PREFACIO
Con frecu encia, las personas pretenden vivir sus vidas al revés: intentan poseer más cosas o más dinero para tener más posibilidades de h acer lo qu e quieren y de esta fo r m a ser más felices. En realidad, el proceso es a la inversa. En prim er lugar, hay que ser uno mismo, luego hacer lo necesario p ara poseer lo que se desea. M argaret Y o u n g
I X ace unos años, después de haber escrito dos libros que elogiaban la vida doméstica del siglo XIX, me disponía a escribir una nueva obra sobre detalles decorativos de la época victoriana. Sin embargo, la pers pectiva de pasar un año reflexionando sobre volantes y fiorituras me horrorizaba en lo más hondo de mi corazón. Lo que deseaba era escri bir un libro que me mostrara cómo reconciliar mis más hondos anhe los espirituales, auténticos y creativos, y mis, a menudo, contradic torias y abrumadoras obligaciones con mi marido e hija, mi madre inválida, el trabajo en casa, el trabajo en el mundo, mis hermanos, mis amigos y mi comunidad. Sabía que no era la única mujer que vivía el trajín de la vida real en cuerpo pero no en alma. Sabía que no era la única mujer agotada, deprimida, confundida. Pero también tenía la certeza de que yo no era, ni por asomo, la mujer poseedora de las respuestas. Ni tan siquiera sabía cuáles eran las preguntas. Deseaba tantas cosas — dinero, éxito, reconocimiento, genuina ex presión creativa— pero no tenía ni la más remota idea de lo que ver daderamente necesitaba. En ocasiones, mis apasionados anhelos eran tan voraces que sólo conseguía aplacarlos mediante la negación. Era adicta al trabajo, a cuidar de los míos y una perfeccionista. Era incapaz de recordar la última vez que había sido amable con mi persona. ¿Lo había sido alguna vez? Con más frecuencia de lo que me gustaría
itir, era una mujer iracunda y envidiosa que se comparaba cons tantemente con los demás sólo para sentirse agraviada por lo que pa recía faltar en su vida, si bien no habría sido capaz de expresarlo en palabras. Aquel descontento interior me producía un constante senti miento de culpabilidad, pues comparto mi vida con un hombre mara villoso y nuestra bella, inteligente, dulce e ingeniosa hija, a quien ado ro. Tenía tanto... Me sentía como si no tuviera derecho a querer nada más. El dinero era un enorme problema con una gran carga emocional que controlaba mi capacidad para ser feliz porque yo se lo permitía: el dinero era el único medio para calibrar mi éxito y valía personales. Si mis logros no se traducían en un cheque, no existían. Frustrada e inca paz de comprender por qué algunas mujeres parecían sentirse mucho más realizadas con sus vidas — aunque intentaba concienzudamente no dejar ningún cabo suelto— , me debatía entre el sentimiento de estar desperdiciando mi vida y la sensación de estar sacrificándola en el altar de mi ambición personal. Era una mujer que necesitaba desesperadamente El encanto de la vida simple. Sin embargo, antes de poder escribir este libro, tuve que hacer inventario de lo que funcionaba en mi vida y de lo que no. Quizá, por primera vez en mi vida, tuve que ser despiadadamente honesta con migo misma y con los demás. Durante este período de profunda introspección, seis principios prácticos, creativos y espirituales — la gratitud, la simplicidad, el orden, la armonía, la belleza y la alegría— se convirtieron en los catalizadores que me ayudaron a definir una vida propia. Una mañana, me desperté con la certeza de que, casi impercepti blemente, me había convertido en una mujer feliz que experimentaba más momentos de satisfacción que de inquietud. Recuperada la con fianza en mi persona, me propuse escribir un libro de fácil lectura que transmitiera un estilo de vida al alcance de las mujeres que quisieran, como yo, vivir siendo ellas mismas. No obstante, el libro que tienes en tus manos no guarda ni el más lejano parecido con el libro que empecé ni con el que mi editor espe raba. Durante los dos años que tardé en escribirlo, E l encanto de la vida simple experimentó una extraordinaria metamorfosis, al igual que yo misma. Cada mañana, la espiritualidad, la autenticidad y la creativi dad convergían en sus páginas en una íntima búsqueda de la Totali dad. Empecé escribiendo sobre cómo superar la confusión y terminé participando en un safari por el yo y el Espíritu. Yo fui la primera sor prendida. A medida que E l encanto de la vida simple evolucionaba y pasaba
i ; crear un estilo de vida asequible a vivir en estado de gracia, empe zó i resultarme difícil reconocer a la mujer que una vez fui. E l encan to la vida simple me ha ayudado a tener revelaciones cotidianas, a tilla r lo Sagrado en lo ordinario, lo Místico en lo mundano, a imbuir—= ; : m pletamente en el sacramento del momento presente. He kechc el inesperado pero estremecedor descubrimiento de que todo mi vida es tan importante como para ser una continua fuente de r^-exión, revelación y reasociación: los cambios de humor, hacer de c íi: íer. las acongojantes fechas límite, las cuentas bancarias en núme ros roios, los suelos sucios, las compras semanales, el agotamiento, la d íerm edad, no tener nada que ponerme, la compañía imprevista, hzszA _is últimas cinco mil pesetas. 5. encanto de la vida simple me ha recordado lo que puedo hacer unas cuantas hogazas de pan y unos cuantos peces y me ha mos~ n : cómo hallar los tesoros más ocultos. Con E l encanto de la vida s r t c : he tenido la trascendente certeza interior de que una existencia i - H ' zlzi es la forma más personal de adoración. La vida cotidiana se 32 : : - vertido en mi oración. Escribir E l encanto de la vida simple me ha permitido percibir que ^ rizrr. de que estuviera tan descontenta, frustrada, resentida, agrat é c í e ir.dignada se debía a que no estaba viviendo la Vida Real para ii : _ e había sido creada. Una vida auténtica. .-.ñora lo intento. Al menos, ahora soy capaz de reconocer los límites; es más, estoy f —- ezando paulatinamente a fijarlos. Para una mujer de los años r r.:i, esto es nada más y nada menos que un milagro. No tengo un —____de dólares en el banco, pero es ahora cuando me doy cuenta de .1 abundancia y la ausencia son realidades paralelas; a diario, elijo cor. cuál quedarme. Ahora comprendo que todas mis horas no son ¿ i —_r ir les; encontrar un centro sereno en el cual crear y llevar una m i mténtica se ha convertido en algo tan esencial como el aire que rfsriro. Sé todo esto porque la finalidad última del camino diario '.i £egría y el bienestar entraña un despertar estimulante y cla moroso. un despertar que ha modificado radicalmente mi percepción i : —; misma y de mi entorno cotidiano. E l Yo auténtico es el Alma visible. Hr.t libro está organizado como un recorrido anual que empieza el £e Año Nuevo. Pero si el libro llega a tus manos en abril, no creas : _e n-o va a serte útil. Sin embargo, mi sugerencia es que vuelvas atrás r ¿ n eer el mes de enero, en el que se explican los seis principios de El m csr.zo ¿e la vida simple y su aplicación. Febrero está dedicado a íes;r.:err¿r tu yo auténtico; a partir de ahí, cada mes reflexiona sobre lescubrir la autenticidad en el entorno cotidiano: las artes
domestica», el trabajo, I.» bell.v.i, U moda \ !«>•. in t.rc» .* f»rn«inalw que proporcionan satislaci ion. Leer libros cam bia vidas, l o m iim o ocu rre al «?m iibirlt>s. Q ue / / encanto d e la vida simple, a través de sus amenas le a iones de consue lo y alegría, te ayude a descubrir la vida auténtica pata 11 que luUtr traída a este inundo. SARAH B a N B r i AT11NAC II
Mayo 1995
ENERO
Y ahora demos la bienvenida al Año Nuevo colmado de cosas que nunca han existido. R a in e r M
a r ía
R ilk e
E n e r o , el mes de nuevos com ienzos y entrañables recuer dos, nos aguarda. D ejem os que el invierno trence su herm oso hechizo: días fríos y estimulantes de bufandas de lana, largas tardes oscuras de suculentas cenas, animadas conversaciones o gozos solitarios. Fuera, la tem peratura desciende mientras la nieve cae dulcemente. I.a naturaleza entera está en paz. N o s o tras también deberíam os estarlo. A cércate al fuego del hogar, íiste es un mes para soñar, para pensar co n ilusión en el año que com ienza y el viaje interior.
Un año de transformación colmado de gozos y descubrimientos 3
H a y años q u e p la n tea n p reg u n ta s y años q u e d a n res puestas. Züra N
ea le
H u r sto n
- A liio Nuevo. Volver a empezar. U n nuevo capítulo de tu vida a la espera de ser escrito. Nuevas preguntas que plantear, comprender y amar. Respuestas por descubrir que luego serán vividas en este año de transformación colmado de gozos y de revelaciones acerca de una misma. H o y , resérvate un espacio de tranquilidad en el que soñar, pluma en mano. Sólo los sueños traen el cam bio al m undo. ¿Q u é esperas del futuro al reflexionar sobre los años pasados? Paulatinamente, a medi da que te hagas dueña de tu propia dicha, aprenderás a abrazar los tiernos anhelos de tu co razó n . P ero este año, en vez de buenos p ro p ó sitos, escribe tus afanes más recónditos. Esos afanes que has guardado en secreto hasta que llegara el m om ento idóneo. Ten confianza en que ahora es el m om ento. Plantea las preguntas. E l cam ino hacia el encan to de la vida simple infunde confianza en que las respuestas llegarán y nosotras descubrirem os — día a día— có m o vivirlas. Ten un brote de fe y empieza este maravilloso A ño N u ev o co n fiando. C ree en ti misma. Y cree en la existencia de una fuente de am or — un sem brador de sueños— que sólo espera que le pidas que co n tri buya a hacer tus sueños realidad.
Amar las preguntas Sólo se v iv e una v ez p er o si se hace bien, con una v ez basta. J oe E. L ewis
( C u á n t a s veces en el pasado le lias dado la espalda a todas las asignaunas pendientes de tu corazón porque temías preguntar? Pero, ¿y si te dijeran que dentro de un año a partir de hoy podrías estar llevando la existencia más creativa, feliz y satisfactoria que nunca hubieras imagi nado? ¿C ó m o sería? ¿Q u é cam bios harías? ¿C ó m o y p or dónde em pezarías? ¿Entiendes p or qué son tan im portantes las pregu nta s} «Ten paciencia con tod o lo que queda p or resolver en tu corazón e intenta am ar las dudas en sí mismas — nos aconseja encarecidam ente el poeta alemán Rainer María Rilke— . N o busques ahora las respuestas que no te pueden ser dadas porque no serías capaz de vivirlas y lo importante es vivirlo todo. Vive ahora las preguntas...» Las respuestas a tus preguntas llegarán, pero sólo después de que sepas cuáles merecen la pena preguntar. Espera. Vive tus preguntas. Luego pregunta. Á brete a los cam bios que las respuestas com portarán irremisiblemente. Tal vez te lleve algún tiem po; pero el tiempo es la generosa dádiva del Año N uevo: trescientas sesenta y cinco luminosas mañanas y noches estrelladas; cincuenta y dos prom etedoras semanas; doce meses llenos de cam bios colm ados de bellas posibilidades y cuatro espléndidas estaciones. U n año de encanto de las cosas simples para saborear.
El encanto de la vida simple: el viaje interior H o y quiero que tomes conciencia de que ya posees la sabiduría, la fuerza y la creatividad interiores necesarias para hacer realidad tus sueños. Suele ser un proceso difícil para la mayoría de nosotras, por que el origen de esta fuerza personal ilimitada está enterrado a tanta profundidad entre las facturas, los plazos de entrega, el viaje de nego cios y la ropa sucia que nos resulta difícil acceder a ella en nuestra existencia cotidiana. Cuando no podemos acceder a nuestros recursos internos, llegamos a la falsa conclusión de que la felicidad y la realiza ción personal proceden únicamente de los acontecimientos externos. Ello se debe a que los acontecimientos externos suelen conllevar algún tipo de cambio. Así que hemos aprendido a recurrir a circunstancias ajenas a nosotras para reunir las fuerzas necesarias que nos permitan afrontar los altibajos de la existencia. Pero ya no tenemos que seguir así por más tiempo. Podemos aprender a ser las catalizadoras de nues tros propios cambios. El encanto de la vida simple entraña un auténtico despertar que resuena en el seno de tu alma: tú ya posees todo lo necesario para alcanzar la auténtica felicidad. La forma de tomar conciencia de ello es embarcarte en un viaje interior que entraña una transformación emo cional, psicológica y espiritual. Se producirá un profundo cambio en tu realidad que te sintonizará con la energía creadora del Universo. Un cambio así es posible cuando invocas al Espíritu para que abra los ojos de tu conciencia a la plenitud que ya te pertenece. Existen seis principios que nos guiarán en nuestro viaje interior a lo largo del año próximo. Son las seis hebras de una vida plena, las cuales, entrelazadas, conforman el tapiz de la dicha que nos envuelve de paz interior, bienestar, felicidad y sensación de seguridad. En pri mer lugar, hallamos la gratitud. Cuando hacemos un inventario men tal y espiritual de todo lo que poseemos, nos damos cuenta de que en realidad somos muy ricas. La gratitud da paso a la sim plicidad -el deseo de hacer limpieza, delimitando e identificando los elementos fundamentales para llevar una existencia realmente placentera La simplicidad va unida al orden, tanto externa como inlci nainenle. I I sentido del orden en nuestra vida nos aporta ,ir>noni,i I a ai moma nos dota de la paz, interior que ncicsilamos paia apieu.il la l'i'/lt
i< la*. nueHas d< l.t ,tlryn,t Sin IN
embargo, como en todos los bellos tapices bordados, es difícil deter minar dónde acaba un punto y empieza el siguiente. Lo mismo ocurre ron el encanto de la vida simple. Enhebra la aguja conmigo y da el primer punto en el bastidor de tu vida. Invoca al Espíritu para que abra los ojos de tu conciencia interior. Manten la calma y espera con expectación, sabiendo que la urdim bre1 y la trama de tu existencia cotidiana actual contienen las hebras cloradas de un futuro de sencilla plenitud.
4 DE EN ER O
Esto no es un ensayo general C u an do actúas... estás fu e r a d e ti m ism a, eres m ás gran de y m ás p od ero sa , m ás b ella. D u ran te unos m inu tos, eres heroica. Este es el p oder. Es el paraíso terrenal. Y te p erten e ce, todas las noches. A g n e s d e M il l e
E s probable que hayas oído la expresión «la vida no es un ensayo general». Por desgracia, muchas de nosotras actuamos como si lo fuei .1. Al igual que la actriz que sólo repasa los movimientos y reserva su energía creativa y su concentración para la noche del estreno, nos relimamos. Tal vez reserves la bella porcelana china para las visitas; tal ve/, tú seas como yo y rara vez te arregles cuando estás sola en casa. Si no estamos actuando ante un público, ¿tiene en realidad alguna importancia? Esta es una buena pregunta que hacernos al empezar el nuevo año y analizar la calidad de nuestro viaje por la vida real. Desde luego, se invierten mas esfuerzos en poner una mesa que resulte apetitosa, pero ion ello disfrutamos más de la comida. Todas nos sentimos mejor i liando dedicamos unos minutos de más a peinarnos y maquillarnos pero, ademas, actuamos de otra forma. Todas las actrices conocen el |iodci marico del decorado y del vestuario para crear estados de áni mo espeiiales tanto sobre el escenario como lucra de el. Nadie pretendí' que actuemos a caila instante de nuestras vidas.
I Vi o m ili 'I u n d e
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j.;li>i i.i ilc la vul.i real m.is .1 mcmuln m nos diéramos el |>.i|>< l «l< u n 1. principal cu nuestra propia exisieiuu.
5 DE EN ER O
La mujer que deberías haber sido M uchas m ujeres de hoy sentim os una tristeza qu e no sa b e m os definir. A u n qu e llevam os a buen térm ino m uchos d e los objetiv os qu e nos h ab íam o s fija d o , tenem os la sensación de q u e fa lt a algo en nuestras vidas e — infructuosam ente— bus cam os « a h í fu era » las respuestas. C on frecu en cia, el error es qu e estam os desconectadas de un auténtico sentido d el yo. E m il y H a n c o c k
T X e ha ocurrido en alguna ocasión? Te estás lavando la cara y, de repente, no reconoces a la mujer que te devuelve la mirada. «¿Quién es?», le preguntas al espejo. No hay respuesta. Resulta vagamente familiar pero guarda un parecido muy lejano con la mujer que espera bas ver reflejada. Los psicólogos describen este fenómeno como un «desplazamiento del yo» y suele producirse en temporadas de mucho estrés (lo que, para muchas de nosotras, es el pan de cada día). Pero, ¿qué falla? ¿Cuál es esa tristeza que no sabemos definir? He aquí una pregunta sobre la que debe reflexionarse con amor. Tal vez el origen de nuestra melancolía resida en que echamos en falta a la mujer que deberíamos haber sido. Añoramos nuestro yo auténtico. Pero las buenas noticias son que, incluso habiendo ignorado sus propuestas durante décadas («Vístete de rojo... Córtate el pelo... Estudia arte en París... Apúntate a clases de tango...»), nuestro yo auténtico no nos ha abandonado. En vez de ello, ha estado esperando pacientemente a que lo reconociéramos y volviéramos a conectar con él. Aléjate del mundo este año y empieza a escuchar. Escucha los susurros de tu corazón. Mira en su interior. Tu compañera muda ha encendido faroles de amor para iluminar el camino de la unidad. Después de tanto tiempo, el viaje que estabas destinada a realizar ha empezado.
6 015 E N IIH O
Morirse de sed en un río que cubre hasta la rodilla La sed de fe lic id a d nunca se extingue en el corazón de ¡una m ujer]. J e a n -J a c q u e s R o u s s e a u
I - * a primera vez que escuché la bella versión de Kathy Mattea del lema country E l agua m e cubre hasta la rodilla (y m e m uero de sed), fue una tarde en que me dirigía al colegio de mi hija para recogerla. De repente, tuve que parar el coche en el arcén porque lloraba con tanta vehemencia que las lágrimas me cegaban. Hasta aquel momento, había sido un día ocupado pero bueno. Yo no era consciente de estar triste o deprimida. Así que, ¿por qué lloraba? Mientras Kathy cantaba sobre amistades que no se habían aprecia do en su justa medida, amores pasados y un maravilloso mundo lleno de desconocidos esperando a conectar con nosotras (si bien nosotras apartamos la mirada), algo se revolvió en mis entrañas. Había dema siadas cosas que yo no valoraba lo suficiente. No quería seguir vivien do sumida en la inconsciencia. La revelación de que poseemos todo lo que necesitamos para ser felices pero sencillamente no somos conscientes de ello, y por lo tanto no lo apreciamos, puede ser tan refrescante como una limonada en una tarde de verano. O puede ser tan alarmante como un jarro de agua fría. ¿Cuántas de nosotras pasamos nuestros días con la boca reseca y con sensación de vacío, con sed de felicidad, cuando en realidad el río de la plenitud nos cubre hasta la rodilla? Pero no debemos hacernos ilusiones. El Universo llamará nuestra atención de una forma u otra, con un sorbo o con un chapuzón. Saciemos hoy nuestra sed de «la buena vida» que creemos llevan los demás tomando conciencia de lo bueno que ya hay en nuestras propias vidas. De esta forma podremos obsequiar al Universo con el agradecimiento de nuestro corazón.
7 1)1* I .N I' I
¿Eres feliz en este preciso momento? T al v e z si supiéram os realm en te cuándo som os felices, sa bríam os q u é cosas son necesarias p a ra nuestra p rop ia vida. J o a n n a F ie l d
t í r r e s feliz en este preciso momento? ¿Acaso lo sabes? Casi todas las mujeres saben lo que hace felices a sus padres, compañeros o hijos. Pero cuando se trata de identificar las pequeñas cosas que nos hacen sonreír y satisfacen nuestro corazón, solemos quedarnos cortas. En 1926, una joven inglesa, Joanna Field, empezó a tener la sensa ción de que su existencia no era verdaderamente auténtica, de que des conocía lo que la hacía realmente feliz. Para solucionarlo, escribió un diario con el fin de averiguar qué desencadenaba específicamente sen saciones placenteras en su vida cotidiana. El diario, A L ife o f O n e’s O w n, fue publicado en 1934. Fue redactado, confesó la autora, con el espíritu del detective que busca entre las minucias de lo mundano, con la esperanza de encontrar indicios de lo que faltaba en su vida. Lo que está ausente en muchos de nuestros días es la verdadera sensación de que estamos disfrutando de la vida que llevamos. Es difí cil experimentar momentos de felicidad si no somos conscientes de lo que amamos de verdad. Debemos aprender a saborear los pequeños momentos de autenticidad que nos aportan dicha. Experimenta con una nueva receta de galletas. Tómate tu tiempo para confeccionar sin prisas un ramo de flores y poder apreciar sus colores, fragancia y belleza. Bébete a sorbitos una taza de té en el porche al sol. Haz una pausa de cinco minutos para acariciar a un gatito que ronronea. Place res sencillos que están ahí para que los disi rutes. Placeres sencillos que a menudo se pasan por alto. Joanna Field averiguó que le encantaban los zapatos rojos, la bue na comida, los ataques tic risa, leer en Iranees, contestar cartas, perder se entre la multitud en una lena v una idea nueva cuando se com prende». Comprendamos una idea nueva este año. Comprendamos qué es lo que nos hace vculadeiameni. Icliies. ( Consideremos nuestras prefe rencias pcrsonalc*. \ . i | u e m i iei onoccr y luego abrazar momen tos de felicidad que .son unii,miente nuestros.
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« DI'. I'.NI'RO
Ll deber infravalorado N o h ay ningún d e b e r q u e m ás in frav alorem os com o el d e b e r d e ser felices. A l ser felic es sem bram os e l m un do de fru tos anónim os. R o b e r t L o u is S t e v e n s o n
TX al vez pienses que serás feliz cuando tengas una cocina más gran de o un nuevo empleo, o la persona perfecta con quien compartir tu viil.i. Pero, ¿no deseas empezar a convertir la felicidad en un hábito desde este preciso momento? Al despertar cada mañana, recibimos un maravilloso obsequio — otro día de vida— , así que saquémosle el máximo jugo. Nadie puede hacerlo por nosotras. «La felicidad no es una posesión a la que pueda ponerse precio — escribió Daphne du Maurier en R ebeca— . Es una cualidad del pensamiento, un estado mental.» Adoptemos un nuevo estado mental con respecto a la felicidad. Dejemos de pensar que las cosas que escapan a nuestro control nos traerán la felicidad. Es innegable que reformar la cocina, acceder al empleo con el que habíamos soñado o encontrar a nuestra media naranja puede hacernos felices, al menos momentáneamente. Pero las semillas mágicas de la dicha están plantadas en lo más hondo de nuestro ser. La felicidad que el mundo no puede quitarnos sólo florece en el jardín secreto de nues tras almas. Si cuidamos nuestro jardín interior y arrancamos de raíz las malas hierbas de las expectativas externas, estaremos alimentando nues tra auténtica felicidad de la misma forma que alimentaríamos algo que es bello y está vivo. La felicidad es una emoción vital. Tu felicidad no es un lujo frívolo y sustituible. La búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable garantizado en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Pero debemos querer aspirar a ella. En último término, la auténtica felicidad sólo puede materializarse una vez que nos comprometemos a convertirla en una prioridad de nuestras vidas. Para algunas de nosotras, este paso puede entrañar una conducta nueva no exenta de temores. Sé comprensiva con tu persona. Todo llegará de manera natural. Quizás hoy no estés familiarizada con el hábito de la felicidad. Pero, como cualquier conducta nueva, la feli cidad puede ser aprendida.
¿Qué es lo que verdaderamente necesitas? En la caden a de acon tecim ientos de m i v id a , n ad a h a sido a ccid en tal T odo tuvo lugar de acu erdo con una n ecesidad interior. H a n n a h Se n esh
T. JL ienes todo lo que necesitas en este preciso momento? ¿Qué me dices de tus carencias? Pocas de nosotras tenemos lo que queremos y en ocasiones tenemos la sensación de que nuestras carencias acaparan toda nuestra energía. Nuestra sensatez se ofusca ante el bombardeo de los medios de comunicación que glorifican a las personas agraciadas y los objetos caros. Es fácil dejar de tener una noción clara de lo que necesitamos verdaderamente para vivir con autenticidad. La mayoría de nosotras ansiamos algo más en nuestras vidas. Pero, ¿pensamos realmente que la respuesta puede hallarse en una revista de moda o en las películas? Si deseamos tener una vida feliz, creativa y realizada, es crucial hacer la distinción entre nuestras carencias y nuestras necesidades. Por desgracia, muchas mujeres confunden estos términos y luego se sor prenden de sentirse tan insignificantes. Haz las paces con la certeza de que no puedes poseer todo lo que deseas. ¿Por qué? Porque, para nosotras, es más importante conseguir todo lo que necesitamos. Como los bebés, estamos satisfechas cuando nuestras necesidades básicas están cubiertas. Ten valor. Pregúntate: ¿Qué es lo que de verdad necesito para ser feliz? Las respuestas profundamente personales a esta pregunta vital variarán en cada una de nosotras. Confía en la amorosa sabiduría de tu corazón. Sólo después de tomar conciencia de nuestras necesidades interiores somos capaces de investirnos con la energía creativa necesa ria para que se manifiesten en nuestras vidas. «Es inevitable; cuando se tiene una gran necesidad de algo, se encuentra — nos recuerda Gcrtru de Stein— . Lo que necesitas, lo atraes como un amante.»
Hasta que la muerte nos separe Sólo cu an do sabem os y com pren dem os v erd a d era m en te q u e nuestro tiem po sobre la tierra es lim itado — y es im posi b le sab erlo cuando nuestro tiem po se h a consu m ido— em p e zam os a v iv ir cada día con la m áx im a plenitu d, com o si fu e ra el único q u e tenem os. E l isa b e t h K ü b l e r - R o ss
isitar nuestros cementerios puede ser muy revelador. Son tan serenos y silenciosos... Tan quedos... Los viejos cementerios nos recuerdan que, hasta que la muerte nos separe, materializar los deseos de nuestro corazón es posible todos los días si sabemos lo que nos hace felices. En la obra de teatro de Thornton Wilder Our Town hay una esce na profundamente conmovedora que se desarrolla en un cementerio. Los espectros consuelan a la joven heroína, que ha fallecido reciente mente mientras daba a luz. Emily, anhelando aún la vida que acaba de abandonar, desea revivir un día «cualquiera» de su vida. Cuando hace realidad su deseo, se da cuenta de las muchas cosas que los vivos no aprecian en su justa medida. Al final, la experiencia le resulta insoportable. «No me había dado cuenta — confiesa apesadumbrada— de todo lo que pasaba y que nosotros nunca percibimos... Adiós, mundo. Adiós, Grover’s Corners... Mamá y papá. Adiós al tic tac de los relojes... y a los girasoles de mamá. Y a la comida y al café. Y a los vestidos recién planchados y a los baños calientes... y a dormir y a despertarse. Oh, tierra, eres dema siado maravillosa para que cualquiera comprenda tu grandeza.» Es durante el período de la Adoración de los Reyes, cuando la renovación de la luz y la revelación se celebran en la liturgia de las iglesias católica, episcopal y ortodoxa. En nuestro nuevo camino bus camos revelaciones cotidianas — ocasiones en las que podamos expei imanar lo sagrado en lo ordinario— y, como Emily acaba hacien do, tomamos plena conciencia de que ya no podemos permitirnos desperdiciar ni tan siquiera un día «cualquiera» sin percibir su excep< i
s <1l a s ,
l Crisis económica o depresión psicológica? N ingún pesim ista h a descu bierto nunca los secretos d e las estrellas, ni n av eg ad o a tierras inexploradas, ni h a a b ierto un n u evo cielo p a ra el espíritu hum ano. H e ll e n K eller
( C u a n d o el vecino se queda sin empleo, se debe a la crisis — observó Harry Truman— , y cuando uno pierde el suyo, es por la depresión.» A medida que la crisis económica afecta a cada vez más hogares, empezamos a plantearnos seriamente el criterio económico con el que hemos basado la valoración de nuestros ingresos netos personales y por lo tanto de nuestra felicidad. Tal vez la crisis económica os haya afectado personalmente a ti y a los tuyos. Es difícil creer que exista alguien a quien no haya alcanzado, aunque sea indirectamente. Millones de mujeres están reestructurando sus expectativas de lo que constituye la buena vida, redefiniendo sus valores, reordenando sus prioridades y aceptando el reto de hacer de la necesidad una virtud. Pero es muy fácil caer en las garras de una depre sión emocional en el seno de una crisis económica. Es fácil contemplar el mañana con pesimismo cuando el presente es tan poco halagüeño. Ha llegado la hora de dejar de pensar en las carencias. Nos ha lle gado la hora de descubrir los secretos de las estrellas, navegar a una tierra inexplorada, abrir un nuevo cielo donde puedan renacer nues tras esperanzas. Pero antes, debemos hacer algunos cambios. Y un cambio perdurable no ocurre de la noche a la mañana. Los cambios perdurables tienen lugar en incrementos infinitesimales: un día, una hora, un minuto, un latido cada vez. Y el cambio que te exhorto a emprender conmigo es fundamental. Respira hondo. Vamos a apren der a ser optimistas. No te inquietes. El optimismo, como el hábito de la felicidad, pue de aprenderse. Empieza hoy con un pequeño experimento. Sonríe a todas las personas con las que te encuentres. Hoy, ten fe en que va a pasarte algo bueno, sin tener en cuenta lo que te pasó ayer. Date cuen ta de que ya no eres cautiva del pasado. Sólo puede seguir hiriéndote si te aferras a él. Déjalo pasar. Un mundo de sencilla plenitud te espera.
12 1)1', ILNKRO
La escasez no existe C u an d o el dinero ab u n d a , éste es un m un do d e hom bres. C u an d o el dinero escasea, es un m un do de m ujeres. C uan do p arece q u e tod o lo dem ás h a fra ca sa d o , entra en ju eg o el ins tinto fem en in o. L a m u jer tom a las riendas. Esta es la razón p o r la q u e, a p esar de tod o lo qu e ocurre, continuem os te n ien do un m undo. L ames ’ H ome J ournal, octubre de 1932
(C u a n d o estás preocupada por tu salud o la de un ser querido, tu mente se concentra como un rayo láser. De repente, lo ves todo con claridad porque te das cuenta de lo que es importante. Vivir es impor tante. Cada día es un regalo. Pides otra oportunidad para hacer bien las cosas. La mayor parte del tiempo te la concede, y tú lo agradeces mucho. Pero las preocupaciones económicas te frustran. Te roban la ale gría de vivir porque te siguen todo el día como una sombra tenebrosa y amenazadora. Por la noche, acechan a los pies de tu cama esperando a robarte el sueño. Cuando estás preocupada por el dinero, los días te horrorizan y las noches te atormentan. Sin pensarlo, desperdicias cada una de las preciosas veinticuatro horas que tienes ante ti. Dejas de vivir y simplemente existes. Si hoy te preocupa el dinero, anímate. Posees la fuerza para cam biar tu estilo de vida y pasar de una sensación de escasez y privación a una de plenitud y realización. El dinero viene y va en nuestras vidas. Lo que debería permanecer constante es la certeza de que la plenitud es patrimonio de nuestro espíritu. La cantante espiritual norteamerica na Mahalia Jackson dijo en una ocasión que «es fácil ser independien te cuando se tiene dinero. Pero ser independiente cuanHo no tienes^ nada de nada, es como te pone a prueba el Señor». ^ ~ Esto es lo que he aprendido y quiero compartir con tu espíritu de búsqueda. Cuanto más simplifiquemos nuestras vidas, más plenas serán. La escasez no existe salvo en nuestras almas.
n 1)1 l-NKRO La gratitud: el despertar del corazón Los ojos d e mis ojos están abiertos. E. E. C ummincís
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X c ha pasado alguna vez? C oges un libro y llama tu atención una frase que parece haber sido escrita sólo para ti. O escuchas una revela ción en la letra de una canción. A veces, parece que un ángel te esté susurrando al oído. U n a mañana cualquiera, m e di cuenta de que estaba em ocional y físicamente agotada por concentrarm e en cosas que quería com prar pero no podía perm itirm e. Me sentía atrapada en un círculo vicioso. C u anto más me concentraba en las carencias y en lo que no podía poseer, más me deprimía. C u anto más me deprimía, más me con cen traba en las carencias. Mi alma m e susurró que lo que realmente anhe laba no era la seguridad económ ica sino la serenidad económ ica. Y o estaba lo bastante tranquila co m o para prestar oído a sus palabras. En aquel m om en to identifiqué el más hondo afán de mi corazón . Anhela ba una paz interior que el mundo no pudiera robarm e. Pedí ayuda y me com prom etí a seguir el cam ino, fuera cual fuera, que me indicara el Espíritu. P or primera vez en mi vida deseché mis objetivos a cinco años vista y me convertí en buscadora, peregrina, aventurera. C u and o me desembaracé de mi deseo de seguridad y en vez de ello busqué la serenidad, pude contem plar mi vida con los ojos abiertos de par en par. Vi que poseía muchas cosas p or las que estar agradecida. M e sentí humilde ante mis riquezas y me arrepentí de no haber valo rado la plenitud que ya existía en mi vida. ¿C ó m o iba a esperar más del U niverso cuando no apreciaba lo que ya poseía? D e inmediato, hice inventario de los factores positivos de mi vida: mi salud, un m arido maravilloso, una hija preciosa y feliz, la salud de ambos, nuestro hogar (pequeño pero acogedor) y tres preciosos ani males dom ésticos que me alegran a diario con su incondicional co m pañía. E n la mesa, nunca faltan los buenos alimentos y hay vino en la despensa. Tam bién tenemos la suerte de poseer m uchos amigos m ara villosos a quienes les im portam os m ucho y con los que com partim os nuestras vidas. En cuanto me puse manos a la obra, la lista em pezó a crecer. A m a ba mi trabajo; el m undo lo estaba con ocien d o y era bien recibido.
Mu. lu í iihi)i ics mr habún hecho s.ibci que mi piiim i libro había <•••n|uo« i*lo '.ir. \ul.iv ( ico lii memento cjiu* lo que das al inundo vol .1 m i quiza no iodo de una vez o de la forma que esperas- - pero 11 d.is lo mejor di* n misma, lo mejor volverá a ti. 1 labia llegado la hora •!• que viviera mis creencias. « liando contem plé el libro de mi vida, me di cuenta de que era mus .dom inada. I o que estaba experimentando no era nada más que un |*iohlema de liquide/ tem poral. P o r último, mi voz interior co n . luvó que era imposible determ inar mis ingresos netos personajes a ( miiii del saldo de mi cuerna corriente. Lo mismo es válido para los tuyos. I .i íorm a en que se llega a esta conclusión no im porta. L o im pór tame es el hecho. Mi corazón em pezó a rebosar de gratitud. C om encé .i •l.u gracias por todo: el jarrón con margaritas que reposa en el alfei-.11 de la ventana de la cocina, la dulce fragancia del pelo de mi hija, el piimci sorbo de te por la mañana, el asado de cerdo con manzanas y ai ándanos de la cena dom inical, o ír las palabras «te quiero» antes de conciliar el sueño, l odos los días em pezaron a ofrecerm e auténticos m om entos de placer y dicha. Pero, ¿no lo habían hecho antes? La difei ene ¡a residía en que ahora yo percibía y apreciaba las dádivas con que era obsequiada todos los días. L a fuerza de la gratitud me cogió por sorpresa. l odo lo que hoy te pido es que abras «los ojos de tus ojos» y co n temples la vida con otra m irada. ¿Tienes cubiertas tus necesidades básicas? ¿Tienes un hogar? ¿A lim entos sobre la mesa? ¿R opa para ponerte? ¿Tienes una fuente de ingresos regulares? ¿Tienes sueños? ¿Tienes salud? ¿Puedes andar, hablar, ver la belleza que te rodea, escu char música que te revuelve el alma o pone tus pies en movimiento? ¿Tienes familia y amigos a los que amas v que te am an? Entonces, haz una pausa para dar las gracias. Deja que tu corazón despierte a la fuerza transform adora de la gratitud. Prepárate para sus tituir tu necesidad de seguridad emocional y económ ica p or serenidad. «N o hay trom petas que suenen cuando tom am os decisiones im por tantes en nuestra vida — nos recuerda Agnes de Mille— . El destino se da a con ocer en silencio.»
El diario de agradecimientos L a g ratitu d es la llave de la plen itu d vital. C onsigue q u e lo qu e ten em os nos baste y nos sobre. C on vierte la negación en aceptación, e l caos en orden, la confusión en claridad. Puede h acer de una com ida un festín, d e una casa un h og ar, de un descon ocido un am igo. L a gratitu d d a sen tido a nuestro p asa d o, trae la p a z a l presen te y crea perspectiva de futuro. M e l o d y B e a t t ie
oy a sugerirte una serie de instrumentos para que los emplees en tu exploración interior. Si bien todos ellos te ayudarán a ser más feliz y dichosa y alimentarán tu creatividad, este primer instrumento podría cambiar tu calidad de vida de una forma inaudita; yo lo deno mino «diario de agradecimientos». Poseo un bello cuaderno en blanco en el que escribo, cada noche antes de meterme en la cama, cinco cosas por las que puedo estar agradecida ese día. Habrá días en que la lista estará llena de cosas asombrosas, pero normalmente sólo contiene pequeñas alegrías. «Mikey se extravió en una fuerte tormenta pero lo encontré ileso aunque temblando y mojado. Puse un disco de Puccini mientras limpiaba y recordé lo mucho que adoro la ópera.»' Otros días, los duros, tal vez sea incapaz de pensar que tengo cin co cosas por las que sentirme agradecida, por lo que anoto las que yo considero fundamentales: mi salud, mi marido y mi hija, la salud de ambos, mis animales, mi hogar, mis amigos y mi acogedora cama, en la que estoy a punto de meterme, aparte de que mañana será otro día. Está bien así. La vida real no va a ser siempre perfecta o a salimos como queremos, pero reconocer a diario lo que sí funciona en nuestras vidas nos puede ayudar no sólo a sobrevivir, sino también a superar nuestras dificultades. El diario de agradecimientos debe ser el primer paso que des en el camino hacia la alegría y el bienestar o no tendrás éxito en tu viaje. La simplicidad, el orden, la armonía, la belleza y la alegría — todos los demás principios que pueden transformar tu vida— no brotarán ni florecerán sin la gratitud. Si quieres unirte a mí en este viaje, el diario de agradecim ientos no es optativo. ¿Por qué? Sencillamente porque no serás la misma persona dentro de dos meses a partir de hoy después de dar conscientemente las gra-
l o e n marcha tin.i ,mii|Mi.i ley cspirim ul cuanto m.is tencas y m.iw I»» .11*,i ,uli‘/ i ,is, mas i t’i ibiras,
IV lie dicho que el camino del encanto ilc la vicia simple es un pro ceso de transformación. Vamos a dedicar dos meses enteros a cada principio e intentaremos icjei con todos ellos el entramado de nuestra vida cotidiana. I loy vamos a empezar con la gratitud. Escoge el cuaderno en blan co más bonito y atractivo que puedas encontrar para escribir tu diario de agradecimientos. Haz una salida placentera para elegirlo. Fíjate en el material o el diseño de la tapa. El aspecto y tacto del papel. ¿Prefie res páginas cuadriculadas o folios en blanco? Tal vez encuentres uno con un bello cierre. Una de las lecciones más valiosas que me ha ense nado el encanto cié la vida simple es precisamente que son los detalles más insignificantes los que dan sabor a la vida. A medida que pasen los meses y tú vayas llenando de dicha las páginas de tu diario, se producirá un cambio interior en tu realidad. No tardarás en alegrarte al descubrir lo contenta y esperanzada que te sientes. A medida que te centras en la plenitud y no en las carencias de tu vida, irás gestando un maravilloso anteproyecto de futuro. Esta sensación de plenitud es obra de la gratitud, que convierte tus sueños en realidad. Un refrán francés nos recuerda que «la gratitud es la memoria del corazón». Amanece hoy para explorar e integrar este bello principio de afirmación vital en tu vida y el milagro que has estado buscando se liará realidad ante tu sorpresa y asombro.
Los placeres sencillos: abrazar la simplicidad Es un don ser sencillo, es un don ser libre, es un don llegar a d o n d e d eb eríam os estar. Y cu an do nos encontrem os en el lugar in dicado será el valle d e l a m o r y la dicha. H im n o s h a k e r d e l s ig l o x ix
I I a y alguna mujer de hoy que no anhele una vida más simple? Pero, ¿qué es lo que anhelamos? ¿Tirarlo todo por la borda y abrir un hostal en Vermont? ¿O se trata de algo más fundamental, como el simple placer de concentrarse exclusivamente en una actividad? Una vez hemos hecho inventario de nuestras vidas y permitido que la gratitud inicie su labor transformadora, el siguiente paso del camino se produce naturalmente. Cuando apreciamos lo mucho que tenemos, sentimos la necesidad de reducirlo, volver a los fundamentos y descubrir lo que es esencial para nuestra felicidad. Queremos identi ficar qué es lo verdaderamente importante. ¿Qué es más importante para ti, hacer horas extras para comprarte un comedor nuevo o asistir a los partidos de béisbol de tu hijo? Tal vez podrías reacondicionar la mesa y las sillas que ya tienes y ponerles coloridas fundas nuevas. Estas decisiones forman parte de la simplificación de nuestras vidas. Recíbelas bien. Son parte del auténtico viaje. Muchas personas creen que la simplicidad entraña prescindir de las cosas. Al contrario. La verdadera simplicidad como opción vital cons ciente ilumina nuestras vidas desde nuestras entrañas. La verdadera simplicidad es optimista y abundante, capaz de liberar a los espíritus deprimidos de la esclavitud y el peso del despilfarro y el exceso. La verdadera simplicidad puede elevar los momentos ordinarios, las vi das desdichadas e incluso los objetos inanimados — como confirmará todo aquel que haya contemplado un exquisito mueble shaker— , de lo mundano a lo transcendente. Menos puede ser más para aquéllas de nosotras que recorremos el camino del encanto de la vida simple. Hoy, piensa solamente en lo
.111,u 11v.i 1111r |Mlu li .< ili .iniplh id.h I Vimi.iIi/.i mi i ii»H>lli ii.i11 i-.i .iin.ii lili is cu i i i i . i j.u i .i ilc lf» I»i* 1)1.mi .i sobre lilla irp¡s,i ilr m.iiln.i tic' piiio, I,i kr/ 111'I sol que «'iiii.i .i i.uní.iles poi las ventanas inmaculadas, el lu illi) de los suelos di m.ulci ,i bellamente barnizada, el trémulo res plandor y la fragancia de las velas de pura cera de abeja. Ten fe en que con este bálsamo de simplicidad tu alma exhausta y agotada puede dcscubrii el lugar donde deberías estar. Todos los días nos obsequian con sencillos placeres cuando queremos hallar en nuestro corazón el lugar indicado para cada una de nosotras.
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El sentido del orden: cultivar el contento E l orden es el m old e d e l q u e d ep en d e la belleza. P earl B u ck
L / lev o años sospechando que en las vidas felices y realizadas la co tidianidad y la espiritualidad son invisibles pero inexorablemente conectadas; una es una hebra de oro, la otra un filamento de plata, que al entrelazarlas conforman el tapiz de la dicha. Los shakers, una secta religiosa comunitaria que floreció en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, elevaban todos los días una plegaria a la gracia que les per mitía expresar su amor a Dios a través de sus quehaceres cotidianos —quehaceres tan simples y mundanos como hacer la cama— . Y el frai le carmelita del siglo XVII, el hermano Lawrence, escribió en su clásico religioso Practicing the Presence o f G od, que con frecuencia notaba el espíritu de Dios en las ollas, cacerolas y patatas de su cocina cuando estaba preparando la comida para sus feligreses. Siempre que las circunstancias externas —problemas económicos, preocupación por un miembro enfermo de la familia o angustia debi da a unas prolongadas negociaciones comerciales— me ahogan, recu rro instintivamente a los rituales caseros para recobrar mi equilibrio. Poner la casa en orden produce beneficios emocionales y psicológicos inmediatos. Tal vez no seamos capaces de controlar lo que ocurre externamente en nuestras vidas, pero podemos aprender a usar nues tros recursos internos para lograr una sensación de bienestar que la
•I11111(*11((' y I«•M lli liot.ldo illllusO (|IIC csislc 1111,1 (Olirl.UIÓU directa ent re los di.is cu que me sicnio dl’pi imiil.i y los di.is cu que ici na en la casa un profundo desorden. Sospecho que no soy l.i única. «Lo que acaba con nosotras no son las tragedias —observó Dorothy Parker en una ocasión— es la confusión.» Si te sientes constantemente a la deriva pero desconoces el motivo, disponte a explorar la función que el orden — o su ausencia— desem peña en tu vida. Ninguna mujer puede pensar con claridad si está constantemente rodeada de desorden, caos y confusión, no importa quién sea el responsable. Empieza a concebir el orden no como un rígido catálogo de normas (debería hacer la cama, lavar los platos, sacar la basura) sino como un molde — los cimientos— de la nueva vida que estás creando. Puede ser tan sencillo como dejar algo en su sitio después de usarlo, colgar en la percha lo que acabas de quitarte o enseñar a los que viven contigo que deben hacer lo mismo para el bie-, nestar común. Existe un Orden divino — un Orden sublime— inherente al U ni verso. Podemos acceder a esta poderosa fuente de energía creativa si fomentamos el sentido del orden en el ejercicio de nuestros quehace res cotidianos. Hoy, acoge al Orden divino en tu vida y ante ti se des plegará un mañana más sereno.
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La armonía: alcanzar el equilibrio vital N o soy m ás diestro con las notas q u e m uchos pianistas. P ero las pau sas entre las notas, ah, a h í es d on d e reside el v er d ad ero arte. A rtur Sch n a bel
X « J n nocturno para piano de Chopin no sonará igual si lo toca un principiante que si lo hace un virtuoso. Ello es debido a que uno de los dos pianistas ha dispuesto de toda una vida para practicar y aprender dónde hacer las pausas para que las notas se tiñan de pasión. Lo mismo ocurre con el concierto de nuestras vidas. Cada una de las notas debe aprenderse y practicarse antes de alcanzar la armonía.
^ , pot eill lMl,l tic lodo, debemos .ipl cildci ,l ll.U C'l las pailSrtN.
I ,ct armonía ex la cadencia interior de la dicha que sentimos cuando l,i melodía de la vida está a tono. Cuando de alguna forma somos i ,i|Mi es de tocar la tecla adecuada, de equilibrar lo que nuestras lami llas esperan de nosotras y nuestras responsabilidades en el mundo, por una parte, y nuestra necesidad interior de crecimiento espiritual y i |n< ion personal, por otra. Éste es uno de los retos más difíciles a lo-, que se enfrenta una mujer porque nos exige tener que tomar deci siones todos los días. ¡Y, en cambio, casi todas solemos estar demasia do acotadas como para ni tan siquiera decidir lo que haremos para i c m i! Tal ve/, ello explique por qué a menudo oímos una cacofonía de exigencias disonantes que aborta las sinfonías que nuestra alma anhela componer. Normalmente, cuando las distracciones de la vida cotidiana menguan nuestras energías, lo primero que eliminamos es lo que mas necesitamos: tiempo para reflexionar, tiempo para soñar, tiempo para pensar, tiempo para contemplar lo que funciona y lo que no, para poder cambiar a mejor. I n el camino hacia la alegría y el bienestar empezamos a saber i timo hacer pausas. A medida que incorporamos los principios de graiiitul, simplicidad y orden a nuestras vidas, surge la armonía. Apren demos a equilibrar las exigencias y los placeres, los momentos de sole dad y la necesidad de compañía, el trabajo y el juego, la actividad y el descanso, la mujer interior con la envoltura exterior. 1 loy, intenta disminuir el ritmo. Concibe el día como si fuera un adagio — una melodía interpretada fluida y grácilmente— . Escucha la música que calma y edifica tu espíritu. Y mientras escuchas, haz una pausa para considerar cómo todas las notas convergen armónicamente para expresar el conjunto de la partitura. Así ocurrirá con tu mundo. De la mano de la armonía, ten fe en que tus momentos cotidianos no tardarán en componer una rapsodia de deseos cumplidos.
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La belleza: abrir los ojos a la belleza que nos rodea E sta rá d e a c u er d o co n m ig o — no m e c a b e la m e n o r d u d a— en q u e la b ellez a es lo único p o r lo q u e m erece la p e n a vivir. A g a t h a C h r is t ie
S i bien el encanto de la vida simple es apacible, sus lecciones son poderosas. En primer lugar, aprendemos a estar agradecidas sean cuales sean nuestras circunstancias presentes. Al sentir gratitud por nuestra vi da real, descubrimos la forma de mejorarla. Al abrazar la simplicidad, aprendemos que menos es, en realidad, más. Esta libertad nos anima a poner nuestros asuntos en orden y cultivar la armonía de nuestro mundo interior. Yendo a nuestro propio ritmo, aprendiendo a reconocer nues tras limitaciones, apreciando nuestros progresos, aplicamos estas leccio nes en nuestro quehacer cotidiano hasta hacerlas íntimamente nuestras. De repente, un buen día nos sentimos mucho más vivas y desea mos más dosis de belleza en nuestra búsqueda personal. Tomamos plena conciencia de que crear una vida bella es nuestro objetivo últi mo. «Era como si durante años hubiera trabajado en el lado equivoca do del tapiz, aprendiendo a la perfección todas sus líneas y figuras y sin embargo pasando siempre por alto su colorido y su brillo», confe só la periodista Anna Louise Strong en 1935. Comprendemos sus sen timientos cuando apreciamos el color, el brillo y la belleza de la vida. Hoy, explora formas de ver tu mundo de otra manera. Deja que tus ojos beban de la belleza que te rodea. A la hora de comer, vete dando un paseo a una pinacoteca y reflexiona sobre una bella pintura, o sal al jardín de tu casa esta tarde para captar «esa oblicuidad tan úni ca de los rayos del sol» que tanto extasiaba a Emily Dickinson. Con templa los rostros de los seres amados, esmérate al poner la mesa y saborea los preparativos de la cena deleitándote con la presentación de tus platos. Enciende las velas, colma de vino o agua con gas las copas más bonitas que tengas y celebra esta nueva revelación. Es en los deta lles de la vida en los que la belleza se revela, sustenta y nutre. En el exterior, la noche invernal se está cerrando. En tu interior, has encontrado tu propia luz.
i(; d i -, p;n i :r o
I ci alegría: aprender las lecciones de la vida con la dicha en el corazón N o p u ed o creer qu e el inescrutable universo gire sobre un <■/(■ de sufrim iento; sin lugar a dudas, la extrañ a b ellez a d el m u n d o d e b e sustentarse en ' alg u n a p a r te s o b r e la p u ra alegría. L o u is e B o g a n
viaje hacia el encanto de la vida simple nos interna en un terreno desconocido. Aprendemos día a día cómo el cultivo de la gratitud .iltona el suelo de nuestra alma y cómo después las semillas de la simI>1k id.ul y el orden echan profundas raíces en la tierra de nuestra exisii-nei.i cotidiana. A medida que avanzamos, la armonía nos anima a i reai una vida auténtica para nosotras y nuestros seres queridos. Con paciencia, la belleza brota y nuestros corazones experimentan no sólo felicidad, a menudo pasajera, sino un raudal de alegría que refresca y re nueva. I lemos encontrado nuestro lugar en el mundo. «Con la mirada serenada por la fuerza de la armonía y la profunda fuerza de la alegría escribió William Wordsworth— , somos capaces de percibir la vida de las cosas.» Ser capaces de percibir la vida de las cosas es nuestro objetivo en esta etapa del proceso de transformación. En lo más hondo.de nuestro ser, sentimos el afán de abandonar el camino de la lucha como medio para aprender las lecciones de la vida. Al fin, estamos preparadas para abrazar el camino de la alegría. Aprender a vivir en el momento presente forma parte del camino de la alegría. Pero ello exige un profundo cambio interior en nuestra realidad. Muchas de nosotras forjamos inconscientemente tragedias en nuestras mentes y esperamos lo peor de una situación, con lo que sólo logramos que nuestras expectativas se cumplan como una profecía que corrobora nuestros temores. Sin advertirlo, nos convertimos en auto ras de nuestra propia mala suerte. Y así, luchamos día a día, de crisis en crisis, magulladas y apaleadas por las circunstancias sin darnos cuenta de que siempre tenemos otra opción. Pero, ¿qué pasaría si aprendieras a alejar las tragedias y empezaras a tener fe en el fluir de la vida y en la bondad del Espíritu? ¿Si empe-
mi .i*, i c".|»n .11 lo mejoi tic lod.r, l.r. \it tuiciones? ,1No t posible
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Acres de diamantes Tus diam an tes no se hallan en m on tañ as lejanas o en m ares recónditos; están en el jard ín de tu p rop ia casa; sólo tienes qu e desenterrarlos. R u ss e l l H . C o n w e l l
P X ocas charlas han influido o conmovido a tanta gente como la famosa conferencia victoriana conocida con el título de «Acres de dia mantes». Russell H. Conwell, anterior corresponsal y ministro, pro nunció su discurso más de seis mil veces entre 1877 y 1925. Cuando fue publicado, éste se convirtió automáticamente en un bestseller y en un clásico de la literatura religiosa. La historia que Conwell explicaba en su conferencia tenía un gran poder de convocatoria. Relataba la vida de un granjero persa llamado Ali Hafed que vendió su granja y abandonó a su familia para recorrer el mundo en busca de riquezas. Buscó por todas partes, pero no pudo hallar los diamantes que tanto ansiaba. Por último, solo y desesperado como un indigente sin techo, puso fin a su existencia. Su búsqueda de riquezas lo había consumido. Entretanto, el hombre que había com prado las tierras de Hafed estaba agradecido por cada brizna de hierba que ahora le pertenecía e invertía grandes dosis de esfuerzo y amor en su granja. Por la noche, rodeado de su familia y comiendo los frutos de
ii 11.ili.ijo, \e mui i.i (Ik limo. I’oi lili niu i, un Imeii día lii/.o un deseubi i inii mi) c\iiaoulinaiio I ii el jardín que Ali I laled había abandonado había iii i.i iimi.i ilc diamantes Iii c*i .límenle* un acre de diamantes— . El humilde rr.mjero se hi/o más rico de lo que jamás había soñado. ( nmvrll recurría .1 esta parábola para ilustrar un mensaje extraor• 11 1i . i i i d y maravilloso: que albergamos en nuestras entrañas un manann.il «le plenitud y las semillas de la oportunidad. Para cada uno de in >.<>iros existe un sueño estrictamente personal a la espera de ser desi ubicuo y hecho realidad. Si apreciamos nuestro sueño e invertimos amor, energía creativa, perseverancia y pasión en nuestra persona, ali an/aremos el éxito auténtico. ¿ I )ónde está tu acre de diamantes? Si pudieras hacer lo que quisie ras, ¿qué harías? ¡Sí, lo que estás pensando es totalmente imposible ahora mismo! ¿Abrirías una tienda, formarías una familia, diseñarías un vestido, escribirías un guión? Todas tenemos un acre de diamantes en espera de ser descubierto, apreciado y explotado. Todas tenemos un lugar por donde empezar. I )eja volar tu imaginación, pues es el anteproyecto de tu alma para el éxito. En el camino hacia la alegría y el bienestar descubrirás que tu oportunidad para alcanzar el éxito personal, la auténtica felicidad y la serenidad económica está tan próxima como tu propio jardín.
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Alejar las falsas creencias que nos limitan M e gusta vivir. En ocasiones, h e sido intensa, desesperada y p rofu n d a m en te desdichada, m e h a consum ido la pen a, p ero después d e todo sigo ten ien do p len a certeza d e qu e estar v iv a sin m ás es algo grandioso. A g a t h a C h r is t ie
ara algunas de nosotras, la idea de depositar nuestra confianza en una fuerza ajena que nos ayude a convertir nuestros sueños en reali dad es a todas luces aterradora, sobre todo si estamos acostumbradas a tener la sartén por el mango o, mejor dicho, la falsa creencia de que controlamos la situación.
Mui li.r. de Mi»mMi .r. vivimos aliapadas poi oli.i ilusión: que un li.ulo despiadado y caprichoso controla nuestros destinos. Acongoja das por las profundas desgracias que la vida pone en nuestro camino, tenemos un hondo temor a creer en la existencia de una fuerza crea dora colmada de amor y generosidad que sustenta nuestros esfuer zos. Tememos creer que el mismo Espíritu que creó el Universo sabe probablemente cómo ayudarnos a solicitar la beca, obtener el ascenso, retomar los estudios, empezar un nuevo negocio, encontrar un em pleo. Como los espejos de feria que distorsionan la realidad, lo que ve mos con nuestros ojos no es real. Caemos en las garras de la ilusión de que los acontecimientos externos poseen la fuerza definitiva para abortar nuestros sueños. ¿Y nos extraña ser tan infelices? Desembarázate de las falsas creencias que te han impedido saber que estar viva sin más es algo grandioso. Aleja la incredulidad. Experi menta con un Universo amoroso y compasivo que acoge incluso a las escépticas. Hoy, desea creer que hay un Espíritu compañero que te guía en cada paso que avanzas y que sabe cuál será el siguiente.
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La prosperidad de vivir L a m u jer d eb e ser la p ion era en este volverse hacia a d en tro p a r a cobrar fu erzas. En cierto m odo, siem pre h a sido la pion era. A n n e M o r r o w L in d b e r g h
ivir en nuestra época no es tarea fácil. Pero no somos la única generación de mujeres que ha visto tiempos difíciles. Reconforta saber que otras mujeres antes que nosotras han perseverado y prospera do. Durante el angustioso período de la Gran Depresión, el editorial del número de L adies’ H om e Jou rn al publicado en octubre de 1932 recordaba vehementemente a sus lectoras que «volver a los buenos tiempos no es enteramente una cuestión económica. Hay una prospe ridad en la vida que es casi tan importante como disponer de dinero en el bolsillo». Pero la revista recalcaba que «no basta con querer sacar el
m.mino piovei lio il< l,i*i cosas i.il y como están .inora. I .1 resignación no nos llev.ua .1 ninguna parte*. Debemos construir un nuevo país. I JcUemos revivii los ideales ilc sus lundadores. Debemos aprender el nuevo v.iloi del dinero. I la llegado la hora de abrir nuevos caminos, i ie .11 im.i nueva seguridad para el hogar y la familia... De ser especiair. tas en pastar, estamos conviniéndonos en especialistas en vivir». Recuerdo el momento exacto en que descubrí esta cita. Estaba explotando mi acre de diamantes: sentada en el suelo de una tienda de antigüedades leyendo de cabo a rabo publicaciones de mujeres del pasado en busca de pistas sobre cómo vivir con éxito en la actualidad. I levaba un año recorriendo el camino del encanto de la vida simple y me sentía como una pionera. Para ser más exactos, me sentía como una mujer que había hecho las maletas en Boston con todas sus perte nencias mundanas y había emprendido, junto con su familia, un viaje en carromato a campo traviesa en busca de la tierra prometida. Duran te dos mil quinientos kilómetros, había mantenido vivos los sueños de una vida mejor soportando los ataques de los indios, las epidemias, la sequía, los rayos, los tornados, las serpientes y la carne de buey salada. Por aquel entonces me hallaba en territorio de Nebraska y aún me fal taban mil quinientos kilómetros más por recorrer, pero había llegado demasiado lejos para dar media vuelta. Al igual que aquella pionera, estaba desalentada. Cuando encontré la revista, la recibí de inmediato como un mensaje telegrafiado destinado a mi alma. «Sigue adelante. No te detengas. Estás en el camino correcto y no estás sola.» A partir de aquel momento, nunca he vuelto la vista atrás. Aprendí en carne propia que el camino del encanto de la vida simple tiene la capacidad de transformar la vida. ¿Estás lista para convertirte en pionera? Entonces, ha llegado el momento de investir tu alma de toda la energía creativa a tu disposi ción. Piensa en mí como en tu exploradora, tu scout particular. Estos últimos años he ido por delante y he abierto camino. De momento, no voy a decirte nada más. El camino serpentea y recorrerlo lleva tiempo — tardaremos un año— pero es reconfortante y enriquecedor. Tam bién puede recorrerse día a día. No temas. No estamos solas. Como los pioneros que abren camino, aprenderemos a vivir por nosotras mismas y bajo el cielo estrellado. Es todo lo que necesitamos. No hay ningún obstáculo que el verdadero arrojo y la gracia milagrosa no puedan superar.
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Aceptar la vida real T odo lo qu e aceptam os realm en te en la v id a sufre un cam bio. K a t h e r in e M a n s f ie l d
V
A
.ceptar y alabar nuestras circunstancias es un instrumento con gran poder transformador. De hecho, esta potente combinación es un elixir espiritual que puede hacer maravillas en nuestras vidas. ¿Qué significa aceptación? Aceptación es no rebelarse contra lo que hay: nuestras circunstancias, nuestros sentimientos, nuestros pro blemas, nuestra posición económica, nuestro trabajo, nuestra salud, nuestras relaciones con los demás, la demora de nuestros sueños. Antes de poder cambiar nada en nuestra vida, debemos reconocer que así es como debe ser ahora mismo. En mi caso, la aceptación se ha convertido en lo que yo denomino «el prolongado suspiro del alma». Es cerrar los ojos y rezar, incluso llorar en sile n ció o s «ésta bien» como en «está bien, tú me guías, yo te sigo». Y es «está bien» como en «al final, todo estará bien». Simplemente forma parte del viaje. Con el paso de los años, he descubierto que muchas veces mi lucha por alcanzar la dicha a pesar de las circunstancias externas ha coincidi do con mi vehemente oposición a lo que en realidad ocurría en mi vida. Pero también he aprendido que cuando me rindo a una situación determinada — cuando dejo de resistirme y acepto— mi alma se aquie ta. De repente, soy capaz de recibir toda la bondad y plenitud que me rodean porque la aceptación trae consigo alivio y liberación. Es como si el vapor de la lucha se hubiera salido, por fin, de la olla a presión de la vida. ¿Qué pasa cuando aceptamos nuestras circunstancias? Bueno, en primer lugar nos relajamos. A continuación, modificamos nuestra vi bración, nuestra pauta de energía y el ritmo de los latidos de nuestro corazón. Una vez más, somos capaces de acceder a la ilimitada energía positiva del Universo. La aceptación también ilumina la realidad para que podamos ver con más claridad el paso siguiente. Sea cual sea la situación existente en tu vid.i actual, acéptala. Ñau lie Goldbcrg cree que ••nuestro cometido es decii un si sapado .1 las Cosas re.lles de nuestra vida tal /v ionio solí' Miia .1 tu alrededoi / y pon ibe lo que esta 01 uniendo, I sta es 1111 coi nula con <1 suelo sin io, U
éste es mi peso, éste es el saldo de mi cuenta corriente, aquí es donde trabajo ahora. Esto es lo que realmente está pasando en mi vida en el momento presente. Está bien. Es la vida real. Hoy, abandonemos la lucha. Deja que el proceso curativo del cambio dé comienzo. Estás lista para seguir avanzando.
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Alabar nuestras circunstancias A lab a una cosa y te alaba rá. M aldícela y te m aldecirá... Si alab a s una situación, no tiene p o d e r p a ra herirte y , au n qu e p u ed a p lan tear p rob lem as du ran te un tiem po, d esaparecerá pau latin am en te, si la ala b a s sinceram ente. E m m et F o x
D e s p u é s de aceptar nuestras circunstancias presentes, sean cuales nimiIj debemos aprender a alabarlas. Bien. ¿Alabar la desgracia? Apretando los dientes, si es necesario. Normalmente, desconoce mos por qué algo ha ocurrido, y seguiremos sin saberlo hasta estar lo lustante distanciadas como para analizarlo retrospectivamente. Sin emb.ugo, alabar todo lo que nos indigna es la capitulación espiritual que puede producir un cambio positivo hasta en las situaciones más prol'lcmáticas. Alabar las circunstancias de nuestras vidas también nos i 11sci 1.1.1 tener fe. A lo largo de los años, he aprendido las lecciones más sencillas y regocijantes a través de la alabanza. Si estás harta y cansada de aprender las lecciones de la vida mediante el dolor y la lucha, alabar tus dificultades te enseñará que hay una forma mejor. IJna poderosa serie de alabanzas que aprendí de las enseñanzas de 'íirll.i Terrill Mann, una ministra de la Unity School o f Christianity, que ( ,ii il>io ni la década de 1940, nos exhorta a saludar la mañana con I.i ,ilii unción ••.ilal»acla sea la mañana para mí y los míos». Al mediodía de. I.i i .i .il.iludo se.i el día para mí y los míos», y por la tarde, invoca • •.i . i t u ición "Alabada sc.i la noche para mí y los míos.» Mientras . mi ••n alujando en casa o en la oficina, afii nía: -Mi trabajo es una pie |
H>ll lii | h m mi liiiii \ rl
I .mpteza ,i apieci.u lo (|iie posees, Impieza hoy, I l.iz un inventa rio espiritual de todos tus Itienes. Intenta lle^ai a cien. Nos pasan mu chas cosas buenas, pero con las prisas de l.i vida cotidiana no somos capaces ni tan siquiera de percibirlas ni reconocerlas. Escribirlas ayuda a concentrar nuestra atención en la plenitud que tenemos a nuestro alcance y la hace realidad.
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Trabajar con lo que tenemos Si tu v id a cotidian a te p a rec e p o b r e , no le eches la culpa; éch atela a ti; ad m ite q u e no eres lo bastan te p o e ta com o p a r a in vocar sus riqu ezas; p o r q u e p a ra el C rea d o r no existe la p o b r e z a ni ningún lugar p o b r e ni indiferente. R a in e r M a r ía R il k e
u
JL Aasta ahora, muchas de nosotras hemos creído en secreto que debíamos esperar a que las cosas se calmaran un poco antes de em pezar a organizamos. Mañana comenzaremos a descubrir placeres auténticos. Mañana nos trataremos mejor. Mañana dedicaremos algo de tiempo a pasárnoslo bien. Mañana, cuando todo se calme. Desde la línea de fuego puedo transmitir que la vida nunca se calma el tiempo suficiente para que nosotras esperemos hasta mañana para vivir como nos merecemos. La vida es siempre movimiento, cambio, circunstan cias imprevistas. Siempre habrá algo que intentará captar tu atención: la llamada telefónica, el niño, el fax, la avería del coche, el cheque por correo que nunca llega. Reconozcamos sencillamente que, en lo que respecta a la vida real, estamos a un sólo paso de sufrir una disfunción. Y, ¿qué vamos a hacer al respecto? Podemos dejar de esperar que la vida sea perfecta y empezar a trabajar con lo que tenemos para hacerla tan satisfactoria como nos sea posible. Podemos aceptar, ala bar, dar las gracias y seguir adelante. Hoy, podemos empezar a invo-
. ii I.im t miiii , i'. 111 mii",ii,i vida c( >11
«kIciiií >n Mr.inmi Lis . niin i.i■. poi l.i plenitud I .1 l.ili.i de resolución nos li.i robado doma .11111. i ipi ti i uiii
<"• precios.i-.. In vil a .i li tía amiga a comer, empieza a I••i o incluso c.cribii una novela, organiza tus papeles, prueba una H11 i.i iiiicv.i cu la cena, sonríe a todo el mundo con quien te cruces, su m.iii \ suena ante un luego crepitante, vuelve a coger el bordado, i
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El encanto de la vida simple: los instrumentos básicos lo m a el cam ino llano. G e o r g e H erbert
N o hay mejor compañía que la Soledad», me recuerda Thoureau cuando vuelvo a la cama con una humeante taza de té. La casa está en silencio después del trajín de una mañana típica de entre semana. Los gatos me siguen por las escaleras y buscan cobijo entre las desordena das mantas. Todos sabemos que está a punto de celebrarse un pausado ritual, el civilizado ceremonial de un día de cada día. Aunque es demasiado pronto para recibir llamadas de trabajo, co necto el contestador automático para evitar interrupciones. Dedico la hora siguiente a mi viaje interior: trabajo con mi diario de descubri mientos ilustrado, escribo mi diálogo diario, rezo, juego con el colage de mi mapa del tesoro, me sumo en la meditación ante el espejo de oro, hago planes para el día y luego me quedo simplemente sentada en silencio. Escucho atentamente. Espero con expectación. Éstos son los instrumentos básicos que me han ayudado a recorrer el camino del encanto de la vida simple hacia la autenticidad. Combí-
imIon como 1 y o , o cntpie/.i .1 11sa i los que te pare/e.m i ni i ¡gantes. Observa si no eres tapa/ de obsequiarle con una llora diaria para via jar a tus entrañas. Necesitas disponer del suficiente espacio vital para que tu corazón sea capaz de valorar las cosas. O tal vez puedes dejar volar tu imaginación hacia la zona en penumbra donde se gestan los sueños. Si al principio sientes que una hora entera es excesiva (no lo es, pero vamos a ir poco a poco), repártela a lo largo del día. Empieza con media hora por la mañana y otra media hora antes de retirarte por la noche. Casi todos los días, después de concluir mi excursión interior, parece que no ha ocurrido nada que haya cambiado radicalmente mi vida. Sólo he pasado una hora a solas. No soy consciente de haber tenido ninguna revelación, inspiración u orientación. Pero en ocasio nes soy capaz de tener una visión global más penetrante. Tú también podrás hacerlo. Esto es cuanto sé: si profundizas lo bastante, con la suficiente fre cuencia, siempre recibirás algo bueno. Muy a menudo, más adelante en el día, vislumbro la inspiración que anhelaba o las nuevas ideas que necesitaba mientras conduzco o preparo la cena. Pero, tanto si las revelaciones han formado parte de la mañana como si no, todos los días nos obsequian con buenos momentos.
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El diálogo diario E scribiendo alca n z aré e l bienestar. N a n c y M a ir
D e b i d o a que me paso el día escribiendo profesionalmente y me empleo a fondo en mi trabajo, durante la mayor parte de mi existencia adulta me he negado apasionadamente a llevar un diario personal. Me parecía demasiado esfuerzo y además no tenía tiempo. Pero cuando me embarqué en el viaje del encanto de la vida simple, tomé concien cia de todas las conversaciones que continuamente tengo conmigo misma. Rara vez se aquietaba mi mente. En vez de ello, oía: «La gata está rara, ¿estará enferma? Si nieva en el aeropuerto de Cleveland el
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nuiles, ¿romo llegue* a casa? ¿Volverán a llagarme alalina vez? Ñeco Miamos !lindas nuevas para el salón, las que liay empiezan a estar muy desbastadas.» Y así sucesivamente. Descubrí que mi mente se aforra a una idea en particular como un perro a un hueso y no la abandono hasta que estoy agotada o he perdido el interés. Un buen día, desesperada por acallar la voz de mi mente, cogí una libreta de espiral e inicié una conversación conmigo misma sobre el papel. Todo lo que me preocupaba se vertió en un rápido monólogo interior. Lo que estaba haciendo no era tanto recopilar los aconteci mientos de mi vida como eliminar las minucias mentales que mer maban mi energía creativa y me estaban volviendo loca. Después de aquello, pude relajarme y seguir adelante con el día. «Quéjate y olví dalo», aconsejaba la escritora Jessamyn West. Y tenía razón. Este ritual mejoró mi concentración y resultó muy terapéutico. Llevo varios años realizando mi diálogo diario y si bien en ocasio nes puedo saltarme unos cuantos días, siempre tengo ganas de cambiar impresiones con mi conciencia, porque este instrumento interior fun ciona de verdad. Me aclara las ideas y calma la inquietud de mi espíri tu. Lo mismo hará contigo. Es muy interesante comprobar que, trans currido un tiempo, las páginas empiezan a cobrar vida propia. Llamo a este ritual «diálogo diario» porque, al escribir, inicias un verdadero diálogo con alguien mucho más sabio y cuerdo que tú: tu auténtico yo. Haz el experimento de escribir un diálogo diario durante veintiún días. Este es el plazo de tiempo que, según los psicólogos, necesitamos para ejecutar una nueva conducta antes de que se convierta en un hábito. Ni la hora del día ni el número de líneas que escribas parecen ser tan importantes como la repetición. Las almas estresadas necesitan el ritmo tranquilizador de los rituales que fomentan el desarrollo del yo. En ocasiones, cuando tengo que resolver un problema especial mente espinoso, escribo dos páginas por la mañana y hago otra sesión por la noche para ver si hay alguna respuesta. A menudo la hay. Y, hasta que se produzca, al menos hay alivio y liberación. Cuando empieces a escribir tu diálogo diario, te sorprenderá posi blemente comprobar lo mucho que te quejas al principio. No hay nada malo en ello. De hecho, es una reacción muy saludable. No pue des pasarte meses quejándote de una situación sin decidir hacer algo al respecto. Te cansarás de oír tus propias quejas y ello te instará a seguir avanzando. Otra sugerencia: no emplees un bonito diario de diseño para tu diá logo diario. Intimida demasiado, pues entonces querrás que sea per fecto y profundo, y la cuestión no es ésa; emplea una libreta de espiral o de anillas. Plasma sobre el papel todo lo que se cierne sobre el hori zonte de tu cerebro disfrazado de jaqueca.
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Alison I,lirio conlcsó «11u* ion papel y l.ipi/, c‘i .1 i .11>.1. de irvis.ii el mundo». Escribir 1111 diálogo diario os una lorm.i s1•)•u1.1 di irvi sar el tuyo mientras buscas tu autenticidad.
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El diario de descubrimientos ilustrado E l conocim ien to de lo q u e am as llega a ti d e algu na fo r m a ; no tienes qu e leer ni an aliza r ni estudiar. Si am as una cosa lo bastan te, te em b eb es d e ella y llegas a con ocer porm en ores m ás reales qu e los qu e cu alqu ier m apa p u ed a proporcionar. J e ssa m y n W e st
I -/ a clave para amar tu estilo de vida es saber lo que amas de verdad. «Saber lo que prefieres en vez de decir humildemente “Amén” a lo que el mundo dice que deberías preferir es mantener tu alma viva», nos recuerda Robert Louis Stevenson. Mantener viva nuestra alma y alimentar nuestra creatividad es lo que hoy nos interesa. Una de las formas más placenteras de empezar a averiguar tus pre ferencias personales es confeccionar un diario de descubrimientos ilus trado. Es tu diario de exploradora cuando empiezas a internarte en las tierras inexploradas más recónditas: tu auténtico mundo interior. Ali mentamos nuestra imaginación y entramos en o con nuestra autenticidad reuniendo bellas imágenes que hablan a nuestras almas. ¿No sabías que los colores inundados de sol de Santa Fe te atraían? Entonces, ¿por qué aparecen siempre en tus fotos? ¿Pensabas que pre ferías el estilo rústico pero te dedicas a coleccionar chintz con adornos de rosas? ¿No es interesante? He aquí una ocasión en la que una ima gen vale más que mil palabras. Meditar sobre una imagen visual cada día puede apretar el gatillo de tu creatividad y ocasionar reveladoras intuiciones. Hoy, compra un cuaderno de dibujo en blanco con las tapas ne gras, un par de tijeras que corten bien, pegamento y tus revistas favo ritas. Mete todo en un cesto y déjalo junto a la cama. Por la noche, antes de meterte en la cama, cuando te halles en un estado de duerme vela relajado y receptivo, hojea las revistas. Cuando veas una imagen
t|UC Ir ^’IINtr MlUi IK>, lOCÓl 1.11.1 V peíala ('II til ( 11.1( 1(1110 N o llltrill(“i
!>('}'.ii l.i'. imágenes conforme .i un criterio clc’lcrminado. Limítate .1 di |.u (|uc lo*, colares si* desarrollen naluralniente. No tardarán en dar u indii ai iones sobre la dirección que quiere tornar tu corazón. Yo he uiadido 1Has, dibujos, felicitaciones y postales artísticas a mi diario de d< >ubrimientos, modelando en papel lo que el poeta W. H. Auden di nomina -el mapa de mi planeta».
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Tu mapa del tesoro P orque don de esté tu tesoro, a llí estará tam bién tu corazón. M a t ía s 6:21
ingún intrépido bucanero que se precie de serlo emprendería la búsqueda del tesoro enterrado sin un mapa. ¿Por qué ibas a hacerlo tú? Tu mapa del tesoro es el colage de tu vida ideal que creas como instrumento visual para concentrar tu energía creativa en la dirección que deseas tomar. I '11 primer lugar, deberás visualizar tu vida ideal. Tómate un tiem po para relajarte y penetrar en tu interior. Cierra los ojos. Ahora ve cómo vives y quién vive contigo. ¿Cómo es la casa de tus sueños? ¿En que parte del país está? ¿Tienes hijos? ¿Cuántos? ¿Qué tipo de jardín tienes? ¿Hay una glorieta en el jardín de atrás? ¿Una piscina? ¿Tienes animales domésticos? ¿Qué clase de coche está aparcado en la entra da? ¿Qué tipo de trabajo tienes? ¿Estás publicando tu propio periódi co, dirigiendo un largometraje o criando purasangres? Ahora intenta encontrar ilustraciones de revistas que coincidan con tus imágenes ideales. Recórtalas y confecciona un colage en un trozo de cartulina de veinte por veinticinco centímetros. Si no puedes encontrar imágenes que plasmen tus sueños, recurre a la creatividad que albergas en lo más profundo de tu ser y dibuja un cuadro. Cuando termines, busca una fotografía tuya que te guste especialmente. Asegúrate de que has que dado radiante y feliz. Recórtate y colócate en el centro del colage de tu mapa del tesoro. Cuando confecciones tu mapa del tesoro, piensa en la diversión.
I'trnsa en el |»l,u i i I'uml*«.l *•n i U.llldo Icillas su*le ,iúo', No si’ Il .ll.l de un ejeri ii io intelei ni.il ilc cxisteneialismo. I'.s i i i i . i lisia de deseos para el Universo. N uc,si i o n deseos mas hondos son el susurro di* nuestro auténtico yo. Debemos aprender a respetarlos. Debemos aprender a escuchar. «Presta oído a tu propia alma y escucha atentamente», nos aconseja la poetisa Anne Sexton. Por encima de todo, recuerda que nadie tiene por qué estar entera do de la existencia de tu mapa del tesoro aparte de ti. Nuestros deseos para el futuro, nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestras aspira ciones son nuestros tesoros más genuinos. Vela por los tuyos en el santuario de tu corazón. Guarda tu mapa del tesoro al final de tu dia rio de descubrimientos ilustrado y míralo a menudo. Al hacerlo, da las gracias por tu maravillosa existencia. El mayor secreto para llevar una vida feliz y realizada es darse cuenta de que todo está creado en nues tras mentes antes de manifestarse en el mundo exterior. Debemos creer en ello antes de poder verlo con nuestros propios ojos. Debes saber qué quieres desenterrar antes de marcar con una X el lugar señalado.
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La meditación ante el espejo de oro C asi siem pre es el tem or d e ser uno m ism o lo qu e nos lleva a l espejo. A n t o n io P o r c h ia
D u r a n t e años he practicado una meditación especial que yo deno mino «meditación ante el espejo de oro». Visualizo en mi mente un espejo enorme del tamaño de una habitación con un trabajado marco de oro de veinticuatro quilates. Es mi espejo materializador. Los sue ños que deseo materializar en mi vida se visualizan primero en él. En este punto, deje confiaros una asombrosa coincidencia que, como un refrán francés sugeriría, es «la forma que tiene Dios de conservar el anonimato». Después de haber practicado la meditación ante el espejo de oro durante un año aproximadamente, fui invitada a Dublín, una de mis ciudades preferidas, en viaje de negocios con todos los gastos pagados. Iba a alojarme en el Shelbourne, uno de los hoteles
ili I >uI 'Iiii ni.r. ,mti}',iu>s, bellos y < ■aros, nuevo para mí. ( litando llegué il hotel y i inre* en el vestíbulo, c|iie es lo que vi sino la manifestación lisie.i de mi meditación diaria: un bello espejo con un marco de oro i .iii grande que ocupaba toda una pared del vestíbulo. Me reí complai ida cuando me vi reflejada en él, pues aquélla era la forma en que el Universo me demostraba que cualquier cosa que visualicemos en nuestras mentes puede llegar a suceder en el mundo físico. I loy, resérvate unos minutos para relajarte y viajar a tus entrañas. C ierra los ojos. Visualiza un bello espejo de oro de gran tamaño rodeado de trémula luz blanca. La luz es Amor y te rodea, te abraza, te envuelve y te protege cuando te miras en el espejo. Contempla el rellejo de una mujer extraordinaria. Es bella y radiante. Posee una intensa aura vibrante que rebosa de salud. Tiene los ojos centelleantes y te sonríe cálidamente. ¿Sabes quién es? Tienes la sensación de haber la conocido toda tu vida. Y estás en lo cierto. Es tu yo auténtico. Aho ra, pasa unos instantes con ella. ¿Qué hace? ¿Cómo lo hace? Visítala siempre que te apetezca. Ella está esperando para ayudarte a encontrar el camino en tu viaje de autodescubrimiento. Hay días en que todas tememos el brillo cegador de la luna del espejo, pero nunca deberías titubear en encontrarte con la mujer del espejo de oro. Es el más elevado reflejo de tu alma, la personificación de la mujer perfecta que reside en tu interior y te envía Amor para ilu minar tu camino.
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Abrazar las pequeñas alegrías A ñ o tras año, las com plejidades de este m un do en m ov i m iento acrecientan nuestro desconcierto y a sí cad a añ o n ece sitam os con m ás urgencia h alla r la p a z y el bien estar en las p eq u eñ as alegrías. Woman’s H ome C ompanion, diciembre 1935
A
j l j LI
convertirnos en dueñas de nuestra dicha a medida que avanza mos en el camino de sencilla plenitud, uno de los grandes beneficios es que empezamos a hallar la paz y el bienestar en las pequeñas alegrías.
I .os ilri,illes comion/iin .1 si^mlu .11 1mu lio pal .1 nonoii as I as peque ñas ale|’,i las alimenlan el cuerpo y el .tlm.i .1 11aves de los sen 1ulos. Nos ensenan a vivu el momento presente, l a vida cobra sentido cuando hallamos lo sublime en lo ordinario. En nuestras vidas tenemos días que destacan por sus extraordina ríos momentos de regocijo y alegría: nace el niño, por fin el ascenso, se1 firma el contrato del libro. Pero la vida no es una ronda infinita de tai ta y champán. Casi todos los días están llenos de tarcas monótonas: cambiar las sábanas sucias, ir a la tintorería, sacar la basura. Para evitar que en nuestra ronda diaria no cale la monotonía, debemos saborear el arte de la pequeñez: descubrir los diminutos placeres que nos aportan placer y gozo. En 1949, el dramaturgo británico J. B. Priestly reunió esos momentos en un libro de ensayos titulado D elight. Algunos de sus momentos favoritos son: despertarse por la mañana con el olor a café, huevos y beicon; leer relatos de detectives en la cama; de repente no hacer nada en pleno día; comprar libros y disfrutar con la compa ñía (en vez de sólo soportarla) de niños pequeños. Es un día de invierno. ¿Puedes hacer una olla de sopa casera para cenar esta noche? Yo me recreo en esta pequeña alegría una vez a la semana durante el invierno. Pelar, cortar y rallar son actividades muy relajantes. Aprecia los colores de las hortalizas — el naranja de las zanahorias, el lustroso verde del apio, la cebolla de un blanco perlado— . Tienes un bello bodegón ante tus ojos. No hagas las cosas deprisa y disfruta de la conciencia m ental, o el Zen, de cocinar. ¿No es el aroma de la sopa casera maravilloso? Hace que celebres estar viva o, al me nos, en casa para cenar. ¿Te das cuenta de cómo tenemos que aprehender la esencia de la vida? Tenemos que aprovechar cada momento. «La gente necesita la alegría casi tanto como la ropa. Algunos la necesitan mucho más», escribió Margaret Collier Graham en 1906. Hoy, haz que el descubri miento de esas pequeñas alegrías que te reconfortan y te serenan se convierta en una de tus prioridades.
Pequeñas alegrías para enero Escribe las aspiraciones de tu corazón al emprender el camino del encanto de la vida simple. Sirve una cena de Año Nuevo tradicional: judías (para la suer te), arroz (para la salud), col rizada (para la prosperidad), jamón asado y pan de cereales (¡para una comida deliciosa!). Yo preparo una riquí-
luid nr.,il.kI.i de invierno con judías cocidas, tacos de pimientos ver ■I. \ rojos y cebolla con un aliño de vinagreta a la sa, que se sir\• i temperatura ambiente. *« ' Kevisa los documentos personales que tienes en casa y organi/ i ni rsi ritorio para empezar una nueva vida este año. Desecha tanto ••>1110 puedas. Cuelga tus nuevos calendarios. Intenta que el lugar d>mdc llevas el papeleo de la casa sea lo más acogedor posible. I la/ una visita a una buena papelería o a una librería grande y . lii'.c un bello cuaderno en blanco para convertirlo en tu diario de i|',radeeimientos. En la papelería, tal vez desees echar un vistazo a las unías y plumas de distintos colores. ■•«•3 Date una vuelta por una tienda de material de dibujo. Fíjate en . I sinfín de formas de expresión a tu alcance: en vivos colores, sobre papel, en el lienzo, con arcilla. ¿Te parece divertido? Mientras estás 1II1, coge un par de cuadernos de dibujo con las tapas negras para usarI- is para el diario de descubrimientos ilustrado que vas a confeccionar. Mi tamaño favorito es veinte por veintisiete centímetros. •^<5 Compra algunos imanes para confeccionar tu colage de agra decimientos para tu nevera. Cuelga fotografías de los seres que quieres v de los seres a los que estás agradecida, como la familia, los amigos y los animales domésticos. Cuelga también recordatorios de pequeñeces por las que estás agradecida, como la factura de reparación del coche, 11ue fue menos de lo que te temías. Si hay algo que deseas particular mente que entre en tu vida, cuelga su fotografía y da gracias por anti cipado. <♦§ Prepárate para un idilio invernal. Aprovisiona la despensa con cacao de verdad, diminutos pastelitos y una tableta de buen chocolate (para la capa final de ralladura de chocolate). Consigue nata montada y guárdala en la nevera. Cuando llegue la nieve y se cancele la escuela, quédate en casa con tus hijos. Pasearos por la casa en pijama. Si tienes chimenea, ten el fuego encendido todo el día. Haced juntos un muñe co de nieve, montad en trineo, luego tomaros una sopa de tomate en tazones y bocadillos de queso fundido a la hora de comer. Echaos una siesta. Deleitaos con un inesperado día libre. Haz una visita a un almacén de trastos viejos. Si no conoces ninguno, empieza a hacer averiguaciones. Toda mujer necesita un al macén de trastos viejos en su repertorio. Haz una fuente de denso, oscuro y esponjoso pan de jengibre para el té que te tomas con tus hijos cuando vuelven del colegio o para el postre. Consulta el encantador libro de cocina de Laurie Colwin More H om e C ooking: A Writer Returns to the Kitchen para lo último en recetas de pan de jengibre. Visita la biblioteca local y lee algunas revistas nuevas a las que
no estás suscrita. Yo lo hago una vez al mes. Es divertido y no cuesta dinero. Consigue bulbos de flores — narcisos enanos, jacintos y tuli panes— para que alegren tu espíritu y tu hogar con su color y fragan cia en el corazón del invierno. Visita una jardinería local y pide bulbos cultivados específicamente con este propósito. Dedícate a curiosear catálogos de jardinería este mes. Recorta tus flores favoritas y confecciona tu jardín ideal en papel. Satisfaz tu pasión por una glorieta cubierta de rosas en el colage de tu jardín y guárdalo en tu diario de descubrimientos ilustrado. Simula estar creando un jardín secreto para tus temporadas de soledad. ¿Cómo es? ¿Qué rios y mobiliario de jardinería te gustan? Incorpóralos al colage. Deja que tus fantasías cobren primero vida en papel. ^ 5 Pide por correo las semillas anuales que puedes empezar a plantar dentro de casa el mes próximo.
FEBRERO
T é c h in o , e l p e r f u m e d e ja c in to s , un b u e n f u e g o y u n os r a m ito s d e v io le ta s , és a es la im a g e n q u e a c u d e a m i im a g in a c ió n c u a n d o p ie n so en u n a a g r a d a b l e t a r d e d e fe b r e r o . CONSTANCE SPRY
F e b r e r o es un mes frío, húmedo y gris; sólo los espíritus más exquisitos alcanzan a ver sus cualidades. Nuestro camino es dulce y amable. La gratitud es el hilo con el que tejeremos el entramado de nuestra vida cotidiana este mes, dando gra cias por los dones que hemos recibido y pidiendo una cosa más: un corazón agradecido.
I l)K l'KBKI.RO
Excursiones creativas: El don del tiempo C eleb ro la p erson a qu e soy, y m e canto a m í m ism o; doy un p a seo e invito a m i alm a... W a l t W h it m a n
A
jLA.hora que ya conoces a tu yo auténtico, ¿no te gustaría proíundi zar en él? Puedes hacerlo emprendiendo con él unas excursiones crea tivas. Las excursiones creativas consisten en unos encuentros periódicos y a solas con tu yo auténtico, destinados a tal fin. Al comienzo de toda relación íntima el mejor regalo que puedes ofrecer a la otra persona es tu tiempo. Lo mismo sucede con tu yo auténtico. Probablemente no le has prestado la atención debida; ha llegado el momento de remediar esa situación. ¿Qué puedes hacer? Concédete un capricho, busca actividades que te alegren el corazón y te levanten el ánimo. Vete al cine (a ver uno de esos melodramas ingleses de época que tanto te gustan), desayuna tem prano antes de ir a trabajar en un nuevo café francés, date una vuelta por ese increíble mercado italiano, explora una fabulosa tienda de artí culos de ocasión, rebusca en las estanterías de una librería de libros usados, o visita una galería de arte e imagina las innumerables formas en que puedes expresarte. Cuando te embarques en una excursión creativa, tu yo auténtico te revelará el maravilloso misterio que eres tu. Eso ocurrirá espontáneamente a medida que conviertas la búsqueda del desarrollo personal en una misión sagrada. Tras animarte a emprender unas excursiones creativas con tu yo auténtico, debo advertirte que no es tan fácil como parece. De hecho, las excursiones creativas constituían para mí la parte más difícil del encanto de la vida simple. No estaba acostumbrada a divertirm e sola. Me parecía frívolo, demasiado autocondesccndientc. Prepárate para experimentar una fuerte resistencia emocional. I Iallarás mil excusas: no tienes dinero, estás demasiado ocupada, quién va a quedarse con los niños, quizá la semana que viene cuando estés menos agobiada. No te des por vencida. Las excursiones creativas requieren que inviertas una parte de tu tiempo, no dinero Ninguna mujei está tan ocupada U
........ i'.n .i no disponei tic tíos horas a la semana para dedicarlas a sí miMiu ln t aso contrario, debería examinar sus prioridades personá is , < «miiala a un canguro, pide a tu marido que se quede con los mui.',, aprovecha el rato que están en la escuela, o la hora del almuer-«• <11 el n abajo. 1 lay muchas formas de hacerlo, una vez que hayamos ....... ndido que el hecho de dar alas a nuestra imaginación y desa n c l a r una relación con nuestro yo auténtico es una inversión que no p o ilm io s obviar. Esta semana comprométete a emprender una excurMnii . realiva semanal con tu yo auténtico mientras sigues el camino •11o i
2 D E FEBRERO
Averiguar lo que amas Qui'/.ás el único punto de partida que existe para crearse vida propia sea amar algo.
iiii. i
A l ic e K ü l l e r
I arece muy fácil saber lo que uno ama. Pero no lo es. Tras varias décaila-, de dejarnos influir por todo — la televisión, las revistas, nuestra madre, nuestros amigos— debemos aprender a prescindir de lo que di|;an los demás. A partir de ahora la única opinión que cuenta es la tuya. I 'sia semana, prueba un experimento. Planea una excursión creativa a una tienda de decoración y objetos para la casa. Ve a un estableci.... ... que no conozcas, déjate sorprender por lo que veas. ¿Qué es lo •Iu• n llama la atención? Apúntalo en un pequeño bloc que puedes llev.u en el bolso. ¿Quizá la forma de una tetera, los colores de una alfombra tejida a mano, las texturas de un exquisito arreglo de flores . a , ' l n cuanto veas algo que te atrae pensarás: «¡es fantástico, me . n. ania! •. ( Ion lia en tu intuición, atrapa el momento, toma nota de los sentimientos que te provoca. Todo ello te será muy útil más adelante. I a ■.emana que viene emprende otra excursión creativa, date una \in lia (aunque no compres nada) por una nueva boutique de ropa. Ya al 'i esa tienda que siempre te ha intrigado pero que jamás has pisa do porque e1. demasiado cara. No tardarán en llegar los modelos de
primavera. Ve .1 ei li.u un vi si.i/o a l.r. novedades. (,hu/.i veas ,i !)•,<» «pie te sienta estupendamente, como un chaqueta de hilo amarillo que te arrebata. ¿Entonces por qué vistes siempre de negro? C) qui/.í te seduzca una fabulosa falda y top de gasa estampada con flores, aun que sueles llevar vaqueros porque resulta más práctico. Puede que el hecho de sentirte maravillosa prevalezca sobre otras consideraciones de orden práctico. Ábrete a tus auténticas aspiraciones y deseos. Recuerda que éste es el año para formular preguntas. La pregunta esencial es: ¿qué es lo que realmente me gusta? Ten paciencia. No podemos reorganizar nuestra vida, nuestro hogar y nuestro guarda rropa en una semana. Confía en ti misma y tu vida auténtica se desa rrollará de forma natural y favorablemente.
3 DE FEBRERO
Descubrir tu yo auténtico A m arse a sí m ism o m arca el principio d e un idilio q u e du rará eternam ente.
u
O sc a r W il d e
na de las sorpresas que te depara el hecho de vislumbrar tu auténtica naturaleza es descubrir que se trata de una mujer positiva y encantadora. Siempre sonríe. Siempre está serena, dispuesta a conso larte. Exuda confianza en sí misma. Quizá te preguntes quién es esa mujer y si guarda alguna semejanza contigo. Sí y no. Es la mujer que eres interiormente. Tu verdadero yo. Si no te comportas siempre así se debe sencillamente a que todavía no has alcanzado un plano más elevado en tu existencia. Yo tampoco. Marianne Williamson sostiene que ello ocurre cuando «abrazamos a la diosa» que reside dentro de nosotras. «Cuando una mujer se enamora de las magníficas posibilidades que guarda en su interior, las fuerzas que limitan esas posibilidades comienzan a perder su dominio sobre ella», escribe Williamson en A W om an’s Worth. Pero de vez en cuando vislumbramos ese plano elevado: cuan do llevamos el pelo estupendamente, o cuando hemos dormido doce horas; cuando acudimos perfectamente preparadas a una reunión de
Iral tajo; cuando nos ponemos la ropa del año pasado y comprobamos que no liemos engordado; cuando damos una iiesta y todo el mun do se divierte. Cuando se producen esos momentos, nos sentimos en armonía con el resto del mundo. Todo encaja. Pero no nos damos cuenta de que es con nosotras mismas con quienes estamos en armo nía. Sentimos que formamos parte del caudal de la vida, que ocupamos el lugar que nos corresponde, una sensación especial que se produce cuando la autenticidad y la realidad se funden en un todo. ¿Pero cómo podemos gozar con más frecuencia de esa energía espiritual? ¿Cómo acceder más a menudo al caudal de la vida? ¿Cómo podemos aprender a vivir con plenitud? 1,a meditación es muy útil. Al igual que los paseos largos, sumer girnos en un cálido y perfumado baño de burbujas, lavarnos el pelo un día antes de que tengamos que hacerlo, ser más amables con nosotras mismas, contemplar un amanecer o un crepúsculo, acariciar a un ani mal, jugar con un niño, tener ilusiones, sentir gratitud. Pero sobre todo estar abiertas al cambio. Acogerlo con alegría. «Observa. Espera. Deja que el tiempo transcurra y te ayude a alcanzar tus metas — aconseja Marianne Williamson— . Mientras esperamos, 110 debemos perder de vista cuanto nos rodea. Debemos reflexionar y crecer. Sonreír y soñar, pero al mismo tiempo arrodillarnos y rezar. I loy flota algo sagrado en el ambiente: vamos a crear unas diosas. Ellas son quienes somos nosotras, pues somos nosotras mismas: ami gas, terapeutas, artistas, mujeres de negocios, maestras, sanadoras, madres. Regocijaros, chicas. Tenemos una nueva misión.»
4 DE FEBRERO
El yo auténtico es el alma hecha visible Mi d e b e r no es tran sform arm e en otra p erson a, sino sacar el m áxim o p a rtid o de la obra de Dios. R o b e r t B r o w n in g
S a c a r el máximo partido de nosotras mismas no es tarea fácil. Es una labor agradable, la razón por la que hemos nacido, pero requiere paciencia, persistencia y perseverancia. Para muchas de nosotras tam-
Iticii requiere i ('/.u I lid se deln* .1 <11ic* nos resuli.i m.is I.U il .1p re n d o .1 vivn de .u n c id o io n nueslr.is propias luces in .n u lo accedem os a un.» fuente ilc energía más elevada que ilumina nuestro cam ino. Según la cineasta y escritora Julia C am eron, se trata de conectarnos a «una elec tricidad espiritual» que trasciende nuestras limitaciones.
Durante mi viaje personal he constatado su eficacia. Generalmente sólo pedía ser conectada a esa energía en las ocasiones en que debía aparecer en público: cuando dirigía unos seminarios, pronunciaba unas conferencias o participaba en unas reuniones de trabajo. Enton ces se me ocurrió que era como vivir en una casa dotada de corriente eléctrica pero en la que sólo encendía las luces durante unas horas cada tres meses. Y me pregunté por qué chocaba con tantos obstáculos. De modo que empecé a pedir ser conectada a esa energía en mi vida coti diana: como madre, esposa, escritora y amiga. Cada vez que lo pedía, me sentía de inmediato conectada a ella. Cuando no lo hacía, perma necía en la oscuridad. No es necesario ser un electricista profesional para comprender el fenómeno: alguien tiene que pulsar el interruptor. El hecho de pedir equivale a activar esa electricidad espiritual. Cuando hay luz vemos bien. Vemos con claridad. Y lo que vemos, al mirar en nuestro interior, es que nuestro yo auténtico se ha hecho visible. No trates de transformarte en una persona que no eres. Procura tan sólo sacar el máximo partido de ti misma. El sagrado arte de cuidar de nuestra alma y de las almas de las personas que amamos constituye la parte más profundamente espiritual del encanto de la vida simple. Empieza hoy a encender la luz.
5 D E FEBRERO
Somos una carga para el mundo L o que qu iero decir cu an do m e refiero a v iv ir con form e a nuestro yo auténtico es v iv ir en el m undo, no d e éste. WlLLIAM HAZLITT
S o m o s una carga para el mundo — se quejó el poeta William Wordsworth hace más de doscientos años— . Con nuestro afán de conseguir y gastar, no hacemos sino desperdiciar nuestros poderes.» Hoy en día
mui Ius mu jet rsi.n i.m de .u nenio 1*011 él. Ai 1ast 1amos un cansancio crónico debido .1 nuestro alan de ••eon.seguii .1 la •antidad de energía que consumimos con el luí de ganarnos la vida y satisfacer las exigen cias de un hogai y una carrera. Y la realidad de la recesión significa que ahora pagamos por lo que «gastamos» ayer. Pero pese al pesimismo y desaliento que asalta constantemente nuestros sentidos, existe un medio para rescatar nuestra vida y reivin dicar nuestro futuro: consiste en volvernos de espaldas al mundo para reconocer lo que realmente nos hace felices en la vida. Eso depende de cada mujer, pues no todas tenemos las mismas aspiraciones y deseos. Pero, una vez que hayamos buceado en nuestro interior y lo hayamos averiguado, poseeremos la capacidad de transformar nuestro mundo exterior. «Puedes vivir cien años y, al final de tu vida, saber más cosas sobre otras personas que sobre ti mismo», nos recuerda Beryl Markham, piloto y escritora. Hoy, vuélvete deliberadamente de espaldas al mundo. No leas los periódicos ni contemples las noticias de la televisión durante una semana, o más tiempo si logras resistirlo. Olvídate de las revistas de papel cuché que muestran ropa cara destinada a llevarte al éxito. Rechaza la opinión de los otros — por muy inteligentes, creativos y famosos que sean— mientras prosigues tu viaje interior. Reconoce, aunque ello suponga un shock, que muchas de tus preferencias y opi niones no son realmente tuyas. Empieza por escuchar la voz de tu yo auténtico mientras te señala el camino. Éste nos indica siempre el siguiente paso que debemos dar en nuestro viaje de búsqueda perso nal. Puede ser algo tan sencillo como ordenar tu mesa de trabajo para poder encontrar ese folleto sobre un curso de pintura a la acuarela para adultos. Sólo cuando hayas silenciado el clamor del mundo exterior podrás oír la vibración profunda. Escucha atentamente. El Espíritu está interpretando tu canción.
6 DE FEBRERO
Transformar tu propio mundo H e creado m i p rop io m u n do y es m ucho m ejo r qu e el qu e siem pre h e visto fu era. L o u is e N e v e l s o n
M.
.uchos mitos referentes a la Creación afirman que sólo llevó seis días crear el mundo. A nosotras nos llevará más tiempo transformar el nuestro. Pero podemos empezar por donde empezó el espíritu decla rando que se haga la luz para iluminar nuestro viaje de descubrimien to personal. Según la tradición cuáquera, esta luz se halla dentro de todos noso tros. Los cuáqueros, o de la Sociedad Religiosa de Amigos, constituyen un perfecto ejemplo de unos individuos que han alcanza do el delicado equilibrio de vivir en el mundo sin pertenecer a él. Ello se debe a que se niegan a dividir sus vidas en compartimentos sagrados y seculares. Los cuáqueros creen que todas las experiencias cotidianas poseen una naturaleza espiritual, desde preparar la comida para la familia hasta protestar contra determinadas iniciativas políticas. El escritor británico George Gorman ha observado que «la esencia de la espiritualidad cuáquera reside en la convicción de que todo posee un significado religioso. Ello no significa mantenernos al margen de la vida sino sumergirnos profunda y plenamente en ella». La sencillez es el denominador común que preside la vida de los cuáqueros, desde la forma en que organizan su hogar hasta su vesti menta. Su oficio religioso semanal, o Reunión, consiste en una medita ción silenciosa. Las pautas por las que se guían son el ritmo, el respeto y la reflexión. Estas pautas también pueden ayudarnos a nosotras mientras tratamos de transformar nuestro mundo personal. El primer paso consiste en restituir el sentido del ritmo a nuestra vida. ¿Qué grado de ritmo existe en tu mundo personal? Los niños no son los únicos que necesitan seguir un horario regular de comi das, descanso y juegos. Sus madres también lo necesitan. Piensa en el ritmo continuo y tranquilizador del mundo natural: el movimiento de las mareas, el ciclo recurrente de las cuatro estaciones, las lases mensuales de la I una y la pro^tesión diaria del di.i .1 la noi lie El ¡tonal.
ritm o T o d a s
d e b e c o n s i il u i i llevam os
iiii.i
l a p i e d i a . i l i | . ; i i 1.11 d < vida
n m v
n i i e s i 1o
a jé n e n la ,
m u n d o
alg unas
m as
peí q u e
otras. Debemos aprender a trazar una línea y decir «hasta aquí hemos llegado». Hoy, disponte a reflexionar con calma sobre el papel que el ritmo desempeña en tu vida cotidiana. Tu corazón siempre te dirá lo que funciona y lo que no. El hecho de restituir el ritmo a tu vida te aporta rá una gran serenidad y satisfacción, las cuales te ayudarán a sobrelle var los problemas que se presenten.
7 DE FEBRERO
\Jn artista es alguien que crea Vivir es una fo r m a de no estar seguro de n a d a , no sab er lo q u e v a a ocurrir ni cóm o... E l artista nunca sab e n ad a con certeza. S im plem ente tratam os de adivin arlo. P u ed e qu e nos eq u iv oq u em os, p e ro no tem em os d ar un salto en la oscu ridad. A g n e s d e M ie l e
I
j i \ mayoría de nosotras preferimos ir a lo seguro antes que correr riesgos. Por ejemplo, preferimos ponernos un collar de perlas que unas cuentas de cristal pintadas a mano que vimos en un mercadillo de objetos artesanales. Sin embargo, cuando vemos en la calle a una mujer luciendo unas cuentas de cristal rojas y granates alrededor del cuello nos paramos para irarla. «Está fantástica con ese collar», pensa mos. Al mismo tiempo, nos preguntamos cómo sabía que le sentarían tan bien. Probablemente no lo sabía, sino que se lo puso fiándose de su intuición. El collar le murmuró «pruébame» y ella le hizo caso. Fue como un juego, corrió un pequeño riesgo pero no por ello menos importante. Todos los días tenemos oportunidad de hacer algo nuevo, como servir focaccia para cenar en lugar de pan de ajo. O ponernos unos cali ei mes con florecitas estampadas que hacen que sintamos deseos de b.iil.u en lugar de unos calcetines lisos. O sustituir la diadema con que nos sujiM.unos el pelo po r un sofisticado corte que nos sienta divina mente
I .i psitologa Susan Jellet s nos tecomienda «eoriei un i it*s(j¡(>mas o mentís impórtame todos los días, atrevernos a hacei algo que nos lia ga sentirnos estupendamente». I loy, atrévete a hacer algo que puede cambiar tu vida: imagina que eres una artista y tu vida una obra de arte que tienes entre manos. Las obras inacabadas nunca son perfectas. Pero a medida que avanzas puedes ir retocando el boceto original. Se puede añadir otro color a un lienzo, o suprimir unas escenas durante el montaje de la película. En la vida sucede lo mismo. El arte evolucio na continuamente. Al igual que la vida. La maravillosa y auténtica vida que estás creando para ti y las personas que amas es tu obra de arte. La más importante. «Puesto que eres distinta de todos los seres que han sido creados desde el comienzo de los tiempos, eres incomparable», nos recuerda la escritora Brenda Ueland. No lo olvides.
8 DE FEBRERO
Eres una artista D en tro d e ti hay una artista a la qu e no conoces... D i «sí» rápidam en te, si lo sabes, si lo has sabid o d esd e antes d el com ien zo d el universo. J a l a i u d - D in R u m i
I-/ a mayoría de nosotras nos sentimos incómodas al imaginar que somos artistas, pero lo somos. Creemos que los artistas escriben nove las, pintan cuadros, realizan la coreografía de un ballet, actúan en Broadway, son temperamentales, ruedan películas, se visten de negro, beben absenta y se perfilan los ojos con lápiz negro. Pero todos llevamos dentro un artista. Un artista es simplemente alguien con un oído muy fino que utiliza la energía creadora del U ni verso para crear algo material que antes no existía. Antes de asumir la forma de un libro, un cuadro, un ballet o una película, formaba parte del espíritu de su creador. Lo mismo ocurre a la hora de crear una vida auténtica. Con cada decisión que tomas, cada día, creas una obra maestra. Algo único, que sólo tú puedes realizar. Algo hermoso y efímero. Naciste para dejar
11111 >i o 111 .t i n d e l e b l e
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I loy, piensa tjue estás creando una obra de arte al tomar grandes y pequeñas decisiones entre ir a lo seguro y arriesgarte. ¿Te gustaría h.icei algo nuevo y diferente? ¿Por qué no pides un café espresso des pués de comer, si no lo has hecho nunca? Podrías entrar en una perfumei ia y probar un perfume nuevo. O comprar una botellita de vinagre balsámico para aliñar la ensalada. O sintonizar una emisora de música Kiimtry en lugar de escuchar música clásica mientras regresas a casa. Cada vez que experimentas algo nuevo, te vuelves más receptiva a la inspiración. Cada vez que pruebas algo diferente, haces saber al Univer so que estás escuchando. Confía en tu intuición. Piensa que tus deseos son legítimos. Respeta tus aspiraciones creativas. Si estás dispuesta a confiar en ti y dar un salto en la oscuridad, descubrirás que tus decisio nes son tan auténticas como tú misma. Es más, descubrirás que tu vida se ha convertido en lo que debe ser: un alegre soneto de gratitud.
9 D E FEBRERO
Un nuevo lienzo cada veinticuatro horas ¡O tro h ech o real! ¡N o estoy m u erta! T od a v ía p u ed o in v o car una p a r te d e m i alm a y plasm arla en colores, en una im a gen q u e p erd u ra rá etern am ente. K eri H ulm e
-^^.ntes de que una pintora comience una nueva obra, debe realizar una serie de preparativos. Probablemente ha hecho un boceto de la escena que trata de plasmar. Mezcla sus pigmentos para obtener los colores que desea. También prepara el lienzo con una capa de fijador para que los colores se adhieran. Todo ello requiere tiempo. Por su puesto, cuando contemplamos la obra terminada no vemos los prepa rativos. Sólo percibimos la totalidad de la visión de su autora. Y tal como comentó en cierta ocasión la artista Helen Frankenthaler: «Un cuadro hermoso, que te atrae, da la impresión de haber sido pintado de un trazo. No me gusta advertir la huella de una pincelada o unas gotas de pintura.»
T o d as las artes requieren una lase de preparación. I a vida también si querem os vivirla auténticam ente. C ad a veinticuatro horas debem os preparar el lienzo, dispuestas a plasm ar nuestra visión. C alm arn os a través de la m editación, sacar tiem po para soñar y expresarnos m e diante nuestro diálogo cotidiano y nuestro diario de descubrim ientos ilustrado, tom ar conciencia de nuestros deseos, concentrarnos en co m pletar una tarea antes de acom eter otra, ésas son las m edidas previas que debem os tom ar a fin de sentirnos satisfechas. N u e stro s preparativos no serán en vano. C u an d o sentim os que form am os parte del caudal de la vida, saboreando el m om ento, las pin celadas no se ven. H o y , realiza tus preparativos interiores con calm a m ientras te dispones a p lasm ar una parte de tu alm a sobre el lienzo.
10 DE FEBRERO
Crear un estilo de vida auténtico para ti y las personas que amas
-C
L a v id a es curiosa; si sólo estás dispuesto a acep tar lo m ejor, m uchas veces lo consigues. SOMERSET MAUGHAM
E s m ucho m ás fácil llevar una vida herm osa y elegante cuando no tienes que ajustarte a un presupu esto. C u an d o te sobra el dinero, no tienes que aprender la lección que nos enseñan las privaciones. Pero el hecho de tener dinero no garantiza que vivam os auténticam ente. C o m o tam poco el vivir rodeada de objetos h erm osos garantiza una vida feliz y placentera. Si recibim os una noticia doloro sa, no nos co n so la m os m ás fácilm ente p o r el hecho de echarnos a llorar sobre un cojín de dam asco adorn ado con borlitas de seda. C u an d o em prendí el cam ino del encanto de la vida sim ple y empe cé a apartarm e de las distracciones m undanas din ante varios m eses, sin leer periódicos ni revistas, ni contem plar la televisión, v sobre todo sin ir de com pras (salvo com ida y ropa paia mis hijos), los simonías que experim enté eran parecidos a los síntomas de ahsimem ia. I n ocasio nes, sentía picor, tem blores e incluso máteos ( liando eso ocm i ia, mi
fifi
\i> autentico tranquilizaba a mi yo consciente (al cual no le gustaba demasiado el nuevo programa), asegurándole que estaba experimen tando un profundo cambio en mi percepción de la realidad. Estaba .i|Tendiendo a diferenciar entre mis necesidades y deseos y procuran do asimilar esta poderosa lección antes de seguir avanzando. Debía t omprender que podía prescindir de muchas cosas. Lo que necesíta la podía obtenerlo, pero lo más importante era el descubrimiento personal. ( Alando comprendes que puedes vivir sin muchas cosas, puedes pedirle lo mejor a la vida porque posees el don del discernimiento. Te vuelves más paciente, lo cual te permite esperar con dignidad y grati tud, sabiendo que al fin obtendrás lo mejor. Eres capaz de crear una villa auténtica para ti misma y las personas que amas porque eres i apa/ de tomar decisiones consciente y responsablemente. «Mucho mas tarde, ella recordaría el momento en que cambió el curso de su vida escribe Evelyn Anthony en The A venue o f the D ead— . No estaba predestinado; ella era capaz de tomar sus propias decisiones. O al menos eso creía. Podía aceptar o rechazar algo. Tomar un camino u otro hacia el futuro.» Emprender el camino de la autenticidad signifi ca volverse de espaldas al mundo y buscar tu propia felicidad.
11 D E FEBRERO
La divina insatisfacción: aprender a vivir según tus propias luces A veces, cuando sufrim os un gran d olor o nos sentim os angustiados, recibim os el consuelo d e la gracia divina... En esos m om en tos, una ola d e luz irrum pe en nuestras tinieblas y creem os oír una v oz qu e dice: «Eres aceptado.» P a u l J o h a n n e s T il l ic h
0-> u aiid o nos conectamos a la «electricidad espiritual» a la que se i el iere Julia (lamerón en su estupendo libro The Artistas Way: A Spirilii.il l }atb lo llig h e r C reativity, ¿Qué es lo que debemos esperar? ¿Mas energía e inspiración, unas sorprendentes y deliciosas coinciden-
cías, la facultad de alcanzar unas mcias con gracia y dignidad? I )esde luego. Al menos, ésa ha sido mi experiencia. Pero lo que quizá no esperas — y puede entorpecer tus progre sos— es la profunda insatisfacción que experimentarás cuando esc poder no esté presente, cuando te sientas perdida, a oscuras, porque has olvidado pulsar el interruptor. He comprobado que la única forma de activar la electricidad espiritual es pedirlo. Siempre está disponible para mí, pero debo pedirlo. La insatisfacción que experimentas cuando el interruptor está des conectado se manifiesta de variadas maneras. De pronto no te gusta ninguna de las habitaciones de tu casa. Te arrepientes de los errores cometidos en materia de decoración. Tu ropa no te gusta o crees que ya no te sienta bien. Te aburre cocinar. Estás cansada de abrir el arma rio ropero de la entrada para ponerte un pañuelo en la cabeza antes de salir. Pero lo que es peor, esa embriagadora sensación de optimismo que sentiste al empezar a incorporar la gratitud a tu vida cotidiana ha dado paso a una profunda insatisfacción. Empiezas a pensar que el camino del encanto de la vida simple quizá funcione para ciertas muje res, pero no para ti. No te desmoralices. Tal como dice Dame Cicely Verónica Wedgwood, la historiadora inglesa: «La insatisfacción y el desorden son signos de energía y esperanza, no de desespero.» Lo que te ocurre forma parte del proceso. Yo lo llamo «la divina insatisfacción». Constituye el grano de arena en la ostra antes de que se forme la perla. Esta segunda y creativa oportunidad nos permitirá convertirnos en lo que deseamos ser. Cuando al fin logremos reivindi car nuestra propia vida y arrebatar nuestro futuro de manos de la Pro videncia. Cuando aprendamos a transformar la paja en oro. Cuando comprendamos con gratitud que si conseguimos acceder a esa energía espiritual podremos vivir según nuestras propias luces. Pide ser conectada a esa energía. Hoy mismo.
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12 DE FEBRER O
I lace un tiempo confiabas en ti misma í on fía en ti m ism o y apren derás a vivir. JOHANN WOLFGANG VON GOETHE
I I o y , busca una fotografía de cuando tenías unos diez años en la •111< .iparezcas sonriendo. Ponía en un bonito marco y colócala sobre in mesa de trabajo, o de tu escritorio, o en tu diario de descubrimien to. Musitado y contémplala todos los días. Envía un beso a esa joven
(tl)
Tu punto de vista es único: valora tu autenticidad H a z te la siguiente p regu n ta: ¿he desarrollad o tod o m i p o ten cia l com o m u jer y com o person a? J ane Wagner
I^ .e s p ira hondo y relájate. La buena noticia es que no has desarro llado todo tu potencial o no te sentirías atraída por este libro. Todavía te esfuerzas, todavía sueñas, todavía tienes aspiraciones que no has colmado. Yo tampoco he alcanzado mi plenitud como mujer y perso na, de lo contrario no escribiría este libro. Ambas nos hemos embar cado en una emocionante aventura que a veces nos asusta un poco. Uno de los jalones más importantes con el que nos toparemos en nuestro viaje es el momento en que descubramos nuestro propio pun to de vista y comprendamos lo valioso que es. Según ha observado la escritora Joan Mills: «Me he pasado la vida creyendo en la fuerza y la competencia de los otros, sin confiar en mis propias dotes. Ahora he descubierto con asombro que poseo diversas capacidades. Ha sido como hallar una fortuna en el forro de un abrigo viejo.» Hoy, o tan pronto como puedas, concédete uno de los caprichos más estimulantes que conozco. Saca veinticinco dólares del banco en billetes de cinco y distribúyelos en los bolsillos de tus abrigos y cha quetas. Luego olvídate de ellos. La próxima vez que te pongas un determinado abrigo y encuentres cinco dólares en el bolsillo, échate a reír y recuerda que cada día que seas capaz de amar, honrar y respetar tu propio punto de vista estarás más cerca de hallar una fortuna. Ahora quiero que hagas otra cosa. Empieza a tratarte con más generosidad. Empieza con cinco dólares. Cómprate unas flores para ponerlas en tu mesa de trabajo, disfruta de un cruasán con el café de media mañana, vete a una peluquería elegante y pide que te laven el pelo con un champú que huela a almendras. I la/, algo que se salga de lo común y te levante los ánimos. ■Ámate a ti misma y todo ira peí fectamente — solía decir Ian ille Hall Tienes que amarle paia couse guir algo en esta vida.-
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Sueños enterrados C u an d o existe m ucho a m o r siem pre se prod u cen m ilagros. W il l a C a t h e r
]R .e q u ie re mucho amor y coraje desenterrar los sueños que hemos ocultado dentro de nosotras. Hoy es el día dedicado al amor, una oca sión perfecta para bucear en nuestro interior y revisar con afecto y comprensión el camino que hemos recorrido hasta ahora. Hace tiempo creimos que íbamos a comernos el mundo. ¿Te acuerdas? Hoy todas tenemos nuestra cuota de decepciones y amar guras, junto con algún recuerdo risueño de nuestros esfuerzos por alcanzar la meta. A lo largo de los años hemos enterrado multitud de sueños bajo un montón de buenas intenciones, ingenuidad, abando nos, renuncias, fracasos, desilusiones, rechazos, decisiones erradas, intentos fallidos, equivocaciones estúpidas, circunstancias imprevistas, caprichos del destino y oportunidades desperdiciadas. No es de extrañar que necesitemos una buena dosis de coraje para volver sobre nuestros pasos. Pero el «coraje es el precio que exige la vida a cambio de proporcionarnos paz», según nos recuerda la aviado ra Amelia Earhart. Una mujer sabia me aconsejó una vez que evitara convertirme en una «quiero-y-no-puedo o puedo-y-no-quiero. Lim ítate a ser tú mis ma». Y aunque he aprendido que tan importante es poseer la capaci dad de crear sueños como que éstos se cumplan, también he aprendi do que lo primero es ser una misma. Hoy es el día de ser tú misma, simplemente. Arrímate a las perso nas que quieres, sé amable contigo misma. Sosiégate y trata de evocar los sueños que enterraste hace tiempo. Las brasas todavía resplande cen en tu alma. Contémplalas en tu mente, acaricíalas en tu corazón. I 'l sueño siempre se me escapaba — confesó Anais Nin— . El milagro ci.i atraparlo, vivir un instante en íntima comunión con él.»
15 I)K h’l'IJREKC)
Conocer al explorador interior S ólo existe un viaje. E l qu e em pren des a l interior d e ti m ism o. R a in e r M a r ía R il k e
o ansiaba trasponer la puerta del jardín, seguir el camino que dis curría frente a él y partir hacia lo desconocido», escribió Alexandra David-Neel en 1923, recordando su viaje al Himalaya en busca de la verdad espiritual y de aventuras. La exploradora parisiense, que anti guamente había sido actriz, se vistió como un peregrino para dirigirse al corazón del Tíbet, la ciudad cerrada y sagrada de Lhasa. Era la pri mera vez que una mujer occidental contemplaba su rostro. Mientras transporto en mi furgoneta a mis hijos y a los de los veci nos desde la escuela al campo de fútbol para que se entrenen, me pre gunto cómo consigue una mujer moderna satisfacer sus deseos de recorrer mundo. ¿Cómo compagina el sueño de visitar el templo de la reina egipcia Hatshepsut, cerca de la antigua ciudad de Tebas, con sus deberes domésticos y profesionales? Si tú también ansias contemplar unos paisajes más allá de tu jardín, haz lo que yo hago para mantener viva la chispa de la aventura: viaja a tu interior para conocer a tu exploradora auténtica. ¿Hacia dónde se dirige? Si pudieras viajar a cualquier lugar del mundo, con todos los gastos pagados, disponiendo de una canguro para hacerse cargo de los niños, ¿adonde irías? ¿Por qué? ¿Con qui'én partirías? ¿Cuánto tiem po permanecerías allí? ¿Qué harías en ese lugar? Sí, se trata de una fantasía de primera clase, y muy divertida. Para inspirar tu creativa visualización, pásate por la librería y hojea unas guías de viajes. Recorre con tus dedos los distintos lugares que éstas te proponen. Lee las biografías de exploradoras célebres. Infórmate so bre sus hazañas y retén los datos en tu subconsciente. A continuación, haz una excursión creativa a una agencia de viajes y coge varios folletos de pintorescos lugares para incluirlos en tu dia rio de descubrimientos ilustrado. Cuando te pregunten la fecha de partida, responde que aún no lo has decidido. Nadie tiene por qué saber que viajas sentada en el sillón de tu casa, dando alas a tu imagi nación en una fría noche de invierno, considerando la exploración como una metáfora personal.
Qui/á te preguntes por qué. Pues porque, tal ionio observa astuta mente Aliec Walker, cada du vamos aprendiendo que «el país mas remoto c inexplorado reside en nuestro interior». Nosotras somos nuestro continente negro, nuestra frontera salvaje. En nuestro viaje lucia la autenticidad nos aguardan muchas maravillas por descubrir.
16 DE FEBRERO
Al final de nuestras exploraciones E xploram os sin cesar, y a l fin a l d e nuestras exploraciones llegam os a l pu n to de partida. Y recon ocem os ese lugar p o r p rim era vez. T. S. E l io t
(C u a n d o vivimos nuestra vida con autenticidad, descubrimos por primera vez el lugar que realmente nos corresponde en el mundo. Pero este conocimiento no se adquiere fácilmente. Requiere tenacidad y valor adentrarse en la parte más recóndita de nuestro ser. ¿Quién sabe lo que podemos hallar allí? «Si vives cerca de un dragón, no con viene mantenerlo al margen de tus cálculos», recomienda el escritor J. R. R. Tolkien. Nuestros dragones son nuestros miedos, que nos acechan de día y nos persiguen de noche. Miedo a lo desconocido. Miedo a fracasar. Mie do a emprender algo nuevo y no ser capaz de terminarlo. Una vez más. O el temor real, el que nos hace estremecer: el temor de tener éxito en nuestra empresa, de convertirnos en nuestro yo auténtico y afrontar los cambios que ello supone inevitablemente. Puede que no nos guste la for ma en que vivimos, pero al menos pisamos terreno conocido. N o sabemos hacia dónde nos dirigimos y ello nos aterroriza. Re surgen viejos sueños, nos sentimos atraídas por nuevos deseos. En lugar de claridad, nos sentimos desorientadas. En esos momentos con viene tener presente lo que dijo T. S. Eliot, en el sentido de que no debemos temer profundizar en nuestro yo auténtico porque al final de nuestras exploraciones personales llegaremos al punto de partida y nos daremos cuenta de que es el lugar al que pertenecemos.
Las mujeres siempre hemos sabido cómo tratar con los dragones que se ocultan debajo de las camas o dentro de los armarios. Encende mos la luz y tranquilizamos nuestros angustiados espíritus con amor. Es preciso aniquilar a los dragones que se ocultan en nuestra mente. Hoy, si tienes miedo o te sientes angustiada respecto al futuro, empuña la espada de doble filo de la luz y el amor. Recuerda que una aventura sin dragones carece de emoción. Pero como en los mejores cuentos, al final de tus exploraciones vivirás feliz eternamente.
je»— representa abandonar la comodidad y la seguridad de la civiliza ción para aventurarte en la selva. Eso es precisamente lo que haces cada vez que escuchas a la mujer que hay en tu interior, tu yo auténti co. Recuérdalo. «Debes abandonar la ciudad de tu comodidad y segu ridad para aventurarte en la selva de tu intuición — aconseja Alan Alda a la exploradora que llevas dentro— . Descubrirás cosas maravillosas. Te descubrirás a ti misma.»
18 D E FEBRERO 17 D E FEBRER O
\Jn safari del yo y del espíritu Los bosqu es fu ero n hechos p a ra los cazad ores d e sueños, los ríos p a ra el p esca d o r d e canciones. Los ríos y los bosqu es p erten ecen a los cazadores qu e cazan sin escopeta. S am W a l t e r F o ss
E v n el verano de 1893 , una inglesa llamada Mary Kingsley viajó a la zona más salvaje y peligrosa del Congo francés en busca de sí misma. Sus padres habían fallecido recientemente y de pronto, a los treinta y un años, la señorita Kingsley se encontró «no sólo sumida en el dolor, sino carente de un propósito en la vida». Su aventura en África occi dental cambió su situación radicalmente. Al cabo de varios años, sus escritos y sus hallazgos naturalistas, incluyendo restos de especies des conocidas de peces y animales, fueron aplaudidos por la comunidad científica victoriana. Mary Kingsley iba en pos de un sueño: averiguar quién era y el lugar que ocupaba en el mundo. Al igual que tú. Pero aun sin tenci que enfrentarte a los peligros que ella afrontó — animales salvajes, aíi ladas lanzas y enfermedades mortales— , te has embarcado en un.i aventura tan emocionante como la de cualquier explorador. Dcsctibt u las fuentes del Nilo o seguir el curso del Amazonas constituyen tin.r. aventuras equiparables al vi.ijc interioi que has emprendido, un .alan del yo y del espu mi I, ii A lrita, cuipi endei un salan que en svv.ihili mj*ni I u .1 ..vía
La vida durante un safari E l corazón es un ca z a d o r solitario q u e caza en una colina solitaria. F io n a M a c l e o d
tl# l invierno es la estación seca en África, la época de los safaris. I'ociemos extraer varias lecciones de las estaciones secas en la vida, y de la vida durante un safari. «Una podía esperar muchas cosas de Dios por las noches, cuando las fogatas ardían frente a las tiendas de campaña — escribió Beryl Markham sobre la vida durante un safari— . Cuando te sentabas a
escuelu. Alguien te está hablando, animándote .1 il.u el siguiente paso para abrazar el misterio de la selva que yace en tu interior.
Ten la seguridad de que verás renacer tus esperanzas. Tus oraeio nes obtendrán respuesta. La estación seca de la vida no dura siempre. Las lluvias primaverales no tardarán en presentarse de nuevo.
19 D E FEBRERO
Encuentro con el arqueólogo auténtico N o p o d em o s en cen der a v olu n tad el fu e g o q u e reside en nuestro interior. E l espíritu sopla con fu e r z a y nuestra alm a p erm a n ece en vu elta en e l m isterio. M atth ew A r n o l d
j ^ ^ .1 igual
que el explorador interior que busca aventuras en parajes desconocidos, el arqueólogo auténtico sabe desenterrar fragmentos de recuerdos que yacen sepultados en la tierra fértil del subconsciente. Los arqueólogos saben «interpretar» artefactos del mismo modo que un detective interpreta las pistas que halla. El motivo por el que pre tendemos despertar al auténtico arqueólogo es para que excave en tu interior. «Cómo recordamos, qué recordamos y por qué lo recordamos configuran el mapa más personal de nuestra personalidad», nos recuerda la escritora Christina Baldwin. Hoy, dedícate a recordar. Disponte a realizar una poco fatigosa pero auténtica excavación que te ayudará a descubrir el misterio en el que se halla envuelta tu alma. Aunque quizá no lo sepas, has vivido numerosas vidas, y cada una de ellas ha dejado una señal indeleble en tu alma. No me refiero a la reencarnación, sino a la forma episódica en que evoluciona nuestra vida: la infancia, la adolescencia, el instituto o los primeros años de carrera, el matrimonio, la maternidad, quizá la circunstancia de ser madre soltera, la viudedad, etcétera. Cada etapa de nuestra vida está jalonada por risas y lágrimas. Pero lo más importante es que desarro llamos unas preferencias personales. Cada experiencia vital deja una capa de recuerdos, como un depósito de sedimento: las cosas que
Iicin< is .1111,111( * y lo'. molliriili >s de .ilcgi 1.1 <(lie recordamos i cvcl.in lllíos iri.i/os de nuestro yo .iiiténlico.
Algunas mujeres se resisten .t evocar el pasado porque temen (Ic.scntcrr.u recuerdos dolorosos. Pero al igual que cada enfermedad nos proporciona un regalo si sabemos buscarlo, cada recuerdo doloro.o nos aporta paz. No hay nada que temer. El pasado sólo pide que lo i acordemos.
20 DE FEBRERO
La excavación auténtica A veces una person a tiene qu e retroced er hasta el pu n to de p artid a — a fin de percibir, d e com pren der todo lo qu e h a g an ad o y p erd id o — antes de seguir adelan te. Pa u le M a rsh a ll
K , hecho de desenterrar un mosaico es uno de los hallazgos más emocionantes que puede experimentar un arqueólogo. Los mosaicos constituyen unos dibujos o diseños decorativos formados por millares de fragmentos multicolores de piedra o vidrios incrustados a fin de crear un cuadro visual más amplio. Los mosaicos primitivos relatan historias sagradas sobre mundos antiguos — cómo vivían ciertas gen tes y qué cosas eran importantes para ellas— , revelando a los arqueó logos importantes datos sobre el pasado. Durante nuestra excavación auténtica iremos también en busca de un mosaico: qué fue lo que nos aportó momentos de felicidad y satis facción en nuestra vida pasada. Al volver la vista atrás, ten presente que la memoria es caprichosa. Es preciso cortejarla y halagarla para conseguir que se rinda a nuestros encantos. En ocasiones nos sorpren de su generosidad, y recordamos algunos momentos con asombrosa nitidez. Pero la mayoría de las veces nos ofrece unos recuerdos frag mentados, como pedacitos multicolores de cristal o piedra. En ese ca so, debemos ser pacientes a medida que vamos retirando los depósitos de sedimento del pasado. Hoy, disponte a emprender una minuciosa excavación personal. Deja que tu arqueólogo auténtico recoja artefactos que puedan favore
cer la memoria: viejas fotografías, cartas, recuerdos. Dedica un rato para meditar a solas y emprender un agradable viaje al pasado. Saborea un vaso de vino o una taza de té. Escucha la música favorita de tu juventud: Elvis, los Beatles, los Bee Gees. Contempla un álbum de fotos, hojea el anuario de la escuela secundaria, lee viejas cartas de amor. Trata de evocar tu vida cuando tenías diez años, dieciséis, vein tiuno, veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, etcétera. Concén trate en los recuerdos que acudan a tu mente mientras tomas de nuevo o con la jovencita y la mujer que eras. Saborea los momentos felices. Lo que buscas es un esquema de placeres y preferencias perso nales y auténticos. Son los fragmentos de tu mosaico. «Los hechos en nuestras vidas se producen cronológicamente, pero su importancia puede no coincidir con ese orden cronológico», afirma la escritora Eudora Welty. Con paciencia y a través de una serena observación, esos hechos proporcionarán al explorador que lle vas dentro un «hilo continuo de revelaciones».
21 DE FEBRERO
Desenterrar tu verdadero yo, primera parte P u ed e qu e el h ech o d e ser una m ism a sea un p la cer a d q u i rido. P a t r ic ia H a m p l
Ilrx c a v a r un yacimiento arqueológico no es una tarea atractiva. Requiere muchos esfuerzos, a menudo en condiciones muy duras. Es preciso remover toneladas de tierra antes de descubrir los tesoros del pasado que han permanecido ocultos. Por impacientes que se mues tren los del equipo, las excavaciones deben realizarse de forma lenta y cautelosa. Pero ése es precisamente el aspecto más emo cionante de nuestra labor de autodescubrimiento. Debemos excavar pacientemente con nuestras plumas a fin de de scnterrar nuestro verdadero yo. «Mientras una sij>a buscando, siempre obtendrá respuestas*', dice Joan Mae/ ¿ V que e*. lo que bus< amos? Re tazos de nuestro estilo autentico.
Din ante nÍ|',Ií ).s la*, mujeiet lian iuonIi ado al mundo ______________ W H -
mi
estilo innato a
___________________
través de su aspecto personal, la decoración de sus casas, la forma de relacionarse con los demás, en su trabajo y en la búsqueda de sus pasio nes personales. Cuanto más aprendamos sobre nosotras mismas y nues tras preferencias, más fácil nos resultará tomar las decisiones adecuadas. Y las decisiones creativas constituyen el núcleo de la autenticidad. La libertad de elección nos permite abrazar lo nuevo porque esta mos abiertas al cambio. Hoy, mientras repasas tu vida trata de analizar las decisiones que tomaste anteriormente. ¿Han sido unas decisiones que te han beneficiado? ¿Sueles dejarte guiar por el corazón, la cabeza o la intuición? ¿Estás satisfecha del sistema que empleas a la hora de tomar decisiones o te gustaría probar otro? ¿Te lamentas de algo que no hiciste en el pasado? Quizá recuerdas con nostalgia un sueño que enterraste hace mu cho en lugar de tratar de alcanzarlo. En tal caso, deja de pensar que es demasiado tarde y consuélate con las palabras de Faith Baldwin: «El tiempo es una modista especializada en arreglos.» El hecho de haber se demorado no significa que nuestros sueños no vayan a cumplirse. Quizás hayas adquirido la suficiente sabiduría para reformar tus sue ños y lograr que se realicen. Quizás hayas aprendido a tomar otras decisiones. Excava con tu pluma. Mantén un diálogo con tu yo auténtico. Pre gúntale sobre las decisiones que tomaste y las que dejaste de tomar. Escucha sus sabios consejos.
22 D E FEBRERO
Desenterrar tu verdadero yo, segunda parte M i m em oria está en mis m anos. Sólo recu erdo cosas cuan d o dispongo de un lápiz con el qu e an otarlas y jugu etear. C reo q u e es tu m an o la qu e se concentra en esas cosas. A u n q u e ignoro el m otivo. D a m e R e b e c c a W e st
E
s t a
m a ñ an a
co m e n z a m o s q u e
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d e d ic a m o s
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p re g u n te s T a l
vez
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a y e r p o r d is
muí |',.n cu tu p,r.,ido cu lur.c.i de pi.st.is (itic te indiquen l.i lorma de vivit el píeseme sai isl .utoi i,miente. IV ruo^o que le muestres receptiva: estas excavaciones amplían tu sentido de lo posible en tanto c]ue te proporcionan un conocimiento más prolundo sobre li misma. C oge la pluma para juguetear con ella y en tu diálogo diario regresa al hogar de tu infancia.
¿Cómo estaba decorado? ¿Lo recuerdas? Paséate por las estancias y contémplalas detenidamente. ¿Ordenabas tú misma tu habitación? ¿Solías cerrar la puerta? ¿Cuál era tu lugar favorito en la casa? ¿Era tu madre una buena cocinera? ¿Preparas alguna vez sus recetas espe ciales? ¿Cómo te consolaba tu madre cuando estabas enferma? ¿Cuándo comiste por última vez una sopa de letras y galletitas saladas en una bandeja en la cama? ¿Dónde ibas de vacaciones? ¿A casa de tus abuelas? ¿Las recuer das? ¿Tienes algún recuerdo que asocies con las vacaciones de verano en tu infancia? Pasemos ahora a tu adolescencia. ¿Había alguna chica en tu clase a la que iraras? ¿O envidiaras? ¿Quién era y por qué la irabas o envidiabas? ¿Asististe a algún baile de fin de curso? Describe tu vesti do. ¿Cómo ibas peinada? ¿Quién te inició en los ritos femeninos de vestirte, peinarte y maquillarte? ¿Hubo alguna mujer adulta en tu vida cuyo estilo personal te impactó? Sigamos con la época en que te instalaste en tu primer hogar, a principios de tu carrera o cuando te casaste. ¿Dónde estaba ubicado? ¿Cómo estaba decorado? ¿Todavía conservas algún mueble u objeto de decoración de aquella época? ¿Reflejan esos objetos tu auténtica personalidad o han cambiado tus gustos? ¿Conservas algunas reliquias familiares? ¿Te gustan? Ahora céntrate de nuevo en la habitación, lentamente. Has desente rrado más fragmentos para colocarlos en tu mosaico personal. «Ciertos detalles insignificantes se convierten en momentos de asombrosa reve lación cuando te topas con ellos por primera vez», observó la gran bai larina Margot Fonteyn. Solemos pensar que son los hechos importan tes los que marcan nuestra vida, pero son los pequeños momentos los que resuenan en nuestra memoria. Escoge uno de esos recuerdos agra dables y piensa hoy en él.
23
DE l'T'.BRI'.RO
Dejar tu huella personal I )ios está en los detalles. L u d w ig M ies v a n d e r R o h e
D e j a r tu huella personal en la vida significa que sabes exactamente cómo expresar «tu propio e inimitable estilo», según decía mi maravi lloso padre irlandés. ¿Pero es así? Hoy continúa ampliando tu sentido de lo posible y averigúalo. Considera las siguientes opciones como un juego divertido. Te instalas en una casa completamente vacía y empiezas desde ce ro. No tienes problemas económicos. Anota veinte elementos relacio nados con tu casa ideal, desde detalles arquitectónicos hasta muebles, que sean «imprescindibles» para ti. Puede tratarse de un asiento al pie de una ventana en el salón del piso superior o una confortable butaca y una otomana junto a la chimenea. Deja correr tu imaginación y tus dotes creativas. ¿Pertenecen algunos de esos objetos a tu pasado? ¿Dónde los viste por primera vez? ¿Lo recuerdas? ¿Desde cuándo sueñas con poseerlos? ¿Hay algún objeto aquí perteneciente a la casa que habitabas de niña? Acto seguido, imagina que tu armario ropero y los cajones de la cómoda están vacíos. Necesitas llenarlos. ¿Cuáles son las primeras diez cosas que colgarías o colocarías en el armario y los cajones? Qui zá quieras conservar algunas de tus prendas actuales preferidas, o comprar otras nuevas. ¿Qué es más importante para ti, la comodidad o tu carrera? Los armarios de la cocina están vacíos. Tienes que comprar una vajilla, una cristalería y manteles para diario y para ocasiones especia les. ¿Por dónde empezarás? ¿Qué tipo de vajilla usarás todos los días? ¿Qué forma prefieres que tengan los vasos y las copas? ¿Has pensado en esto? ¿Prefieres una colorida taza de loza o una taza de porcelana fina para tomarte el café o el té matutino? Esos detalles constituyen tus preferencias auténticas. «El jabón en el baño, las flores en el jardín, el libro sobre la mesita de noche, todo ello constituyen unos poderosos símbolos de la vida de una persona — observa la escritora y decoradora de interiores Charlotte Moss en su libro A ion fo r D etail— . A través de esos detalles contemplas el mundo íntimo de esa persona.» Cada día te
recreas a n misma mediante ins elecciones y picleiencia1. I*rcstanclo atención al detalle lus gestos auténticos otorgas expresión a la más personal de todas las artes: dejar tu huella personal en la vida.
24 DE FEBRERO
Ahora que he conseguido captar tu atención En cierto m om en to d e tu v id a harás un viaje. Será e l viaje m ás largo q u e has em p ren d id o jam ás. Es un v ia je p a r a en con trarte contigo misma. K a t h e r in e S h a r p
D
urante casi dos meses hemos contemplado el viaje a tu interior en busca de tu autenticidad. Quizás has empezado a dejar que la gratitud cultive la tierra de tu alma, preparándola para recibir las semillas del camino de la vida simple: hallar lo sagrado en lo ordinario, comprender que lo que tienes es cuanto necesitas, abrirte a unas elecciones creativas y saborear los pequeños momentos de la vida. Quizás has dedicado un tiempo a iniciar un diálogo diario en busca de tu yo auténtico, has gozado soñando con tu diario personal de descubrimientos ilustrado, o te has embarcado en el espejo de oro de la meditación para conocer a la mujer que llevas dentro. O quizá no... No te extrañe que lo sospeche, yo he estado en la misma situación en que te encuentras ahora. Sé que pueden pasar días, semanas e inclu so meses sin que halles un momento para ti misma. Sé lo que significa anteponer las necesidades de los demás a las tuyas. Sé lo fácil que es poner pretextos para no iniciar algo nuevo, por más que lo desees. Sé la facilidad con que la palabra «mañana» se escapa de nuestros labios, casi inconscientemente. Mañana empezarás. Mañana. Lo sé perfecta mente. Pero sobre todo sé que leer sobre un viaje no es lo mismo que emprenderlo realmente. Ahora que he conseguido captar tu atención, deja que te hable sobre el resto del año. Cada día, a partir de ahora, vamos a utilizar los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana como motivo de celebra-
i inii, Sí, de celebración. Mr apicndido muchas let ciones durante el camino que conduce .11encanto de las cosas simples. I .a primet .i es que los detalles cotidianos mlluyen poderosamente en nuestras vidas, que ninguna experiencia es insignificante, y que todo puede convertirse en i i i i . i fuente de inspiración si estamos abiertas a lo bueno que nos ofre ce la vida.
¿Cuántas veces hemos desperdiciado la ocasión de transformar nuestras vidas de forma positiva? Hoy debes tomar una decisión. Pue des proseguir el camino del encanto de la vida simple o cerrar ahora este libro. Si decides cerrarlo, mi bendición te acompañará siempre. Confío en que alcances la paz y la plenitud. Pasa este libro a una amiga. Si todavía me lees, ya sabes lo que debes hacer hoy mismo, no mañana. Examina tu vida. Da las gracias. Acepta tus circunstancias. Da las gracias. Haz un repaso de todo lo bueno que te ha dado la vida. Da las gracias. Dedica todos los días un rato a la meditación. Utiliza las herramientas básicas de que dispones, te ayudarán a hallar el camino. Pero por encima de todo, ten fe en ti misma y en el cambio divino. «Es imposible descubrir nuevos territorios si uno no está dispuesto a per der de vista durante una larga temporada tierra firme», nos advierte el escritor francés André Gide. Despliega las velas, leva anclas, arroja el lastre. Siente el viento en tu espalda. Mantén la vista en el horizonte. O quédate en tierra. Pero toma una decisión.
25 DE FEBRERO
Reordenar tus prioridades A p ren d e a tom ar o con e l silencio den tro d e ti y ten p resen te q u e en la v id a tod o tiene un propósito. E l isa b e t h K ü b l e r -R o ss
T -/a mayoría de las mujeres que conozco tiene una sola prioridad: sortear los obstáculos cotidianos sin perder la vida en el intento. Es el resultado directo del agobio que venimos experimentando día a día y
año ii.is .ino. Anuc M o n o w I imlluif'Ji, ONiiiiora, piloto, rspoN.i y madre lo denomina «las luet/as ccnti ii *• que tiran di .pi.td.ula mente de nosotras. 1.1 Iteeho de reconocci y rcorden.n uncMias priori dades para que den un significado a nuestras villas constituye una tarea profundamente personal que todas debemos cumplir si quere mos aprender a vivir según nuestras propias luces. Una prioridad consiste en algo que es importante para ti, como ini ciar un plan de ahorro para pagar los estudios de tus hijos, o aumen tar tu salud y vitalidad a través de la dieta y el ejercicio. Adquirir una seguridad económica es otra prioridad para muchas de nosotras, así como cuidar de nuestra familia y procurar que nuestro matrimonio sea feliz y duradero. Las prioridades no están escritas sobre granito. Deben ser flexibles y cambiar a medida que lo hacemos nosotras. Para mí las prioridades representan el caballete sobre el que colocamos el lienzo de nuestros días a fin de aplicar colores y formas a la obra de arte que creamos sin que el cuadro se desplome. Reordenar nuestras prioridades personales exige serenidad de áni mo y claridad. Quizá sea ése el motivo de que muchas de nosotras arrojemos la toalla. Pero cuanto más segmentada esté nuestra vida por nuestros hijos, nuestra carrera, nuestro hogar, nuestro matrimonio y nuestras necesidades de expresión personal, mayor debe ser nuestro empeño en identificar lo que realmente es importante en nuestra vida. Muchas de nosotras damos por supuesto que podemos continuar así indefinidamente, limitándonos a sortear los obstáculos. Pero no es cierto. Necesitamos un antídoto para aliviar el estrés y el agobio que experimentamos en nuestra vida cotidiana. Sigue los consejos de Anne Morrow Lindbergh y convierte el tiempo que dedicas a ti misma to dos los días en una de tus prioridades personales. «Es necesario dispo ner de un rato a solas para meditar, rezar, escuchar música, leer, estu diar o trabajar. Puede ser una actividad física, intelectual o artística, cualquier tarea personal creativa. No tiene por qué ser un proyecto gigantesco ni una obra maestra. Pero debe ser algo absolutamente per sonal. Disponer unas flores en un jarrón puede aportarnos una gran sensación de paz. Lo importante es que durante un rato prestemos atención a nuestro yo auténtico.» Hoy convierte el hecho de ponerte en o con tu silencio interior en tu primera prioridad. Al hacerlo, te asombrará comprobar que todo lo demás encaja automáticamente.
2 (, DI' l l'.HKI'.KO
La vida real comienza con el sentido de la reverencia D eja q u e tus conocim ientos se am plíen p e r o no olvides el sentido d e la reveren cia; así, la m en te y el alm a, en p erfecta com unión, cantarán a l unísono com o antaño. A lfr ed , lo r d T en n y so n
(C u a n d o mi hija tenía cuatro años, pregunté a mi marido si le im portaba que me ausentara durante un fin de semana y él accedió. Era la primera vez desde el nacimiento de Katie que mi hija y yo íbamos a separarnos pero necesitaba disponer de unos días para mí sola, a fin de centrarme, cosa que no podía hacer en casa. Por aquella época no sabía que la soledad es algo que debes incorporar de forma natural a la vida cotidiana. Aunque me sentí brevemente tentada por la posibilidad de dormir veinticuatro horas seguidas y darme el lujo de utilizar el servi cio de habitación en un hotel de la ciudad, decidí recluirme un par de días en un convento contemplativo de monjas episcopal. Comprendí que lo que realmente deseaba hacer era escuchar los exquisitos soni dos del silencio. Durante aquel fin de semana tan especial hubo muchos momentos maravillosos que siempre recordaré, pero lo que más me impresionó fue la silenciosa reverencia que presidía la vida entre los hermosos muros de piedra del convento. La reverencia es un estado alterado de la conciencia, cuando sien tes asombro y iración porque sabes que te hallas en presencia del espíritu. Esa sensación de reverencia te envuelve en una inmensa paz porque no existe el pasado ni el futuro, sólo el momento presente, en el cual te sientes perfectamente compenetrada con el cielo y la tierra. No hay diferencia entre el cuerpo y el alma. A veces, la meditación puede inducir espiritualmente este momento en que experimentas una plenitud absoluta, o bien el hecho de crear algo hermoso, ya sea una comida, un cuadro o un arreglo floral. El concentrarse en una tarea con gran esmero y atención también puede invocar a la reverencia. Por desgracia, la mayoría de nosotras no vivimos enclaustradas en un convento donde reside la reverencia. Pero durante el camino que
conduce .11 encanto de las t o* as simple, lie i onslaiado (|iit la gratitud que nos permite expci uncniai tina mayoi reverencia en nuestro quehacer cotidiano. Meistei l'.ckhart, el íilósolo aleman del siglo Mil cuyas enseñanzas influyeron de modo decisivo en el movimiento cuá quero, sostenía que «aunque la única oración que pronunciaras en tu
es lo
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vida fuera la palabra “gracias”, sería suficiente». La vida real — la vida real de felicidad y alegría que nos correspon de vivir— comienza cuando restauramos el sentido de la reverencia a nuestras tareas cotidianas. Hoy, busca lo sagrado en lo ordinario con el corazón rebosante de gratitud y te garantizo que lo hallarás.
27 D E FEBRERO
Consagrarte a tu despertar espiritual N o creo; lo sé. C arl J ung
A estas alturas no es un secreto que el camino del encanto de la vida
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simple es, aparte de creativo y práctico, espiritual, que te ayudará a alcanzar tu plenitud personal aunque no estés segura de que Dios exis te. Si te esfuerzas por incorporar más gratitud, sencillez, orden, armo nía, belleza y alegría a tu vida cotidiana, tu mundo experimentará una transformación tanto si crees en un poder superior que te guía como si no. Pero si consideras tu despertar espiritual como la parte más importante del proceso, ten la seguridad de que sucederá algo maravi lloso. La vida no te parecerá tan agobiante ni fragmentada como antes porque te darás cuenta de que no se puede separar lo espiritual de lo creativo y lo práctico. Todo cuenta. Cada uno posee un significado. Los tres están conectados entre sí. Crees que simplemente preparas un rustido, pero en realidad estás alimentando a unos cuerpos hambrientos y a unas almas que necesitan amor y ternura. Te enteras de que una amiga está enferma y dedicas la hora del almuerzo a buscar una bonita tarjeta postal para enviársela. Meses más tarde esa amiga te confiesa que tu tarjeta le sirvió de gran consuelo. Una mujer se pone en o con tu pequeño negocio de compras por catálogo para pedir un artículo que está agotado. No
puede espei .11 .1 que lo solicites .11 fabricante porque quiere regala 1selo a mi liij.i el día de su cumpleaños. I•-11 lu^ai de quitártela de encima, le das el nombre y el teléfono de un competidor tuyo que también c o mercializa ese artículo. De este modo pones en marcha un ciclo de bondad que beneficia a numerosas personas.
Hace un año quizá no lo habrías hecho, pero ahora sabes que en el ámbito espiritual no existe la competencia. Hace un año no sabías que cada decisión que tomas forma parte de un todo sagrado. Pero tal como afirma Christina Baldwin en su estupendo libro, L ife ’s C om panion: Jo u rn al Writing as a Spiritual Quest, «si nos preparamos abrién donos a toda clase de experiencias espirituales», llegaremos a com prender que «la espiritualidad constituye el centro sagrado del cual emana toda vida, incluyendo el lunes, el martes y las tardes lluviosas de un sábado en todos sus prosaicos y espléndidos pormenores». Hace un año quizá no creías que esto fuera cierto. Pero al final de cada etapa de tu viaje espiritual, compruebas que estás más abierta al mis terio, a la magia y a la majestad del plan maestro porque estás consagrada a tu despertar espiritual. Ya no crees, sino que lo sabes con certeza.
28 DE FEBRERO
Crear un lugar sagrado Es preciso disponer d e una h abitación a una cierta h ora d el día d on d e olv id arte d e lo q u e dicen los periódicos... un lugar d on d e p u ed as sim plem en te experim en tar y p o n er de m an i fiesto lo q u e eres y lo qu e p u ed es llegar a ser... A l principio q u iz á no suceda nada... P ero si tienes un lugar sagrado qu e utilizas y le sacas p rov ech o, a l fin a l a c a b a rá su cedien do algo. J o se p h C a m p b e l l
D u r a n t e mucho tiempo me resistí a crear un espacio sagrado para mí misma. Las excusas eran: a) no soy una monja y los altares sólo encajan en las iglesias y los conventos; b) vivo en una casa pequeña y no dispongo de espacio suficiente; c) no quiero que mi marido, el cual respeta mi búsqueda espiritual pero no la comparte, ni mi hija, me tomen por una excéntrica.
Siu i'inl mi |Mi, <11 a iil ti | (|iu oí i ,r. (“11 i Uoi ,i*, .i 11un iic», ,iilinii 11i.i ( \ i
quienes no considei,iI>.\ cM ciiiiii.ii) idilio |onn llorvseuko y |uli,i Clamerón habían erendo unos c.p.u ios para ellas mismas, y el coiuep to me intrigó. Un día, mientras meditaba, mi yo auténtico Mij'iiió qu< considerara la posibilidad de creai un espacio para concent i ai me, ccli brar y consagrar mi labor interior. «De acuerdo me dije , lo tendí» en cuenta, pero no sé dónde voy a instalarlo.» A la mañana siguiente, cuando me hallaba escribiendo en la i ama, alcé los ojos y «vi» con mi visión interior una pequeña banqueta a/ul apoyada contra la pared de mi habitación, rodeada por una lu/ blanca. ¡Flash! Era idéntica a la vieja banqueta que habíamos colocado en el porche. Eufórica, salté de la cama y reuní varios objetos que se halla ban desperdigados en diversos lugares de la casa y que evocaban pai a mí recuerdos de amor y gratitud. Media hora más tarde había creado un espacio sagrado a mi medida. Deja que te hable sobre mi «mesa de meditación», según la llama mi familia (y si a alguien le sorprende, se ha abstenido de manifestar su opinión). Se trata de una banqueta lacada de color azul oscuro que mide cincuenta centímetros de largo y veinte de ancho y que he insta lado contra la pared, también azul, de mi dormitorio. Está cubierta por un pequeño mantel de hilo y encaje. Sobre la mesa hay una vela grande y dorada, la cual ocupa el centro; una preciosa litografía victoriana de un ángel que representa la guía que me proporciona mi ángel tutelar; un grabado de la Virgen y el Niño en un marco ovalado dora do (que representa la naturaleza masculina y femenina de la Divini dad); un pequeño espejo con un marco dorado que utilizo para mis meditaciones en la búsqueda de mi yo auténtico; unas fotografías de mi familia y nuestros animalitos; un pequeño jarrón de porcelana blanco y azul (un regalo de boda) que contiene flores frescas; unos cristales de cuarzo rosa que representan el mundo natural; un peque ño recipiente con incienso; y un pebete de rosas y jazmines. Sobre la mesa, a ras de mis ojos (cuando estoy arrodillada o sentada frente a ella) cuelga un maravilloso grabado en un marco dorado del artis ta Michael Podesta que representa la esencia del encanto de la vida simple. La mesa se halla sólo a un metro de los pies de mi cama, de forma que puedo tenderme y apoyar la espalda en la cabecera mientras medi to. Esta postura facilita mis sesiones de meditación. Después de reunir todos los objetos bendije la mesa mediante unos pequeños rituales. Al cabo de unos minutos me sorprendió compro bar la poderosa sensación de energía positiva que parecía rodear la mesa. Por supuesto, sabía que esa energía era amor, el amor que había creado ese espacio para mí en cuanto me abrí a él. Los objetos dis
puestos sobre I.i i iics,i rrpi eseut.m cm .1i i i o i , pe »i el cu.ti me siento muy .lf’,1.llll'i ul.l.
Te recomiendo que c rees un espacio sagrado donde concentrarte, celebra! y consagra! tu labor interior. No es necesario que sea muy )•i ande. Joan liorysenko posee actualmente una casa lo suficientemen te grande para disponer de una pequeña estancia dedicada a la meditai ion, pero con anterioridad había utilizado «la tapa de un escritorio, un rincón de la cocina y hasta una esquina del vestíbulo». Julia Caineron nos anima a crear un espacio personal donde llevar a cabo la búsqueda de nuestro yo auténtico, aunque sea simplemente el alféizar de una ventana. «Si queremos mantenernos sanas y creativas — dice— , debemos mantenernos espiritualmente centradas. Ello resulta más sencillo si realizamos unos ritos destinados a tal fin. Es importante que construyamos ese espacio con elementos que posean una cualidad sagrada para nosotras y nos proporcionen alegría.» No creas que funcionará para otras mujeres pero no para ti. Hoy, lo único que te pido es que te mantengas abierta a la posibilidad de crear un espacio creativo y sagrado en tu vida. Si lo haces, el espíritu se encargará del resto.
29 D E FEBRERO
Un día de gracia ¡V ein tin u eve d e fe b r e r o ! Este es nuestro añ o d e gracia. ¡R áp id o, estúpido corazón, atrap a tu p rerrog ativ a ! W a l t e r d e la M a r e
O ^ u é regalo tan inesperado y maravilloso es este año bisiesto, un año de gracia. Debemos atrapar rápidamente el momento, pues este día no volverá a presentarse hasta dentro de cuatro años. Podemos comenzar pidiendo una porción cotidiana de gracia para que nos guíe hoy. Lo hago todas las mañanas, antes de levantarme. Mi sistema favorito para pedir una porción cotidiana de gracia es la oración concebida por la escritora Marjorie Holmes:
S e ñ o r,
d am e
h o y
la
} ’,i a i i a .
N o para toda la vida, ni para la semana que viene, ni para mañana, sino sólo hoy.
Dirige mis pensamientos y bendícelos, dirige mi trabajo y bendícelo. Dirige las cosas que digo y bendícelas también. Dirige y bendice todo cuanto pienso, digo y hago. De modo que hoy, sólo hoy, yo posea la gracia que proviene de tu presencia... Ahora déjame compartir contigo algo que he descubierto respecto a la gracia. A lo largo de mi vida me he arrodillado multitud de veces. Por fortuna, la mayor parte de mis plegarias han sido respondidas. Algunas no, al menos no han obtenido la respuesta que esperaba. Otras se demoraron tanto que creí que el corazón me iba a estallar. Otras peticiones me fueron denegadas. Pero jam ás me ha sido negada una porción cotidiana de gracia. La gracia está todos los días a nuestro alcance — es nuestro pan espiritual de cada día— , pero debemos pedirla con el corazón rebo sante de gratitud y no preocuparnos sobre mañana. Mañana también recibiremos nuestra porción de gracia.
Pequeñas alegrías para febrero
X,
Coloca unas velas encendidas en toda la casa el día de la Can delaria, el 2 de febrero. Goza de su resplandor. Relájate y comprueba lo diferente que parece hoy el mundo sin lámparas eléctricas que dis torsionan la diferencia entre la noche y el día. Observa que adquieres un ritmo más pausado. Compra unas velas de cera de abeja. Las fabri can en multitud de exquisitos colores y reflejan la luz maravillosamen te. Consérvalas en el frigorífico y durarán el doble de tiempo sin go tear. Invita algunas amigas el domingo anterior al Día de San Va lentín, para tomar el «té de Cupido» y confeccionar unos regalos de papel para las personas que quieres. Utiliza el papel más vistoso que encuentres, así como cintas multicolores, flores secas, papel de seda, pegatinas, cartón, etcétera. No olvides el pegamento y las tijeras. Toma prestados unos libros de poesía de la biblioteca y trata de rcavi var ese arte que ha caído en desuso componiendo unos poemas. Sirve
i i i i . i i . m . i d e coloi rosa e n (orina t i c corazón, unos bollos rccubiertos J e conIiluta de frambuesa, le y jerez. I laz la prueba y seguro que se convertirá en un lestcjo tradicional de febrero.
'•«'5 Inscríbete una larga y amable carta firmada por tu yo auténti co. I elicítate por las cosas que estás haciendo ahora mismo, por lo que eres. Deja que tu yo auténtico te anime como animarías a tu hijo o a tu liija. l ’.cha la carta al correo y consérvala para leerla cuando te sientas alicaída. Este mes conviértete en una impenitente romántica. Lee algu na obra de Elizabeth Barrett Browning y goza de «la calma que nos aporta cada nuevo día». Añade una cenefa de encaje a un vestido o a los estantes del armario de la cocina. ¿Has encontrado una buena fotografía de cuando tenías diez años? Ponle un bonito marco y colócala sobre tu escritorio o tu toca dor. Si no la has encontrado, pídesela a tu madre o a algún familiar. Cultiva una planta. Ponte perfume todos los días. ^<5 Prueba un tono de carmín rojo vivo. ^<5 Compra una rosa roja de tallo largo y colócala en tu escri torio. <+§ Escucha la música de Colé Porter. *♦§ Contempla el vídeo de M em orias de África. Lee a Isak Dinesen y a Beryl Markham. Prepara un pastel de chocolate el Día de San Valentín. Crea un espacio sagrado para ti. y
MARZO
E s e l p r i m e r d ía a p a c ib le d e m a r z o . C a d a in sta n te m á s g r a t o q u e e l p r e c e d e n te ... Y en e l a ir e f l o t a u n a b e n d ic ió n ... WlLLIAM WORDSWORTH
J^ ^ Ia rz o llega, última aclamación del invierno y primer susurro de la primavera. Poco a poco, al igual que la naturale za, nuestros espíritus se despiertan del prolongado letargo invernal. Las ramas, que hace sólo unos días estaban desnu das, ahora se colman con nuevos brotes. En lo más profun do de nosotras sentimos estremecimientos de esperanza. Es el momento de remover la tierra en nuestro jardín interior. En el terreno fecundo de nuestras almas este mes plantaremos las semillas del segundo principio del encanto de la vida simple: la simplicidad.
I DI'. M ARZO
Restaurar la serenidad en nuestros empeños diarios D ios nos da la g r a d a p a ra acep tar con seren id ad las cosas q u e no se p u ed en m odificar, v a lo r p a r a ca m b ia r las cosas qu e se d eb en cam biar, y sabid u ría p a ra d iferen ciar unas d e las otras. R e in h o l d N ie b u h r
(C u a n d o reflexionamos sobre la serenidad, mucha gente piensa en la famosa oración del teólogo protestante Reinhold Niebuhr. Invocada a menudo por los de los programas terapéuticos que se desa rrollan en doce pasos, se la conoce popularmente como «La oración de la serenidad». Sin embargo, creo que ha llegado el momento de dejar de asociar la serenidad con las cosas que no se pueden modificar. Podemos cambiar espectacularmente la calidad de nuestra existencia y a la vez restaurar conscientemente la serenidad en nuestros empeños diarios. ¿Cómo conseguir esto exactamente en nuestra vida? Cuando con sigamos que las mujeres dejen de comportarse com o si fu eran tiovivos. Si a menudo te sientes como si de ti dependiera que el mundo gire, probablemente sea porque es así. Conozco a una mujer que al empe zar a cepillarse los dientes sale del cuarto de baño y, con la boca aún llena de espuma, empieza a hacer la cama. ¿Por qué razón? Pues senci llamente porque por el rabillo del ojo ha visto las sábanas arrugadas. Antes de que pueda enjuagarse la boca, ya se ha lanzado hacia una nueva tarea. No hace falta decir que un día que empieza con ese frene sí tan sólo puede ir de mal en peor. No era así como pasaba sus días la tranquila y regia Grace Kelly, estimada por todos como su alteza serenísima la princesa de Monaco. Ni es así como debemos pasar los nuestros. Y aunque tengo la segu ridad de que la princesa Grace tenía a alguien que se encargaba de hacerle las camas, la observación sigue siendo válida. Las mujeres sere nas no permiten que se las desvíe de su camino. Las que lo permiten, esas que desperdigan sus energías a los cuatro vientos, nunca alcanzan la serenidad. (Lo que sin duda consiguen es sufrir un ataque de ner vios, pero no la serenidad.) Así de sencillo.
