Flight To Terror 4p4345

CAPÍTULO 1: “EL SUEÑO DE TONY” Tony notó el agua fría y salada salpicando en su cara. Sabia que estaba flotando en el mar porque se notaba flotando arriba y abajo con cada ola. No podía recordar nada. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado allí? A través de sus ojos medio abiertos, podía ver figuras oscuras. Varios pares de manos estaban cogiéndolo. “Cóganlo con fuerza, Fred,” dijo alguien. “OK; lo tengo,” dijo Fred. “Coge sus piernas, Pete.” Tony fue sacado del agua a la cubierta de lo que parecía un gran barco. Se tumbó allí sin moverse y dejó a las oscuras figuras continuar su trabajo. Estaba empapado hasta los huesos y tiritaba incontrolablemente. “Va a caer en una hipotermia,” dijo alguien, con urgencia en su voz. “Llevadlo al hospital del barco, rápidamente.” Cuando los hombres intentaban cogerlo, intentó sentarse y hablar. “Creo... recuerdo... ahora,” dijo él, tiritando. “Relájate,” dijo una voz, poniendo una gran manta de lana sobre los hombros de Tony. “Tendrás mucho tiempo para recordar que te ocurrió. Queremos un informe completo tuyo más tarde.” Tony fue llevado a una pequeña habitación. Aún muy débil y cansado, lo pusieron en una pequeña cama. Cuando estaba allí tumbado, tranquilamente recordó que había ocurrido. Todo se estaba haciendo más claro. Cerró sus ojos y pensó cómo había empezado todo. Y entonces de repente, se sintió muy cansado y cayó en un profundo sueño. Empezó a soñar, y su sueño lo llevaron a 10 años atrás. Era un chico rubio de 12 años, que vivía en Inglaterra con sus padres. El padre de Tony, Paul, era un piloto en la Royal Air Force. Cuando fue demasiado viejo para continuar siendo un piloto, Paul tuvo que dejar su trabajo. Pensaba que había terminado con el volar, pero entonces se le ofreció un excelente trabajo. El trabajo era en la industria de la aviación en California, en la costa oeste de América. Parecía un buen trabajo y no Paul no podía rechazarlo. Vendió su casa familiar en Inglaterra y junto con su mujer, Margaret, y su joven chico, Tony, se trasladaron a América. Después de vivir en California durante varios años, los padres de Tony decidieron trasladarse a la costa este, a Miami, Florida – el estado del Sol Brillante, como era conocida. Fue allí donde Tony aprendió a volar su primer vuelo ligero. Desde entonces siguió volando tan a menudo como podía. Sus sueño era llegar a ser un piloto de una línea aérea. Tony fue a una escuela donde le fue enseñado todo sobre el vuelo de aviones. Leyó muchos libros sobre aviación y estudió duro. Después de algún tiempo, estaba preparado para hacer sus exámenes finales. Dos dias antes del 22 cumpleaños de Tony, una carta que parecía muy importante llegó para él. Tony la abrió rápidamente, sus manos temblaban. “Por favor, por favor... sí. Lo he hecho,” gritó felizmente. “He aprobado los exámenes. Tengo la licencia de piloto de vuelo comercial.” El sueño de Tony de ser piloto era verdadero. “Todo eso está muy bien, Tony,” dijo su padre, trayéndolo a la realidad, “pero ahora viene la parte dura... encontrar un trabajo.” Durante los siguientes meses, Tony leía todas las revista de aviación que encontraba, pero no podía encontrar trabajo. Por un momento, le entraron ganas de abandonar. “Es inútil,” le dijo a su madre un día en el desayuno. “No hay nada en los periódicos. Tal vez debería conseguir un trabajo normal de 9 a 5 en una oficina, y olvidarme de volar.” Su mano le puso una mano en el hombro. “Eso no pareces tú, Tony, abandonar. Creo que tú vives para volar.” “Lo hago, pero...” Él de repente vio una revista sobre la mesa de la cocina. Un anuncio en la página abierta atrajo su atención. SE NECESITA PILOTO JOVEN PARA UNA COMPAÑÍA EN EXPANSIÓN

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“Si,” él sonrió. “Fantástico. Creo que podría ser este. Tengo un presentimiento. Llamaré inmediatamente.” “Si, es verdad, estamos buscando un piloto,” dijo un hombre al otro lado del teléfono. Tenía un acento fuerte. “Del sur de América,” pensó Tony, “o tal vez cubano o mejicano.” “El presidente de la compañía tiene que estar en Miami el lunes,” continuó el hombre. “puedes reunirte con él entonces.” “Eso está bien. El lunes irá bien,” oyó Tony diciéndose así mismo. “¿Conoces el restaurante Blue Dolphin en la avenida Collins?” preguntó el hombre. “Sí,” dijo Tony. “Esté allí por la tarde,” dijo el hombre, y colgó el teléfono. Era solamente sábado. Tony esperaba impacientemente a que llegara el lunes.

CAPÍTULO 2: “LA REUNIÓN” “Es la 3ª vez que miras tu reloj en los últimos 5 minutos,” dijo su madre. Eran las diez de la mañana del lunes. “Deja al chico solo, Margaret,” dijo Paul. “Yo me acuerdo como me sentía cuando fui a una entrevista para mi primer trabajo de vuelo. Estaba tan nervioso que no creo que durmiera durante una semana.” “¿Conseguiste el trabajo, papá?” preguntó Tony, intentando olvidar que aún quedaban dos horas para la reunión. “Por supuesto que sí,” dijo Paul. Puso su brazo alrededor del hombre de su hijo. “y tú vas a conseguir el trabajo. Estoy seguro de ello.” Tony sonrió. Necesitaba estas palabras de ánimo. “Creo que es mejor que me vaya pronto,” dijo él. “Tal vez haya mucho tráfico en la autopista.” Comprobó que tenía todos sus papeles que necesitaría para su reunión, y después se subió en su coche. El paseo fue agradable y no había tanto tráfico como esperaba. El sol brillaba y ya hacía bastante calor. Finalmente, Tony llegó a la avenida Collins y vio el restaurante Dolphin. Un letrero indicaba que había un aparcamiento en la parte trasera y condujo su coche al área del aparcamiento. Ya había un coche aparcado allí – una gran limusina negra brillante. Tony abrió la puerta de su coche y se salió. Era un hombre alto y delgado, la imagen de su padre a su edad. Caminó por la esquina del aparcamiento y llegó al restaurante. Estaba vacio excepto por dos hombres, ambos vestidos idénticamente con trajes blancos y sombreros blancos. Estaban sentados a la mesa en una esquina lejana del restaurante, sus espaldas hacia él. “¿Quiénes se creen que son?” pensó Tony. “¿John Travolta en “Fiebre del sábado noche”?” Él había visto la película en la tele justo unas noches antes. Ellos se habían reído de su padre cuando él había hecho su imitación de John Travolta. “Mira esto,” había dicho él, y se puso de pie, una mano señalando al techo y otro al suelo, justo como John Travolta había hecho en la película. Tony entró en el restaurante. Cuando él se acercaba a su mesa, los dos hombres se volvieron y le dieron la cara a él. Ambos llevaban gafas oscuras y ambos tenían finos bigotes. “¿Vienes a la reunión?” dijo el primer hombre, con un inglés malo y un acento muy fuerte. “Sí,” Tony sacó todos sus papeles que había traído y los puso sobre la mesa. “Mi licencia de piloto comercial, mi...” “Siéntate. Soy Roberto y este es mi amigo, Luis. ¿quieres algo de beber?” interrumpió el primer hombre. “Hey, Daniel,” llamó al camarero, “dale a nuestro amigo una bebida.” Él se volvió hacia Tony. “¿Qué quieres beber – vodka, cerverza...?” “Una cerveza estará bien, gracias,” dijo Tony. Un camarero le trajo a Tony su bebida inmediatamente. “Paga la casa,” le dijo a Luis, y rápidamente se volvió al bar. “Mis documentos...” empezó Tony. Luis cogió los papeles de la mesa. Los miró y rápidamente se los devolvió a Tony.

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“Ahora, ¿te gustaría volar a Colombia?” preguntó Luis, acercando su cara a Tony. “Conseguirás mucho dinero. No conseguirás mucho más en ningún otro sitio.” “Bien, yo...” empezó Tony a decir. Luis se puso de pie y caminó hacia la puerta. Tony notó que él cojeaba. “Él no es serio... está malgastando nuestro tiempo,” dijo Luis. “Él no quiere el trabajo.” “¿Está eso bien? Estás malgastando nuestro tiempo” preguntó Roberto, mirando a Tony enfadado. “No, no estoy mal gastando vuestro tiempo,” contestó Tony. “Es una gran decisión a hacer. Me gustaría preguntarle a mi padre qué piensa. De hecho, yo también necesito pensarlo.” Roberto se puso de pie. Puso una mano en el hombro de Tony y sonrió. “Por supuesto, es una gran decisión,” dijo él. “tan solo es que somos hombres de negocios ocupados. Necesitamos una decisión rápidamente. Pareces el hombre correcto para el trabajo. Pero si necesitas preguntarle a tu padre, entonces tal vez no seas el hombre adecuado después de todo.” Él se volvió para irse. “Adiós amigo.” Tony pensó rápido. Recordó lo que su padre había dicho. Los trabajos eran difíciles de conseguir. “OK;OK, aceptaré el trabajo,” dijo él. Los dos hombres se volvieron hacia la mesa. “Buen hombre,” dijeron ellos.

CAPÍTULO 3: “LA DECISIÓN DE TONY” “¿Cuándo empiezo, y qué tengo que hacer exactamente?” preguntó Tony interesado. “No me habeís dicho nada sobre el trabajo, excepto que queréis que vuele a Colombia.” “Haces demasiadas preguntas,” dijo Roberto. “Déjame decirte algo,” Él acercó su cara a la de Tony. “Algunas veces no es bueno saber demasiado. ¿Sabes lo que quiero decir?” “Está bien,” dijo Luis sonriendo. “Escucha a mi amigo y todo saldrá bien, OK.” “Bien, ¿pueden decirme cuánto tiempo estaré fuera y cuándo me voy?” preguntó Tony. Durante un momento hubo silencio, y después Roberto dijo, “Estarás fuera alrededor de dos días y como dijimos antes, somos hombres de negocios ocupados... así que empiezas AHORA.” Tony se puso de pie. “Pero eso es imposible. Necesito coger algunas cosas de casa – mi ropa, cosas como eso.” “No te preocupes por tu ropa. Te daremos ropa. Te daremos cualquier cosa que necesites,” dijo Roberto impacientemente. Tony frunció el ceño. “Y ¿qué hay de mis padres? Tengo que decirles qué estoy haciendo y dónde voy...” dijo él. Luis sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió la cara. “¿Qué eres un niño o un hombre?” dijo sarcásticamente. “Cuando yo tenía tu edad estaba luchando por mi vida. Yo luché con Pablo Escobar. Has oído de él? Una vez fue el hombre más famoso de Colombia.” “¿Por qué tendría que haber oído hablar de él?” le dijo Roberto a Luis. “Esa era nuestra historia, no significa nada para él.” Tony quería preguntarle a Luis que le contara lo de Escobar, pero Luis lo empujó contra la silla. “Ahora, escucha con cuidado, Tony. Vamos a ir a un aeropuerto privado cerca de Miami. Un avión nos estará esperando allí. Nos llevarás a Roberto y a mí desde allí a Colombia, recogeremos algunas cosas y después nos llevarás de vuelta aquí. Ahora, ¿es eso difícil, Tony?” “¿Qué clase de cosas?” preguntó Tony. Luis sonrió. “Realmente es una sorpresa para mi primo José. Nada por lo que preocuparte, Tony,” dijo él. “Si queréis que sea el piloto del avión, entonces necesito saber qué carga estaremos llevando,” dijo Tony. Los dos hombres sonrieron, “Si necesitas saberlo, Tony,” contestó Luis, “es el cumpleaños de mi primo José, y Roberto y yo pensamos que sería muy bonito traerle a su madre de Colombia para visitarlo aquí en Miami.”

