enorgullecerse de saber es como cegarse con la luz”. Es decir, cuando creemos tener la última palabra, entonces, terminamos ciegos y andando a tientas sin dar con el camino.

El peligro del orgullo

Alguien dijo que el orgullo es la madre de todos los pecados. Y en muchos sentidos tiene razón. Las personas orgullosas terminan no teniendo conciencia de su realidad y un error lleva a otro de una manera tan difícil de parar que se termina cometiendo el error de no entender con claridad.

El orgullo se destaca por su sutileza y la forma en que se apodera de la capacidad de reaccionar de las personas. Quienes se ven invadidos por el orgullo se vuelven temerarios y asumen que son inexpugnables y que a ellos no les puede pasar lo que le sucede al común de las personas. Asumen que tienen un control superior. Ese es precisamente el engaño.

Es interesante que cuando Jesús habla de las actitudes equivocadas que salen de la mente del ser humano, pone al orgullo junto a la insensatez (Mateo 7:20-22). Porque en realidad eso sucede, la persona que actúa motivada por la soberbia o la sensación de superioridad que le da el entenderse mejor que otros, se da a sí mismo licencias que lo conducen de un error a otro y finalmente termina siendo un necio o necia que se guía por valores y principios contrarios al buen sentido y ajenos a una moral cristiana genuina.

Amor y humildad

Un hombre como Salomón que cometió muchos errores en su vida aconsejó: “En la multitud de consejeros hay sabiduría” (Proverbios 11:14). No se puede amar siendo presuntuoso, y los orgullosos no suelen pedir consejos porque creen no necesitarlos.

Algo que se niegan a aceptar quienes guían su vida por la presunción, es que todos los seres humanos suelen ser pobres jueces de sus sentimientos.

Cuando alguien se enamora pierde perspectiva y en el horizonte no queda nada más que la visión de la amada o el amado. En dicho contexto los enamorados presuntuosos llegan a creer que no deben escuchar a nadie más.

Un mensaje repetido con pedantería hasta la saciedad es: “Escucha a tu corazón” o “guíate por tus sentimientos”. La ironía de estas aseveraciones es que en cuestiones de amor el corazón no tiene nada que ver, y las emociones son en su inestabilidad los peores consejeros para tomar buenas decisiones.

La presunción y el amor no se llevan bien. Quien ama siendo orgulloso fracasa irremediablemente, para amar la primera condición es ser humilde. Esto es así porque:

Sólo los humildes pueden estar conscientes de sus deficiencias y de lo que necesitan aprender.

Sólo quienes están conscientes de quienes son entienden la fragilidad de los afectos y de cómo es necesario cultivarlos.

Sólo quien entiende su fragilidad personal puede cobijarse bajo los brazos amorosos del amado y hacerse vulnerable.

Sólo quienes se muestran vulnerables pueden tender lazos afectivos con otros.

Sólo cuando existan estos lazos, el amor fortalece y da seguridad.

Por lo tanto, sin humildad, el amor se torna en algo peligroso que puede terminar destruyendo a las personas.

El amor acompañado de humildad dota a los amantes de una fortaleza que no da el orgullo, que en el fondo es de una debilidad pasmosa.

Cuando se logró hacer análisis del acero con el que se construyó el Titanic, se descubrió que la cantidad de azufre y fósforo que contenía el metal tenía una proporción inadecuada, lo que convertía al acero en un metal extremadamente frágil y quebradizo, especialmente en aguas frías. En otras palabras, creían ser fuertes, pero eran débiles.

Así pasa siempre con el orgullo. Cree que tiene fortaleza, pero en el fondo es más débil que otras personas.

Sólo la humildad provee de la fortaleza para salir adelante en una experiencia tan gratificante, pero a la vez, tan difícil como es el amor.

La sencillez del que ama

El amor exige renuncia, no se puede lograr esta actitud del espíritu con orgullo. Los presuntuosos giran en torno a sí mismos y eso contradice la esencia del amor que se resume en dar, no en recibir. En entregarse y no en recibir algo a cambio.

El escritor francés Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) escribió: “Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz”.

El concepto “sencillez”, viene del latín “sin cillo”, que significa sin doblez. Aludía a los vestidos de los antiguos romanos. Una muestra de elegancia era tener los vestidos sin dobleces, porque si alguien tenía algún doblez podía esconder un arma o un cuchillo con el cual dañar a otro. De allí pasó al lenguaje coloquial y se comenzó a llamar “sencillo” a quien actuaba con transparencia.

Los presuntuosos no pueden ser sencillos, en primer lugar, porque, aunque aparentan preocuparse por otros, en el fondo todo gira en sí mismos. Los demás importan en tanto lo hacen sentir bien o lo alaban. El amor no ite dobleces.

Sólo se ama en la sencillez y la humildad.

Un fruto del espíritu

La Palabra de Dios señala que un resultado de la acción del Espíritu Santo en la vida de una persona es el amor (Gálatas 5:22). Pero, ¿cómo se sabe que alguien ama? Una de las características del amor es la humildad (Gálatas 5:23).

Eso significa que al fin de cuentas vivir en un estado de sencillez o humildad no es cuestión de elección personal. Es un milagro obrado en la vida del ser humano por acción de Dios mismo.

Eso convierte el asunto en algo muy serio. Puesto que no se trata de inteligencia emocional o de personalidad. Es una cuestión de carácter moral, y en ese sentido, nadie puede portarse bien porque el mal es parte de nuestra existencia.

Amar es un don de Dios y la humildad un resultado del amor. Por lo tanto, si queremos amar de verdad, debemos acercarnos al autor del amor para que nos de la capacidad de vivir de acuerdo al diseño del amor que exige por esencia la humildad de los amantes para renunciar a sí mismos en función de su pareja.

Un orgulloso carece de la capacidad de empatizar con las necesidades de su prójimo.

Francoise Sagan (1935-2004), escritora sa, señaló acertadamente en un momento que: “La capacidad de reír juntos es el amor”. En otras palabras, el amor consiste en compartir el mismo horizonte.

En el dicho de Antoine de Saint-Exupery: “Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección”.

Los presuntuosos, lamentablemente sólo miran en el espejo su propia imagen que es finalmente su trampa y su castigo.

Volverán las oscuras golondrinas

Gustavo Adolfo Becker

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y, otra vez, con el ala a sus cristales

jugando llamarán;

pero aquéllas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquéllas que aprendieron nuestros

nombres...

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde, aún más hermosas,

sus flores se abrirán;

pero aquéllas, cuajadas de rocío,

cuyas gotas mirábamos temblar y caer,

como lágrimas del día...

ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón, de su profundo sueño

tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido..., desengáñate:

¡así no te querrán!

La trampa de la obstinación

Nadie es más grande que quien está dispuesto a que le señalen sus errores (William Safire)

Cometer un error no es un pecado. Cualquiera puede equivocarse. De hecho, quien no lo hace, no es humano. El problema es cometer varias veces el mismo error.

Las personas más proclives a cometer errores son quienes se dejan llevar por la porfía y la tozudez. En muchas ocasiones son temerarios y no miden las consecuencias de sus decisiones, precisamente por estar cegados por su actitud.

Norma fue criada en un hogar cristiano. Recibió el cariño incondicional de sus padres. La menor de tres hermanos, siempre fue la más querida de todos, lo que en cierto sentido no le ayudó puesto que se convirtió en una persona un tanto caprichosa. Siempre quería que se hiciera lo que ella quería. No aceptaba un no como respuesta. Su familia la toleraba por amor, pero a ratos se le hacían insoportable su actitud.

Cuando conoció a Roberto toda su familia se alarmó. Ella ya estaba en la universidad y con un buen futuro. Le quedaban dos años para terminar la carrera. Él había empezado a estudiar, pero ya había abandonado dos veces diferentes carreras y en ese momento se encontraba según él en un momento de “reflexión”. Lo cierto es que tenía un departamento y vivía gracias a la renta que le otorgaba cada mes su padre, un empresario de mucho éxito en la ciudad.

La familia de Norma comenzó reprobando la relación. Sin embargo, como ella se obstinó en seguir adelante, no les quedó más opción que apoyarla a regañadientes. A los seis meses de estar saliendo, ella anunció que se iba a retirar de la universidad porque se iría con su novio a conocer un país de Europa. La tensión familiar ya era insoportable. Los padres vieron con dolor como su hija estaba echando por la borda su vida, pero no pudieron retenerla, ella se aferró al concepto de que era mayor de edad y nadie debería decirle qué hacer.

Se fue con Roberto, con dinero que consiguió con familiares y amigos, y con recursos que su novio le dio. Al comienzo todo pareció ir bien. Aunque se había criado en la iglesia, y tenía claro los principios sobre moralidad sexual que le habían enseñado, pronto al llegar a Europa comenzó a convivir con su novio en la misma habitación de hotel donde se alojaron.

Un año después regresó. Era una sombra de la persona que había partido. Venía desgreñada. Había perdido el norte. En el extranjero se aficionó a las bebidas alcohólicas, tal como su novio. Él la abandonó después de siete meses, pero ella por orgullo no avisó. Finalmente llegó a vivir en la calle. Un día llamó angustiada a su padre y él alarmado consiguió dinero y le envió el pasaje para que regresara.

Poco a poco está reconstruyendo su vida, pero, es un camino largo y difícil. Lejos quedó su alegría espontánea. Hoy suele ser sarcástica y desconfía de las personas. Ella dice que tal vez en algún rincón de su mente está enterrada la mujer que fue y quizá en algún momento resucite.

Le ha costado entender que fue su porfía la que la llevó a vivir las experiencias negativas que tuvo.

Es lamentable vivir situaciones difíciles y amargas como para aprender lecciones

que se podrían evitar.

Tropezar con la misma piedra

Una canción popular habla sobre “tropezar con la misma piedra”. Algunas personas no aprenden de sus errores y vuelven a caer en las mismas situaciones que en algún momento les causaron tantos problemas.

Es poco sabio repetir las mismas conductas que en algún momento llevaron a alguien por un camino de miseria y sufrimiento.

Equivocarse por segunda vez supone poca sabiduría. Una actitud de rebeldía no ayuda para vivir.

Es sabio entender que no tenemos todas las respuestas y que de algún modo debemos aprender la lección de sopesar todas las posibilidades antes de tomar una decisión. El error más grande es no aprender de los propios yerros.

El pasado debería enseñarnos, pero quienes no se dan el trabajo de analizar lo que han vivido, quedan expuestos a cometer los mismos errores, una y otra vez.

Conviene estar atento a los acontecimientos de nuestra vida. En algún momento podemos entrar en un sendero del cual sea difícil salir.

Algunas personas son los peores enemigos de sí mismos por las decisiones que van tomando.