I ln\ , debemos empe/ai recuperando nuestra cordura. Lo consej-inremos concentrándonos poco a poco en completar una sola tarea .1 la ve/, cada hora del día, hasta que el día se acabe. Al igual que los de las terapias de los doce pasos, debemos actuar «como si» lucramos gente serena (pensad en Grace Kelly), dirigiendo nuestra atención y la total conciencia hacia lo que estemos haciendo, desde cepillarnos los dientes hasta acostar a nuestros hijos. Vamos a ganar con este ejercicio la paz interior que surge al vivir plenamente en el momento presente. Por supuesto, soy consciente de que para la mayoría de nosotras, acostumbradas a representar seis personajes a la vez, lo que propongo debe sonar ridículo. Sin duda te preguntarás cómo vas a lograr hacer lo todo, si no lo haces todo a la vez. Sin embargo, te aseguro que con seguirás hacer con mucha mayor facilidad, eficiencia, placer y satisfac ción todo lo que te propongas — y todo cuanto necesites hacer— en cuanto logres armonizar mente, cuerpo y espíritu con la tarea que estes llevando a cabo. 1)e este modo experimentarás la serenidad.
2 DE MARZO
Meditación: muchos caminos hacia el momento presente L a m editación consiste sen cillam en te en ser uno m ism o y en sa b er lo qu e esto significa. Es darse cuenta d e q u e m archa usted p o r un cam ino, tanto si éste le gusta com o si no, y q u e este cam ino es su vida. J o n K a b a t -Z in n
S i no has practicado todavía la meditación, cuando escuchas esta palabra probablemente evocas la desagradable imagen de hallarte sen tada incómodamente en la posición del loto, con la espalda dolorida, con la cabeza dándole vueltas a todas las cosas que tienes que hacer, v medio atolondrada al tener que concentrarte en si estás respiran-
I'si.i mugen un lesulia atiaetiva y ademas es incmreí 11.1 IV10 es muy ¡ul i r ínula para explii ai poi i|iir mucha gente no pr.utii .1 la meili tación. N o obstante, existen apremiantes razones lisiológii as, p sirolo gicas y espirituales por las que deberíamos entregarnos regularmente .1 esta práctica. La meditación constituye la argamasa que mantiene uní dos mente, cuerpo y espíritu.
Existen muchas formas de meditación. La doctora Joan Borysen ko, psicóloga, científica y maestra espiritual altamente dotada e inspi rada, explica que la meditación es la concentración intencionada en una cosa, la cual puede ser tanto secular como espiritual. «Es posible que se haya quedado tan absorto arreglando el jardín, leyendo o inclu so abanicando su talonario de cheques — escribe— , que su respiración se haya hecho más lenta y su único objetivo se haya centrado de forma muy parecida al de una pantera acechando a su posible presa. En esc estado, la creatividad florece, la intuición conduce a una sabiduría más profunda, el sistema de curación natural de nuestro cuerpo se pone en funcionamiento, nuestro mejor potencial (ya sea físico como mental) se manifiesta espontáneamente, y nosotros nos sentimos psicológica mente satisfechos.» Por otra parte, la meditación espiritual «le ayuda rá a ser consciente de la presencia de lo divino en la naturaleza, en usted mismo y en los demás. El amor y la dicha, que son inherentes al espíritu ya que constituyen su auténtica esencia, empezarán a impreg nar su vida». Yo ejercito formas distintas para meditar, según cuáles sean mis necesidades internas: la meditación con el espejo de oro, escribiendo mis páginas de diálogos diarios, al mirar fijamente la llama de una vela, al concentrarme en una palabra sagrada de una oración para serenarse, al fijarme en una frase poética para hallar un mayor sentido personal, o saliendo a dar un paseo de meditación. Existen muchas formas para cada momento. Para Joan Borysenko, la «forma favorita de medita ción consiste en comer una pequeña y cremosa porción de tarta de chocolate con exquisita atención y tremenda gratitud. Siempre que nos hallamos plenamente presentes en lo que hacemos, estamos medi tando». Hoy debes retirarte a un sitio tranquilo, donde puedas sentarte o tumbarte en una postura cómoda, que te permita relajar el cuerpo. Ahora cierra los ojos y deja que tu respiración se haga lenta y regular. Comunícate con tu silencio interior. Considera cómo podrías reser varte veinte minutos al día para meditar. Eso es todo, basta con que lo consideres.
Reservarse un día de descanso personal ( .iiiilfjiiicra p u ed e cum plir con el día de descanso sem an al, /u ro lograr qu e éste sea un día sagrado precisa d e l resto de la semana. A l ic e W a l k e r
(C o n sid eram o s normal que el Creador descansara el séptimo día, mii embargo, yo conozco a muchas mujeres de hoy en día que, senciII.miente, dan por sentado que no se lo pueden permitir. A fin de i lientas, no son ellas las que crean el mundo en seis días; se limitan a .u .111car su peso sobre sus espaldas. Los griegos disponen de una palabi.i maravillosa para esta actitud: hubris. Hubris es un «sentido exage rado de confianza en sí mismo», y por lo general se manifiesta antes de una humillación. Un ataque al corazón es sin duda humillante, y no me sorprende en absoluto que las enfermedades cardíacas sean actual mente el principal asesino de las mujeres. «I lay quienes santifican el domingo asistiendo a la iglesia — confesaba Emily Dickinson— . Yo lo hago quedándome en casa.» Yo tam bién. Hay algunos domingos, sobre todo en invierno o cuando llueve, en los que no me quito el pijama hasta mediodía. Hace mucho que dejé de sentirme culpable por eso, pues aprendí a honrar mi día de descanso haciendo que éste fuera a la vez sagrado y feliz. Mucha gente considera el domingo como el día de descanso; otros lo celebran desde el viernes al anochecer y durante todo el sábado. Poco importa qué día de la semana te reserves para tu descanso personal, lo que importa es que te reserves uno. Aquí tienes una breve guía de lo que no debes hacer ese día: tareas domésticas agotadoras (está permitido preparar las comidas, pero éstas deben ser fáciles o complicadas según lo que elijas tú misma); reanudar una tarea que dejaste inconclusa la semana anterior, o adelantar un tra bajo que supuestamente tendrías que empezar el lunes; ir de compras a los centros comerciales que publican vistosos anuncios en los perió dicos del fin de semana. El día de descanso está hecho para la adoración, el descanso, la renovación, el rejuvenecimiento, los ritos de reafirmación, el esparci miento, el gozo, la revelación, el recuerdo de las muchas cosas por las que hay que estar agradecidas, ¡y para dar gracias! Esto puedes hacer-
lo en una iglesia, una mezquita, un templo o una sinagoga, o mientras te paseas, visitas tiendas de antigüedades, permaneces sentada en la • cama y, reclinada contra los almohadones, lees algo maravilloso frente a una bandeja con el desayuno, o haciendo el crucigrama delante de un espléndido fuego en la chimenea, asistiendo a una maravillosa exposi ción de arte o escuchando ópera en la cocina mientras bebes una copi ta de jerez y preparas un fabuloso festín. Lo que importa es que hagas algo especial que le hable a tu propia alma y que disfrutes con lo que estés haciendo. Tus actividades durante ese día deben enaltecerte y proporcionarte suficiente inspiración para que te sostenga durante la semana que va a empezar. «El domingo es como una pieza de brocado dorado extendida sobre la pila de sábanas blancas que constituyen los demás días de la semana», escribió Yoshiko Uchida en A J a r o f D reams. Si no era esto lo que pretendía el Creador cuando creó el domingo, entonces no ten go la menor idea de lo que es sagrado.
4 D E MARZO
Bombear en busca de inspiración E l p o z o d e la P roviden cia es profu n do. Son los cubos qu e llev am os hasta él los q u e son pequ eñ os. M a r y W ebb
A
J L W disponerme a escribir, pongo en práctica un cuidadoso ritual de comodidades que me facilitan la creación. Trabajo en la cama, con una tetera de té recién hecho en mi mesita de noche y una preciosa graba ción de nocturnos para piano sonando suavemente a lo lejos. A mi lado está la nueva libreta con el lomo en espiral y un bote lleno con mis rotuladores favoritos, junto con un montón de libros adorados llenos de páginas dobladas en las esquinas. Como ves, no estoy sola, sino en compañía de mi círculo de santas -escritoras a las que amo— , cada una poseedora de una voz autentica y de un mensaje especial para mí. Saboreo una y otra vez el trabajo de sus manos, de sus coiazones y de sus mentes para conseguii que el caudal
Mi i i11i.i I p a r a escribir es a lo que llamo «bombear en busca de insI>11ación». ( a i a n d o h a y que sacar agua de un pozo a la antigua usanza, os d e c ir, a mano, primero hay que verter un jarro de agua en la bomba p a t a que ésta funcione. Yo alimento mi propia bomba de una manera muy especial, pues la repetición del proceso activa el lado derecho de mi cerebro, que es donde se encuentra el pozo de la creatividad. U ti lizo siempre la misma taza para el té, escucho la misma música, escri bo con el mismo tipo de bolígrafos y de libretas, y releo los mismos libros. Ese ritual, instantáneamente reconocible, anuncia a mi cerebro que ahora estoy trabajando. Antes de que pueda darme cuenta, ya estoy tomando notas, como si cogiera un dictado procedente del Espíritu. Cuando tengo un largo borrador escrito a mano, me voy al despacho para trabajar con el ordenador. Es entonces cuando empieza el auténtico proceso de escribir. Una vez más, he conseguido la ayuda de la inspiración mediante la fuerza del ritual. Necesitas crear tu propio ritual tranquilizador para acceder a tu reserva interior: ese rincón profundo que hay dentro de ti, en el que leside la imaginación. ¿Por qué no crear uno que sea atractivo para cuando trabajes con tu diario de descubrimientos ilustrado? Si des cubres que no puedes trabajar con él cada día, escoge una noche a la semana y dedícala a evocar esas imágenes que revelen tus auténticas preferencias. Haz que ese proceso resulte lo más atractivo posible. Por ejemplo, después de haber acostado a los niños, tómate un baño pro longado y relajante en la bañera. Luego, cuando te encuentres cómoda y relajada, llévate a la cama la cesta donde guardas las revistas, las tije ras y el diario. A continuación, prepárate una infusión especial sólo para estas ocasiones. Enciende una bonita vela sobre el tocador, a fin de invocar la inspiración. Esta semana medita acerca de cómo crear un ritual tranquilizador, con el fin de alimentar su propia bomba. Y, mediante una ceremonia del bienestar, lleva contigo un cubo grande hasta el pozo de la Provi dencia.
5 1)1-. M A R Z O
Crear un baúl para el ajuar L a «esperanza» es esa cosa alada... q u e se p osa den tro d el alm a... E m il y D ic k in s o n
E / l baúl del ajuar, llamado también el baúl de la esperanza, era la donación que tradicionalmente hacían las madres a sus hijas en la épot a en que las jóvenes llevaban consigo enseres domésticos cuando si- r.r.a ban. Dentro de estos baúles acumulaban sábanas, colchas, manteles, va sijas de barro, vajillas de porcelana y sueños de felicidad conyugal. Yo no traje conmigo ningún baúl con el ajuar cuando me case. V tú? Yo soñaba con que me regalaran uno al cumplir los dieciséis anos, pero no teníamos dinero, así que mi sueño se vio aplazado. Recuerdo que no hacía más que contemplar un anuncio de una tienda de mué bles en la revista Seventeen, en el que había una madre y una liij.i encantadoras empaquetando esperanzas para el futuro de la joven den tro de un precioso baúl de cedro forrado. ¿Que por qué recuerdo todo esto? Pues porque he estado excavan do en mi yo auténtico. Si tú excavas lo bastante hondo, todo volvei a .1 resurgir. Y a menudo te sorprenderás ante lo que vas a encontrar. I )e modo que aquí estoy, treinta años después, repasando una vez más l<»•. anuncios de baúles para el ajuar. Sin embargo, dado que he formado un hogar sin uno de esos baii les, el mío difiere de la versión tradicional. En sustitución, utilizo una canasta de mimbre para picnic repleta de proyectos que confío llev.u a cabo en el futuro. Hará unas semanas, encontré en unas rebajas una preciosa tela con la cual hacer un mantel y unas servilletas para la co mida del Día de Acción de Gracias. Hasta que encuentre tiempo pai a coserla, la guardo dentro de mi baúl del ajuar. Una amiga de treinta años, que hace poco se separó tic* su esposo, está rehaciendo su vida, así que ha empezado a redecorai el hogar que ambos compartieron. En una tienda de saldos encontró unos íantasii eos cuadrantes de tela bordados con los que tapizar las sillas del c o m e dor cualquier tarde de sábado lluviosa. Estarán perleetamente denlo» de su baúl del ajuar hasta que encuentre el momento de utilizarlo-. ¿Captas cuál es la idea? No todos nuestros líeseos pueden li.ill.n satisfacción al instante. I lay que aprendei a e ,peí ai pacientemente pa
i ,i c|u< nuestros sueños se hagan realidad, sobre lodo en el camino que 11<mos elegido Pero, mienlras aguardamos, necesitamos preparar simI x >lu'.unente un sit ii» para nuestras esperanzas y nuestros sueños. 111< ln .o lie c 111pez. ii lo una canasta de mimbre para mi hija, que voy lle
nando i ou libros de mis autoras favoritas, a fin de regalársela cuando . ninpl.i los dieciséis años. «Espero» poder entregárselos dentro de un pie. loso baúl de cedro lorrado. Entonces mi sueño en el que una ni.nli e y una hija encantadoras empaquetan esperanzas para el futuro de l.i joven se habrá hecho realidad.
( ico firmemente que así será. La fe es lo primero que hay que «nip.iquet.ar dentro de un baúl para el ajuar.
6 DE MARZO
Crear una caja para los juguetes í )s lo ruego... vuestro ju eg o no necesita excusas. N unca pidáis excusas. W il lia m S h a k e sp e a r e
C e n a n d o nació mi hija, una de las alegrías que nunca exterioricé fue •Iii< poi lin tenía una excusa legítima para comprar juguetes. Mientras I' me crecía y sus preferencias en cuanto a regalos evolucionaban ine\n.ibleinente de los juegos de té en miniatura a los discos compactos y i l.r. prendas de vestir, constantemente tuve que recordarme que no 11•.. Miaba buscar más excusas para que los juguetes formaran parte de mi \id.i. Si tengo que seguir creciendo como ser humano y como artisi.i, ( •- indispensable para mí respetar la fuerza que da el juego. Es por . •.
que la compartas. ( ) puede que tu» I lévatela a tu doi mitono y ponía en el estante superior de tu ai mat ¡o. Caei i a la puerta. Esta misma semana, planea una exclusión creativa para empe/at a llenarla. Coge un poco de dinero y acude a un mercadillo que este l)ien surtido, a un bazar o a una papelería. Compra unas pegatinas, unos clips de colores, algunos lápices bonitos y gomas de borrar con íoi mas caprichosas. A continuación busca entre las tarjetas divertidas, C'.ompi a unas cuantas que despierten tu imaginación. ¿Qué otra cosa encum tras? Una jarrita para la leche con la forma de una vaca, una ristra de lucecitas en forma de pimientos picantes, una varita mágica... Guarda las pegatinas y las tarjetas en tu caja de juguetes hasta que llegue el momento de usarlas, deja los clips y las gomas de borrar en tu esa ito rio, cuelga del especiero las lucecitas en forma de pimientos, pon la jarrita para la leche en el frigorífico. Ríete cuando veas tus juguetes v deja que éstos te recuerden visualmente que debes animarte. Ahora piensa en los juguetes que deseaste cuando eras joven y que no tuviste nunca. Aún no es demasiado tarde para tener un osito de peluche, construir una auténtica casa de muñecas con luces eléctricas de verdad, o para completar un puzzle de mil piezas. Empieza cam biando tu lista de deseos para tu santo o tu cumpleaños. No tienen poi qué regalarte un aspirador si lo que deseas en realidad es una muñeca de porcelana sa. Informa a la gente que te rodea cuáles son tus nuevas preferencias. «Jugar es la exultación de lo posible», nos recuerda Martin Bubei Ahora consigue tus juguetes. Sal y juega como una niña buena ya mayor.
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Equipar un cajón de los remedios Un p o c o d e lo qu e os ap etece os h ará m ucho bien. M arie L l o y d
I -# a vida exige que nos preparemos para los momentos inevitables en que se pone a prueba nuestra alma, Esto se consigue mediante un cajón de los remedios. Estos cajones están pensados para esas noches
• ii que usted siente deseos de melei I.i cabeza lujo las sábanas y no .ilii minea más. Mi r e l u j o es el cajón inferior derecho del tocador, iiide (-nardo un montón de pequeños caprichos durante todo el año. ‘'•ni emluiyo, muchos de mis remedios eran originalmente regalos que amplimente guardaba para cuando hiciera falta algún remedio contra los infortunios del hogar.
Veamos lo que encontramos: una caja de bombones, botellines de ......líales o de licores (tamaño individual), un tratamiento para un baño de aromaterapia con propiedades tranquilizantes, varias revistas d* decoración inglesas (se pueden encontrar en alguna librería impori míe), un pequeño frasco de «Rescue Remedy» de flores de Bach, una i .eiK i.i homeopática de las que se compran en las tiendas de dietética, una almohadilla de terciopelo con hierbas para dormir a fin de que te piopoK ione dulces sueños, un antifaz de raso para aislarme de las disn ai ( iones, un gel de baño y talco con olor a rosas; antiguas cartas de mu>i aladas con una cinta de seda, un bloc de dibujo con recuerdos peí i males, una lata de deliciosas galletas, y un muestrario de infusio nes variadas y poco usuales. , I r das cuenta del encanto de la vida simple en ese surtido de plai eies? I lay aquí todo cuanto se precisa para mimar y consentir a una mujer cansada de todo: un baño fabuloso, algo delicioso para mordis que.u, algo sentimental para evocar los recuerdos felices, algo exquisii" p.u a paladear, algo agradable para leer. A continuación cambia las vil unas, llena tu bolsa de agua caliente y coloca media docena de cirios U.iui i»s encima de una bandeja. Coloca esta bandeja frente al espejo d.-l tocador, enciende una cerilla y ceremoniosamente construye tu piopu estrella polar. Escucha un poco de música apacible y ponte el pijama o el camisón favoritos. Luego métete en la cama y disfruta. Si e*(111 ni i funciona, tómate un par de aspirinas y por la mañana llámame por telefono. ( auiido equipes tu cajón de los remedios, fórralo con algún pre■ iusii papel para estantes y mete unos cuantos saquitos perfumados, a luí de que el cajón embriague tus sentidos. Envuelve tus remedios con 111 .o iivos papeles de colores y átalos con hermosas cintas. De este un ido, cuando abras tu cajón verás un deslumbrante surtido de mara v illa ,p re s e n te s : regalos de corazón para la persona que más se los ni' i ei e en el mundo.
8 DI* M ARZO
Zambullirse de cabeza H asta qu e no hagas las paces contigo m ism a, nunca estarás satisfecha con lo q u e tienes. D oris Mortman
I-/ a sencillez cobra importancia en nuestras vidas a medida que empezamos a hacer las paces con nosotras mismas. Esto se debe a que gradualmente llegamos a la convicción de que no necesitamos adornar lo que es bello. Y es posible renunciar a algunos de estos adornos, por que lo realmente auténtico está por fin a punto de manifestarse. A ese punto del proceso del encanto de la vida simple yo lo llamo «zambullirse de cabeza», pues implica un intrépido salto de fe hacia lo más íntimo: una exploración de cómo nos expresamos ante el mun do exterior mediante nuestra apariencia personal. Sin embargo, esto significa mucho más que la forma en que nos vestimos o nos peina mos. Se refiere a las múltiples formas sutiles que elegimos para cele brar o disimular nuestra autenticidad. Se refiere a conocer y finalmen te aceptar a la mujer que hay en nuestro interior. Se refiere a aprender a sentirnos cómodas con lo que realmente somos. «Nosotras no naci mos de una sola vez, sino a trocitos. Primero el cuerpo, luego el espí ritu — escribió Mary Antin en 1912 , en The Prom ised L an d — . Nues tras madres padecieron los dolores de nuestro alumbramiento físico, pero nosotras padecimos los más prolongados dolores de nuestro nacimiento espiritual.» Simone de Beauvoir lo expresó de otra manera: «No nacemos como una mujer, sino que nos convertimos en una mujer.» Y esta transforma ción requiere tiempo. Necesitamos tiempo para meditar, tiempo para reflexionar, tiempo para efectuar elecciones creativas, tiempo para salir del nido, tiempo para limpiar nuestros armarios, y tiempo para eliminar telarañas psíquicas a fin de llegar hasta nuestras esencias. Algunas de nosotras hemos permanecido dormidas durante años — ajenas a nuestra verdadera hermosura— , insensibles y drogadas por nuestra propia actitud de censura, por las dudas represoras y el con descendiente abandono. Reproducir estrategias que en el pasado pro porcionaban una sensación de alivio ahora sólo puede ofrecernos pesar. Y para deshacer los daños y volver a conectar con nuestro yo auténtico, necesitamos zambullirnos de cabeza, convencidas de que el
I |<1111 ii ims protege con su red. I’ero, |>oi encima tic todo, necesita un-', ti.it,unos amablemente, con l.i dulzura que otorgamos .1 los ani l l e , ico-. necesitados de la perseverante seguridad que les proporciona ti auténtica identidad.
9 DE MARZO
Un reflejo radiante: proyectar el yo auténtico Son m uchísim as las m ujeres qu e ignoran cuán fan tásticas son. L leg an a nosotras m uy elegantes p o r fu e r a , p e ro m uy inseguras p o r dentro. M a r y K a y A sh
S o n pocas las mujeres conscientes de cuán fantásticas son. Si dijéra mos la verdad, probablemente todas itiríamos que nos sentimos bastante inseguras respecto a nuestra apariencia personal. A muchas de nosotras nos gustaría cambiarnos por una versión más esbelta. Algunas hemos llevado el mismo corte de pelo durante la última déca da, y no porque nos favorezca, sino porque hace que nos sintamos a salvo. Además, otras no hemos cambiado el tipo de maquillaje desde que teníamos veinte años, a pesar de que el rostro que se refleja en el espejo no soporte el color fucsia tan bien como antes. Sin embargo, aunque no sepamos conscientemente cómo mejorar nuestro aspecto exterior, hay alguien que sí lo sabe. Mientras cola boramos cada vez más íntimamente con esta maravillosa fuente de elegancia, de conocimiento sobre nuestro estilo personal, de confortabilidad, empezamos a despertar a nuestro propio esplendor. Esta fuente — nuestro yo auténtico— está a la espera de ayudarnos a con vertirnos en la mujer que pretendemos ser. Un modo fácil que te permitirá empezar consiste en reunir varios catálogos de venta. Cuando dispongas de un rato tranquilo para ti, siéntate y hojea esos catálogos. Recorta las fotos de las mujeres que consideres atractivas y las prendas que te gustaría llevar. No pienses en ningún momento si podrías permitirte comprar lo que hayas selec-
eionado, ni si i.ilm.r. en esa i.ill.i alioi.i Isla es iiim sesión ctealiva para que las ideas surjan espontáneamente. Recuerda ¡iempr» que los suchos tus visualizan'iones erealivas deben preceda siempre a las manifestaciones físicas. Distráete con los recortes de tu diario de des cubrimientos ilustrado. Form a un colage con lo que sería tu m uja ideal: elige el peinado perfecto, reúne un fantástico ajuar para la casa \ para el trabajo. Diviértete con esto. Simula que sólo tienes diez años de edad y juega con esas muñecas de papel. Observa qué es lo que ave riguas. ¿Existe algo en los recortes de tu diario de descubrimientos que se parezca a alguna de las prendas que conservas en el armario? Reflexiona detenidamente acerca de esto.
Ahora hazte una promesa. Dado que te has embarcado en esta aventura para despertar tu propia autenticidad y descubrir tu propio concepto de la elegancia, debes estar dispuesta a no comprar ninguna otra prenda, a menos que estés absolutamente convencida de que no puedes vivir sin ella. No te conformes con algo que no está hecho para ti o es de segunda mano. En el camino diario hacia la alegría y el bien estar vas a descubrir el gozo de rodearte tan sólo con aquellas cosas que amas y el placer de llevar sólo las prendas que hagan que parezcas fabulosa y te sientas así, además de proyectar tu auténtico sentido de la elegancia. Deja que la poderosa fuerza de la sencillez empiece a influir en tu vida. Si con eso no te sientes realmente tú misma, enton ces vive prescindiendo de ello.
10 D E M ARZO
Tú no eres lo que aparentas, pero... ¿lo saben los demás? L a tragedia de nuestro tiem po reside en qu e vam os d e m a siado concentrados, com o entontecidos. J e ssa m y n W e st
TJL odas podemos mejorar nuestro aspecto en algunas ocasiones. Al gunas pueden hacerlo en cualquier momento. Pero ninguna de noso tras quiere «mejorar su aspecto» a cada momento de nuestra vida.
l'nMiN.t >11 esos días (ii que le licncn sin ( nielado o c*. i as demasiado can ... I.i | i.i i .1 eo)M'i siquiera mi pincel. ¿Se puede hallar in spiració n en ....... t.-fallos sucios, en una cara sin lavar, en el cabello enmarañado? , l*n. . 1. 11a bei manifestación de revelaciones cuando la falda nos va deiii i i.i.lo ajustada y los pantis nos tiran de la cadera?
< 11nI io en que sí. Pues conozco esos días lo mismo que esos días 11 t u n e e n a mí. '.ni duda a ti te enseñaron — lo mismo que a mí— que es muy impi mante la forma en que nos presentamos ante los demás. Por desi■i ii i i, nuestro exterior cuenta mucho más de lo que debiera. A menuilii, t n,indo no vivimos según las expectativas de los demás respecto a i ii.ti debiera ser nuestro aspecto o cómo debiéramos comportamos, i tennis víctimas de un círculo vicioso de aversión y rechazo hacia nomiiias mismas, del que resulta difícil escapar indemnes. En momentos ahí, resulta consolador recordar que nuestras almas son más relucienme
ii s que el celofán.
l a belleza es una luz interna, un fulgor espiritual que todas las mujeres poseen, pero que la mayoría ocultan, inconscientemente, ni i;.nulo su existencia. Aquello que no reivindicamos, permanece invi sible ••, observa Marianne Williamson en A W om an’s Wortb. I’ero, a medida que la relación con tu yo auténtico se hace más intima • .i medida que recuperas tu auténtica identidad incandescen te , se produce una transformación gradual, aunque innegablemente lisica. Ks del todo imposible entregarse al propio desarrollo espiritual, •(espertar a la propia luz radiante, sin que esto no salga al exterior. «Es voluntad de Dios que seamos hermosas, que amemos y seamos amatías, y que tengamos éxito en todo lo bueno — nos recuerda Marianne Williamson— . Y es voluntad de Dios que todas nos convirtamos en las diosas para lo cual fuimos concebidas.»
Enviar y recibir señales personales Si decidcs trabajar diariamente para autoneal'izarte, todo tu mundo puede cambiar... I.as dos mujeres que hay en ti pueden hacer que lo consigas. A n u n c io d e la c r e m a d e b e l l e z a P o n d ’s G o o d HOUSEKEEPING, d ic iem b re d e 1947
N
o había visto a mi amiga desde hacía meses. Al principio, cuando se acercó entre la multitud de desconocidos, no la reconocí. El cabello, que siempre llevaba muy arreglado, estaba sin peinar. El rostro, carón te de maquillaje, estaba enrojecido e hinchado, con grandes ojeras do bajo de los ojos. Y llevaba unos téjanos y un suéter holgado en vez do los vestidos de Laura Ashley que solía preferir. Me quedé totalmente desconcertada. ¿Qué era lo que ocurría allí? Cuando nos sentamos ante una taza de café para charlar, ella me habló de la grave crisis que estaba experimentando en su vida. No obstante, antes de que se confiara a mí, supe perfectamente que algo grave le estaba pasando. Cada día, de múltiples maneras, todas nosotras transmitimos seña les personales sobre nuestra propia estima. La mayoría no son tan espectaculares como las de mi amiga, sino bastante sutiles. Cuando nos sentimos en la cumbre del mundo, hay como una especie de resor te en nuestra manera de andar, una sonrisa en el rostro, un brillo en los ojos. Luego hay esas otras ocasiones en las que, ya sea por falta de tiempo, de energía o de emociones, nos volvemos descuidadas en lo que se refiere a nuestro atuendo o a nuestro arreglo personal. Literal mente, cada vez nos cuidamos menos, hasta parecer que no nos cuidá ramos en absoluto. Como es lógico, en lo más profundo de nosotras nos preocupa muchísimo nuestra apariencia. Sin embargo, existe una importante razón por la que debiéramos cuidar mejor nuestra apariencia, incluso cuando estamos solas: por la dicha interna que experimentamos al mirar lo mejor que hay en noso tras mismas. «Muchas mujeres sienten en sus corazones que no han logrado una auténtica autorrealización — advertía otro anuncio de la crema de belleza Pond’s a las lectoras de G ood H ousekeeping, en mar zo de 1949 — . Sin embargo, no es preciso que aceptéis este hecho: la ayuda está dentro de vosotras mismas. Podéis sentirlo en vuestro inte-
....., i . iiii.i i spci ir 111 11111>t 11m) ililci ni m|ik I mi ni ,t l.i lelii iil.ul I .11,111' i In k l,i! ion que hay entre «•m tu i u l n i o i v ese tu exterior, cu <|uc l.i In- i /. i i .r.i snliicn.itui.il ilc uno cambia .il otro..., puede cambiar tu • |'i >lo desaliñado en ilu liosa autorrealización.»
• liando dcscubri poi ve/ primera esa serie de anuncios tipo New A| ■ |>fi trnei Kmes a Iina les de los anos cuarenta, primero sentí ganas . 1. >. 11.u me a reír, luego me sentí agradecida. Pues una de las lecciones ni i ni ai avillosas que aprendes en el camino de la transformación peri i mal i", que cuando tu corazón está abierto a los cambios, eres capaz ■ I...... ... las señales de ánimo que tu yo auténtico envía constantem i un , poi inverosímil que sea su procedencia.
12 DE M ARZO
¿Qué aspecto tengo? I 'l aspecto d e las m ujeres, a sí com o los cam bios d e este aspecto en el transcurso de sus vidas, no es una cuestión n ada frivola. « ¿ Q u éasp ecto ten g o*» ,p reg u n ta ella cuando sus ojos coinciden con los ojos q u e se reflejan en e l espejo. E lla agu arilii aten tam en te una respuesta, p o r q u e ésta p u ed e ser bastan te reveladora. K e n n e d y F r a se r
^ ^ u c aspecto tengo?» es una pregunta que toda la vida hemos for mulado a los demás. Pero ahora que recorres el camino hacia tu propia autenticidad, ha llegado el momento de que te formules amablemente esta pregunta cargada de sentido. Y, una vez te la hayas formulado, debes escuchar atentamente la respuesta. O mejor aún, cuando te mires en el espejo, pregúntate: «¿Cómo me siento?» Pues, según sea cómo te sientas en un día determinado, influirá en tu apariencia mucho más que loque lleves puesto. Después de habernos concentrado durante años en el relumbrón del aspecto externo, necesitamos cambiar por completo nuestro enfo que de la belleza. La transformación personal empieza con una fuerte vida interior. Hay que dejar que el Espíritu nos muestre la forma: si hay que cambiar nuestro vestuario, perder peso o hallar el estilo de
peinado adecuado, Veinte minutos d f inedit.u ión .ti dt.i, de t i .1ikju1 1.1 reflexión, o un paseo restaurador en busca del yo auténtico, coiitt iluti
rán mucho más de lo que imaginas en tu aspecto, (lom o es lógico, ln creerás sólo cuando lo veas. Así que, ¿a qué estás esperando? ¡limpie za hoy mismo! Elige un instrumento interior y haz que forme parte de tu ritual de belleza cotidiano. «Si descendemos hasta el fondo de noso tros mismos, descubriremos que poseemos exactamente lo que desea mos», pensaba la filósofa y mística sa Simone Wcil. Acuérdate de esto.
13 DE M ARZO
Acéptate tal como eres ahora
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N o busques fu e r a d e ti, e l cielo está en tu interior. M ary L o u C ü o k
I I o y haremos las paces con el pasado: con el cuerpo y el rostro con que nacimos, y con la transformación de éstos. Hoy abrazaremos las arrugas que nos miran desde el espejo, las partes que nos cuelgan en la cintura o las que sobresalen allí donde no debieran, los cabellos que nunca mantienen un solo rizo o los que nunca lo pierden. Empezare mos invocando la canción de alabanzas del poeta y maestro tibetano Saraha. «Aquí, en este cuerpo, están los ríos sagrados; aquí están el sol y la luna, así como todos los centros de peregrinación... No he hallado otro templo tan sagrado como mi propio cuerpo.» Nos llevará algo de tiempo recorrer todos nuestros centros de peregrinaje personal y aprender a amarlos. Sin embargo, antes de que el amor auténtico pueda florecer, debemos aceptarnos exactamente tal como somos ahora. No esperaremos a mañana o la semana que viene, ni cuando hayamos perdido diez kilos de peso. Recuerda, aceptarse es reconocer la realidad de una situación: que pesamos más de lo que deberíamos, por ejemplo; que nuestro cutis es rubicundo o cetrino; o que tenemos canas; o que las mallas no están hechas para nosotras. La mayoría pensamos que las demás mujeres son unas bellezas, pero nosotras nunca. Sin embargo, cada mujer ha sido creada por el Espíri tu para que sea una auténtica belleza. Aprendemos a manifestar al
m undo nuestro pro pio lul^oi uuú ámente ilivspucv, de que lo hayamos o <01101 ido en n<>solras mismas. I loy, tilili/a esto c o m o m.mtra priva d11 Soy lo que soy, y lo que soy es maravilloso.»
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Quiérete íntegramente N o m e p e r d í de repente. M e fr o t é la cara du ran te años p ara b o rra r m i dolor, d el m ism o m od o q u e la corriente d el agua talla las piedras. A my T an
L # a vida nos golpea tanto si somos ricas como si somos pobres, tan to si trabajamos en público como en privado. La herida que padece mos puede ser ya un corte abierto o una lenta y silenciosa hemorragia en el alma. Por fuera puede que parezca que hemos conseguido domi nar la situación, pero a todas nos llegan esos días oscuros y tormen tosos, en los que nos sentimos muy pequeñas, muy frágiles y muy asustadas, como si fuéramos a estallar en mil pedazos y romper en desgarradores sollozos ante una pregunta tan sencilla como «¿Qué tal estás?». Cuando esto ocurre, tenemos que ser consideradas con nosotras mismas y no castigarnos más. Deja eso para los otros. Nuestros senti mientos son válidos, nuestros temores son muy reales, incluso aunque no estén basados en la realidad. Recuerda en todo momento que la mejor definición del miedo es ésta: «Una falsa evidencia que parece real.» Cuando esto ocurra en tu vida, ten presente que tu primera obliga ción es quererte íntegramente. ¿Y cómo se consigue esto? Mimándote con sencillos placeres y pequeños caprichos. Tratándote como la niña pequeña que eres ahora. ¿Por qué no encargar un espléndido menú para cenar esta noche en casa? ¿Por qué no te obsequias con alguna de esas macetas de narcisos o de tulipanes que empiezan a verse en Jas floristerías por esa época? ¿Y tomarte la tarde libre para ir al primer pase de alguna película de estreno? Si esto no es posible, ¿qué tal si alquilas algunos clásicos en el videoclub y disfrutas de una sesión de
cin c i'dii mi enorme ( i i c i u o lleno de palomitas «Ir maíz? ¿Poi <111r un deleitarte io n mi cono tic helado pata <1 a lm u e i/o , paladearlo en el parque mientras tomas el sol y escuchas el c.mto de los pájaros? ri 'i contestar «no» la próxim a ve/, que te pidan que hagas algo? ¡Sí, puedes hacerlo! No tienes por qué hacerlo todo y serlo todo para los demás en todo momento. Si piensas que 110 puedes haeei nada
más sin ponerte a gritar o echarte a llorar, probablemente es que tiene, todo el derecho del mundo. Empieza diciendo: «No, lo siento. P e r o tengo un compromiso anterior.» Y por supuesto lo tienes. Hoy necesitas estar pendiente de ti Recuérdalo: no nos perdemos de repente, sino que recuperamos núes tro yo auténtico mediante un gesto amable en cada ocasión.
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El propio cuidado: la tarea más difícil de llevar a cabo C u a lqu ier p eq u eñ o experim en to relacion ado con el prop io cu id ado resulta aterra d o r p a ra la m ayoría de nosotras. J u l ia C a m e r o n
P JL
or qué el cuidado hacia nosotras mismas resulta tan aterrador para la mayoría de las mujeres? Si crees que esto no es así, piensa en cuán tas excursiones creativas has realizado este mes. ¿Has equipado un cajón de los remedios para ti? ¿Has empezado el baúl del ajuar o la caja de los juguetes? ¿Has trabajado en tu diario de descubrimientos o escrito tu diálogo diario? Vaya, vaya... Tal vez todas seamos avaras por lo que se refiere a nuestro propio cuidado, ya que si fuéramos amables con nosotras mismas, nuestra creatividad probablemente empezaría a florecer como una planta diri gida hacia la luz. Claro que esto significaría que queremos introducir algunos cambios en nuestra existencia, y todas sabemos qué se siente respecto a los cambios, incluso cuando éstos son positivos. Es posible que vayamos por un sendero trillado, pero al menos nuestras rutinas familiares resultan cómodas dentro de su propio carácter insidioso.
I I•• n|)'.i,inte, I.i mili .1 m .mn.i de ilai /.meadas de p,i^.nIIc* hacia um ii i |n iipi.i .11ili iilk iil.wl es .1 Ii aves do los peqiirnos cambios. 1,eou
I ol io n i i’i.i que 'I.i vi-i il.uli i .i vichi so vivo i ii ,nulo oourrcn pequeños ......I ..... I rli.i ti i i.i mii,\il,i honesta a lo buena, que oros contigo misni i /< u.mi.r. hoi ,is dr surno to concedes? ¿Caminas con frecuencia o I... . .nli. i. nic ejercicio? ¿I las concedido alguna justa oportunidad a I I nn ihi.i. ion? f;< auntas horas dedicas a relajarte durante la semana? ,i i ,i ...... i' Y a ocupaciones personales que te proporcionen placer? 1 n ni.I.. lut I.i última ve/ que te reiste? «Existe una gran similitud i un. . I propio cuidado y el respeto hacia una misma», nos recuerda |u
111
(
a in e r o n .
I I piopio cuidado ha sido una lucha para mí. Pero créeme, en el .............del encanto do la vida simple he aprendido que si quieres que ni ' hI.i mu armoniosa, tienes que empezar a tratarte mejor. Nadie más pmh i h.ioci lo por t i. Hoy haz una lista de diez cosas bonitas que pueiI.ií» hacei por ti. Luego selecciona una y llévala a cabo. No tienes . 1. . ilui.iinento nada que perder si experimentas con tu propio cuidado \ i mucho que ganar.
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¿Qué es lo que te gusta de ti? Si qu ieres h allar respuestas a las gran des pregu n tas relacion adas con tu alm a, será m ejor qu e em pieces con las p eq u eñ as respuestas relacion adas con tu cuerpo. G eo r g e Sh eem a n
i^ L I igual que todas nosotras, diariamente te observas en el espejo. Pero, cuando llega la hora, ¿sacudes la cabeza con aprobación ante lo que ves? Hoy me gustaría que intentaras algo radicalmente distinto: mírate amorosamente y empieza a apreciar lo que ves. Este ejercicio consiste en algo más profundo que en un examen de lu piel, pues quiero que hagas un inventario de lo que más te gusta de ti. La mayoría siempre estamos dispuestas a criticarnos a nosotras mismas. Siempre encontramos algo malo en nuestro aspecto. Hoy vamos a descubrir lo que nos gusta de nosotras y a dar gracias por ello.
I'l.st.i noche eonerdete iin.i hora p.u.i colebrai lo maravillosa que eres realmente. I'repat.i un luno seduetor, mili/.nulo .ueites .uom.ui eos o sales de baño. Enciende m u vela en el cuarto de b.mo y báñale .1 la luz de esa vela. Concédete al menos veinte minutos para sumergirte en esta agua caliente y siéntete como nueva. Pídele a tu yo autentico que transmita a tu mente consciente todas las cosas especiales que vas a descubrir esta noche. Después de secarte, aplícate con suavidad un poco de talco o una loción corporal. Date lentamente un masaje y, a medida que vayas bajando desde los hombros hasta los dedos de los pies, visualiza cada parte de tu cuerpo rodeada por la más hermosa luz blanca que puedas imaginarte. Esta luz es el amor, y tú la transmites a
todas las partículas de tu ser. Con tu voz más amorosa, repite en voz alta lo maravillosa que eres. Ahora ve al dormitorio y, antes de vestirte para acostarte, échate una mirada benevolente en el espejo. Continúa mirándote con aproba ción, hasta que encuentres diez cosas que realmente te gusten de tu cara y de tu cuerpo: quizás una nariz perfecta, unas bonitas manos, unos tobillos esbeltos. Empieza por arriba y sigue bajando. Examína lo todo. Es posible que no te guste el corte de tu cabello, por ejemplo, pero que te encante su color. Anota esas diez cosas en tu diario de agradecimientos. A continuación, piensa en los aspectos de tu perso nalidad que te gustan. Eres excelente improvisando, una experta com pradora, una sincera oyente, una inspirada cocinera, una madre paciente y amorosa, una gran mujer para los detalles. Anota todo esto. No pares hasta que no hayas hallado diez cosas de tu personalidad por las cuales sentirte agradecida. Ahora anótalas en tu diario de agradeci mientos. Y si piensas que no puedes encontrar en ti diez cosas a las cuales querer, regresa ante el espejo. Efectúa diariamente este ejercicio hasta que las encuentres. «La naturaleza nunca se repite, y las posibilidades de un ser humano nunca se encontrarán en otro», escribió Elizabeth Cady Stanton en 1892 , en su obra Solitude o f the Self. Hoy debes indagar sinceramente acerca de tus fantásticas posibilidades y regoci jarte en tu autenticidad divina.
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ni* MAKZO
Acentuar lo positivo Si uno es un gitlgo, ¿ p o r q u e fin g ir q u e ex un p eq u in és ?
F.ditii Sitwei
i
I /ti i i i i . i fpoc.i 1*11 que la belleza de la mujer se consideraba el tesoro ni i |>iei iado, la famosa poetisa inglesa Edith Sitwell, nacida en ISS 7 , •l< )i i. o i'iilre las demás. Aunque no por los motivos que podrías espe i .i I n m i juventud era tan poco atractiva, desgarbada y delgada que iiilamilla bromeaba continuamente sobre el hecho de que el matrimo .....no tendría lugar en su futuro. No hace falta recalcar que la <*po .......... I , como se la conocía, tuvo que soportar una infancia des •ln liada, solitaria y llena de frustraciones, hasta que su querida ni i ii ni 11/ la introdujo en el mundo de la literatura y de la música. I mi un es se dejó cautivar por la poesía de Swinburne y los simbolis i i'». f ia* ias a lo cual se enamoró de su yo auténtico. I *.ia autenticidad halló su mayor expresión en la poesía y en un • . i mi ico estilo personal entroncado con la fantasía y la dramaturgia. S . Ii i / o lamosa por sus largos y etéreos vestidos prerrafaelistas, hechos . "ii hincados y telas de tapicería, por sus pieles y los extraordinarios i hlibreros que coronaban su perfil fuerte y huesudo, y que se conver ni i ni en su sello característico. Para acentuar sus dedos, largos y afila 111 *’* (de los que se envanecía), se dejó crecer unas uñas de mandarín, •Itii *.<• pintaba de rojo, y lucía sortijas voluminosas. I I sentido ostentoso de la moda que tenía Edith Sitwell no esta h.i ln - para muchas de nosotras. Pero la espléndida manera de procla in.ii su verdadero yo y de acentuar lo positivo puede llegar a todas las mujeres. A estas alturas ya debes de haber descubierto cosas maravi lla isas respecto a tu cara y a tu cuerpo. Cada una de nosotras tenemos i iiinn mínimo un rasgo que nos distingue. ¿Potencias tus cualidades? /‘mil los ojos tu rasgo más hermoso? Entonces maquíllatelos cada día, un luso cuando te quedes en casa con los niños. ¿Te están saliendo i anas? ¿1 las pensado en dejar que tu cabeza centellee como la plata? , fe hallas dotada con una sonrisa preciosa y unos labios llenos y ape titosos? Piensa en la posibilidad de pintarte los labios de rojo para n i aei hacia ellos la atención. ••A menudo desearía tener tiempo para cultivar la modestia — con h *¡ó Edith Sitwell en las postrimerías de su vida— , pero estoy dema
m,ido ot ii 11.hI.i pensando i n mi 1111*•111.i I .i n m vori.i no |).r.,iiin »•. h a s tanto tiempo pensando cosas positivas sobro nosotras, N o y v.i*. .i seguir el ejemplo de l'.dith Sitwell. Descubre, celebra y alardea d« tus auténticas cualidades.
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Despertar a la bella durmiente N osotras som os la h eroín a de nuestra prop ia historia. >
M ary M c C a rth y
J E n cada mujer yace una bella durmiente a la espera de que la des pierte el amor, pues lleva tanto tiempo postrada que necesita que la despierten con extrema suavidad. Sin embargo, en vez de aguardar a que en la puerta de palacio aparezca el príncipe encantador, es mejor que recurras a los poderes mágicos de tu yo auténtico para romper cualquier malvado encantamiento que te impida ver tu propio es plendor. Permíteme que te cuente una historia sobre una hermosa niña a la que conocí cuando yo era joven. Hubo una vez un tiempo en que en nuestra ciudad había una huelga de basureros. Durante semanas, la basura se fue apilando delante de las pulcras casitas de las afueras. Un día, el fotógrafo de un periódico aparcó delante de una de aquellas casas y preguntó si había niños allí, pues quería fotografiarlos al lado del montón de basura a fin de resaltar la cantidad acumulada. La niña apareció tímidamente detrás de su madre cuando ésta acudió a la puer ta, de modo que el fotógrafo la seleccionó y la colocó delante del montón de basura para hacer la foto. Cuando ésta se publicó en el periódico, algunos chiquillos de la escuela insultaron a la niña llamán dola «montón de basura». A fin de superar esta pública humillación, la niña decidió no hacer caso de su propia belleza durante mucho tiem po. Sentarse sobre un montón de basura era lo mismo que pincharse un dedo con el huso de hilar y caer en un sueño profundo. «A veces es difícil distinguir nuestra mala suerte de la buena. Y a veces durante muchos años... — nos recuerda amablemente la escritora Merle Shain— . La mayoría hemos derramado copiosas lágrimas sobre
| | | un ii .1 sobre .ilf'O, t u.nulo, d r haber entendido mcjoi l.t situación, I <•I •i i.inii»'. i rlclu .ulo ni ir si i .1 buena I orí una.»
‘.i i
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El reposo del espíritu ¡ l reposo es una cu alid ad excesivam en te devalu ada... En m edio d el clam or, una se siente atraída p o r la m u jer q u e se sienta graciosam ente relajada, qu e m an tien e las m an os q u ie tas, q u e h a b la en v o z b a ja y escucha con ojos atentos y son ríe. Ella crea un h ech izo a su alred ed or, un encanto p a ra el oído, la vista y la m ente. G o o d H o u se k e e p in g , n o v ie m b r e d e 1947
^J L
odas hemos conocido a esta mujer especial que te arrastra hacia
su órbita con una sonrisa radiante. Sus ojos se iluminan cuando le
hablas de cóm o te va. Y atrae tanto a hombres como a mujeres, niños y animales, pues su atención absoluta resulta apaciguadora, hipnótica.
Cuando te alejas de su lado te sientes como si te hubieras impregnado con una cálida y hermosa luz.
Y así es. Esta luz se llama «amor», y ese viejo truco de belleza está al alcance de todas nosotras. Cuando nos sentimos verdaderamente interesadas por los demás, nos envuelve un estado de gracia que resul ta subyugante. «Ella no le hablaba a la gente como si fueran conchas duras y extrañas, a las que hubiera que forzar para penetrar en su inte rior. Ella les hablaba como si ya estuviera dentro de aquella concha. En el mismísimo interior», escribía Marita Bonner en 1926 , al hablar de una mujer espiritual. Ojalá fuéramos todas esa mujer. Ojalá cada una de nosotras pudiera convertirse en una mujer como ella. Y podemos. En nuestra vida cotidiana, muchas tenemos más momentos ajetreados que momentos tranquilos. Pero, si nos tomamos algún tiempo para apartarnos de nuestro propio círculo de acción y abrazar otros ámbitos, nos abriremos a la fuerza del Espíritu. Nos sentiremos de pronto iluminadas por dentro, y esta iluminación es capaz de trans formar con mayor efectividad nuestra apariencia que cualquier elegan te salón de belleza. Hoy actuaremos como si fuéramos una mujer de espíritu reposa do. Saluda con una cálida sonrisa a todos aquellos con quienes te encuentres. Independientemente de cuán ocupada estés, no despaches con prontitud tus encuentros con los compañeros de trabajo, familia res y amigos. Habla con suavidad. Escucha atentamente. Actúa como si cada conversación que mantengas fuera lo más importante que tie nes hoy en mente. Mira a tus hijos y a tu pareja a los ojos cuando te hablen. Acaricia al gato o al perro. Derrama amor sobre todo ser viviente con quien te encuentres. Comprueba cuán distinta te sientes al concluir el día.
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Belleza interior y encanto exterior ¿N o os en can ta cuando algu na m u jer in creíblem en te h er m osa com o L in d a Evans o C indy C ra w fo rd nos dice qu e el secreto d e la auténtica b ellez a está en en con trar la p rop ia luz in teriorf Y lo dicen en serio. Sin em bargo, y o h e h ech o lo m ism o q u e estas m ujeres p a ra encontrar m i p rop ia luz interiory , si bien es cierto q u e m e siento m ás fe liz , to d av ía no he conseguido ten er su aspecto. M a r ia n n e W il l ia m s o n
I \ J o todas podemos tener el aspecto de Linda Evans o de Cindy ' i.iwlord, pero cada cual puede mejorar su apariencia. La sencillez iii tic mi importancia en la pulsación de la nota adecuada del yo. Esto mu cile de manera natural cuando empezamos a pensar en cómo poi mu i,ii lo mejor de nuestra apariencia. N uestro aspecto más auténtico. I*...... i poco aprendemos que el enfoque de «cuanto menos mejor» es i in v.iliilo para el maquillaje y el modo de vestir com o para la decora■ !■-M y |.) diversión. Iiouii ámente, este deseo de potenciar lo m ejor de nuestra apaii, ii, i.i -.urge después de que nos hayamos dedicado a nuestro traba|i| muírior. A medida que nos internamos en busca del desarrollo H-ipii iiu.il, empezamos a brotar hacia el exterior. El tiempo dedicado < 11 un dii.it ion nos proporciona una m ayor serenidad y se refleja en iiu >
n o
ro .s tro .
i ,i|•i, mil i .1 querernos exactamente tal como somos nos motiva I*-i i .i i’.uii .niel.inte, ya sea en busca de una dieta más saludable o para in ......... ii el ejeu icio adecuado para hacer régimen. Es posible que ................... . .i maquillarnos con mayor asiduidad y a preocuparnos i......... .. siio .nueiulo incluso cuando salgamos para hacer un recado o i • i ii i i1omp.ui.u a alguien con el coche. Éstos son cambios sutiles
•111» pmvni .in un hondo impacto en la manera de sentirnos con rela•c u t nosntias mismas.
I'" i qui ra/ón el he» lio de mejorar nuestra belleza interior proI' i............... .mio liai ia el exterior? Tal vez porque ambos están cstre• liiiii'u n ielaeionudoN. Un axioma gnóstico ensena: «Tal como es el mi i iioi lo es el estei ioi I as mujeres que desai rollan lodo su poten •<•I ■ mliv.ui il < n.idoi eou mi 1111n 111
nos habla de que el proceso de l.i tiansloi maeion peíson.il, ya s<*.» en ■I estilo de vida como en la apariencia, - es el auienlieo i esnliado del m cimiento espiritual».
21 DE MARZO
jQué es la confianza en una misma? M i rostro después d e los cuarenta m e hacía sentir mas ,< gusto qu e cu alqu ier otra cosa qu e h u b iera experim en tado con an terioridad. L a con fian za en m í m ism a fu e una p o d ero sa receta d e b ellez a: tenía m ejor aspecto p o rq u e m e sentía m ejor. E l fra ca so y la p en a m e han servido tanto com o el exi to y e l a m o r, y a l fin a l h e conseguido extraer algo d e esc el i xir d e la ju v en tu d tan difícil de encontrar: la sabiduría. N a n c y C o i i in s
IS ^ Íu ch as mujeres confunden la propia estima con la confian/a en i mismas. Para mí, la propia estima es cómo nos sentimos respecto a nosotras mismas en el santuario secreto de nuestra alma. ¿Nos ama mos, aceptamos y aprobamos incondicionalmente? ¿Nos creemos merecedoras del amor de los demás, así como de lo mejor que pued< ofrecernos la vida? La calidad de nuestra propia estima se halla pro fundamente conectada a la relación con nuestros primeros y mas importantes críticos: nuestros padres. Si ellos nos amaron, aceptaron v aprobaron incondicionalmente, entonces lo más probable es que nosotras lo hagamos también. Pero la confianza en una misma es un elixir especial que el l .spii un ha preparado para ayudarnos a enfrentar y superar las dificultades ele la vida. Se trata de una mezcla aromática de esencias vigorizantes: actitud, experiencia, conocimiento, sabiduría, optimismo y fe. Si fuimos lo has tante afortunadas para crecer en un hogar donde imperaba el cariño v el apoyo, entonces aprendimos desde muy temprano nuestra propia loi muía homeopática. Si no fue así, entonces hemos tenido que aprcndei a efectuar nuestra propia mezcla. Lo que es importante comprenda es que la confianza en nosotras mismas esta a nuestro alcance. Sin embargo, para alcanzarla es esencial desai rollai una actitud
Am ionio aprenda de nuestros propios errores; y recono •11 t|n< iodo en l,i vid.i puede utilizarse como una lección cuando csta......... 11•.I«u< .1 i•. .i <|iie nos enseñen. «Si piensas que puedes, entonces podi ri inr, decía Mary Kay Ash, una empresaria de cosméticos n *11........ ni .ui.i Piro si piensas que no puedes, estás en lo cierto.» I lo\ tienes que decirte que puedes hacer todo aquello que te proI*i u111e, Porque podrás. Al igual que sucede con los perfumes muy ....... . i ni solo luce falta una pizca de confianza en una misma para M',.1/ n el auténtico esplendor de una mujer.
22 DE MARZO
l\>r qué la confianza en una misma no se l»iK-dc adquirir pero se puede pedir prestada Mr ensrñaron a ser «altiva». N o lo fui. Tan sólo tuve sey iii iiLitl en m í misma, Esta es y h a sido siem pre una cu alidad n n p ru h m ablr a l inseguro. B e t t e D avis
» 1 . i i.i maiavilloso si pudiéramos simplemente acercarnos a un mosn tdoi di artículos de cosmética y comprar un frasco de autoconfianm di I niiMiio modo que compramos una crema revitalizante o hidrai mu• p.ua lai.ua. Por desgracia, este elixir espiritual, lo mismo que un ptilimie i aro, es distinto para cada mujer debido a la química de cada i tml, « liando y«> era más joven, mi pócima de autoconfianza estaba I......«no un aromatizada con perspectiva, optimismo y fe; más tarde i|>ni i ei mu la experiencia, el conocimiento y la sabiduría. Sin embarindie, lo-, días cada nueva oportunidad o desafío requiere que me l'n p ni una i ación especial de energía. Esto lo consigo arreglándome i.ni.i 11•|Hr.ilile \ vistiéndome para el papel: poniéndome un vestido, i i ■|. tupio, que rezume confianza en mí misma hasta cuando cuelga del ii ni.n io. A continuación rezo mis oraciones y pido que se produz■i 11 i In p.i I uej-o Ilc|',a la llora de levantar el telón». Actúo como si iiivn i,i confianza en mí misma y los demás me ven así.
('liando le sientes insegura pero la vid.i roqtiieie que parezca I" contrario, resulta muy cómodo recordar que siempre puedes pedii prestado a tu yo autentico una actitud de confian/a en ii misma I t< sabe cuán fantástica eres y puede darte un poco de ánimo, que es lo que realmente necesitas. Nuestro inconsciente no sabe distinguir emu lo que es real e imaginario (que es como trabaja la visualización crean va). Si actuamos como si tuviéramos confianza en nosotras mismas, nos convertiremos en mujeres seguras. Al menos durante un rain. «Debes hacer aquello que crees que no puedes hacer», declaró en una ocasión Eleanor Roosevelt, y se pasó la vida demostrándolo. Cuando en la vida surjan dificultades, podrás superarlas invocando al l .spíi iiu y pidiendo prestado a tu yo auténtico el perfume de la confianza en n misma.
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Siempre debes ser una excelente versión de ti misma Siem pre d eb es ser una excelen te versión d e ti m ism a, no una versión b ara ta d e otra persona. Judy G arla nú
Y o habría sido una pésima Judy Garland, pero he sido una Sai ah Ban Breathnach bastante buena. He necesitado casi toda una vida |>ai a llegar a esta conclusión, pero desde que lo averigüé ya no he vuelto a ser la misma mujer. Tampoco tú lo serás en cuanto esta verdad se abi a paso en tu corazón. Observa que, tanto si somos conscientes de ello como si no, el mundo nos programa constantemente para que seamos otras m u j a es en lugar de nosotras mismas. Se supone que debemos parecem os a Cindy Crawford, actuar como Martha Steward y saber deeorai conu» Alexandra Stoddard. Con esta incisiva esquizofrenia social, no es de extrañar que muchas mujeres se hallen terriblemente desconcertadas respecto al tema de la autenticidad. Según el diccionario Wtbstcr's, set auténtico es lo opuesto a futí
< i", laUo o imitación». Sci auténtico significa sci “genuino, verdadero,
• i. l il-.ril.iil, siendo exactamente lo que se asegura»». Lo único que I I •nid . ascgur.u que somos verdaderamente es nosotras mismas. Sin t mil iiiv. It» mejor que hay en nosotras ya es bastante, incluso cuando li ii. ni", uu m.il día. Cono/co a una mujer que es una importante eje....... .1 . 1( i nenias en una agencia de publicidad de Nueva York. No sé I ii i'ln cu este mundo que sea tan creativa, lúcida, realizada y diver tid i, |>ei
El saboteador oculto: cuando te sientes triste N o es sencillo h acer caso a tu propio corazón. T am poco lo es av erig u ar qu ién eres. H a ce fa lta m ucho v a lo r y tra ba jar m uy duro, p a ra llegar a sa b er quién eres y q u é quieres. Sue B en d er
D e s p u é s del propio cuidado, hacer caso a los susurros de nuestro corazón es probablemente la tarea más dura que podamos intentar. Hay días en que el camino del encanto de la vida simple se nos pre senta con naturalidad. Te das cuenta de que todo cuanto tienes es aquello que realmente necesitas. En cambio, otros días es imposible apaciguar las apetencias. Parece como si tuvieras demasiados deseos sin colmar, demasiados sueños aplazados. Te sientes cansada de espe rar a que los cambios internos se manifiesten externamente. Cuando llegan esos días oscuros necesitamos recordar que, si bien un saboteador oculto — la depresión— está trabajando temporalmen te para hacer que descarrile el tren que empuja hacia delante (o al menos eso parece), cada día nos ofrece un regalo sólo con que sepa mos buscarlo. A veces estamos tristes por una razón muy evidente: una pérdida irreparable, por ejemplo, o preocupaciones de dinero o de salud. En otras ocasiones no sabemos por qué nos sentimos tan mal, lo cual hace que nos sintamos todavía peor. Puede haber un millón de razones distintas: una aterradora falta de estima (tanto por nuestra parte como por la de otras personas), el agotamiento, el clima, las hor monas, los primeros síntomas de una gripe, o simplemente como una parte del proceso de transformación personal. Desearía poderte decir que el desarrollo espiritual y creativo es un proceso suave, predecible y sin dolor. «Todas las mejores transforma ciones van acompañadas del dolor — nos asegura Fay Weldon— . Por eso lo son.» El desarrollo personal también se produce con espasmos: tres pasos hacia delante, dos hacia atrás y luego una gran meseta en la que parece como si nada ocurriera. Pero es importante comprender que este período letárgico suele preceder siempre a un estallido en el crecimiento. Por desgracia, durante el período letárgico a menudo nos sentimos deprimidas y decidimos renunciar.
I", oii tilas como óslos i uaiitlo apenas .sicnlos .mimos para vestirte y ..ilii ,i I.i callo. Tu aspocto os horrible, poro te tiene sin cuidado. No i i i líenlas si te duchaste el día anterior, o siquiera cuándo fue la última vo/ que te lavaste el cabello. Las voces de los niños resultan insistentes \ la tuya chirriante. I las perdido la paciencia. La vida se te presenta desoladora, sin el brillo de ninguna promesa. Para descubrir quién eres en realidad, hace falta un esfuerzo superior al que esperabas, y ahora ya no estás muy segura de si tan siquiera te interesa averiguarlo. ( aiando las nubes oscuras se ciernen sobre ti, ¿qué puedes hai ei, aparte de aguantar y capear el temporal? Te quedan dos opciones. IJ ii.i es, sencillamente, rendirte, dejar de oponer resistencia. Ya que estas triste, canta boleros, vida. Pero, antes de llegar a esto, busca com pasión. A continuación llora a gusto. Sal temprano del trabajo. Echa un sueñecito y procura consolarte durmiendo. Una gratificación — sin i ulpabilidad— es algo que debes permitirte sólo por razones médicas, i orno por ejemplo un trozo de tarta de queso o un buen helado. Pero no te lo tomes de pie delante del frigorífico. Siéntate, cómete lenta mente tu golosina y saboréala. Si aún te ves con fuerzas, prepara un menú atractivo para la cena de esta noche. Si no, prepara algo sencillo, i orno una sopa y emparedados. Alquila una película de esas que hacen lidiar. Acuesta temprano a los niños. Date un buen baño. Saquea tu i ajón de los remedios. Acurrúcate entre las sábanas. Encuentra cinco cosas por las cuales estar agradecida. Apaga la luz. 1 .a alternativa al consuelo de la tristeza consiste en cambiar de esti lo. Busca compasión. Llama a una buena amiga y habla con ella. Pon agua a hervir y llena una tetera. Lávate la cara, arréglate el cabello, píntale los labios, perfúmate y ponte unos pendientes. Sonríe frente al espejo. Ordena la sala de estar a fin de encontrar un sitio cómodo donde sentarte. Da un paseo en torno a la manzana y aclárate las ideas. ‘>i trabajas en una oficina, date permiso para aplazar ese nuevo proyeclo en el que estás trabajando hasta mañana, cuando puedas concenn arte. Mientras tanto, limpia tu escritorio y organiza tus papeles. De regreso a casa, regálate un ramo de narcisos. Repasa tus libros de coci na y prepara algo diferente para cenar. Independientemente de cuál sea el camino que elijas, en veinticuatu> horas el día se habrá terminado. Mañana será mejor. Pero, si no lo lucra, y tampoco el siguiente, ni el otro, entonces debes saber que no pasa nada si pides ayuda a tus amistades, a un grupo de apoyo, a un psicoterapeuta, a un médico o a tu energía suprema. A todas nos lle gan esos dias oscuros. Sin embargo, los días desalentadores traen con sigo oportunidades de oro cuando aprendemos a ser amables con nosotras mismas. Tanto si lo crees como si no, el día de hoy te ofrece un regalo oculto, siempre que estes dispuesta a buscarlo.
La vida real: prendas que encajan en tu estilo de vida «N o tengo n ad a qu e p on erm e» no significa, p o r supuesto, q u e d eb a m o s ir desnudas o recluirnos. Significa qu e en nues tro arm ario no h ay n ad a q u e coincida con nuestro estado de án im o o q u e nos ofrezca un sim ple reflejo d e nuestras vidas cotidianas. K e n n e d y F r a se r
mayoría de nosotras hemos pasado por la experiencia de buscai en un armario lleno de ropa y no encontrar nada que encaje con nues tro estado de ánimo. Con un suspiro de resignación, recurrimos a un uniforme ya muy gastado y que nos hemos puesto en múltiples oca siones, sea éste un vestido negro con un collar de perlas o una falda vaquera con un suéter y unas botas. La verdad es que muchas mujeres, con algunas excepciones, nos ponemos lo mismo, o algo parecido, una y otra vez. El atuendo puede variar con las estaciones, pero no nuestra dependencia de unos cuan tos elementos principales, los cuales, a su manera, proporcionan una imagen reveladora de cómo vemos nuestra propia vida cotidiana. I a célebre redactora jefe de la revista Vogue, Diana Vreeland, fue famosa por preferir como atuendo de trabajo, durante muchos años, el misim» estilo de falda y suéter negros. ¿Qué hacemos con todas las prendas que no nos ponemos? Nada. Se limitan a colgar del armario abandonadas, debido a su talla, a m i color o a que no resultan adecuadas, porque nos producen csco/oi, <> porque llevábamos tal vestido cuando tuvimos la última pelea mu nuestro ex marido y no queremos que nos recuerde semejante cli‘»)-,ii*, to. A veces las prendas cuelgan del armario una temporada tras oiia, igual que fantasmas que aguardan alguna ocasión inesperada q u e ...... ca se presenta. La primavera es la época perfecta para efectuar un repaso a mies tros armarios y reconsiderar qué relación tenemos con m u stia s |»n n das. En el aire Ilutan los relreseantes vientos del cambio. Vam os ,i abandonai durante una lar^a tempoiada Ion gruesos abrigos y ln-. jei seys pai.i llev.u vestidos mas li^eios. A band onem o s ai m udes ya t adti JL # a
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cas sobre lo que está o no de moda y sustituyámoslas por ideas nuevas respecto a lo que nos puede ayudar en la vida real, al tiempo que refle ja verdaderamente nuestra autenticidad. ¿Y si todo lo que cuelga del armario fuera algo que te encanta, algo que hace que te sientas hermosa o que te sientas maravillosa cada vez que te lo pones? Piensa en lo bien que te sentirías cada día. Adoptar el segundo principio del encanto de la vida simple — la sencillez— puede producir espiritualmente semejante milagro. Más adelante podrás limpiar tus armarios y los cajones del toca dor, pero no hoy. Hoy sólo quiero que pienses en tu vida real y en las prendas que vistes cada día. ¿Reflejan éstas verdaderamente a la mujer que hay en tu interior? ¿Y las prendas que te hablan desde las páginas de tu diario de descubrimientos ilustrado? ¿Y qué me dices de las que cuelgan abandonadas en tu armario? Cada vestido, falda, pantalón, téjanos, blusa, suéter, camiseta o chaqueta te cuenta una historia. «Las prendas de vestir tienen una historia completamente independiente de su forma y su color», nos recuerda Kennedy Fraser en The Fashionahle Mind. Serénate, sumérgete en tu interior, y disponte a escuchar de verdad la historia que los hilos de tu vida han tejido.
26 D E MARZO
El mudo lenguaje de la autenticidad A l elegir las pren das, tanto en una tien da com o en casa, es lo m ism o q u e si nos d efin iéram os o nos describiéram os. A l is o n L u r ie
L / a mayoría no creemos que mantengamos una conversación con nuestra psique, con nuestra familia o con el mundo exterior cuando nos vestimos por la mañana, pero así es. Alison Lurie, en su fascinan te libro The Language o f C lothes, nos dice que el vocabulario de nuestro ropero expresa muchas más cosas de lo que hubiéramos podido •.oii.il. Mucho antes de que esté lo bastante cerca para hablarte en la calle, en una reunión o en una fiesta, por cómo vistes ya me anuncias lu sexo, edad y clase social..., y posiblemente me facilitas una impor tante información (o dcvsinformación) respecto a tu profesión, oríge-
nes, personalidad, opinión, gustos, deseos sexuales y estado de ánimo actual. Es posible que yo no pueda expresar con palabras lo que observo, pero inconscientemente registro la información, y al mismo tiempo tú haces lo mismo conmigo. En el instante en que nos encon tramos y conversamos, ambas ya nos hemos hablado mutuamente mediante un lenguaje mucho más antiguo y universal.» En cuanto empiezas a buscar tu yo auténtico, dentro de ti se pro duce una de tus percepciones más sorprendentes al averiguar que, durante años, otra mujer ha mantenido conversaciones contigo: en casa, en el trabajo, en reuniones sociales, incluso al salir para hacer unos recados. Al principio esta revelación puede resultar desconcer tante, incluso desalentadora. Pero, si se piensa a fondo, puede conver tirse en un descubrimiento excitante, pues ahora que empiezas a apre ciar y canalizar tu autenticidad a través de tus elecciones creativas, puedes aprender a convertirte no sólo en una persona bilingüe, sino a expresarte con fluidez. Tal como confesaba la famosa diseñadora de modas sa Gabrielle «Coco» Chanel: «Cuántas atenciones se pierde una cuando decide no ser simplemente algo, sino alguien.»
27 D E MARZO
Reflejos del espejo de oro N un ca es dem asiad o tarde p a r a ser lo q u e p u dieras h a b e r sido. G e o r g e E l io t
(C u a n d o empecé a embarcarme regularmente en la meditación del espejo de oro, a fin de encontrar mi yo auténtico, una de las percepcio nes que más a menudo se repetía no parecía muy espiritual, pero sin duda contribuía a animarme. Me encantaba descubrir que mi yo autén tico vestía muy bien y que siempre conseguía tener un aspecto fantásti co, tanto si las circunstancias de mi visualización creativa me pedían un suéter de algodón normal como un traje de lana de Ciorgio Arniani. Tú probablemente habrás recibido también reveladores reí lejos desde el otro lado del espejo de oro. Si prestamos atención a las sutiles sena les que constantemente trata de enviarnos la nnijei qu< hay allí dentro,
podremos aprender a exteriorizar nuestra mejor imagen, incluso aun que el billetero no haga juego con nuestro gusto exquisito. Al prestar una mayor atención a los matices, descubrí que la sen cillez era mi auténtico sello. La sencillez es también la clave para mejorar cié aspecto y transmitir con desenvoltura una elegancia pro pia. Esta es el arma secreta de las mujeres acomodadas. Pensemos en los pantalones de Katherine Hepburn en los años treinta, en el cabello y los bolsos de Grace Kelly en los cincuenta, en los sombreritos de Jacqueline Kennedy en los sesenta, o en las camisetas blancas y caqui de Lauren Hutton en los noventa. Desenfadada. Elegante. Chic. Clásica. Sorprendente. La sencillez es una afirmación de moda que toda mujer de hoy en día puede hacer, independientemente de cuál haya sido su estilo per sonal en el pasado. Y eso es debido a que la verdadera sencillez nunca decepciona. Una vez hayas aprendido que cuanto menos mejor, lo bastante se convertirá en mucho, y todas tus actitudes ante la vida —incluso ante la moda— se transformarán. Hoy quiero pedirte que consideres hacer limpieza en el revoltijo de prendas pertenecientes a pasadas encarnaciones que se ocultan en tus armarios. Sólo porque en el pasado compraste una cosa, no signifi ca que debas conservarla eternamente. Debes permitir que la sencillez reduzca tu vestuario hasta la esencia más auténtica: identifica las préñ elas sin las cuales serías incapaz de vivir. Con eso basta. Limítate a considerarlas y a identificarlas, mientras recuerdas que nunca es dema siado tarde para convertirte en la mujer que quieres ser. Hoy ya estás un paso más cerca de conseguirlo.
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Hacer limpieza: desprenderse de modelos equivocados N un ca es d em asiad o tarde p a ra rectificar, tanto en la fic ción com o en la realidad. N a n cy T hayer
i^ e c t if i c a r tu vestuario a fin de reflejar tu propia autenticidad empieza en el instante en que sin compasión te desprendes de modelos que no encajan contigo o que compraste equivocadamente, y que colapsan tus armarios y confunden tu desordenada mente. Pero sea mos realistas por un momento. Muchas mujeres que conozco neccsi tan que se las mentalice antes de acometer un proyecto como éste. 1,a limpieza de los armarios y de los cajones del tocador es una taren dolorosa para contemplar (todo ese dinero, esas compras equivoca das...), y muy dura una vez se ha comenzado. Pero pocas cosas son tan satisfactorias como poner orden en un armario en el que antes reinaba el caos. El cambio de una estación a otra proporciona la perfecta oca sión para ponerse manos a la obra, pues es el momento de guardar las prendas de invierno y sacar las de primavera y verano. Con un plan de ataque, tú también podrás hacer limpieza del pasado. Encuentra dos horas para esa actividad. Para muchas mujeres, la tarde del sábado es perfecta. Procura conseguir con antelación suli ciernes cajas y bolsas grandes de basura, a fin de no desperdidai m energía al tener que salir constantemente en busca de más contcnedo res. Pon alguna música deliciosa; a mí me gusta escuchar canciones di musicales de Broadway cuando hago limpieza de armarios. Respira hondo. Ahora empieza a sacar todo lo que tienes en el armario y p<>n lo sobre la cama. Eso es, ahora ya es demasiado tarde para dar man lia atrás. Repasa tu vestuario, una prenda tras otra. Pruebatelns si no est.'m muy segura, y contémplate en un espejo de cuerpo entero < m> honestidad, pero con compasión. Revisa también todos nr. eomplmentos: joyas, pañuelos, bolsos, sombrero., zapatos. Conserva tan sólo aquellas cosas que ames: prendas que te liaban pareen herniosa \ sentirte fabulosa. I.sto es la sencillez en pleno Imieionamiento. , Y .1 algunas de estas prendas no te van bien hoy, pnn a pe,sai tic- lodo n MU -
gustan? Guarda únicamente las que sean una talla inferior a la que uti lizas ahora, puesto que volver a caber en ellas es un objetivo bastante 11alista y algo por lo que vale la pena esforzarse. < Considera los distintos ambientes en que se mueve tu existencia y I r. |»i rudas que necesitas para ello: para el trabajo, para las fiestas, para ii <(nnoda... Si hay algo que no te has puesto en todo el año, ¿por qué • o servarlo? Decídete a desprenderte de ello, aunque sea un vestido niiiv raro. No lo conserves a menos que tenga un valor tremendameni- <*mimental. Por ejemplo, hace unos diez años pasé por una etapa en '|in no me ponía nada que no fuera de Laura Ashley. Hoy el estilo de llni n nas silvestres no va conmigo. Sin embargo, debido a los muchos ....... -idos felices con mi hija de cuando me vestía así, no soportaba m|mi .11me de mi pasado Laura Ashley, así que ahora todo está empaimrtrtdo en el desván para que mi hija lo considere cuando sea mayor, '.i di .pones de espacio suficiente para almacenar tus recuerdos senti mentales favoritos, entonces hazlo. Si no, entonces dáselos a alguien a .Ini.'ii le gusten tanto como en otro tiempo te gustaron a ti. Ahora ármate de valor y regala el resto a quienes bendecirán tu ........o .idad. A cambio, vas a experimentar un sentimiento de grata ilniiidaiu ia cuando descubras lo mucho que eres capaz de dar. Esta m i n nd positiva es esencial para atraer más prosperidad hacia nuestras vid iv Una amiga mía ha descubierto un método terapéutico para f u l i rularse al hecho de desprenderse de prendas caras que su consi n iiii ahoi i ador desearía conservar. Las da a una organización benéfii i |mi .i mujeres en paro que necesitan prendas elegantes para acudir a 11. i m icvisia s en busca de empleo. Esto le facilita la revisión de su ves tí , pues con ello ayuda a otras mujeres de manera maravillosa......... p. ••.ii iva. También podría añadir que mi amiga siempre va extra' .idi.......míenle bien vestida y que encuentra fantásticos modelos a |m i io .......lUcmentc rebajados. Ella piensa que es tan sólo cuestión di ii. i n I’cro yo pienso que es la forma en que el Universo la recoml
Prendas cómodas y su significado B aso m i gusto en in du m en taria eligien do a q u ello qu e no piqu e. G il d a R a d n e r
I va mayoría de las mujeres siente pasión por sus prendas más cómo das. Yo tengo un par de pijamas de punto de algodón a los que quiero tanto, que los llevaría las veinticuatro horas del día, siete días a la semana si pudiera idear la forma de llevarlo a cabo. Durante el día me aguardan pacientemente en un estante del armario del dormitorio; de noche susurran mi nombre. Debido a que me pongo religiosameiiic estos pijamas, tengo que lavarlos a menudo, y eso ha hecho que sean tan suaves como la mejilla de un recién nacido. He intentado inútilmente encontrar otro par, a fin de disponer de una mayor variedad de «prendas de estar por casa», pero, por desgra cia, tanto el modelo como la tela no coinciden a la perfección con lo-, que ya tengo, de modo que la búsqueda continúa. Yo tenía un suéter especial que estaba tejido con una increíble mezcla de seda y algodón. Me lo ponía y lo lavaba tan a menudo que empezó a deshilacliarse por los costados. A pesar de todo, me lo seguía poniendo. Lo llamaba «mi suéter de la fortuna literaria», pues los días que me lo ponía eran extraordinariamente productivos, l i a sincronicidad se producía porque sentía tal exquisito placer y experi mentaba una comodidad tan indescriptible durante todo ese día, qtn me sentía libre para convertirme en una especie de manguera ereaii\ a Finalmente, cuando concluí el libro que estaba escribiendo, mi marid* • me rogó que me deshiciera de aquella vieja prenda deshilacliada. I >ad. ■ que la gente de fuera de nuestra ciudad tan sólo me conocía conu* «la mujer del alcalde», accedí a disgusto. Ahora una de nuestras j’,ai a•. lia hecho un nido en el sótano, utilizando para ello mi perdido amoi Su mirada de sincera dicha al haber heredado semejante tesoro me aln ia de algún modo de semejante pérdida. Pero sólo de algún modo, no d, I todo. Estoy convencida de que cuando nos ponemos prendas cómoda sale lo mejor que hay en nosotras. De alguna maneia, a través di la alquimia de la libra y de como se ajusta la premia, nos sentimos mi, vamente restituidas al l ’.uaiso, si bien esta \i no nos hallamos de im
•Ir. delante del Creador, sino con las prendas que éste quería que lle' n,unos. I’m desgracia, para nosotras las prendas cómodas existen sólo co..... iin.i nota a pie de página en nuestras vidas, no como el foco de il
•leí esquema de las cosas terrenales. Es posible que estemos a gusto mi luí horas de las veinticuatro que tiene el día, pero esto no es en ili'inluio suficiente. El resto del tiempo vamos embutidas dentro de ........das incómodas que tiran, pellizcan, aprietan, sofocan, pican, se te mi «en o te cuelgan y hacen que los días de nuestra existencia sean ...... .. *rtahles. Nos repetimos que llevamos esos instrumentos de tor iln i p.ua resultar agradables al resto del mundo. Pero... ¿por qué no luí . ,11 un sistema para que sea el mundo el que nos resulte agradable i in iMii ras?
I .i.i semana haz de detective. Examina detenidamente las prendas lli I lunario que sueles coger cuando quieres ponerte cómoda. Busca I m (usías que te ayuden a poner más comodidad en tu vida. ¿Cuáles ■in I is lelas que mejor sientes sobre tu piel? Anótalas en el pequeño I n que sueles llevar dentro del bolso. ¿Cuál es la talla con la que ii límenle te sientes más cómoda? Sé sincera, no vanidosa. Por propia «iH|ii i lent ia se que las prendas cómodas suelen ser de «nuestra verdaili i.i talla», no un centímetro más holgadas. Una no se embute dentro di' id}’*•cómodo, sino que se desliza hacia algo que le resulta más agra.1 «lili ,i<,)nc; tipo de cuello es el que a ti te va? Sí, estos detalles son los qui i «mil>rnian la diferencia. Amplía tu concepto de comodidad a ■ das de tu indumentaria. En el futuro, busca prendas cuyo ni mii mmiento sea sencillo. Descarta las etiquetas que pongan: «Sólo liiiijin a eu seco.» .......... .ihora si eres capaz de encontrar prendas que encajen con tu |iii lerencias personales y si tienes suficiente voluntad para esperar lio i i i in murarlas, lístudia tu presupuesten y ahorra para comprar la i .i..... I i.i de prendas cómodas que puedas 1) >var todo el día y que pue-
ilin 1111e i e i din ante años. El camino diario .acia la alegría y el bienesIrti .... . anima a ser pacientes hasta encontrar lo que es perfecto para i i
.....ii i'.,. n lu|',ar de seguir malgastando nu jstro dinero, nuestra ener-
* \ mi. ii .i•. emociones al contentarnos con ser la segunda o la ver*|i.ti Iiiiiala de otra. i i
Desarrollar un sentido de la elegancia E l gusto está relacion ad o con una am plia evolu ción qu e dura tod a la vida, y nunca se equ iv oca: la elegan cia se m u e v e a sacudidas y es fan tástica sólo d e m an era ocasional. K e n n e d y F r a se r
P JL roclamar tu auténtica elegancia mediante las prendas que te pones es una forma de arte. Pero, al igual que cualquier rama artística, el sen tido de la elegancia necesita que se le eduque después de haberlo intui do y planeado. La elegancia empieza cuando buscas y encuentras tus propias energías y luego cuentas con ellas según su valía. La elegancia personal se desarrolla cuando descubres que en realidad no necesitas tantos vestidos, complementos, joyas o maquillaje como habías creído en el pasado porque estabas en disposición de permitírtelo. «Todas reconocemos la elegancia cuando la vemos: Bogart y Bacall, Garbo y Jackie O., Audrey Hepburn, Lauren Hutton, Lena Horne..., todos distintos y todos sinónimo de elegancia — escribe Leah Feldon-Mitchell— . Las prendas que llevan, tanto si son lujosas como sencillas, proclaman no sólo buen gusto, sino inteligencia, talento... y un poco de atrevimiento. Lo que vemos en ellos es autodefinición, en lugar de limitarse a seguir las pautas de la moda. La elegancia es una conjunción de lo que nos ponemos con lo que somos.» Hoy debes recordar que eres una artista. Al ir en busca de tu autenticidad vas a descubrir el sello de tu propia apariencia. Tal vez sea una manera fantástica de llevar sombrero, una sorprendente mane ra de resaltar los ojos con un maquillaje de tono ahumado, exhibir una elegante melena corta con unos pendientes fabulosos, lucir unas pier nas extraordinariamente esbeltas mediante unas medias sencillas y ele gantes zapatos de tacón, o tener el valor suficiente para combinar una camiseta blanca de algodón con una chaqueta de lana de alta costura. Este año debes estar dispuesta a experimentar para averiguar que es lo que a ti te sienta bien y lo que no. Luego quédate con lo que mejor te vaya, independientemente de lo que vista todo el mun do... Linda Ellerbee piensa que «la moda, al igual que todo lo demás, va cambiando. La elegancia no». Es posible que tu sentido de la ele gancia se mueva a sacudidas, pero lo cierto es que apareecra, y ruando lo haga set a fantástico.
Nunca te dejes cautivar por la moda, siempre por la elegancia L a m o d a se desvanece. Sólo la elegan cia perdu ra. Coco C h a n e l
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on frecuencia muchas mujeres querrían tener una loca aventura apasionada con la moda, sin embargo, cuando se nos presenta la oca sión, la mayoría nos casamos con la elegancia. Esto se debe a que la elegancia, al igual que un buen hombre, nunca nos deja en la estacada. ( 'uando la moda te seduce, la aventura suele consumirse por sí sola .nites de que llegue la siguiente temporada. La moda es una exhibicionista preocupada tan sólo por la altura del dobladillo. La elegancia lo ha visto todo con anterioridad y sabe que los principios clásicos de la sencillez, la belleza y la distinción siguen siendo poderosos. La moda es un culto, la elegancia es una filo- \ sofía. La moda se burla de la individualidad; la elegancia la proclama. No X7 olvides nunca que la moda, aunque con frecuencia resulte encantado ra, es también una especie de barrena ególatra y frívola. La elegancia es .mimosa, generosa, dada a buscar tus mejores rasgos para que todo el mundo los vea. La moda es provocadora; la elegancia apacigua. La moda se alaba a sí misma; la elegancia aguarda los inevitables cumpli dos. «La moda se puede comprar — observaba Edna Woolman Chase cu 1954 — . La elegancia se debe poseer.» La moda intuye, por lo tanto sólo puede echarse faroles. La elel'.iiK'ia sabe. La moda es impaciente y finalmente pasa. La elegancia es invariable y aguarda el despertar de cada mujer, pues la auténtica elel’.mcia nace del Espíritu.
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Pequeñas alegrías para marzo Si no crecen en tu jardín, lleva a easa un ramo de ñarusos, ahora fáciles de encontrar en las floristerías o los puestos de lidien callejeros para que iluminen la mesa del comedor. Efectúa un paseo primaveral, explora el jardín trasero o visita un invernadero y consigue algunas ramas a punto de retoñar: cenv.., manzano silvestre, abedul. Corta los extremos en diagonal y mételo dentro de un amplio surtido de atractivos recipientes grandes ........ nes, botellas de colores, jarras de cerámica, incluso antiguas lai.is di leche en polvo— , en los cuales habrás puesto agua tibia. ¡Utiliza la imaginación! Coloca tus ramas en un sitio soleado y aguarda .1 q u e 1 1 primavera penetre dentro de casa. Entra en un mercadillo. Paséate por los pasillos, le asombi.i rás de lo que venden ahí. Compra algunos trapos de cocina p a s a d o s d> moda para sustituir ésos tan gastados que tienes en la cocina, o o
' < ti.nulo me invade la in s te /a el saboteador o cu lto — , ini •I* lt n i I.....icopatica lavorita consiste en poner la banda original de Iiim> i"i //'< 'w./e u n a y olí a ve/, hasta que soy capaz de levantarme del «n» I " \ |n mei m e a bailar. Siempre que escucho a Whoopi Goldberg f i l i o . ni »i 11 éxito d e Roy Orbison Yon G ot lt, oigo la voz de mi yo ItlU ni n ■■ i-.» )',m a ñ i l ó m e que yo estoy allí dentro. Que no estoy sola. i mm|.. I scuclu a ’l he Indigo Girls cantando P ow er o fT w o y ni.......... ni" hablan de la enriquecedora relación que puedes cultivar Mi" "i \" anieniico. I.s una música fantástica, capaz de curar a niveles mui piolmidos. « '.i iienes espacio, éste es el mes para empezar a sembrar semiII. dt lime*, \ plantas de interior. También es la época en que debes iHHipi 'i pensamientos y primaveras. ¡El mes que viene ya no los en tuno ii r.t Junialos dentro de un cesto y deja que sus pequeños rostros (nnlin. i|
ABRIL
A b r il, e l á n g e l d e los m eses. V it a S a c k v il l e -W e st
* T a l vez se debe a que en abril hay tanta luz deslumbrante; tal vez a que la tierra parece más verde; tal vez a que abril es el mes de la resurrección. ¿Es por esto que nos sentimos reani mados? En abril la temporada de las tinieblas disminuye a la vez que crece la fuerza de la temporada de la luz. El jardín se llena de color al florecer las primaveras, los pensamientos, las violetas, los tulipanes y las lilas. Todas las flores, plantas y ramas dan fe del poder de la autenticidad. Este mes, en el camino diario hacia la alegría y el bienestar, continuamos cre ciendo airosamente, de forma creativa, gozosamente, y nos convertimos en nuestro yo auténtico, nos damos cuenta de nuestra propia belleza.
I D I1 , AKKIL
Disfrázate: potencia tu auténtico yo mientras te diviertes A p ren d e el arte de a b rir tu corazón y p o n e r en fu n cio n a m ie n to tu creatividad. H a y una luz den tro de ti. JUDITH JAMISON
J E 1 Día de los Santos Inocentes — que en Estados Unidos se celebra el 1 de abril— es una fecha que durante siglos se ha asociado a la ale gría y la diversión. Es un día perfecto para que recordemos la impor tancia de alegrarse. Un gozoso sentido de la espontaneidad va unido al espíritu. Piensa en el hermano que te hace reír, o en la amiga que te lla ma inesperadamente para ir a tomar un helado. ¿No te encanta estar en compañía de estas personas? Las personas alegres poseen el don especial, como nos dice la bailarina Judith Jamison, de poder abrir su corazón a la vida y poner en funcionamiento su creatividad. Quizá sea porque estas personas especiales continúan honrando al niño que lle van dentro. Podemos aprender gradualmente a nutrir este arte sagrado del saber en el camino que hayamos elegido. A los niños les gusta mucho disfrazarse. Piensa en la ilusión del pequeño que se disfraza la víspera de Carnaval, o en la satisfacción de la niña que explora el armario y el joyero de su madre una tarde de lluvia. Hoy vamos a jugar a disfrazarnos también. Me encanta aban donarme a este pasatiempo durante la primavera y el otoño cuando cambio el vestuario de temporada. Es divertido jugar a disfrazarse a solas o en compañía de una cómplice, que puede ser tu hija o una ami ga íntima. (Has de saber de antemano que si se trata de tu hija, a menudo te hará preguntas tales como «¿Todavía quieres esto?». Sí, lo quieres.) M ira con nuevos ojos tu vestuario reducido. Los pequeños cam bios pueden surtir un gran efecto en tu apariencia. Pruébate las cha quetas con faldas y pantalones diferentes, para ver si eres capaz de crear combinaciones nuevas. Trata de conjuntar una chaqueta de crepé hecha a medida, ceñida, con una falda de volantes. En vez de llevar siempre la blusa de seda estampada de color burdeos que compraste para ponértela con el traje azul marino, prueba con una blusa de algo dón blanca con cuello de encaje y puños grandes. Si normalmente lle-
el cuello de l.i I >ll i s.i abieito, abróchatelo con un .illilei bonito. I In.) ¡iluden nueva? poi qué no? A lioi .1 péinale el pelo hacia atrás para ver co m o t e sientan unos pendientes, tic ha un vistazo a tus zapa to’. ,1 levas siempre zapatos de medio tacón con tus trajes? ¿Qué te Iuie('e cambiarlos por unas sandalias de ante con tacón alto? Combina I" <|tie tengas. Y diviértete al hacerlo. Piensa como pensaría una niña ili siete años. Sé atrevida. Gail Sheehy nos dice que «las delicias de y . 1' ,, ubi u se a sí misma siempre están a nuestra disposición». El Día de \ i\u
!•>s Inocentes es perfecto para grabar esta máxima en nuestro corazón.
2 DE ABRIL
La gracia: el secreto del estilo personal E l a lm a d eb ería estar siem pre en treabierta, dispuesta a d ar la b ien v en id a a la experiencia extática. E m ily D ic k in s o n
L # a s sas son famosas por su gracia. Pero la princesa Diana, que muestra predilección por los trajes de colores vivos y los sombreros elegantísimos, sin duda posee gracia. Y también la tiene Diane Keaton, que enseñó a las mujeres las maravillas de las prendas masculinas en su película Annie H all en 1977 . Un siglo antes, Emily Dickinson demos tró poseer la misma cualidad al preferir vestirse completamente de blanco durante todo el año en una época en que la mayoría de las mujeres llevaba prendas de colores oscuros, sombríos. Quizá miss Dickinson sabía que expresar su gracia por medio del atuendo podía provocar la experiencia extática que con tanto fervor andaba buscando y recomendando también a los demás. La gracia es la capacidad o el talento especial para hacer algo con estilo, desde crear un modelo fabuloso para vestirse hasta escribir un > pareado exquisito. La gracia entra en nuestra vida cuando finalmente confiamos en nuestros instintos. Cuando nos arriesgamos y vemos que valía la pena arriesgarnos. La gracia es pasión. Es también el secre to del estilo personal. La gracia es energía creativa concentrada, una sensación de vitalidad o entusiasmo. ¿Y cómo aprendemos a potenciar y pulir esta cualidad? Prestando
atención a los detalles. Aceptando lo que cada día trata de enseñarnos acerca de nuestra autenticidad. Permaneciendo constantemente con el ojo avizor por si se produce la experiencia extática: lo que nos excita o nos conmueve hasta hacernos llorar, lo que hace que la sangre se nos suba a la cabeza, que el corazón dé un brinco, que nos tiemblen las rodillas y que el alma suspire. La escritora Jocasta Innes nos insta a recordar: «Un tenderete en el mercado, una bonita alfombra de Bujara, un fragmento de bordado chino... en casi todas partes se encuentra alimento para la vista.»
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Vidas secretas: escuchar a nuestros seres imaginarios D en tro d e m í m ism a h ay un lugar d on d e v iv o com pleta m en te sola y a llí es d on d e ren u evas tus m an an tiales qu e nunca se secan. P earl B u c k
^ ^ ^ u é vas a ser cuando seas mayor? Hoy vamos a pensar en unos ca minos por los que todavía no has transitado: los caminos de nuestro yo imaginario y secreto. Cada una de nosotras lleva muchas vidas por delegación y a menudo simultáneamente. Si reconocemos nuestra vida secreta y conectamos con la sabiduría de nuestro alter ego imaginario, podemos obtener consejos que nos ayudarán a potenciar nuestro sen tido propio y personal del estilo. Si tuvieras otras diez vidas que vivir, ¿qué harías? Cada vez que escucho a Mary Chapin Carpenter, soy cantautora country. Cuando leo al monje místico Thomas Merton, soy una monja entregada a la contemplación. Quizá desearías ser pinchadiscos en la radio, escaladora, composi tora para Broadway, cineasta, novelista romántica, neurociruj.uu, columnista, psicóloga, horticultor.!, vcterin.ui.i liolisii» .1 o all.irer.i. ^ a comprendes lo que quiero decir. A si que lo piim ero que debes haeei es adivinar quién serías si no hieras ni I sci 11»*• en un papel l.i lista ile
tus yoes secretos. ¿Cómo viven? ¿Cómo visten? ¿Qué puedes hacer para introducir en tu existencia cotidiana un poco de la magia de tus vidas imaginarias? Sostén una conversación con tu yo auténtico, a ver qué sale de ella. Por ejemlo, adoro el estilo colorido de las actuales cantantes country. Me atrae su extravagancia exuberante aun cuando mi inclinación natural como comunicadora es más comedida. ¿Cómo se compagina la fantasía con la realidad y se introduce más animación en mi vida? Tal vez es tan sencillo como darme cuenta de que real mente me encantaría llevar botas vaqueras de cuero rojo. Como esta fantasía se repite una y otra vez, estoy ahorrando y buscando dichas botas. Cuando las encuentre (a la venta, naturalmente), me las pondré con un traje que combine. Hoy mira dentro de ti y diviértete. Puede que las botas vaqueras de color rojo no estén hechas para ti. Pero uno de tus yoes secretos podría revelar algún deseo apasionado. Tus vidas imaginarias secre tas están llenas de sorpresas. Debes estar preparada para recoger sus secretos sobre tu estilo personal.
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Un arte elegante: aprender que menos es más A m i m o d o d e ver, la elegan cia no consiste en p a sa r desa p ercibid o, sino en llegar a l alm a m ism a d e lo qu e uno es. C h r is t ia n L a c r o ix
IN ^tuchas personas piensan que Ludwig Mies van der Rohe, uno de los fundadores del movimiento arquitectónico moderno, fue el prime ro en declarar que «menos es más». Curiosamente, el primero fue el poeta inglés Robert Browning en 18 55 . Pero lo que es aplicable a la arquitectura y a la poesía lo es también al estilo personal. I a elegancia es el arte de la moderación. Las mujeres ricas y famo sas que destacan por su elegante sentido del estilo prefieren la senci llez: trajes cómodos y de buen corte, de colores neutros para el día; vestidos sencillos y elegantes para la noche; complementos de buen
y/
n
tono 11tu* nunca resulten Abrumadores pero qur den sicmpie I.i nm i apropiada. Lo que hace que una mu¡ei elegante distinga de la mulii tud es su discreta seguridad en sí misma; sabe que lo di)',no ile at. n. n>n es ella misma y no un brazo cargado con brazaletes de <»u». Aunque el dinero es una ayuda, la mayoría de las mujeres d.i p..i sentado que es esencial para conseguir un estilo elegante. Alotiunada mente no es así. La incomparable Coco Chanel nos ascgm.i (|ue 11 elegancia no consiste en ponerse un vestido nuevo». I .1 clcgam i.i en
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¿A quién iras? In d u d a b lem en te , nos convertim os en lo q u e visualizam os. C laudf M. Rristoi
- A l quién iras? Si me dices a quién iras, probablem ente po dría decirte muchas cosas sobre tus esperanzas, tu s sueños y m «-. 111. * personal... y eso que no soy psicóloga. En cierta ocasion, I illi.in I I. II man comentó que «las personas cambian y se o l v i d a n de de. ir,. I.. unas a otras». Muy a menudo, sin embargo, lo «que cambia es el m interior a la velocidad de la luz. Puede que surjan p r o b l e m a s cuand-. tu yo auténtico y tu yo consciente no se intercomuniquen to n i e s p < . to a tu nuevo rumbo. Y probablemente 110 se con m u irá n si 111 im un lizas un instrumento de introspección como es e l dialogo diario, . I diario de descubrimientos ilustrado o la m e d ita c ió n . N o es . n un.
i. ni i . 11 mi uikIh l.i y desorientada. Pero no dejes qiit- el p.mw o »»> ,»I••u11ic (|< ti I '.lo es una sana señal de crecimiento. I .p11. .ue. I Jurante varios años, después de publicarse mi priiM» i lil
i \. nit e seminarios y di conferencias. Por ser la autora de mi lil ......... I>ie Lis tradiciones familiares de la época victoriana, la genI» i p. i.ilu i pie mi apariencia se correspondiera con ello, y yo no la di 11 ..........aba. No obstante, una vez hube empezado mi andadura por t i i iiiiiiin diario hacia la alegría y el bienestar, y a llevar también un 11•imi i di descubrimientos ilustrado, comencé a fijarme en que mis . i i internan muchas fotografías de Lauren Hutton, que estaba j'iliiili>\a ion su estilo sencillo, elegante y en modo alguno recargadii I ii at|uella época yo llevaba prendas floreadas, románticas, con iMH. Ii.e, llonturas, y una melena larga y rizada. Poco apoco empecé a ........un incomoda en mi propio cuerpo la mayor parte del tiempo, i oí iio m lucra un íantasma que no pudiera avanzar. Sin ser consciente, l>do i empezado a cambiar por dentro, a apartarme de lo que los demás |4p> i aban de mí al tiempo que me acercaba a mi verdadera identidad Iimpía l'ero no tuve conciencia de ello hasta que la sencillez comenzó i oji u e* ei visualmcnte en mi diario. Nuestros seres auténticos nos avi........... .. por medio de indicios sutiles, tales como las imáiu m , de peí sonas a las que iramos. Pero la autenticidad raramente me. habla a gritos; prefiere los susurros. i ,)ui/as hoy te gustaría buscar inspiración y pensar en la posibilidad •I, h o ina i un circulo de espíritus afines, es decir, mujeres cuyo sentido I- i tonal del estilo despierte tu iración. Recorta fotografías en las i|in a vea su forma de vestir, de peinarse, de maquillarse, y toma nota •I• . lio en tu diario de descubrimientos, del mismo modo que un exploiadoi anota los cambios que se producen durante el viaje. I )e momento, no te preocupes por la imitación. Además de ser la !i .i ni i ile adulación más sincera, si empiezas a confiar en tus instintos i. mpi e sei as fiel a tu propio estilo. Piensa sencillamente que las mujeII 'i a las que iras son tus tutoras personales. Tú no tratas de con........te en ellas, sino de convertirte en tu yo auténtico. Transcurridos iiii pai de meses, comprueba si hay señales de una pauta agradable y n veladora que te inspira para convertirte en la mujer magnífica que i 11 . poi dent ro. j
i
Elegancia clásica 101: el color E l acfcorn o nunca es n ad a salvo un reflejo del yo.
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Coco C h a n e l
V —/uando vivía en Londres a principios de los setenta y escribía sobre mod ^ 5 J0 primero que aprendí fue a hablar del color. Esto se debía a qu<^ durante una temporada los colores preferidos eran los «neones», t^ }es como el rosa intenso y el verde limón y durante la temporada siguiente los «tonos tierra», por ejemplo el púrpura tiran do a negro y e\ amarillo dorado. De modo que si te gastabas una pequeña fortu na para seguir la moda, en tu vestuario no había nunca nada que c o ^ b i ^ s e En los d ^ sfiles moda que tenían lugar en Europa había dos gru pos de m ujeres separados por la pasarela: las que trabajaban en la industria de ¡a moda o informaban sobre ella y las que dicha industria trataba de CQ)nqUistar< L as primeras vestían denegro, las segundas eran mujeres nca,s qUe llevaban vestidos de colores clásicos. La moraleja que cabía sac^ar ello era qUe los colores efímeros que se exhibían en la pasarela, <jen Jos escaparates de las tiendas y en las páginas de las revistas de rrlocla podían resultar deslumbrantes, pero las mujeres adi neradas sabí^n qUe e} estilo confía en lo clásico. Si has ertnpeza¿ 0 a replantearte tu vestuario y tu estilo personal, piensa en el ^papel que el color desempeña en tu vida. Para crearte un vestuario du;*-acler0j invierte en colores clásicos como elementos fun damentales: ínegro, blanco, azul marino, gris, beige, pelo de camello, canela, caqui^ marfil, y los «rojos», incluidos el rojo burdeos y el ber mejo. Esta p ale ta contiene literalmente un centenar de tonalidades entre las que puedes escoger. Los colores clásicos no limitan, sino que liberan. Puedes usar el color para cultivar y coordinar una apariencia elegante con confianza. Esto significa que la espléndida chaqueta de color clásico q Ue te compras este año puedes llevarla con una falda del año pasado o Con unos pantalones el año que viene, y así sucesivamen te. Con los Ci0 lores clásicos tu vestuario crece gradualmente y nunc.i pasa de mod^. Complementa luego m estilo personal con los colores que más te gusten y mejor te sienten. ¿ C ó m o so» encuentran los colotes que m.ísy ntcjoi nos í.worccen? I mebate ilisl nitos colores del.inte del espejo, A lod.r. nos I.m u e r e n
más unos que otros, según sea el color de nuestro cutis. Durante los años ochenta, descubrir los colores que mejor te sentaban se convirtió en una industria floreciente. En la actualidad, abundan los libros que enseñan a encontrar los colores que favorecen y muchos cursos para adultos incluyen clases didácticas de cómo seleccionar los colores que mejor sientan a una persona. Finalmente, no menosprecies nunca el poder del amor. Fíace años me enamoré apasionadamente de un pañuelo de seda negro con bellas cerezas rojas, peras de color dorado intenso y hojas de color verde oscuro. Era tan bonito, que mi corazón se disparaba al verlo. Aunque tuve que escatimar en otras cosas durante un mes, me compré aquel pañuelo que pasó a ser una paleta de colores personal que nunca ha dejado de complacerme. Confía en tus instintos y cada vez que te mires en el espejo, te verás recompensada con la visión de tu yo autén tico.
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El color da vida U tilizan do el color, p o r e l p recio de un b o te d e pintura, las p erson as p u ed en expresar su p rop io estilo y su in dividu ali dad. P ero, a l igual q u e en el caso d el estilo, h ay q u e experi m en tar p a r a ad qu irir el don d e escoger los colores. Si no te atrev es a experim entar, estás con d en ad a a la insulsez. S h ir l e y C o n r a n
IN ^ li primera experiencia visceral de cómo el color podía cambiar mi vida tuvo lugar durante la adolescencia. Nos habíamos mudado de Nueva York a una pequeña ciudad de Massachusetts y mis padres habían comprado una bonita casa de estilo colonial construida en 17 89 . La casa se hallaba un poco apartada de una de las calles prin cipales y estaba rodeada por un muro de piedra. El exterior estaba revestido con tablas de chilla pintadas de blanco y tenía las tradiciona les contraventanas negras, al igual que muchas de las casas vecinas. Al poco de instalarnos en ella, mi madre pintó la sala de estar de color i<>)«> vibrante. Era mucho antes de que el color rojo se pusiera de
moda y mi cerebro de adolescente no comprendía por qué mi madre había escogido aquel color. Tampoco lo comprendían nuestros nue vos vecinos. Pero desde la calle, al ver la sala de estar de color rojo a través de las ventanas enmarcadas de blanco y negro por el exterior, se te cortaba la respiración, de tan bello como era su efecto. Antes de pintar la sala, mi madre no consultó con la familia. Se limitó a seguir sus instintos y el resultado fue maravilloso, lo cual es frecuente cuan do buscamos y encontramos nuestra autenticidad. Aunque no me ha bía hecho gracia mudarme de ciudad, siempre esperaba con ilusión el momento de entrar por la puerta principal de nuestro nuevo domici lio. La habitación roja transformó mi actitud. Hoy, sin embargo, las paredes de mi salita no están pintadas de rojo. Son de un amarillo subido, soleado, como el comedor de Claude Monet en Giverny, el hogar del pintor durante la segunda mitad de su vida. Por las ventanas de la salita no entra mucha luz y yo quería un color que nos animara, especialmente durante el invierno. Pero nunca me di cuenta de lo feliz que podía sentirme rodeada de amarillo hasta que un día, hace varios años, visité una tienda de rios para la decoración en la que nunca había estado. Las paredes del estableci miento estaban pintadas de un amarillo fabuloso ribeteado de verde oscuro. Tenía la sensación de encontrarme en un hermoso jardín en vez de en un comercio de la ciudad. Me encantó tanto el. color, que pedí detalles e inmediatamente fui a buscar muestras de pintura. Mi entusiasmo contagió a mi marido y ahora a toda la familia le encanta nuestra salita amarilla. Los colores de las prendas que llevas no tienen que ser los mismos colores con los que vives. Me encanta llevar prendas rojas y negras, que son colores fuertes, creativos y dramáticos, pero para sentirme cómoda y alegre necesito vivir rodeada de colores suaves. En tu yo auténtico hay tantas facetas como en un bello diamante y puedes usar el color para expresar tus numerosos estados anímicos. Piensa hoy en los colores que te encantan. ¿Te rodean o los llevas puestos? Si no es así,¿por qué no? Busca más formas de animarte con el color esta primavera. Son demasiadas las personas que no se atre ven a experimentar con el color. Visita una tienda de pinturas esta semana y echa un vistazo al muestrario de colores. ¿Qué colores le dicen algo a tu alma? Llévate algunas muestras. Ve después a una tienda de tejidos y busca un dibujo que te llame la atención. Com pra un metro, más o menos. Pon la tela sobre un sofá o clávala en la pared. Vive con esc color durante un mes, luej»o confecciona una almohada con la tela y pinta una habitación o un mueble con m nue vo color. Pon más colorido en tu mesa de ti.ibajo poi medio de obje tos tic colores diversos: cárpelas, i lips, blm
a comer al campo, llévate servilletas de papel de distintos colores. Coloca la fruta en un frutero de cerámica alegre en tu cocina y de esta manera podrás ver el vibrante espectro cromático de la naturaleza. La próxima vez que visites una galería de arte, compra unas cuan tas postales artísticas y clávalas en un tablero de anuncios o pégalas en la nevera, pon algunas encima de la mesa de trabajo y envía otras a tus amistades. Déjate llevar por los impulsos en relación con el color. El crítico de arte inglés, John Ruskin, creía que «las mentes más puras y más reflexivas son las que más aman el color». Haz que tu amor al color exprese los numerosos matices y tonalidades de tu yo auténtico y vibrante.
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Más brío que dinero E l bu en gusto no d eb ería costar más. M ic k y D r e x l e r
Im ag in a que tu yo auténtico dice que le gustaría llevar una carísima chaqueta de cachemir del diseñador Giorgio Armani y que lo único que te permite tu presupuesto es lo que está de oferta en la tienda de ropa deportiva Gap. ¿Cómo compaginas el gusto exquisito con el poco dinero? Micky Drexler, presidente del Gap, opina que no hay necesidad de hacerlo, y yo estoy de acuerdo con él. Pero a menudo, especialmente cuando caminamos por el encanto de la vida simple, necesitamos afrontar el hecho de que nuestras apetencias materiales no van acordes con nuestra cartera. Entonces se plantea un dilema delica do si te has comprometido, emocional e intelectualmente, con tu cre cimiento espiritual. Una de las enseñanzas más impopulares de Jesús dice que no debe mos preocuparnos por el atuendo. (¿Te acuerdas de los lirios del cam po, (|iii' no se- fatigan ni hilan?) Pero, por supuesto, sí nos preocupa mos por el vestir. Jesús enseñó a sus seguidores que primero debían busc.u una 1ucnte de poder y comprensión dentro de sí mismos y que luty.o iodo lo demás encajaría. O , como dice Marianne Williamson,
«buscad primero el Reino de los (líelos v el Masetali llegaiá cuando tenga que llegar». Y también llegará la chaqueta de Armani. Mientras tanto, celia mano de tu creatividad, que es un don que otorga el Espíritu. Quiza la frustración que te produce no poder comprar lo que quieres sera el catalizador que te impulsará a tomar clases de costura y, con el tiempo, a diseñar tus propios vestidos. Quizás aprenderás a ser una comprado ra educada, culta y llena de sentido común. Nos dicen que busquemos y que encontraremos, ya se trate de un traje o de nuestra espiritualidad. Cuando hayamos buscado en nuestro interior el don especial que olor ga el Espíritu, nuestros deseos materiales disminuirán, sea por medio de la costura o de la búsqueda con sensatez. Nuestra alma sé desnuda para nosotras más que nuestra mente consciente.
9 DE ABRIL
Lujos asequibles N o es n ecesario qu e e l lujo ten ga precio... la co m o d id a d m ism a es un lujo. G eo ffrey B eene
A
1 oír hablar del camino diario hacia la alegría y el bienestar, algu nas mujeres creen erróneamente que este camino forma parte del movimiento a favor de la frugalidad, ese movimiento nuevo del que tanto se habla. Esto no es verdad porque el movimiento a favor de la frugalidad de los años noventa se basa en el miedo y el miedo repele a la abundancia en vez de atraerla. En lugar de sabiduría práctica co mo la que reflejan dichos como «un penique que se ahorra es un peni que que se gana», nos exhortan tacañamente a transformar trapos vie jos en disfraces para la víspera de Todos los Santos. El encanto de la vida simple no significa privarse de cosas, l ampo co significa gastar más de lo que puedes permitirte con el iin de encon trarte mejor. En mi caso, el encanto de la vida simple se ha convertido en una meditación diaria sobre la comodidad verdadera v el gozo de la moderación, así como una manera de aprendei a ser receptivo a la bondad de la vida real.
no
1.1 l Jnivorso no es tacaíio. Somos nosotras las tacañas. Algunas teñe mos nn alma muy cicatera. Q uizá no en lo que se refiere a la forma de n ai ai a los demás
a la familia, los amigos y a otros menos afortuna
dos —, sino a la manera de tratarnos a nosotras mismas. Sin embargo,
¿cómo puede el Espíritu darnos más si cerramos con fuerza los puños, el corazón y la mente? El camino diario hacia la alegría y el bienestar significa aprender finalmente a liberarnos de los sentimientos de pobreza y carencia y sustituirlos por sentimientos de prosperidad y riqueza. U 11a de las formas de experimentar mayor riqueza en la vida coti- » diana consiste en mimarnos a nosotros mismas con lujos asequibles. Comprar leña por el placer de sentarnos ante un buen fuego durante todo el invierno es uno de ellos. Echar crema batida auténtica y cho colate rayado en una taza y tomárnosla delante del fuego, es otro. Transforma un placer sencillo en una satisfacción total. Los lujos ase quibles despiertan nuestra conciencia a la abundancia que tenemos a nuestra disposición una vez que por fin «la obtenemos». Muchas personas piensan que la sencillez y el lujo no hacen buenas migas. Los shakers — americanos de la Iglesia milenarista— llevaban una vida austera, pero, también apreciaban el sublime lujo de comer bien y reconocían la importancia de cocinar con los ingredien tes más frescos, así como servirse con imaginación de especias y hier bas un siglo antes de la Nouvelle Cuisine. En 1886 una persona que comió con los shakers declaró que la comida había sido «digna de Delinonico’s», el famoso restaurante de Nueva York frecuentado por un público selecto. Cuando pienses en nutrir tu estilo personal piensa en lujos asequi- v ' bles. ¿Qué placeres sencillos podrían hacer que te sintieras mejor? Quizá llevar calcetines de cachemir mientras ahorras para comprarte un suéter del mismo tejido; quizá permitirte el placer embriagador de usar tu combinación de perfumes preferida: perfume, talco para el cuerpo y loción; el o sensual de las prendas interiores de seda y de un pijama de algodón puro con la piel; comprarte un bonito bol so de cuero que combine con todo; cambiar los pañuelos de papel por los de lino blanco; hacerte arreglar el pelo entre una visita regular a la peluquería y la siguiente; hacerte la manicura semanalmente para esti mular el crecimiento de las uñas; sustituir los botones de plástico baratos por otros más bonitos; disfrutar de un masaje facial o corporal; lucir joyas «para ocasiones especiales» en un día normal y corriente. I )eclara hoy al Universo que estás preparada para recibir toda la abundancia que el Universo, pacientemente, espera darnos. Cada uno de los días nos ofrece la posibilidad de ser una ocasión especial si po demos sencillamente aprender que además de dar, es una bendición re cibir con gracia y con un corazón agradecido.
10 l)li AKkll Dar el pego: el placer de comprar objetos de ocasión L a b ellez a d epen de p o r com pleto de los ojos d el observador. M argaret W o lfe H u n g er fo r d
J ennie Jerome Churchill, la famosa belleza norteamericana y madre del primer ministro británico sir Winston Churchill, creía que «la fru galidad y la aventura raramente van unidas». Por desgracia, la pobre Jennie, cuyos extravagantes gustos la tenían constantemente preocu pada por el dinero, no sabía dónde comprar. Hablemos hoy de la alegría inmensa que produce el reciclaje. Sin embargo, no me refiero a reciclar botellas y latas, sino al suéter de lana blanca de oveja de Liz Clairborne que será tuyo por poco dinero y con una visita a la tintorería. O al precioso bolso de cuero auténtico Gucci que compraste por un precio tan bajo que fue casi como si lo robaras. O la chaqueta negra Yves Saint Laurent que te vendieron casi regalada. Hay numerosas gangas esperándote en las tiendas de oca sión, en los comercios de venta en depósito y en las «boutiques» espe cializadas en trajes de época. Toda mujer sensata necesita tener a su disposición centros de reci claje dignos de confianza. Los hay de tres clases diferentes. En primer lugar, existen las tiendas de ocasión, como las de Goodwill o las del Ejército de Salvación. Como en ellas venden mercancías donadas, nun ca puedes averiguar la calidad de las mismas pero siempre vale la pena echar un vistazo. Las tiendas de venta de segunda mano difieren de las primeras porque son las mujeres ricas que aspiran a seguir la moda las que venden discretamente las prendas de las que se enamoraron la temporada anterior. En ellas es donde encuentras ropa de diseño y complementos por una fracción de su precio original. En las «bouti ques» de época tienen prendas clásicas de decenios anteriores, desde enaguas de algodón de la época victoriana hasta pantalones de pa ño asargado tipo Carole Lombard de los años treinta. Te recomiendo que vayas subiendo poco a poco hasta esta clase de «boutiques». Com prar en ellas puede resultar embriagador, como beber oporto a media tarde. Para tener éxito en el arte de comprar en este tipo de comercios,
donde eneiu*niras lo lures.ii ¡o para dar el pego, convieitVr seguii linas cuantas reglas. I•n primei lugar, iienes que encontrarte en un estado de .inimo apropiado: no vayas cuando te sientas cansada o estés en ten sión. A estos comercios no se puede ir con prisas. Hay que tomarse lodo el tiempo necesario y tener mucho ojo. Ve sola y de este modo la experiencia tendrá carácter meditativo. No entres en una de estas tien das pensando que vas a encontrar tal o cual cosa. En vez de ello, adop ta una actitud expectante y feliz, como si estuvieras buscando un teso ro. Cuando entro en una tienda de éstas me digo a mí misma: «La abundancia divina es mi única realidad y la abundancia divina se me manifiesta ricamente por medio de la ropa perfecta a un precio perfec to.» Y siempre es verdad. Finalmente, estos establecimientos deben visitarse con regularidad, ya que reciben género constantemente. El jersey de cachemir negro que hay en tu lista tal vez lo tengan el próxi mo martes. Esta semana puedes entregarte a un nuevo placer: la frugalidad. Encontrar juntas la frugalidad y la aventura es un placer que justifica la búsqueda.
11 DE ABRIL
Los últimos toques: el arte de los complementos Q u izá dem asiad o de todo sea tan m alo com o dem asiad o poco. E d n a F erber
f l liz a b e t h Taylor hace resaltar su estilo personal con joyas que no tienen precio; Anjelica Huston prefiere lucir muchos brazaletes de oro en el brazo; Anna Wintour, la directora de la revista Vogue, nunca se deja ver sin sus atractivas gafas oscuras, incluso en interiores. Su predecesora, Diana Vreeland, opinaba que el primer complemento de una mujer debía ser un par de zapatos perfectos de cuero negro que com binasen con todo, pero la exquisita Coco Chanel era partidaria del perfume, el «complemento invisible pero inolvidable».
A veces las mujeres se muestran ambivalente-, en relación con el atuendo, pero a menudo tienen un apego apasionado a sus comple mentos: el alfiler de oro con tus iniciales que tu mejor amiga te regaló para tu cumpleaños, las medias negras opacas Donna Karan con las que te sientes tan elegante, el collar de plata que compraste durante aquel fabuloso viaje a Santa Fe, el pañuelo de seda de color azul fuerte que tu hermana trajo de París, el bolso de paja de Nairobi que sirve de baúl para el ajuar. Los complementos son los objetos de nuestra autenticidad. Pue den tener valor sentimental, seguir las oscilaciones de nuestro estado anímico, darnos sensación de seguridad, hacer que resplandezca nues tra personalidad, o sabotear nuestros mejores esfuerzos. Debido a la emoción de que los revestimos, en muchos sentidos nuestros comple mentos personales son todavía más importantes que las prendas: son los últimos toques, los toques que nos definen. Muchos diseñadores famosos como Bill Blass piensan que las mujeres exageran con los complementos. No estoy de acuerdo. Pienso que muchas nos refrena mos cuando llega el momento de escoger complementos y nos ajusta mos a lo que nos parece aceptable o seguro. Nos sentimos más cómo das cuando no nos salimos de los límites. Pero cuando una mujer deja que el Espíritu la guíe mientras inten ta descubrir y nutrir su estilo auténtico, los complementos pueden ayudarla a correr esos riesgos pequeños tan importantes para incre mentar la confianza en sí misma. Combinados de formas inesperadas, la ropa y los complementos pueden dar poder. Piensa en lo lejos que llegó Dorothy Gale con su vestido de guinga de cuadros azules y sus zapatillas de color rubí. La elección de zapatos, medias, cinturones, pañuelos, joyas, sombreros, guantes, bolsos y perfumes puede tener mucha importancia para ayudarte a presentarte al mundo tal y como eres realmente mientras vas desentrañando este misterio tú misma. Recuerda simplemente que los complementos, al igual que tu vestua rio, deben destilar la esencia más pura de tu estilo personal. Si no te gusta tal o cual complemento, es mejor que no lo lleves. Finalmente, no olvides nunca que los complementos más esencia les, los complementos de los que ninguna mujer puede permitirse prescindir, proceden de dentro. Un corazón generoso, una sonrisa espontánea y unos ojos que relucen de gozo pueden formar parte de la apariencia característica de cualquier mujer una vez ésta se haya perca tado de su belleza auténtica.
Aprender a amar y honrar tu cuerpo l'l cuerpo es una p ren d a sagrada. Es tu p rim era y últim a p ren d a; es lo qu e llevas cu an do entras en la v id a y cuando sales d e ella, y d eberías tratarlo con honor. M arth a G raham
Q u é es más importante: aprender a amar nuestro cuerpo o poseer una imagen positiva del mismo? Las dos cosas tienen la misma importancia. Si no tienes una imagen positiva del cuerpo — y la mayoría de nosotras no la tenemos— , aprender a amar tu cuerpo puede ayudarte a formarla. Gloria Steinem nos asegura que «si eres capaz de aprender a que te guste tu apariencia, en vez de lo que tú piensas que es tu apariencia, te sentirás liberada». Ha llegado el momento de ser conscientes de que hasta que empe cemos a incrementar nuestro amor propio amándonos a nosotras mis mas a pequeña escala, no podremos empezar a cambiar para mejorar a gran escala. Debemos empezar optando por romper el ciclo autodestructivo de expectativas poco realistas, especialmente las nuestras. A partir de hoy, evita el ideal de la belleza que tiene el mundo, ya que es un ideal que cambia constantemente. Cleopatra suspiraba por tener várices.. Las bellezas medievales se ponían almohadillas en el vien tre. No esperes hasta que el mundo celebre tu existencia. Créate una posición propia en él. Presta atención a lo que es grande y olvídate de lo que no lo es. Deléitate en tu propio reflejo. En vez de obsesionarte por un cuerpo que nunca tendrás sin un preparador personal, empieza a descubrir cómo puedes sentirte mejor viviendo en el cuerpo que ya
tienes. Aprende por ti misma el poder transformador de la crianza en comparación con la naturaleza, nutre tu cuerpo con comida sana y agua pura. Come despacio y acuérdate de respirar antes de cada boca do. Al respirar, expulsa la tensión y la negatividad y absorbe oxígeno y energía positiva. Descubre de nuevo lo maravilloso que es sencilla mente moverse: desperezarse, bailar, pasear, correr, saltar, jugar, abra zar. Mima tu cuerpo poniéndote prendas cómodas, en momentos de tranquilidad y con rituales que induzcan al sosiego. I .i relación de una mujer con su cuerpo es la más importante que tendrá en l.i vida. Más importante que el marido, un amante, los hijos,
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los amigos, los eonoi idos, No se n . u . i d e egoísmo, sino d e u n I u * i lio nos dice Diana k. Roesch, c*spc*t’i.ilisi.i cu salud y buena Corma Iisi ca— . El cuerpo es literalmente nuestro vehículo para ser (para dar, para amar, para moverse, para sentir) y si no Cunciona, es casi seguro que en nuestra vida nada más funcionará tampoco.» Hoy, en vez de odiar a tu cuerpo, haz las paces con él. Ama y hon ra conscientemente la prenda sagrada que el Espíritu te dio para el tránsito por esta vida.
13 D E ABRIL
La mejor de las dietas E l a m o r prop io es el único p roced im ien to p a r a a d elg a z a r q u e realm en te da bu en resultado a la larga. J e n n y C r a ig
E n un principio comer tenía que ser uno de los sublimes placeres simples de la vida. Pero luego Eva le dio un mordisco a la manzana (de ahí la teoría sobre ingerir pocas calorías, poca grasa y mucha fibra) y desde entonces las mujeres han estado en guerra con la comida. Pero los alimentos no son nuestros enemigos. Si estamos vivos, tiene que gustarnos comer. Los alimentos son la fuente del combusti ble vital que nuestro cuerpo convierte en energía con el fin de sobrevi vir. Si no queremos comer, como ocurre cuando padecemos anorexia o alguna otra enfermedad, es señal de que algo anda muy mal en noso tras. No luches contra tu apetito. En vez de ello, respétalo y responde a él con alimentos nutritivos que agraden a todos tus sentidos: no sólo al gusto, sino también a la vista y al olfato. Pero a la mayoría de las mujeres les asusta confiar en que el cuerpo les diga lo que necesitan. Nos da miedo creer que si tiramos a la papelera todas nuestras dietas y comemos cuando tenemos hambre, no pararemos de comer y acabare mos figurando en el Libro Guinness de los Récords. Sin embargo, parece que cuanta más hambre nos obligamos a pa sar, mayor acaba siendo el aumento de peso, con el consecuente des precio hacia nosotras mismas. Esta verdad dolorosa la conoce cual quier mujer que haya seguido más de una dieta en su vida. La única
mnnei,i d r ponci lin .1 osle lamentable 1 ii lo consisto en olvidarse de las ■líelas \ m i l i / . 11 el sentido común.* orne cuando lencas hambre, bebe 1 11.mdo lencas sed, duerme cuando estes cansada, busca la armonía 1mu 111 cuerpo poi medio de ejercicios regulares y nutre tu alma me díanle la oración y la meditación.\El sabio chino Lao-tsé instó a sus seguidores a ser «realmente completos», porque entonces «todas las tosas acudirán a vosotros». Incluso la manera de hacer finalmente las paces con tu peso, líl taoísmo, es decir, la filosofía oriental de LaoI 11, ensena que la única manera de llegar a ser completo es cediendo. I Iay que ceder ante el hecho de que tu cuerpo responde a una sabidu11a que es superior al deseo de parecerse a las modelos que salen en las portadas de Vogue. Toda mujer tiene un peso ideal, aunque no es el que ella considera ideal. El peso ideal para ti es el que hace que te sientas más a gusto, mas llena de energía, el peso que no te resulta difícil mantener y que hace que te guste tu apariencia. Podemos llegar a tener ese peso cuan do empezamos a confiar en nuestro cuerpo. Olvídate de la talla y de la balanza. En lugar de pesarte, deja que tu ropa preferida te diga cómo andas cié peso. Sobre todo, confía en la orientación de tu yo auténtico. Métete dentro y visualiza tu yo auténtico. Comprueba cuál es su peso. Pídele que te ayude a llegar a tu peso perfecto por medio de la fuerza del amor. Muéstrate hoy dispuesta a creer que el amor propio es el único procedimiento para adelgazar que verdaderamente necesitarás, porque es el único que da buenos resultados.
14 DE ABRIL
Si padeces hambre y sed E l cuerpo d e b e nutrirse, física, em ocion al y espiritualm en te. En esta cultura p ad ecem o s h a m b re espiritual... no se trata de fa lta d e alim entos, sino d e nutrición. C a r o l H o r n ig
JN ^tuchas mujeres, entre ellas yo misma, engullen la vida porque creen que de este modo podrán dirigirla. Lo digo en sentido literal y en sentido figurado. Siempre que estamos inquietas, preocupadas, ner
viosas o deprimidas engullimos alimentos y bebida instintivamente, sin pensar, con el fin de alejar de nosotras la molesta experiencia nega tiva que sentimos en nuestras entrañas. Tenemos hambre y sed, pero no se trata de que queramos comernos un helado o bebemos un vaso de vino, sino que tenemos hambre y sed de paz interior y de relación más profunda. Cari Jung, el famoso psiquiatra suizo, creía que el alcoholismo era una enfermedad sagrada. M. Scott Peck, en su libro Further along the R oad Less Traveled, cuenta cómo se le ocurrió a Jung «que tal vez no era casualidad que tradicionalmente se llame “espíritu” al vapor sutilí simo que exhalan el vino y los licores, y que tal vez los alcohólicos eran personas cuya sed de espíritu era mayor que la de los demás, que tal vez el alcoholismo era un transtorno espiritual o, mejor aún, una dolencia espiritual». Creo que puede decirse lo mismo de la tendencia compulsiva a comer en exceso, que es la clase de adicción favorita de muchas mujeres. Tenemos tal apetito apasionado de vivir, que senci llamente no sabemos qué es lo que de verdad necesitamos para satisfa cer nuestros anhelos insaciables de compleción. La primera vez que me di cuenta de que cuando «engullía» la vida en realidad sentía hambre y sed de alegría y serenidad fue un momento decisivo en mi aprendizaje de la autonutrición. Por fin comprendí que no eran alimentos lo que me faltaba, sino que me veía privada de nutri ción espiritual. Me di cuenta de que podía meterme dentro y preguntar le a mi alma — a mi yo auténtico— qué era lo que necesitaba. Aprendí a detenerme y a hacerme a mí misma estas preguntas: «¿Cómo puedo in teresarme por ti en este momento? ¿Cómo puedo amarte? ¿Qué es lo que verdaderamente necesitas?» La próxima vez que vayas a comer algo, tómate un minuto y pres ta atención a lo que vas a hacer. ¿Vas a comer porque te sientes física mente hambrienta o inquieta? Si estás inquieta, dar un paseo por la calle, en vez de entrar en la cocina, sería mejor para ti y más amoroso. Al terminar el día, ¿te sirves un vaso de vino empujada por la costum bre, para señalar que ha llegado el momento de descansar? En vez de ello, ¿por qué no te tomas unos momentos para ponerte algo cómodo y bebes un vaso de agua mineral con delicioso sabor a fruta mientras preparas la cena? El vino te lo puedes tomar durante la cena. Aprende a crear ceremonias de placer personal que sean capaces de nutrir tus anhelos más hondos. Al nutrir tu espíritu con amabilidad, disminuirá el dominio de tus anhelos físicos. Date cuenta,hoy de que tienes hambre y sed por una razón. Pídele a tu yo auténtico que revele tus necesidades mas hondas, para cinc1el espíritu pueda apagar la sed y salislacer el hambre de Ut alma.
Descubrir el ímpetu del movimiento creativo A l cuerpo se le da fo r m a , se le disciplina, se le hon ra y, con el tiem po, se confía en él. M a rth a G raham
K l mundo que yo conozco se divide en dos tipos de mujeres: las que hacen ejercicio y las otras. Las que hacen ejercicio parecen tener más energía, padecer menos estrés, tener menos problemas de peso y, en general, ver la vida con una perspectiva más positiva y optimista. Las mujeres que están en buena forma física te dirán que hacer ejerci cio con regularidad es lo más importante que jamás han hecho para mejorar su vida. Las mujeres que no hacen ejercicio no creen en lo que dicen las otras y echan mano de toda suerte de excusas para no comprobarlo por sí mismas: que no tienen tiempo, que están en baja forma, que tie nen la gripe, que hace demasiado frío o demasiado calor, que están demasiado cansadas, que se sienten demasiado deprimidas, que puede que lo hagan la semana que viene. Conozco muy bien a las muje res que no hacen ejercicio con regularidad porque hasta hace poco yo era una de ellas, incluso después de que el médico me regañara y la familia me avergonzase. Somos almas gemelas del escritor Robert Maynard Hutchins, que en cierta ocasión comentó que «siempre que me entran ganas de hacer ejercicio, me tumbo hasta que se me pasan». Esto no es bueno. Esto no es autonutrición. Esto no es sano. Lo sabemos intelectualmente. Dado que todas somos muy inteligentes, tiene que haber alguna forma de convencer poco a poco a nuestro cerebro de que cuide mejor a nuestro cuerpo. Pero la forma no consis te en imponer un nuevo y riguroso régimen a la mente consciente y tozuda que siempre se las compone para ganarnos en astucia. No ha dado buenos resultados en el pasado, así que no hay motivo para pen sar que vaya a darlos ahora. Cambiaremos por medio de la seducción. Deja de utilizar palabras t.iles como «hacer ejercicio» o «ponerme en forma» para referirte a esta actividad. Si tienes que llamarla de algún modo, llámala «movimiento creativo». Olvídate de gimnasios, de la marcha atlética, de las p e s a s y de las clases de aerobia dirigidas por mujeres sin huesos. Pien sa que el movimiento creativo es un pasatiempo agradable que hace
l.i vida sea mejor. I l . i / i m . i pausa < imagina todas t.i■ . lorm.is il< moverte creativamente que podrían resultarte agíadable.: bailai (dan za clásica, jazz, claque), nadar, praeticat la esgrima, inontai a caballo, practicar deportes tales como el m o f a d hall, el tenis y el golf, ir en bicicleta. ¿Qué te parece el yoga, que es un tipo de movimiento en el que participan la mente, el cuerpo y el espíritu? ¿Y el antiguo y airoso arte marcial chino llamado Tai Chi? Ahora piensa en salir hoy a d.u un paseo al sol. Caminar es la mejor forma de movimiento creativo que existe y no cuesta ni cinco. Al caminar, la cabeza se te despeja, los pulmones se llenan de aire fresco, te desahogas, acumulas fuerza y el espíritu se centra. Empieza a moverte paso a paso y el ímpetu positivo partirá de ahí. Confía en mí cuando te digo que la seducción da buenos resulta dos. En otro tiempo trataba de ponerme en forma dando patadas v chillando. Ahora practico la respiración profunda y los suaves moví mientos del yoga y paseo mientras medito. Me siento mejor y estoy preparada para seguir adelante. Diana Roesch nos asegura que «con la instrucción y la conciencia de nosotras mismas podemos reconducir y realinear nuestros yoes completos con nuestro cuerpo, hallando nuc vas maneras de moverse y celebrarlo, y añadiendo a ello las cantidades de buenos alimentos que el cuerpo nos diga que necesita; nuestra al ma, nuestro sentido de nosotras mismas como buenas y dignas, al co nectarios con la tierra y unos con otros». i|iu*
16 DE ABRIL
Pasear y meditar Os d iré lo qu e aprendí. Un p aseo largo, d e ocho o n u eve kilóm etros, es una ayuda. Y una tiene q u e darlo sola y todos los días. B ren d a U ela n d
M
ientras me tomé el caminar como un ejercicio, nunca llegué mas allá de la puerta principal. Pero un día me sentía tan inquieta, que tuve la sensación de que iba a saltar fuera de mi piel, así que salí apresura damente de casa, a la hora del almuerzo, como si huyera del escenario
ili un i limen Mi senil.i lien. i de decepciones, ilc recuerdos dolorosos, d> i \;peci.itiv.is poco realistas y el lu í uro y los inevitables cambios me
llenaban de terror. 1.1 único lugar seguro para mí era el momento preule: los pies pisando la calzada, el viento en la cara, la respiración i mi nido y saliendo de mi cuerpo. A l cabo de cuarenta minutos, me detuve y descubrí con asombro que me encontraba al otro extremo de la ciudad y emprendí la vuelta a casa, tranquila y centrada. Desde entonces camino con regularidad. Poco a poco voy aprendiendo lo que Henry David Thoreau sabía: Para llegar a ser andador se necesita una concesión directa del cielo.» Pero sigo sin caminar para hacer ejercicio. En vez de ello, paseo con liecuencia por mi alma y el cuerpo sigue mis pasos. Hay diferentes razones para caminar: incrementar el ritmo del corazón y acumular Inerza, resolver un problema creativo, terminar una discusión conti go misma o con otra persona, pasear y contemplar el mundo que te rodea, y meditar. Yo camino por todas estas razones, pero la mayoría ■le los días salgo a caminar para meditar, para poner el espíritu en for ma. Trato de acallar las voces que suenan en mi cabeza, doy zancadas largas y me concentro en el ritmo lento y regular de mi respiración, confortada por el silencio interior. I )e pronto, el canto de los pájaros, los ladridos de un perro o la contemplación de un jardín bonito podían romper mi abstracción. Thoreau se quejaba de que a veces caminaba «sin poner el espíritu en ello... El pensamiento de algún trabajo entra en mi cabeza y no estoy donde está mi cuerpo... Estoy fuera de mí». A mí me ocurre lo mismo, pero he aprendido a hacer que mi conciencia vuelva lentamente al acto lisico de caminar, porque aquí, en el momento presente, andando paso a paso, he encontrado la paz. Si te resulta difícil sentarte a meditar, puedes intentar meditar ca minando, especialmente ahora que ha vuelto el buen tiempo. Ten en cuenta tus preferencias: si la mañana no es lo tuyo, sal a pasear a me diodía, por la tarde o después de cenar bajo las estrellas. Aunque durante el día trabajes en una ciudad, puedes dar un paseo a la hora de comer. Nadie tiene por qué saber que te has aislado del mundo y estás meditando mientras paseas por la calle. Entre veinte minutos y media hora todos los días es suficiente para recuperar la sensación de sereni dad, He comprobado que meditar mientras caminas siempre es útil. A veces esperamos experimentar una trascendencia inmediata y nos llevamos un chasco cuando parece que no ocurre nada. Olvídate de las expectativas y la vida se desplegará, paso a paso.
Hacer las paces con tu cabello E l gen io sirve de p o co a una m u jer qu e no sabe peinarse. E d it h W h a r t o n
D u r a n t e siglos se ha dicho que el pelo de una mujer es «la gloria que la corona», pero todas las mujeres que conozco dicen que su rela ción íntima con su pelo es una pesadilla. Personalmente, no conozco a ninguna mujer que realmente le tenga cariño a su pelo, sólo conozco a mujeres que hacen lo que pueden con él. El pelo es una fuerza de energía, una fuerza viva, poderosa, veleidosa y metafísica que debemos respetar, tener en cuenta y aceptar, pero no la podemos controlar más de lo que se puede controlar la fusión atómica. De vez en cuando podemos conseguir que se porte bien (a estas raras ocasiones las llama mos «días buenos»); podemos conseguirlo por medio de halagos, pero nunca por medio de la coacción. Piensa en el dinero, el tiempo, la ener gía creativa y la emoción que dedicamos al cabello. A pesar de todo, la mayoría de las veces el pelo insiste en expresar su propia autenticidad, no necesariamente la nuestra. No sé cuál es tu caso, pero yo estoy ago tada a causa de las pequeñas escaramuzas que sostengo con la vida todos los días, y la batalla con mi pelo no es la más pequeña. La mayoría de nosotras vivimos bajo una alucinación colectiva que Naomi W olf llama «el mito de la belleza». A todas nos han lavado el cerebro para hacernos creer que si encontramos un champú y un acondicionador apropiados, la permanente, el color y el corte que mejor nos favorezca, nuestro cabello se comportará por fin como el de las mujeres que por su profesión aparecen ante el público: las que tra bajan en la televisión, el cine y la moda (por cierto, estas mujeres no se peinan solas). Si tuviéramos a nuestra disposición un peluquero profe sional todos los días, o, al menos, cuando tenemos que aparecer ante el público o hacernos una fotografía, todas llevaríamos un peinado, si no fabuloso, al menos presentable. Pero la vida real no es así para mí y, probablemente, tampoco para ti. En casa, mi pelo nunca tiene el mismo aspecto que cuando vuelvo de mi cita mensual con la peluquería. Esto es poique aun no he apren dido a manejar simultáneamente el secadoi y el ri/adoi con las manos y a hacer lo que hace mi peluquera t liando da vuelta*. .1 mi alrededoi Así que he dejado de internarlo y en 1a-.a uu limito .1 la va mielo, es
ponjarlo, dejar que se seque y luego rizarlo con los bigudíes eléctricos y las tenacillas. Algunos días queda de maravilla y otros da pena, pero el proceso es virtualmente el mismo. El pelo nos humilla y necesita mos hacer las paces con él. El truco consiste en aceptarlo y reconocer su personalidad: que sea espeso o ralo, áspero o fino, lacio o rizado; la forma en que se rompe con la permanente, se encanece o si insiste en dividirse en dos mitades por el centro de la coronilla. El primer paso hacia la reconciliación con el pelo y la serenidad es conocer tu pelo y trabajar con él en vez de luchar constantemente contra él. Mientras que mi yo auténtico lleva el pelo largo hasta los hombros y en rubias ondas prerrafaelistas, he teni do que aceptar el hecho de que no puedo peinármelo con trenzas rubias y onduladas hasta que inventen una permanente que no cha musque el pelo teñido (y no la han inventado). Así que he escogido el color adecuado para los rizos. La cosa se reduce siempre a hacer una elección creativa. Si en la actualidad estás descontenta con tu cabello, empieza a bus car pacientemente fotografías de peinados que te gusten y muéstraselas a un peluquero o peluquera que te hayan recomendado las amigas. Ante todo, consulta con ellos y habla de tu pelo tal y como es y de tu fantasía con el mismo. Ten en cuenta el tiempo que estás dispuesta a dedicar diariamente a tu pelo. Esto es muy importante. Averigua si puedes llegar a algún término medio que haga que te sientas más satis fecha. Si estás pensando en hacer algo drástico, por ejemplo pasar del pelo largo al corto, pon en tu espejo fotografías del nuevo peinado y déjalas allí durante un par de semanas, así te familiarizarás con el cam bio antes de que se produzca. La impresión no será tan fuerte enton ces. Sobre todo, procura no dejarte llevar por los impulsos. Todas tenemos días en los que nos parece que «tenemos que hacer algo con nuestro pelo», pero precisamente ese algo no hay que hacerlo en tales días. Recuerda que el pelo que conoces es más fácil de manipular que el que desconoces. Pero tienes que mostrarte receptiva a los cambios porque pocas cosas hay en la vida que den tanta alegría como encon trar por fin un peinado que te siente bien. Y si ocurre lo peor, después de secarte las lágrimas recuerda que se trata sólo del pelo. Volverá a crecer y tú te habrás vuelto más prudente. Sobre todo, ten presente que aprender a aceptar tu pelo forma par le del proceso de aprendizaje para amarte a ti misma. La poetisa Mariannc Moore creía que «tus espinas son lo mejor de ti», y tenía razón.
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i >r, a indi
La cara que ves en el espejo E l m aqu illaje m ás bello d e una m ujer es hi pasión l ' o o lm cosm éticos son m ás fáciles d e com prar. Yvks
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jL JL quién ves cuando miras la cara que aparece e n e l . .|*. i.. ¿Empiezas a ver a tu yo auténtico? ¿Comienzas a sentirte mas .1 i;iih to con el rostro singularmente hermoso que te devuelve l.i mn ulit! Espero que así sea. Pero este crecimiento de la propia actai ion v df la estima es lento y muy sutil, especialmente después de anos <1. I>. n. volo descuido. Uno de los procedimientos para empezar a amar nucst......... mío consiste en realzarlo con maquillaje. En lo que se refiere ,il ni.k|n 1111|> he pasado por muchas etapas. Hubo una época, cuando lem.i v. mii< años y pico y trabajaba en el mundo de la moda y en el leal 10, « qn» ni en sueños me hubiera atrevido a salir a la calle sin mi pintui 1 di guerra. Para mí, el maquillaje era una máscara mundana que mt d iIm confianza en mí misma. Luego, después de cumplir los tremía, . as n me y tener mi hija, en una época en que pasaba mucho tiempo •••
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•I m i m i t i i / o i l c un cit lo ilc a u t o a l i r m a c i ó n y acepta» i on. P e r o lite t a m
alp.o más impoi i.mic: el principio de una ceremonia de autonutri
•mu I nipccc .1 vei que los diez minutos que todas las mañanas dcdi• «I•i .1 realz.it mi apariencia para mí misma y no para el mundo eran mu i luí m.i pequeña, pero importante, de nutrir mi autenticidad. Hasta ti iiinal de ponerse maquillaje puede ser espiritual cuando sale del co1,1/ 011.
19 DE ABRIL
Rituales primaverales de reposición ¡Le/, q u e tu m ente se tranquilice vien d o la b ellez a d el m undo y los tesoros inm ensos e ilim itados q u e contiene. io d o lo q u e tienes dentro, todo lo qu e desea tu corazón, l oí Lis las aptitudes especiales qu e te da tu natu raleza... todo esto o su eq u iv alen te te espera en el gran todo. Sin du da ,tlviina v en d rá a ti. M is es igualm en te cierto q u e v en d rá en el m om en to señal,ido, ni un solo m om en to antes. Todos tus llantos y tus f í e lo rs y tus intentos d e alcan zarlo con las m an os no cam biarán nada. Asi pues, ni lo intentes siquiera. E dw ard C arpenter
en la estación de la renovación y la reposición. ¿Qué mejor manera de empezar que meditando sobre las palabras con que el poei i mi1,!. \ I dward Carpenter nos asegura que la plenitud satisfará todas i m t m i . i s necesidades? Sin duda alguna recibiremos lo que estemos esp t i n u l o , ya se trate de la serenidad, la satisfacción, la gracia, la con• it n. . interna del encanto de la vida simple... Pero llegará sólo cuan•Ii i . M e m o s preparados para recibirlo con un corazón abierto y ti|',i .idei ido. Mientras esperas pacientemente, consuélate y alégrate con senciII. i i i t u . i l c , primaverales de rejuvenecimiento. Mi ritual favorito conI
V . i . i m o s
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siste cu busca i nn nuevo espacio saciado en el mundo. I l o me re cuerda que llevamos nuestra serenulad ron nosotros, l a sombra de un grupo de árboles en un cementerio antiguo, un bonito jardín |>u blico donde no habías estado antes, una galería de arte, el depósito de libros de una antigua biblioteca, el silencio de una capilla donde pue des encender una vela, incluso un café al aire libre donde puedas sen tarte a tomar el sol: todos estos lugares pueden ayudarte a percibí i el tesoro ilimitado y la reposición espiritual de una hora de soledad peí fecta. Joseph Campbell nos dice que «lo único que necesitamos es es •
pació sagrado, tiempo sagrado y hacer algo que nos llene de gozo. Casi cualquier cosa se convierte entonces en un gozo continuo y cre ciente».
20 D E ABRIL
Hacer una cura: los placeres del baño D e b e d e h a b e r bastantes cosas qu e no se curan con un b añ o caliente, p ero no con ozco m uchas de ellas. S y l v ia P l a t h
TJL oda mujer debería ser consciente de que hay una diferencia importante entre bañarse y tomar un baño. Bañarse es sencillamente asearse, pero para eliminar la suciedad y el sudor basta con una ducha, ¡por Dios! Tomar un baño, tal como dijo el c r ític o social V ic to ria n o Ambrose Bierce, es «una especie de ceremonia mística que sustituye al culto r e lig io s o » . Creo en el poder rejuvenecedor de la hidroterapia como rio positivo de la psicoterapia. Hace un siglo, los métodos curativos por medio del agua hacían furor como procedimientos para combatir la llamada «el nuevo nerviosismo americano» o «neurastenia» que empe zaba a invadir el país a medida que nuestros tatarabuelos se adaptaban a la implacable intrusión de la tecnología en su vida, con los consi guientes trastornos propios de la «frenética vida moderna» encarnados por el telefono y la electricidad. Los V i c t o r i a n o s acudían en masa a los balnearios, donde bebían agua mineral y se daban baños medicinales para curarse la agitación y
iilios 11 ,i M o m io s pardillos pt Dilúcidos poi los ,\l.t i|t ir s de .111 j *tu •»t i.t, el insomnio, l.i depresión y las jaquecas.
I loy podemos «hacer la cura» en la intimidad de nuestro propio i darlo de baño. V, como somos poseedoras de sentido común, debería mos hacerla diariamente. No menosprecies la bendición de un baño. I’uede calmar tu mente, relajar tu cuerpo tenso y cansado y apaciguar la turbación de tu espíritu. Puede ayudarte a alcanzar el alivio exquisi to del sueño o despertarte y ayudarte a recibir el día con entusiasmo. Mi filosofía de la vida es muy sencilla: en caso de duda, date un baño. Cierra la puerta, abre el grifo, echa en la bañera las sales de baño o los aceites esenciales, prepara las toallas suaves, recógete el pelo y olví date del mundo introduciéndote en el agua. A mi modo de ver, para rejuvenecer y centrar el espíritu los baños son tan esenciales como la plegaria y la meditación. De hecho, un buen baño es una de las mejo res maneras de meditar, ya que, una vez te has sumergido en el agua caliente y delicadamente perfumada, ¿dónde querrías estar salvo en ese momento presente? Báñate a la luz de las velas, en compañía de música clásica, una bebida fría o un buen libro (uno que pueda leerse sin gran esfuerzo), o simplemente deja que el silencio sosegador te envuelva mientras la bañera se llena de agua caliente. Cómprate rios que contribuyan a que el baño sea más su blime: un cepillo de mango largo, una almohada hinchable, una cu beta. Cuando te pregunten qué regalo quieres para tu cumpleaños, tu santo, el Día de la madre, etcétera, pide productos para el baño y de esta forma tendrás siempre un buen surtido a mano. Actualmente se encuentran gran variedad de sales perfumadas, aceites, polvos, baños de burbujas y baños de leche. Pruébalos para ver cuáles son los que más te gustan y considéralos lujos accesibles. «No se me ocurre nin guna pena en el mundo que un baño caliente no pueda mitigar, aun que sea sólo un poquito», escribió sabiamente Susan Glaspell en The visioning en 1911 (probablemente lo escribió sentada en la bañera), y sabía de lo que estaba hablando.
La aromaterapia: la confortabilídad restauradora de la fragancia L os olores contribuyen m ás q u e los sonidos y las im ágen es a h acer q u e v ibren las fib r a s d e l corazón. R u d y a r d K ip l in g
L o s escépticos son los m ejores buscadores. M e di cuenta de ello cuando d escu brí la con fortabilidad restauradora y las propiedades curativas de la fragancia — es decir, la arom aterapia— p o r recom enda ción de una am iga de confianza que es vicerrectora de una universidad durante el día y m ística de noche. Pero hasta que no lo prob é p o r mí m ism a y me convencí del placer sencillo y del poder del perfum e par.i sanar el cuerpo, la mente y el espíritu, m ejorar mi estado aním ico y aliviar el estrés, pensé que la arom aterapia — es decir, el antiguo arte terapéutico de m ezclar aceites esenciales o extractos destilados de fio res, plantas, hierbas y frutas arom áticas para fines m edicinales— era un engaño de la nueva era. E n realidad, la arom aterapia ha form ado parte de las prácticas m edicinales de las grandes civilizaciones del m undo, incluidas las de E gip to y R om a en la A ntigüedad, durante miles de años. ¿P or qué? P orque da buenos resultados. H e descubierto personalm ente que un m asaje en las sienes con aceite de lavanda me quita el d o lo r de cabeza, y que en vez de prepa rar otra taza de cafeína cuando necesito una inyección de energía, logro el m ism o efecto esparciendo en el aire aceites esenciales pulveri zados: albahaca (para estim ular el cerebro), rom ero (para activar la m em oria), m enta (para tener claridad y agudeza m entales) y salvia (com o tónico para com batir la fatiga y la tensión de la mente). M ien tras escribo esto tengo sobre la m esa un preparado vigorizador que me resulta agradable y me inspira. La arom aterapia funciona de la siguiente m anera: El sentido del olfato es el vínculo prim ordial con el cerebro. C u an d o inhalam os un perfum e, los neurotransm isores que tenem os en el cerebro ponen en m archa la producción de secreciones bioquím icas que afectan .1 núes tro estado aním ico, a nuestros sentim ientos y a nuestras em ociones. C u an d o un aceite esencial arom ático penet 1a en nucsi 1a piel durante el baño o 1111 masaje, el aceite penetra en la epiderm is, estim ula mu stio
11iiii|>l('|() sistema tic vasos linfáticos y entra en el torrente circulatorio \ acaba dando bienestar a nuestra mente agotada. I .1 aromaterapia se puede utilizar de muchas maneras. Un masaje 11 .i poral o facial hará que te sientas como una mujer nueva. Otro pro11 dimiento consiste en esparcir fragancias en el ambiente que te rodea, fuciles echar unas cuantas gotas de aceite esencial (después de escoger 11que más convenga a tu necesidad) y agua en un atomizador de cerá mica o en un pebetero y calentar éste con una vela. Puedes verter una mcv.cla de aceites esenciales en una bañera de agua caliente para darte un baño íntimo o en un pañuelo de algodón y aspirar plenamente t u.mdo lo necesites, de forma profunda y lenta para estimular la relal.ición durante el día. También puedes quemar incienso cuando mediias o encender una vela perfumada en tu dormitorio mientras lees y te i elajas por la noche. Permítete hoy sentir curiosidad por la sedante reposición espiri tual que ofrece la aromaterapia. Helen Keller nos dice que «el olor es nn brujo poderoso que nos transporta a través de miles de kilómetros v de todos los años vividos». El confort restaurador y el poder de la liagancia también pueden mejorar los días venideros.
22 DE ABRIL
El despertar sensorial N ad a p u ed e curar el a lm a salvo los sentidos, d el m ism o m od o q u e n ad a p u ed e curar los sentidos salvo el alm a. O s c a r W il d e
F u ir n o s creados para experimentar, interpretar y saborear el mundo por medio de nuestros sentidos, es decir, el olfato, el gusto, el oído, el tacto, la vista y la intuición. Aunque somos seres sensibles dotados de capacidad para «percibir el mundo con toda su belleza y todo su im o i, de lleno en nuestro pulso», como la poetisa, piloto, autora, exploradora y naturalista Diane Ackerman nos dice en su exquisita i-vocación en A natural history o f the senses, la mayoría de nosotros n o s movemos sumidos en un trance apagado, dormidos, sin ver el ini'.tci io de todo lo que nos rodea. Ackerman añade que para que nos
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despertemos y «empecemos a comprender esa liebre maravillosa (pu es la conciencia, debemos tratar de comprender los sentidos. Los sen tidos no sólo hablan por medio de actos de claridad conspicuos o suti les, sino que rompen la realidad en fragmentos vibrantes y vuelven a unirlos para formar una pauta que significa algo». Voy a pedirte que durante la próxima semana todos los días hagas una pausa conmigo para maravillarte de los dones naturales que nos han sido otorgados tan generosamente. George Eliot (seudónimo de la escritora del siglo XIX Mary Ann Evans) creía que «si tuviéramos una visión y un sentido penetrantes para captar en su totalidad la vida hu mana normal y corriente, sería como oír crecer la hierba y el latir del corazón de la ardilla, y moriríamos al percibir el estruendo que hay al otro lado del silencio. Tal como están las cosas, el más vivo de noso tros anda por ahí como un estúpido». Mira hoy el cielo azul, escucha cómo la hierba crece bajo tus pies, inhala el aroma de la primavera, deja que los frutos de la tierra se que den en tu lengua, abraza a las personas amadas. Pídele al Espíritu que despierte tu conciencia ante el carácter sagrado de tus percepciones sensoriales.
23 DE ABRIL
El perfume de una mujer P orqu e el sentido d el olfato, casi m ás q u e cu alqu ier otro, tiene la fa c u lta d de ev o c a r recu erdos y es una lástim a qu e lo usem os tan poco. R a c h e l C a rso n
TA odos tenemos nuestro propio perfume, tan distintivo como el ADN. Es un aroma profundamente personal, fruto de la dieta, las hormonas, la higiene y la salud. Cierto día Napoleón escribió a su esposa Josefina pidiéndole que «no se bañara - porque llegaría a easa al cabo de tres días y adoraba su aroma natural. ( alando mi h i j a era m a s pequeña y yo tenía que ausentarme de easa, la nina dormía eon la cabeza apoyada en m i almohada de plumas \ s e upaba c o n m i edre d ó n porque huelen r o m o l n , m . i m a l)r-.pues d < m o t i l m i p.ulie,
luicc ahora ( iuco años, mi madre me regaló sus pañuelo». Guardo uno il< ellos en el cajón de la mesita de noche y cuando me lo acerco a la nariz vuelvo a notar su presencia porque los recuerdos que el perfume evoca me traen su amor a través del tiempo, el espacio y la eternidad. También nuestro hogar tiene su propio aroma. El aroma del pan recién sacado del horno, el olor a limón del abrillantador de los mue bles, el olor a gato, a perros mojados, al barro de la esterilla de la ent rada, a ropa sucia en la cesta. El olor del café, del tocino y de la frut.i madura en la cocina; a jabón en el baño; a sábanas arrugadas en los dormitorios; a flores recién cortadas, a ambientador, a leña quemada y .1 papel de prensa en la sala de estar. I )iane Ackerman nos dice que «los olores estimulan los recuerdos, pero también despiertan nuestros sentidos adormecidos, nos miman y nos consienten, ayudan a definir la imagen que tenemos de nosotros mismos, remueven la caldera de nuestro poder de seducción, nos avi'..m del peligro, nos hacen caer en la tentación, avivan nuestro fervor religioso, nos acompañan al cielo, nos casan con la moda, nos empa pan de lujo». ¿Y si perdiéramos el sentido del olfato, si de pronto fuéramos víctimas de la anosmia, como lo son dos millones de americanos? Nos encontraríamos navegando a la deriva sin el sextante interno del aroma. 1)eleitémonos hoy con el sencillo placer de nuestro sentido del olfato. Busca aromas agradables. Visita un mercado italiano; almuerza en un restaurante chino; entra a curiosear en una librería de ocasión; acércate al departamento de perfumería de unos grandes almacenes e inhala sus delicias. Échate en la hierba fresca del jardín, coge una pala y remueve la tierra, mete la nariz en un ramillete de lirios de los valles (que en esta época del año ya deben de florecer) y huele la dulzura de la primavera. Da un paseo por el bosque, por un jardín o por tu barrio después de la lluvia; visita un mercado de productos agrícolas y com pra plantas aromáticas para ponerlas en la cocina: romero, salvia, hier ba luisa, estragón, menta, laurel y lavanda recién cortada; pon un gera nio en el cuarto de baño. Prepara un plato de pasta para la cena de esta noche, con tomate, ajo, cebolla, salchichas y pimientos, todo ello frito con aceite de oliva; pon a cocer a fuego lento clavo, mondas de naranja, canela y manzanas y obtendrás una fragancia deliciosa; experimen ta con tus propias mezclas; disfruta de un baño perfumado y luego ponte polvos de talco, que es uno de los primeros olores que percibi mos en la vida. I n el mundo que nos rodea hay olores exquisitos que pueden despert.u nuestros recuerdos, influir en nuestras emociones y transform.u nuestros sentimientos y estados anímicos.
I .m sagrado cía el poder del <>11><, <|u< I )io,s ordenó .1 Moisés (|iie construyera un altar de 11agamia y (111e quemara incienso en él cuando rezase. Hoy, cuando inhales algo maravilloso, reza una oración de agradecimiento por este don.
24 DE ABRIL
Qusto por la vida Os deseo toda suerte d e p rosperidad, con un p o c o m ás de gusto. A l a in - R e n é L e S a g e
E !r l gusto es el hermano menor de nuestro sentido del olfato y de pende de éste al principio, aunque muestra sus deseos de independen cia en cuanto le es posible. En A N atural H istory o f the Senses, Diane Ackerman nos dice que los niños tienen más papilas gustativas que los adultos (que poseen diez mil detectores del gusto en la boca, princi palmente en la lengua, aunque también en el paladar, la faringe y las amígdalas). Por extraño que parezca, nuestras papilas gustativas se gastan y se regeneran cada diez días, aunque, cuando alcanzamos la mediana edad, no se regeneran con tanta frecuencia como desearía mos. Por desgracia, es verdad que los sentidos se embotan cuando en vejecemos y que es necesario hacer que se despierten de nuevo. La palabra gusto siempre ha tenido un doble sentido. Al explorar y celebrar el sencillo placer de este sentido intensamente personal, deberíamos examinar ambas interpretaciones. La definición principal de «gusto» describe la facultad sensorial que nos permite distinguir si las sustancias disueltas en la boca son dulces, agrias, amargas o saladas. Pero la otra definición de «gusto» describe la facultad mental que nos permite discernir o apreciar las cosas por el gozo que nos producen. Vamos a estudiar hoy lo que podemos hacer para incrementar nuestra capacidad para sentir placer, es decir, nuestro gusto por la vida, deleitándonos con este sentido sencillo pero sumamente com piejo. En primer lugar, busca en tu barrio tiendas de comestibles exóii eos: caribeños, orientales, indios o paquistaníes, italianos, cajunes, ale
ni,mes, hispánicos, judíos o negros. Olvídale de lodo prejuicio y d.\ i ieuda sucha .1 la i uriosidad. I lay muchos bocados exquisitos esperan' do que los descubras y saborees. Inhala los aromas vibrantes y vuelve .1 tasa con algo maravilloso, nuevo y diferente para la cena de esta semana. I I segundo paso consiste en hacer limpieza del especiero. Es un paso a la vez simbólico y necesario. Después de todo, en la variedad i si a el gusto, como dice el refrán, y las especias nuevas dan variedad a nuestro sentido del gusto. Yo no lo había limpiado desde que nos mudamos a la casa donde vivíamos cuando eché a andar por el camino hacia la alegría y el bienestar y traté de poner más orden en mis asuni os cotidianos. Revelo este detalle patético y embarazoso sumida en el .r.» >mbro, principalmente porque cuando decidí ocuparme del especie111 me encontré con que tenía once botes de especias para carne de ave \ once para pasteles de calabaza. ¿Tienes idea de cuánto espacio ocu pan veintidós botes de especias? No hace falta ser una detective como miss Marple para deducir lo que había ocurrido en la vida de la mujer encargada de esta cocina, l odos los años desde 1981 , al acercarse el Día de Acción de Gracias, había comprado más botes de ambas clases. ¿Por qué compraba más? ¿Se debía a que, como cocinera justamente célebre por sus guisos, era muy maniática y quería que las especias no hubieran perdido ni un ápice de su picante? No lo creo. 1,a razón era que, como ama de casa agotada y desorganizada, no tenía idea de que quedaban especias del año anterior y, por supuesto, no quería quedarse corta. Aprende la lección de esta lamentable historia. Sospecho que no soy la única americana que tiene numerosos souvenirs de anteriores días de Acción de Gracias. Y el motivo por el cual necesitamos limpiar el especiero es para disponer de espacio donde quepan especias frescas (por si no lo sabías, las semillas de cardamomo y cilantro se fosilizan al cabo de diez años) porque vamos a usarlas para despertar de nuevo nuestro sentido del gusto. Piensa que uno de estos días puedes prepat . i i curry indio, arroz y mango con chutney para cenar; o lasaña con albahaca, orégano y ajo; o un plato de chili. Dicen que las últimas palabras que pronunció Kit Carson antes de morir, el famoso coloni zador del siglo X I X , fueron: «Ojalá tuviera tiempo para comerme otro plato de chili.» Gracias a Dios, nosotras tenemos tiempo. ¡Q ue aproveche!