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“Está bien,” dijo Roberto. “Él no la ha visto durante muchos años. Ha estado muy ocupado con sus negocios.” “Como ves, no hay nada misterioso con la carga que traerás,” dijo Luis, “Tan solo una mujer vieja.” Tony pensó durante un momento, “OK,” dijo, “Vayamos.” La conducción hasta el aeropuerto no duró mucho. Al final de la pista de aterrizaje, un jet ejecutivo estaba esperando. Cuando Tony, Luis y Roberto estaban en el avión, Tony miró algunos mapas de una caja junto a su asiento y planeó la ruta que llevaría. A causa de la mala relación entre los Estados Unidos y Cuba, sabía que no debía volar por encima de Cuba. “Tendremos que volar sobre el sur-oeste del Golfo de Méjico y después sobre el sur del Mar Caribe,” dijo Tony. “¿A qué lugar de Colombia vamos?” “Vamos a un lugar llamado Guamez Valley,” contestó Roberto, “cerca de la frontera con Ecuador.” Tony hizo una pequeña comprobación para asegurarse de que todo estaba correcto y accionó el motor. “Cinturones abrochados,” gritó por encima del ruido del motor. “Bien, vayamos y recojamos a la señora mayor.”

CAPÍTULO 4: “EL VUELO” El avión se movió a lo largo de la pista de aterrizaje y pronto estuvieron en el aire. Roberto se sentó en el asiento junto a Tony. Luis se puso a gusto en la parte trasera del avión. Se tumbó a lo largo de dos asientos, con su cabeza apoyada sobre una ventana. Tony le echó un rápido vistazo. “¿Qué ocurre le a Luis en la pierna?” preguntó Tony a Roberto, recordando como había visto a Luis cojear. “Le dispararon cuando luchaba para Pablo Escobar. Una bala entró en su rodilla,” explicó Roberto. “No le gusta hablar de eso. Así que no le digas nada de eso.” “Así que cuando recojamos a la madre de José, se la llevaremos a él y eso es todo ¿no?” preguntó Tony cambiando de tema. “No llevará mucho tiempo. ¿Por qué dijiste que estaría fuera dos días?” “¿Dije dos días? Bien, tal vez cometí un error,” dijo Roberto. “¿Cuál es la diferencia de cualquier manera?” “Ninguna supongo,” contestó Tony. Pensó durante un momento. ¿Qué pasa cuando traiga a la madre de José a Miami? ¿qué crees que querrá que haga después de eso?” “Preguntas, preguntas,” dijo Roberto enfadado. “Te van a pagar, ¿no? Así que, por qué cuidas tanto por lo qué tendrás que hacer después?” “Roberto no parece saber nada,” pensó Tony. Se volvió para hablar otra vez con él, pero Roberto se había quedado dormido. Tony miró por la ventana. Aún estaban volando por encima del Golfo de Méjico. Pronto, a lo lejos de la parte izquierda del avión, vería la isla de Cuba. Una mano sobre su hombro hizo que saltara. Era Luis. “¿Cuánto queda?” preguntó Luis. “Pronto estaremos volando sobre el Caribe, y después al sur de Colombia así que deberíamos aterrizar en .... 2 horas,” contestó Tony. Luis empujo fuerte a Roberto. “Hey, Roberto, despierta,” dijo. “José dijo que debíamos llamarlo ¿recuerdas?” Roberto se puso de pie. Sin una palabra, anduvo a la parte trasera del avión. Abrió una pequeña caja negra que estaba en la pared. Dentro estaba el teléfono. Tony no podía oir la conversación entre Roberto y José, pero cuando Roberto volvió, Tony vio que su cara estaba muy roja. Él le susurró a Luis, y ambos anduvieron a la parte trasera del avión juntos. “Estaré agradecido cuando esté de vuelta en Miami,” pensó Tony. “no me gustan estos dos,” Se volvió para ver a Luis y Roberto. Estaban sentados con las juntas hablando.

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“No creo que quiera trabajar más para José,” decidió Tony. “Se lo diré cuando lo vea.” Miró por su ventana. Ahora volaban por el Caribe, el sol brillaba en el agua. La costa de Colombia pronto se vio y Tony voló el avión al sur. “No puedo ver la pista de aterrizaje,” le dijo Tony a Luis y Roberto, conforme bajaba al avión. “¿Dónde aterrizaremos?” “¿Ves aquellos matorrales allí?” señaló Luis. “Bien observa con cuidado.” Para su sorpresa, Tony vio los matorrales moviéndose a un lado, destapando la pista de aterrizaje. “Algo no va bien. Aquí pasa algo, ¿no?” Tony se volvió a Luis. “no voy a aterrizar aquí.” Luis frunció el ceño. “Te dije que éramos hombres de negocios. Pero nuestro negocio es un gran secreto. Si todo el mundo conociera este lugar, todos vendrían aquí. ¿qué ocurre con esconder la pista de aterrizaje?” “Tan solo aterriza, recoge a la madre de José y puedes volver a Miami,” dijo Roberto. Tony no estaba muy contento, pero decidió escuchar a Roberto. Aterrizar el avión, recoger a la mujer vieja e irse inmediatamente. Llevó el avión hasta tierra, pero iba demasiado deprisa. Tiró de la palanca y subió al cielo. Tony intentó aterrizar otra vez y esta vez consiguió hacerlo. Pronto el avión estaba en la pista de aterrizaje, llegándose a parar antes del final. “Bien, estamos en Colombia. Ahora, ¿dónde está la madre de José?” pensó Tony.

CAPÍTULO 5: “LA LLEGADA A COLOMBIA” Luis y Roberto abrieron la puerta del avión y salieron. Algunos hombres corrieron hacia ellos y Tony vio que tenían rifles en los hombros. Los hombres estaban felices de ver a Luis y Roberto, dándoles palmadas en la espalda y sonriendo. Tony estaba en la puerta del avión. Roberto lo llamó. “Hey, hombre, ven aquí. Ven y conoce a nuestros amigos.” Tony quería quedarse en el avión, pero Roberto lo cogió por el brazo y lo llevó abajo. “¿Qué pasa contigo? ¿Por qué no eres amistoso?” preguntó Roberto. Los hombres rodearon a Tony, riéndose y bromeando. De repente, hubo un sonido de disparos. Los hombres dejaron de reir y huyeron. Conduciendo deprisa hacia ellos había un hombre en un jeep. Estaba de pie, con un rifle en su mano. El jeep se paró junto al avión y el hombre del rifle saltó. Era alto y delgado, y su pelo largo y negro estaba atado en la base de su cabeza. Luis y Roberto caminaron hacia él para saludarlo. Tony no podía oir que decían, pero sabía que estaban hablando de él por la forma que continuamente lo miraban. Dos o tres minutos más tarde, Roberto movió su mano. “Hey, Tony, ven aquí. Conoce a mi hermano, Fernando,” dijo él. “Hey, hombre, ¿qué haces? ¿un cigarro?” preguntó Fernando a Tony. Él puso su mano dentro del bolsillo de su pantalón, sacando un cigarro fino y se lo ofreció a Tony. Tony sacudió su cabeza, “No, gracias. No fumo.” Fernando rió. Tony vio que la mayoría de los dientes de Fernando faltaban, y que los que tenía estaban amarillos. “Tony es un buen hombre,” sonrió Luis. “Sí, Tony, te gustará trabajar para José, ya verás,” dijo Fernando, riendo fuertemente. Tony se volvió hacia Luis. “Así que, ¿cuándo conoceré a la madre de José? Tal vez si la traes aquí, pueda llevarla de vuelta a Miami inmediatamente.” Fernando miró a Roberto, “¿de qué habla, hermano?” preguntó él. Roberto puso un brazo alrededor del hombro de Tony. “Sé paciente, Tony,” dijo Roberto. “Primero, tienes que venir a la casa de José con nosotros. ¿por qué quieres volver tan deprisa a Miami?” “Eso está bien,” sonrió Luis. “La madre de Luis estará contenta por quedarse un poquito más.” Fernando miró confuso. “¿sobre qué estáis hablando idiotas?”

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Tony se sintió incómodo, y se separó de Roberto. “Creo que esperaré en el avión, si no os importa. Allí estaré bien.” Se volvió y volvió al avión. “Súbete al jeep, es un buen hombre,” dijo Roberto, corriendo detrás de él. “tan solo queremos ser amigos, eso es todo.” Tony decidió que no tenía sentido discutir. Anduvo hacia el jeep con Roberto y se subió a la parte trasera junto a Luis. Roberto se sentó delante junto a Fernando. De camino a casa, pasaron por campos de plantas verdes. Tony vio a hombres con ropa sucia y vieja, recogiendo las plantas y poniéndolas en grandes sacos. “Granjeros,” explicó Roberto, volviéndose para mirar a Tony. “Así es como se ganan el dinero, recogiendo plantas.” “No se parecen a los granjeros que jamás haya visto,” dijo Tony. “¿Qué están recogiendo?” “Tan solo están cultivando alimentos para sus familias,Tony,” contestó Luis, “¿jamás has visto cultivar trigo antes?” Tony se inclinó hacia delante y cogió el volante. “Para el coche,” gritó él. “Para el coche.” “¿Estás loco?” gritó Luis. Empujó a Tony hacia atrás. “¿Intentas matarnos?” dijo él, cuando el jeep se iba de un lado a otro de la carretera. Fernando condujo al jeep a un lado de la carretera y paró. ¿Qué pasa contigo?” le preguntó a Tony enfadado. “Mira, no soy estúpido,” dijo Tony, “conozco el trigo cuando lo veo, y eso no era trigo. ¿qué está ocurriendo aquí?” Luis cogió el brazo de Tony tirante. “Lo que se está cultivando aquí no tiene nada que ver contigo.” “Tan pronto como me lleve el avión de este lugar, más me gustará,” dijo Tony. “Estarás volando fuera de este lugar... muy pronto. Eso es una promesa,” dijo Luis, y se rió.