La mente porfiada

Una persona porfiada insiste hasta más allá de donde es recomendable. Pretende que con su insistencia las cosas han de terminar sucediendo como quiere. No entiende que hay una diferencia sustancial entre ser constante y ser caprichoso.

El egoísmo hace que las personas pierdan perspectiva. Como giran en torno a sí mismos, no logran visualizar ninguna otra realidad, por lo tanto, tienen la tendencia a tomar decisiones sin preguntar a nadie y considerando que son lo suficientemente capaces de hacer lo que deseen. Lo que habitualmente prima para decidir es cómo se sienten y lo que les gusta, sin consideración de ningún otro tipo de principios o valores. En muchos sentidos se convierten en normas para sí mismos.

Cuando un joven o señorita asume una actitud de este estilo, termina absurdamente en situaciones que podría haber evitado.

A Gabriel le dijeron que no le convenía una determinada chica, sin embargo, él consideraba que todos estaban equivocados, conducta típica de los presuntuosos, sin embargo, además él tenía la costumbre de salirse con la suya, la porfía era una de sus características más destacables y por las que a menudo se metía en dificultades.

La señorita no recibió con agrado que él la asediara de todas las maneras

posibles, siempre sonriente y creyendo que con su simpatía finalmente lograría que ella se interesara en él. Sin embargo, mientras más insistía ella más se alejaba. No era la forma ni la actitud adecuada, pero él no escuchaba a nadie.

Una persona emocionalmente sana entiende que no puede decidir por otros, y por mucho que insista eso no significa que las otras personas deban acceder a sus peticiones.

Cuando no se ve el peligro

Una de las situaciones más complejas con las personas tercas es que se forma una personalidad obsesiva. Sin darse cuenta, se ponen como meta algo que ellos han planeado o decidido y se cumplirá contra viento y marea.

Cuando eso significa conquistar a alguien o enamorar a una persona, lo que aparece como tenacidad, puede derivar en una fijación mental que produzca a un individuo obsesivo.

Las personas obsesivas son potencialmente peligrosas para sí mismas y para los demás, puesto que pierden noción de los límites adecuados y pueden tomar decisiones que los lleven a dañar física y emocionalmente a otros.

La obstinación no es constancia

Una persona obstinada no ite razones. Suele creer que sus respuestas son las

más acertadas y nadie tiene que darle lecciones.

En la Biblia se lo llama “sabio en su propia opinión” (Proverbios 3:7). No tiene nada que ver con la constancia. Una persona perseverante lo es, pero siempre respetando la individualidad, los derechos y la libertad de otros.

Juan Carlos era un joven de la iglesia, sin embargo, cuando conoció a Ana se transformó en una persona extraña. Solía ir a la puerta del colegio donde ella estudiaba para esperarla, y aunque a menudo ella no quería su compañía él insistía vez tras vez. Ante los continuos rechazos comenzó a deprimirse. Sus amigos y la familia comenzaron a preocuparse. Una de sus frases era: “Ella o nadie”.

Se decía a sí mismo que tenía que haber una forma de que ella se interesara en él. Consultó con algunos amigos que le dieron varias fórmulas para que se acercara a Ana.

Luego de meses de fijarse en ella, desarrolló paulatinamente un gran desprecio hacia ella, pasó del amor a odio, de una forma pasmosa.

Lo que no alcanzaba a percatarse es que su forma de encarar el asunto no era el correcto. Un aprecio sincero por otra persona no se transforma en desprecio porque no ha sido correspondido.

Libertad de elegir

Pareciera una tautología decir “libres para elegir”, pero no lo es cuando se entiende que siempre se es libre para... en otras palabras, sólo se puede ejercer la libertad cuando se puede optar. Amar a otra persona implica aceptar que otros tienen derecho a elegir.

Obstinarse en que otra persona se fije en nosotros, cuando ya nos ha dicho que no, es simplemente una forma poco sabia de enfrentar la vida.

No es no. Es necesario no confundirse. Las personas obstinadas no logran entenderlo.

Leí sobre un delincuente sexual que había atacado a varias mujeres a quienes asechaba hasta aterrorizarlas decía: “muchas dicen no cuando en realidad dicen sí”, eso es un absurdo. Él no es una negación clara. Suponer lo contrario es una necedad, demuestra un problema de personalidad y de percepción adecuada de lo que significa la libertad de elegir.

Todos tienen derecho a optar. Nadie tiene la prerrogativa de obligar a las personas a actuar en contra de su voluntad.

El obstinado no entiende eso y cree que el amor que él siente lo autoriza a intentar convencer a su “amada” o “amado” de todas las formas posibles de interesarse en él. Esa no es una conducta sabia, ni tampoco justa.

La Biblia habla de un varón llamado Amnón que se obsesionó con su media hermana Tamar. A tanto llegó su porfía que un “amigo” le aconsejó un plan para llegar finalmente a estar con ella.

La atrajo a su casa con engaño fingiendo que estaba enfermo y que la necesitaba para que le ayudara. Una vez que ella estuvo a su lado la violó sin ningún tipo de consideración. Luego la expulsó y la odió tanto como decía haberla amado.

El obstinado no mide las consecuencias de su acción. En el caso de Amnón su acción desencadenó una tragedia cuando intervino Absalón, el hermano de Tamar (1 Samuel 13).

Hay muchos Amnones en el mundo, que, aunque no lleguen al extremo del personaje bíblico actúan creyendo que al desear algo tienen el derecho de obligar a otra persona a que cumpla sus deseos. Eso no es sano y desconoce lo más precioso del ser humano que es su libertad.

La Biblia llama al obstinado “necio”.

Algunas de sus características es que “cree que todo lo que hace está bien”, sin escuchar consejos (Proverbios 12:15).

Cuando se lo pretende hacer entrar en razón se burla de los consejos de quien busca ayudarle a recapacitar (Proverbios 23:9). En su necedad confía sólo en su mente (Proverbios 28:26), lo que lleva a “andar en tinieblas” (Eclesiastés 2:14), que es otra forma de decir que no ve con entendimiento lo que está haciendo.

¿Cómo ser librado de esta situación?

Una vida de oración

Se atribuye a Abraham Lincoln (1809-1865), quien fuera presidente de los Estados Unidos, la frase: “Nunca es más grande un ser humano que cuando está de rodillas”. No se refería a la humillación, sino a la actitud humilde de alguien que dobla sus rodillas para buscar a Dios en oración.

Una persona obcecada, porfiada, tozuda o terca, tarde o temprano termina autodestruyéndose, y en lo que se refiere al amor finaliza por no poder encontrar a alguien que esté dispuesto a compartir una vida de donde la insistencia es la tónica.

Cuando los seres humanos oran, entran ante la presencia de Dios y quedan expuestos plenamente a entender que son finitos, limitados y carentes.

Una persona al orar reconoce su condición ante Dios. No nos acercamos para pedirle que cambie las circunstancias que nos toca vivir, sino para rogarle que nos cambie a nosotros mientras vivimos.

No obstante, la vida de oración no consiste en contemplación pasiva de un Dios ausente. Eso es misticismo vacío y sin sentido.

Orar es vivir. El religioso irlandés Oliver Goldsmith (1730-1774) decía: “Puedes rezar una oración mejor con tu vida que con tus labios”. Hablar es muy fácil, vivir es otra cosa.

Una vida de oración exige coherencia y que las personas sean capaces de respetar los sentimientos y emociones de otros.

Una persona no llega a convertirse en sabia de la noche a la mañana, se necesita constancia y una actitud continua de aprendizaje.

Lamentablemente es más fácil crear a un terco que sea sabio en su propia opinión, antes que alguien que tenga la valentía de reconocer sus errores.

La historia nos ha legado la memoria de muchas personas que triunfaron en el amor y las relaciones interpersonales porque amaron como corresponde al amor verdadero, es decir, sin imposiciones, ni exigencias, ni forzando a nadie a obrar en contra de su voluntad.

Las mejores historias de amor van acompañadas de una actitud de humildad y el deseo constante de acompañar al amado en sus decisiones.

Sin embargos, también hay cientos de relatos de personas que en su obcecación les negaron a otros el derecho a elegir. ¿En qué lado estás tú?

Los sueños que hemos olvidado

Rubén Abad

Eleva tu rostro hacia el cielo.

No tropieces sobre las piedras de tu vanidad.

Atrapa la mariposa de la oportunidad.

Confabula un pasado como si fuera tuyo.

Platícanos de prolijidades que se llevó el tiempo.

Construye tu propio camino.

Camina sobre las calles del recuerdo.

Encuentra el laberinto de tus sueños.

Vuelve a descubrir los sueños que hemos olvidado.

Míralos renacer de la tumba de los deseos.

Escucha la voz de tu destino.

Recuerda la paz de mi desdicha.

Siéntete culpable pero no pidas perdón.

Todos hacemos lo que creemos correcto.

Todos creemos que tenemos la verdad.

Mírame, tus ojos dicen

que no hay verdad a medias.

Tus ojos dicen que quieres

más de lo que has logrado.

Inclina tu orgullo por un segundo.

Siente la humildad de la fortaleza.

Roba por un instante el deseo de querer.

Piensa lentamente en el dolor que quieres olvidar.

Sé una heroína para que puedas fabricar milagros.

Sueña otra vez porque se acerca el amanecer.⁷

La trampa de la desesperación

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación. (Thomas Hobbes)

Un león herido es más peligroso, y cuando está acorralado su reacción es impredecible y difícil de controlar. Del mismo modo, mientras más desesperada esté una persona, más compleja es la posibilidad de ayudarla.

¿Cómo se llega a la desesperación?

¿Qué pasa para que alguien pierda la esperanza y acabe sintiendo que no hay salida? ¿Por qué las personas entran en el llamado Síndrome del Túnel?, es decir, sienten que no hay luz al final del camino.

¿Qué tiene que ver esto con el amor?

Pues mucho. Cuando el amor no da esperanza desespera. Si alguien desea amar y ser amado y no llega nunca el momento de experimentar dicha sensación tan agradable de sentir la presencia de otra persona en su vida, comienza a experimentar cuadros de ansiedad y finalmente, desesperación. En dicho contexto algunos llegan a tomar decisiones que tarde o temprano resultan ser equivocadas.

El riesgo de decidir desesperado

Cuando una persona ha perdido la esperanza, tiende a conformarse con cualquier situación que le ofrezca alguna salida, aunque sea mínima, que le dé la posibilidad de creer que es posible vivir de manera diferente.

En dicho contexto, muchas personas, especialmente damas, suelen aceptar como compañero a quien primero les ofrezca la posibilidad de convertirlas en sus novias o esposas.

Algunos varones abusan de esta situación aprovechándose emocionalmente de quienes se encuentran desesperadas de encontrar a alguien y las utilizan como amantes sexuales ocasionales, y luego, las desechan como si fueran piezas de descarte, aumentando la desesperación inicial.

