FICHA PARA EL REPORTE DE LECTURA Nombre: Mildred Paola Cabello Calvo Fecha de entrega del trabajo: 04.Oct.11 / 1 semestre AUTOR: Gabriel García Márquez Noticia de un secuestro TÍTULO: EDITORIAL Y AÑO
Editorial: Diana / Fecha y Año: mayo del 1996 (primera edición)
PAÍS:
Colombia, Bogotá
TEMA(S) ABORDADO(S):
RESUMEN
El secuestro El narcoterrorismo (colombiano) Y narcotráfico
Capítulo 1. Este es yo creo que es el capítulo es muy importante ya que empieza esta intrigante e interesante historia ya que nos menciona como es que secuestraron a 2 mujeres una periodista y una fisioterapeuta y de esta manera van secuestrando a más personas que en el transcurso de este resumen se los iré delatando Maruja y Beatriz iban en un coche el cual lo manejaba el chofer de maruja en el transcurso del camino, maruja se dio cuenta de que 2 carros la seguían un mercedes y un taxi. Ella llevaba en una bolsa unos pendientes con incrustaciones de esmeraldas así que las escondió. Hasta que las asaltaron, estos llevaban pasamontañas, a la primera en sacar fue a maruja, ella pensó que solo querían los objetos de valor así que estaba nerviosa de que vieran los pendientes, por el otro lado estaba Beatriz ella estaba casi en el suelo las sacaron mientras que se le cayó algo de su bolsa. El chofer se bajó del carro para salir huyendo (el chofer solo llevaba Unos 3 días trabajando para maruja) pero lamentablemente le dispararon en la cabeza atravesando los vidrios del auto subieron a las 2 mujeres en diferentes carros maruja en el mercedes y Beatriz en el taxi. Después el chofer escucho que los 2 carros se habían ido él se paró agarro el coche y se fue por la avenida circunvalar mientras la policía se comunicaba con las familias de cada una. Ellas iban en los coches Maruja sintió que los asaltantes estaban nerviosos así que intento controlarse ya que si se ponía nerviosa ellos también se podían poner igual y podrían suceder una desgracia. Llegando al lugar las bajaron del coche y maruja y Beatriz no podían ver casi nada tenían la cabeza mirando el piso de un patio de una casa.
Capítulo 2. Bueno este capítulo es muy interesante ya que nos relata la forma en la que su familia está pasando por esta situación. El primero en enterase del secuestro fue el Doc. Guerrero esposo de Beatriz. Él pensó que solo su esposa había sido secuestrada por que encontraron su cartera en el auto de Maruja pero finalmente Villamizar el esposo de Maruja le dijo: sabes que eso ya no importa finalmente nuestras esposas no han ¡llegado! Momentos después un policía se acercó al doctor y le dijo Lo único que podemos decirle por ahora es que está desaparecida -dijo el oficial-. Encontramos su cartera en el asiento del carro, y una libreta donde dice que lo llamaran a usted en caso de urgencia no había ninguna duda El mismo doctor Guerrero le había aconsejado a su esposa que llevara esa nota en su libreta de apuntes. Aunque ignoraba el número de las placas, la descripción correspondía al automóvil de Maruja. La esquina del crimen era a pocos pasos de la casa de ella, donde Beatriz tenía que hacer una escala antes de llegar a la suya. Al igual como Villamizar estaba igual de preocupado Capítulo 3. Este capítulo nos relata la forma en la que Maruja y Beatriz se están secuestradas. Ellas pidieron a sus secuestradores objetos o encargos por decirlo así. Les pidieron toallas sanitarias, cepillos de dientes, ropa interior etc. Ellas tenían una sudadera con la que se cubrían del frio y una bata. También tenían televisión y radio ellas escuchaban el radio para escuchar las noticias al igual que la televisión y también para ver novelas en cambio ellos escuchaban el radio para escuchar música y a un volumen muy alto en cambio ellas con un volumen muy lento como para que no se den cuenta de que lo escuchen. También en este capítulo secuestran a Pacho, Diana (la hija del presidente) y su grupo. Capítulo 4. De modo que el secuestro de los periodistas fue una reacción a