CAPÍTULO 6: “JOSÉ” Continuaron conduciendo hasta que llegaron a una casa. Estaba en un valle con altos árboles y matorrales a su alrededor. Había hombres fuera de la casa. Cada hombre llevaba un rifle. Fernando le gritó algo a uno de los hombres con rifle. El hombre saludó a otro hombre quedándose cerca de la puerta delantera de la casa. “Sal del coche,” le dijo Luis a Tony. Tony se salió del coche con Roberto, Fernando y Luis. “Vamos, Tony,” dijo Luis. “Vamos a entrar en la casa. Hay alguien a quien tienes que conocer.” Luis anduvo delante de Tony, y Tony vio que iba cojeando bastante mal. Tony pensó en la bala que Luis tenía en su pierna y lo sintió por él. Cuando llegaron a la casa, fueron saludados delante de la puerta por una joven y guapa mujer. Era alta y delgada de pelo negro y largo. Sonrió cuando miró a Luis, Roberto, Fernando y Tony dentro de la casa. “Encantada de verte de nuevo, Rosa,” dijo Luis, “Estás tan guapa como siempre.” De repente, hubo un sonido de pisadas. Se volvieron y vieron a un hombre de pie detrás de ellos. Con su pelo negro, ojos azules y una piel bronceada, el hombre parecía muy guapo. El hombre besó a Rosa en la mejilla y caballerosamente la apartó. “Ve a nadar, o a hacer algo a la cocina, Rosa. Tengo que hablar de negocios con este joven hombre,” dijo él y sonrió a Tony. El hombre llevó a Fernando, Luis, Roberto y Tony a una gran habitación. “Sentaos todos. ¿queréis algo para beber?” preguntó el hombre. Sirvió un vaso de vino de una botella que estaba en la mesa junto a la ventana y empezó a bebérselo. “Sabes que nunca decimos no a una bebida,” sonrió Roberto. El hombre se acercó a Luis y le dio una fuerte patada en su pierna mala. “¿qué os llevó a volver tan tarde?” le preguntó a Luis enfadado. “Os dije que volvierais tan pronto como fuera posible”.

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La cara de Luis se puso roja y se frotó su pierna. “Pero nosotros... volvimos... tan pronto pudimos, honestamente. Es así ¿no Roberto?” dijo él, con obvio dolor. Roberto asintió. “Es así, no pudimos venir antes.” Tony no podía creer lo que acababa de ver. Quería irse, pero sus piernas no se moverían. Intentó hablar, pero las palabras no podían salir de su boca. El hombre se volvió hacia Tony. “Supongo que fue tu culpa que ellos volvieran tarde aquí,” dijo él. Tony estuvo en silencio durante un rato y entonces dijo, “Mira, no sé qué está ocurriendo aquí, pero he tenido suficiente. No sé quién eres o qué quieres, pero yo me voy,” Tony anduvo hacia la puerta. El hombre sonrió. “Macho man, uh?” dijo él. Anduvo hacia Tony y puso su mano en el hombro de Tony. “Ningún hombre huye de José González... no si quieren vivir.” Tony miró al hombre y después se rió. “Así que tú eres el primo José. ¿y dónde está tu pequeña y vieja madre? ¿está nadando con Rosa? Qué tonto he sido” Tony dejó de reir. “Nunca hubo un trabajo, nunca,” le dijo a José. “Oh, hay definitivamente un trabajo,” dijo José. “No sé lo que Roberto y Luis dijeron para persuadirte a que vinieras aquí, pero ciertamente hay un trabajo para ti.” “Cualquiera que sea el trabajo, José” dijo Tony, “no lo quiero.” José anduvo despacio hacia un escritorio, abrió un cajón y sacó un pequeño revolver. Le señaló a Tony. “Tienes un trabajo tanto si lo quieres como si no,” dijo José. “Desafortunadamente, el piloto que teníamos antes tuvo un mal... accidente.” Se volvió a Roberto y sonrió, ¿no es así, Roberto?” “Es así, José,” dijo Roberto. Se volvió a Tony. “El último piloto que teníamos intentó coger algo que pertenecía a José,” explicó él. “Y yo escribo las reglas aquí,” dijo José. “Cuando alguien rompe las reglas, ellos...” él besó el revolver y sonrió. “No estoy preparado para hacer lo que tú quieres, y no puedes hacer que lo haga,” dijo Tony. La cara de José era cruel. “Puedo hacer que cualquiera haga cualquier cosa,” gritó él. Después se volvió y le habló a Roberto. “Roberto, llévalo abajo, y dile a Enrique que se quede con él. Enrique sabrá qué hacer.” José se volvió hacia Tony. “no te preocupes, Enrique te cuidará,” dijo él. “Enrique tiene una forma de que la gente haga lo que yo quiero... si sabes lo que quiero decir.” Roberto se llevó a Tony de la habitación. Bajaron las escaleras y entraron en una habitación al final de un pasillo. Roberto abrió la puerta. La habitación estaba vacia excepto por una mesa de madera y una silla. “Ya sabes, Tony,” dijo Roberto. “Estabas empezando a gustarme. ¿Por qué tienes que estropear las cosas? No quieras conocer a José cuando alguien no está de acuerdo con él. Se enfada, muy enfadado y después puede ocurrir cualquier cosa.” Otro hombre entró en la habitación. Era tan grande como una montaña y olía y parecía sucio. “Tengo un trabajo para ti, Enrique,” dijo Roberto. Se volvió hacia Tony. “Lo siento, Tony,” dijo él. “Pero tienes que aprender una lección. Tú harias cualquier cosa que quiera de ti José, o terminarás como el otro piloto que solíamos tener. La elección es tuya.” Roberto anduvo hacia la puerta. Echó un último vistazo a Tony y después se fue.

CAPÍTULO 7: “TONY CONOCE A ENRIQUE” Enrique se acercó más a Tony y se quedó junto a él, sonriendo desagradablemente. “Cualquier cosa que estés pensando hacer, sería mejor que lo olvidaras,” dijo Tony, alejándose de Tony. “Sí,” dijo Enrique, acercándose otra vez. “Lo entiendo. Ahora aléjate de mí, gran gorila,” dijo Tony. Cogió una silla y la sostuvo delante de él.

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Enrique intentó apartar la silla de Tony, pero Tony rápidamente la cogió sobre su cabeza y la bajó fuertemente sobre el hombro de Enrique. La silla se rompió en cuatro trozos, pero Enrique aún sonreía. Era tan fuerte que no silla no le había hecho daño. Tony intentó dar un paso hacia atrás, pero su espalda estaba contra una pared. “Bien, eres un hombre tan fuerte, que te creo. Hablemos, Enrique. Hablar es mejor que luchar,” dijo Tony, empezando a sentir miedo. “Sí,” dijo Enrique. “No entiendes una palabra de lo que estoy diciendo ¿no?” preguntó Tony. “Sí” dijo Enrique. Enrique puso sus manos alrededor del cuello de Tony y lo levantó del suelo, hasta que fueron capaces de mirarse el uno al otro a los ojos. Enrique formó un puñetazo, después echó su brazo hacia atrás y allá iba. Tony podía sentir el aire, cuando el puñetazo de Enrique venía rápidamente hacia su cara, entonces pasó y golpeó la pared. Tony suspiró de alivio mientras Enrique tiraba su cabeza hacia atrás y reía. Acercó su cara a la de Tony y formó otro puño. “Sí,” dijo él, sonriendo y echando otra vez su brazo hacia atrás. Tony sabía que esta vez el puñetazo de Enrique golpearía su cara, no la pared. Intentó liberarse, pero Enrique lo mantenía tirante alrededor de su cuello. Tony apenas podía respirar. Podía ver el gran puño de Enrique venir hacia su cara. De repente, la puerta se abrió. “ENRIQUE”, gritó una voz. Enrique se volvió. Tony miró por encima de su hombro y vio que José había entrado en la habitación. José le hizo una señal a Enrique. Sin decir uan palabra, Enrique dejó caer al suelo a Tony y caminó hacia la puerta. Cuando llegó a la puerta, se volvió y le dio a Tony una gran y desagradable sonrisa. “Creo que deberías agradecérmelo,” dijo José, caminando hacia Tony. “Otro segundo más y Enrique te hubiera matado. Ese hombre no conoce su propia fuerza,” José sonrió y alargó su mano para ayudar a Tony a levantarse del suelo. Tony ignoró la ayuda de José y se puso de pie. “¿Qué quieres realmente de mí, José?” preguntó Tony. “aha. Así que has cambiado de idea. Quieres trabajar para mí,” dijo José sonriendo. “No dije que quisiera trabajar para ti. Tan solo quiero saber qué quieres de mí,” dijo Tony. José dejó de reir. “¿Recuerdas las plantas verdes de los campos por los que pasaste de camino a casa?” preguntó él. “Sí, “el trigo”” dijo Tony. “¿Trigo? Oh, es una broma ¿no?” dijo José. “Una de las bromas de Luis, supongo,” dio un paso hacia Tony. “Sabes, qué se cultiva en esos campos, ¿no?” preguntó él. “Nunca antes he visto cultivar eso, pero sospecho que es cocaína.” “Plantas de cocaína para ser más exacto,” dijo José. “las hojas de la planta de coca se convierten en cocaína. Las plantas que viste no son suficientes...” “¿No son suficientes?” interrumpió Tony. “Había campos llenos de ellas.” “Sí, pero no suficientes para mí,” continuó José. “soy un hombre muy rico, pero quiero ser un hombre más rico. Eso significa que necesito más hojas de coca para hacer más cocaína.” Sacó un paquete de cigarrillos. “¿Quieres uno?” preguntó él. “No, gracias. No fumo,” contestó Tony. “Bien, es un hábito malo. Un día lo dejaré,” dijo José. Se puso un cigarrillo en los labios y lo encendió. “Así que ya ves, Tony,” continuó. “para tener más hojas de coca, necesito traerlas de algún otro sitio. Así que nosotros las traemos de Perú.” “¿Por qué no cultivas más plantas de coca aquí?” preguntó Tony. “Hay suficientes campos en Colombia para cultivar muchas más plantas.” José sonrió. “Intentamos cultivar más plantas, pero la policía de Colombia las encontró y las envenenó, y murieron. Perdí toneladas de plantas. No, es más fácil conseguir las hojas de Perú,” José sonrió. “Tú estás empezando a interesarte, ¿no? Puedo ver que vamos a trabajar juntos, vale, tú y yo.”

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“No. No estoy interesado,” dijo Tony. “Tan solo no entiendo porqué no cultivas café y plátanos como la mayoría de la gente de Colombia. ¿por qué tienes que cultivar esas terribles plantas y producir cocaína?” “DINERO. Cantidades de dinero,” contestó José. “¿Puedes pensar en una mejor razón?” “Producir cocaína está mal, y tú lo sabes,” dijo Tony “Hemos hablado suficiente,” dijo José. “Creo que eres un hombre joven inteligente y harás lo que diga. ¿llevo razón?” “No quiero involucrarme en las drogas, si es eso lo que estás pensando,” dijo Tony. “Creo que harás cualquier cosa que te diga, Tony,” dijo José cruelmente. “Cualquier cosa.”