2S
DK ABRIL
En un día despejado puedes ver Id elmnd
I X c llegado a esa etapa difícil de la vida en que no veo con l.r. \\il m puestas o sin ellas, así que las llevo encima constantemente \ |nn sa del pánico cuando no sé dónde las he puesto. A medida que mi \i ta de persona de mediana edad cambia, me he dado cuenta
I- |•<. ciosa que es la capacidad de ver claramente. Una amiga mía, Susan Abbott, es una artista extraordinai ia <11u* crea acuarelas panorámicas con una asombrosa riqueza de detalle'.
II» n> pioblemas pavés ion l.i visi.i donde li.u e alquil tiempo y cuando mu habla ile mi preocupación por perderla, me siento impotente. Lo >jM> l ímenla perdei es la capacidad de llevar a los niños a la escuela en • Ii» , i. al dentista, liaeer la compra, probar recetas nuevas, leer el pe.... ln <•, vei las caí as de los seres queridos, maquillarse. Momentos pre•i..... . infinitesimales que constituyen los días de nuestra vida. « uiitempla hoy realmente el mundo que te rodea: la familia, el hou n . los animales de compañía, las personas que trabajan contigo y los •I. 11 <mol idos con los que te cruzas por la calle. Sonríe a todas las per linas i on las que te encuentres porque puedes verlas. No olvides nun»■i que el don de la vista era tam importante, que Dios, al crear el mun do, lo primero que hizo fue la luz para poder ver, y después de ti i iuin.u la tarca de cada día, el gran creador contemplaba su obra y - \i ia que era buena». También nosotros necesitamos ver lo bueno.
26 DE ABRIL
Acordes mayores y menores de placer C on labios trém ulos y sonidos insuficientes, m e esfu erzo y lucho p o r interpretar bien la música d e m i naturaleza... E l iz a b e t h B a r r e t t B r o w n in g
L i a mayoría de las personas que tenemos la suerte de que no nos fal te ninguno de los sentidos pensamos que si tuviéramos que perder uno de ellos, la pérdida más terrible sería la de la vista. Pero Helen Keller, que quedó ciega y sorda después de una fiebre misteriosa cuan do contaba diecinueve meses, lamentaba haber perdido el oído más que la vista. La escritora Hannah Merker nos dice en Listening, su conmovedora meditación sobre la pérdida del oído, que «los psicólo gos aseguran que la sordera o la grave pérdida de oído, cuando el ser humano la sufre después de haber disfrutado de este sentido, es el mayor trauma que puede experimentar una persona». Hace once años estaba comiendo con mi hija, que a la sazón tenía casi dos años, en nuestro restaurante rápido favorito cuando un
grande se desprendió del tocho \ cayó ■.«*1•i» mi Suln mu Iriión en 11 cabeza que me dejó parcialmente incapacitada din.míe casi dos ano1. Durante los primeros tres meses de recuperación inve que r.iuid.u cama y mis sentidos no funcionaban como era debido. Mi visión cu muy borrosa, era extremadamente sensible a la luz e incluso los diluí jos distintos de la colcha de la cama transtornaban mi sentido del ei|iu librio y tuvimos que darle la vuelta. No podía leer ni entcndci la*, palabras escritas. Pero lo peor de todo, lo que más me desorientaba, era que el golpe había afectado mi sentido del oído. No podía escu char música porque me mareaba. Ni siquiera podía sostener una con versación por teléfono porque, sin pistas visuales como el movimiento de los labios, no podía descifrar los sonidos para que fuesen inteli gibles. Estos fastidiosos efectos secundarios duraron bastante tiempo, pe ro a lo largo de un período de dieciocho meses fui recuperando poco a poco los sentidos, por lo cual me siento profundamente agradecida. Te cuento esta anécdota porque quiero que pienses que hay muchas cosas a las que no damos importancia hasta que las perdemos, ya sea de forma temporal o indefinida. Me entristece sobremanera ver que muchas personas necesitamos que el dolor nos despierte. Ahora hago todo lo posible por no percibir la vida desde la barrera con los senti dos adormecidos, hasta que otra conmoción haga que de pronto me dé cuenta de la magia, la maravilla y el misterio de todo. Y lo mismo deberías hacer tú. Kate Chopin escribió en 19 00 : «Me pregunto si todo el mundo tie ne un oído tan fino y penetrante como el mío, un oído que detecta la música, no sólo de las esferas, sino de la tierra...» He aquí algunos de mis sonidos favoritos: el ritmo tranquilizador de la respiración de mi marido en plena noche cuando no puedo dormir; oír las frases «Te quiero» y «Ya estamos en casa», junto con pasos por la escalera; la voz de una buena amiga por teléfono; la lluvia sobre el tejado; el ronroneo de un gato; el ruido que hace un perro cuando golpea el suelo con la cola; el silbido de la tetera; la melodía de las palabras combinadas de modo que forman una oración que despierta la imaginación e ilumina el alma; los sonidos exquisitos del silencio que caen en cascada sobre mí cuando hago una pausa momentánea y dejo que el Universo conti núe su marcha sin mi ayuda ni mi supervisión; y la música... música que me dé sosiego, que me inspire y que me conmueva con oleadas inesperadas de placer sublime. Está sonando el concierto de la vida real: deléitate con agradecimiento en los acordes mayores y menores de su hermoso estribillo.
27 DI! ABRIL
Alarga la mano y toca a alguien ()/>, intuido invisible, nosotros te vem os, oh, m un do intan gible, nosotros te tocam os, oh, m un do incognoscible, nosotros te conocem os. F r a n c is T h o m p s o n
Il/ I tacto es el primer sentido físico que experimentamos cuando nunos desconocidas nos sacan del oscuro reino del alma para introdut ii nos en la luz fría y desagradable de la tierra. Después de la segurid.td y el calor del vientre materno, el aire frío ataca nuestro cuerpecillo li.ígil y desnudo hasta que encontramos consuelo en los brazos de nuestra madre y el sentido del tacto guía nuestros primeros momentos conscientes. Para muchas personas el tacto es también el último senti do que se experimenta al abandonar este mundo... la presión de la mano de un ser querido. La vista, el olfato, el oído y el gusto se han ido antes que nosotros. «El primero de los sentidos que se enciende, el tacto, es a menudo el último en consumirse — según nos dice Frederich Sachs— , mucho después de que los ojos nos traicionen, nuestras manos siguen siendo fieles al mundo.» Una buena amiga mía, madre soltera de dos chicos y mujer muy trabajadora, se permite con regularidad un masaje facial y corporal de aromaterapia. En el presupuesto de gastos mensuales incluye dicho masaje y lo considera medicina preventiva que su seguro de enferme dad no cubre, pero que es importantísima para su serenidad y su bie nestar físico. Una vez me explicó que como en su vida actual no hay intimidad y raramente la tocan, a menudo se sentía sobreexcitada, enferma y privada de algo, hasta que se dio cuenta de que lo que nece sitaba eran masajes terapéuticos, es decir, tacto. Desde que comenzó el tratamiento mensual a base de masajes, casi nunca ha estado enferma y dispone de cantidades enormes de la energía necesaria para la vida ocupadísima y agotadora que lleva. Dice que los efectos curativos de un masaje pueden durar hasta tres semanas y que luego llega el mo mento de otra sesión. Me recomendó que lo probase, pero, como soy una mujer práctica y sensata (o al menos eso pensaba), no le hice caso, hasta que me dio un masaje corporal y facial como regalo de cumple años hace varios años. Fíe aquí cómo se produjo mi conversión en «sensuista» (alguien
que se deleita en las es peí ieniias \rnsm iales, que no e>, lo m inio .pi# «sensualista», es decir, mu per.ou.i que muestra un inicie'. cm ?h m por el placer físico). Se aísla a la mujei .sometida a un gian <mi< . i tt una tranquila sala de masaje durante una liora. 1,uego se despiei i m mi* sentidos físicos con el aroma de los aceites esenciales; se acai n i.ui hi|i nóticamente su cara y su cuerpo (especialmente se le dan in.i..11•■. •n los pies y en los dedos de éstos); mientras, los bellos compase» .1.1 C anon de Pachelbel se escuchan de fondo, la visión de los ha< es .1. ln. del sol bailando sobre el suelo de madera, y por último el salmi i. Io n cante del agua mineral con burbujas y limón en la boca una v e / . mi cluida la sesión de masaje sublime. Mi primer masaje fue una manera hipnótica de cncontr.n <1 |- iffl del tiempo: cuando hubo terminado, experimenté tal sensai ion .1. p < , gozo y relajación, que fue como si hubiera bebido champan paia .1. •.i yunar o hubiera tenido una experiencia trascendental. I a a cu 10114 producida por medios naturales duró muchas horas y aquella n... Io disfruté del sueño de los inocentes. Al día siguiente me sentí pn pai.t da para enfrentarme al mundo. Durante los años ochenta, una popular campana publicit.u 1.1 .1. A T& T nos instaba a «alargar la mano y tocar a alguien-, Vuelu ,< experimentar hoy esta sensación física poderosa, que mejora la \nía \ a la que con mucha frecuencia no hacemos caso. Abraza a tus 1111••.. acaricíales el pelo, acúnalos en tus brazos (aunque ya sean mavon n..*t y se muevan mucho), besa a tu pareja, acaricia a tus animales .1. . ..... pañía, experimenta el roce de diferentes tejidos sobre tu piel , pn In res la seda, las pieles o la lana de oveja? Disfruta de un b a ñ o . a l ....... . perfumado y sensual, luego duerme desnuda entre sábanas d< .1) ...I.... limpias. (Y si no duermes sola, prepárate para lo que pueda mui luego.) Piensa en la posibilidad de permitirte 1111 masaje tet ap.ui 1. . \ . sea corporal o facial. Llama a un salón de belleza y pregunta el pn
1a» <11 .. >n pa....... nuestra porción de años terrenales.
/H
2K 1)1? A B R Il.
El sentido intuitivo /,i mi un ion r s una facu lta d espiritual y no explica e l cam i no, unn (/he son lilam en te lo señala. F l o r e n c e S c o v e l S h in n
c
.....................................
Ii i 11iv lio de I.i intuición que es nuestro «sexto sentido» y es una •>«|......I i.i •111< Mide atribuirse a las mujeres. El escritor inglés D. H. I au o ii. c . m u que la inteligencia que «surge del sexo y la belleza es Imiii........ . mininas que la antropóloga Margaret Mead concluyó que |«t mu i....... Innniiua era fruto de nuestro «eterno aprendizaje de las •* I ..... .. . humanas-, No pienso debatir aquí la existencia de un poder Ii ..i, .le» i i , la capacidad de conocer algo sin datos racionales fui |>iti. bni m i existencia, porque sé muy bien que existe. Y tú tam il- n I" iIh . I .i pregunta que hoy quiero hacer es: ¿usas tu intuición? jl I i'i i|ii elidido ,i aliñar el instinto interior que constantemente te iMn «mili -.niales? Imagínate que eres una radio. ¿Estás sintonizada de (tliiin i i . Iai .m ui la emisora intuitiva de tal modo que recibas la infor............... .1u necesitas cuando la necesitas, o sólo captas electricidad i Mil |i ,(? I i iniuii ion es el sentido subliminal con que nos dotó el Espíritu l....... |u. ....... abriéramos paso, sin correr peligro alguno, por ese labe11.11•■-|u. es la vida real. Los animales que viven en estado natural conII.im . ii la intuición para continuar vivos; nosotros deberíamos confiar . n I i mi. s u a para medrar. Katharine Butler Hathaway escribió mi l ’Hi. . |u. • •solamente siguiendo tus instintos más hondos puedes II. .i u n a \i da rica y si permites que tu miedo a las consecuencias te Impelí s e|mi ii m s instintos más hondos, tu vida será segura, práctica y un ; i|iima *. I i mim. ion recurre a procedimientos inventivos cuando trata de Himunii u s e eon nosotros. Uno de ellos es lo que mi amiga Dona • ... Imi , , pie 11abaja en el mundo del cine, llama «la tripa informada», •Im> . m, m u i ......... obli¡;a a prestar atención provocando una reacción 1
ii
ii i* i , •is.. i al en nuestro cuerpo. Una de estas señales intuitivas es el |iinl.l,.i emocional que acompaña al descubrimiento creativo o que H • . i.i p.u a que no hadamos algo detei minado. ( )tro mensaje intuii, " I, >i. i ibilnos cuando de repente nos damos cuenta de que intentar . 11 . >mu vo podi ia resultar delii ioso, lo intentamos y experimentamos
un gozo sorprendente. Un torcer aviso intuitivo se produce poi medio de la revelación; el conocimiento intcrioi que nos ayuda a llega) al lugar apropiado en el momento oportuno para que se nos lleve el llu jo benévolo de sincronicidad que nos conduce adonde debemos estai tan fácilmente como puede disponerlo el Universo. Busca hoy dentro de ti la sabiduría y la orientación de tu yo amén tico. Tu yo auténtico espera constantemente para hablar contigo poi medio de los susurros de tu imaginación y los vislumbres de tu imu i ción. Pero si quieres aprender a potenciar esta facultad maravillosa, primero debes estar dispuesta a tener fe y confiar en ella. Usala en pequeña escala. Usala todos los días y tu sexto sentido acabará flore ciendo y mejorará tu vida igual que los otros cinco sentidos. William Wordsworth creía que todos podíamos convertirnos en «uno en quien la persuasión y la creencia/habían madurado hasta convertirse en fe, y la fe/una intuición apasionada». Y, en efecto, podemos.
29 D E ABRIL
Atractivo: la mística femenina D isfru tar d e la v id a es el m ejor cosm ético d e una mujer. R o s a l in d R u s sel l
In g r id Bergman lo tenía en Casablanca. Transcurridos cincuenta años, Michelle Pfeiffer fue su epítome en el papel de la condesa Ellen Olenska en la versión cinematográfica de la novela L a ed ad de la ino cencia, de Edith Wharton. Me refiero al atractivo, al poder de seducir o atraer por medio de la gracia y el misterio personales. Hoy en día el misterio no está de moda, lo cual es una lástima. Lo que se lleva es contarlo todo, ya sea en las entrevistas televisivas, en los libros o en la prensa sensacionalista. Ntozake Shange cree que «donde hay una mujer hay magia», y yo estoy de acuerdo. Pero también creo que donde hay una mujer debería haber misterio. Lo que más me intriga es el misterio — el atractivo— de cómo algunas mujeres pare cen salir adelante sin tener que esforzarse. Éste es el aspecto de la mis tica femenina que llama la atención y merece investigarse. ¿Quiénes ISO
son oslas mu joros y do i|uc ina ñora so convirtieron en eslos sei es supo riores? I .as ves en las reuniones de negocios — llenas de confianza y segu ndad en sí rrnsmas, con dotes de mando— o sonriendo serenamente en el vestíbulo de la escuela mientras esperan pacientemente recoger a los niños para llevarlos a casa en el coche, con un recién nacido al hombro y un niño de corta edad cogido de la mano. Estas mujeres no parecen agotadas, ni cansadas, ni hartas, sino que su aspecto es fabulo so. No sólo hacen juegos malabares, sino que vuelan por el aire con la mayor facilidad. Al verlas, te preguntas en qué consiste su secreto. ¿Toman todas Prozac? ¿Se debe a que tienen mucho dinero, a que saben organizarse bien, a que son partidarias de pensar de manera positiva o a que la alineación de los cuerpos celestiales les es favorable? Quizá se trata de algo más profundo: una honda conexión espiritual. ¿Se les estropea el ordenador cuando tienen que entregar un traba jo un día determinado? ¿Los niños se quejan alguna vez? ¿Se les avería el coche y tienen que pedir ayuda? ¿Alguna vez han tenido que llevar al veterinario un perro que acabara de pelearse con un puerco espín? Tú y yo hemos tenido que soportar o hacer alguna de estas cosas o todas ellas y por esto a veces nos dan ganas de irnos a Río de Janeiro. Luego, sin alterarte, limpias la nariz mocosa, cambias los pañales sucios, descongelas la hamburguesa en el microondas, empiezas a pre parar la salsa para los espaguetis, coses un botón, ayudas a alguien a hacer los deberes. Haces una breve pausa y te preguntas qué harían si tú no estuvieras aquí y al instante te das cuenta de que te alegras muchísimo de estar aquí. Con gran sorpresa por tu parte, se te ocurre pensar que tú también debes de tener cierto atractivo, toda vez que todos los que viven en la casa gravitan hacia ti. Te llaman en plena noche. Y, desde luego, también hay bastante misterio: por ejemplo, el misterio de lo que pasará a continuación. Pero en vez de preocuparte y obsesionarte, decides no hacer nada y ver qué pasa. Optas por dis frutar de tu vida real a medida que va pasando día tras día, hora tras hora, latido del corazón tras latido del corazón. Emily Dickinson con fesó que «vivir es tan sorprendente, que deja poco tiempo para otras cosas». Puede que tu rostro nunca aparezca en una pantalla de cine. Tampoco aparecerá el mío. Pero podemos adquirir la conciencia inte rior de que simplemente vivir y disfrutar viviendo es suficientemente atractivo.
íCuándo te sentiste más hermosa? N o creo q u e e l m aqu illaje y el p ein a d o ap rop iad o sean suficientes p a r a qu e una m u jer esté herm osa. L a m u jer más rad ian te d e la habitación es la q u e está llena d e v id a y ex p e riencia. Sh a r o n St o n e
P JL
iensa hoy en los momentos de tu vida que más hermosa te sen tiste. Yo lo he hecho y quedé sorprendida al descubrir que mis ver daderos momentos de belleza fueron fruto de algo mucho más potente que la simple combinación del peinado apropiado, el maquillaje y la ropa. Las veces que más bella me he sentido fueron el día de mi boda, el día en que di a luz a nuestra hija y la primera vez que enseñé el encan to de la vida simple en un seminario. Pero el día de mi boda no había forma de quedar bien peinada. Mientras mi futuro marido esperaba nerviosamente en una sala llena de invitados curiosos y perplejos, yo intentaba arreglarme el pelo y a causa de ello llegué con veinte minu tos de retraso a mi propia boda. Como la ceremonia iba a celebrarse en casa de unos amigos y yo estaba arriba, en un dormitorio del segundo piso, mi futuro marido no acababa de entender por qué me estaba retrasando. Finalmente, me puse el sombrero con velo y bajé al salón con una sonrisa para empezar mi nueva vida. Hoy día, cuando los amigos ven las fotos de la boda, nunca hacen comentarios sobre mi pelo y lo único que mencionan es la expresión de felicidad exultante que aparece en mi rostro. La siguiente vez que tuve la sensación de ser la mujer más hermo sa del mundo fue el día en que nació nuestra hija. En las fotos que me hicieron entonces parezco una ballena varada en la playa o, mejor dicho, sentada en una cama de hospital, pero sigo sonriendo. La sonri sa es lo que me llama la atención ahora. Después de dar clases en mi primer seminario del encanto de la vida simple y volver a la habitación de mi hotel, vi por casualidad a una mujer hermosa y me sentí verdaderamente asombrada. «¿Quien eres tú?», pregunté a la cara del espejo y mi yo auténtico me devolvió la sonrisa. Las clases en el seminario me habían llenado tanto, habían sido tan interesantes c inspiradoras, la afinidad con las almunas había IH.>
tan mande, que me veía atrapada en la estimulante* corriente de la vula y se me notaba. I le aquí el secreto que descubrí cuando trataba de resolver el acer i l l o d e la belleza. Las situaciones de mi vida en las que me sentí hermo.a eran diferentes unas de otras, pero el amor fue el denominador i omún que me transformó, en vez de ser los signos externos: el amor a mi marido, el amor a nuestra hija, el amor a mi trabajo. Ésta es tal vez la lección más importante sobre la belleza que podemos aprender. El amor tiene la facultad de trascender nuestras limitaciones físicas. Alice Walker confiesa que «Cuanto más me maravillo, más amo». Bus quemos continuamente la maravilla que hay en todo. Si la buscamos, loi /(>samente veremos el amor que sale de lo más profundo. Cuando la sensación de maravilla y el amor sean tan indispensables para ti como la base para el maquillaje y el colorete, te convertirás en la mujer más i ai liante del mundo.
Pequeñas alegrías para abril '*<§ Recuérdate a ti misma cómo es divertirse el Día de los Santos Inocentes. Sorprende a tus seres queridos y amigos con alguna extra vagancia, aunque sin recurrir a bromas pesadas que puedan molestar. I n ve/, de ello, inventa sorpresas cómicas, absurdas y divertidas. En i asa, vuélvelo todo al revés y sirve pizza para desayunar y bollos para ce n a i . Al ir a recoger a los niños a la escuela, les dices que tienes que llevarlos al médico o al dentista y en vez de ello, llévalos a la heladería. ■*•5 Busca un ejemplar del maravilloso libro de Diane Ackerman I N atural History o f the Senses y disfruta con una lectura que te intrii;.u a, te inspirará y hará que te conviertas en una «sensuista». Abril es un mes maravilloso para dar paseos, tanto si cae un i alido aguacero como si hace sol. El pefume de la tierra cuando vuelve a despertarse y la visión de los colores de la madre naturaleza te ani m a l .111 y te recordarán lo maravilloso que es sencillamente estar viva. Entra en una sombrerería y pruébate varios modelos. Estás muy elegante con un sombrero negro de ala ancha, pero ¿quizás el de paja i on una rosa te gusta más? Juega con las numerosas posibilidades. I’uede que veas a tu yo auténtico en el espejo. •«>3 Visita una tienda grande de tejidos, aunque no sepas coser. I'elta un vistazo a los restos de tapicería. Son baratos y estupendos p a t a hacer manteles o fundas para los muebles. Hojea el catálogo de muestras. Imagina las posibilidades. ¿Hay algo que te gustaría hacer
para ti? ¿Para la casa? En tal caso, ¿por qué no piensas en las posibili dades? Busca clases de costura en los cursillos para adultos. Echa un vistazo al cajón donde guardas la lencería. Tira los sujetadores y las bragas viejas y gastadas y compra ropa interior nueva y bonita. Forra el cajón con papel perfumado y mete entre la ropa saquitos de lavanda. ^ 45 Pasa revista a tus artículos de maquillaje y tira lo que sea viejo o se haya secado. Sustituye los colores oscuros por colores claros para la primavera. Aprende el secreto de aplicar la base ligeramente, con el fin de que parezca natural, utilizando esponjas y pinceles en vez de los dedos. Visita los departamentos de cosmética de los grandes almace nes para ver quién ofrece cambiar gratuitamente el maquillaje de las dientas. (Muchas compañías de cosméticos presentan sus nuevos pro ductos de primavera en esta época del año.) ¡No tienes que comprar nada! Cuando la asesora de belleza haya terminado, dale las gracias con entusiasmo y dile que quieres dar unas vueltas por ahí con tu nue va cara antes de gastar dinero en un nuevo maquillaje. ^ Visita una tienda de discos grande durante media hora, sim plemente para curiosear. Descubre los diferentes tipos de música que hay: clásica, country, rock suave, Nueva Era, gospel, ópera, jazz, rhythm a n d bines y soul. En casa, enciende la radio y escucha durante un rato música diferente de la que sueles escuchar. Visita una audiote ca y escucha fragmentos de las cintas y los compactos nuevos, para ver qué tal son antes de comprar alguno. Pasa unas cuantas horas en silen cio (cuando estés sola en casa) y verás lo reparador que es. Recoge agua de lluvia para lavarte el pelo. Las mujeres de la era victoriana creían que el agua de lluvia lo suavizaba. Busca un perfume nuevo y refrescante para la primavera: prueba el agua de rosas, la lila o el lirio de los valles. Lleva todos los días el perfume que te guste. Pinta huevos de Pascua y escóndelos para que los busquen niños de todas las edades. Los fines de semana reanuda los reparadores paseos por el campo. En las ventas de objetos personales de personas fallecidas o en quiebra busca lencería antigua y visita los mercados de productos agrí colas por si encuentras plantas y hierbas. Cuando caiga un aguacero por la tarde abrígate con una man ta y escucha el ruido de la lluvia que cae sobre el tejado. Prepara una hornada de bollos. Come caramelos de gelatina. Busca el sombrero perfecto o confecciona uno o una gorra de estilo antiguo. ^<5 Encontrarás toda la información q u e n e c e s i t e s s o b r e las p r o p i e d a d e s c u r a t i v a s y e s t é t i c a s d e la a r o i n a t e i api a en ll>c \>l of Aro
m atherapy, tic Roben U .'l issci.incl. Conviene que sepas una cosa: no hay que ingerit aceites esenciales porque son tóxicos e incluso pueden causar la muel le. Son exclusivamente para uso externo. Si tienes la piel sensible, prueba una gota en el brazo antes de meterte en la bañera. Guarda todos los aceites esenciales en un sitio donde los niños no puedan alean/.u los, como haces con los medicamentos, y trátalos con el mismo respeto. Las mujeres embarazadas, por ejemplo, no deben utilizar la artemisa. Los aceites esenciales tampoco deben aplicarse al cuerpo sin diluirlos; es necesario mezclarlos con una base neutra, como, por ejemplo, el aceite de almendras, el aceite de germen de tri go o el aceite de jojoba. Lee todo lo que puedas sobre el tema y con sulta con un experto en aromaterapia. Puedes encontrarlo por medio de las tiendas de alimentos dietéticos, los herbolarios, los comercios de cosméticos naturales, los centros de masaje terapéutico o sencillamen te preguntando por ahí. Busca y encontrarás.
MAYO
Q u e to d a s las a le g r ía s sea n c o m o e l m e s d e m ayo. F r a n c is Q
u a rles
E l mes de mayo nos envuelve con su mágico hechizo cuan do la promesa de la primavera se hace por fin realidad. Este mes nos concentraremos en nuestros hogares, a medida que vamos convirtiendo la simplicidad en un elemento fundamen tal de nuestros quehaceres cotidianos y nos reencontramos con el tercer principio del encanto de la vida simple: el orden. Con una nueva mirada y el corazón agradecido y colmado de amor, reconsideramos nuestros quehaceres cotidianos. Al aprender a saborear las revelaciones cotidianas que nos acon tecen todos los días, hallamos lo sagrado en lo ordinario.
i nr. m a y o
Las revelaciones cotidianas H o y , un n u evo sol am an ece p ara m í t o d o v iv e, tod o es an im ad o, tod o p arece h a b la rm e d e pasión, todo m e invita a qu ererlo.
u
A nne
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L knclos
na de las elegías más famosas que se haya escrito jamás es Elegy in a Country C hurchyard del poeta inglés Thomas Gray. Mientras el poeta vagaba por un umbrío cementerio el año 1750 , meditaba sobro el sentido de la vida, los afanes de los que triunfan y de los que no, lo absurdo de la ambición, la lucha de los ricos y los pobres por alean/.n la felicidad y, por último, sobre las diferencias entre los vivos y aque líos cuyas cabezas descansan «en el regazo de la Tierra». Gray decidió que eran bien pocas: las sencillas alegrías se han ido para siempre, el destino es incierto. «Para ellos, el fuego del hogar no arderá ya ja más/Ni desempeñará la hacendosa ama de casa sus quehaceres al ano checer... los caminos de la gloria no llevan sino a la tumba.» Deberíamos escribir una elegía por cada uno de los días que han pasado por nuestras vidas sin tan siquiera advertirlo ni apreciarlo. Me jor aún, deberíamos componer una canción en agradecimiento poi todos los días que nos quedan. En ocasiones, sentimos la presencia de la poetisa que llevamos dentro y que registra todos los bellos momentos de nuestra vida. Sin embargo, más a menudo, pasamos nuestros días confusas o frenéticas, hasta que nuestra conciencia despierta bruscamente ante una amena/.i inesperada por algo por lo que sentimos afecto y no hemos sabido apreciar en su justa medida. Denomino a estos luminosos momentos «revelaciones cotidianas» porque nos hacen tomar plena conciencia de lo que tenemos y de lo mucho que hemos dejado pasar, y de lo mucho por lo que debemos sentirnos agradecidas. Mediante la místi ca alquimia de la gracia divina y la expresión de nuestro agradecí miento, lo que podría haberse convertido en elegía se transforma en júbilo: nuestra propia recuperación o la de un ser querido que ha es tado gravemente enfermo; la gran oleada de alivio que nos invade cuando se localiza, sano y salvo, a un niño que se ha extraviado, aun que sólo hayan tardado unos minutos en encontrarlo; una reconcilia ción tras un desgarrador altercado; darnos cuenta de la suerte que te IKK
cáliz,míos el trabajo que n o s gusta; el jubilo que rodea .1 un 1iio de iniciación; la enoi me satisfacción que produce concluir una la l)oi abrumadora; la serenidad que nos acoge cuando abandonamos la lucha. I as revelaciones cotidianas nos instan a querer todas las cosas. I loy ha amanecido un nuevo sol. Todo vive. Todo puede hablar a tu alma apasionadamente si tú hallas la calma para prestarle oído. «Debes intentar vivir todos los días de la forma que creas que te hará sentirte a i’,listo con tu vida — nos sugiere la actriz Jane Seymour— para que si esta se truncara mañana, tú estuvieras satisfecha.»
l i e m o s si i
2 DE MAYO
Habitar en la Casa del Espíritu C óm o ser fe liz cuando estás triste. P lanta am apolas ja p o nesas con azulin as y reseda y com bin a las petu n ias con los guisantes de olor p a ra qu e sus frag an cias se com plem enten. C on tem p la cóm o trepan los guisantes d e olor. B e b e té d e p rim era en una taza d e fin a p orcela n a d e W orcester q u e tenga un color entre a lb aricoq u e y rosa.... R um er G o d d en
L o que ayudaba eran las pequeñas cosas, tomadas de una en una y saboreadas», recuerda la escritora inglesa Rumer Godden en sus hip notizadoras memorias sobre una vida auténtica, A H ouse With fo u r Rooms. «Oblígate a saborearlas», se decía cuando su vida no estaba en orden. Hoy, la vida no está en orden a mi alrededor: los planes se super ponen, las necesidades entran en conflicto y la casa está sembrada de rechazo a la vicia real reflejando externamente el desorden que en este instante reina en mi mente. Mi inclinación natural — a la que estoy resistiéndome haciendo un formidable acto de voluntad— es ponerme a limpiar. Pero si me pongo a limpiar, interrumpiré el ritmo del día. 1.0 cierto es que sólo dispongo de unas cuantas preciosas horas para trabajar sin interrupciones mientras mi hija está en el colegio. Unas cuantas preciosas horas para retener un pensamiento en la mente y
seguirlo palabra por palabra hasta su consecución, aunque en ello invierta toda la mañana. Uno de los motivos de mi pasión por los escritos de Rumer Godden es la destreza con que teje las coloridas hebras de su extraordina ria vida doméstica, creativa y espiritual; el dobladillo que parece dar consistencia a su vida rara vez se descose, como pasa con el mío con más frecuencia de lo que me gustaría itir. Comenzó su carrera profesional en 1936 y en casi sesenta años ha escrito cincuenta y siete libros: novelas para niños y adultos, ensayo, colecciones de relatos y poesía. Muchas de sus conocidas novelas, dotadas de un profundo misticismo, celebran la fecundidad de la vida real: la magia, el misterio y lo mundano. The N ew York Times observó que Rumer Godden era una escritora que «pertenece a ese reducido y exclusivo grupo de mujeres — incluye a Isak Dinesen y a Beryl Markham— que podían hacer bastante bien todo lo que se propusieran: cazar tigres, cautivar a los hombres, celebrar elegantes cenas, adquirir fama literaria». Sin embargo, de todas sus obras, sus memorias es mi preferida. Me cauti va cómo vivió, fundó una familia y construyó muchos hogares a par tir de casas en ruinas en el mundo entero, mientras escribía casi ininte rrumpidamente. Es una narradora gloriosa, pero ningún relato es tan fascinante como la vida real. La labor espiritual de crear y sustentar refugios seguros, apartados del mundo, en los cuales hallar y saborear las alegrías auténticas, es un tema recurrente en su obra, tanto si el refugio se encuentra tras las paredes de un convento como si se halla en la habitación de los niños. El secreto de Rumer Godden para vivir una existencia auténtica pare ce haber morado, sin importar dónde ella viviera en realidad, en la Casa del Espíritu. «Según un proverbio o axioma indio, todo el mun do es una casa con cuatro estancias, una física, una mental, una emo cional y una espiritual. La mayoría de nosotros somos propensos a vivir en una estancia casi todo el tiempo, pero no seremos personas completas hasta que no entremos en todas las estancias todos los días, aunque sólo sea para airearlas.»
Un acogedor retiro: el hogar como refugio de un mundo frenético T odos los espíritus se construyen una casa, y m ás allá de su casa un m undo, y m ás allá d e su m un do un refugio. S abe pues, q u e el m un do existe p a r a ti. R alph W
aldo
E m erso n
D u r a n t e el siglo X IX , el hogar se concebía como «el paraíso terre nal», un refugio sagrado en un mundo incierto. Cuando el hombre, la mujer o el niño franqueaban el umbral, estaban a salvo, «no sólo de los daños físicos — escribió John Ruskin— , sino de todo temor, duda y división». Hoy, muchas de nosotras contemplamos el pasado con nos talgia. La era victoriana parece tan serena, apacible y cortés; es tan dia metralmente opuesta a la nuestra. Sin embargo, las cuatro décadas que abarcan desde la Guerra de Secesión hasta los inicios del siglo X X fue ron unos de los años más turbulentos política, social y económica mente de la historia de Estados Unidos. ¿Por qué entonces iba un período de tanta agitación social a interpretarse en el presente no sólo como la edad de la inocencia, sino también como una época de estabi lidad y tranquilidad? Yo creo que, en gran parte, se debe al legado de amor que nos dejaron nuestras tatarabuelas, que sin duda reinaban en sus corazones como la reina Victoria lo hizo en su imperio. Las mujeres victorianas tal vez carecían del derecho al voto y de las trampas del poder (inclu yendo los ingresos propios y la independencia), pero eran el centro moral, espiritual y físico del hogar, tenían la responsabilidad de crear un acogedor retiro de belleza, comodidad y dicha que protegería, ali mentaría y sustentaría a sus seres amados. Para conseguirlo, las mujei es de clase media corrientes elevaron la consecución de la felicidad en el hogar a una extraordinaria forma de arte, desde las cenas con man icios de lino blancos de los domingos hasta los picnics del Día de la Independencia sobre el típico mantel azul a cuadros. Las mujeres con«rbían las artes domésticas — cocina, decoración, jardinería, artesanía v eclcbi aciones no como cargas sino como una forma de expresión I>« i \<>nal y un medio de persuasión. Las tradiciones que celebraban los <'tii aillos del liogai y la vida en familia actuaban como el mortero mís
r
tico que mantenía cuerpo y alma unidos en el seno de una sociedad tumultuosa que estaba cambiando a la velocidad de la luz. «El hogar es nuestro punto de partida», observó T. S. Eliot. Hoy, un siglo después de su nacimiento, el «hogar» es el lugar al que muchas mujeres quieren regresar, si no literalmente, sí en sentido figu rado. Empieza a creer que el tiempo, la energía y el entusiasmo que inviertes a diario en la labor espiritual de cuidar de tu hogar — labrar un refugio para ti y los seres que amas— es un esfuerzo sagrado. La vida no nos da más garantías de las que daba a nuestras antepasadas victorianas. Sin embargo, ellas afrontraban el futuro con coraje, deci didas a crear una obra de arte duradera: un retiro de amor y risas feliz y seguro. Nosotras también podemos hacerlo.
4 DE MAYO
La personalidad de tu hogar Una casa es qu ien eres, no quien deberías ser. J il l R o b in s o n
TJL e guste o no, las personalidades de nuestros hogares son baróme tros precisos que reflejan, en lo que nos rodea, dónde hemos estado, qué está pasando en nuestras vidas y quiénes somos — hoy, en este instante— si bien no necesariamente adonde nos dirigimos. Hay que itir que reflexionar sobre este punto no es muy alentador, sobre todo si vierais en qué estado se encuentra mi casa mientras escribo. A pesar de todo, es cierto. «Te expresarás en tu casa quieras o no», dijo la madre del estilo moderno, Elsie de Wolfe, quien transformó el estilo decorativo que Estados Unidos había adoptado durante medio siglo con su libro The H ouse in G o o d Taste, escrito en 1 91 3 . T u respuesta es probablemente: «Si tuviera dinero para hacci reformas, verías mi verdadero yo.» Desde luego. N o estoy en total desacuerdo. Pero no podemos permitirnos ponei nuestra1, vidas y nuestra creatividad en espeta de que lleguen mas ingresos, porque lo único que hacemos es acab.u por del i .uidai n o s .1 nosotias y .1 los
seres que amamos. Hoy podemos recurrir a los principios del encan to de la vida simple — aceptar, alabar nuestras circunstancias y descu brir nuestras preferencias personales— para impulsar la expresión de nuestra autenticidad a través de la forma en que cuidamos y decora mos nuestros hogares. Al hacerlo, los principios de gratitud, simplici dad y orden empezarán a transformar los lugares en los que habita mos en refugios sagrados de comodidad y felicidad — con o sin las fundas nuevas— . Después de publicar mi primer libro, una elegante revista de moda famosa por sus exuberantes ilustraciones (que yo encuentro adora bles) quiso visitarme para conocer en persona a «la mujer que había tras el libro». Por lo visto, mis escritos habían evocado la era victoriana con tanto éxito que la revista daba por sentado que yo habitaba en una casa del siglo X IX perfectamente restaurada. ¿Qué otra cosa cabía esperar? Pero, ¡ay!, la realidad era otra. Y fui presa del pánico. «Cálmate — me consoló una vieja amiga que trabaja en Holly wood— . Tira del objetivo y adopta otra perspectiva.» En el cine, «tirar del objetivo» es la técnica que el cámara utiliza cuando enfoca lenta mente el objetivo para lograr una imagen más nítida. «Tu casa es cálida, agradable, acogedora, interesante, tentadora. Hay fotogramas fabulo sos a todo tu alrededor. No seas tan dura contigo misma.» Pero como periodista que era, sabía lo que aquella revista esperaba, y yo no vivía así. Si mi hogar iba a ser del dominio público, quería que fuera perfec to; deseaba desesperadamente estar a la altura de lo que los demás es peraban de mí en vez de pensar que estar a la altura de lo que yo me exigía ya entrañaba bastantes dificultades. En lugar de mi casa, mi ase sora de imagen concertó una entrevista a la hora del té en un hotel. Si bien es cierto que el dinero nos ayuda a expresarnos en lo que nos rodea, crear un hogar acogedor y cómodo que refleje nuestra per sonalidad no tiene por qué empezar por contratar a un decorador o sacar la tarjeta efe crédito o el talonario de cheques. Hoy, no importa dónde ni cómo vivas, contempla tu hogar con los ojos del amor. Paséate por las habitaciones y da las gracias a las pare des y al techo que os albergan a ti y a los tuyos. Deténte unos instan tes para pensar en todas las mujeres que han perdido su hogar debido .1 la muerte, el divorcio, las deudas o el desastre. Muéstrate agradecida por el hogar que posees con la certeza de que, en este instante, todo lo que tienes es todo lo que verdaderamente necesitas.
5 d i; m a y o
El dominio supremo: a fin de cuentas, ¿a quién pertenece este hogar? Tu casa es tu h og a r sólo cuando sientes q u e tienes jurisdic ción sobre e l espacio. J o a n K ron
A
X j L no ser que vivas sola, ¿es tu hogar tuyo? Sí, hasta cierto punto, el dominio supremo prevalece. Pero también pertenece o lo utili/.m otras personas. Es por ello que el salón de tu pequeño apartamento cu la ciudad es a su vez el estudio de tu marido escritor durante el día. O que la mesa y las sillas del comedor también sean las murallas tic un castillo. Es por ello que el cuartito de tus labores ha vuelto a con vertirse en el dormitorio de un hijo mayor que regresa a casa. C) que la habitación de invitados se haya transformado en el cuarto de I.i abuela; tu suegra está enferma pero es reacia a internarse en un hospi tal. O es tal vez por ello que la habitación donde se centra la vida en familia se ha remodelado para convertirse en el escondrijo perfecto para los adolescentes que claman por ejercer su propio dominio su premo. Reconocer y aceptar las necesidades de las personas con las que convives además de las tuyas propias es el primer paso para lograr una convivencia feliz y armoniosa en un verdadero hogar. Durante los casi cuatro años que siguieron al nacimiento de nues tra hija Katie, las mesas de casa estuvieron vacías (sin contar los lápices de colores o los juegos educativos) hasta que Katie tuvo edad pau contemplar los objetos bellos sin querer jugar con ellos. Lo hice por su seguridad y por mi equilibrio mental. Paulatinamente, los regalos de boda de cristal de Waterford empezaron a coexistir apaciblemente con sus juguetes y nuestras pertenencias se entrelazaron, reflejando las personalidades de todos los que allí residimos. Pero, recientemente, un garito macho llamado Mikey, que no está sujeto a las leyes del dominio supremo ni a las de la gravedad, vino a vivir con nosotros (gracias a Katie) y algunos de nuestros amados objetos Iragiles han vuelto al armario hasta que aprenda que no debe subirse a la repisa de la chimenea. Dado que el espacio no es un lujo que puedan peí milirse muchas
mujeres de los .ifios noventa, ¿significa eso que debemos posponer indefinidamente nuestra labor transformadora de cuidar de nuestro hogar con autenticidad? ¿Podemos seguir aplazando la decisión si ver daderamente valoramos nuestra paz mental? La tranquilidad de un hogar siempre se origina en tu interior, independientemente de las cir cunstancias. El espacio que necesita tu alma no puede medirse en centímetros, metros o monedas. No permitas que tus circunstancias personales te desalienten, aun cuando ahora mismo tal vez se desvían de tu sueño de expresarte ver daderamente en lo que te rodea. Empieza a cooperar con las limitacio nes de tu vida real en vez de luchar contra ellas. No olvides nunca que tus estilos de vida y de decoración son obras de arte en curso. La decoradora de interiores y escritora Alexandra Stoddard cree que «el punto en el que nos encontramos en nuestra vida y en nuestra i elación con los demás» debe tener prioridad sobre nuestras decisiones decorativas, y está en lo cierto. «En ocasiones, lo que queremos senci llamente no es práctico o apropiado para nosotras en este preciso momento. Un hogar con niños pequeños debería diseñarse de una lorma distinta a otro habitado por niños mayores. Si estás divorciada o casada en segundas nupcias y los hijos de tu cónyuge te visitan a menudo, tendrás que hacer los cambios apropiados para que se encuentren a gusto. No es tanto una cuestión de estilo de vida cuanto de iniciaciones vitales... Un hogar honrado que es auténtico para las personas que lo ocupan siempre será encantadoramente refrescante para sus visitantes.» Y con la perspectiva correcta, también puede ser lo para las personas que lo habitan.
En pos de los hechos: el arte de la indagación decorativa C u an do las am istades entran en un h og ar, p erciben -su p erson alid ad y su carácter, el estilo d e v id a de la fa m ilia ; estos elem en tos hacen q u e una casa co b re v id a con una noción de identidad, una noción de energía, entusiasm o y calid ez declaran do: «así som os nosotros; a sí vivim os». R alph L au ren
P A
oco después de que mi marido y yo nos uniéramos en matrimo nio, mis padres se trasladaron a una casa más pequeña de otro estado v empezaron a deshacerse de muebles y enseres. Debido a mi adoración por el estilo Victoriano, mi madre me regaló unos muebles de salón del siglo XIX propiedad de mi abuela, un canapé y dos sillas, que ésta habi.i adquirido en una subasta celebrada en el hotel Ritz de Nueva York en 19 21 . También me regaló un par de lámparas de porcelana de finales de siglo. Similares a grandes teteras, las lámparas (que se. sustentaban en pedestales de bronce y medían un metro aproximadamente) eran de color verde intenso con un ribete dorado y un enorme lirio rosa en el centro. Las lámparas eran horrorosas. Pero tardé años en abrir los ojos y darme cuenta. Tomé conciencia de su fealdad cuando intentaba poner orden, el tercer principio del encanto de la vida simple, en nuestra vida. Empe cé a hacerlo merodeando por las habitaciones y observando con imparcialidad nuestras pautas de vida: cómo guardábamos las cosas (o cómo no lo hacíamos), en qué zonas tendían a acumularse los chismes, dónde sucumbíamos a la tentación de sacar las cosas de su sitio y no volverlas a poner porque costaba demasiado. En el curso de esta inves tigación, centré mi atención, como el detective que inspecciona la escena del crimen, en el examen de los objetos decorativos que me rodeaban todos los días, notando especialmente su presencia y validez. «¿Quién vive aquí?», pregunté al emprender la búsqueda de mí mis ma. Cada vez que entraba en el salón, notaba la profunda repugnancia que me producían aquellas lámparas. «Dios mío, son horrorosas», murmuraba entre dientes y proseguía mi inspección. Finalmente, un
buen clí.i, el interioi ista divino dijo desesperado: <•Bueno, (jiiílate esos muertos de encima y deja de gimotear.» —¿Qué estás luciendo? me preguntó mi marido al verme sacar de la habitación aquellos objetos repugnantes. Odio estas lámparas y no puedo soportar vivir con ellas ni un minuto más — le dije. Llevo quince años odiando esas lámparas pero nunca dije nada porque creía que te gustaban. —Creía que tenían que gustarme porque crecí con ellas y mi ma dre me las regaló. Pero no me gustan ni en pintura. —A ver si me entero — dijo con incredulidad— . ¿Has tardado quin ce años en descubrirlo? ¿ Quince añ os? ¿Qué puedo decir? Algunas de nosotras tenemos el sueño profun do y nos cuesta mucho despertarnos. Pueden pasar veinte años antes de que, una soleada mañana, te des cuenta de que el ostentoso piano de tu madre no encaja en tu estilo de vida urbano e informal, sobre todo cuando tú además no tocas el piano. O tal vez el juego de dormi torio de madera contrachapada, que compraste en una tienda de saldos para tu primer piso y que ya has pintado tres veces, ya está desfasado. Si el pensar en volver a coger el pincel te produce ganas de gritar, no lo hagas, aunque sea práctico. En su lugar, busca otra ganga con la que te gustaría vivir. Durante las décadas de 1870 y 1880 , nació a ambas orillas del A t lántico una filosofía denominada «movimiento ascético» centrada en ensalzar todos los aspectos de la vida victoriana. El movimiento recal caba la importancia de cultivar el alma a través de un entorno bello, lista semana, me gustaría que vagaras sin prisas por tu hogar y con templaras los objetos que te rodean todos los días. ¿Te sientes verda deramente cómoda con ellos? ¿Los quieres, o sencillamente convives con ellos? No importa cómo los adquiriste. No es necesario que deci das inmediatamente si debes conservarlos o no. Lo único que busca mos es tener la certeza interior. Por encima de todo, no te avergüences de lo mucho que has esperado para iniciar la búsqueda de tu au tenticidad. «Para el que espera, todas las cosas se revelan por sí so las — nos alienta el poeta inglés decimonónico Coventry Patmore— , siempre que tengas el valor de no negar en la oscuridad lo que has visto en la luz.»
Edenes cotidianos: pasar un día más en el paraíso El hogar es la definición de Dios. E m ily D
ick in so n
■ E fl Edén es esa Casa antigua que habitamos todos los días» m< recuerda Emily Dickinson mientras merodeo por mi salón recogicndi • una cinta de pelo morada, fichas de colores, el cuaderno de dibujo del joven artista, una raqueta de tenis, actas de la reunión de la scman.i pasada en el ayuntamiento, una pila de la publicación mensual sobre béisbol, compactos diversos, una viola, varios catálogos de venta poi correo, los periódicos de tres días, dos pares de zapatos, una bolsa de Doritos vacía hecha una pelota y tirada en el suelo junto al sofá y mi cepillo de pelo (mío, pero probablemente utilizado por la dueña de I.i cinta de pelo morada). ¿Is esto el Edén? Los poetas, por lo que parece, llevan siglos cantando al lirismo dr la vida doméstica, sin lugar a dudas porque convivieron con mujeres tiernas, pacientes y enriquecedoras que crearon refugios de sereno or den en los que ellos pudieran trabajar en paz y armonía. Pero, ¿sabías que Emily Dickinson — que nunca se casó y apena1, salió desde que cumplió treinta y cuatro años— era también una gran amante del hogar? De hecho, se decía que sus mayores placeres eran cocinar y escribir poesía. Y, debido a que sus poemas no se publicaron hasta después de su muerte en 1886 , fueron sus habilidades gas tronó micas las primeras en encumbrar a la bella de Amherst, Massachuseti por (entre otras maravillas culinarias) la esponjosa tarta de fruta que servíacon el té y los suculentos paquetes de pan de jengibre que baja ba en una cesta desde su santuario en un segundo piso a los niños hambrientos del vecindario. Separada de nosotras por el abismo de más de un siglo, su retiro voluntario e independiente me parece el antídoto perfecto a la existencia de finales de este siglo. "N o salgo d< casa ano ser que la emergencia me lleve de la mano —escribió a una amiga en 1854 — , y en esc caso lo hago a regañadientes y, si puedo, doy media vuelta.» Cómo me gustaría dai media vuelta también yo. Sentarme sin más
cu el jardín y toni.u el sol, observai a los pájaros construii sus nidos, observai ,i los gatos acechando .1 los pájaros, cclcbrar los nuevos retó nos del jardín y disi rular de una taza de té recién hecho y de la corres pondencia de la señorita Dickinson. Sin embargo, antes de que esta idílica ensoñación pueda dar comien zo, debo hacer limpieza. Debo recoger los escombros de nuestra vida cotidiana y poner esta habitación en orden, pues ya no aguanto ni un segundo más que aquí reinen el caos, el desorden y la confusión. Sencillamente, no es momento para meditaciones poéticas. ¿O sí? Tal vez ahora, más que nunca, cuando casi me he dejado vencer física, emocional y psicológicamente por las minucias de lo mundano, sea el momento en que más necesito de la reverencia de poetas que atestigüen la sacralidad de lo ordinario. Quizás entonces veré, no sim plemente pertenencias ajenas, sino toda la belleza, alegría y abundancia que yacen literalmente a mis pies. Si logro serenarme un instante y zambullirme de lleno en la experiencia de traer el orden y la armonía a mi hogar, es posible que descubra que la poesía de esta tarde debe hallarse en la percepción de mis quehaceres. Porque, ¿cuál es el propósito de limpiar esta habitación? ¿Es senci llamente recoger la porquería y tirar los periódicos de ayer? ¿O esta mos en presencia de un acto genial? En el proceso de transformar esta habitación en un refugio seguro y sereno donde mi familia pueda reu nirse para disfrutar de la compañía mutua, ¿no estoy adoptando una perspectiva errónea? 'l odos los días nos proponen elecciones. Podemos reaccionar ne gativamente a lo que nos exigen o podemos escoger vivir plenamen te, transformar lo negativo para que tenga sentido. La actitud lo es todo. Si no doy un sentido a mi vida y a mi trabajo, nadie podrá nun ca hacerlo por mí. Si no reconozco el valor de lo que estoy haciendo en este salón, es obvio que nadie más lo hará. Y si el cuidado del ho lgar no es sagrado, perdone, pues entonces carecería del concep to de lo divino. Así pues, para animarme y celebrar mi elección, escucho un con cierto de Bach mientras limpio. Pongo el agua a hervir para preparar me un té. Abro las ventanas de par en par para sentir la brisa primaveral. Pronto, mi familia regresará a esta habitación colmada de belleza y amor. Sin embargo, antes de que eso ocurra, me reservaré un precioso intervalo de tiempo para mí. Me quedaré sentada en silencio durante veinte minutos en el jardín y tomaré el sol en compañía de los pájaros, los ral os y los nuevos retoños y saborearé la bendición de haber pasa do otro día en el paraíso.
Redescubrir la sagrada labor espiritual de cuidar del hogar f
L as artes corrientes q u e practicam os en casa todos los días tienen m ás im portan cia p a ra el alm a de lo qu e su sim plicidad llev aría a pensar. T hom as M o o re
D e s d e hace siglos, la mujer aprende desde su juventud a llevar la casa, cocinar y sacar la familia adelante pegándose al delantal de su madre o abuela. George Eliot nos cuenta en su novela The Mili on the Floss: «La familia Dodson tenía su modo particular de hacer las cosas — su modo particular de blanquear el lino, de hacer el vino en prima vera, de curar los jamones y conservar las grosellas embotelladas— para que ninguna hija de aquella casa pudiera ser indiferente al privile gio de ser una Dodson, y no una Gibson o una Watson.» Por desgracia, yo no pertenezco al linaje de los Dodson. Sin em bargo, cuando iba al instituto, gané el premio de «Fundadora de hoga res del mañana». Aquello divirtió y asombró muchísimo a las religiosas que me habían instruido, pues la economía doméstica ni tan siquiera aparecía en su programa de estudios. También dejó totalmente atónita a mi madre, que era consciente del estado de mi dormitorio y sus cons tantes esfuerzos para que yo lo limpiara. Pero había ganado el concur so —que estaba basado en hacer una redacción y no un pastel al hor no— escribiendo sobre la importancia de construir un hogar como una vocación en peligro de extinción. Aquello ocurrió en 1965 , cuando el fragor del movimiento feminista empezó a resonar por todo el país. A mediados de los años sesenta, las madres no preparaban a sus hijas para la vida adulta enseñándoles a hacer la cama, separar la ropa blanca de la de color, ordenar un armario o cocinar un filete de carne. En su lugar, muchas madres les entregaban ejemplares de The Feminine Mystiquc («La mística femenina») en cuanto acababan de leerlos. Ahora, tres décadas después, las mujeres sabemos cómo poner en marcha empresas de venta por correo, fundar bancos y editar nuevas revistas, viajar al espacio, negociar valores en Wall Street, cerrai tratos cinematográficos de millones do dólares, s.iln elegidas para formal gobierno, traiisnuln las notii i.r. lodas las mu ln lomai dci r.ioiu ■cu
el Tribunal Supremo y ganar premios Nobel. Podemos obtener finan ciaciones, crear, innovar, delegar y negociar. Pero también pasamos por el colmado cuando volvemos corriendo a casa después del trabajo llevando a nuestros hijos, cansados y llorones, a remolque; hacemos la colada cuando toda la familia se ha quedado sin ropa que ponerse y buscamos un sitio donde sentarnos cómodamente al final de un largo día en medio de un estruendo infernal. Muchas mujeres de hoy saben llevar negocios pero no tienen ni la menor idea de cómo llevar su hogar eficazmente, lo que constituye una de las razones de que nos sintamos tan agobiadas. Ha llegado la hora de que miremos profundamente en nuestro interior, de reconsiderar que cuidar de nuestro hogar puede ser una expresión de nuestra autenticidad. Tal vez no sepamos blanquear el lino, hacer vino en primavera, curar jamón o embotellar grosellas. I’ero aún no es demasiado tarde para que redescubramos la sagrada labor espiritual de cuidar del hogar. Crear un hogar cómodo, bello y organizado puede ser uno de nuestros logros más satisfactorios y una iluminadora experiencia espiritual. Al igual que el patrimonio que ganas con el sudor de tu frente, canalizar tu tiempo y tu energía crealiva para aproximarlos al hogar revertirá en enormes ganancias emoeionales para ti y tus seres queridos.
9 DE MAYO
Poner tu casa en orden Mi vida siempre tendrá platos sucios. Si este fr e g a d e r o p u ed e convertirse en un lugar d e contem plación , qu erría a p ren d er en él la constancia. G u n il l a N o r r is
C o m o las detestamos, las posponemos tanto como podemos hasta que estamos hasta el cuello. Muchas mujeres se toman las implacables, repetitivas, agotadoras e improductivas tareas domésticas como la torlut.i de Sísiio. I ras haber ofendido al dios griego Zeus, Sísifo fue con denado a empujai una piedra e n o r m e hacia la cima d e una abrupta
colina. Cada vez que conseguía culmiuai su hazaña, la piedra resbala ba por la ladera y el pobre hombre tenía que volver a empezar I .r. mujeres podemos hacer lo mismo, observó Simonc de Beauvoii en .11 obra E l segundo sexo: «Lo limpio se ensucia, lo sucio se limpia, una \ otra vez, día tras día.» Eso, naturalmente, suponiendo que nos las arreglamos para hacei lo a diario. Para los dos tercios de las mujeres estadounidenses, q u e también trabajan fuera de casa, ello comporta realizar las tareas domésticas entre las siete de la tarde y las siete de la mañana. I Y te sorprendes de que lo que se ensucia se quede sucio hasta que ya no puedes soportarlo? Cuando descubrí — para mi consternación— que el orden era el tercer principio que debía explorar poco a poco y hacer mío en el camino diario hacia la alegría y el bienestar, no quise aceptarlo. Aun que a menudo me sentía agotada y perdida, sobre todo cuando inte 11 taba encontrar algo o ignorar el desorden, la virtud del orden me pare cía chapada a la antigua, una falta de imaginación y de inspiración — tan odiosa y aburrida, de hecho, como el término «tarea». Lo que anhelaba incorporar a mi vida era algo más ennoblecedor. Sin embargo, al reflexionar sobre las vidas sencillas, frugales y serc ñas de los amish, los cuáqueros y, en especial, de los shakers, la unión íntima entre vida, trabajo y pensamiento que lograban mediante las hebras invisibles del orden divino caló muy hondo en mi corazón. El orden modelaba todas las partes y alimentaba todos los aspectos de la existencia de los shakers, desde el programa diario de quehaceres hasta la forma en que se expresaban auténticamente en lo que les rodea ba. La madre Ann Lee, fundadora de la United Society of Belicvers in the First and Second Appearance of Christ en 1774 (Sociedad de Cre yentes Unidos en la Primera y Segunda Aparición de Cristo) instruía a sus seguidores para que recordaran que el orden era la primera ley celestial. «En el cielo no hay suciedad», confiaba a sus alumnos. Los de la «familia» (de los) shakers debían tener sus pertcnen cias y herramientas personales tan ordenadas que pudieran encontrai las de inmediato, de día y de noche. Para lograrlo, los shakers elevaron el orden a la categoría de arte sagrado: contemplar la exquisita belleza y brillantez de los cajones y armarios de cocina de obra es saber que, en la Casa del Espíritu te está esperando un cuartito sublime de made ra de pino que lleva tu nombre. Los shakers creían que su trabajo co tidiano, incluyendo los quehaceres domésticos, era una expresión per sonal de su fe. «La oración y los quehaceres domésticos van unidos. Siempre ha sido así. Sabemos sencillamente que nuestra rutina cotidiana es nuestia forma de vida. Cuando limpiamos y ordenamos nuestros h o g a r e s , e n
m , i Innii.i tam bién estamos lim p ian d o y ordenan do m i . a . p* i soii.i-, nos dice ( i im illa N o rris en su m od ern o lil u *• Hftnyi H o m e.
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10 D E MAYO
Un lugar para todo: conservar l.i .ii.nl mental con un plan pcmon.il Si un h og ar no tiene sen tido, n ada lo tu tu I li ....... i
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A n h e la m o s dar un senttdo al trabajo...... o tlt/ ..... m i mM l'#N dominar las artes y oficios sagrados que ln*. ip n h ........ . i nti aiiau y crear un microcosmos de serenidad. .. ........l id \ m IiuI iiimi i .1 para nosotras y los nuestros. Pero, ¿coiii" \ |>..i d..nd. ntp» • luos, sobre todo si nunca nos enseñaron a guanlai I . ........i» pu-i pndei encontrarlas otro día? Y , si ni nosotras mr.nu tpondim oi Un I... iones básicas, ¿cómo íbamos a poder ensenai a un. a i <>•* lii|>- I 1.1 I>iIi
piulemos hacerles a ellos y a nosotras. I )espues de buscar consejo sobre el cuidado del hogai consultando maúllales domésticos que abarcan un período de un siglo, desde el t la no de Isabella Beeton B ook o f H ousehold M a n a gem en t , publieado .ti IH6 1 , hasta S uperw om an: F o r E v ery Wornan Who H at es //o/oe ,,'nrh de Shirley Conran, una cosa he sacado en claro: la salud mental m conserva con la ayuda de la planificación. Recuerda siempre qu< planea i ■ aparece antes en el diccionario que «trabajar», y con ta/ón. Pero antes de planear, tendrás que pensar en los quehaceres dnmésii i os como en un enorme proyecto de trabajo. Vamos a ver; ninguna de nosotras se pondría manos a la obra sin pens.it antes lo que debemos hacet si nos pagaran pot nuestro trabajo
¿I \>i qué íbamos .1 es luí .11 nos menos en un n .11>.i |o <|ue nos recom pcnsa con pensión compleia, 1,1111.1 \' lelieidad:' Al pensar antes de actuar en ve/ de simplemente reaccionai ante las tareas, interrupciones y exigencias que nos imponen, podemos recobrar el control de nuestra vida cotidiana. Necesitamos aprendo .1 llevar nuestra casa en lugar de permitir que los quehaceres cotidianos nos subyuguen sin miramientos. En primer lugar, define tu noción del hogar perfecto. Recuerda que no tiene por qué ser la misma que la de tu madre o los Dodson. Cierra los ojos unos instantes e imagina que estás franqueando el 11111 bral de tu casa. En tu versión ideal, ¿cómo es la habitación? Tu ideal de hogar peí fecto es lo mínimo con lo que puedes convivir sin dejar de sentirte contenta. Por ejemplo, yo personalmente puedo convivir con el polvo (aunque pongo el límite cuando puedo escribir mi nombre en el cscri torio de mi dormitorio), pero el desorden me vuelve loca. Para mí, es más importante tener las habitaciones compartidas de la casa y mi dormitorio ordenados que limpiarlos para que pasen la prueba del algodón. Así que, debido a mis ocupaciones, me cosideraré razonable mente satisfecha si la casa puede, de una forma consistente, estar ordo nada en lugar de estar lista para salir en una revista de decoración. Determina tu cociente de habitabilidad. Es el primer paso en el diseño de un plan personal que te funcione. A continuación, tienes que determinar lo que hay que hacer, quien puede hacerlo y cuándo. La forma más sencilla es dividir los quehace res domésticos en categorías: tareas diarias, trabajos semanales, ocupa ciones mensuales y labores estacionales. Ve sobre el papel la parte que tú realizas. Te quedarás atónita. Vamos a ver, ¿quién convive contigo y puede compartir la carga? Una vez hayas identificado los trabajos del hogar y la mano de obra disponible, anótalo todo. Estás creando una estrategia del camino diario hacia la alegría y el bienestar que aporta orden y armonía a tu hogar al tiempo que te deja bastante tieni po y espacio para saborear el viaje. Hace muy poco que hemos empezado a concentrar nuestra ener gía e imaginación en la conservación de la madre tierra. (La conserva ción de las vidas de las madres mortales es igual de urgente pero, ¿por qué esperar a encontrarnos al borde de la extinción emocional para iniciar la labor de conservación?) Para impulsar la puesta en orden de nuestro hogar, he aquí cuatro reglas de oro que pueden cambiar la calidad de tu vida cotidiana a par tir de hoy. Repite la receta de la dicha en voz alta todas las mañanas y todas las noches durante veintiún días. Deja que se convierta en tu mantra
I" i son.il para conservai I.i s.iliul mental. Il.v/ lidias con estasinstrue i iniif, y cudgalas en todas las habitaciones de la casa. Enseña estas ■, 11*i.i •. palabras a tus hijos, susúrralas al oído de tu compañero: / I . Si lo coges, devuélvelo a su sitio. /
Si lo abres, ciérralo.
Si lo tiras, recógelo, I. Si te lo quitas, cuélgalo.
i
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V
11 DE MAYO
El tao del cuidado del hogar
/ v h ora d e qu itar el p o lv o otra vez. i'.s h ora d e acu n ar m i casa, acariciar todas sus superficies. Me gusta p en sar en ello com o en una especie d e acto am oroso ...la op ortu n idad de p alp ar las cosas con las qu e con vivo y a las q u e quiero. G u n il l a N
o r r is
S e g ú n cuenta la historia, el sabio chino Lao-Tzu (nacido quinientos anos antes de Cristo) decidió abandonar la región que habitaba porque quedó profundamente desilusionado de la corrupta y decadente dinastía que la gobernaba. Al llegar a la frontera, un guardián pregun to al venerable anciano si pensaba escribir un libro antes de partir que instruyera a sus seguidores en «el arte de vivir». Lao-Tzu accedió de buena gana. Tituló su libro el Tao Te Ching. Una vez finalizada su obra, Lao-Tzu abandonó China para no volver a ser visto jamás. 1.1 l'ao Te Ching es un texto sagrado de la religión china denomi nada «taoísino» y es uno de los libros más traducidos de todos los tiempos. Sus seguidores se esfuerzan por vivir en consonancia con los principios del tao, el cual, según su creencia, gobierna el orden del l J ni verso. Como el zen, el tao, o el camino, es un camino espiritual; debe experimentarse íntimamente en vez de ser aprehendido por el in telecto si se desea descubrir su verdadera esencia. Uno de sus temas
pi iiK'ip.ilc's es la unidad, basada <11 la cultera m.V> c|iu* cu l.i oposii kmi («El tao os eterno sin hacer y, sin embargo, nada se queda sin hacei ) Cuando una mujer se une .11 camino en su búsqueda, se1desprendí' d e sus expectativas y se convierte en un receptáculo vacio que se llcnai.i hasta el borde de yin y yang, las energías vitales opuestas masculina \ femenina— carrera profesional y hogar, oscuridad y luz, tristeza y ale gría, relaciones íntimas y soledad, agresividad y pasividad¿Cómo puede el enigmático consejo de un filósofo chino de la antigüedad ayudarnos a poner la casa en orden? Si nuestras almas están tan absortas en deshacer, ¿cómo van a hacerse las cosas? Por inexplicable que parezca, se hacen deteniéndose. Reflexionan do todos los días sobre la forma en que nuestra vida transcurre. Lo que marcha bien y lo que no. Al detenernos para reflexionar antes de actuar, tomamos conciencia de cómo la naturaleza de todas las cosas — incluso las minucias de la esfera doméstica— participa en la armonía del Todo. Una de las iluminadoras lecciones de Lao-Tse es que «110111 brar es el origen de todas las cosas concretas» y que «el misterio y la manifestación proceden de la misma fuente». Me he tomado esta sabiduría muy en serio, sobre todo en cómo percibo el trabajo que realizo en mi hogar. Las tareas rutinarias pue den transformarse, con el corazón dispuesto y abierto, en trabajos agradables. Empieza con las palabras que describen, o nombran, tus esfuerzos creativos. Que las «tareas» se conviertan en «cometidos». Deja de llamar a tu rutina diaria «quehaceres domésticos» y empieza a llamarla «cuidado del hogar». Redefinir nuestro trabajo hechiza sutil pero poderosamente nuestro subconsciente. Y, después de todo, cu i dar — a tu persona, a los tuyos, a tus animales domésticos y a tu hogar— es lo que verdaderamente haces cuando quitas el polvo, cam bias la tierra de los gatos, separas la colada, conduces el coche, prepa ras la comida y trabajas en el jardín. La presencia divina en el hogar se concreta en manifestaciones visi bles del Espíritu. La hallamos buscando el misterio en lo mundano, viendo lo sagrado en lo ordinario. En mi caso, ésa es la esencia del camino, el tao de los cuidados del hogar. Lao-Tzu instaba a sus segui dores a «considerar importante lo pequeño» y «hacer mucho de poco». Hoy, intenta concebir todo lo que haces en casa, no importa lo insig nificante que te pueda parecer, como parte del camino auténtico hacia la plenitud y en ello se transformará.
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Restaurar el sentido de la armonía en tu entorno Me dicen q u e cuando los chinos, q u e lo saben todo, se construyen una casa, consultan los preceptos d e una antigua
l [ .ice miles de años en la antigua China, los practicantes del miste......o .u te de la ubicación denominado «feng shui» daban consejo a los rmpc i adores y a la nobleza sobre cómo traer más armonía, salud, I>i. c.pi i idad y buena fortuna a sus vidas por medio de un acertado di urno de interiores. Irisándose en permitir que el aliento cósmico o la energía esencial •I' I.i Tierra denominada «chi», que según los chinos genera toda vida, Hit va libremente en armonía con la naturaleza, los esotéricos visionai u»•. del íeng shui aconsejaban sobre todo tipo de cosas, desde lugares dr sepultura propicios (para una vida cómoda después de la muerte) IiiP.ta el urbanismo de ciudades imperiales enteras. En la actualidad, ' ‘«le profundo y pragmático arte oriental ha sido trasplantado a O cci dente en la medida en que cada vez somos más las personas dispuestas i vivir nuevas vidas a través de la sabiduría de la antigüedad. Los bant os, compañías y restaurantes estadounidenses que abren sucursales en ciudades asiáticas como Hong Kong reconocen la importancia de » « ui t i a i ar a Asesores de feng shui para aconsejarles sobre todos los ,ispéelos del proceso de planificación, desde los proyectos de const Micción hasta la ubicación idónea de los despachos, para asegurar el éxito de su negocio y el bienestar de sus empleados. Kathcrine Mctz, una practicante del feng shui contemporánea, i tee que «todas nosotras podemos hacer cambios sencillos y asequi ble’. en casa y en nuestro lugar de trabajo que prenderán la mecha de nuestro potencial natural para estar lo más vivas, receptivas y centra da. posible. I\n estos tiempos de vertiginosos cambios, los sencillos le.ijustes del íeng shui pueden ayudar a traer claridad, paz, alegría y prosperidad».
Algunas de sus sugerencias sobre como Irasceudei lo nunulano me diante lo místico incluyen colg.n un canillón de bronce en la pilen,i para que traiga claridad; tener libros a simple vista en cuanto entras en casa para ver más allá; colgar un espejo circular en tu dormitorio p.n.i que traiga más amor, compasión y comprensión a una relación íntima; poner flores en tu dormitorio, cocina y estudio para cultivar la buena suerte; y colgar un espejo en la pared lateral o posterior de tu coi ina para que refleje los fogones, que simbolizan riqueza y prosperidad. Si no puedes librarte de la rutina o vives una situación desagradable (como la indolencia), Metz te aconseja cambiar de sitio «veintisiete objetos de tu casa que no se hayan movido durante el año anterior-, lo que «reforzará tu capacidad de seguir avanzando en la vida». Mientras intentamos traer más orden a nuestra vida, esta semana nos ofrece la oportunidad perfecta de experimentar con el feng shui para traer más armonía a nuestro entorno: vacía los armarios y los cajones de potin gues o corre los muebles para quitar el polvo de la parte de atrás. Crée me, notarás literalmente cómo el ch ’i empieza a girar en torno a ti a me dida que la energía positiva se libera por todo tu alrededor. Tal vez resulte ilógico e inexplicable para la rígida mentalidad occi dental concebir que la buena suerte puede ser nuestra colgando espe jos y colocando la cama y el escritorio de una forma determinada. Pero tener curiosidad y ganas de experimientar no puede perjudicar a nadie. Después de todo,^i no buscas, nunca encontrarás.
13 DE MAYO
Honrar a la Qran Madre C u id ar d e m í m ism a com o haría una m ad re se h a con ver tido en una fo r m a de p restar oíd o a mis n ecesidades m ás pro fu n d a s y de respon der a ellas a l respon der a la niña qu e llevo dentro. M e i .in d a B u r n s
f í r s t a mañana, abajo se oye un trajín que no me está permitido pie senciar. «Se está cociendo algo grande... no puedo decírtelo -, me s u m í rra mi marido al cerrar la puerta del dormitorio con una sonrisa com
plice. ( )ij!,o el estruendo de ollas y cazudas, de cajones que se abren y se l idian, de batidoras en funcionamiento. Ahora que el tintineo de mi mejor juego de porcelana resuena por toda la casa, parece como si estuvieran preparando la bandeja del desayuno. Normalmente no it u n o nada para desayunar. Pero hoy voy a hacer una excepción. Es el I )ía de la Madre. Más tarde, como por arte de magia, aparecen unos deliciosos bollos de fresa, dorados por la mantequilla fundida y aún calientes del horno, que mi hija ha preparado. Estoy asombrada, orgullosa, perpleja, emocionada, profundamente agradecida. ¿Quién es esta joven extraordinaria de radiante y bella sonrisa que me trae cordiales regalos para alimentar mi cuerpo y mi alma? Creo que aquí ha habido algún upo de intervención espiritual, pues yo no he hecho bollos de fresa en mi vida y no tengo ni idea de cómo Katie adivinó la receta. Es un momento perfecto para meditar pausadamente sobre la gran madre cósmica que puede inspirarnos a todas; el Espíritu femenino divino de la fecundidad conocido como la diosa, tan venerado en la antigüedad, que las mujeres de hoy están volviendo a descubrir. Muchas mujeres que conozco comparten el anhelo no expreso de ser reconfortadas. Cuidadas como lo haría una madre. Esta voraz necesidad puede palparse — y a menudo no es correspondida— . Por el contrario, nosotras somos las que normalmente proporcionamos con suelo, atrapadas por las acuciantes necesidades de nuestros hijos, pa dres ancianos, pareja, amigos e incluso conocidos. Aunque ya somos adultas, nunca llegamos a superar la necesidad de que alguien especial nos abrace, nos acaricie el cabello, nos arrope y nos asegure que mañana todo irá bien. Tal vez necesitemos volver a experimentar conscientemente la dimensión maternal y profundamentc consoladora de la divinidad para aprender a ser madres de nosotras mismas. El mejor punto de partida es crear — como un acto de fe— un hogar acogedor que proteja, alimente y sustente a todos los que bus quen refugio entre sus paredes. Gloria Steinem ha escrito de forma conmovedora sobre la necesi dad de volver a tener padres después de haber empezado a explorar, en la edad madura, el tema de la autoestima. Debido a que sus padres se divorciaron cuando ella tenía diez años y su madre fue víctima de una crisis depresiva, la legendaria editora de la revista Ms. asumió el papel de cuidadora de la familia. Décadas después, en calidad de líder del movimiento feminista, organizaba, viajaba, daba conferencias, haeia campañas y conseguía reunir fondos para diferentes causas, pero n o sabía cuidar de sí misma — emocional, psicológica y físicamente— aunque se había pasado la vida cuidando de los demás. En ningún lui;ai se hacía aquella verdad más patente que en su hogar. Gloria revela
en su libro sobro la autoestima: R c v o l n t i o n / r o m W i l h i n : A H o a k o / Self-Esteem que su apartamento eia poco mas que -un pequeño .11111.1 rio donde me cambiaba de ropa y tiraba papeles en cajas de cartón». Paulatinamente, fue tomando conciencia, si bien con retraso, de que el hogar propio era «un símbolo del yo» y a partir de los cincuenta creó su primer hogar verdadero y empezó a disfrutar de él. Hoy, mientras te paseas por la casa, piensa en formas de empezar a cuidar de ti misma como haría una madre — todos los días, no una vez al año— en detalles pequeños pero tangibles. En tu casa, debería haber lugares cómodos, desde el salón hasta el dormitorio, que te invitaran a sentarte, dormir, relajarte y reflexionar. Debería haber pequeños reto ques, desde la cocina hasta el cuarto de baño, que te deleitaran y com placieran. Debería haber fuentes de belleza por toda la casa que inspi raran, orden que reconfortara y la serena gracia de la simplicidad que tanto tranquiliza. La poetisa Ntozake Shange escribe: «Encontré la divinidad en mí misma y la amé / la amé intensamente.» No hay una forma más bella de honrar el amor que nos profesa la divinidad feme nina de la maternidad que celebrar en la tierra el templo donde mora su Espíritu.
14 D E MAYO
Un encanto especial y
f e c no eírte c.At,
¿P or q u é am am os ciertos hogares y p o r q u é p arece qu e ellos nos am an ? Es la efusión d e nuestro corazón q u e se refle ja en nuestro entorno. T . H . R o b s jo h n - G
ib b in g s
E n cuanto entramos en una casa, sabemos si tiene o no encanto. Si nos sentimos atraídas por su acogedora y alegre hospitalidad. La cali dez de una habitación con encanto nos incita a sumergirnos en sus comodidades hasta quedarnos satisfechas. La belleza sencilla deleita. La serenidad, la armonía y el orden tranquilizan. Los toques de origi nalidad divierten. La memoria personal reconcilia el presente con el pasado. Todo está en paz con el mundo en un hogar tan atractivo o invitador. Piensa en los hogares que aparec ían en las maravillosas poli
i ul.is sentimentales tic los años inatenta, como lo s m ejores tinos de nin siiii vida o I d Ctisd encantada. I'n esta última, un apuesto veterano ...n i u.mices de guerra se enamora de una humilde sirvienta y el . ii. uno se eneai na en Cupido, que los hechiza a través de un entorno maiavilloso capaz de transformar a dos vidas solitarias. «Si lo tienes csi libio sobre el encanto el dramaturgo inglés sir James M. Barrie . ii 1907 - , no necesitas tener nada más; y si no lo tienes, tus demás . u.ilidades no importan demasiado.» CIon dinero podemos comprar bellos muebles y rios decoraiivos, pero no podemos asegurarnos de que el encanto more con nosotros. Yo creo que esto es así porque el encanto parece ser una . ualidad del alma con la que no se puede comerciar. Pero el encanto puede canalizarse a partir del Espíritu creador. Se accede a él a través .le nuestra autenticidad, que se expresa en nuestro toque personal. «La x, belleza no reside en hacer grandes gastos, sino en la artística disposi. i o n ile pocas cosas», dice el reconfortante artículo titulado «El encan to ile lo imprevisto» del número de The M other’s M agazine publicado e n agosto de 1917 durante la Primera Guerra Mundial, cuando salir adelante con lo mínimo era una necesidad. Hoy, toma conciencia de . I l i e «el deseo de construir un hogar más querido y dulce para los que moran en él» sigue siendo el eterno secreto de investir nuestros hoga res de encanto.
15 D E MAYO
Progreso, no perfección E l perfeccion ism o es m altrato d e uno m ism o en p rim er grado. Anne W
il s o n
Sc h a e f
E r a una bella tarde de mayo soleada y cálida con una refrescante brisa. Perfecta. El día con el que soñamos en lo más crudo del invier no. Aquella mañana, mi hija y yo habíamos hecho una agradable visila al mercado agrícola y comprado cogollos, hinojo, tomateras, capu chinas y caléndulas. La semana anterior, habíamos logrado encontrar una jardinera de terracota con forma de potager («sopera» en francés).
Hiibía descubierto esta maravillosa idea para tenei un ¡arilm en un so]o recipiente en un artículo de una elegante revista de decorac ión \' m e pareció que podía resultar divertida. A katie también. Urdimos e l plan y lo pusimos en práctica con gran entusiasmo y placer. Cuando acabamos de plantar, tuvimos algunas dificultades para qu itar la tierra húmeda que se había adherido a los lados del p o t a g n . Yo» empleé una esponja y lo manché de barro; Katie lo roció con una regadera, obteniendo mejores resultados, pero seguía sin ser tan pa fecto como en la fotografía. Me da vergüenza decirte el tiempo que est-uvimos preocupadas por conseguir la perfección, pero llegó un pun to .en que ya no pude más: — Bueno, ya está. Qué bonito. — Pero no es como el de ella — gimoteó Katie con exasperación. — No, no es como el de ella. Es como el nuestro. El nuestro es magnífico. Bien. Es bastante parecido. — Pero el suyo es perfecto. Todo lo que hace es perfecto. Quiero qu e el nuestro también sea perfecto. — La frustrada jovencita de once años sacaba humo. Tiempo muerto. Serenidad: progreso, no perfección. En prima lugar, le dije, los seductores gurús de las revistas de decoración cu en tan con profesionales que trabajan para ellos a jornada completa, incluyendo a los estilistas, que pasan pinceles mágicos untados de tic rra de Siena por las manchas de barro áep otag ers de terracota antes de qu e el flash se dispare o se ponga en marcha la cámara de vídeo. — Es imagen, ilusión, ficción. Es una industria de un millón de dólares. Lo que estamos viendo no es siempre la verdadera McCoy. A h o ra bien — observé con satisfacción— , esto es real, con el barro y to d o . Es real y es maravilloso. A l final, conseguí convencer a mi escéptica interlocutora de que tuviera paciencia. (La madre naturaleza no me defraudó y los chapa rron.es primaverales se convirtieron en nuestro estilista.) Pasamos el re sto de la tarde removiendo felizmente tierra tan dura como el gran i to p>-ara un fragante jardín tradicional de rosas, lavanda, malvas locas y espuelas de caballo. Cerca de allí, los gatos se deleitaban en el parterre recién plantado con hierba gatera. ¿Cuánto tiempo de nuestra vida desperdiciamos — malgastamos, perdemos o pasamos de mal humor— por nuestra neurótica insisten cía e n la perfección? Tal vez nuestros padres esperaban que viviera mos a la altura de unos valores que sabían que ellos mismos nunca alcanzarían. No cabe duda de que querían que nosotros tuviéramos más» Pero, ¿más de qué? ¿Preocupaciones? ¿No has tenido ya bastan te? E~ioy, acepta que la perfección es inalcanzable. 1.n la vida real, debe nairnos esforzarnos por dar lo mejor de nosotras mismas, no poi sa
I.is mejores del mundo. Aun con codo, siempre habrá algún error ortogi áfico, una mancha en la alfombra, un potager de terracota con chorretones de barro. Las mujeres perfectas no se manifiestan en este plano existencial. I Iabría que compadecer más que censurar, envidiar o emular, a las celebridades que venden la perfección. ¿Por qué? Porque, a pesar de m i lama y sus cuentas bancarias, apenas conocen un momento de paz; lodo el mundo está pendiente, esperando un paso en falso. No, gracias. Yo paso. La perfección deja tan poco margen para el progreso... Tan poco margen para la aceptación o la alegría. En el ca mino que hemos elegido, el progreso es un placer sencillo que hay que saborear. Todos los días. Naturalmente, seguro que tendremos m o mentos perfectos, como pasar una soleada tarde de mayo trabajando en el jardín con nuestra hija. La vida y los potagers no tienen que ser perfectos para resultar placenteros.
16 DE MAYO
Deshacerse de lo que no es útil ni bello N o tengas n ada en casa qu e no sepas q u e es útil ni creas qu e es bello. W
il l i a m
M o r r is
U n la Inglaterra de los años ochenta, un soplo de aire fresco invadió los mal ventilados salones Victorianos cuando el poeta, artesano y diseñador William Morris fundó el influyente movimiento de Arts and Crafts. Morris y sus asociados hicieron campaña contra los muebles y rios decorativos baratos y de ínfima calidad que se producían industrialmente y se acumulaban en los hogares de clase media con un afán desmedido. En particular, Morris instaba a los Victorianos a liberarse de lo feo, inútil c incómodo en favor de un mobiliario sencillo y «honesto». El poeta irlandés W. B. Yeats definió la exhortación de Morris para lo grar una comunión ascética de belleza y funcionalidad en el hogar como «da anhelada liberación de las artes decorativas». Ln el camino del encanto de la vida simple, nuestra auténtica libe
ración docoi .11 iva liacc ai lo ilc pi cscni ia cu.niclo cnipc/aiuos a api cciai y a poner cu práctica la rcj»la ele Morris desprendernos tic todo ln que no creamos que sea bello o útil* a medida que restauramos <1 orden en nuestro hogar y simplificamos nuestra vida. Empieza esta semana con papel y lápiz. Merodea meditativa poi las habitaciones de tu casa. Deja que los espíritus divinos de la simpli cidad, el orden, la armonía y la belleza te acompañen. Mira realmente a tu alrededor — los muebles y la decoración— . Da las gracias por tu hogar tal y com o es hoy. Luego empieza el interrogatorio. Pregunta a cada una de tus pertenencias, ¿eres bella? ¿Util? ¿Te ha llegado la hora? No cabe duda de que te toparás con algún objeto que no será ni bello ni útil pero tendrá connotaciones sentimentales. Crea una nueva cate goría (lo siento, señor Morris) en tu lista de limpieza. Pero sé modera da. ¿Cala realmente hondo en tu corazón? ¿Llorarías su desaparición? Sé franca. N adie va a ser partícipe de este ejercicio salvo tu yo auténti co y él está intentando decirte algo. Escucha. (Si el objeto cala hondo en otros corazones, llévalo a la habitación de sus dueños.) Anota to da esta información. Concédete siempre tiempo para pensar sobre el papel antes de actuar. El siguiente paso del proceso consiste en comprometerte p or escri to en tu calendario a hacer una habitación al mes. En el día señalado, planea dedicar unas cuantas horas (como hiciste cuando arrancaste las malas hierbas de tu ropero, ¿recuerdas?). Asegúrate de disponer de muchas cajas. Luego, comienza la selección: si no es bello, útil ni tiene un valor sentimental, adiós. Un montón es para los objetos que entre garemos a los establecimientos benéficos — objetos como el jarrón con ninfas de la tatarabuela Gladys o el juego japonés de sake que te rega laron el día de tu boda y detestaste nada más verlo— . El otro montón es para los objetos en perfecto estado de anteriores encaprichamientos que ya no te aceleran el pulso. Este montón puede reciclarse como fu turos regalos. Según una antigua ley metafísica, si deseamos más abundancia en nuestra vida, primero debemos crear un vacío para poder recibir el bien que buscamos. ¿Cómo puede entrar más bien en nuestra vida si no nos queda espacio para él? La forma de crear el vacío es dando lo que ya no nece sitamos ni deseamos pero puede ser útil a los demás. Todas cambiamos al hacernos mayores (ésa es la prueba de que nos estamos haciendo mayores). Entre los cambios, se incluye nuestro estilo personal. Si ya no te gustan tus tazones de cereales Fiesta y ahora quieres coleccionar Blu.e Willow, o si la vajilla de Limoges que te dejó tu abuela no encaja muy bien que digamos en tu informal estilo rústico
de recib il .1 Lis visitas, rendíalos. ( )b s i’qilini a una am ij'a i|iic le li.i mvi laclo a su c.is.i con pan de plátano casero en una bandeja que a ti nun c a te guste) del todo pero que ella siempre ha irado, es un sencillo placer maravillosamente abundante.
Decidir simplificar nuestra vida y poner en orden nuestro hogar destinando los objetos que ya no amamos a nuevas y más felices en carnaciones con personas que los apreciarán genuinamente es la forma de abrirnos para recibir una abundancia que encajará perfectamente con nosotras.
17 D E MAYO
El ritual de la primavera de Ruskin: la restauración P ara q u e las person as p u ed a n ser felices en su trabajo, hacen fa lt a estas tres cosas: d eb en ser aptas p a ra realizarlo. N o d eb en practicarlo en exceso. Y d eb en ten er la sensación d e q u e lo realizan con éxito. J o h n R u s k in
E l sol brilla, las ventanas están llenas de chorretones, las cortinas de encaje blanco dejan bastante que desear. ¿Acaso necesita esta casa una limpieza a fondo? Pero las ventanas y las cortinas pueden esperar por que el sofá y un nuevo libro me llaman. Los cajones de sastre también están igual. Ya sabes, esos agujeros negros que acechan detrás de las superficies ordenadas ocultando el desorden y sólo Dios sabe qué más. Objetos perdidos. Objetos encontrados. Objetos que tal vez alguien de la familia pueda usar en otra vida. O lo irreconocible. Tú le das un nombre: es lo que está en el cajón. Bien, no sé si a ti te pasa lo mismo, pero yo tenía (tengo —va por períodos— ) cajones de sastre en todas las habitaciones de la casa. Lle gué a un punto en que nunca los abría por voluntad propia salvo para echar en ellos otro artículo con los ojos cerrados. Soy adicta a los ca jones de sastre. Pero, a medida que he ido aprendiendo las lecciones
del encanto Je la vida simple, he afrontado esta tendencia obsesiva. Me estaba conviniendo en una persona ordenada en la superl ieie, pero por debajo de ella hervía la más total anarquía doméstica. Yo lo sabía. Mi yo auténtico lo sabía. También lo sabían mi marido y mi hija. Mr hacía sentir muy incómoda. «Estar enterrado en lava y ni siquiera in mutarse, es entonces cuando un hombre demuestra de qué está lu cho», escribió Samuel Beckett en M alone Dies. Las mujeres adultas nos enfrentamos al mismo reto cuando reunimos el valor necesario para afrontar la limpieza de los cajones de sastre. Respira hondo. Yo te guiaré. La mejor forma de empezar a organizar el desorden de toda una vida es hacerlo a intervalos soportables, siguiendo el sabio consejo de John Ruskin. N o lo practiques en exceso en una sola sesión; de esa forma, puedes sentir que tus esfuerzos han tenido éxito. Cada mes, aborda una sola habitación o espacio para guardar cosas de tu casa. Divide la habitación en distintas partes. La primera semana, ordena los cajones de sastre, luego los armarios, luego todas las demás zonas donde pueden guardarse cosas, como debajo de las camas, el armario de las sábanas, el botiquín, la cesta de las labores. Por encima de todo, no intentes hacer demasiado de una vez o te sabotearás a ti misma. ¿El armario de la habitación familiar donde se guardan los juegos no se ha organizado en cinco años? No te preocupes, puede esperar otros dos meses o el tiempo que tardes en dedicarte a él. Hoy, piensa con detenimiento en las zonas de tu casa que te están produciendo más frustración y luego ordénalas en función de la irri tación que te causan. Aunque estoy firmemente convencida de que los quehaceres do mésticos deben compartirse, he concluido de mala gana que erradicar el desorden es una ocupación solitaria. Tienes que hacerlo sola. Nunca dejaría de insistir en ello. Los maridos o compañeros y los hijos nunca te dejarán tirar nada. «Oh, estaba aquí», dirán cogiendo prácticamente todos los objetos que estás intentando tirar (incluyendo la plastclina fosilizada) y dejándolos luego en algún otro sitio de la casa para que tú vayas a buscarlos. Olvídalo. Si han vivido sin su presencia durante cin co años, pueden prescindir de ellos para siempre. Confía en mí, debes erradicar el desorden sola o te volverán loca en el intento. Una última advertencia: ¿qué hacer con la caja de «no sé lo que es esto ni de dónde sale»? Si algún objeto no puede ser identificado por ningún miembro de la familia, se tira. Este es el único aspecto de la organización de la casa en el que animo a la consulta. Pero, recuerda que debes ser implacable. Si dudas, tíralo. No lo necesitas. No lo quie res. Te habías incluso olvidado de que lo tenías, así que no lo guardes. No, no va a ser útil algún día. Es más, no es i u deseo, bajo ningún con
i epto, que el contenido de tus cajones de sastre acabe en «cajas de sasiic • (una posibilidad muy real para las acumuladoras crónicas), que simplemente desaparecerán de la vista en ese vertedero subterráneo que comúnmente denominamos «sótano». Pero ésta es, como dicen, olía historia para otro día. Con cada cajón de sastre que ordenas, cada armario, cada vez que consigues organizar algo, no haces más que reforzar tu deseo de recu pera r el control sobre tu vida. Nunca me había planteado seriamente la carga mental que me suponía ser tan desorganizada por debajo de la superficie. Pero en cuanto erradiqué el desorden, tuve una maravillo sa sensación de renovación, alegría y paz interior. Allí estaba la esencia del encanto de la vida simple y lo único que había invertido había sido tiempo (para hacer los planes), valor (para presentarme al trabajo) y energía creativa (para desempeñarlo). No te sorprendas si un bello día de primavera sientes la repentina necesidad de lavar las cortinas y limpiar los cristales. La luz es bella y ahora tú ves con claridad.
18 DE MAYO
Simplificar, simplificar, simplificar F u era d el desorden, h alla la sim plicidad. A l b e r t E i n s t e in
D e s p u é s de pasarme la mañana separando lo bello y lo útil de lo inútil, eché un vistazo al suelo del salón. Parecía una excavación ar queológica con pequeñas pilas de artefactos distribuidos por categoi las domésticas. Me pregunté lo que un antropólogo de finales del siglo X X , considerando la yuxtaposición de baratijas y preciosidades (como el último chupete de mi hija), diría al mundo sobre la mujer cuya vida estaba ahora reducida a una serie de pulcros y gratos montones. Pronto llegó la hora de volver a poner todo en su sitio. H acer lo, aunque te parezca mentira, me produjo una enorme satisfacción. Mientras merodeaba por las habitaciones de mi casa, me apliqué en la búsqueda ile la hebra común a las vidas de los maestros espirituales y las tradiciones mas grandes del mundo: Jesucristo, Mahoma, Buda,
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I ,.u> ’l'/.u, los profetas hebreos, los sufíes musulmanes, los s.míos i alo licos, los rishis hindúes, los shakers, los cuáqueros, los ainish. Ñ inga no de ellos tenía cajones de sastre. Ello se debía a que todos habían optado por la simplicidad. La espiritualidad, la simplicidad y la serení dad parecen integrar la Sagrada Trinidad; tres cualidades divinas del alma ordenada. Henry David Thoureau creía que «nuestra vida se des perdida en los detalles». Disiento. Creo que nuestra vida se desperdi cia por falta de concentración. Pero, ¿cómo podemos concentrar nues tra atención en lo que verdaderamente importa cuando estamos medio locas porque nunca encontramos nada? Sin embargo, la solución de Thoureau para liberarnos de esta inquietud sigue siendo válida hoy: «Simplificar, simplificar, simplificar.» Esta semana, piensa que con un poco de valor y creatividad puedes encontrar el espacio para respirar que tanto anhelas. Tal vez creas que sólo estás organizando un cajón de sastre o haciendo malabarismos para destinar unas cuantas horas de tu tiempo a poner la casa en or den. Pero tu alma es más sabia.
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19 D E MAYO
El orden interior Q u é ben dición de la gracia divin a p o d e r sacar el caos de nuestro interior y a p artir de él crear cierta aparien cia de orden. K a t h e r in e P a t er s o n
S e g ú n dicta la tradición, la primavera es la estación del año para poner en orden nuestros hogares y es también la oportunidad perfecta para hallar el orden interior. «La limpieza a fondo de primavera tam bién puede ser psicológica, un tiempo muerto para afrontar el desor den emocional que se ha acumulado en nuestro armario mental — nos recomienda la escritora Abigail Trafford— . Es una pausa para la instrospección, una evaluación a mitad de curso para personas normales con estresantes vidas normales.» Una forma de iniciar la búsqueda del orden que anida en tu inte rior es identificar lo que te saca de tus casillas sin que hayas podido
i vil.irlo portille 11.is estado ilem.isiiulo ocupada. Pon en tu mente el ' ii Ico de uno di 1 tus ili.ts típicos y .ipi.icl.it e tic I.i mujei .il borde dc*l .ihismo. ¿Q u é cvs lo que te inquieta? Podría ser cualquier cosa: salir
i oiriendo .il trabajo convencida de que te has olvidado algo que vas a iici csiiar aquel día, no encontrar nunca nada que ponerte que no esté rugado o descubrir, cuando estás cocinando la cena, que se te ha acab.ulo el ingrediente que necesitabas. Todas estas situaciones claman al i irden, de igual forma que lo hace tu alma fragmentada. I lay una forma de vida mejor. Se inaugura cuando establecemos el orden en nuestro interior para convertirlo en una realidad visible en nuestra rutina cotidiana. Comienza a buscar el orden interior delimit.mdo tu día con una reflexión a primera hora de la mañana y otra a ultima de la noche. Esta quietud te recordará que todas las mañanas /•urdes decidir vivir en el mundo pero no caer en las redes de su ritmo delirante, sobre todo el ritmo delirante que tú te has impuesto. Estas reflexiones pueden durar únicamente quince minutos. Sé que antes ya lie sugerido la necesidad de tener momentos para nosotras mismas (y continuaré haciéndolo). Sencillamente piensas que no tienes tiempo. Tal vez hoy no. Pero encuentra un rato mañana. Empieza por conce derte un cuarto de hora antes de que nadie se haya levantado y des pués de que todos se hayan retirado a dormir. ¿Qué hacer nada más despertarse o justo antes de conciliar el sue ño? Aquieta tu mente, eleva tu corazón, medita, reflexiona, haz descu brimientos. Piensa, concibe, crea, conecta, ite que todo em pieza en tu interior. Reza, lee las Escrituras, poesía sagrada o una meditación de algún libro religioso. Piensa en el día que tienes por delante y en cómo podría transcurrir con más calma. Invoca al Orden divino, pidiéndole al Espíritu que se haga cargo de tu día hoy y todos los días. Visualízate al final de un día feliz, libre de estrés y productivo, relaján dote y disfrutando del momento de ocio bien merecido que te brinda la noche. Pasea por el jardín, sube al balcón, siéntate en el porche o en el pórtico con una taza de café y aguarda el amanecer. Observa cuán apacible pero infaliblemente se renueva el mundo natural todos los días. Puede parecerte mentira, pero la Madre Tiempo no tiene prisa; las siete no les dicen a las seis: «¡Venga, muévete, hay que ir a un mon tón de sitios, ver a un montón de gente, enviar un montón de faxes!» Si tienes hijos, inviertes una hora y media en desplazarte al trabajo o tienes que hablar con clientes de ultramar por teléfono (como les ocurre a tres buenas amigas mías), es posible que mi propuesta te parezca impracticable, los consejos de una mujer que a todas luces no tiene ni la menor idea de cómo vives en realidad. Delimitar tu día con el cultivo de tu espíritu significa despertarse más temprano cuando ayer estabas tan agotada que hoy apenas puedes salir de la cama, o ii
dedicar unos minutos por la noche a la instrospeceión i liando estas a punto de quedarte dormida como un tronco. I le .u|iu li> que \«> luj-o por las mañanas y por las noches: media hora antes de tenet que le\ .ni tarme y justo antes de conciliar el sueño, me hago un ovillo en l.i i .iiii.i y escucho en la oscuridad cantos gregorianos - las sublimes y .mu guas invocaciones latinas cantadas por los monjes benedic tino', ele ,.I. hace mil quinientos años. Es una lástima que no entienda completa mente el significado de los cantos, pero en realidad no impon a mucho. Todo lo que sé es que los suaves y rítmicos cantos me rece >n fortan y tranquilizan en un plano muy profundo. En ocasiones. i< o con los monjes, otras me gusta imaginar que están re/ando /><>) >m Es una forma apacible, tranquilizadora y reconfortante de d a r . , cuenta de que existe otra realidad más verdadera, algo que yo s. >\ propensa a olvidar en el transcurso de un ajetreado día —como pi o bablemente te pasará también a ti— . Eloy, busca tu orden intenoi para que el Orden divino pueda manifestarse externamente en tu m tina diaria.
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20 DE M AYO
El arte de la contemplación doméstica L a contem plación dom éstica es en realid ad una ocasión p a ra estar a solas, soñ ar y en trar en o con uno mis m o... L a contem plación dom éstica es descubrir. A l e x a n d r a St o d d a r i >
E r n mi mente, hay una diferencia significativa entre la o r g a u i / a c i on , la limpieza y la «contemplación doméstica» de la casa. 1,as d o s pt m u ras labores del cuidado del hogar son los puntales que p r o p o r c i o n a n el orden necesario para celebrar el ritual. La contemplación d o n u st n a es la intersección entre la introspección y la inspiración. No esta e n ..... tra lista de «quehaceres» y por lo tanto encanta, centra y h a l a r a a l..s espíritus estresados. Sin embargo, yo soy incapaz de disírutai n-oi^a nizando mis objetos personales o las flores de un jarrón si c u mi . asa reina el desorden y las telas de araña pueblan los r i n c o n e s . ( Se p u i t •.pi. no soy la única mujer del mundo que alguna vez ha m i r a d o al ici lio
ili I alón y lia visto en un rincón una obra maestra.) Por lo tanto, sue lo ilcdii .11 las últimas horas de la tarde del sábado a la contemplación •I•>imi .tica, cuando la casa es un lienzo intacto que despierta mi creati-
\ ¡uncí. Al contrario que la limpieza, que puede ser una actividad en equi po, la contemplación doméstica es un pasatiempo solitario que debe i ral i/.irse a ritmo lento para sacar el máximo provecho metafísico. La ■m,'ik ia ile la contemplación doméstica consiste en disponer las cosas Ji oirá manera, aunque también englobo lustrar plata, lavar porcelana ■ i nsial, hacer ramos de flores, incluso cambiar los muebles de sitio lian» este concepto. Parte del placer que proporciona la contemplación.1 .mística reside en la libre asociación de ideas. Concibe esta actividad i orno un test de Rorschach. En vez de interpretar manchas de tinta, mi ditamos sobre el sentido oculto de nuestras pertenencias hasta que i;, unamos un torrente de sueños, elecciones, riesgos, placeres, auténi h as preferencias. Tú crees que lo único que estás haciendo es cambiar 11disposición de tus objetos favoritos en la repisa de la chimenea, la •si ante ría o la mesa cuando en realidad estás creando un nuevo paisaje di ii ii ei iores. «La contemplación doméstica creativa es en realidad una de las actividades con las que más disfruto en casa — nos revela la •m i itora y decoradora de interiores Alexandra Stoddard— . Nos ayu da a tom ar conciencia de lo que todavía es importante para nosotras, |ii <|iir sigue teniendo un significado. Este pausado acto privado puede i iilo. ai con gran precisión los distintos aspectos de tu vida e identifi•ai tus necesidades.» I a música es una parte importante de mi ritual de contemplación domestica. Me encanta escuchar música mientras me dedico al cuida do de mi hogar y mi repertorio, en función del estado de ánimo y la lab. ii, abarcan desde Bach hasta Broadway. Para la contemplación doiiu siica más introspectiva, escojo una banda sonora cinematográfil a, ! . uno Memorias de África. Al escuchar la inolvidable composición mtisii al de John Barry mientras reorganizo las fotos de la familia o mi p .«11k ña colección de vidrio tallado irlandés, o mientras sustituyo los i mu r, de flores secas de invierno por flores naturales, no puedo evitar pitns.tr en Isak Dinesen empaquetando la plata, las copas de cristal y la pon ida na de Limoges cuando emigró a África desde Dinamarca justo mies de que estallara la Primera Guerra Mundial. No podía imaginarsi \i\ ii en ningún sitio sin estar rodeada de sus queridas pertenencias. 111.11111 Thurman nos dice, en Isak Dinesen: The L ife o f a Storyteller, •111< su ambición (era) convertir su hogar en un oasis de civiliza. io 11 | m.i es también la ambición de mi corazón, aunque mis tierras li)-,enes sc.ii i una pequeña ciudad de Maryland y no las llanuras de Kema,
Tanto si tu liogai so Italia en la ciudad como m r.la ubicado en el campo o en una zona residencial, cada uno de ellos olrecc a su manera terreno fértil sobre el que sembrar tus sueños. La contemplación doméstica esparce las semillas. A su debido tiempo, recogeremos una abundante cosecha de felicidad.
21 DE MAYO
Un nido de comodidades ¡A h ! N o h ay n ad a com o qu edarse en casa p a ra estar v er d ad era m en te cóm oda. J a n e A usten
L i a s novelas de Jane Austen son famosas por sus ingeniosas, irónicas y acertadas pinceladas sobre la vida en familia del siglo XVlll. Pero también revelan, entre líneas, el amor de su autora por los acogedores «nido(s) de comodidades». La señorita Austen, que escribía en un diminuto escritorio muy cerca de la chimenea, describe un refugio así en su novela M ansfield Park, al que su heroína, Fanny Price, puede retirarse «después de cualquier cosa desagradable... y encontrar un consuelo inmediato en alguna actividad o en algún hilo del pensa miento. Sus plantas, sus libros... su escritorio y sus obras de caridad o ingenio estaban todos a su alcance... apenas podía ver en la habitación un objeto que no estuviera vinculado a algún recuerdo interesante». Independientemente de nuestro estilo decorativo — el que tenemos o al que aspiramos— la cualidad espiritual básica que deberían posee i nuestros hogares es el consuelo de la comodidad. Al descubrir y ex presar nuestra autenticidad en lo que nos rodea, la comodidad se con vierte en nuestra primera prioridad. Después de emprender el camino del encanto de la vida simple, me sorprendió descubrir que había muy pocos lugares en mi hogar que me hicieran sentir verdaderamente có moda. La búsqueda de la autenticidad es como vivir sobre una i alia; nunca sabes cuándo va a moverse la tierra que pisas. Un buen día me di cuenta de que pasaba la mayor parte de mi tiempo libre leyendo en el dormitorio, alejada, inconscientemente, de mi marido y mi hija, no porque necesitara intimidad, sino porque carecía de un sillón cómodo
n i el que ,u ii - i ni .11 me en el salón. Mi marido lema sil sil i<>en el sola, mi 1111.1 había redamado el canapé, mientras que yo, por delecto, aca b a b a ,i menudo en el dormitorio, cuando, sin iluda habría preferido •si ai cu su compaiiía. ( aiando iui consciente de ello, tuvimos una con\ n . ai i o n familiar sobre cómo sentirnos más cómodos en nuestra pro p i a casa. Ahora estamos ahorrando y buscamos pacientemente lo que necesitamos para crear un nido de comodidades que acune a nuestros cuerpos y almas. I loy piensa en tu propio nido. ¿Es tan acogedor que nunca te apelecc salir? Debería serlo. ¿Tienes las comodidades que anhelas? ¿Sabes siquiera cuáles son? ¿Cuándo fue la última vez que reflexionaste sobre ln com odidad con la prodigalidad que ello merece? Hoy, haz una lista
El hogar con el que siempre has soñado Si m e pidieran qu e n om b rara la principal fu n ción de la casa, diría: la casa am p ara tus ensoñaciones. G a s tó n B a c h e l a r d
I X a s visto alguna vez el divertido y encantador clásico del cine de 1948 Los Blanding ya tienen casa protagonizado por Cary Grant y Myrna Loy? Este delicioso y aleccionador relato trata de un próspero ejecutivo publicitario de Nueva York y de su familia, que viven en un diminuto piso de ciudad y sueñan con construirse un hogar en una zona residencial de las afueras. Se embarcan en una cara aventura para construir la casa perfecta en Connecticut. Día a día, la modesta casa va creciendo, y lo mismo ocurre con el importe de las facturas. Es una epopeya que todo aquel que se haya comprado una casa conoce con pelos y señales. Pero al final de sus tribulaciones, el sueño de los Blan ding se hace realidad, a pesar de tener los nervios destrozados y la cuenta bancaria en números rojos. Espero que fueran felices para siempre jamás; la casa les quedó maravillosa. Se tarda literalmente años en alumbrar un sueño, sea una familia, una carrera profesional, un hogar o un estilo de vida. Los sueños tam bién tienen un precio. Un antiguo proverbio lo expresa así: «Coge lo que quieras, dice el buen Dios, pero disponte a pagar por ello.» Los sueños entrañan dinero, sudor, frustración, lágrimas, valor, elecciones, perseverancia y una paciencia extraordinaria. Pero para alumbrar un sueño hace falta una cosa más. Amor. Sólo el amor puede transforma i un puñado de individuos necesitados y egocéntricos en una familia unida y amorosa, una pasión en un medio de vida, una simple morada en un hogar que expresa perfectamente tu autenticidad. Incluso cuando no se tiene en cuenta el dinero, el amor y el tiempo siguen siendo necesarios para convertir una casa en un hogar. Samuel Clemcns se trasladó a la casa de sus sueños con su querida esposa 1,ivv y sus tres hijas en 18 74 . Era una imponente mansión gótico victoriana del siglo XIX construida con ladrillo rojo y ubicada en I lartíord, Con necticut. Durante los siguientes treinta y cinco años, el señor < llcinen.s se dedicó en cuerpo y alma a decorarla y reformarla, y dei rochó tamo dinero en ella que su pasión lo llevó a la bancarrota (Una situación que resolvió escribiendo libros como Mitrk /.. .r/;/.) Debido al -i m
amor que él y su familia profesaban a su hogar, «éste tenía corazón y alma y ojos para ver; y consentimientos y solicitudes y profundas sim patías; era nuestro, y nosotros nos habíamos confiado a él y vivíamos en su gracia y en la paz de sus bendiciones. Nunca regresábamos a casa después de haber estado ausentes sin que su rostro se iluminara y nos hablara para darnos una elocuente bienvenida; y nosotros no po díamos entrar sin conmovernos». ¿Hay alguna mujer que no desee vivir en un hogar así? ¿Un hogar que acoja, alimente, sustente e inspire? Sin embargo, muchas de noso tras pensamos que eso sólo será posible cuando dispongamos de dine ro para trasladarnos a algún otro lugar. Está claro que aquí no puede ocurrir. Me refiero a que, ¡mira este sitio! Pero adoptemos otra pers pectiva. «Yo habito en la posibilidad», confió Emily Dickinson. Nosotras también podemos hacerlo. No mires los problemas. Busca las posibilidades. No importa dónde vivas en este momento. Puedes habitar en un remolque, un apartamento o una casa. Tal vez incluso estés alojada en un motel. Quizá no sea el hogar con el que siempre has soñado, pero sí ampara tus sueños. Esos sueños pueden transfor marlo en el hogar que anhelas. El amor sabe pintar, reformar, enyesar, empapelar, barnizar, plantar, coser, y construir, incluso ciñéndose a un presupuesto. El amor sabe que lo que te falte en la cuenta bancaria puede compensarse inviniendo tiempo, energía creativa y entusiasmo. Tenemos que aprender los secretos sobre decoración que encierra el amor. Pero antes de coger un martillo, un pincel o un anuncio de venta de casas, necesitamos sumirnos en la ensoñación. Pasear por las diver sas habitaciones donde comemos, dormimos y vivimos. Alabar las pa redes, el tejado, las ventanas y los cimientos. Da las gracias mientras haces limpieza, simplificas y pones en orden el hogar que posees. Des cubre que el hogar con el que siempre has soñado habita dentro de ti. Debes encontrarlo hoy en el santuario secreto de tu corazón para poder franquear el umbral del mañana.
Cultivar tu auténtico don especial Un espacio interior es la proyección n atu ral d el alm a. C oco C hanel
M u c h a s de nosotras pensamos en descubrir nuestro autentico e.,„ lo de decoración como en un destino, cuando en realidad se trata de un punto de partida. Yo, a medida que escribo, estoy reconsiderando completamente la casa entera. No para trasladarme a otra, sino para continuar viviendo en ella y seguir amándola. Cómo funciona, cómo es, a quién se parece. Desde luego, hoy no se parece a nadie que yo conozca. Al despertar a tu autenticidad, es posible que percibas la seducto ra llamada de las paredes, ventanas y suelos desnudos, que te atraen como un nuevo amante, mientras las cosas que has ido acumulando a lo largo de toda tu vida ni siquiera parecen notar tu presencia. Sena divertido cenar esta noche con mi marido y mi hija en una caja de embalaje a la luz de las velas esperando ilusionados a que mañana nos trajeran un nuevo espacio interior — la auténtica proyección del alma Sin embargo, mi cuenta bancaria, probablemente la tuya también, no va a permitir que esta fantasía se materialice y por tanto debo actúa i poco a poco. Debemos interpretar esta situación como una oportuni dad y no como un obstáculo en el camino. Los presupuestos a los que debemos ceñirnos en la vida real tal vez retrasen el proceso más tiem po del que desearía nuestro consciente — sobre todo cuando hojeamos revistas de decoración— pero es el ritmo perfecto para fomentar mies tro auténtico don especial. Para serte franca, esta mañana no estoy segura de cómo quiero expresarme en lo que me rodea. ¿Y tú? Creía saberlo. He amado apa sionadamente cosas que me han proprorcionado un intenso placci durante veinticinco años. Pero también he vivido con otras cosas que detestaba tan profundamente que me volví físicamente indiferente a su presencia. El camino diario hacia la alegría y el bienestar entraña una transformación. Pero la transformación no puede ocurrir sin una tran sición. Es éste un período de transición preliminar en el cual las cosas son apenas perceptibles un rito de iniciación personal para despcrtai del sonambulismo que invadía nuestra existencia . El proceso es la realidad y debe abordarse con i alma.
l*oi lo tanto, aprendemos a esperar pacientemente. A reflexionar. Simplificar. Abra/ar el orden. Prepararnos. Experimentar. Observar, lambarearnos en creativas excursiones a tiendas de antigüedades y de artesanía, a subastas, casas de restauración, establecimientos benéficos, mereadillos, liquidaciones al aire libre, museos, exposiciones de diseño de interiores, elegantes tiendas de rios decorativos, salas de ex posición de mobiliario, museos y pinacotecas. Si ves algo que te gusta, pregunta si va a ponerse a la venta en un futuro próximo. Anótalo todo con detalle. Contempla cómo viven o han vivido otras personas luciendo viajecitos a escaparates de tiendas de muebles y a viviendas históricas y apúntate a todas las excursiones a casas con jardín que tie nen lugar en primavera. Lee libros, recorta revistas y catálogos. Conti nua cebando el pozo con imágenes visuales, coleccionando en papel todo lo que puedas, desde fabulosos juegos de mesa y sillas hasta for mas de limpiar las cortinas para que conserven su belleza. Mary Emmerling — una mujer que adoro, dotada de un increíble estilo auténtico basado en el sentido común— hace la maravillosa pro puesta de confeccionar un cuaderno de decoración personalizado para no perder el hilo de nuestras meditaciones. Ella empleaba un cuaderno de tela con cremallera y hojas de anillas de 15,5 x 22,5 centímetros y muchos bolsillos para guardar utensilios tales como una cinta métrica, tijeras, bolígrafos, lápices, clips, sacapuntas y una calculadora. Destina una sección a cada habitación e incluye en todas ellas una lista, fotogra bas que ilustran los cambios, un plano y un sobre para catálogos de pintura, muestrarios de tela y recetas. En la parte de atrás del cuaderno lleva un calendario anual donde anota las liquidaciones y los aconteci mientos especiales y una guía de recursos personales con los nombres y números de teléfono de tiendas, salas de exposición, comerciantes, con tratistas y proveedores. Es un archivo de sueños que puedes llevar consigo para tener la posibilidad de plasmar en el papel la inspiración que flota en el aire en lugar de dejar que se evapore sin dejar rastro. Si te haces eco de alguna de estas propuestas, habrás dado un paso agigantado en el camino hacia el desarrollo y fomento de tu auténtico don especial. En lugar de sentirte frustrada, estarás agradecida de que te hayan obsequiado con el extraordinario regalo del tiempo — tiempo para saber lo que amas y, de esta forma, ser capaz de amar tu forma de vida— .
La plenitud de la nada C om o no p o d em o s ca m b ia r la realidad, cam biem os los ojos q u e contem plan la realidad. N
ikos
K
azantzakis
A
x JL y e r por la noche mi marido regresó a casa del trabajo y se quedó perplejo: — ¿Por qué está vacía la repisa de la chimenea? ¿Y dónde están todos los cuadros? Mientras servía una copa de vino para cada uno, le dije que estaba experimentando con el espacio negativo y positivo. — ¿Positivo y negativo, el qué? — El espacio, papá — explicó la artista de la familia, alzando la vista de sus deberes, que estaban esparcidos sobre la mesa del comedor— . Los artistas lo utilizan para lograr armonía en su obra. — También los japoneses — añadí yo. — Bien, los artistas, los japoneses, quien sea, pero, ¿qué significa y cómo se explica el paradero de todo lo que había aquí? No des nunca por sentado que las personas de tu vida, sobre todo las más cercanas, no van a inmiscuirse inocentemente en tus asuntos internos mientras recorres el camino hacia tu autenticidad. Recuérda lo siempre: la mujer predecible que conocen les resulta menos chocan te que la mujer que desconocen, aunque sea tu yo real. Cuando un artista se dispone a dibujar o pintar un cuadro, consi dera con detenimiento el equilibrio entre «las formas positivas» y los «espacios negativos». Las formas positivas son los objetos plasmados sobre el papel o el lienzo que se reconocen automáticamente, como el frutero de un bodegón. Los espacios negativos rodean a los objetos y los delimitan. Como te dirán muchos artistas, es mucho más fácil di bujar los espacios negativos entre las formas positivas que ninguna otra cosa. Ello es debido a que, para el ojo entrenado para ver la belle za, nada es invisible. Lo que al resto de nosotros nos parece vacío, el ojo del artista lo percibe lleno, un misterio con todas las de la ley. I 'l espacio que rodea al frutero es tan importante como el propio frutero si queremos que emerja la plenitud. E n la c u l t u r a j a p o n e s a , los e s p a c i o s n e g a t iv o s d el a rte , la f i lo s o f ía , la r e l ig ió n , la d e c o r a c i ó n , los n e g o c i o s y la vida n o s e c o n c i b e n v a c ío s
sino más bien como «llenos de nada». Richard Tanner Pascale explica en Zcn an d the Art o f M anagement que los espacios vacíos, o «el velo de lo desconocido que rodea a ciertos acontecimientos», se denomi nan en japonés «m a», una palabra para la que no existe traducción en nuestro idioma. La mentalidad occidental tiene ciertas dificultades para entender este concepto. Pero para la mentalidad oriental, el espa cio vacío está preñado de posibilidad, envuelto en el velo de lo desco nocido hasta que llegue el momento de que sea revelado. En palabras del enigmático dramaturgo irlandés Samuel Beckett (que era más zen que celta), «nada es más real que nada». Lo que explica por qué la repisa está vacía en este momento. Pau latinamente, a través del encanto de la vida simple, he descubierto que ya no me siento vinculada a los objetos que han vivido durante años en mi casa y mi auténtico yo aún no ha revelado lo que ahora debería ocupar su lugar, si es que se trata de algo. Así que, durante unos insIantes, estoy disfrutando de la plenitud de la nada. Para muchas de nosotras es difícil aceptar que el vacío — en la vida o en el salón— pue de influir positivamente. Creo que debemos aprender a tolerar más espacios vacíos. Debemos sentirnos más cómodas esperando a que lo que está vacío se llene de lo que es auténtico o simplemente estar dis puestas a aceptar la exquisita plenitud de la nada. El paisaje de la vida cobra mucho más interés cuando apreciamos una nueva dimensión que nunca habíamos considerado antes sencillamente porque no la percibíamos. Mi repisa vacía emana una espaciosa elegancia, en la habitación rei na una moderación que nos invita con su frescura. Yo invito a mi au tenticidad a que se exprese en lo que me rodea, tal vez en un objeto cada vez. Hoy, tal vez desees crear algunos espacios vacíos en tu hogar para despertar tu capacidad de ver las cosas con una nueva luz. Retira algunos muebles de una habitación. Quita los cuadros de una pared. Vacía las mesas. Experimenta la plenitud de la nada durante una sema na. Luego, simula que acabas de trasladarte a un nuevo hogar. No te sorprendas si la mujer en que te estás convirtiendo te revela que nece sita más espacio para desarrollarse.
La pasión: la musa auténtica ¿ Q u é es la p a sió n ? P osiblem en te convertirse en persona. Jo h n Boorm an
JN ^ u ch a s mujeres desean tener vidas apasionadas, dejarse llevar —-pe ro a una distancia prudencial y en pequeñas dosis— . Por eso nos sen timos atraídas por las novelas románticas, las películas sentimentales, los culebrones, los flirteos platónicos y las revistas del corazón que ensalzan vidas más grandes que las nuestras. La pasión, después de todo, entraña el total abandono de la razón en pos del placer: liuii con un jugador de polo argentino en lugar de ir a buscar a tu hija al colegio. La pasión es salvaje, caótica, imprevisible. Permisiva. Excesiva. Obsesiva. Glenn Cióse en Atracción fatal. Las mujeres apasionadas no pueden evitar regocijarse con sus emociones, deleitarse con sus deseos, aullar a la luna, poner en práctica sus fantasías, meter al conejito de la casa en la cazuela. El resto tenemos responsabilidades de la vida real que nos dejan poco margen (o eso pensamos) para rendimos a los impulsos pasiona les: sonar narices, sacar a pasear a los perros, ir a recoger los paquetes a Correos, preparar tentempiés, asistir a reuniones de ventas, pedir hora para el dentista, rellenar los impresos para el campamento de verano, coger trenes, poner cenas sobre la mesa. Así se va el día. Así se va la vida, y no de un portazo, sino lloriqueando en silencio. Lo que no percibimos es que la pasión es la musa de la autenticidad. Es la energía primordial y palpitante que infunde vida, la presenc ia sobrenatural que se revela en cada latido de nuestros corazones. La pasión no sólo se hace patente en el tópico del amor clandestino, ro mántico y fogoso. La naturaleza de la pasión también anida en lo pro fundo, lo sutil, lo tranquilo y lo comprometido: amamantar a un bebé, cultivar un jardín de rosas, preparar una comida especial, cuidar de un ser querido enfermo, acordarse del cumpleaños de un amigo, perse verar en un sueño. Todos los días nos ofrecen la oportunidad de lie var una vida apasionada y no pasiva, si somos capaces de atestigua! la inmutable presencia de la pasión en lo prosaico. Si dejamos de negai nos el placer. Si, como Molly Bloom, la heroína de James Joyce s u m í rraba, sencillamente aprendemos a decii -... y sí que dije sí, si lo haré».
I .t pasión c\s sagrada, un profundo misterio que transciendo y ii.iusfornia mediante el éxtasis, 'leñemos que aceptar que un fuego ,1111ado arde en nuestro interior, aunque esta verdad pueda hacernos i niii incómodas. I ,a pasión forma parte de la vida real porque fuimos . i r a d a s por el amor, para el amor, para amar. Si no exteriorizamos .... ".iras pasiones, seremos víctimas de la autodestrucción — la comIMistión espontánea de nuestras almas— . ¿Sabías que tanto el Corán, el libro sagrado del Islam, como el Tal m u d judío enseñan que seremos llamados para responder de cualquier vida de placeres permitidos que nos ofrecieron pero que nos negamos i disfrutar mientras vivimos sobre la tierra? Dorothy L. Sayers, una ( seniora inglesa profundamente espiritual, creía que: «El único pecadi» que puede cometer la pasión es no traer la alegría.» Ahora vete. Vete en paz y no peques más.
26 MAYO
Que la pasión sea tu decoradora L a pasión es lo qu e necesitas p a ra estar bien , una pasión im placable. D a v id E asto n
ü no de mis pasatiempos favoritos es leer novelas que cantan a los placeres domésticos. Las páginas de Kathleen Norris, Laurie Colwin \ Kosamund Pilcher revelan, no sólo apasionadas aventuras amorosas •.ino deleitables descripciones de comidas y muebles que cautivan mi imaginación todavía más que sus argumentos. Otra de mis escritoras domésticas favoritas es Daphne du Maurier. He aquí su descripción di I estudio de la primera señora de Winter en su novela R ebecca: «Era la habitación de una mujer, elegante, frágil, la habitación de alguien que había elegido con gran esmero cada partícula del mobiliario para que cada silla, cada jarrón, cada pequeña cosa infinitesimal estuviera < n armonía con el resto y con su propia personalidad. Era como si la imijei que hubiera dispuesto aquella habitación hubiera dicho: “Me quedo con esto, y con esto, y con esto”, escogiendo de entre los tesoros de M.mderley todos los objetos que más le gustaban, ignorando los de
segunda lila, los mediocres, pos.indo la mano guiada pot un instinto firme y certero sólo sobre lo mejor. »
Alcanzar la armonía auténtica en lo que nos rodea posar la mano guiadas por un instinto firme y certero sobre lo mejor expresa nuesi i ■> sentido del yo— empieza a suceder a medida que va restaurándose •I orden en nuestras vidas y en nuestros hogares. Pero incluso si aún tu» has encontrado el momento de ordenar los armarios y los cajones, ni de revolver entre tus pertenencias y decidir lo que es bello, útil o sen timental, no te desanimes. En tu interior se están produciendo grandes cambios que pronto darán sus frutos visibles. Debido probablemente a mi condición de escritora, creo que des cubrir tu auténtico estilo de decoración es muy similar a las etapas ci ea tivas que entraña escribir un libro. Un libro puede parecer falto de vida, pero al igual que un hogar, vive, respira y expresa tu ser. Al igual que la creación literaria, el destello de la inspiración es lo primero; tus descubrimientos en decoración pueden empezar con un cuadro del salón que te arranca suspiros. Para desarrollar la idea ini cial, tengo que investigar; eso haces tú en el curso de tus excursiones creativas y con tu archivo de decoración. A continuación, necesito un esquema; tú harías un plan o un presupuesto. En este punto, la envei gadura del proyecto suele abrumarme; tal vez a ti te ocurra lo mismo. En mi caso, esta sensación sólo remite cuando me zambullo hasta el cuello y empiezo a redactar el primer borrador; tal vez tú estás quitan do la vieja moqueta para volver a pulir los suelos, o has empezado a desempapelar o a pintar. Normalmente, cuando he terminado el pri mer borrador, libero un suspiro de alivio al principio y luego soy pro sa de otra ola de pánico. (¿Queda bien?) Sin embargo, en cuanto me distancio un poco y empiezo a corregir, me invade una sensación de calma. Las ideas se conciben deprisa a medida que el libro — o la habí tación— empieza a tomar forma. Ahora viene lo realmente divertido: la revisión. Esta es la etapa en la que haces que la habitación cobre vida propia con tus toques personales, añadiendo los detalles y rios decorativos que tienen un significado especial. Adoro los retoques ele la revisión porque es cuando llevas a arreglar lo que no funciona y haces que lo que está en perfecto estado funcione incluso mejor. Pero aún no hemos acabado: el primer borrador siempre va seguido de otro, y otro más, con ulteriores revisiones, hasta que mi editor me diga que ha llegado el momento de dejar la pluma. Sin embargo, cuando estás creando unas memorias visuales en m entorno, es el cuento de nunca acabar. No tienes que detenerte. Es más, en realidad no puedes. Siempre estarás revelando un nuevo as pecto de tu personalidad cuando lo descubras. Estarás constantemente corrigiendo, arrancando lo que ya no significa nada para ti, haciendo
cambios sutiles y .1 I.i ve/ signilii ativos en I.i decoración cuando los capítulos «.le tu vida permitan, o exijan, sei reescritos.
Pero tanto si estamos escribiendo un libro como creando un hogar, necesitamos infundir pasión a nuestra labor. Que la pasión sea tu musa, la auténtica decoradora. Deja que te guíe y te enseñe a confiar en tus instintos. Aspira a vivir rodeada únicamente de aquellas cosas que te apasionan. Ten paciencia: la creación de una obra magna puede llevar toda una vida. La famosa decoradora de interiores Elsie de Wolfe itió: «No sé pintar. No sé escribir. No sé cantar. Pero sé decorar y llevar una casa, e iluminarla, y calentarla, y tenerla como una cosa viva...» Si haces de la pasión tu decoradora auténtica, todas las habitaciones de tu hogar podrán contar un fascinante relato sobre la extraordinaria mujer que las honra con su presencia.
27 D E MAYO
Un inventario de la visión interior D am os fo r m a a nuestras m oradas, y luego nuestras m ora das nos dan fo r m a a nosotros. WINSTON CHURCHILL
^l/eóricamente, es tan sencillo como empezar por un color, un sofá o un armario de madera de pino que te encantan. Hasta aquí, bien. ¿Y después qué? Ahora reorganizas la habitación sin esfuerzo, expresan do mediante tus asombrosas elecciones decorativas — la alfombra, las cortinas, la vajilla, la mesita del café— a la mujer que adora el art déco o el cálido estilo rústico. Pero, ¿y si hoy de repente no sabes qué quieres colgar encima del sofá, poner en el suelo o colocar en las estanterías? ¿Y si el sofá fuera del primer matrimonio de tu marido, la alfombra de tu madre, la mesi ta de café del centro benéfico? ¿Y si supieras lo que quieres pero tienes que escoger entre el armario de madera de pino y un coche nuevo que ya no puede esperar más? Entonces es el momento de hacer inventario de la visión interior. Una ile las ventajas de clasificar tus pertenencias e identificar lo que es
bello, útil o scntinicnt.il es que surge la claridad. Probablemente te sorprenderás de lo mui lio que y.i posees y est.í simplemente a la es pe ra de ser reconsiderado, reorganizado, retapizado, rclormado. No le sorprendas siquiera de descubrir que incluso si convives con cosas bellas, tal vez ya no te satisfagan. Una buena amiga mía coleccionó apasionadamente almohadones de kilirn durante años. Pero un buen día, se dio cuenta de que ya no pasaba tanto tiempo en el salón como en el pasado, aunque había invertido mucho dinero y energía en decorarlo y estaba orgullosa con el resultado. Acabó por darse cuenta de que los estampados eran demasiado acuciantes para contemplarlos al llegar a casa después de los rigores de un duro día y que los tonos oscuros, si bien causaban sensación, la deprimían. Desgarrada entre adoptar una postura práctica — dejar la habitación como estaba— y descubrir lo que ahora le gustaba de verdad, optó por el placer. No sólo quería que la habitación cobrara vida, necesitaba poder vivir en ella. Su nueva pasión aquietó su mente. El primer paso consistió en vaciar la habitación, dejando únicamente los sofás, a los que ella puso fundas blancas lisas. Pintó las paredes y las estanterías de blanco, eliminó los almohadones. Pero como éstos siguen siendo be llos, los tiene guardados hasta que otro ambiente convoque su presen cia. Las únicas pinceladas de color de la habitación las dan sus estima dos libros. El nuevo toque personal es la moderación. Ahora, cuando regresa a casa, se siente dichosa y no incómoda, un objetivo que, des pués de todo, debería perseguir la auténtica decoración. Al decorar, no debería importarte tanto cómo se ve la habitación en una revista, sino cómo te sientes en ella. Si quieres crear habitacio nes con auténticas vistas, la autoexploración debe anteceder a los catá logos de pintura y los muestrarios de telas. Los toques personales pueden llenar el vacío mientras esperamos a que nuestra visión interior se exteriorice en nuestro entorno. Tal vez no puedas comprarte un sofá nuevo ahora mismo, pero podrías cam biar los cojines para mejorarlo. Quizá puedas dar otro aspecto a una lámpara poniéndole una pantalla diferente, colocar las flores en una tetera en lugar de emplear un jarrón, encontrar una bonita taza de porcelana para guardar los bolígrafos, poner un cuadro en un pequeño caballete en vez de ponerlo en la pared, colgar una alfombra que tú mis ma has confeccionado, quitar las puertas de los armarios de la cocina, aprender de qué cosas puedes prescindir. Los toques personales pueden realizarse con muy poco o ningún dinero si estás dispuesta a invertir pasión, perseverancia, paciencia y una nueva perspectiva.
Poseídas por el Amor Tus perten encias expresan tu person alidad. A lgunas cosas, incluyendo la ropa, son m ás person ales q u e tus orn am en tos m ás queridos. L as m ujeres pion eras, qu e atravesaron un con tinente indóm ito aferrad a s a sus tesoros, sabían q u e el reloj, un cuadro, un p a r de velas, significaban el hogar, incluso en territorio virgen. G o o d H o u se k e e p in g , agosto d e 1952
E r n julio de 1846 , Margaret Reed dejó de mala gana su amado hogar en Springfield, Illinois, con su marido James, sus cuatro hijos y su madre enfermiza, y partió hacia California. Durante meses, Margaret se había negado rotundamente a las súplicas de su marido para cam biar de domicilio, rogándole que no abandonara la encantadora vida «le- bienestar y cultura de que disfrutaban. Pero su marido, un acauda lado ebanista Victoriano, ansiaba más riquezas, y también la aventura, y acabó por imponer su voluntad. La promesa de que Margaret viajaría rodeada de los máximos lujos y comodidades, con todas sus preciadas pertenencias, fue crucial en el éxito de James Reed para persuadirla. Éste mantuvo su palabra. Nun ca antes se había construido una carreta como la de los Reed, y jamás volvería a construirse otra igual. Tenía dos pisos, un compartimento para dormir, asientos de muelles como las mejores diligencias, un hor no de hierro, cortinas de terciopelo y el amado órgano de Margaret. I,levaba provisiones para seis meses, los mejores alimentos y vino que pudieran hallarse en el mercado. Cuando la carreta se unió al resto de la caravana Donner para dirigirse al Oeste, era difícil no quedarse boquiabierto ante su presencia. 1,a trágica epopeya de la caravana Donner es el capítulo más inde leble de triunfo y desesperación jamás escrito en la historia del Oeste americano. A cuatro mil kilómetros de casa y a sólo dos días de con cluir el viaje, treinta y un hombres, mujeres y niños se quedaron inco municados durante un invierno entero en las montañas de Sierra Nevada debido a una racha de las más fieras tormentas jamás registra das. Al acabarse las provisiones y acuciar el hambre, algunos compo nentes recurrieron al canibalismo para sobrevivir. Margaret y sus hijos no fueron unos de ellos. Margaret consiguió que sus hijos sobrevivie
ran aliméntandolos con nieve, corteza y caldo de cuero hasta que James, que había dejado al grupo para ir a caballo a California en bus ca de ayuda, regresó. El hecho de que su familia no sucumbiera — física o espiritualmente— no tuvo absolutamente nada que ver con los bie nes materiales con los que ella había contado, pues la carreta y todo lo que contenía tuvo que ser abandonada por el camino porque era demasiado pesada y engorrosa para viajar por la montaña. Los bienes que salvaron a Margaret y a sus seres amados pertenecían al Espíritu — su ingenio, su fe y su valor— . La madrina de mi hija vive en Hollywood. En el terrible terremo to que asoló Los Ángeles en 1994 , perdió prácticamente todas sus per tenencias. Ella y su marido salieron ilesos, gracias a Dios, y su casa no sufrió daños estructurales, pero aprendieron una valiosa lección sobre la pérdida. Desaparecieron tantas cosas de golpe: su hogar tal y como lo conocía, sus presupuestos básicos de seguridad y las pruebas tan gibles de su existencia, que es lo que demuestran nuestras apreciadas pertenencias. En pocos minutos, todo, desde las valiosas antigüedades hasta los recuerdos sentimentales, se convirtió en trozos de cristales rotos, fragmentos de porcelana y astillas esparcidas por el suelo a la espera de ser barridos y echados a la basura. Tras la conmoción inicial, ella explicó que la pérdida de sus posesio nes acabó siendo, en realidad, muy liberadora. El intenso dolor dio paso a la paz. Toda clase de cosas de las que ella creía que no podía prescin dir, todas las cosas que creía eran cruciales para expresar su personali dad, se convirtieron en lo que en realidad son, cosas y nada más. Ahora, al reconstruir un nido de comodidades, se está rodeando únicamente de objetos que realmente necesita o ama — lo útil y lo bello— pero en me nor cantidad que antes. Ahora tiene un criterio más selectivo. Ha apren dido de qué cosas puede prescindir y se siente más ligera. ite que disfruta de sus nuevas pertenencias con cierto desapego porque sabe que podrían desaparecer mañana en la próxima sacudida. Desde que emprendí el camino diario hacia la alegría y el bienestar, he consultado más de un centenar de libros sobre decoración y re vistas de mujeres, buscando placeres sencillos que compartir. Todos expresaban la extendida creencia de que las pertenencias definen a una persona. Durante la época victoriana, los bienes terrenales se conside raban una prueba del favor de Dios, y creo que esa actitud está aún muy extendida en la mentalidad estadounidense. Desde luego, yo compartía esta creencia antes de emprender el viaje hacia la autentici dad. Pero, al meditar, rumiar y reflexionar, mi espíritu interior se plantó. Se parapetó y se negó a cooperar. Se cerró en banda para que yo dejara de perpetuar aquella estupidez. Si una escritora se bloquea, suele ser porque no cree en lo que está escribiendo.
He aquí lo que creo. Creo que nuestras pertenencias pueden ser muy reveladoras, pueden ofrecer penetrantes percepciones de nuestra personalidad de maneras íntimas e iluminadoras. Creo que rodearnos de objetos que hablan a nuestras almas nos puede proporcionar autén ticos momentos de placer. Pero yo no creo que nuestras pertenencias nos definan. Creo más bien que son las cosas que am as las que expresan a la mujer auténtica que eres, no las que posees. Cuando Jacqueline Kennedy Onassis falleció, se escribió mucho sobre su estilo y fortaleza, su elegancia y belleza. Si alguna vez hubo nna mujer que vivió de acuerdo con sus principios, ésa fue Jackie. He aquí alguien que podría haber tenido prácticamente todo lo que hubiera querido en el mundo y sin embargo, su posesión más aprecia da fue la intimidad, un regalo en el que probablemente no pensarás a menudo. Pero lo que caló todavía más hondo en mi corazón fue el recuerdo de su hijo de lo que más significaba para ella: «El amor a las letras, los vínculos del hogar y la familia y su espíritu de aventura.» Su pasión definió a esta mujer extraordinaria. Hoy deseo para ti, de igual forma que deseo para mí, que cuando nuestra auténtica aventura finalice nos recuerden como mujeres que estuvimos poseídas por el amor.
29 D E MAYO
Nuestras cosas favoritas: el placer de coleccionar C a d a artículo d e una colección tiene su p ro p ia historia, su p rop io recu erdo: la bú squ eda, el día qu e lo com praste, con qu ién estabas, las vacaciones... T r ic ia G u il d
M
y
E l iz a b e t h W il h id e
i marido colecciona películas de béisbol y literatura de campañas políticas, Katie adora los objetos relacionados con H ollyw ood y a mí me encantan las teteras, la porcelana blanquiazul, los destellos del cris-
tal \\ u i’i lo rd \ lo*. libio*. Smi a u lu la n , esto ano, en vez (Je objetos, me he puesto a c o le a intuí lo*, pensamientos de otras mujeres, tejién dolos íntimamente en la trama de mi vida cotidiana, lis probablemen te la colección más maravillosa que nunca haya hecho y no me cuesta nada aparte de tiempo y energía creativa.
¿Qué coleccionas? ¿Qué cosas favoritas has ido acumulando a lo largo de los años que ahora expones amorosamente por toda la casa? Espero que colecciones algo que te apasione, pues existen pocos place res comparables a merodear por tiendecitas escondidas y mercadillos en busca de ese misterioso objeto del deseo cuyo valor en este mundo sólo tú conoces. La emoción de la búsqueda sólo es equiparable a la del descubrimiento. Lo ves, está ahí; su belleza te incita a acercarte para verlo mejor. En voz baja, te susurra «llévame a casa». Con el corazón latiendo violentamente, le das la vuelta para ver el precio, para ver si puedes. ¡Exito! Con desenfado, pues no quieres desvelar tu secreto, lo pagas, intercambiando chistes, y sales a paso lento. (Ser efusiva se considera de mala educación.) El tendero no tiene ni la menor idea del tesoro que te ha entregado. Lo importante es que tú sí lo sabes. Luego viene la alegría de llevarlo a su huevo hogar, reorganizar a sus compañeros para resaltar su presencia. Das un paso atrás. Es per fecto: el momento y el conjunto de tu colección. Durante varios años, coleccioné tazones con lemas de la época victoriana. La primera vez que encontré una de estas tazas de porcelana del siglo XIX (que declaraba «Piensa en mí»), Katie y yo estábamos paseando por las tiendas de antigüedades de Saratoga Springs, Nueva York, con una de mis personas favoritas en el mundo entero, mi cuña da Karen. Era una maravillosa tarde de verano que transcurría en buena compañía y buen humor. De repente, allí estaba, expuesta sin llamar la atención en una mesa, una taza de porcelana blanca con flores borgo ña y doradas y letras en relieve. Nunca había visto nada igual y me sedujo inmediatamente. La cogí y volví a dejarla en su sitio. Di una vuelta por la tienda y regresé a buscarla. Volví a dejarla en su sitio. Al final, Katie me convenció de que, por diez dólares, ¿cómo iba a irme sin ella? (No hay nada como ir de compras con una cómplice.) Estaba tan encantada con mi adquisición que en aquel preciso momento decidí dedicarme a coleccionar aquellas tazas y, durante los dos años siguientes, las busqué por todo el país. Pero las tazas que compré después nunca llegaron a equiparar el placer que sentí cuando compré la primera. Así que fui paulatinamente perdiendo el interés por ellas. Un día me puse a releer en la playa G ift from the Sea de Annc Morrow Lindbergh, un ritual de renovación que celebro cada año es
penalmente satisfactorio si puedo hundir los dedos de los pies en la are na luimeda mientras lo hago- . Aquella mañana, había ido de búsqueda y había dejado atrás otra taza. De hecho, aquel fenómeno me había dejado un poco perpleja. La señora Lindbergh me dijo: «El coleccionis ta avanza con anteojeras, no ve otra cosa que el premio. De hecho, el instinto de adquisición es incompatible con la apreciación de la belle za.» Aquello explicaba perfectamente mi desilusión por las tazas que siguieron a la primera. Me seducía menos su belleza particular que la obsesión por coleccionarlas. En realidad, lo que quería hacer era recrear el maravilloso recuerdo de aquel día de verano en compañía de Karen y Katie. Ahora tengo la primera taza — el recuerdo tangible— en mi escri torio para poner los bolígrafos. Su belleza singular nunca deja de com placerme. He empezado a regalar las otras tazas, obteniendo más placer al compartirlas del que nunca obtuve al comprarlas. Traer tesoros a casa sigue deleitándome, pero ahora, cuando me quedo prendada de algo, me detengo un instante para recordar el con sejo de la señora Lindbergh: «Preguntar con qué poco, no con cuánto, puedo llevarme bien. Decir, ¿es necesario?, cuando estoy tentada por acumular un objeto más en mi vida.» Si pienso que soy incapaz de vivir sin el objeto de mi deseo y puedo permitírmelo, lo coleccionaré. Pero ahora me detengo primero. El encanto de la vida simple no con siste en decir «no» a nuestros impulsos creativos, ya sea para coleccio nar, vestir o decorar. Consiste en saber cuándo decir «basta» porque sabemos que todo lo que tenemos es lo que realmente necesitamos. « Es imposible coleccionar todas las conchas bonitas que hay en la pla ya. Sólo pueden coleccionarse unas cuantas, y son más bonitas si son pocas.»
Encontrar, conservar: la entretenida búsqueda de saldos La verdadera emoción de embarcarse en la compra de cosas sin valor es saber que la próxima mesa tendrá lo que llevas buscando toda una vida. M ary R a n d o lp h C ár ter
E n esta oca del año, suelo dedicarme a la búsqueda de saldos casi todos los fines de semana. Paseando sin rumbo fijo, lo revuelvo todo, guiada por los letreros escritos a mano en los postes de teléfono. No busco nada en particular y busco todo en general. ¿Por qué debería limitarme con ideas preconcebidas? El sol brilla, he llenado el depósi to, llevo limonada helada en los termos y dinero en el bolsillo. A veccs me acompaña un compinche, otras soy libre como el aire, me siento a un paso de encontrar lo que llevo buscando toda la vida, aunque sólo Dios sabe lo que es. Tal vez hoy lo descubra. Ahora es la temporada de las subastas y los mercadillos de fin de semana. Ha llegado la hora de dejar las galerías comerciales y morder el anzuleo de las mesas al aire libre. Buscar saldos hace bien al alma. A menudo, después de haber hecho cambios importantes en nuestro estilo de vida apretándonos el cinturón — sea por voluntad propia o por necesidad— nos hace falta un período para resarcirnos de las pérdidas. El mundo no ha dejado de vender, es sólo que nosotras hemos dejado de comprar. Es fácil sentir cierta autocompasión, sobre todo cuando nos bombardean por todos los flancos con esa clase de astuta publicidad que aprieta todos núes tros botones sentimentales para convencernos de que lo que necesita mos es más y no menos. Intelectualmente, tal vez desees desprenderte del deseo de bienes terrenales, pero la muchacha materialista que todas llevamos dentro sigue sufriendo de «compramanía». He descubierto que la mejor forma de acallarla es llevarla más a menudo a mercadillos y liquidaciones al aire libre. Reúno todas las compras al aire libre bajo el epígrafe de «hallazgos en mercadillos», pero merece la pena hacer una serie de distinciones. Las liquidaciones al aire libre significan que otra persona espera que su basura se convierta en tu tesoro. I 's posible, pero a menudo hay que MO
remover entre viejos recipientes de plástico para encontrarlo. Aun con todo, mirar no hace daño. Las liquidaciones hechas por agentes inmo biliarios ofrecen el mejor surtido de muebles reciclados, utensilios para ii hogar, incluso ropa. Son liquidaciones que suelen estar dirigidas por profesionales, por lo que a menudo están mejor organizadas. Planea llegar pronto para tener más oportunidades de elegir, pero será al final del día o en la tarde del domingo cuando harás los mejores i ratos. I ,os mercadillos de fin de semana son el lugar donde los anticuarios profesionales — muchos desde cientos de kilómetros— se reúnen para vender su mercancía al aire libre. Puedes encontrar prácticamente de iodo, desde antigüedades hasta quincalla, y los precios lo reflejan. «La estrategia de comprar en un mercadillo es simple aunque com pleja — nos revela la decoradora de interiores Charlotte Moss en su libro A ion fo r D etail— . Si vas en busca de un objeto en particular tu ojo “tachará” otros objetos muy aptos. Este método te prepara para la decepción. Sin embargo, si vas por el mero placer de ir, por la bús queda y nada más, es seguro que verás algo para llevarte a casa... No olvides que los objetos no son el único beneficio de comprar en un mercadillo. Tu curiosidad se verá recompensada y tal vez regreses a casa con algunas ideas brillantes, ¡y el buen rato que pasas es gratuito!» Tengo cuatro sugerencias del camino hacia la alegría y el bienestar que compartir con vosotras para que vuestras salidas sean más placen teras: 1 . Recuerda siempre y afirm a que la divina abundancia es la única realidad y que la divina abundancia se manifestará copiosamente en la compra perfecta al precio perfecto si es para tu mayor bien. 2 . Pregunta siempre «¿Éste es el mejor precio que puede hacerme?». V Ls una forma amistosa de regatear y nunca se sabe. 3 . Ten siempre pensado lo que vas a hacer con el artículo cuando lo lleves a casa. Conozco a una mujer que organizó una liquidación para deshacerse de todas las cosas que había acumulado en una década de obsesivas visitas a todo tipo de liquidaciones. Que sea barato no significa que sea el saldo que tú estás buscando. 4. Fíjate siempre un límite preciso de lo que vas a gastar en compras X sin sentirte culpable. Yo suelo poner un tope de diez a veinte dólares por fin de semana en verano para la compra de saldos. (Todo lo que supere esta cantidad no es un impulso creativo sino una decisión que exige una profunda reflexión.) Lleva siempre dinero contante y sonanic; te ayuda a controlar tus gastos y, en cualquier caso, casi ninguna liquidación al aire libre acepta tarjetas de créditos o cheques. La canti dad que te fijes no importa tanto como tu límite psicológico. Muchos linos do semana, acabo por no comprar nada. Disfruto simplemente
con l.i búsqueda. V com o, lutm .límente, luis decidido com pnu unii .i mente lo que es mil o bollo (preleront,emente ainluis cosas), no csla.s m algastan d o tu dinero: estás in v in ien do en tu creatividad. D espu és de to d o , p uedes experim entar con una nueva técnica de pintura, en un escritorio de diez d ólares y, si no te queda bien, puedes volvet a intentarlo.
«No se trata del precio o de la procedencia — nos recuerda la escri tora y fotógrafa Mary Randolph Cárter sobre la belleza de los objetos que descubrimos— . Conectas con algo. Quieres darle un hogar y una nueva vida.» Buscar saldos nos permite contemplar lo viejo y lo aban donado desde otra perspectiva — recuperándolo del olvido con creati vidad y capacidad de elección, de igual forma que hacemos todos los días de nuestra vida— y redimiéndolo con el amor.
31 DE MAYO
\Jn juego de niños: dar un toque de fantasía e ingenio a lo que nos rodea Oh, qué placer llegar a una casa y sentir la chispa que te dice que vas a pasártelo bien. M ark H
a m pt o n
I S ^ I u c h a s m ujeres se tom an la decoración m uy en serio. Sin em bar go, los hogares que m ejor expresan el auténtico estilo de sus dueñas suelen estar decorados con un toque festivo. Poseen esa chispa de buen h um or que te dice que los buenos ratos form an parte de la h isto ria personal de este hogar. «M e gusta que las casas sean acogedoras, cóm odas y personales — confiesa C an dice Bergen— . Q u e no estén desordenadas sino llenas de ob jetos y juguetes interesantes y de tantas brom as com o sea capaz de resistir.» N o se trata tanto de com unicar nuestro sentido del h um or m ediante gags visuales en cuanto a expre sarlo a través del sutil encanto de lo inesperado m ediante la fantasía y el ingenio.
Desde la cursi colección de recuerdos de las cataratas del Niágara de una familia, expuesta en el aparador del comedor, hasta otro diver
lulo Mjrtulo tic saleros y pim enteros, d istribuidos juguetonam ente en las estanterías de su soleada cocina, el espíritu de espontaneidad puede dar un aire de diversión a toda una casa.
Id fantástico mundo de la casa de Mary Engelbreit — al igual que sus encantadores diseños e ilustraciones, que aparecen hoy en día en todo tipo de elementos decorativos, desde felicitaciones hasta papel pintado— es un mundo hacia el que muchas de nosotras nos sentimos atraídas instintivamente. La afectuosa mezcla de Mary entre la acogedora nostalgia y el in genio de la ironía es a la vez conmovedoramente familiar y encantado ramente novedosa. Una fuente constante de su inspiración son los li bros de cuentos clásicos que pertenecieron a su madre y a su abuela. En casa de Mary, su estilo de decoración personal incluye una exube rante alquimia de estampados brillantes y coloridos mezclados con ce nefas de cuadros blancos y negros y las cerezas de color rojo fuerte que se han convertido en su firma. Los detalles pintados a mano abun dan en las barandillas de la escalera, los muebles y el suelo. En la chi menea del salón ha pintado su filosofía de la vida y de la decoración: «Sé calida por dentro y por fuera.» ^ La época dorada de la infancia plasmada en las ilustraciones de antaño también puede ser un rico archivo de inspiración decorativa para ti. Una forma de empezar es recorrer librerías de segunda mano en busca de literatura infantil escrita desde finales del siglo XIX hasta la década de 19 5 0 . Algunos de mis ilustradores favoritos que incorporan encantadores detalles decorativos en su obra incluyen a Jessie Willcox Smith, Eloise Wilkin, Margaret Tarrant, Harriet Bennett y Sarah Stilwell. Al volver a vistiar tus primeras influencias decorativas, tal vez despiertes de nuevo el deseo largamente olvidado de oír el suave tic tac de un reloj de pie o te inspires para construirte un asiento junto a la ventana para tus retiros en los días lluviosos; retapizar un escabel de mercadillo con un tejido de primera calidad; cubrir la mesa de tu cocina con un mantel estampado con frutas; o poner un fleco a una cortina. «No significa nada de nada — nos recuerda Duke Ellington— , si no tiene esa gracia», se trate de música o de nuestros hogares. Hoy, anima tus ideas decorativas con un toque juguetón inspirado en las habitaciones de eterno encanto que te hablaron en el pasado.
Pequeñas alegrías para mayo El primero de mayo cuelga una cesta de flores en la puerta de tu casa y en la de tus vecinos. Un impresionante ramo de mayo que representa la esencia del encanto de la vida simple, la cual puede lograrse con pequeños tallos de retoños rosas de Cornus sanguinc.i lilas y peonías blancas. Comparte un ramo con algún compañero de trabajo. Lleva un ramillete en la solapa. Para el Día de la Madre, hazte un regalo muy personal (tú sabes lo que quieres realmente) para honrar a la Gran Madre que llevas den tro. Intenta que sea algún objeto de tu lista sobre las comodidades que deseas. Hazlo tengas o no tengas hijos. Si tienes hijos, perdónate por no estar a la altura de tus propias expectativas (¿quién podría?), desech;\ mentalmente la acumulación de culpabilidad del año pasado y empieza de cero. Si tu madre aún vive, dedica este año una parte de tu tiempo a escribirle la larga carta que a menudo has pensado enviarle, confiándole todas las maravillosas cosas de las que quieres hacerle partícipe. Si tu madre no está en este mundo, háblale en tu corazón. Te oirá. ^ 5 Instrúyete sobre el antiguo arte chino del feng shui. Un buen punto de partida: The Chínese Art of Placement e Interior Design with Feng Shui, ambos de Sarah Rossback. Cambia de sitio veintisiete objetos al empezar a poner tu casa en orden. ">< Ordena únicamente un cajón de sastre. U n sábado por la tarde, después de hacer la limpieza, dedícate a la contemplación doméstica al son de tu música preferida. Reorgani za tu colección de recuerdos personales y fotos. Saborea los dulces recuerdos. Disfruta transportándote mentalmente al pasado. Alquila viejas películas de las décadas de 1930 y 1940 y haz zapping en la televisión por cable en busca de tesoros de otras épocas. Observa los detalles domésticos: el tapizado, las cortinas, los chismes de la cocina. Considera por qué estos encantandores y acogedores ambientes nos incitan a quedarnos. Descuelga los cuadros de una pared y vacía las mesas y repisas durante una semana para experimentar «la plenitud de la nada». ¿Qué quieres volver a poner? Si tienes una colección que te gusta, ¿la tienes a la vista? Pien sa en nuevas formas de rodearte de las cosas que amas. s Empieza a salir en busca de saldos con regularidad para tener a la «muchacha materialista» distraída. Infórmate en los periódicos sobre liquidaciones por venta de la casa o traslado, echa un vistazo a los tablones de anuncios de las asociaciones de comerciantes para informarte sobre mercadillos.
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■*•*5 l ime los liltios tic t nv.i lectura puedes ilisliutni para obtrnei i.U.is decorativas so incluyen Mary l.ngclbrcii's /lo m e ( iompatuon. I'hc M. ny l'.ngclbrcit l.ook a nd llo w to ( ¡ct It, de M.uy lingcíbieit, y \ini'ri(an Ju nk , de Mary Randolph Cárter. Desempolva la parrilla, haz ensalada de primavera y s.n .» tus zapatos Mancos festivos. •<«5 Sé feliz. '*•3 Está agradecida.
JUNIO
M e p r e g u n to c ó m o s er ía v iv ir en un m u n d o en q u e s ie m p r e f u e r a ju n io . L. M . M o n t g o m e r y
j unió es un mes generoso con los regalos que nos ofrece. Los días son tibios y soleados. Las rosas y las peonías florecen y nos damos un festín de fresas con nata. Ha terminado el curso escolar, comienzan las colonias de verano y la imagen de las vacaciones baila en nuestra mente. Nuestra sonrisa se vuelve más espontánea, nuestra risa más alegre, nuestro cora zón está abierto a los demás. Este mes redescubriremos que son los dones de la vida, no las riquezas mundanas, los que hacen que nos sintamos satisfechas.
I DI . JU N IO
Encuentros con Hestía O rd en ar la casa es m i oración , y cuando h e term in ado mi oración es respondida. E l h ech o de inclinarm e, ag a ch arm e y fr e g a r suelos pu rifica m i cuerpo com o no p u e d e hacerlo it oración. Jiissamyn W est
O rdenas un armario, examinando cada prenda, decidiendo lo que vas a conservar, guardar o compartir con otros. Ella está ahí. Juntas colocáis los frutos de la tierra sobre el altar de la mesa de tu cocina, horneando no una tarta de grosellas sino un don, invocando una ben dición silenciosa para aquellos que compartirán tu dulce ofrenda. Ella está ahí. Preparas la habitación de invitados para acoger a tus amigos en casa, vistiendo la cama con tus mejores sábanas, disponiendo unas mullidas toallas sobre la silla, colocando un ramo de flores en la mesita de noche junto con algunos de tus libros favoritos. Ella está ahí. Limpias la plata, doblas la colada, planchas el mantel, lavas los platos, cambias las velas. Ella está ahí. Hestia, el venerable espíritu domés tico. Quizá no conozcamos su nombre, pero la sentimos mientras experimentamos el placer de realizar los quehaceres domésticos. Hace tres mil años, en la antigua Grecia, Hestia era la diosa del hogar, guardiana de la vida familiar y el templo. Era a Hestia a quien recurrían las mujeres en busca de protección e inspiración para lograr, en un acto de veneración, transformar sus viviendas en unos hogares presididos por la belleza y el confort. Hestia era una de los doce dioses del Olimpo en la mitología griega. Pero es la deidad menos conocida, pues no existen leyendas sobre ella, aunque Zeus le otorgó el privilegio de sentarse en el centro de su hogar celestial a fin de recibir las mejores ofrendas de los mortales. A diferencia de los otros dioses y diosas, que fueron personificados en esculturas y pinturas, Hestia no fue represen tada bajo forma humana. Pero su presencia espiritual fue honrada como una llama eterna que arde sobre un hogar circular. Jean Shinola Bolen, psicoanalista jungiana y escritora, nos dice en su libro, Goddess in E veryw om an, que el fuego sagrado de Hestia procuraba ilumina ción, confort y calor para preparar los alimentos. Pese a haber perma necido en el anonimato a lo largo de los siglos, «la presencia de la dio sa Hestia en la casa y el templo era fundamental en la vida cotidiana de
11antigua C ireci.i”. I l»>y, al igual que en I.i antigüedad, invocai a I lestia
•n uila la atención en el núcleo espiritual de la personalidad de una
liuijfi •», según la doctora Bolen, lo cual nos permite beneficiarnos de uii.i armonía interior mientras realizamos nuestros quehaceres domésn. ns. I lestia nunca está estresada y agobiada, sino que «permanece imperturbable en medio del caos, el desorden y el ajetreo cotidiano». ( 011 su ayuda, realizamos las tareas domésticas con facilidad y sin • sluerzo. Si propiciamos unos encuentros con Hestia en nuestra vida i uiidiana, dejando que su serena presencia influya en nuestros actos, llegaremos a la conclusión de que existe un misterio sagrado en lo mundano. ¿Pero cómo propiciar esos encuentros? A veces invoco la ayuda de I lestia mientras limpio y ordeno mi casa. O bien me pregunto: «¿rea lizaría Hestia esta tarea del mismo modo que yo?» Lógicamente, si me hago esa pregunta es porque sé que no la realizaría como yo, pero el formularla centra de nuevo mi atención en la naturaleza contemplati va de los quehaceres domésticos. Por encima de todo, Hestia nos recuerda suavemente, según apunta la doctora Bolen, que «ocuparnos de los quehaceres domésticos constituye una actividad que sirve para centrar nuestra atención, equi valente a la meditación». Si crees que no tienes tiempo de sentarte a meditar, que tienes una excusa válida para no buscar la íntima comu nión con el espíritu porque tienes que barrer el suelo, ten por seguro que si te planteas esas tareas con reverencia, no sólo experimentará un cambio tu hogar. La diosa sabe el trabajo que supone llevar una casa y lo considera una tarea sagrada. Tú también deberías hacerlo.
2 D E JU N IO
En defensa de la modestia P oseer estilo es v er la b ellez a en la m odestia. A n d rée P utm an
I _ i a modestia no es una virtud muy apreciada. Un estilo austero pue de ser sofisticado y dramático, pero la modestia solemos asociarla a una alumna de enseñanza secundaria vestida con traje de muselina en
la fiesta del instituto sentada en un rincón y .1 quien nadir saca .1 bailai Sin embargo, la diseñadora Inmersa Andrée Putman, quien lo lia rcin terpretado todo, desde los interiores de varios hoteles basta los l.ipii sostiene que «a menos que estés convencida de que las cosas modestas pueden ser más bellas que un objeto costoso, jamás poseerás estilo-. Quizá de niña te advirtieron que no debías darte importancia, aun que hubieras realizado algo asombroso. O quizá te dijeron que dejaras de soñar con comerte el mundo y que «tuvieras unas aspiraciones mas modestas, para no llevarte un chasco». Más de una vez, cuando tratas de expresarte como tu yo auténtico, has oído una voz criticándote por «querer llamar la atención». Sin embargo, por el rabillo del ojo observas que son los grandes gestos los que atraen la atención del público. El encanto personal. I .a fama. La riqueza. El súmmum de lo que se considera como buen gusto y todo el mundo ira. O al menos eso parece. En las listas de las más elegantes siempre figuran mujeres ricas, las mansiones de las estrellas de cine ocupan las páginas de las revistas de papel cuché. No basta escribir una primera novela bien ideada y construida, tiene que ser un bestseller o tendrás problemas para publicar la segunda. No es suficiente ser una buena actriz, tienes que ganar un Oscar para alcan zar el éxito. ¿Cuándo fue la última vez que un medallista de bronce firmó un contrato de un millón de dólares? La mayoría de nosotras no llegamos nunca a ver nuestro nombre en los carteles de Broadway, así que arrojamos la toalla, desmoraliza das y lamentándonos de haberlo intentado. Ser un éxito modesto no sirve de nada. Cuando oímos la palabra «modesto» pensamos automá ticamente en «mediocre». Medita unos instantes sobre la modestia. ¿Y si no fuera la apocada y tímida virtud que pensábamos que era? ¿Y si resulta que en realidad constituye la pasión reprimida? ¿Y si la modestia fuera una virtud tan segura de sí misma que no se siente atraída por el oropel? Oliver Herford, el escritor y dibujante americano, opinaba que la modestia era X «el discreto arte de realzar tu encanto fingiendo no ser consciente de y éste». Las personas que poseen auténtico estilo saben lo que son, pero sobre todo saben lo que no son. Las etiquetas les tienen sin cuidado. Lo que les importa es la expresión personal. Frank Lloyd Wright jamás habría pedido a Laura Ashley que decorara su casa, aunque sus obras revelan la belleza de la modestia. Lo importante es profundizar lo suficiente para descubrir el núcleo de tu yo auténtico. Primero, ave rigua qué es lo que te encanta, bien sea un abrigo, un sofá o una carrera. Ya tendrás tiempo más tarde de ocuparte del envoltorio y las etiquetas. H oy te dejo con este pensamiento. Ricitos de Oro era una jovenci-
t.i modesta que no ambicionaba muchas cosa». Sabia insliniivainetile lo 11ue le convenía, ya fuera un plato de gachas, una silla o una cama, y tomaba decisiones con seguridad y aplomo. Ése es el tipo de chica que quiero ser cuando crezca.