la idea que atormentaba al presidente César Gaviria desde que era ministro de Gobierno de Virgilio Barco: cómo crear una alternativa jurídica a la guerra contra el terrorismo. Había sido un tema central de su campaña para la presidencia. La prioridad era contra el narcoterrorismo, pues con las primeras bombas la opinión pública pedía la cárcel para los narcoterroristas, con las siguientes pedía la extradición, pero a partir de la cuarta bomba empezaba a pedir que los indultaran. También en ese sentido la extradición debía ser un instrumento de emergencia para presionar la entrega de los delincuentes, y
Gaviria estaba dispuesto a aplicarla sin contemplaciones en los primeros días después de su posesión apenas si tuvo tiempo de conversarlo con nadie, agobiado por la organización del gobierno y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que hiciera la primera reforma de fondo del Estado en los últimos cien años. Rafael Pardo compartía la inquietud sobre el terrorismo desde el asesinato de Luis Carlos Galán. Pero también él se encontraba arrastrado por los atafagos inaugurales. Su situación era peculiar. El nombramiento como consejero de Seguridad y Orden Público había sido uno de los primeros, en un palacio sacudido por los ímpetus renovadores de uno de los presidentes más jóvenes de este siglo, devorador de poesía y irador de los Beatles, y con ideas de cambios de fondo a los que él mismo había bautizado con un nombre modesto: El Revolcón. Pero Pardo andaba en medio de aquella ventisca con un maletín de papeles que llevaba a todas partes, y se acomodaba para trabajar donde podía. Su hija Laura creía que él se había quedado sin empleo porque no tenía horas de salida ni llegada en la casa. La verdad es que aquella informalidad forzada por las circunstancias estaba muy de acuerdo con el modo de ser de Rafael Pardo, que parecía más de poeta lírico que de funcionario de Estado Capítulo 5. Un mes después del secuestro de Maruja y Beatriz se había resquebrajado el régimen absurdo del cautiverio. Ya no pedían permiso para levantarse, y cada quien se servía su café o cambiaba los canales de televisión. Lo que se hablaba dentro del cuarto seguía siendo en susurros pero los movimientos se habían vuelto más espontáneos. Maruja no tenía que sofocarse con la almohada para toser, aunque tomaba las precauciones mínimas para que no la oyeran desde fuera. El almuerzo y la comida seguían iguales, con los mismos frijoles, las mismas lentejas, las mismas piltrafas de carne reseca y una sopa de paquete ordinario. Los guardianes hablaban mucho entre ellos sin más precauciones que los susurros Maruja había logrado convencerlos de que en el caso de un rescate armado era más realista que las protegieran para asegurarse al menos un tratamiento digno y un juicio compasivo. Al principio parecían indiferentes, pues eran fatalistas irredimibles, pero la táctica de ablandamiento logró que no mantuvieran encañonadas a sus cautivas mientras dormían, y que escondieran las armas envueltas en una bayetilla detrás del televisor Capítulo 6. Al amanecer del día siguiente, jueves 24, el cadáver de Marina Montoya fue encontrado en un terreno baldío al norte de Bogotá. Estaba casi sentada en la hierba todavía húmeda por una llovizna temprana, recostada contra la cerca de alambre de
púas y con los brazos extendidos en cruz. El juez de instrucción criminal hizo el levantamiento, también la describió como una mujer de unos sesenta años, con mucho cabello plateado, vestida con una sudadera rosada y medio color marrón Debajo de la sudadera tenía un escapulario con una cruz de plástico. Alguien que había llegado antes que la justicia le había robado sus zapatos. El cadáver tenía la cabeza cubierta por una capucha acartonada por la sangre seca, puesta al revés, con los agujeros de la boca y los ojos en la nuca, y casi desbaratada por los orificios de entrada y salida de seis tiros disparados desde más de cincuenta centímetros, pues no