CAPÍTULO 8: “EL EDIFICIO” En ese momento, Roberto entró en la habitación. Caminó hacia José y dijo algo calladamente a su oido. José asintió y después se volvió hacia Tony. “Tengo que ir a un sitio,” dijo él. “Piensa en nuestra conversación.” “No hay nada en que pensar. No me voy a involucrar en las drogas,” dijo Tony. “Ya veremos, pero tengo el presentimiento, que vas a cambiar de idea,” dijo José. “Y de todas a formas, en el caso de que pienses en intentar escapar, Enrique estará justo al otro lado de la puerta. Estará muy contento en terminar lo que empezó.” José puso sus manos alrededor de su cuello, se rió, y se fue. Tony esperó durante unos minutos, después abrió la puerta un poco. Enrique estaba sentado en una silla junto a la puerta. Él vio a Tony y sonrió. “Sí,” dijo él, y puso un dedo atravesado en su garganta. Tony cerró la puerta rápidamente y miró a su alrededor. En alto en la esquina de la habitación, vio una pequeña ventana. Tony empujó una mesa hacia ella y se puso encima de pie. Aunque la ventana estaba muy sucia, aún podía ver lo de fuera. Tan solo visible detrás de unos árboles había un gran edificio. De pie en la entrada estaba José y un hombre con un abrigo blanco y largo, del tipo que llevan los médicos. El hombre le estaba gritando algo a José y José estaba sonriendo y subiendo al hombre a su espalda. Después José caminó hacia los otros dos hombres. Los hombres tenían sus espaldas hacia Tony, pero Tony pudo ver que los dos hombres eran Roberto y Luis. José les habló y les enseñó algo en su mano, pero Tony estaba demasiado lejos para ver que era. Roberto caminó hacia un hombre sentado en un jeep, con su rifle en el asiento de al lado. Él le dijo algo al hombre y empujó hacia la carretera, la misma carretera por la que venía Tony, Luis y Roberto a la casa hacia justo un rato. El jeep de repente arrancó. Roberto volvió para hablar con José y Luis, y después todos ellos entraron en el edificio. “¿Qué está ocurriendo?” pensó Tony. “Y ¿qué hay dentro del edificio?” Él saltó de la mesa, justo cuando la puerta de la habitación se abría. Fernando estaba allí, con su rifle en la mano. Él vio la mesa debajo de la ventana y sonrió. “¿No estarás pensando en ir a ningún sitio, no?” dijo él, con su fuerte acento sudamericano. “No llegarías muy lejos si lo hicieras. Este sitio está rodeado de hombres armados. Primero disparan y después hacen las preguntas.” “¿Es eso lo que le ocurrió al otro piloto?” preguntó Tony. Fernando se rió. “Haces demasiadas preguntas, amigo. Vamos,” dijo, empujando a Tony hacia la puerta con su rifle. “Y no intentes hacer ninguna estupidez. Puedo disparar este rifle más rápido de lo que crees.” Juntos salieron de la habitación, pasaron a Enrique, que sonrió cuando ellos pasaron, por el pasillo y subieron las escaleras. La puerta de delante estaba delante de ellos. Fernando abrió la puerta y empujó a Tony fuera. “Rápido,” dijo él. Fernando llevaba a Tony hacia el gran edificio, el mismo edificio que Tony había visto desde la pequeña ventana. “Ahora veré lo que está ocurriendo ahí dentro,” pensó Tony.

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Dentro del edificio, Tony vio algunas mesas grandes. Sobre las mesas, había cientos de hojas verdes. “Estas hojas han estado secándose en el sol,” dijo José, acercándose a ellas. “La siguiente cosa es convertirlas en cocaína. Eso es lo que está haciendo esos hombres.” José señaló a algunos de estos hombres que llevaban batas blancas. “Y ¿qué ocurre cuando las hojas se han convertido en cocaína?” preguntó Tony. “La cocaína es empaquetada y sacada en avión de aquí. Y ese es tu trabajo, Tony,” dijo José. “Oh, no. No sacaré nada de aquí,” dijo Tony. “Tenéis al hombre incorrecto para el trabajo.” “Tenemos al hombre correcto, Tony,” dijo José, cogiendo a Tony del brazo. “Pero antes de sacar la cocaína de aquí, volarás a Perú. Te dije que yo necesitaba más hojas de cocaína para hacer más cocaína... y tú vas a traerlas. ¿Lo entiendes?”

CAPÍTULO 9: “INTENTO DE ESCAPAR” José se volvió a Fernando. “¿Está listo el avión?” preguntó. Fernando asintió. “Tan solo necesita un piloto,” dijo él. “¿Escuchaste mi amigo?” le dijo José a Tony. “todo lo que necesitamos es un piloto, y ese eres tú.” “¿Cómo sabes que volaré el avión a Perú, y no de vuelta a Miami?” preguntó Tony. José sonrió cruelmente. “Porque Fernando irá contigo,” dijo él, “y se llevará su rifle.” “No creo que Fernando sea lo suficientemente estúpido para matarme mientras que estemos volando,” dijo Tony. “Si me mata y el avión se estrella, ambos moriremos.” “No te preocupes, amigo,” dijo Fernando. “No te mataré, pero no creo que fueras muy feliz si tuvieras una bala en tu pierna, o en tu brazo, o en...” José levantó su mano. “Eso es suficiente,” dijo. “Creo que Tony lo entiende. Ahora sácalo de aquí.” “OK, vayámosnos,” dijo Fernando, señalando a Tony con su rifle. Una vez fuera del edificio, Fernando se llevó a Tony para esperar al jeep. “Súbete al asiento de delante,” dijo Fernando. “Vamos al avión.” Tony se subió al jeep. Justo cuando Fernando estaba a punto de subirse, Luis le gritó algo, Fernando empezó a andar hacia Luis para ver qué quería. Tony rápidamente saltó al asiento del conductor, arrancó el motor y huyó a gran velocidad. Él no sabía donde iba, tan solo conducía. Por el espejo del conductor pudo ver a Fernando corriendo detrás de él, con su rifle en la mano. BANG. Una bala pasó por la oreja de Tony. BANG. Otra bala, pero ahora Tony estaba demasiado lejos. Tony condujo el jeep por las estrellas y pequeñas carreteras, con campos de plantas de coca a ambos lados. Los hombres que estaban recogiendo las plantas miraron con sorpresa, cuando Tony pasó por ellos. Él miró otra vez por el espejo. Dos jeeps lo seguían. Alguien en el primer jeep le estaba disparando con un rifle. Tony no tenía duda de que era Fernando. De repente, Tony se dio cuenta de que estaba en las carreteras que iban al... avión. Tony recordó que algunos arbustos estaban caídos a un lado, revelando el camino. Él necesitaba encontrar esos arbustos, si iba a buscar el avión y volar fuera del lugar. “¿Dónde están?” se dijo a si mismo, mirando a su alrededor. “¿Dónde están?” Todos los arbustos parecían los mismo. Tony podía haber conducido por los caminos, y no lo habría sabido. De repente, pensó que había visto el lugar correcto. Condujo el jeep detrás de algunos árboles, paró y corrió hacia los arbustos. Escondido detrás de ellos, él vio el avión. Él intentó quitar los arbustos. “Creo que esto te ayudará,” dijo una voz detrás de ellos. Tony se volvió. Fernando estaba allí, cogiendo una caja. Había tres hombres con él. Él pulsó un botón de la caja y de repente, los arbustos se abrieron, enseñando el camino. “Listo, eh” dijo Fernando. Él pulsó el botón y los arbustos se cerraron otra vez. Él caminó hacia Tony y empujó el rifle contra su estómago. “José quiere hablar contigo.”

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Fernando empujó a Tony hacia el jeep que había estado conduciendo. “Esta vez conduciré yo,” se rió Fernando. Ellos condujeron de vuelta a casa en silencio. José estaba esperando fuera, con una cara oscura y de enfado. Fernando y Tony salieron del jeep y Fernando empujó a Tony fuera, hacia José. Tony se quedó delante de José, deseando saber qué hacer. De repente, José le golpeó fuerte en la cara. José le pegó otra vez, esta vez más fuerte, y Tony cayó de rodillas. “Intenté ser amable contigo, e intentaste escapar,” gritó José. “Si yo no necesitara que volaras, tendrías una bala en tu cabeza en este justo momento.” José se volvió hacia Fernando. “Llévalo escaleras abajo y después ven y me ves. Y tráete a Luis contigo, él es la causa de todo esto,” dijo José y anduvo dentro de la casa. Fernando se llevó a Tony escaleras abajo y por el pasillo. Enrique estaba esperando fuera de la habitación. Él sonrió desagradablemente cuando él vio a Tony. Fernando abrió la puerta y empujó a Tony dentro. “Te veo más tarde, tonto” le dijo a Tony. Después se fue, cerrando la puerta firmemente detrás de él.

CAPÍTULO 10: “LA VUELTA DE JOSE” Solo en la habitación, Tony se acordó del anunció que había visto en la revista: SE NECESITA JOVEN PELÍCULA PARA EXPANDIR UNA COMPAÑÍA y deseaba no haberlo visto. “Traer a la vieja madre de José desde Colombia a Miami, eso es lo que Luis y Roberto me dijeron,” pensó. “Qué idiota fui. Papá hubiera sabido que era una mentira inmediatamente.” Se inclinó contra la pared, deseando saber qué le iba a ocurrir. Justo en ese momento, la puerta se abrió y Roberto entró en la habitación, su cara estaba roja y enfadado. “A causa tuya, José ha golpeado a Luis,” dijo Roberto. “¿No crees que Luis tenía suficiente dolor con su pierna?” “No soy responsable de esto,” dijo Tony. “Fue tu culpa y de Luis.” Me mentiste desde el principio, ¿no?” “¿Tú hubieras cogido el trabajo si te hubiera dicho la verdad?” preguntó Roberto. “Necesitábamos un piloto y fuiste lo suficientemente tonto para estar de acuerdo y trabajar para nosotros.” “Pones mi vida en peligro,” gritó Tony. “Estamos malgastando el tiempo,” dijo Roberto. “José me dijo que viniera y te recogiera. Él quiere que tú vueles a Perú ahora para recoger más plantas de coca. No puedes luchar contra esto, Tony, no tienes elección.” Roberto le llevó Tony a José, que estaba inclinado sobre su escritorio, estudiando un mapa. Miró hacia arriba cuando Tony entró en la habitación. “Esta es la ruta que tomarás,” dijo él, dibujando una linea en el mapa con bolígrafo. “Volarás por la aduana de Ecuador y sobre las montañas de los Andes hacia Perú. Mis hombres estarán esperando... aquí,” dijo José, poniendo una cruz sobre el mapa. “tardarás dos horas. Los sacos habrán sido ya llenados con hojas de coca. Todo lo que tienes que hacer es esperarlos para que los cargen en el avión, y después volarás de vuelta aquí. ¿Fácil, no?” “Y después de eso, puedo volar de vuelta a Miami. OK?” dijo Tony. “Es un avión pequeño. ¿Cuántos sacos de hojas de coca crees que puedes traer en un vuelo?” dijo José. “No las suficientes para mí para ser un hombre muy rico. Tendrás que hacer 5 viajes, por lo menos. Pero eso se llevará su tiempo, tal vez unas cuantas semanas.” José paró, encendió un cigarro y después continuó. “Primero mejor que tomes algo para comer y beber y después puedes ir y recoger las hojas.” “No, primero quiero llamar a mis padres,” dijo Tony. “Ellos estarán preocupados por mi. Tal vez incluso hayan llamado a la policía y les hayan dicho lo de mi desaparición.”

