EL PODER VERBO Y SUSTANTIVO
Este artículo es el primero de varios que voy a estar escribiendo sobre el tema del poder, su naturaleza y la forma en que es caracterizado en el discurso liberal moderno y pos moderno. La finalidad de esta serie de artículos no tiene que ver con atacar al concepto de libertad mediante la justificación del ejercicio irrestricto del poder sino con desnaturalizar las concepciones en que ambos conceptos se encuentran contrapuestos y mostrarlos como dos aspectos de un mismo objeto cuyo valor o disvalor no se encuentra en sus formas sino en sus contenidos. En el idioma castellano se utiliza la normalmente la palabra poder con dos acepciones.
Poder como verbo y poder como sustantivo. El poder como verbo no es otra cosa que un hacer real o potencial que es la que constituye la libertad. Soy libre en la medida en que puedo hacer esto o puedo hacer aquello.
El poder como sustantivo en cambio es el poder como algo que uno puede tener y de lo que puede disponer. Es el concepto de poder en su sentido político como la capacidad de imponer la voluntad propia sobre otro. Este concepto representa lo opuesto a la libertad en la medida en que poder como sustantivo implica la capacidad de uno de imponer su voluntad por sobre la voluntad de otro, privándolo así de su libertad.
¿Cómo pueden dos acepciones de una misma palabra ser tan exactamente opuestas? ¿Cuáles son los motivos por los que el significado de una misma palabra haya mutado de esa manera? ¿Es posible que esas dos concepciones lejos de ser opuestas sean complementarias y puedan reconciliarse nuevamente en un significado común?
La palabra poder viene del latín, de la combinación entre el adverbio pote (posible) con el verbo esse (ser) que resulta en la palabra potest (lo que es posible, lo que tiene potencial de ser). De ella se deriva la palabra potestas, de la que, a su vez, se derivan las dos acepciones de la palabra poder que conocemos, así como también muchas otras variables (poder, poderío, posible, potente, etc).
La palabra potestas se utilizaba en la sociedad romana simultáneamente para referirse a las capacidades de los magistrados, aquellos que ocupaban cargos públicos como también para referirse al poder del pater familias (el padre de familia) al que se le llamaba pater potestas (el poder del padre).
La patria potestad que realizaba el pater familias no requería consanguinidad. Implicaba un ejercicio de poder de tipo patrimonial, no solo sobre la mujer y los hijos sino también sobre los esclavos. En la sociedad romana el único que gozaba de libertad política era aquel que disponía de la patria potestad sobre su familia y sus esclavos. El concepto de poder, entonces, era uno solo. El concepto de potestas en el derecho romano tenía diferentes implicaciones dependiendo de cómo se usara pero su significado era único Era el poder hacer, la legitima capacidad de acción de la que, en mayor o menor medida, gozaban todos los ciudadanos libres. En este concepto único que comprendía tanto lo que hoy conocemos como poder como lo que comprendemos como derechos o libertades individuales se expresa la transición entre las sociedades más primitivas en las que el derecho y poder eran una misma cosa y la sociedad actual en la que el poder, como célula madre, se diferenció en múltiples formas en las que ya casi no se reconoce su esencia, en que el concepto de poder se desplazó como primitivo y vulgar y se lo disfraza y oculta con vergüenza o malicia. Roma nace de la unión de múltiples Gens, tribus/familia en las que todo el poder, la capacidad de disponer sobre personas y cosas (entre las que se contaban los esclavos) se concentraba en el pater. Es a partir de la necesidad de los pueblos itálicos de defenderse de la agresión de los etruscos que se da la integración de estos en sociedades mayores. A partir de esta integración, de esta convergencia de potestades es que el poder del pater sobre las cosas se convierte en propiedad, que el poder sobre las personas se convierte en derecho, que su "libertad natural" se convierte en libertad jurídica. Es decir, el poder empieza a parecerse más al derecho cuando la potestas cruda e irrestricta de los pater encuentra su límite en la de otros paters con los que empieza a convivir.