habían dejado tatuajes en la tela y en la piel. Las heridas estaban repartidas en el cráneo y el lado izquierdo de la cara, y una muy nítida como un tiro de gracia en la frente. Sin embargo, junto al cuerpo empapado por la hierba silvestre sólo se encontraron cinco cápsulas de nueve milímetros. El cuerpo técnico de la policía judicial le había tomado ya cinco juegos de huellas digitales. Capítulo 7. Este capítulo trata de que Maruja y Beatriz no se habían enterado de las muertes de los demás secuestrados ya que no tenían televisor ni radio, y sin más informaciones que las del enemigo, era imposible adivinar la verdad. Las contradicciones de los propios guardianes desbarataron la versión de que a Marina la habían llevado a una finca. O estaba libre o estaba muerta. Es decir antes eran ellas las únicas que la sabían viva, y ahora eran las únicas que no sabían que estaba muerta. Media hora después de que se llevaran a Mariana el monje volvió enseguida Beatriz pregunto sobre Marina, y el monje le dijo que cuando salió con ella lo habían esperado en la cochera dos jefes nuevos pero estos no entraron al cuarto donde estaban Maruja y Beatriz El monje les preguntó para dónde la llevaban y le dijeron que ese no era el lugar de hacer las preguntas por que podían escuchar donde estaba marina o a donde la llevarían. Después le ordenaron que volviera a casa y dejara a Marina en manos de Barrabás, el otro guardián de turno. La versión que el monje le contaba era creíble pero era muy extraño que hubiera vuelto tan rápido y no creo que el monje se haya involucrado en un crimen, no creo que tuviera corazón para matar a una mujer en ruinas a la que parecía querer como a su abuela y que lo mimaba como a un nieto. En cambio, Barrabás tenía fama de ser un sanguinario sin corazón que además se vanagloriaba de sus crímenes. Capítulo 8. Ahora tenían otro problema pero no era cómo encontrar a Pablo Escobar en una ciudad martirizada por la violencia. En
los primeros dos meses del año de 1991 se habían cometido mil doscientos asesinatos -veinte diarios- y una masacre cada cuatro días. Un acuerdo de casi todos los grupos armados había decidido la escalada más feroz de terrorismo guerrillero en la historia del país, y Medellín fue el centro de la acción urbana. Cuatrocientos cincuenta y siete policías habían sido asesinados en pocos meses. El DAS había dicho que dos mil personas de las comunas estaban al servicio de Escobar, y que machos de ellos eran adolescentes que vivían de cazar policías. Por cada oficial muerto recibían cinco millones de pesos, por cada agente recibían un millón y medio, y ochocientos mil por cada herido. El 16 de febrero de 1991 murieron tres suboficiales y ocho agentes de la policía por la explosión de un automóvil con ciento cincuenta kilos de dinamita frente a la plaza de toros de Medellín. De pasada murieron nueve civiles y fueron heridos otros ciento cuarenta y tres que no tenían nada que ver con la guerra El Cuerpo Élite, encargado de la lucha frontal contra el narcotráfico, estaba señalado por Pablo Escobar como la encarnación de todos los males. Lo había creado el presidente Virgilio Barco en 1989, desesperado por la imposivilidad de establecer responsabilidades exactas en cuerpos tan grandes como el ejército y la policía. La misión de formarlo se le encomendó a la Policía Nacional para mantener al ejército lo más lejos posible de los efluvios perniciosos del narcotráfico y el paramilitarismo. En su origen no fueron más de trescientos, con una escuadrilla especial de helicópteros a su disposición, y entrenados por el Especial Air Servicie (SAS) del gobierno británico. Capítulo 9. Sola en el cuarto, Maruja tomó conciencia de que estaba en manos de los hombres que quizás habían matado a Marina y a Beatriz, y se negaban a devolverle el radio y el televisor para que no se enterara. Pasó de la solicitud encarecida a la exigencia colérica, se enfrentó a gritos con los guardianes para que la