3
DE JU N IO
Pide, pide, pide Pide, y te será concedido; busca, y lo hallarás; llam a, y se te ab rirán las puertas. M a t e o 7 :7
O ^ u án d o fue la última vez que te sentiste cómoda al pedirle algo a alguien, un consejo, ayuda o que te indicaran una dirección? Debido a mi profesión como periodista, durante los últimos veinte años he en trevistado a numerosas personas y se supone que no debería tener problemas a la hora de preguntar o pedir algo. No es así. Sin embargo, recientemente he constatado algo que ha aportado cierta sensación de aventura a mi vida cotidiana. Es tan sen cillo que resulta increíble. Me refiero a pedir lo que deseamos. Ayuda. Consejos. Apoyo. Orientación. Sobre todo información. Una información es lo que me condujo a un nuevo y simpático café. Mientras escribo, saboreo un delicioso vaso de café con leche helado, sentada en la terraza de la cafetería, bajo una sombrilla a rayas rojas y blancas, rodeada de gera nios. A cada momento husmeo en la bolsa que yace a mis pies y con templo ilusionada unas prendas veraniegas de hilo que acabo de com prar. Todas pasan la prueba del encanto de la vida simple: tienen un aspecto y un tacto estupendos y estaban rebajadas. Después de limpiar mis armarios y cajones, me quedé con un solo conjunto de calle (no estoy bromeando). Pero todo lo que vi en las tiendas era demasiado caro o no me sentaba bien. De modo que durante meses no me com pré nada. Un día me tropecé con una mujer que posee un gran estilo. Tiene un vestuario fenomenal, pero aunque se pusiera un saco estaría igual de atractiva. Cada vez que la veo suspiro de envidia. La última vez que me la encontré le pregunté dónde compra la ropa. La mujer
no sólo me informó amablemente sobre los establecimientos que lie cuenta, sino que me confesó sus preferencias en materia de moda. Luego me recomendó que visitara una tienda muy elegante, aseguran dome que estaba de rebajas. «Pide que te incluyan en su m ailbig me dijo— para que te informen de sus promociones especiales.» «Hace mucho tiempo que no le pido nada al cielo, pero continúo con los brazos alzados», dijo el poeta Antonio Porchia, expresando esa profunda paradoja que constituye el hecho de pedir. Necesitamos, deseamos, ambicionamos, pero no pedimos. Sin embargo permanece mos con los brazos alzados. Anhelamos pedir, pero no queremos hacer el ridículo. Tememos que alguien nos responda «no». ¿Quien:' Da lo mismo. Podría ser el Espíritu, nuestro marido o nuestro jcle. Pero cuando nuestros deseos no se convierten por arte de magia cu realidad, nos sentimos defraudadas. De modo que, en el futuro, deci dimos no pedir nada a nadie y guardarnos nuestros anhelos, existien do en un estado constante de privación. Pedir no garantiza nada. «Solicito cosas que no se cumplen. IV pido cosas que no suceden — escribe Marjorie Holmes en su maravi lioso libro de oraciones, I yve G ot to Talk to Som ebody, G od— . Aun que tengo los nudillos ensangrentados de llamar a la puerta y estoy ronca de tanto pedir, la puerta permanece cerrada y lo único que se percibe es un gran silencio.» En el gran silencio de la insatisfacción lo único que oyes son tus sollozos. Lo sé. Pero también sé que pedir es como rezar. Hoy, empieza a pedir. Si ves a una mujer con un corte de pelo sen sacional, pídele el nombre de su peluquero. Pide que te faciliten el nombre de una buena marca de pinturas en una droguería, una recela fabulosa a una amiga, el título de una canción que oyes en una tienda de discos. Pide a tu marido que se haga cargo de los niños una tarde para poder disponer de unas horas para ti. Pide a tus hijos que recojan sus juguetes para no tener que hacerlo tú. Pide a tu jefe que amplíe la fecha de entrega de un trabajo. Pide que te dé el día libre. Pide un aumento de sueldo. Pide a la dependienta de una elegante boutique que te informe sobre las próximas ofertas. Pide al Espíritu tu cuota diaria de gracia. Pide a la Divina Sabiduría que te guíe. Pide a tu ángel tutelar que te ayude. De paso, pide un milagro. Pide lo que necesitas y deseas. Pide que te enseñen a formular las preguntas oportunas. Pide que te respondan. Pide que el plan divino de tu vida se desarrolle con alegría. Pide educadamente. Pide con vehemencia. Pide con el corazón rebosante de gratitud y serás cscu chada.
Chic clásico 102 E l estilo no tiene n ad a q u e v e r con el dinero. C u alqu iera p u ed e ser elegan te con dinero. L a gracia está en serlo gastan d o poco. T om H
ogan
D a d o que el mundo, salvo pocas y honrosas excepciones, no cele bra lo chic de las tiendas de oportunidades, ¿por qué no lo hacemos nosotras? Existen cinco estrategias esenciales para elevar la habilidad de comprar objetos hermosos sin derrochar dinero a la categoría de arte (aplicables a la indumentaria y la decoración): 1 ) Ahorra. Busca. Encuentra; 2 ) Ten presente la escala y proporción; 3 ) Confía en tu ins tinto; 4 ) Fíjate bien antes de decidirte; y 5 ) No te precipites. 1 . Ahorra. Busca. Encuentra. O , como afirman los antiguos sabios de Vulcano: «Vive bien y prospera.» Si ahorras mientras buscas lo que deseas, acabarás dando con ello y tendrás el dinero para comprarlo. (Así es como todo el mundo se viste y decora sus casas.) Puede que te lleve más de una semana, pero lo conseguirás. Cuando nos encontre mos dentro de unos años, probablemente en una tienda de oportuni dades, nos reconoceremos por nuestra mirada de complicidad. Nos saludaremos con la consigna secreta de «ahorra, busca, encuentra». Espero que no te hayas encaprichado con ese espejo que imagino col gado sobre mi chimenea. En fin, si insistes te lo cedo. Sé que acabaré encontrando exactamente lo que busco. 2 . Escala y proporción. El motivo de que tu habitación o el traje que llevas no presente el mismo aspecto que en las fotos de la revista tiene menos que ver con el tejido, el color y el estilo que has elegido que con la escala y proporción. Tom Hogan, copropietario de Chartreuse, una tienda neoyorquina de oportunidades especializada en objetos de decoración, sostiene que el secreto de que tu habitación (o traje) tenga un aspecto fabuloso radica en el equilibrio. No se trata de una perfecta simetría, sino del peso visual de la escala y proporción. Por ejemplo, si colocas un mueble grande y pesado en un extremo de la estancia, tienes que compensar el efecto colocando otra pieza simi lar en el otro extremo. Si quieres mezclar lo rústico y lo moderno para obtener un ambiente ecléctico, adelante, pero procura que cada estilo este representado en la misma proporción.
3 . C onfía en tu instinto. Sabes lo que te gusta. No te dejes |*ui.u por «amigos, modas y tendencias», aconseja Tom 1 logan. Si lo haces, dentro de seis meses estarás tan cansada de esa prenda o ese objeto, que desearás no haberlo comprado. «Habrás tirado el dinero.» 4 . Fíjate bien antes de decidirte. «Estás acostumbrada a un cierto estilo en materia de decoración y de ropa, de modo que cualquier o >s.i distinta te chocará», asegura Tom. Antes de encargar veinte metros d< un nuevo tejido, llévate una muestra y examínala tranquilamente en tu casa durante un par de semanas. Si no logras acostumbrarte a él, siguí fica que no es el tejido para ti. Asimismo, antes de instalar un mueble en un lugar definitivo deja pasar unos días para irte acostumbrando a él. Puede que al cabo de una semana te des cuenta de que esa mesa no encaja en el cuarto de estar pero quedará perfecta en el dormitorio si l.t pintas de blanco. 5 . N o te precipites. «No pretendas decorar toda la casa en un cha. La gente comete el error de precipitarse y luego se arrepiente», acón seja Tom. Las mejores habitaciones y los guardarropas evolucionan lentamente. No saltan de tu imaginación o de una tienda perfectamen te organizados. Y no olvides la inspiración. Nunca sabes el «hallazgoque puedes descubrir mañana. La próxima vez que salgas de compras recuerda que el auténtico estilo no tiene nada que ver con el dinero, sino en dejarse guiar por la intuición. La lección ha terminado.
5 DE JU N IO
Tu dormitorio: la cuna de la civilización T odo cuanto una necesita realm en te es un lecho d iv in a m en te atractivo. La
señ o ra d e
W
in s t o n
G u est
j a m e s Joyce podría haber descrito Dublín desde su escritorio m París, y Willa Cather haber evocado detalladamente las praderas desde Nueva York, pero si quiero hacer honor a la cuna de la civilización — nuestros dormitorios— tengo que estai acostada. De hecho, Inicua
I*.iiir de este libro lo he escrito en la cama, circunstancia que se me .mioja tan sorprendente como a mi familia. El poeta inglés John Donne debió de pensar en alguien como yo cuando dijo: «Este lecho es tu <entro/estos muros, tu esfera.» Solemos contemplar una habitación bajo una luz distinta cuando si' trata de nuestros dominios particulares. Es probable que no pases unto tiempo en tu dormitorio como yo, pero el tuyo debería consu mir también tus dominios particulares. Durante la próxima semana recorreremos las habitaciones que la mayoría de nosotras tenemos en n>nnin, a fin de reflexionar sobre el papel que desempeñan en nuestras vidas y cómo conseguir que nos procuren una mayor abundancia de placeres sencillos. Por lo que a mí respecta, los dormitorios fueron creados por dos motivos: para proporcionar comodidad y alegría. Partiendo de esta premisa, ¿te sientes a gusto en tu dormitorio? Si normalmente te resis tes a abandonarlo, la respuesta es afirmativa. Empieza por el punto focal de la habitación: la cama. ¿Es lo suficientemente amplia y cómoda? Pasemos al capítulo de las sábanas. En verano prefiero dormir con linas sábanas frescas de algodón y a finales de otoño y en invierno con sábanas de franela. En cuanto a las mantas y colchas, recomiendo uti lizar un edredón relleno de plumas de pato o ganso enfundable (que puedes quitar para lavarla) en lugar de la sábana encimera. Facilita mu cho la tarea de hacer la cama. Por otra parte, la sensación de dormir bajo un mullido edredón de plumas es indescriptible. Al igual que uti lizar una almohada rellena de plumas para dormir y diversos almoha dones para incorporarte cómodamente en la cama. Hallar la combina ción perfecta de almohadas y almohadones no es un asunto tan frívolo como parece si quieres ser realmente dichosa. Ahora bien, si te con formas con cualquier almohada rellena de gomaespuma, vale más que dejemos el tema. Anota el nivel de comodidad de tus almohadas en tu lista de prioridades respecto a tus preferencias personales. ¿Qué aspecto presenta tu dormitorio? ¿Experimentas una sensa ción agradable cada vez que entras en él? El encanto visual es muy importante a la hora de evaluar la satisfacción que te proporciona. Las paredes deben estar pintadas de un color suave, como blanco, azul, rosa pálido o verde hoja. Elige un color del que no te canses. Es acon sejable reservar los colores fuertes, como el amarillo y el rojo, para las habitaciones donde desarrolles una mayor actividad. Yo prefiero que las paredes de mi dormitorio sean lisas, salvo el cuadro que cuelga sobre mi mesa de meditar, el cual realza el tono azul oscuro de los muros; produce una sensación más serena. Si cuelgas unos cuadros en las paredes de tu habitación, recuerda que será lo primero que verás por las mañanas y lo ultimo antes de apagar la luz por las noches.
1 .a cama debe sei tan ai ráyenle desde el punto de vista visual como confortable. Estoy convencida de que una mujei debería amai apasio nadamente la colcha o edredón que cubre su lecho. No se trata de una mera cuestión estética, sino que un lecho bonito te anima a tenet la lia bitación siempre ordenada. Después de hacer la cama, para no estío pear el efecto, te apresuras a colgar la ropa y a ordenar el tocadoi Todo ello redunda en un orden sublime, al menos en una de las habita ciones. Ahora añade tu toque personal: unas buenas lámparas para leer, una planta, pequeños recuerdos y objetos personales, unas foto grafías, unas estanterías para libros. Utiliza unas cajas forradas de tela para guardar cosas. Si dispones de espacio suficiente para colocar un tocador en tu dormitorio, concédete ese lujo. Aunque escribo en mi dormitorio, nunca lo utilizo para mis asun tos profesionales. Si tengo que hacer una llamada de negocios la hajM» desde mi despacho. No quiero que el mundo se entrometa en mi espa ció privado. Cuando te retires a tu dormitorio por las noches, deia puesto el contestador automático. Si tienes un fax en casa, no lo in.Ma les en tu dormitorio. Necesitas disponer de un espacio propio d o n d e apartarte del mundo. Nuestro dormitorio no sólo nos permite desarrollar nuestro t al en to como decoradoras, sino crear un espacio donde nos sentimos cómodas mientras reflexionamos sobre nuestro yo auténtico. Sigue el sabio consejo de Emily Dickinson: «Haz que tu cama sea amplia y cómoda / haz tu cama con reverencia.»
6 D E JU N IO
El baño: un paraíso intimo y secreto Si fu e r a un psiquiatra, creo qu e inspeccionaría los bañ os de mis pacien tes antes qu e otro á m b ito d e sus vidas. M
ark
H
am pto n
. t l s t a mañana, mientras esperaba entrar en el cuarto de baño, relie xionaba sobre los placeres que éste ofrece. En casa sólo disponemos dr uno y mi marido y mi hija, dado que salen temprano de casa, por las mañanas tienen prioridad. Sin embargo, según una reciente encuesta
ii,u ional realizada poi un importante1 labricante de artículos para el kmo, no solemos sacar todo el provecho que éste nos ofrece. La en
l.n por teléfono, comer, dormir, fumar, hacer el amor, leer e inclu.(> bailar. No en m i cuarto de baño. Mi baño tiene el tamaño del Diccionario <)\jord de latín cuando está cerrado. Se trata de un libro voluminoso, pero sus dimensiones dejan mucho que desear para que sea la estancia mas frecuentada de la casa. Mark Hampton, el decorador de interiores, confiesa que de todos I' ■ proyectos de reformas que uno emprende en la vida, la perspectiva ile rcdccorar el cuarto de baño es el más comprometido. Estoy de n i u rdo con él, pero no por los motivos que aduce Hampton, los cuaI' tienen que ver con la participación de numerosos profesionales, ....... arquitectos, decoradores, contratistas, albañiles, electricistas y Indianeros. El coste exorbitante que supone contratar a todas esas peí solías para que transformen mi cuarto de baño, así como el hecho
< i|iie no existe un centímetro cuadrado de espacio alrededor de los li es elementos fijos que hay en él, es lo que a mí me aterra. No obstante, la importancia del cuarto de baño es innegable. Tal • "ino señala Mark Hampton, el baño «constituye el lugar donde uno *.e recrea acicalándose, poniendo de relieve un sibaritismo que en otro 111p,.u sería inaceptable. Oculto a las miradas indiscretas de los otros, el baño es un paraíso íntimo y secreto». Piensa en ello. «Un paraíso íntimo y secreto.» Aunque tu cuarto ile baño sea reducido y tu presupuesto aún más reducido, no significa i|iie no puedas convertirlo en un paraíso íntimo y secreto. Si yo puedo hacerlo, tú también. I le aquí cómo. I Jna de mis fantasías favoritas es visitar un día una clínica de bellea v salud. Al igual que la persona que viaja sentada en el sillón de su i asa, me dedico a coleccionar folletos e información sobre esos establecimientos para incluirlos en mi diario de descubrimientos perso nal De ese modo, cuando la vida real me ofrezca la oportunidad de 11meederme este capricho, sabré qué lugar elegir. Entretanto, he crea do mi propio programa de belleza y salud: siete noches dedicadas a inunai mi cuerpo y mi psique. Te recomiendo que cada noche, -luíante una semana, experimentes con un nuevo producto: aromateiapia, sales de baño, geles, baños de espuma, leche, etcétera. Compmeba cuál prefieres. Muchos productos de baño se presentan en envases de tamaño i t ihu ido, de modo que no tienes que gastar mucho dinero. Pide que te recalen unas muestras v guárdalas en un cajón hasta que necesites
poner en práctica durante una semana tu programa personal de belle za y salud. Cada noche, después de darte un baño en una estancia iluminada por velas perfumadas, mientras escuchas una música fabulosa y sabo reas una copa de vino o de agua mineral con sabor a frutas (un vaso de agua mineral helada con sabor a grosella es delicioso), aplícate un tra tamiento de belleza, por ejemplo una mascarilla para limpiar o exfoliar el cutis, un baño de aceite para el cabello, la manicura y pedicura, de pilarte con cera, darte un masaje con una crema anticelulitis o hidra tante. La última noche prueba con un nuevo maquillaje y peinado. Para tü programa de belleza y salud necesitarás una ducha que emita un chorro de variada intensidad; unas esponjas naturales; un albornoz con capucha y un espejo con cristal de aumento. También te recomiendo que adquieras una bandeja adaptable a la bañera para colocar esos objetos, así como una almohada hinchable para apoyar la cabeza y un cepillo para frotarte la espalda. Hoy, prescinde de las limitaciones de tu cuarto de baño. Si dispo nes de agua caliente y fría y de una bañera en la que recostarte, no necesitas más. Una vez que hayas probado tu propio programa de belleza y salud, se convertirá en un rito periódico. Existen pocas cosas más gratificantes que dedicar siete días a cuidar el cuerpo y el espíritu.
7 D E JU N IO
Las delicias de la sala de estar Algunas salas de estar qu e con ozco no tienen d erech o a ostentar ese n om b re; son tan p o co atractivas q u e no apetece estar en ellas. En m i opinión, el térm ino «sala d e estar» equ i v a le a una estancia alegre y acogedora. Eso es lo q u e d eb ería ser: una h abitación rebosan te d e vida, fe lic id a d y belleza. L u c y A bbot T h ro o p
X_/a semana pasada fui a almorzar a casa de una amiga y al cntrai me llevé una agradable sorpresa. 1 lacia seis meses que no visitaba a mi amiga y comprobé que había transformado la sala de estai. l odo cu ella producía un efecto cálido y aimoilioso, \ la felicite por ¡ir. lab u lo
sos resultados. Tras examinarla más detenidamente, me di cuenta de que no la había redecorado, sino que había añadido unos detalles que le daban vida: había cambiado unos cuadros de sitio, había colocado unas nuevas figuritas en la repisa de la chimenea y había decorado los sillones y el sofá con unos vistosos cojines que realzaban los tonos suaves de la tapicería. Mi amiga me confió que había comprado los cojines en las rebajas y que la transformación de la sala de estar le había costado menos de cincuenta dólares. Esos nuevos toques conferían a su sala de estar — que siempre había sido elegante, atractiva y apacible— una nueva vivacidad. Resul taba acogedora pero no excesivamente recargada; visualmente delicio sa y confortable. Me encontraba tan a gusto en ella que no deseaba marcharme. Cada rincón atraía mi atención: las fotos de familia, los libros a los que mi amiga tiene tanto cariño, el bonito arreglo de hor tensias blancas que cultiva en su jardín y la artística colección de hue vos de porcelana dispuestos sobre una mesita con la superficie de cristal. Pero había otro elemento que contribuía a prestar encanto a la habitación y que no lograba identificar. Intrigada, pregunté a mi ami ga de qué se trataba. «Bueno, es una habitación muy vivida», respon dió sonriendo, confesando que ahora pasaba más tiempo en su sala de estar que antes. Su energía creativa era palpable, su sentido del estilo visible, y su nuevo entusiasmo, incluyendo el segundo libro que había comenzado a escribir hacía poco, más que evidente. Su sala de estar expresaba a la perfección sus ansias de vivir. Siempre me impresiona ver que alguien ha alcanzado el camino diario hacia la alegría y el bie nestar. Para muchas de nosotras la idea de decorar nuestra casa, como casi todo en nuestras vidas, nos abruma. No se nos ocurre ocuparnos de un rincón de una habitación hasta que queda a nuestro gusto, sino i|ue tratamos de reformar toda la casa en un día. Es un trabajo tan agotador que no nos atrevemos a acometerlo. En lugar de considerar la labor de decorar nuestro hogar como una onerosa carga, debería mos considerarla una fuente permanente de expresión y satisfacción personal. Aquí no se conceden premios, se trata sólo de hallar lo que nos gusta y nos proporciona placer. Cuando busques la forma de dar más vida y alegría a tu sala de eslar, en primer lugar ten en cuenta sus numerosas funciones. Si posees una casa lo suficientemente grande como para habilitar un espacio destinado a la familia separado de la sala de estar, puedes darte por sai islecha. Muchas mujeres te cnvidiai tan. El mayoi obstáculo con el que me
tropecé .ll n.it.u de imponci mas orden en nuesti.is vidas col id tm t« — empecé por la sala de eslai lúe la resignación, aunque •..11*1.1 qm ése era el primer paso. Me avergüenza reconocer la cantidad »l« n« m po, energía y emociones (unos recursos naturales preciosos) qm t mi sumí detestando el hecho de que nuestra casa no fuera mas csp.n m*t 1 Pero el odio que me inspiraba mi casa sólo servía para bloque....... psicológicamente, impidiéndome ver sus numerosas cualidades \ ....... tando mis dotes creativas. Según una vieja ley metafísica, no clt l .......... abandonar ninguna situación desagradable hasta haber aprendido 1 amarla o al menos tratar de amarla. Tuve que aprender muchas leí. i<. nes respecto al orden. Ahora sé que mi pequeña casa fue la maesn.i perfecta. ¿De qué me serviría poseer una casa de grandes dimensitmcn si soy incapaz de mantener ordenada mi pequeña vivienda? «Una casa hermosa es una lección de educación, pero no pn» d. crearse en un día; debe ir evolucionando lentamente», afirmó en Il) l Lucy Abbot Throop, quien escribió varios libros sobre decoración en las primeras décadas de este siglo. Hoy, busca las lecciones que tu <.as.i está deseando enseñarte a través del amor. Empieza por tu sala d< estar. Conviértela en una estancia acogedora, alegre y confortable un lizando los recursos de que dispones y siempre te sentirás a gusto en ella.
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Elogio del comedor sencillo y auténtico C u an do som os auténticos, cream os unos espacios sencillos y llev am os una existencia h erm osa y sencilla. A l e x a n d r a St o d d a r d
TJL odos deseamos creer que nuestra presencia resulta grata en el mun do. Generalmente sólo pensamos eso cuando nuestros amigos nos invitan a sus casas. Pero he llegado a la conclusión de que lo que anhe lamos por encima de todo es experimentar la sensación de sentirnos a gusto en nuestro propio hogar. En estos momentos estoy sentada en la mesa del comedor, escri biendo, mientras espero que terminen de asarse unas patatas en el hor-
Hit I i hermosa mesa redonda tic roblo ‘.ol»ic I.i *|iic dejaré que se * nli írn constituye el núcleo de nuestra vida lamiliar. I )csde su solido
•i niro emanan unos i adiós, a la manera de una rueda, formados por i muida, hebilla, conversac ión, convivencia, tradición y recuerdos, los i nales hallan expresión en nuestra vida cotidiana. Aquí hacemos mucho más que comer. Leemos el periódico, reviunos el correo, conversamos, hacemos deberes, pagamos facturas, decoramos tartas, rellenamos los impresos de Hacienda, colocamos llt >ies en un jarrón, jugamos a cartas u otros juegos, compartimos conIitleticias y se reúnen familiares y amigos. Aquí, en esta réplica del hogar circular sobre el que aparece representada la diosa Hestia, con memoramos ritos de iniciación, celebramos las vacaciones, bendeci mos los alimentos que tomamos y nutrimos nuestros cuerpos, nuesII as mentes y nuestros espíritus. Unas cuantas veces al año invitamos a parientes y amigos a com partir esta querida y pequeña habitación con nosotros. Pero vivimos y gozamos en ella todos los días. Actualmente, debido al tipo de vida que llevamos, está de moda recomendar a las familias que no instalen un comedor, tan reverencia do por nuestros padres y abuelos, independiente de la zona de estar y de la cocina. El progreso tiene su precio y es preciso ser prácticos, sobre todo viviendo en un diminuto apartamento o un modesto edificio de ve cinos urbano. Las personas que marcan tendencias nos aconsejan anteponer los imperativos de nuestra vida a un ideal que no es sino una quimera. Si disponemos de poco espacio, debemos transformar el comedor en una biblioteca, un cuarto de juegos o una salita para ver la televisión. En realidad no comprendo por qué esa sugerencia se considera tan chic, dado que nuestro comedor cumple todas esas funciones. Mi colección de recetarios ocupa un rincón, los niños y los gatos juegan aquí, el pequeño televisor instalado en una silla del comedor junto a la puerta de la cocina me permite ver las noticias de las seis mientras preparo la cena. Nuestro comedor es una estancia multiuso: nos reú ne a todos por las mañanas, por las noches y a lo largo del día. La apa sionada realidad de esta habitación — los maravillosos momentos que pasamos en ella todos los días— invoca reverencia y exige ser con servada. Aquí, generaciones de familias se hallan ligadas de forma tangible mientras la vajilla, la cristalería y la plata que han pasado de padres a hijos son sacadas de las estanterías y dispuestas sobre la mesa en un perpetuo ritual de hospitalidad, amor y voluntad de preservar la ar monía familiar. Grace Aquilar, la novelista e intelectual inglesa victo-
riana de origen hebreo, escribió en IK47 que «lo real es el único lun damento de lo ideal». Mientras preparo este lugar y mi corazón para recibir otro don auténtico, me pregunto si Grace llegó a esta sabia conclusión en el comedor de su casa.
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Imponer el orden en la cocina U na m ente ofu scada no p u ed e m o v er las m anos con soltu ra, ¿y q u é nos p rod u ce m ay or ofuscación qu e un lugar d e tra b a jo desorden ado, aparte d e resultar p oco atray en te? L a g ra ta aparien cia de orden es el elem en to según el cual las m ujeres ju zg an la capacidad com o am as de casa d e sus am igas y v eci nas. Y tod a a m a d e casa eficiente sabe qu e la estancia de la casa d on d e es m ás im portan te qu e reine el orden es la cocina. W o m a n ’s H o m e C o m p a n io n , agosto d e 1924
o no podría dormir por las noches si te diera la impresión de qui lo que más me divierte en este mundo es limpiar la cocina. Eso me recuerda una entrevista que hice para un periódico a dos mujeres encantadoras que eran autoras de una serie muy popular de manuales sobre tareas caseras. Me quedé pasmada cuando ambas me confesaron que no se ocupa ban personalmente de los quehaceres domésticos ya que gracias al ex i to que habían alcanzado podían permitirse el lujo de contratar a una asistenta. Tuve la sensación de haberme topado detrás de una cortina secreta con el afable anciano que resulta ser el Mago de Oz. Compar tir esa deliciosa anécdota con mis lectoras hubiera sido como lanzarme sobre la yugular, y ése nunca ha sido mi estilo. Por otra parte, la infor mación práctica que me habían proporcionado en sus libros resultaba útil y amena. No obstante, me costó escribir esc artículo (el cual, por cierto, encantó a las dos autoras y a su editor). Así pues, deja que sea la primera en confesar sinceramente que todavía no he hallado la forma de convertir la tarea de limpiar cocinas en un placer. Dado que soy de carne y hueso, necesito un poco mas de tiempo para evolucionar. I 'so probablemente explica por que, cuando
mi ni.ii ulo y yo nos repartimos las larcas caseras, elegí cocinar, lo cual mu' (Mista mucho, mientras c|iic mi querido cónyuge se ofreció para limpiai la cocina las noches en que no tuviera una reunión de trabajo. 111no de los muchos motivos por los que lo amo profundamente.) Las .... lies en que mi marido está ausente, me encontrarás frente al frega•11in de la cocina tratando de poner en práctica las enseñanzas del .....nje, poeta y escritor budista vietnamita, Thich Nhat Hanh, es decir, la Imina espiritual de lavar los platos. En su libro, The Miracle o f \lindfulness: A M anual on M editation, sugiere que enfoquemos la i iiea
sas más urgentes que requerían mi atención. Pero el proceso de la l'.i.u ia emanada del encanto de la vida simple persistió. Mientras las ••ñas habitaciones de la casa se iban organizando poco a poco, el estail<■de la cocina no es que me irritara, es que me volvía loca, sobre todo •ada vez que abría un armario y se me caían encima cientos de tarrinas \,11 ías de margarina. Al fin tuve que afrontar la verdad: si esa habitai mu constituía el núcleo de mi hogar, no era de extrañar que experi mentara palpitaciones cada que vez que entraba en ella para hacer algo. Siguiendo el mismo método que había empleado para poner en Miden la sala de estar, organicé mi cocina según sus funciones. Tenenii >s una cocina pequeña y estrecha, del tamaño del fogón de un barco, \ luy que sacar el máximo provecho del espacio del que disponemos. ' i i . i i h I o organices tu cocina, independientemente de su tamaño, ten i n i uenta las diferentes actividades que se desarrollan en ella: preparar, i - in.u y servir la comida, recoger la mesa y fregar los platos. I Ina vez que me metí allí, empecé a ordenar y a tirar los objetos inservibles sin pensármelo dos veces. Al igual que había hecho en las •Mías habitaciones de la casa, lo que no podía identificar lo metía en una caja para que mi marido tratara de descifrarlo. Eso suele propii iai un encuentro de lo más revelador entre un hombre y una mujer. « iimprenderás por qué llaman a los hombres «el sexo opuesto» cuan do veas a tu marido tratando de identificar esos objetos. El momento di la verdad se produce cuando éste comienza a rescatar cosas de la buha de basura: la vieja y descascarillada sartén de teflón de sus tiem po*. cu el instituto que, según él, todavía sirve perfectamente. El aparaio paia el.iborai vino que nadie recuerda de dónde salió. O la freidora
elrctiua que no puedes I.) v.u ionio I )io,s manda *l»‘l »i*I* • ti «Ii» cable. 1.11 como lu* recomendado cu oirás 01 .isiones, l.i i.11 > 1 •I«' 11 nar una habitación v desechar objetos inservibles es, en mi o|tjh una actividad solitaria. I .1 próxima ve/ ijue busques desean 1 J m te las tijeras de cocina, limpies el Irigonlieo o 11 ie| *,11<•. mu |t* sartén, recuerda que si buscas lo sagrado en la\ ............... I..MtU hallarás. No te prometo que funcione siempre, pero e n . ñ a i q u i * 1 1 merece la pena intentarlo.
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Un rincón para ti sola En los m o m e n to s d e so le d a d prestam os una j/uwo/m,/,* 'atención a n uestras vidas, a nuestros recu erdos, a los dchtlUt q u e nos rodean. V ir g in ia W i >1 >11
E n octubre de 1928, la novelista y crítica literaria Virginia \\ •**.11 dio dos conferencias sobre mujeres y narrativa en la Univcisul ni •l< Cambridge, en Inglaterra. En sus charlas expresó públicamcnti pm primera vez lo que las mujeres llevaban siglos pensando en sil. n. ... para que las mujeres sean capaces de crear necesitan intimidad, p . . independencia económica. Al año siguiente esas conferencias lu. o.n recogidas en Una h a b ita ció n propia, donde W oolf recomendaba .1 ln mujeres que crearan un espacio para sí mismas si querían pon. 1 . n práctica sus dotes creativas y no «enloquecer con el tormento- dt I silencio. En su libro Silences, Tillie Olsen ha explorado minuciosa y esquí sitamente la voz creativa cuando ésta permanece muda, sofocada, o primida, «la supresión forzada de algo que trata de manifestarse, |...... no puede». La propia O lsen se vio obligada a guardar silencio din...... veinte años mientras criaba y alimentaba a cuatro hijos realizando uuai tareas humildes que no le dejaban tiempo ni fuerzas para escribir; tenia casi cincuenta años cuando publicó su primera y aclamada novela, /
tu i>> 11< I coi a /o n , n fi es.u io p.u a e x presa i lo que llevam os dentro, ti iileneio creativo im puesto poi unas circun stancias ajenas a .......... U iol: la lalta de tiem po y /o la lalta de mi espacio o un lugar
ud. i n ii Quiza padezcamos también una lalta de claridad, la inl^rti <•I.i
u< no tienes sitio donde colocar un biombo, una mesa y una ||ll i I monees instala una estantería para libros. Lo importante es que Ii i pa t a tu uso exclusivo y personal: un espacio psíquico que te *h ii. i de la necesidad de atender tus pulsiones artísticas, un lugar que ti- mime a reivindicar tu creatividad.
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Crear un plan para organizar los papeles personales H e o rd en ad o mis papeles. H e roto y d estrozad o im placa blem en te m uchos d e ellos. Eso siem pre m e p rod u ce una gran satisfacción. K a t h e r in e M a n s f ie l d
Il/sta mañana meditemos sobre el cúmulo de valiosos recursos natui .1les — nuestro tiempo, nuestra energía creativa, nuestras emocio nes — que malgastamos buscando a los húerfanos del desorden: una lactura sin pagar, una invitación a una fiesta (con las señas), el impreso para las clases de natación que comienzan esta tarde. Si no dispones de un plan para organizar tus papeles personales,
dedica dos horas esta semana a establecei uno. A menos, claro r a í , que opines como el creadoi del osito Wiimie, A. A. Milne, quien .<• tenía que «una de las ventajas de ser desordenado es que hace*, »mili nuamente emocionantes descubrimientos». Pero mi vida es lo Mili cientemente emocionante sin tener que buscar lactin as recalen i aun * cuando tengo que devolver un artículo que he comprado. I o mi*...... que la tuya. Utilizo un método muy sencillo para ordenar mis papeles I >i hecho, casi me ahorra pensar en ello, lo cual resulta la mar de u n í Al igual que los niños, a quienes les gusta guardar sus juguetes en d is iiu tas cajas, conservo mis papeles en varías cajas forradas de tela v u n o | cestos cuadrados colocados en unos estantes sobre mi escritorio Mui caja está reservada para facturas impagadas y documentos linam u ros; en cuanto llegan por correo los deposito allí; después de pa)',.u la i, meto los recibos en una carpeta. Otras cajas contienen cartas peí s<ma les, que mantengo separadas de la correspondencia profesional. I n otra caja guardo los documentos y cartas que me envía mi cditoi ial, \ en otra los recibos relacionados con mi actividad profesional (en ( u.m to regreso de un viaje o de hacer un recado, deposito los recibo1, allí hasta la hora de hacer la declaración de la renta). También dispon^»di una caja donde conservo los documentos familiares que necesitare e n un futuro inmediato: impresos escolares, invitaciones a fiestas, d in ciones para visitar a las hijas de mis amigas. Sé aproximadamente •u qué caja guardo cada cosa. Créeme, resulta muy útil. Una vez al mes — generalmente la tarde del último sábado- siy,o los consejos de Katherine Mansfield y ordeno y rompo implacal.L mente los papeles que ya no necesito. Sólo me lleva una h o r a , y me proporciona la agradable sensación de controlar mis documentos peí sonales. Hoy, empieza a ordenar tus papeles, buscando todas las Ia» turas, recibos, cartas y demás documentos que no consigues e n c o n trar. Colócalos en una caja grande de cartón. Sírvete un refresco o un té. Pon una música que te anime. Examina cada documento y distri búyelos por categorías. Si no dispones todavía de unas cajas o u n o ', cestos donde colocarlos, guárdalos provisionalmente en unos sobreN grandes, debidamente etiquetados. Tira todos los papeles inservil>1» •• Piensa en el tiempo que pierdes cada vez que buscas un papel qu< no sabes dónde has metido. Y piensa en el tiempo que te ahorrarás un lizando un plan para organizar tus documentos personales.
Pasiones secretas: armarios de ropa blanca perfumados L a jo v e n cerró sus ojos azu les y se sum ió en un fan tástico su eñ o/en tre sábanas blancas, suaves, qu e olían a lavan da. J o h n K eats
( f i e r r a los ojos durante unos momentos y sumérgete en un sueño lantástico. Abres una puerta blanca. Allí, sobre unos grandes estantes decorados con cenefas de encaje, ves numerosas cestas que contienen unas sábanas perfectamente dobladas; esponjosas toallas; holgados y suaves albornoces; impecables manteles y servilletas de damasco blan co; tapetes de hilo con tus iniciales bordadas; fundas de almohada con la pátina del pasado incrustada en el encaje de bolillos. Estos tesoros están rodeados por unas cintas de seda de color pálido, atadas con unos lacitos perfectos. Contemplas extasiada esta octava maravilla del mundo, digna de antiguos relatos de viajeros sobre «sedas de Samar canda y cedros del Líbano». El ambiente está impregnado de un inten so perfume. Un suspiro de envidia se escapa de tus labios. «Deseo tener un armario de ropa blanca como ése», te dices. La deliciosa autora Mary Cantwell ha escrito sobre las elegantes vidas que llevan los gurús domésticos actuales, quienes por supuesto tienen armarios de ropa blanca perfumados. Mary recuerda que en cierta ocasión se sintió tentada de crear un armario de ropa blanca como es debido, pero no sucumbió a la tentación porque «soy una mujer perezosa y no sé hacer lacitos». No obstante, el ansia de perfección es un impulso profundo. «El Iiccho de ordenar mi ropa blanca habría constituido una forma de defenderse en un mundo presidido por el desorden — confiesa Mary ron nostalgia— . No existía ni existe el medio de luchar contra la pes ie, la muerte y las pesadillas que nos asaltan cuando no estamos dor midos. Pero me habría gustado tener un armario de ropa blanca bien organizado, una prueba de mi capacidad para poner orden en mi minúsculo rincón del universo. El hecho de ver mis sábanas, toallas y manteles perfectamente ordenados y sujetos con cintas de seda me habría proporcionado un momento Fantin-Latour.» lgnace I Ienri Jean ’i'hcodorc Fantin-Latour era un pintor francés
del siglo XIX, célebre por sus hermosos cuadros de flores. Hoy en día sigue siendo una constante fuente de inspiración para las diosas con temporáneas del hogar. M ea culpa! Ni el propio Fantin-Latour habría conseguido gozar de un momento Fantin-Latour con mi armario situado en el piso superior. Aquí no hay cintas de seda, sino pilas de sábanas que luchan contra toallas y tapetes para defender su territorio, mientras unos objetos más prosaicos como papel higiénico, servilletas de papel y jabón se pelean con bombillas, cables, secadores de pelo y rulos eléctricos para reivindicar el espacio que les corresponde. Pero mientras hay vida hay esperanza. Y mientras haya esperanza, hay vida. Quizá compartes el sueño secreto de vivir un día con un armario de ropa blanca perfumado. He aquí mi plan para hacer que ese sueño se convierta este año en realidad. Las cestas contribuyen a evitar el caos en un armario. En una bolsa de plástico transparente para zapa tos, colgada en la puerta, puedes guardar los medicamentos, tiritas y demás artículos de primeros auxilios junto con los productos de belle za y de cuidados personales diseminados por los estantes de nuestros armarios. Asegúrate de que la bolsa de plástico es transparente, para ver lo que contiene. Pero son difíciles de hallar, de modo que ponte a buscarla hoy mismo. Suelo comprar manteles y tapetes antiguos en subastas o tiendas de objetos de segunda mano. En los mercadillos y tiendas de baratillo ese tipo de artículos son de poca calidad; en las tiendas de antigüedades puedes hallar unos manteles preciosos, pero demasiado caros (a menos que conozcas un establecimiento donde a veces se encuentran auténti cas gangas; en tal caso, no dejes de comunicármelo). Las rebajas de artículos para el hogar se celebran en febrero y agosto; señala esas fechas en tu calendario. Aunque no compres nada, date una vuelta por los grandes almacenes durante las rebajas. Ayer pasé media hora examinando un dormitorio vestido por Ralph Lauren y me dio unas ideas estupendas. Pasemos al capítulo del perfume. Mide la altura de los tabiques que dividen los estantes del armario de ropa blanca. Lo ideal es que cada estante esté dividido en tres compartimentos. Corta dos pedazos idén ticos de gasa y añade dos centímetros de tejido a cada lado. Coloca un poco de algodón entre los dos pedazos de gasa, añade un puñado do flores secas de lavanda (las venden en las herboristerías y los mercad i líos de productos del campo) y cose los pedazos de gasa para formai un saquito. Cuelga cada saquito en un tabique del armario con una chincheta o un clavo. Cuelga unas ramas de lavanda seca sobre el estante superior. Ahora da un paso atrás y ira tu obra. R especto a las cintas: a todas nos encantan, pero a m enos que viva .
sola olvídate de atar una cinta de seda alrededor de las sábanas. No es que no se encuentren. En los mercadillos hallarás unas cintas antiguas preciosas, y en las buenas mercerías y grandes almacenes venden unas cintas con alambre perfectas para hacer unos lazos artísticos. Pero aparte de ti, ¿qué otro miembro de tu familia se molestará en volver a hacer el lazo? No vale la pena que te disgustes por eso. Sin embargo, el deseo de alcanzar la perfección antes de morir merece la pena intentar lo aunque sea una vez. Toma una fotografía. Al fin y al cabo, según afirma Keats: «Una cosa hermosa siempre produce alegría.»
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Pasiones secretas: una nutrida despensa A l principio, la colección de botes la asom bró, p ero Jo h n era m uy aficion ad o a la confitura, y los tarritos qu ed arían m uy bien en el estante superior. L o u isa M a y A l c o t t
I I o y nos recrearemos en una fantasía veraniega ideal: la vieja tradi ción de «hacer acopio» de botes y tarros. ¿Qué sería el verano sin la contemplación de las conservas, los productos en salmuera, enlatados, confitados, conservados en coñac, los fabulosos productos comesti bles que no pueden faltar en una nutrida despensa? Al igual que los armarios de ropa blanca perfumados, una nutrida despensa ha sido siempre una pasión femenina. ¿Existían estantes de piedra en las cuevas prehistóricas de Gargas? Sin duda. ¿Dónde iban sino a conservar una pierna salada de jabalí? Veinte mil años más tar de, las mujeres victorianas elevaron el hecho de crear una despensa a un esotérico arte, inspiradas por las luminosas descripciones de la lite ratura doméstica referente a espaciosos cajones, alacenas y recipientes lo suficientemente grandes para guardar en ellos harina de maíz y harina de trigo integral; grandes fresqueras donde conservar bandejas dr pavo frío; y estantes llenos de deliciosos y atrayentes tarros de con serva. T o d a m ujer debería co n o ce r el placer sublim e de ad m irar u nos resp l.m d rrirn trs tarros adornados ro n m u dim inuta bufanda Moral y un
gorrito blanco de ganchillo. ¿Pero por dónde empezar? No tienes más que acudir a un libro indispensable, insustituible e irresistible escrito por Helen Witty titulado Fancy Pantry. Dedicado a las personas con vencidas de que comer bien es un lujo al alcance de todos, Fancy Pantry te enseña cómo conseguirlo. Cada vez que hojeo este delicioso libro siento deseos de levantarme de un salto y ponerme a jugar en la cocina. No, no insinúo que deberías colocar un centenar de tarros de mer melada de calabacines en una atestada cocina del tamaño de una caja de zapatos (entre trasladar a los niños a las colonias de verano, termi nar el presupuesto de la oficina del año que viene, asistir al campeona to de fútbol de tu hijo y hacer las maletas para marcharte una semana a la playa). Lo que sugiero es que seguramente hallarás tanto placer como yo en crear tus propias rosquillas, esencia de tomates madurados al sol y deshidratados (que valen su peso en oro y sólo se encuentran en los mejores establecimientos de comidas), conserva de arándanos con es pecias, vinagres con aroma a frutas y miel de fruta, que no es miel sino una maravillosa mezcla entre un almíbar y una confitura que resulta delicioso sobre tortitas, bollos o ingerido a cucharadas. Ahora bien, si después de leer el libro de Helen Witty, un tesoro de inspiración e información, todavía te resistes a llenar tu despensa con los frutos de tus esfuerzos, no te desanimes. Algunos veranos pre fiero dedicarme a la vida contemplativa que a preparar conservas, pero siempre tengo una despensa bien nutrida. Así pues, visita un mercadillo de productos artesanales y llena tu despensa con los comestibles que otras emprendedoras mujeres han preparado en conserva para gente perezosa como nosotras. Compra un pedazo de tela estampada a cuadritos o pequeñas flores y corta unos círculos para colocarlos en las tapas de tus confituras, mérmela das y chutney, sujetos con una cinta o un cordón de rafia o pasamane ría. Puedes conseguir unas bonitas etiquetas en una papelería o un establecimiento de artículos para el hogar. Cuando me marcho fuera de vacaciones aprovecho para comprar las conservas que preparan cu otras zonas del país. No obstante, es posible que al leer Fancy Pantry decidas tratar de* elaborar tus propias conservas. Helen Witty opina que «todo el mun do debería tener una despensa, por modesta que sea», opinión que comparto totalmente.
Decorar según las estaciones: las casas de verano L a rosa inglesa saluda a l jard ín estival con gran profu sión d e colores y p erfu m es, y abrim os nuestras p u ertas y ven tan as p a ra d ejar q u e la fr a g a n te atm ósfera de la estación nos en vu elv a a nosotros y a nuestras casas. Sy d n e y A. Sykes
L / a gama de colores de la Madre Naturaleza constituye una rica fuente de inspiración para decorar tu casa. Si aprovechas lo que te ofrece cada estación del año para decorar tu casa con unos toques per sonales y poco costosos, no te cansarás de contemplar los mismos ambientes. «El cambio es un excelente remedio para aliviar esa sensación de cansancio. Y al decir “cambio” no me refiero a emprender un viaje», escribió Elsie King Moreland en American H om e en 1934. «Cambiar los muebles de sitio representa para una mujer lo mismo que unas vacaciones para un hombre... Nada me anima tanto, procurándome una nueva vitalidad, como ver mi piano en otro rincón, la consola debajo de una ventana, mi cama encarada hacia otro lado.» Tradicionalmente, las mujeres han preparado sus casas para el verano desembarazándose de todo lo que producía sensación de calor o era pesado. Echa un vistazo alrededor de tu casa. Recoge las alfom bras de lana; guarda los cojines de pasamanería o fórralos con unas Iundas de algodón o lino blanco. Las mujeres ricas solían forrar sus muebles tapizados con unas fundas de tejidos ligeros durante los meses de verano. No todas podemos hacerlo, pero podemos cubrir los muebles con unas sencillas telas blancas. Puedes encontrar restos de tejidos a precios muy económicos (generalmente entre dos y cinco dólares el metro) y unas fundas fabulosas. O puedes cubrir los sillones y los sofás con colchas de piqué blanco. Incluso unos manteles grandes de damasco blanco, que puedes comprar en subastas, quedan perfectos para vestir tus muebles en verano. Cubre las mesitas con muselina blanca; instala una amplia mosquitera suspendida de un palo; adorna las ventanas colgando unos es de encaje blanco, unos estores o unas cortinas de bambú en las ventanas.
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I )eja l o 1, suelos tli". iitulos o i ubre I.i moqueta con unas esteras de sisal o tic' esparto. Retira los objetos pesados de la repisa de la chime nea y las mesas. 1)ecóralas con llores frescas adquiridas en el puesto de flores más cercano, en un mercadillo de productos del campo o de tu propio jardín. Los arreglos sencillos pero abundantes de un solo tipo de flores en un jarrón resultan muy vistosos. Recoge todos los objetos que requieran ser pulidos: bronce, peltre, cobre y plata. Sustituye los objetos pesados de cerámica por cestas de rafia, mimbre y paja. Coloca una cesta llena de flores secas en el hueco de la chimenea, si tienes una. Aparta los muebles instalados junto al hogar y colócalos contra la pared para crear un espacio más abierto v despejado. Las conchas y motivos decorativos naturales dan un ambiente veraniego aunque no vivas junto al mar. Cubre la repisa de la chime nea con una red de pescadores y coloca sobre ella grandes estrellas de mar. Añade unos trozos de madera que hayas hallado en la playa, unos marcos para fotografías de bambú, un nido de pájaros (después de que los pájaros lo hayan abandonado), o una decorativa jaula de pájaros para dar mayor encanto a la habitación. Unos toques de vivos colores, en lona o algodón, resultan muy atractivos en verano. Utiliza tejido de toalla a rayas o una colcha de felpilla de alegres colores para forrar los desteñidos cojines del porche o el jardín. Las comidas veraniegas resultan más apetitosas si colocas sobre la mesa un mantel a cuadros rojos y blancos o blancos y azules. Las velas blancas de cera de abeja colocadas en unos velones propor cionan un suave resplandor a las habitaciones en verano. No todas podemos permitirnos el lujo de pasar un mes en el cam po o en la playa, pero podemos transformar nuestra casa en un agra dable refugio estival siguiendo los dictados del calendario. Al igual que todo lo relacionado con el camino diario hacia la alegría y el bie nestar, crear una «casa veraniega» comienza con un estado de ánimo.
Los aniversarios secretos del corazón Las fiestas m ás sagradas son las q u e m an ten em os en silencio y ocultas, los an iversarios secretos d el corazón... H e n r y W a d s w o r th L o n g f e l l o w
E s t e es el mes tradicional para flores de azahar, encaje y arroz, pero hoy no estoy pensando en aniversarios de boda sino en los aniversa rios secretos del corazón, esos hechos singulares que jalonan nuestra vida. Son los aniversarios de los que nunca hablamos, que mantene mos en silencio y ocultos. Quizá recuerdes tu primer beso, mientras que yo no puedo olvidar la última vez que sostuve la mano de mi padre. Esta mañana hablé por teléfono con una amiga. Me dijo que estaba preparando ilusionada una cena especial para un hombre maravilloso que había conocido. El año pasado su matrimonio, que había durado veinte años, terminó, y mi amiga dijo que se alegró de que su marido se fuera de casa a finales de verano, cuando todo comienza a marchi tarse. Me aseguró que no habría podido superar el trauma si su mari do se hubiera ido durante las vacaciones estivales. Creo intuir a qué se refiere, pero confío en no averiguarlo por mí misma. Según dijo mi amiga, es la sensación que te produce una determinada época del año lo que desencadena un recuerdo, un aniversario secreto del corazón. Otra amiga recuerda el rito de su madre trenzándole el pelo cada vez que sale al jardín en primavera y contempla las primeras lilas. Sobre el tocador de su madre había siempre un ramo de lilas. Cada junio, cuando me zambullo en la piscina de Dawne, una amiga con la que compartí mi apartamento de soltera, recuerdo cuan do me bañaba en la piscina de la «tía» Mary y el «tío» Joe, los mejo res amigos de mis padres. Han pasado cuarenta años: oigo unas risas infantiles, el tintineo de los vasos de limonada, siento el sol sobre mis hombros, el agua fresca en mi rostro. Lo recuerdo todo con nitidez, los lugares frescos y sombreados del jardín, el camino de losetas, el olor de la casita de madera donde mis «primas» Mary Anne y Diane, mi hermana Maureen y yo jugábamos e ideábamos todo tipo de aven turas. Las barbacoas, los picnics, las siestas, los cócteles que celebra ban los adultos arriba, las fiestas de los niños en la sala de juegos situa-
da en el sótano, los juegos c u e l p a l i « >, l a s e n s . u i i m •I< jiih u , | t i u l i l n d . felicidad, emoción y asombro, t o d a s l a s a l e p < . < ni< >
s m¡n i ,11111 secretos de mi hija se refieren a l a s épocas q u e p a s n e n 1 a s a di m i 1 i#i Dawne y su tío Tom: vacaciones en l a playa, t e n a s navid. uas, L pin paración de los huevos de Pascua. Esos q u c i i d o s a 1 n 1 (■,< , mis m u . n i llosas hijas y los buenos ratos que nuestras f a m i l i a s l i a n pasado i m i i i t i a lo largo de los años constituyen unos preciosos h i l o s e n e l t a p i * d n mi vida. Los aniversarios secretos del corazón no oslan humad. n t J paso de los años. «Yo formo parte— escribió Tilomas Woll. . u /uni H om ew ard Angel— , de todo cuanto he tocado y de . uani" un Iih tocado a mí.» Al igual que todos nosotros. Aunque no había p. n idft en ello, esta tarde quiero enviar una nota a Dawne. Y deboescnbii 1 U tía Mary dándole las gracias por los fantásticos recuetdos que un* I-. proporcionado. Necesito compartir con ellas lo que h< m a n .........l o oculto tanto tiempo en mi corazón. Hoy sería el m n m e u i o p< 1 1. , m para expresara esas dos maravillosas mujeres lo miu lio que l as ............ Lo había olvidado. Un aniversario secreto del corazón me lia 1»■•md.t do que siempre hay tiempo para recordar. Pero nunca dispnm nmn di> tiempo suficiente para conmemorar nuestros recuerdos mas «|u> 1 iduNi a menos que nos detengamos para observar, cuando se prndiu - u, . «ai fiestas sagradas.
16 D E JU N IO
El fragante hogar O jalá la v id a no fu e r a barata, sino sagrada, o jalá los días fu e ra n co m o los siglos, cargados, frciv.intey R a lp h W ai
do
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l - ) e s d e el momento en que el hombre, la mujer y e l n i h o ron a guiarse por su olfato, el olor se ha convertido 0 1 1 u n imán que atrae al corazón y la imaginación hacia e l l i o ^ . u nada como nuestro hogar», escribió John 1 loward l \ i \ m recordando el aroma a madera que emanaba de l a c h i m e n e a
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•,i i i <mi tc|.n!o di’ ripia ii i I a*, t I lampión, I ong Island, donde pasó I" |>i inicios .mos de mi inlancia. Quizá no exista nada com o el hogar ....... .1ic no h.iy ningún otro lugar en el mundo que huela como nuesII o
Iiiig a r .
Micnti.is escribo, el delicioso aroma a pollo asado cubierto con m u s.ds.i de soja i n vacie la casa. Aunque sea una casa modesta, no exis-
i. iiui|',im otro lugar en el mundo en el que preferiría hallarme esta .....In I )entro de poco regresarán mi hija y mi marido, ella de una r ■m sión con la escuela y él de su despacho en la ciudad. «¡BienveniiIon .i casa!», gritaré desde la cocina. «¡Bienhallada!», responderán maniendo el rito familiar, soltando la bolsa de deporte, la cartera y la ......hila, desembarazándose del fardo de la jornada. «¡Q ué bien huelel, ,mliando cenamos?» H ay tiempo suficiente para dar una vuelta en Im. i 111eileilor de la manzana, pasear por el jardín, beber una copa de vMi**, i elebrar el regreso a casa. Un lindar bagante es un placer sencillo, pero rico en resonancias di muir y seguridad. Los sutiles aromas que impregnan el ambiente mi| >.u i en una sensación de lujo a tu casa. He aquí algunos consejos I* ii .i i onseguir que tu hogar huela deliciosamente. Vénula las habitaciones periódicamente, incluso en invierno, abrien>1" las ventanas y dejando que circule aire fresco. En los sofocantes ñu se-, veraniegos, cuando las ventanas permanecen cerradas y conectas •I .me acondicionado, espera hasta la noche, cuando refresca, para abrirI ii. No olvides abrir las ventanas después de un chubasco para dejar que ....... lien los deliciosos aromas estivales. ’*i tienes animales, utiliza un poco de bicarbonato para eliminar ni 11... olores cada vez que pases el aspirador. N osotros estamos acos.......IH.idos al o lo r de nuestras mascotas, pero puede resultar desagrad tile .i las personas que nos visitan. Anade unos polvos perfumados a la bolsa del aspirador para di•mu I....... la I cagancia mientras limpias las alfombras y moquetas. Lím III das i mi unos limpiadores de pino para impregnarlas de un intenso ..... na i n lugar de emplear aerosoles para limpiar los muebles, utiliza mi ihrill.mtador con perfume de limón. Conseguirás un brillo más inh n s o \ d e paso perfumar el ambiente. I'oii a hervir un poco de sidra de manzana, canela y clavos. Es un 111o i >(11ic i ei omiendan los agentes de bienes inmuebles para crear una iim.i'.li ia acogedora cuando acudan a visitar tu casa unos posibles M•1111ii adores. ( cea un ambiente tan agradable que quizá decidas no mtidai te. \1111« a unas golas de aceites paca perfumar el ambiente a la madera II ••pulula ni piulada, com o la parte interior de mesas y sillas, los quii ■ di las p u e i i a s y allei/aros do las ventanas, el interior de los cajo
nes, las barras de madera instaladas en los armarios y las estanterías. También puedes añadir esos aceites a los aros de metal o cerámica en los que se apoyan las bombillas (hazlo cuando la bombilla esté fría); al encender las luces, una agradable fragancia invadirá la habitación. Las velas perfumadas y el incienso aportan un toque romántico. Cuelga unos colgadores forrados y perfumados y unos saquitos de lavanda en los armarios; forra los cajones con papel perfumado. Quema maderas y hierbas aromáticas en la chimenea. Recoge los trozos de madera que encuentres en la playa y llévalos a casa; quema hojas de pino con aceites esenciales (bálsamo, lavanda o canela) y unos puñados de hojas secas de romero; añade a los troncos unos trocitos de cedro, mezquita o piñones. En las tiendas donde venden especiali dades irlandesas a veces se encuentran pequeños bloques de tierra de Irlanda, mi aroma sentimental preferido, especialmente en invierno. Los americanos nativos queman puñados de salvia para purificar sus casas e invocar una bendición sobre el espacio sagrado de sus hogares. Tú también puedes hacerlo. Coloca unos pebetes en toda la casa, pero utiliza un solo tipo para evitar que las fragancias se confundan. A mí me gustan las fragancias florales en primavera y verano y los aromas a especias en otoño e in vierno. Es muy entretenido confeccionar tus propios pebetes, al igual que confeccionar saquitos perfumados, pomos para perfumes y aguas florales. En el libro de Barbara Milo Ohrbach, The Scented R oom , hallarás unas recetas fáciles y útiles. Asimismo, no hay nada como entrar en casa, acalorada y sudorosa, empapar un pañuelo en agua de colonia de lavanda y refrescarte la cara y el cuello, como solían hacer nuestras bisabuelas. «En el mundo actual, considero no sólo agradable sino necesario rodearme a mí misma y a mi familia de cosas que resultan gratas, cáli das y acogedoras», sostiene Barbara Milo Ohrbach. Los ratos que pasamos en casa pueden convertirse en unos momentos fragantes y románticos cuando aprendamos a gozar de las delicias de un hogar sutilmente perfumado.
Un lujo al alcance de todos N o existe una casa tan desastrosa q u e no p u e d a transfor m arse en algo qu e v alg a la pen a. E lsie
de
W o lfe
T / n 1972 me trasladé a Londres para buscar fortuna en el teatro. No lo conseguí, de modo que durante un tiempo trabajé de secretaria cobrando cien dólares semanales. Por necesidad, viví en un siniestro cuartucho llamado eufemísticamente «bed-sitter», consistente, aparte de una cama, un armario y una silla, en una cocinita, un minúsculo lavabo, un «frigorífico» con dos estantes y unos tres metros de espa cio. Básicamente, se trataba de cuatro paredes mal pintadas con una bombilla que colgaba del techo. El baño estaba en el otro extremo del pasillo, y cada vez que quería darme un baño caliente tenía que intro ducir un chelín en el contador para que se encendiera el calentador de gas durante cinco minutos. Pero mi cuartucho se hallaba ubicado en el piso superior de un majestuoso edificio Victoriano, en una pintoresca calle inglesa y frente a un bonito parque. Tenía unos escalones de gra nito, una maciza puerta de madera negra con un picaporte de bronce que representaba la cabeza de un león, unas altas y elegantes ventanas bordeadas de madera blanca y unos maceteros negros de hierro forja do repletos de flores. Desde fuera presentaba un aspecto imponente, y cada vez que me acercaba a él tenía la impresión de ser la aristocrática dueña de una magnífica mansión. Pero en cuanto entraba, cerraba la puerta y subía los cuatro pisos hasta mi habitación, me convertía de nuevo en Cenicienta. También era una soñadora, y soñaba que algún día viviría rodeada de esplendor. U n viernes por la tarde, cuando regresaba a casa después del tra bajo, pasé frente al escaparate de unos grandes almacenes. Habían comenzado las rebajas y en el escaparate estaban expuestas las telas más preciosas que jamás había visto. Llevada por la curiosidad, entré, eché un vistazo a mi alrededor e inmediatamente imaginé unas escenas de lujo y grandeza. Aunque no poseía una máquina de coser y apenas sabía coser a mano, el espectáculo de aquellos maravillosos tejidos era irresistible. Se me antojaba el símbolo del lujo, y a un precio razona ble. Adquirí una pieza entera, unos treinta y cinco metros — a sólo dos dólares el metro de un algodón indio estampado en color tierra,
verde hoja y azafrán. Me gasté casi todo el sueldo de una semana, pero valía la pena.
Aquel fin de semana me dediqué a cortar, pegar, clavar y colgar trozos de tejido. Forré con él las paredes y el techo, confeccioné unas cortinas cosidas a mano, una colcha, unas fundas de almohada y unos cortinajes que colgué alrededor de la cama. El domingo por la noche, tanto el cuarto como yo habíamos experimentado un profundo cam bio. Estaba encantada con mi hermosa habitación y mi atrevida pero satisfactoria iniciativa. Años más tarde, cuando cayó en mis manos A ffordable Splendor, el indispensable manual escrito por Diana Phipps sobre el arte de la improvisación en la decoración de interiores, comprendí que éramos almas gemelas. Diana Phipps posee el don auténtico del ingenio. Utili za lo que tenga a mano, desde cajas de cartón hasta colchones de crin. Es capaz de camuflar lo que sea y lo aprovecha todo, ya sea un viejo chal, unas cortinas que se caen a pedazos o una raída alfombra. Los resultados son unos ambientes lujosos, confortables y originales que constituyen la esencia del chic de una tienda de artículos de ocasión pasando por el palacio de Buckingham. Ello no es ninguna coinciden cia, pues Diana es una condesa nacida en Checoslovaquia que vivió de niña en un castillo. Posteriormente, tras la ocupación alemana y la ins tauración del régimen comunista, su familia emigró a Estados Unidos, donde vivieron en libertad pero en «circunstancias limitadas». No obstante, una vez que Diana descubrió Woolworth’s y salió de allí habiendo adquirido cuarenta metros de algodón azul, nadie habría podido adivinar sus aristocráticos orígenes. Yo adoro ese libro porque comparto por completo las ideas de Diana Phipps en materia de decoración: Jamás ha atendido los conse jos de un experto sino sólo a lo que le indica su yo auténtico, lo cual es evidente. Según confiesa ella misma: «Por naturaleza soy perezosa y desordenada. Un carpintero, tapicero o pintor profesional hallaría, con razón, muchos motivos para criticar mi trabajo. Sé que no utilizo métodos ortodoxos ni la terminología correcta. En realidad, no quiero hacerlo. Sé lo que cobran los profesionales, el misterio que exhalan y, sobre todo, el tiempo que tardan en realizar su trabajo.» Diana se encarga de hacerlo todo ella misma y ha ideado unos sencillos méto dos destinados a personas «cuyo bolsillo, como el mío, no alcanza para llevar a cabo su sueño dorado». Quizá parezca presuntuoso, pero creo que todos somos tan listos como Diana. Sencillamente, no hemos desarrollado nuestras dotes has ta el extremo en que lo ha hecho ella, porque Diana se fía de lo que ve y de sus impulsos creativos. Se deja guiar por su intuición. Nosotros, en cambio, frenamos nuestros impulsos, dudamos, y acabamos apagan
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do la chispa de nuestro ingenio. 1 Ioy me gustaría convencerte de que no existe una habitación en tu casa que no puedas transformar utilizan do unos metros de tejido, pintura, una sierra, un martillo, clavos, aguja e hilo, una máquina de coser, cola, tu imaginación, tiempo y energía. «Lo más importante a la hora de decorar un ambiente — nos ase gura Diana Phipps— es pasarlo bien. Divertirnos descubriendo un objeto aparentemente inservible y convertirlo en algo útil... Lo mejor es lanzarse adelante con decisión, entusiasmo y unas tijeras bien afila das para eliminar obstáculos.»
18 D E JU N IO
Florecer Y llegó el día en q u e el riesgo qu e represen taba p erm a n e cer en cerrada en el capullo era m ás doloroso qu e el riesgo de florecer. A n a ís N
c
in
V>-/uanto tiempo, energía creativa y emociones consumimos resis tiéndonos al cambio porque suponemos que el hecho de crecer siem pre resulta doloroso? Buena parte de las cosas relacionadas con el desarrollo personal son molestas, sobre todo aprender a establecer unos límites en nuestras relaciones. Cuando decidimos mimar a nues tro yo auténtico y ayudarlo a desarrollarse, la gente cercana a nosotras advierte los cambios que experimentamos. Ésta es la época en que el desarrollo de las plantas en el jardín, que hasta ahora había sido paula tino, se acelera. A nosotras, que iniciamos hace cinco meses el camino diario hacia la plenitud, nos sucede lo mismo. Es difícil expresar tus auténticas necesidades diciendo «lo siento, no puedo», cuando todo el mundo da por sentado que puedes. Pero es peor entorpecer el desarrollo de tu autenticidad. Llega un día — quizás hoy en que el hecho de «permanecer encerrada en el capullo resulta más doloroso que florecer». «La jardinería es una actividad tan creativ.i como pintai o escribir un poema -afirma la escritora victoriana I l.mn.i Rion . Viene' ,\ ser una expresión personal de una misma, un eoiuepto individual di’ la belleza.» Asi mismo, l.i jardinería es una
buena loi m;\ tle explorat delii adamenie l.i i ue .lión del dcs.u i olio peí sonal planteado por la autenticidad, l a Madre Naturaleza es una men tora muy paciente. ¿Has conseguido hallar una rosa perfecta en tu jardín o en la lio ristería? Colócala sobre tu escritorio o tu mesita de noche. El Talmud nos dice: «Cada brizna de hierba tiene un ángel que se inclina sobre ella y musita “crece, crece”.» Nosotras también.
19 D E JU N IO
Arriba y abajo por el jardín L a ja rd in ería es un instrum ento de gracia. M a r y Sa r t o n
L f a jardinería fue uno de los primeros dones que el encanto de la vida simple me concedió al poco de haberme embarcado en el viaje del descubrimiento personal. Nunca había practicado la jardinería porque me parecía un trabajo absorbente y agotador. (Nadie dice nunca que «juega» en el jardín, sino que «trabaja» en el jardín.) Yo ya tenía mucho trabajo con la casa y escribiendo libros y artículos sin tener que ponerme encima a trabajar en el jardín. Pero hace unos años, en otoño, cuando empezó a emerger mi yo auténtico, decidí no saludar otra primavera sin haber plantado unos narcisos atrompetados y unos tulipanes en mi jardín. Dado que no sabía una palabra sobre jardine ría, recurrí a cuatro célebres jardineras: Gertrude Jekyll, Vita Sackville-West, Celia Thaxter y Katharine S. White. Katharine White había sido editora de The N ew Y orker desde su fundación, en 1925, hasta que se jubiló en 1958. Asimismo era una apa sionada de la jardinería. Su marido, el escritor E. B. White, recuerda en el prólogo del libro escrito por su mujer O nw ard and U pward in the Garden, que «Katharine consideraba el hecho de practicar la jardinería en sus ratos de ocio algo totalmente natural, se encontrara donde se encontrase y por muy ocupada que estuviera con otros asuntos». Otra de las aficiones de Katharine White era comprar por correo. «Hora tras hora estudiaba, analizaba, rechazaba o aceptaba las distintas pro puestas de los catálogos, inmersa en el delirio que le producía cultivar
•.un pl.mt.is-», rsi i ibe I H Wliitf. I sia invu iable pasión poi los c.it.ílo j*os ile jardinería la llevó, al eabo de unos años, a escribir sobre el tema. Su primer trabajo fue un artículo sobre catálogos de semillas y semilleros, con el que inauguró su famosa serie de artículos sobre jar dinería titulada «Onward and Upward». A mi entender, existen dos tipos de jardineras. Esas mujeres extra ordinarias que no sólo conocen cada flor, sino que la conocen por su nombre en latín. Son tan hermosas como las flores que cultivan y tra bajan en el jardín luciendo una pamela, perlas, un vaporoso vestido de gasa y zapatos de Ferragamo. Llevan meticulosos diarios de jardinería, planifican la ubicación de las plantas sobre papel cuadriculado y jamás transpiran mientras esgrimen un pico o una pala. Katharine White per tenecía a ese género de jardineras. La palabra que mejor describe al otro grupo es «grunge». En el jar dín siempre estamos sucias y sudorosas, ostentando en lugar de un «pul gar verde» unas uñas impresentables porque nos olvidamos de ponernos los guantes. Nos referimos a «esa florecita amarilla», señalándola con el dedo. Por lo demás, somos unas obsesas de la jardinería, poseídas no sólo por visiones del primitivo paraíso sino del Xanadú de Kubilay Jan. De otro modo, ¿cómo se explica que no se me ocurriera, al pedir que me enviaran catorce rosales en abril, que llegarían todos la misma mañana de mayo y me pasaría dos días cavando? Antes de plantar unos rosales, hay que cavar unos hoyos muy profundos. No obstante, conseguí plan tarlos en los hoyos que había cavado. Milagrosamente, no quedé sepul tada en ellos. Esos rosales se han convertido en los hijos de mi madurez, concebidos durante una tarde de apasionada lectura de catálogos de jardinería. Pese a la habilidad de Katharine para la jardinería, escribir sobre el tema era una tarea «lenta y tortuosa», según observó su marido. A mí, por el contrario, me resulta más fácil escribir frases que cultivar unos macizos de flores. Con todo, considero mis aventuras en el jardín co mo una trayectoria beneficiosa, una evolución del alma. La jardinería se ha convertido en un inesperado instrumento de gracia, pues he des cubierto horas de paz interior mientras permanezco arrodillada cavan do la tierra. En el jardín me despreocupo del trabajo y de todo aquello que no puedo controlar. Es una tarea que me absorbe por completo, y el sacramento del momento presente que experimento mientras planto flores o arranco hierbajos me produce una exquisita satisfacción. Mi mente se sosiega y siento mi corazón henchido de gozo. Ahora sé por qué el Gran Creador quiso que la mujer prosperara en un jardín. La sabiduría del Espíritu es infinita. Una preciosa rosa llamada «Placer» reclama mi atención. Adelante y hacia arriba. Ha llegado el momento de jugar.
Jardines secretos C on serva en tu corazón un lugar silencioso, secreto, d on d e dep ositar tus sueños. L o u ise D r is c o i .i .
E n 1898 Francés Hodgson Burnett, la autora del bestseller I I p equ eñ o lord, y una celebridad internacional a ambos lados del Atlán tico, alquiló una casa solariega, llamada Maytham Hall, en la campiña inglesa. Deprimida por el escándalo público suscitado por su divorcio y perseguida por la prensa debido a sus relaciones con su istra dor, un apuesto muchacho lo bastante joven como para ser su hijo, la señora Burnett buscó un apacible refugio donde meditar y reorganizar su vida. Su santuario favorito era un espacio exterior rodeado por unos muros de piedra que ella transformó en una rosaleda, en la cual plantó trescientos rosales de color coral. La señora Burnett solía refe rirse a su rosaleda como su estudio particular. En él pasaba los días cultivando los rosales o escribiendo a la sombra de un amplio parasol japonés en los días soleados. Cuando refrescaba se cubría con una manta de viaje, retirándose a la casa sólo cuando era imprescindible. A lo largo de nueve años la señora Burnett escribió tres libros y una obra teatral, y, en 1907, cuando expiró el contrato de alquiler y se vio obli gada a abandonar Maytham Hall, regresó a América. Mientras creaba una nueva rosaleda en su casa de Long Island, Nueva York, comenzó el libro que le daría más renombre, The Secret G arden, que fue publi cado en 1911. The Secret Garden es la historia de la redención de dos desgracia dos niños que hallan consuelo en la Madre Naturaleza. A medida que cuidan de un jardín abandonado, oculto entre muros de piedra, la res tauración del mismo se convierte en una hermosa metáfora sobre la redención de los niños. Hacia el final de su vida, Francés Hodgson Burnett recordó que su jardín en Maytham Hall había restaurado el sentido de su propia id en tidad. Los recuerdos de «una primavera suavemente lluviosa en Kcnt, donde pasé casi tres semanas arrodillada sobre una alfombrilla de cau cho junto a un precioso macizo de flores rodeado de hierba», peí ina nccieron grabados en su mente, así como «las plantas que florecieron en todo su esplendor en verano».
Poco después ile comen/.u ,i explorar y experimentar con los prin cipios del encanto de la vida simple en cuanto vehículo creativo para alcanzar la serenidad y la plenitud, tuve un sueño maravilloso. Una mano invisible me guió hasta un viejo jardín rodeado por una tapia y me mostró una llave dorada que yacía en el sendero. Cuando giré la llave en la pesada puerta de madera, ésta se abrió para revelar un erial cubierto de hierbajos y maleza. Estaba muy oscuro, pero al entrar vi una arcada que daba al jardín más fantástico que había visto en mi vida, bañado por la luz del sol. Curiosamente, me resistía a aban donar el desolado jardín que yacía a mis espaldas para penetrar en el Paraíso. Algo, como una mano oculta entre la maleza, me impedía avanzar. Al fin conseguí traspasar la arcada. Al hacerlo, el erial desapa reció y me vi rodeada sólo por belleza y abundancia y experimenté una gran dicha y serenidad. Cuando me desperté, comprendí de inmediato lo que significaba el sueño. El maravilloso jardín representaba la abundancia en mi vida, y el erial mis pensamientos de carencia. En nuestras vidas existen simultáneamente la abundancia y la ca rencia como realidades paralelas. Nosotros decidimos libremente qué jardín secreto deseamos cuidar. La maleza invisible que nos impide avanzar son nuestros pensamientos. Cuando decidimos no pensar en lo que nos falta sino en la abundancia de que gozamos — el amor, la salud, la familia, los amigos, el trabajo y las aficiones personales que nos proporcionan placer— el erial desaparece y experimentamos una gran alegría en nuestra vida cotidiana. Sería maravilloso poseer un jardín secreto, como Francés Hodgson llurnett, pero eso es imposible para la mayoría de nosotras. No obs tante, podemos tratar de crear un santuario exterior. Si dispones de un pequeño jardín, coloca una silla y una mesita en un rincón sombreado. ( ) cuelga una hamaca. Instala una silla o una tumbona en un extremo de la terraza o el patio donde puedas retirarte cuando necesites un res piro. Y, de paso, no olvides cuidar de tu jardín secreto interior, porque las semillas que florecerán en una expresión exterior se hallan disemi nadas dentro de ti. Elimina tus desilusiones, frustraciones, las ambicio nes que no se han visto colmadas, esperanzas incumplidas y rabia sobre lo pasado y lo que no se ha producido. Esas malas hierbas emotivas sólo sirven para ahogar tu creatividad. Deja que tu imaginación, libre de trabas, siembre las semillas de la posibilidad en la tierra fértil de tu alma. 1)eja que la pasión cultive tu jardín con paciencia y perseverancia. Pues, tal como observó I'Vanees I lodgson Burnett, «cuando posees un jardín, tienes un luturo y cuando tienes un futuro, estás viva».
Florece donde estés plantada F lorece d on d e estés p lan tada. M a r y E n g e l b r e it
YJL o me desarrollé tarde. Me casé a los treinta y dos años, tuve un hijo a los treinta y cinco, publiqué mi primer libro a los cuarenta y tres y planté mi primer jardín a los cuarenta y cinco. Me cuesta reconocer lo, como si fuera un defecto cósmico, pero May Sarton, quien escri bió, practicó la jardinería y vivió cada día con una pasión irable, asegura que «la jardinería es una de las recompensas de la madurez, cuando una está dispuesta a vivir una pasión impersonal, una pasión que exige paciencia, permanecer atenta a cuanto sucede a tu alrededor y la capacidad de seguir creciendo en tiempos de sequía y nieve, hasta alcanzar esos momentos de felicidad en que olvidas todos los fracasos y florece el ciruelo». El ciruelo no ha florecido esta mañana, pero en mi pequeño jardín ha brotado un precioso lirio rosa. ¿Cómo llegó hasta aquí? Yo lo planté, evidentemente, pero sé tanto sobre lirios como sobre la vida. Contemplo el lirio que tengo ante mí, majestuoso en su insondable misterio. Es tan efímero, tan exquisito, que su belleza debería adornar el Taj Mahal, pero ha florecido aquí, en Takoma Park. Un desarrollo tardío tiene sus ventajas, ¿pero cuándo fue la última vez que apareció un artículo sobre el tema en una de las elegantes revistas femeninas? La gran escritora y jardinera victoriana, Gertrudc Jekyll, considerada como la primera dama del diseño paisajista moder no, también se desarrolló tarde. La señorita Jekyll dedicó la primera parte de su vida a pintar, pero su deficiente vista la obligó a dejar los pinceles y coger una pala. A sus cincuenta y tantos años comenzó a practicar la jardinería, a fin de dar rienda suelta a sus dotes creativas. A lo largo de las próximas tres décadas diseñó más de cincuenta jardines ingleses, a cual más fabuloso, escribió catorce libros y numerosos ar tículos. Puede que se desarrollara tarde, pero con envidiable abiin dancia. Desarrollarse tarde significa que has tenido el tiempo y la oportu nidad de revisar y reorganizarte si experimentas con la vida y no con sigues alcanzar tus sueños. Las mujeres que nos desarrollamos tarde podemos arriesgarnos más porque .1 estas alturas nadie espera nada
espectaculai tic n o s o t r a s . Podemos rcinvcnlarnos o dejar que emerja nuestro yo autentico mientras nos redescubrimos y reivindicamos nues tra esencia. Mis repetidos intentos y fracasos de conseguir mis propósitos me lian enseñado que si queremos prosperar como seres creativos, si que remos desarrollarnos hasta alcanzar la plenitud y la armonía, debemos florecer donde estemos plantadas. En estos momentos quizá no tengas una carrera, un hogar o una relación conyugal perfectos. Como casi todas las mujeres. Pero si tienes el don que significa el presente, tienes la oportunidad de recrear tus circunstancias y perfeccionarlas con los recursos de que dispones. Hoy, tienes ocasión de mejorar tu vida. ¿Qué más puedes pedir? Tengo un pequeño rosal trepador que se llama «Blaze». Lo planté en un lugar demasiado pequeño, junto a unas imponentes peonías. Pero siempre he soñado con vivir en una casa cubierta con rosales trepa dores. Cuando dejé de esperar los regalos del mañana, encargué mi pequeño rosal. Cuando llegó, envuelto pudorosamente como una novia adquirida por correo, le di un beso, lo planté y recé para que todo fuera bien. Durante unas semanas no ocurrió nada, aunque yo vaporizaba a diario sus tallos y le murmuraba palabras de aliento para que «se desa rrollara y floreciera abundantemente». Por fin, al cabo de un mes, salieron unas hojas y empezó a trepar. Hoy he visto que han brotado unos capullitos. Los rosales trepadores no suelen echar flores el pri mer año, pero nadie se lo dijo a Blaze, quien decidió florecer donde había sido plantado. «Las personas que consiguen lo que quieren en la vida se afanan en buscar las circunstancias idóneas — observó el dramaturgo inglés George Bernard Shaw, quien sostenía que sus mejores ideas se le ocu rrían mientras trabajaba en el jardín— . Y si no las encuentran las fa brican.»
El huerto del gourmet Es difícil p en sar en algo q u e no sea a g ra d a b le m ientras sab oreas un tom ate cu ltivado en tu p rop io huerto. L e w is G r iz z a r d
I-/ a s décadas de los treinta y cuarenta fueron unos años de vacas fia cas en América. Durante los treinta la gente pasaba hambre debido a la Depresión: deudas, sequía, tormentas de polvo, carestía y desempleo. Desde 1942 a 1945, la gente tenía hambre de paz, orden, seguridad, de ver de nuevo a sus hijos que habían partido a la guerra, así como de carne, azúcar, queso, mantequilla y aceite, los cuales estaban raciona dos porque eran enviados a las tropas que luchaban en el extranjero. Durante esas décadas, mientras las mujeres procuraban arreglarse con lo que tenían, el hecho de cultivar un huerto revistió una nueva importancia. En la década de los treinta, las revistas femeninas anima ban a sus lectoras a cultivar su propio huerto por razones de econo mía. En los cuarenta, el presidente Franklin Roosevelt ordenó crear «huertos de la victoria» a fin de contrarrestar la escasez de alimentos. La propaganda doméstica exhortaba a las mujeres americanas a tener presente que «desperdiciar la comida en tiempos de guerra equivale a sabotaje», y las americanas respondieron a esa llamada patriótica culti vando más de un millón de toneladas de verduras al año — la mitad del consumo doméstico— en sus jardines traseros. El huerto de la victoria es un concepto que ha vuelto a ponerse de moda, no tanto por razones económicas sino por placer. Proba blemente el argumento más convincente para que cultives tu propio huerto sea un suculento tomate que empieza a madurar en la tomate ra. Dentro de un par de semanas, este producto típicamente veraniego alegrará mis mediodías, cuando haga una pausa para comerme un boca dillo de tomate y una limonada. Corta unas rodajas gruesas de tomate maduro, unta dos rebanadas de pan integral con mayonesa y aderézalo con una pizca de sal marina y pimienta recién molida. La boca se me hace agua al pensar en ello. Ahora piensa en unos deliciosos calabacines, pepinos, espinacas, guisantes, todo ello cultivado en tu huerto. Ha llegado el momento de pensar en cultivar nuestras propias verduras y hortalizas. El huerto de la victoria de los años noventa tiene un marcado aire gourm et, pero
es un lujo .t1alcana* de todos. ( lultiv.imos nuestros productos no sólo poi razones económicas sino por placer. I loy en día prácticamente toda persona aficionada a la cocina cul tiva su propio huerto, puesto que la jardinería y la cocina son dos pasatiempos creativos complementarios. Si no habías pensado nunca en ello, no tienes más que hojear el delicioso libro de Geraldene Holt, The G ourm et G arden, y si no eres aficionada ni a la cocina ni a culti var tus propios productos, descubrirás dos nuevas pasiones. Quizás este verano tengas un huerto digno de un gourm et. Los huertos hay que planificarlos y cultivarlos antes de que rindan fruto. Pero puedes sembrar las semillas de este sencillo placer en tu imagina ción para el año próximo. «La primera cosecha de ensaladas, rábanos y hierbas me hizo sentir como una madre respecto a su hijo. Me pare cía increíble que aquella maravilla fuera mía — declaró Alice B. T o ldas— . Cada vez que cogía una verdura u hortaliza en mi huerto expe rimentaba la misma emoción y asombro. No existe nada comparable a ello, ni nada tan satisfactorio y emocionante como coger los produc tos que cultivas en tu huerto.»
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El sueño de una noche de verano Es el m om en to culm inante d el añ o; lo q u e la m area se h a llev ad o regresa con ren ov ad o ím petu. E l corazón está tan rebosan te q u e basta una gota p a ra h a cer q u e se desborde. Som os felices p o rq u e D ios así lo desea. J am es R u ssell L o w e l l
D u r a n t e siglos, las mujeres inteligentes han sabido que un poco de locura y magia estival es bueno para el alma. Ello probablemente ex plica el motivo de que en Europa se celebre tradicionalmente la víspera del solsticio de verano (23 de junio) con alegres festejos y unas gotas de brujería. Esa fecha es también la fiesta sagrada de Aguas Tranquilas, la secta
y
de Nueva Inglaterra imaginada pot la autora y dibujante I asi in I ndoi, Los seguidores de Aguas Tranquilas los parientes y amigos de I r, ha Tudor— sostienen que los placeres sencillos de la vida deben sei saboreados y la naturaleza respetada. La religión de dicha secta, que aúna las creencias más positivas de los shakers, los cuáqueros y los del movimiento amisli, consiste, según su creadora, en un estado de ánimo. «El nombre de Aguas Tranquilas tiene unas connotaciones apacibles — observa TI dress Tudor— . Una vida sin estrés. Hoy en día la gente se siente ago biada. Si bebieran camomila y pasaran más tiempo sentados en una mecedora en el porche, disfrutarían más de la vida.» La víspera del solsticio de verano, los seguidores de Aguas Tran quilas celebran una gran fiesta con música, baile en el corral y una suculenta cena. «Sus son muy hedonistas. Opinan que la vida hay que gozarla, no sufrirla», insiste Tasha Tudor. El primer mandamiento de la religión de Aguas Tranquilas es «disfruta de cada día». Es un catecismo que todos deberíamos observar si queremos experimentar el Cielo en la Tierra. Lamentablemente, los seguidores de Aguas Tranquilas no hacen prosclitismo de su religión, de modo que tenemos que arreglárnoslas solas. No obstante, este credo nos invita a investigarlo personalmente. A mí me encanta el día del solsticio de verano (23 de junio). Para mí, se trata de un momento en que me detengo para revisar mi vida y corregir posibles errores. Salgo al jardín a primeras horas de la maña na y cojo una flor salpicada de rocío. Aplico unas gotas de rocío con los dedos sobre mi rostro, pues la leyenda afirma que todas las muje res que se laven la cara con el rocío del solsticio de verano se harán más hermosas a medida que pasen los años. A la hora del té comemos unos bollos caseros especiales, preparo un delicioso postre a base de sidra, limón, fresas y nata batida, que tomamos en el jardín, a la luz de la luna, y mis sueños personales se renuevan. Siendo como soy irlan desa no desecho la creencia en los amuletos, las hierbas mágicas y la predicción del futuro, pues sé que existen muchas cosas que jamás lle garemos a comprender. Pero en estos días no me interesa lo que el futuro me tiene reservado, sino vivir el presente. «En mi opinión, los días más agradables no son aquellos en los que suceden cosas fantásticas y excitantes, sino los que nos procuran pe queños placeres, uno tras otro, como perlas que se deslizan de un cor del», revela la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery a través de su protagonista, Anne Shirley. Cuando llega el solsticio de verano conviene mirar hacia delante y soñar. Con suerte, quizá vivas «un verano inolvidable —uno de esos veranos que ocurren rara vez y dejan una estela de maravillosos recuerdos— , uno de esos veranos en
que, |’,i acias a una feliz combinación ele Inien tiempo, buenos amigos y buenas obras, roza la perfección».
Confío en que este potente sortilegio del solsticio de verano no se rompa nunca para ti y las personas que amas.
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Esplendor en el jarrón: vivir con flores P refiero ten er unas rosas sobre m i m esa qu e lucir unos bri llantes a lr ed ed o r d e l cuello. E mm a G o ld m an
I-/ a famosa jardinera y escritora inglesa Vita Sackville-West sostenía que la jardinería era como la pintura. «Una se imagina pintora, dando un toque de color aquí, otro allí, hasta que toda la composición está a nuestro gusto.» Yo soy todavía una neófita en materia de jardinería y no he experimentado su observación de primera mano. Sólo descubro el toque de color que he dado después de que éste ha florecido. Pero sí me siento como una pintora cuando arreglo un hermoso ramo de flores. Ésta es la época del esplendor floral. Saquémosle el máximo prove cho. Vivir con flores es un placer sencillo y delicioso; y en primavera, verano y otoño constituye un lujo que todos podemos permitirnos. En invierno, las flores resultan demasiado caras para mi presupuesto. Al igual que Emma Goldman, prefiero tener unas rosas sobre mi mesa que poseer un valioso collar de brillantes. La posibilidad es aún mayor si cultivas tus propias flores, por lo que esta primavera compré unos rosales. En mi corazón e imaginación florece la imagen de una casita y un jardín inglés, pero se materializa muy lentamente. Los jardines requieren mucho tiempo y cuidados antes de recom pensarte con un ramo de flores. Entretanto, me dedico a arrancar los hierbajos y a esperar. Pero mientras espero me dirijo al mercadillo de productos del campo que se celebra todos los fines de semana y me detengo en un puesto junto a la carretera para aspirar el perfume de las flores y com prar un ramito. Asimismo, he tratado de pensar en la forma de vivir
con llores lodo el ,mo. I )n medio es empe/.u rode.Uidoiio di pm duelos botánicos», descripción t|iio comprende llores, liuiai I• ramas y hierbas. MI término •produi ios hot,m i c o s - s» i. h. n tm.l.i» ti a muebles decorativos, papel para revestir mu ron, ( e j id o s \ n«» I porcelana que ostenten un diseño doral. Hace cuatro mil quinientos años que los seres lumuiu *. dt * ...... un nuestras casas con productos botánicos, según deimiesit i mt mili* egipcio de unas ocas picoteando en un prado salpicado de 11<>•«*• hHlfl Los diseños florales pueden dar la impresión de un )aidin minlHt, mientras que los abundantes acentos naturales dispomU. , « I.•I n r , ,| todo el año imparten no sólo un gran encanto visual sino una m||I *■ *. de reconfortante continuidad. Si deseas decorar m c a s a .................. . florales te recomiendo dos magníficos libros: A Hottinn.il L
h, Cynthia Gibson, y The Floral H om e, de Leslie Geddes llm» n Durante los meses de verano, cuando las flores abundan \ ........... caras, me gusta llenar mi casa con estos sencillos dones d. I . m anin de la vida simple. Pero mientras arreglo unos ramos no s o l o p,n| I* sala de estar, sino para el comedor, la cocina, el baño y mi <siudi«t| ••• que me hallo en buena compañía. «Las flores me producen una m
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Manos a la obra P lán talo con la p a rte v er d e hacia arriba. M a r y A n n y F r e d e r ic k M c G our i y
0 > ó m o va tu jardín? ¿Ha crecido mucho? Si tienes problemas pai a plantar el jardín que sueñas poseer, siempre existe una solución. (,>m zá vives en un apartamento en la ciudad y no dispones de esp...... Pero eso no es un problema. Algunos de los jardines más bonitos
he visto estaban instalados en los escalones de entrada a una casa, Si dispones de un balcón o una terraza, puedes crear un pequeño j.u - lm rebosante de rosas, plantas anuales, hierbas, tomates y verduras. Si no tienes un balcón o una terraza, puedes crear unos minusi ulm
nliin i tic |*l,mi.is c'si.u it>ii.iItvs colorándolas en unos m aceteros i*n el fiuu de l.i rasa. 11no tic los ejemplos m.is encantadores tl.ua de los *H" . itcini.i: coloca una celosía tle madera blanca frente a una ventana 1***1 l.i (jue penetre la luz y planta unas semillas de campanillas en un Himeiero simad o junto a ella. Al trepar por la celosía las flores form aMl i una deliciosa e insólita cortina estival.
• i nenes la suerte de disponer de una pequeña parcela de terreno, «.!• al . el máximo partido. Acude a tu diario de descubrimientos persoitiiI \ i omprueba qué tipo de flores anhelas contemplar en tu jardín. Si i...... . secura, echa un vistazo a los estantes dedicados a la jardinería ni una librería y compara los libros que más te gusten. Anota los .... ni 'ic. tic las flores y dónde encargarlas si no las venden en los co * u ms tle tu ciudad. I uego consigue un ejemplar de The Garden Prim er, de Barbara I lamrosch. Cualquier libro que empieza recomendando «manten la Ii.ii le verde hacia arriba» es el tipo de libro de jardinería que me gusta. IVii|'i) otros maravillosos tomos de jardinería, pero The G arden Pri m a está cubierto de manchas parduscas que demuestran mi devoción lu> ia el, pues lo llevo siempre conmigo cuando trabajo en el jardín. I n realidad es muy sencillo cultivar un jardín. Sólo tienes que aprendci a pensar como una planta», afirma Barbara, y con su indispensable [•.nía, lo lograrás. I Jna buena manera de comenzar es pedir que te envíen unos catá logos de bulbos primaverales. Los bulbos tienen que ser plantados en •ito ño, a finales de octubre o a principios de noviembre, antes de las l*i imeras heladas, de modo que el verano es la época ideal para empe/.u a planificar tu jardín. E. B. White, quien después de la muerte de •ai esposa Katharine reunió en un libro los artículos que ésta publica ba en The N ew Yorker, concluye sus recuerdos de la pasión que sen tía Katharine por la jardinería con una imagen de ésta plantando sus iilt imos bulbos en otoño y «su profundo convencimiento de que ha bí ia otra primavera, haciendo caso omiso de que su vida se estaba con•anniendo, aunque sabía que no tardaría en morir, sentada en el jardín, bajo el cielo plomizo de finales de octubre, sosteniendo un detallado i;i áfico y planificando con calma la resurrección». Al leer ese párrafo lloré de emoción. A partir de entonces, cada primavera, cuando mis bulbos florecen, doy gracias en silencio a Katharine White. Después de cerrar el libro, me dirigí al semillero de Takoma Park y compré cien bulbos de narcisos atrompetados y tuli panes para la resurrección de mi alegría y satisfacción. He aquí un consejo sobre plantar bulbos que me resultó muy útil. No hagas caso de los manuales que recomiendan plantarlos a bastante distancia unos de otros. Yo seguí ese consejo al poco de mudarnos a m í
cst.i casa v los resultados fueron tan deprimentes que durante una década renuncié a mi sueño de cultivar un jardín. Al fin, tras ii.it año tras año los macizos de flores que rodean la Biblioteca del ( mi greso, pregunté a uno de los jardineros su secreto. Éste me recomendó que plantara al menos seis bulbos en cada hoyo (forma un círculo dibulbos en el hoyo y coloca un bulbo en el centro) y que los dispusiera a poca distancia unos de otros. El resultado fue extraordinario. Me gustaría poder transmitirte la inmensa alegría y satisfacción que sentí al ver florecer esos bulbos a través del suelo helado, irguien dose hacia el cielo e inclinando sus maravillosos rostros hacia el sol. Cada mañana, en primavera, mientras Katie y yo aguardábamos que llegara el autocar de la escuela, conversábamos con «las damas», según las llamábamos, saludando cada nueva flor que brotaba y dándole las gracias por la belleza que aportaba a nuestras vidas. Por último, te dejo con unos gratificantes consejos de Gertrude Jekyll, cuyos conocimientos cambiaron hace un siglo la faz de la jardi nería. «No te desanimes pensando en cuánto te queda por aprender — nos dice Aunt Bumps (como la llamaban sus íntimos)— . Cada nue vo paso que damos nos hace sentirnos más seguras y decididas.»
26 D E JU N IO
La esencia del Paraíso de toda mujer D urante todo el año, ella ten ía unas m acetas de plan tas sobre los escalones d e m a d era p in tados d e verde. H a b ía espe cies raras de geranios, rosales enanos, espireas con delicados pétalos blancos y rosas... COLETTE
^ ^ [u c h a s mujeres disponen de un espacio donde hacer realidad sus sueños de poseer un jardín, pero no todas. Si vives en la ciudad y no dispones de un patio o una terraza, no pases por alto estas reflexiones sobre la jardinería. No importa dónde vives, todas las mujeres pueden gozar de esta afición encantadoramente simple. Una estupenda mane ra de comenzar es colocar en el interior de tu casa unas plantas que florezcan todo el año.
IV n > no cualquiei u p o de plantas. I las raspillas y los árboles de* rancho en la zona tic* recepción de la oficina, donde deben estar. A dor na tu casa con plantas fragantes y románticas com o camelias, fresias, narcisos, jacintos, heliotropos, jazmines, violetas, geranios perfumados.
El hecho de no poder permitirme comprar flores durante todo el año hizo que me decidiera a crear un jardín interior. A medida que descubrí mis auténticas preferencias y busqué detalles sencillos y ale gres para animar mi jornada, me di cuenta de lo importante que era para mí estar rodeada por la belleza visual del Espíritu que se expresa en la naturaleza. Deseaba recrearme contemplando y aspirando el per fume de unas plantas en mi hogar. La inspiración que me hizo dirigir me al semillero fue un libro titulado The Essence o f Paradise: Fragrant Plants fo r In d oor Gardens, de Tovah Martin. Esta maravillosa obra constituye un seductor paseo a través de las estaciones del año, enu merando todas las plantas que podemos conseguir desde enero hasta diciembre y explicándonos cómo cuidar de ellas. Empecé cultivando bulbos y ramas floridas en invierno y primave ra, porque no puedes fallar con ellas y las jardineras neófitas necesita mos alcanzar constantes éxitos en nuestra tarea. Luego, poco a poco, pasé a otro tipo de plantas. Las personas a quienes nos gusta ejercer nuestra imaginación en materia de jardinería, como yo, solemos termi nar rodeadas de plantas que parecen cultivadas por el malvado perso naje cinematográfico Morticia Addams. Más que poseer grandes dotes jardineras, en nosotras destaca el triunfo del entusiasmo sobre nues tras experiencias previas. Con todo, una de mis excursiones creativas favoritas es visitar todos los meses un importante invernadero, para irar las plantas que con tiene. Ahora que sé que soy capaz de cultivar en casa esa belleza y fra gancia, mi afición aumenta día a día. «La jardinería no tiene un principio y un fin. El placer que nos de para nuestro olfato no sabe de estaciones — asegura Tovah Martin— . Cultivado bajo cristal o floreciendo sobre una mesa junto a ti, el jardín interior posee una inmediatez que los jardines exteriores no tienen. Los aromas imparten una intensidad extraordinaria... Deliciosamente destilados, exquisitamente variados, constituyen la esencia del Paraíso.»
El romero trae dulces recuerdos: cultivar las hierbas de los deseos y las esperanzas L a m elisa te ap orta ternura y la m ejoran a alegría. L a salvia significa larga vida, la asperilla te au gu ra salud, un tesoro m ás fa b u lo so qu e cu alqu ier fortu n a. Si la lav an d a significa una p rofu n d a devoción, e l rom ero te proporcion a afecto y dulces recuerdos. Q u e el cielo, la tierra y el h o m b re se unan p a ra proporcion arte estas bendiciones. R a c h e l P a g e E l l io t t
D u r a n t e siglos, en los conventos benedictinos la jardinería — sobre todo el cultivo cié hierbas— ha constituido un importante ritual en la vida religiosa. Pero la afición a cultivar hierbas se remonta a casi seis mil años antes de la era cristiana. En civilizaciones antiguas como las de Egipto, China y Asiria, los botánicos eran venerados y sus ense ñanzas sobre las propiedades medicinales de las hierbas constan en numerosos textos sagrados. Durante la Edad Media la tradición del cultivo de hierbas fue preservada por mujeres sabias y comadronas, quienes compartían recetas y fármacos compuestos por hierbas cogi das en el bosque y cultivadas en jardines domésticos. Las hierbas están envueltas en más misterio y leyendas que ningún otro tipo de plantas. Cada hierba posee su propia historia, significado y aplicación para cocinar o elaborar medicamentos. El rey Carlomagno de Francia, el primer emperador del Sacro Imperio Romano, soste nía que las hierbas eran «el amigo del médico y el orgullo de los coci neros», y en el siglo IX ordenó que plantaran hierbas en el jardín real. Según la creencia popular, las hierbas eran esenciales para vivir una vida larga, dichosa y saludable. Las hierbas son otro vehículo de expresión creativa para quienes vivan en un apartamento, ya que puedes cultivar todo el año una gran variedad de hierbas en unos tiestos frente a la ventana. Si aún no has comenzado, todavía estás a tiempo de visitar esta semana un mercadi llo de productos artesanales y comprar unas cuantas plantas. Las hier-
Imn se .id.ipl.iu cMup< nd.míenle .1 los jardines interiores porque no necesitan mucho espacio y son fáciles de cultivar. Puedes cultivar una deliciosa colección de hierbas para cocinar formada por albahaca, enel do, perejil, mejorana, tomillo y romero en un amplio recipiente de barro o catino, como suelen utilizar las amas de casa italianas. Aparte de alegrarte, el exquisito aroma de las hierbas frescas te animará a probar nuevos platos y recetas. Tengo una amiga experta en hierbas que consigue mantener un pie en el siglo XVI y el otro en el X X I sin perder el equilibrio. Jeri sabe, conoce y respeta el misterio, la magia y la sabiduría de la naturaleza, a la cual llama «Madre». Cada vez que coge unas hierbas en el campo para crear sus propias medicinas, aprovechando los dones que la Madre le ha concedido tan generosamente, se convierte en protagonista de su cura ción, su búsqueda de la armonía y plenitud. Cuando utiliza eneldo, oré gano o romero para realzar un plato, contribuye a mejorar su alimenta ción, su bienestar y su dicha. Su amor por las hierbas es una expresión tangible de su amor y respeto hacia sí misma. Cuando va al campo a coger hierbas, Jeri ejecuta un rito de los americanos nativos. Lleva una bolsa sagrada que contiene semillas de trigo y mientras coge hierbas arroja las semillas en señal de ofrenda. Aunque las semillas no florezcan, su gesto contribuye a alimentar a las criaturas de la Tierra. «Cuando los americanos nativos cogen hierbas entonan un canto especial — me explicó Jeri— . La tierra es mi madre y cuida de mí. La tierra es mi madre, yo cuido de ella.» Hoy, siembra unas semillas simbólicas, aunque no tengas un jar dín, a fin de ritualizar la nueva vida que estás creando en tu interior. Pide la bendición del Espíritu y la ayuda de la Gran Madre, convenci da de que a su debido tiempo recogerás una abundante cosecha para ti y las personas que amas. «Cuando fui en busca del jardín de mi madre hallé el mío», nos dice Alice Walker. Hoy, confío en que ambas descubramos nuestro jardín personal.
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Trasplantar: dar a las raíces y a tí misma espacio para crecer Florecilla, si p u d iera com p ren d er lo q u e eres, tus raíces y todo lo dem ás, sab ría lo qu e D ios y [la m u jer] significan. A lfr ed ,
lo rd
T en n y s o Ñ
A
JLJLy! Se le caen las hojas. ¿Qué ha pasado? La planta ha sido regada; tiene suficiente luz; no hace ni demasiado frío ni calor. Levanto el ties to y observo el pequeño orificio de drenaje situado en la parte inferior. Veo unas pequeñas raíces blancas asomando por el agujero, tratando de huir o al menos hallar espacio donde respirar. Las plantas se asfixian. ¿Sabías que es necesario trasplantarlas co mo mínimo cada dos años? Hasta ahora eso no había representado un problema para mí, puesto que mis plantas no solían durar tanto tiem po. Pero a medida que empecé a cuidar mejor de mí misma, cuido más de todo cuanto me rodea. No obstante, aunque las raíces no necesiten más espacio para crecer, es necesario cambiar la tierra porque la plan ta ha consumido todos los nutrientes y el interior del tiesto se ha con vertido en un erial. «A veces no me doy cuenta de que me asfixio, de que necesito más espacio para respirar — confiesa Gunilla Norris en su espiritual y mágica obra, Being H om e— . Me falta el valor para trasplantarme, para absorber el impacto de la tierra nueva, de sentir y echar raíces en un terreno desconocido.» Nosotros también debemos trasplantarnos de vez en cuando para crecer más. ¿Pero cuándo? Cuando nos sentimos marchitas antes de que comience la jornada. Cuando no somos capaces de visualizar o soñar. Cuando no recorda mos la última vez que nos reímos. Cuando creemos haber perdido las ilusiones. Cuando eso ocurre, semana tras semana, debemos recono cer que nos estamos asfixiando. Tenemos que desprendernos suave mente de la tierra que rodea nuestra alma, hallar algo que estimule nuestra imaginación, que nos acelere el pulso, que nos haga sonreír o hablar más animadamente. Pero trasplantarse no significa que debemos romper nuestro matri- 296 -
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monio o .il >.i ncloi i.i i nuestro 11.il ».ij« >. Significa 111u* necesitamos alj»o nuevo, ¿P o r qué es demasiado tarde para regresar al instituto y estudiar alguna materia que te interesa?
Quizás este verano sea el momento ideal para aprender francés o montar un negocio de objetos de regalo. Quizá puedas llevar a reparar I.i máquina de coser, tratar de preparar un refresco de grosellas o prac ticar la esgrima. ¿Qué te impide escribir solicitando ese crédito, hacer le socia de un club, asistir a un ciclo de conferencias, publicar tu pro pio boletín o pedir que te envíen esc interesante catálogo de venta por correo? Mientras me ocupo de mis plantas, veo que las raíces se han enre dado y las separo suavemente con los dedos. Hoja. Tallo. Raíz. Mente. Cuerpo. Alma. Tres en uno. El infinito hilo misterioso del Espíritu. Con frecuen cia pienso que si pudiera descubrir dónde comienza una hebra y ter mina otra, lo comprendería todo. Comprendo muy poco, pero de alguna manera lo intuyo. Coloco la planta en un tiesto algo mayor. No demasiado; no debe mos abrumarla sino alentarla a que siga creciendo. Asimismo, no de bemos tratar de arreglar el mundo, sino ocuparnos lenta y concienzu damente de las tareas que nos corresponden. Ahora añado al tiesto tierra fértil y riego la planta. Lentamente, la traslado a un lugar sombreado durante un día, para que pueda adaptarse a su nuevo entorno. Pero incluso en este momen to, el tallo parece que está más tieso, las hojas más vivas. «Habla con Él y te escuchará — nos dice Tennyson— . El Espíritu se encuentra con el Espíritu; Él está más cerca que nuestra propia respiración y más cerca que nuestras manos y nuestros pies.» La raíz y la flor asisten en silencio a la restauración.
2')
Di: JU N IO
Podar para seguir avanzando M i a lm a es un cam po surcado p o r el dolor. Sara T easdali-
L o s accidentes de la vida ocurren de improviso, inexplicablemente. Una corredora de fondo descubre que el dolor que siente en sus mus culos se debe a una esclerosis múltiple. Una hermosa actriz, descrit.i por los medios como «una sirena hollywoodiense», se somete a un.i doble mastectomía. La felicidad doméstica de una popular escritor.i, muy celebrada en sus libros, se desintegra públicamente. El rostro de una atractiva modelo queda destrozado por los navajazos de unos gamberros. Una extraordinaria pianista cae a la vía férrea y pierde una mano. Esos accidentes particularmente crueles constituyen una prueba irrefutable de la perversidad del destino. Con demasiada frecuencia la vida nos golpea duro. El término «accidentes de la vida» fue acuñado por Gail Sheehy en su libro Pathfinders. En él, su autora profundizó en los accidentes que sufrimos en nuestra vida y que no somos capaces de predecir ni evitar. «Como decía John Lennon — afirma Sheehy— , los accidentes de la vida son las cosas que nos ocurren mientras hacemos otros planes.» Pero los accidentes de la vida no tienen por qué ser pasto de las noti cias de las seis. Los más comunes — divorcio, deudas, drogas— pue den causarnos un efecto igualmente devastador. Lamentablemente, según descubrió Sheehy mientras escribía sus libros, «la mayoría de la gente no encaja de forma positiva ni los acon tecimientos previsibles, especialmente los que se producen en la ma durez, ni los accidentes de la vida». No obstante, las personas que consiguen sacar provecho de la adversidad se convierten en lo que Shee hy denomina «pathfinders», o personas que buscan un camino o una salida a su desgracia, unos campeones que, «negándose a dejarse hundir por los golpes de la vida salen de ellos victoriosos». Los accidentes de la vida nos obligan a «podar» todo lo superfluo. Nuestras almas se convierten en unos campos surcados por el dolor. Puesto que soy una jardinera neófita, la tarea de podar me inspira gran respeto. Eleanor Perenyi me asegura en G reen Thoughts: A Writer in the G arden que «las plantas saben que estás allí, y cuando te
•uviT.is ,i ell.i*. (,,.),ii uniendo un cuchillo, gritan espantadas; poi el con ii.\iio , si les hablas con .ileeio o rezas, te recompensarán desarrollan dose de forma extraordinaria». Dado que me inclino más p or hablar les con cariño y rezar, siempre acom eto la tarea de podar mis plantas con desagrado.
Por otra parte, la idea de eliminar una parte sana para estimular su desarrollo me deja perpleja. Me parece ilógico. Sí, comprendo intelectualmente que el hecho de podar una planta no la debilita sino que la refuerza, pero no deja de disgustarme. Sin embargo, cuando contemplo mis rosales comprendo que es necesario podarlos de vez en cuando para favorecer su crecimiento. Nosotras también debemos experimentar dolor a fin de crecer. El dolor elimina las emociones, ambiciones y fantasías innecesarias y nos enseña unas lecciones que la felicidad no puede enseñarnos. El dolor elimina los detalles insignificantes que nos impiden concentrarnos en lo que es verdaderamente importante, minando nuestras fuerzas y nuestro espíritu. Si no podamos nuestras plantas, lo hará la naturaleza por medio del viento, el hielo, el granizo, el fuego y las inundaciones, dándoles forma y reforzándolas. Si no somos capaces de eliminar el estrés que nos agobia y seguimos avanzando bajo la pesada carga de lo superfluo e inútil, lo hará el dolor. El dolor es un jardinero nefasto. Los cortes que nos inflige duelen mucho. Pero tras podar y eliminar todo lo superfluo de nuestras vidas, preferiblemente de modo voluntario, conseguiremos discernir lo que es real, importante y esencial para nuestra dicha. Anímate. Examina tus plantas y tu vida. Cuando llegue el momen to propicio, sal al jardín armada con unas tijeras bien afiladas. Habla a tus plantas con cariño. Reza suavemente. Pódalas. Y sigue adelante.
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Lecciones del jardín T odo cuanto necesitas está en el fo n d o de tu alm a, esperan do revelarse. L o único qu e debes hacer es sosegarte y buscar las respuestas en tu interior, y te garan tizo qu e las hallarás. E il e e n C a d d y
H a c e treinta años, Eileen y Peter Caddy, sus tres hijos y una ami ga llamada Dorothy MacLean, obedeciendo un mandato espiritual interior, se trasladaron a una zona situada en la costa septentrional de Escocia. Allí, junto a un vertedero rodeado de dunas, crearon un jar dín siguiendo sus dictados espirituales. A través de la oración y la meditación, Eileen y Dorothy consiguieron ar con la esencia espiritual, o «deva» de cada especie de plantas, que Dorothy describió como «unos ángeles, unos seres inmensos que infunden vida y crean todo cuanto existe en la naturaleza». Cada planta impartía unas órde nes espirituales respecto a lo que precisaba para prosperar en circuns tancias adversas. Al cabo de unos años, la Comunidad Findhorn, como acabó llamándose el asentamiento que crearon, alcanzó fama internacional debido a la abundancia de plantas, vegetales, frutas y hierbas que cultivaban en aquel lugar pese a las nefastas condiciones, constituyéndose en la manifestación espiritual de un oasis en medio de un erial. «Ten la seguridad de que todas tus necesidades se verán col madas, de que hallarás respuesta a todos tus problemas, de que alcan zarás la abundancia a todos los niveles, de que crecerás espiritualmen te», me dice Eileen Caddy mientras remuevo la tierra, planto las semillas, arranco las malas hierbas, riego y espero. Ésas son las leccio nes que ella aprendió en su jardín. Unas lecciones que ansio aprender yo misma. Estudia los ciclos de la Madre Naturaleza, los murmullos del jar dín, pues se corresponden con los ciclos de crecimiento de tu alma. Sosiega tu mente. Reprime tu ansiedad. Aprende a esforzarte. Apren de a aguardar. Aprende a aguardar esperanzadamente. Otra importante lección que te enseña el jardín es a sembrar y cosechar, así como el momento en que hay que hacerlo. Cosecharás lo que siembres. Si planto lechugas, no cosecharé tomates. Si sólo planto semillas positivas en mi subconsciente — pensamientos de abundancia en lugar
lm i(Mici.i en nn |.ii(lin llo ro ie ia l.i abundancia I',ii cuanto al momento de sembrai y cosechar, debo advertirle tjik* el tiempo, .i nivel espiritual, no discurre al mismo ritmo que el tiempo que experimentamos en el plano terrenal. Un año para nosotros es un segundo en la dimensión espiritual. Ello explica por qué una pintora que lleva años esforzándose en darse a conocer se convierte en un éxi to de la noche a la mañana. He aprendido esa lección sembrando y esperando sin perder la paciencia. Ello no significa que las semillas hayan caído en terreno estéril. Me niego a creerlo, pues he preparado la tierra, he cavado hoyos profundos, he añadido la mezcla adecuada o turba, arena y tierra caliza. El suelo es fértil. Algunos cultivos — las frambuesas, los espárragos, las uvas— requieren mucho tiempo antes de obtener una buena cosecha. Si pretendo que mi cosecha sea un camino diario hacia la alegría y el bienestar enraizado no en el mundo sino en el Espíritu, debo ser paciente. «No vives conforme a las leyes humanas sino divinas — nos re cuerda Eileen Caddy— . Los milagros ocurren. No pierdas nunca de vista la idea de prosperidad y abundancia, y ten por seguro que al ha cerlo pones en marcha unas fuerzas que las convertirán en realidad.»
de ptMi.NíimirntoN de
Pequeñas alegrías para junio Emprende un viaje a través de la memoria atrapando luciérna gas en el césped hasta el anochecer. Prepárales un hotel confortable en un tarro de mayonesa limpio y forrado de hierba, practicando unos orificios en la tapa para que respiren. Tras una breve visita, déjalas en libertad. Saborea un vaso de limonada helada y una buena conversa ción cuando regreses a casa después del trabajo. Aunque las limonadas congeladas son muy buenas, ¿por qué no preparas un delicioso néctar con limones frescos y azúcar? He aquí la receta: hierve durante cinco minutos dos tazas de azúcar granulado y una taza de agua junto con las cortezas de tres limones cortadas en tiras delgadas. Deja que el almíbar se enfríe y añade el zumo de ocho limones. Cuélalo, viértelo en un recipiente cubierto y mételo en el frigorífico. Para preparar una limonada utiliza dos cucharadas de almíbar por cada vaso de agua helada o carbónica. ^ Participa en un festival de fresones u organízalo tú misma. Los Victorianos denominaban esos acontecimientos caseros «festín de fre sones», y el menú incluía todo tipo de platos confeccionados con ese
Iiuto. I >.i tin.1 (¡esta y piilc* .1 iii*. .uuig.iN que traigan sus recetas lavoii tas a base tic fresones. Un día es un día. Recuerda que el helado es bueno para el alma. Congela un.i porción de helado casero, saborea un cucurucho a la hora de comer, te pondrá de buen humor. Un fin de semana de junio compra una sandía y guárdala vein ticuatro horas en el frigorífico para que esté bien fría. Córtala en pe dazos grandes y siéntate en el porche, en la terraza o en los escalones de la entrada para compartir la sandía con tu familia o amigos. Orga niza un concurso para ver quién es capaz de escupir las semillas más lejos. Cuelga una hamaca y túmbate en ella. Celebra el 21 de junio, el solsticio de verano. Instala una tien da de campaña en el jardín, saca los sacos de dormir, enciende una fogata en la barbacoa. Sirve perritos calientes y unas galletas y chocolatinas de postre. Diviértete contando historias de fantasmas y dur miendo a la luz de la luna. Organiza el 23 de junio «La gran fiesta de una noche de vera no», como los de Aguas Tranquilas, la secta creada por Tasha Tudor. Si eres fa n de Tasha Tudor (quién no lo es), ¿has hojeado un ejemplar del catálogo de regalos de Tasha Tudor publicado por la Jenny Wren Press? Contiene artículos de papelería, objetos artesanales, reproducciones de la colección de muebles del siglo XVl l l de Tasha Tudor, conservas Corgi Cottage y muchas más cosas. Puedes sus cribirte dirigiéndote por escrito a Jenny Wren Press, P.O. Box 505, Mooresville, Indiana 46158. Concédele un capricho a tu yo auténtico comprándote el sombrero de paja más bonito que encuentres. Píntate las uñas de los pies de rojo. Quizá no puedas plantar un auténtico jardín secreto, pero puedes disponer de un lugar secreto donde refugiarte construyendo una tienda india en el patio o la terraza con un palo y unas cuerdas. Planta judías escarlatas, dondiegos o guisantes de olor y cuando em piecen a brotar los tallos sujétalos a las cuerdas para que trepen por ellas. Retírate con frecuencia a tu tienda india para meditar sobre el significado de la vida. Todos necesitamos un refugio donde no exista un teléfono ni un fax. Aunque estés convencida de que no puedes cultivar un jardín porque no dispones de espacio, el maravilloso libro de Malcolm Hillier B ook o f Container Gardening hará que te pongas manos a la obra con una pala y un cubo. Está lleno de sugerencias e instrucciones acerca de cultivar plantas de interior en todo tipo de recipientes, desde macetas hasta urnas, cestas, etcétera. Una idea bonita y original es
plnnlai dos especies ilr.imt.is de tulipanes en una misma maceta; los resultados son espectaculares. '*«5 Planta romero para que te tiaiga dulces recuerdos, y de paso un poco de lavanda, salvia y tomillo. La deliciosa colección de libros de L melle Tolley sobre hierbas (escritos junto con Chris Mead) te ins
pirará a cultivar tus propias hierbas. H erbs: Gardens, Decorations, and Recipes te ayudará a comenzar; C ooking with H erbs, Gifts fro m the H erb G arden y The H erb al Pantry ofrecen exquisitas sugerencias sobre qué hacer con las hierbas una vez que las hayas cultivado y cose chado. Llama por teléfono a Capability’s Books y pide que te envíen su excelente catálogo de libros para aficionados a la jardinería. Contie ne más de mil títulos y constituye una estupenda demostración del placer que hallarás cultivando tus propias plantas.
JULIO
J u lio a d o r a b le... con e l m u rm u llo e v o c a d o r d e las a b e ja s en p le n o v u e lo y e l o lo r a crem as b ro n cead oras. C y n t h ia W ic k h a m
O^yaluroso, húm edo, sofocante. Julio. Afloja el paso. O deténte. Es el momento de dejar a un lado aspiraciones y expecta tivas, los desplazamientos en tren al trabajo, indumentaria, telé fonos celulares, agendas... Nuestros deseos parecen menguar. ¿Será porque nuestras necesidades están cubiertas? Un rincón a la sombra, un refresco helado, una brisa fresca, dentro y fue ra de casa. Una tregua en los rigores de la jornada. Tiempo libre para la buena conducta. El verano no es tanto una esta ción climática como una melodía, esa canción de complacen cia que tarareamos a medida que los días empiezan a hacerse bellamente neblinosos. La búsqueda de la felicidad se conver tirá en nuestra prioridad personal este mes, mientras las dul ces melodías del cuarto principio del encanto de la vida simple — la armonía— empiezan a escucharse en nuestros corazones.
Anhelo constante C on esto h e apren dido, sea cual fu e r e la situación en qu e m e encuentre, a sentirm e satisfecho. Sa n P a b lo
Y
los veinte pensaba que con la fama tendría suficiente. A los trein ta estaba convencida de que la respuesta estaba en añadirle un cero al saldo de mi cuenta corriente. Ahora que estoy en los cuarenta sé que toda mi búsqueda puede resumirse con una palabra: «satisfacción». A mis cuarenta años me he dado cuenta — afortunadamente— de que la fama se paga a un precio demasiado alto. Ser considerada como una mujer «realizada» que dirige con éxito proyectos creativos — des de su concepción hasta su culminación— es mucho más apetecible que ser famosa. Y en lo más hondo de mi ser sé que el dinero no puede garantizar la felicidad. De la absoluta certeza de eso me percaté una mañana de verano en que leí que una famosa y rica escritora, cuyos libros se mantienen durante meses en las listas de bestsellers, había perdido a su querido hijo en un extraño accidente. Mientras yo lavaba los platos del desayuno, miré por la ventana de la cocina y vi a Katie lanzando una pelota de tenis contra la pared posterior de la casa: feliz, a salvo, viva. Entonces supe que la famosa escritora habría cambiado en el acto todo su éxito mundano por poder disfrutar de la bendición que a mí se me concedía aquella mañana. Después de rezar por ella, recé por mí. Por favor, que nunca olvide cuán extraordinariamente espléndida es mi vida en estos momentos. Por favor, que nunca olvide que todo cuanto tengo es todo lo que necesito. Por favor, que nunca olvide dar las gracias por ello. No obstante, sé que soy una mujer mucho más feliz cuando puedo pagar sin problemas mis facturas, satisfacer todas mis necesidades, permitirme algunos caprichos y disponer de un holgado saldo en mi cuenta de ahorros. También sería maravilloso — y confío poder expe rimentarlo una vez antes de morir— ver algo fabuloso y simplemente decir «me lo quedo» sin preguntar el precio. Sin embargo, estos días la satisfacción es mi anhelo constante. Hasta tal punto que, durante las prometedoras veinticuatro horas que se abren ante mí, luminosas con todo su potencial para conceder pla cer, he empezado a preguntarme qué es lo que podría querer para mí...
A vei es se 11.ti.i de ultfo i.in sencillo co m o prep.w .11 me p.u .1 el .ilimiei
/o mi delicioso emparedado de atún con apio y mayonesa al estragón sobre una rebanada de pan de especias, i.d y como lo preparo para mis invitados o para mi familia, y para lo que raramente dispongo de tiem po cuando se trata de hacerlo para mí. O algo tan fácil como permane cer sentada en la playa, sin nada de trabajo en mi regazo (aunque el plazo de entrega esté próximo), mientras leo un buen libro. Del mismo modo que los hábitos negativos nos asaltan continua mente cada día, también lo hacen los anhelos positivos. Meditación, movimiento creativo, momentos para el propio cuidado que puedan proporcionarnos satisfacción..., todo esto puede convertirse en hábilos positivos que nos produzcan bienestar. He descubierto que cuan do me tomo veinte minutos para tranquilizarme y sumergirme en mi interior, trabajar con las imágenes de mi diario de descubrimientos ilustrado, dar un paseo o preguntarme cómo conseguir que mi próxi ma tarea resulte más agradable, mis necesidades disminuyen. Considera hoy los deseos que realmente importan: aquello que realmente necesitas para sentirte satisfecha. Luego asegúrate de que hoy hay tres instantes, como mínimo, que satisfagan tu mente, tu espíritu y tu cuerpo tuyos completamente.
2 D E JU L IO
El más sencillo de los placeres: una buena cosa que lo es R ed im ir el tiem po. R ed im ir la visión in ad v ertid a d el m ás elev a d o de los sueños... T. S. E l io t
j^ L lg u n os días están modelados por placeres simples, otros se redi men tan sólo gracias a esos placeres. Hoy, un hermoso día de verano en la playa, estuvo modelado por gozosas sencilleces. Idilios en un porche con mosquiteras, deambular por algunas tiendas interesantes, una tarde en la orilla del mar con la familia y los amigos, una lectura
irresistible, conlideiuias nuil 11.i *. mienlias las olas acarician los lolx líos, un cucurucho d e helado pat ,i .ilni o i v .ir, paseai poi e l embarcado ro, diversión en el parque de atracciones, ganar un premio. I.ucgo el regreso a casa, una refrescante ducha en el jardín, cócteles y conversa
ción, jovialidad al preparar la cena con una querida amiga, abundancia de platos deliciosos, espléndido vino, risas y sana alegría... Y luego a la cama, feliz. Un proverbio irlandés asegura: «Mejor una buena cosa que lo es, que dos buenas cosas que lo fueron, o que tres buenas cosas que tal vez nunca serán.» Hoy no hace falta mirar con melancolía el pasado ni proyectarse ansiosamente hacia el futuro, pues el presente se ha vivido con plenitud y sencilla abundancia. Hoy ha sido rico con una buena cosa detrás de otra, hasta desbordarse literalmente de placer. Pero no todos mis días son estancias en la playa. No hace mucho, una llamada telefónica a las ocho de la mañana anunciando un impor tante cambio de planes, hizo que mi día derivase hacia el total descon trol. Al colgar el teléfono los latidos de mi corazón se habían acelera do. De repente, mi estrategia cuidadosamente planeada para abarcarlo todo se había esfumado y mis compromisos como anfitriona casi se van al traste. Esto ya era demasiado, pensé mientras paseaba arriba y abajo, murmurando y gimoteando en voz baja. Tenía tres elecciones posibles, pero sólo una era una auténtica solución: gritar de rabia con toda la fuerza de mis pulmones, meter la cabeza dentro del inodoro, o respirar profundamente y redimir el día mediante el plan B. Dado que en casa existe un acuerdo para no hacer nada que pueda alarmar a los niños o a los animales, ponerme a gritar estaba descarta do. Meter la cabeza en el inodoro también lo estaba. Si realmente quieres ahogarte, es mejor hacerlo en un cubo de agua transparente. De modo que me preparé una taza de té y recordé la plegaria hasídica: «Sé que el Señor me ayudará... pero, mientras tanto, ayúdame Señor.» La verdad era que el día sería todo lo difícil que yo lo permitiera. O tan agradable. En mis circunstancias no había nada que yo pudiera hacer, sino aceptarlas. «La elección siempre será mía», me dije a mí misma. No es que me gustara necesariamente lo que la vida me depara ba, pero sí el intento de coger la sartén por el mango. A fin de cuentas, el éxito en la vida no reside en lo bien que ejecutamos el plan A, sino en lo fácilmente que nos enfrentamos al plan B. Y para la mayoría de las personas, esto ocurre el noventa y nueve por ciento de las veces. Así que consideré el plan B: redimir el día con sencillos placeres, con la búsqueda de algunas cosas buenas. Al principio, cambiar de marcha hacia al plan B exige cierta capacidad de ajuste, pero, al igual que con la conducción, con la práctica acaba convirtiéndose en un movimiento reflejo.
Primero me lome el le en el jardín |>ara 11 anquill/ai me. Ananque .1Iminas malas liiei bas, corte linas Ilores. I íespués de ai regla i las, hojee los libros de cocina. ¿1 )cbía prarai algo nuevo para cenar esa noche o decidirme por un menú cómodo de entre los f avoritos? Decidí dete nerme en la tienda de los granjeros para comprar productos frescos de regreso a casa y ver qué me apetecía. ¿Por qué no alquilar una buena película como obsequio para después de la cena? Los melocotones de encima de la mesa estaban muy maduros, así que decidí hacer pastelitos de fruta al llegar a casa. Mientras tanto, disponía de una hora para trabajar sin interrupciones antes de salir, y decidí hacer todo cuanto estuviera en mi mano. Era mejor una hora dorada que lo es, que dos que lo fueron, o tres que indudablemente no lo iban a ser hoy. El día se abría delante de mí... aunque no como yo había esperado. Sin embargo, gracias a Dios, no de manera irremediable.
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D E JU L IO
El espíritu hambriento Es in con table la gen te b u en a q u e con ozco que, en m i opi nión, sería m ucho m ejor si dirigiera sus esfuerzos a l estudio d e sus propias apetencias. M. F. K. F ish er
O ^ u an d o Eva mordió la manzana, nos dio el mundo tal y como lo conocemos: hermoso, imperfecto, peligroso, lleno de vida. Ella nos dio la viruela y Somalia, la vacuna contra la polio, el trigo y las rosas», nos dice Barbara Grizzuti Harrison en la esclarecedora y provocativa colección de ensayos titulada O ut o f the Garden: to r n e n Writers on the Bible. «Ese acto de curiosidad radical por parte de Eva» también nos proporcionó el deseo, el apetito y el hambre. Sin Eva yo no me estaría preguntando qué cocinar esta noche para cenar. Y tú tampoco. Sin Eva yo no disuaría proyectos creativos que a menudo hacen que me cueza en mi propio jugo hasta verlos acabados. Pero tampoco conocería los placeres terrenales que amo, ni el intenso deseo de bocaditos místicos que sólo el Espíritu puede proporcionar: la paz interior, la dicha, la armonía.
I ,a mayoría comemos tres veces .il día (como mínimo), pero... ¿con qué frecuencia vemos satisfecha realmente nuestra ansia? Unas Ion chas de beicon, huevos y galletas de queso me satisfacen más que me dio pomelo, pero, por desgracia, a menos que quiera tener el volumen de un tonel, no me lo puedo permitir a menudo. La mayoría de noso tras nos reprimimos constantemente — en la comida, en nuestras reía ciones, en nuestra profesión— , ocultando nuestros deseos en lo más profundo de nuestro yo, como si la pura determinación pudiera man tener una tapadera encima de nuestros anhelos. Sin embargo, gradual mente estoy llegando a la certeza de que el hambre es sagrada. Esta mos destinados a tener hambre cada día, y a satisfacerla cada día. ¿Poi qué si no la primera petición del Padrenuestro iba a ser la del pan de cada día, yendo incluso por delante de la ayuda divina? Nuestra alma conoce diversos tipos de ansia: físico, psíquico, emocional, creativo y espiritual. Pero el Supremo Creador nos ha concedido los dones de la razón, la imaginación, la curiosidad, el dis cernimiento, y poseemos la habilidad para distinguir entre nuestras apetencias. ¿Tienes realmente hambre esta mañana de galletas para el desayuno o de ruptura? ¿Son besos apasionados lo que deseas o raviolis? ¿O una noche de profundo sueño? Entonces no te sientes a ver reposiciones de viejas películas con ese vino corriente. Apaga el televi sor y métete en la cama, y, si no estás sola, invita a alguien que se acueste contigo. «Cuando escribo sobre el hambre, en realidad escribo sobre el amor y las ansias que tenemos de él, así como del afecto y del amor que sentimos hacia él — confesaba la gran gastrónoma y poetisa de la cocina M. F. K. Fisher en 1943— . Y cuando el afecto, la riqueza y la espléndida finalidad del hambre se ven satisfechos... todo se convierte en uno.» No desprecies al deseo, hija de Eva. En tu deseo está la chispa de lo divino. El Espíritu desea que se le ame, y para satisfacer este anhelo se creó a una mujer con fuertes apetitos. Amor. Hambre. Apetito. Deseo. Santidad. Plenitud. T o d o es U n o.
Consigue ser real y personal en la búsqueda de la felicidad N o esperes nada; vive fru galm en te a la espera de la sorpresa. A l ic e W a l k e r
E / n 1890 el filósofo, psicólogo y pionero espiritual William James, hermano del famoso novelista norteamericano Henry James, armó un gran alboroto al publicar un importante estudio sobre la felicidad hu mana, Principios de psicología. Doce años para escribirla, dos volúme nes y mil cuatrocientas páginas. Esta obra llegó intrépidamente allí donde ninguna otra había llegado nunca, investigando las conexiones entre la mente y el cuerpo, el impacto de las emociones sobre la con ducta y la importancia de alimentar una vida interior en vez de concentrarnos en los signos externos para lograr la armonía personal. Con esta obra, James se convirtió en el padre del movimiento nortea mericano de autoayuda. William James fue también un elocuente y persuasivo defensor de una escuela de pensamiento filosófico conocida como «pragmatismo». Argumentaba que el mundo ya existe cuando nacemos, y que debe mos aceptarlo tal como es. Sin embargo, nuestra habilidad para crear nuestra propia realidad interior puede determinar que veamos el Uni verso como algo amistoso o como algo hostil. «Deben estar dispuestos a aceptarlo tal como es —propone— , pues la aceptación de lo que ha ocurrido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier infortunio.» Dado que era un pragmático, el doctor James creía que la felicidad personal depende de un sentido práctico: si tu realidad cumple tus expectativas, eres feliz; de lo contrario, estás deprimido. Esto es tan real, personal y sencillo como le aseguran la filosofía y la psicología, y es perfectamente comprensible. Por supuesto, esto significa que tenemos que efectuar una elección creativa si queremos ser felices. ¿Nos esforzamos consciente y conti nuamente para obtener mayores logros y ahorrar? ¿O disminuimos nuestras expectativas, vivimos con lo que tenemos y aprendemos a sentirnos satisfechas? Muchas de nosotras pensamos erróneamente que disminuir nues-
tras expectativas significa renunciai .1 nuestros sueños. I Jn.i árnica mi.» lo expresaba de este modo: «Lo siento, Sarah, pero a mi me sum.i como si te dieras por vencida.» ¡En absoluto! Los sueños y las expectativas son dos cosas muy di*, tintas. Los sueños exigen un salto a ciegas — con la esperanza de que el Espíritu sostenga la red— a fin de poder continuar con la recreación del mundo mediante tu energía, tu alma, tus cualidades y tu visión. Las expectativas son la inversión personal que el ego hace en un resul tado determ inado: lo que se necesita que suceda para que el sueño se haga realidad. Las expectativas del ego nunca son ambiguas: un pre mió, la portada de una revista, la lista de bestsellers de The N ew York' Times. Tus sueños se deben manifestar exactam ente tal como el ego imagina, o de lo contrario alguien no será muy feliz. ¿Adivinas quién? ¡El ego! Puesto que ninguna de nosotras puede predecir el futuro, ni el mejor resultado para nuestro auténtico camino, este tipo de pensa miento resulta autodestructivo. Ya que si no vivimos de acuerdo con las expectativas del ego, volveremos a fracasar. Y entonces, en algún momento, nos rendiremos de verdad. La apasionada persecución de los sueños hace que el alma se eleve; las expectativas que miden el éxito de los sueños lo único que hacen es atar grandes piedras en torno a esa misma alma. No creo que debamos limitarnos a disminuir nuestras expectativas; creo que si verdadera mente queremos vivir una existencia feliz y venturosa, tenemos que renunciar a ellas. Vivir nuestra vida como un soñador y no como «expectante» es una declaración personal de independencia. Serás capaz de perseguir de una manera más directa la felicidad cuando no te quedes atrapada en los pormenores de la liberación. Es soñando, y no con expectativas, que se permite al Espíritu que entre y te sorprenda mediante la cone xión, la realización, la consumación y la celebración. Tú sueña. Sal para el trabajo. A continuación deja que el Espíritu muestre tu sueño a los demás. Después de prepararme toda la vida para la aflicción, la forma en que ahora abordo el delicado equilibrio del enfrentamiento entre sue ños y expectativas es muy al estilo de James: soñar, actuar y distan ciarme. «Una vez se ha tomado una decisión y la ejecución está en marcha, hay que descartar absolutamente toda responsabilidad y preocupación respecto al resultado», me aconseja el doctor James. Yo abordo mi tra bajo con apasionada intensidad, actuando como si el éxito dependiera totalmente de mí. Sin embargo, una vez he hecho todo cuanto estaba en mis manos, procuro olvidarme todo lo posible y no me creo expec tativas sobre cómo el mundo va a recibir mi trabajo. Conscientemente
In fícenlo tlcj.ii me sorp ren d a poi l.i .ilc|’na. I". un.i elección <|iic tn i.imhicn puedes hacer.
I Ioy intenta ser real y personal en la búsqueda de la felicidad. En un.t ocasión, Oprah Winfrey dijo que los sueños de Dios respecto a * II.i Man muy superiores a lo que ella hubiera podido soñar para sí misma. No creo que ninguno de nuestros sueños se acerque a los que el Espíritu tiene aguardando con nuestro nombre. También creo que sólo lo averiguaremos una vez empecemos a invertir nuestras emocio nes en la auténtica expresión y no en los logros específicos.
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Compañeras culinarias N a d ie q u e cocine lo h ace a solas. Incluso en la m ás absolu ta soledad, una cocinera m etid a en la cocina se h alla rod ea d a p o r gen eracion es de cocineras d el pasado, p o r los consejos y los m enús d e cocineras d el p resen te y p o r la sabidu ría de las escritoras especializadas en cocina. L a u r ie C o l w in
M
i madre me enseñó algunas de sus recetas, pero fue Mary Cantwell quien me enseñó a cocinar... A comienzos de los setenta, cuando empecé por mi cuenta, Mary escribía una columna sobre cocina en M adem oiselle, y yo me enteraba de las maravillas de los macarrones al queso y del triunfo personal con los postres de Navidad. Al mismo tiempo me enteraba que tenía varias casas y dos hijas, de sus gozos y de sus desdichas, lo que, de alguna forma, estaba relacionado indirec tamente con los buenos alimentos y el buen comer. Aunque nunca llegamos a conocernos, Mary Cantwell y yo estu vimos muy unidas a través de estos íntimos lazos místicos que, con el paso de los años, se van fortaleciendo entre escritora y lectora. Esto sucede cuando el corazón agradecido de la lectora descubre con asom bro que la escritora la conoce incluso mejor que su propia familia o sus amistades. Luego, en la década de los ochenta, llegué a ser muy amiga — nue vamente a través de la letra impresa— de Laurie Colwin, quien con
una pluma y un tenedoi captó los alt ibajos tic la dicha doméstii .1 I ati rio me enseñó que saborear las galletas de jengibre podía llevarme al éxtasis, y que la mantequilla sin sal, 1111 aceite de oliva realmente bueno o los pollos de campo eran un lujo a nuestro alcance. Nuestras vidas eran muy similares: éramos más o menos de la misma edad, cada una tenía un hijo, y ambas nos ganábamos la vida escribiendo. Pero, poi encima de todo, ambas éramos almas hogareñas que no necesitábamos deambular más allá de nuestras cuatro paredes para encontrar la aven tura y la satisfacción. Los días de ambas giraban en torno a la escritu ra, recoger a los crios a la salida del colegio, a los asados al horno y a la fe compartida de que la cocina es un arte. Aunque las novelas y narraciones cortas de Laurie me gustaban, yo adoraba sus ensayos sobre cocina. (Recopilados ahora en dos coleccio nes deliciosas: H om e C ooking: A Writer in the Kitchen y M ore H om e Cooking: A Writer Returns to the Kitchen.) El día se tornaba más ple no cuando tenía a Laurie para leer y una nueva receta para probar. Era como si una amiga íntima se hubiera presentado en casa para tomar una taza de café, charlar un rato y probar un gran trozo de tarta. Otra cosa que Laurie y yo compartíamos era la pasión por los libros de cocina. Las habituales incursiones en esta clase de libros constituyen siempre un placer, y nunca me cansaré de recomendarlos. Yo leo libros de cocina del mismo modo que otras mujeres leen litera tura de ficción: en la cama por la noche, o mientras vigilo el hervor de las patatas. Probablemente esto explique mi predilección por la litera tura de ficción que abunde más en detalles domésticos que en sexuales. Puedo imaginarme muy bien a dos personas haciendo el amor, ¡pero quiero saber qué es lo que comen antes y después! Como es lógico, nunca he cocinado platos de todos mis libros de cocina. No obstante, me encanta hojearlos y pegar en sus páginas para «el menú de mañana» pequeñas notas autoadhesivas amarillas en las que he garabateado «parece bueno». Los libros de cocina no tratan tanto de una solución sobre qué hacer para cenar como de un mundo de abundancia y elecciones creativas. Con los libros de cocina, nues tras opciones siempre están abiertas: es posible que no seamos capaces de pilotar un Concord, pero podemos abrir un libro y preparar un gratinado de pollo con queso si nos apetece. Hace varios años, una terrible mañana de octubre, bajé para prepa rar el desayuno y conseguir que Katie fuera hacia el colegio. Mientras empaquetaba su almuerzo y la apremiaba para que se diera prisa, miré de reojo el periódico y me quedé pasmada al leer que Laurie había muerto de un ataque al corazón mientras dormía a la edad de cuaren ta y ocho años. ¿Cómo podía haberse marchado la amiga que me ins taba no sólo a conseguir lo máximo de cada comida, sino que además
lo hacía diariamente? No rompí .1 llorat hasta que iodo el mmulo se hubo marchado, y creí que nunca podría dejar de hacerlo. Me pasé aquella mañana haciendo y comiendo toda una hornada de galle tas de jengibre, mientras me sonaba la nariz, volvía a leer sus memo rias, rezaba y lamentaba la pérdida de una mujer y una escritora tan extraordinaria que celebraba lo sagrado en lo cotidiano. «Sé que los niños pequeños se apartan de la mesa — decía Laurie— , que la vida en familia nunca es fácil, y que la vida en sí misma está no sólo llena de encanto, cariño y comodidades, sino también de tristeza y de llanto. Pero, tanto si nos sentimos felices como afligidos, siempre tenemos que alimentarnos.» Es por eso por lo que me encantan los libros de cocina, en especial los suyos.
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La buena vida E l único h ech o qu e m e gustaría p reg on ar a los cuatro vien tos es esto: la bu en a v id a nos está esperando... a q u í y ahora. B. F. Sk in n e r
E / n 1932, durante los aciagos días de la Gran Depresión, Scott y Helen Nearing abandonaron su vida en la ciudad de Nueva York para convertirse en colonos del siglo XX en las montañas Green de Vermont. Ambos eran socialistas, pacifistas y vegetarianos; también eran visionarios imaginativos, decididos a crear un estilo de vida totalmen te autosuficiente, que dependiera tan sólo de sus propias habilidades, el arduo trabajo y la perseverancia. Los Nearing fueron en busca de la buena vida: «sencillez, libera ción de la ansiedad... y la oportunidad de ser útiles y vivir armoniosa mente». Dos décadas después de haberlo conseguido con éxito escri bieron un manual del colono: Living the G ood L ife: H ow to L ive Sanely an d Simply in a Troubled World. Este libro apenas encontró resonancia al salir a la calle en 1954. Aquéllos eran los prósperos años de la posguerra, cuando se consideraba que la buena vida era un tele visor en la sala de estar, una barbacoa en el patio trasero de la casa y un
todo terreno .1 la puert.i de todas las viviendas de la zona residencial Pero en 1970, euando el libro salió en edic ión de bolsillo, se convirtió en un best-seller y en la biblia de aquellas extrañas criaturas des» alzas v vagabundas que iban en busca del poder de las flores, el am or, la paz y el nirvana de la com una.
Cuando empecé el diario del encanto de la vida simple, estaba ansiosa por descubrir todos los consejos, estímulos y sabiduría que pudieran indicarme el camino de la buena vida. Sin embargo, la abrumadora saga de los Nearing, a la que se suma además el intento de arrebatar la utopía de la tierra en dos ocasiones (tuvieron que trasladarse de Vermont a Maine cuando en los alredcdo res de su granja se instaló una estación de esquí), es casi mitológica en cuanto a lo que pretende abarcar. Sus desalentadoras hazañas no sólo estimulan, sino que también agotan. La verdad es que no me puedo identificar con una mujer que fue capaz de construir con sus propias manos una casa de piedra cuando ella tenía setenta años y su marido noventa. En cuanto a la vida que llevaron tras construir la casa, el calificati vo de «buena» no les haría justicia. Habría que intentar con el de «san ta». Living the G ood L ife a menudo se ha considerado el Walden de este siglo, pero el ascetismo de los Nearing hace que Thoreau, a quien le encantaba el cerdo salado, parezca un sibarita. Ellos tan sólo bebían agua, zumos e infusiones de hierbas y consumían poco más que frutas frescas, vegetales crudos, nueces y semillas «que habían concluido su ciclo vital», así como enormes cantidades de palomitas de maíz. No había sal, azúcar, té, café, productos lácteos, ni huevos en su despensa, y, naturalmente, no fumaban ni probaban el alcohol. La miel sólo se usaba parcamente porque esto significaba «explotar a las abejas», y el jarabe de arce — que ellos extraían y vendían para disponer dedinero en efectivo o para hacer intercambios— se consumía con unapizca de culpabilidad porque significaba «succionar la sangre a los nobles arces». Lógicamente, esto explica que Scott viviera hasta los cien y Helen, que ahora tiene noventa y uno, aún esté fuerte. Quizás el secreto de la «buena vida» se manifieste en las sugerencias del encanto de la vida simple para vivir menos estresados que los Nearing pusieron en prác tica, y que Helen nos facilitó en su conmovedora biografía Loving and L eaving the G ood L ife : • Esmérate cuanto puedas, en lo que sea. • Está en paz contigo mismo. • Trabaja en algo que te guste. • Vive sencillamente, tanto por lo que se refiere a la casa, la comi da, la indumentaria; evita el desorden.
• l iiii.i diariamente en o con lii naturaleza; siente’ I.) tieira bajo tus pies.
• I I.i/ ejerc icio lísico mediante el trabajo duro, arreglando el jar dín o caminando. • No te preocupes; vive el presente. • ( -omparte diariamente algo con los demás; si vives solo, escríbe le a alguien; regala algo; ayuda de algún modo a los demás. • Tómate algún tiempo para sorprenderte de la vida y del mundo; busca algo de humor en la vida cuando puedas. • Observa la propia vida en todas las cosas. • Sé amable con la criaturas. Estoy convencida de que si viviéramos diariamente según estas suge rencias, y no nos limitáramos a pensar en ellas, llegaríamos a la misma conclusión que llegaron los Nearing de que la buena vida está realmente aquí y ahora.
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Cocinar como remedio Pienso q u e nuestras tres n ecesidades básicas — la com ida, la segu ridad y e l am or— se hallan tan en trelazadas, qu e no p o d em o s p en sar en una sep arad a de las dem ás. M. F. K. F is h e r
ara Nora Ephron lo son las patatas majadas en la sartén y comér selas en la cama; para Judith Viorst lo es un paquete de galletas inte grales. La autora de libros de cocina Marión Cunningham prefiere los espaguetis con ajo y un buen aceite de oliva. La sureña Nathalie Dupree, jefa de cocina, necesita verduras guisadas «lentamente con toci no». Mientras que la crítica gastronómica Mimi Sheraton consigue re cuperarse con «una tostada casi quemada de pan de centeno cubierta con mantequilla salada». En cuanto a mí, los fettuccine Alfredo nunca me fallan. Comida como remedio: peculiar, original, imaginativa. Modelos personales de consolación, codificados en la raíz de nuestros gustos más allá de cualquier olvido, tan inconfundibles como las grasientas
huellas digitales. Cuando las desdichas golpean con lucr/a y le sietii• deprimida, la alimentación transformada por el amor y los reí ueulos se convierte en una terapia. Hoy vamos a observar los poderes curativos de seis grupos de ili mentos básicos: la alta cocina, la cocina de régimen, la comida como remedio, la cocina espiritual, alimentos de la infancia y el chocolate Hay quienes engloban los cuatro últimos en una misma categoría. Sin embargo, las peregrinas como nosotras que van en busca de lo sublime aprecian los sutiles matices de todo lo que pueda socorrernos. La comida como remedio es nutritiva. Cuando los corazones se sienten oprimidos necesitan equilibrio gravitatorio y emocional: pastel de carne con patatas majadas, macarrones al queso, pollo guisado, judías rojas con arroz blanco, arroz a la crema. Alimentos que nos confirmen que vamos a sobrevivir. Con semejante sustento podemos seguir adelante, sobre todo cuando no queremos dar un paso más. I a cocina espiritual o sureña nos devuelve a nuestras raíces, los alimentos de la infancia nos arropan al acostarnos, y el chocolate altera la con ciencia. Distintos alimentos para diferentes estados de ánimo. Es importante advertir que la comida como remedio no es alta cocina. No la vas a encontrar en un restaurante de cuatro tenedores, pero tal vez tengas suerte en una casa de comidas. Actualmente, cuan to más pagas por una comida, menos probable es que te proporcione algún remedio. El placer puede comprarse, pero los remedios deben darse. Incluso aunque te los des tú misma. La comida como remedio tampoco es una cocina de régimen. Tal vez te preguntes por qué la lechuga — ni tan siquiera empapada en bal sámico vinagre— no satisface del mismo modo que lo consigue la lasa ña. Existe una razón perfecta y maravillosamente científica para este fenómeno físico. Piensa en esto: algunos alimentos deliciosos — los ricos en hidratos de carbono— hacen que nos sintamos tranquilas y satisfechas porque cambian literalmente la química en nuestro cere bro al incrementar los niveles de serotonina: la enzima natural que hace que nos sintamos bien, recientemente alabada en las portadas de las revistas de información general. En otras palabras, la pasta y las patatas son el bálsamo de la Madre Naturaleza. ¿Empiezas ya a sentir te mejor? Aquí tienes un plan del encanto de la vida simple para hacer de la cocina como remedio una gozosa sencillez: empieza un archivo sólo para recetas de comidas que te proporcionen consuelo. Cuando pre pares platos de este tipo que te resulten placenteros, dobla tu placer haciendo doble cantidad y luego congela la segunda ración. En la puerta del congelador conserva una lista de lo que tienes congelado, a fin de saber de qué dispones en cuanto las negras nubes se ciernan
sobre ti. ( Constituye un Nencillo placer sabei (jite en el congelador hay algo delicioso y consolador para cenar, sobre todo cuando lias estado trabajando agotadoram ente todo el día y nadie lo aprecia.
«Puesto que estamos obligados a alimentarnos, ¿por qué no hacerlo lo más hábilmente posible... incrementando siempre nuestro gozo?», pregunta M. F. K. Fisher. Y cuando nos sentemos no sólo para comer, sino para alegrarnos y confortarnos, hagámoslo «con gracia y con pla cer» y con un corazón agradecido.
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En busca de la comida espiritual L a com id a sureña o espiritual es sim plem en te lo qu e su n om b re indica: un p la to cocin ado con espiritualidad o rica m en te aro m a tizad o , excelen te p a r a tu espíritu tan querido. Sh e il a F er g u s o n
f y n 1900, una mujer de las montañas de Kentucky caminó ochenta kilómetros para encontrar una plaza para su nieta en el Berea College, donde se impartía la enseñanza secundaria. «Es mucho peor padecer hambre espiritual que hambre corporal», explicó. Ahora sé por qué cada año viajo mil quinientos kilómetros a cambio de un plato de ju días pintas. La comida espiritual es nuestro pasaporte personal hacia el pasado. \ Aunque está más relacionada con la herencia que con el maíz macha cado: son las galletas esponjosas de la abuela o la sopa de remolacha de la tía abuela. Sheila Ferguson nos cuenta en su libro Soul Food: Classic Cuisine fro m the D eep South que es «una herencia claramente impreg nada de tradición; una forma de vida que se ha ido transmitiendo de generación en generación». Y si bien la expresión Soul F ood («alimento espiritual») se utiliza para describir la cocina afronorteamericana, esta cocina evocadora de emociones es ciega al color de la piel. La auténti ca comida espiritual sólo conoce los límites del corazón. Es el com pendio de recuerdos, historias y recetas culinarias universales. Es la manera de freír el pollo, de hacer los fideos, de cocinar la carne, de enrollar la tortilla, de endulzar el té helado.
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Durante los últimos veinticinco anos, siempre que lie regresado a casa para visitar a mis padres, la primera y la última comida que mi madre me preparaba era una sopa de habichuelas, un transporte i ai *, ble a través del tiempo hasta su viejo hogar — y el mío en kentiu !■\ La sopa de habichuelas son judías pintas que han hervido lentamente durante horas, hasta soltar su propio caldo. Hay que verter esta so|u encima de patatas majadas y servirla con ensalada de repollo, pan de maíz caliente untado con mantequilla de verdad, y una cerveza he lada. Este verano, mi madre cayó gravemente enferma, y mi hermana, hermanos y yo tuvimos que luchar contra la dramática realidad de de cirle adiós. Al cabo de unos días, Katie y yo viajamos al norte para celebrar una reunión familiar con todos los hijos de mi madre y sir. nietos. Allí charlamos, cocinamos, nos consolamos y nos dijimos adiós. Aunque intelcctualinente soy capaz de preparar mis platos favoritos, emocionalmente soy incapaz. No pienso en mi madre agonizando, pienso en ella la última vez que me sirvió su sopa de habichuelas. Exis ten muchas maneras para expresar el dolor. Cuando preparamos comida del Sur, o comida espiritual, no pode mos hacerlo siguiendo las instrucciones de un libro, sino por instinto, utilizando nuestros sentidos. «Aprendes a saber cuándo dar la vuelta al pollo frito por el chisporroteo de la sartén, a oler cuándo una ban deja de galletas está terminando de hornearse, a sentir cuándo un biz cocho está a punto sólo por el tacto — nos dice Sheila Ferguson— . Es probando, y no midiendo, como condimentas; y utilizas los ojos, y no el reloj, para juzgar cuándo una tarta de cerezas ha creado una capa lo bastante dulce y atractiva. Estas habilidades son difíciles de enseñar con rapidez. Se deben sentir... y llegar directamente del corazón y del espíritu.» Mientras escribía, he llegado a la angustiosa certeza de que necesitaría como mínimo otra vida para aprender a cocinar como mi madre, pero sólo dispongo de hoy, con un poco de suerte. Este verano colecciona recetas de cocina para el espíritu, o haz al gunas que te gusten y que no hagas a menudo para ti. O, mejor aún, ¿por qué no tomar algún cursillo sobre cocina? Es posible que creas que sabes hacer un bizcocho de mermelada con cobertura de carame lo, pero ¿lo sabes hacer realmente? ij i
Alimentos de la infancia para niños de todas las edades G alletitas d e an im ales y cacao p a ra b e b e r es la m ejor d e las cenas, y o pienso. C u an d o crezca y lo q u e qu iera p u e d a ten er q u erré siem pre eso com er, y o pienso. C h r is t o p h e r M o r l e y
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vas primeras Navidades lejos de casa las pasé en Londres, en 1972. Unos días antes del 25 de diciembre me llegó de casa una caja enorme con regalos. Entre ellos, y de parte de mi madre, había un pijama de franela roja con los pies incorporados. No consigo imaginar dónde pudo encontrarlo de mi talla, pero ahora que ya tengo experiencia en estas cosas, estoy convencida de que se pasó horas planificando y bus cando para sorprenderme. En aquel entonces, sin embargo, no aprecié su regalo ni su gesto. Yo tenía ya veinticinco años, me creía muy re finada, y me sentí insultada al ver que aún pensaba en mí como si fuera una criatura: lo cual, en cierto modo, es exactamente lo que yo era. Mi madre, que había sido destinada a Inglaterra durante la Segun da Guerra Mundial como enfermera del ejército, sabía que Londres podía ser frío, húmedo, sombrío y, en el peor de los casos, entumecedor. Puesto que conocía muy bien las bajas temperaturas, de inmedia to descarté el pijama, prefiriendo tiritar dentro de un quimono de seda negro. ¡Qué no daría ahora por uno de aquellos pijamas! Combinaría perfectamente con el estado de ánimo de una cena a base de alimentos de la infancia, que es lo que las mujeres adultas como tú y como yo a veces necesitamos para «sentirnos mejor», al menos durante un rato. Cuando te sientes insegura y lloras con facilidad, cuando te sientes tan cansada que los ojos te arden por el esfuerzo de mantenerlos abier tos, cuando necesitas abrazos y alguien que te dé palmaditas en la cabeza mientras te susurra «vamos, vamos...», pero no tienes a nadie a tu alrededor, entonces necesitas alimentos de la infancia. Estos son las recetas tan queridas de cuando éramos pequeñas y que de inmediato evocan la felicidad, los inocentes momentos en que todo iba bien en el mundo porque sabíamos cuál era nuestro sitio en él. Una época en
que, embutidas dentro de nuestros pijamas de franela, nos sentábamos a cenar antes de que nos explicaran un cuento y nos acostaran... En una ocasión, al final de una cena deliciosa y refinada que había organizado una dama de unos cuarenta y pico de años, inteligente y aco modada, las bromas ingeniosas se interrumpieron bruscamente cuando nuestra anfitriona trajo los postres. Frente a cada comensal depositó un cuenco de arroz con leche cubierto con nata templada y salpicado con canela y nuez moscada. Después de los primeros bocados titubeantes vinieron las exclamaciones de placer, y al unísono dijeron: «¡Hacía años que no lo probaba!» En aquella mesa, el placer era algo palpable. «Los alimentos de la infancia son el remedio supremo. Y no es de extrañar, ya que, por insondable que fuera en realidad nuestra infan cia, siempre parece más atractiva cuanto más lejos queda — aseguran Jane y Michael Stern, autores de Square M eáis, una maravillosa colec ción de emocionantes sabores del pasado— . Recuerdas la papilla tibia que te daban en un cuenco decorado con conejitos danzantes, o el ritual del vaso de cacao al volver de la escuela.» Ahora que ya hemos crecido y que podemos tener lo que quere mos, no deberíamos olvidar que nunca es demasiado tarde para tomar estos alimentos de la infancia: tostadas con queso fundido, tostadas con leche condensada, caldo de gallina, huevos escalfados, torrijas, gachas con puré de manzana, plátanos al horno, flan al caramelo, cua jada, tapioca y tarta de chocolate con una buena ración de nata. Si no puedes recordar cuándo fue la última vez que te permitiste algo un tuoso, consolador y delicioso, algo que te hiciera relamer los labios, entonces es que hace demasiado tiempo. Para refrescar tu memoria, los Stern han dedicado un capítulo entero a los alimentos de la infan cia en su libro Square Meáis. La próxima vez que estés nerviosa, o necesites a alguien que te consuele, haz una pausa para preparar algo suave y cremoso que calme tu embotado paladar y tus chirriantes nervios. Y si esto no funciona, siempre te queda tu osito de peluche y el pulgar. Así que lávate las manos y cógete una silla. E l lugar más agradable que conozco es la cocina: el fogón reluce y sisea el vapor en la m armita, y allá en la penum bra, qu é dicha contemplarlo, el cacao y las galletas m e están esperando. No te preocupes, hay suficientes para las dos. Ahora ya soy una niña crecidita. Sé cómo hay que compartir.
Misticismo en la cocina A fin d e cuentas, qu ien es m ejor saben en fren tarse a los irritantes detalles d e l m u n do exterior son aqu ellos q u e tienen una v id a interior m ás p ro fu n d a y auténtica. E v e l y n U n d e r h il l
X-*as ocupaciones de una mujer corriente por lo general se oponen a una vida creativa o contemplativa, o a una vida de santidad», me con suela Anne Morrow Lindbergh mientras voy volando desde que dejo a los crios en el campamento de verano y regreso al ordenador, luego paso a recogerlos por el campamento de verano y de nuevo al ordena dor, después a la cocina y otra vez al ordenador hasta las ocho de la noche. Este verano mi vida se ha visto interrumpida por períodos de dos horas, lo cual no es el sistema que más facilite la creación o la contem plación. Todavía me quedan cinco semanas de esa locura. Es de una sutil ironía, no totalmente perdida en mi yo auténtico, que mientras escribo un libro sobre meditación — una obra que pro bablemente piensen que fluye desde la más profunda reserva espiritual y serena de la autora— , dé la impresión de hallarme en continuo movimiento. Ésta es una jugarreta cósmica, o una lección cósmica, que puedo aprender por el camino fácil o por el camino difícil. No puedo limitarme a escribir sobre el encanto de la vida simple, tengo que vivir de acuerdo a ella, o si no será mejor que me dedique a escribir ciencia licción. Necesito desesperadamente restaurar la armonía en mi vida, hallar de nuevo el equilibrio entre lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible. La facultad de escribir parece surgir no tanto de mí como a través de mí, casi a pesar mío. Hoy las cuerdas de este instrumento están muy tensas. Tengo que aflojarlas si no quiero que se rompan. Tal vez tú te sientas igual. Es posible que el tono de la presión sea demasiado alto, tu voz demasiado chillona, ensordecedores los decibelios de las exigencias que te formulan. Cuando la vida está desafinando necesitamos explorar con mayor profundidad el cuarto principio del encanto de la vida simple: la armo nía. I lace poco leí un libro c'iK'.int.ulor, el diario espii iiual de una escri
m-
lora ilc Ialentó «pie se lúe realmente a un monasterio ion el Im ilc ion centrarse, creai con claridad y terminal su libro a tiempo, Va puedes imaginar qué parte del libro me causó mayor impresión. I )ado que, como es lógico, no puedo seguir su ejemplo sin abandonai a mi mai i do, mi hija y mis animales, los cuales esperan en este mismo momento que los alimente, voy a detenerme aquí y a trasladarme a la cocina. I posible que hoy no pueda decir misa ni meditar, pero al menos puedo preparar la comida. «El hogar es un lugar sagrado donde puedes comunicarte con los cuatro elementos del Universo: tierra, agua, aire y fuego — dice la escritora y mística de la cocina Laura Esquivel, autora de la brillante novela C om o agua para chocolate— . Debes aderezarlo con tu amor y tus sentimientos para crear la magia. Al cocinar elevas tu nivel espiri tual y consigues el equilibrio en un mundo materialista.» En un mun do que con frecuencia está en descomposición, la cocina es un lugar tan místico como un monasterio. Corta a tiras delgadas pimientos rojos, pimientos verdes, berenje nas y calabacines. Pica finamente cebolla roja, albahaca fresca, orégano y tomate maduro. Saltéalo todo a fuego lento con aceite de oliva y unos ajos picados, hasta que los vegetales se ablanden. Toma un sorbito de vino. Pon agua a hervir y cuece en ella unos macarrones durante unos seis minutos. Ralla queso parmesano fresco. Calienta en el horno una pizza de requesón al romero comprada en la tienda. Mezcla la pasta con los vegetales y salpícala con el queso. Llama a todos a la mesa. Haz una pausa para dar las gracias. Haz un brindis para agradecer la salud, el amor, la compañía, la deliciosa comida y un momento de tranquili dad. Un día vivido plenamente, sencillamente abundante. Evelyn Underhill, una mística y escritora inglesa de principios de siglo, creía que las mujeres místicas con responsabilidades mundanas a menudo se convertían en «visionarias y profetisas» porque eran capa ces de combinar «la trascendencia espiritual con una gran habilidad práctica». Ya sean poetisas, santas o cocineras «siguen siendo toda su vida devotas amantes de la realidad» mientras buscan el Espíritu. Ahora esto suena a música en mis oídos. ¿Quieres tararear con migo?
11 ni; j u l i o La cocina como arte: descubrimientos creativos en la cocina IT descu brim ien to de un n u evo p lato contribu ye m ás a la felicid a d d e la raza h u m an a qu e el descu brim ien to d e una estrella. J e a n A n t h e l m e B r il l a t -Sa v a r in
ocas de nosotras disfrutamos de la emoción de montar con nuesn,is habilidades artísticas un espectáculo con una sola intérprete. Esta noche, en vez de pensar en la cena simplemente como una obligación más, piensa en ella como la oportunidad para dar rienda suelta a tu creatividad. Cocinar es una de las mejores formas para que tu yo auténtico le recuerde a tu yo consciente que eres una artista. Como la unión de la tela con la pintura, la cocina es una especie de alquimia, una obra que engloba la totalidad. Un cuchillo de trinchar puede ser tan creativo como un pincel. Trocear, rebanar, cortar, remover, hervir, saltear son algunos de los trucos que tienes a mano para cambiar tu mente consciente en un artístico piloto automático. En cuanto la mente consciente se distrae, la mente creativa toma el mando, incluso aunque tú no seas conscien te de eso. Cuando no sé qué hacer, si escribir o vivir, intento hacer descubri mientos en la cocina, como por ejemplo recrear un plato con el que disfruté en alguna otra parte. Lo peor que puede ocurrir es que el experimento resulte un fiasco y terminemos comiendo unos empare dados antes de irnos a la cama. Lo mejor es que mi agradable ocurren cia y la cena que resulte proporcionen nuevas sensaciones al paladar y me recuerde que nunca hay que dar nada por sentado, sobre todo en momentos de duda, frustración o apetito. «Si tus penas persisten, si no logras hallar inspiración en la soledad, entonces aún te queda mucho por aprender de los escritores, los poe tas y los cocineros para convertirte en la artista de tu propia vida — ex pone Jacqueline Deval en su fascinante novela Reckless Appetite: A Culinary R om ance— . ... Nunca podrás recrear el pasado. Pero puedes dar forma a tu propio futuro. Y además hacer un bizcocho.»
