El fantasma tras la pared Melvin Burgess Traducción de Juan Manuel Pombo Ilustraciones de Mnrrn Osorio
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Edificio Mahogany Explorando la tuberra El sei\or Alvesron De mal en peor El apartamento del señor Al veston . la tra ba¡adora social LUna conversación con el · f:anrasma ~ me~ re despejada Y rápida de a senora Parkinson El segundo fantasma Arrapado Amigos la puerta cerrada El fantasma Y el señor Al ves ton
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Edificio Mahogany
S e llamaba David y era un muchacho más bien duro. difícil. Medía poco más de un me· rro y tenía doce anos. Entre otros apodos se destacaban Trasero-en-tierra, Medio· merro y Enano. Por lo general era tranquilo pero de vez en cuando montaba en cólera y casi que podía llegar a matar a alguien. Vivía con su padre en un alto y ancho edi· Ocio de ladrillo rojo llamado Mahogany. El ediOcio tenía diez pisos y se subía y se bajaba en un ruidoso ascensor de puenas metálícas. Los largos corredores, de paredes crema y marrón, estaban cubiertos con gastadas y deslucidas losas verdes de vinilo. Olía a colilla y a cera y era el último lugar del mundo en el que uno esperarla encontrar un fantasma.
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David descubrió que era posible meterse tras · las paredes, un martes después del colegio, dfa en que su padre trabajaba hasta tarde. Estaba sentado en una silla en la sala mirando televisión cuando algo cayó en medio Je la habitación. No era más que un trozo de papel. Voló desde atrás y cayó sobre la alfombra; David lo vio con el rabo del ojo. Se asustó porque ¡cómo diablos entró? Observó todo alrededor y no habfa nada ni nadie. Lo úni co que pudo ver fue la rejilla de la ventilación atorn illada contra la pared. Observó la rejilla con atención. Nunca antes habfa pensado en ella, era una cosa que sim· pie mente siempre había estado ahí. Pero ahora sí se lo preguntaba: ¡A dónde conduda? ¡Qué habfa dentro? Corrió el sofá hasta la pared y se trepó para echar un vistazo. El hueco era oscuro, como boca de lobo, y comprendió de inmediato que era lo suficientemente grande como para meterse en él si asf se lo proponfa. Pero claro que no quería hacerlo. ¡Para qué querría alguien arrastrarse como una rata por entre las entrañas del viejo edificio? Con todo, se · alegró de que la rejilla estuviera bien ator· nillada contra la pared, con seguridad que lo estaba¡ porque eso significaba que no podrfa meterse por el hueco incluso en el caso de que le diera por querer hacerlo. Entonces, ¡ .ua su horror, vio que la rejilla ni siquiera estaba atornillada, apenas si estaba deslizada de medio lado dentro del marco del hueco.
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Y ahí estaba David, contemplando el oscuro
corazón del edificio Mahogany. El corazón le dio un salto y acto seguido el alma se le fue a los pies porque supo que no tendría más remedio que entrar al! f. Siempre ocurrfa lo mismo con David. Si algo e.ra peligroso, él tenía que hacerlo. Por ejemplo, SI le cara en las manos algún juguete nuevo que le gustara mucho, solfa agarrarlo lo más suavemente que le fuera posible con la punta de los dedos para luego dejarlo colgar por fuera de la ventana. David vivfa en el cuarto piso. Entonces, aflojaba poco a poco los dedos. No era que quisiera soltarlo; la idea era que, tan pronco el artefacto empezara a escurrfrsele de los dedos, apretaba con fuerza antes de que cayera. Por lo general lo lograba, pero de vez en cuando el asunto no funcionaba y perdfa la cosa para siempre... ca fa la gran distancia que lo separaba del suelo. .Asf habfa perdido muchos Juguetes. Lo m1sm.o hacfa en el auto: expon fa sus objetos favomos sacándolos por la ventana para que enfrentaran la corriente de aire, justo hasta ese punto en el que el viento se los arrancaba de la mano Ylos arrojaba lejos. Lo habfa hecho con soldados de plástico, libros, juegos de computador, dinero, fotografías de su mamá, camcas, tazas predilectas, las gafas de su papá. Pero nunc.,1 lo habfa hecho con su propia vida ... La mera idea lo impresionó. ¡Su vida/ No era tan peligroso meterse ahf... ¡o síl
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-Son sólo tubos metálicos -se dijo. A lguna vez sirvieron para el ai re acondicio· nado pero hada años que no funcionaba. ¡Qué daño podra hacerle un sistema de ventilación 1 Y a todo esto, ¡quién sabe qué cosas podría encontrarse allr! Quizá fosas por las que podra caer, peligrosas salientes de metal afilado. cualquier cosa. Podla quedar atascado y morir de inanición, pero ese no era su verdadero temor. Lo que en verdad lo aterraba era que sabia que esas wher!as estaban embrujadas. De pie, sobre el espaldar del sofá, contero· plnndo la grn~osa y polvorienta oscuridad, David casi alcanzaba a escuchar una frra y susurmn1e voz que se abría paso serpeando por enrre los tubos hacia él. Una voz hecha de tclarai'ias, oscuridad, polvo y miedo ... y le hablaba a él. -Ven, entra -
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Se bajó del sofá y fue a la cocina para sacar la linterna de la !(avcra. Luego se enca ramó de nuevo hasta el hueco y alumbró con la linrem a. Lo tínico que pudo ver fue polvo y los codos y ··mpalmes de la ruberia. Nada de voces, ningún .~mam1a. Pero seguía asustado. Se metió dentro. Era un polvo pegajoso, desagradable. Sin embargo, el asunto mejoraba con la linterna encend ida. Pensó para sus adentros: siempre y cuando no me vaya muy lejos. Siempre y cuando no perdiera de vista el cuadrado de luz que dejaba a sus espaldas y que conducfa a la seguridad de su propio apartamento. Se arrastró un poco más apoyándose en los codos. Daba susto pero también gusto. Todo t:tn secreto. Se detuvo un momento, cuando ya casi wdo el cuerpo estaba dentro, antes de retorcerse una vez más para desaparecer del todo dentro de la pared. Por lo menos nada lo sorprendería desde atrás, no desde su propio apartamento. Se arrastró otro poco, otro metro y luego otro más hasta que de pronto terminó el suelo sobre el que se apoyaba y se vio observando una fosa profunda, una aterradora fosa que · cara a una oscuridad sin fondo, de otro mundo. ¡Hubiera sido tan fácil caer en ella! Se trataba de otro conducto, uno vertical, que cara hacia ahajo, más amplio que en el que se encon•-aba. ( 'afa derecho más allá del alcance de la lu: de su linterna. Tragó sal iva y lo atraves<• un corrientazo de miedo. La carda le daba vérti¡:o, pero no había nada que hacer. Agarró la
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linterna con la punta de los dedos y la dejó. colgar Sl1bre el borde del abismo. Aflojó un poco la mano, la linterna se meda entre sus dedos. ¡Sería horrible quedarse sin luz! Aflojó un poco más los dedos ... mds ... sacudió la cabez~ como quien no cree la cosa y alzó la linterna ames de que se resbalara de su mano. Hacia abajo, el tubo llegaba hasta el sótano y hacia arriba, hasta los otros cinco pisos que conformaban el edificio Mahogany. A los lados se bifurcaban un par de tubos. Condudan a los otros apartamentos del cuarto piso. Eso quería decir que los conductos podfan llevarlo a donde quiera que quisiera ir en el edificio. Podría meterse en los apartamentos de otros. Robar cosas. Serfa el ladrón en la oscuridad. Podría escuchar conversaciones. Todo lo que dijeran. Podría espiarlos. Se enterada de sus asuntos más privados. -Mi secreto -susurró David con voz fantasmal- . Mi oscuridad. Mi secreto- dijo, esta vez en voz aira. ¡Tener poder! ¡Qué bueno tener a la gen· recita del Mahogany metida en los bolsillos! En súbito ataque de miedo, David empezó a arrastrarse hacia atrás tan rápido como le fue posible para salir de la tuberfa. No podfa darse vuelta. Empujó y empujó hasta <Jue logró S
'ota deJando a su paso manchas negras de mugre que se le había pegado. Tenía que proceder a lavarse las manos y limpiar todo antes de que su padre regresara.
La mamá de D.wid los habfa abandonado a o!l Ya su padre, Terry, had~ muchos años. Ún pnmo de ella le había ofrecido un trabajo en los Estadt>S Unidos, en Carolina del S ur. Recién <e fue, se habló de planes en los que David y •u padre la seguirían uno o dos meses después, cuando ella se hubiera instalado. Los dos hombres tenían muchas ganas de hacer el viaje pero ella lo posponfa una y otra vez. Primero, porque no había encontrado lugar en donde pud1eran vivir todos, luego, porque perdió el trabajo y tenía que encontrar otro, hasta que un buen día les reveló que se había enamorado de otro hombre y no quería vivir más con Terry. Sin embargo, aún quería tener a David consigo y David se quería ir. Pero su padre no :-e lo permitió. Carolina del Sur quedaba tan le¡os que apenas si se podrían ver los dos. David estaba furioso con su padre por no dejarlo ir pero aún m~s furioso con su madre por haberlo abandonado. ¡Si tanto lo quería, que viniera por ~1! Después de todo, si asr lo quería, bien :x>d1a volver a casa ... y lo hubiera hecho si en · erdad lo hubiera querido hacer. Su madre se llamaba Marra y solfa enviarle un paquete con rnpa, juguetes y dólares americanos rres 0 cuatro veces al año.
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Su padre, Terry, era oftalmólogo. Cuando la ¡¡ente le preguntaba que por qué no se había vuelto a casar, siempre bromeaba con que era m u)' feo pero que seguía trabajando en un par de gafas secretas, de lentes rosadas, que haría que quien las usara se enamorara de él a primera vista. - Entonces tendré para escoger -solía deci r, y chasqueaba los labios con gusto como quien anticipa un manjar. La verdad, sin embargo, era que el padre de David era rfmido. Cuando examinaba los ojos de alguien, la gente trataba de entablar conversación con él pero Terry a su vez no sabia qué decir. Apenas si gruñía algo y seguía con su trabajo. O trataba de sonrefr y contestar pero todo lo que decía le salía mal y la gente sufría por él arrepentida de haber dicho algo en primer lugar. A Terry le tomaba años llegar a conocer a la gente pero, una vez hada amigos, en realidad los querra y, si se marchaban, se le rompía el corazón. Se le rompió cuando partió su esposa. Yse le rompfa de nuevo cada vez que David le deda que quería irse a vivir con su mamá ... 'cosa que, dicho sea de paso, ocurrfa más o menos seis veces por semana. Terry consideraba que David era lo único que ten fa que valfa la pena tener, pero no era muy hueno para demostrar el amor que sentfa por éi 1' más bien parccfa como si lo único que hiciera era preocuparse y gritarlo, preocuparse y gritarlo. David ya se habla hecho a la idea de que jamás J
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vnlvPriP o vivir ¡;nn sy •m1drl! p~rn, d~sdP Qll~ ella se f111l. v~nl11 mllfi~ndP'l! cm prPbl~mll§ ~;n4~ m m~~ l!fíiV@s @n @1 ¡;nllll!iP· t\q1111l GfH, €Yftn~kt 'fl!FfY VPIYÍÓ Q@ §Y ~rnl'tiljg,
~~J-.q más pm~l@mfi~, bl fl.lflil d1:1 t'lavid ~srR~íl €Y~ierm de fl'!IVP v m11~ftl ¡¡rnsil!nfll: .,-¡y íl ti qu@ r~ 9€11ffiM -¡m;l!unn~ s11 ~i!dr~,
-NP s@ =mimiÁ !}¡¡vid, §e ~abfí!lílVíiQQ las ffií!OOS Vlimpió !!l Sllf~.
Exploran do la tubería
!'lt!fP OP §l! gjg ~~"mí! dt~flls!íiQP dll §ll H!pR, fgr tílrí1oo, §l! vig P~li¡¡¡¡dft ¡¡ d~eir QYll §@'n¡¡~f¡¡ ffil!!i4A @n l!fl Pc:lr~J dt~ P~Yfíl Yíl qye sY pi!dFll
iflsis!ió @O Hfl'l lll!plifí1€ién·IA SllfJlfllmM QYll §Y píldrl! l!! i'l»hillm €F@f@, (3gmg €R§fi¡¡g ruvg Qll@ lmF lí! IP!II Q@§!lYts dt! ~~~niiF: D avid empezó a soilar con la posibilidad de llevar una vida secreta demro de las tuberías. ¡La cantidad de gente a la que podría espiar! Podría oír lo que decían mientras ellos pensaban que nadie los escuchaba, observar lo que hacía n cuando cre!an estar solos. Descubriría los secretos de sus vecinos. Podría ptllar ladrones, falsificadores y asesinos. Podría 5er un héroe. Quién sabe cuántos de sus ,·ecinos en el edifício Mahogany en realidad eran delincuentes que aparemaban llevar una ,·ida común y corriente pero que en efecro falsificaban billetes de alta denominación o escondían criaturas secuestradas y joyas robadas en sus salas de estar. También le serra
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posible cmrar por los cnnducros de In venrilaci6n y rohnr lo que 1.- viniera en gana sin que putlicr;~n h;•cer nada ni respecto. : -¡N<• <.é que demonios se hace la plata! - dijo David imiwndo 1:1 vm y el acento del ,l'f\or H~drian, que vivía Jos pi'o~ más :~bajo ) no dc¡aha de quejarse ror el alw cosro de la vida. 22 Se podía ser hien malvado ~i era posible llevar una '·ida oculta detrás de las paredes. P~:ns6 en cunrarle a sus mnigo' sobre los tuhos de la ventilnci6n ... pero no todavía. Por ahora era su secreto y aún no estaba preparado para compMtirlu. Y h<1hía una raz6n de mñs para guardar s• lencio: la ruhcría de la ventilación crn bastllnte estrecha; tenía sus dudas respecto a la posihilidaJ Jeque al!luno de sus amigotes fuera lo suflcienrememe pequeño para meterse en el los. Simplemente se burlarían otra vez de él por ser tan l'equeñn. ¡Trasero-en-tierra, Medio-metro, Enano! CAllaba eso. Se trarnba de ideas fasc inantes pero, de alguna manera , en el fondo de su corazón, David estaba seguro de que las cosas no se iban . a dar. No eran más que sueños y los sueños no se dan si en el fondo uno cree que no se van a cumplir, era un poco como ganarse la lotería: ocurría en los periódicos y en las películas y en los libros pero nunca a uno. ¡Atrapar delincuentes? ¡Espiar, robar objetos valioso• entrando y saliendo por las tuberías? Bueno, por supuesto que lo har(a, seguro ... ::1 su debido tiempo. .!..
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Aif pniiÓ unn~~emrma yluegu orrn. Ho~ra que
cnsi olvldn (¡¡s ru~rras tllll tudu y q11írrt no h•-lbiQrn Qmrr,du ll~ nwPVI Hm ellns ~1 nP huhiem
¡¡jcj~¡ [lllf 1!1 'l!llllll111 t'O (a qUt! lo Cll&tigílfPil· li\1 yiyn~ Wilhnms s~li~ron ¡¡na mnlll i1mt•1s
d~l "~1le¡¡i1l, NP pns~"'~n mm,; hp rl~mJlfl jymos Jltlro @S!! dfQ fl.lC!os los orrns "hj¡:ps sl," hqbfan idn íl ensn y ~lln~ nn rpnfAn d!iml!l ir y¡¡ !(Y~ nin¡¡unn dP sus P"dF@s ~sml>íl ~n ~~sn ... ªfll Juev@s, nrrn dfa miÍs dt~ ~qul!llos Pn lns 'lll~
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Kilb~1m, P@ vu1.1lm,
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f~srjdiHr 11 j)¡¡vid, 9AndlliP 111 €ílm~lll~1l p1.1r la b~iitP QUil @fíl, SI! invllm~ un nllPVP ílf!O'In,
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corrnsd~ P.tvid 1~n fnn que mnvcl'li(l tan r~pidn
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enntlneln: -¡Vas bien, juguetlco/¡Quieres que c;lmine más despncio, relojito/ En el colegio les va a encantar tu nuevo apodo. . Se dcs~tó una riña en la que David tenmnó ror aprisionar a Tync contra un contenedor
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de lx1surn,luego se a¡1ach6 para romarlo de las rodillas, lo a lzó y logró emhurirlo de caheza y n tcra arnls dentro de los desechos. Habfa :vi. Idos rotos en el fondo del contenedor y Tync <,.(r;,; una heridaserra en el homhro. Tuvieron ¡1 <'ponerle puntos. O~vid huyó aJas C:1trera; derecho a su casa y dejó a Tyne dando alarido$ dentro del contenedor. Ambos oc asustaron mucho cu~ndo \'ieron la s:mgre. - Kings C ross - resopló li.~rioso el padre de [).wid. Era un lugar muy pcligrnso; justo la razón por la que habfan ido. -¡Kilburn! ¡Por Dios, a kilómetros de aquf! Riña callejera, cuerpo dentro de un contenedor de basuras. Pero claro que se cort6 el mu · chacho, esos contenedores están llenos de objetos afi lados. - No sabía que hahía vidrio -dijo David, sin el menor remordimiento. Di: manera que lo castigaron una semana. Eso significaba r.¡uedarse solo, en su casa, dos horas después del colegio antes de que llegara su padre todos los días y cinco horas lo.s martes y los jueves, sin nada que hacer.
David hubiera pod1do zafarse del castigo, y11 que su padre de todos modos no iba a estar d!í, pero estaba harto de sus compañ ros de ~ul, ¡;io. Tyne les habfa contado lo del .. uevo ¡• • lo y eso era ¡ugueuco, relojtto de <"uerda
,le aquí para allá. Los muchachos que eran buen~ gente no lo llamab;m por sus apodos,
r«•' "unquc
al~unos
le caían hicn. 'n o se le · ,l,,ha estar con ellos. Quería csrar con los ,.,,,\.><. De tnancra que se involucró en tlll p;u : ,1, •1ñas a..c~romlosedc no ser pillado y volvín .1 ,·asa derecho sin detenerse a jugar con nadie. La primera noche en casa se puso n ver tdcvist6n pero ya estaba pensando en el universo detráS de las paredes. Sabía que, antes tic que terminara la semana, vtsitarla el lugar. 26 Una vez se decid ió, la cosa fue inmecliata. Al día siguiente, llegó a casa. se comió umt gallera de ch<•colate con un vaso de leche y, :~cto seguido, ;¡cercó el sof~ contm b pared. Antes tle treparse, se cambió tle ropa para no tener que dar explicaciones sobre el mugre otra "e~. Sa~eó unas pilas nue\'as de la gavent y lápiz y papel para hacer un tnapa de sus viajes. Fue h3sUt el aparador que servía de depósito y se hizo a una tabla gruesn para estanterías que le había sobrado a su padre. Sabía muy bien lo que iha a hacer. Si se lo proponía, er.• capat de pensa r con antelación. En eso hahía estndo todo el día. Y ahora estaba listo. Se subió al espaldar del sofá. corrió la rej illa a un htd<• y meti(> la cabeza. Había olvidado lo muy oscuro que era el lugar. U na "erdadcra boca de lobo, de espanto. Sintió de nuevo que la nscurid<~d eswba ,¡,,...:~,la. Era como si la oscuridad tuviera
,m embargo. no dudó ni por un instante · no fucm a ent.rar a\11. As! era David. s.. res. El mero hecho de que lo espeluznara
el . que ponerse enasumo. ello. bastaba para que tuvtera
. Encendí<) la linterna 1·1 pareció. Y ' oscundad desa-Perfecto -dijo. d Alcanzó la tabla 'IObre el sof.l, la in~r:~- escansab~ a su lado JO por el onficio de la ventilac ió n y é l . mtsmose metió t 11 vez entraron las rodillas r . ras e a. Una empujando la tabh ha • t abaJÓ con prisa, profunda fosa q ue 'e sta q~e ésta cubrió la del edificio, la garganta . n e.pa la~Habfa rrafdo la mbl • a JUStamente b osa y no caer en ella. Además racu rir que en efecto hub'tera a1go allí •qen· el - 1caso de <e encargada de mantener Ío • utza a tabla '1.le:.e atrapado allí. La verdad ;:ue qutera que :-edam de tabla ~ o creía que un ' uera capaz de co ae quisiera subir pero . 1 d ntener nada -oco • •gua • e verdad creta en fantastnas. on todo · tam• CltJOr 351. • S~ SCntla
~aía q~iéonm~~ d~er~
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\CotÓ un rato sobre 1 .rno había constn.•ido s'10e hpuente que él tonante. A sus p' ' b ~cernada. Era tes se a na una~ · osa sm dentro de la cual h b' ba palpitante pero q a tt.apoduna oscuridad • ue no · 31 - derrotado al fan ta canzarlo. ..-raen élrnsma -no era que con un pedazo grueso d bl h. de un rato se ab . etn a. .Jo hacicnd ' d umó de estar allí --ar D'b 'ó o na a y resolvió sa lir a . t UJ una flecha e 1 bl ~el camino . n a ta a para abcasa, a pesar de que desde ;!av(a al canza a a ver la luz que entraba
Se
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a sus esp~ldas. Entonces giró a la izquierda y a · rnstnos se metió a explorar los tubos. D:lba cierto miedo hacerlo, porque signi· fi caba alejarse 1' perder de vista su apar· wmento. Procedió a un aterrador y sudoroso arrastrarse hacia delante durante el cual el co razón no dejó de palpitarle con fuerza. A cada rato se detenla para mirar atrás y cerciorarse de que nada ni nadie lo segula. Lo molestaba enormemente la imposibilidad de darse vuelta del todo. Pero valla la pena. Pronto llegó a orra derivación del tubo principal. Observó La ranura por dentro y vio al final o tra rejilla. Habfa logrado lleg;u hasta el lugar de su vecina del lado, M~ry Tumer. Era una maestra, pero no habrfa llegado de su t:rnbajo aún. David no conoda su apartamento, nunca habfa entrado. Se arrastró despacio hasta la rej illa y observó con detenim iento. Podfa verlo todo. Un acuario ya verde de algas. Un sofá cubicrm de ropa desparramada, ropa interior incluida. Papeles de chocolarinas y un recipiente grasoso de pollo frito Kenrucky, las papas regadas por el suelo. Un poco de té o café o algo sobre la mesa de centro se habfa derramado y caldo sobre la ya de por s( muy manchada alfombra en rojo y amarillo. Mary ' ve1tla siempre con ropa muy pu lera, mu)' rrec13 y asel'lorada. Pero no lo era. 3 u lugar parcela una verdadera pocilga. !}.¡vid no cabra de la emoción. El aparta· .n nro de su vecina Mary era todo lo conrrano
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1c lo que uno hubiem
imagin:~dn. Quién ~abe
1"~ 'e tmíll e ntre manos y :l él le serfll posihle
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Siblc no hacer algo de ruido. Llegó ' d primer codo en donde el tubo giral:r.> e•, ··~ción a dicho apartamento con ha•tante
si~-:ilo, · las rodipellro tan 1 . p. rontoqulsoavanz¡lrdcsde~ llf,
as liCieron traquetea r el metal S~
complcramente, espernnuo . ' . ~· de. tuvos· ser descu bterto. m embargo, sól o 'rue la vo: de un nii\
1a que preguntó:
o -¡Quién es! in m6VI"l• liros una pausa David permaneció lar"" 1 d .,•. en J que no oc ·6
avanzandocondiflculra~r~;:l ~· co~rinuó
l-lén hizo más ruido. El • bre G acer o tam· corge, apenas ' tenía cuatro año v 1~' ~•Mdc del llanto: s, o VIO a decir, esta vez al -D Le d iré a mamá c uan d o 11e¡:ue a casa . ..;e¡óe~mmera que Georgie estaba soli to. David :fu¡ / Ngatear y espe ró un mo men to, escu· o lo asustaba u b . n ~ •iquicra hab· d na~ recnaturaque 13 emm 0 aun a la escue la de mera que tomó aire Y sopló: '• -U •anduuuuuu fa uuuuuu uuuuuu ... -como oun masma. !n el r.Jo apartam . . eoto, G eo rge gimoteó. Sol· una ns1ta malici~· __, v~ Da v1·d retroco::uió a 11egar de nue,·o a la t·d "'arta mento de M sa ~ a que conducía "' . • 1 d ary. Alll se sentó un raro 110 a go e remo rdim iento · Pob "m'• 1·Una voz saltendo . · 1 1 Así re de la pared ••as , reso lv ió ec h a r de nu evo l. . n l· l 8C I3 te, H ZO" un poco de r Ul"d O :l dfC d C, Ó r • ,· \ po r ultimo dijo con voz am :~blc: te preocupes • George • t.u s1gue . tan 11111o. • xedió de nuevo de prisa ahogánd · 1•a · · Sa b.1a 1o que hac ía · -r•ener ose un
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•.rntasma detrás de la p<~rcd diciéndote que ro: ranquiliwm•. que ra
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r~'tras
>iguió retroccdicndn hasw llegar >1 d~.canso >obre d gran tubo principa l ~n d..ndc ><' sentó orro huen mto. Era un sitio ideal. Desde allí podía ver de frente su propio apanarn~nto y adem~s le era l'<>siblc estar se nraJo n inclu so de pie porque enc imn continuaba hacia arrib.• el conducto ma1·or. Se sentía a gusto, en privado. Mar:willoso. A s.th-o. ¡Conque embruíado! Se había metido a la hoca del lobo y allí no había nada. Empezó a dibuíar un mapa indicando los lugares en donde había estado pero recordaba rodo con rnnta clari dad que no quiso to marse la molestia. A cambio, permaneció allí sentado ><.>ñando despierto en rodas las cosas que rodría ver y hacer por estos recovecos secretos. La próxima vez iría más lejos. La próxima vez ingresaría a uno de los apartamentos ... probablemente al de Mary. Quién hubiera imaginado la vieja cochina que era. Quizá le ordenaría el apartamento un poco. ¡Eso le pegaría su hucn susto!