oyeran hasta los vecinos, no volvió a caminar y amenazó con no volver a comer. El mayordomo y los guardianes, sorprendidos por una situación impensable, no supieron qué hacer. Susurraban en conciliábulos inútiles, salían a llamar por teléfono y regresaban aún más indecisos. Trataban de tranquilizar a Maruja con promesas ilusorias o intimidarla con amenazas, pero no consiguieron quebrantar su voluntad de no comer. Nunca se había sentido más dueña de sí. Era claro que sus guardianes tenían instrucciones de no maltratarla, y se jugó la carta de que la necesitaban viva a toda costa. Esto fue un cálculo certero: tres días después de la liberación de Beatriz, muy temprano, la puerta se abrió sin ningún anuncio, y entró el mayordomo con el radio y el televisor. «Usted se va a enterar ahora de una cosa», le dijo a Maruja. Y enseguida, sin dramatismo, le soltó la noticia:
-Doña Marina Montoya está muerta. Capítulo 10. El mensaje del padre García Herreros abrió una brecha en el callejón sin salida. A Alberto Villamizar le pareció un milagro, pues en aquellos días había estado repasando nombres de posibles mediadores que fueran más confiables para Escobar por su imagen y sus antecedentes. También Rafael Pardo tuvo noticia del programa y lo inquietó la idea de que hubiera alguna filtración en su oficina. De todos modos, tanto a él como a Villamizar les pareció que el padre García Herreros podía ser el mediador apropiado para la entrega de Escobar. A fines de marzo, en efecto, las cartas de ida y vuelta no tenían nada más que decir. Peor: era evidente que Escobar estaba usando a Villamizar como instrumento para mandar recados al gobierno sin dar nada a cambio. Su última carta era ya una lista de quejas interminables. Que la tregua no estaba rota pero había dado libertad a su gente para que se defendiera de los cuerpos de seguridad, que éstos estaban incluidos en la lista de los grandes atentados, que si no había soluciones rápidas iban a incrementar los ataques sin discriminaciones contra la policía y la población civil. Se quejaba de que el procurador sólo hubiera destituido a dos oficiales, si los acusados por los Extraditables eran veinte. Cuando Villamizar se encontraba sin salida lo discutía con Jorge Luis Ochoa, pero cuando había algo más delicado éste mismo lo mandaba a la finca de su padre en busca de buenos consejos. El viejo le servía a Villamizar medio vaso del whisky sagrado. «Tómeselo todo -le decía- que yo no sé cómo aguanta usted esta tragedia tan macha». Así estaban las cosas a principios de abril, cuando Villamizar volvió a La Loma y le hizo a don Fabio un relato pormenorizado de sus desencuentros con Escobar. Don Fabio compartió su desencanto. Capítulo 11. Maruja oyó el comunicado de los Extraditables el domingo 19 de mayo a las siete de la noche. No decía ni hora ni fecha de la liberación, y por el modo de proceder los Extraditables lo mismo podía ser cinco minutos después que dentro de dos meses. El mayordomo y su mujer irrumpieron en el cuarto dispuestos para la fiesta. -Ya esto se acabó -gritaron-. Hay que celebrarlo. Trabajo le costó a Maruja convencerlos de que esperaran la orden oficial por boca de algún emisario directo de Pablo Escobar. La noticia no la sorprendió, pues en las últimas semanas había recibido señales inconfundibles de que las cosas iban mejor de como las supuso cuando le llegaron con la promesa descorazonadora de alfombrar el cuarto. En las emisiones recientes de Colombia los Reclama aparecían cada vez más amigos y actores populares. Con el optimismo renovado, Maruja seguía las telenovelas con tanta atención,