I'sta semana, co m o meditación, intenta hacer un bizcocho impro visado. Piensa en el bizcocho más delicioso que puedas imaginar, el bizco el 10 ilc tus sueños, el que siempre has querido probar pero que muw a lias lenido tiempo para hacer. El bizcocho que siempre te lia intimida «lo Tómate tiem po, hazte un hueco y haz tu bizcocho. Declara ln cocina «zona prohibida». La artista está trabajando. Poco a poco, con i uitlado, atentamente, prepara todos los ingredientes que vas a i i c c c m i ai para tu creación: harina, huevos, leche, mantequilla, levadura en polvo, sal, especias y azúcar. Si algo te resulta desconcertante en este m om ento, contem pla la . 11u .u ion simplemente com o un ingrediente más en la gran receta de la vida real. ( ula ingrediente hace su propia contribución auténtica a la totaIi ilad, independientemente de que cada ingrediente cambie — la sal y el a/úcai se convierten en uno so lo - al ser transform ado por los cuatro elementos del Universo: el luego en el horno, el agua en el grifo, la lie 11a en el trigo que nos da la harina, y el aire que lo abarca todo. N o te olvides del fuego que arde en tu espíritu, del agua de tu sudoi y tus lagrimas, de la terrenalidad de la perseverancia, ni de cada inhalación que efectúas en tus esfuerzos por dom inar el arte y desci 11ai el misterio de una vida autentica. V cuando tu b izcocho salga del horno, espléndido y arom ático, considera por un instante la diferencia entre crear un bizcoch o - o una vida - con lo que tengas a mano, y uno hecho con esas mezclas ya preparadas que están a la venta. Los alimentos preparados tal vez nos ahorren tiempo en la cocina, pero la cocinera siempre sabe, lo mismo que la artista, lo que es auténtico y lo que simplemente pasa p or sci auténtico.
Cómo cocinar un lobo En el portal se oye un plañido... Unos arañazos en el suelo de madera... ¡Atención! ¡Atención! ¡Oh, Dios mío! ¡El lobo está frente a la puerta! C h a r l o t t e P e r k in s G il m a n
^ ■ ^ u ién le teme al malvado lobo feroz? Todas le tememos. Porque antes o después gimotea y araña ante nuestra puerta. Tener dinero en el banco no es obligatoriamente un seguro contra los bufidos y los resoplidos. Hace poco, más de un centenar de hom bres y mujeres situados entre los más ricos de Estados Unidos, que habían invertido en la prestigiosa y ahora insolvente compañía de se guros Lloyd de Londres, perdieron todos sus bienes cuando inespera damente les exigieron sus pagarés para liquidar las deudas de la com pañía. Tal como lo explicó un ex millonario, la única cosa que podía considerar realmente suya era la camisa que llevaba puesta y los geme los de oro. Y, si bien ahora los inversores norteamericanos buscan ali vio en los tribunales, no dudo ni por un instante que algunas de las familias más ricas del país, que nunca debieron preocuparse por la fal ta de dinero antes, ahora sienten cómo un aliento cálido les eriza el vello de la nuca. Para los demás, la llegada del lobo es menos espectacular, pero igualmente traumática. Las historias de nuestros lobos nunca se men cionan en los periódicos: una repentina pérdida del empleo que pone en peligro una hipoteca; un negocio familiar que se va a pique; un pariente anciano obligado a entregar su casa a compañías de asistencia médica como Medicaid para pagar unos cuidados a largo plazo; el gas to inesperado para un tratamiento de la esterilidad o para la adopción; la factura — pagadera al contado— que prueba que la medicina vete rinaria es la carrera del momento; el techo que necesita reparación; las termitas en el sótano; el coche de ocho años que no hay quien lo resucite. Cuando el lobo llega, «la textura de nuestra fe está llena de enor mes agujeros — nos recuerda M. F. K. Fisher— . A nuestro modelo le faltan piezas». Mary Francés Kennedy Fisher, que probablemente fue la mejor escritora de libros de cocina de nuestro país, conocía muy
bien los malos tiempos. De hecho, uno tle sus primeros libros lúe
How to Cook a Wolf, que se publicó en 1942, durante la peor época tle escasez de alimentos en tiempo de guerra. Ella escribía basándose en experiencias propias. Durante gran parte de su vida, M. F. K. Fisher tuvo que mantener los lobos a raya. A pesar de que era muy conocida — durante muchos años escribió para The New Yorker y otras publicaciones— , la verdad es que nunc.i estuvo bien pagada, y continuamente tuvo que adaptarse al precario estilo de vida de los colaboradores que no están en nómina para man tenerse a sí misma, a sus dos hijas y, en distintas épocas, a sus tres maridos. Y digo «estilo de vida» y no «existencia» porque M. F. K. Fisher sabía cómo vivir bien, independientemente de cuál fuera su sal do bancario. Fueran cuales fueran las circunstancias, nunca se limitó a la mera existencia. La pobreza siempre se experimenta en el alma antes que en la cartera. Parece increíble pensar en M. F. K. Fisher con escasez de dinero, porque nunca le faltó una existencia con el encanto de la vida simple. Tal vez disfrutara de la buena vida porque la recibía con un corazón agradecido. Ella viajó mucho, vivió en Francia y en Italia, escribió muchos libros excelentes, tuvo amores apasionados, disfrutó de un amplio círculo de amigos y iradores, y siempre saboreó las revela ciones diarias que proporciona el comer y beber bien. El yo auténtico de M. F. K. Fisher encontró la expresión exterior en la exuberancia. Para aquellas que quieran seguir sus pasos, ella recomienda arran car las malas hierbas de los deseos, dejar tan sólo las anhelos sagrados, «a fin de que se pueda vivir más agradablemente en un mundo donde cada vez hay más sorpresas desagradables». ¿Cómo lo consiguió ella? No echando a correr cada vez que llega ba el lobo feroz, no cediendo ante sus temores de que éste fuera a invadir su casa. Ella sabía que los remolinos del destino suelen ser tan sólo aire caliente. En cambio, aprendió a ser más lista que el lobo, a atraparlo y cocinarlo. Concentrándose en lo bueno que tenía a su lado: un buen vaso de vino, un buen tomate, una buena hogaza de pan. Una hermosa puesta de sol, una charla animada, una relación afectuosa. Ella sabía que la buena vida no priva de nada. Produce albo rozo. «Todavía puedes vivir con gracia y sabiduría — nos anima— si confías en tu sentido innato de lo que debes hacer con los recursos que tienes para impedir que el lobo olisquee hambriento a través del agu jero de la cerradura.»
Abastecer la despensa Cocinar..., sí, y vivir, se convertirán en sencillos ritos este mes. He hecho una lista de comidas satisfactorias planifica das en torno a un solo plato cocinado. H e colgado esta lista en la puerta del armario de la cocina para consultarla. Así, cuando ando escasa de estímulos no necesito preguntarme (¡ue hacer para cenar.
u
N e l l B. N ic h o ls W o m a n ’s H o m e C o m p a n io n , ju lio d e 1925
na de mis literatas domésticas favoritas es Nell B. Nichols, una columnista de W’oman 's Home Companion durante los años veinte, treinta y cuarenta. Antes de tener a Martha Steward, Estados U ni dos tenía a Nell Nichols. N o había nada que ella no fuera capaz de hacer. Pero el gran don de Nell consistía en que nunca hacía que te sintieras una inepta: sabías que si seguías cuidadosamente sus ani mosas instrucciones, también podrías experimentar la felicidad doméstica. Nell cocinaba, hacía conservas, limpiaba, organizaba desde el armario de los utensilios de limpieza hasta el sótano, y todo con espí ritu alegre. Probaba nuevos artilugios como el aspirador, al que consi deraba un «valioso amigo», pero también apreciaba las antiguas tra diciones como blanquear las sábanas blancas secándolas al sol del verano. Leer sus columnas es como sentirse alimentada con cucharaditas de pastel de cerezas negras: te sientes calmada, a gusto, completa mente satisfecha, y sin embargo un poco traviesa. Después de una hora en compañía de Nell, siempre siento deseos de recogerme el pelo, ponerme una sencilla camisa de algodón, atarme con un lazo el delan tal a cuadros y escuchar a Scott Joplin por la radio mientras tiño unas cortinas de percal color crudo «para embellecer las ventanas del des ván». Durante las décadas en que Nell Nichols reinó indiscutiblemente al frente del hogar, «eficiencia» era la palabra que más se leía en las revistas de la mujer. Se exhortaba a las mujeres para que consideraran las tareas del hogar no sólo como un arte, tal como habían hecho las madres de la época victoriana, sino como una ciencia: economía do méstica. Un poco de sabiduría por la que le estaré eternamente agra-
decida a Noli es su petición .1 l.i*. mujeres de que •p línilique n m u s (• u i trabajar menos en la cocina». Dos tareas que consumen gran cantidad de energía cre.uiv.t i li semana son la compra de artículos para el hogar y la prai .icióu «I< I m comidas. Yo he creado unas estrategias del encanto de la v i c l . i . s i m p l t para abastecer la despensa, que pueden ayudarte a recuperar mu •.
tic variedad .1 la hora 11«' la cena Nti 11.1v nada mas aburrido que comei siempre I.i misma c o j m una y otr.i ve/. ¡Pero e s t an l.ícil caer en la ruti na! Muchas de nosotras simplemente no tenemos tiempo durante la semana para experimental en la cocina. Para lograr que tus queridos “dientes» acudan una y otra vez a tu restaurante, intenta incorporar dos nuevas recetas al mes. Guárdalas para los fines de semana, cuando dispongas de más tiempo y puedas disfrutar del sencillo placer de cocinar algo nuevo y diferente. «Sólo otro consejo: por favor, “roba” tiempo cada día (si no pue des conseguirlo de otro modo) para tumbarte sobre la hierba o en una hamaca bajo un gran árbol este precioso mes... y relájate. ¡Qué tonifi cante es eso para el espíritu! ¡Qué descanso para los agotados nervios! Nuestros maridos, hijos, amigos (y sí, nuestro país) saldrán beneficia dos con tu relajación. Lo que más hace falta hoy en día son hogares en calma, y ninguno puede estarlo a menos que su guardián esté en paz con el mundo», aseguraba Nell B. Nichols a nuestras abuelas en el verano de 1924. «¿No estás de acuerdo conmigo (mientras permaneces tumbada y mirando el dosel de hojas que hay sobre ti) en que un hogar debe ser ahora, y cada mes, un refugio para el espíritu así como un lugar en donde satisfacer nuestras necesidades físicas?» Sí, Nell. Sí. Gracias por recordárnoslo.
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La mesa de la celebración La mesa es un lugar de encuentro, un centro de reunión, fuente de sustento y nutrición, alegría, seguridad y satis facción. L a u r ie C o l w in
T P a n to si somos solteras, casadas, con o sin hijos, todas tenemos que comer. La cena debe ser el momento más importante del día. Y si ese día ha sido pacífico, agradable y provechoso, es el momento de cele brarlo. Si el día ha sido difícil y desalentador, es el momento para el alivio y la consolación, bendiciones en sí mismos y razón para cele
brarlo. Tanto tic iiim manera rmiin de otra, l.i mesa tic l.i celebi ación nos invita. Del mismo modo que liay diferentes categorías de alimentos, ha\ distintos tipos de cena en casa: improvisada, ya preparada, al estilo hogareño y el festín. Todas recurrimos de vez en cuando a la improvi sación, pero, como estilo de vida, un mendrugo de pan con un resto de salchichón puede conducirnos rápidamente a morirnos psíquicamente de hambre y a la carencia dietética. Las comidas ya preparadas pueden ahorrar tiempo milagrosamente, pero son extremadamente caras, y una dieta continua de comida de restaurante te hará sentir como si lle varas demasiado tiempo de viaje. «El estilo hogareño» es lo que yo llamo a las cenas de lunes a viernes, las cuales, con un poco de planificación, pueden ser fáciles, rápidas y deliciosas. Los fines de semana permiten hacer tu plato favorito una noche y la otra un festín. Había una época en que diariamente yo no empezaba a pensar en lo que iba a hacer para cenar hasta las cuatro de la tarde. Hoy, sólo de pensarlo me produce escalofríos. Planificar, comprar y cocinar con un margen de una hora me parece, pura y simplemente, abusar de mí mis ma. No temas, existe un medio excelente para planificar tus comidas y la compra semanal. Se trata de un libro de Michele Urvater titulado M onday to Friday C o ok b ook . Michele es una cocinera profesional que escribió este libro porque, después de cocinar todo el día para los demás, quería hacer platos sencillos pero sabrosos para la cena de su familia. Ella te enseña cómo abastecer la despensa con los artículos básicos, cómo solucionarlo cuando los horarios se superponen, y cómo evitar con elegancia el síndrome del ama de casa ante la despensa vacía. «Necesitamos tiempo para desenchufar, para contemplar. Tal como al dormir nuestro cerebro se relaja y nos proporciona los sue ños, también a veces necesitamos desconectar, volver a conectar y mirar a nuestro alrededor — nos recuerda Laurie Colwin— . Tenemos que desconectar la televisión y el teléfono, sentarnos frente a la chime nea y dejar el maletín en la oficina, aunque sólo sea por una noche. Debemos entrar en la cocina, con la familia o con una amiga, y encon trar algunas cosas fáciles y agradables para hacer con los ingredientes básicos. Y aunque sólo sea una vez a la semana, debemos reunimos en torno a la mesa, solos o con amigos, con muchos amigos o con uno solo, y comer juntos. Todos sabemos que sin comida moriríamos. Sin la amistad, la vida no vale la pena vivirse.» Acercaos, la mesa de la celebración os invita.
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Adivina quién viene a cenar Muy pronto aprendí que poner la mesa significa mucho más que depositar en ella los cuchillos y los tenedores. Impli ca crear un decorado para la comida y la conversación, pre parar un clima y una atmósfera que subsistan mucho después de que se haya olvidado lo que se sirvió y lo que se comentó. Peri W o l f m a n
(C u a n d o preparamos una comida, en lo último que pensamos, excepto cuando esperamos invitados, es en cómo poner la mesa. Para los invitados sacamos la vajilla buena, la cristalería y los manteles, pero para nosotras, en lo cotidiano el aspecto deja de tener importancia: con esto servirá. Sí, con esto ya basta, si es lo único que tienes. Pero si cuando no estás obligada eliges continuamente la vajilla desportillada en lugar de la de porcelana que tienes guardada en la vitrina, entonces con eso no bastará. Los ritos de la nutrición exigen los cálices de la comunión, los pla tos especiales donde partir el pan, la llama de la vela, el círculo dibuja do en la tierra. El ritual protege y cura, el ritual simboliza para aque llos que se acercan a tu mesa en busca de reposo y renovación que se hallan encerrados en un espacio sagrado. Es posible que pienses que tan sólo preparas un sitio en la mesa para cenar, pero cuando confías en tus impulsos creativos para realizar algo bello y los sigues, experi mentas lo sagrado en lo cotidiano. Moisés buscó a Dios en la zarza que ardía. Nosotras no necesitamos buscar más allá de nuestras mesas, las mesas que en los salmos hebreos nos dicen que ya tenemos prepa radas para que puedan llenarnos la copa. «Cuando rememoro nuestras comidas en familia, no es el sabor ni el olor de la comida lo que recuerdo, sino el aspecto del entorno — re cuerda Peri Wolfman, coautora junto a su marido, Charles Gold, de The Perfect Setting, y propietaria de la tienda de utensilios para la mesa Wolfman, Gold & Good de Nueva York— . El ambiente de la mesa, la pátina de la madera, los candelabros, los colores, la sensación de armonía y orden.» Hoy, la forma de agasajar a nuestros invitados se ha vuelto más informal que los manteles almidonados y la reluciente cubeitería de nuestras abuelas. Sin embargo, el sentido de armonía que se puede
lograr al poner una mesa p a r a invitados no l i a i amblado Ni tenia p m que hacerlo. Si algo pretendemos conseguir, es más l a armonía qu< la nutrición. Pero tampoco hace falta que cada día organicemos un festín oriental. Una hermosa mesa de pino preparada con encantadores m a n teles individuales a cuadros y servilletas a juego, platos de ccrámu .1, grandes vasos de cristal para el agua, velas votivas y un pequeño cen tro hecho con frutas y flores crea un entorno de sencilla abundam ia que eleva el acto de comer al exquisito placer del banquete. Cuando dedicas algún tiempo extra a preparar una mesa atractiva, en realidad estás llevando a cabo una invocación, ruegas al Espíritu que esté presente en el esparcimiento y en la conmemoración. Elegir
\Jn festín de temporada: el gozo de la anticipación ¿Por qué un día es distinto de otro, mientras la luz de todo el año procede del sol? Es la sabiduría del Señor la que los diferencia. Y muda los tiempos y trae las fiestas. A unos los distinguió y los santificó, a otros los puso en el número de los días comunes. E c l e s iá s t ic o ( l l a m a d o
t a m b ié n
Sir a c ) 33, 7-9
E l gozo de la cocina de temporada es el más sencillo de los placeres, pero uno de los que más a menudo se ignoran. Trae armonía y ritmo a nuestros días y demuestra con gentil sabiduría que la sencillez y la abundancia son compañeros del alma. La alegría de los alimentos de temporada transforma en la mesa incluso los días comunes en días sagrados, y trae a la memoria la sabiduría del libro de los Proverbios cuando dice que «el corazón alegre siempre está de fiesta». Cocinar según las estaciones es también económico. A menudo pensamos que comprar los productos frescos, en el momento culmi liante de su sabor, es un lujo. Pero dedicarse a la cocina de temporada es la mejor manera de comer bien con un bajo presupuesto. Además, si tu frugalidad es tan sutil y refinada, la chica material que hay en ti empezará a sentirse privada de algo, pero no así si disfruta de una cena compuesta de hortalizas asadas, queso de cabra marinado, pan tostado con tomate, mozzarella y albahaca por encima, y de postre tarta de melocotón con salsa de moras. El verano es cuando la Madre Naturaleza se nos muestra en su esplendor, demostrando que el Universo no es un tacaño. Las huer tas y los mercados desbordan ahora con los frutos de la tierra. Aho ra, cuando el verano ofrece generosas lecciones de economía doméstica, es la época perfecta para reconsiderar cómo cocinas durante todo el año. Uno de los libros de cocina para banquetes de temporada más maravillosos que he descubierto en mi vida es Judith Huxley’s Table for Eight. Judith Huxley era una excelente escritora, cocinera y jardi nera, y su amor por estas tres auténticas ramas artísticas se evidencia
en cada página de ese espléndido libro. Hay cincuenta y dos menús de temporada sensacionales: un paseo semana tras semana, durante todo el año, celebrando los placeres de la mesa. Recurro una y otra vez a ese querido libro, por lo general los domingos, cuando preparo nuestros festines familiares. «No hay estación que mayor delicia nos ofrezca — creía el poeta inglés William Browne— como el verano, el otoño, el invierno y la primavera.» El gozo de la sencilla abundancia que nos proporcionan los productos de temporada te convencerá de que la vida puede ser un continuo festín en la mesa de la Madre Naturaleza.
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Los panes y los peces, primera parte No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. San M a te o 14, 17
( C o n o c e s la historia que explica cómo Jesús alimentó a una multitud de cinco mil creyentes, interesados, escépticos o simplemente curiosos que habían acudido a escuchar sus enseñanzas? Al final de una larga jornada, cuando los discípulos quisieron enviar a todo el mundo a sus casas, Jesús les dijo que no fueran ridículos, que la gente estaba cansa da y hambrienta. «Pero sólo tenemos cinco panes y dos peces, apenas suficientes para nosotros — razonaron los discípulos— . ¿Cómo vamos a alimentar a toda esta gente?» Y Jesús les contestó: «De lo que tengáis.» Luego Jesús alzó los ojos al cielo, dio las gracias, bendijo los alimentos y los devolvió a los discípulos para que los distribuyeran. Milagrosamente, después de que todos comieran hasta saciarse, con las sobras llenaron aún doce cestos. Me encanta esta historia porque es un magnífico ejemplo de abun dancia consciente, y porque nos proporciona un modelo para vivir en la sencilla abundancia. Los Evangelios de san Mateo y san Marcos nos informan de que Jesús llevó a cabo este milagro en dos ocasiones. I; u la segunda, cuatro mil personas se alimentaron con siete panes v ilrn nos peces. Por esa época, los sacerdotes, viéndose cada ve/ m a s a m e nazados, habían empezado a fomcniai la agitación. 1•\ij;ia n d e Jo '.ir.
más señales y milagros para probar su divinidad. Éste no hizo caso de sus sarcasmos y se fue, advirtiendo así a sus discípulos: «Guardaos del fermento de los fariseos y saduceos» (refiriéndose, imagino, a la tradi cional palabrería religiosa). Pero los apóstoles interpretaron literal mente la advertencia de Jesús y dieron por sentado que la levadura del pan allí era mala. Así que decidieron no comprar pan en la localidad y esperar a comer cuando lo consiguieran en la siguiente ciudad. Horas después estaban cruzando el lago en bote, con lo cual la jor nada se prolongaba más de lo que habían esperado. Los discípulos empezaron a quejarse de que no tenían pan porque la levadura estaba en mal estado. Hambrientos, preguntaron: «¿Qué haremos? ¿Qué vamos a comer?» Jesús, claramente frustrado al ver que no habían entendido el mensaje, les reprendió con estas palabras: «¿Qué pensa mientos son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan? ¿.Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y cuántas espuertas recogisteis? ¿Ni de los siete panes para cuatro mil hombres y cuántos canastos recogisteis? ¿Cómo no habéis entendido que no os hablaba del pan?... ¿Tenéis ojos pero no veis, y oídos pero no escucháis?» Éste es un excelente manjar, porque el delicioso bocado que se esconde debajo de esa historia de abundancia y escasez es que los apóstoles sencillamente no lo captaron. Ante sus ojos seguía ocurrien do un milagro detrás de otro, pero ellos no veían lo que sucedía en realidad. Esto se debía a que eran seres humanos corrientes, incluso aunque su tutoría espiritual la impartiera un Maestro. Seguía siendo insuficiente porque en realidad no habían experimentado personal mente un cambio interior. Y lo mismo sucede con nosotras. ¿Con qué frecuencia en nuestras vidas no lo hemos captado todavía? Éste «lo» podría ser un poderoso forcejeo en una importante relación; una incapacidad para controlar los gastos con nuestra tarjeta de crédito; un problema profesional que mine la propia estima; los inicios de una conducta adictiva en nosotros mismos o en uno de nuestros seres queridos; o una forma inconscien te de sabotaje que nos zarandea de una crisis a otra que nos autoinfligimos. Ése «lo» no es lo que importa. Semejante historia ocurre en nuestras vidas y seguirá ocurriendo una y otra vez hasta el momento en que empecemos a ver las pautas. Quizá debamos empezar prestan do atención. No siempre tiene que ocurrir lo mismo una y otra vez. Cuando no lo captamos, suele ser porque no podemos interpretar l,i manera en que la experiencia exterior es transmitida al receptor inte rior. N o podemos procesarla en nuestras almas. Lo que ocurre realmontc en nuestra vida exterior, se transmite de alguna manera a través de un.i lengua extranjera que no logramos entender. Así que tenemos
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que dar por sentado que la manifestación exterior e\ la realidad (aun que no necesariamente), o seguir repitiendo la experiencia hasta que empieza a tener algún sentido... Algo parecido a aprender una lengua extranjera mediante la total inmersión. La poetisa Iídna St. Vinceni Millay lo expresó de esta manera: «No es cierto que la vida sea una maldita cosa detrás de otra... Es una maldita cosa una y otra vez.» Pero hablar distintas lenguas es un don del Espíritu. El lenguaje del corazón es el anhelo; el lenguaje de la mente, el raciocinio; el leu guaje de las emociones, el sentimiento. El Espíritu los habla todos. Hoy me gustaría que todas nosotras lo captáramos al fin: no para cen tramos en lo que no tenemos, sino para mostrarnos agradecidas por I»> que tenemos. Para que seamos capaces de aceptar, dar las gracias, ben decir y compartir. Para que no acumulemos ni guardemos por miedo a no tener bastante. Porque el Espíritu no carece de nada. Mientras tengas unos panes y unos pocos peces, y sepas lo que hacer con ellos, tendrás todo cuanto necesitas.
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Los panes y los peces, segunda parte La hospitalidad es una forma de oración. E
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T alm ud
TJL al y como hacemos con otros sencillos placeres en nuestra vida — decorar, cocinar, la jardinería— , muchas de nosotras aplazamos tener invitados porque lo convertimos en un acontecimiento. Prepara mos con mayor asiduidad menús complicados y caros para nuestros invitados que para nosotras, inviniendo dinero y tiempo extra pa ra planificar, comprar y cocinar. Hacemos un esfuerzo especial para crear el ambiente perfecto, empezando con el revuelo que supone la limpieza de la casa, y terminando con la preparación de una mesa me recedora de una foto. El ritmo familiar a menudo se ve interrumpido por unos días, y esto incluye desde cambiar de sitio los muebles a aban donar las rutinas habituales. Conozco mujeres que se aturrullan de tal modo que no paran de jurar «nunca más» cuando van a abrir la puer ta principal. No es extraño que la idea tle tener invitados nos abrume.
I )( modo <111c* .1 mentido sigue siendo eso una idea hasta que un acontecimiento especial surge ante nosotras y nos obliga a ponernos a la altura de las circunstancias.
Me alegre al enterarme de que durante la Depresión los buenos momentos no habían desaparecido del todo. En cambio, los placeres domésticos se redujeron a una dimensión adecuada. Las fiestas se eli minaron. En vez de comidas consistentes en varios platos, se hacía un solo plato, que se convertía en el tema central, como por ejemplo bebidas y cosas para picar, sopa y emparedados o espaguetis, postre y café. Las celebraciones se trasladaron del comedor a la cocina, donde se elegía una nueva receta y su preparación se convertía en parte de la diversión. Se pusieron de moda las deliciosas cenas informales, en las que. cada pareja o invitado traía un plato, hasta el punto de que aquella comida se convertía en un festín. Las cenas informales eran un maravilloso placer sencillo, que val dría la pena restaurar. Cuando se invita a una fiesta, la mayoría de la gente pregunta qué puede traer. Si todos trajeran un plato especial, el tiempo y el costo serían soportables y el menú sería para gourmets aunque la fiesta fuera sencilla. En Francia, el banquete semanal para la familia y los amigos se basa en la cuisine de fe m m e , la cual está llena de «gusto, sensibilidad y esencia». Mireille Johnston, que nació en Niza, proclama este estilo de recibir invitados con sencilla abundancia en su libro The Freruh Family Feast, una exquisita fuente de menús deliciosos, pero no desa lentadores, que se adaptan plenamente a una fiesta informal. Una de las lecciones más importantes del milagro de los panes y los peces es que la generosidad fue compartida. Necesitamos recordar nos que los buenos momentos también deben compartirse, sobre todo si queremos tener más como éstos en nuestras vidas. Mireille Johnston nos dice que «los banquetes medievales a menudo concluían con los invitados jurando ante un faisán dorado su disposición a partir para las Cruzadas. Tu familia y tus amigos se sentarán a tu mesa satisfechos y firmemente convencidos de que si bien el sombrío futuro quizás esté en el regazo de los dioses, el glorioso presente se encuentra feliz en sus platos. Y se marcharán satisfechos, con la convicción de que la energía y la gracia, la risa desenfadada, los estimulantes olores y el poder de estos grandes platos sencillos, todos estos milagros y más, pueden convocarse nuevamente a voluntad».
Dedicar tiempo a los asuntos personales que nos proporcionen satisfacción Es deber del alma ser leal a sus propios deseos. Debe aban donarse a la pasión de su dueño. R ebecca W
es t
D e s p u é s de dejar a un lado su pluma, la novelista Marjorie Kinnan Rawlings urdía argumentos mientras horneaba empanadas. Isak Dinesen arreglaba flores. Katherine Hepburn entretenía sus largas esperas en los platos del estudio haciendo punto. La reina Victoria llenaba decenas de blocs de dibujo con encantadoras acuarelas de sus hijos, las cuales dejan vislumbrar la auténtica mujer que se deleitaba sostenien do un pincel cuando no gobernaba un imperio. «Tradicionalmente nos sentimos bastante orgullosas de nosotras mismas por haber deslizado trabajos creativos entre las tareas domés ticas y demás obligaciones — observó la escritora Toni Morrison— . No estoy muy segura de merecer más sobresalientes por eso.» Pero la casa nos reclama. Los niños nos reclaman. El trabajo nos reclama. ¿Cuándo nos reclaman, pues, la pintura o la poesía? Probablemente cada día. Pero estamos demasiado ocupadas aten diendo a todos los demás, en lugar de hacer caso a nuestro yo autén tico. Tal vez esto se deba a que nos hemos convencido de que en realidad no disponemos de tiempo para los asuntos personales que nos proporcionan satisfacción cuando éstos requieren más de quince minutos. Tal vez no oigamos los suspiros de auténtico anhelo porque no deseamos oírlos. Si los escucháramos, tendríamos que darnos por enteradas, e incluso responder. Tenemos miedo de escuchar las incita ciones de la mujer que quiere aprender a dibujar, o a danzar, cultivar orquídeas, tapizar un sillón, cocinar platos de la región de Szechuan. Quizá tuviéramos que ir a clase, comprar un libro, un surtido de pin celes, unos leotardos, unas plantas, una tela o salsa china. No hay tiempo para entusiasmarse, tenemos que ser prácticas. Los anhelos esenciales que no puedan acomodarse tendrán que esperar hasta que dispongamos de más tiempo: cuando los niños regresen al colegio, o cuando mamá se encuentre mejor, o cuando el trabajo en la oficina afloje un poco.
j ( v)u(’ t r p.iuTfi l . i i i i i . i i t^pues i .1 11 1 1 * i n i 1 1 1 i i i o n o l í l o ( m i .1n i d i o ) i il.ui? ¿Q ué ic pairee -Mis auténticas pasiones tendrán que esperai hasta (|iie esté dispuesta a ilii que satisfacerlas es esencial para mi felicidad*? ¿ O «Todavía no lie aprendido cóm o incluirme en mi lista de prioridades»? Observa que no sugiero que te pongas en primer lugar, sólo quiero que te incluyas en la lista.
La escritora victoriana Mary Ann Evans sabía cómo ser práctica respecto a su pasión por la escritura. Para hacerlo adoptó un nombre masculino, el de Gcorge Eliot, de modo que vio cómo sus novelas Mediados de marzo Silas Marner y El molino del Floss se publicaban en una época que no tenía en cuenta los auténticos anhelos de las mujeres. Esto es lo que ella explicaba sobre sus principales pasiones: «Considero que nunca podemos renunciar a los anhelos y deseos mientras estemos completamente vivas. Hay ciertas cosas que senti mos que son hermosas y buenas, y que debemos desearlas ferviente mente.» Disponer de espacio y tiempo para cuidar nuestra creatividad pue de ser uno de estos auténticos anhelos. Tal vez pensemos que sólo comer, beber, trabajar, hacer el amor, ir de tiendas o tomar pastillas puede reducir los retortijones del hambre a un sordo latido. Pero qui zá si reserváramos una hora al día para pintar, idear argumentos o cui dar macetas no tendríamos ningún dolor... ni físico, ni psíquico. Sólo quizá.
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El verdadero norte
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Es bueno tener un destino hacia el cual viajar pero a fin de cuentas lo que importa es el viaje. U
rsu la
K.
L e G u in
de llegar al destino de mi corazón. Los exploradores lo llaman «el ver dadero norte». Para mí el verdadero norte fue un éxito suficiente que me asegurara el dinero necesario para controlar mi propio destino crea tivo, que me permitiera el lujo de poder perseguir mis pasiones. Aho
ra que llevo muchos años yendo di- aquí para allá, más de los que hubiera imaginado veinticinco años atrás cuando me embarqué en r.i.i aventura, he descubierto una cosa. Siempre he controlado mi propio destino creativo, pero no siempre su curso. Sencillamente, hasta ahora carecía del sentido común necesario para descubrirlo. Pero, más importante aún, he aprendido que el espíritu de nuestro viaje es tan importante como la llegada a nuestro destino; puede incln so que más. A fin de percibir la auténtica felicidad, tenemos que estai dispuestas a buscar la satisfacción en cada etapa del camino. Pues, a fin de cuentas, el viaje es todo cuanto la mayoría de nosotras vamos a conocer. Día tras día. El viaje es la vida real. Un día de 1923, la pintora Georgia O ’Keeffe llegó a esta misma conclusión. «De pronto me dije a mí misma... no puedo vivir donde quiero, no puedo ir adonde quiero, no puedo hacer lo que quiero... Ni siquiera puedo decir lo que quiero. He llegado a la conclusión de que fui una verdadera estúpida al no pintar al menos como yo quería... Esto era lo único que podía hacer que no incumbiera a nadie más que a mí.» Puede que no todas seamos capaces de pintar como Georgia O ’Keeffe, quien halló esplendor en los huesos desnudos y en las are nas del desierto lo mismo que en las flores, pero sin duda podemos aprender poco a poco a seguir su ejemplo, a encontrar tiempo para recompensar ensoñaciones que nos ponen al corriente de nuestro yo auténtico y nos proporcionan atisbos del verdadero norte. Pues es durante nuestras horas de expectación — esas horas que en el pasado habríamos calificado de «ociosas»— cuando más fecundas nos sentimos con nuestro propio potencial. El poeta inglés Rupert Brooke, que celebró los apacibles gozos de manera muy elocuente, hablaba de esas pocas almas afortunadas que pueden «almacenar reservas de calma y satisfacción... y más tarde recurrir a ellas cuando la fuente ya no está presente pero la necesidad es muy imperiosa». Esta habilidad — la de entregarnos devotamente al cuidado de nuestro yo auténtico— raras veces se consigue de manera natural o fácilmente. Pero con práctica, paciencia y perseverancia, al final se consigue.
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d i; j u l i o
La importancia de la soledad Si las mujeres estuvieran convencidas de que un día libre o una hora de soledad es una ambición razonable, encontra rían la manera de conseguirla. Tal como están las cosas, sien ten que su petición es tan injustificada que raramente lo in tentan. A nne M
orrow
L in d b e r g h
iE r s t o y convencida de que cuando llegue el fin del m undo, lo hará no com o dos ejércitos a pun to de chocar, sino com o «la últim a gota»: el fax que con una sola frase echa a pique seis m eses de trabajo, la llam a da telefónica que nos envía tam baleándonos al otro lado de la habita ción, la petición aparentem ente inocente para que realicem os todavía una tarea m ás... ¿P odríam os asistir a otra reunión? ¿E scrib ir un in for me adicional antes de salir de la oficina? ¿H o rn ear otra tanda de galle tas? ¿E fectuar otro viaje extra en el turno de transporte escolar esta sem ana? D e p ron to, sin previo aviso, las m ujeres saldrán corriendo en la noche, dejando a hom bres y niños sacudiendo la cabeza asom b ra dos, preguntándose qué es lo que habrán hecho ahora. R ecuerda siem pre que G reta G arb o nunca decía que quería estar sola. L o que ella decía era: «Q u ie ro que me dejen sola.» H a y una gran diferencia.
Pienso que es esencial que las mujeres atareadas, con lo cual me re fiero a todas nosotras, se detengan un momento — este mismo mo mento— para reconsiderar todo el tema de la soledad. Somos demasiadas las que consideramos que estar un rato a solas es una frivolidad, un lujo prescindible en vez de una necesidad creati va. ¿Por qué debería ser así? ¿No es posible que al engañarnos de esa manera lo único que se empobrezca es nuestra vida interior? A fin de cuentas, si esa carencia no se manifiesta en la superficie, si podemos disimularla una vez más mediante humo y espejos, entonces, como es lógico, es que no cuenta. ¿O sí? «Ciertos resortes se sueltan sólo cuando estamos solas. El artista sabe que debe estar a solas para crear; el escritor, para poner orden en sus pensamientos; el músico, para componer; el santo, para rezar. Pero las mujeres necesitan de la soledad para volver a descubrir su verdade ra esencia — nos incita a recordar Anne Morrow Lindbergh— . El pro-
blema no residí* totalmente en eneontrai el espacio propio, el tiempo para estar' sol.i, poi dilteil y necesario que esto sea. I' l problema reside más en có m o apaciguar al espíritu en medio de sus actividades. De hecho, el problema consiste en cóm o alimentar al espíritu.»
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No descuides las cualidades que hay dentro de tí Ella resistió. Y sobrevivió. Marginalmente, tal vez, pero a nosotras no se nos exige que vivamos bien. A n n e C am ero n
0 ) h , por supuesto que sí! Es posible que volvamos para vivir otra vida — y yo estoy abierta a esa posibilidad— , pero hasta que no lo sepa seguro, no quiero desperdiciar la que estoy viviendo ahora mis mo... He resistido. Y he sobrevivido. Y he vivido marginalmente. Pero vivir bien es tan bueno como lo pintan. Durante años — sobre todo mientras intentaba gradualmente hon rar al Espíritu que se desarrollaba en mi vida, procurando no descui dar las cualidades que hay dentro de mí— he meditado largo y tendi do sobre esta exigencia interior, sobre estas ansias de soledad. Pues me encanta la compañía de mi esposo y de mi hija; me estimula el análisis de nuevas ideas y los fabulosos proyectos creativos con un equipo profesional; adoro pasar el rato con mis mejores amigos. Pero lo que he descubierto mientras componía mi auténtico concierto es que algu nos de los compases necesitaban una pausa. Suspiro por lo que May Sarton denominaba «tiempo abierto, sin otras obligaciones que para el mundo interior y lo que ocurre en él». Para mantener la armonía inte rior me es imprescindible rescatar al menos una hora de soledad cada veinticuatro horas, y defender esa tregua sustentadora del espíritu con tra todo tipo de intrusos y distracciones. Buscar deliberadamente la soledad — instantes de calidad que pasa mos lejos de la familia y los amigos— tal vez parezca egoísmo. Pero no lo es. La soledad es tan necesaria para que nuestro espíritu creativo
m' desarrolle* y llore/c.i u h i i o el m i c h o y l.i enmiela lo son para la supervivencia ele nuestro c uerpo. <■l .s una IcccieSn dilícil la que hay que aprender hoy: dejai a los amigos y a la familia y deliberadamente prac ticar el arte de la soledad durante una hora, o un día, o una semana -ite Anne Morrow Lindbergh— . Y sin embargo, una vez reali zado, encuentro que hay una calidad increíblemente preciosa en el hecho de estar a solas. La vida vuelve a precipitarse en el vacío, más rica, más intensa, más colmada que antes.» Creo que Anne Morrow Lindbergh — que soportó lo que ninguna ele nosotras hubiera creído poder soportar— demostró con su existen cia valerosa y creativa que no es suficiente simplemente con que resis tamos y sobrevivamos. Debemos superarnos, aprender a descollar y a interpretar nuestra propia composición. Subir o bajar una octava, lo que haga falta para encontrar el delicado equilibrio entre nuestras pasiones más profundamente personales y nuestra entrega a la familia, amigos, amantes y demás. Por lo que a mí se refiere, he descubierto que la manera más segura de escuchar los suaves acordes de la armonía es en el silencio.
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Robar momentos de soledad Ella no estaba acostumbrada a paladear las alegrías de la soledad más que en compañía. E d it h W
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harton
que hace falta, por lo tanto, es un plan. Mediante tanteos, durante esta última década he intentado encon trar un rato de calidad a solas a primera hora de la mañana, o a última hora por la noche, cuando el resto de la casa estaba durmiendo. Ambas soluciones han demostrado ser poco prácticas, pues a estas horas estoy demasiado cansada para funcionar, y mucho menos para ser reflexiva o creativa. Sospecho que no soy la única que nece sita dormir. Durante el curso escolar consigo mi hora solitaria inmediatamente después de que mi marido salga para su despacho y Katie se marche al ío
colegio. Me doy cuenta, por supuesto, de que soy muy afortunada, pues trabajo en casa y puedo utilizar para mis momentos de soledad la hora que de otro modo emplearía en los desplazamientos en tren para ir a la oficina. Durante el verano y las vacaciones escolares, me tomo una hora siempre que puedo, generalmente por la noche, o cuando no hay nadie mirando. (Hace falta ser creativa y decidida.) Si trabajas en una oficina, tal vez puedas utilizar la hora del almuer zo para hacer excursiones en solitario varias veces a la semana. Nadie más necesita estar al corriente de esto, aparte de ti. ¿No hay alguna her mosa librería, museo, catedral o jardín público que puedas visitar para estar un rato a solas en mitad de la jornada? ¿Por qué no investigas las posibilidades? Sin embargo, es posible que tu profesión requiera que discutas asuntos de trabajo a la hora del almuerzo; ésta es la situación de algu nas de mis mejores amigas. Reserva un cuarto de hora para ti en tu agenda, antes y después de la jornada de trabajo, para poder cerrar la puerta y serenarte. Una amiga pensaba que esto era imposible hasta que empezó a ponerlo en práctica; ahora su hora robada es inviolable. Si esto no te es posible, entonces es de vital importancia para ti que encuentres algún momento de calidad para estar a solas en casa, como mínimo dos noches a la semana, independientemente de lo ocupada que estés. Programa «casa» en tu agenda y comprométete a. ello. Ahora bien, ¿y si estás en casa pero no estás sola? Exige una hora por la noche, después de cenar, después de acostar a los niños o mien tras hacen sus deberes, aunque pases la mitad del tiempo sumergida en la intimidad de la bañera. Muéstrate inventiva, incluso taimada si es preciso. ¿Por qué no te retiras una hora antes que tu pareja durante la semana, para leer y relajarte en la cama? Una amiga mía tiene una pro fesión excitante y de gran responsabilidad, pero también muy estre sante como ejecutiva en una cadena de televisión, y tiene que trabajar hasta altas horas de la noche durante la semana. Su solución para la soledad la encuentra los fines de semana, quedándose todo el sábado en la cama para recargar pilas, y reuniéndose con su marido para cenar. Si tienes que hacer juegos malabares con la familia, las respon sabilidades de la casa y un trabajo fuera, reclama dos horas para ti el domingo por la tarde. Date permiso para abrazar la sacralidad del ais lamiento. Pero es posible que estés en casa con niños pequeños que todavía no van a la escuela. Planifica tus placeres solitarios para cuando hagan la siesta. Esta no es la hora de la limpieza. Utilízala para tu propia renovación. Y no te desanimes si tus niños ya han superado la edad para hacer la siesta (aunque no creo que ninguna de nosotras lo consi ga). Cambia tu estrategia. Pon la etiqueta tic Rato de Ti anqtiilidad» a
la hora que sigue al almuerzo. Con suavidad, pero con firmeza, lleva a los niños a sus habitaciones y allí les ofreces algún juguete especial con el que sólo puedan jugar a esa hora. Diles que les verás dentro de una hora y luego retírate a tu lugar especial. Si te pasas media vida haciendo de chófer para la familia, idea algu nas estrategias personales que te ayuden a soportarlo. Después del via je de la mañana, encuentra una cafetería tranquila y disfruta de una solitaria taza de café. Por la tarde, planifícalo para llegar a la escuela al menos con media hora de anticipación y con un libro atractivo para que te haga compañía. Ten siempre a mano un bloc y un bolígrafo para anotar ocasionales destellos de inspiración, los cuales harán acto de presencia en cuanto te comprometas a conseguir algunos momen tos para cuidar el espíritu. Aunque tengas que encontrarlos sentada en un coche en el aparcamiento. Algunas de mis mejores ideas se han pre sentado mientras esperaba a la gente menuda. Permanece abierta a lo inesperado.
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Pagar un alto precio [Es cierto que] mujeres que han alcanzado el éxito se ven asaltadas por continuas exigencias tanto externas como in ternas y carecen de habilidad para filtrarlas. Estas mujeres se quejan de que lo primero que deben sacrificar es su tiempo de intimidad y sus placeres privados.
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a r r ie t
B . B r a ik e r
J^Lquellas que de manera regular no pasan un rato a solas para des cansar y recuperarse, lo más probable es que padezcan lo que los psi cólogos denominan «el síndrome de carencia de intimidad». Los sínto mas incluyen un aumento del resentimiento, cambios de humor, fatiga crónica y depresión. ¿Te resulta familiar? ¿Espantoso? ¡Lo es! Las que lo padecen se debaten durante el día en un vacío de exasperante insatislacción, sólo para desplomarse en la cama, demasiado agotadas emocionalmcnte para doi m¡r bien poi las noches. I a más pequeña cosa es capa/ ilc hacei las estallar, provocarles el llanto y ataques de histci u.
y no sólo poi culpa de los chiquillos de l.i casa. Pronto e l 1 1 . i l ^ . i j o v la.s relaciones personales empiezan ,i resentirse. ¿Poi c jl ic ? Portille aque lias que nunca se reaniman no resultan muy divertidas para tenerlas al lado. El ciclo puede continuar sin interrupción hasta que aparezca la enfermedad física. ¿Te acuerdas de las cinco semanas cor. gripe que padeciste el año pasado? ¿Y de las dos a añadir con tu lumbago del último verano? ¿Y la sinusitis de la que no lograbas curarte el mes pasado? No tenemos que esperar a enfermar para pedir un descanso psíqui co. Por desgracia para muchas mujeres, sólo consienten en pedir un tiempo y un espacio para estar solas cuando caen enfermas. Quizás ésta sea la vida real para ti en estos momentos, pero no tiene por qué ser siempre así. Si de pronto descubres que buscas en secreto mantener regularmente una cita con una bolsa de agua caliente y un somnífero, entonces es que el síndrome de carencia de intimidad se está cobrando un alto precio. Deja que te diga que existe un sistema mucho mejor.
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Abrir una puerta que separa dos mundos
,
Hay voces que oímos en soledad pero que se hacen más débiles e inaudibles a medida que entramos en el mundo. R a lph W
aldo
E m erso n
E s imposible experimentar regularmente la soledad durante un lar go período de tiempo sin que las pasiones personales y los auténticos anhelos emerjan a la superficie de tu conciencia. Una vez te has em barcado en la búsqueda de tu auténtico estilo, has seguido a la sabidu ría de tu propio corazón y has visto que los resultados empiezan a flo recer en tu vida, te das cuenta de que la soledad abre la puerta que separa dos mundos: la vida que llevamos hoy y la vida que tan pro fundamente nos merecemos. Todas podemos hallar sistemas para regenerarnos una vez seamos conscientes de lo esencial que es la soledad para nuestra experiencia de la armonía interior. Tillie Olsen, en su narración Tell Me a Riddle, escribió acerca de una mujer que «no cambiaría su soledad por nada
tld mundo, Nmitii )n»t\ w vcriit fo r /iu h ,i m overse >il ritmo di' los
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Averiguar lo que te gustaría hacer, si tuvieras tiempo para ello Interésate por la vida tal como la ves: por la gente, por las cosas, por la literatura, por la música... El mundo es tan rico, sencillamente se halla repleto de ricos tesoros, almas hermo sas y gente interesante. Olvíddte de ti. H
en ry
M il l e r
A l principio, pasar un rato sola sólo para serenarte te parecerá una indulgencia suficiente. Pasar un tiem po a solas para cuidar de tu au téntica visión, para expresar tu p rop ia creatividad, para disfrutar de una búsqueda personal que te p roporcione satisfacción y placer te p a recerá..., en fin, im posible. Increíble. Im practicable. Inconcebible. N i pensarlo.
«De acuerdo, lin otra reencarnación», suele sei la respuesta, junto con suspiros audibles y unos ojos en blanco, cuando planteo este tema en mis talleres. Luego surgen las miradas ansiosas.
— ¿Te refieres a pasárselo bien? — quieren saber las mujeres. — Sí, eso es. — ¿Te refieres a... conmigo misma? — Sí, contigo misma. Pasártelo bien. ¿Qué es lo que te gustaría ha cer, si alguna vez tuvieras tiempo? — ¿Pasármelo bien? Ya puedes suponer adonde conduce esto. A la mayoría de las mu jeres que conozco les cuesta mantener una conversación seria cuando el tema es pasárselo bien. Deja que el discurso trate de un salpullido provocado por los pañales o de la teoría de la relatividad de Einstein y lo conseguirás. ¿Pero pasárselo bien por su propio bien? La cruda rea lidad es que, en algún punto entre la familia y la profesión, durante los últimos veinte años, la mayoría hemos extraviado una parte esencial de nosotras mismas. En cuanto empezamos a embarcarnos en vacaciones solitarias para volver a familiarizarnos con nuestro yo auténtico, sole mos descubrir que algo nos falta. Su nombre es «deleite». Exuberancia. J o ie de v iv re, como suelen decir los ses, o «la alegría de vivir». El gran placer que surge cuando las piezas de nuestro rompecabezas particular encajan por fin. La sincera felicidad que experimentamos cuando algo nos produce un intenso placer. Algo únicamente nuestro. A ese algo mágico también se le suele llamar «bobby», un pasatiempo. ¿Pero qué hacer? La escritora Brenda Ueland nos asegura que para que nuestra imaginación florezca, necesita «animarse: prolongados, poco prácticos y felices momentos para holgazanear, pasear y deambu lar». Tal vez también necesitemos ser un poco detectives para descubrir lo divertidos que pueden ser los placeres solitarios. Ha pasado tan to tiempo desde que de manera consciente reservábamos un rato sólo para nuestras ensoñaciones compensatorias, que muchas de nosotras ni siquiera sabemos qué hacer (excepto, por supuesto, echar un sueñecito) cuando disponemos de dos horas preciosas durante las cuales no debe mos satisfacer a nadie más que a nosotras mismas. Debido al desgaste, desperdiciamos cualquier rato de ocio del que podamos disponer. Hoy debes ceder a tu necesidad de «animarte». Y, mientras paseas y deambulas, considera cuáles de las ensoñaciones compensatorias que desestimaste te proporcionaban más placer en el pasado. «Lo que pienso sobre mi trabajo no se diferencia de lo que pienso sobre el hecho de hacer ganchillo o cocinar: éste es el proyecto en el que me hallo inmersa. Es como un juego. En este sentido, me he pasa do toda la vida jugando: cosiendo o haciendo ganchillo, recogiendo
llores, escribiendo o yendo .d m en •.ido», explica l.i escritor.! I )i.ine jolinson. Un.i v e / te decidas .1 poner 111.is sensación de juego en el combate diario con tus empeños auténticamente personales, la vida empezará a adquirir un tono más armonioso.
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Placeres solitarios Sola, sola. ¡Oh! Nos habían advertido sobre los vicios soli tarios. ¿ Alguna vez se han alabado adecuadamente los pla ceres solitarios ¿Hay mucha gente que conoce su existenciaf
?
J essam yn W
est
J^ .ecu erd as, hace mucho tiempo, cuando todas sabíamos cómo ju gar? Para ir en busca de pistas tendremos que viajar hacia atrás, a cuando éramos más jóvenes. ¿Te gustaba jugar a solas cuando tenías diez años? ¿Cuáles eran tus actividades extraescolares favoritas en el instituto o en la universidad? Nada de nuestras vidas anteriores se ha desperdiciado. Nada de lo que una vez nos hiciera sentir felices y rea lizadas se ha perdido. Hay un hilo de oro que recorre nuestras vidas. Sólo necesitamos redescubrir este hilo antes de que la alegría de vivir se desenrede por completo. ¿Por qué no efectuar sobre el papel una sesión de aportación de ideas a fin de sacar a la superficie tus enterrados deleites? Haz una lista apresurada de diez placeres solitarios. No te entretengas demasiado pensándolo, pero tampoco te desanimes si necesitas unos minutos para dar con algo. ¿Necesitas un poco de ayuda? Bien, ¿cuál era tu juego favorito en la infancia? ¿Y tu deporte favorito? ¿Y tu película favorita cuando eras una niña? ¿Tu libro favorito? ¿Y tus cómics? ¿Tu cantante o grupo musical favoritos? ¿Cuándo fue que mejor te lo pasaste de pequeña? ¿Y de adolescente? ¿Y ya adulta? ¿Puedes recordarlo? ¿Eres capaz de recrear el recuerdo? Si pudieras adquirir de inmediato tres habilidades, ¿cuáles serían? ¿Tocar el piano, patinar, hacer maravillosas fotografías? ¿Qué tres co sas extravagantes harías si nadie fuera a enterarse? ¿Bailar la danza del
vientre*, hacer el payaso, volar en jj;lobo? ¿Que u es cosas te parecen un reto, incluso aunque lo ñ u s probable es que minea intentaras llevarlas a cabo? ¿Subir a un escenario, escalar montañas, hacer submarinismo? ¿Qué tres vacaciones con todos los gastos pagados te atraen mas? ¿Una excavación arqueológica en Egipto, un viaje con el Orient Express, una visita a las colecciones de alta costura en París? ¿Te gus ta trabajar con las manos? ¿Hacer encaje, encuadernación de libros, jardinería? ¿O lo que te atrae es el aspecto visual? ¿Enmarcar cuadros, hacer vidrieras de colores, crear cajas de siluetas? ¿Captas la idea? Ahí afuera hay un mundo fabuloso a la espera de que lo exploren. Sencillamente, basta con tener deseos de experimen tar. Los pasatiempos nos ofrecen la maravillosa oportunidad de des pertar nuestras aptitudes naturales. Tan sólo se precisa un pequeño esfuerzo. Lo primero que hay que hacer es pensar qué nos gustaría hacer para sacudirnos esta modorra. Luego tenemos que encontrar tiempo para hacerlo. Alice James, la hermana de Henry y de William James, creía que en la vida «verdaderamente nada es tan esperado como lo inesperado». Si buscas y encuentras un placer solitario que te obligue a saltar de la cama cada mañana para obtenerlo, descubrirás cuánta razón tenía Alice James.
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El plié del placer ¿ Cuál es tu pasatiempo? Todas las mujeres deberían tener algún interés favorito en su vida, aparte de las rutinas diarias que constituyen sus ocupaciones habituales. ¿ Cuál es el tuyo ? T h e M o t h e r ’s M a g a z in e , en ero d e 1915
E x i s t e una vitalidad, una fuerza viva, una energía, una aceleración, que a través de ti se convierte en acción, y puesto que en todos los tiempos sólo habrá una como tú, esta expresión es única — nos advier te la bailarina y coreógrafa de danza moderna Martha Graham— . Si tú la bloqueas, nunca existirá a través de otro medio y finalmente se per derá.» ¿Estás bloqueada? Un pasatiempo es una manera maravillosa de
m i pe/ai ,i libeiai nuestra u v a l i v iil.it I I so es del tillo ,i que i mil ir espera
que seamos perfectas en un pasatiempo. Estos nos permiten experi mi niar, entretenernos con la pintura, la poesía, la jardinería, el plié. ( '.uando las bailarinas de ballet hablan de hacer pliés, se refieren a ejer citar las rodillas. I lacer pliés al iniciar los ensayos calienta los músculos de las piernas antes de empezar a bailar. Ejercitar un pasatiempo calienta nuestras aptitudes e ilumina nuestras inclinaciones naturales. Debe mos probarnos algunas vidas imaginarias y ver qué tal nos sientan. Ahora que ya has hecho algo para animarte y has descubierto algu nos pasatiempos que te proporcionan placer, elige uno para ejercitar lo. Si necesitas materiales como por ejemplo hilo o pinturas, haz una lista de todo lo que te haga falta. Concédete una semana para reunir cuanto necesites para ponerte en marcha, y a partir de hoy planifica para la semana que viene una hora para empezar. Con esto te compro metes a incorporar más diversión en tu vida, y lo que antes era incon cebible pronto se convertirá en algo sin lo cual sería imposible vivir.
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El hogar como un pasatiempo Sólo una mente excepcionalmente dotada podría hacer frente sola a todos los problemas que se presentan en el per feccionamiento de un hogar.
u
A rnold B en n ett
no de mis nuevos pasatiempos es nuestro hogar. Empecé a pen sar en nuestro hogar como un pasatiempo cuando descubrí una serie de deliciosos artículos que en 1924 escribió para una revista el novelis ta, ensayista y dramaturgo inglés Arnold Bennett. Aunque lnuy olvi dado hoy en día, Arnold Bennett fue tan famoso como H. G. Wells y George Bcrnard Shaw. La clasificación de Bennett sería la de «hombre corriente», un neurótico de clase media que elevó su neurosis al borde de la genialidad meditando, con ingenio y sabiduría, sobre el significa do de la vida, sus intrincados problemas y sus sencillos placeres. Uno de sus libros más queridos es Cómo vivir las veinticuatro horas al día, un arte que todas deberíamos aspirar a dominar.
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En ¡il hogar com o un pasatiem po, llcimctl escribió: «El lio|-.u c h i s te. El hogar se acepta. En el puede vivitsc la vida, y así se hace. I sc jarrón no va bien con ese mantel. Aquella alfombra no va bien con el empapelado de las paredes... El pie de la cama interfiere con la pueiia del dormitorio al abrirse. Todos los muebles del comedor parecen haber sido un tremendo error. El vestíbulo tiene un aspecto m is e r o . Los dos cuadros principales del salón cuelgan demasiado altos en la pared. Un centenar de cosas sólo están un poco mal, y unas cuantas están rematadamente mal. Pero eso no importa. De alguna manera, el mecanismo funciona. El deseo de buscar la perfección ha fallado. El hogar se ha vuelto inalterable. ¡Ahí está el hogar! Con esto bastará. Tiene que bastar.» Pero al verdadero pintor con una vida tan real como sus propios cuadros le aguarda una oportunidad de oro, dice Bennett. «Nadie tic ne derecho a aburrirse en un hogar a medio hacer. Un hogar que no es una justa expresión de nosotros, en el mejor de los casos; un hogar al que le falta lo que podría tener, un hogar que en alguna parte es más feo y en otra más incómodo de lo que necesitaría ser; un hogar que no se puede recorrer sin sentir desolación, un hogar que en todos sus detalles crispa los nervios a quienes lo habitan y de este modo deterio ra la armonía de su existencia... Algo debería hacerse con un hogar así... ¿Por qué no convertir en un pasatiempo el perfeccionamiento del hogar?» Una propuesta interesante. La mayoría de nosotras no pensamos en el arreglo de nuestro hogar como una búsqueda de placer porque solemos enfocarlo como una proeza que requeriría más recursos físi cos, psíquicos, creativos y económicos de los que harían falta para escalar la montaña más alta del mundo. Esta mañana, por ejemplo, hubiera preferido lanzarme con un tonel por las cataratas del Niágara antes que enfrentarme con el sótano de casa. Pero también me encan taría obtener un poco de espacio para un pequeño estudio de pintura donde entretenerme con mis diseños textiles. Para conseguirlo, he tenido que rescatar un poco de espacio de aquel caos. Si contemplo nuestra casa como un pasatiempo, en lugar de como una tarea, tal vez encuentre tiempo para pintar la puerta de la entrada, pulir una cómo da, barnizar el suelo de madera o crear un rincón para mí. «Es posible que tu hogar sea pequeño (la mayoría de las casas de la gente lo son), pero nunca terminarás de perfeccionarlo — nos dice Arnold Bennett— . El tema es muy amplio y no conoce límites.» Ya sabes, quizás él esté en lo cierto.
I lábiles que nos roban momentos preciosos Perdidas ayer, en algún momento entre el amanecer y el atardecer, dos horas de oro, cada una engarzada con sesenta diamantes como minutos... No se ofrece ninguna recompen sa, porque se perdieron para siempre. H o race M ann
N
ada muere con tanta dificultad como un hábito. Por lo general sabemos cuando hacemos algo que no es bueno para nosotras, pues la vocecita que reside en el interior de nuestras cabezas puede ser un guardián bastante incordiante. «No, por favor», nos susurra cuando encendemos ese cigarrillo, nos servimos otro vaso de vino o nos para mos delante del frigorífico para engullir espaguetis fríos sólo porque estamos nerviosas. El problema reside, como es lógico, en que hasta ahora no hemos querido escucharla. Antes de cambiar cualquier conducta, puede serte de utilidad saber por qué quieres librarte de hábitos que no mejoran ni contribuyen a mejorar tu sensación de bienestar. Si cambias, ¿cuál será la parte posi tiva que obtengas a cambio? ¿Un estilo de vida más sano, más energía y vitalidad, la dicha y el sosiego de la serenidad emocional, un cuerpo más delgado? La introspección abre los ojos de tu conciencia median te fórmulas amables. Empiezas a tratarte con mayor consideración. A medida que intimas más con tu yo auténtico y descubres atisbos de la mujer que eres verdaderamente por dentro, apuntalas el valor necesa rio para dar los primeros pasos vacilantes, necesarios para ayudarla a evolucionar y a emerger al exterior. Pronto empezaremos a oír los susurros que nos animan y consue lan, no los que nos regañan. Entonces, una noche en que estemos sedientas, en vez de ir automáticamente en busca del vino cuando preparemos la cena, disfrutaremos con un vaso de refrescante y bur bujeante agua mineral, sobre todo si nos la servimos con una rodaja de limón y en un vaso de cristal tallado. En vez de tomar inconscien temente un bocado cada vez que entramos en la cocina, empezaremos a comer sólo cuando nos sentemos a la mesa y sólo lo que haya en nuestro plato, sobre todo si dedicamos algún tiempo a preparar de liciosas comidas que satisfagan tanto la vista como nuestro apetito. En lugar de buscar impulsivamente un cigarrillo para consolarnos cuando
estarnos nerviosas, cogci emos la labor di ganchillo, o ini luso el ei tu i
grama. Con excesiva frecuencia som os inconscientes de las múltiples I o i mas con que nos privamos de los preciosos momentos que p o d ría n lo 1, utilizar para nutrir nuestra creatividad. Estos son hábitos inconscim tes de los que el cirujano general no nos advierte, pero sí lo hana nuestro yo auténtico. Mientras continuemos apegadas a hábitos que, aunque tal vez no amenacen nuestra vida, tampoco la engrandecen, estaremos robando a nuestro potencial.
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Desea, pide, confía y recibe Los tiempos difíciles me han ayudado a entender mejor que antes cuán infinitamente rica y hermosa es la vida en todos sus aspectos, y que muchas de las cosas por las que una se preocupa carecen de importancia. ISAK DlNESEN
E / r e s de las que se preocupan? Todas lo somos hasta cierto punto, pero algunas somos más pesimistas que otras, y cuando nos preocupa mos lo primero que acude a nuestra mente es lo peor que se nos podría ocurrir. La preocupación es una gran ladrona de tiempo. Ten go una buena amiga capaz de pasar del peligro a la desgracia en cinco segundos, y eso le provocaba una pena inconsolable. Ahora que ha aprendido a reconocer las pautas y es capaz de interrumpirse en pleno vuelo simplemente con un leve recordatorio, experimenta una mayor armonía interior incluso en circunstancias difíciles. Con frecuencia, al preocuparnos pensamos que estamos haciendo algo positivo respecto a nuestro problema: como mínimo, pensamos en él. Sin embargo, lo que hacemos es escalar una espiral que puede arruinar un día entero: tanto para nosotras como para aquellos que tenemos a nuestro alrededor. Si descubres que te estás preocupando por algún asunto, en vez de dejarte arrastrar a una situación frenética, párate. A continuación pien sa en todo aquello que murmura cosas bonitas. ¿Puedes mantener una conversación con el Espíritu? Si no te sientes cómoda llamando «ora-
i m ii " .1 tu ( i iin iiini ni t
tic alegría nos cuenta la escritora Marjorie Holmes— . Descubrí una de las verdades más antiguas y universales: que reconocer y afirmar la ayuda de Dios incluso antes de que ésta se nos otorgue, es lo mismo que recibirla.» Deja a un lado tus preocupaciones y pide la gracia para pasar el resto del día. Hay gran cantidad de sorprendentes gracias a nuestra disposición, basta simplemente con que las pidamos. «Desea, pide, confía y recibe», nos aconseja la mística Stella Terrill Mann. limpieza a rezar o a conversar siguiendo este orden y entenderás por que lo dice. Después de rezar por tus preocupaciones, ¿hay alguna amiga con quien puedas compartir tu problema? Si no la hay, siéntate tranquila mente y escribe lo que te inquieta. A continuación escribe un guión de lo peor que podría pasar. ¿Cuáles son tus mayores temores? Si esto ocurriera, ¿qué es lo que harías? ¿Cómo te las arreglarías? Una vez hayas dado con una solución más allá de responder «no lo sé», anóta la. Una de las razones por las cuales nos preocupamos es porque nos sentimos impotentes para controlar nuestro futuro. Cuando descubri mos qué es lo que haríamos si nos ocurriera lo peor, la sensación tic desespero disminuye. «He pasado la mayor parte de mi vida prcocu pándome por cosas que luego nunca ocurrieron», reconoció Mark Twain al final de su vida. Todas hacemos lo mismo. Preocuparte por el futuro te priva del momento presente. Intenta observar en qué medida te preocupas. Y si la insistente preocupación no te abandona en todo el día, sigue el ejemplo de Scarlett O ’Hara. Di para ti: «No quiero pensar en eso ahora; ya lo pensaré mañana. A fin de cuentas, mañana será otro día.»
Pequeñas alegrías para julio Haz que la búsqueda de la felicidad sea real y personal: cuelga la bandera y ondéala; asiste al desfile y luego comparte los panes y los peces con la familia y amigos en una merienda a la antigua usanza, en donde cada cual aporta algún plato preparado. Contempla los castillos de fuegos artificiales al anochecer o suelta tus propias chispas. Declara tu independencia personal: elige vivir auténticamente como una soña dora, 110 como una «expectante».
^ Si vas a pasar este mes en l.i playa, intenta disfrutar de los dls tintos momentos: un paseo por la maiíana temprano para recoger con chas antes de que lleguen las multitudes, una visita a última hora de la tarde para hacer volar la cometa después de que la gente se haya mar chado. Reserva una noche para pasear a la luz de la luna. Si no estás sola, cogeos de la mano. *<*3 Párate al borde del agua o siéntate sobre una toalla y mira a lo lejos por encima del mar. Simplemente, deja que te meza el ritmo de las olas. Experimenta y saborea cómo se detiene el tiempo. Si todavía no has leído el libro de Anne Morrow Lindbergh G ift from the Sea, éste es el mes perfecto para hacerlo. Léelo con un rotulador amarillo y subraya los párrafos que le hablen a tu espíritu. Pon la fecha en el margen. Mientras estés en la playa, consigue un metro de red de pescar en alguna tienda de pescadores. Cuélgala de la ventana o extiéndela encima de una mesa y crea un detalle marinero. Trae a casa una bote lla llena de arena, extiende la arena sobre una bandeja y coloca a su alrededor diferentes clases de conchas para crear un precioso centro de mesa estival. (Si te sientes con ánimo meditativo, realiza la búsqueda de conchas por la playa. Las conchas más exóticamente decorativas suelen encontrarse en las tiendas especializadas, a no ser que tu estan cia en la playa sea en las islas Fiji.) ¿Cuándo fue la última vez que contemplaste las estrellas? Una noche clara de verano tiéndete sobre una manta en el jardín, con una botella de buen vino o de burbujeante sidra, queso, galletas y fruta fresca. Levanta los ojos hacia el cielo nocturno. Percibe que tienes a un amigo allí arriba. Contemplar las estrellas es uno de los pasatiempos más antiguos de la humanidad, y hay buenos motivos para ello. Con templar las estrellas nos recuerda que hay algo más, aparte de lo que siempre vemos, y que cada día es una nueva oportunidad para seguir las pistas. Busca una estrella a la cual formular un deseo. ^ Durante una tormenta de verano, siéntate en la cama en medio de la oscuridad y observa a través de la ventana, o a través de las mos quiteras del porche. Experimenta la belleza y la energía de la naturale za en libertad. Ahora piensa en aplicar esta energía a tu vida pidiendo que se encienda la Luz. Tanto si conoces la Biblia como si no, una forma maravillosa de redescubrirla es a través de la mirada de otras mujeres. Una maravi llosa colección de ensayos de escritoras que analizan sus historias favoritas de la Biblia la encontrarás en O m o f the G arden: Women Writers on the B ihle, editada por Christina Buehmann y Celina Spie gel. Veintiocho grandes escritoras —entre las cuales están Cynthia Ozick, Ursula K. LeGuin, Patricia I lampl, 1 ay Wcldon y Louise
I rdrieh reflexionan atenta, juguetona y provocativamente con las historias, personajes y poemas del Antiguo Testamento que más han significado para ellas. Para disfrutar todavía más de esta experiencia, mientras lees mordisquea la manzana más grande, roja y jugosa que puedas encontrar. Tal como señalan las editoras: «A diferencia del Paraíso Terrenal, la Biblia es una fuente a la cual las mujeres pueden regresar y, como ocurre con todas las grandes obras de la literatura, esta cambia a medida que cambiamos nosotras. Por curiosidad fuimos expulsadas del Paraíso, y con curiosidad regresamos a él.» Mientras esperas a que hiervan las patatas, o tendida en una hamaca, sumérgete en libros de temas culinarios, como por ejemplo esa novela romántica y agridulce de Laura Esquivel, C om o ag u ap a ra chocolate, o la de Jacqueline Deval Reckless Appetite: A Culinary Romance. En la biblioteca o en los estantes de las librerías hay un continuo festín de misterios culinarios en plena ebullición. Especialmente satisfactoria resulta la deliciosa serie de Diane Mott Davidson sobre un proveedor de comidas que se hace detective en Catering to N obo
AQOSTO
Demasiado corta es la duración del verano. W il l ia m Sh a k e sp ea r e
í_¿fOS entusiastas de agosto se deleitan en el abandono. Cuan do la temperatura es de cuarenta grados a la sombra, hace de masiado calor y sólo podemos ser receptivos y reflexivos. D e ja que la calma gozosa del verano vuelva a llenar el auténtico depósito de energía creativa. Este mes en el camino diario ha cia la alegría y el bienestar nos comprometemos a descubrir, reconocer, apreciar, poseer y honrar nuestros dones auténticos y a transformar, no sólo nuestra vida, sino también la vida de los seres queridos.
La convergencia armónica de una vida auténtica Pero suponiendo que tengas algo que crear, entonces quizá lo que haces es crearte a ti mismo. C arl . J u n g
JR .ecu erd as lo que estabas haciendo el fin de semana del 16 y 17 de agosto de 1987? Yo, no. Si te acuerdas, quizás es porque estuviste entre las más de ciento cuarenta y cuatro mil personas que viajaron a «puntos clave» de todo el mundo, tales como las Grandes Pirámides de Egipto, el Machu Picchu en Perú, el Fujiyama en Japón, los tem plos de Dclfos en Grecia, el monte Shasta en California, Sedona en Arizona, las Black Hills de Dakota del Sur, y el Central Park de Nue va York para cogerse de las manos, tararear y «resonar en armonía» durante el acontecimiento mundial de la nueva era que se celebró bajo el nombre de «Convergencia Armónica». Lo que hizo que el citado fin de semana fuese tan significativo fue un raro fenómeno astronómico conocido como el «gran trígono» (cuando la totalidad de los nueve planetas se encuentran en sus signos astrológicos correspondientes al fuego y equidistantes exactamente cien to veintitrés grados los unos de los otros). Habían transcurrido veinti trés mil cuatrocientos doce años desde el último gran trígono. Añáda se a ello una interpretación esotérica de antiguos calendarios mayas y aztecas, así como una leyenda de los indios hopis sobre una reunión de maestros ilustrados que se proponían despertar a la humanidad, y no es extraño que miles de seguidores de la nueva era decidieran que las circunstancias no podían ser más perfectas para dirigir la tierra, a través de la meditación, hacia un despertar espiritual pacífico en vez de un despertar cataclísmico en el próximo milenio. Parece ser que dio buen resultado. Todas las semanas se publica un nuevo libro visionario que fomenta la evolución espiritual a medida que «el camino menos frecuentado» va convirtiéndose en la autopista de la inspiración. Pero son tantas las voces que ofrecen pistas, vislum bres y percepciones internas sobre cómo se alcanza la armonía a través de la gran trinidad divina que forman la mente, el cuerpo y el espíritu que ¿cómo distingues tu propia verdad? Y son tantas las sendas espiri-
Hule», que Jai.il de ellas deben,is Keguir? - Al emprenda mu vida espiritual, lo que impoita es lo simple nos asegura el maestro budis la amerie.ino Jaek Konifielil en su maravilloso libro A Path witb I Icart: A C uide Through the Perils an d Promises o f Spiritual L ife—. D ebem os asegurarnos de que nuestro camino esté com unicado con nuestro corazón... Cuando preguntamos “¿Estoy siguiendo un camino eon el corazón?” nos encontramos con que nadie puede decirnos con exactitud qué camino debemos seguir. Lo que tenemos que hacer es dejar que el misterio y la belleza de esta pregunta resuenen dentro de nuestro ser. Y entonces surgirá alguna respuesta desde algún lugar de nuestro interior y nacerá el entendimiento. Si permanecemos quietos y escuchamos con muchísima atención, siquiera durante un momento, sabremos si estamos siguiendo un camino con el corazón.» En lo que a mí se refiere, dar testimonio de mi yo auténtico es el camino espiritual más gozoso, el que más me llena, que he seguido en la vida. Es verdaderamente «un camino con corazón». Empezó cuan do reconocí que la creatividad es santa. Quizás este agosto te gustaría convocar una Convergencia Armónica personal por medio del redes cubrimiento, la recuperación y la celebración de tu creatividad, el con ducto sagrado para acceder a tu yo auténtico. Nunca es demasiado tar de para recuperar tus dones individuales, resucitar un sueño, crear una vida auténtica. Piensa en esto: ¿y si el «pecado original» consiste en negar en vez de celebrar tu originalidad? Cada uno de nosotros posee un don exquisito, extraordinario: la oportunidad de expresar la divinidad en la tierra por medio de nuestra vida cotidiana. Cuando decidimos honrar este don que no tiene precio participamos en la recreación del mundo. Cuando seguimos nuestro camino auténtico con amor, abrazando nuestros impulsos creativos, vivimos la verdad aunque pensemos que sólo estamos plantando unas flores, preparando la comida, alimentando a un niño, preparando la edición de un libro, produciendo un programa de televisión, cosiendo una cortina, escribiendo un informe, pintando un cuadro, enseñando un oficio, componiendo una canción o cerrando un trato. El monje budista, poeta y escritor vietnamita Thich Nhat Hanh nos recuerda que «nuestra propia vida es el instrumento que usamos para experi mentar con la verdad».
Las lecciones más amables son las que más nos enseñan ¡Q ué maravillosa ha sido mi vida! Ojalá me hubiera dado cuenta de ello antes. C olette
TA odos sabemos lo que significa aprender las lecciones de la vida a través del dolor, la lucha y la pérdida. Pero somos pocos los que nos damos cuenta de que a menudo las lecciones más amables son las que más nos enseñan. Hace siete años nuestra familia asistió a una convención política que se celebraba en un centro turístico de la costa. Mientras mi marido asistía a los seminarios, Katie y yo jugábamos en la playa. Una tarde hubo una sorpresa para los niños: un paseo en elefante por el aparcamiento del hotel. Katie se entusiasmó hasta el delirio. Aquella noche, cuando mi marido y yo la acostamos, le dije: «La vida está siempre llena de sorpresas maravillosas si estamos dis puestos a recibirlas. Algunas mañanas te despiertas sin saber lo que sucederá durante el día ¡y te dan un paseo en elefante!» Al cabo de un par de días volvimos a casa, donde me esperaba una invitación para ir con un grupo de periodistas americanos a Irlanda. Era un viaje con todos los gastos pagados con motivo de la celebra ción del milenio de la ciudad de Dublín. La partida estaba prevista para diez días después. Ahora bien, se pueden decir de mí muchas cosas, pero que soy espontánea no es una de ellas. Busqué todas las excusas concebibles para rechazar un viaje gratuito a mi país favorito: tenía el pasaporte caducado, ¿quién cuidaría de Katie?, tendría que reorganizar mi programa de trabajo, acababa de volver de unas vaca ciones, etcétera. Cuando hube agotado todo el repertorio, mi marido dijo tranquilamente: «¿De modo que no vas a montarte en el elefan te?» Yo le sonreí, pues acababa de darme una lección amable e impor tante sobre cómo hemos de estar dispuestos a recibir las sorpresas maravillosas. Así pues, acepté la invitación y pasé una de las semanas más deliciosas de mi vida. Si estamos dispuestos a aprenderlas, las lecciones amables nos esperan con paciencia de muchas maneras. Procura escuchar hoy la
11 >i«1111 i.i tic ln1. unios; aceptai l.i amabilidad cariñosa de mu persona ami);a; ayinlai a los que lo necesitan; pcdii consejo a un colega; actuar Maniendo tu intuición; reírte de tus flaquezas y aceptarlas con amor; observar cómo tus animales de compañía viven la mar de contentos en el momento presente; redescubrir el sorprendente poder curativo de la espontaneidad; concentrarte en los aspectos positivos de la situación i ii que te encuentres; esperar lo mejor de cada día y darte cuenta de lo maravillosa que es tu vida... antes mejor que después. I luelga decir que con frecuencia ocurre algo inesperado, algo que nos pilla de sorpresa. Pero si somos receptivos a las lecciones amables y las agradecemos, en nuestro camino aparecerán nuevos maestros. La buena suerte inesperada puede resultarnos tan instructiva como las penas.
3 DE A G O STO •I
Una red para atrapar días
Un plan de trabajo nos defiende del caos y del capricho. Es una red para atrapar días... Un plan de trabajo es una ma queta de razón y orden: la queremos, la fingimos y de esta manera le damos vida. A n n ie D il l a r d
S e g ú n una amiga mía lo que nos mata no es tanto lo que realmente tenemos que hacer durante la semana, sino pensar en ello. Alice llegó a esta conclusión la semana que se le olvidó asistir a la reunión anual de las exploradoras. Como es una persona organizadísi ma, dio por sentado que se acordaría. No hacía falta apuntarlo en nin guna parte. Pero se olvidó porque aquel día tan importante le falló el sistema programador debido a una sobrecarga en los circuitos de la memoria de su cerebro. Al día siguiente, cuando una sensación rara en el estómago la despertó por la mañana, ya era demasiado tarde. Todas las tareas fáciles ya estaban adjudicadas y sólo quedaba una. Y así fue como Alice tuvo que encargarse de la venta de galletas entre las asis tentes a la reunión. He aquí una estrategia basada en el encanto de la vida simple que
introducirá más armonía en tn villa y que im luso rs útil para las pn sonas desorganizadas. Dejara libres los circuitos c ere Si ales de qm hablábamos antes y, por ende, no tendrás que ocuparte de las galleta*. A no ser, claro está, que quieras ocuparte de ellas. Si es así, podn i . hablar con Alice. Todos los domingos tómate veinte minutos y su ma te con el calendario, un bloc, un bolígrafo y un subrayador amarillo \ redacta una lista de las cosas que tienes que hacer durante los seis días siguientes; una vez la tengas preparada, echa un vistazo preliminar .1 las tres semanas siguientes. Para echar una red que realmente atrape días, es necesario que ten gas en cuenta todas las tareas que haces durante la semana, tanto pro fesionales como privadas. Esto no es para personas pusilánimes, pero es importantísimo. Ármate de valor. He aquí lo que realmente hace mos todas las semanas. La
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l is t a u n iv e r s a l d e l a s c o s a s q u e h a y q u e h a c e r
Trabajo: (Reuniones, prospección, márketing/publicidad, tareas burocráti cas, planificación, facturación, lectura, investigación, escritura, viajes.) Diligencias: (Banco, tintorería, biblioteca, estación de servicio, videoclub, esta feta de Correos.) Niños: (Escuela, salud, lecciones, deportes, exploradores, transporte esco lar, clubes, juegos, fiestas.) Citas: (Médico, gimnasio, belleza, mecánico, veterinario.) Compras: (Comestibles, ropa, perfumería y farmacia, hogar, regalos.) Correspondencia: (Facturas, cartas, tarjetas y paquetes.) Teléfono/fax: Hogar: (Limpieza, lavar ropa, decoración, mejoras, cocinar, reparaciones, recibo, jardinería.) Familia: Amigos: Iglesia/comunidad: Personal: (Inspiración, introspección, descanso, recuperación, relajación, acicalamiento, visitar tiendas, educación, actividades lúdicas.)
I )ii i.tst* que deNpuéN tle Inu ei l.i maye>i i.i de esias ei>sas, 110 queda tiempo para la última categoría, que e*. I.t m.r. impórtame: la personal.
I .1 Ion na tle icsolvei este problema de la vida real consiste en trasladar l.i citada categoría del último lugai al primero y darle la máxima prio ridad al planificar tus actividades. Para empezar, coge el subrayador y reserva una hora cada día; escribe en la lista tus iniciales seis veces a modo de clave subliminal para la autonutrición. La belleza subversiva de este método radica en que una vez has anotado una tarea en la lista, ya se trate de alguna diligencia o de algo personal, no tienes que volver a pensar conscientemente en ella por que el lado izquierdo de tu cerebro — el lugar donde está la lógica— es entusiasta de las listas. Funciona con piloto automático cuando haces listas y clasifica y hace cambios hasta que aparece un programa en el que todo tiene cabida. A veces hasta puede hacerse. Si tienes la espe ranza de hacer algo, escríbelo en la lista. Echa un vistazo a la lista por la mañana y por la noche. Cuando hayas terminado una tarea, táchala ceremoniosamente con un rotula dor rojo, aunque yo prefiero una pluma con tinta roja. Se siente una gran satisfacción al ver que la lista se va volviendo roja a medida que transcurre la semana. Si tienes la sensación de que pasas demasiados días haciendo poco o nada, durante una semana puedes redactar una lista de lo que hayas hecho. Quizás entonces comprobarás que haces mucho más de lo que crees. Probablemente también descubrirás que malgastaste sin querer momentos de oro porque no había ninguna red para atraparlos. Me refiero a momentos para crecer, para soñar, para nutrir tu visión auténtica. La escritora Annie Dillard cree que «por supuesto, nuestra manera de pasar los días es la de pasar la vida». Y todos reconocemos la ver dad cuando la oímos.
La televisión H a y días en qu e cu alqu iera d e los electrodom ésticos qu e ten em os en casa, incluida la aspiradora, p a rec e ofrecer m ás p osib ilid a d es d e diversión q u e el televisor. H a r r ie t
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es demasiado la televisión? A primera vista, es una adicción ino cua, ya que no hay efectos secundarios obvios. Ya sabemos lo que ocurre cuando nuestros hijos ven demasiado la televisión. Se vuelven pasivos, pierden el interés por otras actividades y se aburren fácilmente. Su capacidad de prestar atención se reduce drásticamente y expresan con frecuencia su descontento con la vida cuando alguien está dispuesto a escucharlos. Sus madres muestran sín tomas parecidos cuando ven demasiado la televisión. Si te quedas en casa con los niños, pregúntate a ti misma si realmente necesitas tener la televisión encendida todo el día. Si trabajas fuera de casa y por la noche te encuentras sentada con regularidad ante el televisor sin pen sar que podrías hacer otra cosa, ¿no va siendo hora de que lo pienses? Alice Walker dice que siempre «le asombra ver que la gente opta por sentarse delante del televisor y sufrir la agresión de cosas que son un insulto a la inteligencia». Cualquier persona que vea más de cinco horas la televisión sema nalmente estará de acuerdo con ella. Yo hice crítica de televisión durante varios años y a veces me costaba creer lo que veía. ¡Al menos me pagaban por verlo! Pero en la televisión también hay muchas cosas que divierten e informan. En tal caso, si hay un programa que realmente te gustaría ver, ¿por qué no lo grabas en vídeo y lo ves en otro momento? La cuestión es elegir de forma consciente. Durante los últimos años prácticamente me he liberado de la cos tumbre de ver la televisión y he comprobado con sorpresa que ahora dispongo de tiempo para actividades mucho más agradables y prove chosas. Presta atención esta semana a cuánta televisión ves con el fin de que puedas empezar a dedicar tu tiempo a otras actividades. La escri tora Barbara Ehrenreich opina que el atractivo de la televisión estriba en que revela lo que más anhelamos en los lugares más recónditos de
iiucsl i o cor.i/on: ••ni i .i vii I.i niii'v.i y tu .i, Mi i .i viil.t dr p.iriii ip.u mu Quiza punías rm p r/.n la vida auténtica que anhelas cuando dejes dr prrmitii qur la televisión se coma la que tienes.
5 DE A G O STO
El don del ocio sagrado E l tra ba jo no es siem pre necesario... existe el ocio sagrado, q u e es alg o q u e hoy en día no recibe la atención qu e m erece. G eo r g e M a c d o n a ld
E ^ r a una esplendida mañana de verano, soleada, ni demasiado calu rosa ni húmeda. Era uno de esos días que hacen que te sientas agrade cida de estar viva. Pero yo estaba demasiado agotada para apreciar semejante don. Me había pasado la noche dando vueltas en la cama consciente e inconscientemente y no podía llegar a dormir realmente. Se acercaba el plazo de entrega de un trabajo, los niños volverían pronto del campamento de verano pero transcurriría otro mes antes de que empezaran las clases en la escuela y necesitaba visitar a mi madre, que estaba enferma. Por todo ello le encontré un nuevo senti do a lo que dijo la poetisa inglesa Stevie Smith cuando confesó que «no estaba haciendo señales con las manos, sino ahogándose». Al sacar los gatos al jardín, me quedé un momento fuera. Una bri sa refrescante movía las ramas verdes. El sol y la sombra creaban sobre la hierba un dibujo precioso en el que nunca me había fijado. En el silencio de la primera hora de la mañana resonaba un concierto natu ral que interpretaban los pájaros, las cigarras y las abejas. El silencio de la armonía revoloteaba a mi alrededor. Me entraron ganas de quedar me en el jardín, pero, muy a mi pesar, entré de nuevo en casa para pre parar las cosas antes de que Katie se despertara. Pero al ver mis libros y papeles desparramados por el suelo cerca de la cama, donde los había dejado la noche anterior vencida por el cansancio, me sentí abrumada por aquella expresión externa de mi caos interno y rompí a llorar. Después de llorar a gusto durante un buen rato, la voz amable y tranquilizadora a la que llamo «Espíritu» me sugirió que saliera otra
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vez al jardín. ( ni iofumeute, cu ve/ de protestar, senil! su consejo. Extendí un viejo cubrecama de algodón en el suelo, lomé unos eojim • del soíá de la salita y los apoyé en un roble y de esta forma impiovr.i una meridiana en tierra. Luego saqué una bandeja con el te y mis un les de trabajo, ya que mi intención era instalarme en el jardín p.ua escribir. Pero luego, al sentarme, no tuve ánimos para hacer nada sal vo respirar lentamente. No quería meditar, ni sostener una conversa ción auténtica con alguien, ni pensar, ni crear, ni ser inteligente o sci el conducto de algo. De modo que me limité a seguir sentada y bebei sorbos de té mientras contemplaba el cielo azul a través de las ramas de los árboles y observaba los graciosos movimientos de una maripo sa que atravesó el jardín. Lo que me rodeaba era lo de siempre, pero esa mañana todo era tan hermoso... tan conocido y, pese a todo, tan diferente. A los pocos minutos empecé a sentirme más animada. Los galos no tardaron en acercarse a mí, intrigados por la interrupción del ritmo diario. Y poco después vino Katie, todavía soñolienta, con una manta y una almohada, y se instaló a leer junto a nosotros. Me preguntó que era lo que estaba haciendo. A falta de una explicación mejor, le dije que estaba preparando un trabajo, dejando que la Madre Naturaleza me nutriese con el fin de poder escribir una meditación. La invité a ayudarme. Al ver que mamá estaba tan serena y receptiva, decidió aprovechar la oportunidad y me pidió que le contase mis recuerdos de cuando ella era muy pequeña. ¿Quién sabía cuánto tiempo iba a durar aquella oportunidad insólita? Pues duró ocho horas, ocho encantado ras y lánguidas horas de un día de verano, contando un almuerzo al aire libre así como una siestecilla. Entre reír, contar historias sobre la familia, compartir confidencias, observar a los gatos y soñar en voz alta, no hice absolutamente nada excepto vivir y amar. Al finalizar aquel día de felicidad de sencilla abundancia, me di cuenta de que había recibido un don restaurador: el sagrado ocio. Un día inesperado y melódico dedicado a no hacer nada para compensar los días discordantes dedicados a hacer demasiadas cosas. Al igual que la gracia, aquella bendición había sido inesperada; desde el punto de vista práctico no tuvo ningún valor, pero fue absolutamente necesaria y la saboreé con agradecimiento.
Dejemos que la Madre N
U n a amiga mía es una escritora especializada en la naturaleza que, irónicamente, vive en el centro de la ciudad. Detrás de la casa de estilo Victoriano donde vive Pat hay un callejón que linda con un barrio tur bulento donde prostitutas, traficantes de drogas, gente sin hogar y enfermos mentales conviven penosamente con resueltos pioneros de la renovación urbana. Como haríamos casi todos nosotros en sus cir cunstancias, Pat reconoce que es difícil sentir compasión por gente que orina en su puerta, tira botellas vacías a sus animalitos de compa ñía y perpetra atracos y asesinatos. Se han llevado a cabo varios inten tos para limpiar el callejón, pero los resultados han sido escasos, desa lentadores. Sin embargo, este año, Pat, que posee la capacidad intuitiva de transformar un erial en un oasis, ha creado un hermoso jardín de estilo inglés junto a los escalones que llevan al callejón. El jardín es diminuto, pero abundan en él preciosas flores y plantas que atraen a cientos de mariposas exquisitas. El jardín también ha atraído a sus vecinos de la calle, que a menudo se acercan a él y pasan unos cuantos minutos de tranquilidad contemplando la única naturaleza que está a su alcance. Ahora, los que antes ensuciaban el callejón se encargan de tenerlo inmaculado como sendero que conduce al jardín y en el suelo no hay ni siquiera un envoltorio de goma de mascar. Cuando Pat se asoma a la ventana y ve a la gente de la que antes se sentía tan distan ciada, experimenta la satisfacción de haber introducido un poco de belleza en la vida de aquellas personas. Es un recordatorio amable pero potente de la «biofilia», es decir, la llamada silenciosa del Espíri tu para que nos despertemos y nos demos cuenta de que toda la vida es un continuo sagrado. La biofilia es la nueva e interesante teoría psicológica que propone el biólogo conservacionista Edward O. Wilson, ganador del Premio Pulitzer. El doctor Wilson cree que nuestros impulsos biófilos — el «amo a las cosas vivas», tales como las plantas y la fauna silvestre, así
como I.i vida al aire libre en m'iu i.il son genéticos, es decir, lorm.m parte del código genet ico de los seo •. luí manos con el fin de ¡\u .un i. .11 el equilibrio, la armonía y la preservación. I .1 atracción que ejercen los entornos naturales no es simplemente un fenómeno cultural ex plica el doctor Wilson— . Hay indicios de que es un impulso más pro fundo, biológico.» Algunos de estos indicios tienen sus raíces en la forma de vida de nuestros antepasados de la antigüedad. A medida que los primitivos seres humanos fueron evolucionando durante más de dos millones de años, su existencia se desarrollaba en el seno de grupos de cazadores y recolectores de alimentos y sólo sobrevivían los que se integraban en el mundo natural. El doctor Wilson señala que «ver fugazmente 1111 animal pequeño escondido en la hierba podía representar la diferencia entre comer y pasar hambre». Si queremos medrar hoy, integrarnos en la naturaleza es tan esen cial como hace millones de años. De hecho, numerosos terapeutas especializados en ecopsicología creen que intensificar nuestros lazos emocionales con la naturaleza es tan importante para nuestro bienes tar como nuestros estrechos vínculos personales con la familia y los amigos. Cuando seguimos nuestros instintos y salimos de la ciudad para pasar el fin de semana en el campo, trabajamos en el jardín por la mañana, comemos en el parque en lugar de hacerlo en un restaurante, damos de comer a los pájaros, visitamos el zoológico o recogemos un animal extraviado, respondemos positivamente a impulsos fisiológicos y psicológicos para sobrevivir. Puede que no lo sepamos consciente mente, pero necesitamos reforzar nuestro hilo en el tejido de la vida. Cuando honramos esta hambre santa sintonizando con la naturaleza experimentamos la armonía personal. Puede que hoy no puedas pasar todo el día al aire libre, pero sí puedes mitigar el estrés dejando que la Madre Naturaleza te nutra. Quítate los zapatos y siente la tierra bajo tus pies. Inclínate ante una flor y aspira su fragancia. Túmbate bajo un árbol y contempla el cielo a través de las ramas. Dedica unos cuantos momentos a hacer estas co sas. ¿Ahora cómo te sientes? La Madre sabe qué es lo que más nos conviene.
7 Di: AGOSTO
Los animales de compañía N uestros com pañ eros perfectos nunca tienen m en os d e cuatro patas. COLETTE
X.^a lección más importante que he aprendido sobre la vida — el poder transformador del amor incondicional— me la dio un maestro místico de cuatro patas. Jack era un gato sin dueño que se presentó en nuestro jardín hace ahora nueve veranos. Aunque era obvio que pasa ba hambre, durante la primera semana se limitó a observar, a tomarme las medidas y a inspeccionar el lugar. Yo le ponía comida delante de la puerta de la cocina, pero tardó como mínimo un mes en comer en mi presencia. Poco a poco me permitió acariciarlo y él correspondía a mis mimos con un profundo y resonante ronroneo de felicidad. Una mañana fría, cuando el otoño daba paso al invierno, decidió que mi adopción fuese definitiva y entró en casa a vivir conmigo y sa mi amor. Poco después de que empezara nuestra apasionada relación, Jack tuvo una infección en un ojo y nuestro veterinario dijo que padecía leucemia felina. El diagnóstico fue un golpe terrible. Pero mi veterina rio ejercía la medicina holística además de la convencional y sugirió que, además de antibióticos, aplicáramos un tratamiento a base de remedios homeopáticos, masajes y meditación (acariciarle rítmicamente durante diez minutos para una relajación profunda) que reforzara nuestros respectivos sistemas inmunológicos. Transcurrieron ocho confortantes años de compañía. Jack se con virtió en el «gato milagroso» porque vivió más tiempo que cualquier otro gato tratado en la clínica de leucemia felina. De hecho, Jack tenía un aspecto tan sano, que de vez en cuando el doctor le hacía unas pruebas para ver si se había producido una remisión espontánea de la enfermedad. Pero el verano pasado se hizo evidente que nuestra vida en común tocaba a su fin y Jack empezó a empeorar rápidamente. El veterinario probó todo lo que tenía a su alcance para ganar un poco de tiempo. Finalmente llegó el momento de la pérdida profunda que ninguna plega ria podía retrasar. «Su amor a ti es lo único que le mantiene vivo — me dijo el veterinario. Y añadió— : Ahora el amor que sientes por él debe
dejar que sr vaya.» (ion mucho cuidado envolví .1 mi compañero del alma en mi albornoz viejo y lo acuné en mis brazos. Al darlo el beso de despedida, Jack lamió mis lágrimas y ronroneó hasta el último latido de su corazón. Fue uno de los momentos más santos que he conocido.
Jack está enterrado en nuestro jardín, donde en otro tiempo juga ba. Una plaquita de latón señala el lugar y en ella están grabadas las palabras del poeta escocés Robert Burns en recuerdo del «huérfano atormentado que halló tierno refugio en nuestros corazones ham brientos». Es un sentimiento que no se refiere sólo a los gatos que hemos amado, perdido y llorado, sino también a los que hoy compar ten nuestra vida: Pussy, Mikey, Morris y Griffin, un gato sin dueño que ahora me permite acariciarle mientras come delante de la pucrt.i de la cocina. Los médicos y los psicólogos dicen que querer a los animales, cui darlos y pasar tiempo con ellos incrementa nuestro bienestar. Cual quier persona por la que un perro o un gato haya demostrado cariño probablemente no sabrá expresar con palabras el lazo emocional que se crea entre un ser humano y un animal. Los perros nos aman incon dicionalmente y para los gatos lo importante es la redención. Nuestros pecados y defectos no les preocupan mientras nos deleitemos en su presencia. Aunque no tengas animales en casa, puedes conectar con ellos: visita el zoológico en diferentes estaciones del año, cuida el perro o el gato de alguna amiga cuando ésta tenga que ausentarse, saca a pasear al perro del vecino, deja maíz seco y nueces para las ardillas en el jardín, o tira pedazos de pan a los patos del estanque, a las palomas del par que o a las gaviotas en la playa. Si tienes animales de compañía, no te limites a darles de comer y sacarlos a pasear. Tú los invitaste a entrar en tu vida, así que debes abrirles tu corazón. Estos animales necesitan que los acaricien, que los tomen en brazos, que los mimen y que jueguen con ellos; adóralos y te responderán con una devoción que la mayoría de las personas sólo podemos esperar de un ser humano en sueños. Habla con ellos y ten drás unos confidentes que jamás te traicionarán. Ríeles sus gracias y tendrás un remedio infalible contra el estrés y aprende a vivir obser vándolos. Los perros traban amistad fácilmente, son leales y no son caprichosos. Los gatos son espontáneos, se sienten satisfechos de vivir en el presente. Son pequeños maestros del zen, maestros inescrutables que cambian el pelo y arañan y han venido a enseñarnos la paradoja del no hacer nada en un mundo frenético donde siempre hay que hacer cosas. Como demuestra claramente la bola de pelo que en este momento está acurrucada en mi mesa de trabajo, cuantas más siestas echas, más despertares experimentas.
A|'i.ulive hoy el don de compaitir tu estam i.i en la Tierra eon mi»)', seres que confortan. I os animales son nuestros compañeros es p l í n mies, la prueba viviente de una luente de amor sencillamente abund.intc. Ninguna persona tiene por qué sentirse sola. Y si hay un don, tiene que haber alguien que lo otorga.
8 D E A G O STO
Las antigüedades: una atracción por el pasado N o se trata d e qu e y o p erten ez ca a l pasad o, sino d e qu e el p asa d o m e p erten ece a mí. M a r y A n t in
O ^ o m o muchas mujeres, adoro las antigüedades. Quizá se debe a que en las tiendas de antigüedades he aprendido más cosas sobre la vida que en cualquier otra parte: cómo vivirla, cómo cambiarla para mejorar y cómo quererla. Sobre todo, la fuerte y agradable atracción del pasado ha despertado mi pasión por la historia social. Entre los artefactos de otros tiempos he descubierto que la historia es en reali dad tu historia y mi historia. Historias que nos curan el alma. El historiador Harvey Green hace un comentario fascinante en su instructivo libro The Light o f the H om e: An Intím ate View o f the Lives o f Wom en in Victorian A m erica: «Lo que en otro tiempo se usa ba para alimentar a una familia, cuidar a un niño, limpiar y abrillantar una tetera o practicar la elegancia social y las costumbres de otra épo ca cumple una función diferente en la actualidad. Estos objetos del pasado sugieren una forma de vida que se parece a la nuestra pero nos es extraña.» Desde luego, yo me sentí como una extraña en el mundo de otra mujer cuando, hace doce veranos, compré en una tienda de antigüeda des de Maine un baúl lleno de revistas femeninas e infantiles de la épo ca victoriana. Fue un hallazgo afortunado y totalmente inesperado. Estas revistas, que aparecen llenas de sugerencias para distraerse en los días de lluvia y de pasatiempos para pasar la velada en casa con la
I.unili.i, si' convirtieron en mi pa.aporte paia viajai al pa'.ado. I'oeo sabía yo en aquel momento que mi perio n al m áquina del tiempo* me llevaría al futuro y cambiaría de lorm a prodigiosa la iraycetoi ia d< mi carrera y mi vida. La época vietoriana me fascinó y empecé a estu diar a fondo la vida doméstica en el siglo XIX, y dicho estudio me lie vó a escribir una columna en la prensa, a dirigir seminarios y a esu ihit dos libros. Las mejores aventuras que he vivido en el mundo de las antigüeda des ocurren cuando mi propósito es sólo curiosear. Raras veces cniio en una tienda de antigüedades con la intención de comprar, lo único que pretendo es recibir alguna sorpresa. Esta receptividad a las rique zas del pasado a menudo te enseña de forma deliciosa a confiar en tus instintos, a experimentar con diferentes estilos, a escuchar a tu cora zón, a honrar tus impulsos creativos, a tener fe y, sobre todo, a darte cuenta de que no hay ninguna carencia. ¿Cómo puede haber carencia en nuestra vida cuando incluso lo vulgar se convierte en precioso con el paso del tiempo? Si alguna vez necesitas poner en marcha tu propia conciencia abundante, pásate un día entero en un mercadillo de ant i gücdades. Aun en el supuesto de que el dinero no fuese un problema, no podrías llevarte a casa todo lo que vas a ver. Hay un límite para las cosas que necesitamos o realmente queremos. Lo que pasa es que lo olvidamos continuamente. Isabelle Eberhardt escribió en 1900 que pensar en «lo que era bue no y hermoso» en el pasado equivale a «sazonar el presente». Recuér dalo la próxima vez que sientas la necesidad de una excusa oficial para viajar agradablemente a través del tiempo una tarde de verano.
El octavo día de la creación: honrar nuestros dones personales E xplora diariam en te la v olu n tad de Dios. C arl Jun g
JN ^ a rtin Buber, el gran filósofo judío, contaba una historia sobre un tzaddick o maestro hasídico llamado Rabbi Zusya que frecuentemen te se preguntaba si su vida era auténtica: «Si en el otro mundo me pre guntan “¿Por qué no fuiste Moisés?”, sabré la respuesta. Pero si me preguntan “¿Por qué no fuiste Zusya?”, no tendré nada que decir.» Lo que empieza a interesarnos ahora, cuando en nuestra alma co mienza a moverse el cuarto principio del encanto de la vida simple — la armonía— es cómo desempeñaremos nuestro papel en esta reve ladora conversación. Distinguir nuestros dones personales es impres cindible si queremos experimentar la armonía en nuestra vicia. «Debi do a que nuestros dones nos introducen en el mundo y nos hacen participar en la vida, descubrirlos es una de las tareas más importantes que se nos plantea — escribe Elizabeth O ’Connor en Eighth D ay of Creation: Gifts an d Creativity— . Cuando hablamos de ser fieles a no sotros mismos, es decir, ser las personas que teníamos que ser, lo que hacemos es hablar de dones. No podemos ser nosotros mismos a me nos que seamos fieles a nuestros dones.» Sin embargo, es difícil ser fieles a nuestros dones si no sabemos cuáles son. Y si bien maestros, místicos, santos, sabios, poetas y filóso fos han dado fe del camino auténtico a través de las épocas, muchos de nosotros no los hemos escuchado. ¿Por qué? Creo que la causa es que la lección de la autenticidad suele ir precedida de las cuatro palabras más aterradoras que la raza humana conoce: la voluntad de Dios. La voluntad divina se asocia con frecuencia al sufrimiento, por lo que no es extraño que muchas de nosotras optemos, consciente o inconscien temente, por meternos en un abismo espiritual de desconocimiento. ¿Confiar en Dios? Ya he estado allí, ya lo he hecho. Gracias, pero no. Prefiero arreglármelas sola. Pero incluso metidas en el negro agujero de la duda, queremos creer que está con nosotros una fuerza mayor que nuestra propia ener gía o entendimiento. Y así es. La fuerza está con tu yo auténtico.
Como Obi Wan Kcnobi 1c dice .» I ukc Skywalkrr en La guerra de las galaxias: «La fuerza es un campo de energía que crean todas las cosas vivas. Nos rodea, penetra en nosotros, une las galaxias.» La fuerza une tus sueños y deseos con tus dones personales para que puedan encon trar expresión externa. «Seguid vuestros sentimientos, confiad en vues tros sentimientos», nos recomienda a todos el Jedi, porque es en la fuer za donde vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. La fuerza es amor. El amor desea y quiere nada menos que tu felicidad incondicional, armonía, plenitud. Comprométete a descubrir, reconocer, apreciar, poseer y honrar tus dones personales. Y que la fuerza te acompañe.
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Demostrar nuestros dones N o llores; no te indignes. C om prende. B a r u c h Sp in o z a
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xlL n h elas poner en marcha tus dones. Explorar tu talento. Descubrir y recuperar tu creatividad. Pero ¿por dónde empiezas? Empiezas abriendo tu corazón y mostrándote dispuesto a servir. «El artista es un sirviente que desea dar vida — nos dice la escritora Madeleine L ’Engle en Walking on Water: Reflections on Faith and Art— . Creo que toda obra de arte, ya sea la obra de un gran genio o algo muy pequeño, se presenta al artista y le dice: “Aquí me tienes. Ponme carne. Dame vida.” Y el artista, o bien dice: “Mi alma ensalza al Señor” y se convierte gustosamente en el que da vida a la obra, o se niega.» Que sirvamos o no depende exclusivamente de nosotros. El pri mer don que Dios nos otorga es el libre albedrío, que distingue a los mortales de los ángeles, los cuales, después de haber visto la gloria, cambiaron gustosamente el libre albedrío por la pasión de servir. Al ser superiores a los ángeles, podemos tenerlo todo: el libre albedrío y la pasión de servir. Quizás algún día nos percataremos de que lo que hemos de temer no es la voluntad de Dios, sino más bien que no nos
dejen li.u ci l<> <|tie q n eiaiuos. Siempre nos <|iied,i l.i opción de tUu 11 n o - a l.i próxima L u m b res borrascosas, l lp ia n o o Barney. «L o siento, busca a otro.» Y el Espíritu lo buscará y lo encontrará.
Para ser justas, hay que decir que a veces no usamos literalmente esas palabras, sino que decimos: «Lo siento, en este momento estoy muy liada. Vuelve más tarde.» De manera que el Gran Creador sigue su camino hasta que un artista bien dispuesto y con el corazón abierto se brinda a ser el con ducto de la creatividad. Este ejemplo explica en gran parte por qué se te parte el corazón y te sientes desconcertada y furiosa cuando después de años de no aca bar de decidirte, otra persona se te adelanta y patenta un cochecito que se parece al que ideaste cuando nació tu primer hijo; o distribuye su tarjeta de felicitación para madres solteras cuando la tuya todavía está a medio terminar en el tablero de dibujo; o registra la marca de tu comercio de artículos de fantasía; o escribe una columna en la prensa sobre el mismo tema que llevas cinco años dándole vueltas sólo en tu cabeza; o gana el concurso de galletas caseras con una receta que tú lle vas años perfeccionando y dando a probar a tu familia. No quiero decir con ello literalmente que alguien te haya robado lo que pensabas hacer, ya sea un libro, un dibujo, un nombre comer cial o una receta. Se trata de algo que ocurre cuando otra persona pre senta al mundo una idea creativa tan parecida a la tuya, que, al verla, te desmayas de la impresión. Te sientes anonadada y a la vez asustada. ¿Cómo diablos ha podido ocurrir esto a menos que alguien haya leído tu pensamiento? Bueno, no fue tu mente la que leyó esa persona, sino la mente divi na. Recuerda que antes de que algo exista en la tierra, existe plenamen te formado en el Espíritu. El Gran Creador no sabe de favoritismos; todos nosotros nacimos para continuar la recreación del mundo a tra vés de nuestros dones. Y aunque la vida te ofrece numerosas oportunidades que hacen que tu cabeza dé vueltas, el Espíritu acude a ti sólo una vez cuando se trata de una obra de expresión creativa, y luego sigue su camino. Lo esencial es que la obra debe hacerse y si tú no la haces, la hará otra per sona. Así que cuando una gran idea pase fugazmente por tu cerebro rodeada de luz, ¡préstale atención! Una vez tome forma en tu cere bro, piensa que otros podrán captar la pauta de energía creativa muy pronto si son receptivos. Piensa que tu mente es una antena parabóli ca. Continuamente se transmiten mensajes celestiales de carácter crea tivo. La frecuencia queda bloqueada y sólo la captas tú durante un
momento infinitesimal, el Milieienie para «11u* eleves ni eora/on, aeep tes el encargo y des las gracia.'., ¿La idea es absolutamente fabulosa? ¿Lies capa/ de imaginártela convertida en una realidad tangible? ¿Te quita la respiración? I ,a nove lista Gail Godwin nos dice que «algunas cosas llegan a su propia y mis teriosa hora, te imponen sus propias condiciones en lugar de aceptar las tuyas y tienes la opción de aprovecharlas o renunciar a ellas para siempre». De modo que simplemente di «sí», ¡por Dios!... y por ti misma.
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Después de reflexionar... L o q u e pu edas h a cer o sueñes qu e p u ed es h a cer em p iézalo; en la au dacia h ay gen io, p o d e r y m agia. JOMANN WOLFGANG VON GOETHE
I I o y te das cuenta de las bendiciones que has recibido. En secreto, nutres el sueño que nace — la obra cuya custodia te han confiado— en el santuario de tu alma. En los momentos de silencio rebosas de emo ción al pensar en las posibilidades de oro que se extienden intermina blemente ante ti. Como la felicidad es la emoción más difícil de sobre llevar en solitario, confías tu sueño a tu pareja, a tu mejor amigo, a tu amante, a tu hermana, a tu madre, a tus niños. Su falta de entusiasmo te sienta fatal. Empiezan a darte consejos «por tu propio bien»: eres demasiado mayor, tienes demasiadas co sas que hacer para intentar algo nuevo ahora, eres demasiado pobre, demasiado inexperta. Para llevar el sueño a la realidad te falta lo nece sario, ya sean recursos, talento, relaciones o una oportunidad entre un millón. ¿Ah, sí? Piensa en lo que han hecho los que te dicen que no lo hagas. ¿Cuántos sueños han logrado convertir en realidad? Me lo figuraba. Por fa v o r , ten cuidado en lo que concierne a con fiar tus sueños sagrados a otras personas, especialmente en el primer trimestre después de la concepción creativa, el período que Sóren Kierkegaard llamó «conciencia soñadora» que precede a la creación. Un soñador descontento es un mentor arriesgado. No pidas nunca
consejo .1 n.uiic 111u* v.i s,ibr\ cóm o le v.i .1 responde! N o puedes peí mil 11 n escucltai de nuevo una cinta negativa. I I pensárselo bien 11.1 Il ustrado mas sueños que todas las circunstancias difíciles, obstáculos
insuperables y desviaciones peligrosas que el destino podría poner en tu camino. Perjudicar tu autenticidad sucumbiendo a las dudas ajenas es una forma siniestra, sutil y seductora de perjudicarte a ti misma. Pocas personas son inmunes a la opinión de los demás. Necesitamos aprender a valorar desapasionadamente los consejos, examinar la fuen te* de los mismos, sopesar la opinión. Si la información refleja perspi cacia y es algo en lo que no habías pensado, consérvala. Si es desalenta dora, déjala correr. Pon fin a la conversación con cortesía pero también con firmeza. Mejor aún, en el futuro no la empieces siquiera. William Hutchinson Murray, líder de la expedición escocesa que escaló el Everest en 1951, insta al soñador que llevas dentro a tener fe: «En lo que se refiere a todos los actos de iniciativas (y creación), hay una sola verdad elemental cuyo desconocimiento hace que se malo gren incontables ideas y planes espléndidos: que en el momento en que uno se compromete claramente, la Providencia empieza a mover se también. Ocurren entonces muchas cosas que te ayudan y que nor malmente no hubieran ocurrido jamás. De la decisión surge una serie de acontecimientos y recibes ayuda de incidentes y encuentros imprc vistos con los que no hubieras soñado.»
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La gran colaboración N o p o d em o s atribuirnos el m érito d e nuestro talento. L o q u e cuenta es la fo r m a en q u e lo utilizam os. M a d e l e in e L ’E n g l e
o te preocupes pensando que tu talento no estará a la altura de la tarea. El Espíritu siempre nos escoge como colaboradores en un traba jo que se ajusta perfectamente a nuestros dones personales, aunque nosotras pensemos de otra manera. Tener mala opinión de nuestra capacidad es una excusa fácil para retirarnos cuando nos encontramos ante una difícil tarea creativa, pero a estas alturas el Gran Creador ya
nos ha calado. De hecho, sentirnos incapaces de hacei lo que se nos pide es, al parecer, un requisito previo de índole espiritual.
De todos modos, nuestro grado de talento no tiene ninguna impor tanda desde el punto de vista práctico, ya que la obra siempre sabe más que nosotros, lo que es motivo para sentirnos eternamente agradecidas. Acceder a servir significa en realidad presentarnos y hacer las llamadas, mezclar la pintura, empuñar la pluma, pulsar las cuerdas, dar forma ,il barro y quitarnos de en medio. No creamos en un vacío. El arte es una colaboración divina, un pacto sagrado entre el artista y el Gran Creador. Los artistas inspira dos, los que escriben los libros cuya lectura es apasionante, los poemas que te aprendes de memoria, los que pintan los cuadros que te fasci nan, los que componen la música que escuchas una y otra vez, son los primeros en reconocerlo. El gran compositor italiano Giacomo Puccini confesó, refiriéndose a su ópera M adam e Butterfly, que «me la dic tó Dios; yo no hice más que plasmarla en el papel y comunicársela al público». Harriet Beecher Stowe juraba que era «otra mano» la que escribía en la mesa de la cocina — en los ratos libres que le dejaba la tarea de cuidar a seis niños, preparar la comida y coser— porque nun ca sabía lo que iba a pasar a continuación en L a cabañ a del tío Tom. George Frederick Handel creía que estuvo alucinando durante veinte días frenéticos mientras componía E l Mesías'. «Me parecía ver ante mí todo el cielo y al mismísimo gran Dios.» Desde Piet Mondrian hasta Robert Motherwell, los pintores han considerado que su papel consis tía en hacer de mediadores. Motherwell sabía que dejar que el pincel se hiciera cargo del trabajo era la forma más segura de plasmar en el lien zo lo que veían sus ojos: «Encontrará lo que yo solo no podría hacer.» Y tu talento madurará una vez empieces a nutrir el sueño de la divinidad: con tu creatividad, tu oficio, tu valor, tu disciplina, tu devo ción, tu discernimiento, tu energía, tu entusiasmo, tu emoción, tu inte ligencia, tu imaginación, tu inventiva, tu pasión, tu perseverancia, tu paciencia, tu habilidad, tu sudor, tu sentido común, tu tenacidad, tus lágrimas y tus rabietas. Es más, te asombrará ver lo que puede hacer la gran alianza artística. El mundo necesita tu don de la misma manera que tú necesitas otorgarlo. Mary Sarton nos advierte que «cuando está vuelto hacia dentro y es imposible otorgarlo, el don se convierte en una carga pesa da, incluso, a veces, en una especie de veneno. Es como si algo inte rrumpiese el flujo de la vida». Mientras recuerdes que no estás creando sola, el flujo no podrá pararse.
El camino del artista: sintonizar con la más alta armonía D eb es estar dispuesto a v e r la m an o de D ios y aceptarla com o un am ig o qu e se brin d a a ayu darte en lo q u e estés hacien do. J u l ia C a m e r o n
M u c K o , d e s e a o s Ser más c ^ v o , M ucho, nos damOS cuen» de que somos creativos, pero no sabemos aprovechar eficazmente nuestra creatividad. Nuestros sueños se nos escabullen. Tenemos la sensación de llevar una vida monótona. A menudo tenemos grandes ideas, sueños maravillosos, pero somos incapaces de hacerlos realidad nosotros mismos. Julia Cameron reconoce en su incomparable libro The Artist’s Way: A Spiritual Path to H igher Creativity, que «a veces tenemos anhelos creativos concretos que nos encantaría ser capaces de satisfacer: aprender a tocar el piano, pintar, asistir a clases de arte dra mático o escribir. A veces nuestro objetivo es más difuso. Anhelamos lo que podríamos llamar “vida creativa”, es decir, un mayor sentido de creatividad en nuestra vida profesional, en el compartir con nuestros hijos, nuestro cónyuge, nuestros amigos». Sin darnos cuenta, muchos hemos levantado barreras aparente mente insuperables que nos protejan del fracaso o del éxito. Puede que pensemos que nos estamos protegiendo al pasar por alto o negar nues tros impulsos creativos, pero en realidad lo único que hacemos es enterrar vivo nuestro yo auténtico. A medida que vayas aprendiendo poco a poco a limar las opinio nes y los juicios de los demás (incluidos los de nuestro propio censor interno) y a cambiar una interpretación limitativa y tóxica de un Dios avaricioso y ruin por lo que Julia llama «la buena y ordenada direc ción» de un Gran Creador que nos ama y apoya, no sólo encontrarás al artista interior, sino que aprenderás a respetar tu arte como forma personal de rendir culto. «Una vez aceptes que crear es natural, puedes empezar a aceptar una segunda idea: que el Creador te facilitará lo que necesites para el proyecto — nos dice Julia— . En cuanto estés dispuesta a aceptar la ayuda de este colaborador, verás pequeñas y útiles muestras de ayuda
en todos los ámbitos de tu vida. Debes estar prevenida: luy un .trinó nico superior que se suma a tu vo/ creativa interna y I.i aumenta.El Espíritu te habla constantemente durante todo el día. Puede que tengas una corazonada, que la sugerencia de una amiga te anime o que sigas el impulso caprichoso de probar algo nuevo. I la/ que tu.corazón aprenda a escuchar. Ajusta hoy tu satélite espiritual. Sintoniza con la frecuencia de armónicos superiores en busca de ayuda mientras prosi gues tu peregrinación auténtica y artística hacia la plenitud.
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El valor de crear N o h ay lágrim as en el escritor, no hay lágrim as en e l lec tor. N o h ay sorpresa p ara el escritor, no hay sorpresa p a ra el lector. R o b e r t F rost
( Q u i z á s una de las razones por las cuales nos da miedo excavar nuestro yo auténtico o encontrar al artista interior es que la creativi dad parece demasiado arriesgada. Oímos pronunciar la palabra «artis ta» y la asociamos con un destino dramático, un destino que el artista se infiere a sí mismo: las copas que Edna St. Vincent Millay se toma ba en solitario, las borracheras de Dorothy Parker, los somníferos de Judy Garland, la heroína de Billie Holiday, la última siesta de Anne Sexton en un coche lleno de monóxido de carbono. El número de almas atormentadas que se inmolaron a sí mismas en el altar del arte contribuye en gran medida a explicar por qué muchas mujeres, espe cialmente si tienen hijos, vacilan en llamarse artistas. Hacer las cosas como aficionadas es menos peligroso. Nadie espera realmente que una aficionada cree obras que puedan compararse con las de una artista profesional. Crear cuesta demasiado, especialmente si opinas que para crear es imprescindible la técnica de la crucifixión. ¿Por qué tiene que ser así? Rollo May, que escribió V'he C ourage to C reate, explica que «a lo largo de los siglos, las figuras creativas de verdad se han encontrado siempre embarcadas... en una lucha». Pero ¿es la lucha por crear o por permanecer bloqueadas ya que sentimos
miedo .il pensai dónde nos pueda llevar la vida creativa? «Escribe la oración más sincera t]iic* conozcas», recomienda Ernest Hemingway al escritor que llevas dentro. Pinta la imagen más auténtica que puedas plasmar. Prepara la cámara y pásate el día entero esperando captar el destello de luz que sólo durará cinco segundos. Expresa la rabia y la variedad de las emociones crudas a través de tu diálogo. Expresa la fuerza de la pasión a través de las líneas de tu cuerpo de bailarina, fru to de la disciplina y el sacrificio. Libera el ángel cuando esculpas la piedra. Haz que los cielos lloren cuando compongas. Pero si quiere ser fiel a la obra creativa, al artista debe viajar al cen tro del yo. Debe ir más allá de los centinelas conscientes del cerebro, más allá de las barreras de alambre de púas del corazón, y meterse en las trincheras de «la verdad o el desafío». No puedes escribir una ora ción sincera ni vivir auténticamente si no confías en ti misma. Y no puedes confiar en ti misma sin valor. Quizá por esto Annie Dillard compara ese estado alterado de la conciencia que se necesita para crear con el frenético rito del guerrero zulú golpeando los tambores o el ritual de purificación de una donce lla azteca antes de sacrificarla para honrar a los dioses. Pero Annie Dillard se pregunta: «Si no eres ni un guerrero zulú ni una doncella azteca, ¿cómo te preparas, totalmente sola, para entrar cu un estado extraordinario en una mañana normal y corriente?» La respuesta es que te preparas haciendo acto de presencia. Día tras día. No juzgando cómo va. Hay suficiente con que vaya. No puc des permitirte pensar cómo será recibida la obra cuando la hayas ter minado. No es tu misión. Recuerda que estamos aprendiendo a renun ciar a los detalles de ejecución de nuestros sueños. Nuestra misión, pues, consiste simplemente en hacerlo. No puede publicarse, producirse, interpretarse ni comprarse si no existe. Hazte esta pregunta: ¿Y si la mujer que lucha con Dios pero no vive para contarlo es la que se niega a crear... una obra de arte, una vida auténtica? ¿Y si la herida fatal, la herida de la cual nunca nos reponemos, es el remordimiento? Hoy es el momento para una auténtica «verdad o desafío». Desa líate a ti misma a creer en tu creatividad, prescindiendo de adonde te lleve. Confía en que te llevará exactamente hacia donde tienes que estar. La palabra «courage» (valor) viene de la palabra sa que significa «corazón»: coeur. Tu yo auténtico sabe adonde vas. No luches con el Espíritu. Colabora con él.
La ignorancia puede ser una bendición L a ignorancia te ofrece gran v a r ie d a d d e p robabilid ad es. G e o r g e E li 'o t
( C o n f í a en mí, tú no quieres saber. La ignorancia es úna bendición que protege. ¿Realmente quieres saber que tu obra de teatro sobre una mujer que está decidida a planificar su propio destino (la obra que se consideró tan prometedora cuando fue leída entre otras de nuevos dramaturgos) recibirá una crítica muy desfavorable cuando se estrene porque al crítico teatral acaba de abandonarlo su esposa? ¿Quieres saber que a los ocho meses de empezar a publicarse tu columna en diversos periódicos del país la agencia periodística que se encarga de distribuirla cambiará de propietario y tu columna no se publicará más? ¿Quieres saber que no te concederán la subvención, que será tu terce ra novela la primera en publicarse, que las escenas correspondientes a tu debut como actriz de televisión se cortarán de la copia definitiva o que no venderás ninguna de tus piezas en la feria de artesanía de la semana próxima? Pienso que no. «¿Lo has intentado alguna vez? ¿Has fracasado alguna vez? No importa — insiste Samuel Beckett— . Inténtalo de nue vo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.» Si supieras que el fracaso siempre precede al éxito, ¿modificarías la obra de teatro, ofrecerías la columna a las agencias, solicitarías la subvención, te presentarías a la prueba de actrices, alquilarías el horno? El fracaso es una parte muy importante del proceso creativo. El éxito auténtico no llega hasta que hemos aprendido a fracasar mejor. Otras cosas que no necesitamos saber son: lo que nos hemos echado encima al acepar el encargo artístico. «He de reconocer con franqueza que de haber sabido que este libro iba a costarme tanto trabajo, nun ca hubiera tenido el valor suficiente para empezarlo», confesó Isabe11a Beeton refiriéndose a su B ook o f H ousehold M anagement, escrito en 1861 y objeto de sucesivas reediciones hasta nuestros días. Al igual que en el caso de Isabella Beeton, si no sabemos lo que va a ser de nuestra obra es por una razón. Si sospecháramos el trabajo que hace falta para sacar una obra al mundo nos dedicaríamos a otra cosa. Cuando recibimos la visita de l.t inspiración, lo que nos seduce son las posibilidades de oro que se nos olrecc. La ignorancia forma
parte de hi invitación que nos luce la inteligencia inIiilita. ¿Por qué otra razón van los encuentros celestiales acompañados de una luz cebadora? Porque no tenemos que ver demasiado lejos. No tenemos que saber. No olvides que la fruta prohibida del jardín del Edén pro cedía del árbol de la ciencia. En las industrias militares y de tecnología avanzada hay informa ción que se califica con las palabras «Conocimiento necesario». Si puedes hacer tu trabajo eficazmente sin conocer el asunto en todas sus dimensiones, permaneces en la oscuridad. Lo único que necesitamos saber es que el Espíritu sabe lo que nosotros no sabemos. Si nos des viamos del camino, se nos enseñará el paso siguiente, sin olvidar cómo no subestimarnos a medida que maduran nuestros dones.
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No puedes ser original, pero puedes ser auténtica C reer en tu propio pen sam ien to, creer qu e lo qu e es ve) d a d p a r a ti en tu fu e r o interno es v e rd a d p a ra todos los l>om bres: eso es genio.
u
R a lp h W a l d o E m erso n
na de las razones por las que muchas personas tenemos dificulta des para sacar nuestra obra al mundo es que inconscientemente com petimos en lugar de crear, lo cual siempre pone trabas al flujo de la inspiración. Una amiga mía es dramaturga con talento. Se niega a sí misma el placer de ir al teatro si no es para ver obras clásicas, preferi blemente griegas. Ver una obra contemporánea le resulta doloroso porque no puede abstenerse de hacer comparaciones. ¿Por qué nos amargamos la vida compitiendo con desconocidos? ( -reo que no es más que otra forma compleja y sediciosa de sabotear nos a nosotras mismas. Si no podemos compararnos, ¿por qué inten tarlo siquiera? En algunas personas la manía de comparar está tan arraigada que les causa no pocos disgustos. Sé de mujeres que tiem blan cuando piensan en la tómbola de la escuela porque sus galletas no
se venden tan rápidamente como las que elaboran otras madres, y la fobia psíquica relativa a los disfraces para la víspera de Todos los San tos es la última frontera de la psicología femenina. Hace cinco años, cuando publiqué mi primer libro que actualizaba las tradiciones familiares victorianas, eran escasos los libros sobre la época victoriana que se encontraban en las librerías. Pero estaban a punto de redescubrirse las postrimerías del siglo XIX y en el plazo de dos años salieron tantos libros sobre el tema, que el mercado quedó saturado. Hoy día sería dificilísimo encontrar un editor dispuesto a publicar un libro sobre dicha época, aunque lo escribieras guiada por el espíritu de la reina Victoria. Esto no quiere decir que si estás escri biendo un libro sobre ello, debas dejarlo. El ciclo de la creación es cíclico. Hay una razón por la cual el pasado es prólogo. A veces te adelantas a tu época. Se sabe que Mozart matizaba su genio declarando que componía para las generaciones futuras. Hay literalmente millones de artistas aspirantes y en activo que escriben libros, publican poemas, venden guiones, dirigen películas, se presen tan a pruebas de interpretación, diseñan prendas de vestir, presentan obras a certámenes artísticos con jurado, ponen en marcha negocios en su propio domicilio, buscan un agente, rezan pidiendo una oportu nidad. No debes dejar que el pánico se apodere de ti. Es imposible que seas original. Pero sí puedes ser auténtica. Julia Cameron nos tranquiliza diciendo que «Dios tiene muchas ideas para hacer películas, novelas, poemas, canciones, cuadros, inter pretaciones dramáticas. Si escuchamos al creador que llevamos dentro encontraremos la senda que nos corresponde». Tú no eres la única que ha fundado una empresa de ventas por correo este año, pero eso no quiere decir que no sepas con exactitud en qué parte del mercado encajará perfectamente la tuya. ¿Por qué crees que se te ofrece a ti la oportunidad espiritual y creativa? Una vez has aceptado un encargo artístico del Gran Creador, el encargo es tuyo. Nadie te lo puede quitar, a no ser, claro está, que renuncies a él. Nadie puede duplicar tu obra porque en el mundo no hay nadie igual que tú. Pueden imitar, pero no pueden duplicar. Tu obra nace de tu sensibilidad, de tu temperamento, de tu experiencia, de tus emociones, de tu pasión, de tu perseverancia, de tu atención a los detalles, de tus idiosincrasias y de tus excentricidades. Cuando tú eres auténtica también lo i". tn arte. '
tHN
Emprender una tarea considerable Vivir plen am en te, p o r fu era y p o r den tro, no h acer caso om iso de la realid ad externa en aras de la v id a interior o viceversa, es una tarea considerable. E t t y H illesu m
D e s p u é s de publicarse mi primer libro pasé una mala temporada porque me resultaba imposible creer que realmente había escrito un libro que tenía éxito, especialmente porque había creado un personaje i|ue tenía vida propia. Aunque mi personaje, la señora Sharp, era ficticio, representaba la madre que todos anhelábamos tener y la madre que todas tratamos de ser si tenemos hijos. Con frecuencia me decían que esta madre victoriana «perfecta» era mi álter ego, cosa que yo negaba apasionada mente. Según mi modo de pensar, la señora Sharp era todo lo que saltaba •i la vista que yo no era: serena, dotada de un optimismo incurable y profundamente espiritual. Su vida era armoniosa porque había encon trado el delicado equilibrio entre vivir en el mundo y permanecer apartada de él al mismo tiempo. Vivía todos los días plenamente con una honda apreciación del pasado, un sentido enriquecido del presente y una gozosa anticipación del futuro. Su hogar era un refugio de hospitalidad que reflejaba su estilo auténtico en su belleza, su or den, su comodidad y su buen gusto. I ,a señora Sharp era una confidente compasiva y una verdadera amiga, comprensiva, alentadora e inspiradora. Yo sencillamente la adoraba y lo mismo muchas otras mujeres. ¿Cómo podía pretender yo ser el álter ego de tan extraordinaria mujer? A lo máximo que podía aspirar era a ser su secretaria. El libro, I líese bueno o malo, era de la señora Sharp. Pero al distanciarme de la creación del libro me era imposible complacerme en la hazaña de haberlo lanzado al mundo, aunque representara cinco años de trabajo v lucha. Aceptaba cumplidos, alabanzas, incluso gratitud por haberlo escrito, con tanta gracia como podía aceptar estas cosas una interme diaria desconcertada. I )espués de habei alcanzado un objetivo duran te lauto tiempo ansiado, me preguntaba poi que me sentía tan vacía, insatisfecha y confundida
I ) 11 p .u tic .mus después, estaba sosienirndo una c o u v c i sacion mu ma con mi hermana y, sin darme cuenta, cada dos poi tres hacía irle rencia a la señora Sharp. Amablemente, pero con lirme/a, Maurern me dijo que no lo hiciese. - I )eja de referirte a la señora Sharp como m fuera una persona aparte. Tu eres la señora Sharp, aunque no lo creas, Ella es lo que muy en el fondo til eres. Tienes que empezar a ser due ña de tu talento o lo perderás.» Maureen creía que el origen de mi descontento era que me negaba a hacerme responsable de mi talento, no quería ser dueña del mismo. Y tampoco quería reconocer que era una artista aunque viviese en un barrio residencial en lugar de en una buhardilla de Nueva York. H máximo mérito que estaba dispuesta a atribuirme a mí misma era el dr ser una escritora diligente que trabajaba mucho e iba colocando una palabra detrás de otra hasta crear oraciones, párrafos, páginas, col mu ñas, artículos y libros. Utilizando la incredulidad como instrumento contundente, había apaleado a mi identidad como artista y luego había enterrado mi yo auténtico debajo de un cúmulo de negaciones. Pero ¿por qu é no era dueña de mi talento? Ésta es una pregunta que llevo años haciéndome a mí misma. Quizá se debía a que si iraca saba, tendría que ser dueña de mi fracaso tanto como de mi éxito y ya no quería «fracasar mejor». Quería llevar una vida creativa y pensaba que sólo podía ser dueña de mi creatividad si el mundo reconocía que la poseía. Tenía que aprender muchas lecciones antes de reconocer que el Espíritu había utilizado mis dones personales para expresar de forma externa algo que no hubiera existido si me hubiese negado a tomar la pluma. Y, habiendo aceptado el encargo del Gran Creador y respon sabilizarme de él, tenía tanto el derecho como la obligación de ser due ña de la obra resultante y compartirla.
Ser dueña de tu talento Cada vez que escribo un libro, cada vez que me enfrento al bloc amarillo la tarea es muy difícil. H e escrito once libros, pero cada vez pienso: «Esta vez se darán cuenta. H e engaña do a todo el mundo y esta vez me van a calar.» M
-Ern
aya
A n g elo u
una fiesta me encontré con un viejo amigo, productor de radio, que me dijo en broma: «Me han dicho que estás trabajando en tu ter cer libro. ¿Cuánto tiempo crees que podrás mantener el engaño?» Me eché a reír y le contesté: «Es una verdadera estafa. Tanto tiempo como pueda.» Quizá porque con tanta frecuencia tengo la sensación de su mu farsante, la autenticidad decidió que yo sería la anfitriona perlería «Explórame — me susurró— . Mira detrás de la cortina. Mu.i ilelu|<> de la piedra. Comprueba quién está realmente allí. - ( aceme, cuando empecé con El encanto de la vida simple no tenía ni idea de que me estaba embarcando en una expedición cuyo objetivo era descubrit mi yo auténtico. Para que tengas una idea de lo poco que sabía al empe zar, te diré que pensaba que estaba concibiendo un libro sobre cómo tomarse la vida con más calma. Muchos artistas tienen la sensación de que los «calarán», tarde o temprano... probablemente temprano. Porque cuando creamos, aun que sabemos que un poder superior trabaja con nosotros y a través de nosotros, la obra nace con nuestro nombre en ella. Ésta es la lucha del artista. Si no creamos, apagamos la chispa divina. Si creamos, tenemos la sensación de mostrar una cara falsa al mundo porque sabemos que no hicimos la obra nosotros solos, aunque nadie más lo sepa. Pero la lucha y el engaño terminan cuando dejamos de negar nues tro talento y nos mostramos dispuestos a poseerlo — con humildad, agradecimiento y respeto— y compartirlo luego con el mundo. Esta mos amparadas mientras no explotemos nuestros dones sólo en pro vecho propio. En una parábola del Nuevo Testamento un hombre rico se dispone a emprender un viaje, así que confía sus «talentos», es decir, su dinero a tres de sus sirvientes. El primer sirviente recibe cin co talentos; el segundo, dos y el tercero, uno. El primer sirviente pone inmediatamente sus talentos a trabajar y dobla la inversión de su amo,
\ lo misnui lince el sirvifiiii* que lia kh i Imlo dos i alen los. Sin embaí go, el sirviente que recibió un solo talento teme l.i responsabilidad, .isi que lo entierra en el suelo. Cuando el hombre rico vuelve a casa pide a sus sirvientes que le den cuenta de lo que han hecho. Los dos sirvientes que han incremcn tado sus talentos reciben alabanzas por sus esfuerzos. Se han portado de maravilla y, por ende, el amo los invita a compartir su felicidad. El tercer sirviente dice que como el hombre rico es un amo muy exigente, pensó que lo mejor era actuar con prudencia y enterrar su talento para que nada malo le pasara. El amo se enfada tanto al ver que el muy imbécil no tuvo el sentido común de depositar el dinero en el banco, donde al menos habría devengado intereses, que se lo quita y se lo da al sirviente que mayor provecho ha sacado. Luego el amo dice: «Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará.» Y ordena luego que echen al sirviente prudente a las tinieblas, donde empieza a llorar, a lamentarse y a hacer rechinar los dientes... y tiene motivos para ello. Que el mundo no quiera invertir en ti duele mucho. Pero el dolor es mucho más fuerte, casi insoportable, cuando no crees ni inviertes en ti misma. Esta es una parábola sobre el riesgo creativo. Nos apiadamos del sirviente que enterró su talento porque, como señala Elizabeth O ’Connor, «sus cautas medidas de protección parecen muy razona bles». El amo aparece como un desalmado que arroja la pobre alma a las tinieblas sólo porque no quiso arriesgarse. Como la mayoría de nosotros procuramos no correr riesgos en la vida, esta parábola hace que nos sintamos muy inquietos. Es su propósito. Muchas personas malgastan sus recursos naturales — tiempo, ener gía creativa, emoción— comparando el tamaño de su talento con el de los demás. Pide hoy al Espíritu que ponga en marcha tus dones autén ticos para que los conozcas, los reconozcas y los poseas. ¿Quieres vivir de forma más abundante? ¿Has enterrado tus talentos? ¿Cómo podemos llevar una vida más rica, más profunda y más apasionada si no estamos dispuestas a invertir en nosotras mismas? Muchas lleva mos demasiado tiempo evitando los riesgos y ahora nos preguntamos por qué nos sentimos desdichadas. Evitar los riesgos es lo más arriesgado que podemos hacer.
Convertir la paja en oro Las historias son medicina... Tienen tanto poder; no exigen que bagamos, seamos o interpretemos algo. Lo único que tenemos que hacer es escuchar. Las historias contienen los remedios para reparar o recuperar la energía psíquica que hayamos perdido. C
l a r is s a
P i n k o l a E st es
«3aber cómo convertir la paja en oro es probablemente el talento más importante que puede tener una mujer, excepción hecha de saber lo que se puede hacer con unos cuantos panes y peces. Puede representar la diferencia entre llevar una vida de privaciones y llevar una vida con el encanto de la vida simple. Por suerte, se trata de un don que se nos otorgó a todas. Pero, al igual que cualquier otro talento, el don de la alquimia debemos ponerlo en acción, atesorarlo, poseerlo, respetarlo y nutrirlo. Recordemos la historia del molinero pobre y dado a fanfarronear que un día se encuentra con un rey famoso por su ansia de acumular riqueza. Deseoso de impresionarle, el molinero le dice al rey que su hija posee un raro talento: el de transformar la paja en oro. El rey, escéptico pero intrigado, ordena que la doncella se presente en su cas tillo, donde le muestra una habitación espaciosa llena de paja. Luego le ordena que transforme la paja en oro y le dice que perderá la vida si no lo hace antes de que amanezca. Como la tarea es imposible, la joven prorrumpe en lágrimas de angustia. ¿Qué puede hacer para salvarse? De repente, aparece en la habitación un extraño hombrecillo que le dice: «Yo puedo convertir la paja en oro. Si lo hago, ¿qué me darás a cambio?» La hija del moline ro, llena de pasmo, se quita un collar que había sido de su madre y se lo da al hombrecillo, que enseguida se pone manos a la obra. Lo últi mo que recuerda la doncella antes de sumirse en un profundo sueño es el suave zumbido de la rueca. Al amanecer, el rey encuentra a la hija del molinero todavía dormida, rodeada de cientos de carretes de hilo de oro, sin que se vea en la habitación una sola brizna de paja. El rey se muestra loco de contento al ver lo que ha hecho la joven. Y aunque ella quiere explicarle que la increíble hazaña no es obra suya, no es capaz de reconocer su incompetencia. Si la reconociera,
¿que sería de ella? Pero su '.lleu d o no hace más que aum eni.u su «lili* ma, p o rq u e el co d icio so rey la lleva a una habitación todavía m.r. es|>a ciosa y tam bién llena de paja y de nuevo le ordena que la convierta en o ro si en algo estim a su vida.
La segunda noche transcurre igual que la primera. Esta vez la don celia ofrece al hombrecillo su anillo a cambio de su magia. Al día siguiente el rey vuelve a quedar extasiado cuando encuentra la habita ción repleta de carretes de hilo de oro. Pero la hija del molinero vuel ve a ocultarle lo que ha sucedido en realidad. Cuando el rey la lleva a una tercera habitación llena de paja todavía más grande, la doncella se da cuenta de que ha cometido un error terrible. ¿Por qué no había confesado que tiene un colaborador secreto? Pero ya es demasiado tarde, porque el rey ha prometido convertirla en su esposa si vuelve a transformar la paja en oro. Esta vez, cuando el misterioso hombrecillo llega durante la noche se encuentra con la hija del molinero desesperada porque no le queda nada que ofrecerle. «No importa — dice el hombrecillo— . Te ayudaré una vez más a cambio de tu primogénito.» «¿Cómo puedo hacer una promesa tan terrible?», se pregunta la muchacha. Luego razona consigo misma y se dice que, como nadie conocerá jamás la existencia de su cómplice secreto, no tendrá que cumplir su parte del pacto. Y así, con su consentimiento, el hombreci llo transforma la paja en oro por tercera vez. Al día siguiente el rey toma a la hija del molinero por esposa y ésta, inmersa en su felicidad, se olvida pronto de la promesa. Transcurre un año y la reina da a luz un hermoso niño. Sin embargo, poco después de nacer, el pequeño mago reaparece de pronto en la alcoba de la reina y le exige que le entregue el bebé. La reina le suplica que no se lo lleve y ofrece al hombrecillo toda la riqueza del reino, pero el mago la rechaza. Presa de un tremendo dolor, la reina cae al suelo llorando. Su colaborador clandestino se conmueve y le concede tres días para averiguar su nombre, que nunca le ha revelado. «Si al finalizar el plazo, sabes cómo me llamo, podrás quedarte con tu hijo.» Con la ayuda de una sirvienta lista y fiel, la reina logra averiguar que el pequeño mago se llama Rum pelstiltskin y ello le permite conservar el hijo, la corona y la feli cidad. La analista junguiana y narradora, Clarissa Pinkola Estes, nos re cuerda en Women Who Run with the Wolves su convincente evoca ción de la psique femenina, que «en los cuentos hay instrucciones que nos guían en relación con las complejidades de la vida». Considera hoy la senda psíquica que se sigue en la historia que acabamos de ver. Al reflexionar sobre sueños o sobre cuentos de hadas, es importante
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que todos los personajes son .ispéelos interiores de nosotros Tu n o ores sólo l.i hija d e l m olinero, sino tam bién el m olino 10, el ioy, l.i liol sirvienta, el bebé y R um p elstiltskin. M ás im portante ,mn: eres la paja y el oro. 11 n m i ios.
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El almacén dorado del subconsciente Verás riquezas infinitas a tu alrededor si abres los ojos de la mente y contemplas el tesoro infinito que hay dentro de ti. Hay dentro de ti una mina de oro de la que puedes extraer todo lo que necesites para vivir la vida de forma gloriosa, gozosa y abundante. JüSEPH MURPHY
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l a s comprendido quién es en realidad Rumpelstiltskin? Es la mente subconsciente de la hija del molinero. En The Power of Your Subconscious Mind, su clásica obra sobre los principios metafísicos, Joseph Murphy nos dice que «aprendiendo a ar y liberar el poder oculto de vuestro subconsciente, podéis introducir en vuestra vida más poder, más riqueza, más salud, más felicidad y más alegría de la que cualquier mago podría hacer que aparecieran por medio de sus conjuros». Del mismo modo que el cerebro tiene dos lados, nuestra mente tiene dos esferas. La mente consciente es el lugar donde reside la razón y la mente subconsciente o profunda es donde moran nues tras emociones y nuestra creatividad. «Lo principal que hay que recordar es que una vez ha aceptado una idea, la mente subconsciente empieza a ejecutarla — explica el doctor Murphy— . Funciona por medio de la asociación de ideas y utiliza todo el conocimiento que has recogido durante la vida para efectuar su cometido. Hace uso del poder, la energía y la sabiduría in finitos que hay dentro de ti. Utiliza todas las leyes de la naturaleza para salirse con la suya. A veces parece aportar una solución inmedia ta a tus dificultades, pero otras veces puede tardar días, semanas o más... Sus caminos son insondables.» En la fábula que hemos visto sobre Rumpelstiltskin el ciclo de crea
ción empieza con la orden cjiu' se* d.l .1 I.i mente •.111k »»n •n nit l*tiM que los sueños pasen al plano material hay que liae. ci un 1 •I••I h.u ihh «Mi hija puede transformar la paja en oro.» A veces la tarea que accedemos a realizar patrie ' ........ .•i<*m|< imposible. Nos parece que no tenemos el tiempo, el lalenin. luí n>» mi sos o el apoyo necesarios para llevarla a cabo. Pi ro nos 1111111•m U posibilidades, del mismo modo que la idea de aiunrniai su iiqm cautiva al rey. Nuestros anhelos auténticos animan a obe-ele. 1 1 I ......I>>n transforma la paja en oro o sufre las consecuencias. I )ej;i qu« . I >•m» n»> muera y con él morirá la vida auténtica que anhelamos. De manera que intentamos transformar nuestra paja, u uli nulo para ello todas las habilidades de nuestra mente racional: mu ........... mi namiento, nuestra experiencia, nuestra destreza. Pero cu.indi i 1mi ipil yamos exclusivamente en la razón para manifestar sueños, al 1111,1! <>•!•• tenemos paja. Sin embargo, contamos con un extraño colaborado) . o 1 tivo que sabe transformar la paja en oro. Se trata de Rumpt l ailt Ion, nuestra mente subconsciente. En vez de ofrecerle un coll.u o mi md!... le entregamos nuestro orgullo y el control del sueño. l;.n ve/ de mu 101 primogénito, le entregamos nuestro ego; itimos que no pod.......* hacerlo solas. Debemos ordenar a nuestro subconsciente que lo o surlvi» y sumirnos luego en un sueño creativo con el fin de que la mente mili consciente pueda ponerse a trabajar para nosotras. Cuando estás creando y te encuentras atascada, déjalo y hn/ qn. np encargue de ello la sabiduría profunda que tiene su morada m . r . .111 •d* tu razonamiento. Cuando te sientes perpleja necesitas pedirle . i l s u b consciente que se haga cargo de la tarea, preferiblemente d e n o > l i e Seguramente tendrás la respuesta por la mañana. Pero si no e s , i s i , sigue haciendo preguntas antes de dormirte. ¿Qué debo hacer? i o n i o transformo mi paja en oro? Dile a tu mente subconsciente que i e d e n pierte con la respuesta. A la tercera mañana — el tres es 1111 m i m e n • muy místico— seguramente empezará a revelarse la respuesta. Aunque parezca asombroso, cuando aprovechamos el p o d rí 111 creíble del subconsciente en nuestra vida, podemos hacer lo que qu< ramos, sin que importen los obstáculos que haya que vencer. I;e>mu en tu mente la visión del sueño consumado. Procura ver lo que d e s e a tu corazón. Experimenta la emoción de lograrlo. Expresa tu agraelre 1 miento por adelantado. No preguntes cómo ocurrirá y limítate a s.ib< 1 qué ocurrirá. Y ahora ponte a trabajar. Prepárate hoy para pasar de hija de molinero pobre a reina. I1n 111 corazón, mente y alma debes estar dispuesta a poner las cosas en nía nos de la inteligencia infinita. Quítate de en medio, nombra la fuente' de tu poder y empieza a transformar la paja en oro.
El placer de un buen libro antiguo Leernos libros para averiguar quiénes somos, l.o que ha cen, piensan y sienten otras personas, sean reales o imagina rias, es una guía esencial para comprender lo que somos y lo que podemos llegar a ser. U
H
rsula
K . L e G u in
as leído un buen libro últimamente? Espero que sí, por supuesto. Pero, aparte de leerlos, hay otras muchas maneras de disfrutar de los libros como actividad personal: ser socia de un club de lectores, redes cubrir los viejos favoritos que te encantaron cuando eras niña y buscar el próximo libro irresistible en el que puedas perderte. Por desgracia, los buenos libros que proporcionan estímulo, con suelo, risa y la compañía que todas anhelamos no podemos hacerlos aparecer en un instante, como por arte de magia. Dado que la elección de lo que leemos suele ser importantísimo para nuestro solaz y nues tra cordura, necesitamos aprender a nutrir el talento necesario para seleccionar. Hojear libros es un arte meditativo. Toda mujer debería frecuentar tres lugares para hojear libros: una librería como Dios manda regenta da por bibliófilos, una buena tienda de libros de ocasión y una civili zada biblioteca itinerante. Los libros son tan esenciales como la respiración. Sé por experien cia que a veces los libros te ayudan a sobrellevar los momentos malos. Tenemos muchas razones para sentirnos agradecidas: las buenas librerías no son tan raras como en otros tiempos porque el arte de leer vuelve a florecer, y también abundan las bibliotecas. Pero probable mente tendrás que hacer un poco de detective para encontrar una bue na librería de ocasión. Visitar una de estas librerías puede dar origen a una experiencia religiosa en mi caso. En ellas el tiempo se detiene y veo fugazmente la eternidad: las horas se convierten en minutos y me encuentro suspen dida en el más allá. Los libros manoseados, con sus páginas de bordes dorados, sus letras en relieve, sus hojas descoloridas a causa del paso del tiempo me reciben con el conocimiento de un viejo amor. Pero en vez de unos brazos, lo que me rodea es la fragancia del cuero mezcla do con un leve olor entre dulce y rancio. De vez en cuando, mientras
camino por un oscuro pasillo me abra/a la lu/ y un rayo de sol o l.is alas de un ángel me conducen al lugar donde está exactamente el libro que necesito pero del cual no era consciente. Para ser franca, esto lia sucedido tantas veces, que ya no es un fenómeno paranormal, sino algo totalmente corriente. Si te gustaría saber acerca de ayudas ocultas al empezar a poner en marcha tu talento, visitar una buena librería de ocasión es una manera fabulosa de comenzar. Mi invocación favorita, cuando empiezo a explorar entre libros, es: «La orientación divina es mi única realidad y se manifiesta generosamente para mí en el libro perfecto al precio perfecto. Al buscar, encontraré y daré las gracias.» Algunas librerías de ocasión están sumidas en el desorden y los libros aparecen vagamente clasificados por temas, de cualquier ma nera. Desde luego, vale la pena entrar en ellas, ya que nunca sabes lo que encontrarás y debemos estar siempre dispuestas a recibir en abun dancia. Pero las mejores librerías de esta clase tienen salas enteras dedica das a temas tales como cocina, oficios, jardinería, artes, narrativa fe menina, clásicos, historia social, misterios y libros de inspiración. Los libros están clasificados por orden alfabético de autores y series y a veces todavía llevan la sobrecubierta original. Allí es donde encuentro mis tesoros, los libros perdidos entre principios de siglo y 1950, los fantasmas de todo lo que en otro tiempo fue alegre y bonito. Tam bién encuentro allí viejas revistas y folletos que los fabricantes facili taban gratuitamente y que son una rica fuente de inspiración e infor mación. Virginia W oolf creía que «un agasajo perfecto tiene que incluir la visita a una tienda de libros de segunda mano». Anota la búsqueda de una tienda de esta clase que sea fabulosa en tu lista de prioridades per sonales.
La receta de la poesía La poesía nos permite un descanso en el cual podemos reponer fuerzas para la vieja lucha que tiene por objetivo adaptarnos a la realidad.
u
R obert H
aven
Sc h a u f f l e r
na de las joyas que descubrí en una buena librería de ocasión fue el número de Good Housekeeping correspondiente a octubre de 1925. 1,11 el había un novedoso remedio para el cansancio titulado «La cura de la poesía». El artículo sugería que cuando estás agotada, rumiar una línea o una estrofa de poesía puede producir sensación de serenidad. Esta sugerencia me condujo a una forma maravillosa de meditación, espe cialmente si pienso que no tengo veinte minutos para sentarme o d;u un paseo, como ocurre demasiado a menudo. Muchas personas nos resistimos al poder que tiene l.i poesía di ilu minar nuestro camino porque guardamos malos recuerdos di- los .uu lisis de la misma que nos obligaban a hacer en la escuela de enseñanza secundaria. Algunas también sufrimos un complejo de inferioridad ante la poesía y pensamos que es un arte difícil que sólo pueden apreciar las personas muy cultas, eruditas. Pero los poetas son los primeros en decir que esto no es verdad; los poetas saben que la poesía es real y personal. Rita Dove, la más joven poetisa laureada de Estados Unicios y la primera de origen afroamericano dice que «la poesía te conecta conti go misma, con el yo que no sabe hablar ni negociar». Cuando permi timos que la poesía se deslice lentamente debajo de las fibras de nues tra mente consciente la conexión con nuestros yoes auténticos se vuelve más sencilla; una emoción o una experiencia queda captada en melodías evocadoras hechas con palabras que confieren armonía a los encuentros cotidianos. Rita Dove cree que la poesía tiene la capacidad ile restaurar «una sensación de misterio, una sensación de maravilla» a nuestra vida cotidiana. Una vez la oí cómo leía por radio un poema sobre la espera para tomar el avión que debía llevarla de vuelta a casa. I n aquel momento me encontraba preparando la comida, pero tuve la sensación de estat esperando mi propio vuelo. Fue un recordatorio
exquisito de que nuestra vida específica puede reflejar la experiencia universal. En ninguna parte se expresa esto tan apasionadamente como en la poesía. Para empezar a explorar este arte de sencilla abundancia, saca un libro de poesía de la biblioteca esta semana. Escuchar las voces de diversas poetisas puede ayudarte a encontrar tu propia voz: Rita Dove, Anne Sexton, Louise Bogan, Diane Wakoski, Emily Dickinson, Maya Angclou, Adrienne Rich, Audre Lorde, Muriel Rukeyser, Judith Viorst, Elizabeth Barrett Browning, Maxine Kumin, Diane Ackerman, Shirley Kaufman, Mary Sarton, Cherríe Moraga, Marianne Moore. Lee un poema al día. Escribe uno de los versos que más te guste en una tarjeta y apréndetelo de memoria. La poesía posee muchos secretos que esperan ser revelados a los que buscan paciente mente la verdad. Me gusta mucho meditar sobre un verso antes de dormirme. Trata de escribir tus propios poemas. No me digas que eres dema siado mayor o que a ninguno nos interesa lo que tienes que decir. Pocos comienzos literarios fueron tan asombrosos como la publica ción del primer libro completo de poesías de Amy Clampitt, The Kingfisher, en 1983, cuando la autora contaba sesenta y tres años de edad. Aunque había sido poetisa toda la vida, no encontró su voz auténtica hasta después de cumplir cincuenta años. Si durante toda tu vida has oído otra voz en tu corazón, quizás haya llegado el momento de encauzarla. Haz un poema sobre un día de diálogo con tu yo auténtico. Asiste a recitales de poesía en librerías, cafés, bibliotecas, recintos universita rios. Confía en que, al igual que la escritora Anzia Yezierska, que es rusa de nacimiento, descubrirás que «lo auténtico crea su propia poesía.»
La música como terapia
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Me parece que no tendría otras necesidades mortales si pudiera tener siempre música en abundancia. Parece infun dir fuerza a mis e ideas a mi cerebro. La vida parece transcurrir sin esfuerzo cuando estoy llena de música. G e o r g e E l io t
VX a sabes que la música puede ser una exquisita fuente de placer y diversión. Pero ¿sabías también que podía ser una potente forma de oración, meditación y curación? De hecho, la terapia musical es una tradición antigua. Desde los albores de la humanidad los sanadores espirituales llamados «chamanes» han utilizado tambores, campanas y carracas para expulsar la enfermedad del cuerpo, la depresión de la mente y la desesperación del alma. Dado que la música puede ir más allá de las barreras de nuestra mente consciente, el neurólogo Oliver Sacks, autor de Awakening cree que puede convertirse en la llave para abrir un sentido del yo. Incluso personas que padecen la enfermedad de Alzheimer y han per dido su orientación interior, con frecuencia responden a la música cuando todo lo demás ha fallado. Encontrar la música pesonal que nos llama de manera auténtica puede dar poder a medida que aprendes a nutrir tu creatividad. La música afloja el agarre de nuestra mente consciente durante el proceso de creación. Yo escucho música clásica cuando preparo un libro y bandas sonoras de películas cuando escribo. Anaís Nin opinaba que la música era «un estimulante de primerísimo orden, mucho más fuerte que el vino» cuando creaba. La novelista Amy Tan escucha la misma música todos los días cuando escribe, porque le ayuda a retomar el hilo de la narración donde lo dejó el día anterior. Esta técnica también da buen resultado en otras actividades creativas que se empiezan e interrumpen a lo largo de un espacio de tiempo: pintura, escultura, alfarería, artes manuales. Si necesitas concentrarte en algo, escuchar a Mozart puede incrementar tu claridad, razón por la cual se recomien da su huisica para cuando se están preparando exámenes o durante la búsqueda de i d e a s creativas. Si tenemos en cuenta que Mozart fue un genio, no es e s t i ano que m i lorma de ordenar las notas musicales afec te nuestro cerebro de ni.mera positiva.
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mr Los nocturnos para pi.mo, estas piezas románticas, resonantes, meditativas, son virtualmcntc una lai mana inusu al. Toda mujci debe ría tener una cinta o un disco compacto de música sedante pat a osen charla en los momentos de estrés. Yo incluso he utilizado nocturnos para piano para calmar a núes tros gatos cuando no pueden salir de casa debido a una herida, a una enfermedad o al mal tiempo. En vez de fumar o beber, la próxima vez que te pongas nerviosísima, escucha algo de Camillc Saint-Saéns, Robert Schumann, Erik Satie o los nocturnos contemporáneos de Stephen Sondheim para la comedia'musical A Little N ight Music. Cuando las hormonas estén haciendo estragos en tu humor, prueba algo de Haydn. Los preludios y las fugas de Bach son un bálsamo exquisito para la melancolía. Gabriel Fauré es uno de mis favoritos para los momentos de agotamiento, y los exquisitos nocturnos de Frederic Chopin pueden restaurar un alma arrebatada aunque sea imposi ble reparar un corazón roto. En otros casos, diez minutos de boogie-w oogie pueden ahuyentar el abatimiento más profundo porque el ritmo reduce la ansiedad. Si tengo que trabajar de noche, el jazz ligero me da energía, pero para cocinar adoro escuchar canciones que hablen de ansia apasionada: música tradicional irlandesa u ópera. El rock suave o las melodías de las comedias musicales me da ánimos cuando hago la limpieza y me gusta escuchar música country cuando llevo niños a la escuela en coche. Si anhelas algo más que los sonidos del silencio, encontrarás músi ca para todos los estados de ánimo. Reconocer las oscilaciones de tu estado de ánimo y honrar su realidad con música que acompañe la experiencia es destreza espiritual. Forma poco a poco una colección de selecciones musicales que te ayuden a tranquilizarte, a poner en orden tus pensamientos, a encau zar tu energía creativa y a poner en marcha tus dones.
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El ojo del espectador La obra de arte que yo no baga ninguna otra persona la bará jamás. SlMONE W EIL
(C u a n d o pensamos en artistas famosas solemos acordarnos de los nombres de tres pintoras: Mary Cassatt, Georgia O ’Keeffe y Grandma Moses. Pero hay más, muchas más artistas que merecen ser igual mente famosas y cuyos cuadros, esculturas, fotografías, diseños e ilus traciones están esperando que los exploremos y saboreemos. La pintora impresionista americana Lilla Cabot Perry es una de mis favoritas. También fue amiga del gran impresionista francés Claude Monet, cuya obra introdujo en Norteamérica. La pintura de Lilla gustaba tanto a Monet, que colgó uno de sus cuadros en su dormitorio de Giverny para que éste fuese lo primero que viera por la mañana. Al igual que Mary Cassatt, cuyos días consistían en «arreglar la casa, pintar y freír ostras», Lilla Cabot Perry era una «madre trabaja dora» de la época victoriana, un siglo antes de que esa expresión ridi cula y redundante pasara a formar parte de la conversación americana. En una época en que se esperaba que las mujeres eligieran el hogar y la familia con preferencia a una profesión, muchas encontraban una manera auténtica de convertir su experiencia cotidiana en arte. Su voluntad decidida es un manantial de inspiración. Lilla tenía treinta años cuando pintó su primer cuadro, un retrato de su hija recién nacida, Margaret. Pensó que la pintura podía ofrecer le la expresión creativa que anhelaba después de haberse visto obliga da a dejar la poesía porque «era una ocupación demasiado absorbente para una madre de tres hijos de corta edad». Pero la pintura le permi tía mezclar la maternidad con el arte, ya que su obra celebraba lo que mejor conocía y más amaba: sus hijos. Con el tiempo la pintura se convirtió en parte de las actividades cotidianas de la familia, como comer y dormir, y Lilla lograba que sus pequeños modelos estuvieran quietos pagando a cada uno de ellos cinco centavos por hora. Más adelante Lilla reconoció que su pasión por la autoexpresión le recor daba «una cocina económica en la que hay demasiado carbón y hay que abrir uno de sus agujeros para evitar que se caliente demasiado y
so ponga al rojo vivo. I ).iki l<> mismo que luoso ol .iglijoro tío l.i poesía que el de la pintura, poro había que abrirlo-, ¿Que agujero has abierto tú para evitar quo la Ilustración provoque un estallido? Como dice Lilla, no importa que sea la pintura o la poesía. Lo único que importa es que tu pasión creativa no se vea empujada hacia dentro y se convierta en autoinmolación. Considera hoy los difo rentes y provechosos caminos que se te ofrecen para la expresión perso nal por medio de los ojos. ¿Has hecho alguna vez un cursillo de pintura a la acuarela, al óleo o de naturaleza muerta sólo para divertirte? Si un caballete no te atrae, ¿qué me dices del tablero de dibujo para diseñar textiles, productos, moda, grafismo, tarjetas de felicitación o ilustrar libros? No pases por alto la estampación, el colage, la escultura y la fotografía. Imogen Cunningham, otra artista y madre, fue también una de las figuras más célebres de la fotografía del siglo XX y captó cincuenta mil imágenes a lo largo de siete decenios porque tenía siempre «una mano en el fregadero y la otra en el cuarto de revelar» y nunca salía de casa sin su cámara. Buscar la autenticidad y llevar una familia no tienen por qué ser cosas que se excluyan mutuamente, a menos que nosotras in sistamos en que lo sean. Aunque no tengas la menor idea de lo que es un «obturador» o estés convencida de que ni tan sólo sabes dibujar una línea recta, no descartes las artes visuales hasta que hayas explorado la posibilidad de dejar que tus ojos y tus manos colaboren con tu corazón. La pintora Gwendolen John confesó: «Mi religión es mi árte; para mí lo es todo en la vida.» Quizá las artes visuales no sean tu religión, pero sin duda pueden hacer que tu conciencia de la Divinidad sea más profunda.
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El olor del maquillaje, el rugido de la multitud Al parecer, deseo tener cierta importancia en la obra tea tral del tiempo... Lo que es profundo, como el amor es pro fundo, lo tendré profundamente. Lo que es bueno, como el amor es bueno, lo tendré bien. Luego, si el tiempo y el espa cio tienen algún propósito, a ellos perteneceré.