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“OK, llámlos desde aquí,” dijo José. “Diles que están bien y que estarás fuera durante unos días porque acabas de empezar a trabajar y tienes que terminar un trabajo. Y no intentes ser listo – estaré escuchando.” Cuando Tony había terminado de llamar, José se volvió hacia Roberto. “Roberto, llévalo a la cocina y dile a Rosa que le haga algo para comer,” dijo él. Mientras Tony comía, deseaba saber cómo podría llevar el avión de vuelta a Miami. Roberto estaba observándolo cuidadosamente. “Sé lo que estás pensando, Tony, y no funcionará,” dijo él. “Termina el trabajo para José, y después puedes volver a casa.” “No soy tonto, Roberto,” dijo Tony. “Sé lo de este lugar y la cocaína. Incluso si yo prometiera que no se lo diría a nadie, no creo que José jamás me deje volver a casa.” Él miró a Roberto. “Tengo razón, Roberto, ¿no? Dime esta vez la verdad.” Roberto se puso de pie y fue hacia la puerta. “Haces demasiadas preguntas,” dijo él. “Venga, vayámonos.” Fuera de la casa, Fernando estaba esperando con el jeep. Luis estaba sentado sentado junto a él. Roberto entró en la parte trasera del jeep y empujó a Tony dentro junto a él. “Sería mejor para ti ser un buen chico esta vez,” le dijo Luis a José, sacando una pistola de su chaqueta. “No quiero usar esto, pero lo haré si tengo que hacerlo. ¿Entiendes?” fernando arrancó el motor y el jeep se movió. Condujeron muy deprisa por la estrecha carretera. Pronto, estaban en el mismo sitio donde Tony habia estado hacía poco tiempo antes. Todos ellos se bajaron del jeep. Roberto cogió el brazo de Tony muy fuerte. Fernando pulsó el fondo de la caja y los arbustos se abrieron. El avión estaba allí, justo como lo habían dejado. “No pienses en más ideas de cómo escapar,” dijo Roberto, cuando empujaba a Tony hacia el avión. “No voy a volar el avión a Perú,” dijo Tony. “Y no voy a traer ningunas hojas.” Luis se acercó a Tony. Él estaba cojeando peor que nunca jamás después del cruel golpe de José. Él sacó su pistola y la puso en la cabeza de Tony. “Entra en el avión,” dijo él, “te dije, que usaré la pistola si tengo que hacerlo.”

CAPÍTULO 11: “LA LLEGADA A PERÚ” No hubo ningún punto que discutir. Tony hizo lo que se le dijo. Cuando Luis se sentó junto a él, Tony pudo ver la pistola de Luis en su mano, lista para ser usada. Roberto se sentó detrás de ellos con Fernando, que empezó a limpiar su rifle. Tony miró el mapa que José le había dado. “José te dijo como llegar allí,” dijo Luis. “¿Por qué necesitas mirar el mapa?” “José no es el piloto en este avión, soy yo,” dijo Tony. “Necesito saber la ruta exacta.” Luis dijo algo que Tony no pudo oir. Entonces, se dio la vuelta y le habló tranquilamente a Roberto. Ambos hombres se rieron. “Reiros se quereis,” pensó Tony. “Yo estoy pilotando este avión, no vosotros.” Él arrancó el motor y el avión empezó a moverse a lo largo de la pista. Una vez que estaban en el aire, Luis puso de nuevo su pistola dentro de su chaqueta, para gran alivio de Tony. Pronto volaban sobre la frontera de Ecuador. Debajo de ellos, se extendían los Andes, una gran región montañosa que va desde Ecuador a Perú. Después de un rato, llegaron al punto del mapa que José le había enseñado a Tony. El sol ya se había ocultado, pero Tony podía ver campos y más campos de plantas de coca debajo de ellos, como una gran alfombra. Cuando el avión bajaba, Tony vio una pista escondida cerca de algunos arbustos. La pista era más largo que el de Colombia y aterrizó el avión fácilmente. Corriendo para reunirse con ellos, iban hombres llevando rifles. Mientras que corrían, disparaban al aire. Fernando abrió la puerta del avión y saltó fuera. Él corrió hacia los hombres. Su rifle sobre su cabeza, disparó algunos tiros al aire, riendo y disparando. Roberto no estaba lejos detrás de Fernando. Él caminó rápidamente hacia un hombre inclinado contra un coche. El hombre disparó a la mano de Roberto y lo golpeó en la espalda.

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En el avión, Luis sacó su pistola y la puso en la cabeza de Tony. “OK, fuera,” dijo. Tony dejó el avión primero, con la pistola de Luis en su cabeza. “Hacia allá,” dijo Luis, señalando a Roberto y al hombre. El nombre del hombre era Manuel, y él y sus hombres cuidaba los campos de coca de José en Perú. Él vio a Luis y empezó a andar hacia él. “Hola, Luis, encantado de verte de nuevo,” dijo él. “Pero ¿por qué estás cojeando tan mal? ¿Qué le ocurrió a tu pierna?” Luis miró a Tony, su cara roja y de enfado. Después se volvió a Manuel. “Es una larga historia, Manuel, te la contaré más tarde,” dijo. Manuel miró a Tony. “Este debe ser tu nuevo piloto,” dijo él. “Vamos a la casa mientras que cargan el avión. Puedes contarme todas las noticias de allí.” “Yo puedo quedarme con el avión,” dijo Tony. Luis sonrió. “¿Crees que soy tonto? Dejarte con el avión,” dijo él. “Te vienes con nosotros. Haz lo que yo te diga y no serás herido.” Luis empujó a Tony dentro del asiento trasero del coche. Fernando entró dentro junto a ellos y Roberto se sentó en el asiento de delante junto a Manuel. “Espero que tengas suficientes plantas para mantener a José feliz,” dijo Roberto. “No te preocupes, Roberto, José va a ser un hombre muy rico,” dijo Manuel. “¿Y tú también harás mucho dinero con esto, ¿no? Luis? Y tú también Roberto?” “José siempre nos da algo, eso es verdad,” añadió Luis, “pero él se queda la mayoría.” Manuel condujo el coche, a lo largo de la sucia carretera. La carretera llevaba a una pequeña casa. Él paró el coche y todos se salieron. “Eso les llevará a mis hombres varias horas cargar el avión. Los sacos de las plantas aún no están listos,” dijo Manuel, cuando entraban en la casa. “¿Por qué no pasais la noche? La casa es pequeña, pero hay suficientes habitaciones para todos.” “No creo que José se alegre mucho si nos quedamos la noche,” dijo Luis, sentándose en un sillón cerca de la ventana. “Pensará que nos hemos escapado con sus plantas.” Manuel movió su cabeza. “A José no le importará,” dijo él. “Tú no lo conoces,” dijo Luis. “Cuantas más cocaína tiene, más quiere. Y cuanta más consiga, más desagradable se pone.” Él arrastró su pierna mala. “José no era la persona favorita de Luis en este preciso momento,” dijo Roberto. Manuel miró a Luis. “Ya entiendo,” dijo él. “Un día le daré a José Gonzáles lo que él merece,” dijo Luis. “Espera y verás.” “Sí, de acuerdo,” dijo Tony tranquilamente. Él pensaba que Luis no lo oiría, pero Luis lo hizo. Su cara estaba llena de odio, cojeó hasta Tony, que estaba de pie junto a la puerta. Tony no vio el puño de Luis viniendo hacia él, todo ocurrió demasiado deprisa. Un momento, Tony estaba de pie, lo siguiente estaba tirado en el suelo, su nariz sangraba bastante. “Cuando digo que le daré a José González lo que se merece, todo el mundo lo creía lo mejor – tú también,” gritó Luis. Tony observaba, cuando Luis salía cojeando de la casa, Manuel se puso de pie para ir detrás de él, pero Roberto lo cogió de su brazo. “No lo sigas, Manuel, él estará bien,” dijo Roberto. “Él necesita estar a solas durante un rato, José ha estado tratando a Luis muy mal, pero volverá a ello, siempre lo hace.” “¿Por qué José lo trata de esa forma?” preguntó Tony. “De vuelta a los años 70, Luis y José lucharon el uno junto al otro con Pablo Escobar, uno de los mayores señores de la droga en Colombia,” empezó a explicar Roberto. “Así es como era Pablo Escobar,” pensó Tony, “un señor de la droga.” Él estaba enfadado consigo mismo. Si él hubiera sabido esto cuando Luis había mencionado el nombre de el restaurante Blue Dolphin en Miami, nunca habría estado de acuerdo en aceptar el trabajo. “El problema empezó cuando la policía cogío 600 kilos de cocaína de un avión en el aeropuerto americano,” continuó Roberto. “Esto empezó una disputa entre la policía y las autoridades, y los señores de la droga. ¿Has oido hablar de la masacre de Medellín? Los traficantes de droga querían enseñarle a la policía colombiana una lección y empezaron una guerra – los

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traficantes de la droga contra la policía. Fue una mala época, 40 personas fueron asesinadas en un fin de semana. Habría habido más, pero Luis salvó la vida de alrededor de 30 hombres. Él era un héroe.” Tony creyó esto difícil de creer que Luis pudiera ser un héroe. Se tocó su nariz. Había parado de sangrar, pero aún le dolía. “Así que Luis era un héroe. ¿Qué tiene eso que ver con José?” preguntó Tony a Roberto. “A José siempre le gusta ser importante,” explicó Roberto. “así que cuando Luis llegó a ser un héroe, José estaba celoso de él. Un día Luis necesitó un trabajo. José le dio uno, pero desde entonces en adelante trata a Luis malamente. Es la forma de José de desquitarse con el. Pero sería mejor para ti no decirle nada a Luis sobre esto.” Cuando Luis volvió a entrar en la casa, cojeando mal, nadie dijo una palabra. Tony lo miró y pensó, “así que hay alguien más a quien no le gusta José González tanto como yo.”