En otros casos, algunos se casan por un sentimiento de compasión, como haciéndoles un favor a quienes han perdido la esperanza de tener a alguien que sea su compañero. En dichas circunstancias, esas relaciones suelen terminar mal, porque al sentirse usadas culminan creyendo que ya no valen nada y que nunca nadie podrá interesarse en ellas o ellos.

En el caso de jóvenes adolescentes, cuando una señorita o un joven se siente disminuido frente a sus compañeros, y ve que otros encuentran pareja y ellos o ellas son despreciadas o aislados, pueden convertirse en vulnerables como para ser manipulados, abusados o maltratados por individuos que precisamente eligen a personas con dichas características.

En otro sentido, la desesperación genera mecanismos de auto protección que hace que las personas tomen decisiones sin medir las consecuencias.

Están tan ocupadas por salir de su situación que no miden lo que puede ocasionar una decisión producto de la aflicción.

Por esa razón decidir sobre una pareja en estas circunstancias es un acto poco sabio. Es no entender que hay que posponer las decisiones hasta que pase ese sentimiento arrollador que bloquea todo el horizonte.

El amor no es por compasión

En más de alguna ocasión me he encontrado con parejas que se unieron por compasión. Uno de ellos decidió hacerse cargo del dolor del otro creyendo que de esa forma estaba haciendo algo bueno. Sin embargo, es un error.

El amor no es por compasión.

Susana, una hermosa chica del último año de secundaria, ante la pregunta de por qué estaba con ese joven que a todas luces no era para ella, respondió levantando los hombros:

—Es que me da pena verlo así tan solo.

—No lo amas, tienes compasión por él.

Eso no es amor. Sólo Dios puede darse ese lujo, los humanos no podemos confundir las cosas.

—No le entiendo —dijo ella a punto de llorar.

—Amar es la decisión más importante de tu vida. Es más trascendente incluso cuando decides qué vas a estudiar o en qué ciudad vas a vivir. La persona que ames va a tener más impacto en tu vida que cualquier otra cosa que elijas. Sólo debes estar con una persona a la que ames, alguien con quien desees pasar el resto de tu vida, que te agrade y con quien tengas una amistad verdadera.

Susana se quedó pensativa y observando a la distancia con su mirada perdida me dijo casi en susurro.

—Supongo que nunca lo he amado.

—Entonces, ¿por qué estás con él?

—Porque tampoco quiero sentirme sola.

—En ese caso, ten amigos y amigas, no te vas a sentir sola, pero no elijas un compañero por las razones equivocadas.

A menudo los jóvenes prefieren traicionarse a sí mismos inventando razones equivocadas con el fin de superar situaciones que parecen inaguantables. Sentirse solo, abandonado y despreciado, puede llevar a la desesperación cuando se cree que no hay salida.

El amor debe fluir por alegría, no por desesperación o pérdida de esperanza.

El que ama debe estar convencido que la persona que ha elegido completa su vida y la equilibra, de otro modo, es una forma absurda de vivir.

Pasar la vida al lado de una persona que no tiene las condiciones adecuadas, es una decisión absurda que tarde o temprano terminará por convertirse en un infierno. No vale la pena vivir de ese modo, cuando podría evitarse.

En la juventud se plasman las decisiones que marcarán el resto de la existencia. Elegir mal en asuntos del amor es hipotecar el futuro, a veces de manera irremediable.

Los adultos deben dejar de aconsejar pensando en vidas de telenovela, y deben orientar para que los jóvenes se hagan cargo de sus decisiones y mediten con cuidado en las consecuencias de aquello que eligen.

Antiguamente al terminar una película de amor se decía “y vivieron felices para siempre”. Eso no existe. La realidad es que para vivir feliz de manera permanente hay que tomar decisiones con la cabeza fría y sopesando cuidadosamente los pros y contras de lo que se ha de elegir.

En relación a la elección de pareja, no hay decisión más importante que esa, aunque la publicidad, el cine y las telenovelas se han encargado de trivializar algo que por sí no tiene nada de banal, al contrario.

El problema del dolor emocional

El dolor físico, en general, se lo puede calmar con analgésicos, pero el sufrimiento emocional es muchísimo más complejo y trae consecuencias aún más difíciles de sortear que los malestares del cuerpo.

Una persona que sufre por una situación que le parece intolerable tiene sintomatologías que el resto de las personas no entiende, porque no hay nada visible que les permita entender el dolor que está viviendo la otra persona.

Cuando Alejandra conoció a Sandro, pareció que su vida tomaba un giro adecuado. Él se portaba tan bien con ella que la hacía sentir la mujer más amada del mundo. La elogiaba constantemente. Poco a poco fue haciéndole sugerencias que a ella le molestaron, sin embargo, no dijo nada por temor a que él la dejara. La primera vez que le propuso tener relaciones sexuales, ella reaccionó ofendida, pero él la amenazó con buscar a otra chica más complaciente. Finalmente, por temor ella accedió, aunque después comenzó a sufrir por el sentimiento de culpa. Después de algunos meses de tener relaciones, y sintiendo que a él lo único que le interesaba era utilizarla, le dijo que no quería más. Él se rio de ella y le dijo que la había buscado porque sabía que estaba tan desesperada que terminaría consiguiendo lo que quisiera. Le dijo un par de obscenidades y se fue.

Ella quedó devastada. Sintió que había sido engañada. Paulatinamente el

inmenso dolor que sentía le hizo perder el apetito, no quería hacer nada, se aisló, y un día en un arranque de locura se tomó una botella llena de calmantes que utilizaba su madre, felizmente un familiar la sorprendió desfalleciente, la llevaron al hospital, le hicieron un lavado estomacal y se pudo salvar. No obstante, el daño emocional está hecho. Se ha convertido en una persona desconfiada y cree que nunca volverá a amar a alguien. Además, siente que al haberse entregado de esa forma ha perdido algo más que su virginidad, ya no confía en que alguna vez vuelva a amar.

El dolor emocional es difícil de atender porque quienes sufren llevan sus heridas por dentro, y en muchos casos no saben cómo hacerles frente.

Por otro lado, la angustia de verse ante una situación que supera emocionalmente, puede llevar a tomar decisiones equivocadas, que, en muchos sentidos, aumentan el dolor.

Siempre hay una salida

Lo primero que hay que entender es que siempre hay una salida. Nadie está en una situación tan desesperada como para no buscar ayuda y salir del pozo anímico en el que está.

Desesperar porque no se tiene pareja mientras los demás gozan del privilegio de estar con alguien puede llevar al agotamiento emocional y de allí a la depresión hay un paso.

Si otras personas tienen a alguien que las ame, y tú no encuentras a esa persona

especial que te va a acompañar, desesperar no te va a ayudar. Debes concentrarte en descubrir qué es lo que te impide conocer a alguien. Las razones pueden ser muchas, pero algunas que deberías indagar son:

Si aprendiste a ser mal criada(o) o engreída(o), y siempre te dieron en el gusto y en tu casa se hizo lo que exigías, no te olvides que los posibles pretendientes huyen de las personas así.

Analiza los modelos de tu hogar de origen. Si te enseñaron a ser dependiente, es probable que eso sea un impedimento para conocer a alguien, seas varón o mujer, debes aprender a tomar tus propias decisiones, aunque te equivoques.

Reflexiona si has tenido alguna mala experiencia en tu niñez. Abandono paterno o materno; mala relación de tus padres; algún abuso físico, emocional o sexual. Cualquiera de esos factores puede hacerte temeroso o miedosa para confiar en alguien. Y no se puede construir una relación de pareja sin confianza.

Examina qué concepto tienes de ti mismo(a). Si tienes baja autoestima, es probable que eso sea un gran factor para poder tener una relación sana con una persona. Quienes tienen una mala imagen de sí mismos, tienden a huir de los compromisos en un extremo, o aferrarse a las personas como si fueran su tabla de salvación, y en ambos casos logran ahuyentar a sus pretendientes.

Piensa si tienes algún problema de timidez. La timidez es un síntoma de inseguridad emocional que se puede solucionar, en algunos casos con tratamiento profesional. Si no se soluciona puede ser un impedimento para

conocer a una persona que pueda compartir tu vida.

Como encontrar paz

¿Cuál es el camino a la felicidad? No se llega quedándose quieto. Sino actuando. Muchos oran mientras esperan que lleguen las bendiciones, sin hacer nada, pero así no resulta.

Dios da “fuerzas al fatigado” (Isaías 40:29), no dice que fortalece al que no hace nada. El mismo concepto repite Jesús de otra forma al invitar: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar” (Mateo 11:28). La lógica es, cánsate que te voy a ayudar para continuar.

La paz se encuentra no descansando sino trabajando, haciendo tu parte, esforzándote en lo que te corresponde. Hay quienes desesperan por no poder encontrar la salida, pero no se esfuerzan suficientemente en buscar el final del túnel.

Un hombre que se perdió en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, el lugar más árido del mundo. Lo encontraron varios días después desfalleciente. Había sobrevivido durmiendo en el día enterrado en la arena y haciéndose un refugio con rocas y caminando en la noche. Juntó agua de manera ingeniosa con su camiseta que la dejaba sobre una roca para que se llenara de rocío. Caminó, con la seguridad de que encontraría a alguien, un oasis o un camino. Es lo que sucedió finalmente, se sentó al lado de un sendero esperando que pasara un vehículo. Estuvo allí esperando casi doce horas. Cuando le preguntaron cómo sobrevivió su respuesta fue:

—No estaba dispuesto a darme por vencido.

Es la misma respuesta que deben dar quienes tienden a desesperarse. No hay que darse por vencido. Bajar los brazos es dejarse morir. Mientras se sigue luchando hay esperanza.

Amar es un don de Dios, pero, es nuestra la responsabilidad de encontrar a la persona que nos ame. Esa tarea no la hará nadie por nosotros, ni siquiera Dios.

Dios nos puede guiar, dar fortaleza, otorgarnos discernimiento, y las fuerzas para mantenernos confiados, pero la decisión siempre será nuestra y de nadie más.

Una persona en el momento inadecuado no es la correcta. Cuando no es el tiempo, tampoco es el momento para estar con alguien. En la adolescencia, cuando se está en secundaria, no se está en condiciones de elegir a alguien. Estar con otra persona como enamorado en esta época es una mala decisión.

Y definitivamente en medio de la falta de esperanza y la sensación de desamparo, no se puede decidir sobre algo tan importante como el amor. No es malo esperar, nadie se ha muerto por postergar sus afectos, pero muchos han arruinado la vida por adelantarse.

Antes de buscar pareja primero debes esforzarte por construirte a ti mismo(a). Invierte en formar tu vida y en descubrirte para que cuando aparezca alguien en tu vida tengas algo que compartir y no te aferres a otra persona como si fuera tu tabla de salvación.