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JENNET JOURDEMAYNE ( C h r is t o p h e r F r y )
bviamente, no nací para ser una estrella famosa. Fue el primer camino que tomé, pero no era mi auténtico camino. Aunque adoraba la profesión de actriz — el arte, el oficio, el tipo de vida— , llegué a un punto en el que no podía soportar más el dolor del rechazo cuando no me daban un papel, cosa que sucedía con mucha frecuencia. Que te den un papel no tiene absolutamente nada que ver con tu talento de actriz, sino que depende exclusivamente de tu aspecto. Si tu apariencia física no concuerda con el concepto que el director tiene del persona je, puede que ni siquiera te dejen hacer una prueba para el papel. Holly Hunter se pasó más de un año persiguiendo a la directora de cine australiana Jane Campion mientras ésta buscaba en todo el mun do una actriz que encarnase a Ada, la heroína escocesa y muda de mediados del siglo X IX que aparece en El piano. Al principio Campion no creyó que Holly fuera la actriz más indicada para el papel, proba blemente porque no podía borrar de su recuerdo la imagen del papel anterior que Holly había encarnado, el de una prostituta del Sur. Pero Holly poseía conocimiento del alma; sabía que aquel papel había sido la razón de todas las lecciones de piano que había recibido de niña y sabía que había nacido para interpretarlo. Después de los tremendos obstáculos que tuvo que vencer para conseguirlo, ganar el Oscar por su conmovedora interpretación debió de ser doblemente dulce. Sé que lo fue para mí, al verla aceptar el galardón. El rechazo, las dudas sobre una misma, la inseguridad económica y las críticas del público son cosas que forman parte de la vida cotidiana de una actriz. Nos olvidamos de ello cuando vemos aquellas mujeres gloriosas y engalanadas para asistir a la ceremonia de entrega de los
premios de la aiademia. ( )tia .n ni/ de I I p i i t n o , Arma l'aquin, de <>ni r años, ganó un Oscar poi su papel de hija obstinada de Ada I l a s i a entonces Anna sólo había hecho de mofeta en una función de baile de la escuela, pero venció a las cinco mil niñas que aspiraban .1 intei p r e i . n el papel. A veces piensas que estas cosas sólo ocurren en los sueños, que son epopeyas de las que pueden depender vidas enteras. I .n 1al caso, ¿por qué me sentí sorprendida cuando Katie, que está muy dota da para las artes visuales, me informó de que no volvería a la escuela de arte a la que había asistido durante Jos tres veranos anteriores y, en su lugar, se inscribiría en un seminario para actores y actrices jóvenes organizado por una compañía de teatro profesional? Pensé que era muy joven para ello. Tan pronto como entramos en el teatro a oscuras y vi el escenario sin decorado y los focos, me acordé de todo: el olor del maquillaje, el rugido de la multitud, los escalofríos, las emociones, la magia, el mis terio y la maravilla. En un teatro vacío late una palpable energía crea tiva. Katie tenía el rostro enrojecido a causa de la excitación, los ojos en llamas, y se la veía radiante de alegría. Traté de recordar si alguna vez la había visto de aquel modo y pensé que, de haberla visto, no se me habría olvidado. Con cierta tristeza, salí por la puerta del escenario que acababa de abrirse para ella. Durante el verano trabajamos juntas en su monólogo y las motiva ciones del personaje, la lectura del papel, los ensayos y las pruebas de vestuario volvieron a convertirse en parte de mi vida cotidiana, de for ma reciclada, por así decirlo. Compartí con ella trucos para aprender el papel de memoria y para maquillarse, el poder del ritmo y de las pausas, y anécdotas de mi ilustre pasado teatral. Cuando se sentía angus tiada, nerviosa e histérica yo la tranquilizaba diciéndole que la tensión es una parte importante del proceso creativo y procuraba enseñarle a apro vecharlo en vez de combatirlo. Como soy tradicionalista, quería que su primera noche de estreno fuera inolvidable, llena de tradición teatral y suerte. La tía Dona le envió un telegrama desde Hollywood (que, desde luego, causó sensación entre bastidores), su padre le compró un hermo so ramillete de flores y le dijo: «Mierda, mierda», que es la invocación para el éxito utilizada en el mundillo teatral. El debut de Katie en el escenario fue tremendo y su intensidad, su energía y su pasión me pillaron totalmente desprevenida. Me llevé una gran sorpresa y me sentí tan orgullosa, que pensé que iba a estallar. Al día siguiente, cuando, presa de excitación, comenté los detalles con Dona, ésta se rió y dijo: «¿Y qué esperabas? Al fin y al cabo, es tu hija.» Luego mi vieja amiga me regaló un recuerdo. Recordaba viva mente otra actriz joven y apasionada que llevaba un jersey de lana de color rojo, pantalones a tono y botas de montar de color negro y que,
llena tic conlian/.i cu m misma, se pi e s c u l o ,i mu |>t uelu para un papel en l'hc I ¡idy's Not /<>) Uurning, tle ( ’hristophci I•i y, como si supiera algo que el ti ¡redor no sabía. «'I'enía luego en los ojos y poseía más teatralidad caminando hasta el escenario de la que la mayoría de la gente tiene sobre él. En aquel momento supe que había encontrado mi Jcnnet Jourdemayne.» Jennet, la animosa heroína de Fry, fue mi pri mer papel principal. Por más que seamos buenos artistas, no siempre es posible dedicar nuestra vida al teatro, la música, el baile, etcétera. Pero sí es posible que estas artes mejoren nuestra vida. No hace falta inscribirse en el sindicato de actores para explorar el mundo del teatro, la danza o la ópera como carrera personal, apasionada. Lo que hay a ambos lados de las luces de candilejas puede iluminar tu senda hacia la autenticidad. Como nos recuerda el poeta inglés Francis Bacon, en el teatro de la vida sólo a Dios y a los ángeles les está permitido ser espectadores.
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Lecciones de la vida en el cine Las buenas películas hacen que te intereses por los demás, que vuelvas a creer en las posibilidades. P a u l in e K a e l
E y n vez de meditar, hoy iremos al cine. Escabúllete en pleno día, acomódate en la oscuridad con un cucurucho de palomitas y medita sobre el sentido de la vida. Lo mismo da que pongas un vídeo en casa o que te metas en un cine, la verdad puede distinguirse agradablemen te, de encuadre en encuadre, en ambos sitios. En su fascinante libro Reel Power: Spiritual Growth Through film , Marsha Sinetar sugiere que «estudiar las películas en busca de su mensaje místico nos da poder. Adquirimos percepción y aumenta la conciencia de nosotros mismos. Gran parte de la vida de hoy se centra en problemas, en la recuperación y en los esfuerzos penosos que hay que hacer para res ponder a las exigencias inexorables de la vida en el siglo X X I. Por des gracia, al ocuparnos sólo de los problemas y no vernos a nosotros mismos y a nuestros dilemas bajo una luz heroica, prometedora, nos
limitamos a nosotros mismos I as peinillas elevan nuestro punto
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I )lí AGOSTO
El trabajo manual y la meditación Las m an os a l trabajo, los corazon es a Dios. A x io m a
d e los sh a kers
^ ^ [u c h a s mujeres, especialmente si tienen hijos, sencillamente no disponen de veinte minutos diarios para meditar sin que las interrum pan. Pero las que sí disponemos de estos preciosos minutos a menudo nos encontramos con que la mente se dispara y nos deja atrás. La ver dad es que los métodos de meditación tradicionales requieren tiempo, práctica y disciplina antes de dar fruto. Después de varios intentos en los que no pasa nada, muchas personas se desaniman y lo dejan correr. Porque estamos en la vida real, he tratado de encontrar otras formas de provocar un estado meditativo, incluso en medio del caos. Uno de los mejores métodos es el trabajo manual meditativo. Cuando los demás ven que tenemos las manos ocupadas, a menudo nos dejan en paz duran te unos momentos antes de hacernos otra pregunta. Lo que no saben (y nosotros nunca revelaremos) es que cuando tenemos las manos ocupa das nuestra mente puede estar descansando. Los trabajos manuales de carácter creativo han formado parte de las labores domésticas de las mujeres durante siglos. El trabajo manual en sus numerosas variedades era un noble arte para las mujeres de la época victoriana. Esta íntima y complicada destreza espiritual daba una fabulosa expresión externa a incontables artistas auténticas que a menudo se veían reprimidas por las expectativas de una sociedad rígi da. Hasta los últimos treinta años no ha empezado a despreciarse lo que en otro tiempo era apreciado y los trabajos manuales han dejado de ser una labor meritoria que hacían todas las mujeres y se han con vertido en la ocupación personal de unos cuantos elegidos. Conozco bien el argumento: las mujeres de hoy no tienen tiempo para hacer las cosas que hacían sus antepasadas. Las mujeres de la épo ca victoriana disponían de más tiempo porque no trabajaban fuera de casa. Que yo sepa, tenían veinticuatro horas diarias para gastarlas, sa borearlas, ahorrarlas o desperdiciarlas. Y si bien no tenían que ir a tra bajar fuera de casa, sí tenían que golpear alfombras, lavar a mano pa ñales de algodón, tender la ropa para que se secara, preparar la comida sin electricidad ni refrigeración, cuidar a los enfermos sin los medica mentos modernos y nutrir a familias más numerosas que la mayoría
de las actuales. No cabe duda de que el sentido del tiempo se lia acelc rado en el último siglo, pero no ha ocurrido lo mismo con la disponi bilidad del mismo. De hecho, probablemente las mujeres victorianas tenían menos que nosotras. No vivían tantos años como nosotras y, como carecían de electricidad, no podían borrar la distinción entre el día y la noche como hacemos nosotras. Francamente, las mujeres siempre han tenido demasiadas cosas que hacer. Es sólo que las mu jeres victorianas a menudo se Jas arreglaban mejor que nosotras. Se daban cuenta de la facultad restauradora del ritmo, la rutina, el des canso, la diversión y el ritual. Conservaban su energía alternando las labores domésticas y el cuidado de los niños con pasatiempos que re querían concentración, proporcionaban satisfacción creativa y alivia ban la tensión. No importa cuáles sean tus inclinaciones personales, ya que hay tanta variedad de trabajos manuales, que toda mujer puede encontrar una que le guste si está dispuesta a buscarla. Puedes elegir entre tejer, hacer cestas, collares de cuentas, labores de aguja (bordados, puntilla, encaje de hilo, punto de cruz, encaje, frunce decorativo), costura, labor de punto, ganchillo, punto de colcha, marroquinería, confección de alfombras, alfarería, vidrios de colores, pasamanería, trabajos con papel (adornos, colage, etcétera), encuadernación de libros, construc ción de marcos y carpintería. Una amiga mía escogió la carpintería hace unos años porque quería construir estanterías colgantes para libros. Empezó utilizando reproducciones de las herramientas que usa ban los shakers y que vio en un catálogo. Ahora maneja el torno como si fuese una aguja de coser y vende hermosas piezas artísticas. Empieza modestamente. Ni siquiera hace falta que te matricules en un cursillo si piensas que no tienes tiempo. En las tiendas y en los catálogos de venta por correo encontrarás juegos de herramientas ma ravillosas a precios razonables. Lo importante es probar algo nuevo cada temporada hasta que encuentres algo que te entusiasme. Sea cual fuera el trabajo manual que elijas, no olvides tener una idea clara de tu proyecto favorito. Si guardas en el armario el tapete de pun tilla a medio hacer, en el armario se quedará. Cómprate una cesta atrac tiva para tenerlo todo en un solo lugar, de manera que la próxima vez que dispongas de unos minutos no los malgastes buscando tus cosas. La novelista austríaca Marie von Ebner-Eschenback escribió en 1905 que «nada se pierde irremisiblemente tan a menudo como una oportuni dad diaria». Para muchas de nosotras la oportunidad diaria que se pierde es la búsqueda de placer. La próxima vez que tengas la sensación de que el tejido de la vida real se deshace ante tus ojos, ponte a hacer al^o con las manos y tu mente podrá determinar con serenidad dónde ha de coger el siguiente punto.
Arte en nuestro hogar E l h og a r es el corazón d e la vida... E l h o g a r es d on d e nos sentim os a gusto, d on d e ten em os nuestro sitio, d on d e p o d e m os crear entornos qu e reflejen nuestros gustos y placeres... H a c e r un h og a r es una fo r m a de crea tiv id a d qu e está a l alcance d e tod o el m undo. T erence C onran
tinque te parezca que no tienes buen ojo para triunfar en las artes visuales, ni personalidad para hacer teatro, danza, etcétera, ni pacicn cia para cultivar las artes manuales, todavía te queda la posibilidad de explorar las delicias y los placeres de convertir tu hogar eu un autrnii co arte. Cuando el hogar se convierte en una afición, son nun lia-, la*, h ab í lidades que entran en juego, tanto decorativa , como ari im ii .r. I a .11 ir sania puede convertirse en arte cuando damos un acabado n u e v o a l<>. muebles, pintamos una pared de un color personalizado, .i|»li< amo*, acabados falsos a lo que hemos encontrado en el rastro, cambi....... . la pantalla de una lámpara antigua, tapizamos una silla, cosemos una funda para un mueble, ponemos azulejos, estampamos unos versos favoritos en la pared de la cocina, adornamos una almohada, planta mos unas flores. La artista Judyth van Amringe tiene en su casa piezas atrevidas que ella llama «arte hogareño». Son ejemplares únicos de lámparas, sillas, almohadas, mesas, etcétera, que provocan comentarios. Cuando apren des a crear tus propios elementos decorativos para el hogar, puede que de paso se despierte tu identidad de artista. «Olvida tus ideas precon cebidas sobre lo que debe y lo que no debe ir junto. Haz exactamente lo contrario de lo que hubieras hecho en otro tiempo y te encontrarás en un paisaje creativo totalmente nuevo», nos dice en H om e Art: Creating R om ance an d Magic with Everyday Objects. El arte hogareño empieza por el reciclaje. «Todos sabemos el horrible despilfarro que tiene lugar a nuestro alrededor todos los días. Creo que hay que apro vechar siempre todo lo que pueda aprovecharse, ya sea algo mío, del vecino, algo procedente de una tómbola, del rastro, encontrado en la calle; porque si haces algo maravilloso partiendo de un desecho, alio nas energía y contribuyes a que haya menos trastos tirados por ahí.
La gracia del asunto está en coger algo y iranslormarlo, hacci que sea totalmente tuyo, de acuerdo con tu estilo, que lleve tu sello.El sello y el estilo de Judyth son más atrevidos que los tic la mayo ría: quizá no nos sentiríamos a gusto en nuestra salita con una lumia flamenca para el televisor. Pero su creencia de que hay que vivir rodea dos de cosas muy personales y raras que nos parezcan adorables relie ja auténtica sabiduría y merece que meditemos sobre ella. (Ion un poco de afán, ingenio y tiemp», lo maravilloso puede materializarse ante nuestros propios ojos. Hoy debes estar dispuesta a ser audaz sólo con un pequeño proveí to: crea una nueva pantalla para una lámpara, cuelga una cortina de dibu jos o colores extravagantes, decora una bandeja con recortes de papel, dora el marco que compraste en la tómbola y conviértelo en un espejo. Sé que hay algún proyecto de esta clase en el que llevas pensando muclii • tiempo. Lo sé porque yo tengo varios. Olvídate de tus ideas preconcebí das, sigue los dictados de tu corazón, honra tus impulsos creativos, con lía en tus ojos. Arreglar tu casa es una manera perfecta de hacer pinitos artísticos.
29 D E A G O STO
Artistas de lo cotidiano: amar, conocer, hacer E l a m o r es el espíritu qu e m otiv a e l v iaje d e l artista. El a m o r p u ed e ser sublim e, crudo, obsesivo, apasion ado, espan toso o em ocionante, p e r o sea cual fu e r e su índole, es un m oti v o p o d ero so en la v id a d el artista. E r ic M a is e i .
I l r l otro día una amiga y yo estábamos hablando de lo difícil que nos resulta a la mayoría comprender el concepto de que somos artistas, que la vida es nuestro lienzo. Me confesó que apenas sabía preparar un pastel al horno y que no se consideraba una persona especialmente creativa. No estoy de acuerdo en absoluto. ( reo con todo mi cora/.on que la capacidad de sacar arte de la vida i cal es un don que toda mtij-ei
posee. Otra cosa es que optemos por nutrir este don perfectamente natural. Reconozco que es casi imposible comprender el concepto cuando estamos agotadas, abrumadas y no podemos con nuestra alma. Pero, desde luego, vale la pena meditar sobre ello mientras saborea mos los últimos días del verano. Puede que tú no dibujes, pintes, esculpas, cantes, bailes, o hagas tea tro, pero preparar un pastel al horno podría tener tanto de obra de arte como hacer la coreografía de un ballet, si abordas la tarea con la misma entrega. También es una obra de arte hacer que un niño pequeño cansa do y hambriento haga lo que necesites que haga en un momento dado (recurriendo para ello a una paciencia y unas dotes de persuasión infini tas). Y también lo es atender bien a unas visitas inesperadas con lo que tienes en casa y convertir dicha visita en un festín memorable con velas, vino, risas y conversación animada. También son obras de arte ayudar a una amiga a superar una crisis personal, consolar a un padre o una madre ancianos u organizar la fiesta de cumpleaños «le un nino o una niña que aún no ha llegado a la adolescencia. Loque vaya1, a haiei lio\ puede transformarse en una obra de arte, si tu coia/óu esta alm 11«• v tu estás dispuesta a ser la mediadora del Gran ( acadoi I ,r. mujci • ......... . artistas de lo cotidiano. El mundo no reconocí’ m aplaude inda', la*, artes, así que de ello debemos encargarnos nosotia\ I
■. 11 nn-j, ,u de custodiar una verdad sagrada. Debemos cuidar esta sabiduna \ lian-, mitirla a las personas a las que amamos. Como artista, he aprendido que en la creación hay tres cstiaios muy diferentes: el trabajo, la destreza y la elevación. San Francisco de Asís explica el proceso creativo de la siguiente manera: la mujer que trabaja sólo con sus manos es una trabajadora; la mujer que trabaja con las manos y la cabeza es una artesana; la mujer que trabaja con las manos, la cabeza y el corazón es una artista. El trabajo en la creación consiste en presentarse para hacer la obra. La destreza es la forma de hacerla. ¿Estás por la tarea en pensamiento, cuerpo y espíritu? ¿Te estás tomando el tiempo necesario o te estás dando prisa? ¿Te estás concentrando en lo que haces o pensando en otras veinte cosas que hay que hacer? ¿Echas a la vez la harina, los luievos, la mantequilla, el azúcar y la sal en el recipiente, remueves la masa grumosa con un leve movimiento de la muñeca, la metes en el horno y esperas que todo salga bien? ¿O pasas la harina por el tamiz tres veces, bates juntos los huevos, la mantequilla y el azúcar antes de combinarlos? ¿Te pasas quince minutos removiendo la masa? ¿Ca lientas previamente el horno y pones grasa y harina en la bandeja? ¿Canturreas mientras lo haces y disfrutas del proceso de crear de antemano del producto? Si la respuesta es afirmativa, el amor está presente. I I amor es la energía espiritual que provoca la elevación, el
momento trascendente de I.i tieación cu el <|tie I.i i l c ¡ t i c . a si ton vierte en arte.
Hace falta toda una vida para crear la obra de arte para la cual nat i mos: una vida auténtica. Pero bastan cinco minutos para c c u t i . u i e antes de empezar cada una de las nuevas tareas de hoy. Cinco minutos para reconocer en tu alma que eres una artista de lo cotidiano. Cinco minutos para dar las gracias por tus dones personales. Cinco minutos para ofrecer tu amor, tus energías creativas y tu enorme talento a la persona, idea o proyecto que esper^ tu atención. Dilo en voz alta: Soy una artista de lo cotidiano, una artista bri liante y dotada. Mi arte es una bendición para mí y para los míos.
30 DE AGO STO
Si no es ahora, ¿cuándo? A p laz ar el m om en to d e h acer las cosas nos r o b a tiem po. E dw ard Y o u n g
T X engo una amiga que está organizando un nuevo movimiento femenino que llevará el nombre de «Si ahora no, ¿cuándo?». Todas estamos invitadas a ser partícipes. La misión del nuevo movimiento es clavar una estaca en el corazón de las dilaciones que perpetuamente nos roban el placer personal. Otra amiga es comerciante de joyas antiguas y viaja con frecuencia a Inglaterra por asuntos de trabajo. También es esposa de un político y madre de dos hijos. A pesar de ello, se ha matriculado para aprender italiano y yoga y está pensando en hacer un curso para aprender a pin tar acuarelas. Insiste en que tenemos que encontrar tiempo para noso tras mismas y yo estoy de acuerdo con ella (si ahora no, ¿cuándo?) Me ha preguntado si quiero hacerme socia de su nuevo club dedicado a los libros del siglo XIX. El club se reunirá una vez al mes, en domingo, para tomar té y jerez. Los asistentes a las reuniones llevarán algo de comer para que no sea la mente lo único que encuentre alimento. La idea de fundar el club me parece maravillosa. Volveré a hablar con mi amiga cuando acabe de escribir este libro sobre la creación de una vida auténtica.
••Para l.i mayoría de nosotros l.t vid.1, como l.t llaman, es un larj»o aplazamiento-, escribió melancólicamente I lenry Miller en 1947. ¿Qué sat isíaeción estas aplazando tú? Yo acabo de aplazar el momento de hacerme socia de un club fabuloso. Voy a llamar a mi atareada amiga. Todavía me noto el pulso, aunque es débil.
31 DE A G O STO
Esto también es Dios Una d e b e aceptar tam bién qu e tiene m om entos «poco crea tivos». C u a n to m ás sin ceram en te se p u e d a a c ep ta r este hecho, m ás deprisa pasarán estos m om entos. U na d e b e ten er el v a lo r d e parar, de sentirse vacía y desan im ada. E t t y H il l e s u m
a seas poetisa, madre o actriz de teatro, una mañana te despertarás, pondrás la cafetera en el fuego, te acercarás al pozo de donde sacas la inspiración para recrear tu vida auténtica y te encontrarás con que el pozo se ha secado. Puede parecer desconcertante terminar este mes de meditaciones con una nota pesimista, pero para tu serenidad es impor tantísimo que aceptes los días poco creativos como parte del ciclo crea tivo. Los días poco creativos son la vida real. Todo artista los conoce, aunque pocos lo reconocemos como no sea con susurros confidenciales. Pero al hacer de la autenticidad tu arte, también tú los conocerás. Los días poco creativos son la parte del yin/yang del anhelo artístico. Una vez, en plena sequía creativa, me encontraba con mi agente en una cafetería de Nueva York y le confesé en voz baja, como quien reconoce un tremendo defecto personal o el descubrimiento de una enfermedad incurable, que llevaba meses sin poder soñar. Me era imposible fantasear, visualizar o siquiera formular un deseo. C o mo soy irlandesa, la incapacidad de soñar es el equivalente emocio nal de un desequilibrio químico en el alma. Necesitaba el consejo de Chris, mi agente, porque tiene el don de resolver las dificultades. Acabábamos de visitar una agencia de publicidad donde había nego ciado para mí un contrato de asesoramiento que me había dejado ató nita, sobre todo porque en aquel momento estaba convencida de que
dentro tío mi cabeza no había nada que valiera más de diez centavo*.
— ¿Que he de hacer? -le pregunté. — No tienes que hacer nada — contestó ella. Me dijo que esperase hasta que se me pasara. Que aceptase el peno do de nula creatividad tan bien como pudiera y que me preparase pat a el día en que diese un repentino y espectacular salto hacia delante en el capítulo de la creatividad o en el de la conciencia. Resulta tan difícil pararse, especialmente cuando queremos con ti nuar nuestra carrera, nuestras relg/ciones, nuestra salud, nuestra crcati vidad. Pero cuando 110 tienes ánimos para rezar, cuando eres incapaz de llorar o cuando todo te importa un bledo, ha llegado el momen to de desistir. No todas nuestras horas pueden facturarse. No, esto no quiere decir que puedas dejarlo. Tienes que continuar aunque sea por puro formulismo, presentándote a trabajar: en la pági na, el tablero de dibujo, la cocina, la máquina de coser, el ordenador. Continúa preparando el lienzo, mojando la arcilla. Finge que eres un trabajador creativo temporal, que estás haciendo de suplente hasta que llegue tu yo auténtico. Mientras tanto, no tomes decisiones creativas que alteren tu vida hasta que recibas instrucciones. Tu única misión es volver a llenar el pozo. Busca el manantial subterráneo por medio de excursiones creativas. Permanece en comunicación con tu yo auténti co mediante el diálogo diario. Vuelve a examinar viejos proyectos creativos que dejaste sin llevarlos a término. Cuando me siento muy desanimada, recurro a mi diario cié descubrimientos ilustrado en bus ca de pistas visuales que me indiquen la siguiente vuelta en el camino. A menudo el fracaso de demasiados sueños puede dar origen a una sequía crativa, pero durante ésta sigue habiendo luz en abundancia. Sucede simplemente que nos ciega una tormenta de polvo oscuro. Fre cuentemente la árida desesperanza es fruto de la falta de nutrición: de no comer bien, no dormir lo suficiente, trabajar con demasiado ahínco y durante demasiado tiempo sin un objetivo que nos llene de ilusión. Si te encuentras en un período de esterilidad creativa, tómate un descan so. Dona Cooper, una de las mujeres más creativas y productivas que conozco, a menudo me recuerda, especialmente cuando mis planes no avanzan a la velocidad de la luz, que «esto también es Dios». Y es verdad. Cuatro meses después de que dejara de esforzarme demasiado, se produjo la encarnación creativa de El encanto de la vida simple. Lo más difícil que haremos como artistas de ló cotidiano es aprender a pararnos de vez en cuando. Si hoy te sientes poco creativa, no te desesperes. Empieza a animarte y ahorra tus fuerzas. Te estás preparando para avanzar mucho en el capítulo de la autenticidad. En el mundo natural, las sequías desaparecen tan súbita y misterio samente como llegaron. Esto también es Dios.
Pequeñas alegrías para agosto '« ‘3 Vuelvo a descubrir los libros que tanto te gustaron de niña. Visita una buena biblioteca (cuanto más antigua, mejor) y entra en la sección infantil (con tus pequeños o sin ellos). Siéntate en una sillita y recuerda los buenos momentos que pasaste con un buen libro. ¿Cuál fue? ¿M ujercitas? ¿Furia? ¿Ana la de las tejas verdes? ¿Los mellizos Bobbsey? ¿Los libros de Laura Ingalls Wilder? ¿Las aventuras de la as de los detectives Nancy Drew? (¿Te acuerdas del pequeño turismo rojo de Nancy, de sus conjuntos, de Bess, George y Ned, y de casos tan desconcertantes como Secret in the O íd Attic y The Mystery at the M oss-covered M ansión? Resuélvelos una vez más con sentimiento.) ^ ) Gloria Steinem nos dice que nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz y yo la creo. La infancia que yo hubiera elegi do aparece captada en la maravillosa serie Betsy-Tacy de Maud I Iare1 Lovelace. Si buscas evasión pura y simple escápate a Deep Val ley, Minnesota, a comienzos de siglo, y disfruta con las travesuras ele Betsy Ray y sus amigos, Tacy Kelly y Tib Muller. I .a serie consta ele diez libros, empieza cuando Betsy y Tacy tienen diez años de’ edad, cu 1892, y termina con la boda de Betsy después de la Primera (¡nena Mundial. Lo que más me gusta cuando leo libros infantiles del pasado (ahora que soy lo bastante mayor como para apreciar los matices sin i les) son los encantadores detalles domésticos de aquellos agradables mundos: los tipos de comida, decoración, diversiones y pasatiempos que llenaban sus vidas. Estudia la posibilidad de hacerte socia de un club de aficiona dos a los libros o de fundar uno tú misma. Compartir un buen libro es tan provechoso como leerlo. Explora los giros del argumento y la evo lución de los personajes mientras comes y bebes con personas agrada bles una vez al mes. Escoge un tema: la narrativa femenina, la época victoriana, los misterios o los clásicos. Un libro de consulta titulado 500 G reta B ooks by W'ornen, de Erica Bauermeister, Jesse Larsen y Holly Smith te deslumbrará con las posibilidades que ofrece. La mayoría de nosotras no sostenemos suficientes conversaciones que nos estimulen intelectualmente, aunque no comprendo a qué es debi do. Pero para nutrir el alma es necesario alimentar la mente. Un club de aficionados a la lectura es un antídoto estupendo. Puede que en la librería donde sueles comprar te indiquen alguno. Empieza a buscar una buena librería de ocasión en las páginas amarillas, para ver qué hay cerca de tu casa. Pide un ejemplar de A B B o o k m a n s W eekly, la publicación especializada de los vendedores de
libros de segunda mano (IVO Al> C liíton, New Jei sey 0/01'». ,’ 0 I
772-0020). Encontrarás anunc ios de comerc iantes que busi an lilu<*s y esto te ayudará a localizar sus comercios. La Book I luntei 1’t« . (419 Granite Springs Road, Yorktown Hcights, New York I0V*H, 914-245-6608) publica The Used B ook Lover's C uides, que son lisias geográficas de más de tres mil comercios en cuarenta y seis estados ^ 5 «La música celestial está en todas las cosas», nos recuerda I lil degard de Bingen, la mística del siglo XII. Puedes experimentar el cid* » en la tierra con una serie de sonidos sagrados que tranquilizan. Entre mis favoritos para invocar la serenidad se encuentran: Chant, por los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos (Angel Records); Rosa Mystica, por Therese Schroeder-Sheker; Vox D e N u be, por la cantan te gaélica Nóirín N i Riain y los monjes irlandeses de Glenstal Abbcy (Sounds True Catalog, 735 Walnut Street, Boulder, Colorado 80302); A Feather on the Breath o f G od: G othic Voices with Em m a Kirby (Harmonia Mundi, 2037 Grandville Avenue, Los Ángeles, California, 310-559-0802); y Vision: the Music o f H ildegard von Bingen (Angel Records). Experimenta el profundo poder curativo de los nocturnos para piano en Piano Reflections, por Kelly Yost (puede obtenerse por medio de Channel Productions, P.O. Box 454, Twin Falls, Idaho 83303, 208-734-8668). Los artistas necesitan apoyarse mutuamente en sus empeños sagrados. Toda alabanza me parece insuficiente para el compasivo y convincente libro de Julia Cameron The Artist’s Way. Es el primer libro que recomiendo a los participantes en mis seminarios. Es un cur so de doce semanas para el descubrimiento y la recuperación de tu yo creativo a cargo de una buena consejera. Julia tiene también un mara villoso seminario grabado en cintas que puede obtenerse de Sounds True Catalog. Te desafío a hojear el catálogo Flax Art & Design (P.O. Box 7216, San Francisco, California 94120) y no encontrar un proyecto interesante en las artes visuales o los trabajos manuales. ¿Qué puedes perder excepto tu falsa suposición de que no eres creativo? Leer publicaciones especializadas es una manera fascinante de explorar una nueva actividad. Hojea American Artist, D ance, Theatre Crafts, O pera N ews, o American C raft y encontrarás apasionantes realidades paralelas. Regálate una lujosa caja de barritas Crayola que contenga todos los colores, o un maravilloso juego de lápices de colores. Haz un cartel que diga «Si ahora no, ¿cuándo?» y cuélgalo donde lo veas todos los días.
SEPTIEMBRE
Septiembre, el mes de la cosecha... E l verano ha concluido y ha llegado el otoño. C y n t h ia W ic k h a m
X - ja canción de septiembre es una cadencia de dos piezas en la que la alegre serenata veraniega concluye para dar inicio a una melodía más grave. Durante ocho meses, hemos arado y sembrado en nuestras vidas las conmovedoras semillas de la gratitud, la simplicidad, el orden y la armonía. Ahora, una auténtica cosecha de felicidad está lista para su recolección y el quinto principio del encanto de la vida simple — la belle za— nos exhorta a participar de su exuberancia. Disponte a recoger la abundante cosecha que el amor ha sembrado.
Volver una nueva hoja Del otoño al invierno, del invierno a la primavera, la primavera se torna en verano, el verano en otoño. Así transcurre el año cambiante, y así cambiamos nosotros; el movimiento es tan vertiginoso que no sabemos que nos movemos. D in a h M u l o c k C r a ik
D e s d e la antigüedad, septiembre se ha considerado el inicio del nuevo año, un período para la reflexión y los propósitos. Los judíos celebran la solemne festividad del Yom Kippur, el día de la expiación pública y privada, un retiro sagrado del mundo durante veinticuatro horas para estar en paz con Dios y con sus semejantes y permitir que la vida real se renueve con pasión y voluntad. En el mundo natural, el cambio se produce sutil pero inexorable mente; las estaciones parecen sucederse dulcemente, aun cuando el movimiento mensual es tan rápido que ni tan siquiera nos damos cuenta de que avanzamos. Pero cuando las hojas van mudando su color, es hora de que nosotras volvamos una nueva hoja personal para poder restablecer nuestra vida. «Lo que necesitamos en otoño es un tiro emocional o espiritual en el brazo», escribió Katharine Elizabeth Fite en Good Housekeeping en 1949, impulsando el principio de una nueva tradición femenina: los propósitos personales y positivos de septiembre. «¿Por qué crees que somos tantas las que desperdiciamos el otoño? ¿Por qué no realizamos ese esfuerzo que aportaría algo nue vo a nuestra vida?» Los propósitos negativos de enero «se deciden cuando estamos exhaustas espiritual, física y económicamente y no te nemos ganas de hacer nada aparte de descansar». En mi opinión, los propósitos de enero son una cuestión de volun tad; los de septiembre versan sobre las necesidades auténticas. ¿Qué quieres aumentar o disminuir en tu existencia para poder amar la vida que llevas? Podría ser algo tan simple como ver a tus amigos más a menudo, dedicar más tiempo a vivir aventuras con tus hijos mientras te sigan aceptando como compañera, volver a encender la llama del romance en tu rutina diaria, dedic.u una hora al día a tu persona o simplemente dar más paseos bajo un sol cegador. La belleza de los propósitos otoñales reside en que nadie mas
conoce su existencia. Los propósitos de otoño no necesitan timbales, ni confeti ni champán. Los propósitos de septiembre sólo requieren que estemos abiertas al cambio positivo. Yo soy capaz de intentarlo. Y también tú.
2 DE SEPTIEMBRE
Esforzarse por comprender Existe una antigua hostilidad difícil de definir entre nues tra vida diaria y las grandes obras. Ayude a nombrarla para comprenderla. R a in e r M aría Rii
ki
JN /Iuchas pensamos que si Adán y Eva no lo I m b u í . m e cl i adi ■i . •
Si trabajas fuera de casa, tus esfuerzos están remunerados con di ñero. Pero el mayor porcentaje del trabajo femenino es gratuito y pasa en su mayor parte desapercibido. Debido a que pasamos gran parte de nuestra existencia terrenal dedicadas al trabajo, de uno u otro tipo, esta actividad merece una profunda consideración, y no sólo me estoy refiriendo a afrontar el hastío de desplazarse al trabajo, llevar a los hijos a la guardería, cuidar de un hijo enfermo, los días de nieve, las reuniones con los profesores y las fechas límite. Los juegos malaba res de la vida y los compromisos contradictorios merecen una medita ción aparte. Pero también se ía merece la divina naturaleza del trabajo. Cada una de nosotras fuimos creadas para exteriorizar la Divinidad a través de nuestras dotes personales. Compartir nuestras dotes con el mundo es nuestra gran obra, sin que tengan importancia ni la natura leza concreta de nuestro empleo ni lo que conste en nuestro currícu lum vitae. No creo que muchas mujeres de hoy puedan decir honradamente que su vida laboral — en privado y en público— está en equilibrio con su vida personal, tengan o no tengan hijos. Matthew Fox, filósofo radical y ex sacerdote católico, cree que «vivir bien es trabajar bien». Yo comparto su parecer de todo corazón. Pero, ¿cómo diantres pue den lograrlo las mujeres de los noventa? Me encantaría poder ofrece ros una solución rápida y fácil a un dilema tan complicado y con tan ta carga emocional. Pues no podemos trabajar bien ni vivir bien si no vivimos auténticamente. Como Rilke, necesitamos reconocer en voz alta la antigua hostil i dad entre la vida real y el trabajo. Existe. Nos desgarra en mil pedazos todos los días. Necesitamos ayudarnos mutuamente para compren derla, pues nunca llegaremos a entenderla a solas. Podemos empezar por cogernos de la mano, por escuchar nuestras preocupaciones, por decirnos que hoy todo va a ir bien. De una forma u otra, juntas hallaremos la solución.
UJ
¿Fritos o revueltos? En el trabajo, piensas en los hijos que has dejado en casa. En casa, piensas en el trabajo que has dejado sin terminar. Esa es la lucha que se desencadena dentro de ti. Tu corazón está escindido. G o l d a M e ir
JN ^Iás mujeres de las que crees alimentan una fantasía secreta que no tiene nada que ver con el erotismo. Pero, en cierto modo, se centra en lo prohibido. Denomino esta fantasía: «¿Fritos o revueltos?» Otro día perfectamente normal de exigencias interminables, hijos mal atendidos y trabajo sin finalizar y tú tienes la sensación de que ya no puedes más. Te invade un arrollador impulso de desaparecer sin dejar rastro. Metódicamente, retiras todo el dinero en metálico de tu cuenta bancaria (las tarjetas de crédito pueden localizarse), haces la maleta con lo mínimo, te encaminas hacia la terminal de autobuses y vuelves a empezar de cero como camarera en un local perdido del Oeste americano. En esta fantasía, algunas mujeres se llevan a sus hijos con ellas, sobre todo si son pequeños; otras no, pero sus hijos suelen ser adolescentes. Naturalmente, tú no vas a hacer una cosa así, pero un posible plan de huida es un mecanismo imaginario que libera el vapor de la olla a presión de la vida. N o más recibos vencidos e impagados, se acabaron las discusiones sobre la cocina, la limpieza, el sacar la basura, las cuentas de crédito o el cuidado de los niños; no más conflictos entre los hijos y la vida profesional, se acabó el extenuante deber de cuidar de un padre anciano, no más responsabilidades de las que eres capaz de afrontar en un período de veinticuatro horas. Cuando crees que no puedes soportarlo más, una vida dedicada tan sólo a preguntar a los clientes si quieren los huevos fritos o revueltos encierra cierto atractivo. Recientemente, una mujer de treinta nueve años, madre de cinco hijos con edades comprendidas entre los ocho y los dieciséis años, desapareció de la la/, de la tierra cerca de nuestra casa. El día en cues tión, había llevado de excursión a una clase de primaria. Cuando regresó, metió a su hi|.i en un autobús para que lucra a jugar un parti do de baloncesto du iendole que volvei ía a casa andando porque hacía
muy buen día. Nunca llegó. I lacia la hora «I< la ccna, mi ti i)•,ii i i i
tenía todo: una buena formación, una bella familia, un hogar eiu ama dor, un estilo de vida extremadamente cómodo y un matrimonio peí fecto con un diplomático. Tres días después, la mujer que lo tema todo, pero que, obviamente, no lo suficiente de lo que en realidad necesitaba, apareció ilesa (gracias a Dios), confusa por su propio com portamiento y aturdida ante la conmoción que había ocasionado. He aquí lo que ocurrió. De regreso a casa, buscó un enclave sólita rio para aclararse las ideas. Siguiendo un impulso espontáneo, anduvo unos cuantos kilómetros hasta su lugar favorito, la catedral nacional de Washington, un santuario exquisito. En el silencio, oyó sus propios pensamientos. Al cabo de unas horas, fue incapaz de abandonar aque Ha paz para regresar al caos que la ahogaba en su hogar, por lo que pasó dos noches en una pequeña capilla. En el momento de escribir esto, ella no había regresado aún a casa y nadie sabía a ciencia cierta cuándo regresaría o si llegaría, incluso, a hacerlo. Esto es cuanto sabe mos: por alguna razón, su corazón estaba escindido. Ella no hallaba su centro. Su vida no era, después de todo, tan perfecta como parecía. Las vidas reales rara vez lo son, aunque superficialmente tengan una bella pátina. Sólo me habría gustado poder decirle: «Desaparece si debes hacerlo, pero llama a casa y diles a los niños que estás bien.» Cuando oí en la radio que no había sido secuestrada sino que había desaparecido por voluntad propia, me invadió una tremenda sensación de alivio que confié a mi marido. Su respuesta fue que la inestabilidad mental de aquella mujer era obvia. Estaba desequilibra da. No cabía otra explicación para su extraña conducta. Estuve de acuerdo en que el peso de su vida era demasiado ominoso para que pudiera cargarlo ella sola, pero como tenía que escribir una reflexión (sobre cómo afrontar el estrés), opté por no contradecir su interpreta ción. Habría hecho falta una larga perífrasis para señalar que en sus circunstancias particulares, que por supuesto desconocíamos, la actua ción de aquella mujer podría haber sido extremadamente sensata. De sesperada, desde luego. Desgarradora, sin lugar a dudas. Pero no nece sariamente disparatada. Cuando nuestra fantasía de ser camareras sale a la superficie, esta mos física, emocional, psicológica y espiritualmente exhaustas por esa lucha interior y exterior que nos arrastra en cien direcciones diferen tes. Estamos heridas de gravedad por la antigua hostilidad entre la vida cotidiana y la gran obra. Las vendas ya no nos sirven de nada. En realidad, la fantasía de emprender la huida puede ser muy tera-
peutica porque blando 11 m.i bandt •r.x toja psíquica que nos advierte que l;i vid.t real se nos está escapando dc“las manos. 1 lay que hacer cambios, hay que tomar decisiones creativas, hay que empezar conversaciones y acabarlas. Si la lantasía persiste hasta el punto de querer materializarla, es mucho mejor pedir ayuda que comprar un billete de autobús. «Si supierais con qué frecuencia me digo: al diablo con todo, al diablo con todos, yo he hecho mi parte, ahora les toca a los demás hacer la suya, basta, basta, basta», confesó en una ocasión Golda Meir, la única primera ministra de Israel. No tendrás que huir si eres capaz de aprender a decir sencillamen te: «basta, basta, basta». Y lo dices de verdad.
4 DE SEPTIEMBRE
Responder a la llamada celestial Tu labor consiste en descubrir tu trabajo y luego entregar te a él de todo corazón. Buda
^ ^ u a n d o cursé mis estudios en un instituto católico a principios de los años sesenta, el término «vocación» — del latín vocare, que signifi ca «llamar»— era sinónimo de ingresar en una comunidad religiosa. Como la mayoría de quinceañeras, yo quería ser conquistada por un hombre apuesto, casarme, tener hijos y vivir feliz para siempre jamás. Convertirme en novia de Cristo apenas me seducía, tal vez por aquel horripilante crucifijo que se cernía sobre nuestras cabezas. (Juro que movía los ojos.) Sin embargo, debo itir que la idea de que las mujeres fueran llamadas a abandonar el mundo porque eran las elegidas del Señor me parecía muy romántica. También encontraba los hábitos blanquine gros de las monjas muy elegantes. Pero la vocación no se reduce a eso. Veinte años después, estaba felizmente casada, vivía a las afueras de Maryland y era madre de una bella hija a la que adoraba. Sin embargo, ante la necesidad de tomarme un descanso, me fui de retiro a un con vento episcopal. En cuanto el coche franqueó la verja, fue como si un
hechizo se hubiera adueñado de mí; .il a t u v e . . i t e l s i l e n c i o s o v< -tí l x 1 1<• que llevaba a la capilla, me sentí como si hubiera llegado a c a v í I w< una sensación muy perturbadora. Tras un fin de semana en silencio, transcurrido entre oraciones y trabajo junto a las religiosas que habían respondido a la llamada del Señor de forma tan espectacular, me sentí obligada a reconciliar l<> irreconciliable. Busqué una confesora, una encantadora monja de mi misma edad, aproximadamente, y ití, bajo los otoñales rayos dorados que bañaban el jardín del convento, que sí había tenido voca ción pero que había optado por decir que «no» al Señor. No me ape sadumbraba no haber seguido un camino determinado en la vida, sino el hecho de no haber tenido ni tan siquiera el valor de haber conside rado la posibilidad de tomar un camino menos trillado. Ahora era demasiado tarde. Ella me confió a su vez que en ocasiones se pregun taba si habría podido servir mejor a Dios en el mundo como esposa y madre. «Pero cuando tenemos el corazón abierto, la Providencia hace recto nuestro camino — me reconfortó ella. Luego preguntó en voz baja— : ¿Por qué das por sentado que no has respondido a la llamada del Señor? El Señor necesita madres. El Señor necesita escritoras. Debe existir algún trabajo especial que sólo tú puedes aportar al mun do para Dios.» Ella creía en las palabras de ánimo de Santa Teresa de Jesús para los que buscan su vocación: «Cristo no tiene otro cuerpo sobre la tierra que el tuyo; tú eres las únicas manos con las que él pue de realizar su trabajo, tú eres los únicos pies con los que él puede reco rrer el mundo, tú eres los únicos ojos en los cuales puede seguir bri llando su compasión por un mundo turbulento. Ahora, Cristo no tiene otro cuerpo sobre la tierra que el tuyo.» Con el corazón henchi do de esperanza, regresé a casa junto a mi marido, mi hija y mi traba jo en este mundo. Ahora, después de una década, no me ha pasado desapercibido el hecho de estar viviendo mi vocación no buscada. Anochece mientras escribo estas líneas, en casa reina el silencio. Ed y Katie se han ido a un programa doble de cine, lo que me permite trabajar en paz. Como telón de fondo, mi tocadiscos está ofreciendo al Cielo bellos cánticos religiosos medievales. A medida que me aproximo a la conclusión de esta obra, mi hogar se va convirtiendo en un claustro, mi pasión en mi vocación, mi trabajo en mi forma personal de adoración. Incluso me visto de negro. Dios se halla en los matices más sutiles. Hoy, toma conciencia de que el Espíritu no tiene unas manos, una cabeza ni un corazón como los tuyos. Ninguna otra mujer en la tierra puede, a través de sus virtudes auténticas, aportar al mundo las cosas para las que tú y sólo tú fuiste enviada. La llamada puede ser tan débil que apenas seas capaz de descifrar el mensaje, pero si escuchas, lo oirás.
¿Empleo, carrera profesional o vocación? lil cántaro p id e a voces agu a q u e llev ar y una p erson a p a ra tra ba jar q u e sea R e a l M a r g e P ie r c y
E x i s t e una diferencia significativa entre un empleo, una carrera pro fesional y una vocación. El trabajo nos sirve para mantener el cuerpo, el alma y la familia unidos. Sin embargo, como sabiamente señala Studs Terkel, el sentido de cada día es tan importante como el pan de cada día y el reconocimiento tan necesario como el dinero contante y sonante. Pues cuando trabajamos, estamos buscando «una forma de vida más que una forma de morir de lunes a viernes». Una de las personas a las que entrevistó Studs Terkel fue Nora Watson, que por aquel entonces trabajaba como redactól a en una re vista especializada en salud: «Creo que la mayoría buscamos una vocación, no un empleo. La mayoría de nosotras, como el trabajadoi de una cadena de producción, tenemos un empleo que le queda pe queño a nuestro espíritu. Los empleos no son lo bastante grandes para las personas.» Pero trabajar es crucial; necesitamos «ganarnos la vida», lo que cada día es más difícil en el clima de incertidumbre económica que reina en la década de 1990. Una carrera profesional puede obedecer a una vocación, si bien, no necesariamente. Suele suceder cuando nos ceñimos a una línea profe sional — contabilidad, publicidad, enfermería, edición— porque hace mos aquello que hacemos bien y nos pagan por ello. En ocasiones, las carreras profesionales se asemejan a matrimonios de muchos años en los que la pasión se ha intercambiado por la comodidad, la seguridad y la previsión en un mundo incierto. Naturalmente, esta opción no tiene nada de malo; para muchas mujeres es sin duda la más acertada — aun que algunas puedan preguntarse qué precio psíquico les cuesta obrar con tanta cautela. No cabe duda de que todos los días en los que no aspiramos a vivir auténticamente pagamos un precio, con intereses incluidos. Muchas de nosotras acabamos por saltar de un empleo a una carre ra profesional, pero a menudo titubeamos en responder a una vocación auténtica, sobre todo hacia los cuarenta, porque estamos desgarradas — entre las realidades económicas de criar a nuestros hijos y cuidar a
unos padres que envejecen, entre una hoja de servicio', tc.ili. .idos \ In desconocido, entre un cheque de pago regulai y la in c c it id u m l m < entre las circunstancias y las opciones creativas. Pero es un erroi i i< < i ilusoriamente que nuestra realidad consiste en que somos mucli.o. I r. que recibimos la llamada de la autorrealización y muy pocas Lis ele)-i das. Lo que el Espíritu ha hecho por otras mujeres puede liacei lo poi ti — cuando estés preparada— . Lo cierto es que todas somos las elcj'.i das; es sólo que la mayoría de nosotras nos olvidamos de responde) i la llamada. ✓ La novelista Mary Morris nos dice que «perseguir lo que quicios hacer y alcanzar tu objetivo no es como encontrar la piedra filosofal o descubrir una mina de oro. Normalmente no hay revelaciones ni repentinos golpes de suerte. La realización llega a rachas... La realiza ción llega de muchas maneras y puede entrar en nuestras vidas en cualquier momento... Pero sólo nosotras podemos asegurarnos de que nos realizaremos. Si nos sentimos vacías, no habrá agua suficiente para llenar nuestro pozo. Debe manar en nuestro interior, de los manantia les y los arroyos subterráneos».
6 DE SEPTIEMBRE
Trabajar de corazón E l tra ba jo es el a m o r h ech o visible. K a h l il G ib r a n
X-/a mayoría de nosotras no consideramos nuestro trabajo como una forma personal de adoración. El trabajo es mundano. La adoración es retirarse del mundo para honrar al Espíritu. Pero, ¿podría haber una forma más bella de honrar al Sumo Creador que contribuir a la recrea ción del mundo a través de nuestras virtudes? Todos los días, somos llamadas a hacerlo mediante el trabajo. Sin embargo, es muy difícil atisbar siquiera los destellos de lo sagrado cuando estamos preocupa das, olvidadas, abrumadas, destrozadas y consumidas. Marianne Williamson cree que el lugar de trabajo no es sino «la fa chada de un templo, un lugar curativo donde las personas (pueden) ser ensalzadas por encima de la locura de un mundo asustado». En una
ocasión, ( ti.nulo ti abajaba de i amatri a en un I>.ti .utos antes de con vertirse en guia espiritual y escritora siguiendo su vocación •observó t|uo I.i gente pensaba que la única finalidad de acudir al bar era para to mar algo, lin realidad, el bar era una iglesia disfrazada y ella podía atender a la gente con calidez, conversación y compasión. «Indepen dientemente de lo que hagamos, podemos convertirlo en nuestro sa cerdocio — escribe en su iluminadora obra A Return to L ov e: R eflections on the Principies o f a Course in Miracles— . Independientemente de la forma que tome nuestro trabajo o actividad, el contenido es el mismo que el de los de cualquier otra persona; estamos aquí para aten der los corazones humanos. Si hablamos con alguien, o vemos a al guien, o incluso pensamos en alguien, entonces tenemos la oportu nidad de traer más amor al Universo./t>esde una camarera hasta la directora de un estudio cinematográfico, desde un ascensorista hasta el presidente de una nación, no hay nadie cuyo trabajo no sea importan te para Dios.»| Resulta más sencillo imaginar que nuestro trabajo podría ser una forma de adoración si fuéramos capaces de percibir lo que hay de sagrado en al menos ocho horas del día. Tal vez el secreto para lograr lo, independientemente de nuestras circunstancias actuales, resilla cu descubrir el trabajo que nos encantaría hacer. Pero hasta que llegue esc momento, necesitamos aprender a amar el trabajo que estamos real i zando en la actualidad. Hoy puedes empezar a transformar tu lugar de trabajo y tu estilo laboral pensando en lo mucho por lo que debes estar agradecida. Si tienes un empleo, aunque éste te disguste, te sirve de red protectora cuando te lanzas al vacío guiada por la fe en pos de tu autenticidad; si estás sin trabajo, ya tienes el camino libre para poder responder a tu auténtica vocación. Invoca al Espíritu para que sea tu asesor laboral. El poeta místico Kahlil Gibran nos dice: «Cuando trabajáis, estáis rea lizando una parte del más ambicioso sueño de la tierra, desempeñando así una misión que os fue asignada al nacer ese sueño.» Realizar tu parte del más ambicioso sueño de la tierra es posible cuando trabajas de corazón.
7 di; s e p t i e m b r e
La fuerza del deseo: dar un paso adelante O h, la v id a secreta d el h o m b re y d e la m ujer... soñ ar con cuán m ejor estaríam os d e lo q u e estam os si fu éra m o s otra p erson a o incluso nosotros xnismos, y sentir q u e no hem os sacad o e l m áx im o p ro v ec h o d e nuestra condición. Z eijd a F it z g e r a l d
Ü N Ío es posible que sea la única mujer adulta del mundo que se des haga en lágrimas cada vez que Pepito Grillo mira por la ventana del bondadoso viejecito Gepeto, ve la primera estrella de la noche y em pieza a cantar «Cuando pides un deseo a las estrellas...» en la película Pinocho. Tal vez llore, como acaso tú también, porque pedimos un de seo a las estrellas y esperamos de todo corazón que nuestro sueño se haga realidad. Pero convertir un muñeco de madera en un niño de car ne y hueso y un sueño en realidad no se limita, en la década de 1990, a blandir una varita mágica. ¿Qué me dices de un hada madrina sabia, compasiva y avispada que nunca ha oído un sueño que ella considera ra frívolo o no pudiera ser liberado de su destino con vigor espiritual? Barbara Sher es esa hada madrina, todo un carácter. Lo sabe todo sobre las «transformaciones vitales», la forma en que ella define la per secución de nuestros auténticos sueños. Ella pasó de ser una madre divorciada que vivía de la asistencia social a convertirse en psicoterapeuta y asesora laboral — la trasformación vital más espectacular que cabría imaginar— . En su labor como terapeuta, empezó a sospechar que en realidad muchos de sus pacientes aquejados de depresión no requerían tanto un tratamiento a largo plazo como sí una razón para levantarse cada mañana. Como Barbara había transformado su propia vida, supuso que sus conocimientos para convertir los sueños en reali dad eran tan válidos como los de cualquier otro y empezó a ofrecer seminarios de orientación vital. El éxito de sus talleres originó su pri mer libro Wishcraft: H ow to G et What Yon R eally Want (escrito con Annie Gottlieb). En él puedes hallar consejos prácticos que te ayuda rán a materializar tus indefinidos anhelos en aventuras auténticas para que «tengas una vida que ames y te levantes cada mañana entusiasma da ante el día que te espera y encantada de hacer lo que estás haciendo, aunque en ocasiones te sientas un poco nerviosa y asustada». Yo era una escritora por cuenta propia que soñaba con escribir y
publicm libros cumulo me inscribí cu uno de sus seminarios .1 princi pios tic la década de 1980. Una de las primeras enseñanzas de Barbara es que para «crear la vida que quieres, no necesitas mantras, autolúpnosis, un programa de formación del carácter o cambiar de dentíIrico. Necesitas técnicas prácticas para resolver problemas, planificar y acostumbrarte a manejar materiales, habilidades, información y con tactos... Necesitas estrategias de sentido común para afrontar las debi lidades y sentimientos humanos que no van a desaparecer, como el temor, la depresión y la indolencia... Y necesitas formas de capear los temporales emocionales transitorios ocasionados por tus cambios vitales en tus relaciones más íntimas, sin dejar de recibir la dosis suple mentaria de apoyo emocional que necesitas para correr el riesgo». El mundo necesita soñadoras y el mundo necesita hacedoras. Pero, por encima de todo, el mundo necesita soñadoras que actúen. No te limites a confiar tus esperanzas y deseos a las estrellas. Hoy, empieza a aprender la maestría que te permitirá llegar a alcanzarlos.
V
8D E SEPTIEM BRE
Dar un paso adelante: cuando no sabes qué diantres hacer L a v id a es una arriesgada aven tu ra o no es nada. N o v o l v e r la espalda a l ca m bio y conducirnos com o espíritus libres en presencia d e l destino es una fo r ta le z a im batible. H elen K eller
j/ ^ igu n as de nosotras oímos la llamada de la pasión cuando somos muy jóvenes, pero la mayoría no la captamos porque estamos dema siado ocupadas escuchando lo que otras personas, nuestros padres en particular, nos dicen. Y de esta forma emprendemos un camino vocacional, probándonos diversas tallas de vidas hasta encontrar una que se nos ajusta aunque no nos siente como un guante. Tal vez te enfrentes al conflicto de proseguir el viaje que iniciaste hace veinticinco años pero que se te ha quedado pequeño. Sabes que no estás avanzando en la dirección que deseas tomar, pero al menos
tus movimientos colidianos te ivsuli.ui l.imili.ires. V lo Inmili.u u- li.w e sentir segura. En este mundo tic incertidumbre, sentirse secura y pro tegida parece ser la definición emocional de la cordura. Tal vez tengas mucha experiencia en una ocupación determinad.i
pero que ya no te satisfaga. Hay otro trabajo que te atrae en secreto. Pero el listón parece demasiado alto. Tal vez la sola idea de que desconoces I.i gran obra que te aguarda te consterna, incluso te avergüenza. No saber qué quieres hacer pue^de ser muy desconcertante. Quie res avanzar pero te das cuentas de que estás inmovilizada, abrumad.i ante las opciones o los riesgos. Barbara Sher no se sorprende. En los diez años que Wishcraft lleva publicado, ha oído a muchas personas afirmar que deseaban vivir apasionadamente pero que habían sido incapaces de aplicar la estrategia que el libro predica porque no tenían ni la más remota idea de lo que les entusiasmaba. Aquello avivó tre mendamente su curiosidad y por ello empezó a reunirse con grupos de personas que no sabían lo que querían en la vida. Al sacar a la luz sus historias personales, Barbara descubrió una hebra común en su descontento: todos estaban inconscientemente sumidos en una lucha interior para asumir el control de la dirección. Pero, por muy deso rientados que se sintieran, sus vidas estaban llenas de pistas auténticas. Sencillamente no sabían cómo buscarlas. Algunas de las razones que Barbara oyó para no aspirar a una vida apasionada aducían:
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«Tendría que dejar mi trabajo para obtener lo que quiero de ver dad y no puedo hacerlo: me moriría de hambre.» «Cada vez que intento ir detrás de lo que quiero, tiro la toalla, y no sé por qué.» «Quiero hacer tantas cosas que nunca seré capaz de quedarme sólo con una.» «¿Cómo voy a alejarme del éxito? Y, ¿de qué voy a vivir si lo hago?» «Quiero algo que no debería querer; es trivial e indigno.» «No tengo ni idea de qué hacer ahora.» «He probado tantas cosas, y no hay nada que me vaya de ver dad.» «No es culpa mía que no haga lo que quiero; el mundo no me da ninguna oportunidad.» «Estoy intentando perseguir algo, pero no lo hago de corazón, y no sé por qué.»
Después de ayudar a estas personas a que repararan que en reali dad sí sabían lo que querían hacer, supo que había llegado el momen-
10 d r rs e iib ii otro libro: /
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9
DE SEPTIEMBRE
El valor de responder a la llamada G anas fu erz a , v a lo r y segu ridad cada v ez q u e miras a l tem or d irectam en te a los ojos... D eb es hacer lo q u e no pu edes hacer. E le a n o r R o o sevelt
T j a mía no es un alma cobarde / No se estremece en un mundo aco sado por la tormenta», escribió Emily Bronté justo antes de su muerte en 1848. Sólo tenía treinta años. Al final de su vida, que en realidad es sólo el principio para muchas de nosotras, tuvo la certeza interior de que había vivido valerosamente. Había vivido auténticamente. Naturalmente, había pasado por momentos tenebrosos, pero en las tinieblas había acabado por depositar su confianza en un poder mayor que el suyo que nunca la dejaría ni la abandonaría. Este amor era tan transformador, escribió ella a su hermana Charlotte, que «cambia, sustenta, disuelve, crea y respalda» al mostrarnos el camino. Este amor tenaz la dotó de valor y confianza cuando su gran novela Cum bres borrascosas fue rechazada por un editor tras otro. Debe quedarte claro que cuando emprendas el camino de la auten ticidad, el amor te cambiará, transformando tu vida de mil formas diferentes. Es posible que tu familia y amigos no noten los cambios al
principio porque son muy pequeños. Pero lú s í los peivibii.is y s . i h r . i s que están sucediendo milagros. El amor te sustentará cuando el c.uni no de la pasión tenga recodos y giros imprevistos. El amor disolverá tus temores creando oportunidades que nunca habrías podido imaj'.i nar antes de iniciar la búsqueda para descubrir y recobrar tu yo amén tico. Y cuando las dudas, la desesperación y la negación amenacen con desmantelar tus sueños, el amor te respaldará. La próxima vez que te sientas asustada y frágil, quédate muy quieta. Si lo haces, tal vez notes cómo el extremo de un ala angelical acaricia tu hombro. La tuya no es un alma cobarde. Yo lo sé hoy, aunque tú aún no lo sepas. Lo sé porque, si fueras cobarde, no habrías llegado tan lejos en el camino diario hacia la alegría y el bienestar. A regañadientes (en rea lidad pataleando y gritando), he llegado a la conclusión de que tener miedo es la señal del Espíritu para solicitar la gracia y el poder. Así pues, respira hondo, busca tu centro de paz y sigue adelante. Una de las lecciones más duras que deberás aprender en tu vida es aceptar que todos los temores se originan en tu interior sin importar la envergadu ra de las circunstancias que nos acosan en la vida real. Cuanto más cer ca estamos de convertir nuestro sueño en realidad, más encarnizada es la lucha. ¿Por qué habría de ser así? Porque habremos cambiado ine xorablemente y la vida nunca puede retornar al punto en el que una vez se halló. Desde luego que estamos asustadas; de lo contrario, no estaríamos en nuestro sano juicio. Pero, ¿cuántas veces ha llorado el cielo la pérdida de sueños intensos y gloriosos destinados a sanar el mundo porque su autora, cansada y desanimada, sólo recurrió a sus propias fuerzas y fracasó en el intento? Hoy, si tienes miedo, consuélate pensando que el valor es el miedo que ha rezado sus oraciones. «En mi vida, he tenido sueños que se han quedado conmigo para siempre y han cambiado mis ideas — confesó Emily Bronté— . Han calado muy hondo en mí, y como el vino en el agua, han cambiado el color de mi mente.» Los sueños son regalos del Espíritu concebidos para cambiarnos. Ten fe en que el mismo poder que te obsequió con tu sueño sabe cómo ayudarte a hacerlo realidad.
10 l)K SEri'IHMBRE
Marcar tu propio ritmo Es una p en a q u e en este m u n do los actos q u e te exigen m ás en ergía suelan ser los qu e otras person as nunca conocerán. A n n e T y le r
X-/a novelista Anne Tyler relata un maravilloso cuento con tintes didácticos sobre llevar a cabo tu auténtica vocación. Una tarde, al lle gar al colegio para recoger a sus hijos, se encontró con otra madre que le preguntó con toda naturalidad, «¿Has encontrado ya trabajo? ¿O sigues dedicándote sólo a escribir?» Que tú lo hagas no implica nece sariamente que el resto del mundo vaya a pensar que es maravilloso o incluso que merezca la pena. Cuanto antes te des cuenta de que los demás no van necesariamente a alabar o apreciar tus esluer/.os p.u.i llevar a cabo tu vocación, más feliz serás. Es posible que mueli.is peí sonas — incluyendo tu pareja y tus hijos— se pregunten en vi)/ alt.i durante años si va a llegar el día en que recuperes tu sensatez. No, no va a llegar. Por lo tanto, quita importancia a su escepticis mo con una sonrisa y vuelve a ocuparte de la explotación de tu acre de diamantes. Acabarán por unirse a ti, ya sea en calidad de animadores o de atónitos espectadores. Entretanto, haz lo que esté en tu mano para prestar la más mínima atención posible al fatalismo, la duda y el cinis mo. Tú tienes una energía psíquica inmensa. Si la malgastas en conver tir a los paganos, te quedarás sin reservas para realizar el trabajo que te aguarda. Recuerda, nadie es profeta en su tierra. Por otra parte, si estás intentando traer un sueño al mundo mien tras cuidas de una familia y conservas tu empleo, tienes que marcar tu propio ritmo. Conoces tus obligaciones mejor que nadie. Todas tene mos que convivir con ellas y trabajar tomándolas en consideración. La realización auténtica mediante tu trabajo es una maratón no una carre ra de velocidad. Los corredores de fondo se preparan para una mara tón realizando muchas carreras cortas, incrementando la distancia y la velocidad a medida que aumenta su fortaleza. Para oír tu vocación y seguirla, debes concederte el generoso regalo del tiempo. Desde luego, nadie más en el mundo lo hará. Si convives con niños o tienes un empleo a jornada completa, deberías forjar un plan a tres años vista para conseguir el empleo de tus sueños, publicar un libro, dirigir una empresa, obtener una beca o editar tu catálogo de ventas por correo.
Mi* costó 11 cvs .1nos y ireint.i rocha/.os laiv/.ai una columna periodística de alcance nacional. 1.1 punto fundamental no es la rapidez con q u e conviertes tu sueño en realidad sino la constancia con que lo peí si
gu es. En la serie de ensayos The Writer on / ler W ork, Aliñe Tylet reve la la dificultad que entraña la creación artística en el seno de la familia Escribir es su marco de referencia, como lo es el mío, pero el mismo principio es aplicable a todas las pasiones. Un mes de marzo, un peí sonaje afloró a su mente mientras estaba pintando la sala de la planta baja. Sabía que si «me sentaba y organizaba aquel personaje sobre el papel, nacería una novela a su alrededor. Pero era marzo y las vacacio nos de primavera de los niños empezaban al día siguiente, por lo que e\pe re , En julio pudo por fin ponerse manos a la obra. A pesar inclu .<> de la*, inevitables demoras creativas que la vida cotidiana comporta, lo*, beneficios que se obtienen al responder a tu vocación cuando hay mnos a tu alrededor son tremendos. «Tengo la sensación de que desde que teuj’.o hijos me he hecho más rica y trascendente — confiesa Anne l'vlei lis posible que durante un tiempo retrasaran mi actividad hieiaria, pero cuando me ponía a escribir, poseía un yo más grande desdo el que hablar.»
11 DE SEPTIEMBRE
Un salmo a la vida L ev an tém on os pu es y hag am os con el corazón dispuesto a to d o; sin d ejar de conseguir, sin d ejar de perseguir, ap ren d am os a tra ba jar y a esperar. H e n r y W a d s w o r th L o n g f e l l o w
I l e aquí, en cuatro líneas, la esencia del vigor espiritual: el secreto para conseguir lo que quieres en la vida. Escritas hace más de cien años, estas sabias palabras tienen tanta vigencia en la actualidad como en el momento de su concepción. Este salmo a la vida es una de mis meditaciones poéticas favoritas, sobre todo cuando estoy desanimada porque no estoy obteniendo resultados con la prontitud que desearía.
Se c|iic si meditas sobre los consejos ele I ,oii}*iellow, recibirás hoy un impulso emocional y espiritual.
« L ev án tem elos pues y bagamos...» Los sueños no bastan. Tienen que respaldarse con esfuerzo. El éxito es así de simple y trascendente. Recuerda siempre que el esfuerzo y la batalla preceden al éxito, inclu so en el diccionario. Debemos hacer algo para traer nuestros sueños al mundo todos los días, aunque sólo dispongamos de quince minutos cada veinticuatro horas para concentrarnos en nuestra vocación. ¿Pue des hacer alguna llamada? ¿Enviar alguna carta? ¿Escribir una página? ¿Inscribirte en alguna lista de envío? ¿Leer cinco páginas de algún libro? ¿Ofrecerte como voluntaria en alguna organización del ámbito de tus sueños para empezar a introducirte en ella? Te asombrará el poder de quince minutos bien aprovechados. «Con el corazón dispuesto a todo...» Abrir tu corazón a la posibili dad del fracaso es más fácil de decir que de hacer. Es por ello que debemos renunciar a las expectativas, a los detalles del alumbramiento y del recibimiento que el mundo hará al Espíritu. Abre tu corazón a los retoques finales de la Divinidad. Dar a luz un sueño es un esfuerzo compartido. «Sin dejar de conseguir, sin dejar de perseguir...» Mientras estés persiguiendo activamente tu sueño con un plan práctico, no dejas de conseguir, aunque tengas la sensación de que no avanzas en absoluto. Mi experiencia me ha enseñado que en el preciso momento en que tengo ganas de rendirme, estoy sólo a un paso de otro decisivo. Espe ra el tiempo suficiente y las circunstancias también cambiarán. Ten fe en ti, en tu sueño y en el Espíritu. «Aprendamos a trabajar y a esperar.» Ésta es la propuesta más difícil de Longfellow. Casi siempre, esperamos mucho más tiempo a que un sueño se manifieste en nuestra vida de lo que nunca habríamos imaginado en el momento de su concepción. Ello es debido a que nuestro concepto del tiempo y el del Espíritu no coinciden. Sé excep cionalmente amable contigo misma mientras esperas, disfrutando tan to como te sea posible. Recuerda, cuanto más tarda un sueño en mani festarse, más cómoda te sentirás con el talento que posees.
Mujeres insólitas y otras N uestras aspiraciones son nuestras posibilidades. Sa m u e l J o h n s o n
j A l los veinticinco — declara Rita— seremos bastante increíbles.» Rita es una de las siete alumnas de Mount Holyoke que protagonizan la obra de teatro de Wendy Wasserstein Uncommon Women an d Otbers. Las jóvenes están a punto de abandonar su privilegiada y pro tegida existencia estudiantil para lanzarse en pos de la fama y fortuna en el mundo real. Descubrirán que la realización personal es un proce so que dura toda la vida, incluso para las mujeres poco corrientes. Al final de la obra, seis años después, sus vidas han cambiado de forma inesperada, pero Rita sigue albergando grandes esperanzas: «A los cuarenta y cinco, podemos ser bastante extraordinarias.» La primera lectura profesional de Uncommon Women an d O tbers tuvo lugar durante el verano de 1977 en el Eugene O ’Neill Theater Center de Waterford, Connecticut, un idílico y elitista campamento de verano de tres semanas de duración para los jóvenes autores y críti cos teatrales más prometedores del país. Cada año se seleccionan diez nuevas obras, de entre las miles presentadas, con la esperanza de per feccionar sus creaciones con los consejos de actores, actrices, directo res y guionistas profesionales que se asignan a cada joven autor. Tras dos semanas de preparación, se realizan representaciones en el bello granero de madera pintado de blanco a las que asisten representantes de los teatros regionales de todo el país y del teatro experimental. Todos los que visitan la bella granja con vistas al estrecho de Long Island van en busca del próximo éxito de la temporada. Naturalmente, se supone que deben centrarse en las promesas, pero es el próximo éxito seguro lo que provoca las llamadas telefónicas desde la cafetería del O ’Neill Center de los famosos o casi famosos. Aunque la obra de Wasserstein no fue la que gozara de mayor atención durante la sesión, resultó ser una joya del O ’Neill aquel ve rano, lanzando a la fama a su autora y a algunas de las actrices que la escenificaron en Nueva York: Glenn Cióse, Swoozie Kurtz y Jill Eikenberry. En 1988, la promesa de Wasserstein se confirmó cuando le concedieron los premios Tony y Pulitzer por su obra de teatro The H eidi Chronicles.
Al iKual «|iio los ensimismados p e í sonajes de /Jruom m otl, la mayo ría de los autores dramáticos, actores, directores y críticos del O ’Ncill Ccntcr estaban inmensamente satisfechos de sí mismos, engreídos por su reputación o su potencial. Sin embargo, recuerdo a Wendy como a una joven bastante tímida, extraña y bastante insegura que se mantuvo alejada del mundillo literario y artístico. Parecía estar mucho más cen trada en el trabajo en cuestión — que consistía en dar forma a su obra para convertirla en una producción profesional— que en hacer con tactos. Por supuesto, concentrarse en sus dotes auténticas fue precisa mente la razón de que su obra acabara teniendo tanto éxito y el mun do del teatro empezara a hacer cola para ponerse en o con ella. Una de las verdades más maravillosas que descubrirás en el camino hacia la autenticidad es que tus aspiraciones son tus posibilidades. «Todos los años, resuelvo creer en que habrá posibilidades — confiesa hoy Wendy Wasserstein— . Todos los años decido ser un poco menos el yo que conozco y hacer un hueco al yo que podría ser. Todos los años me propongo no sentirme abandonada por los amigos y familia res que han conseguido cambiar mucho más que yo.» Esta pasión pol la autenticidad es lo que convierte a Wendy Wasserstein no sólo en una mujer poco corriente sino en una persona extraordinaria. Y tam bién puede hacerlo contigo.
13 D E SEPTIEMBRE
Una reflexión sobre el éxito Una trágica ironía de la v id a es la frecu en cia con qu e alcan zam os el éxito o la independencia económ ica después de que la razón q u e sustentaba nuestra bú squ eda h ay a desaparecido. E l l e n G la sg o w
ocas somos las mujeres que creemos haber alcanzado el éxito, pues no sentimos que lo hemos alcanzado. En lo más hondo de nuestro corazón, nos sentimos un fracaso — falsificaciones, fraudes— . Pero incluso cuando sabemos que hemos alcanzado el éxito, rara vez lo itimos. Al mundo no le caen bien las fanfarronas. Y queremos gustar al mundo — a todas y cada una de las personas que lo pue-
1) 1. m Estamos aquejadas de una potente eoinbiniu namiento público y privado durante toda una vida.
io n
de condicio
El diccionario Webster dcline el éxito como la consecución del fin deseado» y «la obtención de riquezas, favores o eminencia-. ( ütian do alcanzamos el éxito, «prosperamos, medramos, florecemos». Cuando no lo alcanzamos, queremos que la tierra se nos trague liasi.i que la vergüenza remita. El éxito y el fracaso son una cuestión de blanco o negro. Es lo bueno o es lo malo. Es un golpe de suerte o es tener mala pata. En realidad, no e$ ninguna de estas cosas. El fracaso y el éxito son el yin y el yan de la realización, las dos fuerzas del Üni verso sobre las cuales no tenemos absolutamente ningún control. Seguimos olvidando que lo único que podemos controlar es nuestra respuesta al fracaso y al éxito. Durante la época victoriana, el éxito, el poder y la riqueza se con sideraban manifestaciones físicas del beneplácito de la Divina Provi dencia. Siguen teniéndose en el mismo concepto. William James de finía la búsqueda del éxito como «nuestra enfermedad nacional» y advertía que «la adoración exclusiva a la diosa del éxito mundano podía matar si no se obraba con cautela». Pocos fueron los Victorianos que creyeron sus palabras. Un siglo después, aun cuando vemos a las víctimas desmoronándose a nuestro alrededor, seguimos sin creerlas. No debemos olvidar nunca que lo que el mundo nos da, puede volver a quitárnoslo, y lo hace con frecuencia. A la mayoría de nosotras no nos enseñaron que hay dos clases de éxito: el terrenal y el auténtico. Sin embargo, para tener una vida feliz y realizada, necesitamos saber la diferencia entre lo que es Real y lo que no, porque el éxito forma parte del plan de estudios obligatorio de la universidad de la Vida. No hay absolutamente nada de malo en la búsqueda del éxito terrenal y la independencia económica; yo aspiro a ellas mientras escribo esta reflexión. Pero el encanto de la vida simple me ha enseñado, como ahora yo os enseñaré a vosotras, que el autén tico éxito es vivir con la luz de nuestra razón, no el deslumbrante des tello de un flash al dispararse. Y eso no nos lo pueden arrebatar.
A
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I I 1)1. S I . I ’ l lI . MBKI-.
Aplaudir los éxitos personales lira la prim era m on tañ a operística q u e trep aba y las vistas eran asom brosas, estim ulantes, portentosas. L e o n t y n e P r ic e
X -T n a de las razones por las que las mujeres a menudo no tenemos la sensación de haber triunfado es que nunca reconocemos nuestras vir tudes. Si levantamos la guardia unos instantes y nos dejamos invadir por la grata sensación del triunfo, sentimos inmediatamente la necesi dad de quitar importancia a nuestro logro, sobre todo delante de nues tra familia y amigos. Antes de darnos cuenta, estamos prácticamente negando que hayamos logrado nunca nada. Pero muchas personas con éxito sí se deleitan en sus logros, llenando las paredes de sus despachos y hogares con sus fotografías y las portadas de las revistas, exhibiendo estatuillas y galardones de oro en la repisa de la chimenea o en vitrinas para tal propósito. Han alcanzado el éxito, y no sólo les aplaude el mundo, sino que ellos mismos se felicitan por ello. ¿Recuerdas la canción que solíamos cantar cuando éramos pequeñas durante los trayectos largos en coche con la familia? «El oso se fue a la montaña, el oso se fue a la montaña, el oso se fue a la montaña y, ¿sabes lo que vio? Vio otra montaña, vio otra montaña, vio otra montaña y, ¿sabes lo que hizo? Subió la otra montaña, subió la otra montaña...» Etcétera, etcétera, ¡hasta que nuestros padres querían pegarle un tiro al oso, estrangularnos a nosotras o tal vez ambas cosas! Muchas mujeres están aquejadas del síndrome del oso trepador. Trepamos una montaña tras otra, rebasamos todos los obstáculos, so brepasamos nuestros propios límites. Pero, ¿saboreamos la ascensión? ¿Celebramos sacarnos el título en las clases nocturnas, cerrar un trato, hacer la entrega? ¡No! Negamos la importancia de nuestros triunfos personales como si fueran golpes de suerte y luego nos asombramos de sentirnos tan poco realizadas. Si nos remontamos al origen de esta con ducta tan poco amable hacia nuestra persona, muchas nos veremos de pie en silencio, esperando pacientemente un beneplácito paterno que no llegaría nunca, independientemente de nuestro logro concreto. Décadas después, debido a que estamos condicionadas para creer que nunca ha cemos nada lo bastante bien, perpetuamos este círculo destructivo ne gándonos a darnos el beneplácito por nuestros triunfos.
En una ocasión, en un período de cinco años, escribí y narré mu serie de doce capítulos para la radio nacional, edité una columna pe riodística para todo el país, escribí y publiqué dos libros y organice numerosas conferencias y talleres. Superficialmente, parecía haber triunfado. Retrospectivamente, ahora reconozco que aquel Frenesí por «alcanzar el éxito» era el síndrome del oso trepador. Pero también ha bía sucumbido al espejismo autodestructivo de creer que el próximo proyecto creativo sería el que me traería el reconocimiento que había ansiado toda mi vida. El gran mpmento acabaría por llegar, las alias esferas estarían por fin a mi alcance, o mi nave arribaría a puerto. De bido a que no había recibido el reconocimiento o el beneplácito de mis padres y desde luego no me los concedía a mí misma, la única fuente posible era el mundo exterior. Seguro que el mundo iba a percatarse cié la gran importancia de mi próximo proyecto. Un buen día, mientras modificaba mi currículum vitae para una nueva empresa, lo comprendí todo. Al enumerar mis logros, me pre gunté: «¿Quién es esta mujer? ¿La conozco? ¿Tengo múltiples perso nalidades?» Pues si los detectives llamaran a mi puerta en su búsqueda, no encontrarían ni el más mínimo indicio físico de su presencia. Así que empecé a buscar pistas y hallé pruebas en las cajas de cartón del sótano que atestiguaban las montañas que había trepado. Llevé a enmarcar algunos de mis recuerdos favoritos — las tapas de mis libros, el anuncio de mi columna— . Cuando los colgué en el salón, di un paso atrás y los miré como lo haría un desconocido. ¡Guau! Era asom broso, estimulante, portentoso. Luego, empecé a felicitarme en voz alta por el trabajo bien hecho. Ahora, retengo los momentos de éxito concretándolos. Tener las pruebas físicas de mis triunfos ha contribui do enormemente a que me sienta una mujer con éxito. También he enmarcado recuerdos de la carrera política de mi marido y hago honor a los logros de Katie con su propia pinacoteca en los espacios públicos de la familia. Aunque puede hacerte reina por un día, el mundo es incapaz de concederte el reconocimiento que te hará sentir realizada. Sólo tú pue des hacerlo. Por lo tanto, mete una botella de champán en el refrigera dor y brinda por la consecución de un proyecto creativo, un logro per sonal, un éxito profesional. ¿Podemos realmente permitirnos el lujo de esperar el beneplácito del mundo? «Estoy condenada a una eterni dad de trabajo obsesivo — confesó Bette Davis en sus memorias, The Lonely L ife— . Ningún objetivo que alcanzo me satisface. El éxito sólo engendra un nuevo objetivo. La manzana de oro devorada tiene semillas. Es interminable.»
15 l)K SlíITltíMHRE
El
éxito auténtico
Todos debemos pagar con la moneda corriente de la vida por la miel que probamos. R a c h e l B lu m s t e in
E l éxito auténtico es diferente para cada una de nosotras. No hay una definición única que sea válida, porque somos de todas las tallas y de todos los colores. Hace años, una tarde de otoño en que vagaba por un cementerio abandonado, descubrí una maravillosa definición del éxito auténtico inscrita en la lápida de una mujer fallecida en 1820: «El único dolor que jamás causó fue su partida.» El éxito auténtico es disponer de suficiente tiempo para dedicarte a actividades personales que te aportan placer, suficiente tiempo para cuidar de tu hogar, atender el jardín, alimentar tu alma. El éxito autén tico consiste en no tener que decir nunca ni a ti ni a tus seres queridos «a lo mejor el año que viene». El éxito auténtico es saber que si hoy fuera tu último día sobre la tierra partirías sin remordimientos. El éxi to auténtico es sentirte centrada y serena cuando trabajas, no fragmen tada. Es saber que lo has hecho lo mejor que has podido, sin que las circunstancias concretas a las que te enfrentaste tengan ninguna im portancia; es saber de corazón que hacerlo lo mejor que puedes es todo lo que puedes hacer, y que hacerlo lo mejor que puedes es siem pre suficiente. El éxito auténtico es aceptar las limitaciones, reconciliarte con tu pasado y deleitarte en tus pasiones para que el futuro se despliegue de acuerdo con un proyecto divino. Es descubrir y poner en práctica tus dotes y ponerlas al servicio del mundo para curar su desolado cora zón. Es cambiar las vidas de los demás y creer que sólo con hacerlo por una persona cada día, mediante una sonrisa, una risa compartida, una caricia, unas palabras amables o echándole una mano, bendita se rás entre todas las mujeres. El éxito auténtico nó consiste únicamente en tener dinero en el banco, sino en tener el corazón dichoso y serenidad de ánimo. Signifi ca ganar lo que sientes que te mereces por el trabajo que desempeñas y saber que tú lo vales. El éxito auténtico es pagar tus facturas con desa hogo, cubriendo todas tus necesidades y las de tus seres queridos, per mitirte algunos caprichos y que aún te quede lo bastante para ahorrar
y compartir. I I éxito autentico no consiste en .unmulai sino en des prenderse, porque todo lo que tienes es todo lo que ir.ilmi m. un ■ sitas. El éxito auténtico es sentirte bien tal y como eres, apret. i.u don de has estado, celebrar tus logros y enorgullecerte de la clistaneia qui ya has recorrido. El éxito auténtico es llegar al punto en el que so es tan importante como hacer. Es la persecución constante de un sueno. Es darse cuenta de que, independientemente del tiempo que un sueno tarde en hacerse realidad en el mundo físico, no hay día que se despei dicie. Es valorar el trabajo interior, además del exterior — el tuyo y el de los demás— . Es elevar el trabajo a la categoría de maestría y la maestría a la categoría de arte, colmando de amor todas las tareas que emprendes. El éxito auténtico es saber que en tu vida sencilla tal y como es hoy reina la abundancia. El éxito auténtico es estar tan agradecida por las muchas bendiciones que os han sido concedidas a ti y a los tuyos que seas capaz de compartir tu parte con los demás. El éxito auténtico es vivir cada día con el corazón rebosante.
16 DE SEPTIEM BRE
El miedo a triunfar El conflicto entre lo que uno es y lo que se espera de él nos afecta a todos. Y en ocasiones, en vez de aspirar a lo que podríamos llegar a ser, optamos por el cómodo papel del fra casado, prefiriendo ser una víctima de las circunstancias, la persona que no tuvo ninguna oportunidad. M e r l e Sh a in
^ ^ u c h a s mujeres temen el éxito en mucha mayor medida que el fracaso. El fracaso podemos asimilarlo, el fracaso nos resulta familiar. Pero el éxito entraña abandonar nuestro ámbito de comodidades, los límites bien acolchados de lo previsible. Tanto si nos gusta, si lo i timos como si no, el éxito de una mujer es secundario a sus relaciones. Tememos el triunfo porque nos asusta el impacto que tendrá (y no hay ninguna duda de que lo tendrá) no sólo en nuestra vida sino en la de las personas que amamos.
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16 DE SEPTIEM BRE
El miedo a triunfar El conflicto entre lo que uno es y lo que se espera de él nos afecta a todos. Y en ocasiones, en vez de aspirar a lo que podríamos llegar a ser, optamos por el cómodo papel del fra casado, prefiriendo ser una víctima de las circunstancias, la persona que no tuvo ninguna oportunidad. M e r l e Sh a in
IN /tuchas mujeres temen el éxito en mucha mayor medida que el fracaso. El fracaso podemos asimilarlo, el fracaso nos resulta familiar. Pero el éxito entraña abandonar nuestro ámbito de comodidades, los límites bien acolchados de lo previsible. Tanto si nos gusta, si lo i timos como si no, el éxito de una mujer es secundario a sus relaciones. Tememos el triunfo porque nos asusta el impacto que tendrá (y no hay ninguna duda de que lo tendrá) no sólo en nuestra vida sino en la de las personas que amamos.
N i s i < | i i i «* i .1 las i ('compensas económicas del éxito nos p e í t onceen del todo, .1 no sci que seamos solteras y no tengamos lujos ni padres ancia nos a nuestro cargo. I)e lo contrario, aunque los cheques estén a nuestro nombre, se destinan a saldar la cuenta del colmado y a costear la docen cia, los abrigos de invierno, las reparaciones del coche, los correctores dentales, el campamento de verano, las vacaciones, las reformas de la casa y los suplementos de la Seguridad Social. Millones de mujeres son asimismo responsables de hipotecas y alquileres, bonos del Estado, la alimentación, el seguro de enfermedad y mucho, mucho más. ¿Por qué iba entonces a sorprendernos que las gratificaciones personales se conviertan en productos de la imagina ción femenina? En cuanto a las relaciones, si eres soltera y alcanzas ciertos niveles de éxito (por no mencionar una cierta edad), te preocupa no conocer a un hombre a quien no le intimiden tus logros ni tus ingresos. Si estás casada, te preocupa cómo afectará tu éxito a las relaciones con tu ma rido. Una de las paradojas que encierra la vida es que cuanto más as ciende una mujer en el mundo, más retumba la tierra bajo sus pies en el frente familiar. Ello es debido a que el éxito cuestiona la validez del acuerdo tácito que hacemos al decir «sí, quiero». (Por desgracia, mu chos de los presupuestos emocionales y económicos que tenemos cuando pronunciamos estas palabras se basan en el punto en el que nos encontramos en aquel momento, no en el punto al que nos diri gimos.) Si tiene hijos, el ascenso de una mujer se ve obstaculizado por una fuerza de gravedad aún más poderosa que el malestar de su compañe ro. Nada pesa más que la culpabilidad maternal. Los hombres (con algunas excepciones) rara vez trabajan teniendo en cuenta las necesi dades de sus hijos; las mujeres rara vez trabajan de otra manera. En una ocasión, le preguntaron a la novelista Fay Weldon por qué escri bía frases más largas en sus últimas novelas. Su respuesta fue que, a medida que sus hijos se hacían mayores, sufría menos interrupciones. Por lo tanto, tenemos buenas razones para temer el éxito. Nos jugamos mucho. El éxito trae consigo cambios y los cambios son in cómodos. Pero, al intentar superar los retos de uno en uno, acuñamos una nueva definición de éxito para nosotras y nuestros seres queridos. Al sentirnos más cómodas con nuestros logros, aprendemos que el éxito no tiene por qué tirar, apretar o rozar si llevamos puesta nuestra verdadera talla.
Tener el caramelo en la boca y además comértelo L a v id a m ism a es la v erd ad era diversión. J u l ia C h il d
- Ü l éxito auténtico y el éxito terrenal no se excluyen mutuamente. Desde luego, es más fácil alcanzarlos de uno en uno, pero aspirar a los dos deja de ser un sueño imposible en cuanto te das cuenta de las importantes diferencias que existen entre ambos. No necesitamos optar por uno de los dos. Sólo debemos discernir cuál de los dos nos ayuda a cuidar de nuestra alma y de las almas de nuestros seres queri dos, y aspirar a ése en primer lugar. La Biblia nos dice que no podemos servir a dos amos (Dios y el di nero). Pero, ¿y qué pasa con tener el caramelo en la boca y además co mértelo? Sobre esto, las Escrituras no dicen una palabra. De hecho, comer y tener es bastante factible siempre que hagas dos dulces de caramelo al mismo tiempo. Todos los cocineros saben que duplicar las proporciones de los ingredientes es pan comido. Pero meterte en la cocina para hacer otro dulce de caramelo después de haber cocinado y enfriado el primero y haber lavado los platos sucios exige tremendas dosis de energía psíquica y física. Es por ello que necesitas duplicar tus sueños al concebirlos; duplicar la envergadura de tu sueño hace sitio para un estilo de vida basado en el éxito auténtico, pero éste puede aderezarse con tanto éxito terrenal como estés dispuesta a pagar con la moneda de la vida. A algunas de nosotras nos gustan los dulces más que a otras. «El éxito es importante sólo en la medida en que te coloca en una posición en la que puedes hacer más cosas que te gustan», nos dice Sarah Caldwell. Me encanta hacer dulces de caramelo. ¿Y a ti?
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DI' Sl'.P'TI l’.MBRl'.
El don del fracaso L os fracasos son p arte d el m enú d e la v id a y y o soy una chica q u e nunca se salta una clase. R o s a l in d R ussell
j A l los ojos del mundo, Clare Booth Luce fue una de las mujeres con más éxito del siglo XX. Fue escritora y dramaturga, diputada durante dos períodos presidenciales y embajadora en Italia. También fue madre y esposa del magnate de la publicidad Henry Luce, cofundador de las revistas L ife y Time. Sin embargo, esta mujer extraordinaria confesó que a menudo pensaba que «si tuviera que escribir mi auto biografía, la titularía L a autobiografía del fracaso». Y yo os pregunto, si Clare Booth se sentía así con respecto a su persona y a su brillante carrera, ¿qué esperanzas nos quedan al resto de nosotras? Afortunadamente, nos quedan muchas esperanzas siempre que no abandonemos el camino hacia la autenticidad. Clare Booth Luce se sentía fracasada porque creía que había vivido sin autenticidad y no había seguido su verdadera vocación. «Diría que mi mayor fracaso, paradójicamente, fue una serie de éxitos relativos bastante prolongada, ninguno de ellos en teatro. En otras palabras, mi fracaso fue no reto mar mi verdadera vocación, que era escribir. Desde la infancia, no recuerdo que quisiera hacer o ser otra cosa que escritora.» Para empezar, ella nunca quiso presentarse a diputada, fue entera mente idea de su marido; Henry Luce era poderoso porque sabía cómo manejar los hilos del poder para su propio beneficio. La carrera teatral de Clare Booth iba viento en popa (había escrito cinco obras) cuando contrajo matrimonio con Luce en 1935, y su obra The W'ornen sería un clamoroso éxito en Broadway el año siguiente. Pero su mari do creía que el teatro era una distracción, nada más que «trabajo noc turno». Por lo tanto, cuando Clare Booth añadió Luce a su apellido, sublimó a regañadientes su pasión. Después de ser diputada durante dos períodos presidenciales, intentó dejar la política para retomar su actividad literaria. Luego, fue víctima de una rápida sucesión de dolorosas pérdidas: los fallecimientos de su madre, su hermano y su única hija en un accidente. Para Clare Booth Luce, la vida se detuvo abrup tamente y tuvo que pasar mucho tiempo antes de que se sintiera capaz
ilc- seguir adelante. Al calió ile un tiempo, cu ipe/o a ilei ir.se: I al ve/ no seas escritora. Tal v e / no vuelvas a cscribii nunca más.» Y, auiujue finalmente escribiría artículos y libros, nunca retomó sü primer amor, el teatro. Se lamentó el resto de su vida por el camino que había aban donado.
La pérdida de Clare Booth Luce fue una pérdida oculta, nos dicen Carole Hyatt y Linda Gottlieb en su inspirador y práctico manual sobre la superación del fracaso When Smart People Fail: Rebuilding Y ourself fo r Success. «Los fracasados ocultos no sufren tanto un agudo sentimiento de pérdida comto sí un sentimiento crónico de decepción. Pero aun así sufren, anhelando cambiar de alguna forma, a menudo están asustados y avergonzados, como las personas que han sido des pedidas de su trabajo. ¿Cuántas personas que han sido despedidas injustamente sienten sin embargo que en cierta medida han fracasado? ¿Cuántos de nosotros nos sentimos ligados a trabajos que odiamos y aterrorizados ante los riesgos que implica el cambio, despreciándonos por no hacer todo lo que está en nuestra mano? A menudo, en el pre ciso momento en que el mundo nos alaba, albergamos en algún rincón de nuestra mente el conocimiento de que hemos fallado a nuestras mayores esperanzas.» A todas nosotras nos aterroriza fracasar. Pero, tanto si lo arriesga mos todo como si obramos con cautela, no podemos eludir el fracaso — público u oculto— en nuestras vidas. «La verdadera fortaleza reside en saber que somos capaces de sobrevivir», nos reconfortan Carole Hiatt y Linda Gottlieb. El fracaso nos proyecta más allá de nuestra capacidad consciente para que podamos desarrollar nuestro yo autén tico. Este es el generoso regalo del fracaso. En la vida, lo peor que puede pasarnos no es fracasar. Es no haberlo intentado nunca. «Desde esa perspectiva, los listos no pueden fracasar nunca.»
Afinidades O h , ten er am bicion es es delicioso... Y nunca p arecen ten er fin — eso es lo m ejor de todo— . Tan p ron to com o logras sa tisfacer una am bición , y a atisbas otra q u e resplan dece aún m ás arriba. H acen qu e la v id a sea realm en te interesante. A n n e Sh ir l e y (L. M. M o n t g o m e r y )
í- / a ambición es la perfecta compañera espiritual del éxito. La acción es la Celestina que une a estas afinidades para que puedan empezar a echar chispas y nosotras podamos prender fuego al mundo. Tenemos al éxito en un alto concepto. Es un tipo agradable, hono rable, deseable, el perfecto caballero. Pero la ambición se considera una vagabunda más que una dama, una bruja y no una virtud. Si m i pasión y poder no se canalizan creativa y constructivamcnti . podn.i volverse contra aquel que invoque su presencia. 1)c igual I«»i nía qu<' la electricidad puede potenciar la vida o destruirla, lo mismo oeuric i o n la ambición. En realidad, lo que la ambición necesita es otro agente de prensa. Sólo oímos hablar de ella cuando a ésta le achacan el fracaso «le alguien. Pero la ambición sólo entraña peligro cuando, cegadas por sus en cantos, nos convertimos en blanco fácil de la codicia. Cuando el alma está empobrecida, es fácil seducir al ego. La codicia es una alcahueta muy eficaz para arrastrarnos a la perdición. No es de extrañar que muchas mujeres huyan de la autenticidad. itir, aunque sea ante nosotras mismas, que no sólo poseemos aspiraciones sino también ambiciones es demasiado peligroso. Pero, ¿y si la ambición fuera un regalo del Espíritu? ¿Y si la ambi ción formara parte del paquete auténtico que generosamente nos con cedieron cuando nos obsequiaron con nuestras dotes personales? Si el sexo puede a la vez ser sagrado y profano, si el poder bendice y tam bién destruye, ¿por qué iba a ser otra la naturaleza de la ambición? ¿Y si se espera que seamos ambiciosas? ¿Y si nuestra negación a cana lizar nuestras ambiciones para nuestro propio bien, el bien de aque llos que amamos y del resto del mundo, es la verdadera corrupción del poder? Piensa en todo lo que podría lograrse si las mujeres amaran sus ambiciones y las sacaran a la Luz a la que pertenecen. Piensa en cómo
po drían transform arse nuestras existencias si respetáram os la amhi ción y diéram os las gracias p o r la concesión de un don tan m ilagroso.
Una cosa es verdad. No podemos alcanzar el éxito sin la ambición. La acción — la ambición en movimiento— es lo que produce el éxito. «Toda osadía verdadera empieza en nuestro interior», nos recuerda Eudora Welty. Hoy, la osadía más verdadera que podrías tener es someterte a una insólita sesión de brainstorming creativo. Invita a la ambición a sentarse con tu yo auténtico. Explícale adonde te gustaría llegar. Escucha sus sugerencias. Luego mírala con más detenimiento. Esos cuernos que crees ver podrían ser en realidad producto de un mal enfoque.
20 DE SEPTIEMBRE
La enemiga que llevas dentro H em os visto a l en em igo y é l es nosotros. P o g o (W
alt
K elly)
C ^ u e s ta aceptar que tú puedas ser tu peor enemiga. De hecho, esta certeza es tan dolorosa que hacemos las mil y una para demostrar lo contrario. Siempre es el destino, las circunstancias o la maldita mala suerte lo que desbarata nuestros mejores planes. Cuando la persecución de tus sueños está sembrada de una decep ción tras otra, es natural que empieces a autocompadecerte. Pero si piensas constantemente que la suerte está en contra tuya o las cartas están trucadas, reza hoy con el fin de reunir el valor necesario para iden tificar a la repartidora de tu juego de azar. ¿Te resulta vagamente fami liar? Debería, porque es el gemelo malvado de tu yo auténtico: el ego. El ego tiene todas las de perder una vez que tu yo auténtico reúna la suficiente fuerza para actuar conscientemente a tu favor, guian do tus elecciones, decisiones, ambiciones y acciones creativas para tu mayor bien. El que hasta ahora había sido el procedimiento normal de actuación — negación, sublimación, represión— se reconoce como lo que es: el sutil maltrato que nosotras damos a nuestra persona. Cuan do te haces auténtica, te haces más grande de lo que nunca habrías creído, y esa grandeza te permite curaros a ti, a tu familia y a tu mun-
ilo. I ii yo auténtico i'N I.i |H’0i pesadilla de lu ego y el* li.u.i lodo lo que este cu mi mano para clin mía i la inlluencia ele* mi uval en lu cnior no cotidiano. I a csiraicgia del ego consiste en dcsplcgai el arinamento pesado: el temor y la intimidación. i :l temor lia abortado mas sueños de los que nunca podremos ima ginar. Kl malestar lísico el corazón acelerado, el martilleo en la cabe za, el estómago revuelto— es la primera ofensiva cuando rozamos el límite de nuestro ámbito de comodidades. Es un instinto natural y pri mordial, un remanente del síndrome de «lucha o huye». Sin embargo, aunque pueda parecemos horroroso, hacer una llamada telefónica, hablar en una reunión de negocios o llevar tu currículum a un posible futuro jefe no es lo mismo que rechazar el ataque de un mamut inde finido. No tenemos que poner pies en polvorosa. D ebem os aprender a reconocer las manifestaciones físicas del temor e identificarlas. La pró xima vez que la sola idea de abandonar tu ámbito de comodidades te ponga físicamente enferma, asegura con calma a tu yo auténtico que la sensación de temor está pasando a través de ti y se disipará si tú sigues avanzando. Muchas actrices están tan asustadas antes de entrar en escena que tienen náuseas, pero han aprendido a transformar el temor en la energía creativa del movimiento hacia delante. Dan el salto deci sivo, del terror a salir a escena a los aplausos. La intimidación funciona de una forma distinta al temor liso y lla no. Cambia de forma y es capaz de encarnarse bajo diversos disfraces para controlarte. En cuanto te armas de valor para rebasar los límites de tu ámbito de comodidades, es probable que se aparezca dentro de ti encarnada en una domadora de leones, con el látigo y la silla incluidos. «¡Vuelve! — te instará a gritos— . ¿Quién te crees que eres? ¡Vas a hacer el ridículo! ¡Estás arriesgando tu matrimonio! ¡Estás descuidan do a tus hijos! ¡Vuelve a la jaula inmediatamente!» Cuando estas tácticas ofensivas dejan de ser eficaces, la intimida ción a menudo adopta otra forma y se encarna en la voz de la razón: «Mira, no quiero alarmarte pero... Sabes que llevas mucho peso sobre tus espaldas. Yo que tú no lo haría...» Lo peor de la intimidación es que conoce todos nuestros resortes y el momento justo para ponerlos en marcha. Pero si sus tácticas de inti midación fracasan, matará tus sueños valiéndose de la amabilidad. Es tu mejor amiga: hará posible para que caves tu propia tumba creativa proporcionándote la pala. Es la única que sabe lo cansada que estás en realidad y por ello te animará a que te eches una siesta en vez de escri bir cartas para labrarte un porvenir. Ella comprende que apenas dispo nes de tiempo para relajarte, así que, ¿qué hay de malo en engancharte a un culebrón de sobremesa en vez de trabajar en tu currículum antes de que los niños regresen del colegio? Relájate, te dice, «Tienes mucho
tiem po... Si lioy no puedes ocuparte de ello, *.it 111| >i c te queda m.i
ñaña...» Si nada de lo referido surte efecto porque ahora eres mayor, mas sabia y tienes más experiencia, emprenderá una campaña de susurros que imitará tu voz intuitiva. ¿Cómo sabrás la diferencia? Si la sugeren cia que oyes no te produce una sensación de paz, no es la voz de tu yu auténtico. Es la voz del ego en una de sus múltiples encarnaciones. Dile que se calle. Luego, pon alguna bella música que te edifique, ins pire y la ahogue. Hoy, empieza por observar tus pautas de conducta. Todas las mujeres — incluso las superestrellas cuyas vidas parecen tan atracti vas— tenemos una ambivalencia con respecto al éxito. Una cualidad muy importante que observamos en las mujeres que iramos es que han identificado sus propias pautas de autosabotaje y aprendido a permitir que su mejor amiga — su yo auténtico— venza al enemigo que llevan dentro con el arma de la inteligencia. Y tú también puedes hacerlo.
21 DE SEPTIEMBRE
El camino en espiral M i dicha, m i pen a, m i esperanza, m i am or, ¡tod o se m ov ía en el interior d e este círculo! E
A
j L JL
d m u n d
W
aller
menudo me preguntan si, después de llevar cuatro años reco rriendo el camino del encanto de la vida simple, vivo con autenticidad. Algunos momentos, algunas horas, algunos días me parecen totalmen te perfectos, completamente auténticos. Y, la mayoría de las veces, puedo afirmar que mis conversaciones con mi familia, amigos, colegas, incluso conocidos y desconocidos, son encuentros auténticos. Tam bién lo son mis elecciones, incluso las difíciles, y mis dichas, mis penas, mis esperanzas, mis amores. Pero todos los minutos de todos los días aún no son auténticos. Creo que se tarda toda una vida en vivir auténticamente. Es esforzarte en vivir con autenticidad lo que te hace auténtica, no el resultado final. Cuando crees que has llegado, te
d,i', ct i<*111,i de cllic hii *• l <•( i H fid o I oda c'..i distancia solo i o n el I ni de prepararte para volvci .1 em pezar.
I ,¡\ mayor sorpresa que encierra el emocionante viaje hacia la autenticidad, sea como filosofía o como camino espiritual, es que se trata de un camino en espiral. Ascendemos, pero lo hacemos en círcu lo. En cada vuelta, el panorama se abre un poco más. El psicólogo Cari Jung creía que nuestra experiencia espiritual de «el Self», que yo denomino «yo auténtico», sólo podía realizarse verdaderamente mediante la circunvalación. El la antigüedad se veneraba el poder del círculo. En la tradición africana, y en las películas de Disney, nuestra existencia terrenal recibe el nombre de «el círculo de la vida». Alce Negro, el jefe de los sioux oglala, enseñaba que «el poder del mundo siempre opera en círculos». Los peregrinos budistas e hindúes rodean el perímetro del monte tibetano Kailas como un acto de adoración. Los musulmanes rodean la Kabah en la Meca. Durante miles de años, la creación de mandalas — diseños circulares geométricos— ha formado parte de las tradicio nes espirituales de Oriente y Occidente. Los creyentes crean sus pro pios mandalas para invocar lo sagrado a través de lo visual. Los círcu los se hallan en enclaves sagrados de todo el mundo. Existe un laberinto circular en la nave de la catedral de Chartres en Francia. Las gigantes cas esculturas prehistóricas de Stonehenge, Inglaterra, forman un cír culo. La hostia de la comunión ofrecida en la misa católica es redonda. Si buscamos círculos, los encontraremos por doquier. Platón creía que el alma era un círculo. Si lo es, y el yo auténtico es el alma hecha visi ble, ¿cómo iba a transcurrir nuestro camino hacia la autenticidad en línea recta y no en círculo? Tengo constancia del trayecto en espiral en que discurre el viaje auténtico cuando me veo inmersa en una serie de circunstancias de las que me parece imposible salir. Cuando esto ocurre, me pregunto: «¿Qué enseñanzas puedo sacar de esta situación, para poder seguir adelante?» Normalmente descubro que he dejado de emplear los prin cipios del encanto de la vida simple como los peldaños que me lleva rán a la plenitud. He estado demasiado ocupada para escribir en mi diario de agradecimientos; he vuelto a las andadas porque he sido incapaz de decir «no»; estoy muy susceptible porque mi casa está he cha un desastre y soy incapaz de encontrar nada; estoy agotada por que he olvidado que necesito momentos de soledad y meditación para centrarme. He hecho esta ruta muchas veces. Sé que si no espero armonía en mi rutina diaria, no estoy tomando parte en el proceso. Así que vuelvo a comenzar. Empezar desde el principio. Convertir la gratitud en una oración más activa que pasiva, traer conscientemen te la simplicidad y el orden a mi rutina cotidiana, dar preferencia al ser
con respecto .ti hacei. N o I*.ist.t to n sabei o cscrib ii so b ie *1 cm . i n i o de la vida simple; hay c|lic- vivirlo para apred.u su belleza y su dicha. Cuando vuelvo a vivir siendo yo misma, suelo descubrir que puedo avanzar. Pero aunque no pueda cambiar mis circunstancias extei n.is, el
encanto de la vida simple me permite cambiar la forma en que reacci» > no ante ellas. «La vida que queremos no es simplemente la que hemos elegido y hecho — nos dice el poeta Wendell Berry— . Es la que estamos elisión do y haciendo.»
22 D E SEPTIEMBRE
La vida real tiene una curva de aprendizaje muy pronunciada Q u erría apren der, o recordar, cóm o vivir. A n n ie D
A
il l a r d
jLJLhora las revelaciones llegan con celeridad y por doquier porque estás preparada para empezar a hacer asociaciones. En el Viejo Testa mento, Dios emplea asnos, rocas y arbustos ardientes para expresar sus mensajes divinos; por lo tanto, no cuestiones la validez de lo que oyes ni de cómo lo oyes si la v erd ad resuena en su seno. Tal vez estés leyendo un relato, viendo un vídeo o charlando con una tendera agra dable. No te niegues el a fuentes de inspiración. Uno de los saltos agigantados que se produce en el camino diario hacia la alegría y el bienestar es la repentina certeza de que nos hemos pasado la vida entera retrocediendo en vez de avanzar. Tal vez creías que la búsqueda de un camino espiritual sólo entra ñaba sumisión, sacrificio y sufrimiento y que únicamente el camino terrenal podría proporcionarte libertad, realización personal y buena suerte. Entonces, una mañana — a lo mejor incluso esta mañana— haces una asociación. Y en este punto, te das cuenta de que tienes que desaprender prácticamente todo lo que habías dado por sentado, del principio al fin. No te alarmes. No es tan difícil como parece. ¿Te ha funcionado el - 454 -
otro la m in o ? ¿ IV lia aportado alalino de los regalos del intitulo la autentica felicidad? ¿ IV lias scn tiilo realizada durante mas de una semana con el trabajo, las relaciones, la casa o el dinero perfectos, o con cu a lq u ie r otra cosa con la que creías que lo conseguirías? Por lo
tanto, confía en tus experiencias e impulsos; no los tienes en vano. La vida real tiene una curva de aprendizaje muy pronunciada, pero en cuanto respondes a partir de tu propio saber y no de memoria, es más sencillo de lo que podrías haber pensado. Es más, la vida real empieza a ser divertida. He aquí lo que en mi opinión ocurre. Justo antes de llegar a la Tie rra para iniciar esta vida, nos entregan una fotografía de nuestro futuro — el proyecto divino— para que nos entusiasmemos ante la gran aven tura que nos espera. Cuando la instantánea sale de la cámara celestial, tenemos tanta prisa por hacernos con ella que nos apoderamos del negativo en vez de la fotografía. De esta forma, tenemos el modelo de una vida fabulosa, pero la perspectiva está invertida. Lo que es blanco se ve negro. Lo que es negro blanco. Tenemos el cuadro entero, pero está del revés. Y por ello lloramos cuando deberíamos reír, sentimos envidia cuando deberíamos sentir inspiración, experimentamos la privación en vez de la abundancia, lo hacemos de la manera más difícil y no de la más fácil, nos retraemos en vez de aventurarnos. Y, lo que es peor, ce rramos nuestro corazón para que no nos hagan daño, cuando abrirlo es la única manera de llegar a conocer la dicha. ¿Cuántas veces hemos confiado en que el Espíritu actuará por nosotras cuando en realidad se halla a la espera de colaborar con noso tras? Hoy, coge el negativo de tu proyecto divino y haz que el amor lo revele para que puedas empezar a vivir la vida para la que fuiste creada. Ha llegado el momento de avanzar.
23 d i : s i:i > t i i :m b r i :
Porque tuyos son el Reino y el Poder y la Qloria / C u an d o m iro hacia e l fu tu ro, brilla tanto qu e m e q u em a los ojos. O
prah
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in f r e y
I l a c e algunos años, leí un retrato de Oprah Winfrey en la revista de The N ew York Times. En él Oprah expresaba su convencimiento de que el concepto de que Dios nunca nos da más de lo que podemos asimilar tiene muchas más implicaciones que soportar estoicamente el dolor y el sufrimiento. Las donaciones de Dios también incluyen lo bueno — riqueza, éxito terrenal, poder— . Si crees que no eres lo bas tante fuerte para soportar la Gloria, quédate tranquila: se mantendrá alejada hasta que te sientas capaz y la solicites. Hoy, medita sobre esta posibilidad. Yo llevo años pensando en ella y sólo ahora empiezo a darle forma. Sabemos que el Poder está al alcance de todas nosotras, en cada instante del día, pero tenemos que pedir que se encienda el interruptor espiritual. Luego, tenemos que estar listas para soportar la Gloria. Nos preparamos fomentando paulatinamente nuestros talentos, un reto cada vez. Con cada logro que reconocemos y celebramos perso nalmente, nuestra confianza personal aumenta y empezamos a confiar en nuestras capacidades. Aún más, nos damos cuenta de que no está bamos destinadas a hacerlo solas. Ello explica el poder y la gloria. Ahora bien, ¿qué pasa con el reino? A los creyentes se les insta a buscar el Cielo antes que ninguna otra cosa. ¿Podría el Reino de los Cielos ser una vida autentica? Yo creo que sí. Porque, en cuanto encuentras tu auténtico camino y lo sigues, las demás piezas del puzzle empiezan a encajar: el dinero, el trabajo, las relaciones. Joseph Campbell nos dice que «persigamos la máxima felicidad» si queremos que la vida sea rica, profunda y significativa. Persigue la máxima felicidad y las puertas se abrirán, y tú emprenderás el camino creado especialmente para ti al principio de los tiempos. ¿Podrían tu máxima felicidad y tu vida auténtica ser lo mismo? ¿Y si, sea lo que fuere lo que te extasía, te hace feliz, te eleva a las altu-
r.is, sacia ni I i.i 11il H i r c a l i / a iir. anhelos, enciende lu pasión, le hace Ilegal a los demás y le cía paz en otras palabras, tu m áxim a fe lic i dad es tam bién el R eino de los ( 'icios?
« Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo...» «¡Basta con asociar! — nos insta E. M. Foster— . Basta con asociar la prosa y la pasión y ambas serán exaltadas, y el amor humano alcan zará su cumbre más alta. Deja de vivir en fragmentos. Basta con aso ciar y el... aislamiento que es la vida... perecerá.» «Basta con asociar.» Entonces y sólo entonces pueden el Reino, el Poder y la Gloria ser tuyos. Para siempre jamás. Amén.
24 DE SEPTIEMBRE
Haz lo que te gusta, y el dinero vendrá por sí solo, o eso dicen H a z lo q u e te gusta, y el din ero v en d rá p o r sí solo. M a r sh a Sin e t a r
IN^Úe encanta el optimismo que encierra esta cita y creo que es cier to. Si no has leído nada suyo, Marsha Sinetar te puede convertir en creyente a ti también. Creo que su libro (con el mismo título) te pare cerá un manual práctico e inspirador sobre cómo sacar provecho de tu pasión. v En realidad, Sinetar no es la primera que nos aconseja en este sen tido. Son incontables los sabios, poetas y filósofos que han ofrecido consejos similares, si bien cada uno los ha expresado de forma distin ta. Una de las principales etapas que Buda recomienda para alcanzar la iluminación, por ejemplo, es descubrir la forma de ganarte la vida ade cuada' para tu manera de ser. Al otro extremo del espectro, John D. Rockefeller creía que la capacidad de amasar dinero era un don de Dios, lo que no es más que otra forma de decir: «Haz lo que te gusta, y el dinero vendrá por sí solo.» Sin embargo, seguimos preguntando: ¿Es eso cierto?
Sí, peto ni) ile I.i m.itu'ta en que suele haeeise. T.n primci lugar, el dinero no vendrá de golpe, especialmente .ti principio. I .n segundo lu gar, el dinero llegará de lueutes inesperadas. Pero llegará, y lie aquí I.i explicación. Cuando empiezas a seguir tu auténtico camino, estás Ii nalmente empleando los dones que el Espíritu espera que uses. Estás buscando activamente el Reino de los Ciclos aquí en la Tierra. Tú mantienes tu parte del pacto. El,Espíritu se ha comprometido a asegu rarse de que dispones de todo lo necesario para ser verdaderamente fe liz. Eso incluye el dinero. El Espíritu sabe que la moneda de cambio que aquí se emplea es el dinero, no las conchas ni las ovejas. Pero la moneda de cambio en el Cielo es el milagro. Hacer lo que te gusta no tiene nada que ver con el dinero sino con lo milagroso. En cuanto comprendas que debes pedir milagros y no dinero, empezarás a expe rimentar el bienestar. Confía en mí, hacer lo que te gusta acaba por conducirte al cajero automático. Sin embargo, tal vez tengas que hacer algunos rodeos antes de llegar a él. Lo que nos lleva a la tercera y última advertencia: N o debem os decirle a l Espíritu cómo debería sernos entregado el dinero, cuándo debería llegar o bajo qu é concepto. Esto no es un rescate. El Espíritu lleva mucho tiempo repartiendo el bien. El Espíritu no necesita que lo atosiguen, aunque según mi experiencia hacerle amables sugerencias y refrescarle la memoria de vez en cuando sobre qué facturas en concre to hay que pagar no parece estar de más. Esencialmente, lo que ocurre cuando empiezas a hacer lo que.te gusta es que te pones a las órdenes de un nuevo jefe: el Espíritu. El Espíritu siempre nos paga proporcionalmente al esfuerzo que inverti mos en nuestro trabajo. Probablemente, para muchas de nosotras, será la primera vez que nos sintamos justamente recompensadas. Pero la nómina no llega cada viernes ni siquiera una vez al mes. No quiero alarmarte, pero en ocasiones puede tardar años. Sin embargo, acaba llegando. Y la primera vez que te paguen por hacer lo que te gusta será uno de los momentos más emocionantes de tu vida. La espera merece la pena. Es gloriosa. Es la máxima felicidad. Es nada más y nada menos que experimentar el Cielo en la Tierra. Como nos recuerda la novelista Enid Bagnold: «Tal vez el dinero sea un milagro, pero, Dios mío, los milagros traen dinero.»
25 1)1 SI'.I* ril'.MBRI-:
Si otra mujer lo ha hecho, tú también puedes. Y, si no, ¿por qué no ibas a ser la primera? S iem pre h e creído qu e el éxito d e una m u jer no p u e d e m ás q u e contribu ir a l éxito de otra mujer. G l o r ia V a n d e r b il t
S i quieres hacer algo con tu vida que otra mujer ya haya hecho antes, no existe ninguna razón para que no puedas conseguirlo tam bién tú. Y si ninguna mujer ha hecho jamás lo que tú sueñas hacer, no existe ninguna razón para que tú no seas la primera. Alguien tiene que serlo. ¿Quiénes son las mujeres que más iras? ¿Por qué? Averigua todo lo que puedas sobre sus vidas porque tienen secretos que com partir contigo. En 1908, Napoleon Hill estaba estudiando en la universidad y daba sus primeros pasos como escritor. Consiguió una entrevista con Andrew Carnegie, quien por aquel entonces era el hombre más rico del mundo. Hill quería escribir un retrato que revelara los secretos de Car negie para amasar su inmensa fortuna. Carnegie se quedó tan impresio nado con aquel joven que la entrevista inicial de tres horas duró tres días. Durante ese tiempo, Carnegie preguntó a Hill si le gustaría dedi car los próximos veinte años de su vida a uno de los proyectos favori tos del millonario: entrevistar a otros prósperos empresarios y resumir sus secretos para alcanzar el éxito en una fórmula que el hombre y la mujer de la calle pudieran usar para materializar sus sueños. Carnegie no ofreció a Hill ningún incentivo económico pero sí le prometió pre sentarle a hombres tan famosos como Thomas Edison, Henry Ford, Harvey Firestone y Luther Burbank. Hill aprovechó la oportunidad. El resultado fue una trayectoria literaria de gran éxito que acabaría con la publicación en 1937 de la filosofía de Hill sobre el éxito perso nal, Think an d G row Rich. Al aparecer oportunamente en plena Gran Depresión, el edificante mensaje del libro: «Todo lo que la mente pue de concebir y creer... puede conseguirlo», captó la imaginación de todo el país. El libro de Hill se convertiría en uno de los libros más in fluyentes jamás publicado y de él se venderían más de diez millones de
ejemplares. ( reo el g é n e r o literario de l.i re.ili/.u ion personal l jno «l< los secretos que I lili descubrió lúe que muchos de los soñadores que alcanzan el éxito mantienen diálogos imaginarios con sus modelos .1 imitar. Hill propone convocar un consejo imaginario con un grupo de «asesores invisibles» compuesto por las personas que más iras. I'oi la noche, antes de conciliar el sueño, cierra los ojos y realiza sesiones tle estrategias para el éxito en las que pidas consejo a tus heroínas. Si bien las reuniones son «puramente imaginarias», Hill cree que aumentan nuestra «receptividad en las ideas, los pensamientos y el conocimiento-, lo que nos permite acceder a nuestro sexto sentido, la intuición. Si tus modelos de actuación viven y están triunfando, piensa en ellas como en las personas que te abren camino. Sigue sus huellas. In vestiga tanto como puedas sobre sus viajes vitales. ¿Aparecen en público, organizan conferencias o talleres a los que puedas asistir? Hazte socia de asociaciones de mujeres ejecutivas, haz os en conven ciones, pide asesoramiento y mira al suelo de tanto en tanto. Alguien ha trazado un camino para que tú lo sigas.
26 D E SEPTIEMBRE
El tao del éxito Nada en el mundo puede ocupar el lugar de la Persistencia. No lo hará el talento; nada abunda más que los hombres fracasados con talento. No lo hará la genialidad; la genialidad no recompensada es casi un proverbio. No lo hará la formación por sí sola; el mundo está lleno de vagabundos con cultura. La Persistencia y la Determinación son por sí solas omnipo tentes. C a l v in C o o l id g e
- Ü s t e es el tao del éxito — el camino— y como cualquier otra verdad, es al tiempo muy simple y muy complicada. No tanto comprenderla como llevarla a cabo, pues el tao del éxito consiste en tener paciencia y persistencia.
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l .1 p.u inicia el .ni»' ilt ifllicM esperar,
La perseverancia en la vida es ser constante; la persistencia es ser obstinada. La persistencia es más resuelta que la perseverancia. La per severancia es la transpiración del éxito; la persistencia el sudor. La persistencia es llamar a las puertas del cielo en nombre de tus sueños con tanta insistencia y a tan viva voz que acabarán por concederte lo que quieres, sólo para hacerte callar. La primera petición, aunque de sencadene una explosión de emociones, no surte efecto. Tampoco sur te ningún efecto la segunda, ni la tercera, ni tan siquiera la cuarta. Pero la niña que te acomete mañana, tarde y noche, semana tras semana, mes tras mes, la voz de esa niña es como agua en la roca ele tu razón. Esta niña obstinada pero paciente te agota y es por ello que acabas en la joyería en su doceavo cumpleaños, meneando la cabeza mientras pagas para adornarle los lóbulos de las orejas con diminutos pendien tes de oro. La potente alquimia de la paciencia y la persistencia, que unidas forman la resistencia, debe de haber sido el objeto de la reflexión de la poeta libanesa Hoda al-Namai cuando escribió:
No me he rendido a la desesperación, no enloquecí al recolectar miel, no enloquecí, no enloquecí, no enloquecí. Si estás decidida a recolectar la miel de la vida, a meter la mano en el panal una y otra vez, a que te piquen tantas veces que te vuelvas insensible al dolor, a perseverar y persistir hasta que las personas que te conocen y te aman sean incapaces de pensar en ti como en una mujer bastante normal, nadie te tachará de loca. Te tacharán de auténtica.
L
Sólo el corazón lo sabe Sólo el corazón sabe cómo encontrar lo que es precioso. F y o d o r D o sto yevsky
(C u a n d o Anna Quindlen, la columnista de The New York Times ganadora del Premio Pulitzer, renunció a su ambiciosa carrera en periodismo para destinar su tiempo, entusiasmo y energía creativa a escribir novelas y educar a sus tres hijos en régimen de dedicación exclusiva, sus colegas se quedaron pasmados y sus lectoras atónitas. La mitad de sus lectoras — mujeres que habían optado por anteponer la familia a la profesión— aplaudieron su decisión. La otra mitad — mujeres que estaban intentando desesperadamente que sus hijos cre cieran felices y trabajar la jornada entera— se sintieron traicionadas. Anna Quindlen no sólo era la supermamá, sino el arquetipo para las mujeres que querían tenerlo todo. Su decisión revivió el viejo debate entre madres trabajadoras versus madres amas de casa. Si ya no podía compaginar ambas facetas, ¿qué esperanza nos quedaba a las demás? Sin embargo, la elección creativa de Anna Quindlen no versaba sobre la profesión versus la familia. Versaba sobre el éxito terrenal versus el éxito auténtico. Soñaba con escribir novelas y no columnas periodísticas. Quería estar en casa cuando sus hijos regresaran del colegio. Quería vivir siendo ella misma. Quería prestar oído a su cora zón. Y contaba con los medios económicos para hacerlo. Sólo el corazón sabe lo que está pasando en nuestra vida. El cora zón es nuestra brújula auténtica. Si lo consultamos, puede decirnos si avanzamos en la dirección correcta. Pero el corazón también nos dice cuándo hemos doblado el recodo equivocado o cuándo tenemos que hacer un giro de trescientos sesenta grados. Para muchas de nosotras, ésta es una información que no queremos saber. Saber puede significar optar; y optar a menudo implica cambios. No me cabe ninguna duda de que hay diez millones de mujeres a quienes les encantaría tomar la misma opción que Anna Quindlen, pero que carecen de la posición económica para llevarla a cabo. Sin embargo, el hecho de que no puedas hacerlo hoy ni mañana no signi fica que no vayas a poder hacerlo nunca. Los sueños aplazados se hacen realidad todos los días. La demora no significa la negación. El corazón no pasa factura por las consultas, las conversaciones,
Lis sesiones intelectuales crr.icivus ni |x>i asistu .1 un sueno desde su concepción hasta su alumbramiento, independientemente 11el tiempo (|iic inviei la en ello. •I os sueños pasan a la realidad de la acción -nos alienta Anaís N in -. De la acción emana otra vez el sueño; y esta interdependencia produce la forma de vivir más elevada.»
28 DE SEPTIEMBRE
Todo tiene su tiempo Todo tiene su tiempo, y cuanto se hace bajo el sol tiene su hora. E cle sia sté s 3:1
S í , pero todo esto no pasa al mismo tiempo. No puedes criar a unos hijos felices, seguros y equilibrados, dis frutar de un matrimonio fabuloso y trabajar sesenta horas semanales. Quieres hacerlo, lo sé. Yo también. Pero no podemos. Es física, emocional, psicológica y espiritualmente imposible. Lo hemos inten tado. Y hemos fracasado. Cuando no podemos hacerlo todo al mismo tiempo, tenemos que hacer sólo una parte. Para averiguar cuál debe ser esa «parte», debemos preguntar: ¿Qué es lo que verdaderamente quiero en este preciso momento? ¿Qué es lo que verdaderamente necesito? ¿Cómo lo consigo? ¿Cuánto va a costarme en moneda de la vida? Tal vez sea tu hora de sonar narices mocosas. Eso no significa que la hora de dirigir tu propio negocio no vaya a llegar. Tal vez sea tu hora de ir ligera de equipaje. Eso no significa que la hora de restaurar una granja colonial no vaya a llegar nunca. Hacer tratos no significa que algún día no vayas a estar haciendo bocadillos para la merienda. Las distintas etapas de la vida no están concebidas para ser frenéticas, sólo para ser plenas. «Probablemente puedes tenerlo todo —reflexiona Anna Quindlen— . Sólo que no todo al mismo tiempo. Y... tal vez tengas que hacer algu nas concesiones mientras tus hijos sean pequeños. Pero tus hijos van a ser pequeños durante un período muy corto... pasará en un abrir y ce-
rrar tic ojos y lu solo tendrás cuarenta, cincuenta o sesenta anos ^ otros quince o veinticinco .tilos poi delante.- I Jn cuarto de si|;lo para hacer lo que quieres hacer, de la manera que quieres hacerlo. Bendita sea la mujer que conoce sus propios límites.
29 DE SEPTIEMBRE
Cuidados en el trabajo Cuando nos cuidamos de verdad, somos capaces de cuidar de los demás con mucha más profundidad. Cuanto más receptivos y sensibles estamos a nuestras propias necesidades, más amorosos y generosos podemos ser con los demás. E d a L e Sh a n
L o s rituales que procuran tu bienestar personal son la argam asa que da consistencia al día, sobre to d o cuando pasas de ocho a diez horas fuera de casa. Piensa en tu tazón favorito y en bebidas de capricho que puedan calentarse en el m icroondas (un surtido de café, té, cacao caliente y sidra). C oncédete diez m inutos en tu escritorio con tu tazón y a puerta cerrada antes de que el día empiece oficialm ente; puedes centrarte m ientras repasas m eticulosam ente lo que tienes que hacer ese día. D iez m inutos de paz al final del día ordenando los m ontones de papeles sobre tu escritorio, hojeando la agenda para m añana, pueden ayudarte a concluir el día en orden antes de cam biar de m archa. D iez m inutos p o r la mañana, diez m inutos por la noche. Independien temente de lo ocupadas que estem os, todas p od em os invertir veinte m inutos en la conservación de nuestras preciosas reservas de tiem po, energía creativa y entusiasm o. C rea un espacio para trabajar placentero y bonito. Proponte crear un nido cóm odo más que un ambiente estéril. Incorpora una bella lám para de escritorio, cestas y cajas de m adera para guardar papeles y p ro yectos, una planta florida en invierno y un pequeño ramillete de flores de la tem porada en prim avera, verano y otoño. Proporciónate un talis mán — un objeto con un significado especial— que te recuerde que avanzas en la dirección correcta. Ten tazas con un am plio surtido de tus bolígrafos y lápices favoritos sobre tu escritorio; está atenta a libre-
i.is v tarjetas «11ic irlle|en Ilis gustos pai t ¡ciliares v le ilelrilen los senli dos. Mi mana re^isliada es usai tarjetas para escribii notas de 7,5 \ 12,5 centímetros i|tie son una me/,cía entre las tarjetas de presen tación y las de escribii notas. Los pequeños toques de refinamiento pueden maivai tremendamente la diferencia. Busca un bello cojín para tu silla. Añade pinceladas de color donde te sea posible — los clips y las carpetas, por ejemplo- -. Cuelga un tablón cerca de tu escritorio para recortes, postales, dibujos, inspiración y recordatorios. Si dispones de un despacho propio y puedes colgar cuadros, deja las paredes vacías hasta que encuentres algo que nunca te cansarás de mirar. Ahora crea un cajón de los remedios. Llénalo de todo lo que te hubiera gustado tener en el trabajo y no tenías: un pequeño costurero; imperdibles; tampones; un recambio de medias y de gafas de lectu ra; analgésicos; vendas y un tubito de pomada antiséptica; paquetes pequeños de pañuelos de papel. Mete pastillas de menta para el alien to, una tableta de chocolate y un par de felicitaciones para improvisar unas letras a amigos lejanos. ¿Te acuerdas de la caja de juguetes que tienes en casa? Crea una caja pequeña en el trabajo para esos momentos en los que quieres dejar de ser adulta por un rato, normalmente a últimas horas de la tar de: puzzles tridimensionales, cartas de tarot, un yo-yo, una paleta, los palillos chinos, bolas chinas, plastelina, un caleidoscopio en miniatura o una pelota de goma que desafía las leyes de la gravedad y es una réplica del planeta Júpiter. Ya ves por dónde voy. Guarda en tu escritorio un bonito neceser con artículos dentales, desodorante, crema de manos perfumada, lima de uñas, colirios, peine, cepillo y un botecito de tu colonia favorita, para refrescarte al medio día o para aquellos casos en los que no puedas pasar por casa antes de salir por la noche. Si trabajas en una oficina tolerante o dispones de un despacho pro pio, la música, sobre todo los repertorios clásicos, puede ser un pode roso instrumento para fomentar la productividad. La terapia aromáti ca puede hacer maravillas en unas oficinas; consigue un aromatizador (del tamaño de un jarrón pequeño). La parte de arriba del aromatiza dor se llena con media taza de agua y unas cinco gotas de aceites esen ciales, que se calientan a la llama de una vela. El agua caliente perfu mada humedecerá discretamente el aire que circunda tu escritorio (muy importante en oficinas con sistema de calefacción), y su fragan cia surte un efecto muy sedante o vigorizante en función de tus nece sidades. El único inconveniente de aplicar la terapia aromática en tu lugar de trabajo es que posiblemente habrá más gente que se sentirá atraída hacia tu escritorio debido a su agradable ambiente.
Estírate dos veces .il día, sobre todo si trabajas ante un ordenailoi durante largos períodos. Lee en voz alta al doctor Seuss, en particul.u Oh the Places You’ll Go. ¿Te acuerdas del feng shui, el arte de la ubicación? No te lo tomes a risa. ¿Hay algún mal en colocar tu escritorio en una posición venta josa para que tu chi, o energía, fluya y no esté bloqueada? No. ¿Puede serte de ayuda? ¡Sí! Debe de existir alguna razón para que se haya practicado durante estos últimos tres milenios. Cada semana aproximadamente, lleva algún manjar exquisito (no tiene por qué engordar) en una bonita lata o cesta para compartirlo con tus colegas. Tratarte bien en el trabajo no es imposible. Puede servir de fuente de inspiración para que saques lo mejor de ti misma. Cuando empie ces un nuevo proyecto, pregúntate: «¿Hay algo que pueda hacer para que esta tarea sea más agradable?» Si lo hay, hazlo. El valor terapéutico de crear un ambiente de trabajo placentero es probablemente lo último que los empresarios consideran cuando pien san en aumentar los beneficios, pero se equivocan. Trabajar a gusto da muchos mejores resultados que trabajar a disgusto.
30 DE SEPTIEMBRE
En viaje de negocios ¿ Hay algo que sea más horroroso que emprender un viajef En cuanto te has puesto en camino, todo va sobre ruedas, pero los últimos momentos son como un terremoto y una convulsión, y la sensación de que eres un caracol al que están arrancando de su roca. A n n e M o r r o w L in d b e r g h
^ > a d a año por estas fechas, la tierra empieza a temblar bajo los pies de dos buenas amigas mías que trabajan en el mundo editorial y se ven obligadas a asistir a una convención internacional de libreros celebra da en Alemania cada otoño. Algunas mujeres guían a equipos de perros en el Iditarod, una maratón de mil ochocientos cuarenta kiló metros que atraviesa la tundra helada de Alaska; otras venden libros
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ui I r.un lorl I as arduas i.u lictis dr ambos acontei límenlos competid vos parecen más o menos equipar.u se en cuanto al.t resistencia psíqui i .i y lisie .» que se necesita para no perecer en el intento.
• Miedo y aversión-» no es una definición demasiado exagerada para la reacción visceral que muchas de nosotras experimentamos ante la perspectiva de un viaje de negocios. De hecho, nuestras expectativas son mucho más horrorosas que la realidad, aunque el viaje consista en pasar siete días con la sonrisa puesta mientras intentamos cerrar tratos en cuarenta lenguas diferentes. Pero, independientemente de lo que te espere en un viaje de negocios, si lo planeas intuitivamente como harías con un niño que va a pasar su primer fin de semana de acampada — pre pararte tanto para lo imprevisto como para tener las máximas comodi dades— no sólo saldrás airosa sino que tienes muchas posibilidades de disfrutar del cambio de aires. He aquí una serie de estrategias para mantener la calma en los momentos más frenéticos y convertir tu viaje en una experiencia agra dable y placentera. No es la primera vez que te lo dicen, pero ve lo más ligera de equi paje posible y deja sitio en la maleta para tu almohada favorita. Puede marcar la diferencia entre dormir de un tirón y pasarte la noche dando vueltas para acostumbrarte a una cama extraña. No es de mucha ayu da estar ojerosa y agotada al principio del viaje. En la bolsa de mano deberían caber una muda de ropa adecuada para los negocios, cosméticos, artículos de aseo y una carpeta con los documentos vitales si no llevas maletín. Si tu equipaje se extraviara o retrasara, puedes arreglártelas, al menos por un día. Independientemente de la estación del año y de tu destino, lléva te al menos unas cuantas prendas de abrigo que puedas ponerte por capas: prendas de punto para todas las estaciones de colores que com binen, un jersey elegante y calcetines. Nunca había pasado más frío en toda mi vida que durante una heladora semana de chaparrones irlan deses en agosto; nevó en un viaje a París en mayo; y San Francisco puede hacerte castañear los dientes en junio. Llévate un paraguas ple gable, guantes, bufanda y gorro. Lleva un impermeable con un forro de abrigo separable. Crea una bolsa de viaje cómoda. La mía incluye un pequeño casete y auriculares con mis cintas favoritas; paquetitos de frutos secos, crackers y queso; bolsas de mi té preferido; un par de botellines de agua mineral y botellas de vino individuales; bolsitas aromatizadas o una velita perfumada (el aire de las habitaciones de hotel puede estar muy enrarecido y a menudo es imposible abrir las ventanas) y un ca pricho para el baño.
zapatillas tic deporto acrobico, el equipo de gimnasia y el trajo do baño, para potlei relajarlo pot la noche. Si asistes a un congreso o convención que dura todo el día y no vas a regresar al hotel hasta la noche, mete los siguientes salvavidas en tu maletín o bolsa: analgésicos para el dolor de cabeza, un botellín de agua o zumo y tentempiés por si no tienes tiempo de comer; un cepi lio de dientes de viaje, dentífrico e hilo dental. Recuerda dosificarte lo más posible. Si te pasas el día entre cuatro paredes, intenta intercalar breves descansos; necesitas aire fresco en la misma medida en que necesitas una taza de café y visitar el servicio de señoras. Cuando tus días estén plagados de citas, es esencial pasar una noche tranquila a solas. Concédete espacio para respirar en tu programación, sobre todo si crees que no vas a ser capaz de llegar a todo. Levántate una hora antes de lo necesario. Quédate en la cama tranquilamente para ordenar tus pensamientos y luego date el lujo de desayunar en la cama. Tal vez sea la única hora de paz de todo el día. Si tienes que desayunar reunida, al menos tómate la primera taza del día en privado. Si tienes planes para la noche, intenta regresar al hotel antes para reanimarte. Echate en la cama veinte minutos, date una ducha rápida, vuelve a maquillarte y cámbiate de ropa. Notarás cómo te invade una oleada de nuevas ener gías y entusiasmo. Intenta llegar a tu hotel un día antes del inicio de las reuniones para poder instalarte; haz el equipaje la noche antes del regreso para no tener que salir a toda prisa. Si algo ha empezado a molestarte pero no te importuna demasiado — un incipiente dolor de muelas o un escozor cuando vas al cuarto de baño— sal de dudas antes de partir. No hay nada peor en el mundo que tener que hacerse un empaste de emergencia o sufrir una infección de orina cuando estás de viaje. Viaja siempre con distintos tipos de lectura que te absorban: seria, ligera, bazofia e inspiradora. No puedes predecir cuál será tu estado de ánimo cuando te dirijas allí, de regreso o entretanto. Yo reúno novelas durante todo el año y las reservo para los viajes; date el lujo de com prarte revistas que normalmente no lees en casa. Incluye en tu equipaje al menos una bolsa plegable para llenarla con todo lo que puede apetecerte traer. Yo siempre estoy atenta a regalitos cuando voy de viaje. Siempre que estés en una ciudad nueva o regreses a una de tus fa voritas, resérvate un par de horas para una excursión creativa en soli tario: ir de compras, visitar un museo, dar un paseo por un bello par que o unos jardines públicos, saborear una bebida en un acogedor café. Por encima de todo, disfruta de tu viaje al máximo — la soledad de la habitación de tu hotel, el lujo del servicio de habitaciones, no te-
Mci que pieoeup.ute di cornial o ilc h.U'ei ilc clioler, I.i noveil.ul ele unos peí Índicos y un escenai io diferentes . A fraíle te las o p o n un ¡ti a des tic t on o iei a |;m ir nueva, vei sitios nuevos, ensanchar tus hori zontes. I )aie cuenta tle que tu trabajo es im portante y que el encanto J e la vitla sim ple contribuye tle tal form a a las vidas de los dem ás y a la tuya propia que el m undo está a la espera de recibir noticias tuyas. ■ l .n mis viajes, tom é p o r prim era vez conciencia del m undo exterior - confiesa E u dora W elty— . Fue en mis viajes cuando descubrí mi propia form a introspectiva de convertirm e en parte de él.»
Pequeñas alegrías para septiembre ^ L ’été c’est fin i, como dicen los ses; por lo tanto, celebra el fin del verano por todo lo alto. Haz todo un acontecimiento de la última comida estival. Sirve tus recetas veraniegas favoritas con un toque personal. Quédate en la penumbra, contempla el ocaso y despi de el verano con un afectuoso adiós. El Día del Trabajo — que en Estados Unidos se celebra el 1 de septiembre— dedica quince minutos a plasmar por escrito todo lo que hubieras querido hacer durante el verano y no hiciste. Mete la lista en un sobre. Cuando recibas el calendario del año que viene, sujeta el sobre con un clip en el día 1 de junio y ábrelo entonces. Intenta reser var algún tiempo en tu calendario para dar prioridad a estos placeres aplazados cuando vuelva el verano. Renueva tus propias reservas de material escolar. Cómprate cuadernos, libretas, tijeras, celo y lápices de colores. Encarga por correo lápices que lleven grabado tu nombre. Es barato y divertido. Flaz una excursión creativa en busca del tipo de bolígrafo que prefie res para escribir. Ve a un establecimiento de artes plásticas. Prueba todos los tipos de bolígrafos hasta que encuentres uno que escriba de maravilla. Cuando hayas identificado tu marca, cómpralos cuando estén rebajados. Haz manzanas acarameladas. Disfruta del sabor de la sidra natural y del néctar de pera. Haz experimentos con diferentes clases de palomitas de maíz. Guarda tu traje de baño. Saca las prendas de lana. ¿Tienes algún jersey preferido que adores profundamente? Si no, ¿por qué no? ^ i Celebra el equinoccio de otoño con una cena casera. Hazlo sobre todo si vives sola y rara vez te cocinas como Dios manda. Lleva a casa una pequeña maceta de crisantemos para colocarla en la mesa
donde cenas. Acércale al luego del hog.n y enciende las velas, sírvete el vino o la sidra y dislruta de los sencillos placeres de comer rodeada de comodidades. ¿Has probado alguna vez la fidgct pie inglesa, una comida tradicional de la temporada? Se compone de patatas, cebollas, manzanas y trozos de jamón cocidos en caldo de verdura y adereza dos con una pizca de azúcar moreno, sal y pimienta. Vierte la mezcla en un molde de pasta dulce, cúbrela con una capa crujiente y hornéala como cualquier otra tarta rellena. ^ Reúne paulatinamente los artículos para tratarte bien en la ofi cina. Observa la fiesta de San Miguel Arcángel el 29 de septiembre. Esta antigua festividad inglesa con motivo de la cosecha se remonta al siglo VI. Según la leyenda, aquel día el diablo fue expulsado del Cielo por san Miguel y cayó en un terreno cubierto de zarzamoras. Es tradi ción cocinar dulces de moras — pasteles, tartas o bollos de mermelada para tomar con el té— . Este mes, empieza a confeccionar tu lista de Navidad para no andar como una loca en diciembre. <♦5 Si tienes hijos, éste es el momento de que decidan sus disfraces para la festividad americana de Halloween. No te desesperes. En el colegio, no dividen a los niños en dos grupos: ¡los que llevan disfraces comprados y los que llevan disfraces de fabricación casera! Pide los disfraces por catálogo este mes o reúne todos los que tengas. Pronto todo estará agotado y no hay nada más decepcionante para los niños (o más frustrante para ti) que descubrir que no encuentras justo lo que necesitas. Si confeccionas tú misma los disfraces, ten siempre presente la persona a la que están destinados. Algunas de nosotras nos entusias mamos tanto que acabamos confeccionando disfraces para impresio nar más que para satisfacer a nuestros hijos. Da un paseo bajo la luna cazadora. '^=5 Busca en los mercados agrícolas flores secas para confeccionar tu propio ramo. Los ramos preparados pueden ser maravillosos, pero cuestan mucho dinero. Crear tu propio ramo en un domingo de sep tiembre es reconfortante y restaurador y te recuerda durante todo el invierno que la belleza aporta abundancia a tu vida sencilla si no cejas en su búsqueda.
OCTUBRE
Los campos están desnudos, el invierno silba a través de la plaza. O ctubre se viste de escarlata y oro, como una m ujer que teme hacerse vieja. A n n e M a r y L a w le r
I la
llegado el veranillo de san Martín, un cambio de esta ción que constituye más un recuerdo que una fecha del calen dario. Por fin, el calor ha remitido. Poco a poco el paisaje familiar adopta una rústica gama de tonos vivos que asombran por su belleza. Deja que octubre te cautive con sus encantos. «Sedúcenos como tú sabes hacerlo — instó el poeta Roben Frost a esta época de abundancia— . Deja caer una hoja al amanecer.»
I
Saber reconocer a tiempo un inminente agotamiento nervioso M i v ela a rd e p o r am b os extrem os; no du rará tod a la noche. E d n a St .V in c e n t M il l a y
E s t á s quemada. Hasta el extremo de estar irreconocible. Quemada por el estrés que padeces. Querer abarcar demasiado no deja de tener sus riesgos. Por des gracia, no nos damos cuenta de ello hasta que estamos a punto de sufrir un agotamiento nervioso. El agotamiento nervioso es una condición causada por el desequili brio: demasiado trabajo o demasiadas responsabilidades, demasiado po co tiempo para realizarlo a lo largo de un plazo demasiado largo. Hemos estado circulando por la vía rápida y el combustible se ha terminado. Solemos pensar que el agotamiento nervioso es algo que afecta a otras mujeres, a las perfeccionistas y a las que trabajan demasiado. Pero las mujeres que se preocupan en exceso — por sus hijos, su traba jo, sus relaciones, sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus comuni dades, etcétera— también corren el riesgo de padecerlo. Al igual que casi todas las mujeres que conozco. Quizá prestaríamos más atención al agotamiento nervioso si fuera algo tan dramático como un ataque al corazón. Pero un fuego que arde lentamente es tan peligroso como una breve e intensa llamarada. En ocasiones el agotamiento nervioso se manifiesta cuando hemos completado un proyecto que nos ha llevado meses de trabajo duro. En ese caso, tomarnos una semana de descanso basta para que nos recupe remos. Pero cuando nos sentimos permanentemente agobiadas y estresadas es por haber vivido una situación de desequilibrio durante años; es cuando una situación temporal se convierte en nuestro estilo de vida. El agotamiento nervioso comienza a menudo con una enfermedad — desde una gripe que no consigues atajar hasta un síndrome de fatiga crónica— , y suele ir acompañado por una depresión. A veces es difícil diferenciar lo de una época poco fecunda en el sentido creativo, sobre todo si eres una mujer acostumbrada a sacrificarte por el bien de los
demas, como l.f, ni.ty(>t ia tic mujeres. Si le ai tiestas \ ir levantas can sada iotlns los tli.ts aunque hayas dormido ocho horas , es porque sufres un agotamiento nervioso. Si iodo supone un esluer/o dcscomu nal, incluso peinarte, salii a cenar, visitar a litios amigos el fin de semana o me di- vat at iones, es porque suIres un agotamiento nervioso. Si crees que jamás sentirás deseos de volver a hacer el amor, esporque ~süfres~~~uh agotamiento nervioso. Si te pasas el día quejándote, rom piendo a llorar o perdiendo los nervios a la menor provocación, es porque sufres un agotamiento nervioso. Si te aterroriza que suene el teléfono, es porque sufres un agotamiento nervioso. Si te sientes atra ca d a e indefensa, incapaz de soñar, experimentar placer o hallar satis facción, es porque sufres un agotamiento nervioso. Si nada te conmue ve, ni las cosas importantes ni los pequeños momentos, si nada te satisface porque no sabes a qué se debe tu desgana ni cómo solucio7iarlo, es porque sutres un agotamiento nervioso. Sólo sabes que algo Tío funcioñáTtíi Estás convencida de que no existe nadie en el mundo. capaz de ayudarte^ T ien es razón. Cuando padeces un agotamiento nervioso, la única persona que puede ayudarte eres tú misma, porque eres la única capaz de realizar los cambios necesarios en tu forma de vivir: detenerte, emprender un camino más lento o dar un rodeo. Cuando ya no te quedan fuerzas, no tienes más remedio que recurrir a la fuerza de un poder superior que restituya el equilibrio y la armonía que has perdi do. Si emprendemos la búsqueda de nuestro yo auténtico, el Espíritu nos ayudará a remontar los obstáculos.
2 DE O CTU BR E
La gran seducción N a d a nos seduce tanto com o el tra ba jo q u e realizam os. P a b l o P icasso
C o m o un amante invisible, el trabajo nos fascina, cautiva, reconfor ta y acaricia. Nuestro trabajo — especialmente si se trata de nuestra gran pasión— puede resultar tan seductor que nos hallamos atrapados en sus redes, incapaces de resistirnos a él. Sin embargo, no es necesario
que nuestro trabajo constituya una gran pasión para que nos la.sunr; un simple capricho también puede distraernos de nuestros problemas, decepciones, preocupaciones y disgustos. Cuando ya no puedas mas, el hecho de tener que contestar inmediatamente un fax puede ser un remedio de gran eficacia. Esa gran seducción suele ir acompañada de un perfeccionismo exa gerado y una jornada laboral sin horario fijo, unos esquemas que re sultan especialmente peligrosos por cuanto son aceptados, alimenta dos y fomentados por una sociedad que sigue encadenada a la ética puritana del trabajo. Los puritanos rechazaban todo cuanto proporcionara placer, con vencidos de que sólo podían alcanzar el favor de Dios mediante el es fuerzo, una implacable autodisciplina y el trabajo duro. Pero el Espíri tu no puede utilizarnos para sanar el mundo si no somos capaces de sanarnos nosotras mismas. Tanto yo como muchas amigas mías somos unas adictas al trabajo. Nada consigue detenernos. Durante años, todas lo hemos negado ve hementemente. Ahora, cuando conversamos, somos capaces de reco nocer «ciertas tendencias», del mismo modo que un alcohólico re conoce «tomarse una copa de vez en cuando». Esas tendencias incluyen trabajar muchas horas durante la semana; traer trabajo a casa el fin de semana y en vacaciones; conectar el orde nador después de haber acostado a los niños; decir que estás «leyen do» cuando en realidad estás revisando un contrato de trabajo; anular citas con amigas y parientes para «terminar una cosa»; aplazar una cena o una salida al cine hasta haber acabado un proyecto; dejar que el trabajo se entrometa en tu vida familiar; emprender un viaje de diecio cho horas de ida y vuelta a Los Ángeles; y convertir tus únicas «vaca ciones» en viajes de negocios. ¿Tendencias? Si notas que murmuras con frecuencia «esto es una locura», ha lle gado el momento de tomarte un respiro para analizar tu estilo de tra bajo. El auténtico éxito no llega envuelto en una mortaja. Empieza por pequeños detalles. Avanza paso a paso. La misma inteligencia que te llevó a esta situación caótica te sacará de ella. Lléva te trabajo a casa pero no abras la cartera. Conecta el contestador auto mático mientras cenas y por las noches. Tómate un día libre cada dos semanas. Conozco a una mujer que ha llegado al extremo de tomarse un domingo libre cada mes, tanto si lo necesita como si no. Lo consi dera su hazaña más loable. Cuando sucumbimos a nuestra adicción al trabajo, lo que ocurre es que hemos perdido fe en la voluntad del Espíritu de ayudarnos a
triunfar. Hemos sepaimío lo se» ttliu de lo espiritual Solii itai gracia no nos parecc tan práctico como t raba jai las veinticuatro horas del día. ¿( uando lúe la ultima ve/ que el Espíritu te acompañó al trabajo? ¿Cuándo lúe la última ve/ que le pediste que lo hiciera?
3 DE O CTU BRE
Doña Perfecta E l perfeccionism o es la v oz d el opresor, d el en em igo d el p u eblo. Te atorm en tará toda la v id a hasta hacerte enloquecer. A n n e L am o tt
L o s caminos del infierno están pavimentados por perfeccionistas que trabajan con granos de arena. ¡Ay, me he dejado un trocito...! Al igual que los adictos al trabajo, aspirar a ser Doña Perfecta es una adicción que indica una baja autoestima. Cuando éramos jóvenes, nada de lo que hacíamos estaba bien, por lo que insistíamos una y otra vez, hasta el extremo de que nos pasábamos el día haciendo cosas. Como a pesar de ello no conseguíamos nada, pensamos que si reali zábamos nuestro trabajo perfectamente lograríamos nuestros fines. Cuando lo lográbamos, otras voces cantaban nuestras alabanzas. Nos sonaba a música celestial. El champán y el chocolate no podían com pararse con el éxtasis que nos procuraban esos halagos, por otra parte sinceros. Somos unas criaturas que vivimos según nuestros sentidos, y dado que la respuesta que obteníamos a nuestro afán de perfección nos hacía sentir maravillosamente — aunque fuera durante diez segun dos— deseábamos repetir la experiencia. De modo que resolvimos hacerlo todo perfectamente, poniendo en marcha un ciclo de autodestrucción que con frecuencia nos hacía sentirnos tan cómodas como si lleváramos puesta una camisa de fuerza. No obstante, la búsqueda de la perfección es el opio de millones de mujeres. Podría aconsejarte que dejaras de leer revistas, de contemplar ví deos y de ir a ver películas que nos recuerdan machaconamente que es posible alcanzar la perfección, pero no me vas a hacer caso. La próxi ma vez que veas una mujer maravillosa en la portada de una revista, una habitación decorada exquisitamente o una comida preparada por
un c h e f profesional, repite: -N o eres real, no o e s re,ti. Me uie|;o .1 (li jar que me amargues la vida.» (liste sortilegio resulta aun mas potente si lo entonas en voz alta mientras haces cola ante la caja tle un super mercado.) La mujer, la habitación y la comida que aparecen fotografía das en la revista están destinadas a inspirarnos (aunque en realidad ha cen que nos sintamos humilladas) unas fantasías concebidas por unos profesionales que cobran una fortuna por manipular la realidad. En una ocasión una buena amiga me hizo un regalo impagable. Me convenció de que mi cordura era mucho más importante que los suti les matices que me fascinan. Esos sutiles matices constituyen la esencia de la perfección. Desencadenan la respuesta «¡ojalá que yo...!». Pero una vida consagrada a la búsqueda de esos matices deja poco tiempo para disfrutar verdaderamente de la vida. Ahora, como una perfeccio nista en vías de recuperación, procuro dejar los sutiles matices al Espí ritu, que es infinitamente más sabio que yo. Hoy, me gustaría hacerte este regalo: «Tu cordura es mucho más importante que esos sutiles matices.» Compra un reloj de arena. Colócalo en un lugar donde lo veas con frecuencia, en la cocina o sobre tu mesa de trabajo. Dale la vuelta una vez al día. Observa lo rápidamente que caen los granos de arena. Son los minutos de tu vida. Vívela a tope. Pavimenta tu vida con ellos. Cada día tienes la oportunidad de hacerlo. Tras completar el Universo, el Gran Creador declaró que estaba «muy bien». No perfecto. Un punto digno de reflexión.
4 DE O CTU BR E
Trabajar en casa C iertas cosas se apren den m ejor en un a m b ien te apacible, otras en una torm enta. W lLLA CATHER
algunas cosas se aprenden mejor en casa, como por ejemplo tu auténtico estilo de trabajo. Trabajar en casa se ha convertido en una atractiva y económica alternativa a medida que las mujeres tratan de incorporar una mayor armonía a su vida cotidiana. Muchas mujeres
lian abandonado el iiiiiik Io corporativo paia inontai un ne^oc io 11uc* dirigen desde su casa; tics de cada cuatro empirsas propiedad de una sola persona pertenecen a mujeres. Algunas mujeres trabajan para otras compañías y empresas a travc;s del ordenador, a fin de estar más disponibles para sus familias durante la semana, especialmente en esas ocasiones destinadas a poner a prueba la paciencia de una madre: cuando su hijo se queda en casa porque esta indispuesto, porque ha caído una fuerte nevada o durante las vacaciones escolares. Muchas mujeres han descubierto que trabajar en casa, al menos parte de la semana, es más productivo que trabajar en una oficina porque le ofrece, con menos interrupciones, un ambiente más sereno en el que concentrarse en su tarea. Trabajar en casa es estupendo, pero no deja de tener ciertos incon venientes. Sí, es fantástico poder trabajar en pijama o en chándal, es muy práctico poner la lavadora mientras envías un fax, o poner a cocer la salsa de los espaguetis mientras hablas con tus jefes o tus empleados por teléfono. Pero es muy fácil confundir ambas esferas — la casa y el trabajo— , hasta el extremo de que todo se reduce a trabajo casero, lo cual es espantoso. Como levantarte de la cama y despertarte «en línea», para caer dormida ante el ordenador dieciséis horas más tarde. En ese caso, el trabajo se convierte en un ciclo reiterativo y brutal generado por la facilidad y utilidad de la tecnología. ¿Has oído hablar de la Marcha Fúnebre de Batan? Llevo casi veinte años trabajando en casa, y no puedo imaginar otro tipo de trabajo. Pero como todo en la vida, te tiene que gustar y has de saber adaptarte. Una amiga mía decidió trabajar en casa; al cabo de un par de meses, incapaz de soportar la sensación de aislamiento, regresó a la oficina. Asimismo, si quieres trabajar en casa, tienes que imponerte una gran autodisciplina, pues de otra forma no te resulta rentable. Cuan do tu marido y tus hijos salgan de casa por las mañanas, tienes que meterte en tu despacho dejando atrás las preocupaciones domésticas. La respuesta no es automática; requiere una gran disciplina no po nerse a «recoger» la casa antes de sentarte a trabajar. Te recomiendo que te pongas una venda en los ojos cuando camines por la casa du rante el día. Una vez que te das cuenta de lo cómodo y agradable que resulta trabajar en casa, es fácil sentirte tentada a aceptar más trabajo del que puedes abarcar. Eso se debe a que tu trabajo ya no está estructurado alrededor de cinco días y ocho o diez horas diarias; la oficina está siempre abierta. Como no tienes que salir de casa, te pones a trabajar una hora antes y lo dejas una hora más tarde que si trabajaras en una oficina. Puesto que tienes el despacho en tu propia casa, es muy fácil
en t raí cu el después tic lu l> c i acostado a lo*, unios para terminal un trabajo. Los fines de semana son ideales para «dai los últimos toquesa un proyecto que iniciaste la semana pasada o para «pona cu nui cha» el de la semana próxima. Al cabo de un tiempo todos los días son iguales y tu trabajo se convierte en una espantosa y monótona rutina. Poco a poco tu trabajo casero empieza a asemejarse a los esclavizantes trabajos de los emigrantes, los cuales percibían unos peniques por la faena que realizaban en sus míseras viviendas. Pero aunque ganes más dinero que antes, si ya no tienes una vida familiar debes establecer unos límites. Trabajar en casa puede ser un paso hacia tu autodeterminación, una vez que aprendemos a respetar el sentido de equilibrio que perse guíamos al dejar la oficina. «Cuando las personas alcanzan un gran éxito en su trabajo pierden los sentidos — nos advierte Virginia Woolf, que trabajaba en casa— . Pierden la vista. No tienen tiempo para mirar un cuadro. Pierden el oído. No tienen tiempo para escuchar música. Pierden el habla. No tienen tiempo para conversar. Pierden el sentido de la proporción, las relaciones entre una cosa y otras. Pierden su humanidad.» No olvides sus palabras.
5 DE O CTU BR E
La mediación como meditación L o m ás im portan te p a r a nosotros es q u e exista una b u en a relación espiritual entre los em p lead os y la dirección. T a t s u h ik o A n d o h
U n a mañana tu yo consciente y responsable te sorprende. Suena el despertador. Tu yo consciente lo desconecta y se da media vuelta en la cama, sin mostrar la menor intención de levantarse. Se ha declarado en huelga. Lleva años, quizá toda la vida, tratando de que su jefe atienda sus protestas. Las condiciones laborales son intolerables. Annie Dillard nos explica lo que pasa a continuación: «Tu emplea da — tu única, valiosa, sacrificada y eficaz empleada— se niega a seguir trabajando en esas condiciones. No se va a dejar convencer ni siquiera
poi ti, jele. I leva el suficiente tiempo en ello par.» il.tise cuenta de <1110 algo huele mal; presiente un temblor tle tierra a través de las suelas de sus botas, '"romerías dices ; no pasa nada." Pero la empleada se niega a acudii a la oficina. De pronto nota que tiene palpitaciones. Prefiere morirse de hambre antes que volver allí.» Puede que no estés bajo un estrés brutal, que no te hayas fugado, que no hayas aterrizado en el hospital ni hayas sufrido una crisis ner viosa. Todavía. Puede que tu familia esté aún intacta. Al menos anoche estaban todos presentes a la hora de cenar. Puede que tus amigas no te hayan retirado todavía el saludo. ¿Quién sabe? Hace seis meses que no te han visto. Hoy eres una mujer muy afortunada. No estires demasiado de la cuerda. Vivir contigo ha sido tan divertido como trabajar en un cam po de trabajos forzados en Siberia. Hace tiempo que querías dejar tu trabajo. Los mandamases — el ego— tendrán que arreglárselas como puedan hasta que accedan a negociar un nuevo contrato. Existen leyes laborales pero no existen leyes que protejan contra la autoexplotación. Nadie cruzará la línea de los piquetes hasta que éstas sean promul gadas. Ha llegado el momento de la mediación como meditación. Cálma te y piensa en tu jornada laboral ideal. Si pudieras elegir, ¿qué tipo de trabajo te gustaría desempeñar? ¿Cuál sería tu horario laboral ideal? Imagina un entorno laboral ideal. ¿Qué es lo que ves? Ahora compara lo ideal con lo real. ¿Existe alguna semejanza entre ellos? ¿Puedes introducir un elemento ideal en tu lugar de trabajo actual? Pocas mujeres son capaces de iniciar una vida auténtica desde el comienzo con sólo agitar la mano. Pero todas podemos comenzar a trabajar partiendo de lo que tenemos. Si trabajamos partiendo de nuestras circunstancias reales conseguiremos mejorar la realidad. Alcanzar la perfección es imposible, pero podemos perfeccionar nues tra situación actual. Hoy, pon en marcha unas negociaciones colectivas entre tus aspi raciones y tus circunstancias. «El obrero está dispuesto a soportar muchos sacrificios si cree en unos objetivos a largo plazo», nos recuer da Richard Belous, un economista especializado en temas laborales. Crear un estilo de trabajo que te satisfaga es un objetivo a largo plazo que justifica el tiempo que inviertas en conseguirlo.