CAPÍTULO 12: “EL FINAL DE MANUEL” “Creo que deberíamos volver al avión,” dijo Luis, cuando ellos habían terminado la deliciosa comida que Manuel había preparado para ellos. “Comes mi comida, bebes mi vino, y después quiere huir,” dijo Manuel. “Quédate un poquito más. Los sacos de las hojas aún no están empaquetados.” Luis se puso de pie. “Algo gracioso le sigue,” dijo desagradablemente, mirando a Manuel. “Los sacos suelen estar listo para nosotros. Nunca tenemos que esperar.” Roberto saltó. “Luis, ¿te has vuelto loco? Manuel es tu amigo, ¿por qué le hablas así a él?” preguntó él. De repente, Luis sacó su pistola de su chaqueta. “Debes ser tonto, Roberto,” dijo Luis, “pero yo no.” Señaló a la Manuel con la pistola. “Sigue Manuel, dile a Roberto la verdad.” La cara de Manuel se puso blanca. “yo... yo, no lo sé qué estás hablando de mi amigo,” dijo él nervioso. “Díselo, Manuel,” dijo Luis, cogiendo la pistola contra la cabeza de Manuel. “Dile a Roberto porqué no están listos los sacos.” El sudor empezó a correr hacia abajo por la cara de Manuel, y cayó de rodillas. “Luis por favor no dispares,” imploró él. “Entonces dime lo que quiero saber,” ordenó Luis. “OK,OK,” dijo Manuel. “Yo mandé a mis hombres al campo para que recogieran hojas de plantas que parecen planta de coca. Las hojas de esas plantas después eran mezcladas junto con las hojas de coca. Yo quería que tú pensaras que solamente estabas llevándote hojas de coca. De cada saco, un cuarto de las hojas no eran coca. Yo me quedaba las hojas de coca para mí. Mis hombres estaban recogiendo las hojas y llenando los sacos...” “Mientras que estábamos comiendo y bebiendo contigo,” dijo Luis. Él estaba muy enfadado. “Yo debería matarte, Manuel.” “Yo también quiero ser un hombre rico, como José,” dijo Manuel. “Él se lleva todas las hojas de coca y no me deja nada. De esta forma, queda algo para mí. Yo se las mando a un amigo que me da un buen precio.” De repente Manuel sonrió. “Hey, ya sé, yo compartiré las hojas de coca contigo y con Roberto. No se lo diremos a José. No tiene que saberlo, ¿no?.” “Tonto,” dijo Roberto. “Tan pronto como el vacíe los sacos, se dará cuenta de la diferencia.” “Pero todas las hojas parecen las mismas,” dijo Manuel. “José tiene hombres que convierten las hojas en cocaína,” dijo Roberto. “¿No crees que lo sabrá entonces?” “Eres un tonto, Manuel,” dijo Luis. “Y cuando José se dé cuenta, dirá que yo soy el responsable.” De repente, un fuerte ruido llenó la habitación cuando Luis disparó la pistola. Tony se sintió enfermo, cuando vio a Manuel caer al suelo, muerto.

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“Fue su culpa,” dijo Luis. Él se volvió a Tony y Roberto. “Vayámonos, tenemos que salir de aquí.”

Luis presionó fuertemente la pistola en el hombro de Tony. De repente, hubo el sonido de un coche, y hombres gritando. “¿Estás bien, Manuel?” gritó alguien. “Hey, Manuel, ¿qué está ocurriendo, oimos un disparo,” gritó otra voz. Luis miró fuera por la ventana. Dos hombres caminaban hacia la puerta de delante de la casa. Al minuto siguiente, la puerta de delante se abrió y los dos hombres entraron en la habitación y vieron a Manuel tumbado en el suelo. Uno de los hombres sacó una pistola de su bolsillo, pero Luis fue demasiado rápido. BANG, BANG. Ambos hombres cayeron la suelo muertos. Tony miró fijamente a los tres hombres muertos tumbados en el suelo. Él no podía moverse y se sintió enfermo. “¿Nunca has visto antes un cuerpo muerto?” preguntó Luis, “Vamos, vayámonos antes de que venga alguien.”

CAPÍTULO 13: “VUELTA A COLOMBIA” Luis, Roberto, Fernando y Tony se subieron al coche en el que habían llegado los dos hombres y condujeron rápidamente por la carretera. En la distancia, vieron un coche que venía hacia ellos. Cuando el coche estaba más cerca se paró, y algunos hombres se bajaron. Se quedaron en medio de la carretera, moviendo sus brazos, queriendo que Luis parara. Luis redujo la velocidad, pero entonces condujo el coche muy deprisa pasando a los hombres, casi golpeándolos. Los hombres saltaron rápidamente a un lado. “Tonto,” gritaron ellos. Mientras que Luis conducía el coche por la carretera, ellos pudieron oir los disparos. Los hombres habían vuelto a su coche y conducían detrás de ellos, disparando sus pistolas por las ventanas. “Se están acercando,” gritó Fernando a Luis, cuando una bala golpeaba la ventana trasera. “Están casi aquí. Ahora el avión no está lejos de aquí,” dijo Luis, conduciendo el coche a tope por la carretera. Cuando llegaron a la pista, vieron a un de los hombres de Manuel en la puerta del avión, metiendo su pesado saco dentro. Luis condujo el coche hacia el avión y paró a un lado de la pista. Él corrió hacia el hombre y lo apartó de la puerta. El hombre se cayó al suelo, y antes de que pudiera decir o hacer algo, Luis le disparó. “Subid al avión, rápidamente,” gritó Luis a los otros, mientras que el coche con los hombres de Manuel se acercaba. Los hombres saltaron fuera del coche antes incluso de que se hubiera parado, disparando sus pistolas a Luis, Roberto, Fernando y Tony. Tony consiguió salvarse dentro del avión y arrancó el motor. Fernando subió después de él y Roberto subió justo cuando el avión empezó a moverse despacio por la pista. Luis aún estaba en la pista disparando a los hombres. Cuando no tuvo más balas en su pistola, subió al avión, los hombres aún le disparaban. El avión voló hacia el anochecido cielo. Estaban de camino de vuelta a Colombia. “Deseo saber qué hará José cuando nosotros volvamos,” dijo Roberto, sentándose en uno de los asientos. “Si José es listo, mandará a algunos hombres a Perú,” dijo Luis. “Pueden cultivar plantas de coca, y disponer de los hombres de Manuel.” “Eso suena como una guerra contra mí,” dijo Roberto. “Sin Manuel, sus hombres pronto abandonarán,” contestó Luis. “Y si nosotros cogemos el control de las plantas de coca de Manuel, tú tendrás que hacer muchos vuelos, Tony.” Cuando el avión aterrizó, José estaba esperando en la pista de aterrizaje. De camino a la casa, Luis y Roberto le dijeron que había ocurrido en Perú.

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“Al final hiciste algo bien, Luis,” dijo José. “Ahora que Manuel ha muerto, alguien tiene que cuidar las plantas de coca, y ese alguien eres tú,” sonrió José desagradablemente. “Te gustará vivir en Perú.” “No quiero vivir en Perú,” dijo Luis. “Vivirás donde yo te diga,” dijo José enfadado. “La próxima vez que Tony tenga que volar allí para conseguir más hojas de té, irás con él y te quedarás allí. ¿lo entiendes?”. “No va a haber una próxima vez,” dijo Tony. “He tenido suficiente, quiero volver a Miami.” “¿Has tenido suficiente? ¿Quieres volver a Miami?” dijo José, “Lo siento, amigo. Mañana vuelas al Golfo de Méjico. La cocaína tiene que ser descargada. Todo está organizado. Dos barcos lo estarán esperando.” “Luis y yo iremos contigo,” dijo Roberto. “Harás el vuelo y desembarcaremos los paquetes de cocaína del avión. Los paquetes caerán en el agua y los hombres de los barcos los recogerán. Después de que la cocaína haya sido recogida, los barcos navegarán hacia Florida. Desde allí, algunos amigos de negocios de José recogerán los paquetes y los venderán en Estados Unidos.” José sonrió. “¿Fácil, no?. Todo el mundo hace dinero. Yo, los pescadores, mis amigos que venden la cocaína... todo el mundo es feliz.” “Todo el mundo está contento excepto la persona que consume la cocaína,” dijo Tony. “Al principio esa persona es feliz,” dijo José. “Después de eso, si muere, eso es su problema.” Él puso su brazo alrededor del hombro de Tony. “Has hecho un buen trabajo. Es la una de la madrugada. Ve y duerme un poco. Por la mañana puedes relajarte y divertirte,” dijo José y se fue. “Te acostumbrarás a vivir allí,” dijo Roberto. “Y te encantará trabajar para José.” Mientras que se iba, se volvió y dijo, “Fue excitante lo de Perú, ¿no?.”

CAPÍTULO 14: “CARMEN” Solamente quedaban unas horas para que amaneciera. Tony no había dormido desde hacía horas, pero no le apetecía dormir. Se sentó en una ventana abierta y miró hacia la oscuridad. Sabía que no había ningún punto en intentar escapar. Los jeeps estaban bien guardados y también el avión. Finalmente cayó dormido. Tony pasó el día siguiente relajándose. Por la tarde noche, él y Roberto estaban sentados en el cuarto de estar, cuando Tony oyó a alguien decir su nombre. Era Rosa, la novia de José. “Tony,” llamó ella. “¿Dónde estás? Aquí hay alguien que quiero presentarte.” Seguido de Roberto, Tony fue a encontrarse con Rosa. Sonriendo, Rosa llevó a Tony al jardín. Había una piscina en el jardín, y sentado junto a la piscina estaba una chica de una edad aproximada a la de Tony. Roberto anduvo hasta el final de la piscina y se sentó en una cómoda silla. Rosa y Tony caminaron hacia la chica. “Esta es mi hermana, Carmen,” dijo Rosa. “Hola, soy Tony,” dijo Tony, mirando los ojos más azules que jamás había visto. Carmen era tan guapa que Tony no podía parar de mirarla. Carmen sonrió, sus blancos dientes contra su oscura piel, y apartó su oscuro pelo de su cara. “Hola, encantada de conocerte, Tony,” dijo ella. “Os dejaré a los dos para que os conozcáis,” dijo Rosa, y volvió dentro de la casa. “¿Vives aquí, en esta casa?” preguntó Tony, sentándose junto a Carmen. Carmen dejó de sonreir. “No, nunca he vivido aquí... no con José,” dijo ella, en un excelente español. “¿Qué quieres decir?” preguntó Tony. “Rosa vive aquí y...” “Rosa está enamorada de José,” interrumpió Carmen. “Ella cree que él es el hombre más maravilloso del mundo.” “¿Y tú no crees eso?” preguntó Tony. Carmen miró a su alrededor para ver donde estaba Roberto. Estaba lo suficientemente lejos que no podría oir su conversación. Se volvió hacia Tony. “Odio a José,” dijo ella. “Es un mal hombre.”