El señor A lveston - - - -
T odo había c ' l en su . salido de mara,•illa·..,.,o l•da y ya había logr:ldo e pn mera sa ._ • spantar a .m nmo )'ver los calmncitos de Mary Tumer Jesparrat~~ados a los pies ele su sofá. i Apuesto ~e eser nrno ahora sí cree en fantasm•s' .. • Mary m pro:esora en un bachillerato. Si David hu"1era Stdo alumno de ese plantel, le hubiera --reguntado a los alumnos de ella: -¡Quieren saber de qué co lor son s s -al:onc•ros? u y podrfa comarles a ciencia cierta. Es más <e asomaba a la re¡illa lo suflcientement~ <:np~no, podrfa incluso verla poniéndoselos. ~~·d pasó el sigUiente par de dfas en 1'1 · ·<'810 soñando en la diversión que todavía .e::fa por delante. Iba a tener la oportunidad
d~ ver (!<'11!~ c~m in~ndo por ahí semidcsnuda, ·
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hombre> c<~ntando desafinado:; mtentras ><.' ,¡fci cab.m. C
s propósitos de atrapar ladron~' \'
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obras. De cualquier modo, algo con los conductos de vent ilación lo h~cía sentir mal, incómodo N o s;• hl<~ qué, pero cuando pensaba en el a~un to se sentía mal, pensaba mal Y queda h:tcer el mal. De hecho, Dav id nñomlm com· l't>rt~r:.c rn n mal como nunca lo habr. hecho , . 11
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A l tiempo que David regrC>H ha dd cnk•gio camin;•ndo en direcci6n ~su cas,a aquel jueves pensando en las muchas cosa' por venir, un viejito muy viejo, que vivía en el pbodc nrrib.1 dl' David, rememoraba cosas qu~ habían ncurrido mucho tiempo atrás. El \'IC¡o se llamaba Roben Ah-~-ston. Hahía naCido en Londres en 1904 y recordaba wnws Ct\<.1' qu<' le cm difícil concemrarse en lo qutt ocurrra hoy, en e>te mstanrc. El sci'ior A lveston se crió en Londres pero h,1bía vivido por mdoel mundo. La úlrima vez \lliC vivió e n Lond res, a los scsenrn y cuarrn Jlios d~ edad, se había enamorado de una bonita Y mñs bien roll iza vendedora de norcs llamada Rosa. Se casaron al me>. Rnsa fue su '<j!unda mujer y la quiso más que a nadie. Ln ·•maba Tulip;in por cariño. mis1raron una noristerra en el barrio .Je Chis\Yick durante diez años. Luego, cuando - >Odaban los setema y pico, resolvieron cerrar < rsc a vivir a Francia ames de que fueran .:.emasiado viejos para hacerlo. Stt marcharon : arís y allí disfTuraron más de veinte ai\os de _.,.. matrimon io fel iz antes de que Tulipán -unera de un ataque de apoplcj ra n la edad - ochenra y dos años. El señor Alveston no ~rra quedarse en la casa que hablan com· nido él y su mujer. Siendo Londres la ciudad . "lde h~bía nacido y el lugar donde conoció - 1pán, decidió volver allr a pasar sus últimos •.
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Así que regrcMS, pero pronto comprendió que había cometido un gran error. La mayoría de la gente que él y Tulipán habían conocido, "" había marchado o muerto o estaban tan viejos que ya apenas si salían. De manera que, a pesar de h
ncs en las que olvidaba en qu·' calle ·cluso en qué ciudad o país vivía y entra~ , n pánico al verse en un apartamento extr;ó;: , ~es-1r de que todas sus pertenencias e>:' Vl•·sen allí.
Cuando e>to ocurría, se decía que eran co•;a, de \'le¡o, no má, que "una msrancia senil")' sonreía. Pero no tenía con qui én compartir el cht>te, de manera que, ¿qué ¡¡racia tenía? Estaban los l'ecíno;, cieno, gente
lo visitaban a él. Pero una. cosa en especia l lo man¡cnía vivo: los ummosos Y claros recuerdo~ de sus muchas Ida;. pasada,, que 01) fueron pocas. Lo rcco rdnlm todo. Su niñez. Sus dos hermanos mayores, que habían muerto ambos ~ id Pnmera Guerra Mu ndia l, su hermana ' usan, quien perd iera el amor de su vida en la ,.,ma guerra. y lo lloró un mes. Su primera '{'Osa, Gr~ra, con quien se casara en 1926. labían v¡v¡doen Alemania. Tenían unas enor. e.; materas frente a las ventanas sembradas zeranloS que debían regar tres veces al día _=-m te el."e':"no. Greta solía alardear de ello. d 'lo; m~1cmos iban a esquiar a los Alpes. :..a;ra mfm.' tarnente mejor que él. Solía pasar ~1 \'eloctdad a su lado fa,•ándolo en nieve · el; de dejarlo Dtrás. Todavía alcanzaba a ofr -•,ra de Greta al riempo que se deslizaba ~ aoajo.e incluso recordaba cada copo de e que sal16 volando de debajo de sus esquís.
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lA.,rante el ,·er.mn. los fines de -emana, iban con frecuencia a nadar ~ los grandes y frescos lagos rodeados de bosques con <us dos hijos, Alcx y Nadja. El ;eñor Alve>ton recordaba cada día en cada lago, >i el agua era 'uave, tibia r oscura o clara como el cnstal y helad:t. Podía recordar en un pelo de la cahellem de su:. hijos desde la edad de cero hasta los veinte años, cuando se fueron de Clts~. Recordaba el día en que Greta murió en un accidente auto· movilístico; cómo la policía había golpeado a su puerta \' C<Ímn había llorado frente a sus hijos por primera vez. Pocns meses después se había ido a viv ir a Austm lia pMn alejHrsc de (¡¡ guerra europea. Un día, p:t.'Ó un;t mañana entera reviviendo
y ruviemn que arrojar por la borda el hrandy. Mientras lo< guardias costeros los in terrogaban, un delfín empezó a esrrellaNc de cabero comm el botr y Alttin aseguró que el pobre animal estah borracho. Y, por supuesto, cstab;1n los tiempos con . encantadora, la m:uavilk>-
l. Podrn recordar nquellos d
segundo " segundo y las ll ores pé . 1 • 1 e /. ta o por pelitalo. i uanro :tm6 esas llort¡,! ;Cuánto :tm6 a u 1pán! Los recuerdos de Roben eran tan nltidos que usurparon su VJda. Mientras cami naba por las C.1lles hahlaha con gente difunta ·Sem d su ;.llón • d ·' a o en . ere m tener e nuevo diez arios od ICC!· ' . Slel • e o Cincuenta o sesenta o apen s . 1 tres. a me uso En este mismo día, el mismo en el que [}dvid reg~ba del cole!!io con un mal pensamiento ;;~J<:ndole en su afiebrada cnbcza, Roben veston se semó a recordar en su sill6n arri~ad~J c~ntra la pared beljo la rejilla de la 'entJ.IacJón. Sus recuerdos eran -.
su;
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~a vid abrió de un golpe las destartaladas y
~~ osas puertas del viejo ascensor del
l:hogany y corrió a lo largo del lúgubre
~ • edor q~e lo llevaba a su apartamento. Su .dre traba¡aría hasta tarde y por lo tanto tenía was enteras por delante para espiar y ha:er es. . '•n la menor pérdida de tiempo se cambió
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de ropa, ~cercó el ,ofá ~ la pnred y quitó la· rejill~. Una vez más tenía frent~ a sí el ojo de la ,>SCuridad oh<er\';índoln y una ve: más, de r k sobre el csraldn r del sof:í, lo sacudió un repelús. ;Por qué olvida ha otra ve: cómo era ese lugar? Tan oscuro. tan estrecho. De sólo mirarlo daba la impresión
<¡uc la mera oscuridad sería capaz de estrangularlo. Pero lf.wid no ib.t a permitir que cosas que ni siquiera se podínn ver fueran a detenerlo. Prendió la linterna, se a lzó con los braws y se escurrió por entre las paredes del Mahognny. Lo primero que hizo fue arra,Lrarsc hasta el ap~rtamento de Mary para echar una ojeada. Un vez más el ouninn resultó sucio y alarmante y para cuando finalmente llegó ... ¡qué desilusión! Mary había ordenado. Todo estaba en perfecto orden y limpteza, la única prenda personal que pudo ver fue una toalla colgada del espaldar de una , illa. PenS<~ en quitar la rejilla)' enrrar pero no se atrevió. No roda vía. Algunas \'eces Mary regresaba temprano. Procedió su camino hasta el lugar de Alan, Jo y Georgic. Alcanzó a escuchar voces. Jo \'ilinsome estaba alll con una am iga. Sus voces retumbaban y hacían eco dentro de las estre· chas ruberfas. No pintaba nada bien la cosa. ··1bfa que no podría ncercar.;c más n la rejllla 1ser delatado. A pesar de que estu,•tera tan ,. ¡us. podrían oírlo. Al tiempo que se arrastraba J, vudta estuvo casi seguro de que :1icanzó a oí• ~Jo preguntar "¡Qué fue ese ruido?'' y <e
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VIo Obligado a permanecer acostado tan quiero como le fue posthle durante lo 4UC le pareció una etcrn1dad antes de que las dos . ba d · mu¡erc, ~ ..~ onaran la sala y él pudiern continuar su u tu a.
Estaba furioso, David. Se arrastró hasta su lugar sobre la tabla que cubrla el conducr o que descend·ta Y ma Id"t¡oen silencio. ¡Porqué nunca 1as lcosas resultaban ran buenas como debían se~. Apretó los puños Y resopló de frusrrnción y una. No se atrevía a hacer el menor ruido, pero lo.que le hubiera gustado hacer e echarse de espaldas Y patear el lugar hasta q~= renm~bata. Todo el edificio se llenarla de ruido y nadtc sabrfa ~e dónde provenfa. ¡Los niños tendrían pesadtllas! ¡El conjunto de apartamemos estaría embrujado Y entonces todo el mund? creerla en fan tasmas! Pero no se atrevió por mtedo a que lo pillaran. Fue entonces cuando se puso de p' Es 1 pod' h d te. o o . ta .acer enrro del gran conducto vertical. A sus ptes estaban los oscuros lugares de aba' A su alrededor, los cercanos conduct~~ laterales de la ventilación. Enc ima 1 • l , e PLSO su~nor. ' a umbraba con la linterna hacia amba, alcanzaba a ver el lugM en donde el conducto se abrfa para convenirse en Otro r bo de ventilación transversal. Ese pasadizo de~í Ue,:ar a todos los apartamentos del quimo pisoa Qu1zá debería echar allf una.mírada. · Consultó su reloj. Todavfa tenfa dos hora,. Recogió las rodillas, arqueó la espalda y embutió dentro del gran conducto. ¡Podra sub~
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• '. AIzó brozos Ymanos \' e mpez<Í a sin problema
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trepnr. . . • o no estaba lejos. El camino Nn em f~etl per . e los laterales. menos suc10 qu 1 ,·crtical esta l;l baló ni una so1a . e¡• nosc res .d d Co mo se vio Tcnra buen <~¡:arr rn la oscun a · vez. Lo peor e manos. no tuvo más obJiJllldO a US<'I r amOOs dida Ja linterna meter encen ' remediO que . ~ Sombras titilantes se dentro de sus ¡elln · 'b mo fantasmas, onducto arn a co retordnn e. apagar 1·a ¡·m terna. pero no quiSO á ido como pudo hastll que Se empujó tlln r P 1 . manos el l lcanzar con as 1 b le fue posi e a s·•l ue corrfa a lo largo de conducto transver.: qod . en él. Agarrado . . te y se mtr oJo . piso s1gu1e11 ró sacar la linterna d 1borde con los brazos, 1og e conducto. y alumbró e1nuev 0 . ual al del piso dt Se vera exacr;~mente lg lo largo de aquel
abajo antes.de q~ce'::'~:a::ve capa de grasa ' Estaba cubierto . le recordó una polvo que por a1gu·n monvo • . recién c.-uda. L.. capa de mevc del rubo. No le gusra,..~ Se arrastró a lo 1.-ug~ casa pero no iba ·
esm1 ~~~ ~~~:::rrastraba,
la idea de el poh desistir. A met 1 b, g o contra su pecho .mtnCl\J s e torna a ne r más y ya 11egacL..... • U ar de metros piernas. n P .f' ión hacia un apartament: la primera nmu tcac del cumlucro Y vio q_.. Observó el fondo
f;1lwh~ la rejilla.
.d _pa~ que no po-o nd'ó onrap• e. ' '" Se csco ' .e ··n~s Ctlmplían la funCillll mn verlo. Lm. reJI ', ·Po r ué faltaha C" un.l pucn;~ con seguro. 1 q
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Después de un rato, al no escuchar ruido alguno, asomó la cabeza con cautela para echar urrn min1da.
El apartamento irradiaba un aspecto ~ombrío. Quizá lo eswban pintando. Record(í t¡uc ~u padre había quitado la rejilla una ve: que le dio por pintar el aparta mento. Esperó un huen rato y no oyó nada -n1 voces ni radio ni tclevi,ión- de manera que hizo de tripas coraz
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hombre. Era el ro." m gri~ de un muchacho. · Tenía la boc.• nbiena y gritab~ pero sin emitir S
C empujó con los codo; pam desandar el par de mc1 ros que lo separaban del conducto princip~ l con la mayor rapidez que pudo. - ¡Ven acá, vuelve! -le imploró el viejo, pero David iba demasiado rápido y despavorido. Se armsuó hasta lleboar al empalme al tiempo que el viejo le hacía señas con la mano y sonreía y le rogaba que no se fuera. David salió di sparado como un corcho al conducto principal, giró y se dirigió hacia el conducw de descenso como un huró n en carrera. Hizo más ruido y movimientos que una llave inglesa en plena acción. Cuando alcanzó el lugar dónde podía iniciar el descenso, se deruvo, colgando, agarrado de pies y m:tnos como una araña presta a saltar. Pero antes de marcharse renfa que echar una última mirada, de manera que agachó la cabeza y miró por entre SU> pie mas. El fantasma se apresuraba en di1 ccci6n a • IV id. A medida que se acerca ha se h.tcía má; 1 más grande hasra que le pareció como ur: e unión que arremetía por entre IR tubería 1 " id soltó un grito y el muchacho fnntasrn&.
abrió la boca rara hacer lo mismo, pero su grito no (ue el grito de un niño. Em el grito de un hombre mu y, mu y nnciano. - ;Vuel\'e, ven
taba el
-No ,,·lejos.me dejes -dijo la vor del viejo desde -¡Vete! -gritó David de vuelta y se empara 'alir del conducro r mNerse a la ndJd de su propio hogar.
- De mal en peor
T an pronto David cayó dando una voltere· ta sobre la alfombra, saltó de un brinco y em· pezó a limpiar y ordenar antes de que su padre regresara a casa. Limpió la> manchas de mu· gre sobre el piso y la pared en los lugares por donde había caído y puso de nuevo la rejilla en su lugar. Durante todo este tiempo sintió que las piernas le temblaban y un diminuto cosquilleo de horror puro corriéndole por las ,·enas. ¡Fantasmas! Jamás habfa en verdad creído d\ ellos y ahora acaba de ver uno. La rejilla en la pared conducía, de su propia c~a. quién lo creyera, al secreto lugar embrujado. La en· ::~arañada red de conductos y tubo. metálicos
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que corrían alrededor del edificio Mahogan¡i I.!StabH lh:na de secrcms. -¡Qué pa.., com igo e:.ta noc he 1- no dejó de prc¡::unrarle su padre, pero Dav1d simplemente lo eludió c<>n un s:•c.udón de la cabc:a. Terry se prq¡unraba ,¡ q uiz(l lo hubierc1n mole>tado de nuevo en el colegio pm su pequeña esr:aurn y se mo rdió lo> labws, preocupado. Lo atormentaba la idea de que maroncaran a su hijo pero, como David jam<ís lo iuría a menos de que fuera pillado e n '""' gresca. no había nada q ué hacer a l rc.pccw. Aquella noche David fue a acosw rsc tcm· blando de m k-do. Y sin embargo... In e,¡rraño loe que, después de ha ber v1sro In q ue había ' ' l>to y oído lo que había oído, ya cmpe:aha a d udar de ello. Se h abía asustad<) . Había entrado e n p:lnico, eso er,¡ todo. Simplemente se imaginó que allí había algo. La cara pál ida y 1~ ftgum ligem \' diminum corriendo y dándooe golpes\' haciéndose tan grande a pt>Sa r de que no había C>pacio pam que se hiciera tan enorme ... esa carH larga obse rvándolo desde In alto con b b<xa abierm como si gritam y la vn:, e;ta ve: del viejo, acercándose desde lejos ... ¡ lmpu>ible! No era m~;, que: product~ Je su imaginación, con st:guridad. Los conductos de la venrilación llegaN: hasra cada una de las habitaciones del apart:llnenl\1 y aquella noche Dav1d pcmtani!C en su cama uhser\'ando la cuadrada oscumL: di' In rcjill<~ qtw ·""mal-,, " l.1 pared d,
llaUIUJtlllll . il...!ll~ llatliUUlll UCIHW! /L~ ~na posible Sdl1r par,, sorprenderlo en medio Jc la noc he/ -¡No >eas tan bebé, <jue ya está> muy grande! -se Ji jo David. Pero .ólu pen''" en mgres<~r a lo, conJucr .., Je la venti lación de noche le ¡mnía la p1cl J c
gallma.
Ay Dios, cómo esmba de asustado el pobre Dav•d, ~•SU>IHdo de muene. Pero !olt:ndu t¡uien era, el susto hacía q 11 c quisiera más de lo mismo.
- ¡Hay a lgu ien allí! -preguntó con un 'S-USurro. No h ul'l
¡Oc noche/ ¡En medio de la oscuridad/ Por >upuc>to qw: en lo, conducto> de la cnulación siempre e,13 ba en la noche pero no q u mtba que la oscuridad e n la noche t...:ta ¡>t.'Orquc la oscuridad en el día. Con rodo, p_.o:o Jespué>, David se levantó de la cama, ar..ccó su silla ha;ta la pared y de: pie sobre <~cercó la cabeza hasta que estuvo al nivel .!a re¡illa. Alcan:aba a senur el aire fre.co ~salía de ndentro acariciándole lns mejillas. ......xttuvo la respiración\' e.>euchó. De muy, a. •e¡os, le parec1ó oír el suave llanto d e al::~. Un niño. No algo muy gra,·e 01 peligro"'l.l, hlcn triste, muy triste. Esperó un mi- ~le ro ~-cuch.mdo el ruido e intentando t--
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conve ncerse de qu e er;~ a l¡¡u na cria rurá limando en alguno de los orrns apartamentos. Qu1z,í Georgie. -¡Quién anda por ahí! -preguntó en voz ha¡a, y en el acw, se inrcmnnp1ú elllanro. Si se trataba de una criatura en alguna habitación, con toda se¡¡·uridad que no hubiera podido o ír su pregunta. De manera que quienquiera o lo que quiem que fuese In que lloristir a clases, defenderse de los chicos que lo ll
U tubería. Lo poseían cuando ingresaba en ellos pero a la luz del día todo aquello parecía imposible, remoto, como un sueño o una película que uno hubiese viSto semanas atrás. De vuelta a casa, David se detuvo en la enrrada al Mahogany y leyó la larga lista de iióll\'brc:s allado.de los timbres. Quinro piso. Contó uno por uno. El ~icjo habfa estado en el apartamento encima del >uyo, el siguiente hncia arriha. No pudu ''1h.:r a c1cnci~ c1eru.
qué· timbre correspond ía a cuál apartam~nto, de manera que se vio obligad,¡ a ;,ubir en el ascensor par" encontrar el número mdicado y después buscarlo abajo. 501. Sr. Roben Alvcston. -¡Conoces al señor Alvc.wn ! -le preguntó a su padre mientras tomaban d té que era también comida. - ¡El viejo que vive enci ma de nosotros,
-sr.
-¡Qué quieres saber sobre él! - indagó su padre y D·,vid ya tenía preparada una menrim. -Nada especial , .ólo que el oteo día me habló en el vestíbulo-d1jo David sacudiendo un poco los hombros, como SI la cosa no tuviera la menor importancia. - En las reuniones de los residentes de l edificio no hacen sino hablar ue él-d ijo su p3dre- . Le piden a la gen te que sea atenta «lll él, que lo visite y cosas a.r. Está medio ::allá. llene comienzos de Alzhc1mer. -¡ De qué! - Está sen il, un poco demente. La gente de ...:guridad social esrá pcndicnué de él. Suele :-otrderse porque no encuentra d camino de udta a su apartamento. Hnbla solo, hace ese • po de cosas. No ve muy bie n y se está ~ando medio sordo. Está en las Líltimas, ra decir-la ven:lad, pero es muy agudo en un ...,n día. La verdad, pienso que debería estar r- .n hogar para anciano_,, pero .:1 odm la idea, re VIejito.
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-¡Qué pasa con su 1·anu11a, por que no 10 · cuidan? -Pues, no sé, él habla de nietos en alguna parte, pero nadie los ha visto nunca. . -¡Tiene algún h ijo? -pregunc~ Dav1d, pensando en quién podría ser Jonathon, pero Terry no se pudo acordar. · 54
Esa noche David pegó un afiche sobre la rejilla a pesar de que sabía muy bien que un afiche no sería capaz de detener o ev1tar nada. Con un marcador dibujó una cruz sobre el afiche y luego le refregó un poco de ajo para ahuyentar a los vampiros. Pensó incluso en ir hasta la iglesia para robarse un poco de agua bendita pero luego se le antojó que qu izá un poco de agua bendita robada no fuera muy buena idea porque podía no funciOnar. El jueves siguiente volvió a sal ir de romería con Tyne y esta vez permanecieron de am1gos . Tyne lo llevó y le mostró una vieja casa en rumas a la que entraron y exploraron jun tos. Fue maravilloso. Compraron unos bizcochos YTyne le pidió excusas por haberlo llamado relojito de cuerda. Volvió a su casa cuando su padre ya había regresado y se vio en problemas por haber vueltO tarde. Pero le importó muy poco. C uan· do su padre se enteró de que había hecho las paces con Tyne, lo perdonó. David alcanzó a pensar en contarle a su papá sobre el fan tasma, pero resolv ió quesería impnsible, inútiL Terry ratnpdco crda en f:1nw~rn<-1s. L(1 ltn icn que le
interesaría era saber qué demonios hacía D.t"id escondido dentro de la> entrañas del edificio y fisgoneando a la geme. Pasaron los días. Y llegó el martes, día ..:n que su padre trabajaba hasta tarde de nue""· David casi había olvidndo por completo In. conducms de la ventilac ión pero, pam h<Jrror suyo, tan pronto estuvo en c~sa solo con un par de horas sin nada que hacer, lo primero que hizo fue meterse dentro. Fue increíble lo rápido que ocurrió todo. Simplemente regreS<5 del colegio, se cambió de ropa y, sin pensarlo siquiera, corrió d sofá hasta la pared y se trepó. Fue como si no hubiera podido evi tmlo. Ya estaba sentado sobre el tablón alumbrando hacia arriba con la linterna, con el corazón palpitante, antes de que se le ocurriera que no tenía que meterse allí si así lo quisiera. Despachó primero el aparramenro de Mary Tumer, que estaba hecho un<1 pocilg
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~uelo.
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HHhfa un par de altas botaS marrón, una en cada extremo del sofá, llenas de ojnles para los cordones de amarrar. A l salir, David wvo d buen cuidado de llevarse consigo la bota izquierda, cosa que le pareció graciosfsima. No dejó de reírse pensando en Mary Turner buscando durante horas su bota perd ida. ¡Jamás la enconrrarfa! Todavía estaba riéndose cuando llegó al tubo grande y vertica l que conducía a su apartamento pero, al escuchar el eco de una risita en respue>ta proveniente de arriba, se calló en el acto. ¡Sería el eco o un fantasma? Alurnhró hacia arriba con la linterna. Nada. Debió ser un eco. Tras esperar un mw muy, muy largo en silencio, subió hasta el quinto piso. Allí se sentó en el borde del conducto vertical otro buen rato, en espera de la menor señal de movimiento o ruido, pero no hubo nada, excepto, por >upue>fO, lo mro que era simplemente que estuviera allr, para empezar. Sobre el polvo alcanzaba a ver los rastros que había dejado al arrastrarse hacia delante y atrás la vez pasada. La risa que oyó debió ser un eco. Un lugar como este debía estar lleno de ruidos y ecos raros provenientes de los distintos apartamentos que, una vez salían a través de las rejillas, circulaban como espectros por entre los rubos y conductos. Continuó pues David su avance a rastras a lo largo de los rubos. Cua nd o llegó a la desviación que conducía al apartamcnro del >Cí'ior Alvc;tnn. ' <' rt'fu~ i6 fto<'m d,• J ~lc:mc<'
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de la visra, a un lado, ju>to en el codo, escu· chanJo. Voces. Podfaser la televisión pero no esraba seguro. Asomó un poco la cabc:a par.t mirar. De nuevo no había rejilla puesta pero tampoco podía ver nada. Emonces se escuchó un dic. La telev isión, que la habfan apagado. Sin em· bargo. una de las voces s1guió hablando. Era d viejo. Le había estado hablanJo a lo:, personajes de la televisión, ¡pobre vejete medio loco! David prcotó roda la atención 4ue puJo pero no le fue posible entender qué era lo que d viejo se decfa a sf mismo. Tenía ganas de acercarse pero no se atrevía por temor a ser visto. Al v1ejo no le tomaría más que un instante suhirse sobre la silla y él se vería arrapado como ratón en una trampa. Ln situac ión era frustrante. De pronto, aburrido porque no podía hacer lo que quería hacer, decidió que estaba hasta la coromlla con el jueguito. justo cuando parecía que el asunto tenía f9.ucho que ofrecer, re.ultaba que, después de rodo, uno no lo podía hacer, de manera que, ¡qué sentido tenía? ¡Qué >entido ten fa que el viejo fuera c1ego, :.ordo y medio tonto :.i no podía hacer nada con él! David resolvió que nunca más se tomarla la molestia de meterse dentro de los conductos de la vcncilación. Esre sería su último viaje ... y por lo tanto y por la misma razón, eso significaba que podía hacer exacrameme lo que le vink~ en gana. S in penS<\I'lo dos veces, hi zo bocín r . .m 1-1-. m-nlfh v cl111' cnn \'tl:' ulul.lnh_-...