Es recién con la ilustración y el desarrollo del liberalismo que el recorrido del concepto de poder se bifurca con más claridad. Es en el marco de ese proceso es que las viejas potestades del individuo, sobre su cuerpo y sobre sus bienes son universalizadas y redefinidas como libertades individuales. El concepto de poder queda restringido al ámbito de lo público. Si bien algunas variables de la palabra siguieron presentes en su uso cotidiano (puedo hacer tal cosa, es posible que haga tal otra) y en el derecho (le entregué un poder a mi representante) ya nunca más fueron pensadas de la misma manera. El poder como sustantivo quedó definitivamente separado del concepto de poder como verbo.
La ilustración pretendió desmitificar al mundo mediante el uso exclusivo de la razón como método de conocimiento. El temor a lo desconocido llevó al hombre antiguo al animismo, a caracterizar su propio desconocimiento, darle forma, personificarlo y adorarlo. Y esta forma de pensamiento fue la herramienta que se utilizó para legitimar desde otro plano el poder de los poderosos que no podía legitimarse desde el plano del mundo material.
La ilustración llegó con la intención de romper ese dualismo entre lo físico y lo metafísico Dispuesta a no volver a permitir que las creencias del hombre se utilizaran como una herramienta de poder en su contra, negó toda creencia humana y en su lugar afirmó la razón. Dejó fuera de su análisis todo lo que no podía ser analizado y catalogado. Caracterizó lo conocido, excluyó a lo desconocido. Renunció a la búsqueda de las causas primeras y las reemplazó con axiomas. Pero por no aplicarse a sí misma la misma crítica demoledora que aplicó a los sistemas de pensamiento anteriores empezó a construir sus propios mitos y su propia metafísica. Si toda creencia humana es equivocada ¿no lo es también la creencia en la razón?
Se contrapusieron los mitos como herramientas de dominación, a la razón como herramienta de conocimiento real y objetivo, para el desarrollo de la técnica y el control del hombre sobre el mundo natural. Pero así como los mitos también eran para los antiguos herramientas de conocimiento y control de la naturaleza (mediante la magia y los sacrificios), la razón también iba a constituirse como herramienta de dominación. El objeto deja de ser relevante por sí mismo en la medida en que no pueda ser universalizado y ajustado a los parámetros de las matemáticas y de la lógica formal. Lo material va perdiendo importancia frente a la idea de lo material. Aquello que no puede ser universalizado, aquello que no se ajusta a lo regular, aquello que no puede ser explicado desde una concepción unitaria del mundo es excluido del análisis como lo anormal, lo deforme, lo ajeno al orden natural de las cosas. La ilustración rompió así con la metafísica de los antiguos solo para construir una metafísica nueva. Rompió con el dualismo entre lo material y lo esencial para construir un dualismo propio, el de lo material y lo formal. Se reemplazaron las viejas representaciones por representaciones nuevas pero la representación siguió teniendo prioridad por sobre lo representado. Nuevamente, lo natural se define no desde el ser sino desde el deber ser que ahora es lógico-formal.
El positivismo, el pensamiento de la ilustración extendido al ámbito de las disciplinas sociales pretendió superar al pensamiento ideológico mediante un análisis neutral del funcionamiento social para la elaboración de fórmulas objetivas que sirvieran al desarrollo político, económico y social. En la medida en que las conclusiones alcanzadas fueran producto del pensamiento lógico y científico serían neutrales y objetivas, no sujetas a lo contingente de las creencias humanas. Pero la pureza del proceso no garantiza la pureza del producto si la materia prima está contaminada.
La ilustración reemplazó las causas primeras por axiomas “autoevidentes”. Mientras que la metafísica medieval se construyó sobre la premisa “autoevidente” de un dios creador, la nueva metafísica se construyó sobre la base de premisas “autoevidentes” del pensamiento liberal burgués de la ilustración. De ese modo el positivismo liberal, a partir de las verdades autoevidentes del momento, pudo derivar todo un universo de discursos que se desarrollaban alejándose progresivamente de lo concreto de la realidad y servían para legitimar el ascenso y mantenimiento del poder burgués. Discursos que, por la pureza del método utilizado se pretendían objetivos, neutrales, apolíticos pero que crecieron con sus raíces empapadas en las ideas de las clases dominantes.