6 1)1' OCTUBRK
Reducir la marcha: vivir pausadamente L as cosas no cam bian ; som os nosotros qu ien es cam biam os. H e n r y D a v id T h o r e a u
I I e n r y David Thoreau no se propuso convertirse en el santo patrón de las cosas sencillas. En realidad, buscó trabajo como inspec tor de caminos en la ciudad de Concord, Massachusetts, para poder redondear sus magros ingresos como escritor. Durante años había sido de facto inspector de los caminos practicables alrededor de la ciu dad, y los habitantes de Concord dieron fe de la calidad de su trabajo. Sin embargo, las autoridades de la ciudad se negaron a pagarle un suel do por su trabajo. Tras recoger sus plumas, frascos de tinta y papeles, el empleado municipal frustrado cogió un hacha y se dirigió a Walden Pond para realizar un experimento. Un siglo y medio más tarde, el experimento de Thoreau, reinterpretado para la década de los noventa, se llama «downshifting», o «reducir la marcha», término acuñado por Amy Saltzman, una escri tora especializada en temas relacionados con el trabajo y los negocios. Dicho término se refiere a ciertas personas que no están dispuestas a dejar que su trabajo arruine sus vidas. Al igual que Thoreau, esos profesionales han decidido no seguir el ritmo de sus colegas y establecer unos límites a su carrera a fin de dedicar más tiempo a sus energías creativas y a sus familias, comuni dades y exigencias personales. Saltzman ha documentado en su intere sante libro, Downshifting: Reinventing Success on a Slow er Track, las distintas formas en que esos inteligentes individuos han hallado el auténtico éxito. Saltzman comenzó a investigar esa tendencia a finales de los ochenta mientras trabajaba en Nueva York como redactor jefe de la revista Success. A la vez que se esforzaba en ejercer cierto control sobre su vida personal trataba de «alcanzar los objetivos intelectuales y creativos que comporta dirigir una publicación joven en un campo muy competitivo». Pero, según explica en su libro: «Cada vez me sen tía más incómoda con el mensaje de una revista que definía el éxito en unos términos rígidos y absurdos.» Un encuentro casual con una amiga que trabajaba como editora en otra revista confirmó a Saltzman los temores que le inspiraba vivir a
un i it mi i 11onel ii t». Aillos (le despodu se ion Li Iipil .1 11 ,ist’ <11* me voy corríanlo, y.t le II.un.ue- y desaparece! |>oi M.tili.son Avante, I.i .uní j»a preguntó .t Salt/man qué i.il le tlu. Saltzman contestó que * las cosas le iban muy bien, el trabajo era interesante, aunque no dejaba que dominara su vida; realizaba un trabajo de voluntariado algunas tardes por semana, leía mucho y había empezado a escribir un relato breve que no creía que llegara a publicarse pero que le divertía». Su actitud relajada desconcertó a su amiga, según recuerda Saltzman, porque «era incapaz de comprender que no estuviera consagrada en cuerpo y alma a mi trabajo». Pero Saltzman había «decidido tomar se la vida más pausadamente, reducir la marcha». De hecho, no había solicitado un ascenso porque sabía que el nuevo cargo la obligaría a trabajar muchas noches y fines de semana. «Además, aunque era un cargo importante, no estaba segura de poder adaptarme a él en aque llos momentos de mi vida. La decisión, sin embargo, no había sido tomada a la ligera y durante un tiempo dudé si había obrado acertada mente. »Cuando me encontré con mi amiga comprendí el motivo. Si no andamos siempre como locos, aspirando a llegar más alto, dando la impresión de no hacer otra cosa que trabajar, tememos convertirnos en unos seres aburridos o en unos perdedores.» Pero por aburrida y monótona que le pareciera su vida a un extra ño, el resultado de la decisión de Saltzman de tomarse las cosas más tranquilamente fue que «la vida me pareció más rica e interesante que nunca». Al reducir la marcha, Amy Saltzman comprobó que «vivir a un ritmo trepidante, entregadas por entero al trabajo, comporta una serie de normas y reglas que nos impiden llevar una existencia auténti camente plena y dichosa». Cuando empecemos a buscar nuestro auténtico estilo y ritmo de trabajo, podremos comprobarlo por nosotras mismas.
7 1)1-: OCTIJBRK
Saber poner límites A ntes d e construir un m uro ca b e preguntarse q u é q u erem os d ejar den tro y fu e r a d el m ismo. R o b e r t F rost
I-/ o s límites son las alambradas de espino de la vida real. Los límites son las barreras de un paso a nivel. Si traspasamos esos límites, perso nales o profesionales, corremos el riesgo de lesionarnos. Pero los lími tes sirven también para separar con elegancia lo sagrado. Siempre po demos maniobrar entre los raíles si estamos dispuestas a agacharnos. Si queremos que nuestras vidas sean ilimitadas, debemos aprender el arte de crear unos límites que protejan y defiendan lo que amamos. Para la mayoría de las mujeres, crear unos límites representa una tarea complicada, de modo que nos abstenemos de hacerlo hasta no vernos obligadas por las circunstancias. A fin de marcar unos límites debemos aprender a decir hasta a q u í hem os llegado. Eso significa protestar. Expresar nuestro criterio. Manifestar nues tras preferencias. Son momentos tensos que pueden degenerar en serios conflictos, incomprensiones y rencores. Esa es la razón por la que muchas mujeres permanecen mudas, tragándose la rabia sin atre verse a expresar lo que piensan. Pero aunque nos quedemos mudas, no somos incapaces de trazar una línea en la arena. Una amiga de gran talento, la cual ha escrito varios libros, lleva muchos años casada con un hombre inteligente y encantador pero muy exigente. Dado que su marido es más culto que ella, mi amiga le pedía siempre que leyera su trabajo e hiciera.algunas sugerencias. El marido solía expresar su opinión bruscamente, sin dar se cuenta de que su falta de tacto hería a mi amiga. A veces tardaba varios días en leer el manuscrito que yacía abandonado sobre su mesa, demostrando falta de interés y de respeto hacia el trabajo de su mujer. Después de esos episodios, mi amiga tardaba varios días en coger de nuevo la pluma. Al fin decidió no enseñarle a su marido sus trabajos, imponiendo de este modo unos límites para proteger sus sueños. Cuando mi amiga publicó su primer bestseller, el marido se mostró asombrado de que su esposa recibiera tantos elogios y desconcertado porque no sabía de qué iba la cosa. Una noche, según me contó mi amiga, lo sorprendió leyendo su libro. «Es muy bueno — reconoció su
marido con aire |>n piejo
, ¿pero por qué no me pediste que leyeia el
manuscrito?»
Porque no imaginabas que fuera capa/ de escribir un bestseller», respondió mi amiga, satisfecha de atreverse al fin a expresar lo que pensaba. Una buena forma de empezar a imponer límites es aprender a decir «no». «La palabra “no” puede ser tan hermosa como la palabra “sí”, afir man los escritores John Robbins y Ann Mortifee. Cada vez que repri mimos el deseo de decir “no”, disminuye nuestro respeto hacia noso tros mismos — nos dicen en su libro In Search oj Balance: Discovering H arm ony in a Changing World— . No sólo tenemos el derecho sino el deber de decir “no” en determinadas ocasiones. Nos hacemos un rega lo a nosotros mismos cuando decimos “no” a esos viejos hábitos que disipan nuestras energías, “no” a lo que nos roba la paz interior, “no” a lo que nos impide alcanzar nuestras metas. Y hacemos un regalo a los demás diciéndoles “no” cuando creemos que sus expectativas no se co rresponden con la realidad, pues de este modo les ayudamos a explorar el camino de la verdad auténtica. Decir “no” puede ser una experiencia liberadora cuando expresa nuestra voluntad de defender lo que cree mos que necesitamos realmente.»
8 DE O CTU BRE
La pasión por la belleza L a b ellez a es un éxtasis; es tan elem en tal com o el h am bre. W . SOMERSET MAUGHAM
u,
n pasito hacia delante. Tres pasos hacia atrás. Llevaba casi cuatro años experimentando con los primeros cuatro principios de mi teoría sobre el encanto de la vida simple y creía haber superado el síndrome de «cómprame». Me gustaba mirar escaparates y no me sentía frustra da por no poder adquirir todo lo que me apetecía. Un día vi un libro de decoración que costaba cuarenta y cinco dólares, repleto de cosas que me fascinan: suntuosos arreglos florales, grupos de fotografías en hermosos marcos de plata, cretonas estampadas con rosas, etcétera.
V
I 1ojee* el libro, irando los maravillosos ambientes que presen (aban sus páginas, y lo devolví a la estantería luriosa poi no podei comprar lo y no poder vivir como creía que quería vivir. Quiza tuviera todo cuanto necesitaba, pero desde luego no todo cuanto deseaba. Tras varias horas sintiéndome frustrada y rabiosa, comprendí que había ocurrido algo en mi interior que había desencadenado aquella reacción emocional. Cuando logré calmarme, traté de averiguar qué había pulsado el resorte. ¿Quizás el hecho de haber vivido ajustándo me demasiado al presupuesto? ¿O estaba deprimida porque no tenía dinero para comprar unos objetos de decoración que tiempo atrás sí habría podido permitirme adquirir? ¿O acaso me había sucedido algo a un nivel más profundo? Cuanto más pensaba en ello, más claro vi que no había prestado la suficiente atención a mi pasión por la belleza. Mi sensación de privación estaba motivada por el hecho de no apre ciar, saborear ni celebrar la belleza que existía en mi vida, hasta el extremo de que mi alma había estallado violentamente para manifestar su disgusto. Cuando algo reclama nuestra atención a un nivel lo bas tante profundo para hacernos reaccionar emocionalmente, es necesa rio tomar nota de ello. Era la belleza, no unos objetos decorativos, lo que reclamaba mi atención. En cuanto lo comprendí me dirigí a un mercadillo para comprar unas flores. Pero en lugar de un ramo, com pré dos. Cuando coloqué el ramo en la sala de estar, me sentí inmedia tamente mejor. Había logrado aplacar mi ansia de belleza por muy poco dinero. No te sientas obligada a negar o ignorar tus sentimientos cuando deseas algo bello pero no puedes permitírtelo. El deseo siempre ofre ce pistas sobre el medio de satisfacer esa hambre sagrada. Explora por qué una determinada cosa te parece bella; utiliza tus impresiones para poner en marcha tu imaginación. Estamos rodeados de belleza. Se halla en todas partes, sólo tenemos que buscarla y abrirnos a ella. «Henos aquí, rodeados de una cascada de oro — escribió en 1938 la novelista australiana Christia Stead— , sosteniendo una simple hor quilla.»
')
l)K OCTUURI!
Eliminar el estrés En este m u n do desprovisto d e rincones tranquilos, no exis te e l m ed io d e escapar fá cilm en te d e l bullicio, d e l espantoso trajín cotidiano. Sa l m a n R u s h d ie
t íf x is t e una mujer en el inundó que no padezca estrés? Si existe, bús cala y pregúntale cómo consigue zafarse de él. Cuando la encuentres, seguro que te ofrece estos consejos: Cultiva la gratitud. Dedica una hora al día exclusivamente para ti. Comienza y termina la jornada con una oración, meditación o reflexión. No te compliques la vida. Mantén tu casa limpia y ordenada. No te cargues de trabajo. No trates de realizar una tarea o un proyecto en un plazo poco razonable de tiempo. Nunca hagas una promesa que no puedas cumplir. Date un margen de media hora para todo lo que emprendas. Crea un ambiente apacible en tu casa y en la oficina. Dos noches a la semana, acuéstate a las nueve. Lleva siempre en el bolso algo interesante que leer. Respira profundamente y con frecuencia. Muévete: camina, baila, corre, practica un deporte que te guste. Bebe agua pura de una fuente. Tanta como puedas. Come sólo cuando tengas hambre. Si no está delicioso, no lo comas. Procura ser en lugar de hacer. Reserva un día a la semana para descansar y renovarte. Ríe más a menudo. Goza con tus sentidos. Busca siempre la comodidad. Si no te encanta, prescinde de ello. Confía en los remedios de la Madre Naturaleza. No contestes el teléfono cuando estés cenando. No trates de complacer a todo el mundo.
l i m p i e z a .> c o m p l a c e r t e ,i ti m i s n u .
Aléjate de las personas negativas. No malgastes recursos valiosos: tiempo, energía creativa, etno ciones. Cultiva las amistades. No temas tus pasiones. Plantéate los problemas como unos retos. Respeta tus aspiraciones. Fíjate unas metas alcanzables. Renuncia a las falsas esperanzas. Saborea la belleza. Crea unos límites. Por cada «sí», di «no». No te angusties; sonríe. Recuerda, la felicidad es una emoción viva. Sustituye la seguridad por la serenidad. Cuida de tu alma. Alimenta tus sueños. Expresa todos los días amor. Busca tu yo auténtico hasta encontrarlo.
10 DE O CTU BRE
Las cosas que minan el aplomo N o existe cu alid ad m ás atractiva qu e el a p lo m o , esa sensa ción d e estar en p a z contigo m ism a y con e l m undo.
u
GOOD HOUSEKEEPJNG, sep tiem b re d e 1947
no de los días más tristes de mi vida me concedió generosamente un regalo de incalculable valor: comprender que el aplomo es algo que adquirimos o perdemos antes de salir de casa. A principios de mi carrera como escritora acudí a una importante reunión de negocios en Nueva York para entrevistarme con una mujer que, según decían, hacía que Medea pareciera una beatífica colegiala. Decidí prepararme para ese encuentro presentando un aire tan prepo tente como ella. En el fondo estaba aterrorizada, pero traté de com
pensarlo co m pi .indo un i raje que me li.u i.i p.u ecei un.i •*nmjoi im p o r l.m k’ ", .111H(jlie mi .ispéelo no lení.i nada que ver eon mi auténtica peí son.ilid.nl, N o sólo me v cs ií di form a distinta a la li.ihiiu.il, sino que me cam bié el peinado y el m aquillaje.
Como me sentía rara con mi sofisticado atuendo, la víspera perma necí despierta hasta altas horas de la noche ultimando los detalles de mi viaje en lugar de relajarme, hacer la maleta tranquilamente y dor mir. Cuando me acosté estaba agotada, de modo que dejé mis produc tos de belleza e higiene, junto con la bisutería que pensaba lucir, sobre el tocador. Para llegar a Nueva York a la hora concertada tenía que levantar me a las cuatro y media de la mañana. No se me había ocurrido que tendría que prepararme en la oscuridad para no despertar a Ed y a Katie. Fue bastante complicado arreglarme y vestirme prácticamente a tientas. Cuando por fin hube terminado salí a toda velocidad, temien do perder el tren para Nueva York. La reunión ni siquiera había comenzado cuando noté que estaba sudando. Eso ocurrió poco después de haberme dado cuenta de que la sisa izquierda de mi blusa se había desgarrado. Como era la primera vez que me ponía aquel conjunto, no sabía que las mangas me queda ban estrechas y que al sentarme la falda se me subía hasta medio mus lo. La laca de uñas rojo escarlata que parecía tan elegante en la pelu quería el día anterior se había desportillado; como no podía retocarme las uñas, opté por ocultar las manos. Las numerosas tazas de café que había tomado en el tren, junto con los nervios que padecía, me habían secado la boca, pero no se me había ocurrido meterme en el bolso unas pastillas para refrescar el aliento o pedir un vaso de agua antes de iniciar la entrevista. Durante la entrevista me sentí tan incómoda que me costó concen trarme y no me atrevía a expresar mi opinión, aunque no estaba de acuerdo con algunas decisiones referentes a las condiciones de mi con trato editorial. Dos angustiosas horas más tarde, la espantosa entrevis ta concluyó. Cuando se cerraron las puertas del ascensor, juré que no volvería a abandonar una reunión de trabajo acalorada y sudorosa, del mismo modo que Scarlett O ’Hara juró con el puño alzado que jamás volvería a pasar hambre. Por supuesto, comprendo que probablemente soy la única mujer en el mundo capaz de soportar una humillación de tales proporciones provocada por ella misma. Pero en las vidas de todas las mujeres se producen reuniones importantes, apariciones públicas y ocasiones especiales. He aquí algunos eficaces antídotos para combatir el nervio sismo en esos momentos: Nunca te vistas para impresionar a los demás: la vestimenta expre
sa tu autentico nc*111ido i l c l estilo I .1 unii',1 11 >i ii i.i dr qiu 11« >*. mu i . u n o * , relajados y seguros es sabiendo quiénes somos. Nimia te |*«•11¡■.i■. un traje que no hayas IiuhI<> con anterioridad; si tienes qu< cstai nrn glándote continuamente la ropa -estirándote la laida o .subiéndole un tirante— no podrás concentrarte y funcionar. Si compras uu.i prenda nueva, pruébatela antes deponértela en una ocasión importante. Nun ca cambies drásticamente de peinado o maquillaje poco antes de en contrarte con alguien que no te conoce. Si quieres cambiar de muren, hazlo con calma y de forma paulatina, para irte acostumbrando poco a poco. Si tu tocador está atestado de objetos y tu armario ropero desoí de nado, es lógico que te pongas nerviosa y te irrites mientras tratas de arreglarte para acudir a una importante reunión. Para alcanzar un orden interior, empieza por ordenar tus armat ios y cajones. Si llevas el pelo sucio, te huele el aliento o tu maquillaje se lia con i do; si la laca de las uñas se ha desportillado o tu desodorante te lia abandonado, te sentirás violenta y evitarás acercarte a la gente, dando a los demás una mala impresión. El aplomo va unido a una buena pi e sencia. Las mujeres conocidas por su sentido del estilo y aplomo van siempre perfectamente arregladas. El aplomo es algo que solemos olvidar cuando tratamos de pre sentar nuestro auténtico aspecto. ¿Que por qué es tan importante el aplomo? Pues porque cuando no estamos obsesionadas con nosotras mismas y nuestros defectos, nuestra sonrisa es más abierta, nuestra risa más espontánea y nos mostramos más simpáticas y encantadoras. La seguridad exterior es un reflejo de la seguridad interior. Los momentos que dedicamos a meditar tranquilamente para alimentar nuestra seguridad interior deberían formar parte esencial de los cuida dos personales cotidianos de toda mujer. La confianza en sí misma sólo cuesta tiempo y ganas de agradar. Cuando nos sentimos a gusto con nosotras mismas, nos sentimos a gusto con el resto del mundo.
Siempre ocurre algo S iem pre ocurre algo. R o SI'.ANNF. R o s ia n n a d a n n a (G il d a R a d n e r )
( C ie r t o . A veces no pasa de ser un leve contratiempo. Otras nos deja destrozadas. Pero siempre ocurre algo. Así es la vida. Cuando Gilda Radner dejó el programa Saturday N ight L iv e , donde creó unos inolvidables y divertidos personajes femeninos Roseanne Roseannadanna, Emily Litella— , se propuso crear una vida personal. Durante años había sido una adicta al trabajo, con el que había alcanzado gran éxito, mientras la vida pasaba de largo. Al enamorarse de Gene Wilder se dio cuenta del placer que supone redu cir la marcha. Cuando contrajeron matrimonio, en 1984, Gilda deci dió cumplir su sueño de convertirse en escritora. Como aguda obser vadora y conocedora del material, empezó a escribir un libro llamado Portraits o f t h e Artist as a H ousew ife, una serie de historias, poemas y apuntes elogiando la vida doméstica y el humor que hay inherente en hornos que no funcionan y fontaneros. Seguro que habría sido diver tidísimo. Pero la vida le jugó una mala pasada y los médicos le diagnostica ron un cáncer ovárico, lo cual hizo que escribiera un libro más amar go y dramático, I t ’s Always Something, unas memorias decididamente irreverentes y conmovedoras. Al igual que otras mujeres que tratan de combatir esa terrible enfermedad, Gilda se lamentó de «haber perdido la alegría, la felicidad, el entusiasmo por la vida». El día antes de que los médicos le diagnosticaran su enfermedad, la vida se extendía ante ella, luminosa en sus ilimitadas posibilidades. El momento en que le comunicaron que padecía cáncer, las dimensiones de la vida se reduje ron a plazos de veinticuatro horas. En un conmovedor ensayo contenido en el libro Minding the Body: Women Writers on Body an d Soul, Judith Hooper nos reprocha: «Las mujeres solemos pensar que la vida real significa acondicionar una sala de música en el sótano, pero no es así. La vida real es el cáncer. Cuando aceptas el cáncer es como si unos nuevos sistemas dentro de tu organismo se pusieran automáticamente en marcha, como las mascari llas de oxígeno y los sistemas de flotación que caen automáticamente sobre tu regazo en un 747 durante una emergencia. Cuando caminas
por la tierra sabiendo que te queda poco tiempo, cada día del calenda rio constituye un amigo querido junto al que permaneces durante bre ve tiempo.» Dicho de otro modo, empiezas a vivir. ¿Por qué tenemos que descubrir un bulto en un pecho para que eso ocurra? ¿Acaso lo sabes? Yo no. Pero conozco a una mujer i rable que durante muchos años participó en diversas actividades en la escuela de sus hijos, en parte porque después de haber dedicado una generosa porción de su tiempo personal, nadie se ofreció para susti tuirla. Las horas que destinó a ello equivalían a un segundo trabajo de dedicación completa pero sin sueldo. Cuando descubrió que padecía un cáncer de mama, confesó a una amiga que, curiosamente, se sentía aliviada. El cáncer significaba que podía empezar a decir «no», a im poner límites y a dejar su puesto en el comité de la escuela sin sentir remordimientos. Ahora podía reanudar su vida personal. Al fin y al cabo, nadie espera que una mujer que lucha contra un cáncer haga otra cosa que ocuparse de ella misma. Por supuesto, tenía razón. Cuando me relataron esa historia, sentí deseos de gritar y llorar: era terrible y conmovedora. Sí, siempre ocurre algo. Pero no siempre lleva grabad o tu nom bre. Rezo y confío en que jamás descubramos que tenemos un bulto en el pecho, pero al mismo tiempo rezo y con fío en que no volvamos a dilapidar o regalar otro valioso día por el motivo que sea. Y si has descubierto que tienes un bulto sospechoso, confío en que alcances la plenitud y la vejez con alegría, paz y gracia, regalándonos durante muchos años tu sabiduría. Todas te lo agradeceremos.
12 1)1', O C TIJBRK
Una historia de dos tiempos Fueron los m ejores tiem pos, fu ero n los p eores tiem pos. C h a r l e s D ic k e n s
A ■
x 1 tiempo. Andando el tiempo. A su tiempo. De tiempo en tiempo. Correr el tiempo. Dar tiempo al tiempo. Desde los albores del tiempo, hemos tratado de comprender su naturaleza. ¿Por qué? Para controlarlo. Pero el tiempo constituye un misterio sagrado, un extravagante regalo destinado a ser experimenta do, no comprendido. Y menos aún controlado. ¿Por qué crees que vivimos casi siempre a un ritmo frenético? A las mujeres nos cuesta apreciar el misterio del tiempo debido a que tenemos siempre muy poco. Aunque todas disponemos de veinti cuatro horas cada día, apenas nos cunden. El tiempo nos infunde, sobre todo, angustia, pues siempre andamos obsesionadas con el reloj. Da lo mismo que sea la hora de G reenw ich, el horario de verano, la hora oficial. Lo importante es que nunca tenemos suficiente tiempo. Lo cual explica por qué la mayoría de mujeres que conozco van siem pre corriendo de un lado a otro. Durante siglos aquellos que disponían de tiempo — los santos, los poetas, los místicos, los maestros, los sabios y los filósofos— , han meditado sobre el enigma del tiempo. Han descubierto su dualidad: tal como explica el escultor y poeta Henry van Dyke: «El tiempo es/ demasiado lento para quienes aguardan / demasiado rápido para quie nes temen / demasiado largo para quienes sufren / demasiado corto para quienes gozan...» La lentitud y la rapidez son las realidades para lelas del tiempo, el yin y el yang de la existencia. A fin de experimentar cierta serenidad durante los días de nuestra vida, debemos descubrir la doble naturaleza del tiempo, que los anti guos griegos llamaban «Chronos» y «Kairos». C hronos representa relojes, fechas límite, calendarios,, agendas, gráficos, horarios, «buscas», despertadores. Chronos es el aspecto negativo del tiempo. Chronos nos persigue. Chronos es el delirio de
grandeza. ( ’lironos es dit igit I.i inar.it(>n de los nh trines con tacón alto. E n C h ron o s pensamos solo en nosotros mismos. Cllironos es el tiein po del mundo.
Kairos significa lo trascendente, la infinidad, la reverencia, la ale gría, la pasión, el amor, lo sagrado. Kairos es tener intimidad con lo real. Kairos es el aspecto positivo del tiempo. Kairos es libertad. En Kairos huimos de las mazmorras de nuestro yo. Kairos es bailar un vals de Schubert en la Viena del siglo XIX con tu alma gemela. Kairos es el tiempo del Espíritu. Existimos en Chronos. Ansiamos hallarnos en Kairos. Ésa es nuestra dualidad. Chronos requiere velocidad para no malgastarlo. Kairos necesita espacio para ser saboreado. H acem os en Chronos. En Kairos podemos ser. Aunque creamos que no conocemos Kairos, no es cierto: lo cono cemos cuando hacemos el amor, cuando meditamos o rezamos, cuan do escuchamos embelesadas una música o estamos enfrascadas en un libro, cuando plantamos bulbos o arrancamos hierbajos, cuando vela mos junto a la cabecera de un niño, cuando leemos los cómics del domingo en la cama con nuestros hijos, cuando iramos una pues ta de sol, cuando gozamos de nuestras pasiones. En Kairos conocemos la alegría, vislumbramos la belleza, recordamos lo que significa estar vivas, conectamos de nuevo con nuestra Divinidad. ¿Cómo podemos sustituir Chronos por Kairos? Disminuyendo el ritmo de nuestra vida. Concentrándonos en una sola cosa a la vez. Haciendo lo que debemos hacer como si fuera lo más importante en aquel momento. Fingiendo que disponemos de todo el tiempo del mundo, a fin de que nuestro subconsciente lo asimile y convierta en realidad. Concediéndonos el tiempo preciso. Tomándonos el tiempo necesario. Sólo lleva un momento cruzar la distancia que separa Chronos de Kairos, pero se requiere un m om ento. Lo único que pide Kairos es que nos detengamos unos instantes para oír la música de las esferas. Hoy, incorpórate al baile. Ahora estás en Kairos.
Absolutamente fabuloso I rrigo una p eq u eñ a som bra qu e m e acom p añ a a todas p artes, p ero p or m ás q u e m e esfuerzo no alcan zo a com pren d er su utilidad. R o b e r t L o u is Ste v e n so n
D
urante muchos años he tenido problemas para identificar, imagi nar y personalizar mi «sombra», el nombre que dio Cari Jung a nues tro yo oscuro que reside dentro de nosotros. Jung creía que nuestra sombra era la combinación de todas las emociones vergonzosas, impulsos crueles y aspectos negativos de nuestra personalidad, los cuales tratamos de sepultar para mostrar un rostro aceptable al mun do. Piensa en el loco o la loca que su familia mantiene encerrado / a en una torre en las novelas góticas, o en el doctor Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Desgraciadamente, no saber es precisamente lo que nos duele, so bre todo cuando tratamos de sublimar nuestra sombra. En Guilt Is the Teacher, L ov e Is the Lesson, Joan Borysenko describe la fermentación de nuestro «doble fantasmal» como «excitándose más y más dentro de nosotros, configurando nuestros actos sin que sepamos que están ahí», hasta que se expresan «súbita y violentamente por medio de un acci dente, un acto impulsivo, una enfermedad, un error de juicio... Dicho de otro modo, una sombra no explorada nos deja en la inopia, asaltadas por extraños impulsos e incapaces de cambiar». Para ser sincera, aunque comprendo el concepto jungiano de la sombra, no sentía el menor deseo de conocer mejor a la mía. Pero otra lección de la vida me abrió los ojos. Lo que descubrí me chocó, pero no hizo que me pusiera a gritar de terror. Más bien me hizo reír. ¿Has visto algún episodio de la divertida serie televisiva británica llamada Absolutely Fabuloust Viene a ser el Fawlty Towers del mundo de la moda y gira en torno a dos extravagantes cuarentonas — Edina y Patsy— cuyo único valor social que las redime es su mutua lealtad. Edina — conocida como «Edie» por sus íntimos— es una publicista de moda, gordita y atolondrada, cuya mayor ambición es «ir siempre a la última». Tiene dos ex maridos, una hija adolescente y sensata que no aprueba la conducta de su madre, y una madre que no comprende por qué le ha salido una hija así. No existe una tendencia de la Nueva Era
que lidie no haya experimentado en un vano intento de hallai el cami no de la verdad, incluyendo cárnicos, irrigaciones del colon y camara.s de aislamiento. Patsy es una editora de moda anoréxiea, alcohólica y ninfómana, rubia, peinada aparatosamente a lo Ivana Trump, su ídolo. Edie nunca ha visto nada excepto alucinaciones de diseño; Patsy lleva siempre un cigarrillo colgado de sus labios rojo vivo o una copa de champán en la mano. Para Edie y Patsy, todo el mundo es «tesoro», «cielo» o «bonita mía»; cualquier hecho agradable es «absolutamente fabuloso», incluyendo la opinión que tienen una de la otra. Son unas mujeres vacías, vanidosas y egoístas. Rematadamente es tupidas. Divertidísimas. Desde luego no son mujeres modélicas, pero tienen los defectos, de nuestras sombras. La primera vez que vi a Edie y a Patsy retozando por Londres, me caí del sofá llorando de risa. Edie es mi gemela perversa, mi sombra. La reconocí inmediatamente. Edie es un auténtico desastre. Pero la quiero pese a sus defectos o quizá debido a ellos. Sospecho que hay muchas mujeres que se identifican en parte con Edie y Patsy. O Thelma y Louise. Todas esas mujeres han perdido el control. Pero nosotras no podemos permitírnoslo; hay personas que dependen de nosotras, tenemos un trabajo que realizar. Pero si pudié ramos sacudirnos de encima todas las responsabilidades e inhibiciones durante medio día, quizá nos pareceríamos a una de esas muñecas. Y aunque es divertido, no resulta atractivo. No obstante, cuando estoy estresada, me relajo con un vaso de vino y mirando un vídeo de A bsolutely Fabulous. Siempre regreso a la vida real sonriendo y, curiosa mente, renovada. Edie se funde en la oscuridad, tras haberme entrete nido durante un rato, y yo regreso a mis tareas de escribir, acompañar a mi hija a algún sitio o preparar rosb if y puré de patatas para la cena. Nuestras sombras sólo son temibles cuando tratamos de reprimir las, cuando nos negamos a concederles el reconocimiento que mere cen. En su libro Women Wbo Run with the Wolves, Clarissa Pinkola Estes nos aconseja «abrir un poco la puerta al reino de las sombras y dejar salir, de uno en uno, a algunos elementos, para familiarizarnos con ellos y hallarles alguna aplicación...», a fin de «reducir el riesgo de vernos sorprendidas por los inesperados ataques y súbitos estallidos de nuestra sombra», la cual se comporta «como una vela romana que se ha vuelto loca». Edie, quien se automedica con alcohol, cigarrillos, drogas, expedi ciones a las tiendas y sexo para ocultar su dolor, abraza ciegamente cualquier tendencia o filosofía de la Nueva Era destinada a ayudarte a descubrir tu yo auténtico, porque teme seguir los dictados de su cora zón. Se obsesiona con su aspecto para evitar profundizar en su inte rior; es esclava de la moda porque no se fía de su intuición. Pero tal
t o m o no* asegura I. i iloUni.i I '.ir'., I.i sombra -puede conleuci unos aspectos divinos, sensuales, líennosos y potentes de I.i peí son.ilul.ul tales co m o «la mujer e.ipa/ de habla i bien de sí misma sin necesidad de denigrarse, que sabe enfrentarse a su propio yo sin miedo, que se afa na en perfeccionar su arte».
El arte de Edie, al igual que el nuestro, consiste en descubrir su autenticidad. Pero en nuestra búsqueda, bonita mía, no debemos hacer caso omiso de lo que la doctora Estes llama «los aspectos arrincona dos, devaluados del alma y el ser», aunque nos hagan sentir incómo das. Sobre todo — bonita mía— si deseamos que nuestra vida sea rica, intensa y absolutamente fabulosa. Un besito, tesoro.
14 D E O CTU BR E
El Fin último de toda ambición E l Fin últim o de toda am bición es ser fe liz en nuestra casa. Sa m u e l J o h n s o n
T «¿a sabiduría que contiene esta frase merece que reflexionemos so bre ella durante el resto de nuestras vidas; probablemente es la razón por la que el doctor Johnson conquistó su eterno descanso junto a los «Inmortales» en la abadía de Westminster. ¿Por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa. Pero si nunca estás en casa — ni mental, física ni espiritualmente— porque siempre estás trabajando. ¿Así que por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa. Esto no es un koan zen. La vida es una paradoja, sí, pero no es necesario que nos la compliquemos más de lo que es. Hace diez meses que emprendimos este camino, pero si crees estar a punto de compren der ese enigma, significa que nos llevas una gran ventaja a las demás. Retén este pensamiento: «el Fin último de toda ambición es ser feliz en nuestra casa». Graba esta verdad en tu conciencia. Grábala profundamente, de modo que aunque funciones según tu propia ver sión del piloto automático, te dirijas directamente a casa. Escríbela en la palma de la mano; mírala tres veces al día. Pronúnciala en voz baja antes de asistir a una reunión para revisar el presupuesto que comien
za media hora .mies d e ( j u c leudas <|uc n .1 u ' i o ^ i .1 l os n i ñ o s ; .mle.s d e acceder a llevar .t eenai .1 unos clientes extranjeros el día de tu .mivei sario; antes de contestar laxes el domingo o dejai recados grabados e n el contestador a medianoche.
¿Cuál es el Fin último de toda ambición? Ya lo sabes. Inscríbelo en tu corazón. Bórdalo en un cojín. Dilo en voz alta cuando te levantes y antes de retirarte. Conviértelo en tu m antra, esa frase personal que hace que todas las cosas adquieran sen tido. Hacerlo te ayudará a recordar que la mayor aventura de nuestra vida es hallar el camino de regreso a casa.
15 DE O CTU BRE
La calidad de la jornada E l arte m ás su blim e es lograr influir en la ca lid ad de la jorn ad a. H e n r y D a v id T h o r e a u
S a b e m o s que existen muchos aspectos de la vida real en los que nuestra opinión no tiene el menor peso. A veces, no obstante nuestros esfuerzos y pensamientos positivos, la salud, la fortuna y/o la tranqui lidad nos rehúyen. Pero lo que sí podemos controlar es la calidad de nuestras jornadas. Incluso cuando estamos disgustados, tristes, preo cupados, deprimidos o agobiados por las circunstancias, la forma en que saludamos, afrontamos y completamos cada día depende única y exclusivamente de nosotras. No nos gusta oírlo. Lógicamente, cuando estamos enfermas, preo cupadas, deprimidas o estresadas, la calidad de la jornada nos tiene sin cuidado. Pero desear que el día termine también es una elección crea tiva, si bien no deliberada. Los artistas de lo cotidiano son unos maestros a la hora de elevar lo simple a la categoría de sagrado. Puedes utilizar lo que tengas a mano — una comida, una conversación, una broma, el afecto— para crear un ambiente de alegría y bienestar, dar un toque positivo, si no en la calidad general de la jornada, al menos sobre algunos momentos clave. Hace tiempo que vengo realizando un experimento secreto con
I.i vida, un nos ici (iiiiiciiil.i Thoir.m . C u (.•11.i vci lusia «111«• pimío podía n 111ii 11 cu la calidad de la joi m.ul.i. I )c modo que l.is primeras palabras que pronuncio poi la manan.i son: ■<( iradas poi concederme este mai avilioso día.
I le .i<|ui mis hallazgos iniciales, aunque sé que no te gustarán. A mí tampoco me gustaron. • Todos los días son maravillosos en proporción directa con la energía creativa que inviertas en ellos. Si no inviertes nada, no consigues nada. • Incluso los días más nefastos ofrecen algo positivo. A veces sólo necesitas detenerte un momento para ajustar tu percepción de la tarde y avanzar alegremente hacia la noche. • El tiempo no parece incidir en el experimento. Los días grises, fríos y lluviosos que pasamos en un despacho son tan suscepti bles a la cálida influencia del entusiasmo como los días soleados que pasamos tumbadas en una hamaca bebiendo sangría. • Los días que estás convencida de que van a ser estupendos sue len serlo con mayor frecuencia que los días que saludas con un bufido. • Los resultados de este experimento indican que no importa si hacd un día bueno o malo. Lo importante es lo que hagamos con él. í Ya lo sabíamos.
16 DE O CTU BRE
Ceremonias para días corrientes ¿ C óm o, si no es a través d e la costum bre y la cerem onia, nacen la inocencia y la b elle z a f W. B. Y eats
T
j a ceremonia y la costumbre producen belleza, restaurando una sensación de asombro a nuestra vida cotidiana. La mayoría de noso tras nos hemos vuelto insensibles a muchas cosas. Lo hemos visto todo. Nada nos sorprende.
Y ése c‘s nuestro problema. Sólo creemos que lo liemos visto linio, Pero 110 acertamos a vei la abundancia que nos rodea, la helle/a que envuelve la riqueza de cada día. La mejor forma de renovar nuestro sentido de lo sagrado es a tía vés de unos rituales personales. Tengo un librito al que quiero mucho, titulado Cerem onials o f C om m on Days, escrito en 1923 por Abbie Graham. Lo hallé languideciendo en una oscura y polvorienta librería de libros usados y lo compré por un dólar. Mi oráculo impreso a mano, con sus tapas negras estampadas con flores silvestres verdes y amari lias, reposa sobre mi mesa de trabajo. Las letras doradas del lomo me recuerdan que sólo somos capaces de fijarnos en los pequeños detalles si nos detenemos para observar a nuestro alrededor. Nada es demasia do insignificante a los ojos de nuestro yo auténtico. Nada es indigno de ser observado. Hay numerosas fiestas a lo largo del año (holiday, que en inglés significa «fiesta», proviene de la vieja palabra inglesa «holy day», o «día sagrado»), las cuales caen precisamente en las fechas en que nece sitamos animarnos. Respondemos a ellas como si vinieran amigos y parientes a casa, sacando nuestra mejor vajilla y cristalería, nuestro mantel más bonito, flores y velas. La mayor parte de nuestra vida discurre a través de días corrientes, a los que no damos importancia, al igual que las personas que quere mos. Sin embargo existen multitud de ocasiones durante el curso de un día que debemos celebrar y consagrar. Una liturgia de momentos corrientes en los cuales incluir nuestros ritos personales, como la primera taza de café; arreglarnos; comer en nuestra mesa de trabajo; mirar escaparates; adquirir una cosa que hace tiempo que queríamos comprar; regresar a casa por la tarde; ponernos unas prendas cómodas; escuchar el sonido de los pasos de nuestros seres queridos; sentarnos para saborear una cena sencilla; cobrar la nómina; hacer un viaje de negocios; compartir una sonrisa o una con fidencia, o ambas cosas; soñar en un día lluvioso; instalarnos cómoda mente en el sofá para ver una película; despertarnos tarde y desayunar en la cama; empezar un buen libro; perder cinco kilos; llorar, y acos tarnos. Abundan las ocasiones en que podemos transformar un momento cotidiano en una ceremonia o rito personal, sólo es cuestión de utilizar la imaginación. «Crear un día requirió una noche y una mañana, al menos crear el primer día. Pero eso ocurrió cuando el mundo era nuevo y sólo existía en él la luz y la oscuridad, el día y la noche, y Dios — nos recuerda Abbie Graham— . Desde esa época profundamente creativa el mundo
11.1 vuelto
Ahora, l i l i clíil s e c o m p o n e d e timbrazos, corniles, reuniones, d i n e r o , periódico*, personas hambrientas, personas cansadas, almuerzos de n a lu j o , teléfonos, barullo, gritos y gente que c amina apresuradamente. Todas esas cosas, y muchas más, es l o que conforma un día, aparte de una noche y una mañana. se
silludos,
i n. t s c o m p i l e , t i l o .
relojes,
»Es posible que esos ingredientes sean necesarios para componer un día; pero cuando observo la ceremonia de la noche y la mañana, no me parece el motivo por el cual se separaran la luz y la oscuridad y se crearan la noche y el día. Al margen de mi filosofía personal, yo tam bién tengo que trabajar y ganar el suficiente dinero para pagar mi cuo ta de timbres, silbatos, trenes, almuerzos de trabajo y el privilegio de andar siempre corriendo. »Pero cuando iro las estrellas por la noche y por la mañana abro mi ventana y contemplo el este, observo la ceremonia del sosiego del corazón, del encanto de la vida simple, de la fuerza del espíritu y confío evitar que mi alma y las almas de las personas que quiero que den atrapadas en el aparato de la jornada.»
17 D E O CTU BRE
La costumbre de ser Tantos m undos, tantas cosas p o r hacer. Se h ace m uy poco, qu ed an m uchas cosas p o r realizar. A lfred ,
lo rd
T en n yso n
D u r a n t e su vida (1925-1964), ni la cámara fotográfica ni los críticos fueron muy amables con Flannery O ’Connor. Era tan poco fotogéni ca como brusca y decidida. El implacable objetivo de la cámara no podía captar la inteligencia, pasión, imaginación, exuberancia, humor y gracia que su familia y amigos conocían y amaban. Durante buena parte de su madurez, la cámara sólo acertó a plasmar un cuerpo y un rostro desfigurados por la enfermedad. Sus críticos no apreciaban su fino sentido de lo grotesco — una especialidad de las personas del Sur— con toda su sátira, humor negro y patetismo, ni su obsesión con la religión. Flannery O ’Connor era una cartógrafa del alma humana, y
sus secas e hirientes palabras dan expresión .1 los anhelos ile los parias y los marginados. Los personajes de sus novelas y relatos cortos son gentes desvalidas, con graves defectos físicos y psíquicos, que buscan la redención aunque no sean conscientes de ello.
La redención era un tema recurrente en la obra de Flannery y el hilo conductor de su vida. «Algunos debemos pagar constantemente por nuestra fe e imaginar, con grandes esfuerzos, qué sería de nuestra vida sin ella — escribió Flannery— , y en última instancia, si eso sería posible.» Sus paisajes rurales de Georgia, así como el lupus que con trajo a los veinticinco años (la enfermedad que mató a su padre cuan do Flannery era una niña), contribuyeron a provocar en ella una pro funda sensación de soledad, pues era incapaz de cuidar de sí misma y vivió, hasta que murió a los treinta y nueve años, con su madre. El rasgo más destacado que sus amigas recuerdan de Flannery era su afán de respetar y saborear cada día el don de vivir. Su mejor amiga (y editora de sus cartas), Sally Fitzgerald, lo llama «la costumbre de ser», unas profundas ansias de vivir que animaban su vida cotidiana. La pasión que sentía Flannery por la vida, afirma Sally Fitzgerald, estaba «enraizada en su talento y las posibilidades de su trabajo, que según ella la recompensaba por todas sus desgracias y le ofrecía la oportunidad de ejercer su talento creativo hasta un extremo que la mayoría de nosotras ni siquiera soñamos con alcanzar». Sus maña nas, que reservaba para escribir, eran sagradas, pero el resto del día lo dedicaba a ser Flannery. La costumbre de ser — de gozar del momento presente^— es un concepto exquisito, el cual podría enriquecer nuestra vida hasta unos extremos incalculables. Ya se sabe que el hombre es un animal de cos tumbres, pero por lo general practicamos costumbres de hacer, levan tarnos, preparar el desayuno, vestir a los niños y marcharnos a traba jar. También existe la costum bre de cavilar, proyectar el futuro, meditar sobre el pasado, realizar interminables cálculos mentales sobre el dinero, lamentarnos de lo que no hemos hecho, imaginar lo que hubiera podido ser, rumiar sobre los problemas del trabajo, pre ver lo peor. La costumbre de cavilar está enraizada en el pasado o en el futuro, y puede robarle la armonía, belleza y alegría al momento pre sente. ¿Pero, y si, en cuanto conservadores de nuestra dicha y satisfac ción, decidiéramos cultivar la costumbre de ser, como uno de los ele mentos más edificantes de nuestra búsqueda personal? La costumbre de ser entraña apreciar y mostrarnos agradecidas por todo cuanto nos rodea, al margen de nuestras circunstancias. ¿Por qué no buscas a lo largo del día los simples placeres que sirven para hacer nuestra jorna da más llevadera?
H .u m e ry ( ) ' ( ouiioi olreeio i ' c n c i o s . i i i i c i i K este c t 1 1 » .1 1 1 1 1 . 1 joven 11ni' c m p ( ili.i .1 l i . u e i m is pinitos ionio e s c r i t o r . 1 " ¿ N o sena mcjoi ip ir descubi iei ,is mi M)’,nil u .iilo en lo que escribes en lugar de imponci u n o ? N.nl.i
< lo que esei ibas eareeer.í de significado porque el significado se 11.11la dentro de ti. Yo ereo que esa pasión por descu brir el significado de las cosas es aplicable a la vida cotidiana. Una vez que comiences .1 cultivar la costumbre de ser, nada de cuanto te rodea carecerá de significado, pues descubrirás que el significado está dentro de ti.
18 DE O CTU BR E
Lección de una pérdida irreparable Pérdida en cuanto musa. Pérdida en cuanto carácter. Pér dida en cuanto vida. A n n a Q u in d l e n
JE rra un lunes, otro día de mucho ajetreo para Nancy, Cheryl, Valerie, Kathleen, Gilda, Elizabeth y Patricia. Se trataba simplemente de otro viaje de negocios, otra pirueta sobre el trapecio. Besaron a sus hijos y los enviaron a la escuela; dejaron a los más pequeños con las «canguros»; recordaron a sus maridos asistir a los entrenamientos de fútbol, que el guisado estaba en el frigorífico, que tenían que recoger la colada. Su jornada fue irritante o agradable, fructífera o decepcio nante, qué importa. Al final de la misma, quizá tuvieran oportunidad de comprar alguna chuchería en la tienda del aeropuerto antes de co ger el vuelo 4148 de la compañía American Eagle para Chicago. Tras una breve escala, aterrizarían en el aeropuerto O ’Hare, cogerían un taxi y regresarían a casa, donde las esperaban sus seres queridos, ansio sos de relatarles los pormenores del día. Pero en lugar de lo previsto hubo unos boletines de noticias alar mantes, llamadas telefónicas, desconcierto, incredulidad, angustia, dolor, corazones rotos, sueños destrozados. Nancy (cuarenta y ocho años), Cheryl (cuarenta y cuatro), Valerie (cuarenta y cuatro), Kath leen (cuarenta y siete), Gilda (cuarenta y tres), Elizabeth (treinta y sie te) y Patricia (cuarenta y dos) no consiguieron regresar a casa. Cuando
el avión en el que vi.ij.il>.m inició el descenso, ocui iió lo inconcebible Las siete mujeres perecieron en un tráfico accidente, junto con otros sesenta y un pasajeros. En sus últimos momentos, ¿se dieron cuenta de que iban a morir? ¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos? Seguro que no pensaron en el acuerdo comercial que habían alean zado o perdido ni en el trajín de la jornada. No, sus pensamientos sin duda fueron reales. Quizá los rostros de sus seres queridos mitigaron el terror que experimentaron en aquellos momentos. Quizá no tuvie ron tiempo de lamentarse ni arrepentirse de nada. Confío sinceramen te en que así fuera. Si estamos vivas, no podemos evitar sufrir una pérdida irreparable o una desgracia. Las desgracias forman parte de la vida real. «¿Has pensado alguna vez, cuando ocurre una tragedia: “Hace un momento todo era distinto, Dios mío, no permitas que ocurra ahora”? — nos pregunta la novelista inglesa Mary Stewart— . Luego tratas de rehacer aquel instante, pero sabes que no puedes. De modo que tratas de rete ner el momento sin dejar que se mueva ni se asome.» Hoy puede ser un día duro para ti. Quizá no quieras que el próxi mo momento se revele, mostrando los entresijos del misterio de la vida. Pero al menos lo tienes. Todavía estás viva. Tienes la oportuni dad de vivir hoy, este precioso día, según tus deseos. No lo malgastes. Por el amor de todo lo sagrado, redime esta ho ra. Sujétala con fuerza. Abrázala. Ante todo, muéstrate agradecida de poseerla. Deja que tu oración de gracias se eleve sobre el clamor de la decepción, las frustraciones, los errores, todo lo que no ha ocurrido todavía. Y si hoy es un día tan horrendo que no te apetece dar las gracias por este don, si no hallas un solo momento agradable, un placer que saborear, una amiga a quien llamar, una persona a quien amar, algo que compartir, una sonrisa que ofrecer; si la vida te resulta tan difí cil que no quieres molestarte en vivirla intensamente, no vivas este día pensando en ti. Piensa en Nancy, Cheryl, Valerie, Kathleen, Gilda, Elizabeth y Patricia.
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Cumplidos
Hoy en día todos somos tan pobres que lo único que pode mos permitirnos regalar es un cumplido. O sc a r W il d e
T JL odas las mujeres necesitamos más cumplidos en nuestras vidas. Debemos dedicar más cumplidos a nuestras familias, amigos y extra ños. Necesitamos oír más cumplidos, aunque tengamos que piropear nos nosotras mismas. Pero ante todo, necesitamos sentir el calor de un cumplido sincero. En el fondo de nuestro corazón, la mayoría de nosotras creemos que nos merecemos más cumplidos de los que recibimos. Pero quizás una de las razones por las que no recibamos tantos cumplidos como quisiéramos, es que cada vez que nos dedican uno lo devolvrnuv. ,il que nos lo envía. «¿Esta baratija?» «La compré en las rebajas.» «La encontré en unos encantes.» «¿De veras té gusta?» «Pero si no vale nada.» Recuerda, si devolvemos las cosas agradables que nos ofrece la vida o no estamos dispuestas a recibirlas, llegará un momento en que la gente dejará de ocuparse de nosotras. Lo cual sería más que lógico. A nadie le gustan los ingratos, y eso es lo que somos cuando rechaza mos un cumplido. Resulta interesante que la primera definición que leemos en el dic cionario de un cumplido es «una expresión de estima». Quizá tenga mos problemas en aceptar cumplidos porque en el fondo creemos que no los merecemos. Si no estamos dispuestas a aceptar un elogio, es porque nuestra autoestima empieza a tambalearse. Hoy, procura mostrarte receptiva. Empieza por imaginar que eres guapa, atractiva, absolutamente fabulosa. Pide al Espíritu que te reve le lo maravillosa y brillante que eres. Cada vez que alguien te haga un cumplido, acéptalo como si un ángel te hubiera susurrado un elogio procedente del Espíritu. Sonríe y di: «Gracias. Eres muy amable.» Sé más generosa con los cumplidos que dedicas a los demás. Todos somos frágiles, especialmente cuando queremos aparentar lo contra-
rio. Un cumplido sincero puede íltr.ives.u l.t mas st>1isticMcla de las máscaias y tranquilizar un alma atribulada. I a mujei que uves ijiic no desea oír cumplidos probablemente es quien más los necesita. Procura dedicar al menos un cumplido al día a otro ser luimano, así como a ti misma. Te sentirás estupendamente, y al cabo de un tiempo se convertirá en una costumbre. Del mismo modo que las palabras pueden herir, también pueden sanar.
20 DE O C TU BRE
Quejarse Tanto si no has pegado ojo como si has dormido, si padeces jaquecas, ciática, lepra o te ha caído un rayo encima, te rue go, por todos los ángeles, que cierres la boca y no contamines la mañana. R a l p h W a l d o E m erso n
T X odas sabemos quejarnos. La mayoría de nosotras dominamos ese arte en sus múltiples variantes: gemir, gruñir, lloriquear, dar la lata, protestar, etcétera. Probablemente la única mujer sobre la faz de la tie rra que no se comporta de ese modo sea la madre Teresa de Calcuta. Una de las razones por las que queremos tanto a nuestras amigas es porque nos permiten quejarnos sabiendo que algún día les devolve remos el favor. Pero si las queremos tanto, ¿por qué les damos la taba rra con nuestros problemas? Algunas mujeres nos pasamos media vida lamentándonos. Debemos aprender a controlarnos. Si nos pasamos todo el tiempo gimiendo y quejándonos la gente acabará aburriéndose de nosotras; el hecho de que no veas a la persona que está al otro lado del hilo telefónico no significa que no esté bostezando. Trata de des cargar tu hostilidad a través de otros medios: quéjate sobre tus páginas de diálogo, grita en la ducha, masculla palabrotas mientras caminas por la calle o ponte a dar alaridos en el coche mientras esperas que el atasco se resuelva. El Espíritu ya es mayorcito y no se va a escanda lizar. No sugiero que reprimamos nuestros sentimientos negativos. Pero es absurdo quejarse continuamente por tonterías. Nuestras palabras
son p o d o oNtiN, t.11it 11 i". .1m que pueden cam bial nuestra lealid.ul, l.i calidad de nuesiros días nuestras no» lies, lil quejarse consi.m tem en le no nos beneficia ni ,1 nosotras ni .1 las personas ijiie nos rodean. A l contrario , hace <|ue todo el m undo se sienta peor, lis im portante aprender a no dar im portancia a lo que 110 la tiene.
Trata de protestar de forma creativa. Barbara Shcr cree «en la efi cacia de quejarse al igual que algunas personas creen en la eficacia de la oración», lis más, nos anima a organizar unas «sesiones para sacudir nos de encima lo que nos reconcome». En su libro Wishcraft, Barbara sugiere que la próxima vez que sientas que estás a punto de estallar anuncies que necesitas una sesión para sacudirte de encima lo que te reconcome. Explica a las personas que te rodean que estás loca, ner viosa, harta y que no estás dispuesta a seguir soportando esa situación. Adviérteles que durante los próximos cinco minutos vas a soltar todo lo que llevas dentro. Diles que no hagan caso y no se lo tomen de for ma personal. Luego despáchate a gusto. Te sentirás mucho mejor sin tener que disculparte ni secarte las lágrimas. Quizás incluso acabes riéndote a carcajadas. Hoy, si tienes ganas de quejarte, al menos hazlo de forma creativa.
21
DE O CTU BR E
Comparaciones D e b o ten er presen te q u e cada v id a sigue su p rop io curso, q u e lo q u e les ocurra a los d em ás no tiene n ad a q u e v er con migo. M a r jo r ie H o lm es
JL ía s comparaciones son irresistibles, insidiosas, odiosas y a menudo el medio que empleamos para atormentamos a nosotras mismas. Hoy, meditemos para evitar envidiar al marido, el tipo, la casa, la ropa, la carrera y el dinero de la vecina. Por no hablar de sus logros, títulos, premios, reconocimiento y fama. Generalmente, son los méri tos o la suerte de una determinada mujer los que hacen que se dispare el resorte de nuestra profunda inseguridad; en realidad nos importa un comino si las demás poseen más cosas que nosotras, sólo nos molesta
cjtic «ella» tenga lo «nu* nosotras no tenemos. A menudo el sujeto de nuestra hostilidad no es una persona que conocemos, aunque conoce mos su vida al dedillo porque aparece continuamente en revistas v periódicos. Aunque disimuladamente, devoramos esas publicaciones que nos muestran la fabulosa vida que lleva. O quizá se trata de una amiga (lo siento) a quien no tragas porque no deja de restregarte por la cara la suerte que tiene de poseer ciertas cosas que tú no posees. Sea quien sea, es un demonio disfrazado de ángel, porque insistes en medir tu vida, éxitos, cuenta corriente y méritos personales comparán dolos con los suyos. Lógicamente, no se me ocurriría hacer esas reflexiones sobre la envidia, los celos y lo que nos atormentamos comparándonos con otras si no estuviera vagamente familiarizada con ello. (De acuerdo, íntimamente familiarizada.) Mi poema favorito (y probablemente el de todos los escritores que existen) es la divertida y perversa oda de Clive James titulada «The Book of My Enemy Has Been Remaindered». Esto no es positivo. Esto no es edificante. Somos adultas. Debería mos estar por encima de estas mezquindades. ¿O no? En cualquier caso, las comparaciones son muy dolorosas. Minan la confianza en nosotras mismas. Bloquean nuestra energía creativa. Impiden nuestro al poder. Agotan nuestra autoestima. Chupan la fuerza vital de nuestro espíritu. La envidia destruye lo sagrado que llevamos dentro. En lugar de compararte con otra mujer, ¿por qué no agarras una correa y te azotas hasta caer sin sentido? Es más fácil reco brarse de una bofetada que de los malos tratos psíquicos que nos infli gimos nosotras mismas. La próxima vez que estés tentada a comparar tu vida con la de otra mujer, párate a pensar unos momentos. Recuérdate una y otra vez que en el plano espiritual no existe la competencia. Los dones que tu rival ha recibido también pueden ser tuyos en cuanto estés dispuesta a reci bir con el corazón abierto todo lo que la fortuna te tiene reservado. ¿Cuándo ocurrirá eso? Cuando seas capaz de bendecir a la mujer que maldices secretamente; cuando te alegres de su suerte y sus triun fos como si fueran tuyos, pues ello confirma la abundancia de la vida real.
Transigir Transigir representa, si no ¡a salsa de la vida, a l m enos su solidez. P h y l l is M c G in i .ey
^JL*anto si estás soltera, casada, con hijos o sin ellos, es imposible que a lo largo de todo el día no te veas obligada a transigir y pactar. Exis ten pequeños pactos, como acceder a recoger a los niños al colegio u ocuparse de ciertas tareas domésticas, y otros de más envergadura como aquéllos referentes a las condiciones de trabajo o el hecho de coexistir con adolescentes. Los pactos tolerables los aceptamos de forma consciente y responsable, sabiendo de antemano a qué ate nernos. El otro tipo de pactos — los que muchas de nosotras hacemos día tras día— son los pactos fuertes, silenciosos. Son fuertes porque no podemos librarnos de ellos y silenciosos porque son inconscientes o tácitos. Transigir es el arte de ceder hasta cierto punto, más allá del cual corremos el riesgo de salir perjudicadas. El primer paso para llegar a un pacto aceptable es conocer ese punto, pero eso no es tan sencillo como parece. Cuanto más complicada sea la vida, más sencillas deben de ser tus exigencias. Piensa en lo siguiente: ¿Qué puedes sacar de esta situación? ¿Se trata de algo absolutamente necesario? Si lo es, debes conseguirlo. No es negociable. Si no lo necesitas para sobrevivir — sea lo que fuere— , no se trata de una necesidad. Es un deseo. Lamentablemente, los «deseos» son el valor de cambio de un pacto. Yo quiero eso, tú quieres lo otro... Esa es la base de un trato. Ten presente que lo que tú deseas puede constituir una necesidad legítima para otra persona. Los mejores pactos, al igual que un estilo de vida viable, cubren todas tus exigencias y algunos de tus deseos. Si te horroriza, no lo aceptes. Si lo haces a pesar de que te‘horrori za, acabarás lamentándolo y despreciando a la mujer que lo aceptó: tú misma. Muéstrate afable. Trata de comprender el punto de vista de la otra persona. Procura ser flexible. Sé tan generosa como puedas sin pasarte. El pacto debe satisfacer a ambas partes. Confía en tu intuición. Presta atención a las señales físicas, especialmente tu tripa: no sólo contribuye
a la digestión de los alim entos, sino <|iie te Ayuda a com prendei lo que
te conviene. Ante todo, sigue el consejo de Janis Joplin: «No te comprometas tú misma. Eres todo lo que tienes.»
23 DE O CTU BRE
El dinero y el sentido de la vida E l p ro b lem a d el d in ero nos persigue du ran te toda la vida, ejercien d o una presión que, en cierto m odo, es tan p od ero sa e insistente com o cu alqu ier otro p r o b le m a d e la existencia hum ana. Y en torpece nuestra bú squ ed a espiritual. Ja c o b N ee d l e m a n
JR^espira hondo. Relájate. Muéstrate abierta. Durante la próxima semana reflexionaremos sobre el dinero. El amor que nos inspira. O la angustia cuando nos falta. Nuestra forma de acumularlo, gastarlo, ahorrarlo, dilapidarlo, ambicionarlo, venerarlo, preocuparnos'por él y trabajar para conseguirlo. Al igual que el éxito, el dinero es un tema emocionalmente delicado para la mayoría de las mujeres. Probable mente es la relación más complicada que mantenemos, y la que domi na nuestra vida si se lo permitimos. «Nuestra vida es un infierno no porque el dinero sea importante para nosotros, sino porque no le damos la importancia que merece», insiste Jacob Needleman, autor del interesante ensayo M oney an d the Meaning o f Life. Si el dinero fuera lo más importante para nosotras, trataríamos de comprender su impacto y hasta qué punto influye en todos los aspectos de nuestra vida. En octubre de 1967 Jacob Needleman, un afable profesor de filo sofía y religión comparada, entró en una boutique de San Francisco donde vendían objetos de carácter espiritual. Al ver un hermoso chal que utilizan los judíos para orar decidió comprarlo. Pero el gerente de la tienda se negó a aceptar un talón. El profesor, irritado ante esa nega tiva, perdió los nervios. No sirvió de nada, pero le hizo pensar en el papel que el dinero desempeña en nuestras vidas. «Pensad en nuestra relación con la naturaleza, las ideas, el placer
nos du c el | n o li si ii N eedlem an Pensad en miesl ro se ni ido de I.i identidad y el a u to in .j
poner de una determinada cantidad de dinero para conseguirlo.» Sólo le habría costado al profesor Needleman treinta y cinco dólares conseguir el chal si hubiera llevado esa cantidad en el bolsillo. Puesto que no fue así, ese objeto de deseo, un cuarto de siglo más tarde, conti núa grabado en su memoria. «Era un chal de seda blanco, precioso, con unos nudos pequeños y delicados y un fleco largo y suave.» Pero no pudo comprarlo. Según afirma el profesor Needleman, «estos hechos tan personales y aparentemente banales, los cuales experimentamos a diario, nos permiten ver lo que se oculta detrás de nuestra actitud res pecto al dinero». Una de las cosas que a la mayoría de nosotras no se nos ocurre pensar es lo hipócritas que somos respecto al dinero. Lo deseamos pero no queremos dar la impresión de desearlo; lo tememos y ambi cionamos en igual proporción. El profesor Needleman sostiene que el dinero es una fuerza que debemos afrontar en estos momentos, a fina les del siglo XX, del mismo modo que el sexo era un tema controverti do para las generaciones anteriores. En cualquier caso es indiscutible que el dinero, nos guste o no, constituye la materia prima con la que construimos nuestras vidas. Uno de los problemas es que a menudo confundimos nuestros anhelos espirituales con deseos materiales. Por ejemplo, tu máximo deseo es alcanzar la serenidad. Supones que la serenidad reside en el estado de tu cuenta corriente. Y aunque el hecho de poder pagar las facturas sin agobios — una definición práctica de la serenidad— sue le ir acompañado de un sueldo más sustancioso, la capacidad de i nistrar tu dinero requiere invertir más tiempo, energía creativa y emo ciones. La redistribución de tu fuerza vital significa restarla de los segmentos aparentemente «disponibles» de tu vida — el tiempo que dedicas a tu familia, aficiones, desarrollo espiritual, descanso y ocio— y trasladarlo a la casilla del trabajo. Más trabajo, más dinero, más estrés. A más estrés, menos serenidad, independientemente del dinero que ganes. Al convertirnos en expertos en materia de cantidad en lugar de calidad, le robamos a nuestra alma la riqueza que nos proporciona la vida real. A fin de hallar un equilibrio entre las dos esferas — material y espi-
i ¡tiial Jacob N eedlenun sugiere (|iic tengamos presente el consejo práctico que encierra el antiguo dicho: «Dad aI Closar lo que es del César y a D ios lo que es de Dios.» «El problema que plantea la vida en la cultura contemporánea puede definirse como un reto para comprender las palabras de J e s ú s — afirma Needleman— . No es tan sencillo; de hecho, es muy difícil. Debemos empezar por tratar de comprender en nuestro fuero ínter no qué pertenece al ámbito trascendental y qué al ámbito material. Y luego conceder a cada uno lo que le corresponde, ni más ni menos. En eso consiste ser humano. El significado sólo puede provenir de esa fuente.»
24 D E O CTU BRE
Preocuparnos por el dinero La preocupación debería impulsarnos a actuar, no sumir nos en la depresión. K aren H
P
orn ey
JL reocuparse del dinero no basta para pagar las facturas. Si bastara, habría al menos una razón legítima para que nos pasemos la vida pre ocupadas por ese tema. En realidad, la preocupación por el dinero repele, más que atrae, la prosperidad, lo cual es todo lo contrario de lo que pretendemos. Cuando el subconsciente recibe constantemente impulsos negativos, duplica lo que se le ordenó que manifestara, como temor, dolor, angustia. Pero no te inquietes. Cada pequeño pensamiento que has tenido no se materializa instantáneamente. A Dios gracias. Los resultados de nuestras reflexiones pueden tardar años en aparecer en nuestra vida, pero en general a las mujeres nos va según los pensamientos negativos o positivos que alimentemos. He aquí un ejemplo perfecto. Mucha gente cree que la razón por la que Amy Dacyczyn, la autora del bestseller titulado The Tightwad Gazette (y una gaceta con este nombre), ganó su primer millón de dólares, pagó la hipoteca y contrató a unos asesores financieros, se debe a su parsimoniosa filosofía.
I •. . i* | >I m,n mu. ()|i,i explicación, m.is metafísica, podría sci que .1 Aniy le un ,mu
,i su libro, Amy practicó todos los días su pasión. Su amor por el dinero se caracterizaba — y se caracteriza— por una celosa frugalidad y un obsesivo afán de ahorrar. Amy es una mujer que no suelta un penique a menos que se lo arranquen de la mano. Ahora bien, el amor es la emoción positiva más poderosa que existe. El amor atrae como un imán. La pasión de Amy por el dinero se expresaba continuamente a través de su pensamiento. Y cosechó lo que había sembrado. Al cabo de un tiempo empezó a ganar grandes cantidades de dinero en concepto de derechos de autor y suscripcio nes a su gaceta. Pensar cada minuto del día en el dinero no es mi forma ideal de vivir. ¿Pero qué otra cosa puedo hacer si no quiero preocuparme con tinuamente por mi situación económica? En primer lugar, calcula si tienes suficiente dinero para cubrir todas tus necesidades hoy. En caso afirmativo, deja de preocuparte inmediatamente por la falta de dinero. Probablemente dispones del dinero que necesitas para cubrir tus necesidades actuales y aún te so bra. No importa si te sobra mucho o poco. Si tienes más dinero del que necesitas, es suficiente. La próxima vez que empieces a preocupar te por lo que no tienes, echa un vistazo a tu alrededor y procura apre ciar lo que posees. A medida que esto se convierta en una costumbre personal, empezarás a sentirte satisfecha del dinero de que dispones en lugar de preocuparte por él. La preocupación es una emoción ligada al futuro. La preocupación constituye una proyección de una situación posible, aunque no nece sariamente probable. ¿Tendré suficiente dinero? ¿De dónde lo sacaré? ¿Cuánto tiempo durará? Mi remedio favorito para dejar de preocuparme por el dinero pro viene de Sanaya Román y Duane Packer, los autores de Creating Money: Keys to Abundance. En lugar de preocuparte, piensa en lo que harías para crear dinero. Pregúntate: «¿Cómo puedo crear dinero hoy?» Existe una gran diferencia en la energía que transmites al Uni verso cuando te concentras en crear dinero en lugar de necesitarlo; lo primero atrae el dinero, lo segundo no.» Si transformas cada «¿qué voy a hacer?» en «¿qué puedo hacer?», ello estimulará tu creatividad económica, aportándote una sensación de serenidad mientras persigues tus objetivos de prosperidad. «La constante preocupación por el dinero bloquea nuestra energía creativa y nos impide pensar con claridad — nos recuerdan Román y Packer— . Cuando tienes poco dinero aprendes muchas lecciones que más adelante, cuando lo consigas, te ayudarán a istrarlo adecúaiiii i
llám enle. A Iin ile alcan /ai t -.ie nivel, procu ra no e o m p lic.u le l.i viil.i en m ateria de d inero, gastos, exigencias y necesidades. Im agina »|iie eres un rosal que debe ser podado en in vierno para que florezca en
primavera con mayor vigor.»
25 DE O CTU BRE
Pagar las facturas H e aquí otro montón de facturas. Siempre las temo un poco. Constituyen unas presencias familiares: primero en el buzón, luego en el cajón de las facturas y ahora sobre mi escritorio. Servicios prestados. Mi vida depende de los servicios prestados. G
u n il l a
N
o r r is
I l e pagado facturas cuando podía extender cómodamente un talón, y he pagado facturas cuando el hecho de hacerlo me producía palpita ciones. Te aseguro que prefiero ser solvente. Lo cual explica por qué muchas de nosotras posponemos el pagar las facturas hasta cobrar la nómina, o hasta el mes que viene, poniendo en marcha un ciclo infer nal. El pagar facturas se convierte en un tema doloroso, el cual libera unas emociones tóxicas que nos mantienen atrapadas en esta angustio sa situación. Por supuesto que no pretendemos estafar a nadie. Lo único que pretendemos es que cuadren los números, lo cual se vuelve cada vez más complicado. Y cuando los números no cuadran nos invade el pánico. Nos parece más lógico sentir el tacto de unos dólares en nues tras manos que meterlos en un sobre y enviarlos a una institución anó nima. Pero esa forma de pensar sólo sirve para empeorar nuestra situa ción financiera. Si el dinero no hace que el mundo gire, los «servicios prestados» sí. Podemos pagar por esos servicios más serenamente, aunque estemos apurados de dinero, si recordamos que todas las transacciones financie ras constituyen un intercambio de energía. Alguien nos procura energía en forma de calor, luz, comida, gas, ropa, un techo y la posibilidad de
Ii.iM.ii .1 ii.ivós «11'I Inlii ii'lclimu o o eouU’mplai mu película sentaius cómodamente en 11n< .11.1 i .»*..i Nosot ras con espi mhIciiu »*• pagando pin esos servicio?. .1 . , ile 1111.1 energía en lonn.i de dinero. Si pagamos con un talón o mu 1.11 jeta ilc crédito, ni siquiera cambia de manos cier1.1 cantidad de diñe 1 0 , sólo hay un intercambio de energía. Si existe una reserva de energía ilimitada en el Universo, podemos utilizarla siempre y cuando no bloqueemos ese flujo de energía con nuestras actitudes nega tivas. Podemos mantener un flujo de dinero constante en nuestra vida cotidiana dando con amor y pagando lo que debemos con gratitud. En cierta ocasión, durante una época en que no tenía motivos para preocuparme por el dinero, creé un rito para pagar mis facturas. Al principio y a mediados de cada mes, dedicaba media hora para revisar con tranquilidad y minuciosamente mis cuentas. Tras retirar todos los demás objetos de mi mesa de trabajo, dejaba sólo a la vista las facturas, el talonario, la calculadora, unos sobres y unos sellos. Mientras traba jaba, ponía un disco de música suave, bebía una reconfortante taza de té y me concentraba en la tarea. Al cabo de un tiempo empecé a dis frutar de la experiencia. Cuando llegaron tiempos de vacas flacas, seguí apoyándome en el poder de ese rito para mantener una actitud positiva. Si estaba angus tiada, recordaba los días en que pagaba las facturas cómodamente, evo cando los sentimientos positivos de bienestar, paz, seguridad y liber tad. Puesto que nuestro subconsciente no distingue entre la realidad y la fantasía, al cabo de un rato empezaba a relajarme. Aunque mi reali dad no se correspondía con una época de abundancia, poco a poco lle gué a sentirme satisfecha de mi situación, que aunque precaria me per mitía salir adelante. Eso no significa que no me acometa de vez en cuando el pánico cuando recibo una factura enorme. Pero me he enseñado a mí misma a alcanzar una realidad virtual a la hora de pagar facturas, y tú también puedes conseguirlo. Coge tu billetero y saca un dólar. Dale la vuelta. ¿Qué ves? C onfiam os en Dios. Coloca ese billete, con la cara en la que figura esa inscripción boca arriba, donde puedas verla la próxima vez que revises tus cuentas. «Protégeme de la arrogancia del privilegio, de la fatua sensación de que no poseo suficiente, y de la pobreza de espíritu que se niega a reconocer lo que recibo cada día — escribe Gunilla Norris en su her moso libro de meditaciones, Being H om e— . Ilumíname para que sepa siempre en qué gasto el dinero, dónde se hallan mis valores. »No permitas que olvide este ejercicio mensual — pide Gunilla al Espíritu, un ejemplo que deberíamos imitar nosotras— . Ayúdame a gastar con tino e infinita gratitud.» i i
ivi
En qué gastamos el dinero No sé lo que siente una al ser millonaria, pero sé que haría ese papel maravillosamente. D o ro th y P arker
TJL odas lo haríamos maravillosamente. Sabemos que el dinero no proporciona la felicidad, pero también sabemos dónde comprar. I I problema para muchas de nosotras es que a menudo nos comporta mos como si fuéramos millonarias. «Comportarse como si...» es un instrumento psicológico muy potente que nos ayuda a realizar unos cambios positivos en nuestra vida. Comportándonos como si nos sin tiéramos seguras de nosotras mismas hace que adquiramos de inme diato mayor aplomo. Comportándonos como si no tomaramos dro gas ni abusáramos del alcohol nos mantiene sobrias. Comportándonos como si nos sintiéramos serenas hace que experimentemos más mo mentos de calma en nuestra vida cotidiana. «Comportarse como si...» puede mejorar enormemente la calidad de nuestra vida, con una salve dad: gastar dinero. No puedes comportarte como si dispusieras de todo el dinero del mundo si no es cierto. No puedes gastar dinero como si el mañana no existiera si no puedes cubrir un talón, pagar la factura de la tarjeta de crédito mensualmente o cubrir tus gastos míni mos. En lo tocante a pagar por los caprichos que te has concedido, mañana siempre llega en un sobre blanco a final de mes. Yo me crié en una familia de derrochadores. Mi marido se crió en una familia de ahorradores. Cuando nos casamos nos convertimos en el yin y el yang en cuanto a enfocar el tema del dinero. Ahora, al cabo de dieciséis años, uno de nosotros ha alcanzado ese espacio de armonía que Aristóteles denominaba «el término medio» y Buda «la vía intermedia». El otro sigue ahorrando. Tomar la vía intermedia respecto al dinero — el encanto de la vida simple— significa tomar lo mejor de ambos extremos: el derroche y el asceticismo. El derroche ofrece gratificación y la sensación de abun dancia. El asceticismo aporta sencillez y una sensación de seguridad. El encanto de la vida simple lo ofrece todo. Uno de los regalos más valiosos que me ha hecho mi marido es la capacidad de pensar antes de gastar. Así es como funcionan los aho rradores. Los ahorradores no se drogan yendo de compras. Los ahorra-
dores no compran | .1 mtu ii se mejor, l o s ,ilion adores son i apaces tle visual las iebajas y mau liarse sin haber comprado nada. En caso tle te nei ijue gastai dinero, los ahorradores se preguntan: «¿Deseo esto realmenie? ¿l ,o neceMiot' . ruedo prescindir de ello? ¿Dónde puedo com prarlo poi cincuenta centavos menos?» Al igual que las personas normalmente delgadas que no comen si no tienen hambre, los ahorra dores no gastan a menos que se vean obligados. Y jamás despilfarran el dinero. Ahorran para el día de mañana, lo cual les proporciona una gran seguridad. Sería interesante comprobar cuánto dinero has ganado en tu vida. Trata tle recordar todos los trabajos que has desempeñado y calcula tus ingresos. Si eres un ama de casa y el que trabaja es tu marido, cal cula su sueldo. Te asombrará comprobar la cantidad de dinero que ha pasado por tus manos. Quizás incluso varios millones de dólares. Ese dato no sorprende a Joe Dominguez y a Vicki Robin, autores de Your M oney or Your L ife , una guía para alcanzar la independencia económica transformando tu relación con el dinero. «El dinero es el objeto por el que canjeamos nuestra energía vital. Nuestra energía vital es el plazo de tiempo de que disponemos aquí en la Tierra, el pía zo que nos ha sido asignado... Es un plazo limitado e irrecupci ablc. la forma en que lo utilicemos expresa el significado y propósito de nuestro tiempo en la Tierra.» Aunque parezca increíble, esa acertada definición del dinero puede alterar la experiencia de ir de compras. ¿Crees realmente que esa blusa de noventa dólares vale seis horas de tu vida? Esta semana, haz una lista de todos tus gastos, ya sean importantes o insignificantes, periódicos o extraordinarios, por servicios prestados o compras, y si los has pagado con dinero, un talón o una tarjeta de crédito. Utiliza una pequeña agenda, que puedes llevar en el bolso, para anotar en ella todo lo que gastas y comprobar dónde se va el dinero. Al final de la semana, coge un papel y haz una lista de tus gas tos bajo los siguientes epígrafes: Necesidades, Comodidades, Deseos, Caprichos, Despilfarros, Locuras. ¿Cuánta energía vital has gastado? ¿Merecía la pena? ¿Qué gastos te hacen suspirar? ¿Es un suspiro de satisfacción o de tristeza? Ahora observa los gastos que te hacen sentirte incómoda. ¿Crees que pudiste haber renunciado a alguno sin experimentar una gran frustración? Multiplica esa cantidad por cincuenta y dos. Apuesto a que la cifra total asciende a una bonita suma de dinero que pudiste haber ahorrado para emplearlo en algo más importante y que te hubiera proporcionado una mayor satisfacción, o meterlo en una libreta tle ahorros. Y probablemente no te habría costado ningún esluerzo. mi
Otras sugerencias para cambial ins malos h.íbiios en materia ci
27 DE O CTU BRE
Aplacar los deseos La vida no consiste en poseer todo cuanto ambicionas. M a u r i c e Se n d a k
- Ü n efecto, pero tu chica material no lo sabe. Aproximadamente por esta época del año reaparece la compradora del infierno, y tiene ham bre. O jo, si no te andas con cuidado puede destruir todos los progre sos que has conseguido hasta ahora. Todos los días el correo trae unos catálogos increíbles, han comenzado las rebajas anteriores a la tempo rada navideña, y has empezado a pensar en tu lista de regalos. Tu chi ca material quiere su cuota. Aunque has comenzado a experimentar la satisfacción de «menos es más», todo el mundo echa la casa por la ven tana y es difícil no dejarse deslumbrar por los escaparates. Hay tanto donde escoger, tantos caprichos, tantas tentaciones. Los intentos de controlar tus impulsos o razonar durante estas semanas previas a fin de año son inútiles. Pero existe una forma de aplacar tus deseos. No te prives. Adelante. Derrocha cuanto quieras. Ríndete a las tentaciones. Suéltate el pelo. No te preocupes. No he perdido el juicio, sino que lo he recupe rado. Tú también puedes hacerlo, sin tener que gastar un centavo. He
a q u í i (Milu: e s .1 i i m i i . i i .o I.i 11i.i detenidamente esos i'.il. l l o c o s de 1venta poi correo. I " . p e í a il momento c u q u e puedas comprai tranquila mente, saboreando la experiencia. Rodea con un círculo rojo todo lo que atraiga a tu chica material. No te dejes influir por los precios. Espiritualmente tienes todo el dinero que necesitas. Embárcate en una expedición de compras sobre papel. Imagínate vestida con ese elegante b lazer de cachemir, sentada en aquel fantástico sillón, pro bándote esc collar de oro, comprando esa maravillosa vajilla. Imagina que son tuyos. Repite una y otra vez: «Puedo comprarlo si quiero.» Anota en un papel todas las características de los objetos elegidos, insértalo en el catálogo pertinente y deposita todos los catálogos en una cesta. Luego olvídate de esas cosas y concéntrate en los regalos que tienes que comprar para otras personas. Si tu chica material em pieza a quejarse, tranquilízala diciéndole que has tomado nota de sus necesidades y caprichos. Luego, pasadas las fiestas navideñas, exami na de nuevo los catálogos. Comprueba si sigues deseando lo que ele giste. Quizá te han hecho un regalo fantástico que no esperabas. Q ui zás uno de los objetos que elegiste está rebajado. Pero no te sorprendas si ya no te interesan algunas de las cosas que destacaste con un círculo rojo. ¿Por qué? Porque has aplacado los deseos de la chica material concediéndole la atención que reclamaba. No has pasa do por alto sus caprichos ni te has burlado de ella. Le has dicho que podía obtener lo que le apeteciera. Pero lo único que ella pretendía era que le dieras permiso para hacerlo. Este ejercicio te ayudará a ampliar tu conciencia sobre la simple abundancia soltando las trabas mentales, las que te frenan. «Cuando te dices una y otra vez “no puedo permitírmelo”, tu subconsciente te toma la palabra y se encarga de que no puedas comprar lo que deseas — nos explica Joseph Murphy en The Pow er o f Your Subconscious M ind— . Mientras te repitas “no puedo permitirme este coche, este viaje a Europa, esta casa”, ten por seguro que tu subconsciente obe decerá tus órdenes y experimentarás constantemente una sensación de privación.» La forma de aplacar nuestros deseos es tomando nota de los mismos. Podemos hacerlo en un plano material o metafísico. Es posible que las mejores cosas de la vida no sean gratis, pero las mejores gangas las descubre tu comprador personal: tu subconsciente. Respeta tus deseos dejándolos salir a flote y separando lo efímero de lo auténtico.
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La serenidad económica Si añades un poco a lo que ya tienes consigues un poco más. P. G.
W odehouse
erseguimos la seguridad económica con verdadero ahínco cuan do lo que realmente ansiamos alcanzar es la serenidad económica. La seguridad económica significa no tener que volver a preocuparte del dinero porque has acumulado todo cuanto necesitas. En el precario clima económico que reina hoy en día — cuando lo único previsible es lo imprevisible— , ¿cuánto tiempo crees que nos llevará conseguirlo? La serenidad económica significa no tener que volver a preocupar te del dinero porque has descubierto la auténtica fuente. Tienes a una reserva inagotable de bienes. No tienes que esperar un momen to más para conseguir la serenidad económica, independientemente de tu situación material. La serenidad económica comienza cuando aceptamos la máxima de que el dinero es un estado de ánimo y la abundancia un estado de fe. Cuando elegimos la abundancia, nos hacemos ricos en el mundo real. Acumulamos una fortuna. Por supuesto, el dinero forma parte de la riqueza personal, pero también el amor, la paz interior, la armo nía, la belleza, la alegría, la salud, la expresión de nuestro yo auténtico, descubrir lo que nos hace felices, practicar nuestras aficiones, alcanzar nuestro destino divino. No obstante, podemos tomar ciertas medidas para incrementar nuestra fortuna. La primera es gastar menos de lo que ganamos para poder ahorrar y compartir más. Muchas de nosotras deseamos teóri camente abrir una libreta de ahorros, pero psicológicamente nos resis timos a ello. Eso se debe a que asociamos el hecho de ahorrar con pasar privaciones en lugar de sentirnos gratificadas. Si queremos aho rrar debemos prescindir de ciertas cosas. Lo que no se nos ocurre es que el tener una libreta de ahorros nos permitirá en el f utu re rel="nofollow">experí mentar una satisfacción auténtica e_n lugar de una gratificación instan -tánea, lo cual no deja de ser una imn.i. ión barata de la primera. La forma de empezar a ahorrai dinero sistemáticamente es pensai que se trata de una decisión positiva, l.t cual sirve para alianzai tu abundancia. Yo lo llamo <mi euent.i de l.t serenidad". A medida que alionas dinero empiezas ,t elimin,u cietio,*. esquemas mentales neg.iti MH
vos. ¿Cuánto deberías ahorrar? Comienza con l<> qu< puedas, pero trata de ahorrar el diez por ciento de tus ingreso-., deportándolos en una libreta de ahorros antes de que te los gastes. «Tus ahorros constituyen la confirmación de que posees más de lo que necesitas en estos momentos — nos recuerdan Sanaya Román y Duane Packer en Creating Money— . A medida que alcanzas la abun dancia, empiezas a atraer más dinero, como un imán... Piensa en la cantidad de dinero que te gustaría tener en tu libreta de ahorros; ima gínalo tan vividamente como puedas. Imagina que depositas dinero en tu cuenta. Piensa en la alegría que sentirás cuando veas el saldo. Visua liza tus ahorros como tu cuenta de riqueza, como un dinero que te enseña a manejar una prosperidad cada vez mayor.»
29 D E O C TU BR E
Afianzar la abundancia Quienquiera, que crea que contribuye a mantener la obra de Dios en la Tierra no puede por menos creer que Dios le ayudará. C
harles
F il l m o r e
O tro paso hacia la serenidad económica es adoptar un «socio silen cioso» al que le interese que incrementes tu prosperidad. Ello se hace a través del diezmo, devolver una parte de tu fortuna a la obra del Espíritu. Al hacerlo, reconoces y respetas la verdadera fuente de tu riqueza. El diezmo es una vieja tradición espiritual y una ley universal de prosperidad utilizada por las grandes y ricas civilizaciones — los egipcios, los babilonios, los chinos, los griegos y los romanos— para garantizar la abundancia. A menos que te hayas criado conforme a una tradición espiritual que observa la práctica del diezmo, como el judaismo y el mormonismo, quizá 110 la conozcas y no sepas en qué consiste. I I hecho de comprender cómo funciona la práctica del diezmo metalísicamente ayuda a los escépticos a aceptar las formas en que ésta puede enriquecet nuestra vida. Las l e y e s espirituales, al margen del camino que sigan, nos dicen que debemos d.u a lin de recibir. Sabe MV
mos que el dinero es una lotm,i dr energía. I .1 energía 110 aumenia '.i I.i enterramos. La energía debe eireulai libremente para liberal podei. Cuando obtenemos un incremento de dinero en nuestra vida, el eedei una parte del mismo hace que las vías de la abundancia Muyan libie mente, tal co m o pretende el Espíritu.
A nivel práctico, el diezmo nos permite expresar nuestra gratitud por medio de la acción. Devolver una parte de los bienes materiales que recibimos supone una demostración tangible de nuestra confian za. Asimismo, dicha práctica cambia nuestra actitud respecto al diñe ro. Aumenta nuestra confianza y nuestras esperanzas. Hemos cumpli do nuestra parte del trato. Al dar, podemos confiar en recibir. Aunque no lo creas, la práctica del diezmo hará que atraigas el dinero como un imán. La mecánica de dicha práctica supone apartar una décima parte del dinero que percibes — a través del sueldo, regalos o intereses sobre tus ahorros o inversiones— y donarla periódicamen te a la iglesia, templo, mezquita u otra organización espiritual que ins pire, anime y aliente tu desarrollo personal. Si no conoces ninguna, puedes entregar el diezmo a una organización sin fines de lucro que desarrolle la obra del Espíritu en el mundo asistiendo a los desfavore cidos: los enfermos, la gente que pasa hambre y que carece de un techo. Así es como lo hago yo. Pero cada mujer debe obrar según le dicte su corazón. Mi experiencia respecto a la práctica del diezmo, dentro del cami no diario hacia la alegría y el bienestar, no ha sido sistemática pero sí muy interesante. Cuando cumplo este mandamiento experimento una mayor serenidad económica que cuando no lo cumplo. El dinero pa rece cundir más, o mis gastos disminuyen. Cuando entrego el diezmo consigo ahorrar más dinero con mayor facilidad, y tengo mayores oportunidades para ganar dinero, aunque no las busque. Se abren las compuertas del cielo y me llueven bendiciones, que recibo con infini ta gratitud. Cuando no entrego el diezmo, no es que de pronto tema arruinar me, pero empiezo a preocuparme sobre el dinero. Parece como si aumentara el tiempo que transcurre entre los depósitos bancarios y los gastos inesperados, los cuales siempre acaban costándome más que mi diezmo. Entonces comprendo que ha llegado el momento de extender un talón. Al poco tiempo, la tendencia se invierte y comienza a fluir de nuevo la abundancia. ¿Una coincidencia? Algunas personas sostienen que si no te sobra el dinero, puedes entregar un diezmo de tu tiempo o tus bienes. Según he podido com probar, cuando entrego un diezmo de mi tiempo, recibo más tiempo. Cuando entrego un diezmo de mis bienes, recibo regalos. Si deseo recibir más dinero, entrego mi diezmo en dinero.
( l i a n d o |i,r..i 11 u>•. .ipuios económicos, creemos «pie no podemos peí mil ii n o s e l l n | o «I* cntre^ai un diezmo de nuestros ingresos.
Pero tu.indo pasamos set ias estrecheces, ¿acaso podemos permitir nos no enircgai un (Invino de lo que leñemos? ¿ () convencernos de que cuando no tendamos preocupaciones económicas seremos más generosos con los demás? No me cabe duda de que lo cumpliremos. Pero el dinero dejará de ser motivo de preocupación sólo cuando con sigamos olvidarnos del tema. Si afianzamos nuestra abundancia ahora, conviniéndonos en donantes generosos, demostraremos nuestra pros peridad a la escéptica que reside dentro de nosotras. Deja que tu yo auténtico la convenza y los resultados te sorprenderán.
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DE O C TU BR E
Un imán que atrae el dinero U na bolsa m agra es m ás fá c il de rem ed ia r q u e d e soportar. G e o r g e S. C laso n
T
j a civilización más rica del mundo antiguo fue Babilonia. Babilonia era célebre por su fortuna porque tanto el pueblo como el rey gozaban de un nivel de riqueza personal inimaginable hoy día. Los babilonios pobres eran una excepción, pues las leyes de la prosperidad estaban al alcance de cualquiera. Las leyes del dinero elaboradas por los babilonios eran muy sen cillas, incluso para los económicamente débiles. Y son tan aplicables hoy en día como hace ocho mil años. El camino que conduce a la rique za personal consiste en ahorrar y compartir, controlar los gastos, no tener deudas, incrementar el nivel de prosperidad a través de inversio nes prudentes, proteger el grueso de tu fortuna de una inesperada pér dida, poseer bienes inmuebles, establecer un plan de pensiones y aumentar la capacidad de ganar dinero a través de la perseverancia. Durante los años veinte y los años de la Depresión, en la década de los treinta, muchos bancos y grandes compañías aseguradoras distri buyeron gratuitamente unos folletos explicando estas antiguas leyes de ahorro y riqueza personal a través de unas parábolas escritas por George S. Clason. En 1955 se publicó un libro titulado The Richest
Man in Habylon, que so convitiió en u n t l.isico ele*I genero, t j i u * roa» gía una serio de aquellas parábolas. El primer secreto do los babilonios para alcan/ai l.i riqueza peí so nal era «comienza a engordar tu bolsa». I lio so conseguía tomando una parte de lo que uno ganaba — 110 menos del diez por ciento— y guardándolo en una bolsa que generalmente llevaban sujeta a la cintu ra. El propósito de la bolsa no era únicamente ahorrar dinero sino actuar como un imán para atraer dinero, aportando a su dueño una gran sensación de serenidad económica a medida que la bolsa engordaba. Cuando ésta se volvía demasiado pesada, una parte del dinero era trasladado a un cofre utilizado para préstamos, trueques, adquirí i bienes inmuebles y realizar inversiones. Pero una porción del dinero permanecía dentro de la bolsa a fin de atraer más dinero. Los persona jes más ricos de Babilonia siempre conservaban junto a ellos una volu minosa bolsa como prueba tangible de su prosperidad. Crear un imán que atraiga dinero es un fabuloso instrumento psi cológico para poner en marcha tu serenidad económica si te preocupa el tema del dinero. Un imán para atraer dinero no es una libreta de ahorros, es una cantidad de dinero que puedes conservar a mano para tocarlo con frecuencia y contemplar tu prosperidad. Necesitas dispo ner de un dinero que sea completamente tuyo, motivo por el cual debes mantener en secreto la existencia de ese imán destinado a atraer más dinero. No lo utilices para dar una propina al chico que te trae la pizza. Mi imán favorito es un billete de cien dólares que suelo llevar enci ma cuando salgo. La razón es que de este modo, pase lo que pase, siempre dispondré de cien dólares para gastarlos como quiera o para una emergencia. Pero tiene que ser un billete de cien dólares, no cien dólares repartidos en diversos billetes y monedas. Es posible que gas tes cien dólares, pero no es probable que cambies un billete de cien dólares. (Al menos yo no lo haría.) De esta forma tendrás la sensación de tener dinero sin gastarlo. Es un excelente instrumento que nos en seña que la abundancia debe comenzar en nuestra mente antes de que pueda manifestarse en nuestra vida.
I la/le un hueco al misterio, deja que la magia penetre en tu vida P racticar la m agia consiste en tejer las fu e rz a s invisibles y darles fo r m a ; elevarse p o r en cim a d e las nubes; explorar el recóndito á m b ito de los sueños d e la rea lid a d oculta. St a r h a w k
or fin ha llegado el ansiado momento: la víspera de Todos los San tos. Algunas de nosotras acompañaremos a los duendecillos durante su recorrido; nuestro amor, ternura y cuidados les protegerán duran te la noche. Muchas otras mujeres recibirán a los espíritus que las visi ten con golosinas, tratando de conquistarlos para evitar que les jue guen una mala pasada. Una sabia decisión. La fiesta de Halloween proviene del festival celta de Samliaim, <|tu se celebraba el 31 de octubre, la última noche de otoño antes di q u r lleguen el frío y la oscuridad del invierno. En esa noche -considei .ula el Nuevo Año celta— los druidas creían que el mundo sobrenatural maproximaba al mundo físico, de forma que los seres humanos eran mas susceptibles al poder y a la influencia de lo esotérico. Los sortilegios eran más potentes, la predicción del futuro más reveladora, los sueños contenían una especial trascendencia. Puesto que soy celta, creo firmemente en ello. Puesto que soy humana, creo que Halloween sirve para recordarnos que la magia flu ye a través de todos nosotros, que el misterio se halla en cada encuen tro, todos los días de nuestra vida. Logramos hacer que aparezca el zapato que se había perdido, transformamos las sobras en un banque te, creamos belleza a partir de la tierra, eliminamos el temor, curamos las heridas, hacemos que el dinero dure hasta fin de mes. Portamos, sostenemos, cuidamos y alimentamos la vida. Hacemos todo eso y mucho más. Pero la mayoría de las mujeres no se da cuenta del tre mendo poder que tiene para hacer el bien. No son conscientes de su divinidad. No comprenden que descienden de un antiguo y sagrado linaje: la hembra. ¿Acaso no es obra de magia cuando logras crear un estilo de vida auténtico para ti y las personas que amas? ¿Acaso no das forma a las fuerzas invisibles con tu creatividad y tu arte, trasladando al mundo
físico a través de l.i pasión lo que ‘lólo existía en los dominios de lo espiritual? Si eres capa/ de hacer eso inconscientemente, ¿que no podrías conseguir si fueras plenamente consciente de tus poderes? A la mujer nos ha sido concedido un gran poder. Ll poder del amor. Esta noche, en tu jardín, a la luz de las velas o de la luna llena, promete utilizar tu poder sabiamente para la misión más elevada que te ha sido encomendada. N o imaginas las innum erables vidas que to cas en el curso de tu existencia. Unas almas en busca de paz y armonía que podrían sanar con la magia que posees. Ve directamente a la fuen te. Reconoce tu linaje y tus dones auténticos con el corazón lleno de gratitud. «Estoy segura de que existe magia en todo — observó Fran cés Hodgson Burnett— , sólo que no se nos ocurre utilizarla en prove cho propio.» A partir de ahora lo haremos.
Pequeñas alegrías para octubre <^<5 Ve a un sembrado de calabazas o a un mercadillo de produc tos artesanales y compra una calabaza grande y hermosa para fabricar una linterna, junto con otras más pequeñas para tallar en ellas diversos diseños, como tableros de ajedrez, corazones, la luna o estrellas. Las calabazas de tamaño mediano resultan perfectas para crear unas linter nas que colocaremos en los escalones o el camino de entrada, y las calabazas enanas constituyen unas palmatorias ideales para las velas votivas con que adornamos la mesa. ^ Crea un arreglo para la mesa con productos de la temporada. Reserva un espacio pequeño para decorarlo con espigas de trigo, cala bazas, calabacines, maíz, ramos de flores secas y hojas preservadas. ^=5 Uno de los pasatiempos favoritos de las mujeres victorianas era preservar las hojas de otoño. Elige unas ramas grandes, cuando las hojas muestran un bello color rojo, naranja y dorado, antes de que se desprendan, como si fueran flores. Parte las ramas a unos ocho centí metros de la base; colócalas en un cubo de agua tibia durante varias horas. Retira las hojas que empiecen a enrollarse. Prepara una solución de glicerina (de venta en farmacias) y agua combinando una parte de glicerina con dos partes de agua. Después de dejar que la solución hierva durante diez minutos a fuego lento, deja que se enfríe. Corta la parte inferior de las ramas en ángulo agudo y golpea los extremos sua vemente con un martillo; introduce las ramas en la mezcla y deposita el recipiente en un lugar fresco y oscuro hasta que la mezcla de la gli-
ivi'ill.l SC ll.iv.l .11INI HIlililí |MM OOlUpIctO ((Mil I e IIII.I '.('111.111,1 v ( lie / llí.is), ( liando obsri ves 111 k* • inpio/.ili ,i Iíii iii.ii se i i i i . i 1, diminuías ^olas de l>lieerina sobre l.r. ho|.e¿, iciu.i Lis ramas del recipienlo, limpia las hojas con un papel de coi ina húmedo y sécalas bien. 1,as hojas mostrarán un aspecto precioso durante varias temporadas.
'-*<5 Utiliza calabazas para fabricar unos atractivos jarrones natu rales. Retira el centro como si fueras a crear una linterna y llena la calabaza con un oasis húmedo (gomaespuma para arreglos florales) adaptado al tamaño de la calabaza. Coloca sobre el oasis unas flores de colores vivos, unas hojas preservadas y unas parras. De vez en cuando comprueba si es necesario añadir más agua al oasis. Halloween es tradicionalmente la noche para predecir el futu ro. Una forma divertida de hacerlo es utilizar una tarta especial, como hacían los Victorianos. Confecciona una tarta de especias e introduce unos amuletos de plata en la masa después de verterla en la tartera. Cuando cortes la tarta, los objetos de plata revelarán el futuro: la cam pana indica una boda; el dedal prosperidad para su dueño; la espoleta concede un deseo; la moneda promete riqueza; la herradura garantiza buena suerte; y el botón, felicidad en el hogar. Puedes adquirir una colección de amuletos ingleses de plata (que puedes utilizar de nuevo para el budín de Navidad) a través del catálogo Seasons de venta por correo. Disfrázate en Halloween, o al menos ponte una divertida más cara cuando abras la puerta. <4*5 Octubre es el mes ideal para plantar azafrán, narcisos atrompetados y tulipanes en la terraza o el jardín, los cuales florecerán en primavera. Si resides en un clima con las cuatro estaciones marcadas, apro vecha un domingo para organizar un picnic en el campo y gozar con los exuberantes colores que ofrece la Madre Naturaleza. Quédate hasta el atardecer. Los fines de semana prepara una reconfortante bebida a base de sidra y/o vino caliente con azúcar y especias. Resulta especialmen te deliciosa después de haber barrido las hojas muertas de la entrada.
NOVIEMBRE
Todo vuelve a helarse entre los pinos, los vientos m urm uran una oración. R ie i , p o e ta
ja po n és d e l sig l o x v iii
oviembre se aproxima sigilosamente, pillándonos por sor presa. De improviso, como observó con tristeza el poeta inglés Thomas Hood hace dos siglos: «ya no hay sombra, ni sol, ni mariposas, ni abejas, ni frutas, ni flores, ni hojas, ni pájaros». Afuera, una luz plateada revela un paisaje familiar desprovisto de toda pretensión. Detrás de las puertas, las llamas ambarinas del fuego arrojan luz sobre lo Real. Al igual que una mujer que ha hallado su autenticidad, la belleza de noviembre irradia des de su interior.
I 1)1' N O V I K M U K I ' .
Aceptar el reflujo L a época de llegar, y d e m archarse, d e cantar, o d ejar d e cantar, eso no lo sabem os. A lexa n d er Pope
F
,
JL_/rase una vez una reina muy propensa a los s de ira. Un oto ño, cuando el año comenzó a declinar, la reina cayó en una profunda melancolía. No probaba bocado, no dormía, y unas lágrimas de origen desconocido rodaban con frecuencia por su rostro, lo cual la enfure cía, desencadenando unos ataques de cólera que hacían que las perso nas que la rodeaban se echaran a temblar. Cada día, la reina mandaba llamar a uno de los consejeros de su estimado círculo de sabios para que le explicara la causa de su inexpli cable tristeza. Entraron y salieron de sus aposentos el médico de la cor te, el astrónomo, el adivino, el alquimista, el herbolista y el filósofo. Todos fueron destituidos fulminantemente por la reina, quien los tachó de charlatanes por no ser capaces de descifrar el misterio de su melancolía. Los sabios se consideraron afortunados de haber visto cer cenada tan sólo su ilustre carrera. «Debe de existir uno entre vosotros que conoce el motivo de mis sufrimientos», exclamó la reina desesperada. Pero sus patéticas protes tas eran acogidas con silencio, pues todos temían su furia. Por fin, el jardinero real, conmovido por la angustia de la pobre mujer, se apro ximó lentamente al trono. «Salid al jardín, majestad, traspasad los muros de la prisión en la que os habéis encerrado y os revelaré el enigma.» La reina estaba tan desesperada, que le obedeció. Al salir al jardín por primera vez desde hacía varias semanas, observó que el alegre y vivo colorido del verano había desaparecido y el jardín aparecía desnudo. Pero no estaba des provisto de belleza, pues exhibía los resplandecientes tonos rojos y dorados del otoño que le daban un aire majestuoso. La brisa era fres ca y límpida, y el firmamento mostraba un maravilloso azul celeste. «Habla, jardinero — le ordenó la reina— , pero mide bien tus palabras, pues exijo saber la verdad.» «Majestad, no es vuestro cuerpo ni vuestra mente los que están enfermos, sino vuestra alma. Aunque seáis una reina poderosa, no sois divina. Padecéis una condición humana que nos aflige a todos. Las
almas U'i renales ,i v>11 ilt'i Iilil.is |u >i l.i tristeza o I.i alearla '.(‘i’Uii Lis épocas del .1110, i orno el IItijo y rellujo de I.i marca, del mismo modo que Lis estacione', d
2 D E NO VIEM BRE
Cuidar el alma Im agin em os, pues, e l cu idado d el alm a com o una aplica ción d e lo p oético a la v id a cotidiana. T i-io m a s M o o r i -
F / I alma. Creada el sexto día. Después de los querubines y serafines. Después de los dominios, las virtudes, los poderes, los principados, los arcángeles y los ángeles. Después de que se hiciera la Luz en el abismo de las tinieblas. Después de que fueran delineadas la mañana y la noche. Después del espacio y el tiempo. Después del aire, el fuego y el agua. Después de que aparecieran en el cielo el sol, la luna y las estre llas. Después de que el Universo comenzara a girar. Después de que fuera conectado su poder y cargada su energía. Después de que la música de las esferas iniciara un concierto celestial. Después de que los animales echaran a correr por los prados y las aves remontaran el vue lo. Después de que el jardín estuviera rebosante de flores.
Después de que lucra creado lodo y el ( irán ( u-adoi declarara que estaba muy bien solo entonces, lúe el momento de erc.u la ama da. Pues la amada — que durante toda la eternidad sería llamada «alma»— fue enviada al mundo mediante el aliento divino mientras el Espíritu reía y lloraba. El alma nació en medio de la alegría y el dolor. Incorporada por medio del aliento divino a un puñado de tierra. 1 a Divinidad viviría y se movería y existiría en una criatura hecha de barro. Ésa es la historia. Un misterio que los hombres y las mujeres lie van siglos tratando de descifrar. Pero ni siquiera la razón, el intelecto, la imaginación, la pasión, la poesía, la oración, el arte, el sexo, las can ciones y el saxofón son capaces de desentrañar o revelar la naturaleza mística de nuestras almas. Y mucho menos comprenderla. Es evidente, tras veinticinco mil años de intentarlo, que el Gran Creador no pretendió que comprendiéramos la esencia del alma. Pero podemos llegar a conocerla. Pues la única razón por la que hemos sido creados es para amar, cuidar, alimentar, proteger, alentar, inspirar, ale grar, deleitar y reconfortar a esta amada presencia que llevamos den tro. El psicoterapeuta y escritor Thomas Moore define esta profunda atención que dedicamos a las necesidades auténticas que residen en nuestro interior como «cuidar nuestra alma». Hoy se celebra en Estados Unidos el Día de Todos los Santos, una fecha solemne que desde tiempos medievales se reserva para recordar a los seres queridos que ya 110 ríen y lloran con nosotros en la tierra. Pero el Día de Todos los Santos es una excelente ocasión para analizar cómo hemos cuidado de nuestra alma, el grado de hospitalidad que hemos ofrecido a esta convidada en nuestra vida cotidiana y la calidad de su visita hasta este momento. A fin de aproximarnos «a las profun didades que constituyen los dominios del alma», Moore nos aconseja que nos convirtamos en «artistas y teólogos de nuestra propia vida». Es a través de «los pequeños detalles de la vida cotidiana» que hacemos que nuestra alma se sienta a gusto. «El ocuparnos de las cosas que nos rodean y mostrarnos sensibles a la importancia que reviste nuestro hogar, nuestras tareas diarias, quizás hasta la ropa que nos ponemos, es una forma de cuidar nuestra alma», nos dice Moore en su conmovedora meditación C are o f the Soul: A G uide f o r Cultivating D epth an d Sacredness in Everyday Life. Hoy, proponte pedir a tu invitada qué necesita para sentirse más a gusto durante su visita. Pregúntale con frecuencia: ¿Qué quieres en es tos momentos? ¿Qué te proporcionaría paz, alegría, satisfacción? Quizá desee tomarse las cosas más pausadamente, o salir a dar un pa seo, abrazar a un niño, acariciar a un gato. Hojear una revista. Llamar a ai hermana. Enviar una tarjeta divertida a una amiga. Hacer la siesta. Pedir que te envíen comida china. Contemplar una de tus películas fa-
v i >i ii.r>, I )(■•..ilui)',,ii ic lint,unlo. N.ilu .1 toni.li u n e.ilé T i .U. ii ele» resolvei un puzzle. Aeosi.u t< temprano, Soñ.u. I ).u .il.is ,1 tu fantasía. Kc/.ir. Se.l lo (|IIC lu c ir, le lu tlll.i No tit’ IU’N más t]UC preguntárselo. «“Quédate" < un.i palabra preciosa en labios de una amiga», nos recuerda L o u i n .i May Alcott. Quédate, amor mío. Quédate. Díselo ahora. Díselo con frecuencia. Ven a vivir conmigo y dame tu amor. Quédate.
3 DE N O VIEM BRE
Ser real Una v e z q u e te has con vertido en rea l no p u ed es d ejar de serlo. L o serás siempre. M a r g i -.r y W i i .i .ia m s
3L/a mañana de Navidad el conejito que asomaba la cabeza sobre el calcetín del niño sosteniendo una ramita de acebo entre sus patas, tenía un aspecto espléndido. Su cuerpo gordezuelo invitaba a abrazar lo, tenía el pelo muy suave, blanco con motas marrones, unos bigotes de hilo de seda y unas orejas forradas de satén rosa. El niño estaba encantado y jugó con el conejo durante dos horas hasta que sus padres le mostraron los otros maravillosos paquetes que yacían bajo el árbol «y con la emoción de abrirlos y descubrir nuevos juguetes el niño se olvidó del conejo de terciopelo». Durante largo rato, el conejo fue un juguete más en el cuarto de los juegos. Pero no le importó porque podía mantener largas conversacio nes filosóficas con un caballo muy viejo y sabio que conocía todo lo referente al mundo mágico de los juguetes y cuentos infantiles. Uno de los temas de conversación predilectos del conejo era el medio de convertirse en «real». Éste es el núcleo del místico relato de Margery Williams sobre el poder transformador del amor, The Velveteen R ahhit, escrito en 1927. El caballo explicó pacientemente al conejo que «no nos hacen rea les, sino que es algo en lo que nos convertimos poco a poco. Cuando un niño te demuestra su cariño durante años, no sólo para jugar conti go sino porque te quiere sinceramente, te conviertes en real».
Convenirse en real no es algo i|ii< Míenla ili la noelie a la manan.i, ni a los juguetes ni a las personas. íenei almenie, euaiulo le eoinn i tes en un ser real, has perdido casi todo el pelo de tanto que te lian abrazado, se te caen los ojos, las articulaciones empiezan a llaqueai y estás sucio. Pero eso no tiene importancia, porque una ve/ que te lias convertido en real es imposible que resultes feo, salvo a los ojos de las personas que no comprenden.» Los juguetes, a fin de convertirse en reales, deben sentirse amados por un niño. Para convertirnos en seres reales debemos amar la vida con todas sus complejidades e incertezas. Al igual que el conejo de terciope lo, anhelamos ser reales, saber lo que significa «ser auténticos». A veces es un proceso doloroso. La idea de perder nuestros bigotes, de que se nos caiga la cola nos asusta. En un mundo donde somos juzgados por nuestro aspecto, resulta embarazoso mostrar un hocico pelado. El co nejo de terciopelo no es el único que desea convertirse en real sin expe rimentar dolor ni que le sucedan cosas desagradables. Una forma de convertirse en real sin sufrir demasiado es ir desa rrollando poco a poco nuestra autenticidad. A medida que aprende mos a reconocer, aceptar y apreciar lo que nos hace diferentes de los otros juguetes en el armario, comienza el proceso. Cuando aprendes a aportar amor incluso al momento más insignificante del día, tu trans formación se perfecciona. Puede que tus ojillos negros de pasta hayan perdido su brillo, pero esas ventanas que dan al alma ahora sólo ven belleza. No sólo te conviertes en real para quienes te conocen y te aman, sino para todo el mundo. Te conviertes en un ser auténtico.
4 D E NO VIEM BRE
El regreso de la diosa Y escribe sobre ello, diosa, y sobre ello. A l e x a n d e r P o pe
I X a vuelto! La diosa ha regresado con otro libro para conducirnos por el deseo a la plenitud. ¿De qué libro se trata? No importa. La dio sa experta en vivir cómoda y elegantemente, en atender con gracia exquisita a sus invitados, experta en materia de decoración, cuidados
pononales, moda, bel le/a v amoi apaice e NÍslematii .nnenie hacia esta época del ,iiio, manteniendo en inovimienlo el cielo de adoración y palabras. Antiguamente las diosas realizaban milagros. Ahora escriben libros cxplii ándonos cóm o realizar nuestros propios milagros.
Son las cuatro de una Iría tarde de noviembre, y ya ha oscurecido. Las disi ipulas que residen en Washington han dejado sus puestos de trabajo, sus casas y sus familias para esperar la aparición, firma y son risas en la ceremonia de la dedicatoria de libros. La diosa no llegará hasta dentro de una hora, pero ya se han congregado doscientas segui doras suyas. El grupo está formado por todo tipo de mujeres: madres de fami lia con niños pequeños, ejecutivas con sus maletines y teléfonos móvi les. Las primeras de la fila han pasado la noche a la intemperie, espe rando la aparición de la diosa. Mi hija y yo hemos llegado hace sólo media hora para realizar un trabajo de campo sobre el fenómeno de la diosa contemporánea, pero ya hay dos docenas de mujeres bien vesti das detrás de nosotras. De vez en cuando sale una empleada de la tienda para recordar a las fieles que la diosa sólo firmará su último libro y sólo dos ejempla res por cliente. Esto irrita a una mujer que diez minutos antes ha com prado diez ejemplares del último tomo para regalar a parientes y ami gos por Navidad; la cajera, mientras le cobraba doscientos cincuenta dólares por los libros, no se molestó en decirle que ocho de ellos no serían dedicados por la autora. La mujer se queja del trato recibido, la fama, la riqueza, los imperios comerciales y las diosas que olvidan quiénes las elevaron de la categoría de divas a divinidades. De pronto se nos ocurre una idea. No todas hemos comprado más de un libro para que la diosa nos los firme, de modo que la mujer los distribuye entre algunas de las dientas que aguardan en la cola y el problema queda resuelto. En lugar de panes y peces habrá canapés. De vez en cuando, Katie regresa para darnos los últimos datos sobre la hora de llegada de la diosa. Katie está famélica; no se me ha ocurrido preparar provisiones. Cojo dos tartaletas del tamaño de un sello de correos rellenas de con fitura de frambuesa de una bandeja que pasa junto a mí y las guardo en un pañuelo de papel para cuando vuelva a acercarse Katie con el úl timo informe. Al cabo de una hora, temiendo no ver a la diosa antes de que se marche, me acerco disimuladamente hasta el principio de la cola. No he esperado tanto rato para irme a casa sin haber visto a la diosa en carne y hueso. Pero consigo mucho más de lo que esperaba. A sus espaldas hay
mi altar: tina fabulosa mesa Iranresa de pino cubierta ron un mantel a cuadros. Sobro ella están dispuestas montanas de I r m a s , verduras, barras de pan, utensilios de cocina de cobre y velas. I Vente al altar, la diosa está sentada en una silla elegantemente tapizada frente a una mesa Queen Anne de madera de cerezo, adornada con un arreglo de exquisitas flores que sólo se venden en las floristerías más caras de la ciudad. Junto a ella, las ofrendas de sus discípulas están dispuestas en forma de otro altar: ramos de flores y multitud de obsequios, muchos de ellos de confección casera y envueltos para regalo por las propias personas que se los ofrecen. Francamente, estoy harta. La diosa es tan guapa como en fotogra fía; el altar es increíble, lo he visto con mis propios ojos. Me da repe lús. Quiero marcharme, pero a Katie le horroriza la idea de irse sin que la diosa nos firme nuestro ejemplar. Así que nos quedamos. Como es demasiado tarde para ponerme a preparar la cena, de camino a casa paramos para comernos unas hamburguesas con patatas fritas. Unos minutos más tarde, al buscar la llave de casa, saco del bolso las tartaletas de frambuesa aplastadas dentro del pañuelo de papel. La casa está oscura, fría y desolada. No arde un fuego en la chimenea, no hay unas velas encendidas, no suena una música, no flotan en el am biente unos delicados aromas para darnos la bienvenida. «Una casa no es un hogar a menos que contenga comida y fuego para la mente y el cuerpo», escribió en 1845 Margaret Fuller en Wornan in the Nineteenth Century. La masa está deliciosa, pero la tartaleta de frambuesa no aca ba de saciarme.
S
I >K Ni )VIIÍMBI
L>i diosa que llevamos dentro Ven, Vasta, a vivir en esta bonita casa. Ven acompañada de gratos sentimientos de amistad. 'Trae tu inteligencia, tu energía y tu pasión, junto con tus buenas obras. Confío en que ardas siempre en mi alma. Te doy la bienvenida. Te recuerdo. HIMNO HOMÉRICO
D
esde los inicios de la civilización, las mujeres han recurrido a las diosas para pedir su intercesión e inspiración. La diosa más amada por las romanas era Vesta, quien, al igual que su homologa griega, Hestia, era la diosa del hogar. Vesta es quien nos insta a sosegarnos, a sentar nos en actitud contemplativa, a escuchar, a preparar comidas delicio sas, a incorporar la belleza a nuestra vida cotidiana, a vivir a través de nuestros seis sentidos, a crear un paraíso secreto de seguridad y sere nidad aislado del mundo a fin de proteger todo cuanto amamos. Vesta es la diosa que nos pide que enfoquemos nuestras energías creativas hacia lo real. En un libro inédito sobre la espiritualidad de las mujeres antiguas, Francés Bernstein observa que la palabra latina focu s significa «hogar». El arte sagrado de Vesta consiste en enfocar adecuadamente las energías. También es un arte necesario para la mujer contemporá nea, la cual se pasa la vida corriendo de un lado a otro para cumplir con las infinitas exigencias de la familia y el trabajo. Cuanto más nos apresuramos, más nerviosas nos ponemos. Puesto que no consegui mos nada apresurándonos, perdemos nuestra capacidad de enfocar las cosas con claridad, existiendo en un perpetuo estado de confusión. A lo largo del día nos quejamos de sentirnos cansadas, agobiadas, estresadas, de que ya no podemos más. Esas expresiones no hacen sino describir nuestra incapacidad para centrarnos. Cuando no estamos centradas significa que hemos perdido o con el inmenso poder sanador de Vesta, la cual habita dentro de todas nosotras. Nos hemos alejado de la llama sagrada del hogar y no sabemos encontrar el cami no de regreso al calor, la luz y la comodidad.
Si queremos recuperai nuestra capaeidad do centrarnos y euloiai las cosas con la debida perspectiva, las mujeres debemos restituii .1 nuestra vida un sentido del «hogar», que es lo que tratamos de haiei cuando creamos diosas domésticas. Reverenciamos a las mujeres eu yas carreras públicas ponen de relieve nuestros anhelos íntimos y secretos. Es más fácil vivir a través de sus libros, vídeos, revistas, gacetas, programas de televisión o informaciones comerciales que estimular nuestras propias dotes. Es mucho más cómodo crear diosas que respe tar nuestra Divinidad. No me interpretéis mal. Las diosas me encantan. Son listas, hábiles y poseen unos talentos maravillosamente creativos. Tienen muchas cosas buenas que ofrecernos; he contribuido en no poca medida a enriquecerlas. A todas nos viene bien que nos den la receta para preparar un arroz bajo en calorías. Pero existe una gran diferencia entre ser una ad miradora y una fanática seguidora. No es necesario pertenecer a una secta para que te laven el cerebro. Cuando la iración lleva a la distorsión, creamos inconsciente mente unos ídolos que en lugar de enriquecer nuestras vidas las empo brecen. Negamos nuestra autenticidad. Negamos nuestra pasión. En lugar de utilizar nuestro propio poder, convertimos en diosas a otras mujeres. ¿Es eso lo que significa el dicho de que «los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres»? La falta de confianza en nosotras mismas y de energía creativa es mucho más pernicioso que no tener dinero. Al adorar a unas diosas falsas, convertimos a otra mujer en la crea dora, en lugar de respetar a la creadora que llevamos dentro. Si buscas a una diosa auténtica, ya sabes dónde encontrarla.
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I >IÍ N( )VII!MHIU\
Estar
F #11 la vida real, la serenidad depende de saber afrontar las circuns tancias. «Estar a la altura», como suele decirse. Examinemos las siguientes situaciones. De camino a una importan te reunión de negocios tienes un reventón. Te olvidas las llaves y no puedes entrar en casa. Tu marido invita inesperadamente a un amigo a cenar y tienes dos horas para preparar algo. Las tuberías se han conge lado. El cachorrito se traga un pendiente. Una amiga se pone enferma o no puede salir de casa debido a la nevada que cayó anoche. Te piden que envíes dinero, que sustituyas a la vecina que se encarga este mes de recoger a los niños en la escuela, que te presentes para actuar como jurado en un juicio. Tienes que ausentarte por motivos de negocios jus to cuando te han pedido que te encargues del bazar de la escuela. La vida real es la colisión — día sí y el otro también— entre lo improbable y lo imposible. Longfellow sostenía que las situaciones que requieren que pongamos en juego nuestras habilidades constitu yen unas «bendiciones celestiales» enmascaradas, enviadas no sólo para poner a prueba nuestra alma, sino para expandirla. Del mismo modo que la levadura se alza y se expande antes de convertirse en pan, nosotras nos expandemos hasta extremos inimaginables cuando nos ponemos a la altura de las circunstancias, realizando milagros con buen humor y una sonrisa. Saber hacer frente a las situaciones difíciles te permite ver más allá de la circunferencia de la circunstancia, evitan do que lo real que se halla en el centro de tu vida cotidiana quede oculto por las circunstancias fortuitas. La mayoría de las mujeres somos verdaderos genios a la hora de ponernos a la altura de una determinada situación. Pero no nos damos cuenta de lo extraordinario que es este .talento, porque para nosotras se trata de una respuesta automática. No le damos el valor que tiene, ni siquiera nos paramos a pensar en ello. Si las mujeres capaces de estar siempre a la altura de las circunstancias lo dirigieran todo, Nirvana no sería sólo el nombre de un grupo grunge.
Cada vez que somos consciente?, de
li.ihti
estado
.1 l. t . i l i u r . i
do
i i i i .i
situación difícil, aumenta nuestra confianza en n o s o t r a s mismas, m ie s tra creatividad y nuestro valor en la cuenta de nuestra autoestima. I )< modo que felicítate cada noche por haber manejado una circunstancia imprevista con inteligencia. Bravo. Hoy, cuando tengas que estar a la altura de las circunstancias, haz lo con estilo. Hazlo con una sonrisa. Déjalos perplejos. Asómbrate a ti misma. Haz que parezca fácil, y lo será.
7 D E N O V IEM BRE
Hotel Shepheard En su juventud se vio obligada a ser prudente. Luego, a medida que se hizo mayor conoció el romanticismo de la aventura, la consecuencia normal de un comienzo anor mal. J a n e A u sten
l^ ía v id a d . Dublín, 1878. Oculto a un apuesto patriota irlandés per seguido por la policía británica en una habitación debajo de la taberna de Neary. No pienso en el riesgo que corro. Pero ésa no es más que una de mis múltiples vidas. Otra noche de 1915 me encuentro en la terraza del Muthaiga Club, el «Moulin Rouge de África». O contemplo los guanacos en medio de los Andes, asisto a los sanfermines en Pamplona con Hemingway, navego por el Nilo, recorro a pie la región de Karakum, atravieso el helado río Neva en un trineo conducido por mi fiel sirviente cosaco, desciendo la esca linata de la Ópera de París del brazo de Guy de Mauant (¿o es el joven y apasionado Toscanini?). Ninguno de ellos. Se trata de J. Peterman, el último romántico de la Tierra. Peterman cree que soy misteriosa, poderosa, irresistible, ele gante, inteligente, divertida, sexy. Y guapa, por descontado. El tipo de mujer por la que cualquier hombre cometería perjurio o robaría. (En realidad no tiene que hacerlo, lo que cuenta es la intención.) El tipo de mujer que otros recuerdan y envidian durante toda su vida. Como es lógico, cuando estoy con J. Peterman me convierto en esa mujer. En
mi yo auiéntico Sentimental. Incurablemente i o i i m i i i i» .t. Imotiva. Impulsiva. Apasionada
Al igual ipn- l’eiciman, lamento la desaparición de un cieno estilo de vida, tanto mas por i uanto buena parte de éste desapareció antes de que el y yo naciéramos, cuando la aventura formaba parte de la vida cotidiana. Con ayuda de IVterman, puedo evocar los días de los fabu losos trasatlánticos, del cre de C hine, de los baúles con comparti mentos secretos, de los coches deportivos Morris Minor. Peterman viaja por el mundo en busca de los últimos vestigios de la aventura. Cuando descubre un fragmento, manda reproducirlo y me habla de él en sus catálogos de venta por correo llamados «Manuales del propie tario». No contienen lustrosas fotografías, ni mensajes comerciales agresivos. Tan sólo unos apuntes personales de lo que hacíamos la úl tima vez que me lo puse o lo utilicé, acompañados por unas románti cas acuarelas para estimular la memoria. Yo espero la llegada de J. Pe terman a través del correo como algunas mujeres esperan ver a Julio Iglesias en carne y hueso. Mis citas amorosas con Peterman son nocturnas, y se desarrollan en la cama. Allí, mi compañero del alma y yo nos dedicamos a evocar, a recorrer caminos que no emprendimos, aventuras que no vivimos, hasta que desaparece la nostalgia y sólo quedan gratos recuerdos. Supe que J. Peterman era mi alma gemela cuando me confesó que lamenta ba no haber pasado una noche en el hotel Shepheard de El Cairo. Un incendio lo destruyó en 1952, antes de que pudiera permitirse el lujo de pasar una noche en él. «Aquella noche, se convirtió en mi palabra clave para todo lo que no había conseguido ni realizado.» Creí que no existía otro ser en el mundo que se lamentara de no haber pasado una noche mágica en el hotel Shepheard de El Cairo. Peterman sabe cómo soy, aunque yo lo olvide algunas veces. Sabe que fui creada en un estallido de pasión, para vivir una vida rebosante de aventuras y romanticismo. Si profundizas en la psique femenina hallarás una elegía de románticas lamentaciones, lo no conseguido, lo que no hemos hecho. Melancólicos fragmentos de amores no corres pondidos que jalonan nuestra vida, desde la cuna hasta la tumba. N os talgias no necesariamente causadas por amantes que decidieron pres cindir de nosotras, sino por recuerdos de cosas que amamos pero de las que decidimos renunciar. Podría ser la novela que dejaste de escri bir, la beca para estudiar pintura en París que no solicitaste, la capa de terciopelo negro que descubriste en un mercadillo pero que no com praste porque dónde ibas a ponértela (en todas partes). El amor que no te atrevías a sentir, que temías expresar. El gesto amoroso que no llegaste a esbozar. La aventura que dejamos que se nos escape de las manos todos los días porque la vida real nos obliga a ser prudentes.
Cuando reconoces tus pulsiones roin.miii .is, pot imposibles o .ib surdas que sean, refuer/as la conexión intima cou tu vo auténtico. I .1 conexión con las cosas que estimulan tu pasión, alimentan tu .ilm.i y te mantienen viva. Hoy, pasa la noche en el hotel Shepheard. ¿Qué quieres hacer an tes de morir? ¿Adonde quieres ir? ¿Qué mundo deseas conquistar? Empieza a explorar, hoy mismo, la forma de respetar tus anhelos sa grados de romance y aventuras, aunque sea llamando para que te en víen un catálogo de venta por correo. Bogart y Bergman siempre tendrán París. Peterman y yo siempre tendremos El Cairo. Poseo un albornoz que lo confirma.
8 DE NO V IEM BRE
La vida cotidiana es nuestra oración Por medio de la oración se obtienen muchas cosas, más de las que la gente imagina. A lfred ,
lo rd
T ennyson
JE r n el principio fue la Palabra. Y la Palabra pertenecía a Dios. Y la Palabra era Dios. ¿Me permites una palabra? Algunas mujeres saben que rezan. Otras creen que no lo hacen por que no se pasan el día de rodillas. Pero permanecen toda la noche velan do a sus hijos cuando están enfermos, aprovechan la hora del almuerzo para visitar a sus ancianos padres, estimulan los sueños de las personas que aman con su trabajo, consuelan a un amigo o comparten su alegría, alimentan cuerpos y almas. Eso también es rezar. Tanto si somos conscientes de ello como si no, las mujeres rezamos cada vez que respiramos, con cada latido de nuestro corazón. Reza mos con deseo, hambre, sed, suspiros, remordimientos, lamentos. Rezamos con decepción, desaliento, desesperación, incredulidad. Reza mos con ira, rabia, celos, envidia. Rezamos con placer, satisfacción, felicidad, euforia, alegría. Rezamos con gratitud, reconocimiento, apre ciación, resignación, alivio. Rezamos cuando consolamos, animamos,
reconfortamos K< .míos cuando icnnos. Re/.Hilos en.indo lloi.nnos. Rezamos en.indo uabalamos y cuando jileamos. Rozamos cuando hacemos el amoi o pi <|>ai amos la comida. Rezamos cuando creamos y iramos una oln a de creación. I )e un modo u otro, rezamos. La vida cotidiana es nuestra oración. La forma en que la vivimos, la celebramos, la consagramos. Algunas oraciones son más eficaces que otras. Las mejores son las que pronunciamos conscientemente. Ln su forma más pura, la oración es conversación. Comunión. Conexión. Intimidad. La oración es el dialecto de la Divinidad. La oración es la conversación auténtica porque no tienes que reprimirte; puedes decir lo que quieras, expresarlo como quieras, en el momento en que lo desees. No serás juzgada por ello. No te arriesgas a perder el amor de una persona querida; antes bien, a través de la oración estre charás tus lazos de cariño. No tienes que medir bien las palabras para evitar malos entendidos, porque no puede haber ninguno. Aunque no sepas lo que quieres y necesitas, el Espíritu sabe lo que vas a decir, pedir, gritar o elogiar antes de que pronuncies una sílaba. ¿Entonces por qué tenemos que rezar en voz alta? Porque las mujeres no debemos guardar silencio. Debemos expre sar lo que sentimos, protestar, desahogarnos a gusto. No podemos ha cerlo cuando nos sentimos atrapadas — cosa que nos sucede a menú do— en un esquema autodestructivo, cuando guardamos silencio. «Cada persona vive su vida a través de una serie de conversaciones», nos dice Deborah Tannen. Las mujeres rezamos porque necesitamos hablar con alguien dispuesto a escucharnos.
9
DE NO VIEM BRE
El sacramento del momento presente N o existe n ad a tan secular q u e no p u ed a ser sagrado, y ése es uno de los m ensajes m ás p rofu n d os de la Encarnación. M a d e l e in e L ’E n g l e
S i la vida cotidiana es nuestra oración, los momentos que ofrecemos para crear una vida auténtica son nuestros sacramentos. The B ook o f Com m on Prayer define un sacramento como «un signo externo y visi-
ble ele una gracia interioi y c\spii iiu.il I a lorina rxltiioi y visiblemediante la cual llevamos .1 cabo nuestros i|ticli.\ce ros cotidianos el tiempo, la energía creativa, las emociones, el i alante y la atención que aportamos a nuestras tareas— constituye el medio a través del cual elevamos lo mundano a la categoría de trascendente. Los momentos de iluminación no sólo los experimentan los santos, los místicos y los poetas. Existen siete sacramentos cristianos tradicionales: el bautismo, la penitencia, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, las órdenes sagradas y la asistencia a los enfermos. Pero no tenemos que pensar en los sacramentos únicamente en términos religiosos, según observa Mat thew Fox, puesto que «lo sagrado está en todas partes». Cuando saludamos un nuevo día lo bautizamos con nuestra grati tud y entusiasmo; cuando nos reconciliamos con otra persona o con nosotras mismas y procuramos reparar el daño, hacemos penitencia. La confirmación nos aporta sabiduría. El matrimonio es el sacramen to de las relaciones. La eucaristía es el sacramento del alimento. Las órdenes sagradas constituyen el sacramento de la autoridad, y la asis tencia a los enfermos es el sacramento de la solidaridad. Todo tiene importancia: hacerle las trenzas a nuestra hija, preparar el bocadillo para el almuerzo de nuestro marido o de nuestro hijo, despedirnos de ellos, recibirlos cuando regresan a casa, dar consejos, mociificar el con trato, devolver una llamada, cocinar la pasta, servir el vino, escuchar a una amiga, consolar a alguien que sufre, compartir un secreto, visitar a nuestro padre en el hospital, comprobar que no se oculta un mons truo debajo de la cama. «Lo más maravilloso de los santos es que eran hum anos — nos dice Phyllis McGinley en Saint-W atching— . Tenían arrebatos de ira, sen tían hambre, se enfadaban con Dios, eran egoístas, tercos, impacientes, cometían errores, se arrepentían. Pero nada les hacía desistir de su em peño de alcanzar el cielo.»
10 I )!' N( WII'.MBKI
Las lagunas Después de plisar tantas horas con v en cién d om e d e q u e estoy en lo cierto, ¿no existirá algu na razón p a r a tem er h a b e r m e equ iv ocad o? J a n e A u sten
M
e resulta difícil escribir sobre la fe sin escribir también sobre las dudas. Me encantaría escribir una meditación sobre el consuelo que proporciona la fe absoluta, la fe de Abraham dirigiéndose a través del desierto con su hermoso hijo, Isaac, para hacer una ofrenda a Dios. Disponen de fuego y leña. «¿Pero y el cordero?», pregunta Isaac a su padre. «Dios proveerá el cordero para que lo sacrifiquemos y se lo ofrezcamos», responde Abraham al hijo por el que rezo durante siete décadas. Naturalmente, puesto que esta historia se refiere a una le absoluta, Dios provee. Después de construir el altar, disponer la leña, atar al niño y desenvainar el cuchillo, interviene un ángel. Dios pro vee. La fe rompe un corazón a fin de que alcance la plenitud. Pero no puedo escribir sobre el consuelo de una fe absoluta como Abraham porque jamás habría atravesado el desierto provista de fuego, leña y mi hijo pero sin un cordero. Para Abraham, no había lagunas en su fe. ¿O si? ¿Ni siquiera cuando alzó el cuchillo? En cierta ocasión una amiga me contó una conversación que había mantenido con otra amiga común sobre Dios, la fe y las dudas. De pasada, mencionó que ambas expresaron su deseo de poseer una fe como la mía. No recuerdo el resto de la conversación. Pero sí recuerdo la necesidad que sentí de colgar el teléfono, mi asom bro al pensar que alguien pudiera envidiar mi frágil fe. Annie Dillard dice que Ezequiel, el profeta del Antiguo Testamen to, recelaba de quienes no hubieran experimentado lagunas en su fe antes de hallar el camino de regreso a través de los desiertos del cora zón. «Las lagunas son importantes — afirma Annie— . Las lagunas son la morada del espíritu, unas altitudes y latitudes tan maravillosamente desnudas y limpias que el espíritu puede descubrirse en ellas por pri mera vez como un hombre a quien de pronto quitan la venda de los ojos.» Confío en que tenga razón. Es posible que las lagunas sean lo que hace posible la fe, especial mente cuando el dolor es insoportable. Si no existieran las dudas, ¿de
que nos serviría la le? ()m/a debamos leeonoici, aeepl.n v supeiai esas dudas antes de que nuesiia I» sr.i lo .ul iciciitcmenlc lueile, no sólo para hablar de ella, sino pata sostenernos en eualquiei eireuns tanda. N o pasa nada si aguantas la respiración antes de saltar al vacio. Pero no mires hacia abajo. «La fe no es estar seguro, pero sí apostarte tu último centavo nos dice Mary Jean Irios en Yes, W orld— . La fe no es farfullar oraciones todo el día. Es hacerte preguntas por la noche y levantarte para ir a trabajar.»
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DE NO VIEM BRE
Una gracia asombrosa L a gracia llena espacios vacíos, p ero sólo p u e d e p en etra r en un v acío dispuesto a recibirla, y es la p rop ia gracia la q u e crea este vacío. Sim o n f . W e il
t
....................................................
.1—/a gracia es una intervención divina directa que soslaya las leyes de la naturaleza — tiempo, espacio, causa y efecto, un espacio donde aparcar— destinada a beneficiarnos. Los teólogos nos dicen que la gracia es una demostración inmerecida del amor de Dios, prueba de que no nos hallamos solos. Teniendo en cuenta que la mayoría de no sotras estamos convencidas de que la vida es una batalla que libramos solas, no es de extrañar que cuando aparece de pronto ese poder divi no nos quedemos pasmadas. La gracia es fuerza, un campo de energía espiritual que nos protege y ayuda. La gracia es el vuelo de prueba del Espíritu; tenemos la sensación de deslizamos a través del momento, del encuentro, del día, remontando los obstáculos. Experimentamos,la vida real. Accedemos a la gracia como a cualquier otro instrumento espiri tual, solicitándola específica y periódicamente. Por la mañana te lavas los dientes, pones agua a hervir para hacer café. Una vez despierta, pides con gratitud y esperanza una porción de gracia. Los niños desa yunan, se visten sin rechistar y se marchan a la escuela. El conductor
di I .un oí .11 lt". t".|u i i I I 11i.i 11 .i i i si m i i » sin in t|iíi / os A I j •,1111 •i i if pie ginit.i si li.is perdido peso. A L i s cuatro de I.i i.m lr le il.r. i uriii.i de «|lie* sonríes y piensas que debe de haber algo de veril.id en esto. Al ili.i siguiente pides oí i .i poreion de grac i . Al poco tiempo se convertirá en un ejercicio tan natuial y necesario como respirar.
12 DE NOVIEM BRE
Momentos celestiales Esto son sólo conjeturas y suposiciones, conjeturas seguidas p o r suposiciones, y el resto es oración, observan cia, disciplina, pen sam ien to y obra. 1 '. S. E l i o t
farl Jung lo denominaba «sincronicidad»: dos hechos aparente mente no relacionados que no pueden ser explicados por medio de la causa y efecto pero que están singularmente ligados por un significado 'personal. Nosotros lo llamamos «coincidencia». «Casualidad.» «Suer te.» «Providencia.» Lo llamamos de varias formas excepto por su auténtico nombre: «gracia.» «Dios.» Cuando ocurren unos hechos fortuitos «en el momento preciso y producen los elementos adecua dos para hacer que nuestra vida tome de pronto un curso imprevisto», según nos dice James Redfield en The Celestine Prophecy, debemos «intuir un significado superior en estos hechos misteriosos». Pero la mayor parte del tiempo estamos demasiado ocupadas para reparar en ello. Demasiado ocupadas con la vida real para prestar aten ción a la vida real. De modo que despachamos ese momento Celestino encogiéndonos de hombros y pensando «qué curioso», en lugar de preguntarnos «qué significa». Y en lugar de esperar la respuesta del Espíritu, seguimos haciendo mil cosas. Los artistas dependen de los armónicos más elevados de la sincro nicidad. Y puesto que es algo que esperan, lo obtienen. Hoy, inicia un interesante experimento. Durante una semana da por supuesto que nada de lo que sucede en tu vida es casual. Puedes ir aún más allá. Presta atención a tus sueños. Sigue tus impulsos. Respeta tus golpes de intuición. Utiliza tu intuición como el instrumento espiritual que es.
Piensa qué tipo de pelú ul.is te inteies.m I setu li.i I.» letr.i de l.is caiu io
nes. Si alguien te sugiere que p i n c h e s ale,o nuevo, li.i/ln. Si te apetece asistir a una determinada eonlereuei.i, lia/,lo. Toma nota del tipo de libros que llaman tu atención. Conversa con el extraño que se sienta junto a ti en el metro o el autobús, o con una persona que te parezca interesante y te mira insistentemente. Muéstrate receptiva y alerta. Comprueba cuántos momentos Celestinos puedes acumular a lo largo del día. Cuanto más abierta te muestres al papel que desempeña en tu vida la sincronicidad, más atraerás la ayuda divina.
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Ruegos que se cumplen D ios respon de brusca e in esperadam en te a algunos ruegos, y nos arroja a la cara e l o b jeto d e nuestros deseos un gu an te con una d ád iv a «dentro». E l iz a b e t h B a r r e t t B r o w n in g
O s c a r Wilde afirmaba que sólo existían dos tragedias en la vida: no conseguir lo que uno pide y conseguirlo. «Los ruegos que se cumplen me dan miedo — reconoce Julia Ca meron en The Artist’s Way— . Implican responsabilidad. Tú lo has pe dido. Ahora que lo tienes, ¿qué vas a hacer? Conviene no olvidar esta advertencia: “Cuidado con lo que pides en tus oraciones, pues puedes conseguirlo.” Los ruegos que se cumplen nos obligan a asumir la res ponsabilidad de nuestros actos, lo cual resulta incómodo.» Con frecuencia, la razón de que nos sintamos incómodas es por que no hemos pedido lo que nos conviene, y en el fondo lo sabemos. Rezamos rogando conocer a nuestro compañero del alma, en vez de pedir gracia para convertirnos en la mujer hacia la que se sentirá atraí do nuestro compañero del alma; imploramos tener éxito cuando en realidad deseamos sentir que hemos logrado algo auténtico; pedimos dinero, cuando lo que necesitamos es modificar nuestra relación con el dinero. Suplicamos que una situación se resuelva de determinada forma, cuando lo que deberíamos pedir es tranquilidad de ánimo, al margen de cómo se resuelva la situación.
I ii realidad, mu .tu»*, nichos siempre obtienen lespuest.t l'ero no nos ^iista que l.i i espuesia se.i -no». I .1 esi 1tima Madeleine I ‘ Iingle Id reeonoee sin ambages en Vbv lrruliotiul Seasotr. « N o nos gusta recibir* un “ no"; y .1 veees los iioes" de* Dios nos gustan menos que otros.» Los ' iioes del l'spíritu constituyen un misterio divino aún más profundo que los su . ; nos hacen meditar más detenidamente, una vez que han remitido las lágrimas, la furia y las protestas. Los «noes» de Dios no tienen sentido para nuestra mente racional y consciente, tanto más cuanto que estamos convencidas de saber perfectamente lo que nos conviene. ¿Pero lo sabemos realmente? Queremos recibir un «sí», pero a veces necesitamos un «no». Piensa en los desastres que ocurrirían si respondiéramos «sí» a todas las peticiones de nuestros hijos. Se me pone la carne de gallina de pensarlo. Pero somos hijas de la Divinidad. No podemos imaginar las consecuencias; ni podemos comparar nuestras peticiones con las peticiones de los demás. El Espí ritu atiende al mismo tiempo nuestros ruegos de que haga sol para organizar un picnic familiar como la petición de lluvia del agricultor. No imaginas el alivio que se siente cuando dejas de suponer que conoces todas las respuestas. Cuando tus ruegos se vean demorados, o denegados, pregunta al Espíritu si has pedido lo que te conviene. En caso negativo, ruégale que te revele lo que debes solicitar. A menudo, cuando recibimos un «no» es para concedernos más tiempo, espacio, sabiduría y experiencia para prepararnos para el glorioso momento en que el Espíritu nos responda con un repentino y rotundo «¡sí!».
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Milagros Sólo h ay dos fo rm a s d e v iv ir la vida. U na es fin g ir qu e n ad a es un m ilagro. L a otra fin g ir qu e todo es un m ilagro. A lb e r t E in s t e in
S o le m o s creer que un milagro, por ejemplo una repentina curación física, es un acontecimiento fuera de lo común. En realidad, el verda dero milagro no es el hecho en sí, sino la forma en que lo percibimos en nuestra vida. Pregúntate cuál es el verdadero milagro: ¿cuando por
lili llega el i 1 ) 0 ( 1 1 1 0 , oii.» mío amplían el pía/o di pago, i ti.i i n i o •.(■ irstiel vo el litigio, cuando se Itaoe tiit.t imv|h mu 1, ( ) cuando ti alas ilc afron tar la espinosa situación con tina som r..i, soonamoiito, dejando a lodo el mundo perplejo con tu aplomo y m oor.ijo?
Marianne Williamson define un milagro como «si se levantara la niebla, se produjera un cambio en nuestra percepción, un retorno al amor». El flujo incesante de amor es lo que hace que los milagros sean posibles: el amor que el Espíritu siente hacia nosotros, nuestro amor hacia nosotras mismas, nuestro amor hacia el Espíritu. En su libro A Return to L ove: Reflections on the Principies o f a Course in Miracles, Marianne Williamson nos dice que hubo un tiempo en que lo único que conocíamos eran los milagros, porque existíamos en el amor. Lue go nos despertamos en la tierra y «aprendimos conceptos como com petencia, lucha, enfermedad, recursos agotados, limitaciones, remordi mientos, maldad, muerte, hambre y desgracia. Empezamos a pensar en esas cosas, y empezamos a conocerlas». El amor fue sustituido por el temor. Cuando vivimos en el temor — que para muchas de nosotras re presenta la vida real— los milagros son la excepción, no lo habitual. Pero podemos cambiar esa situación. Lo único que tenemos que hacer es hallar el camino de regreso a casa, a nuestro yo auténtico. Existen muchos caminos que conducen a la plenitud. El que emprendió Marianne Williamson en 1977 fue A Course in Miracles, que según explica consiste en «un programa de autoayuda de psicote rapia espiritual», basado en unas creencias espirituales universales transcritas por un psicólogo judío durante unas sesiones de dictados místicos a mediados de los años sesenta. A través de la meditación diaria y los ejercicios descritos en la obra, quienes buscan la plenitud aprenden a renunciar a todas las ideas pre concebidas del ego — lo que deseamos, necesitamos y creemos que nos hará feliz— sustituyéndolas por la aplicación práctica y cotidiana del amor en nuestras vidas. «Tanto si nuestro dolor psíquico está ubicado en el terreno de las relaciones, de nuestra carrera, salud o cualquier otro ámbito, el amor es una fuerza muy potente, la cura, la respuesta», nos asegura Williamson. En el prólogo de A Course in Miracles se afirma que el tema cen tral del curso, compuesto por tres volúmenes y mil ciento ochenta y ocho páginas, es muy sencillo: yr / I
.N ada real pu ede verse am enazado. N o existe nada irreal A qu í reside la p az de Dios.
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El cielo nos protege T odos ten em os un án g el tu telar qu e nos guía, nos protege, nos sana, nos alienta, nos consuela con m an os cálidas e invi sibles... ¿ Q u é p o d em o s h a cer p a ra p ed ir su a y u d a f Pedirla, sim plem ente. C on gratitud. So p i
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B i jr n i
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.acuerdas el consuelo y la alegría de tener una amiga o amigo ima ginarios cuando eras niña? El hecho de que el resto del mundo no los viera no significa que no fuera real. Es más, esa compañera o ese com pañero de tu infancia siguen siendo una presencia inmediata en tu vida codiana — vigilando, protegiéndote, guiándote, inspirándote y amán dote— aunque hace mucho tiempo que no fabricáis tortitas de barro en el jardín. Los ángeles son prueba del amor que siente Dios hacia nosotros, unos recordatorios constantes de que no estamos solos. Prácticamente todo el mundo ha vivido la experiencia de haber sido salvado de un peligro por una fuerza invisible. En aquel momento tuvimos la sensa ción de que el cielo nos protegía. Y no nos equivocábamos. Aunque dos tercios de nosotros creemos en la existencia de los ángeles, no todo el mundo está dispuesto a mantener una íntima relación terrenal con un ser celestial. Durante los últimos tres años he gozado de una relación íntima con mi ángel tutelar, que en realidad es una angelesa a la que llamo Annie. A medida que proseguía mi desarrollo espiritual, busqué una amiga mística, la cual me ha proporcionado gran alegría, consuelo, seguridad y paz. El mayor regalo que me ha hecho Annie es ayudarme a relajarme. Con frecuencia me recuerda que la vida real no consiste en
un melodrama protagonizado poi una sola muji-t, aunque lenj'.o c ifi la tendencia a reescribir el guión. Pise a que me gustaría mucho, jamas he logrado ver a Annie. Los angeles no ap.u ei cu por arle de mapa; no son unos genios encerrados en unas lamparas maravillosas. Sin embaí go, podemos invocar a estos fieles amigos y compañeros para que nos guíen, ayuden e inspiren.
«Nuestros ángeles nos conocen más íntimamente que nuestros padres o esposos. Se preocupan afanosamente de nuestro bienestar y de nuestra salud física — nos dice Eileen Elias Freeman— . Saben lo que hacemos, lo que pedimos en nuestras oraciones, lo que vemos y lo que decimos. Observan la vida y muerte de cada una de nuestras células, y nos aman, porque son unos seres que provienen de Dios, y Dios es amor.» Aunque actualmente circula una gran cantidad de libros sobre ángeles, las obras de Freeman, Touched by Angeles y Angelic H ealing son mis favoritos. Freeman sostiene de forma convincente que un encuentro angélico profundo y significativo sólo es posible cuando nos damos cuenta de que en realidad lo que deseamos es mantener una relación especial con el Espíritu. Podemos deleitarnos con el mensaje y el mensajero, pero no debemos olvidar quién lo ha enviado. Al igual que ocurre con todos los dones espirituales, debemos pedir a nuestros ángeles que nos ayuden. Debemos pedir al Espíri tu que haga más profunda nuestra relación con nuestro ángel tutelar, mostrándonos agradecidas de que las líneas de comunicación celestial estén siempre abiertas.
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Cabalgar sobre la gran ola P regú ntate si eres fe liz y dejarás de serlo. J. S. M i l l
n JL^/éjate arrastrar. Atrapa la ola, cabalga sobre ella. ¿No te encantaría hacerlo? Pero la vida real no suele incluir una parada en Surf City a menos que vivas en Malibú. Cada vez que experimentamos el flujo mágico, experimentamos
iin.i sensación luminosa com o si nos devalamos, alm as, eufóricas, autenticas, con nuostias facultades potenciadas ,il máximo, Nos olvi clamos de comer, i lt beber, del sexo, de dormir. ¿P o r qué? Porque
funcionamos con un combustible de un elevado octanaje. El amor con mayúscula. I m o i a mo - . mu-,tros dones a pleno pulmón coreadas por un "¡bravo!" colcaia!. N o s regocijamos en nuestra pasión. No necesi tamos unos mantias que nos motiven; la felicidad nos impulsa como una exhalación hacia nuestras aspiraciones. Los obstáculos se disuel ven. Las emociones tóxicas, las preocupaciones y la depresión desapa recen. Estamos en este mundo, pero no pertenecemos a él. Experi mentamos una profunda satisfacción que no se halla en las zonas erógenas ni erróneas, una paz que supera nuestro modesto entendi miento. Euforia. Alegría. Una trascendencia que lo transforma todo. Lo que buscamos cuando pedimos al médico que nos recete Prozac. Lo que creíamos que era el sexo cuando teníamos dieciséis años. Lo malo es que no cabalgamos sobre la gran ola lo suficientemen te a menudo. La buena noticia es que el «flujo» puede ser invocado e inducido; incluso puede convertirse en una de las especialidades más productivas de la investigación psicológica de la próxima década. D u rante los últimos veinte años, Mihaly Csikszentmihalyi ha encabezado el movimiento pionero del estudio científico sobre la alegría, analizan do los estados alterados de «experiencia óptima», esos momentos en que nos sentimos profundamente ligados a la vida real, que él denomi na el «flujo». Mihaly sostiene que la alegría puede formar parte de la. vida diaria, y yo lo creo. Si lees su increíble libro Flow : The Psychology of O ptim al Experience, quizá te conviertas también en una creyente en sus teorías. Esa luminosa sensación que he descrito antes solemos alcanzarla a través de cosas simples, incluso nuestro trabajo, cuando realizamos nuestras tareas con el adecuado talante. El ser plenamente conscien te — centrar nuestra energía psíquica en lo que estamos haciendo— induce ese «flujo». Cuando aprendemos a alejar de nosotras el caos, concentrando nuestras energías creativas en nuestro interior, nuestra atención estimula nuestra capacidad de acelerarnos más allá de nues tras facultades normales. Cuando trabajamos, jugamos o creamos, el ritual desempeña un importante papel a la hora de preparar nuestra mente, cuerpo y alma para conectarnos al filón principal. La forma en que ordenas tu mesa al comienzo de la jornada, el tipo de lápiz que prefieres, la música que escuchas cuando escribes en tu diario de descubrimientos personal constituyen una invocación del «flujo». Los pequeños momentos —leer, trabajar en el jardín, cocinar, pintar o coser— asumen un nuevo signi ficado cuando lo contemplamos como olas que pueden conducirnos
hasta el «llujo». Explorar el líii.tjc de m lamili.t, conmemorando mo mentos especiales o personas que lian l o m u d o parte tle in vula a lia ves de talismanes que lias ido coleccionando, puede invocai el flujo» al ligar el pasado con el presente. El hecho de variar la rutina de tu vida cotidiana induce también el «flujo», pues la novedad incrementa la frecuencia de las olas; pensar en hacer el amor de manera distinta puede estimular unas olas de deseo que la monotonía había adormecido. Memorizar citas literarias, versos, canciones y datos, utilizándolos para animar nuestras conver saciones, puede invocar también el «flujo». Al igual que dominar un juego, un deporte o una nueva actividad estimula el proceso del «flu jo». Pero también lo conseguimos a través de la soledad y de soñar despiertas, porque la imaginación es el medio que emplea el alma para comunicarse con nuestra mente consciente. «La opinión que tenemos de nosotras mismas, la alegría de vivir, todo ello depende en última instancia de cómo la mente filtra e inter preta las experiencias cotidianas — nos recuerda Mihaly Csikszentmihalyi— . El que seamos felices depende de nuestra armonía interior, no de los controles que podamos ejercer sobre las grandes fuerzas del Universo.»
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Informe meteorológico Es m uy divertido co m p ro bar los diferen tes clim as senti m entales qu e uno experim en ta a lo largo d el día. A n n e M o r r o w L in d b e r g h
I
I o y , nubosidad variable. Mal humor. Anoche no dormiste bien;
los niños te despertaron dos veces. Te sentías nerviosa, no parabas de dar vueltas en la cama. Podría deberse a los días del mes o a las factu ras. O a una fuerte retención de líquidos. Alternarán nubes y claros, más soleado hacia el mediodía si has quedado para comer con una amiga. Formación de nubes tormentosas, si te quedas a comer en el despacho. Durante la tarde se producirán chubascos debidos al cúmu lo de trabajo, al mal humor del jefe, las cifras de ventas. Esta noche
l a s lenipei . 11 n i , r . No l i a s resuello i i i i . i di s i i r . m u i o n lu ni.nido sobic Lis p r ó x i m a s \.n .n iones I si.» noelie es posible que se produzcan heladas, poi lo i|tie niaiiana amanecerá un día Irío y desapacible. I loy en día mili lias mujeres tratan de combatir su adicción al alco hol, a las drogas, al tabaco, a la comida, al sexo, a comprar, a dormir. La mayoría de estos perniciosos hábitos son comentados con frecuencia en libros, en revistas y en la televisión. Pero existe otro «hábito» que nos afecta a muchas de nosotras y que apenas se ventila, me refiero a la adicción a los altibajos emocionales. Durante cierta época de mi vida, a veces me pasaba varias horas llorando de rabia. Era como una borrachera emocional; me desahoga ba llorando y lamentándome hasta quedar agotada, incapaz de ser una compañera agradable para mi marido o una escritora productiva. Esos estallidos emocionales no son sólo una cuestión de temperamento, sino que pueden dar al traste con relaciones, carreras y sueños. La úni ca forma en que conseguí superar mi adicción al melodrama personal fue reconociéndola y rezando todos los días para que el Espíritu me ayudara a evitar esa trampa. Poco a poco, con apoyo terapéutico, con seguí superarlo. Pero sé que en lo referente a mis em ociones, siem pre estaré en fase de recuperación. A veces esos episodios emocionales son precipitados por un tras torno físico, por fatiga, depresión, estrés, agotamiento nervioso. Pero los cambios en nuestro clima emocional que destruyen nuestra vida cotidiana no tienen nada de divertidos. Es esencial que tomemos nota de nuestros patrones meteorológi cos emocionales si queremos permanecer cuerdas y sanas, funcionar y que los demás nos quieran. Cada mujer tiene su propio patrón emo cional, distinto del de otras mujeres. Si no conoces el tuyo, empieza a prestar atención. Cuando rompas a llorar o tengas un de cólera, respira profundamente y trata de centrarte. Cuenta de uno a cien antes de emitir un ultimátum. Cuando te hayas calmado, analiza las circuns tancias que rodearon ese episodio emocional. Te sientes frustrada. ¿Por qué? ¿Dormiste bien anoche? ¿Qué has comido a la hora de almorzar? ¿Cuántos vasos de vino bebiste? ¿Cuánto hace que tuviste el periodo? ¿Cuánto hace que fuiste al gimnasio o practicaste algún ejercicio? Estás furiosa. ¿Por qué? Estás disgustada. ¿Por qué? Estás resenti da. ¿Por qué? Afronta el problema. Habla con una amiga. Escribe en tu diario de descubrimientos personal. Escribe una carta. Pon al día tus papeles. Ordena el armario o tus archivos. Cuando te hayas sere nado, piensa en la medida que debes tomar para resolver la situación o al menos hacer que sea tolerable. Sí, seguro que hay algo que puedas ha cer para remediarlo. Hazlo. h,i|ai.m
I .ameniablemente, l.is ad itt.r. .1 los 1 Madidos n m 11 u>11.1 le . no s<(li mos dar rienda suelta .1 las emocione •/m\ilir,is la j',iatiiml, e! perdón, la empatia, la iración, el respcio. I’<1*> 1 podemos recobrar rmes tra autenticidad y nuestro equilibrio con alej-t ia. Cultiva la felicidad. Afina tu sentido del humor; es el instrumento más irresistible que poseemos. Sonríe, especialmente si no tienes ga ñas. El hecho de sonreír aumenta las enzimas positivas de la química cerebral. «Lo cierto es que podemos renovar nuestro entorno, reformar nuestra casa, aprender un nuevo juego, o inscribirnos en un nuevo club mucho más fácilmente que cambiar la forma en que nos com portamos a nivel emocional — observa Ellen Goodman— . Es más sen cillo modificar ciertas conductas que los sentimientos sobre esas con ductas.» Pero no puedes modificar tu conducta a menos que reconozcas la necesidad de hacerlo. Y no existe ninguna adicción que no pueda cu rarse con amor.
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El valor de la amistad Cada amigo representa un mundo dentro de nosotros, un mundo que posiblemente no nace hasta que llega, y es a tra vés de ese encuentro que nace un nuevo mundo. A n a ís N in
L o s ángeles no son los únicos que nos recuerdan la devoción de la Divinidad a nuestro bienestar emocional, físico y psíquico. Nuestros amigos también. Los ángeles nos proporcionan gracia y obran mila gros; nuestros amigos también. Los ángeles son unos mensajeros divi nos; los amigos también. Dios se expresa a través de esas charlas ínti mas, conversaciones y confesiones. Probablemente porque solemos hacer caso de lo que nos dice un amigo que nos quiere de forma in condicional y desea que seamos felices. Nuestros amigos constituyen la joya de la corona de nuestra satis facción. Debemos tratarlos con todo el cariño que nos inspiran. Exis
ten mm litis Itu ni.r. »Ir lu* i'i lo, l .os i ii nales de amistad son niny eliea ces, como ¡nvn.u .1 comri .1 1111,1 .11111 )>,.i el día dr su cumpleaños, com partí) con d i.1 un libro favorito, leerlo simultáneamente y rcuniros una vez al mes p.na lomar el té y comentarlo. Recortar un artículo o una receta culinaiia dr 1111 periódico o una revista y enviársela a una amiga por correo I nviar tarjetas y notas de agradecimiento a nuestras amistades. I Jna nota breve para consolar a un amigo que atraviesa una mala racha lo animará más que una llamada telefónica. Comparte tus deseos y resoluciones para el nuevo año con una amiga. Ve con ella de pasco. Organiza excursiones, visitas a un anticuario o a un mercadillo de objetos artesanales; salid juntas de compras. Una vez al año, reuniros para intercambiar prendas de vestir y complementos de los que os hayáis cansado. Cuando una amiga está resfriada, envíale una cesta con remedios como pastillas para la tos, pañuelos de papel, fruta, té, un termo con caldo casero, una pequeña planta. Cuando quedes para comer con una amiga, llévale flores, aunque sea un modesto ramo comprado en un puesto callejero. Anímala cuando esté deprimida. Cuando una amiga o un amigo pierda a un familiar, en lugar de enviar una corona de flores para el funeral (ya lo harán otras personas), espe ra un par de días y envíale una hermosa planta o un ramo de flores. I c animará más de lo que imaginas. Si tiene problemas graves, incluye su nombre en la lista de personas a las que mencionas cuando rezas. A veces nuestros ruegos en favor de un amigo son el mejor regalo que podemos hacerle. Comienza o contribuye a una colección destinada a una amiga, añadiendo un nuevo elemento el día de su cumpleaños o en Navidad. Cuando hagas un regalo a alguien que quieres, que sea algo que esa persona no compraría. Cocina para tus amistades. Cuando una amiga esté enferma o padezca estrés, prepara doble cantidad de cocido y llévale una ración a su casa. Por encima de todo, haz saber a tus amigos lo mucho que les quie res. Recuérdales con frecuencia cuánto valoras su amistad. Desgracia damente, a veces perdemos a nuestros seres queridos. Los niños cre cen. Los padres envejecen y mueren. Los hermanos se ven separados por la distancia. Pero nuestros amigos constituyen uno de los hilos más importantes del entramado de nuestra vida. Demuéstrales tu cari ño, no sólo de palabra sino con obras. «Los amigos te ayudan a ser tú misma — nos recuerda Merle Shain— , a convertirte en la persona que deseas ser.»
La amabilidad de los extraños Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños, quienquiera que seáis. B l a n c h e D ubois (T en n essee W il l ia m s )
E n la Biblia, los ángeles que intervinieron en las vidas de los huma nos solían ser unos extraños que aparecían en escena una sola vez, prestaban ayuda a la persona en cuestión y desaparecían tan miste riosamente como habían venido. Según todos los relatos de primera mano publicados, el procedimiento angelical normal no ha variado en cinco mil años. A partir de hoy, empieza a prestar atención a tus encuentros con extraños. Búscalos. Sonríe. Míralos a los ojos. Conversa con ellos. Nunca se sabe. Aunque no se trate de un encuentro angélico, puede ser un momento Celestino. Hace varios años me encontraba en Nueva York para organizar una serie de conferencias sobre la época victoriana en Macy’s. Un día, al subir en un ascensor de carga, sostuve la puerta abierta para que pa saran dos empleados que iban cargados de mercancías, les pregunté a qué piso iban y charlamos unos minutos. «Usted no debe de ser de Nueva York — comentó uno de los empleados. Cuando respondí que no lo era, se echaron a reír— . Lo sabía. Ningún neoyorquino es tan amable». Más tarde, cuando me disponía a marcharme, cargada con varias cajas y bolsas, me topé con uno de los empleados que había vis to antes. Éste no sólo se ofreció para llevarme las bolsas hasta la puer ta, sino que esperó a que pasara un taxi, me ayudó a subirme y se des pidió con una sonrisa. Nunca rechaces la oferta de ayuda de un extraño, a menos que estés sola en un lugar apartado, donde en cualquier caso no deberías estar. La vida es dura para muchas mujeres. Pero poco a poco me voy convenciendo de que no es tan dura como creemos. Una de las razo nes de que la vida nos parezca tan dura es que no solemos pedir ayuda a nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo y extraños. Nos sen timos incómodas, como si el hecho de pedir ayuda demostrase que somos estúpidas o unas incompetentes. Deja de pensar que es un abuso pedir un poco de ayuda de vez en cuando. Sólo nos convertimos en un engorro cuando nos sentimos-
.11)111111.1(1.1', poi 1111( .11 (>. |>i«>I>1c1111.is y pedimos .1 Ion dem.ÍH que caí con ellos ademas de los suyos, Se .un.ib le con di '.1 ouoeidos. l)ej.\ que los desconocidos sean ama bles contigo. < o iiM ileialo un intercambio positivo de ayuda y compa sión en el círculo de l.i vida. Recuerda, según dice san Pablo: «Algunos han hablado con andeles sin saberlo.» Y algunos nos hemos encontra do con ellos sin darnos cuenta y los liemos rechazado antes de recibir su bendición.
