Franco Zigaran C. 6° M.H.M. Materia: Filosofía
El estado de Flujo y la felicidad Cada persona nace con dos parámetros en su existencia: la vida y, el fin de ésta, la muerte. Nuestro paso por el mundo es un camino donde vamos adquiriendo experiencias, pues vivir significa experimentar a través del hacer, del pensar y del sentir a lo largo de todo este tiempo, cuya duración desconocemos y es lo más escaso que poseemos para ser exactos, todo dependerá en qué lo invirtamos y cómo lo hagamos. Seguramente hoy nos encontramos realizando nuestras actividades cotidianas, posiblemente siguiendo una rutina, desempeñando un trabajo, siendo estudiantes en una escuela o emprendiendo una carrera universitaria, entre otras cosas; es decir, desarrollando la vida que cada uno lleva. En nuestras decisiones tenemos una influencia social (de parte de las demás personas, la cultura y otros aspectos) en lo que hacemos o creemos, pero también influyen de igual modo en nuestra experiencia nuestros sentimientos y emociones, que muchas veces conducen lo que hacemos: evitamos lo que nos hace sentir tristes, enojados, estresados, intranquilos, infelices y preferimos lo que nos hace sentir alegres, contentos, seguros, felices y a gusto. No podemos llevar adelante nuestra existencia sin encontrar en ella algún sentido, es por ello que cada persona tiene sus propias metas y objetivos a alcanzar, nuestras acciones que definen la calidad de nuestra vida dependerán de cómo nos sintamos y el éxito en ellas o no. Por lo tanto lograr u obtener lo que queremos conseguir es una factor muy importante en nuestra vida, y es aquí donde se establece nuestro fin último, el verdadero objetivo que se persigue es la felicidad: cuando las personas hablan de riqueza, salud, amor, no es porque deseen en si estas cosas, sino porque piensan que eso las harán sentirse felices. La felicidad es una emoción de bienestar y realización que experimentamos cuando alcanzamos nuestras metas, deseos y propósitos, donde no hay necesidades que apremien, ni sufrimientos que atormenten (por medio de ella se identifican al conjunto de todas las emociones positivas). 1
Ahora bien ¿cuál es el problema que presentamos? ¿Por qué cuesta tanto ser felices? Como bien mencione anteriormente, no sabemos cuánto durará nuestro pasar por el mundo, lo único seguro y confiable que tenemos y conocemos es el presente, y muchas veces no logramos disfrutar el ahora debido a varias razones o circunstancias que afectan nuestras vidas (2011, pág. 101). Por ejemplo: cuando alguien está con sus amigos en una fiesta, piensa que debe entregar un ensayo al día siguiente, o cuando una persona está en su trabajo y debe cumplir con una orden de su jefe, piensa en la salud de su hijo que despertó enfermo ese día. Esto no quiere decir que la mente se encuentre en un caos total, pero hay mucha sobrecarga en la conciencia: pensamientos, emociones e intenciones llegan a ser el centro de la atención y después desaparecen, produciendo impulsos opuestos y atrayendo la concentración en direcciones diferentes. Pero claramente esto no ocurre en todos los casos: existen actividades que cuando las realizamos estamos totalmente inmersos en ellas, absolutamente enfocados y concentrados, sin conciencia de nosotros mismos, como por ejemplo, jugar, correr, esquiar, pintar, etc. Las personas que experimentaron esta sensación han llegado a lo que se denomina estado de fluidez o estado de flujo, se han conectado con el momento actual y como expondré en el presente trabajo, lograr esto es un medio para llegar a la felicidad. El flujo es un estado de ensimismamiento y de concentración intensos en el momento presente (2011, pág. 101). Este estado mental está relacionado con el bienestar y las emociones positivas. A este concepto le dio origen Mihaly Csikszentmihalyi durante la década de 1960 mientras analizaba la vida de los artistas y estudiaba la creatividad: le llamó la atención que aquellos con el oficio del arte pasaran por alto todo tipo de distracción y necesidades como comer o dormir, fue entonces cuando se dio cuenta de la desconexión que lograban hacer del mundo. Entrar en este estado implica una experiencia agradable, satisfactoria, fortalecedora, duradera, positiva, productiva y que nos pone más en control de nosotros mismos, la acción en si es gratificante. Observemos un poco qué ocurre en nuestro cerebro. El mecanismo en cuestión funciona de la siguiente manera dentro del mismo: hay unos inhibidores latentes que eliminan o filtran gran parte de la información o ruido que no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo en un momento dado. Estos inhibidores son los 2
responsables de que podamos concentrar nuestra atención y esfuerzos, y en parte contribuyen a la supervivencia de la persona (Eduard Punset, 09/10/15 22:00) La fluidez, como nos dice Sonja Lyubomirsky (2011, pág. 101), será un equilibrio entre habilidades y desafíos: si la acción a realizar supera o va más allá de las capacidades de una persona, la misma se frustra o deprime al no lograrla o completarla, mientras que si la acción no es un desafío o un reto, esta se aburre o pierde el interés. Pero aquí se encuentra una paradoja: las actividades que más nos gustan hacer o interesan, al ser gratificantes, queremos repetirlas muchas veces; pero al hacerlo, al superar el reto y adquirir nuevas habilidades, la misma deja de tener el mismo grado de estimulación que nos producía al principio. La solución: subir el grado de dificultad de la misma, ejercitar aún