-Hooolaa, scnor Aaaaa l ves ton. Soy Jonarhon, haaaablaa Jonarhon Ut uuuuuu... . •uuuuu. .· En ese mis~o insrame la voz farfullan re del 'le¡~ gtmrdó Mlencio. A David le dio un a raque de nsa burlona. ¡Qué gracioso ... él era el fantasma traola ~ . pared! Se tapó 1~.. boc acon 1as manos para Silenciar su risa. -¡Quién esrá ahí! ¡Quién vivel gu nró la voz angustiada del viejo. . -pre-iAaayyy, senor Alvesron, aaayy de mí, cufdcse usted' cuffldese usted soy 1f: ~ ) • e antasma "e onarhon, buuuuu 1 --di¡'o Da • · v1.d conred 1 men O· a nsa de satisfacción. ¡Era perfectamente perversol N· · . ru: o • r • 1 s1qu1era . ya ~as csruerzo por contener la risa. El le¡o ¡amas sabrfa quién le estaba jugand ~oma: ¡Debra estar que se moría del m~::::: r pn.mera vez David deseó tener a alguie~ ~ n quién compartir esra gran broma. -¡Buuuu ? Jonarhon, buuuuu. Soy )o on --d.. Da na• IJO vid con voz resonanre y luego -.6 una carca¡ada para sus adentros. ) enronces, proveniente del rubo que renfa - -.re a sf, llegó llorando otra voz: -Jonathon ... Jonathon, buuuu, buuuu, -ruu, cuidado, Jonathon ... • e.ra vez no era un eco! David miró ha~lba ... y allr es raba el fanrasma, en los .JCros que corrcspondlan a dos o tres menros .más adelante, acostado boca .:n la ml~ma posición que David. L ~, 1i· o Ul .l l l.lm h'. 1<'11 l a< nJan
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~ repetía la; mismas pulabr•l>. Se reventaba J e la risa . Da,•u.l snltó un bcrndo de espanto. Dio u n salto y se golpeó la cabt:za y al o tro muchacho tamhien esto le produjo nsa. Lo lJUC m;b irnprcsion~ba a Dav id era <.Jue p<xl ía ver a travé; del muchacho. Sintió un escalofrío correrle por el c ue rpo. Enronces, el muchach o empezó a arrastrarse en dirección a David. Avanzaba ayudá ndose con las manos , una delante de la o rra, pero en verdad Jaba la im· presión de lJUC se deslizara sobre patines, como "'sólo hic1em lo. mro; movirn1emo; para imitar l,ls que harfa una persona común y corri ente. -¡Lár¡¡ace! ¡No te rncrasconmigo! ¡Dé¡ame en pa:! Eran los alaridos Jel v1ejo. El muchacho hizo una mueca ex traña - David no puJo sabe r si rda o lloraba- y luego aulló: - i Buu uuu, ya verás, viejo bobalicooooón! -¡No te acerques! ¡No re me<~ccrques! le gritó DaviJ al muchacho al t iempo q ue se .urastraba hacia atrás. Pero el muchacho contin uó acercándusele a ra>tras, cada vez más rápido. Su ro.tro parecía avanzar más veloz q ue el resto de su c ué rpo. parecía alar¡:arSé para aprox1mars<" a Dav1J como,; la cabeza esruv1cra adherida a un palo de la m<Jnera más horripilante, todavía mediu r1énd~ y medio gimiendo y aullando: - iViejo hobahcoooón! -¡No! -exclamó David J~ manera rernu
nanr_e, presa d el terror, pero el muc hacho contmuó su avunce. Un segundo más tarde David alca nzó sentir el borde del conducto de caída a la altur: de sus to billos y, en un último empujón hacia a trás, desc;perado, se tiró abajo. - ¡N o! ¡Po r favo r no! -gimió ahora el muchacho. - . i Ve re! -seguía gritando el viejo. Sm da_rse un segundo de espera, David se echó hacm atrás ysalió disparadoporel o rificio en la pared par~ caer en su apartamento. Salió con tal velocidad que pasó de largo sobre el -.ofá Ycayó co n violencia en el suelo go lpeándose el hombro. -¡No te vayas! ¡Juega conmigo! --ch illó t-1 muchacho. -¡Oéjame en paz! - g ritaba el viejo. Hasra d onde Ddvid sabía, ambos, e1 muchac ho Y el viejo, ven ían en su persec ución. Se ruso de pie de un sal ro , aco modó la rejilla e n ;u lugar Yluego permaneció allí, asegurándola ~ nrra la par~-d Yo bserva ndo la oscuridad que .oC.Jbaba de pone r tras las rejas. Durante un ~"e instante alcanzó a ver algo allá dentro: e roltro pálido y h orrorizad o del muc hac ho ..-uasma que a su vez lo o bserva ba a él. David tó la rejilla y e n tonces el rostro despareció 0 tal rapidez que fue como si alguien lo btera arrebatado de súbito o lo hubiera rado un vendaval. Un poco d e polvo se -rendió de la rej illa.
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Y ahí, frente a la rejilla, permaneció clavado David durante unos diez minutos observando como un perro perplejo el espacio oculto tra> las paredes e incapaz de movers~ aterrado ~on la posib11idad de que el fantasma se aparec1ese de nuevo. Entonces soltó un gran susp1ro. se llevó las manos a la cara y dijo: -Dio>. la cosa fue grave, grave. Tuvo ganas de echarse a llorar pero no tenía tiempo para eso. Debía arreglar y limpiar todo ames de que su padre regresara a casa.
Oc vuelta en el apartamento 50 1, Rob<:rt A lv~ston estaba sentado ~n su silló n, lH cara hundida ~n sus manos y el corazón pa lpi· tándole Jc miedo en el pecho. ¡La cosa se ponía cada vez peor! Al principio, simplemente olvidaba dónde dejaba las cosas: las cucharitaS y las tazas parn el té, las llaves, su billetera. Un asunto en cxce>O frustmnte, siempre se había preciado de su excelente memoria. Luego, empezó ti no reconocer ciertas cosas, no sólo caras o gente sino cosas cotidianas. La primera vez que se pe remó del asunto en serio, le ocurrió con untl telera. La vio sobre la esturo en la cocma Yno tuvo ni la menor idea de qué apar~to se trataba. "·Qué es esa cosa? ¡Para qué demonios sirve?", n~urmuró para sí aquella vez. Le par~ció chis· tosa su redondez, y la cosita esa medio torcida y meJio s<~hda que tenía por pico. No
(,)rn1a tan ridicu1a 1a"--:
dijo riéndose. iCom iquísima! Acto seguido olvidó que no sabía para qué em el artilugio y tan campante se preparó una buena mza ele té. Sólo hasta el día siguiente recordó ele un golpe que había olvidado pard qué .ervía la tetera durante un espacio de uempo de casi tres horas enteras. De algún modo lo ~nconrraba gracioso. Había disfrurado de no sabo:r qué era una tetera, había sido divertido. Se veían así las cosas a una luz nueva, frr:sca. Aunque esto no
~llos ... ahora bien, para qué o por qué eso ,l!(nlficaba que debía cortar los panralunes por w mitad, no tenía ni la menor idea. Era como si sus sueños hubieran usurpado .u vigili a. Y le aterraba la posibi lidad de -..dccer una pesadilla. ¡Y ahora qué! A hora 11pezaba a imaginarse cosas. La primera vez que ocurrió estaba sentado -.o~y tranquilo en su cuarto rememorando un "leldcme de su infancia. Empezaba el verano. Era un eh ico, ten fa ~ años. Lo alcanzaba el olor dt: las calle., ardicnre< ,. de Jo, cah:11lc" de ti m arras·
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trando coch es y carruajes d e aquí para allí ¡xir las calles y el tufillo del ocasional automóvil de combustión que pasaba re>oplando. E:.taba en la calle con un amigo suyo, un muchacho llamado Jonatho n Price. Intentaban meterse a hurtadillas a un huenoen Kenrish Towncon la esperanza de ro barse unas cuantas zana· h oril1s o encontrar unas vainas de a rveJa. Habían seguido a lo largo de las altas hileras de frijol, observando las flo res de la papa temblar bajo el peso de las abejas Y otros insectos. Para el señor Alveston no se trataba Je un simple recuerdo; estaba allí. Podía oler _la tierra. Podía escuchar el zumbido de las abeJaS entre h•s flo res. S i tocaba alguna, lo hubiera picado. A su lado lo seguía a pie su a migo Jonathon ammcando fríjoles tiernos de las matas para comérselos. Al dar la vuelm e n una esqu ina se to paron con un hombre que de,hierbaba con un azadón. jo natho n pensó que habían sid_o pillados y huyó corriendo, p.:ro Robert conoc•a al h ombre: el señor Jonsto n, un vecmo suyo. N o fue fácil convencer a Jonathon de que se q uedara. El señor Jonston lo> dej_ó recoger un par de zanahorias e incluso se las hmp1ó Yluego los invitó a que lo acompal)aran a sacar la papa tempranera. ¡Qué bueno fue aquello! Hundían las horquetas e n la tierra negra y luego, haciendo palanca con ellas, sacnban los tubérculos ocultos .:¡uc se derramaban sobre el suek comn un resoru fre!>CO r<>ci•'n
Rubcrt atravesó una papa con la punw Je la horqueta '' el vecino le dijo: - Intenta exca,·ar un poco más retirado de la m~ w. esa todavfa no eml buena. Ro hcrt levanr(~ In cara pnm ver al homhre ,. sonricí... Y fue ju,to en ese momento cuanJ,~ escuchó el estruendo en los conductos de la ventilación sobre su cabczt. Levantó la mimda, de n ~evo con ven id o en e l anciano que 65 dormu-aha en su si llón, y "io al muchacho que se escondfa apresumdo. Sin emhargo, al mi~mo tiempo, había orru rnuchach(' en el suelo a · sus pies. Un muc hach o que conocía, cstab~ seguro de que lo conocía; lo conocía tan b1en como se conocía a rel="nofollow">í mismo pero en ese m>tante no tenía idea de qui~ n podfa ser con rrecisi,\n. El muchach o lo miró y, con un solo l'll<Wimlcnto, como ocurre en las películas 0 como sa lw un gat o o quizá pue.b hacerlo un duende, saltó al o rificio d e h1 ventilació n y desapa reció. De pris.,, el señor Ah-eston corrió una ,iJia nasra la pared, se trepó en ella y echcí una :::tirada a tiempo pari1 alcanzar a ver al primer ;ax:hacho retrocediendo ames de perderse en :"la de las esquinas de la tuberfa. El salw del ~o, que fue tan v ívido, al presente, que ~!taha tan extra ño, fue mu y rápido, y no 1:\.d. Jc
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El primer muchacho se perdió al girar en el codo y c~yó haciendo un estruendo. Mientras el viejo contemplaba esto, el segundo muchacho ap;ucció de nuevo. Vislumbró un ¡oven rostm hucsu-lo que lo observaba desde d fondo del rubo. Luego desapareció mn nípido como le fue posible en persecución del otro muchacho. -¡Ven acá, no te vayas! -gritó el anciano, convencido de que conocía al segundo muchacho de algún lugar, >i sólo pudiera recordar dónde. Pero el muchacho desapareció. Todo lo que podí~ hacer era quedarse allí de pie y llamarlos en vano. ¡Era una lucura! Enrrc más lo pensaba más seguro estaba de que todo lo había 'm"ginado. ¡Muchachos dentro dd >istcma de ventilación? ¡Lo único que faltaba! ¡Acaso pronto empezaría a ver señora• saliendo de los grifos dd lavabo y bebés en el pitmo! Lu verdad se c.'taba enloqueciendo. Lo s.~earfan de su propio apartamento pMa in ternarlo en un hogar para ancianos, cosa que le producía pánico... la tr¡¡ba¡adnra social, la señora Grey, venfa in>~nu:índolo desde hacía años. Entonces se irfa a pique y moriría rodcadu de llnci;mO> imposibilitados y se orinarra en la cama sin sahcr quién era ni qué ocurría a su alrededor en menos t iempo del que canta un gallo. Y ahora cmpetaba a ocurrir todo de nuevo. Alcanzaba a oír al par de muchachos abucheándnln y burlándo.c de él desde dcm\s de
·Q - ¡· bl las p·rrcdes • . 1 ue l la os 1e C>taha p;b,ondo' Algo :mdaba mal con él. · Grey hahh' ,1ue•lad . La . seriora 1 ' o J t·pa.ara VISIU1r o rnás tarde ese Jh y de · ( una cn~a estH ,.
1~1 segur~); no le mencit ~ d l· , _ mana parn nadad asunro ebcds voces que se burlaban de di dcsdc I:J> ru. "' rlas. Con scgurrdad lo en cerruo,ln •· par·• . 1.rrrnero, >U cuerpo M.' fue dcbilirando , hacre~do cada vez rn:ls lcnrn 1' ahora su cahez~ parecm coger el mismo rumlJO S , , • • ·· e~cnrmcomo l:n nrno pequeño_perdido en un lugar enorme 1 ~ur~~. No >abra ~ómo sal rr de e>te prohlcrna ... ni >fljlliCra >.1bla si nabla -. 11·J C 1 1 1x'· 1 .1. uanun a e~ .za ya no lunciona, ¡qué queda! NaJ src~npre en el ca.o de que lo hiciera.
n i Slt.JU I~ra uno mismo.
d,
,Solitario, sentado en >U sillcín, haciendo e •ucrzos por n · 1 . . " mrmr a rencbrosa rejilla de 1 ~ venrrlaCión que descan>
US rnam~ \ >rnrro Jl(."queñas lágrimas correr por >US dL-do,.
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E l apartamento del señor Alveston
¡Qué son los fantasmas! Los espíritus de gen· te que ha muerro, dicen. ¡Acaso había muer· to un muchacho allí dentro hace mucho tiem· po! Quizá cayó por uno de los rubos más largos. Qu izá abaj o, al fondo, yaciera un esqueleto IIU1'3ndo al vacío. Quizá qubiera asegurarse de que David le d iera cristiana sepultura. Quizá qUisiera que cayera para hacerle compañía. E.a noche David casi no logra conciliar el >Ueño aterrado con sus propias h lswrias Jc monstruos q ue no podían morir del todo y que ~ arrastraban en la oscuridad r~ la paredes ope rándolo. S in embargo, el fantasma no =ba furioso con él. En realidad la emprendió _ -nrm el viejo. ¡Por qué? ¡Sería que sólo se
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unió al ¡ueguito desagrddablc de D:wid o tenia sus ramnes para espantar al viejo! Se supon fa que los fant:»mas volví~n de la muerre para atormentar a q uienl!s les hablan hechn mal en vida. Tal vez el señor A lveston le habla hecho algo hMrihlc al muchacho en el pa" 1do. ¡Pero q ué? ¡Sería el señor Alvcsmn un a.esino! ¡Qué horro r convivi r en el mismo ed ificio con un ase~ino! De ser ~ cieno, entonces el nmtasma :.óln querría vengarse, 4uc se hiciera justicia. Quid , de>pués de rodn. David ..!chía senur pena ror el f
ma antes q ue miedo. Una vez má> David abandonó la tibia oeguridad de su cama )' se acercó con sigilo, parapetado en las sombras, hasta la rejilla en >u par~-..1. Pegó la o rt•ja a la pared cerca de la rejilla y escuchó dumnte un buen rato. Oyó ecos y otro tipo de ruidos ,ordos que podían •cr cualquier cosa. Sólo cuando ya estaba J punto de darse ptlr vencido, escuchó una vo:, muy cerca. -¡Quicn:!s jugar conm1go/ -d ijo el fantasma y, [},wid, soltando un pequeño alariJ,,, corri1~ de vuelta a la ca y escondi<í l<1 cabe:.. bJjo las cobijas. ¡Era imposible! ¡Tuvo que haber s1do un.. voz que S
' luego viajó por entre los tubos d~: la venulación ! !Jdría lo que fuera con tal de no tener que creer que alll había un fantasma ele vcrd.J.i Pas<'\ varia~ ho ras acosmdo, C<>n la cabe: dehain ..1~· b..; l·ohii
m"
escuchar o rro>usurro que saliera por la .qtlla Pero ."Ll oyó más. Se d urmió aún Lemhl.mdo de mtedo y, cuando de,pcn ó, un rayo de lu: cruzaba por entre una rendija en las con ~nas. U~a ve: >e levantó del todo )' obscrv6 c1 J¡,1 bnllanrc y soleado q ue hacía afuera, empc:~) a dudar de que en realidad algo huhtera oc urndo. A la luz del día ta les cosa; no parecían >er más que tOntería,, >ucños loc,)s. ¡Pero qué suet'ios! iYqué bien los recordaba! .No, no fue un sueño; ocurnú en wrdad, se dl¡o, y a lo largo del resto del dfa no dej,•ron de volverle lo, recuerdos: el roorro iracu ndo del muchacho: el viejoaterrorhado,la voz que J e.>de la uscundad le imploraba que oa licse a ugar...
Pas~ron un~ .semana,
dos. Lt aventura ya =pczaba a d~>tparse. David hacía c>fucr:os por no pensar en ello y la cosa venía dando ·esultado. No pensar al respec to em lo más ~tdo posible a que nunca hubtera ocurrido ~.JJa. Colgaría un nue,•o afi che •obre d ''nJ~cro ?e la ventilación. Hada 1113 1•111s que - . ot.J rutdos. Todo cmpe:aba a alc¡ar>e )' clc>apareccr. Emoncc.:s, un lune. después del .ieg!o, se encontró con el ~ñor A lve;ton en ttmada del edificio. .:.. v1e¡o no era más que un pequeño hombre- apenas si le sacaba media cabeza a David. IC:t tan .ligero de cuerpo y frágil que dab~ la c-t,1n de que uno podrfa romperlo en do) "' "e>trdbn.,• C
.... .
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en la m:mo y al cruzarse con D:wid lo saludó muy corrés con un movomit:ntu de la cabeza. Llc\•aba rr~fas y Davu.l puJo ver el pegote cero; so de un arti lugio para la sordcru detrás de la oreja. David a>Ontió de vudw. Esraba seguro de que el viejo no renía idea de quién era él. - Buenas cardes -dijo Dav1J, amable. - Hola, tigre -repl icó d señor Alvcsron. 72 ¡Y esto?, pensó D:wíd, pero v1o que el víc¡o sonreía; le estaba mmanJo el pelo. -Grrrrrr --añadió Davod y >C rió. El se1)or A lveston hizo lo mismo. -Qué bueno ver'' algu1en con un poco Je vida -dijo el viejo y se asomó par" contemplar el cielo gris, cuboeno de nubes. -Al menns no está llov iendo -dijo y descendió cuíd.índo>c de no dar un r..:.b-~llln, como si temieno caer y romperse la crbma. -¡ Hada dónde se dmge? -le preguntó David; quería saber cuánto t iempo se tomaría el señor A lvesron por fucm. El vic¡o jamás imaginó la menor mala int ención cruzando por la cabcz:1 de David r le sonrió al muchacho por su amable curio· . sidad. -De compras -dijo el viejo. David se percató de lo mucho que temblaba el anciano: c.Smo le temblaba la mano con la que asía d bastón y el rostro y el resto del cuerpo. Un tipo para nada peligroso. Ahor-.1 que estaba de pie, ahíto de tod~ su juventud en crudo aliado del viejo, tuvo b 111Ísma sensac itln qul~ sintit1 en un ;~ l m:lct~n de (' rl!>~li11 v
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l">~•tcchmus en donde ul!junu vcll rubuj6 cutrto vcndcdnr. Sntunces huhl11 ~cntldtl miedo de rnovcrM: nu (ucra que, de huccrlo, rmnp!crn al!!
ll la recepción y salló a la tJIIc. El 11partmncntu e;,wrla desocupado por lo menO$ una hurn. David sub1ó al suyo n lus correros, se wmhló de muda y se metió dcnrro de los conductos de la ventil¡¡ción ;,I n pensarlo dos \'CCC~ .
Como siempre, anrcs de meterse del todo, Lt.w 1J se detuvo con la cahczu :l.>(lmadu dcnrro Jc IJ r<']llla y escuchó. La sangre le palpitaba en 1.13 Menes. Sólo se ola el ruido de los respmiJeros: el ruido d~ la oscuridad, sus susurros y ;1Cum,.Jamienros mienrr~s se retorcía en su suc,,n, Pero algo habla en la oscuridad. Algo que lo esperaba y, curiosamenre, David sabia que 11> que 4 uiera que fuese se alegraba de \'crin; lu había exrrañado y In quería de vuelta. -¡Tú y yo, hagámoslo, vanms adelante!po~rccla Jecir-. ¡Vamos, entra, que la 1hCuridaJ húy está hermosa! ·Le caía bi~n al famasma ! bavíd se introdujo dentro del orificio. Se :trrasrr6 hasta el conducro que ascendía y como hucnamcm~ pudo se trepó hasta d piso de arriba. Luego, serpeando sobre la barriga como una culebra se dirigió derecho hasta el apart:ml~nt!lllhumsolitariodel señor Alveston. Ko 1,~ rnm 1lm J... l lllc'llll in .. , mr. 11,•. , 1r 1l nm~ h k·r
que llevaba al orificio de la rejilla ~n la sala. Lo primero que nmp fue un aroma dulzón y pesado que impret¡naba el aire, y para entonces )'a estaba allí, observando el lugar por denrro. El aparramemo del señor Alveston estaba atiborrado de roda suerte de cosas acumuladas a lo largo de una larga v1da. Pequeñas figuras de pmcelana, adornos, florero, y chucherías cubrían todas las superficies disponibles. Foros Y pinturas cubrían las paredes. Un jarrón con a:ucenas de amarillos estambres descansaba sobre una mesa grande; de allí provenía el aroma que impregnaba la oala. Una pared entera estaba llena hasta el tope de libros. Sobre una mesita, junto a la ventana, había un,t pequeña caja redonda sobre cuya capa se ,l:.Jha una réplica dirninura de un Papá Noel, $\0> renos arrastraban su trinco. Figurines de elfo:., dispuestos en círcu lo, rodeaban el borde ....: la caja y alrededor de esta, sobre la mesa, .no. multitud de ángeles tocaban distintos ..trumemos musicales. R obert Ysu mujer, Grera, solían sacar esras .-"3> para decorar las Navidades de sus dos \1d descendió al aparwmcnro. pnmero que hizo fue acercarse a exami'"' fascinante mesi ta con klS arreglos navi~- La cajita era una de mú>ica y todavía -m aba su llave. Cuando David le dio cucrpcqueiio Papá Nocl y los dfo:. empe~uar en círculO!> )' de la caja empe. ~ •nJr la, nnras duln•, de N01.·he tk pa::.
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David se echó la llave al bolsillo y se concentró sobre las pequei'las figuras. Los ángeles eran de madera pintada, ya descascarada por el tiempo. Los arregló en formación de boralla, algunos cardos como muertos en combate, otros arremetiendo tesra conrra testa y algunos inclinándose un poco de medio lado. Uno de ellos tocaba un rrombón hecho de alamb¡e dorado y l}¡wid resolvió enderezar el instru· memo de manera que el alambre quedara enrollando el cuello de o rro de los angelitos. Rompió un par de piem<~s y brazos. Encontró un marcador sobre la mesita del reléfono y con él les dibujó unos rosKOS espantosos a las figuras. Fue en ronces cuando se dio vuelta para inspeccionar el resto del aparwmento y, tan pronto giró, atisbó al muchacho. Fue una cosa fugaz. El muchacho estaba de pie, aliado de la repisa de la chimenea, exhi· biendo una gran sonrisa y gritando algo. Pero no tenía voz. De pronto, giró para señalar algo sobre la repisa y se esfumó. Fue como ver dc.aparcccr palabras escrims sobre un papel en segundos, ya no esraba allí. David alcanzó a sentir una brizna dt exahación. ¡Un fantasma de verdad! ¡Sería . de un rumtasma. ' l posible hacerse am•go David se acercó a l;l repisa para echar un.. mirad~.' Allí había más angelitos de mader. wcando instrumentos musicales ... el resto .k la orqucstn. A pesar de que ya se hab1 divertido suficiente con los ángeles, a Oa"
1.- du' f'4 ,r fumh:u orro' Tflntn... \ ' rt""ft)rcc:rlt·'l
lnstrultll'ntos y armar llh nuevo cnmpo de batulla pofqlle tuvo lnltnprcslón de que asr lo quería el muchacho. Ycorno recompensa, en efecto, el muchacho apareció de nuevo, esta vez aliado de la mesita tclefónlcn, doblándose de la dlcha. Ddvld estaba consumado. L11 peligrosa y horrible atmósfera de los oscuro, conductos de ventilación era ahora cosa del pasado. El a.umo era ahora pura diversión. Tcnfn un amigo, qué más daba que e~ttuvlese mucrro... .:icspu~s de todo, ;qué no podrla hnccr con un :.ntasmar Miró e n redondo para ver qué otras ::avesuras podra hacer. Le dio vuelta 0 algunas ·.cm para que quedaran mirnndo contra la ~ Ysacó cosas a manos llenas de los cajo~ Fue a la cocina y bebió un poco de leche .;e .a botella para luego escup1r dentro de ella ¡:odas estas, alll, junto al lavabo, estaba el a..chacho fantasma aplaudiéndolo. Se emuna.s galletas de choco lote que encontró ~.....,.,de una caja mel".llica, pisoteó una sobre mbra Yescondió el resto debajo de los -=r;oes de la sala. Utilizó el excusado y se orinó :'00. Luego pasó un rato reo rdenando · pasó las porcelanas de la repisa al •I::::::::L¡.t¡· de la ventan~ y puso ni revés la de entrada. Regó por el suelo lns Jromáricas azucenas. ~ liiOmenro se cayó uno de los cuadros :-.m de la pared. Y él esr;lba muy lejos a:ñ,.-•c Al caer al piso se himañico, y,
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unH \'~Z allí, yacente sobre d sudo, volv~o a · romperse solito: simplemente .altó en .esqu1rl~s sm que nadie se le arrimara. Y Dav1d lo v10 ocurnr con 11bsolura claridad. Tal y como hubiera ocurrido si alguien lo hubiera pisoteado de Intento... sólo que no bahía ningún pie por
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ahí. . -¡Ten cuidado! -dij o o~vid; no quena que las cosas se le fueran a salir de l11s manos. Se acercó hasta el cuadro. Se 1rataba de una fntografla del señor Alvcston, ya viejo, pero no tan viejo como ahora, de pie y abraza?o con una mujer. Era su bien amada Tuhpan, dunquc claro, David no podía saberlo. -No rompas las cosas -J1jo D.1vid, pero m> había terminado de decir estas palabras cuando oe cayó otro cuadro de la pared Y se hizo trizas contra el suelo. Los fantasmas no parecían muy inclinados a hacer lo que se les ordenaba. Y Dav~d nu estaba muy contento, todo lo que quena era un poco de diversió n, no más. Ento nces, preguntó: -¡Cómo te llamas! Lo hizo como para cambiar de tema pero no hubo respuesta. A ca mbio, se hizo un silencio y una quiewd extremas. ¡Se habría ofe ndido e l fantasma! ¡Habría dicho algo impertinente! Quizá él mismo no >upiera quién era.