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Benditos sean los vínculos que nos ligan Llámalo clan, llámalo grupo, llámalo tribu, llámalo fami lia. Sea como fuere, y seas quien seas, lo necesitas. J an e l I ow ard
I la c i a esta época del año empezamos a pensar en la familia, a veces con cariño, a veces con aprehensión. Aunque la configuración de la fa milia ha cambiado profundamente desde la era victoriana, lo que no ha cambiado es nuestra necesidad de sentirnos ligados a nuestros pa rientes. Con frecuencia la vida real produce rozaduras' en los vínculos que ligan a las familias. Algunas familias están separadas por la distan cia, otras por problemas u obligaciones. Muchas mujeres no sólo cui dan de sus hijos y esposos, sino también de sus ancianos padres. Esto a menudo provoca tensiones y resentimientos entre nuestros padres y nosotras, a medida que nos hacemos más responsables de ellos. Pero si nos organizamos bien, podemos disfrutar de una relación muy estrecha con las personas que queremos. Parece absurdo sacar tiempo para demostrar nuestro cariño, ya sea para organizar una cita amorosa con nuestro compañero, quedar para comer con una herma na o sostener una larga conversación telefónica con un hermano o una prima. Pero es así. Tengo una amiga que siempre saca tiempo para recordar a todos los de su numerosa familia y enorme círculo de amigos. El sistema que utiliza consiste en comprar un montón de tarjetas para todas las ocasiones. A principios de mes, tan automáticamente como si
se tratara do revisa i las facturas y recibos, tonsulta el calendario para comprobar si alguien cumple años y qué día. Muchas veces nos apetc ce enviar una tarjeta a un pariente deseándole que se recupere pronto de una enfermedad, o para felicitarle por su nuevo bebé, o para darle el pésame por la muerte de un ser querido, pero no lo hacemos para evi tarnos la molestia de salir a comprar una tarjeta. Utiliza la imaginación para complacer a tus familiares. Si posees un libro de meditación que te gusta mucho, regálales un ejemplar a tu madre y a tu hermana. Diles que cuando lees ese libro, siempre pien sas en ellas. Recorta artículos de revistas y periódicos que puedan in teresar o divertir a algún pariente tuyo. Yo siempre tengo unas tijeras a mano cuando leo un periódico o una revista y guardo los recortes en una cesta. Cada dos semanas, generalmente cuando reviso las cuentas, los envío por correo. Sólo tienes que escribir unas letras, por ejemplo: «Supuse que te divertiría leerlo.» Es un gesto que no te llevará más de cinco minutos, desde introducir el recorte en un sobre hasta pegar el sello, pero tu pariente se alegrará de comprobar que has pensado en él. Si vives lejos de tu familia, llámalos periódicamente por teléfono. Nuestros padres, cuando son ancianos, necesitan que nos ocupemos de ellos y que los llamemos o visitemos con frecuencia, a ser posible una vez a la semana. Todas nos acordamos de los niños de nuestra familia cuando se acerca Navidad, pero no siempre nos acordamos de su cumpleaños. Esos gestos omitidos provocan innecesarios disgustos. No nos cuesta nada tratar de recordar esas fechas, para evitar que los pequeños se sientan heridos. No utilices el pretexto de que no tienes tiempo, o que «pensabas hacerlo pero se te pasó». A ninguna de nosotras nos sobra el tiempo. Todas podemos hacerlo, basta con pensar en los demás y saber organizarse. Comparte historias familiares. Grábalas en un magnetofón para que no se pierdan. Pídeles a tus padres y a tus abuelos que graben sus recuerdos. Cuando haya desaparecido, el sonido de la voz de tu padre te partirá el corazón pero sanará tu alma. Contempla viejas fotografías familiares y manda hacer unas copias para todos los de tu familia. Comienza una colección de vídeos familiares. Trata de reunirte con todos tus parientes al menos una vez al año. A raíz de la muerte de la madre de una amiga mía, ésta y sus her manos se repartieron una pequeña cantidad de dinero del seguro de vida de su madre. Dado que mi amiga y sus hermanos vivían en dis tintas ciudades, sabían que tendrían que hacer un esfuerzo para no perder el o entre ellos. Decidieron utilizar ese dinero para crear un fondo destinado a costear el alojamiento y la comida de todos ellos a fin de poder reunirse cada verano. Mi amiga dice que los primeros
encuentro,s lucion dccnivoi, pues contribuyeron a estableen m u une v.i tradición lamiliat Aluna, mi amiga se siente mas unida a sus licr manos y hermanas (|ue cliando era nina. Según Simone Weil: I.I deseo de sentirse enraizado es quizá la necesidad más importante y menos reconocida del ser humano.» Es un pensamiento digno de meditación el Día de Acción de Gracias.
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Hacer novillos Sabes que no debes dejar escapar las preciosas horas del día. Sí, pero algunas son preciosas precisamente porque deja mos que se nos escapen. j . M. B a r r í i*:
H o y , meditemos con nuestros calendarios abiertos. ¿Que aspecto presenta la semana? ¿Qué día puedes tomarte libre sin que tu mundo se paralice porque durante unas horas has dejado de darle vueltas? Bien. Ahora escribe: «Día dedicado a la salud mental.» ¿Recuerdas los días de «salud mental» que aducíamos en la escuela secundaria para hacer novillos un día? Pues ha llegado el momento de reanudar la tradición. No tengas remordimientos por hacer novillos; se trata de una terapia preventiva. A veces me gustaría ser una médica especializada en trastornos femeninos. Todos los años sorprendería a mis pacientes recetándoles por escrito que hicieran novillos durante un día. Las convencería de que era absolutamente necesario para su salud: física y psíquica. Luego les daría una nota oficial excusándolas de la vida real. Creo que la verdadera razón por la que es tan difícil ser adulta es que no tenemos a nadie que nos excuse de cumplir con nues tras obligaciones, ocuparnos de nuestro marido, cuidar a mamá y con ducir a los niños a la escuela. No te preocupes. Yo escribiré una nota para ti. ¿Me devolverás el favor? Hacer novillos no es lo mismo que «hacer huelga». Cuando — debi do a que no lo soportas más— decides hacer huelga diciendo que estás indispuesta o tomándote un día de vacaciones, no tienes la energía crea tiva para «hacer novillos». Cuando hacemos novillos, la palabra opera
tiva es «jugar* pero nadie liene que saberlo excepto lu yo aulenlico. ( O una buena amiga que liaee novillo-, i oniigo .) I )espues de despedii a tu marido, llama a la oficina y di que le entrevistarás con quien sea mañana y luego lleva a los niños a la guardería. Si te quedas en casa, lia ma a un canguro o concierta con otra madre un intercambio. Dispones aproximadamente de ocho horas para emplearlas como desees. Haz lo que te parezca más frívolo y caprichoso. Compra un albornoz de un diseñador europeo, ve a un salón de belleza y pide que te hagan la pedicura, que te apliquen un tratamiento facial y un nuevo maquillaje. Concédete el capricho de un masaje de aromaterapia. Fin ge ser una turista y coge un bus turístico para visitar los lugares más destacados de la ciudad. Vete al cine. Ve a comer a un restaurante que no conoces. Quédate en casa y diviértete contemplando los culebro nes de la televisión, los talk-shows, una comedia o un vídeo. Lee una fabulosa novela de una sentada con una caja de chocolatinas junto a ti. No contestes al teléfono. Haz únicamente lo que te apetezca hacer, no lo que tengas que hacer. Ve a recoger a los niños y pásate por una hamburguesería o un chino y llévate comida preparada a casa. Cuando la jornada haya terminado, lo único que habrás hecho es cuidar de tu alma. \ Disfruta de no hacer nada. «Es imposible gozar plenamente de los ratos de ocio a menos que uno esté muy ocupado — confesó el escritor Victoriano inglés Jerome K. Jerome— . No es divertido no hacer nada cuando no tienes nada que hacer... Los ratos de ocio más dulces, como los besos, son los robados.»
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DE N O VIEM BRE
Meditación para chicas malas Es tan fá c il ser m ala sin darse cuenta, ¿ v e r d a d ? A n n e Sh ir l e y (L. M. M o n t g o m e r y )
I - J n a amiga y yo charlábamos un día por teléfono cuando de pron to me confesó haber hecho algo terrible pero muy divertido. «Qué mala eres», contesté fingiendo sentirme escandalizada pero con i-
*
r.u ion (el nóvenla \ nuevi pin cíenlo del tiempo «■. un pedazo de p,m), < tundo dejamos de i eirnos a carcajadas, mi amiy.a dei l.iro que las clu cas malas pueden enseuainos un p,u de tosas al resto de las mujeres. ( lomo descul'iu i una chica mala. I as chicas malas beben cham pán y combinailo'., no cerveza, jerez, agua mineral, calé con leche o té Darjceling. ( I ) sea, martinis, «destornilladores», bloody marys.) Las chicas malas prefieren vestidos pegados al cuerpo, tops escotados, tacones altos, medias negras de malla, seda, cuero, raso blanco cortado al bies y raso negro corto. Las chicas malas son pelirrojas, rubias o morenas, llevan la boca y las uñas pintadas de rojo vivo. O sea, como Mae West, Rita 1 layworth, Ava Gardner. (Pero las chicas más malas tienen el pelo de un castaño insípido.) Las chicas malas lucen pantalo nes ceñidos, sandalias de tacón alto, jerseys de cachemir o m ohair, pa ñuelos de seda en la cabeza para taparse los rulos y gafas de sol para ir al mercado; por las noches se ponen un esmoquin negro y una estola de zorro plateado. Las chicas malas están en o con su arpía interior porque pasean a unos dobermans con collares de cuero negro con brillantes falsos incrustados. Las chicas malas viajan a Las Vegas con la Visa oro de su ex que todavía lleva su nombre. Son apasionadamente leales a sus amigas. Son capaces de matar a quienes rompan el corazón de sus amigas del alma. Las chicas malas tienen amigos dotados de poderes sobrenaturales. Tienen su propio astrólogo. Saben que un cuerno (de la luna u otro astro) no es necesariamente algo que te pone el marido. Las chicas malas escuchan a Billie Holiday. Saben la importancia de depilarse a la cera periódicamente. Las chicas malas ejercitan unos músculos que el resto de nosotras ni siquiera sabemos que tenemos. Las chicas malas huelen a perfume caro y nunca salen de casa sin unos pendientes fabulosos. Leen a Nietzsche. Compran el N ational Enquirer. Saben pronunciar el nombre de Goethe y recitar Las flores del mal. Las chicas malas utilizan boquilla; las chicas realmente malas asis ten a cenas donde sólo se fuman puros. A las chicas malas les gusta disfrazarse: se presentan como madres perfectas, gélidas princesas y bibliotecarias. Las chicas malas son apa sionadas mientras que el resto del mundo se muestra frío. Prefieren el oro a la plata. Enseñan el ombligo, pero nunca el alma. Las chicas malas hacen el amor sobre sábanas de Ralph Lauren. Las chicas malas nunca se casan por amor, motivo por el que cambian tan a menudo de apellido. Las chicas muy malas tienen cuentas bancarias numeradas. Las chicas malas saben que no se trata de las cartas que te den, sino de la habilidad con que sepas jugarlas. Las chicas malas ganan al blackjack. Se van de vacaciones a Monaco, donde aprovechan para partici par en torneos de backgam m on. Frecuentan los billares, pero sólo jue-
gan al billat en casas partieulaies l'ienen en nomina a un corredor dr apuestas, un asesor financiero \ un abobado. I as tilicas malas envían sustanciosos cheques para buenas causas y nunca se molestan en d e s gravar la cantidad que donan. Las chicas malas no solo quieren diver tirse, sino que hacen todo lo posible para conseguirlo. I as chicas malas viven según la filosofía del placer personal. L a m ayoría de n osotras sólo som os chicas malas en nuestros sue ños. Pero existe cierto p atrón en el estilo de vida de las chicas malas que m erece ser analizado. L as chicas m alas com pran lo que les apetece com prar, com en lo que desean com er, se visten com o quieren, duer men cuando les apetece. L as chicas malas no acuden al p sicó logo porque no lo necesitan. En su lugar, tienen amas de llaves y m asajistas. Las chicas malas saben que esto no es un ensayo general. L a vida real es lo que tú quieres que sea. Puedes ser mala. Puedes ser buena. Pero procura ser auténtica.
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Una auténtica acción de gracias Un h og a r abierto, un corazón abierto, a q u í crecerá una ab u n d an te cosecha. Judy H and
E l pavo está en el horno, im pregnando el am biente con su suculen to arom a, y mi corazón se siente feliz. L as tartas se están enfriando sobre la m esa, rellenas de frutos de la tierra, y mi corazón está reb o sante. L a conversación, la com pañía y el afecto transform an las habita ciones de esta querida casa, y m i corazón está en paz. Pronto mis seres queridos — parientes y am igos— se sentarán a esta mesa para com partir nuestra com ida y nuestras bendiciones y alzar con nosotros sus corazones en una oración de gracias. M ientras pongo la mesa, mi corazón recuerda con gratitud el legado de am or y tradición re presentado en los talismanes del mantel recién lavado y planchado, en la reluciente cristalería, en la herm osa vajilla de porcelana. L a plata brilla, las velas arrojan un suave fulgor, las flores nos deleitan con su belleza.
I *. iiim situauóu pille» 1,1 Ti.iiemni tic pii .eiv.ii e.ie auténtico momento de em auto de l.t vida simple Valoienms e.t.i sensación de salislacción y plenitud. Alebrémonos y alabemos .il Creador de todo lo bueno.
I 1 novelista iM;•11 . I'liornas I lardy sostenía que los últimos días de otoño creaban una estaeión interior que nos permitía vivir «en unas altitudes espirituales que rozan el éxtasis» como en ninguna otra épo ca del año. Gocemos de la euforia que experimenta nuestra alma. Venid, hermanas mías. Recemos por los muchos dones que hemos recibido. Cantemos la canción de la abundante cosecha, levantemos nuestra copa de alegría, elevemos nuestro corazón rebosante de grati tud. Sonriamos, pues tenemos mucho que compartir. Tanto es así, que en esta época de abundancia somos capaces de aceptar la época de renuncia. Poseemos todo cuanto necesitamos. Amado Espíritu, nos has dado mucho, más de lo que merecemos. Te ruego que nos concedas una cosa más. El don de un corazón agra decido. Los corazones no olvidarán lo que has hecho.
24 DE NO VIEM BRE
El don de la salud L a p rim era riqu eza es la salud. R a lp h W a l d o E m erso n
F #n esta época del año solemos pensar más bien en lo que nos falta que en lo que poseemos, lo cual tiene una explicación. Ha llegado la época de lanzarnos a comprar regalos. Pasado el Día de Acción de Gracias comienza la carrera para prepararse para las fiestas navideñas. Apenas acabamos de celebrar la estación de la abundancia cuando, con la llegada de los primeros días oficiales de compras navideñas, inicia mos unas semanas frenéticas de búsqueda, compras y encargos, pero no para nosotras mismas. Nos sentimos abrumadas por una época de carencia. Así que antes de que nos dirijamos a unos grandes almacenes, con vendría no sólo hacer un repaso de lo que poseemos, sino pensar de tenidamente en ello. El dinero servirá para comprar muchas cosas
durante las próximas semanas, pero no se pueden comprar los regalos más importantes: la salud, un matrimonio sólido, unos hijos sanos, la posibilidad de expresar nuestra energía creativa, la paz interior. Es algo que solemos olvidar, no porque seamos unas ingratas, sino por que el ajetreo de la vida cotidiana nos impide pensar en ello. Ahora es el momento de recordarlo. Supongamos que te ofrezco una elección. Tienes garantizados todos los dones que he citado más arriba, pero no un BM W aparcado frente a la casa. O tienes garantizado el BMW, con dinero para comprarte la lujosa casa frente a la que está aparcado, pero te arriesgas a perder los dones de la vida real. ¿Qué elegirías? El don del que nos ocuparemos hoy es la salud. La salud no puede comprarse, aunque tengas todo el dinero del mundo. Podemos ad quirir los mejores servicios médicos, pero la salud no está en venta. La salud es un don inestimable que nos concede el Espíritu y que la ma yoría de nosotras da por descontado hasta que nos ponemos enfer mas. «Una de las experiencias más sublimes que podemos vivir es des pertarnos habiendo recuperado la salud tras una enfermedad — nos recuerda el rabino Harold Kushner en Who N eeds G od — . Aunque hayamos padecido una simple jaqueca o dolor de muelas, la salud a la que no solemos dar importancia de pronto se convierte en algo muy valioso.» Hoy reconoce que aunque sólo tengas salud, eres una mujer rica. Si tienes una mente sana, un corazón sano y una buena reserva de vitalidad y energía creativa, tienes el mundo a tus pies. Teniendo sa lud, lo tienes todo. Pero la salud no es sólo la ausencia de enfermedad. La salud es vitalidad, vigor, energía, equilibrio emocional, claridad mental y resis tencia física. Esos son los dones que debes pedir en tus oraciones, no que aplacen el pago de las compras con la tarjeta de crédito y te aho rres el bochorno. Toma vitaminas. Agradece al Espíritu la salud de la que gozas, y pide más. Si hay una lección espiritual que deseo que grabes en tu mente, es la conveniencia de pedir. Pide y te será concedido. Pide y si no lo consigues, al menos lo habrás intentado. Pide específicamente lo que deseas. Hoy, pide la suficiente dosis de energía creativa y física que necesitarás no sólo para sobrevivir a las fiestas navideñas, sino para disfrutar de ellas.
Cuando estás enferma L a e n ferm ed a d es el m édico a l q u e hacem os m ás caso; a la am ab ilid ad , a los conocim ientos, sólo h acem os prom esas; a la e n ferm ed a d la o b ed ecem o s sin rechistar. M a r c e l P ro u st
TX
ienes la sensación de que te vas a morir, tienes un aspecto que parece que te vayas a morir y te expresas como si te fueras a morir — me dijo la doctora mientras estudiaba los resultados de las pruebas de laboratorio y mis radiografías— . Pero gracias a Dios, no vas a mo rirte. Has vuelto a pillar la gripe, tienes sinusits y has contraído una pleuresía. Quiero que te tomes un antibiótico y guardes cama hasta que estés mejor, una semana o diez días.» Cuando protesté débilmcn te porque había estado tres semanas enferma con la gripe y tenía el ira bajo muy atrasado, la doctora asintió amablemente y respondió: «Vete a casa, tómate la medicina, ponte el pijama y escribe una meditación sobre lo importante que es cuidarnos cuando estamos enfermas. Me enfadaré mucho si vuelvo a verte por el hospital.» ' Hice lo que me ordenó. Más o menos. Escribo este mensaje disi muladamente, debajo de la colcha. La mayoría de las mujeres no se meten en cama cuando están enfermas porque no pueden permitírselo. Tienen que ocuparse de los niños, realizar las tareas caseras, preparar la comida, la vida sigue. De modo que continúas con tus quehaceres hasta que te caes redonda. Una mañana amaneces sin poderte mover. Estás enferma. Durante un par de días — a lo sumo— te concedes un pequeño respiro. Tu compa ñero y/o tus hijos inquieren solícitamente si necesitas algo, y luego se apresuran a cerrar la puerta para que puedas descansar. A menudo asoman la cabeza para comprobar tu estado porque el espectáculo de ver a su madre yaciendo en la cama durante más de dos horas seguidas equivale .1 un terremoto de una intensidad 6,5 en su escala Richter per sonal. «¿Te eneueniras mejor?», te preguntan tratando de animarte. Al r.ibo de pocos días, después de liabei oído esa pregunta por enésima vez, contestas alii mativamente, aunque no sea verdad. Te levantas de la rama, te vistes y te dispones de nuevo a tragar sables mientras haces juegos de manos con antorchas llameantes. Pero a veces no podem os levantam os A veces estamos tan agola
- BftS ■
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das que n o lo g r a m o s s a c u d ir n o s la j*i i p r d e c iu u n a , el v u lg a i r c s li ia d o se convierte en bronquitis o n o s p .u i u n o -, u n h u e s o o s t ili u n o s u n pin zamiento de vértebras. A veces n o s o n u i < lo im p e n s a b le : u n b u lt o ti i el pecho, un exceso de glóbulos b la n c o s , u n golpe e n la cabe/a, unos intensos dolores en el pecho. No nos preguntan educadamente si de seamos hacer una pausa para tomarnos un respiro. Nos ordenan brus camente que nos paremos. Flannery O ’Connor, una escritora sureña dotada de una gran sen sibilidad, llegó a la conclusión de que «en cierto sentido, la enferme dad es un lugar más instructivo que un largo viaje por Europa, un lugar donde no tienes compañía, adonde nadie puede seguirte». La próxima vez que te pongas enferma, no te sientas culpable. Y deja de pensar que lo tienes todo controlado. En vez de arriesgarte a sufrir una recaída, date permiso para descansar tanto tiempo como necesites para (1) recuperarte y (2) explorar suavemente ese extraño giro en tu vida, aunque temporal. Muéstrate tan abierta a los nuevos panoramas que se abren ante ti como un turista curioso. Si no hubiera sufrido una importante herida en la cabeza hace diez años, probablemente no habría montado mi propio negocio, no habría escrito una columna en un periódico y no habría publicado tres libros. Mis casi dos años sabáticos forzados me dieron la oportunidad de emprender un nuevo camino cuando me recuperé. Cada enfermedad, desde un resfriado hasta el cáncer, nos da una lección positiva si esta mos dispuestas a tomar nota de ella. Puede ser una lección sencilla o profunda. Como aprender a cuidarnos más en el futuro para no enfer mar. Aportar una mayor armonía a nuestra vida cotidiana. Equilibrar nuestra necesidad de descanso y ocio con las exigencias de nuestras responsabilidades. Apreciar los sutiles matices de los días negros ade más de los días alegres y luminosos. Buscar la plenitud y la forma de sanar. Buscar no sólo una posible cura, sino la causa de nuestro mal. Flannery O ’Connor buscó los aspectos positivos de su enferme dad hasta considerar que el lupus que sufría era «una bendición de Dios». Es posible que nunca lleguemos a alcanzar ese grado de espiri tualidad. Pero la próxima vez que no te encuentres bien, te ruego que te cuides con cariño y compasión. Te sentirás mejor.
.’<> I>K NOVIKMNKI
\Jiici receta para corazones angustiados y mentes abrumadas l'xiste esperan za p ara todos. A n ím ate p en san d o qu e si no te m u eres, seguirás sobrellev an d o las tribu lacion es de la v id a día tras día. M ary B ec k ett
Aig
unas noches, unas olas de cansancio nos golpean la mente, rom pen contra nuestro corazón, invaden nuestro cuerpo amenazando con erosionar nuestras mejores defensas como las dunas de arena que se alzan en la playa. El agua es fría, tenebrosa y profunda. Los recursos que anteriormente funcionaban — el alcohol, las drogas, la comida, el sexo, ir de compras, trabajar— sólo sirven para ocultar una insidiosa corriente. Nada es capaz de frenar la marea. Necesitamos que alguien nos arroje un cabo para evitar que nos ahoguemos en nuestras frustra ciones. Cuando se producen esas noches y me siento abandonada como un náufrago en la playa de mis dudas y mi falta de fe, hallo refugio en una oración muy reconfortante de Dame Julián de Norwich, una mís tica inglesa del siglo XIII. Todo se arreglará, y todo se arreglará, y todas las cosas se arreglarán. Esta simple afirmación de la fe resulta especialmente reconfortante por cuanto ofrece consuelo a las oscuras y ocultas tristezas de lo inex plicable, lo inexpresado, lo no resuelto, lo injusto y lo innegable que acechan mi alma cuando cierro los ojos. Musito esta oración una y otra vez, como un mantra, sin tratar de comprender el significado de las palabras porque 110 soy capaz. Algunos misterios están más allá de nuestra comprensión. Algunos misterios no los resolveremos nun ca. Jamás lograremos descifrarlos. Así pues, en lugar de tratar de entender su significado, dejo que el Espíritu de las palabras tranquilicen mi abrumada mente y mi angus tiado corazón hasta que caigo dormida. A veces no entendemos el
sentido de ciertas cosas. A veces debemos simplemente acepiatla*., m u darles más vueltas. Pero si logramos resistir durante U noche h.isia que amanezca un nuevo día, todo se arreglará, aunque sea tic íoi ma distin ta a como habíamos imaginado. Aunque sea distinto a lo (jue espeia bamos y estábamos convencidas de que ocurriría. Todo se arreglará, y todo se arreglará, y todas las cosas se arreglarán.
27 DE NOVIEM BRE
Lo que quieren las mujeres L a gran cuestión... qu e no h e sido capaz de responder, p ese a mis treinta años dedicados a investigar el alm a fem en in a , es: «¿ Q u é qu ieren las m u jeres?» SlGMUND FREUD
J E c h a r un sueñecito, doctor Freud. Ahora. Hoy. Bueno, si no hoy, al menos el domingo por la tarde. Ésta es la plataforma sobre la cual deseo funcionar: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio. Si una de esas agradables horas de ocio las pasas echando un sueñecito bajo tu mullido edredón, con la puerta cerrada y las cortinas corridas, comprenderé que eres una mujer muy inteligente. Un sueñecito no es dormir. Dormimos para recargar nuestros cuerpos. Echamos un sueñecito para cuidar nuestra alma. Cuando echamos un sueñecito, descansamos la vista mientras damos alas a nuestra imaginación. Es como prepararse para el próximo asalto. Ordenando y separando lo sagrado de lo profano, lo posible de lo improbable. Ensayando nuestro discurso de aceptación para recibir el premio Nobel, nuestra sorpresa al recibir el premio MacArthur al ingenio. Esto requiere una posición horizontal. Con suerte, caeremos dormidas, pero no profundamente. Sólo lo suficiente para rescatar nuestra energía creativa del caos. ¿Dónde puedes echar cómodamente un sueñecito? En tu dormito rio. En el sofá de la sala de estar cuando visites a tus padres porque has
Im .1 los ninos i 11i f tlojfii 11.11it 1111I.i ,i mi poblé i n . u l u v salgan .i jugai ,il jardín (ionio le dei tan a ii en.indo eras pequen.) y tu pobre madre quería descansar). (> en una hamaca. O en una tumbona. Debajo de una sombi illa en la playa. 1*,n un cóm odo sillón delante de la chimenea.
i lh
¿Durante cuánto rato? Una hora como mínimo. ¿Cómo podemos hacerlo si tenemos hijos pequeños? Pues echando un sueñecito cuan do lo hagan los niños. Pero es que se niegan a dormir durante el día. A partir de ahora lo harán. ¿Podemos echar un sueñecito en la oficina? Desgraciadamente no, a menos que cierres la puerta y apoyes la cabe za unos minutos sobre tu mesa de trabajo. Por lo general eso se reser va sólo para cuando estás tan cansada que los ojos se te salen de las ór bitas. Lo cual demuestra la necesidad de convertir el saludable hábito de echar un sueñecito los domingos en una tradición. Si quieres ser fe liz el resto de tu vida, echar un sueñecito no es opcional. ¿Cómo comienzas esa tradición? Domingo, tres de la tarde, des pués de pelar las patatas y meter el asado en el horno, desapareces esca leras arriba. Asegúrales que regresarás. Explica a quien insista en saber adonde vas que necesitas hacer algo. A solas. Si quieres dar la impre sión de que vas a hacer algo productivo, coge un periódico como si te dispusieras a leerlo. Es preferible no ofrecer más detalles. Ahora acués tate. Perfecto. Lo has conseguido. «No existe nada terrible que no pueda arreglarse con un sueñeci to», afirma Carrie Snow. Ningún día es tan perfecto que no pueda mejorarse con una estupenda siesta.
28 DE N O VIEM BRE
Soñar despierta Soñar despierto no es p e r d e r el tiem po, sino el don de una h ora du ran te la cual el alm a alcan za la plenitud. G astó n B a c h e l a r d
D
e joven, durante esos años en que todo te asombra y maravilla, ¿no te advertían bruscamente que bajaras de las nubes? ¿Que dejaras de soñar despierta? A mí también. Me ha llevado tres décadas perder la costumbre de ser práctica. Imagina lo que habrías conseguido si te
hubieran animado a respeta i nr. .1u 1u c r e a t i v o s com o los dones
es
pirituales que son. El ensueño es una tierra fértil en el que nuestra imaginación pros pera y trata de alcanzar la Luz. El ensueño incuba la creatividad y !•» vorece los sueños, la visualización, hasta inc luso las visiones. Muc ha gente cree que los ensueños son fantasías, pero las fantasías poseen un sentido de lo improbable y a menudo de peligro. Las fantasías son perfectamente saludables — todas las tenemos, especialmente fantasías sexuales— y resultan muy terapéuticas. Las fantasías permiten que nuestras sombras den libre curso a nuestras tendencias inaceptables dentro de la seguridad de un holograma interno protector. En una ocasión preguntaron a la esposa de Billy Graham si se le había ocurri do alguna vez divorciarse de su célebre marido evangelista, con quien llevaba casada medio siglo. «No — confesó la señora Graham— , pero a menudo he pensado en asesinarlo.» Debemos sumirnos en un ensueño — suspender todo pensamiento consciente de la realidad con los ojos abiertos— antes de experimentar la alegría de soñar. Los poetas, pintores, escritores, músicos y científi cos saben que la musa te visita en sueños, si bien el tema del sueño no tiene nada que ver con el proyecto creativo que tengas entre manos. Los ensueños se suelen experimentar a través de una cortina de gasa, justo más allá de la conciencia. Los ensueños son siempre agradables, pero requieren tiempo. Yo necesito soñar despierta durante al menos quince minutos antes de penetrar en la zona de los sueños propiamente dichos. Te darás cuenta de que te habías sumido en un ensueño si cuando sales de él sientes como si penetraras de nuevo en tu cuerpo. Las visualizaciones constituyen la realidad virtual de los ensueños: el montaje consciente y deliberado de un escenario en el que pretende mos ver lo que nos ocurrirá en el futuro. Cuando visualizamos, hace mos que la escena interior aparezca tan realista y detallada como sea posible, dando vida y color a la escena con nuestros sentidos hasta que lo que visualizamos resulta tan realista que desencadena una reacción emocional: felicidad, euforia, alegría, alivio, gratitud. Puesto que el subconsciente no puede distinguir entre la realidad y la realidad vir tual, la visualización consciente y deliberada durante cierto tiempo suele obtener los resultados deseados. El subconsciente es el sirviente del alma; pone en marcha la conducta y las circunstancias necesarias para manifestar físicamente el programa deseado. La pulsión del sub consciente es la fe. Si crees realmente, acabarás viéndolo en tu vida. Las visiones son unas revelaciones divinas que se manifiestan a través de imágenes sobrenaturales. Las visiones suelen experimentar las los santos, los místicos y los chamanes, unas personas lo suficien temente fuertes espiritualmente para poder encajarlas. Es imposible
ItlillH II IIII.I visión, 41MH|lie pOtloil'tON ilivot illl.l I llaves (le IIIK'Nlt'OH ensueños. I’eio ni no lo consigues, no l e Límenles, I . i s visiones t . u u bian de forma dramática y -i veces violentan el emso ile nuestra vi da. No puedes rcgiesai ni pcrm.meeei en un lug.it después de haber experimentado una visión, lista te impulsa hacia delante, te obliga a emprender un nuevo camino. Las personas c apaces de inducir una vi sión suelen prepararse para esa experiencia permaneciendo aisladas durante varios días. Los americanos nativos y ciertos pueblos indíge nas como los aborígenes se embarcaban en una «búsqueda de visio nes» a modo de rito iniciático, y aunque se trata de una tradición muy antigua, no es fácil trasladarla a la vida real de una mujer contemporá nea. Existen numerosos e interesantes libros que proponen la forma de emprender distintas sendas espirituales, pero la mayoría de ellos parecen haber sido escritos por personas que no tienen hijos; perso nas que tienen libertad para viajar a ashram s, conventos, monasterios, puntos de poder y lugares sagrados donde se unen el cielo y la tierra. Creo sinceramente que la mujer actual puede y debe hallar un camino sagrado en su vida cotidiana. Disponemos de los instrumentos espiri tuales de la oración, la meditación, la soledad, la gratitud, la sencillez, el orden, la armonía, la belleza, la alegría y los ensueños. «Un sueño es un escrito religioso», dice el novelista italiano Umberto Eco en E l n om bre de la rosa. Si buscamos la revelación divina acabaremos ha llándola, incluso en el transcurso de un viaje en autobús o mientras recogemos la colada.
29 DE N O VIEM BRE
Escapadas nocturnas L os sueños son ilustraciones... sacadas d e l libro qu e tu a lm a está escribiendo sobre ti. M ar sh a N o r m a n
j^^Lnoche soñé que me encontraba en un mercadillo buscando el Santo Grial, supuestamente oculto entre un montón de azucareros de oro, plata y cobre. En el preciso momento en que lo vi se me cayó de las manos un jarrón rosa de porcelana que ni siquiera sabía que sos-
tenía, haciéndose añicos, y tuve que salir corriendo en medio de una fuerte tormenta para rescatar a unos niños que estaban en la playa. Estoy segura de que hay un mensaje encerrado ahí, pero aún no he tenido tiempo de descifrarlo. Pero al menos he anotado el sueño en mi diario, para tratar de desentrañar su enigma cuando tenga la oportuni dad de hacerlo. Desde que he emprendido el camino que conduce a la autenti cidad, he experimentado más escapadas nocturnas en tecnicolor de lo que cabe imaginarse. Soñamos todas las noches, pero no siempre recordamos nuestros sueños. Mientras persigues la autenticidad no te asombres si empiezas a recordar más sueños. No es una casualidad. Comunicamos nuestro deseo de experimentar una revelación divina a través de nuestras ensoñaciones, y nuestro yo auténtico responde con un fax visual en forma de escapada nocturna. Nuestros sueños son historias divinas que revelan dónde hemos estado y por qué, hacia dónde nos dirigimos y la manera más rápi da de llegar. Los sueños constituyen nuestras auténticas piedras de Rosetta. Cada noche se escriben nuevos jeroglíficos, pero no en egip cio. Nuestras inscripciones divinas son rostros conocidos, lugares, objetos, deseos, dilemas. Tan sólo debemos buscar tiempo para desci frarlos. Los sueños nos ayudan a resolver nuestros problemas. Cuan do no sabemos qué hacer en determinada situación o necesitamos que nos guíen, podemos solicitar la ayuda divina a través de nuestros sue ños. Científicos, inventores, escritores y compositores se encuentran con su yo auténtico y alcanzan cotas increíblemente creativas durante esas escapadas nocturnas. Beethoven y Brahms saltaban de la cama en plena noche para componer sus obras. Thoreau guardaba siempre lápiz y papel debajo de la almohada. Samuel Taylor Coleridge recibió todo el texto del poema «Kubilay Jan» en un sueño, y Robert Louis Stevenson concibió numerosos pasajes de El extraño caso del doctor Je k y ll y Mr. H yde mientras soñaba. Los sueños más informativos suelen producirse cuando no nos acostamos agotadas o bebidas y dormimos profundamente. Si no pue des coger una pluma en el momento en que te levantas porque tienes niños, permanece un rato acostada, recordando el sueño para poder escribirlo más tarde. Si hallas un momento durante la mañana para anotarlo, te sorprenderán los detalles que revelará tu pluma y que ni siquiera recordabas. Al cabo de unrs horas de habernos despertado, sin embargo, las imágenes de esas escapadas nocturnas tienden a esfu marse. Jung creía que todos los participantes m nuestros sueños consti tuían aspectos de nosotros mismos I n tal i .r.o, <1 sueño «pie tuve ano che era una clara señal del I spíi ilu de que el
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— la búsqueda de mi yo auténtico— es el camino que debo proseguir a fin de convertirme en la mujer que soy realmente. Pero no creo que el mensaje fuera dirigido únicamente a mi persona. El Santo Grial es nuestra autenticidad. Lo vislumbramos oculto entre lo que nos es familiar: nuestra casa, familia, trabajo, aficiones. Pero lo que aparece como objetos corrientes — los azucareros— es en realidad un tesoro porque están hechos de metales preciosos. El jarrón que cae al suelo y se hace añicos es la persona que éramos antes de ser conscientes de nuestra Divinidad. Nuestra autenticidad comienza a emerger en nuestra vida cotidiana, pero a medida que lo hace, estallan de improviso unas tormentas mien tras el ego trata de intimidamos y obligarnos a retroceder en nuestro camino. Nosotros somos los niños que están en la playa, temerosos de avanzar. Nos sentimos solos y desvalidos. Luego, al alzar la vista, vemos a nuestro yo auténtico correr hacia nosotros, fuerte, hermoso y valiente. Suavemente, nos coge en brazos y nos tranquiliza. No teñe mos nada que temer. Ha venido a rescatarnos. A conducirnos de' nuevo a la plenitud. A llevarnos a casa.
30 DE NO VIEM BRE
Perder el control A u n qu e cream os q u e controlam os todos los resortes, en realid ad estam os dorm idos. A n n ie D tllard
I-rfa vida es una quimera», confesó en 1917 Mata Hari, la notoria doble agente de la Primera Guerra Mundial, al enfrentarse al pelotón ile ejecución. Ya sabes lo que suelen decir sobre las confesiones cuan do estamos a punto de morir: es la verdad tanto si lo crees como si no. M.u.1 I I.u i sin duda vivió la última quimera. Los hombres la adoraban, .il menos lu .i.i que reveló su auténtica identidad creyendo que lo tenía iodo control.ido. I*i imero sedujo a un oficial francés y consiguió que divulgara unos secretos militares que ella pasó a los alemanes. Luego conquistó .i los alemanes para que le proporcionaran la información que deseaban b»•. Ii.uiceses l'ero lo malo de las quimeras, tal como
descubrió la célebre devoradoi ,i tle b o mb e e e s que no dui .m .iempie. Al final todo se descubre. Las quimeras son los dobles agentes de la mente consciente. Al ryo no le gusta pensar que nadie — especialmente el yo auténtico— puede hacerlo mejor que él. De modo que seduce a la mente racional haeien dolé creer esas cosas que nos ayudan a soportar la vida: que esta ve/, t ti marido dejará de beber, que tu hijo está simplemente en la edad del pavo, que la discusión se refería al dinero y no al poder, que lo impo sible será posible, siempre y cuando te esfuerces un poco más. Bien, puede que todo eso sea cierto. Pero si no lo es, te expones a caer en una doble trampa. Cuando el subterfugio funciona, la gran quimera — la Mata Hari de la mente— se adueña de tu razón, tratando de con vencerte de que la vida puede ser manipulada. La vida no puede ser manipulada. Transcurren unas semanas sin novedad, en casa y en el trabajo, y de pronto sucumbimos secretamen te a la tentación de pensar que podemos controlar nuestras relaciones personales o el curso de los acontecimientos. Lo disponemos todo per fectamente para que, mediante nuestra fuerza de voluntad, nos halle mos en el lugar adecuado en el momento preciso. Pero cuando nos convencemos de que podemos controlar los actos de otra persona o una determinada situación, somos tan vulnerables como el adicto a la heroína que cree que ese chute será el último. Embriagadas de voluntad y decisión, creemos que podemos manejar el día, al cliente, el divorcio, la enfermedad, siempre y cuando seamos capaces de mantenerlo todo bajo control. Cuando comprobamos que no podemos, perdemos el control y nos pegamos un batacazo. Tal como nos recuerda Melanie Beattie en The Language o f Letting Go: «Lo que pretendemos contro lar acaba controlándonos a nosotras y a nuestra vida.» Y aunque solemos recuperarnos del batacazo, con frecuencia nos sentimos más disgustadas por haber comprendido que era una quime ra más que por el golpe en sí. La buena noticia es que podemos recoger los pedazos y salvar lo mejor de una mala situación, pero sólo después de haber comprendido que nos hemos traicionado inconscientemente a nosotras mismas. No puedes perder algo que nunca ha sido tuyo. Nunca has conse guido controlarlo todo y nunca lo conseguirás. Olvida esa quimera y sigue adelante. Aceptar lo inevitable —por difícil y doloroso que re sulte— es el primer paso para alcanzar la autenticidad. «Renunciamos a una vida que hemos tratado de controlar — nos dice Melanie Beat tie— , y recibimos a cambio algo infinitamente más provechoso: una vida que podemos afrontar.»
Pequeñas alegrías para noviembre " I l . n n a .1 l a compañía t i c c a t á l o g o s d e venta por correo J . Peter man. ( acune, están deseando tener noticias tuyas (diles que te envía SBB). Pídeles que te envíen el último O w n er’s M anual, en el que figu ran románticas reproducciones de exóticos objetos y rios, y él Booty, Spoils & Plunder, un catálogo que ofrece una serie de muebles, rios decorativos y todo lo que atrae la atención de Peterman durante sus viajes. Si pides esos catálogos, te divertirás, tanto soñando despierta como viajando sentada en una poltrona en tu casa y recor dando que, cuando nos encontremos, me darás las gracias. Peterman, sin embargo, no me agradecerá el consejo que voy a darte: cada año, en enero, organizan unas rebajas fabulosas, denominadas «antirrecesión», por las que merece esperar todo el año. (Escribe a J. Peterman Company, 2444 Palumbo Drive, Lexington, Kentucky 40509.) Si has dudado en entablar una relación recíproca con tu ángel tutelar, decídete de una vez. Tienes todo por ganar y nada que perder, excepto tu escepticismo. Adoro el libro de Terry Lynn Taylor sobre ángeles, Guardians o f H ope, Messengers o f Light, y especialmente, C reating with the Angels. La AngelW atch Foundation, de Eileen Elias Freeman, se dedica a recabar información sobre los ángeles y las obras que realizan actualmente en el mundo y habla sobre ellos en la revista bimensual titulada A ngelW atch. (Para más información, envía un sobre con tu dirección, sellado, a P.O. Box 1397, Mountainside, New Jersey 07092.) ^ 5 La leyenda de los americanos nativos nos recuerda que mien tras dormimos se ciernen sobre nosotros sueños benéficos y maléfi cos, los cuales esperan captar nuestra mente durante la noche. A fin de asegurarse un sueño profundo y reparador, los nativos preparaban unos «dream catchers» o «cazadores de sueños»: unas redes confeccio nadas con hilos de colores y un orificio en el centro para dejar que los sueños agradables pasaran hasta el subconsciente. Los sueños maléfi cos quedaban atrapados en la red, y desaparecían con las primeras luces del nuevo día. Puedes comprar esos dream catchers, fabricados por los americanos nativos (así como unos kits para confeccionarlos tú misma), en grandes tiendas de artesanía, comercios especializados en artículos étnicos y a través de catálogos de compra por correo. También puedes fabricarlos utilizando un pequeño bastidor para bor dar y confeccionando sobre él una red hecha con hilos de diversos colores. (No olvides dejar un agujero en el centro.) Añade unas alegres cuentas de colores (el verde es el color de la abundancia; el rosa o el
r o j o el c o l o i del a m o r ; el a 1/til el m o r a d o es el c o l o r del p o d e i
el e o l o t di l.i cu i a c i ó n y p r o l e c i i on, i n t e r i o r ) v un a s p l um a s . < u e l g a l o
sobre tu cama. Escribe tu propia oración de gracias v recítala por primera vez el Día de Acción de Gracias. Es un ejercicio maravilloso, pues te obli ga a pensar detenidamente en todo aquello por lo que te sientes agra decida. Para inspirarte, te aconsejo que leas One llu n d red G rates, edi tado por Marcia y Jack Kelly. Llena una cesta con comida y llévala a un asilo la víspera del Día de Acción de Gracias. Incluye, a ser posible, el típico pavo. Si tie nes hijos, déjalos que te ayuden a hacer la compra, y entrega la cesta personalmente. Constituye un recordatorio muy visceral de los mu chos dones por los que debemos dar las gracias. Contempla el desfile que los almacenes Macy’s organiza el Dia de Acción de Gracias. ^ 3 No salgas corriendo al día siguiente del Día de Acción de Gracias, como hace todo el mundo, para comenzar tus compras navi deñas. En lugar de ello, prepara un tarro de sopa de pavo y verduras, redacta una lista de los ingredientes que necesitarás para el budín de Navidad, confecciona una corona de Adviento y empieza a escuchar música típica de las fechas navideñas. Diviértete eligiendo tu propio calendario de Adviento.
DICIEMBRE I
i A bro la puerta. La hermosísima invitada que viene de lejos entra con paso majestuoso. En sus manos lleva regalos: los regalos de ho ras y de momentos clarividentes, el regalo de mañanas y tardes, el regalo de la prim avera y el verano , el regalo del otoño y el invierno. D eb e de haber registrado los cielos en busca de dádivas tan raras. A b b ie G r a h a m
L o s regalos de diciem bre — costum bre, cerem onia, celebra ción, con sagración— no nos llegan envueltos en papel de seda y cintas, sino en recuerdos queridos. E ste es el mes de los m ilagros. El aceite que árde durante ocho días, el H ijo R ey que nace en un establo, el inexplicable regreso de la luz en la noche m ás larga y m ás oscu ra del año. D o n d e hay am or hay siem pre m ilagros. Y donde hay m ilagros hay gran alegría. L le nas de agradecim iento, añadim os a nuestro tapiz de satisfac ción el hilo d orad o del sexto principio del encanto de la vida sim ple: la alegría. Por fin abrazam os el m ilagro de la autentici dad y cam biam os para siem pre la form a de vernos a nosotras m ism as. N u e stra ronda diaria. N u e stro s sueños. N u e stro s destinos. D ías que antes llam ábam os «corrien tes» ahora los llam am os «san to s».
I DE DK :i I M KK!■.
Vidas encantadas Hay demasiado encanto por todas partes y debe hacerse algo para impedirlo. D o r o th y P arker
idas encantadas. Una y otra vez nos las presentan en las satinadas páginas de las revistas. Las pagamos con parte de nuestra energía vital. Es un asco, te lo digo yo, un asco. ¿Sabes quién era famoso por llevar una vida encantada? Macbeth. He aquí un pensamiento sobre el que vale la pena meditar. ¿Era lady Macbeth de la misma opinión? En realidad, todas llevamos una vida encantada. Ocurre sólo que no somos conscientes de ella, especialmente después de leer las versio nes idealizadas de las vidas de otras mujeres. Tiene que ser una versión de la historia de la mujer de los años noventa la que nos ayude a ver. El año había sido desastroso para la mujer. Todo lo que podía ir mal había ido mal. Al menos eso parecía. El dinero escaseaba porque la mujer trabajaba a comisión. Por más que trabajara, la recesión hacía que sus ingresos fuesen irregulares. Debido a los apuros económicos, había tensión en su matrimonio y la tensión aumentó después de que el tipo hipotecario regulable se disparara. Su marido tenía dos em pleos. Muchas de las conversaciones del matrimonio (cuando habla ban) se referían a la necesidad de que la mujer encontrase un trabajo fijo. La mujer disfrutaba de su trabajo y lo hacía bien; lo único que necesitaba era un poco más de tiempo para que fuese rentable. Pero, al parecer, el tiempo se estaba acabando. Aquel año había descubierto que sus diversos dolores y achaques se debían a una dolencia crónica. Su médico le aconsejó que cambiara un poco su forma de vivir, que eliminara el estrés y la fatiga que le provocaban arrebatos de cólera. Uno de sus hijos había necesitado atención especial debido a sus problemas emocionales, lo que provocó que los otros hijos se enfadaran. La primavera pasada su padre había muerto repentinamente. Poco después, su madre había padecido una serie de ataques cardíacos y un ataque de apoplejía que la había debili tado mucho. Como no podía valerse por sí sola, habían tenido que ingresarla en una residencia. A su suegra, que era viuda, las cosas le iban mejor. Había venido a pasar «una temporada» con ellos durante el verano y aún no se había marchado. Su hija adolescente se quejaba a
menudo de lubei tenido que rodci u d o im ilo iio i l.i ib iu li Al vi i i su suegi a Neniada cu I.i mesa .1 I.i I101 .t de eeuai, 1.1 inujci se se ni 1,1 1 ul pable y euladada poi no poder li.nei lo misino poi su propia madre. I .1 mujer estaba agolada. I loy suplit aba .1 quienquiera (pie I.i estuvie se escuchando que le permitiesen un respiro. • Tienes razón. I la sido duro - le dijo la bondadosa voz de su ángel de la guarda —. Anímate. Toda vida tiene sus momentos difíci les. El jefe dice que hay un especial para las fiestas en este momento. Sube y escoge otra vida, o escoge el conjunto fuerza-sabiduría-gracia. Fuerza para hacer frente a tus dificultades; sabiduría para abrazar la vida real; y gracia para estar agradecida no sólo por lo que tienes, sino también por haberte librado de otras cosas.» — Quiero una vida encantada — dijo la mujer. — Una vida encantada, ¿eh? Bueno, vamos a ver qué tenemos. De pronto, la mujer se encontró sentada frente a un ordenador celestial que le mostró la vida encantada de mujeres de todo el mundo. Los rostros eran conocidos, pero con diferentes caras en privado. No eran muy atractivas. Le dijeron que podía cambiar su vida por la de cualquier otra mujer. Apareció la vida de una mujer: «¿Qué te parece ésta? — le preguntó el angelical asesor de cambios— . Lleva una vida cómoda, tiene ama de llaves en casa... pero lleva una vida muy agitada. Tuvo que abandonar su carrera de afamada abogada debido a la libro sis quística de sus hijas mellizas.» La mujer pidió que le mostraran otras vidas. Vio la de la mujer hermosa a quien su marido pegaba, una superes trella del cine; la mujer cuyo hijo está en coma porque fue atropellado por un conductor borracho; la mujer estéril que finalmente quedó embarazada y poco después se encontró con que tenía cáncer de ma ma; la mujer famosa cuyo marido era un personaje público con fama de mujeriego; la mujer cuyo marido está a punto de ir a la cárcel por usar indebidamente información financiera confidencial. La mujer quedó desconcertada. «He pedido que me mostraseis mujeres que llevan una vida encantada — dijo en tono quejoso— . Y sólo me habéis expuesto mujeres que soportan grandes penas, hu millaciones, dolores y desesperación vestidas con ropa de diseño.» — Cada una de estas mujeres ha aparecido en las revistas que tanto te gusta leer porque llevan una vida encantada. El tiempo se acaba. ¿Cuál escoges? — ¿Es demasiado tarde para escoger el conjunto fuerza-sabiduríagracia? — preguntó la mujer, titubeando. — Has elegido bien. ¿Alguien te ha dicho últimamente que llevas una vida encantada?
2 m í DK :ii muki
Besos apasionados Un beso puede ser una coma, un interrogante o una excla mación. M is t in g u e t t
TX
odas las mujeres conocen los sutiles matices del besar: besos fuga ces, besos de despedida, besos de verdad, besos de cierra la puerta con llave. Ah, los besos «de cierra la puerta con llave» recordados vagamen te, con melancolía. Ha pasado algún tiempo desde que nos dábamos besos de esta clase. De hecho, ha pasado tiempo desde que nos hemos dado besos aquí, besos de cualquier clase. Durante el último mes todos los besadores de esta casa se han visto atrapados en un inexora ble ciclo de contagio que las megadosis de todos los antibióticos de la medicina moderna no han podido vencer: inflamación séptica de la garganta, gripe, bronquitis. En este momento no quiero que me bese nadie de esta casa convertida en hospital y tampoco ellos quieren que yo les bese. La parte positiva del asunto es que los preciosos recursos naturales que no se gastan placenteramente haciendo el amor pueden encauzar se hacia tu creatividad. No malgastes y no te faltará. La pasión encien de la energía sexual o la energía creativa. A ti te toca elegir. A no ser que mienta, todo artista confesará que el impulso sexual disminuye cuando trabaja a toda marcha, ya sea escribiendo un libro, haciendo una película, dirigiendo una obra de teatro, preparando una exposi ción, ensayando para un concierto, haciendo la coreografía de un nue v o de deux. Francamente, querida mía, nos importa un bledo. Esto se debe a que podemos hacer el amor apasionadamente o cultivar el arte apasionadamente. Pero raras veces podemos hacer ambas cosas al mismo tiempo. Este proceso natural de sublimación funciona igualmente bien al revés. ¿Te encuentras sola porque no tienes ninguna relación íntima? No malgastes el tiempo poniéndote-de mal humor. Procura no obse sionarte por lo que te falta y, en vez de ello, dedica tu interés a lo que tienes. La suerte llama a tu puerta. Invítala a entrar. Es el momento perfecto para tomarte en serio aquel guión que pensabas escribir para el cine, para matricularte en las clases de fotografía y asistir a ellas,
|Ml a \ M ai >1 III lili i UtlIVei sil.II i(), M'i'lM l .111• i ll i I lin li I ‘'ln |
i >e,th/,u n)n />ns'onul. N o es taras sola m ucho tiem po, a no sei c|iie til q u in a .,
Sólo se me ocurre una cosa que pimía ptivarnos ele tener todo lo bueno además de besos apasionados: la \ula real. Todas las mujeres conocen momentos en los que están solas: porque quieren, por casua lidad, por las circunstancias. Anímate. A veces ocurre que no has en contrado los labios que quieres besar. ( )tras veces los labios que quie res besar no están libres. Y hay ocasiones en que la persona a la que te gustaría besar está sudando y temblando, tosiendo y gimiendo en otro dormitorio.
3 DE DICIEM BRE
De sexo, nada, por favor, que estamos casados Personalmente, no sé nada sobre el sexo porque siempre he estado casada. Z sa Z sa G a b o r
JR^ecuerdas cuando decíamos «dormir juntos» para referirnos a tener relaciones sexuales? ¡Qué profético! Esta se le escapó a Nostradamus. Después de hablar de la sublimación del sexo para el arte, vamos a meditar un poco sobre la sublimación profunda pero necesaria del sexo para la supervivencia. No me refiero a la supervivencia de la espe cie, sino a la de quienes llevan sueño atrasado. Las mujeres que conoz co ansian dormir doce horas seguidas. Sólo en los culebrones hay mu jeres casadas que tienen relaciones sexuales tan a menudo como nos dicen las revistas y los expertos en cuestiones matrimoniales. Es frecuente que en la vida real las exigencias de la familia y del trabajo hagan que las mujeres casadas descubran que hay muchas for mas de hacer el amor además de la postura del misionero: atenuar las luces, servirle una copa a tu pareja y ver con él un programa de la tele
visión que esté de .u- n e n i o con sil p u n t o •l< visi.i politu o ; premuní.u le cómo le va a su equipo preferido y es« u< li.u u i espue .l.i; doi mil en el sofá para poder descansar cuando su n r. |>.u<\ e de t aballo; deeii le que vaya solo al salón del automóvil; no c l oi mirle nunca sin antes decirle que le quieres; llamarle una vez al día para ver cómo le van las cosas; aprender a daros masaje mutuamente; recordarle el cumpleaños de su madre; llevar calcetines en la cama; deciros mutuamente que estáis muy elegantes; tocaros el uno al otro; crear un lenguaje privado; llenar el depósito; comprar en el quiosco una revista que te parezca que le va a gustar; renovar la fecha de devolución de los libros en la biblioteca; hacer juntos el crucigrama; preparar vuestros respectivos platos favo ritos un par de veces a la semana; leer, hablar, reír, llorar juntos en la cama. «El agotamiento y la falta de privacidad hacen que los momentos íntimos de pasión desatada sean más raros que durante el noviazgo — dice la abogada y escritora Linda Aaker a los casados castos— . El sexo también es mirar a los ojos de tu pareja por encima del pelo revuelto de un niño... A veces el sexo es simplemente dormir bien al lado de la persona amada y beber café juntos.»
4 DE DICIEM BRE
El refinamiento del pensamiento cotidiano La totalidad de la ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano. A
lbert
E in s t e i n
I I a y una diferencia significativa entre pensar que sabes y saber realmente. Del mismo modo que hay una diferencia significativa entre el cambio superficial y el cambio en el nivel celular. Una cosa es cam biar de sitio los muebles para que la habitación tenga un aspecto nue vo; y otra cosa muy distinta es cambiar la disposición de tu A D N — tu destino, tu naturaleza y tus aspiraciones— , que es exactamente lo que haces cuando buscas tu autenticidad. Empieza a hacer eso y obtendrás una vida nueva. Cuando empecé a escribir el presente libro sabía que si integraba la
grat il lu I, l,i NÍniplit idad, el orden, I.i .111111111I.1, I 1 lu II' 1 \' I .t alcgi l.t 111 mi 111u*li.uci d i . mi), disminuirí.i la *.»■n•..»« 1011 d r 1 .n• m 1,1 v aumentaría la de abundancia. Me pareció que cía sulii u me I o que no sabia ni tan siquiera preveía, era la potencia del proceso del em auto de la vida sim pie al combinarlo con la reflexión apasionada v persistente a lo largo de dos años, lis virtualmente imposible escribir un libro sobre la autenticidad co m o camino espiritual y ci cativo y no resultar profun damente transformada por él.
Escrita sobre el papel, la ecuación matemática de Einstein E = me2 parece bastante benigna, ¿no es verdad? Pero llevó a la fabricación de la bomba atómica. Escrita sobre el papel, parece igualmente benigna la fórmula gratitud/simplicidad/orden/armonía/belleza/alegría = autenticidad. Pero he descubierto que esta ecuación lleva a una total transformación personal y espiritual: una metamorfosis mística de nuestro A DN particular que es tan profunda, que nuestro ego no sabe a qué carta quedarse. En un momento dado nos sentimos seguros de nosotros mismos y al cabo de un momento nos asaltan las dudas. Esto puede desconcertar mucho a nuestro yo consciente. De todas las definiciones del ego que he descubierto, mi favorita es la de Joseph Campbell: «Lo que piensas que quieres, lo que quieres creer, lo que piensas que puedes permitirte, lo que decides amar, lo que crees que es tu obligación.» Ahora bien, es algo difícil que hay que tener en cuenta y que ejerce tal dominio sobre tu destino, tu naturale za y tus aspiraciones, que hará falta como mínimo una detonación di vina para que lo suelte. No te preocupes, más o menos a estas alturas estás preparada para la masa crítica, es decir, el punto en que se produce una reacción en cadena. En física, la fusión nuclear se produce cuando se unen dos elemen tos distintos, como el hidrógeno y el helio. Por efecto de una presión y una temperatura extremas se libera de pronto una energía tan poten te como el sol hasta que el hidrógeno y el helio quedan transformados por completo y se produce una fuerza totalmente nueva en el Univer so. Así se forman las nuevas estrellas. Un proceso parecido tiene lugar en tu búsqueda de autenticidad. Fundes los seis principios del encanto de la vida simple, o cambios ex ternos del modo de vida con tu propio trabajo interno o lo que Eins tein llamó «el refinamiento del pensamiento cotidiano». Aplica ahora las presiones de la vida real y el calor de tus propias pasiones a los seis principios y medita durante un mínimo de uno a dos años. ¿El resul tado? Un día el proceso de transformación alcanza un punto que ya no es posible contener en el interior. De pronto se libera una enorme
oleada de energía creativa «pn produce un <111»• totalmente nuevo mi yo auténtico, la manifestación visible d< m alma. Cuando Ocurra esto «lo que piensas que quieres, lo que quieres, creer lo que piensas que puedes permitirte, lo que decides amar y lo que crees que es tu obligación» parecerán que pertenecían a otra mu jer. Y así era. Después de explorar apasionada y persistentemente los orígenes del Universo, Albert Einstein sacó la conclusión de que «detrás de las cosas tenía que haber algo profundamente oculto». Cuando busques apasionada y persistentemente la plenitud, también tú lo sabrás.
5 DE DICIEM BRE
Suspiren un poco más, señoras mías, suspiren un poco más L a m ayoría de los suspiros qu e oím os han sido preparados. Sta
n is l a w
J
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L
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TJL engo un hábito que saca a mi marido de sus casillas y que conser va mi cordura: suspirar. Obviamente, a veces suspiro sin darme cuenta. No obstante, he observado que cuando me llaman la atención sobre mis suspiros tengo buenas razones para proferirlos. Las mujeres suspiramos para no chillar. Hay varias ocasiones du rante la jornada en que no cabe duda de que chillar es la respuesta más apropiada que puede dar cualquier mujer. No obstante, se considera que chillar no es propio de personas bien educadas. De manera que suspiramos. Primero aspiramos aire, rápidamente, y con ello inhalamos la rea lidad, reconocemos la situación presente: la disputa o la decepción, el enfrentamiento o el desafío, la larga espera o la falta de cooperación. Contenemos la respiración un momento. Luego expulsamos el aire, lentamente, exhalamos y dejamos correr nuestra respuesta inicial: desánimo, impaciencia, frustración, enfado, decepción, remordimiento. La dejamos salir. Dejamos que se vaya.
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nía n;is solitarias po rque tienen ip ie c>ei i p.i i .• 1 1c nir.r. p re lc rc iu ias, ne cesidades, apetencias, voluntades y esif.riu ias m ip iie re ii elim in ar ten siones en la vida cotidiana.
Tienen que ser mas flexibles para no romperse. De modo que, si hoy sientes la nei csidad de suspirar, no te prives de hacerlo. Respira lenta y profundamente. Respira expresivamente. Piensa que el suspiro es como el aire caliente que te eleva hasta estar a la altura de las circunstancias. El aire caliente, si se acumula, acaba provocando una explosión y el vapor puede abrasar. Pero el vapor que se deja salir deliberadamente por medio de una válvula de seguridad puede convertirse en energía creativa. Así que suspira sin vacilar. Sus pira sin sentirte culpable. Suspira sin avergonzarte. Suspira con placer. Suspiren un poco más, señoras mías, suspiren un poco más.
6 D E D ICIEM BRE
La fiesta de las luces Ser ju d ío es un destino. V ic k i B a u m
E n los oscuros días de diciembre tiene lugar la maravillosa fiesta de la Hanuca, que se celebra en los hogares judíos. Llamada en un princi pio «la fiesta de las luces», la Hanuca conmemora un milagro que tuvo lugar en el año 165 antes de Jesucrito, después de que Judas Macabeo y sus seguidores recuperaran Jerusalén, en poder de un emperador griego que consideraba a Israel provincia de Grecia. Tratando de asimilar las naciones conquistadas en una sociedad cohesiva que pudiera controlarse, el Imperio griego prohibió las demás religiones. Los judíos fueron obligados a abandonar su fe y a adorar los dioses griegos. El templo de Jerusalén fue convertido por decreto en un santuario griego y se prohibió a los judíos que estudia ran la Torá, celebraran sus fiestas y practicasen sus costumbres. Mu chos judíos desobedecieron el edicto y murieron por sus creencias.
Después ile una campana de |'iiei rilKis qn< duió tres anos, los tnai.i
heos obtuvieron la victoria y el templo volv ió .1 mili/ai se* paia el culto judío. C o m o parte de la ceremonia de 1cdcdicacié>n (la palabia hebrea h an u kkah significa «dedicación-») lo . maiabeos empe/.aron un rilo de purificación de ocho días, pero se encontraron con que apenas había aceite sagrado suficiente para tener la m enorah del templo, un cande labro con ocho brazos, encendida durante un día. Pero la lámpara del templo ardió milagrosamente durante ocho días, sin interrupción. Desde entonces los judíos han celebrado la fiesta de la Hanuca para conmemorar su lucha por la libertad religiosa y el milagro de la res tauración, simbolizada por la abundancia de aceite. Muchas personas que celebran la Navidad creen que la Hanuca es una fiesta reservada exclusivamente para los que practican el judaismo. Pero, como señala Harold Kushner en su instructiva y atractiva medi tación To L ife: a C elebration o f Jew isb Being an d Thinking, de no ser por la Hanuca, no celebraríamos la Navidad. De no haberse rebelado los macabeos contra los griegos, la fe judía hubiera quedado absorbida por la cultura griega y nunca más se hubiera vuelto a hablar de ella. «No hubiera existido una comunidad judía en la que Jesús nacería un siglo y medio más tarde. Nadie hubiera recordado las promesas mesiánicas que Jesús afirmaba cumplir. Sin la Hanuca, no hubiera habido Navidad.» Si uno sigue el árbol genealógico de cualquier familia durante el tiempo suficiente, forzosamente se encontrará con algunas sorpresas. Y los que siguen la creencia cristiana, si realmente buscan sus raíces, descubrirán que por la fe pertenecemos a la casa de David. Durante toda su vida Jesús observó la religión judía. Celebró la Hanuca de niño; la última cena fue una seder o cena de la Pascua hebrea. Todos los apóstoles y la mayor parte de sus primeros seguidores eran judíos. Las multitudes que acudían a escuchar sus predicaciones le llamaban rab b i, que en hebreo significa «maestro». Quizá, después de todo, nuestras similitudes y nuestra herencia común sean mayores que nuestras diferencias. Personalmente, pienso que la Hanuca es una celebración de la au tenticidad. Los macabeos se negaron a renunciar a lo que les hacía ser auténticos — su fe— aunque ello les costara la vida. No poder vivir como judíos que practicaban su religión era lo mismo que no vivir en absoluto. También considero que el milagro de la Hanuca fue la pri mera demostración documentada del encanto de la vida simple. Hace dos mil años sólo había aceite sagrado suficiente para una noche. Pero lo único que aquellas personas fieles, valerosas y agradecidas tenían era lo único que necesitaban. Aceite sagrado en un templo. Panes y peces en la ladera de una
n i«>111.i ii .i I os mil.i}*,ros son del l's p íiiiu , v no «Ir m u I*
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DR DICIEM BRE
jSon humanas las mujeres? N o som os seres hu m an os qu e tratan d e ser espirituales. Som os seres espirituales q u e tratan de ser hum anos. JACQUELYN SMALL
X-Lrl escritor inglés D. H. Lawrence se preguntaba si las mujeres eran humanas y el interrogante le fascinaba tanto, que a menudo se ocupó de él en su obra. «El hombre está dispuesto a aceptar a la mujer como igual, como un hombre con faldas, como ángel, diablo, cara aniñada. maquina, instrumento, seno, útero, par de piernas, sirvienta, encielo^., pedia, ideal u obscenidad; de la única manera que no quiere aceptarla es como~ser humano, un auténtico sernum ano de sexojremenino.» Quizá si a los hombres les cuesta tanto aceptarnos como seres hu manos es porque no lo somos y muy en el fondo todo el mundo sabe que no lo somos. Pero a menudo las mujeres se olvidan de su divini dad mientras se ocupan de sus quehaceres diarios. ¡Con qué frecuen cia nos excusamos con las palabras «Bueno, al fin y al cabo soy hu mana»! No, no lo eres, y tampoco yo lo soy. Olvidamos que somos seres espirituales que aparecemos durante un breve período en este planeta bajo la forma de seres humanos. Sin duda se me olvidó esta maña na cuando mi hija se quedó en casa, en vez de ir a la escuela, porque está enferma. Otra vez. Dentro de un ratito tendré que llevarla al médico para que le haga unas pruebas y todo mi programa de trabajo se \fi a paseo. Me siento frustrada y enfadada, no con Katie, sino con la vida real, con los límites de tiempo. Pero, ¿se dio ella cuenta de esto cuando puse los ojos en blanco al pensar en otro día perdido? Me parece que no.
L o s sores espirituales no sudan poi las pequeneces de la vida real T a m b ié n saben que la nuiyoi ia de l.r. c t q u e nos sacan de q u ic io en la vid a real son pequeneces. L o ú n ico que no es una pequ eño/ es la ra zó n de tu presencia en la tierra: cncont t ai la parte del co razó n perdi do del m u n d o que sólo tú puedes rescatar con tu am or y tus dones auténticos y d evo lverlo luego, para que todos nosotros podam os ex perim en tar la plenitud.
Un ser espiritual sabe que el trabajo la estará esperando cuando vuelva del consultorio del doctor. Un ser espiritual sabe que no hay un límite de tiempo. Los límites de tiempo son Chronos, el tiempo del mundo; la Divinidad conoce solamente el Kairos, la eternidad. El pla zo de entrega se cumplirá si me acuerdo de pedir gracia. Un ser espiri tual sabe que lo único que no es una pequeñez hoy es cuidar y con fortar a un niño enfermo. Puede que este ser espiritual lo hubiera podido saber también si esta mañana se hubiese tomado cinco minutos para centrarse. Las Sagradas Escrituras nos dicen que los hombres fueron creados un poco superiores a los ángeles. Pero no olvides jamás que las muje res fueron la culminación del ciclo de creatividad del Espíritu. Des pués de la creación de la mujer, la sabiduría se dio cuenta de que no había necesidad de ir más allá: este ser superior salvaría el mundo. De nosotras se esperan grandes cosas. En lo que a mí se refiere, hay un corazón perdido que necesita que lo rescate, un ser espiritual que trata de ser humano.
8 D E DICIEM BRE
Unas notas de consuelo y alegría L a tristeza siem pre la ten em os con nosotros, es un h ierb ajo lozan o y resistente, p ero la alegría necesita cuidados. Barbara H o llan d
JQ/sta es la semana que a las mujeres empieza a pesarnos la carga de las numerosas cosas que hay que hacer con vistas a las fiestas que se avecinan. Hay que escribir felicitaciones, mandarlas, comprar regalos, envolverlos, enviarlos, comprar el árbol, adornarlo, elaborar galletas,
ni II I n " . i .i ., asai el pavo, I i semana p i ó m u, .1 mc i i < »*« <]11< un p o ilci su p cn o i .1 ih«sol r.is nos 11.1\ .1 devuelto l.i 1 011I111 1, no podi cilio s con niU’sir.i alma I ,r. Iiestas tic N .ivu l.iil .011 el apo^i o 1I1 l.i témpora da de l.i |’, iipe, lo cual no tiene n.ul.i de e s t u l t o , I 11 un lil»r<» reciente mente pu b licad o sobre cóm o s im p lilu a i mu na vida se nos sugiere que «nos retirem os - de las fiestas, com o .1 la', m ujeres reales tu viéra m os esta op ción. ¿L a tienes tu?
La inminencia de la Navidad se li.ue muy patente cuando a lo largo y ancho del país las mujeres llevan sombreros rojos y zapatos puntia gudos como complementos de los trajes de Donna Karan, los téjanos de Gap o cosas de Land’s Lnd. Por si alguien no se ha enterado, las mujeres son las que «hacemos» la Navidad, las que hacemos milagros a petición. Las mujeres somos el deux ex machina del Espíritu y desde nuestro lugar entre bastidores nos encargamos de que los sueños navi deños se hagan realidad. La celebración de la Navidad tal como la conocemos hoy, con su torbellino de fiestas, adornos, regalos y tradiciones centradas en la familia, fue un invento de las clases medias inglesas y norteamericanas a mediados del siglo X IX . Las mujeres de la época victoriana, que eran personas totalmente caseras, empezaban a «hacer» la Navidad en julio. Sin embargo, durante los últimos dos decenios del siglo X X las mujeres hemos hecho muchas otras cosas mientras hacíamos la Navidad. Por esto acabamos hechas polvo en diciembre todos los años. Para muchas mujeres es la temporada del sufrimiento y la angustia: lágrimas, be rrinches, chillidos, gritos, ajetreo, prisas, conflictos con el dinero, peí mazos de la familia y paparruchas. ¿No te parece que el verdadero milagro de la Navidad sería que pudiéramos detenernos el tiempo suficiente para recordar la razón de la fiesta, lo cual haría que nuestras celebraciones fuesen auténticas y tuvieran sentido? De modo que alégrate. No te canses, no te sientas frustrada ni te pongas frenética, pues traigo noticias reconfortantes y de alegría. Si celebras la Navidad en tu casa, puedes optar por hacerla a tu manera. Sea cual fuere esa manera. Puedes decidir conscientemente sentirte feliz, cariñosa, realizada, generosa, pacífica, contenta, espiritual, ale gre, serena, festiva y relacionada emocionalmente con las personas que son importantes en tu vida para las fiestas de este año. O puedes optar inconscientemente por acabar con los nervios des trozados. D ate cuenta hoy de que no puedes hacerlo todo. Todo a la vez, no es posible. Ni hacerlo durante los próximos dieciséis días. En absolu to. No se hable más. Reconoce ahora que una de las razones por las que las Navidades
anteriores no estuvieron probablomeuii .1 la .iltur.i do tus expectativa, fue que intentaste hacer deniasi.nl.r. e.e.a*. \ de forma dem asiado p e r fecta. Echa un vistazo a la lista de cosas que pensabas hacer y empieza a tachar. Deja sólo lo que más te guste. l acha otro par do cosas «im prescindibles». Ahora tendrás tiempo de acercarte a la ventana y con templar la nieve que cae suavemente, de deleitarte con el sonido de las campanitas y las músicas alegres, saborear los dulces aromas de la si dra caliente, el pavo asado y el pan de jengibre, de beber chocolate ca liente y ponche de leche y huevo elaborado en casa, de leer un cuento navideño todos los días al caer la tarde, de sentarte ante el fuego de la chimenea y de volver a crear costumbres queridas que son beneficio sas para tu alma y para el alma de tus seres queridos. «Espero de veras que tu Navidad tenga... un toque de eternidad en medio de las prisas y la cháchara y todo lo demás — nos recomienda la mística Evelyn Underhill— . Siempre parece una mezcla de este mundo y del otro, pero de eso, después de todo, ¡es de lo que se trata!»
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DE DICIEM BRE
La carta de Navidad Esta, es m i carta a l m undo. E m il y D ic k in s o n
I l a y una mujer que todavía anda suelta, una mujer encantada y peligrosa. Mueve su mano inteligente en una habitación y ésta parece una página de H ouse Beautiful. Mueve su mano creativa sobre los fru tos de la tierra y aparece un festín todas las noches. Tiene habilidad para la jardinería, su vinagre de hierbas tiene propiedades curativas, su receta para mezclar pétalos de flores está muy solicitada, prepara unos pastelillos deliciosos, sus disfraces para la víspera de Todos los Santos son legendarios, todavía usa una talla pequeña. Está casada con' un célebre abogado que la adora y tiene unos hijos excepcionales que la llevan en bandeja de plata. Terminó las compras navideñas y demás preparativos en noviembre. A h o ia 1 .11 (>■ ir..nulo en hacet sus propios confetis utilizando cáscaras de huevo p.11.1 la liesta de A n o N uevo.
( i ti i» )/i n Ind os lo*, del .ilion po rque .u al >o
< n i 11•11 la i i1 1 i q ilr | odos los anos 11ii* Mi.ind.i poi N .ivid.ul ') 1111*| i.i i .di 11 a ilm la l u\ a, que v.i está en lamino. A esta m ujer li.iy que pararle lo-, pus I un p e lillo |>.u.i nuestra tran qu ilid ad dom estica. Es una am ena/a p.u.» • I bien com ún.
J e diré cuál es mi plan. 1•ste ano rs< il mu nuest i a propia carta, escribiremos sobre el emocionante •..il.m del \o \ el espíritu. Escribi remos sobre el encanto de la vid.i Miupli I scribiremos sobre los minúsculos cambios que han tenido ^lan importancia en lo que se refiere a nuestra forma de abordai los quehaceres cotidianos. Luego escribiremos otra carta, fechada en esta época del año próximo, en la cual describiremos de que modo nuestros sueños se hicieron realidad. Describiremos también, con todo lujo de detalles, nuestra gloriosa vida real: exactamente qué hacemos, cómo lo hacemos, quién lo hace con nosotras. Pero estas dos cartas las escribiremos sólo en nuestros diarios de descubrimientos para que únicamente nosotras podamos leerlas. Porque ésta no es meramente nuestra carta al mundo, sino nuestra carta al Universo. Lo que hacemos en realidad es poner por escrito, de forma concreta, nuestras aspiraciones para el Año Nuevo. Es lo mismo que poner por escrito nuestro objetivos, sólo que resulta mucho más creativo y divertido. Tu carta navideña al Universo puede ser el más potente de los ins trumentos de la motivación, porque pone en acción tus emociones e incrementa las pulsaciones de la energía creativa que tu mente sub consciente necesita para transformar un sueño en realidad perfeccio nada. Muchas de nosotras reaccionamos a las cartas de Navidad como si fueran uñas que rascaran la pizarra de nuestro cerebro. Pero mi amiga más antigua — vivimos en la misma calle desde que nacimos— escribe unas cartas anuales que son fabulosas y cuya llegada espero con ilu sión. Esto se debe a que es una carta de verdad, y me habla de los pro blemas de su familia y también de las cosas que les salen bien y de su felicidad. Puede que la mande a cien personas, pero es una carta efusi va, ingeniosa, y tan auténtica como la propia Peg, y cuando la lees tie nes la impresión de que me la ha escrito a mí y a nadie más. De mane ra que si un.i de las cosas que te ^usta hacer es escribir felicitaciones de Navidad, no dejes de escribirlas, por lavor. Recuerda sólo que tu fami lia y tus amistades llevan una vida cu la que hay de todo. Igual que tú. l u í uanto a la cosecha lie i artas navideñas de este año, he compro bado que van muy bien para fon.u la jaula del ic¿fco. i
mi
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DE Dl( :n MI1KI
Los regalos de los Reyes Magos U na N a v id a d no es N a v id a d sin regalos. Jo M a r c i -i (L o u is a M ay A i .c o t t )
J o tiene razón. ¿Recuerdas cuando se quejaba de no tener dinero para comprar regalos en M ujer citas} La Navidad es época de regalos. Siempre lo ha sido. Pero nos sentimos incómodas al ver hasta qué punto predomina el aspecto comercial de la fiesta. Les decimos a nues tros hijos que recuerden cuál es la verdadera razón de ser de las Navi dades, aunque a nosotras mismas nos cueste recordarla cuando nos vemos atrapadas en el caos y la conmoción de las fiestas. Reflexionemos hoy sobre el papel real de los regalos en la historia de la Navidad. Aquéllos fueron unos regalos envueltos en milagros y probablemente por eso no los encontramos en las tiendas ni en los catálogos de venta por correo. El primer regalo fue del Espíritu: amor incondicional. El siguiente regalo lo hizo una adolescente judía que se llamaba Miriam y a quien su familia y sus amigos llamaban María. Su regalo de Navidad fue la abnegación, la renuncia total al ego y la volun tad necesaria para traer el cielo a la tierra. Los regalos de su prometido, José, fueron la confianza y la fe. Tenía confianza en cuanto a que María no esperaba el hijo de otro hombre sino que creía que realmente había un plan divino para sacarles del apuro. El niño trajo perdón. Plenitud. Segundas oportunidades. Los regalos de los ángeles fueron noticias de consolación, alegría y paz, la garantía de que no había nada que temer y que lo apropiado era, pues, alegrarse. El regalo del pastorcillo fue la generosidad: su cordero favorito como regalo para el bebé. Los regalos de la esposa del posadero fueron la compasión y la caridad: un lugar cálido, seco y seguro para la familia sin hogar, su mejor cubrecama para abrigar a la madre y al pequeño, dar de comer a José, heno para el asno. Tres reyes de Oriente recorrieron un largo y penoso viaje siguien do una estrella luminosa en busca de un rey que acababa de nacer. Los sabios habían anunciado la venida del «Rey de Reyes» y sus camellos transportaban tesoros con los que querían honrar su llegada. Pero cuando llegaron a Belén se encontraron al príncipe recién nacido en un establo en vez de en un palacio. Los sabios se llevaron una gran sorpresa y desenvolvieron el oro, el incienso y la mirra, pero sus ver daderos regalos fueron la maravilla, la aceptación y el valor. Ofrecie-
<1 I ll ll ll > t ni i n 111 Aceptaron li i imposible y dej.u ou el es» rpt u imun iii min|«i*iimi i 11ii .i ii Ir el tiempo Milu il’llll' p.ll'.l ellgaUal .11 ll HI i I *' \ I ll'Hllll I|llc IxiSl'.lll.l Irenet ic.miente .il niño que iIi . i .i * .mil n , n i I imiinln < mi valor, arries gando su propia vida, los sainos avud.iioii .i l.i jnveii l.imília cu su hui da hacia Egipto en busca de r e l u j o , I d l l lli.u ,l\l ll. l I e n i l l t l i . l l l d o .1 l.l ln)'H ,i, l.l l.t - lili \
Oh, sí. La Navidad es oia d< i • .11•>. Nada excepto regalos. ¡Pero qué regalos! Regalos . i i . u i mi I r. lib ia s del corazón. Regalos que sorprenden y deleitan. Recalo', «|u<- nanslorman lo mundano en milagroso. Regalos que alimentan el alma tanto de quien los hace co mo de quien los recibe. R e g a lo s perfectos. Regalos auténticos. Los regalos del Espíritu, de una adolescente asustada, de su desoncertado novio, del niño, de los ángeles, del pastorcillo, de la esposa del posade ro. Los regalos cié los Reyes Magos. Amor incondicional. Abnegación. Confianza. Fe. Perdón. Pleni tud. Segundas oportunidades. Confortación. Alegría. Paz. Garantías. Generosidad. Compasión. Caridad. Maravilla. Aceptación. Valor. Hacer tales regalos. Abrir verdaderamente nuestro corazón para recibir tales regalos con agradecimiento. Una Navidad no es Navidad sin regalos.
11 D E D ICIEM BRE
Sólo quedan catorce días para hacer las compras navideñas H a c e r regalos es un talen to: es saber lo q u e una person a qu iere, s a b er cu án do y cóm o obten erlo, darlo cariñ osam en te y bien.
u
P a m e la G l e n c o n n e r
na vez hemos aceptado que los regalos son el centro de la Navi dad, merece un poco de reflexión, decidir lo que regalamos y cómo podemos obtenerlo sin problemas y a un precio asequible especial mente si tenemos en cuenta que sólo quedan catorce días para hacer las compras navideñas.
N o olvitlcs que l.i N.ivill.ul llq'.u.i el "• •I• 11k'u ini>i« i.itilo *.i t*s
tamos preparadas como si no lo oslamos ,< lomo lo \ i 1 , iTcnoiiea mente? ¿Tanto? En tal caso, prométele .1 tu yo auioiuico quo ( ••/./ es la últim a v ez que compras los regalos, los envuelves y los envías en el espacio de cuatro semanas. Se necesitaron nueve meses para 01 questar la primera Navidad y eso es exactamente lo que procurarás hacer en el futuro. Jura que el próximo año será distinto. Pero para que sea verdad tendrás que empezar durante la última semana de diciembre. Es cuan do ya estás harta de la Navidad, por supuesto, pero es también la épo ca del año en la que encuentras papel de regalo, felicitaciones y chu cherías a precios de ganga. Además, hay rebajas regulares durante todo el año. Si estás atenta a las oportunidades durante todo el año y tienes en cuenta lo que interesa de forma especial a tus parientes y amigos, podrás adquirir los regalos de Navidad sin prisas y a los pre cios más favorables con varios meses de adelanto. Si esperas hasta el último momento, no encontrarás regalos deliciosos y asequibles en los grandes almacenes. La Navidad representa casi la mitad de los ingre sos anuales de la venta al por menor. ¿Cuántas rebajas auténticas crees que tienen lugar en diciembre? Haz una lista de las personas a las que vas a obsequiar e indica en ella sus pasatiempos preferidos, las cosas que les apasionan, lo que co leccionan. No trates de llevarlo todo en la cabeza. En lo que se refiere a los niños, no olvides que crecen de forma repentina y que es difícil acertar la talla de la ropa o el número de los zapatos. Los artículos ad quiridos durante el año, especialmente en las rebajas, no siempre pue den devolverse. También es difícil seguir las fluctuaciones de la moda entre la gente joven. La finalidad de los regalos no es hacer que todo el mundo se sienta desdichado. La venta por correo es un regalo espiritual, si realmente sabes uti lizarla con ventaja. Cuando encuentres un posible regalo para alguien, pega una nota en la portada del catálogo. Procura encontrar por lo menos un regalo de Navidad todos los meses, ya que espaciar los gas tos significa pasar menos apuros en diciembre, lo cual es un regalo personal de tranquilidad que no pasará desapercibido. Hacer regalos a los seres queridos puede resultar divertido y a veces económico, pero sólo cuando tenemos el tiempo y la energía cre ativa que se necesitan para hacerlo bien. Hoy no es el día apropiado para empezar la colcha de cuatrocientas piezas para la pequeña Minnie May. Guarda los patrones y las instrucciones, busca la tela en las reba jas y empieza a disfrutar preparando el regalo en un lluvioso día de marzo. Celebrar la Navidad en julio es una tradición fabulosa que merece que la resucitemos. En la época victoriana las mujeres ingenio-
X
s.is conlreriouaban I.i mayoría dr sus irgalos y mínima rm p r/aba .1 prep.u.u los después de julio. ( .elrbia ron un i<
Si compras o preparas regalos navulciu p<>t adelantado necesitas un lugar donde guardarlos. Rcsri va un .11 m u 10, ai marito, baúl o cajón para ellos. Un escondrijo pata 1. ••al».. ayuda a conservar la cordura durante el año y reunir regalo-, punir proporcionar un gozo sencillo. No puedes imaginarte la sal islarción que sientes cuando abres el escondrijo y sacas el regalo perfecto para una ocasión inesperada. Pero si decides deleitarte en tu propia inteligencia y echas mano del conte nido de tu escondrijo de regalos durante el año, 110 te olvides de repo ner lo que saques de él. Como ya tienes guardado el material para envolver los regalos, no esperes a envolverlos a última hora, con pri sas. Puedes envolverlos de forma creativa y agradable. Haz que los envoltorios sean parte del regalo. Olvídate de los lazos que se com pran en las tiendas; son horribles y tú lo sabes. Sin embargo, los lazos realmente magníficos pueden costar más que el regalo. Durante todo el año puedes encontrar cintas, bramantes y adornos estupendos a precios fabulosos si los buscas con tesón. Una vez envuelto el regalo, ponle una etiqueta que diga en qué consiste y para quién es. Tratar de recordar lo que hay dentro de un paquete y a quién va destinado no es nada divertido. Pero pensar en la alegría de un ser querido cuando vea lo que le has comprado es un regalo de alegría que te haces a ti misma.
12 D E DICIEM BRE
Una perdiz en un peral E xiste solam en te una v e r d a d e r a p riv ación ... no p o d e r en treg ar tus regalos a las person as m ás queridas. M a y Sa r t o n
o creo que sean muchas nuestras personas queridas que esperan con la respiración contenida recibir una perdiz en un peral este año. Pero sé de un regalo que es apropiado para todas las edades y que entusiasmará a todas las personas de tu lista: tú misma. Por desgracia,
este regalo personalismio es muy caro, |mn . tequicrc |*,isi.ir |;i,m i ,mti dad de tus recursos naturales, que, pi ei iom »•. \. m disminuyendo i i e m po, energía creativa, emoción. Sería mucho más fácil regalar a todo el mundo un par de tórtolas y acabar de una vez. Esto no quiere decir que no queramos dar algo de nosotras mismas durante las fiestas. En realidad, eso es lo que tratamos desesperada mente de hacer. Es obvio que no lo hacemos muy bien. Por eso mu chas terminamos sintiéndonos deprimidas y desanimadas cuando guardamos los adornos. ¿Cómo fue posible que la Navidad se nos escapara... otra v e z ? Fue por hacer demasiadas cosas al mismo tiempo: obligaciones, promesas, compromisos conflictivos. «Oh, sí, no es ningún proble ma» es la primera indicación de la mente aturdida. Lo primero que has de hacer: excúsate por no asistir a todas las reuniones que se celebren por la noche durante el resto del mes. Acepta sólo invitaciones a actos sociales a los que realm ente quieras ir. Puede que tu ausencia llame la atención en otros momentos del año, pero no durante las fiestas. Todo el mundo anda tan despistado como tú y nadie se dará cuenta de que no estás. Hablemos ahora de los regalos. Todas esas chucherías alegres y vistosas que están haciendo estragos en tu presupuesto son sólo sím bolos de lo que realmente anhelas regalar. Así que ¿por qué este año no tratas de regalarles lo más apropiado? En el primer día de las Navidades regalé a mis seres queridos: toda mi atención. En el segundo día de las Navidades regalé a mis seres queridos: entusiasmo. En el tercer día de las Navidades regalé a mis seres queridos: energía creativa. En el cuarto día de las Navidades regalé a mis seres queridos: pequeños placeres cotidianos. En el quinto día de las Navidades regalé a mis seres queridos: ternura. En el sexto día de las Navidades regalé a mis seres queridos: alegría. En el séptimo día de las Navidades regalé a mis seres queridos: belleza. En el octavo día de las Navidades regalé a mis seres queridos: comunicación. En el noveno día de las Navidades regalé a mis seres queridos: sorpresa.
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I n el dei m u í día ilc l.is NttVitl.uIr*. H>'t.i!é 1 MU'*
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l ii el undécimo día tic las N .iv h I.k Ic . ic^ale a un-, un c u n Hno |mi ilii •<
En el duodécimo día de las N.ivul.uli
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gozo, «Estad preparados en lodo momento para recibir los dones de Dios, y siempre para recibir donr. nuevos», nos recomienda Meister Eckhart en esta estación donde dar es tan importante. Estad prepara das en todo momento para dar a vuestros seres queridos los dones del encanto de la vida simple del espíritu. Si hacéis lo que os digo, recibi réis regalos de Navidad que nunca olvidaréis: sonrisas felices y cora zones contentos. Y no os entrarán ganas de cambiarlos.
13 D E DICIEM BRE
Sí, Virginia, Papá Noel existe N a d ie p u e d e con cebir ni im agin ar todas las m aravillas no vistas e invisibles qu e h ay en e l m undo. F
r a n g ís
P.
C
hurch
JH*rancis P. Church no tenía la menor intención de redactar un ensa yo clásico de la literatura inspiradora aquella tarde de septiembre de 1897 en que se sentó para responder a la pregunta de una niña pequeña. Virginia O ’Hanlon tenía ocho años, justamente la edad en que el escepticismo empieza a erosionar la fe. Sus amiguitos le habían dicho que Papá Noel no existía. Cuando acudió a su padre en busca de la verdad, éste se sintió tan cohibido como la mayoría de los padres cuando las conversaciones empiezan a centrarse en las actividades que tienen por escenario el Polo Norte. Le recomendó que hiciera la pre gunta a los que son expertos en todo: a los redactores del periódico local. Así que Virginia cogió la pluma e hizo la eterna pregunta de la infancia a dicho periódico: «Papá dice: “Si viene en el Sun, es que es verdad.” Por favor, díganme la verdad: ¿existe Papá Noel?» Han pasado casi cien Navidades desde que Virginia pidió que le
dijeran la verdad, pero lo que es real \ I" que no lo es no lun cambia do. Los niños de todas las épocas sienten un deseo profundo de crecí en un ser magnífico, benévolo y geneioso i|ue liace regalos para pre miar a los buenos. La Navidad permite al niño que duerme en nuestra alma renacer todos los años y despierta un sentimiento de alegría y maravilla que ni tan sólo once meses de dudas, escarnio o desánimo pueden apagar. Lo único que se nos pide es que creamos. ¿Que creamos en qué? En lo que más signifique para nosotras en este momento. Que el amor hace posible creer en todas las cosas, especialmente en los milagros. Que ésta es la estación de los milagros. Que hay un milagro que lleva tu nombre. Que cuando miras una estrella y formulas un deseo la gracia interviene para que éste se haga realidad. Que existe Papá Noel y has sido buena, muy buena este año. ¿Ya has escrito tu carta? Sí, me refiero a ti. Si no la has escrito escríbela hoy con gran ceremonia. Siéntate con una taza de cacao caliente, tu mejor papel de cartas y tu lista de deseos. Escoge un rega lo mundanal y dile a Papá Noel lo que deseas. Ahora escoge un regalo que sólo el Espíritu pueda hacer. Mete tu carta en un sobre y envíala. Espera. Observa lo que pasa. Sé feliz. Durante el resto de la estación declara con frecuencia (puedes hacerlo en voz baja) mientras haces tus quehaceres cotidianos: «¡Creo! ¡Creo! ¡Creo!» Ahora mismo voy a creer que Frank Church escribió la medita ción de hoy para mí, además de para Virginia, hace un siglo: Virginia, tus amiguitos se equivocan. Les ha afectado el escep ticismo de una época escéptica. Solamente creen en lo que ven. Piensan que nada puede existir si sus pequeños cerebros no lo comprenden. Todos los cerebros, Virginia, sean de adulto o de niño son pequeños. Sí, Virginia, Papá Noel existe. Existe con tanta seguridad como existen el amor y la generosidad y la devoción, y tú sabes que estas cosas abundan y dan a tu vida su belleza y su alegría más elevadas. ¡Ay, qué triste sería el mundo si no existiera Papá Noel! Sería tan triste como si no existieran Virginias. No habría entonces fe infan til, ni poesía, ni romanticismo que hicieran tolerable esta existen cia. No disfrutaríamos, excepto con los sentidos y la vista. Se ex tinguiría la luz eterna con la que la infancia llena el mundo. ¡No creer en Papá Noel! ¡Sería lo mismo que no creer en las hadas!... Las cosas más reales del mundo son las que no pueden ver los niños ni los adultos. ¿Alguna vez has visto hadas bailando en el césped? Por supuesto que no, pero esto no demuestra que no existan.
I )i . m m i l . f . el N(>i l.ljc'l (i del bebe V V("> lo q i l O ll.U'c lindo Cll mi inlerioi, peí o li.iy un velo c|uc cubre el mundo no visto que los .ulultos m,!’. Iuertes que jamás hayan vivido pueden apartar. Sólo la lt\ I.i l.int.iM.i, I.i poesía, el amor, el romanticismo pueden apartar esa cortina y ver... la belleza y la gloria que hay más allá. Ah, Vir ginia, en todo este mundo no hay nada más que sea tan real y per manente. ¡Que no existe Papá Noel! ¡Gracias a Dios, vive, y vive para siempre! Dentro de mil años, Virginia, no, dentro de diez veces diez mil años, continuará alegrando el corazón de la infancia.
Aplaude si crees.
14 D E D ICIEM BRE
El legado del amor T odas las fam ilia s felices se parecen , p er o cada fa m ilia in feliz es infeliz a su m an era. L e o T o lst o i
JL ¿a mayoría de las personas supone que la Navidad más dilícil e\ I.i de los niños que han dejado de creer en Papá Noel. Pero yo pienso que quienes peor lo pasan durante las fiestas son las personas que han sufrido una pérdida recientemente, ya sea por defunción o divorcio, en especial cuando se trata de la primera o segunda Navidad desde que su mundo se rompió en pedazos. Muchas madres solteras a menudo se sienten incómodas durante las Navidades e inconscientemente transmiten su malestar a sus hijos. Una de las formas de transmitir sin darse cuenta este malestar consiste en aplazar los preparativos hasta el último momento y luego montar lo todo deprisa y corriendo, pero sin entusiasmo. Quizás una de las razones por las cuales las mujeres y las madres solteras experimentan dificultades durante la época navideña estriba en que, en el fondo, piensan que estas tradiciones sólo son propias de familias perfectas como las que aparecen en las creaciones del ilustrador Norman R ock well. La primera vez que la mujer que acaba de quedarse sola abre la
caja de los adornos (suponiendo que so l o n u l.i mt>l«".ti.i de sac.u l.i del armario) experimenta una sensación tic peidida un ^unde, <|iie t|ni/.i decida no continuar con los rituales na\ ideims que lanío le- gustaban antes por lo doloroso que resulta la eomp.u ación de las Navidades pasadas con las presentes. — ¿Para qué? — se pregunta. La respuesta es que todos necesitamos los mensajes tranquilizado res y curativos que nos proporcionan los rituales de esta clase. El doc tor Steven J. Wolin, catedrático de psiquiatría en la Facultad de Medi cina de la Universidad George Washington explica que: «Uno de los aspectos más importantes de las tradiciones familiares, de los rituales que las familias continúan celebrando año tras año, es que las tradicio nes tienen símbolos y las familias necesitan símbolos. Sacas la antigua cristalería, cantas las viejas canciones, rezas la misma plegaria, vas ves tido de cierta forma, pones la mesa de cierta manera.» Éstos son los momentos inconscientes del ritual familiar que se convierten en redes de seguridad emocional a las que recurres en los momentos difíciles. Las costumbres queridas son tan importantes para las mujeres adultas como para los niños. Cuando empecé a actualizar tradicio nes victorianas para las familias modernas pensé que si me deleitaba haciéndolo era porque me permitía crear recuerdos felices para mi hija. Pero al cabo de unos cuantos años, me di cuenta de que nuestros rituales me proporcionaban consolación y alegría. Anhelaba tanto como Katie el ritmo tranquilizador de señalar el paso de las estaciones. Necesitamos adornar el árbol, encender la m enorah, hacer las tarjetas del Día de San Valentín, pintar los huevos de Pascua, asistir a la cena de la Pascua hebrea tanto como lo necesitan nuestros hijos. Nuestra alma nunca se hará demasiado adulta para dejar de sentir el anhelo de momentos luminosos y de plenitud. De modo que saca del armario aquellas amadas tradiciones de las fiestas. Crea tradiciones nuevas que expresen tu autenticidad, del mis mo modo que creas una nueva manera de vivir. Ellen Goodman nos dice que «las tradiciones son los postes indicadores clavados profun damente en nuestra mente subconsciente. Las más profundas son las que ni siquiera podemos describir, aquellas de las que ni tan sólo somos conscientes».
IS D I ’, D I C I I M H K I
Una reflexión para aquellas mujeres que leen demasiado Tiene d em asiad a afición ,t los libros y esto le h a transtor n ad o e l cerebro. L o u is a M a y A l c o t t
irginia Woolf creía que cuando las mujeres que leemos demasia do lleguemos a las puertas del cielo cargadas con nuestros queridos libros, el Todopoderoso le dirá a san Pedro: «Mira, éstas no necesitan ninguna recompensa. Aquí no tenemos nada que darles. Han amado la lectura.» En la vida real hay mujeres que leen y mujeres que leen demasiado poco. N o hay mujeres que leen demasiado porque esto es imposible. ¿Cómo puede una leer demasiado si sólo dispone de días de veinticua tro horas, de vidas cuyo promedio es tan sólo de ochenta años? Cualquier momento del día es perfecto para leer. Cualquier lugar. Cualquier excusa. La lectura es el último refugio para las personalida des proclives a la adicción. Leer demasiado no tiene efectos secunda rios nocivos. Louisa May Alcott piensa que aficionarse demasiado a los libros nos «transtornará» el cerebro. Por supuesto, no puede estar totalmente equivocada una mujer que tenía tanta afición a los libros, que se sintió empujada a escribir unos cuantos de su propia cosecha. Es verdad que los libros nos afectan. Los libros hacen que nos demos cuenta de nuestras pasiones y que nos dediquemos a ellas. Nos con vierten en mujeres auténticas. Cuando una oración que leemos en un libro resuena en tu interior, es la voz de tu yo auténtico. Escucha lo que trata de decirte. El Espíritu se comunica constantemente con nosotras. La mayoría de nosotras anhelamos experimentar el paraíso en la tierra. Las mujeres que leen lo experimentan. Es obvio que quien dijo que no te lo puedes llevar al otro mundo nunca leyó un buen libro. Porque todo lo que has leído, te ha gustado y recuerdas, forma ahora parte de tu conciencia. Lo que se quiso una vez nunca puede perecer. Italo Calvino nos dice que «leer significa estar preparado para cap tar una voz que se hace oír cuando menos lo esperas, una voz cuya
procedencia es desconocida, que viene di más .11I.i del libio, m.r. .1II.1 del autor, más allá de la convención de escribir procede de lo 110 dicho, de lo que el mundo aún o ha dii lio sobre sí mismo y que toda vía no tiene palabras para decirlo».
16 D E DICIEM BRE
Días de estrellas doradas T al v e z uno de estos días p u ed a reg alarm e a m í m ism a una estrella d ora d a p o r ser norm al, y tal v e z uno d e estos días m e reg ale a m í m ism a una estrella d o r a d a p o r ser extraordinaria... p o r persistir. Y tal v ez un día no necesite ten er ninguna estrella. Sue B e n d e r
T JL odavía no he alcanzado el punto en el que no necesite estrellas doradas: prueba reluciente, dorada de cinco puntas, de que he logrado hacer algo un tanto difícil, especialmente si se trataba de conseguir tra tarme a mí misma con la amabilidad y el cariño con el que trato a los demás. En los tiempos de la pizarra y la tiza, las estrellas de oro iban en una cajita de cartón. Abrías la cajita y encontrabas quinientas estre llas doradas de papel con el dorso engomado. Al pasar los dedos por el montoncito de posibilidades oías el crujido de tu propia valía. Hoy día las estrellas de oro se sacan de hojas autoadhesivas. Ni siquiera perci bes el sabor del éxito en la lengua, pero me encantan de todos modos. Una buena amiga mía tiene un recuerdo diferente de los tiempos de las estrellas de oro. Su madre llevaba gráficos con estrellas para cada uno de sus ocho hijos. Todos los domingos, después de cenar, pasaban cuentas en el comedor y los gráficos indicaban quién había sobresali do en cosas tales como hacer los deberes, hacer tareas domésticas, la higiene personal y el comportamiento... y quién no. En teoría, esfor zarse por ganar estrellas doradas era un juego destinado a fomentar las motivaciones. Sin embargo, acumular estrellas de oro por obligación no era divertido para Anne, a pesar de que sobresalía en todo y era un modelo de «buena chica». La presión de la evaluación constante le resultaba insoportable. Abrir la caja de cartón era una especie de tor-
IIII.I ||‘.I( ológli .1 V 4*111(11 lnll.il 1*1-11) I o n ( l l . l N ( I r ('NlK’ll.lN (Ir oto N O I I 11 1 11y dil cíenles i liando nos l,r. damos .i nosotras m is m a s . ( Alando le cías .i li misma i i i i . i rsiirll.i de oro y l.i pegas en d calendario, la estrella cente lira, te guiña rl ojo y ir felicita en voz baja. Me gusta de forma especial otorgarme a mí misma estrellas doradas cuando me embarco en un nuevo pasatiempo que me satisface o reanudo otro que tenía abando nado: caminar, movimiento creativo, comer cosas sanas, escribir mis páginas de diálogo, meditar, tomarme las cosas con más calma, buscar el equilibrio entre el trabajo y la diversión. Puede que el espíritu esté dispuesto, pero con demasiada frecuencia la carne se desvía. Los días extraordinarios no necesitan estrellas doradas. Pero no cabe duda de que los días corrientes pueden resultar más alegres con una reluciente palmadita de cinco estrellas en la espalda.
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Segundo acto D u ran te años h e d esead o ser m ayor, y ah o ra lo soy. M argaret A tw o o d
F / I otro día puse la televisión mientras esperaba que hirviese el agua para hacer té y vi a mi actriz favorita en una película. Quedé estupe facta al ver que estaba mucho más vieja que la última vez que la vi. Si aquella mujer preciosa, que se cuidaba tanto, estaba madurando visi blemente, ¿qué aspecto tendría una madre atareada y con poco tiempo para cuidarse como yo? Al recoger a mi hija en la escuela, le pregunté: — ¿Qué edad aparento? — La suficiente para ser mi madre — contestó la muy bromista. — ¿Se me nota la edad? — pregunté a una buena amiga mientras co míamos. — No más que a mí — respondió ella, tranquilizadoramente. Recuerdo muy bien que una noche, cuando tenía dieciséis años, un amigo de mis padres al que yo consideraba un vejestorio (tenía entre cuarenta y cincuenta años) trajo a su nueva novia, que era muy guapa, para presentárnosla. Mike había sido un buen partido durante muchos
anos y Su san había sido lina lisia en * I «mu m so tic Mr.'. Anuí i* .1 I i .1 todo muy romántico y yo quena ñ u ..... .. indo-, lo1, detalles jugosos En un momento dado, con la dcspreoi upadon insiilriblc* tlt* una ado lescente descarada, pregunté a Susan: — ¿Qué edad tienes? El único ruido que se oyó en la sal i1a Im- d que hizo mi madre al arquear las cejas. La sonrisa efusiva de Susan rompió el silencio emba razoso. — Treinta y dos — contestó sin darle importancia. La soda que estaba a punto de tragar me salió disparada de la boca. —¿ Treinta y dos? ¿Y es la prim era vez que te casas? — Es un mila gro que haya vivido para contarlo. —Jovencita — me amonestó mi apurada madre— , deberías aver gonzarte de ti misma. A las mujeres mayores que nosotras no se les pregunta la edad. Pídele perdón a Susan inmediatamente. — No, por favor — dijo Susan, riendo, y los demás rieron tam bién— . No tiene importancia. ¿Piensas que treinta y dos años son demasiados para casarse? Claro que lo pensaba, a no ser que el novio fuese Matusalén. Sólo que Susan no tenía aspecto de persona de «mediana edad»,, sino que tenía un aspecto fabuloso. Era la «mujer mayor» más atractiva que yo había visto en persona. Pero esperar hasta ser tan vieja para casarse, especialmente siendo tan preciosa, me resultaba inconcebible. Ahora, por supuesto, sé por experiencia por qué iba a casarse por primera vez a su edad. Pero es demasiado tarde. En aquel momento Cupido se fijó en mí. Dos semanas después de casarme con mi marido celebré mi tri gésimo segundo cumpleaños. Que yo recuerde, fue un año muy bueno. Ahora, al igual que muchas de mis amigas, he descubierto que el segundo acto es mucho más interesante que el primero. El primer acto no hace más que preparar la escena y decirnos quién es nuestra heroí na, de dónde procede, qué fuerzas le dieron forma. Es en el segundo acto donde la tensión creativa realmente empieza a aumentar a medida que se desarrolla la historia. El segundo acto está lleno de sorpresas y giros a medida que se hace visible el momento fundamental de elegir. El segundo acto revela el centro dramático del argumento auténtico. ¿Qué pasará a continuación? ¿Cómo hará nuestra heroína frente a la situación? ¿Cómo cambiará? Sencillamente no podemos pasar al segundo acto hasta que haya mos vivido varios decenios. Es de esperar que entonces seamos más sabias, que tengamos más experiencia, mayor confianza en nosotras mismas, que seamos más valientes y astutas. De pronto, en los guiones que creamos hay más profundidad y anchura. «En la mediana edad somos propensas a sacar la horrible conclusión de que todas las penas,
lo d o el d o lo i, lo d o el ie m o rd im ie n io apasionado v I.i Mensación de perdida y la d esilusión la1. lu cern o s nosol i ,is m ism as», con leso en I 'M I I.i novelisi.i K.ulilet'ii N o i i is. Pero alior.i s.ilu'inos cóm o cambiar todo eso. ¿ N o es así? Estoy prep.uada para el primer plano, señor DeMille.
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El ritual del cumpleaños El cumpleaños de mi vida ha llegado, mi amor ha llegado a mí. C h r is t in a G e o r g in a R ossktti
H o y no es mi cumpleaños, pero podría ser el tuyo. Si lo os, espero que estés pasando un día maravilloso, un día de auténticas satisfaccio nes, de gozosa sencillez, de contemplación, de recogimiento y de cele bración. Todas deberíamos conmemorar nuestro cumpleaños de esta mane ra. A estas alturas, ya no me gustan las grandes fiestas de cumpleaños, pero necesito que el día en que empezó mi vida se distinga de los de más días. Así que he creado mi propio ritual de cumpleaños para que me ayude a conmemorar el año que acaba de pasar al tiempo que pido iluminación para el año que empieza hoy. En primer lugar, me doy un baño sedante que elimina simbólicamente el dolor, las penas, los re mordimientos, los errores y la culpa del año anterior. Luego me voy sola a mi dormitorio y enciendo una vela votiva por cada año. (Esto no es tan difícil como parece si utilizas las «lucecitas para el té» que se venden en envases de metal. Puedes ponerlas juntas en una bandeja o distribuirlas por la habitación.) Mi música favorita suena de .fondo, la fragancia del incienso llena el aire y junto a la cama hay un ramillete de mis flores preferidas. Me pongo un camisón nuevo y me instalo có modamente en la cama recién hecha. Entonces ofrezco un salmo per sonal de agradecimiento por mi vida. Mientras arden las velas reflexio no sobre lo que ha sido mi vida hasta ahora. Miro fotografías viejas y recientes, luego leo pasajes escogidos de mi diario. Son tantos los mo-
incntos maravillosos del ano pasado que \.1 se me han olvidado; r. ir confortante recordarlos. Acto seguido pido un ic}',alo de cuinplc.uio-. que sólo el Donador del Bien puede luí ci nic: concebir un nuevo suc ño o plan maravilloso; realizar un sueño postergado; vencer un viejo temor o librarme de un viejo dolor; experimentar una nueva libertad; descubrir una nueva fuerza; encontrar una nueva amistad; alcanzar un objetivo al que aspiro desde hace mucho tiempo; tratar de alcanzar una nueva aspiración; superar una nueva dificultad. Bebo a sorbos una copa de champán, luego abro poco a poco un bello paquete que con tiene un regalo que me hace mi yo auténtico. Y, por supuesto, es el re galo perfecto. Muchas personas que te quieren lo intentarán, pero nadie puede celebrar tu cumpleaños exactamente de la manera como tú necesitas que se celebre. La causa es que nadie conoce realmente el año que aca bas de pasar, ninguna otra persona lo ha vivido. Además, cada año es diferente. Tu trigésimo segundo cumpleaños no se parecerá en nada al cuadragésimo octavo. Tu esposo, tu amante, tus hijos, tus amistades y tus colegas pueden estar al corriente de acontecimientos recientes habidos en tu vida, pero sólo tu yo auténtico conoce la profundidad de los efectos de éstos. Quizá se te murió un ser querido hace seis meses. El resto del mundo da por sentado que has seguido adelante cuando en realidad la conmoción por la pérdida no ha empezado a aminorar hasta ahora y es cuando el dolor comienza a afianzarse. Tal vez el regalo perfecto para tu cumpleaños sea una fotografía especial de tu ser querido enmarcada por un profesional o que restaure la foto grafía si está estropeada. Nadie más puede saber que necesitas este toque emocional, pero tú sí lo sabes. Puede que lo que necesites no sea una bulliciosa fiesta familiar, sino unas cuantas horas de intimidad para recordar, para honrar la santidad de los cambios profundos que se han producido en tu vida. Los cumpleaños son momentos para empezar de nuevo, pero también son momentos de recogimiento per sonal, momentos importantísimos para crecer positivamente y alcan zar nuestra autenticidad. Todos los cumpleaños son un hito y no sólo los que se correspon den con el principio de un nuevo decenio. Cada edad trae consigo trescientas sesenta y cinco lecciones de vida real. «No nos hacemos más viejos con los años, sino más nuevos cada día», dice Emily Dickinson a la muchacha que cumple años en todas nosotras. Y, desde luego, eso es algo que merece celebrarse por todo lo alto. Así que: «¡Feliz cumpleaños! ¡Que tengas un feliz cumpleaños!» Tengo el presentimiento de que el año que viene va a ser el mejor de tu vida. Bien sabe el cielo que te lo mereces.
P !)!•: DI CI I - . MHKI v
\Jlid mujer de cierta edad Los hom bres no le dedican piropos a las viejas de culo gordo. C y b il l Sh e p h e r d
H a z t e mayor. Me haré. Hazte mayor con gracia. Lo intentaré. ¿Convertirme en una vieja? ¡Ni pensarlo! «Vieja.» ¡Qué palabra más fea para referirse a semejante capítulo tan creativo en la vida de una mujer! Pero ninguna mujer tiene por qué convertirse en una vieja si ella no quiere. Puedes ser una mujer sabia sin ser una bruja. Personalmente, pienso que invocar la imagen de una vieja como figura a emular disminuye en vez de intensificarla la sensa ción de bienestar de una mujer. Para referirse a las intérpretes femeni nas del segundo acto, los ses utilizan la expresión «mujeres de cierta edad», que es una forma de describir muy sucintamente a mu chas mujeres. Adquirimos mayor seguridad sobre nosotras mismas a medida que nuestra autenticidad se manifiesta. Cuando se trata de ele gir entre la risa atractiva de Lena Horne y el cacareo de madame Mim, me inspira mucho más la primera con su música que la segunda con sus encantamientos. Pienso que es importantísimo que cambiemos el concepto del envejecimiento femenino de «invisible» a «vibrante», toda vez que un vasto cambio social nos espera a medida que se acerca el milenio. Abrochaos los cinturones de seguridad, chicos. Algunos de vosotros vais a tener un viaje agitado al empezar el siglo de las mujeres. En el año 2000 el cuarenta y dos por ciento de todas las mujeres americanas adultas tendrán cincuenta o más años de edad. Sin embargo, en realidad no tenemos que espear para encajar nues tra actitud ante actos segundos. Podemos empezar hoy mismo. Las mujeres contemporáneas ya están definiendo de nuevo la transición de la mitad de la vida que Gail Sheehy llama «los cincuenta ardientes». Después de pasar cinco años preparando su libro N ew ages: M apping Your L ife Across Tim e, ha descubierto que las mujeres del decenio de 1990 tienen cincuenta años cumplidos. Y si echamos un vistazo a las mujeres con las que anda, veremos que éste es el decenio de las de cincuenta y pico: Barbra Streisand, Linda Ellerbee, Janet Reno, Judy Collins, Lauren Hutton, Jane Fonda, Martha Stewart, Donna Shalala, Judith Jamison, Barbara Boxer y Tina Turner. «En esta época de la
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vida las mujeres se encuentran llen.r. •l< rm■nu. i v d e talento c o m o nunca había ocurrido e n la h i s t o r i a .1 e s t a s alturas, Lis liu 11.1 • . que agotaban una parte tan grande de su e n n p a emocional h . m disminui do. Los resultados de los estudios tle S h e e h v indican claramente que la influencia dominante en el bienestar de una mujer no es el nivel de ingresos ni el estado civil, sino que el íactoi más decisivo es la edad. Más vieja significa más feliz.» Coco Chanel nos recuerda que «la naturaleza te da la cara que tie nes a los veinte años. La vida da forma a la cara que tienes a los trein ta. Pero de ti depende ganarte la cara que tengas a los cincuenta. Mien tras la cara que te devuelve la mirada desde el espejo sea auténtica, puedes llamarte del modo que te apetezca. Pero me encontrarás entre bastidores con cantantes al rojo vivo y no con viejas».
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Reconsideración del juego gozoso Alégrate. Sé buena. Sé valiente. E lea n o r H o d g m a n Po rter
I S a h ! ¡Paparruchas! ¡No lo dirás en serio, cuatro días antes de Navidad! Oh, sí, ¡sí lo dices en serio, especialm ente cuatro días antes de Navidad! Esta mañana empiezan los días que ponen a prueba el alma de una mujer. Al igual que en las Navidades pasadas, este año la prue ba tendrá múltiples facetas, puesto que hay que decidir quién duerme dónde, quién cocina qué, quién lleva la voz cantante en la mañana de Navidad; hay que comprobar qué regalos no han llegado, qué regalos todavía no se han enviado, quién va a recoger a los invitados al aero puerto, quién ingresa en el manicomio. De repente Ebenezer Scrooge parece la figura más calumniada y peor comprendida de la literatura. Pero yo sé de alguien cuya reputación literaria necesita una mayor rehabilitación que la de Scrooge. ¿Te acuerdas de Pollyanna? ¿«La chica contenta»? Vamos, no te burles al pensar en ella. Puede que Pollyana, con su empeño en encontrar la parte buena de toda situación, te parezca demasiado almibarada cuatro días antes de Navidad, pero
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Mól.ite i n o doto peífecio cu.indo dr repente se plantea algún problema. «Pollyan na no pretendía que todo lucra bueno -insiste su creadora, Eleanor I lodgman Porter* En vez de ello, representaba la aceptación alegre y valiente de los hechos. Comprendía que no podemos librarnos de cosas desagradables, pero creía que podían mitigarse buscando lo que hay de positivo en lo que nos ocurre.» Cuando Pollyanna se publicó en 1913 nadie se vio más sorprendida que la propia señora Porter al comprobar el súbito y enorme atracti vo que poseía la huérfana de once años que había creado, con su habi lidad para encontrar lo bueno dentro de lo malo. Aunque el libro se publicó sin darle publicidad, obtuvo muchísimo éxito porque las per sonas se lo recomendaban unas a otras y llegaron a venderse más de un millón de ejemplares, fue traducido a una docena de idiomas y se hizo tan popular que el nombre de la protagonista se convirtió en un sinóni mo de la lengua inglesa del optimismo irreprimible. En la novela, Pollyanna Whittier es la hija de un misionero pobre que predica continuamente el sermón de la alegría a quien quiera escu charle. El reverendo Whittier señala que en la Biblia hay constancia de ochocientos casos en que Dios ordena a sus hijos que se alegren y regó cijen. El reverendo saca la conclusión de que, obviamente, I )ios quería que viviéramos así, al menos durante una buena parte del tiempo. I Jna Návidad, las creencias del reverendo se ven puestas a prueba cuando llega la cesta de la Sociedad de Ayuda cié Damas Misioneras. Pollyan na ha pedido una muñeca de porcelana auténtica. Pero cuando abre la cesta la mañana del día de Navidad se encuentra con que las damas le han mandado por error un par de muletas infantiles. Como es natural, se lleva un disgusto tremendo. El reverendo trata de consolarla y para ello inventa un juego consistente en averiguar qué podía haber de positivo en el hecho de recibir unas muletas como relago de Navidad. Lo encuentran, por supuesto: ¡que Pollyanna no las necesita! De esta manera se crea el juego gozoso. Al morir su padre, Pollyanna es enviada a vivir con su tía Polly Harrington, una rica solterona solitaria. Nadie duda que miss Po lly nunca se casó por su severa y desagradable personalidad. Cuando Pollyanna llega a la pequeña ciudad del estado de Vermont donde vive su tía, no tarda en transformar a la comunidad con su áni mo y su alegría. Los enfermos se curan, los solitarios encuentran ami gos y novias, los matrimonios infelices se salvan. Todo el mundo, menos la tía Polly, empieza a buscar el lado luminoso de la vida. Pero la tía Polly continúa siendo un hueso duro de roer. En un momento
dado pierde los estribos y dice: «¿Alguna vez dejarás de usar la palabra “contenta”? No paras de pronunciarla de la mañana a la noche... me parece que voy a volverme loca.» (¡Pienso que de vez en cuando ten dría la misma reacción!) Sin embargo, hasta la tía Polly se deja hechizar por la alegría después de que Pollyanna, gracias a su valor y a la buena voluntad de los habitantes de la ciudad, se salve de un grave accidente. Puede que Pollyanna sea una novela excesivamente sentimental y anticuada, pero merece la pena que reconsideremos lo de las ochocien tas exhortaciones a alegrarse, qu e la cosa no está tan mal. Quizás es la buena noticia sobre la que deberíamos meditar mientras adornamos la casa y sacamos la alfombra roja.
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La fuerza espiritual de la temporada Vive en cada una d e las estaciones q u e vayan p asan d o; respira el aire, b e b e el agua, p ru eb a la fru ta y resígnate a las influencias de cada una d e ellas. H a z q u e éstas sean tu única b e b id a en tu dieta y tu m edicin a natural. H
en ry
D a v id T h o r e a u
F t n el exterior el aire invernal es diáfano y vigorizante: cortante, gla cial, gélido, urticante. N o caminamos despacio, sino que nuestros pa sos son rápidos y son un reflejo externo del ritmo acelerado que se vive en el interior de la casa a medida que los preparativos para las fiestas ocupan el centro del escenario. Una vez hemos cerrado la puer ta, el aire invernal es cálido, denso y aromático: madera que arde, plantas de hoja perenne, canela y jengibre. Aspira hondo y absorbe la fragancia de la felicidad. En invierno vivimos inmersos en la expectación. Llegan amigos de lejos y reciben el abrazo del caos festivo de la casa abierta de nuestra familia. «Me paso el año soñando con el ponche de leche y huevo que preparas en casa», dice en tono confidencial una invitada mientras se intercambian regalos espirituales: cumplidos sinceros y una taza de alegría. En la cocina, llenamos los v a s o s con una mezcla de sidra aro ni ática y cerveza negra inglesa qur i c s i . n a i a manos y corazones del
frío del invierno. La mesa del comedor cruje afablemente bajo el peso de la abundancia: pavo asado, jamón al horno, quesos, pan recién hecho. Niños de todas las edades se apretujan alrededor de los dulces típicos de la época y de la fruta de invierno: bastones de caramelo y confites, calabaza, fruta y especias picadas y tartas de manzana. Almas, bebed a sorbos y saboread. Poneos a vuestras anchas. Comed, bebed y alegraos en estos días de gozo. «La más antigua sabiduría espiritual se centraba alrededor de los cambios previsibles de las energías estacionales. Los rituales giraban en torno a la siembra, la cosecha y los ciclos de luz y oscuridad», nos recuerda Joan Borysenko, la respetada científica, terapeuta dotada y mística sin disimulo, en su diminuta joya contemplativa P ocketful o f Miracles: Prayers, Meditations, an d Affirmations to Nurture Your Spirit Every D ay o f the Year. «Los ritmos estacionales tienen correlación con nuestros ritmos corporales... Nuestras vidas onírica e interior se vuelven más insistentes en la oscuridad del invierno... Se acuesta al año viejo, se termina lo que se estaba haciendo y se recoge la cosecha de madurez espiritual bajo la forma de sabiduría y perdón.» Durante siglos, los sanadores orientales, en especial los que practi can la medicina china, han tenido en cuenta los efectos que las estacio nes surten en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Pero la relación simbiótica entre los seres humanos y la naturaleza ha sido vir tualmente descuidada por la medicina occidental hasta hace poco. Ahora los médicos reconocen que algunas personas sufren una depre sión profunda en invierno debido a que son sumamente sensibles a la oscuridad. La terapia basada en la luz hace que sus energías sutiles recuperen un sano equilibrio. Aprender la destreza espiritual de la curación estacional puede dar nueva profundidad a nuestro viaje hacia la plenitud. En el mundo natu ral el invierno es la estación de descanso, reconstitución y reflexión. Durante esta semana no abunda ninguna de las tres cosas, pero, una vez hayan pasado las fiestas, considera cómo vas a emplear el tiempo libre personalmente. Y si tienes tan poco como yo pienso, reflexiona sobre cómo puedes tener más el próximo año. Hildegard de Bingen, la mística alemana del siglo X II, sugiere una manera sencilla de empezar a explorar la riqueza de la destreza espiri tual de las fiestas: l.an'/.a una m irada al sol. ( Observa la luna y las estrellas. ( '.tmtvmphi la belleza de los saludos de la Tierra. Ahina, l>iensa.
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Y se hizo la luz H a y dos fo rm a s de p ro p a g a r la luz: ser la llam a d e la v ela o el espejo qu e la refleja. EDITO W l IARTON
E / n la antigüedad, a medida que los días se hacían más cortos y más oscuros, la gente se sentía cada vez más angustiada y deprimida, pues temía que el sol se estuviera muriendo. La gente sabía que sin el sol, al que adoraba como a un dios, perecería. Con el fin de propiciar la vuelta de su fuente de calor, luz y abundancia, crearon rituales para la mitad del invierno que culminaban con una gran fiesta en el solsticio de invierno la noche del 21 al 22 de diciembre, la más larga del año. Las mujeres recogían hojas y ramas para decorar las viviendas y preparaban complicados festines comunales. Los hombres encendían enormes hogueras y a la luz de las llamas, que representaban la energía del sol, celebraban fiestas con música y baile. H oy día la celebración del solsticio de invierno se está haciendo muy popular. Para las personas que no se sienten a gusto con la reli gión organizada o siquiera con la exploración de un camino espiritual individual, honrar las fiestas del mundo natural viene a satisfacer una necesidad profunda y primordial de establecer relación con un poder superior a la humanidad, prescindiendo de cómo se llame dicho po der. Las mujeres que resucitan las antiguas tradiciones femeninas cele bran el solsticio como el nacimiento de la Gran Madre. Las personas más sensibles a la naturaleza, como muchos nativos americanos, hon ran la santidad de su relación con la tierra. Las mujeres casadas con un hombre de distinta religión dudan entre celebrar la Hanuca o la Navi dad y a menudo ven el solsticio de invierno como una fiesta neutral que toda la familia puede celebrar. Una forma de celebrar el solsticio con sentido es considerarlo como un momento sagrado de reflexión, liberación, reconstitución y renovación. Zsuzsanna Budapest, una de las líderes del movimiento de la diosa, cree que el intervalo del solsticio de invierno es el momento ideal para acercarnos a las personas de las que nos sentimos distancia das. En The G randm other o fT im e : A W oman’s B ook o f Celebrations, Spells an d Sacred Objects fo r Every Month o f the Year, nos recuerda que «de vez en cuando queremos empezar de nuevo y, por consiguien-
le, teurmoN qu< espiai el |*.i.wI•• No quiero iln'ii que tendamos t|Ur sentirnos culpablcN, sino justamente lo contrario, ( alando envíes lus lelii itiH iones del solsticio de inviei no, dirige un.is cuantas a esas perso uas con las que no tienes muy buenas relaciones o a esas personas con las que te hayas enojado. Bastará con que digas: “Eh, olvidemos nues tros malos tiempos. Os deseo bendiciones.” Cada vez que compartas el
perdón, otra persona perdonará». Para tener la certeza de que tu tarje ta de perdón no será mal interpretada, lo cual empeoraría las cosas en lugar de mejorarlas, la autora recomienda frotar las tarjetas con capu llos de lavanda o meter éstos en el sobre. La tarjeta despedirá una fra gancia celestial, sin duda el dulce aroma de la reconciliación. En realidad no importa que reflejemos la luz a través de nuestros dones auténticos o que nuestra vocación auténtica sea propagarla. Lo que importa es que esta noche el mundo es oscuro, frío y desolado. Tu llama arde tan luminosamente. Comparte tu amor y tu calor con otras personas. Contempla cómo la luz vuelve.
23 DE DICIEM BRE
¡Qué bello es vivir! En v ez d e la típica preg u n ta «¿por q u é no h acem os pelícu las m ás sem ejantes a la v id a real?», creo q u e sería m ás p erti n ente p reg u n tar «¿por q u é la v id a rea l no p u e d e parecerse m ás a las p elícu las?». E r n ie P y l e
A
jLJLlgunas de las tradiciones navideñas son sagradas. En nuestra casa una de ellas consiste en la celebración anual del cine clásico. Durante una semana, mientras hacemos los preparativos de Navidad, vemos N avidades blancas, H oliday Inn, Christmas in Connecticut, The Bish op ’s Wife, D e ilusión tam bién se vive, Los teleñecos en un cuento de N av id ad y, por supuesto, ¡Q u é bello es vivir!, la fabulosa y conmove dora película interpretada por James Stewart y Donna Reed. Después de casi cincuenta Navidades, esta película, con su potente alquimia de idealismo e ironía, aún evoca la magia del cine. En 1946 Frank Capra no tenía idea de que su fantasía sentimental
sobre la vida en una ciudad de provincias se convertiría en una de las películas preferidas del público durante las Navidades. The N ew York e r reconoció de mala gana que «a su manera, una manera pegajosa y agridulce, es terriblemente eficaz». Estamos en la víspera de Navidad, la noche de los milagros, y, desde luego, George Bailey necesita un milagro. Después de pasarse toda la vida salvando la vida a otras per sonas, está a punto de renunciar a la suya. Está en la ruina, caído en desgracia, expuesto a ir a la cárcel y desesperado por la desaparición de una importante suma de dinero, aunque él no tiene la culpa. Deseando no haber nacido, se dispone a suicidarse cuando su ángel de la guarda lo salva y le concede temporalmente su deseo de no haber nacido y le muestra cómo hubiera sido el mundo sin su auténtica contribución. George cree que nunca ha tenido suerte. Pero cuando se para a pensar en las cosas que ha hecho en la vida, se da cuenta de que hizo lo que tenía que hacer. También es un hombre rico: tiene una esposa que lo quiere y lo apoya, hijos sanos, un trabajo importante y más amigos de los que cabrían reunidos en su casa. Francamente, la vida que que ría quitarse ha sido bella. Podemos descubrir lo bella que es nuestra vida — exactamente como lo es en este mismo momento— haciendo lo que hace George (¡sin la escena del puente!). Podemos pararnos a repasar nuestra vida y la de las personas con las que hemos tratado. Una de las bendiciones inesperadas de escribir el presente libro ha sido la oportunidad de bus car sentido en los momentos normales y corrientes de mi vida. Escri bir una meditación sobre un encuentro, un error, un remordimiento o una conversación es muy revelador, más aún que llevar un diario. T o dos los días, durante los dos años que he tardado en escribir El encan to de la vida simple, he tenido que reflexionar sobre un tema, general mente un título, a menudo una cita, pero siempre sobre una página en blanco. La mayoría de las veces he averiguado sobre qué estaba escri biendo cuando ya llevaba escrita buena parte de ello. Y lo que he des cubierto — como puedes descubrir tú— es que he disfrutado de una vida bella. Este descubrimiento ha resonado en lo más hondo de mí y me siento verdaderamente agradecida. Obviamente, hay muchas cosas que desearía no haber hecho y muchas crisis que han caído sobre mí por mi propia culpa, pero ahora me doy cuenta de que cada experien cia es una maestra cariñosa. Quiero que el año que viene pienses seriamente en escribir tus meditaciones auténticas. Empieza a escribirlas despacio. Escribe sólo una cada semana o cada mes. Busca lo ,.aj*ii .ulo en lo normal y corricn te y lo encontrarás. En tu villa nada es i.m insi|>nirii ante que no pueda ser fuente de inspiración. ('liando empiece', a escribí i tus propias meditaciones con iegul.ii ¡dad te Ilev ai as una |>i au soi piesa al vei cuan AH
tas cosas recuerdas o reconoces. El poeta inglés Cecil Day-Lewis nos dice confidencialmente: «No escribimos con el fin de que nos com prendan, sino que escribimos con el fin de comprender.» Si empiezas a escribir tus propias meditaciones auténticas, lo que recordarás, reco nocerás y comprenderás es que la vida es bella.
24 DE DICIEM BRE
He aquí todo lo que he considerado espléndido P onlo p o r escrito, cu an do y o h ay a p erecid o: h e a q u í tod o lo qu e h e q u erid o; q u e estas p ared es relucieran d e b ellez a espoleó m i alm a rez a g a d a a cum plir con su d eb er; q u e h u b iera fe lic id a d a q u í . m e h izo tra ba jar sin descanso, añ o tras año... T od o pen sam ien to y to d o acto fu ero n p a r a qu e este h o g a r siguiera intacto. E d g a r A. G uest
E s t a noche es mi noche preferida del año. En este momento de silencio el aumento de las cosas simples no es una filosofía, sino la rea lidad perfeccionada. Mi corazón está lleno de gratitud; buscar la sim plicidad en nuestras obligaciones para las fiestas ha preservado mi cor dura; el orden ha hecho que se moviera todo lo que tenía que moverse; ha surgido un sentido de arm onía porque finalmente me detuve el tiempo suficiente para encontrar el equilibrio entre el trabajo y la fa milia, al menos durante las fiestas; la belleza me rodea en los adornos navideños que hay en toda la casa, ahora iluminada e intensificada con el resplandor de las velas y un luego acogedor en la chimenea; y ha lle gado la alegría, el hijo de la risa y la felicidad, el huésped de honor en nuestro festín familiar. Después dé la cena, después de que cada uno de nosotros haya abierto un solo regalo y los demás estén en la cama, es el momento pata mi propio litnal puyado de Navidad la prepaiai ión de una batí
É
Mí»
deja de Natividad, que es mu costumbre medieval inglesa que niiiu ,i deja de poner de relieve el verdadero signiiieado de esta noche espei ial. Cuenta la leyenda que en la noche de la Natividad quienquiera que se aventure a salir bajo una copiosa nevada portando un hueso sucu lento para un perro perdido que se lamenta, un poco de heno para un caballo que tiembla de frío, una capa de abrigo para un viajero desam parado, una guirnalda de alegres bayas para quien ha llevado cadenas, un plato de migajas para los pájaros ateridos que creían que su canto había muerto y dulces para los niños pequeños que miran desde ven tanas solitarias, quienquiera que prepare esta bandeja de sencilla abun dancia «recibirá regalos asombrosos que rivalizarán con los colores del pavo real y las armonías del cielo». Así que bajo de lo alto del armario una bandeja enorme, la forro con un paño y pongo en ella un jugoso hueso del asado de la cena, una escudilla de comida para gatos, heno de la bala que he utilizado para los adornos, un abrigo que se le haya quedado pequeño a alguien, una tarta de arándanos, un plato con migajas de pan y semillas de girasol y una bandeja de confites. Sin hacer ruido, salgo de casa y dejo la bande ja sobre la pared de piedra que queda cerca de la calle. A veces nieva y a veces, no, pero siempre hace frío. Alzo los ojos en busca de una estrella brillante. ¿Es la estrella? Lo es a mis ojos. Me estoy helando. Es imposible, en esta noche santa, no pensar en las personas sin hogar cuando deposito la bandeja en su sitio. Hace dos mil años otra familia sin hogar dependía de la caridad ajena. No la encontró hasta que una mujer apurada y agotada, una mujer normal y corriente, se detuvo el tiempo suficiente para escuchar lo que su corazón le decía. El mío se siente culpable; que a primera hora de la tarde dejase una cesta y rega los en un asilo mitiga un poco la sensación de culpa, pero me siento decepcionada y triste por no haber hecho más. Prometo que lo haré el año que viene. A veces cumplo estas promesas bienintencionadas, a veces la vida real me distrae de la Vida Real. No hago lo suficiente y tanto el Espíritu como yo lo sabemos. Empece a preparar la bandeja de Natividad porque un misticismo casi palpable parecía envolver la leyenda. También me interesaba mucho la promesa de regalos asombrosos que rivalizarían con las armonías del cielo. Todos los años, cuando el día de Navidad por la mañana salgo a recoger la bandeja, muchas de las ofrendas han desapa recido. Un año desapareció incluso el abrigo. Que yo sepa, soy el Papá Noel de las ardillas. Pero me siento feliz al pensar que los sueños navideños de alguien se habrán hecho realidad. ¿Y los regalos asom brosos que rivalizan con el cielo? Están en todas partes. Pero el mejor de ellos es que ahora verdaderamente los veo.
2!5 DI- l ) l ( 11 M B K i :
Navidad Si, como Herodes, llenarnos nuestra vida de cosas, y nue vamente de cosas; si nos consideramos tan poco importantes que debemos llenar todos los momentos de nuestra vida de acción, ¿ cuándo tendremos tiempo para hacer la larga y lenta travesía del desierto que hicieron los Reyes Magos ¿O pa ra sentarnos y contemplar las estrellas como hicieron los pastores ¿ O para meditar sobre el nacimiento del niño como hizo Maríaf Cada uno de nosotros debe atravesar un de sierto. Descubrir una estrella. Y un ser dentro de nosotros mismos al que hay que dar vida.
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A n ó n im o
D e s c u b r í esta expresión profunda de la esencia del encanto de la vida simple poco antes de empezar a escribir el presente libro. Me encontra ba curioseando en una galería de Vermont cuando desde el otro extre mo de la sala me atrajo una obra del artista gráfico Michael Podesta. Era una escritura hecha a mano, de una gracia exquisita. «Ahí la tienes — me susurró mi yo auténtico— . Eso es el encanto de la vida simple.» Y lo era, por supuesto, y sentí la necesidad de llevármela. Pero al ver el pre cio, supe que no iba a llevármela en aquel momento. «No importa — dije a la hija de Herodes mientras tomaba nota del texto— . De momento acéptalo como regalo y el grabado será tuyo cuando llegue el momento.» Cogí un ejemplar del catálogo de venta por correo del artis ta y seguí disfrutando de un día maravilloso con Katie, sus primos y mi hermana. Al volver a casa de mi madre, mencioné el grabado y dije que el texto era la primera cita que tenía para el libro. «Es perfecto para Navidad — le dije— . Resume el libro en un párrafo asombroso.» Al llegar a casa, el grabado de Michael Podesta me estaba esperan do. Mi madre me lo había regalado para darme buena suerte. Después de llorar y reír y llamarla para darle las gracias, lo colgué sobre la mesa que utilizo para meditar. Su belleza es como un ancla para mi dormi torio, el lugar donde me siento, trabajo, sueño, duermo, amo y rezo; su mensaje intemporal es un puerto profundo para mi corazón inquie to, un refugio espiritual. Llamé a Michael para preguntarle de dón de procedía la cita y me dijo que no lo sabía, que alguien se la había enviado anónimamente por correo sin mencionar su autor. Pero el
texto le había licuado al corazón y Miitio I.i i u'ic*.hI.uI di usarlo pata hacer un grabado.
Quiero agradecer este regalo especial al poeta desconocido, .il t|lu da sabiduría y verdad. — Oh, ojalá la Navidad durase todo el año, como debería durar — se lamentó Charles Dickens— . Ojalá el espíritu de la Navidad pu diera vivir en nuestro corazón todos los días del año. Pero ¿qué es el espíritu de la Navidad? Quizás el espíritu de la' Navidad, al igual que la naturaleza de lo amado, ha de ser un misterio santo. Quizás el espíritu de la Navidad consista en que nuestra alma sepa que las cosas, por más bellas que sean, no son más que cosas; que fuimos creados, no siempre para hacer, sino que a veces sólo para ser. Quizás el espíritu de la Navidad es el cariñoso recordatorio de que debemos reservar tiempo para la larga y lenta travesía del desierto; que debemos tomarnos tiempo para descubrir nuestra estrella; que debemos hon rar el tiempo necesario para reflexionar sobre la llegada de las mujeres auténticas en-que debemos convertirnos porque el amor nos creó para ello. Se ha dicho muchas veces que nuestra vida es un don de Dios, que lo que hagamos con ella es la forma de corres ponder a dicho don. Hoy es el día perfecto para recordar esto. Así que éste es mi deseo de Navidad para ambas: que detrás de los juguetes, del oropel, de los villancicos, de las tarjetas y del caos social, venga un momento de tranquila reflexión y paz. Que verdaderamente pueda decirse de cada una de nosotras que sabe celebrar bien la Navi dad, si alguna mujer sabe. ¡Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todas!
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l)K DIGIHMBRK
Dos vidas Debemos estar dispuestos a librarnos de la vida que hemos planeado para poder disfrutar de la vida que nos está esperando. J o seph C am pb ell
ecuerdas la escena de la película El mejor en la que Robert Redford yace en una cama de hospital, enfermo, desanimado y a punto de abandonar? Es el último partido del campeonato y él no está presente porque ha sido envenenado por la mujer a la que creía amar. Glenn Cióse, su novia de la infancia, lo visita en el hospital. Bob siente bas tante lástima de sí mismo, el médico le ha dicho que nunca volverá a jugar a béisbol. Pero el béisbol es su vida. Tiene treinta y nueve años y hace poco que ha llegado a la primera división. «Creo que tenemos dos vidas — le dice Glenn Cióse— . La vida con la que aprendemos y la que vivimos después de ésta.» Tiene razón, como hemos estado aprendiendo hasta ahora en el camino diario hacia la alegría y el bienestar. ¿Y qué hemos aprendido? Que en el universidad de la vida hay sólo dos aulas. En el dintel de la puerta de una de ellas un rótulo dice: «El cielo en la tierra.» Sobre el de la otra: «Seminario para comprender la mecánica del funcionamiento del cielo.» El primer curso es un programa de trabajo práctico y teórico. Vivimos la vida real. De veras. El otro curso es un seminario intelectual. Tratamos de averiguar cómo podemos manipular la vida real, con un poco de mojiganga metafísica. Puede ser. Todas las mañanas se nos da la oportunidad de escoger en cuál de las dos aulas pasaremos las veinticuatro horas siguientes: ¿En la Vida Real o en la vida real? En las dos clases habrá preguntas inesperadas. A algunas no nos avisan de antemano de la fecha en que se celebrará el examen final; algunas estudiantes son más afortunadas. No hay forma de saber en cuál de los dos grupos nos encontramos. «En este angosto planeta sólo podemos elegir entre dos mundos desconocidos — nos enseña Colette— . Uno de ellos nos tienta... ¡ah, qué sueño vivir en ese mundo!... el otro nos asfixia en cuanto empeza mos a respirar.»
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27 d i 7, n i c i i Mimi
Una mujer de verdad P rim ero ten em os q u e creer, y luego creem os. G. C . L ic h t e n b e r g
jCN^Lentras la temporada de creer parece terminar para el resto del mundo, te ruego que me permitas dejar algo muy claro. Entre basti dores esperan todavía muchos sueños. Tenemos al alcance de la mano muchas aspiraciones. Muchas hambres necesitan alimentos. Muchos anhelos deben reconocerse con el fin de poder satisfacerlos. Hay que aventar muchas chispas auténticas antes de que la pasión lleve a cabo su obra perfecta en ti. Echa otro leño al fuego. Este no es el día en que lo dejas. Este no es el día en que lloras. Este es el día en que consigues, mirándolas fijamente, avergonzar a todas las personas de tu vida cuando te dicen que no lo han entendido. Porque tú sí lo has entendido. Finalmente. Y ahora sabes que la f e es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven. Este es el día en que gritas «¡Creo!». Continúa gritándolo hasta quedar ronca. Se acabó hablar en voz baja. ¿Sabes qué pasa cada vez que un niño dice que no cree en las ha das? Pues que un hada cae muerta. ¿Sabes qué pasa cada vez que una mujer dice que no cree, que tar da demasiado tiempo? Pues que la mujer cae muerta. Por dentro. Que es donde cuenta. Pero puede que pasen otros cuarenta años antes de que te entierren. ¿Y sabes qué dirán cuando esparzan tus cenizas? Pues dirán que no recuerdan haberte visto nunca verdaderamente feliz. Y tendrán razón. Este no es el momento de dejar de creer. Sencillamente el escepti cismo es un lujo que no puedes permitirte. ¿Y qué debes creer cada vez que respires, hasta que creas? ¿Qué te parece la alquimia mística del estilo y el espíritu? En otro tiempo la espiritualidad de una mujer ha estado separada de su estilo de vida. Pero ahora tú sabes que esto no tiene ningún sentido. Nunca lo ha tenido. Nunca lo tendrá. Ahora sabes que la unión del estilo auténtico y el espíritu crea una mujer de verdad. Tú.
I >i ni.t nn .i (Míe ( (mi ii i i i . i ( r e y muí » qui nene*. I.i pasión, I.i imi el i }',cin i . i , I.i |)i ill.iiile/,, I.i i i c.il ividad, I.i sabiduría, I.i claridad, I.i prolmi did.ul y I.i cspci icncia (|uc se requieren para encontrai ese centro silencioso de sol.i/, serenidad y luerza necesario para crear y sostener una vida auióntica. ( lacla día es una plegaria. Una vida auténtica es la forma mas personal de rendir culto. Cuando empieces a creer descu brirás que todas las cosas son realmente posibles. Aplaude. Aplaude una vez más. ¡Pero esta vez que se oiga de verdad! ¡Anda! ¡Eso está mejor! Haces tanto ruido, que despertarás a los muertos. Muy bien hecho.
28 D E DICIEM BRE
El valor para crear el mundo anhelado P u edes conseguir lo qu e qu ieras si lo deseas con desespero. D eb es an h elarlo con exu beran cia a flo r d e piel, cual erupción q u e se fu n d e con la en ergía creadora d el m undo. Sh e il a G r a iia m
T
i a primera vez que pienses que te gustaría hacer algo de manera un tanto diferente a lo habitual — puede que llevar estofado de gambas en vez de tu delicioso pero previsible plato de guisantes con patatas a la cena sorpresa— , coges un guijarro. La primera vez que realmente lo hagas de forma distinta — prescindiendo de si los resultados te encan tan o te decepcionan— , arrojas el guijarro al estanque. El guijarro crea unas ondas minúsculas, apenas visibles, que se desplazan hacia el cen tro. Nadie más se da cuenta de ello. Pero la mujer que tiró el guijarro o se pasó dos horas en la cocina preparando un placer sencillo, sí se da cuenta si presta atención. Ocurre lo mismo con los actos de valor en tu vida cotidiana. Pue de que sean tan pequeños, que sólo tú te des cuenta de que pasa algo. Pero un día saldrán a la superficie todos estos momentos pequeños, pero indelebles, de valor privado.
Y tanto tú com o tu inundo os habréis tianslormado en un mo
mentó autentico. Nos volvemos auténticos de la misma manera que nos volvemos valientes. Haciéndolo. No pensándolo. Rosa Parks no pensó en con vertirse en el símbolo del movimiento pro derechos civiles cuando se negó a ceder su asiento para sentarse en la parte posterior del autobús. Pero su compromiso auténtico y exuberante con la igualdad pudo más que su reserva y se unió a la energía que creó el mundo. Exuberante no significa sólo «gozosamente libre», sino también «que muestra algo en abundancia». Rosa Parks dio muestras de abundante valor auténti co. ¿Y podemos dudar de que en aquel momento definitorio su alma estuviera «gozosamente libre» aun cuando su corazón temblara? Esta semana las mujeres afroamericanas empiezan a celebrar un festival que honra la fe, la unidad, la herencia y los valores. Su nombre es K w an zaa, que significa «primeros frutos de la cosecha» en swahili, y lo puso en marcha en 1961 la activista pro derechos civiles Maulana Karenga. Durante los últimos tres decenios el festival ha encontrado muy buena acogida entre las mujeres negras que estiman su autentici dad. La celebración dura siete días, empieza el 26 de diciembre y cada noche se enciende una vela en honor a un valor específico. Estos valo res por orden de celebración son los siguientes: la unidad, la autode terminación, el trabajo cooperativo y la responsabilidad, la economía cooperativista, la resolución, la creatividad y la fe. No hay una forma prescrita de celebrar Kwanzaas excepto con un gran alborozo. No todas nosotras celebramos Kwanzaas, pero el valor de abrazar la autenticidad con gozosa libertad es sin duda algo que merece cele brarse encendiendo una vela, alzando una copa y realizando algo to talmente inesperado que levante nuestro espíritu. «Necesitamos sentir la alegría y la inspiración de encontrarnos unas con otras — cree Josephine St. Pierre Ruffin— . Necesitamos adquirir el valor y la vida nue va que nacen del encuentro de almas afines, de quienes trabajan por los mismos objetivos.»
2V 1)1' DICIFMBKI'.
Un éxito inesperado durante un día corriente A p ren d í esto, com o m ínim o, a través d e m i experim en to: qu e si una a v a n z a con con fian za en la dirección d e sus sue ños y se esfuerza p o r v iv ir la v id a q u e ella h a im aginado, en con trará un éxito in esperado en m om en tos cotidianos. H
en ry
D a v id T h o r e a u
-i^ .lg u n o s días — y hoy es uno de ellos— pienso que el encanto de la vida simple es el Walden de las mujeres. Pero Thoreau se fue a vivir solo a una choza de los bosques. Nosotras nos encontramos rodeadas de hijos durante las vacaciones, muchos de ellos abatidos y desdicha dos porque «no hay nada que hacer». Y cuando les dices que hay muchas cosas que hacer, no es aquello exactamente lo que tienen pen sado. Henry, ¿podemos cambiar tu lugar por el nuestro? Hoy es el día en que la melancolía que sucede al fin de las fiestas suele hacernos su visita anual. Después de un gran esfuerzo, especialmente de un esfuerzo que ha durado varias semanas, se produce un bajón natural de la energía y el entusiasmo. «La vida que hay en nosotros es como el agua en un río», nos dice Thoreau. Sube, incluso se desborda, pero luego retrocede has ta que encuentra su verdadero nivel. El año va tocando a su fin y, nos demos cuenta de ello o no, esta mos haciendo el balance de nuestros libros personales, el cómputo de las ganancias y las pérdidas. Si el saldo es negativo en lo que se refiere a alcanzar metas, renunciar a expectativas, tratar de cumplir aspiracio nes, amoldarnos a situaciones que no podemos cambiar o reconocer que hubiéramos podido cambiar las cosas pero optamos por no hacer lo, acabaremos sintiéndonos tristes. Si nos hemos pasado del presu puesto, es probable que el monedero se resienta durante un par de meses. No es nada divertido. Para colmo de las desgracias, probablemente no te encuentras bien. No te sorprendas si tienes un resfriado fuerte o una congestión pulmonar. Los profesionales de la medicina oriental esperan estas enfermedades en invierno; metafísicamente, el pulmón es el órgano
c|tic* trata el dolor. Si hemos sulrido una pérdida -y todas la hemos sufrido este año, de una clase u otra , puede que aún nos duela, que no podamos aceptarla ni librarnos de ella. Es muy difícil renunciar al viejo dolor; a estas alturas es un amigo conocido, sólo que no es un amigo que vigorice mucho. Cuando esto ocurre es necesario que nos acordemos de tratarnos a nosotras mismas con amabilidad. Este es el momento de confiar y no de emitir juicios. Pronto los niños volverán a la escuela. Las visitas se irán. El trabajo quedará terminado. Pagaremos las facturas. Llegará el momento de la tranquilidad. Podrás recuperar el aliento, y entonces caerás en la cuenta de que ya no te duele. Tu energía creativa y tu entusiasmo volverán. Una vez más empezarás a avanzar con confianza en la dirección de tus sueños. «Por mal que te trate la vida, sal a su encuentro y vívela; no la evi tes y la insultes. No es mala... Cuanto más rico eres, más pobre pa reces. El criticón encontrará defectos hasta en el paraíso. Ama tu vida, por más que sea pobre. Quizá tengas algunas horas agradables, emocionantes, gloriosas incluso en un asilo de pobres — nos dice Henry— . El sol se refleja en las ventanas de la casa de caridad con tan ta luminosidad como en la morada del rico; la nieve se funde ante su puerta ya en la primavera.»
)0 III I >l<'.ll'.MDHI
ítaca A l p artir en busca d e ítaca, ruega q u e tu viaje sea largo, lleno d e aventuras, lleno de despertares. N o tem as a los m onstruos d e antaño... no los encontrarás en tus viajes si tus pen sam ien tos son elev ad os y a sí perm an ecen , si pasion es auténticas agitan tu m ente, tu cuerpo y tu espíritu. N o encontrarás m onstruos tem ibles si no los llevas den tro de tu alm a, si tu alm a no los coloca fr e n te a ti. CONSTANTINE CAVAFY
D u r a n t e el funeral de Jacqueline Kennedy Onassis muchas de nosotras oímos por primera vez el poema «Itaca», escrito en 1911 por el poeta griego C. P. Cavafy. Esta exquisita canción de aliento a los viajeros que emprenden un viaje de autodescubrimiento se lee con fre cuencia como elegía. Pero yo creo que «Itaca» es todavía más intenso cuando se convierte en una afirmación personal de nuestro viaje por la vida real. ítaca era la querida isla donde vivía el legendario héroe griego Odiseo. Después de interpretar un papel destacado en la guerra de Troya, Odiseo pasó diez años vagando de una parte a otra del mundo, corriendo aventuras, respondiendo a desafíos y aprendiendo lecciones que lo transfomaron profundamente. Hoy día empleamos la palabra odisea para referirnos a un viaje de transformación largo, a menudo agotador, estimulante y penoso. La búsqueda de autenticidad es nuestra odisea personal. Mientras pasamos por nuestros recorridos cotidianos en el camino hacia la ale gría y el bienestar como hijas, amigas, amantes, esposas, madres y artistas de lo cotidiano, lo que de veras buscamos es la realidad última. Buscamos ítaca. Durante los últimos cincuenta años se han hecho varias traduccio nes excelentes del poema de Cavafy, pero a mí siempre me han dado la impresión de que iban dirigidas a los hombres. No tiene nada de extraño, ya que sus autores fueron hombres. Sin embargo, como
" 11aea■■ se ha convenido en i i i i . i piedi.i , i i i | m i I . i i de iO(|iie emocional para mí, un poema sobre el que medito mucho, me inspire para tradu cir y adoptar el clásico de Cavafy para las mujeres:
R uega que tu viaje sea largo, lleno de m añanas de verano en qu e con m ucho placer y mucho gozo eches el ancla en puertos que no habías visto; curiosea en m ercados fenicios, p ara com prar tesoros exquisitos — m adreperla y coral, éban o y ám bar y toda suerte de perfum es sensuales— tanto com o desees. Visita muchas ciudades egipcias, contenta de sentarte a los pies de los sabios, ansiosa y dispuesta a recibir el saber. Ten Itaca siempre presente. Tu llegada allí es tu destino. Pero no te des prisa en tu viaje; sé paciente. M ejor que dure muchos años, más tiem po del que puedas imaginar. Para qu e finalm ente, cuando llegues a esta isla sagrada, seas una m ujer sabia, realizada abundantem ente p or todo lo que hayas ganado p o r el camino; ya sin esperar que Itaca te enriquezca, ya sin necesitar que ítaca te enriquezca. Itaca te ofreció el viaje profundo, la oportunidad de descubrir a la m ujer que siempre has sido. Sin Itaca como inspiración, nunca hubieras partido en busca de plenitud. Y si la encontraras pobre, Itaca no te engañó. Auténtica como eres ahora, llena de sabiduría, belleza y grada, enriquecida e ilum inada p or todo lo que has experim entado finalm en te comprenderás lo que en verdad significan todas las Itacas de la vida.
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I speremos que el viaje sea largo E l m un do es red on d o y p u ed e qu e el lugar q u e p arece el jin sea sólo el principio. I v y B a k e r P riest
X-/a vida como viaje. La vida como safari. La vida como peregrina ción. La vida como jardín. La vida como el arte más elevado. Descubridoras. Buscadoras. Pioneras. Detectives. Exploradoras. Arqueólogas. Peregrinas. Poetisas. Transeúntes. Jardineras. Artistas de lo cotidiano. Mujeres de espíritu. Mujeres sustanciales. Mujeres con estilo. Mujeres que han vivido los interrogantes. Mujeres dispuestas a abra zar las respuestas. Mujeres que están estupendas con sombrero. Por esto llevamos tantos sombreros diferentes. Buscadoras de lo sagrado en lo normal y corriente. I ,a vida real. I ,o místico en la locura. Los misterios santos en lo mundano. Buscadoras del amor. La pasión. La plenitud. La autenticidad. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Vamos camino de casa. ítaca. Pero antes de llegar, hay inmensos mundos que esperan que los exploren. Mundos dentro. Mundos fuera. La tierra. El cielo. El cielo en la tierra. A veces el terreno es rocoso y las laderas, empinadas. A veces la jungla es espesa y su interior, muy oscuro. A veces el agua es profun da y las olas, violentísimas. ¿Ves ahora por qué necesitamos un poco de variedad en nuestros métodos? ¿Cómo sabremos que hemos llegado allí? Lo sabrás. Es muy sencillo. Las cosas reales lo son. ¿Hemos llegado ya? No del todo. Pero estamos tardando demasiado. A menudo lo parece. Cronológicamente, hemos llegado al fin del año, pero estamos en el principio del viaje. No te preocupes. Tendre-
mos todo el tiempo que necesitamos en Kairos p.u.i encontrarnos a nosotras mismas. Aquí es donde hemos de despedirnos. Al menos de momento. Nece sito hacer algunos descubrimientos por cuenta propia. Y tú, también. Pero no estarás sola. Alguien que te ama incondicionalmente lleva el timón. El amor divino te sostiene, te rodea, te envuelve, te protege. Ve en paz. Estás tan preparada como puedas estarlo y cuentas con lo necesario para correr las aventuras que te esperan. La sustancia divina — que es tu única realidad— provee con abundancia. Pero tienes que pedir. Pedir ayuda, provisiones, orientación. Gracia. Pide que pongan en marcha el poder. Pide atrapar el flujo. Pide remontarte en los aires. Pide. Pide. Pide. Pide un respiro de todas tus crisis. Renuncia al sufrimiento, la pena el dolor. Renuncia a las expectativas. Pide que te sorprenda el gozo. Da las gracias. Espera. Observa lo que pasa. Emociónate. Abre los brazos tanto como puedas para recibir todos los milagros que llevan tu nombre. N o olvides nunca que todo lo que tienes es lo único que necesitas. El encanto de la vida simple es un camino diario hacia la alegría y el bienestar creativo y práctico, que espera revelarse en los pequeños momentos. Pero no lo olvides, el camino es en espiral. Si te encallas, contempla el panorama más amplio y comprueba cuánto camino has recorrido. Para las partes del viaje en que sólo el lejano horizonte es visible, el encanto de la vida simple se convierte en una carabela de contento, un bajel pequeño, pero recio, lo bastante fuerte como para resistir las tempestades. Sus velas triangulares se han diseñado espiri tualmente para aprovechar los vientos que soplan desde cualquiera de los dos lados de la vida real: las tinieblas y la luz. Vamos a ver. ¿Lo tienes todo? Saca tu mapa del tesoro. Piensa que tu diario de descubrimientos ilustrado es el cuaderno de bitácora de tu barco. Tu corazón sabio y amoroso es tu brújula para determinar la latitud y la longitud del anhelo. Compruébala todos los días. Confía en que te hará seguir el rumbo previsto, sin desviaciones. El amor no te fallará. Cree. Cree en ti misma. Cree en El que cree en ti. Todas las cosas son posibles para la que cree. Bendito sea tu valor. Navega guiándote por las estrellas. Busca la tuya en los cielos. Síguela. Permanece con ojo avizor para ver lo-, indicadores espirituales. Te rodean. El despertar del alma es la j-,i al ¡uní I a esem ia del alma es la simplicidad. La serenidad del alma <•, el
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Kuega •|i i c i i i viaje sea largo v saboiea Ir. <*u ala que hagas duran te <*I misino I .is es» alas li.u en que l.i Imim11u da m .i ui.u i\ i IIt>•..i I lena de sentido. Memorable. Ihise.i tu propio liiino v se lu í i el Quedan aún tantos puertos que'ver poi piimeia ve/ V.r. i animo de algún lugar en el que minea lias estado I la que lie. p» ii'.amientos sean ele vados en todo momento. Deja que las pastom •• peí'tonales agiten tu mente y tu espíritu. 1 )irige el rumbo hac ia la Auieuiii a. I )iee l.i leyenda que cuando te marches de ella no set as la misma mii|ei Morque i encuentras esta isla sagrada, recordarás lo que siempre ha . .aludo. I )eseubrirás a la mujer que siempre has sido. Dejaras de vei las cosas como son y las verás como eres tú. Al separarse las tinieblas donde la duda y la fe se en cuentran, verás que el yo auténtico es el alm a hecha visible. Buen viaje.
Pequeñas alegrías para diciembre Adorna de veras tu casa. Propaga la alegría de las fiestas por toda tu casa con adornos apropiados, cualquier fiesta que celebres. I as hermosas plantas de hoja perenne, las velas, las lucecitas y los adornos naturales no van asociados por fuerza con una fiesta determinada, a menos que tú lo quieras. Cuando haces un esfuerzo especial por crear belleza en tu hogar, preparas el escenario para la festividad, un ambiente autentico de Hanuca, solsticio de invierno, Navidad y Kwanzaa. Aprovecha el tesoro de la simple abundancia de relatos pro pios de estas liestas. Antes de hacer las compras navideñas lee el relato de O. I lenry Gifts of the Magi. Disfruta de Canción de N avidad de Diekens, leyéndola como un serial a lo largo de un par de semanas. ¡Pero no te detengas alu! Muchos escritores maravillosos nos han hecho regalos navideños en lorma de palabras a lo largo del último siglo. Mi antología favorita es A Christmas l'reasury, cuya edición estuvo .1 cargo de Jack Neweonibe. l odos los meses hay alguna rebaja y encontrarás una estrate gia para eomprat los regalos durante el ano (¡y vetas que da buenos resultados!) en numeras para la N avidad, de I >avid I ,. Monn, con Marilyn |. Applebctg. •4i3 I a comida deliciosa es el regalo de lodas las liestas invernales. I )isftilla de la1, lorias de p.Halas, el budín de Navidad, los conlites, el poní lie de le» In huevo, el vino o la et i ve/a i u n t .peí re., las gamba.1. - (>Jt)
a la criolla con espinas. N o necesitas utili/at el h om o paia ihslmiai
de las galletas de Navidad. Empieza a peus.u en las calorías el 1 do enero. Olvídate del pastel do fruta con nueces. I'iensa en el Mlack Cake. «Existe el pastel de fruta con nueces y existo el Black ( alu\ que es a aquél lo que los cuartetos con piano do Brahms son a la música ambiental», nos dice Laurie Colwin. Te dirá cómo se elabora uno en H om e Cooking. Organiza un festival de películas clásicas. Además de las favo ritas de siempre, hay muchas más películas maravillosas que probable mente no conoces y cuyo motivo principal o su argumento secundario celebra la Navidad. Encontrarás una lista de estas películas en The G reat Am erican Christmas Alm anac, de Irena Chalmers y amigos. <^=5 Frederic y Mary Ann Brussat, directores del Servicio de Información Cultural, escriben y publican un boletín de noticias dedi cado a identificar las dimensiones espirituales de la vida real que pue den encontrarse ahora encerradas en libros, películas, vídeos, televi sión y programas de radio. Son también los autores del delicioso libro 100 Ways to Keep Your Soul Alive: Living Deeply an d Fully Every Day. Para más información sobre su boletín, escribe a: Cultural Informa tion Service, P.O. Box 786, Madison Square Station, New York, New York 10159. Haz que se cumplan los sueños navideños de un niño que no sea tu hijo. Comparte tus bendiciones en un refugio para mujeres o per sonas sin hogar. Prepara una bandeja de Natividad. Busca tu estrella. Sigue su luz. Si realmente quieres una estre lla a la que puedas considerar tuya, puedes tenerla. Cada día se descu bren nuevas estrellas en los cielos. The International Star Registry pondrá tu nombre a una de ellas, o le pondrá el nombre de un sueño o de un ser querido a modo de recordatorio. (Ponte en comunicación con The International Star Registry, 34523 Wilson Road, Ingleside, Illinois 60041). ^ El inspirador arte caligráfico de Michael Podesta es exquisito. Para recibir un catálogo de sus grabados, escribe a Michael Podesta Graphic Design, 8847 Eclipse Drive, Suffolk, Virginia 23433; 804-2383595. Si deseas información sobre cómo se obtiene el grabado de edición limitada firmado por Margaret Chodos-Irvine que aparece en la portada y en otras partes del presente libro, escribe a Margaret y adjúntale un sobre con tu dirección escrita y el debido franqueo: 311 First Avenue South, # 306, Seattle, WA 98104. «•§ Lee las aspiraciones que escribiste el 1 de enero. No te desani
mes
si
no
se
Ii.iii i t i m p l i d o ,
I o im pon,m n
es
n u n i Ir ali an/ . »i I.is
nueva. Incluye r n ri l a lo 1111«- loilavía l e n ^ a impon.mi ia para ti de la lisia a n t e r i o i ( o n l l a l us n u e v o * s u m o s a u n a amiga mti nía, que sera tu testigo. I l. i/ 111 i.i Iím.i
•*<$ Antes ile ilar la bienvenida al Ano Nuevo liemos de dejar atrás los asuntos no terminados del ano viejo: errores, remordimien tos, limitaciones y decepciones. I le aqm cómo se hace: escribe en unos papelitos lo que te gustaría olvidar, luego mete los papelitos en una caja pequeña de cartón. Acto seguido, envuelve ceremonialmente la caja con papel negro o de color muy oscuro, encerrando dentro de ella las penas y la mala suerte. Luego pronuncia en voz alta las palabras «¡A paseo!», y lanza la caja al fuego para quemar el pasado. Si no tie nes chimenea, tira los malos recuerdos del pasado a la basura, que es el lugar que les corresponde. Guarda sólo los buenos. Pon champán a refrescar. Despide el año viejo con un brindis y da la bienvenida al Año Nuevo. Da las gracias. Celebra lo lejos que has llegado, lo mucho que has aprendido y la mujer fantástica que en realidad eres. ¡Feliz Año Nuevo!