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“¿Entonces por qué vienes a su casa?” preguntó Tony. “Por Rosa,” contestó Carmen. “Tan solo porque ella es mayor que yo, eso no quiere decir que ella sea más lista que yo. Rosa no ve el peligro en estar con José, pero yo sí.” “Pero si tú estás aquí por Rosa, eso te pone a ti también en peligro,” dijo Tony. “Soy su hermana, vengo en el caso de que ella me necesite,” dijo ella. “¿Entonces dónde vives cuando no estás aquí con Rosa?”, preguntó Tony, mirando a Carmen cuando se sentaba sobre la hierba, brillando el sol sobre su pelo.” “Vivo con mi padre en una pequeña casa al otro lado de la montaña,” contestó ella, señalando a una montaña a lo lejos. “tal vez te lleve allí algún día.” “¿Cómo sabes tan bien inglés, Carmen?” preguntó Tony. “Alguien que conozco me enseñó,” contestó ella. “Pero no puedo decirte quién. Si José lo supiera, me mataría.” Hubo silencio durante unos minutos. Finalmente, Tony preguntó. “¿Siempre has vivido aquí, Carmen?” “Sí. Pero me gustaría vivir en EEUU algún día.” “¿Es esa razón de que tu amigo sea de allí?” preguntó Tony. Carmen sonrió. “Sí...” ella paró y miró a Tony enfadada. “Me engañaste, ¿no?” “Tan solo quería saber quién te enseñó inglés,” dijo Tony. Carmen cogió el brazo de Tony. “No debes hacer más preguntas, ¿entiendes?” dijo ella. “Es demasiado peligroso.” “Puedes confiar en mí, Carmen,” dijo Tony. “Odio a José tanto como tú. Todo lo que quiero hacer es volver a casa. No quiero estar involucrado en el contrabando de drogas.” “Me gustaría creerte, Tony, pero no sé si puedo,” dijo Carmen. Ella miró hacia Roberto, que estaba ocupado limpiando su pistola. Pensó durante unos momentos. “OK, Tony, te lo contaré.” “Un día, hace casi 20 años, mi padre trabajaba en el campo de su granja,” empezó Carmen. “Él se encontró con un extraño, un americano, un hombre alto y delgado, pelirrojo con el pelo alborotado. El extraño había viajado un largo camino, y tenía hambre y estaba cansado. Mi padre lo llevó a nuestra casa, y le dio comida y una cama para pasar la noche. El nombre del extraño era Mick y empezó a ser nuestro amigo. Mick quería devolverle a mi padre toda su amabilidad pero no tenía dinero, asi que decidió que la única forma en la que podía pagar era enseñándome inglés.” De repente, Carmen se puso de pie, nerviosa. “Tengo una idea,” dijo ella. “Tal vez Mick te pueda ayudar a volver a casa. Él vive en lo alto al otro lado de la montaña en una pequeña casa escondida entre espesos árboles. Tony, vayamos y veamos a Mick. Puedes decirle como José te forzó a trabajar para él y que José no te dejará volver a casa a Miami. Tal vez...” “Espera un minuto,” interrumpió Tony. “No puedo ir a ver a Mick, con Fernando, Roberto o Luis vigilándome todo el tiempo. Es imposible. Y Mick no puede venir aquí. Dijiste que José te mataría si lo descubría a él. Pero ¿por qué? ¿Qué tiene que ver Mick con José? Quiero saberlo.” Carmen no contestó la pregunta de Tony porque justo entonces ella vio a Roberto caminar hacia ellos. “Hace calor aquí sentados,” dijo Roberto, secándose el sudor de su cara. “Voy dentro a por una bebida, pero te estaré vigilando desde la ventana, así que no pienses en intentar escapar.” Observaron como Roberto entraba en la casa, y después Carmen habló. “Mick y José trabajaron una vez juntos... drogas. Pero tuvieron una gran discusión y ahora se odian el uno al otro.” “No lo entiendo,” dijo Tony, con curiosidad. “¿Cómo llegaron a conocerse José y Mick? José es colombiano y Mick americano.” “Quieres saber demasiado,” dijo Carmen, sonriendo. “Tengo una idea mejor. Bañémonos.” Tony cogió la mano de Carmen. “Por favor, cuéntamelo,” dijo él. “Oh, vale. Te contaré la historia completa.”

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CAPÍTULO 15: “LA HISTORIA DE CARMEN” “Durante muchos años, Colombia ha estado cultivando plantas de coca y produciendo cocaína,” explicó Carmen. “A finales de los 80, los rebeldes de la guerrilla se opusieron al gobierno colombiano y estaban causando problemas en el país. Los rebeldes de las guerrillas vendían la cocaína y usaban el dinero para comprar armas. Los EEUU le dijeron al gobierno colombiano que si querían dinero para ayudar a luchar contra los rebeldes, tenían que estar de acuerdo en que aviones militares americanos sulfataran las plantas de coca con veneno y las mataran. El gobierno colombiano estuvo de acuerdo, y aviones americanos volaron sobre los campos. Desafortunadamente, el veneno también dañaba los cultivos de cereales que los granjeros cultivaban para alimentar a sus familias, y mucha gente enfermó. Un número de soldados americanos que estuvieron involucrados en esparcir el veneno pensaron que estaba mal y no querían verse involucrados en ello durante más tiempo. Algunos de los soldados decidió que había tenido suficiente. Siempre había sido un poco rebelde y odiaba que se le dijera que tenía que hacer, y el ejército hacia justo eso.... haz esto, aquello. Así que cuando a un grupo de soldados se le dijo que tenían que saltar en paracaídas desde uno de los aviones para ayudar en tierra, ese soldado saltó del avión. Pero, cuando él aterrizó, puso el paracaídas y algunas otras cosas en una bolsa y se fue. “Y ese soldado era Mick,” dijo Carmen. “Cuando Mick abandonó del ejercito, viajó por los alrededores durante un tiempo, sin saber que iba a hacer. Entonces un día, conoció a un hombre en un bar y este hombre le dijo a Mick todo sobre la cocaína, y cómo podía ser un hombre rico. Por supuesto, Mick sabía que eso estaba mal, pero esta era su oportunidad para ser rico, así que quería saber más. El hombre dijo que ellos deberían empezar un negocio juntos – cultivar plantas de coca, hacer cocaína con las hojas y venderla. Mick le preguntó qué podían hacer con los aviones americanos echando veneno. El hombre dijo que ellos habían cultivado plantas en valles donde había demasiados árboles juntos que sería imposible para los americanos encontrarlas.” Carmen dejó de hablar y miró para asegurarse que Roberto aún estaba en la casa. Entonces ella continuó. “El hombre y Mick tenían muy poco dinero. Así que hicieron parte del camino a los valles a pie y montados en carros de los granjeros el resto del camino. Finalmente llegaron al lugar donde iban a cultivar las plantas. Desde el principio, las cosas fueron muy buenas para ellos. Ganaron mucho dinero. Mick gastó su dinero rápidamente. Pero después las cosas empezaron a ir mal.” “¿Qué quieres decir?” preguntó Tony. “Mick me dijo que el tipo de hombres que están en el negocio de las drogas son hombres inconscientes, hombres que matan sin ninguna razón,” explicó Carmen. “Ellos tenían hombres como esos trabajando para ellos. Al menos, Mick pensó que estaban trabajando para ellos. Indirectamente, Mick aprendió que los hombres estaban trabajando para su pareja de negocios y no del todo para él. Mick también aprendió que durante mucho tiempo su pareja había estado engañándolo, y quedándose la mayoría del dinero para él. Tuvieron una discusión, una gran discusión. Pero Mick no tuvo elección contra él y sus hombres. Mick se quedó sin nada. Sin dinero, sin ropa, nada.” “Y el resto lo sabes, Tony. Como un día, mi padre lo encontró y lo llevó a nuestra casa. Tratamos a Mick como a uno de la familia. Es como un hermano para mí. Ocasionalmente gana algo de dinero trabajando para los granjeros de la zona. Pero nunca olvidó a su pareja, y nunca lo hará.” “La pareja, era José, ¿no?” dijo Tony. “Entiendo a Mick, siento lo mismo sobre José.” “Escucha, Tony,” dijo Carmen, “Sé que Mick aún tiene su paracaídas. Es muy viejo y está rasgado, pero tal vez puedas usarlo de alguna manera.” “Quieres decir que salte de un avión con un paracaídas viejo y rojo,” sonrió Tony. “No quiero matarme.” “Yo podría arreglarlo,” dijo Carmen nerviosa, “coso muy bien. Yo me hago mucha de mi ropa.” “Sé que intentas ser amable, Carmen,” dijo Tony, “pero es demasiado peligroso.” “Quedarse aquí con José es también peligroso,” dijo Carmen. Tony se tumbó hacia delante y besó a Carmen en su mejilla. “Eres muy amable, Carmen, pero...”

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“Oh, ¿no es eso encantador?” dijo una voz sarcásticamente. Era Roberto que había salido de la casa y estaba detrás de ellos. “Venga, entra en casa,” le ordenó a Tony. “Vamos a cenar ahora.” “¿Cuánto tiempo llevas allí?” preguntó Tony. “El suficiente para oirte decirle a Carmen lo amable que es,” contestó Roberto. “Me voy a casa ahora, Tony,” dijo Carmen. “Te veré mañana.”

CAPÍTULO 16: “CAMBIO DE PLANES” Tony y Roberto hicieron el camino a la cocina. Luis ya estaba allí, sentado en una gran mesa de madera, comiendo sopa y pan. Él levantó la mirada cuando Tony y Roberto entraron. Roberto dijo algo en voz baja a Luis y se rieron. “¿Lo pasaste bien con Carmen, Tony?” preguntó Luis. Tony no contestó. Se sentó al final de la mesa, y miraba mientras que Rosa ponía un gran cuenco de sopa caliente y una pequeña rebanada de pan delante de él. “Mañana tienes que levantarte temprano,” dijo Luis a Tony. “Recuerda, vas a volar con Roberto y conmigo.” Roberto se rió. “Eso es,” dijo él. “Volar sobre el mar, tirando regalos,” él se volvió hacia Rosa. “Rosa, más sopa.” Tony se tomó alguna de su sopa. Estaba buena, pero no tenía mucha hambre. Él apartó su plato de sopa. “Lo siento, Rosa. Ahora no tengo hambre,” dijo él, levantándose de la mesa. “Estoy cansado. Me gustaría ir a descansar.” “Enrique no está aquí esta noche para vigilarte, así que vas a dormir en la habitación de Fernando,” dijo Roberto. “Cuando yo haya terminado de comer, te llevaré allí. Más pan, Rosa.” Finalmente Roberto se levantó de la mesa. Fue escaleras abajo y a lo largo del pasillo hacia la habitación de Fernando. “¿Por qué tengo que dormir en la habitación de Fernando?” preguntó Tony. “Porque está junto a la habitación mía y la de Luis,” dijo Roberto. “Oiremos cualquier movimiento que hagas. ¿entiendes?” La puerta de la habitación estaba abierta y Fernando estaba sentado en la cama, limpiando su rifle. “Hola. Tony, entra,” dijo él. “Roberto dijo que yo duermo en tu habitación,” dijo Tony, mirando alrededor de la habitación y viendo sólo una cama. “Correcto, amigo,” dijo Fernando, irando su limpio rifle. Él miró la cara de Tony y se rió. “No te preocupes. Yo no duermo aquí esta noche. Enrique y yo tenemos un trabajo que hacer para José y no volveremos hasta por la mañana.” Fernando cogió su rifle y anduvo hacia la puerta. “Y no intentes ninguna cosa estúpida,” dijo él. “Luis y Roberto te escucharán.” Aún riendo, Fernando cerró la puerta detrás de él. Tony se tumbó en la cama, sus manos debajo de su cabeza, pensando en todo lo que le había ocurrido. De repente, se sintió muy cansado. Con la bonita cara de Carmen en su mente, se quedó dormido. A la mañana siguiente, tony se despertó con el sonido de fuertes voces, gente gritando y discutiendo. La puerta de su habitación se abrió y José estaba en la puerta. “Levanta,” dijo José. “No vas a volar al Golfo de Méjico, vas a llevar a Luis a Perú. Ya he informado a los barcos que no vamos a hacer hoy el arrojo de los paquetes. Fernando está esperando fuera con el jeep para llevarte al avión.” Tony se levantó de la cama y anduvo hacia la puerta. “¿No puedo tomar una taza de café primero?” preguntó. José agarró a Tony por el collar, con la cara roja. “No estás de vacaciones. Estás aquí para trabajar,” dijo él. “Todo lo que pedí fue una taza de café,” dijo Tony. José empujó a Tony. “OK, ve y toma una taza de café, pero sería mejor para ti, rápido,” dijo él.