David resolvió q ue había sido ouficieme v :.e dirigió al ,,mducto en la pared.
--l:laro, no es problema para ti, a mí me echarán toda la culpa -dijo David en voz alta, pero de nuevo no hubo respuesta. Se trepó de nuevo enrre los conductos prestando seria atención al m~nor ruido que pudiera indica r mayores destrozos . Un fantasma tr,JVieso, sí scnor. Había gozado con cada una de las maldades que habían realizado en el apartamento del viejo. Y só lo para demostrarle a l fantasma lo mucho que David era capaz de hacer, se introdu¡o en el apartamento de Mary Tumer para tontear o tro poco a costa de ella. Recogió la bota que había escondido en los rubos y la dejó en el apartamento pero sacó la otra a cambio. E.o la confundiría! En parte lo hacía por '2nfarro near delante del fantasma pero este no -.e presentó. Parecía interesarte exclusivamente etseñor A lveston. De vuelta en los oscuros pasadizos de la mulación, chequeó su reloj. ¡y; casi daba las
¡Horror de horrores! Su padre estaría de ..c:.ta en cualquier momento. ¡Lo iban a pillar! \...Omó de vuelta para intentar limpiar todo a
-..JIO frito y papas para cenar pero David ~~''mostró gratitud. De hecho, ~e mostró ' 'empezó a reprenderlo por su tardanza
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no más cruzó la puerta. Y continuó refun- · fuf1ando roda la noche. La verdad era que estaba muerto del pánico por codo lo que : acababa de hacer. Se divirtió mientras lo hizo, pero no fue más que una fanfarronada. Ahora que lo miraba en rerrospcct iv;1, le parecía aterrador y horrible. Micnrms se comía su pescado empezó a tener unas fantaseas espantOsas respecto a lo que iban ocurrir cuando se enreraran. Nadie le iba a creer las historias del famasmH. Llnmarían a la polida y al per>Onal de los servicios soc iales. Lo arrestarían. lncluoo, quizá, lo pond rían en una especie de correccio nal. i Debió dejar sus huellas digitales por todos lados! ¡Po r qué no se le ocurrió uoar un p,•r de guantes? Y claro que lo cu lparían también po r la proezas del fantasma. C uando su padre le pidió que le ayudara a recoger los platos, David armó un escándalo y se enfureció aún más cuando su padre habló de paraleta, como si [},vid fuern un bebé, de manera que trató a su padre de imbicil y fue cnviadt) n encerrarse dentro de su habitación ror una hora. Poco después, cuando mremó escabullirse eras sóln quince minurosde encierro y su padre le pregunróqué lo tenía tan susceptible, Dav1d mi mió o!Cmpicamente alegando que lo habían molestado en el colegio. Su p<1dre vivía siempre preocupado con lH posibilidad d e que k molestaran por su haja esmruro y por lo tant ' l; cnmil\ t•l Cti('IHn en h:r~,. f)¡¡.-~ que ll:unart
al colegio y hablaría al respecro. -No lo hag-as, quiero intentar rc:.oh•cr c;e problema sol.> - le dijo David. Su padre soltó una_sonriS<J arrt:pcntida ante d cor-a¡e de su hi¡o. El miSmo em un hombre nu mluly alto y sabía bien qué erd ser molesrado pore o. -;Pero no te va, a met<'r en ninguna pdca ''érdad! - 1.: preguntó ansioso; sabía ramhié~ ..¡uc era la manera u.ual de Oa\'id ¡>.~m resoh·cr
pro blcmao. - No creo que llegue a tanto --d ijo Da-
' •J-. Tal ve: )'O mismo h.Jble con lo,. profc...... l(t"~ .
Tcrry estaba tan complacido con la adulta ""Jdurez Jc >U hijo frente .11problema <¡uc o u :-u..lo con In culpa de enviarlo de vudra a ;u c...arto c~mo casug,) y se excuw ante su hiJO -: -rao >1 el hubiera >!do el único rc:sponsahlc ~ ~u nto
entero.
Roben ~ l vcston había pas.tdo 1111 buen r.lía. -" memona, q ue parccfa llegar e irse como lo. - ., d un i~rdín, e.c día le había d, 1do por ~mecer ftrme, ah r. Había puesto en o rdt·n ~rt~rnento y le,. había éocrito uo,1 carta ;1 obnoos en Austmlia. No les con1.s nad" toa los problemas que últimamente lo aban. No qucr(a preocuparlu•. Ello, '">US propias vida; que vivir. e: en cuando a lguno c..cribía invitán~ fuera a \'ivir con dln~ y c1 ~ñor n hahí;~ rensandn c r1 >trio e n :\quclb
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pos•h•lid.1d. p.,,,,ahor,J, que ótah.1 medio gagá, rcmín accrc.u·se <1 dio>. Qu1~n sabe, quiZ
propuh hij
cría mñs que un estorbo. Por la t.~rde .ali
cana; por correo y a hace•· algunas compras ue comida. En lo> úlumos ucmp<>> le \'enían dando sus ataques gagá (como los llam~•ba) en los momcncll'\ rnás anl')pt1rtuno~"• peroc:.ta vez rodo >ali6Je mamvilhl. Compró un arenque y papa.
pam h1 com1Ja. Pen..1ha cul>rir el areno.¡ue en harina Je avena y sofrdrlo en aceite de wci· neta. Con>~gui6, ~Jem,l;,,llh mgr;xhentes para hacer una wrta. Jcremy Spald ing, el presidente de la Asoc1ación de Residentes y la señora cincuenwn,J \'cano>'! que viví<~ con su ma rido dos aran:unent
,ar. De manen1 <.¡ue humc.~ría tre> pequeña> tori.J$, una rara c.1da uno de ellos y la tercera p<Jm ~1. aun,1ue sdlo fuera para mostrar que rodada C>t<Jha en su' cinco sent idos y que .1demñs cunservaha In \'lrflld de la gratitud. No nda la hora de volver a 'u agmuable apar· ramcnto ahvra limpiu y ordenado. Le habí romado hmas dejarlo perfecto un par de día; atrás. Había hecho un huen trabajo, tanto, qur ..Sio ha:,ta d día Je hoy se >inrió recuperad. de su esfuerzo. Las tareas dnmésricas le em pc:,1han a ,¡uedar grande,, 1ha a conscguu un .t muier pam qw." 1~· il\'ll,lH';l ;1 t mvé"' dt" 1~
serviCIOS .., soc.ales- una de ellas • lllañ·•n • a ru•,mo rasana a cch•r n · · d u' • . ". u .l mmt a-\' Rohcrt quería q e, QUien Vtslt:ll'a, viera que todavía e.meraba lo meJ·o r que PO<.1·1a. pm prunera ve: se • en anos >e había tomado la molestia de U<•jar fllu¡¡ar.hmp!Oen verdad. Tenía que irll 1'• as rareas domésticas lo dejaban exhnu>to. Pero cuando abrió la puerta de >U hog:lr nada estaba mmo debía estar ' 83 ~ . bi: · · T.-~.~ uuu..:~ :»~ co~a~ esta. an trocadas Y en desorden. ¡Espnmoso! Deh•ódsufnr. otro de sus ataque. de VI~JO · oagá antes .e sa lir de casa, pero uno más grave~¡ue :.:lqUier:a en el pasado. La puerta de la neve m - ba abierta de par en par. Al parecer >e habítl =m•do todas las galleras d~: chocolate Yde. S a.hterta de mig;tjas la alfombra. Record;lba ce:~ cl..ridad haber pasado la aspiradora pero no = a haberse comido las ga lleta>. Las a:ucenas que había comprado yacían ~ t~o el lugar, pi:.oteadas, rotas .. El suelo ~ hano c~taba orinado. Era hornble. • lo peor de todo , sus dos fotografías ~rJdas~e él ~ Tul•pán, habían sido arrojada:, f' l y luego P•soreadns y su juego alemán d, ~ - ~•ones navideilas es raba arruinado. E~ no coro Engel dcsp" rramado sobre la ......, Había enderezado el tromhón y uno d: a:-~le, estrangulaba a orro con el instru~· ~ Había dibujado CHÚpldas c;~rao ,e, >obre los ro·r s ros tie 1n; pequci'las La llave de la caj:t de música no •-.:....pm ningún lado. e 1 de mus•cn · · era uno de su:. má'
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pr~ctados bienes. Lo primero que pensó fue q~e quizá se había echado la llave en los bolsillos por segundad, aunque no era algo que hacía por lo regular. Abandunó >US compms sobre el suelo y e.carbó en todos sus bolsillos. Dispuso manmada. de monedas senci lb s sobre la mesa pero defini tivmnentc: la llave no C>taba allí. Luego desempacó las bolsas con la compra sobre el sof
.tr a 1m hob>nr para ancta· nos, aunque le aterrara la idea. Volvió a exanunar :.us bolsillos, uno ¡xJr uno, en caso de que oólo hubiera im.1ginado que ya había buscado allí pero en realidad no lo hubiera ht-cho. Volvtó sobre la caja de mús1ca para cerciorarse de que no había imaginadu también 4ue la llave no C>taba allí... una \"e: se pierde la cabeza no se puede confiar en naJa. ciemunente no en uno ml>mO. Luego pa><> • buscar enrre todos los cajones y aparador<:> desocupándolos y desparramándolo. por e suelo a medida que aumentaba su angu>t ~ Llegó incluso n desocupar la nevera. Lle¡.:• meter los dedos dentro de la manrequtlla p · ver si la hnhía c5condido ~ 11 í. iCualquier e
era posible! Bastaba recordar el incidente con lo; ~dpantalones. Ademáo, ac¡udla vez h-, 1.b'·1.1 crcl o ver a un muchacho en los cunducro, de venr 1laci6n. ' Dio vuelt:l> y m¡i, vuelras por el aparro mento en hu>.:a d.: la llave ha,ta que todo quc,lr\ sumidOen el lll¡Í> completo cao:. y t!l exhau;,ro Se olvidtí complc~:unentc del arenque y de su~ '"rtas. Pur toda comida •e cmp,rcó una hol.a 85 Jc uvas pasa,, algunas nueces y c:hcara, que en(t>ntní ¡J
ta rsc: sin .bvesri1-.;e echatlooobre roda Jn ropa que había ,.,.c,ldo de Jo, C<~jonc, Yque cuhría su ca ma. Se ~pcrtó a lnL-Jia noche >udoru.-o, peg-<~josü , 1
utn la garganttl más seca 4Ue c::.topa.
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La trabajadora social
D. . mujeres de unos cincuema at,osse apre.-.ban por los corredores del edificio Ma·
:::a.-,¡:any haciendo sonar sus agi tados meones. ~ ..na lo que venían. -w más grave es lo mucho que se angus· .., pobres viejos -
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orgullo><> y pulcro. pero solía revisar la basura todas las mañanas en busca de algo que creía haber perdido y más w rde se le olvidaba. De manera que, cuando regresaba, le daba la imprc>ión de que algün extraño había entrado y arrojado la basura por wda su casa. Solía decir que era como ,, él fuera 5U propio fantasma. -Yo nunca sé qué explicarles _¿;¡u Alisan Grey- . No me atrevo a decirles que tran· quilus. que las cosas mc¡nrar.ln, porque no es cieno ... tas cc.bas no v tl n a mejorar. - Alguna vez tuve la •>porrunidaJ de acompañar y ayudar a umamamvillosa anciana que !>C llamaba Thclma Rackct. Había sido psiquaatra y sabía perfcct
que ya me había contado. En su juven· rud, momó mucho en biciclcra, es mñs, llegó a tener una ammocicb y >iemprc que la visitaba para prestarle un pc>CO de ayuda me dedo: "Yo. que fui ciclomalaharista ahora me he convertido en una caclópata". -¡Q ué dices? -preguntó Al ison. -Ciclomalabarista, psiquiatra. Ciclópat:> psicópma. - ¡Ah , ya veo! -onnrió A lison- . Bonat juego de palabras. -Pero no cuando lo ha~ oído cientos .:.e milc'i de vece ... -fl~rCl!t1 Sis.
-Es tan angustioso cuando uno empieza a ~er cómo se les'" desvaneciendo la ~rsona ladad , asr como así. - ¿y có~o es d señor Alvesron, a todo esto! -Muy samp:ítico, un hombre bueno. No te ofrecer~ d menor problema . - ¡Pero cómo es en verdad! ¡Cómo se comporta!
;Ba~no, está un puco gagá, la verdad.
e asqu~-6 la lengua no muy contenta. ~lason era una buena mujer pero ojalá fuera menos vaga en sus apreciaciones. Con todo !"fOntosc enteraría ella misma respecto al scño: R >ben A 1veston ya que en ese momt.'ntO ~han a >Upuerta y se disponían a goln.· -\.:- · b 11 ,...ar. no un ca a ero de considerable edad con ;;, pelo blanco y alborotado y ni un solo diente. éert se había tomado la molestia Je ponerse ~rabie él mismo y el apartamento un poco p:.- '• haber encontrado su hogm en el estado d <JUC lo encomró, lo habfa dejado -:_:=amente, _aturd ido. Había o lvidado qu~ 'lll vendraa con una mujer para <¡uc lo •·• ua con el asco del apartamento, :.in o • >e alcgr6 de verlas. Les sonrió con entusiasmo. -.\.f., oeñoras! -exclrunó. -le presento a la señora Parkinson, que le ~ •n el aseo _¿¡¡o Alison. - .:. Daos mfo! _¿¡¡o Roben al ticmpu :or ~r4 ba para echarle una minada a su~ Aún no estoy listo. _15
..-r)o •
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- Encantada de conocerlo-dijo Sis, esirc· chándolc vigorosamcme la mano. El viejo inclinó la cabeza con cortes(a: -Encamado -dijo-. Por favor sigan Y excusen el desorden. Las dos mujeres entraron y Sis examinó con ojo experto el estado del lugar. Había visto cosas peores. Alguien había pasado por aqu( la aspiradora recientemente. Cieno que habla mugre, pero eso era frecuente en las casas de los ancianos. Los ojos no les daban para ver el mugre. Lo único que le desagradó fue un tu filio a pescado que tuvo la delicadeza de no mencionar. -No me tornará más que un par de mi· nutOS, ya está casi todo hecho -dijo Sis. - ¡As( le parece? -dijo Robe.n con una sonrisa-. Deb( volverlo a limptar. En fm. ¡puedo ofrecerles una taza de té? -¡Por favor! Té, colaciones, charla Y a trabajar, ¡cómo le parece? - Él se hará cargo de la conversación, ni lo dudes -dijo Alison- . Tanto, que mejor te cuidas, Sis, aquí Roben puede ser a veces medio atrevido. - i Pero si ya tengo más de noventa añ~s! - protestó el señor A lveston con una sonnsa de oreja a oreja; le fascinó la idea de que toda· vfa fu~ra medio atrevido. Sis se acercó a la cocina para poner la tetera. Alison permaneció de pie, con sus periódie<» y papeleS entre las manos, en breve conve~ ción con Roherr ame- de marchar-c. Si- er
estupenda. Era obvio para Sis que su trabajo consistía tanto en darle compañfa a los vieji~os como en ayudarles con la limpieza del lugar, y pareda adorar su trabajo, además. Finalmeme, Robert y Sis se ..:ntaron a la mesa con su té Y unas galletas integrales cubiertas de chocolate y se comaron sus historias mutuas. Sis venía de una (amilia numerosa en la que las mujeres resultaron ser todas no sólo (uertes Y vigorosas sino que hablaban hasta por los codos. Vivían como tomados y morfan antes de cumplir los setenta y cinco abriles. los hombres que se casaron con estas matronas fue ron todos un os alfeñiques a los que mangonearo n toda la vida, se hiciero n seniles m la vejez y llegaron a vivir una prodigiosa .:armdad de años... noventa y pico en casi todos :os casos. Roben le replicó que lo de los hombres no oe,-¡¡ más que pura astucia. Simplemente Jbaban que las mujeres se encargaran de hacer .i el trabajo duro, a lo que Sis opinó que, e"': ese caso, los hombres hablan pagado por su ~vol viéndose gagás. :;, obert contó cómo habla llegado a terminar .& en un apartamento en Kentish Town. _las manos Y con sonrisa cansada dijo: ~. en el fondo, como una especie de E:Jt>mte. Pero no puedo quejarme. He tenido 'ida maravillosa Yahora, pues la verdad, c:¡;pero que me llegue la hora de dejarla. · · di!!>l esas cosas! -in>istió Sis.
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-Vamos, sospecho que cree que me c>toy compadeciendo por mi suene, pero n o C> a>l. Soy un ho mbre muy viejo y llega un momento e n la vida q ue, con 1:' mejor buena vollll.1tad dd mundo, uno secansa y s6lodesea termma r. N o tiene nada de malo. A todos n as llega la hom de morir y ya no veo con malos ojos la llegada de la mfa, eso es rodo. El único ~ro blema es que no sé cómo hacerlo. ¡Me cnucnde, señora Parkinson 1 - Lhlmemc Sis _¿¡¡o Sis, sin conrestar :lla pregunta. , , Po r supuesto que enrendm y le parccta cxtr~ordinario que el señor Alvcston pensara así. Pero, igual que mucha gente, le costaha trabajo hablar sobre estos rcm;rs. .. --Se sentiría mejor si tuviera a su famtlm Y amigns más cerca de usted _¿¡¡o Sis-. Me da la impn;sión de que ha dado muchas vudms en la vida. Y continuó con una histori3 de una prima de ella que viajó ponodoel mundo Yque, para cuando se casó su hija, la de la prima, a l matrimonio apena~ si asisticnmunas cuarenta per:.<>03S. -En cambio yo, mire u>tcd, una per.;<ma que ha vivido wda su vida aquf, para c~ando se c;tsó mi hijH, ¡asistieron más de ttesctentos invit:td~! -agregó alardeando Sis. E.~raha ran satisfecha consigo misma que no pudo contenerse y se puso de pie pa~a limpiar un poco de polvo con todo d cntusmsnhl J d
- IJtiCS. ¡qut: le dtjCrtl, lll l St!liPra! ~krnpl\' ht.: rcrbadn en [ernunar 1111:, día ... aquí. en L,mJn.:>, pl'r
ulta Jcma!'>iadu r:ipida, :.gitaJa - diJo d ..,~._•fu,r Alvcswn- . Tanta gente de prisa wdn <'1 111!\\lJXl. Dehí haberme qu.:dudo en PMí>. -En e~ Ce:L.;o, ¡pur t1tté no vuelve! -l)crmt>iad<> vici•• y dema.si:ldo tadc. Llevo
at)o., aquí ~.'!)pcrando que las cu:,a:t mcjor~n pcru nu cmnhmn. l Trbtc, nu e~ dt:rtt.l? Sí, In l'r.t, J'<:ll><Í St>, 411e dhOnl 1,>ohscr.".thJ ror cndma '"Je SWt ~: lfi l"t: -En fin, ;(c.Í mu va n sus co:-.as! Par~..•-.:c J'<'rlecr:tmenre cap.t: Jc IY,m de.u,.., tx•r sí >
lapsu>
lagun;h. -N,. mü:t ayer, ni volver a Cohot, l'Ol':ontré ~> el lugar patas .trttl>
--. _ f"":''r de hxln e.s yuc unll sahc que la t.:u':l ~ ntt!Juraní. -Pt'ro \!:,u no s ignifica que.: te nga t¡u(' cm .. -._ orar --Ji jo S is. -En mi Laso, me t~·mt\ que :.-.í. - ¡V anHb, usred va a -:~tar ntuy l·ucn! --ex~ "'RÚ s.~. J'lCTf.l Rtlhcrr suspire~ y n~.:gS la 'l.lu\m ,;tcud icn,ln la cabe:fl . C lll
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- La otra cosa que od io -Ji jo Robcrt-· ~s que estoy olvidando mis recuerdos. -¡Quiere decir que está perd iendo la memori
de ese modo-, pero se trataba de una lncum mm y hcrmn
r cllu.
- Ya volverán sus recuerdos -dijo Sis-, con pelos y señales. Robert dejo ver una sonrisa. N o estaba chiflado. Le había dicho la verdad y nada más que la verdad. Había perdido todos sus recuerdos de infancia el mismo día y a la hora exacta en la que, al despertar, vio a aquel extraño muchacho saltar como un garo y me· terse dentro de la rejilla de la ventilación. Lo único que tenía de loco era no darse cuenra cabal de lo muy extraño que era todo esto. Sis se puso de pie y empezó a limpiar el a par· tamentocon una soltura increíble batiendo sus fue rtes brazos de aquí para allá mientras Roberr, sentado en el sofá. observaba y iraba su belleza, fuerza y juventud. En realidad, Sis no era ni joven ni particularmente hermosa, a menos de que uno tuviera noventa :años. Pero fuerte sí que lo era. Podía alzar a su marido con un solo brazo mientras hacía un panqueque con el otro sin derramar una gota je sudor ni de la mezcla. -::¡Ah, me encanta ver a la gente trabajar! -
"2ba. - Mientras sólo sea el trabajo lo que mira, ..Jo está bien -.dijo Sis. -¡Pero si ya tengo casi noventa años de ...J. mujer! - repitió el señor Alvcston ndo el que se esforzaba por echar una ...Jira faldas arrib~.
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- Menos mal me puse ca lzoncitos nuevos e>ta mañana. viejo verde --dijo Sis. -Sí... y rojos por lo que veo -llgrcgó d señor Alveston. Comentario que hilo que Si:. se sonrojara Y que, a su vez, también Roben se s..m rojara pensando que quiz;í se h:thía pm;adode la.ray~. de m;mera que optó por pas:m;c a su donmtono mientras la mujer r.erminab.t. Como había dicho, S is n'' se tomó mucho icmpo. La única cosa dcsa¡¡radablc que tuvo 1 que hacer fue reco¡.:cr un arenque pa•~1do que había caído detrás del sof~ y qtn: expl•cab<1 el m,11olnr. N o fue nada en realidad. Orros de 1 tus si uos a donde solía ir. había que verlos para creer el estado en el que csmhan . M(ls tarde le preguntó a Rohert $i necesitaba algo de las tiendas pero él cnntest<'> que prefería hacer las compras él mismo. -Si usted compra en el Sp
dus del apartament\1 cam ino~~ la calle. Transcurrieron une » minutos en los que el ~parwmenw pcrmllncció en silencio y. de pron1o, se escuch<'> un ruido ligero como de rn'guñus. El ruido se hizo cad~ ve: más fuene 1 Parecía provenir de detrás el.: la pared h;L
que, de súbito, una cara
rnu~rienw
se
;l:.;o m <.)
por la rendija de la venrilnción, sobre el sillón contrn la pared. David había oído roda la conver>ación. Se había escondido en uno de los recodos de la ventilación, escuchando. Ahora entendía qué había querido decir su padre cuando dijo que. el pobre viejo esraba un poco se nil. Se arrepentía de haber desordenado de manen1 ra n .despiadada el lugar del viejo. ¡Pobre a nc1ano! David se había comportad o de ma~cm cruel y tonta, y ahom se lo reprochab<1. S m c~bargo, si no quería poner en peligro la mrc¡¡ndad del lugar, no debió acercarse de nuevo al aparramento. S u presencia en los e mducros de la ventilación había despertado a orro personaje que no se reprochaba nada . '-!•entras Dav id yada de barrig" observando desde la rejilla de la ventil~ción, escuchó un :u.do en la cocina. Rápidamente David se echó . • .oiCI3 atrás pero fue demasiado tarde. Se hizo si lencio. David sintió, porque en r•ealldad no la oyó, una voz en su cabeza. Como 'Uf'O muy bien de qué se rraraba, se detuvo ~uchar con atención y entonces sí que la con claridad, en voz alta, y venía de la e• na. -¡ Vamos! ¡Qué esperas! - dijo la voz-. - cal>emos con esto! Era el fantasma. David se paralizó. y ahora ·
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Alveston. El ruidajo volvió a empezaT en la cocina, peor esta vez. Em~aron a estrellarse y romperse cosas contm el suelo y luego, frente a sus ojos, mientras observaba el pedazo de la sala que alc~nzaba a ver enmarcado por el agu· jero de la rejilla, vio caer otro cuadro de la pared. -¡No sigas, detente! -gritó David. No quería que esto ocurriera. Se arrastró hasta alcanzar el orificio de la ventilación pero, en tanto se acercaba, de sübito un viento de c.lesrnaccaón azotó las paredes. Caía un cuadro tras otro ... uno, dos. tres. cuatro, cinco, seis, siete. Se rompían al golpear contra el suelo y
un par de ellos se resquebrajaron aún más pisoteados por unos pies invisibles. -¡No más! ¡Detente! -volvió a gritar Dav id. Hizo a un lado la rejilla y empero su des· censo. El estrnpiciose interrumpió tan pronto David estuvo de pie sobre el suelo y pudo ver al muchacho fantasma en una esquina. La cara del muchacho se contorsionaba en un gesto de ira, los puños cerrados. -¡Acabemos con esto! -gritó el fantasma -¡Cáll.ate! ¡Nos van a oír! -susurró David y corrió a la cocina. La puerta de la nevera estaba abierta y restO' de comac.la rodavía caían de ella: leche, man tequ ill a, una salsera con una salsa blanca pct dentro, platos con sobras de com ida, pec~a~,. de queso, de tocio. Mientras contemplaba
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<> <'S dehtd<> pcr,, C>tuch,·, a " " cspn~,~~' 1 de nuevo. Curn<> que e 1h.>rn...l\lu t.:·ttl¡~···¡h, ""-- « 1.. a hl sala cnscguh.b a 1icmpcl pctr:t vcrúu~t,, sa tan ,•nhm do J,,, objct<>> ,ubre 1.1 rq>~sa para csr rd larsc conrn• el suc lo. . · ·Oyt' nt) m¡ís! i Par:\ Jc una vt.-:! ~nhl - ¡ ' 1' .~. , Dnvid--. ¡Qu~ te pasa? ¡Pur '.:ovur. tW IIIJ~. . 'h' ver muy htcn al muchacho A unqt 11.! no 1-.XXI ~~. >U . ruir d..". la nad ;.J cumt)1una que parcua " mMK h a 111. )rrl ),. .,e1, sf le tu.: J'<>>lhlc echar ~ e un r••r di! hucnn> mimdas a >U f
tro. Te~oa u~~~ \.·a ra htrgu, blanca rtHn l • un pape~ , I_., buc
cmh antl!,
pudil!ra hacer. Bañado en lágnmas Daviu se apresuró a meterse de nuevo por cmrc los conductos de la vemilación y se arra;uó a casa ta n ráp ido como pudo. De trás de él, e l fantasma le gritaba que se devolviera a jugar ¡ unrus w 1 raro. - ¡No re vayas! ¡No re vaya~! -gritaba- . ·S; re vas, re las verás conmigo!