Entre esas premisas se encuentra la de que el hombre es un ser que por medios racionales persigue fines que son comunes a todos los hombres. La sociedad existe como la mera suma de sus individuos. Todas las relaciones son relaciones individuales entre individuos libres que contraponen las ventajas y desventajas de cada acuerdo para negociar una situación óptima para ambos. El estado óptimo para la sociedad es aquel que se alcanza cuando los intereses de todos los individuos alcanzan naturalmente un estado de equilibrio. Este es el mecanismo al que se conoce como la "mano invisible del mercado". Lo cultural, lo social, lo colectivo, queda fuera de plano. Si la sociedad no es más que la mera suma de individuos, cada uno con sus capacidades individuales, relacionándose libremente en el mercado ¿Cuál es la naturaleza del poder? Pareciera ser uno de esos fenómenos que quedan por fuera de lo cuantificable, de lo universalizable. Una capacidad que excede las capacidades naturales de los individuos y cae por ende en el ámbito de lo sobrenatural, de lo mítico.
El poder es una relación social derivada, que consta de tres sujetos, un sujeto activo, un sujeto pasivo y un tercero ausente con el cual el sujeto activo articula para fundar su superioridad frente al sujeto pasivo. El súbdito obedece al emperador, no porque tenga más fuerza física, individual, que él, sino porque cuenta con guardias, soldados y toda una sociedad dispuesta a obedecer sus órdenes que puede volverse contra el súbdito. El súbdito entonces obedece a una relación que es entre el emperador y el, pero que necesariamente involucra a terceros para ser una relación de poder. El poder condiciona las decisiones individuales, racionales de los individuos sin necesidad de hacerse acto. El poder entonces resulta como concepto, extraño a las premisas del liberalismo en el que todas las relaciones son entendidas como individuales y voluntarias. El poder nace de las relaciones sociales entre sujetos pero logra trascenderlas individualmente. El poder tiene una dinámica propia, la dinámica de lo social, de lo colectivo. La incomprensión del pensamiento positivista liberal del fenómeno del poder es por un lado una consecuencia coherente del esquema formal, científico fundado en los axiomas del enfoque individualista del liberalismo y por otro lado es necesario al desarrollo de los intereses burgueses que el pensamiento liberal representa. El poder (como sustantivo) es excluido en el análisis al ámbito de lo desconocido,
de lo misterioso, de lo temido, como fuerza ajena al orden de natural que se impone por sobre la libertad (poder como verbo) que caracteriza al ámbito de lo natural, de lo científico, de lo conocido y comprendido por la razón.
Siendo el liberalismo el pensamiento que reacciona contra la monarquía en el marco del ascenso de la burguesía, resulta necesario disociar al poder como libertad publica (poder como sustantivo) de la libertad como poder privado (poder como verbo). Es necesario hacerlo para deslegitimar el accionar de los poderes públicos y legitimar el accionar de los poderes privados y de ese modo facilitar y legitimar el ascenso de la burguesía como nueva clase dominante que reemplaza a la nobleza de la sociedad feudal. La acción de las personas públicas es entonces presentada como poder y la de las personas privadas es presentada como libertad.
El poder, sustantivo, encuentra sus bases, su seguridad, en la cuenta bancaria, en los estandartes, en la mentira… El objetivo de quienes usan el poder como sustantivo es manipular y someter, es decir privar de libertad al otro. Y lo más lamentable es que por la ley de la paradoja de la vida, terminan transformándose en víctimas de sus víctimas, ya que el círculo que generan es descendente y cada vez más pequeño. Poder, verbo, genera relaciones generosas, de inclusión, de crecimiento y de beneficio para todas las partes.
Así como cultivar el sustantivo “poder” nos hace cada vez más vulnerables, desconfiados, encogidos, pobres, cultivar el verbo nos agranda, nos proyecta, nos enriquece.
Si es verdad que la cultura, igual que el amor, aumenta con el reparto –como decía Victoria Ocampo–, las dos concepciones de poder aumentan cuanto más se reparten, cuanto más se ejercen, porque las dos son elecciones de modelos culturales. Cuanto más se dan, más se tienen.