Hay hombres que nunca partirán

Miguel Arteche

Hay hombres que nunca partirán,

y se les ve en los ojos,

pues uno recuerda sus ojos

muchos años después que han partido.

Con la desolación de su ausencia,

uno comprende que no han vivido en vano,

y que su esperanza

es la única esperanza digna de ser vivida.

Y los hombres que nunca partirán

suelen no aparecer en los periódicos,

suele no hablarse de ellos en las radios,

su imagen no gesticula en la televisión,

no son gente importante,

no circulan en entre las altas esferas.

Son aquellos

que aceptaron el sufrimiento

y lo hicieron suyo para la salvación

de otros hombres

sin decir una sola palabra:

pero dejaron abiertos, bien abiertos sus ojos,

para que nunca los olvidemos

cuando hayan partido.⁸

La trampa de la ignorancia

Ser consciente de la propia ignorancia es un gran paso hacia el saber (Benjamín Disraeli)

La ignorancia es peligrosa. Hace que las personas tomen decisiones basados en prejuicios, ideas folklóricas o preconceptos sin ningún tipo de fundamento. La cultura popular es una gran fuente de este tipo de información que es avalada por individuos que no se dan el trabajo de analizar las causas de las situaciones y simplemente aceptan determinadas ideas “porque todo el mundo piensa igual”.

Francis Bacon (1561-1626) solía decir: “Saber es poder”. Muchos por no informarse se convierten en débiles. En individuos que no son capaces de tomar buenas decisiones simplemente porque no conocen suficientemente a la persona con la que enamoran o porque tampoco se conocen a sí mismos. Por lo tanto, en ambos sentidos están ciegos. Caminan a tientas sin tener la información adecuada para tomar decisiones coherentes.

Conocerse a sí mismo

Pareciera ser obvio, pero hay personas que no se conocen a sí mismas. Hay preguntas fundamentales que deberían hacerse:

¿Qué es lo que me interesa?

¿Qué es lo que me hace feliz?

¿Qué es lo que me pone triste?

¿Qué busco en la persona de la cual me enamore?

¿Qué situaciones de mi niñez me han afectado más?

¿Qué aspectos de mi personalidad no me agradan?

¿Qué aspectos de mi personalidad me agradan?

¿Qué quiero hacer con mi vida?

¿Qué errores de mis padres no quisiera cometer?

¿Qué hicieron bien mis padres y quisiera repetir en mi vida?

¿Dónde deseo estar dentro de cinco, diez o veinte años?

¿Qué espero de la vida?

¿Cuál es mi mayor ambición?

No son preguntas para tirarlas por la borda o para mirarlas de manera banal. Las respuestas que demos determinarán el camino que seguirá nuestra vida. Si sabemos qué queremos, entonces, será más sencillo elegir a la persona que será nuestro compañero o compañera para estar con nosotros el resto del viaje. Sin embargo, cuando somos ignorantes de quienes somos, entonces, el sendero se torna en resbaladizo y complejo. No sabemos hacia dónde vamos.

Los peligros del ignorar

Baltasar Gracian (1601-1658), el escritor español del llamado “siglo de oro”, solía decir de manera irónica que “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber”. Quien desea aprender debe ser humilde para reconocer que tiene aún que saber más.

No hay forma más sencilla de fracasar en la vida que ser ignorante, y no nos referimos a la información que recibimos en el colegio o las que nos dan los libros, sino a otra más sutil y compleja que es el saber quién es la persona de la cual nos enamoramos.

Muchos se dejan llevar por la mentalidad de teleserie y creen en algunos absurdos como “el amor a primera vista”, que no es otra cosa que “la presunción” y el “orgullo” llevado a su máxima expresión. Cuando no conocemos de manera adecuada a la persona con la que enamoramos, entonces,

nos arriesgamos a sufrir desilusiones o comprometernos en relaciones que finalmente nos harán daño.

El peligro de no conocer adecuadamente es que podemos tomar decisiones en base a intuiciones o señales equivocadas y luego pagar el precio por habernos dejado llevar sin analizar adecuadamente o no recabar la información necesaria.

Amar y conocer

En la Biblia se relaciona el amar con el conocer (1 Juan 4:8). De hecho, el verbo más relacionado con amor en la biblia es conocer. Amar, en muchos sentidos, es precisamente eso, conocer. Tener información de una persona que nos convence que es a quien estamos más capacitados para amar y aquella que podrá amarnos mejor.

El amor es un riesgo, no sabemos exactamente qué va a suceder con nosotros en el proceso de amar, sin embargo, se torna más peligroso cuando nos dejamos llevar sin conocer.

No deja de sorprenderme la manera en que muchos jóvenes encaran sus relaciones de pareja. Es asombroso el poco tiempo que se dan para conocerse. Y al no saber adecuadamente quién es la persona en la que están interesados, entonces, eligen en base a señales erróneas.

En el amor, no saber es un peligro. Es la fórmula más segura para fracasar.

¿Cuál es la mejor forma de conocer?

Es una pregunta habitual. La respuesta no es fácil de aceptar, especialmente por los que están imbuidos por la mentalidad de telenovelas.

La mejor forma de conocer es mediante la amistad. Cuando dos personas son amigas, sin compromiso afectivo amoroso de por medio, suelen ser naturales y mostrarse tal como son.

La peor manera de conocer es enamorando. Los que se comprometen en una relación amorosa, comienzan a temer mostrarse tal como son, y en muchos casos se mienten a sí mismos y no se muestran tal como son. No quieren perder a la persona que dicen amar, mostrándoles aspectos de su vida que podrían eventualmente ahuyentar al otro.

Por esa razón, la mejor forma de conocer es la amistad, porque no implica compromiso amoroso y porque las personas actuarán de manera natural sin intentar mostrar lo que no son.

Algunas personas de forma infantil suelen decir que entre amigos no puede nacer el amor de pareja. Eso es absurdo. Dos personas que han sido amigos incondicionales están en mejores condiciones de convertirse en pareja que quienes apenas se conocen.

De hecho, ya de adultos, casados, la mejor manera de mantener un matrimonio es la amistad. Las parejas con lazos de amistad más profundos son las que perduran en el tiempo.

Las ventajas de saber

“El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va” (Proverbios 14:15). Se podría decir: “El poco criterioso cree cualquier cosa; la persona prudente analiza cuidadosamente la decisión que va a tomar”.

Muchos errores se cometen por no tener la información completa. Cuando se tienen datos parciales, entonces, se toman decisiones equivocadas.

Raquel se fijó en Andrés el primer día que él llegó al colegio. Parecía un típico ganador. Conversaba con todo el mundo y tenía una sonrisa amplia. Se ganaba la confianza de las personas rápidamente. Sólo le pareció extraño que se incorporara a mitad del semestre. Cuando le preguntó la razón él simplemente dijo que sus padres se habían cambiado y que por eso tuvo que buscar otro colegio.

Un día una profesora se le acercó y le dijo:

—Ten cuidado con ese muchacho, apenas lo conoces, averigua más antes de hacerte su amiga. Vas muy rápido.

Ella se molestó y le dio un gracias fingido, aunque en su interior se decía a sí misma:

—¿Qué se cree? Yo sé bien lo que hago.

Con las semanas se hizo evidente que él se interesaba en ella y era recíproco. Cuando se pusieron de enamorados no sorprendió a sus amigos, aunque sí a algunos profesores que no vieron con buenos ojos que Raquel, una de las mejores alumnas, estuviese de enamorada de un chico que apenas conocían.

Al pasar los meses ella comenzó a mostrarse diferente. Dejó de participar en actividades de la escuela, como lo hacía antes. También abandonó las responsabilidades que tenía en la iglesia. Andrés se mantenía imperturbable, como si fuera el único ganador del colegio. Lo que antes parecía simpático ahora se veía como arrogancia.

Raquel, casualmente se enteró que su enamorado no le había dicho toda la verdad. En realidad, sus padres no habían sido cambiados de lugar, él había sido expulsado del su colegio anterior. Al tiempo, un conocido que sabía quién era él le contó que Andrés había sido echado de al menos tres colegios porque detrás de esa sonrisa había un manipulador que se ponía violento cuando alguien no accedía a lo que él quería.

Raquel entendió lo que era evidente. Cada vez tenía menos tiempo para sí misma. Todo giraba en torno a él. Le costó terminar la relación. Él la amenazó e incluso le gritó algunas obscenidades. Cuando conversamos sobre lo que le había ocurrido su reflexión simplemente fue:

—No lo conocía bien. Debí haber preguntado y no hacer como si nadie tuviera que darme consejos.

El mayor peligro de la ignorancia es la posibilidad de ser dañados y cuando queramos salir de una mala relación podríamos haber sido tan afectados que demoraremos en poder sanar las heridas. Hay que informarse.

Lo que impide conocer verdaderamente

El orgullo ciega. Hace que las personas se nieguen a ver lo evidente. Para conocer hay que ser humilde para escuchar, aunque lo que digan, no sea algo que me agrade.

El miedo desinforma. Cuando se teme la soledad o el rechazo, entonces, aceptamos creer, aunque eso signifique auto engañarnos. Algunos no indagan como corresponde por temor a encontrar algo que pueda afectar las decisiones que estamos tomando. Como alguien me dijo alguna vez: “Prefiero no saber, así no me veo obligada a sufrir”. Esa actitud es absurda. Si no se sabe hoy, en algún momento se sabrá y será inevitable sufrir. En algunos casos, el dolor será mucho mayor por no haber sabido a tiempo.

Qué debe saber una mujer

Hay preguntas que debes hacerte, de otro modo cometerás errores que podrían evitarse si tienes la información pertinente:

Su amistad, ¿me aleja o me acerca a Dios?

La relación con él, ¿me hace sentir más útil con otras personas?

¿Me ha presentado a su familia y amigos, o más bien lo evita?

¿Cuál ha sido su pasado?

¿Es una persona pura?

¿Tiene un carácter noble o sólo intenta impresionarme?

Si me proyecto con él a futuro, ¿es la persona con la cual me sentiría feliz?

¿Me respeta sin intentar anular mi individualidad?

¿Procura sobre todas las cosas hacer la voluntad de Dios?

¿Cómo trata a su madre?

¿Tiene paciencia conmigo o es criticón, dominador y autoritario? ¿Seré feliz con alguien así?

Qué debe saber un varón

Por su parte un varón debería preguntarse cosas similares y, además:

Su amistad, ¿me acerca o me aleja de Dios?

La relación con ella, ¿me hace una mejor persona?

Si me proyecto a futuro, ¿el carácter de ella me hará feliz?

¿Es una persona ordenada y no caprichosa?

¿Es responsable en lo que hace?

¿Se preocupa sólo de su apariencia física y la ropa que usa, o tiene otros valores que también señala?