David, apremndo los di~nrcs, conrinuó a roda prisa, dándose golpes, camino a casa. Un v tenro de ai re caliente y furioso empezó a perseguirlo por entre las robería, y de pronto se vio envudro en un aluvión de papeles y forografías que parcelan haber salido del apartamento del viejo en su persecuc ión. Lo ~'Olpeaban e n la car-d, se batían frente a sus o¡os... y entonces sinrió que una mano fría 1' pnn:or)d~u. . , L dura lo agarró d e uno de los tobillos apretando -¡ J., , <¡J¡,,! -gm o el mucl""11<>- . i '' con rama fuerza que pensó que le rompería od ro! . . . los huesos o terminaría por desollnrlo. Con un 1)ich,, t."Sh ), "'ll n JStro .)\:' dcsh i:n en 1agn ma:s último esfuerzo grnnde, David logró empujarse y~~.· de~atl"l urltl n\faga d~ dcstr.t~cc.:i~n por ll~~ hacia ddant e, ya dentro del conduao de caída el c.lpartamcnto que se manlfestll en vano~ principal, en dirección a su hogar. Logró lugares al mismo tocmpn. D~vod C<mtemph~ba deshacerse de la poderosa mano helada que lo ·,J , . ·irnu -.e mmp 1 an 1.1:. adornos Y h orroro_. • ~L . J arrapaba y cayó sobre la tabla como una piedra. volaban libn >s com ra la, paredes. a c a¡n ,. Casi en el mismo instante alcanzó a escuchar . ca •~" •'<>nt¡>ió J>or '""' d..: los C
onar un.t ho rnble 5 t fuera un perro furioso e n desespe rada mclodfa comrahech ... de una vez persecució n por entre los tubos. -¡ Ya nu m·í" '" .... ·lhst·t 1 • ~ 1 detente • - ; No te atrevas a abnndonarrnc! ¡No me por uxllh! -l·nh·ilí a gritar Dav od. • .lc¡I.'S! ¡M e las pagarás! -griraba el fanra;,ma. Pcrn 11" h:ohí:t n:r.la qué h:on·r. n:ttb <1"" d Oavid C:Wtlt li 'Pilnttft, de la P·arel l cfr•ntl"•' cff•
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su apartamento, de un salto se incorporó yacto seguido se sobró para colocar la rejilla en la pared con temblorosos dedos. Durante un aterrador seb'Undo vio la cara del muchacho fantasma, descompuesta como una bola de papel arrugado, los dientes como hileras de pequeños colmillos brillantes mord iendo la rejilla antes de desparecer como polvo ante sus propio~ ojos. Más o menos una hora después, cuando el >Ct1or Alveoton llegó a casa, se vio sorprendido y muy molcsro. ¡Sis había orde nado su apartamento! ¡Él mismo había estado presente mientras lo hizo! i Y ahora esto! jamás había visto ral dt:S:lStrc. Debió haber sufrido orra de sus lagunas. ¡Pero a qué hora! No había habido tiempo para eso. Hnhía salido, por Dios. ¡Serfa posible que hubiera hecho sus compras, vuelto a casa, hacer este desastre y luego salido de nuevo sólo para volver y toparse con este asco! Era como sí se tratara del doctor jekyll y mfster Hyde. Tan pronto todo estu\'O limpio y reluciente se había ~abulhdo a sus propias espaldas para entrar y dc>l roz~r wdo aquello a lo que pudo echarle mano. Supo que había sido él el responsable por<¡ue la había emprendido contra todos los objetos que más amaba: las forogra(fas de Tulip-án y l:lSdesu mujerGretaenAlemania con sus hijo., ... todos sus recuerdos más en-
trañables. Nitdie distinto a él podía saber
contra qué cosas arremeter paru que le dolter.m en el fondo del alma. ¡Se estaba convirtiendo en un etúprdo \' e:.pamoso anciano al que no le impormba y.l nada! Era como estar embrujado por su proprn cabeza. ¡Qué demonios diría Sis si llegaru a enterarse? Fue a la cocina y vio la nevera, todas las cosas desparmmada~ como si esta se hubiera ,·omnado. Era espantoso, pero una cosa aún más extraña era que, a 1 parecer, había e mpe· :ado a 1impiar y ordenar de nuevo. Se vdan los rastros de los lu¡¡¡tres por donde había pasado un rrapo y enderezado algunas de las cosas cafdas y desparramatlas por ahí. i Dcfini· uvamcnte tenía que erar loco! El señor Alvesron se hizo a un trapo, ~e rn· clinó sobre el piso y conrinuó limpiando el desorden. A medio cam tno en su empeño, se detuvo, se irguió de rodillas y exclamó: -¡ Pero si yo había :.alidn, estaba por fuera! -se dijo. Ahora, si no había sido él, ¡entonces quién! A pesar de. que sabía muy bien que uno no debía empezar a creerse Su> propias fantasías, se puso de pie en busca de alguna clave que pudiera probarle que alguien tlistinto a él hahfa rea lizado este horror. Por sup uesto, no encontró ninguna.
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Una conversación con el fantasma
-\quella noche, David volvió a escuchar el lamo. El muchacho fantasma gemía casi en ·rlencio r como para sí, complernmeme des;-reocupado de la posibilrdad de que alguien ,,Oiera oírlo. El ruido le llegaba ahora más ·uerre y más nítido, como si el fantasma se es· :U\·rera haciendo más)' más real cada vez que :-l:wrd se metía dentro de los conductos de la ~tilación. De manera se que sentó sobre su ;una a escuchar.
-¡Qué te pasa! - susurró David. El fantasma no contestó pero el sollozo sf se co ligeramente más audible. David estaba .::uro de qu~ el muchacho habla oído su ~ma.
-¡Dónde estás? -insistió Da~ id. . El fantasma sorbió por la nam y una voz como vemda de ninguna parte dijo: -Estoy perdido. -¡Perd ido? . David estaha confundido. Echó un vistazo a la redonda e intentó discernir de dónde venía
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la voz. 'd - ¡A dónde quieres ir? -preguntó Davl . -No lo sé, estoy perdido. -¡En dónde debieras estar entonces? -i Vete a la mierdal -siseó el fantasma. David se rió. iUn fantasma grosero! El fan· rasma se rió de vuelta. _.Vete a la mierda! -repitió la voz. y esta 1 vez David pudo ubicarla. Provenía del suelo, al lado de su cama, Y cuando se inclinó para echar una mirada, allí estaba el fantasma recostado cuan largo e~. De costado mirando hacia la pared, pero habla girado la c~beza de manera que David pudo verle la cara ancha y lacrimosa soltando una carcajada tan pronto se encontraron l~s mira· das. El rostro se hizo más grande Y David llegó a pensar que se habla sentado, pero no fue eso. La cara, simplemente, se hacía cada ~ez más grande, más ancha y más próxima. QuiZá sólo f\lera la manera de acercarse de un fantasma pero David no pudo evitar soltar u_n grito de espanto. Entones se disipó la carcaJada Yc~n ella la figura del fantasma y todo lo qu~ Dav1d podía ver ahora no era más que un páhdo res· nbn
-Ahora estoy aquí -dijo en voz baja la "o: y David casi se cae de la cama del susro porque, de pronto, la voz ya no provenía del suelo, al pie de su cama, sino de detrás de la rejilla de la ventilación; se hizo una pausa y luego la voz agregó: -Ven aquí conmigo. David sintió un corrientazo de espanto que le subió por la espalda. ¡Meterse ahí, en medio .:le la noche, con un fantasma? De ningún modo. -¡Para qué quieres que me meta allí! -Podríamos caerle al anciano. -¡Quién eres! ¡Cómo te llamas! -No tengo nombre -dijo el fantasma. -Pero tienes que tener un nombre. -¡No tengo nombre! El fantasma pareció molesto, de manera que :lavíd le dijo: -Te llamaré Charlie, entonces. -Ese no es mi nombre verdadero. La voz pareda estar dando vueltas por ahí y :Rvíd ya estaba sintiéndose muy raro en esto ~ Intentar hablar con alguien que sólo .JI;¡turía forma de vez en cuando. Prendió la ...;: de la mesita de noche y se acercó a la rejilla .;e la ventilación para echar una mirada. No ~ver nada. -¡Dónde estásl-susurró. -Aqul. A veces -dijo el fanrasma rién· ..e--. Algunas veces aquí y O[ras en otra F-e. Ven, entra. Si emras podrás verme.
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-Otra parte que no es aquí. -¡Y es de allá de dónde vienes? --SoIra cotar con los otros. -(Qué otros! - No lo ,é. Los otros. -¡Dónde estabas con los otro:.? -No losé. Davtd cmpe:aba a irritarse. Las respue.ta> del fantasma no conducían a ningún lado: no ten fa nombre, ni lugar, nada. -¡ Para qué me quieres? . -Estoy muy solo aqu í. Quiero que ¡uegues conmi¡¡o. .. . - No me gustan tus juegos --dt¡o Davtd con cierta angust ia, recordando lo que había ocurrido en el apam1mento del viejo. El fantasma >e rió. David wvo la impresión de
Lc Jemro de él, pero no lo va a logmr. - ¡Acaso crees que re quiere comer o qué ·Qué tome ría! ¡Qué disparare! t -¡Qué sabes rú1 No tienes m. .K 1ca. Ver. conmigo. - No. -Por favur. Me da miedo ,ola. Pudctn.
-Estoy cansado, maiiana tengo colegio, yo ... -Deberías hacer como te digo. Puedo ¡odcrte a ti como al viejo. Tú ... -¡No! -gritó David, prc;..a del pánico. . Se retiró del orificto del conducto l' el fantasma soltó un alarido como 01 David aca¡,ara de infligirle el más e.pamoso dolor. En un fogona:o de luz alcanzó a ver de nuevo a la crtarura, delante de sus ojos. Algo andaba mu , 1 mal. Las manos del engendro se cstimb,~n hacia ddante, aferradas a la rejilla y el cuerpo en cambio se estiraba hacia atrás como si una fuerza sobrenatural lo chupara de vuelta al nterior de los conductos. El r.~ntasma no ¡uerfa marcharse, se agarraba con rodas sus uerzas, la boca abierta en un alarido que, sin "'lbargo, David no oía. Pero sf ve fa los dedos ... neos emre las rejas y también la cara con ,Ja claridad. Es máo, mclu.o alcanzaba a -~nrel gélido alicntn del fantasma que olfa a o y a metal frío. ;)avid dio un sal ro súbito y pegó un grito, diO queriendo huir y medio queriendo ayu• pero un instante después In fuerza fue ""lasiada y el muchacho voló par-d dcsapa-r Je su vista. Alcanzó a ofr el fantasmal --ro golpeándose y arremolinándose con' <S adentro en tanto era arrastrado a las -.mas del edificio. e hiro el silencio. Unos diez segundos deslvió a escucharelllonto, que se extenrante uno o dos minuto; para luego
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,
1~0 VUlVtU á UU lidUti ~u •v
intcrrumptr>C· restó de la noche .
'"1"' .,.
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La mente despejada y rápida de la señora Parkinson
E1
Jueves por la tarde la .eñorn Parkinson olvi6 a ayudarle al sciior Alveston con sus :areas domésticas. El viejo le cala bien. Le pa· -ecía divertidísimo <.¡ue el buen hombre hu· >era fingtdo una mimdita falda; arriba para ccr de qué colo r eran sus calzoncito:. a peoar ..t que ambos, en realidad, habrían sufddo "'lUCha vergüenza en el caso de haber sido en cno. El viejo había vivid,, una vida intere· .mte, erd gracioso, sabía un poco de tado y .JCho sobre alguna cosas. Era buena compa·
.a. -'\ Sis le recordaba un muchacho travieso -ap.~do en un cuerpo muy vieJO. La tíltima := .¡ue lo vio, cuando lo ;~compañó a hacer ,ompm>, se había aferrado " su brazo y
lemblaba como una hoja de papel, era ran
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· 1 le lnfr,ígil. -¡Cómo o;e siente uno en 1a ve¡ez. - ' hí¡o preguntado. .1 . -PHra nada distinto a como me s~ntía a os ··-"lo "1. ''UC todo terriblemente mas desgas· J IC -,¡,. . ~ wJo - le replicó. . bo Esta vez, la oeñora Sis trajo consogo una • rella de vino rinro , muní sa lado y ~t ros .. todo demro de su bolso. Ten1a tl'ntempoes, 1 en1 'ente para cuando terminan• de arrcg ar e '• 'ap-artctmento, • d ner el.. sac.~r un par e copas, IX> n ·mí y las nueces en unos pbw. y achO>parsc Jl::uos ame;, de volver a ca,a: Le haría mucho hicn al viejo ... y a ella tamboen.. Loenc:unrr.rría atrdcti vosi ruv•em unoscu~· rem a ''ci ncuenta años menos, pensabaS•s mientras espcrdba el ascensor. O si yo tuv ler~ cmcuenta añ<'lS más, ocurrencia que la h•zo bre•r . con ganas ¡usto en e 1·tnst•o " 11e, en el que se a ría la puerta del a.>eensor y una mujer cincuentona :oc aprestaba a salir con un perro faldero alzad.o ~nrre los brazos. La señora que salía miró alS os como si se tratara de una loca riéndose so a: No me molesta para nada estar un pehn horrach ita, pensó Sis. Pero el buen humor se le acabó tan pronto llegó al apartamento del sci'lor A lveston. El vn:jo tenía el :.emblame ccmzo y enfer· mizo, una p~lid
viejo co mprendió que el aparmmem o había >ido destrozado. Le tomó casi cinco minutos convencerlo pard que con un gesto impotente d seño r Alveston la dejara entrar. El viejo se sentó a la mesa, cabizbajo, observando sus manos arrugadas. Temblaba muchísimo más q ue la vez pasada. No se ha bra afeitado, permanecía en pijama y se vda, si algo entendía Sis, deprimido. -¿Qué le pasa, mi querido seño r, qué ocurre? -Nada, nada -
s,, le echó una
mirada al apHnumenro. .:n..is habla visto tamaño destrozo. Abrió su "-.l.so y sacó la botella de vino. El apartamento ~ría que esperar. La gente antes que el Qn, ese em su lema.
El >eño r Al ves to n esraba can afligido y cons-=do y asustado con lo que estaba pasando no quería hablar sobre el a•unro ... estaba .:-..uo de que lo encerrarían en un ancianato e enteraban. Pero una vez S is se puso en Roben contó todo. ¡Pobre viejo! Con :n estaba en ese esrado. ¡Destruía su propio u:amen ro y ni siquiera se daba cuenta de
hacía! ~·e' c:ur"'"'' lap,.,s - <.lijo S;,,
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ll4
-No logro entender a qué hora lo hicedijo el señor Alveston-. Quiero _decir, .¡ sa· limo> juntos, recuerda? Fue un d ta parttcu· lanncnre bueno, me sentfa muy bien. C reo que puedo recordar exactamente rodo lo que hice mt.:ntras c.tuvimos por fuer-a. Sin embargo, todo parece indicar que debí regresar, desba· raté todo, volví a salir y regresé de nuevo ... mdoparecc tan deliberado. Escomo si yo fuera dos ¡'el lo que implica volverse gagá, Sis? Perder completamente la chaveta. No quiero enlo· uecc rme. No es justo. U no pcnsarfa que 4 después de vivir noventa años volverse loco no ser fa mayor problema, ¡verdad 1 - Pür supuesto que usted no se esrá en lo· quecicndo, mi querido señor -dijo Sis, aun· que no muy convencida- . Si hahía de enlo· qucccrsc, ya habría ocurrido hace años. Bueno, cut!mcme. ¡qué más ha sucedido? El señor Alveston contó el resto de la lll>torta. Oía voces. Veía cosas. Vio un mucha· cho en los conductos de la vemilación, por e¡emplo. - ¡Un muchacho? ¡En los conductos de vemihtción? - Sr -itió resignado el señor A lves ton, y min) con el rabo de los ojos a Sis para ver cómo se lo totmlba ella. Era la primcm vez que le contaba esto a algull!n y aunque sabia que la cosa era ridfcula, ~ómo hulucra añúradv que doña Sis saltara de
la sill
obre Rul>crt. -Bueno, puc>... -dijo ella. - Lo explicaría todo - dt¡n d >Cñt>r Alv~-swn-. ¡Me enncnde! Untl> chic·~~ han cncoru r-~do la manera de metcr:.e a 4 uí y por <> ranro no soy yo el re>p
ahlc, son dios. Son ellos los que entran y hacen todas esras C
ns horribles. ¡Me cnttcndc, Sis! Dios mío. La cosa cm tmls gmvc de In que '\t> había pensado. Una vez comenzaba n a 1n vcma rsc historias fantástkas p
. Yuna ~=empezaban a creerse esas hist<>rias... pues, df¡¡ame. Dios mío, Dios mío, ul parecer A li:.on •tnía raz6n. Después de todo habría que ..,~resarlo a un h~tr para ancian4.b. -E., factible - insist ió d >cñur Ah-csron, e ya empezaba a tartamudear- . Sabrán .ando salgo y cuando llc:¡,'O. En l'>lc momento -..eden esrar all í metidos. E.cuchando roJo que estamos diciendo. Dtos mfo, Dios mío. - Pues, qué le dijera, sf, es po; ihlc - J ijo ~ • con suma cautel;,-. Co,as m:h extrañas n ocurrido, pero no es lll
us
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S l!i 81nt 16 t,uc ée le ¡lltttlncl eurtuón. - Mé ll~¡¡l' lo horn dd hul!llf tJUr1JIInchtM8, ;cierto, S li l Me he éúnv~rt klu en un pd lsru JW\1 mi mismo, ¡verdud l - Pue$ ... -diJo Sts ~un l~Cnth.lo pnlctlco=-, lu prime ro que dchl:mus hnccr es averl¡¡uor si es piJSihl( que sea verdad In que dice, luego n us preocupa re mos por lo q ue pued a estar oc u rriendo aquf ... - d ijo S is tocándose: la cnbczn-. Por In pront o , »Cll besc de tomar su vino - a¡¡re¡¡ó al tiempo que ello h nclu lo propio eon el suyo- , y vamos 11 ec ha r una mimda a la rejilla. Sis depositó su copa sobre la mesa y se d irigió a la rejilla; el señor Alvesmn la siguió tamba· lcándose un poco. Robert e ra u na cosita tan pequeña y frágil que la señora Parkinson debla c uidarse d e no correr ni brincar mucho por ahf no fuera a tumbarlo. S is ace rcó una silla a la pa red y se subió e n ella pa ra echar una mirada. - La rejilla es muy fácil de quitar, no es más que empujarla un poco -dijo Sis-. ¡Tiene una lintema! Pero ant es de que prcjluntara , el seño r A lveston ya habfa corrido por ella. El haz de luz pe netraba como un dedo a marillo al interio r del conduc to. N o se ve(a m¡ls que parches de polvo y mugre, pero fue <.'SO justllmente lo que a Sis le llamó la atención. Un d etalle del que, por lo demás, se darla muy hucna cuenta alguien que se dedica a la lunn1c:.1. F.l co ndu.:w dd•í;t<''!;lr '' todo mu·
g ricn w n todo limpio, pero éste mostraba 1m~ngulos Y rayo nes de r n lvo g r>•sie n to aq uí Y all01, tal Ycomo ocurriría . i a lguien se h ubie ra ,m astrado po r allí limpia ndo.,¡ mugre con . • >U prop m rop.~ . -. Pu<.~, cosa rara - dijo Si •. baj;índosc de la >~lla para e xamina r !;) p.lred deb;ljo de la rc¡1lla.
Y en cfecw, habí;l numc h<1s y marcas sobre
e1pape_l de colgadura y, ahora que lo pcnsab;~, r«:orJo41aber limpiado varias manc has negras J.- la pared co n un trapo húmedo la ú lti ma e: que estuvo allí. Corrió a la mes;! y se to mó " 0 trago largo de vin n. El ~ñor Alvesto n 1'1 ~ allí, de pie, jugando con el cordó n de ""'PIJama, o bservándo ln nervioso, pe ro ella no - !O nada, todavía. N() qucrfa que se h ic iera has ilusio nes. Quizá fue ra d mismo seño r •.1\'eSto n el que h a hfa recog ido el mug re :~uro d e los conduc tos y luego ma nc hado la <..J, ;cómo iha uno a sa hl:r' ... ero por lo menos ya re nfa una pista. Ayud
de ruidns
.
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exrraJ1us provcn ientes de los conductos. ~e le habla ocurrido 4 ue QUiz.-l ,,.tuviesen hncJcmlo arreglo> en d cJ ,ftciu, ¡o nc1 era a;H M•\s allá se m pó cun una mujer de unos cincucnt~ año> que se h:~bía jubilado tem·
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pran••· d -Claro que oí. E,cuchamuo wda suerte e ruidos --cl ijll- . Se trata de ruidos que llegan Jc !.1> otros apartamento>, sin embargo. Las Clh.l> QU~ a lcanzo uno a oír... la gente nu ~e imagina lü lc¡uo que viajan IU> ruidos a traves ,le In; conthiChJS. A lguna> veces se escuchan con tal chtridaJ
t t:ntcnJer biCn lo que dtccn. w~c• me gu>tMía hacerme ¡xqucñ.ita para poderme meter uhí y oír uxlo con el andad. No m•\> la o tra tarde ni ius alaridüs más esp~nrosos. llurriblc. Me preocupé mucho. -¡Y
~ una vieja mujer IIHnl
gatos y un lum. Se veía ubli¡,>ad; ,1 cubrir cun u n.o capucha la jaula Je la lOóll cad
''" '''"'"· F.l1.1 111 i,m
lu· rt~lullrulil~ y 11ll é\!juhu ~11 ~ll hti~qucdll >le nuevos términos parn cn~~l\orlc. O 111 ltlllo, 1111 ~m md3 qu~ unn huctuouncluntl tlliC hudtl C!lt paru Jlvcrl l t~c &oln.
- ¡Ah, d•· nmncru qu~ usf cs lu Ctt~u! ~di·
111- . H nhfnolvidu.lnlt~> vlc)o>l.llnduetUll.l~ mnnd~ >cllur en mi apartamctt tu. Y~~. de hecho, t'dtltnumcntc he
la vcmiluclti n. Yn [,.,
escuchado 'tudo ti¡xt de ruidos rattlS Jetnls de las paredes. Es cumu si alguien cstuvlern .urnstr.lnJu,c por nll f. Ett panicular lu. martc' ' los jucvc>, pur al¡¡u n11 cxtru~u rm(ln, -Correcto -dijo Sis-. Muchas ¡¡melas ~r su coluhomci6n. Es m¡ls, en el pi>o inmcdiatnnwnte dchaju, .:ncontttln una mnestra que se h11hfu tummlu d día libre y que le cun tcí unas cxrnt~us ocurrencias. Primem, una huta 4uc se pcnli<\, ..l tzquicrJa. Luego, 11 In semana sigu icnt<', .pa rec í•~ In izquicn.ln pew dcsuparccit'• In ~recha ... junto con el control remutn de l11 ·devisión y otro par Jc cosas. -¡Recuerda qué dfn s~ perdieron CS!ll> ~osas? - le preguntó Sis. Tras pensnrlu un rato, M~rfa, la maestra, ..re{a rcco rd;n que al comienzo de In semana, e martes, tal vez. Sis volvió al apamuncnto del scl'tnr A lves· - n, le contó sobre In que se habla enterado y e Jispuso u hacer su oficio. Furiosa co mo un
-..,.liscu.
