El lenguaje de la fe Proverbios 18.21 La muerte y la vida están en poder de la lengua; Y el que la ama comerá de sus frutos.
Introducción: El aspecto figurativo del lenguaje hebreo dibuja una lengua como una mano! La lengua puede «agarrar» (como en este versículo) la vida y la muerte. Se cuenta la historia de una hermana llamada Nita ella siempre: Cada momento negativo le daba una oportunidad para encontrar una promesa de Dios y ponerla a prueba. ¡Esperaba ver con humor y confianza lo que haría su Dios Todopoderoso en cada oportunidad! Además Nita llevó a la iglesia a alguien con problemas irreparables. Ella sonreía durante todo el culto, esperando plenamente que el Señor se moviera en sanidad, liberación o en cualquier otra área de necesidad de su amigo. En esta lección estudiaremos varias partes de las Escrituras que resaltan la importancia del lenguaje de la fe. Tal como hay un cierto sonido para la duda y el temor, también hay un sonido claro para la fe. ¡Los que creen se distinguen por cómo hablan! A menudo hablan con un lenguaje muy particular, el de la fe.
Debemos considerar tres grandes errores ante el lenguaje de fe: Primero, el lenguaje de la fe no trata de crear una falsa realidad. A veces los que escuchan la palabra «fe» piensan que esta es una manera de negar la realidad. Lo que no es verdad. Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, ni ninguna otra cosa como la bajeza humana o la maldición que ha caído sobre el hombre como consecuencia del primer pecado. No es un lenguaje de «pretensiones», como si sólo pronunciando ciertas palabras, pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Usted no puede, y la fe verdadera no se trata de eso. ¡No! Pero hay una manera especial de responder en fe a la realidad. Cuando lo hace, ¡hablará de cierta manera! Su lenguaje empleará palabras de fe. En vez de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento.
En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterse a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad. Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad.
Segundo, el lenguaje de la fe no se puede reducir a la simpleza de hablar positivamente. Podemos mostrar que el negativismo es la causa de muchos fracasos, pero hablar positivamente no es lo mismo que hablar en «fe». El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios.
Tercero, aunque esta lección busca identificar el sonido cierto de la fe, es peligroso pensar que una vez reconocido se puede practicar separado de la obra CONFORTADORA del Espíritu Santo Si no opera en nosotros el poder cálido, amoroso y vital del Espíritu Santo, aun la fe expresada con convicción puede volverse «otro evangelio diferente» hundido en los vestigios de la tradición religiosa. Cuando se trata del lenguaje dé la fe, cada uno de nosotros necesita un tratamiento profundo del Espíritu, para que de la abundancia del corazón, hablemos palabras de fe (Mateo 12.34). Según Proverbios 18.21: 1. ¿Qué tiene la lengua bajo su poder? 2. ¿Qué hace la lengua para producir el fruto de la muerte y de la vida?
2 Aplicaciones:
1). Las palabras que usted y yo usamos pueden retener o liberar poderes vinculados con la vida y la muerte. La expresión «sus frutos» (Proverbios 18.21) indica que la palabra hablada es semejante a la semilla. Las palabras plantadas mediante el poder del habla son como plantas que llevan fruto y dan vida o muerte, dependiendo de lo que se haya hablado. 2).El lenguaje de la fe es hablar lo que Dios ha dicho y lo que nos dice aun como su respuesta inmutable a las circunstancias presentes. Y no lo que uno desea hablar. Una de las grandes enseñanzas de Jesús acerca del poder del habla se encuentra en Marcos 11.23–26 23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate, y échate en la mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que
dijere le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá. 25 Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que vuestro Padre que está en los cielos os perdone también a vosotros vuestras ofensas. 26 Porque si vosotros no perdonareis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
Consideremos estos tres puntos: 1) La fe debe depositarse «en Dios». La fe que se expresa llega antes que la fe que se busca. El Todopoderoso es la fuente y la base de nuestra fe y de nuestro ser. La fe fluye sólo hacia Él, debido a que la fidelidad fluye directamente de Él. 2) La fe no es una treta que hacemos con los labios, sino una expresión que brota de la convicción de nuestros corazones. No es bíblica la idea de que la confesión de fe es una “fórmula” para conseguir cosas de Dios. Lo que Jesús nos enseña es que la fe que hay en nuestros corazones debe expresarse, lo que la convierte en algo activo y eficaz, que produce resultados concretos. 3) Las palabras de Jesús: “Todo lo que pidiereis”, extienden este principio a todos los aspectos de nuestra vida.
Las únicas restricciones son:
(a) que nuestra fe esté puesta “en Dios”, nuestro Padre viviente en concordancia con su voluntad y palabra; y (b) “que creamos” en nuestros corazones y no dudemos. Así, decir “al monte” no es un ejercicio vano o supersticioso, sino más bien una forma de invocar la promesa de la palabra creadora de Dios»
CONCLUSION: «El creer puede tomar formas opuestas. Puede ser fe o duda. Cuando crees que Dios existe, que te ama y que está atento a tus necesidades, entonces nace la fe en el corazón.» «De la misma manera la duda es igualmente real. Al contrario de la fe, la duda te dice que Dios no existe, o que no te ama y no se preocupa de tus necesidades. La duda hace que el temor aparezca, lo que acarrea tormento, no paz. En realidad el temor te impide recibir las cosas buenas que Dios desea enviarte. Apodérate de esta verdad: Duda, y no recibirás nada; ten fe, y recibirás. «Tales expectativas abrirán tu vida a Dios y lo pondrán en condiciones de recibir salvación, gozo, salud, ayuda económica y también paz mental; en pocas palabras, todas las cosas buenas que tu corazón desea, ¡y mucho más!» 2 Corintios 4.14 Estando ciertos que el que levantó al Señor Jesús, a nosotros también nos levantará por Jesús, y nos pondrá con vosotros.