¿Guía su vida en base a principios o sólo por impulso antojadizo?

¿Cómo se comporta con otros varones?

¿Es recatada y cuidadosa?

¿Se preocupa de conocer a mi familia?

¿Está interesada que su familia me conozca?¹

Errar al enamorarse es poner una pesada piedra en el camino de la felicidad. Algunos pavimentan su vida de desengaños y fracasos, simplemente por no hacer lo correcto.

La ignorancia en el amor es fatal. Produce más infelicidad que cualquier otra cosa. Nadie debería decir: “Es que no lo supe antes” o “no estaba informado”.

Amar es conocer.

La mano que buscabas

Alejandra Basualto

Era la noche abovedada y quieta

en el áureo silencio de los templos:

la luz colgando imperceptible

de esos extraños soles nocturnos y secos.

Todo un tiempo de espera,

un tiempo gélido de muerte

blandiendo nieblas sobre tu cabeza.

No podrás detenerte. Los minutos

van huyendo por los antiguos muros

mientras la noche sangra

en la penumbra y ese fuego

te va quemando lento.

La mano que buscabas en el aire

se precipita apenas, y tú sabes

que la noche te aguarda

más oscura y más ajena.¹¹

La trampa del mal modelo

El ejemplo es una lección que todos los hombres pueden leer. (Morris West)

Ingrid nunca se consideró a sí misma como una mujer extraordinaria, aunque sabía que algunos jóvenes se interesaban en ella.

Vivía con sus padres y dos hermanos varones, uno mayor y otro menor. A menudo veía a sus progenitores discutir. En ocasiones el ambiente era tan tenso que daba miedo estar en casa. Muchas veces sorprendía a su madre llorando en silencio mientras realiza las tareas de la casa. El trato de su padre generalmente era rudo y poco considerado. Su mamá solía decirle que así era la vida y había que aprender a vivir con lo que le había tocado.

Ingrid llegó a creer que así eran las familias. Se discutía, se decían cosas y luego todo volvía a cierto nivel de normalidad. Ella había aprendido a huir de los arrebatos de ira de su padre. No había visto que alguna vez le pegase a su madre, pero si había escuchado muchas de las palabras hirientes que le decía.

Su hermano mayor más de una vez había tratado mal a su madre, sin que su padre hiciera nada.

Cuando cumplió dieciséis años se enamoró de un compañero del colegio que

hacía mucho tiempo que la cortejaba. No se lo dijo a sus padres, sintió que ellos no tenían que opinar, además, tenía miedo de la reacción de su padre que solía ser muy celoso.

Al tiempo su enamorado le dijo una grosería porque no estuvo a tiempo en un lugar donde habían quedado. Ella no reaccionó, al menos externamente, sintió que se había equivocado y que tenía razón él para tratarla así. Con el pasar de las semanas comenzó a exigirle que no se juntara con sus amigas y que los ratos libres sólo los pasara juntos. Ella lo encontró normal, sintió que él estaba enamorado y por eso se lo pedía. Sin embargo, comenzó a notar que su compañero empezaba a darle instrucciones sobre lo que tenía que hacer, la ropa que tenía que usar, los lugares donde debía ir y con quién debería juntarse.

Un día Ingrid se atrevió a decirle que no y él se indignó y le dio una bofetada. Ella salió corriendo y se encontró de sopetón con su profesora de educación física que la vio llorando y tomándola del brazo le rogó que le contase qué le pasaba.

Ella sollozando le contó, pero dijo al pasar:

—Es que yo no he hecho las cosas que él quiere, por eso él ha reaccionado así, yo tengo que cambiar.

—¡Qué! ¡Estás loca! —le dijo su maestra, él te agredió y eso no está bien. Eso es un acto de violencia que atenta contra tu dignidad como persona.

Ingrid se quedó pasmada. Nunca antes alguien le había dicho que probablemente el modelo de vida que había visto estaba mal.

La profesora le dijo que hay maneras de actuar que no son correctas, y una de esas es agredir o maltratar a otra persona. De ningún modo es isible, ni aun cuando exista una posible justificación. Nada es excusa para la violencia.

Con el tiempo dejó a su novio. Se hizo amiga de la profesora de educación física. Ella la invitó a su casa a almorzar y en las pocas horas que estuvo allí pudo darse cuenta que hay otras formas de actuar que ella nunca había conocido.

Los modelos que vemos y recibimos dejan marcas en nuestra vida, más allá de lo que podemos comprender completamente. De hecho, para algunos lleva toda la vida el separarse de modelos inadecuados para optar por otros más positivos.

A los padres no se los elige, pero…

Es verdad, a los padres no se los elige. Vienen a nuestra vida sin que podamos decir o hacer nada. Pero, somos personas inteligentes y tenemos la responsabilidad de entender qué está bien y qué no.

Cuando los jóvenes se enamoran afloran los modelos que han impactado su vida. En la relación que establecen se hace evidente si tuvieron ejemplos adecuados o no. En muchos casos es una experiencia muy dolorosa darse cuenta que los progenitores han hecho daño con lo que han mostrado en sus vidas.

El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) dijo alguna vez: “Un buen padre vale por cien maestros”. Y es cierto, porque las lecciones que se

aprenden en el hogar tienden a perdurar el resto de la vida. ¿Pero qué se hace ante la presencia de un mal padre o una mala madre? ¿Cómo paliar el impacto que esa situación ocasiona? ¿Cómo evitar sufrir las consecuencias?

Lorena me dijo enojada:

—¡Odio a mi madre! ¡Ojalá se muriera!

No estoy acostumbrado a escuchar palabras tan duras, pero he aprendido que hay que dejar hablar a las personas para que saquen lo que hay en su interior, para de ese modo lograr entenderlas.

—¿Qué te ha hecho? —le dije con cuidado.

—¡De todo! —me dijo enfadada— ha hecho muchas cosas como abandonar a mi padre, andar con un hombre y con otro, y ser irresponsable con todo lo que hace. Los platos rotos los pagamos mis hermanos y yo.

Luego de escucharla no pude dejar de sentir compasión por esa chica que a los catorce años ya tenía sentimientos tan fuertes en contra de su madre que seguramente demoraría años en curarse de la ira que sentía.

A veces las acciones de nuestros padres nos molestan hasta el grado de querer que no estén a nuestro lado. Eso no es anormal, especialmente cuando hay razones fundadas para creer que ellos se han equivocado.

Sin embargo, por mucho que nos enojemos no podremos cambiar los padres que tenemos, pero al menos podremos aprender a elegir de manera sabia lo que deseamos hacer con nuestras propias vidas.

Elegir los modelos

La pregunta es ¿cómo elegir buenos modelos si no tenemos ejemplos adecuados en nuestro hogar?

No es una tarea fácil. Pero al menos existen alternativas.

Conocí a Joaquín en circunstancias extrañas, lo vi leyendo un libro en un lugar donde era difícil encontrar a un jovencito de trece años leyendo. Su barrio pobre no invitaba a leer.

Participábamos en una acción de solidaridad con personas desposeídas y habíamos ido allí con un grupo de universitarios a ayudar en lo que pudiéramos. Cuando conversé con él le pregunté qué le gustaba leer, de todo, pero especialmente biografías. Así que le prometí llevarle un par de libros de biografías que tenía en casa. Pero antes de irme me ganó la curiosidad y le pregunté por qué le gustaban ese tipo de libros. Le brillaron los ojos y con una seriedad que ya quisiera en algunos adultos me dijo con seguridad:

—Bueno, cuando leo la vida de otras personas, aprendo otras formas de vivir, además, sé cómo se puede salir adelante.

En casa no tengo muy buenos modelos que digamos.

Cuando indagué un poco más me enteré que su padre era alcohólico y su madre luchaba por sacarlos adelante a él y a su hermano y hacía todo lo posible para que se mantuvieran lejos de drogas y el alcohol.

Ese joven había aprendido gracias a un regalo que le dio otro universitario que había ido antes que yo, que es posible encontrar modelos en otras personas, aunque sea a través de la lectura. Ya lo decía el escritor francés Marcel Prévost (1862-1941): “El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma”.

Aprender a discriminar

Cuando aprendemos a distinguir entre buenos y malos modelos, entonces podemos discriminar y elegir un estilo de vida diferente.

Sofía era una compañera que tuve en la universidad. Tenía una tendencia política que la hacía ser más bien fatalista. Ella solía decir:

—El que es hijo de ladrón será ladrón, no puede huir a su medio ambiente.

Solíamos discutir y le decía que estaba equivocada. Aún sigo sosteniendo que es un error creer que el medio ambiente es tan aplastantemente que no nos deja

posibilidad de elegir.

Si eso fuera cierto cómo explicar la cantidad de personas que han tenido éxito y han salido adelante pese a los ambientes donde se criaron. Miles de jóvenes han vivido con malos modelos, pero han elegido vivir diferente. Ser distintos. La libertad de construir nuestra vida es una prerrogativa que nos ha dado Dios. Aquí vale el dicho aquel que dice que “no importa tanto de donde partimos, sino a donde llegamos”.

Cuando los amigos no ayudan

En ocasiones los malos modelos no vienen de la familia, necesariamente, sino de los amigos que elegimos. Algunos de ellos, copiando lo que han visto en sus hogares comienzan a vivir de tal modo que influyen en nuestras vidas con sus valores y principios distorsionados.

Francis Bacon decía una gran verdad cuando afirmaba que “las conductas, como las enfermedades, se contagian de unos a otros”. Puede que tú tengas buenas intenciones, pero de tanto juntarte con algunas personas tus valores pueden comenzar a resquebrajarse. Como decía el teólogo, poeta y escritor francés François Fénelon (1651-1715): “Si queréis formar juicio acerca de un hombre, observad quienes son sus amigos”. Los amigos que elegimos de algún modo condicionan nuestra conducta. Nos traspasan sus visiones de mundo y la forma de encarar la realidad.

Es muy difícil no dejarse influenciar por personas que hemos elegido como amigos personales. Por esa razón debemos cuidar mucho con quien andamos y el tipo de personas que forman nuestras amistades. El apóstol Pablo advierte: “Los malos compañeros echan a perder las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33

DHH). Otra versión dice: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33 RV95).

En el campo se dice “quien juega con barro no puede evitar embarrar a los demás”. No es posible dejar de salpicar lo que somos a otras personas.

Muchos jóvenes valoran tanto la compañía de sus amigos, que ceden sus principios para no quedarse solos. Es poco sabio repetir los malos modelos.

En el amor el asunto suele ser más complejo porque muchos jóvenes que no tienen altos valores morales toman el amor como un juego superficial y no le dan la importancia que debería tener. Un joven o señorita que aspira a vivir una vida diferente encarará el amor con la seriedad que merece, sabiendo que si actúa como corresponde recibirá el beneficio de una vida con sentido y propósito lo cual le reportará la bendición de poder mirar hacia atrás satisfecho de haber hecho lo correcto.