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El segundo fantasma
cr acosado por un fanwsma no era para ..;.1 como David"" lo habla imagmado. Ah o)· ,,bia por qué la ¡:eme le tenia tnnto miedo -fdntasmas. Era porqut: los famas mas mis· estaban po:,eiJos por sus propios terrores Jo ese miedo 1<1> hada peligrosos. ¡Qué -'a este? ¡Quién era y cufil era >U verdadc· 11'1\brd Los f~masmas oon en vcrt!Hcl cu~n· .e misterio. ¡Oc dó nde venía y por qué .kdl>a por el edificio Mahogany? L1 cla· "'todo el misterio parecía recaer sobre d d señor Al ve-ton. ¡Qué tenía que ver ~.JSrn,t con él \' por qué lo odiaba tHnto? rantc los día> siguientes Dav id cavi ló t J,1~ est-as prcgunlas sin encontrar
"'·''· Dumnt~ la' n<'IChco, aguzahn el nfdn
para ver si de pronto alc:uuaha a ~scuchar la misrerio:..'l vo: o el llanro dentro d~ 1~ con· duetos de la ventilación pero no oyo nada. Qu izá el fan tasma se ha bfa ido a descansar. Era martes por b n1rde y Dnvid sahfa perfe.:· tnmcnte qué ''ba a ucurn' r !' 11\ pronto n~gara a f
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casa de ,,0 dra del colegio. - N o me voy a meter --Ji¡o para ;us aden· tros y tu~¡¡o repitió e n voz aira- : iNo me voy
n meter! El silencio fue todo lo ljUe <)bruv\l por res· puesta . pero se tratuba de un sile ncio con alguien por dentro. .. Bebió un poco de jugo y c ncend10 la re le· . . . p •ro dur·tmc tod <> d t ie mpo est aba V tSIOO C pcrfecmment~ consciente Jet espac~o oscuro detrás Je la pared que lo lbmaba. 1 ron to >t encontró hacie ndo esfue rzos po r cscu~har algo debajo del ><msonete Je la tclevtstón. intenwndo discernir u n ,usuno que, estaba segu ro, p ro vcn fa de los co ndu ctos. Nc alcanzaba a entender nada, pero estab• segu ro de que basraba con acercarse un poc< o quizá sólo con introducir la cabczndenw . del conducto, para que le fuera postblc Oll' lo qu~ quiera que el fanrasma intenr~b> decirle. A pesar de su esfuerzo, la re mactór fue más grande que él. -Sólo ... ¡ah , vamos pues! -<:xclamó. Se puso de pie, acercó el sofá :1 la p~reJ ~ cabe·n a la re¡' illa de vcnttlacn,.. <1cerc6 1 •• •• . ConnlV<' el alienrn \'ese uchú en >ilenc to. i¡:... l
- - ·- -
>U>urro! Ahí estaba, llamándolo, aun4ue todavía no .tlcan!
t
U alrededo r alcanzaba a - ur el regocijo malinrenctonado del fan· -a. David e>taba asustado; esta vez poc.lía ... ornr algo verdaderamente siniestro. ¡Ponerle trampa al señor Alveston? ¡Tenderle unas ~J
t:ñur Alve>ton c uando .:-scuch ó un ,, ' "' c'ralda,. Ru ido Je golres y """:... ' '\.\•
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traqueu!os lejanos pero acercándose n>n rnpklcz. David >é de tuvo, pan oli zado de te rror. -¡Qué JenKan ios C!t eso? - :,u!lourr\l. Y huho alguu:n m¡ú a quien no le ¡¡ust
. D~v id alcanzó a se nti r d mied o a su alred.,dor. El (X"<¡Ucño f.onnt>ma era pre:.a Jcl p;ínico. -¡Qué es e,o, q ué ocurre! -grir<'> Da vid, p<~ro el fama>llla nO CnntCSI
trn rse de ba rriga. La co"'• lo que quie ra que fuese, lt" pcrsegur,, y )"J les pisaha los m lunes. ¡Qué sería. otro fanrasm¡¡/ ¡Algún c mismio del inficm. cnviadu para llevarse ;ol fantasma de vuelt. Resollando y cuhicrto e n sudor, David ;e arra. traba lo mejor q ue podfa. Lt> peo r era no poJ.-. nurar hacia amls y, paro cuando llegó al con dueto q ue llcvabi! rrl a r a rnlllli!Jl(!J del scñ .A.Ivt..,tnn . va nn at!u.1nt
¡.;:.:=::.::::::::=-=-- ----.-----. -
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empinó de pies y manos y miró h~cia ~trás, alumbwndo cnn la linterna por cnrrc sus piernas. ]u>ll> ,, ttcmpo para ver algo terrible que se il!>
tcncia dura y delgada; hue>OS, pcmó L\wid; lo perseguía un esquc· lcto: del conducw vcrrical salfa un horroroso y naco hueso de antebrazo que además tapona· bala salida had:t ¡~bajo. Con otro grtl
tioso David .e precipitó a lo largo del tubo en dirección al aparra mento Jcl señor A lvc>ton. Daba alaridos. Gracias a Dios la rej tlht no estaba puesta. Asomó la cabeza y sintit~ que un pa r de brazos lo ;tgarrd· b
acaron del conducto de la ''entilación ¡xtrJ .m ojarlo contra el suelo pero, en menos de un segundo, ya se habí<1 ¡ncor· porado. Corriú en busca de la plll' rf3 y alguien se interpu>n en"'' ca mino. Se lanzó conrra la figura pero rcbottS como una pelma al dar C<1ntra ella. David, señalando la rejilla con el brazo, gritó: - ¡Ahí vtcne! ¡Déjeme salir por f.wor, ahí vaene! El señor A lvcsron salió de su dorn1 irorio. - Todo C>tá en la cabeza, muchacho - dijo el viejo, todntk~>e la suya con los dedos como ">upiera muy bten de qué estaba habl;mdo. Una mu¡er enorme se airaba frente a David: -Bueno, bueno, NUé e;; lo t¡tte C>tá pasando~ -t"'runh\ b muil'r.
Atrapado
D avid intentó buscar la puerta de nuevo pero ~sraba arrapado. Aún presa del pánico, se nle¡ó de la rejilla en la par~. Sis Parkinson gruñfa aliado de la puerro. El señor A lveston parpadeaba sin dejar de mirarlo. -¡Qué se hizo el otro muchacho? -pre· !!UntÓ David.
-¡ Ah! ¡Entonces tenemos que son dos los que están metidos en ~esto? -exclamó S is-. ;Y c.Smo se llama? Vamos, contesta. -¡ No es un muchacho, es un fantasma! -dijo David, pero le bastó ver la cara de la mujer para comprender lo inútil de su esfucr:o. Nadie se lo iba a creer. T,,( y como lo habla
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pcns;odo, rod~ la culpa recacrta sohre él. .. tod a <·nterita. -Lo< fantasmas no com~n ni se orinan por ahí -
Lln ha hta sido fríamente calculado. Sis se e nc;orgú dc lmnnwje porque ¡,, comprendiú todo de...le el primer momenro. Ll" ra
hre la p;orcd le hicieron ' 'er que .ollí h
t,m dic ho que las co>as rar
ocurrían los martes y k>s jueves. A l¡:una c ri:o{ura renta que meterse dentro Jd siHe mn d e ventilación porque n ingún lldu lw podrf¡¡ hacerlo. no cabria. Así, lo m~< prnbahlc cm que las cos:1s tuvieran que ocurrir c•oo las lwms después de cuiCJ!iU los día'\ lll:Utt-'' )' JliC\'~'· Ella y el señor Ahc<wn hablan estado a la c'rcm de cualquier ruodu 'entados en la sala. C uando lo.> nyerun, la sci\ora Pnrkinson le av!· "'al po rtero a través ,Jc surdMuno celular. El cowriú entonces al sút~ow en do nde tenía uno de esos larguísimos palu, flex ihle> y a rticulados que se utilizan rara deshollinar chimeneas y ¡,, había introducido pm Jo, conductos hasta ,1lc,mrar el o.¡uimo p1so. Fue .:.te artilugio ser· pc.mdo po r entre los tul>~,; clt¡ue produjo los
nmk>> que U:ovid cscuchtS, el mismo que ¡,1onbó la tabla que había ucjado amh de apoyo y el .¡ue proyectó la sombm e:.qudc!tica quo: lo llent) Je pánico. Cuno d1jo el seiior Alvcstun, tudo fue proJucto de :itl imagin.1culn. -E.t;ís metido en serio> problemas -le dijo muy >eria la seño ra Parkinonn , que a durds p.: na> k>gr;lha comencrsc paru no golpt'ar con la, manos al pequcfio granuj11. - ¡Qué problema! - preguntó D·dvid. - Problema de policía, muchachito, y espero que te e ncierren pam oocmpre. Va, a pasar .t \'OJ¡¡ saltando de correccional en corree. .:ounal. E.pero que ... - ¡Pem y qué pasa rcopecro al fantasma! -,.:imió Davod- . Les juro que 1,> <:>Cuché, que me hizo hacer cosas. H;~sra .:se tn•>mentu Sis sóln había si lbado .:.mw un basilisco enardecido pcru con esto exploró: -i~squeroso pedazo de muc!rgano! -gritó ' currou a manotear el aire rozanJ,, la cabe:a Je David. lo que quería hacer, y casi no..: aguantaba 1.1> gana>, e ra darl e su buena zurra pe ro tmb.ojando como lu hacía para los servici<~ "'x:ial.:s, sabía mejo r que nadie que pegarle a un niño sr que era meterse en prublcmas, Je m;oncm que ruvo q ue conrent:or>e con darle ,'\lll' al aire que lu mJcaba. Un.o \'CZ cerrado el onddcntc, el portero .un~\ JI <'Cl~I•LI \é;>.lúÍ .1lp.op.i de· [)a\'id de , 11
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cnn>ltltorio pam que v it1icro a hacerse cargo de ,u hijo y ahí sí que >C :mnú la gorda con su padre dando alaridos: -¡Cómo re atreve>! ¡Oh» mío, estás loco! -¡¡ntaba y luego le pedía mtl excusas a l señor Aln:,mn. Afortunadamente, p
ilcía rendrá que cntcr·d r>e - le dijl> con fria formalidad la ' e 11om Pa rkinson a Tc rry. -¡Crc<' que es absoluta mente necesario? - Pero por supuesto que es a bsolutamem c nccc·sHtio, ¡n en qué esHI pe nsando ?- replicó furiosa S is. Tcrry se amilanó frcme a ella: -¡No podríamos lim uarno> a los trabaja .. dore> ><.teiales (>algo a,f? -La ('<>ilcía. Lo> tmh•tj,ldorcs sociales. La pena de muerte. Lo que >éa. C ualquier cosa. Tnch> ¡untas. Usrcd, e ncñ rgue.e de mantener a c>e mué rg;mo lej os d e mi visrn. Y si quiere hacerle h
no pudo espe· rar más y arreme1 irí por el corn:Jor a las CS(;ale· ra .... Tc-rn=-·11! rr4-lfit:kí.un;l ·'''"'fl"'"·l. ~~mkb ;~l
pon e ro pero esre
ll
le c ncont rtí la menor
gracin.
- Ella rtene roda In r:mín, señor. Piénscln, hubiera podido marar ni pobre \'le¡•> -dijo el ('
ealems. Ya solos, Da\•id y >U padre tomaron el .\>Censor, d escendieron un piso y emraron a >U apa rta men to. Eo In ,,Jia, >Obre el suelo, ,,1 lado del sofá que D<w id hnhra utilizado para tre rarsc, estaba la rejilla que lo inc riminaba. - Exc tis¡¡me, rapá, lo ~icnll > --<.l ijo David, pero su padre gua rdó . ilcnc to. Más tard e, mie ntras Dav1d >é encar¡tdba de l.l\'ar los platos después de la cena, vio, para -u ho rror, que su padre c.r.1ba llonmdo.
La cosa no rerrninó a hí, por supuesto. Más tJrdc la pol icía hizo su apnricirSn. - A IIan
J e 'apoyo' 'lecesitaba David para sobre po ne rse a sus ~roblcmas. Tuvieron unH chari Hlmga sobre el ~Uidado que debía mosrrar por los d emá.s, 1~ ~('<msabilidad, etc. ere. El papá de Dav id se ~lendiú sobre el hcch u de que ,, 1),1\•id lo :·~d!an en d colc¡:io. Al"on ~e mosrni mprcn~iva .
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-¡No C>til luriosa conm•go! ·-1\l'egumo [),wid. -Sí, por supuesto que lo estoy. Lo que h•~bre fue una cosa horrible. Pero estoy
to, d caS<J p.~>aría a lO> tribunales. El pap;l de Dav id e>Wba completamente :mguotiHdo. No sabía qué hacer ni qué pensar ni qué sen m. Todo lo que .abía cm que estaba ,(c,t:sperduamente preocupado por su hijo. E,wha nuwcnd do de que t<>
tn hubkrn terminado cmmdo '" Jejó su c'pusa. ¡Qué cruz J ehía ser viv ir con alguien como él! Con razón ();wid se estaba metiendo en problema>. Un par d.: n
pués se acercó con ,ig•lo a In habitación de su hijo para ver si durmía bien. Era muy tarde; él mismo ya se había acooltl
usurros. Echó una 111 ir~H.I a . , D<w id C>taha de pie S<>hrc una si lla debajo ~.ll· l.l rl·pll.t . h,.· ),, .. cn1h i1H l •h de \'('tu ibcilln.
L<: hablaba a l hueco. pero lerry t\0 ¡ucamaua ·• oír rc>pucsra alguna. Ll conver,aci~)n, que 111,¡, p.u~>eía un mun,1logo, fue alg~l ,151: • -Y
David.
. - No me puede> ubligar. i DéJame en paz.1 - Dios mío, está hablando >olo -se dijo
d bí Terry. Incapaz de contenerse a pc:.<~r e que 53 a lue no ¡0 debía hacer, abrió la puerta de par ~n p<~r y entró d~ prisa. David saltó del asiento. -¡Qué está paoandnr -unploró Terry. -¡Nada! - ¡N adar ¡Le eor:l• hablando al conducto ,le la ventilaci(tn! - Es sólo un jucg(l. -¡Qué quieres dcctr. un juego! . . -Un juego. Yo le cuento cosas -.~:_nnó David. -¡Qué tipo de cosas! =-Secretos. -¡Secretos? ¡Pero alg\iién te respondía! -¡Lo oíste? - Nn, pero por la manera como hablabas ... Dios, Da vid, ¡qué está ocurrienJo! _ Ln sknto, lo oicnto pa¡Yá. Ya me po•.dré ¡,,. n 'ln re preocupes. T,Hy 1,, ayudó a volver a la cama y se ac,>stó :t .., 11 1 1 d~' un rilh' St· ,t•nría ,lt•..,cnn.;pl:t'-1'''
.
-
-·
devastado. David incómooamente acnsrado a su lado. Un poco más tarde, cuando vio que ,u hijo ya donnía, Terry .e dirigió en puntillas a la sala, se paró oohn: la silla y se pu>o a escuchar IM ruidos dentro del conducto de \'entilación, pero no oyó más que el viento circulando por el edtficio y Jo¡, murmullos asordinuJo, que subían de los aparramemos de los dcm;ís. Entonces, al padre de [}avid le dio por que Jebían hacerse amtgos Jel viejo. O.:spués de todo él era el que habla sufrido las consecuencias. S i el viejo decid la que David estaba bien, que todo había sido un incidente excepcional ' aiSlado, quizá la pulida no presentara cargos en su contra. Tanto Sis Parkinson como la trabajadora «
ita pan1 ped irle CXC11sas siempre y cuando Terry estuviera present e también. David tampoco estaba muy cntusia:.mado t..On la idea. No había olvidado, a pc.:tr de que ~tora sentía lástim., pur el viejo, que este lO·
.bda p<xlfa ser un nsc~i no. ¡Qui¿n podfa saber ··mn hahln sid,, l'n su juvemud? Y c•wba
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u,..l.wía por resolvcrsl! también quién era el much~chu fa masma ..¡ue lo rundaha. P.:r•' Terry 1 ·11! man~ra que al ,¡¡~ ,igutl!nte, .111 ~:; ' t ' tt' "t... 1 d c>pués dd co lcj!iO, Davi,l y su pu< re se pn!-..!ntMon con un.• caja d e bombon.:>. '' m~. fl~,.lrc:. y un41 tnvitnc it)n a ccnrtr para d dta sígui~ntc.
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. ~ El vil!jO abrió la puerta y lus o~~rvo en ,il.:nci
mrt.unudear :,U~ CXCUSélS Slt1tien~o.h) n SU pc,Jre de f'I,C, a ::,U;, cspHidas. No ér
nces scnaló algo ckrnls de Dav id y c uando .:stc se diu vuelta p.m• ""r d.: qué,.. tm[¡lb:.t, d ,.icjo cbvó con ,,,..las sus fuerzas e l ba>tón ,obre d dcdn gc>rdo dd p ie dd muchacho. - Eso va por h aberme ;~:>u:.t.tdo. Nos vemo> m:u>ana -¡:riró c1 viejo y le r i ró la puerta en h1~
narices.
·Qué Julor tan c:.panr•oo! l).wid daba :;alttl>
\ .:ullidn> y ¡~lcan:6 a oír al ,cñor Alvestnn n é nduse detrás de la pucrw . . Sin cmhargc), d p-dpá de David .e mustru ,.,n,fech n: - iAj;\, cometió un c rmr el vit:jo! Lo qu~ .tC
h'n~.:r t!"....,l ";tn;l C"n ~.t ..
manos por • • a.:aso, ¡no te ¡xtrcce? --concluyó Tcrry. A 1día sigu il·nte, cuando d viejo se prc...cntó l"lnt la cen a, pidió cxcu.:1s por hnbcrle hecho Ja~o a David ... expl1c6 que sólo había qucrir.Jo ·engarsc, cos;t que l),wiJ entendió muy bien . El viejo se :.cmó a la mes;• temblando como un pajarito n·cién salido del c11scarón. Onvid no.t ptxlía creer lo rudo y malo qul! había sir.Jo ~ ·n él. El :.ci\<>r Alvc..wn cm de constitución •.m frngil'que le Jaba a uno la impresión Je ~e más valía pasar de puntillas a >ll lar.Jo ""''rquc, de c,rrcllarse contra él, se podía .Jehrclr en p~..:druos "' caer para no levantarse
.-..unen rná:.. -Sólo le l~tltan cuatro añ<» pnr~ cumplir ~~n y recibir entonces un te legrama de la ""~m,l , señor A lvesron -
eñor Alvcs tl>n. -¡No quiere rl!c ibi r un telegrama de la m,l 1-prc¡:umó David. - Ah, eso me t iene sin cuidado. Lo que no - .ero es llega r a ser nm viejo. Nu me ¡¡u>m lo .t o que ya soy. -Me¡orque la orrn alremmiva -dijo Tcrry, nendo Jecir estar muerto, y sonrió si n ICCiÓn.
-,Eso crcc/ No sé, csroy ran cansado. Todo .ndo quiere v ivir p
<m rió m iran' 1vid-
·Pero c-c, lllt' J'l l\ 1r(:h
l'lll l'l Hl\·rll l?
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Eres tan joven. Cuando uno llega a mi edad, las cosas cambian. David csrah<• fascinado con la conversación. -¡No le gustarín llegar a los cien años 1preguntó. -No, no, la verdnd que no. Disfruté la vida m..lo lo que quise. Sabe. una co:.a, David, todo cl1nunc.lo te die"' cómo debes vivir, pero nac.l •e c6mo morir. Toda la gente que conocí en mi juwmuc.l ya murió. Incluso la geme que llegué a conocer de viejo ha mueno. Ahora que esroy tan, tan viejo, me gustaría acompañarlos. Se hilO silencio alrededor de la m~S
cosas. -¡Crct! en el ciclo! - rregunt6 Dav id. - No. Cuando digo que quiero acompañ.u· lo-, es sólo un decir. A la gente no le gusta hablar sobre la muerte, por eso dicen desean><> en la paz del Señor y estará con sus seres queridos. Pero mi111, estamos molestando a tu pará con esta conversación. El scnor Alvcston resplandecía. Parecfa J.!UStarle cscandalj¡ar a la gente y conti nuó: - Tú eres ¡•wen, no tienes que pretx:upane por esas cos.u. Yo ya tengo roJa mi vida detrás y tú la tienes por debntc, así que no hablemos de la muerte, ya te he castig;~do lo suficiente. Y:1hora >Í, te t~ng<> una pregunta: ¡qué te llevó a meterte dcmro de los conductQs de la vemilnciún! - ...no sé.
-ucoc scJ' mu¡• ogcuro aut. No un buen lulfolr para jug~r. David observaba al viejo con atención Ya le habían hecho esa pregunta ames: su p.;p,í, la polrcfa,la fl11bajadora social. Hasta >u mamá, .\f.¡rfa, se lo h.lbía preguntado cuando llarlló por teléfono unos días atrás. y no había uno ><>lo de ellos allJue le pudiera contestar con la ''erdad. i Un funrasrna! ¡Qué pensarían de eso? ~e no era más que una excusa, quizá. 0 pensarían que se estaba enloqueciendo. y quizá eso era lo que estaba pasando. Sin embargo, ahora que tenía al frente a este ,·re¡.o, cansado de este mundo y pensHndo en el stglllente, que sabía tanto sobre la vida y que de. pronto hasta quería morir, se le ocumó a Dav•d que c.¡uizá a él podía contarle. ·Qué rensarfa ni respecto! Pero allí estaba Terry, escuchando, de manera que David optó por .acudir los hombros y decir que no sabía por qué.
:ero
se lt: prc>enró ott11 QportunidaJ, poco m~ ~arde, cuando su padre fue a la cocina parn rr,arar la crema par11 c1 pudín. -Señor Alvcoron -di¡·~ ·u red crecen ~,¡ •
rann1:smas! El señor Alveston lo miró con ojos temblorosos. -¡Por qué habría de creer en fantasmas/ -preguntó el viejo. - . Porque yo vi uno. En la ventilación. Hay un tnnrasma en los cnnJuctos.
139
d rccuct\lo ~mbado de una gente que \::u111nll Y h
- ¡Qué tipo d~ fantnsma! - U n mucha~ hu, como yo. El viejo pcn rel="nofollow"><í muy cüncentrado . .
-l~uis
:
140
:,Cgunl que
no fue un
JUCgd
l'Xrraordinn ria
d.:
,._nubm> 411e t~ hizo una mala pasnda! -il<> \'a! H.abl.i con él. En este "''""'"no cst<\ allí -diJO David ~ñalanJu con la cai'<'Z
t> -.;lijo el sca'lor Alvcstun Y ..onnú-. ¡M~ lo preguntas porque crees \.IUC . •
1
yo pr\ H"'h"' nlCconvt!rUre en uno.
n.avid '"'"'''la prcguma. . - A 1 par~ccr no hay fAntasmas Jcmasamlo viejos - dijo 1}.wid. El sci\nr A1wston s~ rió. - No, .,5 d crto. No los hay. iFanHI>!11fl> con ba>t.Sn! iF:uua ..mas con caja-; de dientes! -:-ex· dam{• d v ieJO acomcxlándose en su s allo Y rc>
, pucs por lo menos yu no me pundrí.a a csp;mwr ,, n.~
qué 111 ., fuma! --prc· ¡:umú n.wid . - A los niños y los mue h ache» s iempre les h.m interéS
C;Isi•>nés el\ las que aal vez""' haber vbtll un f
sdc n;cu~r·
~l,l~. Cumld(' e:.Cltchas músÍCH en una ctnta n~. e' m.h qm: d n:cucrJv de una gente 'l"" tu.:• m 1'1, 1c·. 1 { ·u.ul~l,, mir.•' un ' h ll·• •. r11 l ,.., m.,.. '1'
t l lll" un.1
m.iquina. T; 1r ve: n
\•uc lt t, d fC'g l,tn) .._1~,. nuc... tro.. rt:cucn.lo:-t ~m qucr~r. o qw:~i 1nclu'" l ,,prim1m,,, de vu4..•ha f,J, rccucrJn~ de tU rth , 11, \'C(~S orrim imo~
\.k•
Jamlh cucntt:•. Entnncc:,. ~~un u ve un rct..th:r·
J,)
'IUl' , ... rlh:, 4t11:c.í p1cn:.c (.)Uc e' 1111
t.mt.t~ma.
¡Xle.: entu:nd~..,!
l);w ad no <">laha 11111)' >cguro de hahcr cntcnJidn. Su padre \\llvió e,m d P<»trc y la
cr..,·ma. - ; En ese caso d fanr asrna harf(l In mbma ("(h..! tfl)¡l )'PIra Vt':?
- N,, 1. , .'\é. L, ~~en.·:-. humano.-, .Sl>lllO,'i mt1cho m.i, ex traordin arios 1' m ar,av illnsos que las m.lqumns - rq,iri•'> d viejo lam,índolc una .... ll'\rt:\.q a Terry- . Su hiJO u ene un p;-.rdc Ctbrl~ nrt..·rt:~anlc-~ qué Jecrr.
- ¡En scrinl -pregunrt1 T<'rry }'• la vcrJ.1J -ea dicha, si e><>'"" cacrto, el p.ap:í de Dav 1d - 1 ..e h <Jhía daJo cuenad. El scñ,lt Ah-c.rnn Clllf't'ZÓ a C<'"lCrsc >lt uJín pero a medio C11 111no
cmado rn arnndo el .no. C uando l'>.wid le hizo utr.aprcgunr;l, a1L• llltcsrll. - ¡Scaior Alvcsf(on? ¡Scí'íor A lvcMnn ! -<..li David.
-¡F2uél ¡Qu~ pasa/-Jijn el vicjn. -Soy yo, David. ¡Scii
y muy cam:adn. M 11) tilltJ,'ll
1~1
dijo, miró a David y frunció d ceño como SI no estuviera muy seguro de qué estaba pasando o dónde estaba. Terry le alcamó el abrigo y le ayudó a poné~lo. Antes de sahr d :.cñor Akesron .e thng•ó a David y le diJo. muy ..:no: -Me pegaste un sustO horrible, lo sabes. Creí que me estaba enloqu~ciendn. 142 _ Yo también -dijo David. Cuando volvió de acompm1ar al viejo hasta >U apartamento, Terry fclicir6 a su hijo. -Hablaste con él --J1ju--. Tuviste una conversación. -¡Y qué con esol -Que me gustaría que a veces hablaras conmigo. Y no como si yo fuera una pared que es lo que sueles hacer. lncreíbh:. ¡Una convers~ción como Dios manda! Terry no se había dado cuenta del mucho tiempo que había pasado uesdc la última vez que él y David se habían echado una cháchara >Obre algo. Estaba celoso. - i Una conversación como Dios manda!repitió. -¡Cállate, papá! A l día siguiente encnntraron una nota baJo la puerta en la que se a¡¡raclccfa la cena Y pre· guntaba si a David le gustarfa pasarse por al! de vez en cuando para charl,~r. -Más indicado sería que pasaras a hacerl:. un par de uabaj iros domé.ucos -dijo Tem - C o mndi!!a' ....._¡¡¡., n.•v•d.