más nuestras capacidades y esforzarse constantemente en alcanzar los objetivos. Existen actividades que hacen más fácil y permiten de mejor manera entrar en este estado, y se denominan actividades de flujo, ya que presentan un objetivo claro y generan una retroalimentación inmediata, la persona siente que está accionando correctamente (1997, pág. 42). Algunas de ellas son: cantar, dibujar, leer, pintar, hacer alguna actividad física, escuchar música, entre otras. Pero la vida cotidiana no está repleta de tales actividades, de hecho, existen muchas de ellas que no nos gustan, que las hacemos por obligación o deber, o incluso que la rutina misma hace que perdamos su interés. Es aquí cuando hablamos de un espacio en donde precisamente dejamos de hacerlas, lo que denominamos nuestro “tiempo libre” u “ocio”, acciones que no hacemos siempre y aprovechamos la oportunidad para realizarlas, en general nos distraen, nos relajan, nos divierten, nos gustan. Sin embargo, existen personas que disfrutan más de su rutina que de su tiempo libre, lo que nos lleva a una deducción: todo depende de nosotros, cada uno le da su propio toque a todo lo que realiza. Csikszentmihalyi (2011, pág. 103) sostiene que la clave de una vida feliz es “estar completamente absorto en lo que uno hace”, la felicidad dependerá entonces de la capacidad para encontrar el espacio perfecto para fluir con todo lo que hagas, no importa qué hagas sino cómo lo hagas, encontrar el límite entre ansiedad y aburrimiento, si practicamos esto alcanzaremos nuestro anhelado objetivo. Retomando a partir de esta idea del profesor de psicología estadounidense, en todo tipo de acción hay posibilidades de fluir: 3
acomodar el cuarto, viajar en un avión, cocinar, conducir un auto, escuchar la clase, ver una película, escribir mensajes de texto, etc. La práctica se adquiere de muchas formas, Lyubomirsky (2011, pág. 103106) nos manifiesta cierta técnicas acerca de esto, las cuales son: controlar la atención (implica una mejora de la concentración, fluir es eso), adoptar valores nuevos (no debe influir en nosotros nuestros fracasos ni circunstancias materiales, sino disfrutar en todo momento), adentrarse en cualquier conversación, manejar los horarios donde hacemos lo que nos pone en estado de flujo e ir incrementandolas con el tiempo, aprovechar tiempos de ocio, entre otras. Para ser más técnicos debemos conocer dos conceptos, uno para aplicar en las acciones y otro debe ser nuestra meta: el microflujo y el superflujo. El microflujo es un término que hace referencia a aquellas actividades o agregados que incluimos en las actividades aburridas o poco interesantes con el fin de fluir más, en otras palabras, una acción dentro de una acción. Supongamos que tenemos que limpiar una casa, ordenar muebles y nuestras cosas, parece una tarea tediosa y nuestros parámetros al hacerlo no son los mejores, pero por ejemplo, si lo hacemos escuchando música logramos fluir, prestamos atención a la melodía al mismo tiempo que nos concentramos aseando el lugar. De esta manera, vamos multiplicando los momentos en que alcanzamos la fluidez. El superflujo es el punto máximo del estado de flujo, no solo implica estar absolutamente inmerso y ensimismado en algo, sino trascender del todo, perder la conexión con lo externo (el tiempo, el ruido, pensamientos distintos a lo que se hace, imágenes o sucesos). Dentro de lo que nos propone Csikszentmihalyi, esto sería lo ideal en cualquier caso, olvidarse hasta de uno mismo, solo realizarlo. Como toda indicación, existe una advertencia: si bien la idea es fluir con lo que nos interesa, nos gusta y que surge como un desafío para nuestras habilidades, lo que hagamos puede volverse adictivo, lo cual no es el efecto que se busca producir. La idea de fluir busca conseguir que nos sintamos bien, con nosotros, afianzando lo que somos y hacemos, no desestructurando absolutamente la vida que llevamos, sino moldeándola a nuestro modo. Si pasamos necesidades como dormir o comer, o no establecemos o con los demás, por ejemplo, si jugamos videojuegos todo el día, estamos afectando nuestra persona.
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En conclusión, cada ser humano siempre tendrá una tendencia a “llenar el vació”, buscar lo que lo guie, lo que lo construya, lo que le dé sentido, se coloca metas y objetivos que se propone superar o ganar, es decir, busca la felicidad para su vida. Como expuse, el flujo o estado de flujo es un medio para alcanzarla, es un estado que nos permitirá saborear la vida, ya que de lo contrario perderíamos nuestra esencia en ella, no la disfrutaríamos y nos sentiríamos frustrados. La sensación que alcanzamos con fluir nos genera satisfacción y nos completa, nos permite vivir cada momento del presente en todo el sentido de la palabra, edificar nuestro ser con fortaleza, con seguridad y mayor control de nosotros mismos, pilares centrales para vivir; alcanzar esta experiencia en su menor o mayor medida es ponernos a prueba, imponernos retos, permitirnos nuevas oportunidades con todo lo que se nos presente, crecer y aprender a superarse aún más. Bibliografía Sonja Lyubomirsky (2011) La ciencia de la felicidad, un método probado para conseguir el bienestar, Editorial Urano, España Mihaly Csikszentmihalyi (1997) APRENDER A FLUIR, Trad. de Alfonso Colodrón, Editorial Karron, España Eduard Punset (09/11/15 22:00) http://www.eduardpunset.es/76/general/politica-y-neurologia-dela-creatividad
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