Arquitecto de tu propio futuro

Somos arquitectos de nuestro propio destino. Si tus padres no fueron capaces de traspasarte modelos adecuados, pues aprende de otras personas, pero no te conformes.

Si el amor que ellos se expresaron fue obsesivo, dañino y mostraron conductas impropias, elige vivir de otro modo.

No puedes construir tu vida justificando que eres distinto porque no tuviste un buen modelo en tu hogar. Eso no es sabio y a la larga se convierte en una excusa para no hacer lo que se debe hacer.

Tampoco vale que culpes a las amistades que tienes por llegar a ser la persona en que te has convertido, porque finalmente los amigos son los hermanos que elegimos, la decisión es tuya y de nadie más.

Muchos jóvenes podrían hacer de sus vidas algo más digno de vivirse si eligieran correctamente.

Una vida de excusas, culpando a las circunstancias o a otros por los fracasos vividos, es simplemente una justificación dicha por alguien que no entiende que todos somos lo que somos porque hemos tomado decisiones que nos han llevado hasta ese punto.

Amar es el don más maravilloso que nos ha otorgado el Creador, pero tiene el potencial de convertirse en la experiencia más dolorosa de la existencia si no hacemos lo que deberíamos hacer de manera correcta.

Siempre habrá personas que nos mostrarán buenos ejemplos a seguir, y del mismo modo, existirán otros que nos estarán indicando un camino equivocado. La decisión de qué senda seguir es nuestra y de nadie más.

Siempre será bueno que analicemos. Quienes viven sin reflexionar van por allí como cometas sin hilo. Hay que detenerse y establecer con claridad qué tipo de vida nos gustaría vivir y qué modelos desearíamos repetir.

Cuando aprendamos a diseñar nuestras vidas en función de modelos adecuados, entonces, tendremos la satisfacción de construir vidas que tendrán sentido.

Canción de amor

Rainer M. Rilke

¿Cómo sujetar mi alma para que no roce la tuya?

¿Cómo debo elevarla

hasta las otras cosas, sobre ti?

Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,

en un rincón extraño y mudo

donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.

Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,

nos une, como un golpe de arco,

que una sola voz arranca de dos cuerdas.

¿En qué instrumento nos tensaron?

¿Y qué mano nos pulsa formando

Ese sonido?

¡Oh, dulce canto!¹²

La trampa de la vanidad

La vanidad es un mendigo que pide con tanta instancia como la necesidad, pero mucho más insaciable. (Benjamín Franklin)

Salomón escribió que “la adolescencia y la juventud son vanidad” (Eclesiastés 11:10). Otra traducción dice: “los mejores días de la juventud son vana ilusión” (Eclesiastés 11:10 DHH). Otra versión lo pone en términos aún más complejos: “porque confiar en la juventud y en la flor de la vida es un absurdo” (Eclesiastés 11:10 NVI). ¿A qué se refería exactamente? ¿No es acaso una visión pesimista de la vida? ¿Por qué la juventud es sinónimo de vanidad, vana ilusión o absurdo en el pensamiento de este autor?

La expresión “vanidad” puede interpretarse de varias maneras. Puede significar algo pasajero, que no perdura. En ese sentido, la juventud y la adolescencia son vanas, pasan, no perduran para siempre. Así que Salomón tendría razón.

No obstante, hay otra acepción. Vanidad también denota algo hueco, vacío y falto de solidez. Desde esta perspectiva son vanidosas aquellas personas que viven en función de lo superficial y no terminan nunca por entender que la vida humana es mucho más que el momento pasajero que se vive.

Según el Diccionario de la Real Academia Española también es sinónimo de “inútil, infructuoso o sin efecto”. En otras palabras, el vanidoso concentra su atención en aspectos de la vida que son inútiles y en acciones infructuosas, es decir, que no tienen ningún fin duradero.

Como adjetivo, vanidad se relaciona con algo falto de realidad, sustancia o entidad. Es decir, más ligado a la fantasía que a lo existente.

En todas estas acepciones el énfasis está puesto en lo pasajero y superficial.

Vivir en función de lo transitorio

La verdad es que hay muchos jóvenes que gastan sus días en la persecución de objetivos transitorios o de sensaciones placenteras momentáneas. Les cuesta proyectar sus vidas hacia el futuro. Es como si lo efímero y lo que pasa segundo a segundo, tuviera más importancia que cualquier proyección al porvenir.

Hay diversos tipos de personas vanidosas. Están aquellos que han recibido todo desde la niñez, que han nacido en “cuna de oro”, por lo tanto, no tienen de qué preocuparse, más que en vivir cada día gastando lo que sus padres o abuelos juntaron. Y lo hacen con tal arrogancia que pareciera que hubiesen puesto algo de su parte para poder gastar aquello que recibieron. Sus vidas son vanas porque transcurren sin sentido y sin un fin trascendente.

Pero está la otra cara de la moneda, aquellos que vienen de hogares modestos o de gente trabajadora, pero que se niegan a aceptar que la vida es de sacrificio y esfuerzo, y optan por vivir lo superficial ahogando en drogas, alcohol o fiestas su falta de sentido.

Una vida vana se diluye en superficialidades. Quienes optan por este camino, también eligen amar de manera superflua.

Un fenómeno contemporáneo es la denominada “monogamia en serie”. Cada vez se toma menos en serio la sexualidad. Los jóvenes inician su vida sexual antes. Pero, tienen varias experiencias sexuales con diferentes personas en períodos cortos o largos de tiempo. Todo esto no ha hecho más que incrementar el aumento de enfermedades de transmisión sexual y la promiscuidad.

Sin embargo, el fenómeno comienza primero a nivel mental. Es asombroso cuantos jóvenes que viven de manera vana, le prometen amor a una persona, a los pocos meses, incluso a las semanas, deciden que ya no quieren estar más con esa persona y cambian de individuo y luego le están jurando amor a otra persona, esa es una conducta que no parece propia de una mente saludable.

Lo anterior mencionado promueve la promiscuidad emocional. No ser capaz de comprometerse con sus propios sentimientos y cambiar de una manera impresionante de una persona a otra.

La vanidad mata el amor entendido como un compromiso permanente.

Cada vez hay más jóvenes tomando sin seriedad el amor y sus implicaciones.

Amar significa comprometerse. Eso implica que cuando decido amar también elijo permanecer y opto por ocuparme de la felicidad de otra persona. El amor no se trata de recibir, sino de dar. No es una cuestión enfocada en cómo me siento, sino en cuán feliz es la persona que digo amar. Cuando se cambia el enfoque, también el amor se muda en otro tipo de relación. No se puede ser egoísta y amar. Ambas conductas son excluyentes. Por esa razón la Biblia sostiene que el amor para que perdure tiene que estar relacionado con Dios (1 Juan 4:8), porque visto como una conducta no egoísta sólo puede tener su origen en la divinidad

(Gálatas 5:22).

El que Dios sea el fundamento del amor quita lo superficial con que se vive el amor por parte de muchos jóvenes, tanto señoritas como varones, que no toman en serio una de las experiencias más gratificantes y con más trascendencia en la experiencia humana.

La cultura de la imagen

Algunos sociólogos señalan que estamos viviendo una cultura donde el ser humano está pasando de ser un homo sapiens, un ser pensante, a convertirse en un homo videns, en otras palabras, un individuo de la imagen. Como dice el filósofo Giovanni Sartori: “El homo sapiens, un ser caracterizado por la reflexión, por su capacidad para generar abstracciones, se está convirtiendo en un homo videns, una criatura que mira pero que no piensa, que ve pero que no entiende”.¹³

La televisión y el cine tienen más impacto en la mente de los jóvenes de hoy que un libro clásico o un artículo de opinión. Un poco porque es lo que ha condicionado su cultura desde niño, y también porque los adultos que deberían formar también participan de lo mismo.

Lo que provoca esta cultura de la imagen es que se dejan cada vez más a un lado los procesos racionales y se apela más a la emotividad. Eso hace que más personas se dejen guiar por la emoción y no por la razón. Parece tener más importancia el “cómo te sientes” al “como lo piensas”. El pensamiento va siendo relegado a un factor secundario en la vida de muchas personas. Esto es especialmente cierto en el caso de los jóvenes de hoy que prefieren sentir antes que pensar, con el consiguiente fracaso en sus relaciones interpersonales

marcadas por la emoción y la imagen, más que por la razón y el pensamiento.

La televisión y el cine se van reduciendo paulatinamente a episodios emocionales que no apelan al pensamiento ni al desarrollo de la mente.

Esto va provocando una cultura de lo superficial. El pensar que la emoción es más importante que la razón. Cuando eso ocurre se produce una tragedia en la vida de tantos jóvenes que se encuentran tomando decisiones no en función de valores y principios trascendentes, sino en función de imágenes y conceptos superficiales, producto de una cultura que exalta lo superfluo en desmedro de lo trascendente.

En múltiples investigaciones que se han hecho sobre este problema se muestra que la imagen reemplaza finalmente todo otro concepto importante.

Cuando se le pregunta al común denominador de los jóvenes por qué le interesa una determinada persona las respuestas más comunes son:

Porque me gusta. Y en general se piensa en el cuerpo, el rostro u otra característica secundaria. La Biblia dice que la belleza es pasajera (Proverbios 31:30), pero eso no parece interesarles a personas que se concentran en aspectos superficiales que a todas luces no van a permanecer. Concentrarse en este aspecto de la persona que supuestamente amaremos es simplemente un absurdo, no sólo por lo intrascendente, sino, además, por lo pasajero. Como señala el psiquiatra Enrique Rojas: “el amor basado y centrado en la belleza física suele tener mal pronóstico”.¹⁴

Porque me hace sentir bien. Y en este caso el énfasis es en la emoción y en los

sentimientos, que son por esencia, cambiantes. Es decir, pone su acento en algo que no va a permanecer, sino que es inestable y superficial. Ningún sentimiento permanece en el tiempo y de una forma estable.

Porque sí. Una respuesta común y cada vez más paradojal. Eso supone guiarse por algo que no se sabe exactamente qué es, pero que de un modo u otro condiciona la realidad de las personas. El sólo es “porque sí”, es sostener “no tengo una razón”.

Para pasar el tiempo. Otra respuesta de jóvenes que ven la relación de pareja con tanta superficialidad que la persona que se “ama” o la que interesa se convierte en pasatiempo, en alguien que es utilizado como un medio para superar la vacuidad con la que se vive.

Porque yo le gusto. En otras palabras, para aprovechar la oportunidad, total ella o él está interesado(a) en mí, y no quiero dejar pasar este momento, total hay que tener pareja de todos modos.