A migos
Durante las semanas que siguieron David _;vo que ocupar casi todo >U tiempo libre . .dos los miércoles, después del colegio , te· a <.!U<: 1r donde d psicólogo mfamil. ToJos VIernes, Alisan, la trabajadom social, vea verlo a él. Las cosa. me¡maron en el co• >porque los profesare> >C cntemron de lo h.1bía ocurrido en su casa y tomaron me· '.contm los que lo agredían. Con tanta 1lC16n puesta sobre él, David empezó a senm~JOr respecto a la vida en general. Que· sm embargo, rodavra el a>unro de lapomerodeando en el aire . • 1 fantasma. ;Estaría t<xlavía :~llí, escontras l¡, pared? Después de <Jul.' lo pillaron,
[),,vid hahín nídu al (;mmsma gem ir un par d~ v~-c.::t.
~~~
E1, l nr:ts t.'ICH.,iones, alcanzah·.::~ H pr~.:,cnti r
al f~u'\tH:,IllH c~pcranJo e• L[Ut!' David vulvicra Y le hablara. Había imcntadn ignurarln pcru ,ucumPI<Í) rcmlinó por ir a hablad~. Fue prc-<:1• ....11 ncnh.: m.¡udla la cnnversación que Tcrr)' ,·,cuch
rna hahía qucnJn que volvierml junto!'~ al apc1rt,t .. 111Cill
,,,lf:¡ J.!U>t.>rlc meterse all í con ~ l. - A ih >m ya no-había repli-:<1J o D<>vid. El (:1nrasma le aJvi n h> que si se negaba a IKlCerlu, h:~ría algo en wrdad terrible. - Apue>l
hacer ><>1<> - k h:~hb dich•• David. A csro el fama,ma dijo cmonccs que lt• m.>t.lrfa, :•1 v1ejo o a él. - ¡A m{ no me arnena:as! -había cxcla· madu David. Tienes que venir, hahía insistido d fant:l>l113. - No me puedes oblig<1f. ¡Déjamc en pa: -replic•) David aquella vez. YcH:tha al errado con la posibilidad de qu< d f:~nrasma pudiera en realitbd hacerle dañ• al Sl!ñ
una escalera sellando el hueco en Jondc había estado la reji lla de la ventilación. Habían rapado e l hueco y lo mismo habían hecho con el de su habitación. Más tarde descubrió que los conductos del apartamento del señor Alveswn los habían tapado también . Ahora David se preguntaba cómo sería la VIda del fantasma allí dentro. ¡Quedaría atrapado allí por siempre jamás? No estaba muy convencido de que unos pocos ladrillos y yeso ~ernn suficientes para mantener a raya a un tantasma que quisiera entrar, pero el hecho es .:¡ue aquella noche, y la siguiente, y la q ue siguió Jespués ni el llanto leve ni la voz susurrante Jel fantasma perturbaron su sueño. David comenzó a creer que el fantasma hnbfa sa lido Je su vida para siempre. Dos o tres veces por semana visitaba al señor -\lveston y lo ayudaba a pasar la aspiradora o acompañaba a hacer sus compras o simple· -.ente a tomarse una ta.2a de té. Su padre habfa W~e~ado muy claro que era una obligación pero, ;;e hecho, David se divenfa haciéndolo. Nunca sabfa en qué estado iba a estar el señor • ,·cston. Y había vivido una vida 111n incref· .lmlente larga que estaba lleno de anécdotas deas. Uno nunca sabía si iba a estar aburri · 'f, fascinante, silencioso, brillante o simple-.mte chiflado . día, en el que resolvió hacer pasteles de ~o para la cena, los hizo con harina, azú· uvas pasas, cáscaras de limón y luego agregó ;:w de la ras de sardinas para revolverlas allí.
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David estaba hoqu iahierto, no lo podia creer. Jamás había visto algo igual. El señor Alvcston .onrió con confianza para tranquilizarlo al nempo que batía las sardinas y David no tuvo más remedio que sonreír de \'Uelta. perplejo. QuiZá se trataba de una receta que hada muchos pero muchos años había sido muy conocida. Fue sólo hasta cuando el pastel estuvo terminado y se ca lentaba en el horno que el señor Alveston se dio cuenta de lo que había hecho. -¿A qué huele tan raro1-pregunró-. Es como si le hubieran puesto pescado a un pastel de frutas. - i Bueno, pues justamente eso es lo que acabamos de hacer! -exclamó David con una carcajada. Pero al pobre señor Alveston la cosa no le pareció graciosa, se puso tan triste que lo inte· rrumpió todo. Aquella fue la primera vez que David comprendió lo que todos querían decir cuando afirmaban que e l señor Alveston estaba un poco tocado del ala. -Otro lapsus --
~
--·---- -·
.::>111\ot\.l:lsenor Atvcston raspaba el Irasco de la mermelada de naranja con los dedos, sacudía los del té y el café sobre el suelo y luego escarbaba el revoltijo con las manos. Los ojos le brillaban, como idos. David lo ayudó un rato pero luego se excusó Y fue a buscar a 5u papá. Terry ayudó con del icadeza al señor A lvcston para que se pusiera de pie y luego lo limpió un poco pero David estaba muy impresionado de ver al viejo en ese estado, sin la menor idea de quién era o dónde estaba o qué ocurría a su alrededor. Al día siguiente, estaba de nuevo normaL -Soy tan malo como tu fantasma --
- - --
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~IUd IIIMUI Id !)UUU:: llll ~I I V qt.t\. ~VIItl
lrle a algo en un rincón donde no habf;~ ,Jn y otra S•lbrc um• oca>ión ~n la que, mientras deambulaba por un jardfn, muy tarde en la noche, algo lo agarró del rohillo. . - Pero cuando me llevé la mano al robtllo, no habfa nada allr. Dijo que luego tuvo c1uc q uedarse qu ieto Y de pie casi die: o veinte segund~ ame' Jeque lo que quiera que fuese lo dc¡ara tr, sm hacerle daño. - He ahf una cosa de los fnnra,mas, al parecer nunca le hacen daño a nadie -;~gregó. Pero aun él, e1 sei\or Alveston. que hahfa vivido ttm larga vida, no tenia unn historia que se compardra con Ja de David. U n fantasma que hablaba, que destrozó el lugar, un fan~asma q ue tenia cara. ¡Quién habfu oído hablar ¡amás de algo así? David no sabfa a ciencia cierta qué tanto crefa el señor Alvesron su historia pero, buen viejo que em, lo había más que perdonado. David le cafa bien. El viejo habló con la policf~. Les contó que David Jovisirabacon frecuenCia y que le echaba una mano con las -~nm~ras Y otros tmbajiros. La polida re.solvto de¡ar el ~sumo de ese tamaño, de manera que David salió muy bien librado con una mera advert~ncia. Todo marchaoo muy bi~n V cnr0 nces, la llmnada telefónica .
1~
El rcléfono sonó el miércoles t1 l,ts siete de 11 , ,. he. Terry y David c~tahan comiendo \'
David prc:;intió en el acto que algo andaba mal. Su pndre colgó el teléfono y se dirigió con pasos largos a la puerta. -¡Qué pasó? -preguntó David. -El seilor Alvesron sufri<'i una calda. P¡¡dre e hijo corrieron a las escaleras. La puerta estaba cerrada con seguro pero ¡¡ )can· :aban a oír al viejo gimiendo débilmente al otro lado de In puerta. Terry tenfn la llave en el bolsillo ... el señor Alveston le habfa dado una ¡usto en cnso de que se presentara una ocasión como esta, y la puerta abrió sin problem11. Lo que vieron fue undes.'\Stre. El lugar habfa •tdo arrl•sado. Encontraron al señor Alvesto n tirado sobre ~1 suelo en la cocina, la piel cenicienta y la cara y las manos ensangrentadas. Lloró del Jolor cuando Terry lo incorporó para llevarlo a una silla en la sala. El aparmmento estaba .lestrozado. De las paredes no colgaba un solo ...sadro, ni un libro en las estantcrfas, ni una ~ decorativa ni an florero que no estuviera ""tO. Hasta los muebles los habfan destruido. o pareda haber pieza en una sola pieza. El ~lo estaba cubierto de vidrio y porcelana ca,los cajones desocupados, de la chimenea .Ka salir un escape de gas. Al sentir el olor, -...-rv se apresuró a cerrar la llave. La mesa patas arriba, la nevera caída de costado. .J comprendió dos cosas a la vez: uno. que amasma había regresado y dos, que lo
::1rfan a él. -~o fui yo - le dijo n su padre.
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- No fue David -asintió el viejo. Terry ya estaba pidiendo por te léfono una mnbu lancia . - ¡Está seguro de lo que acaba de decir!le preguntó Terry, por encima de los hombros, al señor Alveston. -Absoluwmente. Estoy ;c~uro de que el muchacho que lo hizo estaba todav ía aquí ISO cuando yo llegué. T~rry se concentró de nuevcl en la llamada telefónica, pidió una ~mbu lm1cia y. lanzándole una mirada rara a su hijo, pidit1ramhíén por la polrcfa. Mienlras Terry se ocupaba en lo suyo, el señor Ah·eswn le pidró " David que se acercara. Posó la mano sobre el hombro del muchacho y, con una mirada despavorida, le dijo: - Lo vi. .. a tu fantasma. ;Entró aquí como b s Furit1S! Pensé que me mamrf<~ , David. -Gracias, gracias -dijo Dav id. Estaba ran aliviado como impresionado. Abratócondelicade:a al señor Alvcston, luego apretó tan fuerte como pudo y se echó a llorar.
La puerta cerrada
-¡Qu~ cochino y muérgano chivato ! ¡Qué
monstruo! Atreverse a venir y visitar hasta que ya lo recibían como si fuera de la casa. Hacer· se el amable y el si mpático. Y una vez logra salirse del atolladero en el que se había metí· do el angelito, una vez que ya tiene todo per· fectamente arreglado, él y sus espantosos com· pinches vienen y arrasan con el lugar. Es asqueroso. ¡Deberían pudrirlo en la cárcel! S is Parkinson y Alison Grey estaban de pie en medio de las ruinas del apartamento del señor A lveston·. Ninguna de las dos había visto nunca nada semejante. -1::. im!XISiblc que esto lo haya hecho el >erior Alveston por sí solo, ¡verdad? ~ijo
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'
tSJ
Altson urey con aesconsuew- . t\tgutta> n•n•, lo hacen, como imagino que sahrás. Ali,on h~bra llegado a tomarle afecto a 1)add en el curso de las últimas scmann.~. Llegó ·•1 ,.n,.tr incluso que se habían hecho amigos .: ly él 'eiior A 1vcsron. Pensar q ue el muchacho había entrado y hecho esto era un golpe d urí· simo a su fe en la naturaleza humana. A S is se le aguaban los ojos. -¡Cómo ~e atreve? ¡Cómo diablos se atreve?
Los muebles tumbados y patas arrib~. Una de las patas de la mesa de centm habla sido arnmcada y luego la clavaron Ct>nrra la pantalla de la televisión. Una l:hnpam metálica de pie la hablan doblado por la mirad. Hablan sacado los cajones, desparramado corno basura lo que contenían 1' luego arrojado a donde buena· mente cayeran. Era como si una. furia de la naturaleza, de cs~s que se desatan en los desier· tos o en los barrancos profundos o en las profundidades del océnno, hubiera entrado al apartamento. ¡Cómo era posible que un anciano, de casi cien años, hubiera podido hacer algo asfl -Si el señor Alvcston lo hizo, entonces debe tener alguna pócima muy especial que toma cuando le da por destrozar los muebles y, en ese caso, ya quisiera yo un poco de ese clíxir-dijoSis. A lisan se estremeció. ¡David había parecido tan buen muchacho! -Oye, ¡pero pudo hacerlo un niño de doce
ai\~, por
b misma medida! ¡Mira esto! -Jijo,
:1l ttempo que recogía In lámpara e intent.tha cnder=rla haciendo palanca con la rodilla. en vano--. Si no puedo yo, mucho menos un niño. Como la cosa más natural del mundo Sis le quitó la h\mpara a A lisan y la enderezó con un solo golpe de manos. - Tenía su cómplice -dijo--. Un mucha· cho más grande. Un adolescente. Y ese debió ser el muchacho que el señor Alveston vio. - i Pero David estaba marchando tan bien! Todo el mundo coincide en eso. En el colegio. En la casn, su padre ... - · ¡Ese pelele ! - Los informes del psicólogo infantil eran excelentes. - ¡Los psicólogos! me perdonarás mujer. no tengo nada contra los servicios y los trabaja· dores sociales, pero lo que ese muchachita necesita no es la oportunidad de sentarse a hablar horas sin fin sobre si mismo sino un buen pa r de chanclctazos en donde sabemos, eso es lo que necesita. 11mbraron a la puena. Alisan fue a ahrir sorteando el desast re con paso cuidadoso mientras Sis recogía los libros en medio de los e<;<;o mbros. Eran David y su padre. Tan pronto Sis reconoció sus voces salió como un huracán: "ó-G -, u. --gnt . usanito rastrero, ¡t.: ga·
·r•
nasre su amisrad y ahora vienes por más! ¡Lárgate de aquf!
- - ---
153
- El señor Alveston le ha pedido a David que por favor... - ¡No quiero oír una ~ola p>llabra más! esra lió Sis, y una vez más empezó a dar es· rraf. 1l~rios golpes al aire deseando poder poner sus m'mos ;obre David pan1 hacerlo aí\icos. - ... le pidió a David que por fa\'Or le llevara un álbum de fotografías que debe estar aquí 154 en el apartamento -rerminó Terry con voz firme. --Si usted cree que ese mocoso va a poner sus pies dentro de este lugar... - Vamos, Sis, basta, cálmate -dijo A lison. -Mira, Alison , yo no soy una trabajadora social y por lo ranto no voy a pennit irque este pequeño y espantoso psicópata arruine la vida de un viejo decente sin que yo haga nada al respecto... -Cálmate, Sis, déjame que yo me encargo de esto -dijo Alison y se dirigió a Terry-: Me temo que no puedo dejarlo llevarse nada sin una autorización escrita. - Pero si me lo dijo a mr --dijo David. --Sí, le pidió el favor. Quiere ver algo dijo Terry asintiendo con la cabeza. Alison soltó un suspiro. Sentia a Sis bufando como un toro a sus espaldas. -Lo siento, no pueden llevarse nada. Voy a decirle qué voy a hacer, sin embargo. Díganme qué es lo que quieren y yo, person:~lmente, se lo entrego al señor Alveswn -
dijo y, subiendo un poco la voz para beneficio
de Sis, agregó-: Ahora, si él buenamente a,í lo desea, podrá mostrárselo a ustedes, supongo. -A ese muchacho no le debían permitir entrar ¡11 hospital --dijo Sis apretando los dientes de la furia-. i Es en la cárcc 1 donde debía estar! ¡Con otros delincuentes! David quiso refugiarse detrás de su padre pero hizo de tripas corazón, no cedió terreno)' explicó que se trataba de un álbum de 155 fotografras, m;ls o menos del tamaño que tiene una hoja de carta y con una cubierta en rojo desteñido. Y corrió a buscarlo. Terry se quedó atrás, esperando. -David dice que no lo hizo y yo le creodijo, desafiante-. Estima al viejo. - En ese caso no hay nada en lo que no crea --d ijo Sis-. Ahora, si no fue David con seguridad él sabe quién lo hizo. ¡No pe~ará que se trata de una mera coincidencia, verdad/ ¡N o me saldrá ahora con que una manada completamente distinta de vándalos terminó por lleg<~r cxacramente al mismo aparta memo y que lo destrozaron porque sr, cierto/ Porque S I eso es lo que me va a decir, déjeme decirle que la verdad es que usred es aún más tonto de lo que parece. Diciendo estas pa labras se retiró, recogió una maraña de vidrios rotos aún pegados al marco de un cuadro y lo expuso en alto. Terry sacudió los hombros. -No fue David - repitió y se largó de allf. Todo lo que sabfa era que David dijo que no
In h 1l•ía hcchn y que el sro'or Alvcston elijo 111 1 '·"·1d no lo había hecho y no era hora '""' en JuJa b palabra Je ninguno de 1unquc
él
mbmu no c~tuvicrc-t tan
1 " 11<xlía creerle< o no.
1<•
1:.1 ,..,n "Alve,ton no había ,ufrído lesiones tn:>yorc~. Nada Je hueM" rutn' o cosas por el , 1 In l labía sufrido una .
En d tr.mscurso de la noche comra¡o una infccuón pulmonar. l<J
Jguicntc, la infcccoón se habb convertido en neumonía. Y pronto pesaba >Obre él la posibilidad de que nn sobrcvivicrn hasta el fin de semana. David no lo podía creer. Cuando lo visitó en el hospital al día Sig-uiente de los hechos, el señ<>r A h·c,ton esraba páhJo pero no parecía muy enfermo. David le había traído uvas y libros 5acadas de la bobliotcca púhloca con letra grande para que los pudiera leer... el señor Alvcston no podía con la letra menuda. Habían hablado con ent usi¡osmo sobre el muchacho fantasma y lo que este había hecho lq que ~tgnificaba todo aqwllo. El ' eñor "Ston c'raha seguro de qul' con,>da al 1.11 1sma --o me¡or, de que alguna ve: lo
c'm JCIÚ- ('(:ro por más csfucr:u que h1zo no puJ • rccunl.~r de llULén •e (r.l!ilh.l.
- Alguna vez lo supe, estoy seguro. Esa cara me solla ser tan conocida como la mla. Pero se esfumó, del todo. ¡Qué cosa más extraña! Fue en ese momento cuando le pidió a Da,·ld que por favor le trajera el álbum de fotografías del apartamenro. Estaba seguro que allí había una fotografía del muchacho. Quizá incluso estuviera registrado su nombre. Pero, al día soguiente, cuando David volvió para averiguar si Alison le había entregado el álbum, el señor Alveston estaba tan enfermo que no se le perm itió verlo. Al comienzo, nadie quiso explicarle qué ocurría. [)a,·id se vio obligado a pedirle a su padre que por favor llamara por teléfono. El señor Alveston estaba en cuidados intensivos. -La neumonía, a esa edad, puede ser muy grave. Es posible que no logre salir con vida - le dijo Terry-. Y no hay nada que podamos hacer. Y como si eso fuera poco, la policía volvió;¡ golpear la puerta de David. Esta vez el problema era mucho más grave. En este caso, se presentó una mujer polida... mucho más amable que el oficial anterior, o por lo menos así lo pareda. Quería saber en dónde había estado David mientras destrozaron el apartamenro. -Estaba aquí, conmigo, cuando recibimos la llamada -se apresuró a contestar Terry. -Esta vez no fui yo -insistió David- . ¡No se lo dijo así el señor Alveston 1Él mismo vio a otra pcrwna.
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' uchacho dentro del apanamento. Pero
,, no sabemos es si estaba solo o no, David. . \1' •m, a juzgar por el estado de las cosas allí, • , ra rece indicar que había más de una 1 rsona involucrada en los hechos. ilJe manera que así era la cosa! Creían que David también había estado ahí, escondido. - La puerta estaba cerrada con llave -dijo la mujer policía-. Las salidas de la ventilación selladas. Quienqu iera que lo haya hecho tuvo que echar llave al sa lir. Sabemos que aquí hay una llave, al cu idado de tu pap;1, ¡sabes de alguien más que pudiera tener una llave? David chasqueó los labios: -No, ni idea -d ij o, y comprendió de inmediato que nadie se lo iba a creer. -P ie nsa -dij o la mujer po licía con frialdad. ¡Pero qué pod ía decir? No podía dar la explicación del fantasma. ¡Quién diablos iba a creer semejante cuento? Esta vez todo estaba muchísimo más complicado. Como la mujer policía se encargó de señalar, el pobre viejo podía morir por la caída que sufrió. Y este delito tenía nombre: homicidio no premeditado. Unos pocos peldaños por debajo de asesinato, de homicidio a secas. Dav id pasó la semana que siguió en estado il .;hock. Y también Terry. Estaba aco,.tum!-raclo a ver a David metido en problemas. pero esto era distinto. Habló con la policía y habló con Alison. Esta última lo tranquilizó un poco.
-L.J ;,t;UUl 1""\.l Vt:~ LV ll UlJU 4UI:- HdUld VI:,LO d
otra persona y que no era David -dijo Alison- . La policía ha tomado muestras de las huellas dactilares y examinado el apartamento. Si David está diciendo la verdad, no t iene nada que temer. Con todo, sería muy bueno si logran dar con el jovencito responsable. David pensó para sus adentros que eso no iba a ser nada fáciL Se convertiría en el primer fantasma arrestado en la h istoria de la policía. Si el señor A lveston llegaba a morir, ¡quién lo defend.ería?
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La semana parecía no acabarse. Terry llamaba todas las tardes. Los primeros días de la semana describieron la condición del señor Alveston como 'crítica'. Un par de días después como 'descansando tranquilo' y pensaban que pronto se pondría mejor, pero a la noche siguiente recayó en la 'condición crítica' y David se convenció de que no lo vería nunca más. Pero entonces volvió al 'descanso' para luego entrar en 'recuperación estable' hasta q ue por fin 'volteó la esquina' y dijeron que lo peor había quedado atrás. Lo iba a lograr. Pasaron diez días desde que David lo visitó por primera y única vez en el hospital hasta que le permitieron volver a verlo. El señor Alveston yacía recostado sobre las almohadas y parecía un pedazo de cuero. A pesar de lo pequeño que era, daba la impresión de que no podía mover el cuerpo. Todo lo hada tan despacio. Cuando movió los ojos para
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di1 igi• la mirada a Dav id fue como si estos n,,t.u.m lentamente en su dirección. Levantó 1.
<·:a romo lo h acen las tortugas. Parecía 1111 '<." r que huhiera empezado In vida hace 11 w o. pero mucho tiempo atrás y que ya , .cn:aha a quedarse sin aliento ni tiempo. !::>aludcí a David y a Terry con una sonrisa y ahuecó el borde de la cama con la mano para m.licarle a David dónde se debía sentar. Terry ,e ubicó d.: pie aliado de la cama y le mostró una sonrisu vaci lame al viejo. -Qu~ bueno verlo -dijo Tcrry- . Por un momento pensamos que se nos iba. El señor Alveston sonrió de vuelta y alzó la mano frágil: -Quiero irme -susurró el viejo-. No saben lo mucho que quiero irme, pero no puedo. Terry forzó un gesto de comprensión y volteó los ojos nerviosos a David. Hahlar sobre el deseo de morir delante de su hijo lo pon ía nervioso. -Bueno -dijo el señor Alve
- Mira la cuarta página. A llí lo ve1ás y lo reconocerás. David hizo como se le ordenaba, nbrió la página y, en efecto, desde allí lo miraba fijo el rost ro del fantasma. Era una foto en blanco y negro, vieja y algo desreñ1Ja, pero muy clara. El muchacho estaba de pie recostado contra un muro de ladrillo, agarrándose una muñeca con la otra mano y ob;ervando la dmam. Llevaba el pelo cono a lo~ lados y un mechón crespo sobre la frente. Tenía puesto un chaleco sobre una camisa arremang.tda y unos panta· Iones conos que le llegaban hasta las rodillas. Pareda mirar a rmvés de los a•1os con expresión seria, d rostro ligeramente inclinado como si la cámarn lo pusiera nerviuso. Su cara larga, el asomo de ojeras y los grandes diente> parejos y blancos... sí, él era, sin duda: el muchacho que se había convenido en fantasma. - ¡Es él, verdad! -pre¡¡untó e l señor Alveston . -sr, es él. ¡De quién se tram! - No rengo ni la menor 1dea. - i Pero tiene que saber, ;cñor A 1ves ton ! -Debería saber, tienes rozón . Es más, alguna ve: ruve que saber, pero ahora no lo sé. Borrado. Déjame decirte una cosa. Tengo, bueno, solfa tener, una memoria maravi llosa. Todo el mundo lo decía. No para dónde dejo las cosas ni nombres ni fechas y ese npo de asuntos, pero sf para la gente. Nuncu olvid<. una cara. Sin embargo, cuando muo de pensar
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en t'•tc rilitro, no se me viene onda a la c¡1hcza. U n<~ p:ígina en hlanco. El v íior Alvesto n volvió a mirar la página lid :ílhum. - No, es inútil, es como si me hubieran ,.,,hndo algo. - Perdó n que los imerrumpa pero ¡hay algo de In que yo nn estoy enterado' - pregunt6 Tcrry, que no le veía ni pies ni cabeza a la conversación. El seño r Alveston sonrió y le dirigió la mirada: -Sí señor. Tu pobre padre no tiene ni la menor idea de lo que es ramos hablando. Pues verá, Terry, nosotros dos h emos visto un fantasma. Sí. sí señor, me escuchó bien. Un fanrasma. David lo vio mientras jugaba dentro de los conductOs de la ventilación. Y también yo lo vi. Fue el fantasma que acabt~ con mi ap:~rtamento. Ah, y:¡ veo que no me lo cree. Bueno, ¡por qué hahría de creerme! Usted es una persona con los pies bien pues ros sobre la tierr-.t, una persona de este mundo. A lgunas veces las personas muy jóvenes y las muy viejas pueden ver cosas que la gente en la mirad del camino no puede entender. Le aseguro que estoy diciendo la verdad y nnda más que la verdad. En este punto se rió al ver la expr!'Sión de Tnry y continuó: -Soy un anciano al final de mis días. ¡Para qué habrla de mentir? - No, por supuesto, si usted lo dice -dijo
1.,.. • Y• !J''- •"' IV '-lliC: t:ll 1t:iJ JIU:.tU CSUlO:t f'lt?fisando era en al¡¡o mu)' grave. Pcnsaha que si e
El senor Alvesto n ven ía hablando co entusiasmo pero en este pum~ :-eclmo la cabeza sobre la almohada y cerró los - <"~S. La pequena charla lo había de¡ad~ f"'Chausto. ·
erda~ero
-Mira... estamos asustando a ru padre_ ~ 0 el señor Alvesron con una sonri~ 1 -:zrecerdivertido-. ¡Pobre Terry! -agreg6 "'ndo una ~eña l con la mano para qur 'e ercara_n Y as( poderl es hablar en susurrt>s. -Qu1ero pedirle un favo r, a ambos. QUier;; averigüen quién es ese muchacho de la . ). Busquen en mis otros álbumes de
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h•f<'J-!rmm~ .