que creyó descubrir mensajes cifrados hasta en las lágrimas de glicerina de los amores imposibles. Las noticias del padre García Herreros, cada día más espectaculares, hicieron evidente que lo increíble iba a suceder. Maruja quiso ponerse la ropa con que había llegado, previendo una liberación intempestiva que la hiciera aparecer frente a las cámaras con la triste sudadera de secuestrada. Pero la falta de nuevas noticias en la radio, y la desilusión del mayordomo, que esperaba la orden oficial antes de dormirse, la pusieron en guardia contra el ridículo, aunque sólo fuera ante sí misma. Se tomó una dosis alta de somníferos y no despertó hasta el día siguiente, lunes, con la impresión pavorosa de no saber quién era ni dónde estaba. A Villamizar no lo había inquietado ninguna duda, pues el comunicado de Escobar era inequívoco. Se lo transmitió a los periodistas, pero no le hicieron caso. Como a las nueve, una emisora de radio anunció con grandes aspavientos que la señora Maruja Pachón de Villamizar acababa de ser liberada en el barrio del Salitre. Los periodistas salieron en estampida, pero Villamizar no se inmutó. -Nunca la soltarán en un lugar tan apartado para que le pase cualquier vaina -dijo-. Será mañana con seguridad y en un lugar seguro. Un reportero le cerró el paso con el micrófono. -Lo que sorprende -le dijo- es la confianza que usted le tiene a esa gente. -Es palabra de guerra -dijo Villamizar. Los periodistas de más confianza se quedaron en los corredores del apartamento -y algunos en el bar- hasta que Villamizar los invitó a salir para cerrar la casa. Otros hicieron campamentos en camionetas y automóviles frente al edificio, y allí pasaron la noche. Villamizar despertó el lunes con los noticieros de las seis de la mañana, como de costumbre, y se quedó en la cama hasta las once. Trató de ocupar el teléfono lo menos posible, pero las llamadas de periodistas y amigos no le dieron tregua. La noticia del día seguía siendo la espera de los secuestrados.
Personajes principales Maruja – periodista del periódico foicine Alberto Villamizar – esposo de Maruja Beatriz Villamizar de Guerrero - su cuñada y asistente personal de Focine Marina Montoya - hermana del secretario general de la presidencia de la república Francisco santos - redactor jefe de El Tiempo Pablo escobar – narcotraficante, jefe del cartel de Medellín Cesar Gaviria - presidente del gobierno colombiano
Por lo general en los cartones políticos se hace censura o parodia sobre algún acontecimiento, se presentaban principalmente en los periódicos, todavía se usan en los periódicos diariamente. Las caricaturas son dibujos que exageran las características físicas del personaje: pelo, nariz, boca, etc. En cuanto al lenguaje es principalmente icónico, es decir se quiere transmitir el mensaje principalmente por el dibujo, el texto casi siempre en los cartones políticos es muy escaso En esta página hay algunos cartones de la época de Benito Una caricatura (del italiano caricare: cargar, exagerar) es un retrato que exagera o distorsiona la apariencia física de una persona o varias, en ocasiones un estrato de la sociedad reconocible, para crear un parecido fácilmente identificable y, generalmente, humorístico. También puede tratarse de alegorías. Su técnica usual se basa en recoger los rasgos más marcados de una persona (labios, cejas, etc.) y exagerarlos o simplificarlos para causar comicidad o para representar un defecto moral a través de la deformación de los rasgos. Características La caricatura como género artístico suele ser un retrato, u otra representación humorística que exagera los rasgos físicos o faciales, la vestimenta, o bien aspectos comportamentales o los modales característicos de un individuo, con el fin de producir un efecto grotesco. La caricatura puede ser también el medio de ridiculizar situaciones e instituciones políticas, sociales o religiosas, y los actos de grupos o clases sociales. En este caso, suele tener una intención satírica más que humorística, con el fin de alentar el cambio político o social. La forma más común de las caricaturas políticas y sociales es la viñeta. Si bien el término caricatura es extensible a las exageraciones por medio de la descripción verbal, su uso queda generalmente restringido a las representaciones gráficas.
Paola cabello 1 semestre 4