Porque mis amigos o amigas tienen pareja. Aquí se impone el criterio de la presión de grupo, antes que lo razonable de una conducta.

Vistas estas razones, todas señalan un énfasis en lo emotivo y pasajero. No hay trazas de razón, reflexión y decisión fruto de la inteligencia que descarta los pros y los contras y que elige en función de lo más razonable posible.

Una cultura de la imagen es la que está produciendo cada vez más divorcios, fracasos y desilusiones amorosas. No es extraño que en este ambiente existan cada vez más jóvenes desilusionados con el amor y sin interés real en formalizar

relaciones estables y permanentes. Evidentemente, ante tanto fracaso se genera una sensación de que no es posible amar verdaderamente, lo que es refrendado y apoyado por múltiples mensajes que nos dicen precisamente eso.

Ser feliz con lo trascendente

Quien pretende vivir su vida basada en valores permanentes, no ocupará tiempo y energías en cuestiones de índole superficial o pasajera, sino que se concentrará en lo trascendente. En valores y principios que superen lo temporal y se entiendan como fruto de la reflexión y un pensamiento maduro.

En un mundo donde la irracionalidad ha alcanzado niveles alarmantes, un joven que quiera dirigir su vida en base a principios, evidentemente parecerá extraño a la mayoría de las personas de su edad. Sin embargo, es el único camino posible para prosperar en la actividad más trascendente que el ser humano tiene en su vida, amar y ser amado.

Impactado por la imagen, muchos no logran entender que no todo lo que se ve en televisión o el cine es verdadero, mucho está manipulado a favor de conceptos equívocos o visiones de mundo anticristianas. ¿Cómo distinguir entre lo verdadero y lo falso si no hay lectura o análisis crítico?

Urge una formación en valores donde los jóvenes aprendan a distinguir entre lo superficial y lo importante. De otro modo languidecen en procura de conceptos que se convierten a la larga en voladores de luces irreales.

La Biblia hace un llamado a que ocupemos nuestra mente de manera

provechosa.

Pablo insta a la “renovación de la mente” (Romanos 12:2 NVI). Eso implica no acomodarse a un mundo de imágenes solamente, sino buscar entender, comprender y decidir conforme a racionalidad y no emoción. El mismo apóstol invita a “ser renovados en la actitud de su mente” (Efesios 4:23). Eso significa ocuparse de lo importante, no de lo urgente.

Lo urgente y lo importante

Hay cosas urgentes de las que hay que ocuparse, sin duda, pero la pregunta es ¿todo lo urgente es importante?

Muchas actividades que se realizan no son importantes, aunque puedan parecer urgentes en algún momento.

Lo importante es aquello que trasciende, que tiene implicaciones permanentes, e incluso eternas.

Concentrarse en lo importante implica preguntarse sobre las implicaciones que una determinada decisión va a tener en la vida del que elige, a corto, mediano y largo plazo.

Meditar en las consecuencias implica entender que todo lo que se hace trae un efecto. Es la ley de la siembra y la cosecha (Gálatas 6:7), todo lo que hacemos de

un modo u otro producirá un efecto ya sea negativo o positivo en nuestra vida, por más que queramos evadirlo no será posible hacerlo.

Atender lo urgente, por otra parte, en muchas ocasiones implica olvidar la importancia que tiene para la vida humana las decisiones que tomamos a largo plazo.

Puede ser urgente a corto plazo para un joven sacarse las ganas de besar o abrazar a una señorita, pero, no necesariamente es importante y si se lo piensa a largo plazo puede ser más dañino que beneficioso. Si lo llevamos al plano de la aparentemente urgencia de tener relaciones sexuales premaritales, porque la cultura enseña que no es necesario esperar, entonces estamos ante un fenómeno altamente complejo, que se actúa sin pensar ni medir lo que se hace.

Es posible formar una personalidad responsable que se ocupa de las consecuencias de las acciones, pero, también puede actuar por impulso y por cuestiones superficiales, en ese caso, no se podrá evitar una vida llena de altibajos, sinsabores, frustraciones y desilusiones. Es la paga de vivir en base a la vanidad de quienes creen que la vida es “pasarla bien” y cuyo lema parece ser: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!” (Isaías 22:13).

El que quiera amar, no puede vivir en base a lo urgente, sino fundando su conducta en lo importante.

La amistad es amor

Pedro Prado

La amistad es amor en serenos estados; los amigos se hablan, cuando están más callados.

Si el silencio interrumpo, el amigo responde mi propio pensamiento, que también él esconde.

Si él comienza, prosigo el curso de su idea; ninguno de nosotros la formula ni la crea.

Sentimos que hay un algo superior que nos guía, y logra la unidad de nuestra compañía.

Y nos vemos llevados a pensar con hondura, y a lograr certidumbre en la vida insegura; y sabemos que encima de nuestras apariencias, se adivina un saber, más allá de las ciencias.

Y por eso yo busco tener a mi lado el amigo que entiende cuanto sigo callado.¹⁵

La salida de la trampa

El amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males (Leonard Cohen)

Es difícil aceptar lo obvio, pero los seres humanos somos causa de nuestra propia tristeza, de las necesidades que padecemos, del dolor que nos ocasionamos, del fracaso o de los éxitos, de la alegría y la paz. Sin embargo, en vez de asumir dicha realidad la mayoría prefiere culpar a un factor externo: La suerte, las circunstancias, el gobierno, los amigos, la familia, el barrio, e incluso a Dios.

Cuando era niño me crié frente al mar. A menudo iba a ayudar a los pescadores que todos los días durante las tardes trabajaban en la tediosa labor de preparar las redes. Una por una las revisaban hasta en el más mínimo detalle para ver que no estuviese rota en ningún sector. Si alguna tenía un agujero demasiado grande, simplemente lo cosían. La finalidad de una red es atrapar peces. Cuando un pez cae en ella es prácticamente imposible que salga, la red lo atrapa.

Lo mismo sucede con los seres humanos, hay muchas trampas. En este libro hemos revisado sólo nueve. Sin embargo, a diferencia de las redes construidas para atrapar peces los seres humanos podemos salir de las trampas en las que nos hemos metido. En algunos casos es más fácil, en otros no tanto, pero siempre hay una salida.

Siempre hay una salida

La diferencia entre personas que salen adelante y aquellos que se estancan en la trampa en la que han caído es la forma en que encaran su realidad.

Siempre es posible salir.

No hay camino que estén cerrados completamente. Mientras nos vamos desarrollando en la vida, nos encontraremos siempre con situaciones que parecen que no tienen solución. En más de alguna ocasión nos encontraremos frente a una circunstancia que será como estar frente a un túnel sin poder ver la luz de la salida.

Las encrucijadas son parte de la existencia humana. Momentos en los cuales no sabemos qué camino seguir. No obstante, una de las grandes lecciones que se van aprendiendo a medida que se avanza es que no todo es como parece, y a menudo la realidad es menos dramática de lo que se ve.

Es probable que algún oscuro pasadizo nos parezca algo difícil de sortear, pero, puede no ser más que una impresión equivocada de la realidad. Mirar con lentes oscuros no es observar bien. Todo incidente tiene más de una perspectiva. A veces es necesario alejarse un poco para poder mirar adecuadamente.

Mirar la solución, no el problema

Muchos no logran salir porque se concentran en el problema y no en la solución. Mirar el problema es como querer evitar que un volcán haga erupción sólo con

mirarlo.

Aún en las circunstancias más difíciles es posible tener una actitud que permitan encontrar soluciones donde no se ven aparentemente ningunas.

Una historia medieval cuenta de que un señor feudal acusó injustamente a un campesino de haber cometido un asesinato. En realidad, el que había realizado el delito era él mismo acusador que se confabuló con el juez para realizar la demanda.

El pobre hombre fue llevado a juicio consciente de que no existían pruebas en contra de él, pero que había un complot para enviarlo a la horca sin ninguna opción.

Sin embargo, a último momento, el juez con el propósito de darle a todo el engaño un matiz de justicia le dijo al campesino:

—Estamos conscientes de que eres un hombre devoto de Dios. Así que vamos a dejar la decisión a la divinidad. Vamos a escribir en dos papeles: En uno “inocente” y en otro “culpable”, tu elegirás y será la mano de Dios la que decida.

Lo que era evidente es que el juez había escrito en ambos papeles la palabra “culpable”, el acusado, sin conocer estos detalles de todos modos se daba cuenta que era una trampa, y no tenía escapatoria.

El juez extendió un platillo donde había puesto los dos papeles doblados. El

acusado respiró hondo y antes que sus acusadores pudieran reaccionar tomó uno de aquellos papelillos y se lo metió a la boca y se lo tragó.

El juez indignado le reprochó diciendo:

—¿Qué has hecho? ¿Cómo vamos a saber el veredicto ahora?

—Muy fácil —respondió el hombre— vean el papel que queda y sabrán cuál es la decisión divina.

Tomaron el papel que decía culpable y con evidente molestia lo liberaron sabiendo que ellos mismos habían tramado todo y no podían dar vuelta atrás.

Aún en situaciones extremas se pueden hallar soluciones.

Los creadores de imposibilidades

Es interesante, pero, hay personas que las frases que más repiten son:

—No se puede.

—Es imposible.

—No se ha intentado antes.

—Nadie podría hacerlo.

—Siempre ha sido así.

Son los creadores de imposibilidades. No son capaces de ver soluciones y constantemente ven el lado negativo de las situaciones que les toca experimentar.

Para amar, no se puede ser una persona negativa. El amor exige creer y confiar. No se puede amar sin de algún modo arriesgarse a confiar en alguien del que no se sabe exactamente cómo va a reaccionar. Amar es como tirarse de un edificio de diez pisos, sin saber exactamente qué vas a encontrar abajo, un colchón especial que retenga tu caída o la fría loza que esperará tu cuerpo. Amar es un riesgo.

Sin embargo, eso no significa que no se deban tomar las precauciones adecuadas para minimizar las malas experiencias o resultados funestos para quienes deciden amar.

Quien ama debe estar dispuesto a soñar, pero no con imposibles, sino con posibilidades.

Debe estar en condiciones de creer que la persona que le retribuye su amor es lo

que dice ser, ni más ni menos. Evidentemente para poder dar este paso se necesita conocer previamente, pero no se puede conocer todo, siempre hay un aura de misterio que sólo se aclara en el trayecto.

Caer en las trampas que hemos expuesto, es un riesgo que aumenta en la medida que no se toman los resguardos adecuados para evitar el error de no hacer las cosas de manera juiciosa.

Los jóvenes, especialmente, son más proclives a tomar decisiones basados en impulsos, sin analizar adecuadamente los factores relacionados que le permitan elegir de manera correcta a la persona que les va a acompañar.

La actitud lo es todo

La actitud se refiere a la posición que asumimos frente a una situación. Es, como dice el diccionario, una disposición de ánimo que me señala el rumbo que voy a seguir.