•cugu tl lllt..lla'
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\....JUU.c.t c:: : u ..
, tK'llltc•n "' nomhrc. Tengo que saber de quién ~
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lrcl ...
t_., prumcro-
S Jejcn entrar. No nos . _lt·jaron ni m:crc~rnos a swi co~HS la úlcima vez. El sci'\or Alveston
A la entrada del hospita l Terry le dijo a David que lo esperara junto al auto. -Quiero hablar con la enfermera -le dijo. -¡Por qué no puedo ir contigo! -No siempre hablan con franqueza cuando hay nif'los por ahí -
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Al ison dijo que iba a ver que pod1a Mt~r aun,tuc no >abía muy bien SI quería o. ~o whd,orm. Sabía muy bien del mucho canno qu•· el <eñor Ah•c,ton sentía por Da vi~ porq~e él mismo se lo hnhfa dicho. A [lav•d vema dénJ ,,Io pnr lo menos una vez ll la semana dumnte y;~ un hucn p:~r de mc,es y estaba segura de que Jo conocía lo suficientemc~,te 166 bien como para aseverar
pruebas y por lo tanto que no se podrían for· mular cai'J!os. - Ahora, eso no significa que David no lo haya hecho - le habla dicho el inspector de poiicía-. Sólo que no lo podemos probar. Sis, por su parte, imaginaba lo peor de David. - Lo único que quiere es escarbar emre las cosas del señor Ah·eston para robarse algodijo cuando Alison le comentó que David querfa buscar una foro--. Que, emre otras cosas, fue la razón por la que devastaron el lugar: lo destroznron en busca de objetos ,·aliosos. Alison suspi ró: -Pero si el señor Alveston le tiene tanto cariño. ¡Qué puedo hacer / -El muchacho se aprovechó del viejo. -El señor Alveston no es tonto -señaló Alison- . Tan astuto como tú en uno de sus buenos días. -Cierto, de acuerdo, pero últimamente no ha tenido much os de esos 1verdad! -dijo Sis. Era cierto. El señor Alveston sí se había recupe rado de la neumo nía pe ro habfa quedado atrapado en un extraño mundo entre la vida y la muerte. Pasaba mucho tiempo dormido pero era un sueño intranquilo. No parecía reconocer la diferencia entre el pasado ,. el presente. Con frecuencia resultaba d ificil saber si le estaba hablando a uno o si algún
recuerdo se habra apoderado de su cabeza con
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elnhorn. Con todo, cuando sí .e daba cuenta Jc In que ocurría a su alrededor, ern de una lucidc: impresionante. - El orrodí8 me dijo que era como perderse en un labcrinro enorme dcnt:ro del cual se a pe· lurom1ba todo el pasado y el presente --dijo Sis-. Dijo que cm como correr de aquí para all:í, sin ron ni son, en busca de una salida que 168 lo condujera de vuelta al presenre. Y luego agregó -en este punto Sís bajó el tono de la vo: porque lo que había oído la asustó--... luego dijo que cada vez era más y más difícil encomrar el presente. - Es el caso más extraño que jamás me haya tocado - dijo Alison-. No he llegado a conocer a nadie capaz de reflexionar sobre lo que le está ocurriendo con tama lucidez. - ¡Has visto lo mucho que lo ah·era su niñez? - preguntó Sís-. El otro día que lo visité se despenó. me miró y me dijo: "La perdí, Sis". Cu:lndo le pregunté que qué era lo que había perdido. me dijo: "Mi niñez. La perdí". Alison se frotó la cara con las manos, inquieta. -Quiz.á sea por eso que quiere que David averigüe quién es ese muchacho. Sis no tuvo más remedio que reconocer que el señor Alvesron sí le había pregunrado que si David ya habría descubterto quién era el muchacho de la fotografía. -Pues todo parece indicar que la cosa es muy importante para él--dijo Alison, y Sis de
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nuevo no pudo menos que estar a~ acucrao con ella. Tran!K:urrieron un par de días más en los que Alison eludió a David y a Terry sin saber muy bien qué debía hacer. Luego recibió una llamada de Terry en la que sugirió, que, si no confiaba en David, quizá le fuera posible rrner ella misma los álbumes. Dos días después, para felicidad de David, Alison se apareció en la puerta, con un pila de álbumes, de casi medio met:ro de alto, en los braws. ....,Al parece r el señor Alveston sacaba muchas fotos --dijo. Los álbumes estaban llenos de gente. Era increíble pensar que una persona que había llevado una vida tan rica y plena terminara tan solo. Terry hizo té, trajo un plato con galletas y se sentaron todos alrededor de la mesa a examinar los álbumes. Fue un trabajo largo. Una y otra vez alguno creía haber encontrado al muchacho y una y otra vez resultaba que no era. Había demasiadas fotos de genre que se le parecía un poco pero no lo suficiente. -Debe ser un pariente --dijo A lison, como preparándose para la cacería. Uno tras otro los examinaron 105 viejos álbumes, página por página, y 105 hadan a un lado. Sólo hasta cuando llegaron al más viejo de todos, aquél que contenía algunas pocns fotografías desteñidas y borrosas de cuando el señor Alveston había sido niño, sólo en torces tuvieron algún éxito.
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Fue Tcrry qu ien lo encontró: - ¡Lo tengo! -exclamó. David se acercó para ver y, en efecro, ahí ,•,rah~. el muchacho que se había convertido ,.n fanro rel="nofollow">ma, de pie, al lado de una niñita ,enra,la en un cochecito. Ambos miraban de frente hacia la cámara y ambos sonreían ... el niño, con timidez, pero la niña con el rostro ahaJo y resplandeciente de dicha. -¡Hay algún nombre por algún lado/preguntó Alison. Tcrry sacó la fotografía de donde estaba y la vo lteó pero por dcwls no había nada. La búS<:¡uctb continuó. Para cuando ya caía la tarde tenían no menos de cinco fotos del niño rero no habían [!Odido resolver aún el misterio. Y entonces se saa~ron el gordo. Esraba en una foto que varias veces había escapado a su atención porque era de un grupo de gente y por lo tanto el rostro cm demasiado pequeño para reconocerlo bien. Era una fotografía de familia, dos adultos sentados en sendas sillas de playa con sus hijos alrededor. El muchacho estaba de rodillas con los brazos cruzados y esta vez con e l ceño frunc ido . Había cuatro niñ os más: dos mayorcitos, de pie , a un lado; una niña senrada sobre la arena y un bebé sobre la rodilla de la mamá. Los nombres estaban escritos por detrás: Charlie, Thomas, Eric, Ellen , Helen, Robert y Owen. ¡Pero qué nombre correspon· df~ a cada cual?
-¡Cbarlie, Thomas, Eric, Rohert u Owcnl -preguntó Terry-. ¡Cuál será/ Alison se aproximó para mirar la foto de cerca.
-Roben - dijo-. Roben, ese es su noml>rc. -¡El de quién/ -El del señor Alveston. Se llama Robert. ¡Dios mío! -exclamó Alison llevándose una mano a la boca-. No puede se r, o ¡será posible/ ¡Ay, Dios mío, es espeluznante! Ylo era. Observaron otra fotos del se•1or Alveston en distintas etapas de su vida. Ahora q~•c era un hombre muy, muy viejo, ya el rarecido no resultaba tan claro pero en las fotos en las que se veía más joven el parecido era obvio y claro. Se trataba de la mismísima cara. El señor Alveston era el fantasma. Alison empezó a llorar. Se secó las lágrimas con un Kleenex. -Olvidar la infancia de uno -dijo con vo: entrecortad~. Cosa ran triste. ¡Eso fue lo que dijo! Dijo que había perdido su infancia. Él lo supo todo el tiempo. Lo sabía. Y los tresallf presentes sintieron el escalofrío del misterio correrles por la espalda.
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El fantasma y el señor Alveston 13
E xisten cosas en este mundo que nos son desconocidas y David se habla tropezado con una de ellas. Poco a poco empezó a comprender lo que había ocurrido, hasta cierto punto. Fue el mismo señor Alveston quien habla dicho que quizá los fantasmas no emn más que recuerdos. Después de todo, ¡no em mucho más factible que un fantasma fuera el recuerdo de una persona viva antes que el espfritu de un muerto1 Los recuerdos por lo menos aún estaban vivos. Dentro del señor Alveston estaban los recuerdos de todos sus vidas pasadas y uno dt· sus recuerdos resolvió salir e ine por su lado. ti niño en él se hahra escapado. Perdió su
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meme >ria de un~ manera mn insospechada, que ahom d (;mrasma de ese recuerdo andaba a la deri''" · Con rn:ón el muchacho se sentía tan P''r,lidt>. Con mz6n le tenia tanto miedo al "icj<>. Con razón no lo dejnha partir de este mundc '· De morir el señor Alvestnn, también él muriría. El muchacho ya había tenido su oportunidad de vi \'ir, pero e>t) él no lo s.'lbfa. Estaba perdido, perdido entre los intenninablcs conductos de ,·emilac icín del edificio Mahogany y no encomraba la m;mera de sali r. ¡Qué ocurriría si el viejo morfa anres de que el fantasma hubiera ,·uelro al lugar que le correspondía! ¡Quedarfa condenado a vh·ir para siempre como una sombra tras las paredes! ¡Y qué en el caso de que el seilor A lvcston no pud iera morir a menos de que su fanrasma estuviera de nuevo con y dentro de él!¡ Yacería entonces para siempre sobre la cama en el hospiral hasta convertirse en huesos y polvo? David comprendió al instante que para bien de los dos -de Robert Alveston el viejo y Roben Alveston el niño -ffmmsma y hombre debían hacerse uno otra vez. ¡Y quién iba a ayudarles en ese empeño? David debió haber ido de inmediato a contarle al señor Alvesron lo que estah suceJiendo, pero no lo hizo. Le daba pár..ro hacerlo. S in embargo, al día si¡¡uieme, Alison sí visitó al viejo y de vuelta a casa pasó por donde David para dejarle un mensaje. El viejo había
. ~.-. ....
quedado sorprendado, perple¡o, aturdado cuando Alison le cont64uién era el muchacho de la foto y le rogaba a David que fuera a verlo tan pronto como le fuera posible. - No hay n ingún problema, puede ir esta misma tarde -dijo Terry. Y David hizo lo que se le pidió, pero cuando llegó al hospital, no tuvo tripas para entrar. Se quedó dando vuelras por la calle observando las ventanas silenciosas que lo miraban de vuelta y se devolvió sin haber entrado. El señor A lveston no podía levantarse e ir él mismo por el fantasma, de manera que el fantasma tendría que ser llevado hasta donde el señor Alveston. ¡Pero quién era la única otra persona que conocía al fantasma l ¡Quién más era lo suficientemente pequeño para meterse dentro de los conductos y sacarlo de allí! David sabía perfectamente por qué querfa verlo el sei\or Alveston y eso no le gustaba ni cinco. Era un famasma peligroso. Cada vez que David se metió dentro de los conductos la cosa se puso péor. La última vez el fantasma incluso qu iso detenerlo agarrándolo de un tobillo y David no estaba muy seguro de que hubiera podido escapar si no se cae aquella vez rubos abajo. ¡Qué tal qut! el fantasma quisiera retenerlo allí para siempre? Después de todo estaba perdido y solitario, quería un amigo. Ahora, sí David llegaba a morir dentro de los conductos, pues justamente eso era lo Ql': tendrra el fantasma: ur\ amigo yuc jamás lo abandonada, un amigo que se quedaría a !Ir con
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ct p:ua S 1C illl-Jt t:.. • e u tu tt\...e:t t tc'lu t td uv., fantasmas en el edificio Mahogany. El señor Alveston no moriría jamás aunque se hiciera cada ,·ez m~s y más anciano y David quedaría .arapado para siempre dcrrás de las paredes en los oscuros y estrechos conductos de la ventilaci6n. No, señor. David estab
atreves! ¡Después de todos los problemas en los que lo metiste y lo mucho que él te ha ayudado! ;Cómo es posible, por Dios? -No es una visua mía la que espera -farfulló David, casi dientes para dentro, pero su padre estaba tan ocupado advirtiéndole que se quedaba sin mesada, que quedaba prohibida la televisión y que no podría salir durante no sé cuantas se'manas por venir, que no escuchó nada. -¡ Mira, si no vas esta misma noche, yo mismo te estrangulo, con mis propias manos! Terry agitó sus pálidas y blancas manos de oftalmólogo frente a las narices de su atribulado hijo y se metió en dos zancadas a la cocina a calentar un poco de té. Ni modo que David se fuera a meter de nuevo dentro de esos conductos, no importa qué le dijera el señor Alveston. Pero quizá sí podfa arrímarse a una de las rejillas e intercambiar un par de palabras en privado ... El único problema era dónde. Las rejillas en su apartamento las habfan sellado. El corredor de af'uera era un espacio demasiado público. Sm embargo, se le ocurrió que sf sabfa de un mio desde donde le serfa posible acercarse sin ser visto. No todos los apartamentos dd Mahog~ny t5taban ocupados. Algunos llevaban tamo nempo vad os y estaban en tan deplorable estado que ya nadie querfa invertir su dinero en ponerlos en forma. Los habían sellado con
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whlas ~unquc de vez en cuando alguna gente se C:
<>ha •·n ellos: gente sin techo en busc~ de , 1 lugar para pasar la noche bajo cubierto , u:m d
como de una boca en la pared. Antes de mirar dentro, David se sorprendió echando una mi rada a sus espaldas. ¡Qué tal que el fantasma
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se hubiera escapado? ¡Qué tal que en este momen to estuviera merodeando por este apartamento ? No se veía nada. David introdujo la cabeza en el hueco. Era como meter la testa dentro de una concha gigante. ¿Acaso alcanzaba a oír voces provenientes de las profundidades o el sonido de un fantasma acercándose? En este mundo extraño no podía estar seguro de nada, excepto de una cosa: que no quería estar haciendo esto. -¡Hola? - llamó en voz baja-. ¡Hola, estás ahí? ¿Me oyes? No hubo resp uesta. David permaneció durante un rato muy largo trepado sobre la silla con la cabeza metida en los conductos. Se dijo a sí mismo que si llegaba a escuchar menos que un susurro sacaría la cabeza de allí para nunca más volver. Pero terminó por hacer lo que todo el tiempo supo que iba a hacer. Se metió y empezó a gatear hacia arriba en busca del fantasma.
Se sintió muy apretado allí dentro. Su padre no dejaba de decirle que estaba creciendo, pero esta vez resultó que era cierto y temió quedar atascado. ¡Qué felicidad le daría al fantasma! Sólo pensarlo le daba escalofrío. Se detuvo y pensó en devolverse, salirse. Pero ahora que ra estaha dentro, estaba dispuesto a terminar lo que había empezado, a como diera lugar, de un modo u otro. Continuó arrastrándose hacia las profundidades.
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Ahno a le rocarfa ~ubir dos pisos para llegar al ·'f'
ebi6 caer por sf sola al lugar en el que el la había puesto despué~ de que el panero la 1 uonhó.
Si n embargo, cuando alumbró hacia abajo, d haz de luz ca fa verrigonosamcnte hMta llegar al sótano y nada detendría su calda en ese caso. Se detuvo una ,·ez m~s. Era mejor salirse de allí. Una de dos, o buscaba una tabla de madera o encontraba otra manera de llegar hasta su piso en donde ya habfa algo que lo protegiera en caso de caer. Pero ya era demasiado tarde. Esta ha en camino. Si se arrepcmfa ahora, quizá nunca más volvería a intenrarlo. David se ajustó bien lo linterna en la cintura de sus jeans y trepó con todo el cuidado que pudo por el conducto intentando no pensar en la carda morta l que tenía debajo. No había avanzado más que un par de metros cuando escuchó un súbito ruido sobre su cabeza. Estremecido por un pánico absoluto, miró hacia arriba. La tabla que lo cubrfa desapareció con un die poderoso y, de pronto, sin más prca· viso que ese, estaba mirando de frent~ el rostro del fantasma. Fue tal el pánico de David, atrapa,:,, , ¡n re· medio en el conducto, con el fantasma .:ncima y debajo una ca(da de casi sei' pisos. que no
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pudo pensar, mucho menos h~blar. Alcanzó a ofr la rabia cayendo estrepitosamente, golpeando al caer cada vez m~s abajo en el comzón del edificio. Alum brado por la luz inquietante de la linterna que rebotnba contra las paredes opacas Y metál icas de los conductos, el rostro del fantasma pnrecfa estar un instante a kolómetros de distancia y al sigu lente tan cerca q ue, si asilo quisiera. podrla morderlo, a David. Le alcanzaba a ver los pequeo'los dientes resplandeciendo como piedras brillantes en su boca. -Me abandonaste -siseó el famasma-. ¡En la oscuridad! ¡Me dejaste solo! David tragó sa liva en un intento por recuperar su voz. ¡Qué podra decirle? Abroóla boca Yla palabra que le salió, lo hizo sin que la hubiera pensado: -Robcrr. -¡No ! -gritó el fantasma-. ¡Yo no, es él! ¡No me llames con ese nombre! ¡No te atrevas a llamarme por su nombre! -Roben Alveston ~ijo David, haciendo ~fuel'!o para que no le temblara la voz-. Esa es la persona que eres, ¡verdad? - ¡T ú... tú ... tú ... no re atrevas! -gritó el funtasma lleno de ll)iedo y furia-. ¡No me · llames para ese nombre! ¡Te daré una lección 1 ,No saldrás de aquf con vida! Y cayó sobre Dnvid como una ronelada de rncr~s.
Siendo como cm un funrasma, el muchacho no tuvo que tocarlo. Si mplemente se abalanzó
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por el tl100 COnUa UaVlU. Vt:
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Ut:~(tLU
Ulld.
repentina ráfaga de viento y luego David sintió d peso Je una fuerza fría que lo empujaba hacia atds. El fantasma tenía la fuerza de una m<íquina y David comprendió de inmediato que no podía hacer nada al respecto. Se apretujó lo mejor que pudo, apretó los dientes y resistió todo lo que pudo pero en vano. Fue lentamente empujado hacia abajo como si se tratara de una burbuja dentro de una paja. Se le empezó a pelar la piel en las manos de la fuerza que hada, pero en vano. Un segundo más y ya alcanzaría el codo del tercer piso y entonces ya no tendría de dónde aferrarse y saldría disparado, como una bala, conducto abajo a una muerte segura reventado contra el suelo en el sótano. - ¡Jamás me volverás a abandonar' -gritó el fantasma iracundo--. ¡Ahora comprenderás lo que es estar aqu í atrapado y ya verás lo mucho que te gusta! David ya alcanzaba a ver el lugar donde terminaba el tubo. Desesperado, abrió la boca y lanzó un grito: -¡Por favor no! El fantasma, sobre David, a su vez lanzó un grito ahogado y cayó, como si al abrir la boca se hubiera formado una fosa debajo de él. Sin dejar de gritar, David cerró los ojc-s en una mueca de dolon L~ego cerró la boc:~ Por un momento sintió al fantasma retorci0ndose sobre él como una sombra dura y gélida. Cuando fue a abrir la boca para lamar otro
gnto - ¡pop!-
et
rantasma voLvtu a (..;ac:r...
pero esta vez dentro de él. Lo sintió pasar por sus mandíbulas y David cerró la boca con un golpe fuerte, casi haciéndose daño en los dientes ... Y se hizo el silencio. Un segundo antes el viento rugía furioso a su alrededor y ahora la quietud era total. David permaneció allí un rato más, justo al borde de 183 la caída, preguntándose qué iba a ocurrir a continuación. No ocurrió nada. Con todo el cuidado y la lentitud del mundo, se dejó escurrir hasta alcanzar el recodo transversal, por fin a salvo, respirando con dificultad por las narices. La boca la mantuvo firmemente cerrada. David permaneció allí recostado tal vez unos diez minutos más como esperando qué podía venir a continuación. Pero todo parecfa indicar que en verdad había atrapado al fantasma en sus entrañas. ¡O sería que el fantasma se había apoderado de él? ¿Qué cosa era qué cosa 1 ¡Quién era quién? fi "¡Ahoraseré yo él?" se preguntó David. "¿O él se habrá convertido en mf?" No tenía n i la menor idea. Se puso lentameme en cuatro patas, entró en el conducto vertical y se dejó escurrir hacia abajo. No tenía idea de quién era, ni la menor idea si era él o el fantasma quién se escurría por entre esa tubería en dirección a la r~jil l ~ en el tercer piso y que por fm llegó al apartamento en minas. Se sacudió la ropa -¡o sería
e l tantasma quten 10 ntzo!-
y, ac...:tu ;:;tt:~uauu,
t'l o glguien que se le parecía, salió del ed ificio y se di ~igió a la calle camino al hospital. ;Se ¡raraba de David que iba a salvar al ' ·~jo ... o del fantasma que iba a matarlo?
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Era h1 más extraña de las sensaciones, no saber si uno era uno mismo o algo completamenr.e distinto. ¡Ese par de pies que avanzaban d.mdo pasos, uno delante del otro, eran los suyos o los del fantasma? De cua lquier modo, ¡qué los diferenciaba ahora que eran la misma persona? Y mientras observaba a la gente y las cosas en las calles que lo rodeaban - los automóviles, los almacenes, las casas, la gente de aquí para allá - , David empezó a sentir que quizá él mismo no era nada ni nadie. Después de todo, ¡qué diferencia había entre él y todo aquello que lo rodeaba? ¡Qué era lo que hacía de él una persona separada, única y distinta? Se detuvo para observar los adoquines a sus pies. Se preguntó por la posibilidad de que quizá él fuera esa piedra y en cambio ese ser, David Withington, sólo un sueño.¡ Yo miro la piedra o es David que me mira a mí? se preguntó. Entonces sacudió un poco la cabeza y continuó su camino, asustado con la posibilidad de que, no más pensar en esas cosas, le impedirfa volver a ser él mismo por siempre jamás... que en cualquier momento se cvnvertirfa en el fantasma o en un adoquín sobre la acera o en un ladrillo en una pared y que David Withington desparecería para siempre.
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de visita. Sis Parkinson hablaba con una de las enfermeras. Acababa de visitar al señor Alveston. Robert había pasado uno de sus mejores días pero igual no era ni un pálido reflejo de lo que fue. Y lo más triste de todo, cosa que además era lo que más intranquila tenía a Sis, era que el viejo se aferraba <J la vida sin querer hacerlo. Le había dicho a Sis enemil veces que sólo quería entregarse y morir. - Y razón tiene -dijo Sis--. Ojalá Dios nos dejara saber cuándo nos llegó la hora, pero no habrá nadie para indicamos el camino. - Y que se sepa --comentó la enfermerano ha habido nad ie que vuelva del más allá para decimos cómo hacerlo, ¡verdad? Es una pena. No se nos permite ayudar a la gente a que dé ese último paso. Nuestro trabajo consiste en ayudarlos a que sigan vivos. Todo lo que podemos hacer es hacerlo sentir lo más cómodo que nos sea posible y dejarlo a sus propios medios. Todo el mundo esperaba que dejaría este mundo hace varias semanas pero es como si no pudiera dar esos últimos pasos. Sis asintió. Fue en ese instante cuando vio con el rabo del ojo a· ese mocoso del edificio Mahogany, tan tranquilo, dirigiéndose directo a la habitación del viejo. David la vio fulminándolo con la mirada y entonces pegó una breve carrerita para entrar a la habitación .:!el señor Alveston antes de que ella pudiera decir algo.
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-·iM ircnme esto! tan trcsco co mo t111 ~ kchug1. b hom de v isita.~ yn renn inó. Déjnme •¡ul }•' lo pongo de patitns en la ca lle para que 1 ... civ.cnn<ar en paz al robre viejo - vociferó
observar a David pero parecía incapaz de quitar sus ojos de la cara del anciano. El señor A 1vesron ahuecó un costado de su lecho con un par de palmaditas. -Siéntate aqur conmigo -dijo-. Sabes que debemos estar juntos, que nos pertene· cernas ¡verdad? El fantasma, ahora perfccramentc nítido, un muchacho pálido de unos ocho o nueve años, dio un par de pasos titubeantes en dirección a la cama y se sentó en donde se lo indicó el viejo. - Ahora sí -dijo el señor Alveston. Y colocó su mano sobre la del muchacho. El f.mrnsma le dirigió la mirada a David y Davod le sonrió. Ahora se vela muy tranquilo. En silencio, se acostó sobre la cama al lado del señor Alveston y, delante de los ojos de Davod, empezó a desaparecer poco a poco. Acostado e inmóvil, simplemente se esfumó. Y todo ocurrió con bastante rapidez, no pasarla más de un minuto. Cuando desapareció del todo, el señor Alveston sonrió como un ángel. -Ahora lo recuerdo todo -dijo. - ¡Era usted, verdad? - preguntó David. -Sí, era yo, todo el tiempo. Entonces, miró -vagamente hacia David e ~izo un ademán como de asombro con la cabeza. Luego, en silencio y sin esfuerzo, dejó caer la cabeza sobre la almohada y se durmió. David permaneció de pie observandCl Al pecho del viejo subir y b;ljar, subir y bajar. Sabia que ya nunca más se despertaría. Allí, de pie,
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l'c rn 1;, c11fcrmcra b detuvo: -A l ,icjo le cae bien el muchacho, déjalos hablar cinco mmu tos -dijo. Sis bufó indognada: --Si por mí fuera, no lo dejaría ni acercarse al hospotal. La ~tcnte es muy blanda con ese niño -dijo y miró hacoa la puerta de la habiración-. Puede estar h<~ciendo cualquier cosa: robándosele las frutas o los remedios, cosa que no me sorprendería, ese muchacho es capaz de cualquier co:;a. Dentro de la habitación, Oavod estaba de pie, al iado de la cama, sonriendo con timidez. El viejo giró la cabeza sobre la almohada con lentitud para devolverle la sonnsa. Por primera vez, desde que salió de casa, David abrió la
boca. - Hola, siento mucho haber tardado tanto -dijo. Y al hablar, él , David, escuchó dos voces que decían la misma cosa: allr estaba, el fantasma, a
El faut,lsma quiso volver su mirada para·
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