Muchos tardan toda la vida para darse cuenta que la actitud es la que define lo que será su vida. Si no encuentro a alguien que me ame, puedo asumir una actitud derrotista y decir:

—Nadie me va a querer nunca; no soy suficientemente atractivo(a); no hay nada que pueda hacer me voy a quedar solo(a); lo mejor será que me aísle porque nadie se va a interesar en mí; etc.

De esa reacción muchos son expertos. Lo más extraño de esta actitud derrotista es que resulta contagiosa.

Sin embargo, se puede asumir otra postura y decir:

—No tengo por qué sentirme derrotado(a), despreciado(a) o culpable, seguiré esperando y si llega, llega; o, haré todo lo que esté de mi parte para lograr encontrar el amor de mi vida, pero, no me voy a amargar, ni a vivir con ansiedad ni a regalarme, voy a actuar, pero sin desesperación.

No es lo que sucede lo que hace la diferencia entre una persona y otra, sino la actitud con la que se encara la realidad.

Sigfried Horn (1908-1993) fue un arqueólogo y pensador muy respetado. Nació en Alemania y mientras estaba en Asia, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, fue confinado a un campamento de concentración primero en Sumatra y luego en la India, exclusivamente por su condición germana y por ser considerado un riesgo, sólo por su nacionalidad. Fue prisionero de guerra durante seis años. Podría haberse amargado, o convertido en una persona resentida por la injusticia que vivía. Sin embargo, en el tiempo en que estuvo prisionero estudió lengua antiguas y arqueología. Se organizó con otros intelectuales que como él estaban prisioneros para compartir sus conocimientos. Al terminar la guerra volvió a EE.UU. de donde había salido y obtuvo un posgrado. Como alguien dijo: “Algunos sólo ven barreras y lodo, y otros, cielo y estrellas”. La actitud marca la diferencia entre una persona y otra.

Las circunstancias no deberían determinar lo que hacemos. Los seres humanos tenemos elegir qué hacer, aun cuando lo que nos rodee no sea lo más agradable.

El éxito o el fracaso está condicionado por la actitud que se asume. Si un pesimista ve a David frente a Goliat va a decir:

—Es tan pequeño que no va a poder arrancar.

Un optimista diría:

—Goliat es tan grande que David no puede errar.

La única diferencia es la actitud.

Una amiga que no es una reina de belleza, pero que está casada con un hombre que la ama y la respeta, solía decir:

—No seré bella, pero soy inteligente y simpática.

Y de verdad lo es. Su personalidad es tan atractiva que nunca le faltaron pretendientes.

Hay jóvenes, varones y mujeres, que no entienden que el atractivo no pasa por la belleza física, sino por la actitud frente a la vida.

Víctor Frankl (1905-1997) el extraordinario neurólogo y psiquiatra austriaco,

solía decir: “La última de las libertades humanas es escoger la actitud de uno en cualquier clase de circunstancia”. Él conocía muy bien lo que decía. Fue el único sobreviviente de su familia de los campos de concentración nazi.

La verdad es la salida

Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió:

“La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”. Lamentablemente tenía toda la razón. El ejercicio más común en el que muchos caen es el autoengaño. Prefieren creer sus mentiras, antes de encarar la verdad.

No se puede construir una vida libre de trampas si no se encara la realidad con la verdad simple y llana.

Si algo no es lo que debería ser, no hay que inventar excusas o mentiras para esconder lo evidente. Tarde o temprano por ese camino se llega a perder el rumbo adecuado.

Octavio Paz (1914-1998) el poeta, ensayista, y diplomático mexicano escribió: “Nuestras mentiras reflejan, simultáneamente, nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser”. En realidad, cuando nos mentimos, no sólo nos engañamos, también levantamos una trampa de la cual es cada vez más difícil salir, porque una mentira lleva a la otra. La única salida siempre es la verdad.

La pasividad no es una salida

Un viejo dicho de las abuelas dice: “A Dios orando y con el mazo dando”, en otras palabras, ora, pero no te quedes en la contemplación, haz tu parte, lo que a ti te corresponde.

Una historia cuenta de una mula que accidentalmente se cayó en un pozo. El granjero intentó sacarla, pero le fue imposible, así que consideró que lo mejor para el animal era enterrarlo para que no sufriera.

Buscó un tractor, trajo tierra y comenzó a tirarla al pozo. Sin embargo, la mula en vez de aceptar su condición de manera pasiva, cada vez que recibía un palazo de polvo sobre el lomo, se sacudía y ésta caía bajo sus patas. Poco a poco, la pisoneaba y ascendía un poco. Cuando el granjero se dio cuenta sonrió al ver la actitud de su mula y comenzó a tirar tierra con más cuidado sabiendo que era sólo cosa de llenar lo suficiente el pozo como para que el animal saliera.

Algunos ante los problemas o la falta de cariño optan por quedarse quietos recibiendo sobre las espaldas aquello que finalmente los va a hundir. La decisión es nuestra, y de nadie más.

La maravilla de un Dios que da la salida

El apóstol Pablo escribió: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los

dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla” (1 Corintios 10:13). Es un texto hermoso. Una bella promesa de que Dios bajo ninguna circunstancia nos dejará solos.

Todos los seres humanos se enfrentan a situaciones difíciles. Cada persona que existe en algún momento debe plantearse sobre el amor y la compañía de la vida. Confiar en un Dios que no nos deja solos, es finalmente la mejor decisión, pues nos permite ver la realidad con optimismo.

El milagro del amor

Luis Alberto del Pozo

Cuando el amor se va

las espinas se adueñan del jardín

y se come pan de dolores

y desaparece el reposado sueño

y se seca el manantial de las ternuras

y las caricias.

La única salvación

es el milagro del amor.

El amor redime al amor.

El amor vuelve el desierto

en estanques de aguas

y logra que las palomas vuelvan

al vergel que las rosas ahoguen a las espinas

que los esposos se vuelvan a querer

con el querer inocente de los enamorados.

La tierra seca de un amor que se fue

puede volver a florecer como huerto de riego

pero hay que buscar al Jardinero

para que deshierbe todo

y le quite al desencanto su raíz honda

y ponga delicadamente en la tierra

removida nuevos crisantemos

que florecerán con fuerza

venciendo las inclemencias del tiempo

y las aguas.

Solo el amor

del Autor de la Vida y del Amor

logra el verdadero milagro del amor.¹

Conclusión

“Amar es lo contrario de utilizar” (Juan Pablo II)

Cuando decidí escribir este libro tenía una idea vaga de lo que quería decir. Venían a mi mente una serie de situaciones vividas en el aconsejamiento a jóvenes que de una manera u otra habían perdido la alegría del amor y estaban sumidos en la tristeza o la depresión por haber querido experimentar algo y haber terminado mal. Su dolor era el eco que me impulsaba a escribir estas líneas.

Estaba en un aeropuerto internacional esperando que pasaran las horas para continuar mi viaje. Dos señoritas se sentaron en el asiento de atrás en la sala de espera. Discutían acerca de la situación de una de ellas que salía de una relación amorosa conflictiva. La siguiente frase de una de ellas me hizo escuchar la conversación (ya sé que eso no se hace, pero hay veces que es inevitable), dijo:

—Caíste en una trampa, y tú misma te lo hiciste.

¡Allí está! —me dije. ¡Eso es! Y me dio la clave para diseñar este libro.

Toda persona normal quiere amar.

Sin embargo, algunos se hacen trampas a sí mismos, muchas veces

inconscientemente o sin saber con exactitud que se están poniendo en una situación conflictiva.

El amor es precioso, pero hay que tener cuidado de las decisiones que tomamos porque podrían llevarnos por situaciones apremiantes de las cuales nos cueste salir.

Amar es lo más hermoso que existe. No lo echemos a perder tomando malas decisiones, para así gozar de su belleza plena.

El amor no se mendiga. En esa frase está expresada la síntesis de este libro.

Amar puede ser la experiencia más gratificante de la vida humana, sin embargo, hay que tomar buenas decisiones y procurar actuar de tal modo que no tengamos que arrepentirnos por lo que hemos elegido.

Que Dios nos de la sabiduría que todos necesitamos para vivir este maravilloso don del amor de una manera que sea realmente enriquecedora para nuestras vidas.

Notas

¹Todos los nombres son ficticios pero las situaciones son reales. Se han escondido detalles geográficos o personales que pudieran dejar en evidencia a los protagonistas, con el fin de preservar su intimidad.

²Philip Zimbardo, “La era de la indiferencia”, Psychology Today. Citado por H. Norman Wright, Después de la boda: Meditaciones para parejas (trad. John A. Bernal; Grand Rapids, MI.: Portavoz, 2004), 53.

³Amado Nervo, Poesías completas (México: Editorial Nueva España, 1944), “En paz”, 655.

⁴Pablo Neruda, Todo el amor (Barcelona: Altaya, 1999), 31-32.

⁵Juan Guzmán Cruchaga, “Canción”, en Miguel Arteche, Antología personal de la poesía chilena (Santiago: ZigZag, 1985), 54.

Gustavo Adolfo Becker, Rimas y leyendas (Santiago: Andrés Bello, 1995), 47.

⁷Rubén Abad, “Los sueños que hemos olvidado”, en Rubén Abad y Alden Clarke, Los sueños que hemos olvidado (Montemorelos: Editorial Siglo XV, [2004]), 14.

⁸Miguel Arteche, Antología de 20 años (1959-1970). Selección y prólogo de Hugo Montes (Santiago: Universitaria, 1971), 79.

John M. Gottman y Nan Silver, Siete reglas de oro para vivir en pareja (trad. Sonia Tapia; Barcelona: Plaza & Janes, 2000), 35.

¹ Preguntas adaptadas de Elena G. de White, El hogar cristiano (Mountain View, CA.: Publicaciones Interamericanas, 1979), 36-38.

¹¹Alejandra Basualto, “La mano que buscabas”, en Ejercicios en sol. Poesía, Taller Nueve (Santiago: Alfabeta Impresores, 1980), 122.

¹²Rainer María Rilke, Carta a un joven poeta Obra poética (trad. Elena Cortada de la Rosa; pról. y pres. sc Ll. Cardona; Barcelona: Edicomunicación, 1999), 181.

¹³Giovanni Sartori, Homo videns: La sociedad teledirigida (trad. Ana Díaz Soler; Madrid: Taurus, 1998).

¹⁴Enrique Rojas, El hombre light (Santiago: Editorial Planeta, 1995), 60.

¹⁵Pedro Prado, Antología (Santiago: Editora Nacional Gabriela Mistral, 1975), 60.

¹ Luis Alberto del Pozo, Salmos al amanecer (Montemorelos: Publicaciones Universidad de Montemorelos, 2005), 73.