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Tony corrió hacia la cocina. En la mesa había un termo de café caliente. Tony se sirvió una taza.

“No te preocupes por José,” dijo Rosa, entrando en la cocina. “Él es un buen hombre, pero algunas veces Luis lo hace enfadar.” “José va a enviar a Luis a Perú,” dijo Tony, bebiéndose el café caliente. “Lo sé,” dijo Rosa. “José ha sido tan bueno con Luis, pero a Luis no le importa él. Luis siempre está haciendo cosas malas.” Ella cogió la taza de la mano de Tony. “Sería mejor que te fueras ahora,” dijo ella. “José te está esperando.” “José no es un buen hombre, Rosa,” dijo Tony. “Es un hombre peligroso. Apártate de él. Ve y vive con Carmen y tu padre.” “No hables más. Vete,” dijo Rosa, y salió corriendo de la cocina. Tony agitó su cabeza y se fue. Cuando él estaba fuera, José, Fernando y Luis estaban esperando junto al jeep. “Te gustará estar en Perú, Luis,” estaba diciendo José. “Y cuando tú y Fernando hayas ordenado a todos los hombres de Manuel, os divertiréis allí.” En ese momento, José se volvió y vio a Tony. “¿Cuánto tiempo llevas ahí?” preguntó él. “Sube al jeep. Es hora de irse.” Tony se sentó junto a Fernando delante, y Luis se sentó en la parte de atrás, su cara era larga e infeliz. José dijo adiós y después volvió a la casa.

CAPÍTULO 17: “UNA PELEA” Durante el camino en coche al avión, nadie dijo una palabra. Fernando paró el jeep cerca del avión y él, Tony y Luis salieron. Se subieron al avión, Tony arrancó el motor y el avión empezó a moverse despacio por la pista abajo. “Para el avión,” gritó de repente Luis. “No voy a ir a ningún sitio. No me importa José. Para el avión ahora.” “No lo escuches,” dijo Fernando a Tony. “sube el avión al aire.” Luis cojeó hacia Tony e intentó tomar el control de él. “¿No me escuchaste?” dijo él. “Yo dije que pararas el avión.” “No sabes lo que estás haciendo,” gritó Fernando, empujando a Fernando hacia atrás. “Eres un idiota. José te matará.” “Esta es la última vez que José me dice que tengo que hacer. No voy a ir a Perú,” dijo Luis, cogiendo su pistola de dentro de su chaqueta. “Voy a disparar a una ventana del avión.” “OK,” le dijo Fernando a Tony. “Para el avión.” Tony tiró fuertemente de los frenos. Las ruedas del avión hicieron un ruido terrible y después se pararon. “Sabes que estás loco, Luis,” dijo Fernando. “Cuando José descubra lo que has hecho, serás hombre muerto. Y si José me dice que tengo que matarte, entonces lo haré. Cuando José me dice que haga algo, lo hago. Yo sé lo que es bueno para mí.” “Entonces tú eres el que está loco,” dijo Luis. “¿Por qué tienes que hacer todo lo que José dice? Si te dijera que saltaras de un puente, ¿lo harías?”. Fernando apuntó a Luis con su rifle. “Te llevo de vuelta con José,” dijo él. “No seremos amigos por más tiempo, tú y yo.” Luis saltó hacia delante, intentando coger el rifle de Fernando. “Espero que se maten el uno al otro,” pensó Tony. “Entonces yo cogeré el avión y volaré a casa.” Los dos hombres rodaron por el suelo, hasta que Fernando consiguió apartarse de Luis. Él saltó y apuntó con el rifle a la cabeza de Luis. “No le diré a José lo que hiciste,” dijo Fernando. “NO quiero ponerte las cosas peor.” “Ponerme las cosas peor” gritó Luis. “tan solo dijiste que cuando José descubriera que no fui a Perú, me tendrá que matar. ¿Qué podría ser peor que eso?”

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“Abre la puerta,” le gritó Fernando a Tony. “Sal tú primero y espéranos.” Fernando apuntó con el rifle a la espalda de Luis. “Ahora, sal,” dijo él. “Y no intentes nada. No quiero matarte – aún no de cualquier modo.” Luis salió del avión, seguido muy de cerca por Fernando, y anduvieron hacia el jeep.” “Hay cuerda debajo del asiento trasero,” dijo Fernando a Tony. “”Ata las manos de Luis a su espalda.” “NO hagas eso Tony,” dijo Luis. “Si me ayudas, te ayudaré a volver a Miami.” “No voy a ayudarte a ti ni a Fernando,” dijo Tony. A Fernando le dijo, “Si quieres atarlo, hazlo tú mismo.” “Si no quieres que te mate, haz lo que te diga,” dijo Fernando cruelmente. “Ahora, no seas tonto. Átalo.” Durante un momento Tony no se movió, después cogió la cuerda de debajo del asiento y ató las manos de Luis detrás a su espalda. “Antes lo sentía por ti,” dijo Tony. “y ahora incluso lo siento más.” “Sentirlo por mí,” dijo Luis, “¿Por qué lo sientes por mí?” “Tu pierna, Roberto me dijo que te pasó en la pierna,” dijo Tony. “también me explicó por qué no le gustas a José.” “Roberto tiene una boca muy grande,” dijo Luis enfadado. Fernando se rió y empujó a Luis al asiento trasero del jeep. “Oh, sí, Luis es un héroe,” dijo él. “Mira ahora a Luis. Un héroe ¿eh?”. Ellos condujeron de vuelta a la casa de José, Tony sentado en el asiento de delante junto a Fernando. “Luis el héroe,” repitió Fernando varias veces. “¿Qué piensas de esto, héroe?”. “Esto es lo que yo pienso de eso,” dijo Luis. Él había conseguido desatar sus manos de la cuerda. Él puso sus manos fuertemente alrededor del cuello de Fernando. “Para el jeep, Fernando,” dijo él. Intentando duramente respirar, Fernando paró el jeep. “Bájate,” dijo Luis. “Y no intentes nada o te romperé el cuello.” Con Luis cogiéndolo, Fernando se salió del jeep, aún teniendo su rifle. “Dame el rifle,” dijo Luis. Fernando levantó el rifle por encima de su cabeza. Luis lo cogió con una mano, manteniendo su otra mano en el cuello de Fernando y apuntó con el rifle a la cabeza de Fernando. “Ahora, arrodíllate,” gritó Luis. “Cualquier cosa que tú quieras,” dijo Fernando, “tan solo no hagas cualquier cosa estúpida. Tú sabes que yo no te hubiera matado si...” “Adiós, Fernando,” dijo Luis. Hubo un disparo y Fernando cayó hacia delante muerto. “Tú no me ataste muy bien con la cuerda,” le dijo Luis a Tony. “Gracias,” él sonrió desagradablemente. “Y ahora vamos a volver con José. Hay algo que tengo que hacer.”

CAPÍTULO 18: “LUIS CON EL CONTROL” Condujeron de vuelta a la casa de José, el rifle en el lado de Luis. Luis aparcó el jeep detrás de unos árboles. “Vamos a necesitar el jeep más tarde para volver al avión,” dijo él. “No queremos que nadie lo encuentre. Tal vez lo necesitemos para escapar muy rápidamente.” Él sonrió y señaló al cercano gran edificio. “En ese edificio, hay toneladas de cocaína, y vamos a coger. La pondremos en le jeep, volveremos al jeep y tú, mi amigo, vamos a volar al Golfo de Méjico. Tan solo tengo que hacer una llamada de teléfono antes de irnos, para hacerles saber a los pescadores que tiraremos la cocaína sobre los barcos hoy. José les dijo que no íbamos a hacerlo hoy, así que ahora voy a decirles que lo haremos. Vayamos a la casa.” Rosa estaba fuera cuando ellos llegaron. “¿Qué estáis haciendo aquí?” preguntó ella con curiosidad. “Creía que estabais volando hacia Perú?” “¿Dónde está José?” preguntó Luis ignorando la pregunta de Rosa.

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“Fue al campo con Roberto,” contestó Rosa. “Uno de los granjeros tuvo un problema y José fue para hablar con él.” Luis sonrió. “La única forma que José sabe de hablar es con una pistola.” “Eso no es muy bonito que lo digas, Luis,” dijo Rosa. “José es un buen hombre.” “¿José es un buen hombre?” sonrió Luis. “José no sabe lo que significa la palabra bueno.” “Yo creo que eres tú quien no sabe lo que significa la palabra bueno, Luis,” dijo Rosa, y se volvió y entró en la casa. “Tú ve allí al edificio y espérame,” le dijo Luis a Tony. “Voy a acercar más el jeep al edificio. Será más fácil cargar la cocaína. Después podemos escapar rápidamente si tenemos que hacerlo. Oh, y otra cosa – no intentes escapar. Yo tengo el jeep – y esto.” Luis cogió el rifle. Tony lo vio y caminó hacia el edificio. Conforme se acercaba, oyó el ruido de un coche. Se volvió, esperando ver a Luis en el jeep, pero en su lugar vio a Roberto conduciendo un coche y José sentado junto a él. Roberto paró el coche y José saltó fuera, seguido de Roberto. Corrieron hacia Tony, la cara de José estaba roja de coraje. “¿Qué estás haciendo aquí?” gritó José, cogiendo el brazo de Tony fuertemente. “¿Qué ocurre? ¿Está Luis contigo?” Antes de que Tony pudiera contestar, Luis venía conduciendo rápido. Él paró el jeep cerca de José y saltó fuera. “¿Sorprendido por verme, José?” preguntó él. “¿Por qué no estás en Perú?” dijo José. Él miró a su alrededor. “Y ¿dónde está Fernando?” preguntó él. “Fernando no trabajará más para ti,” dijo Luis. “Tuvo un accidente.” Roberto vio el rifle en la mano de Luis. “Ese es el rifle de Fernando, lo reconozco,” dijo él. “¿Dónde está mi hermano? ¿Qué has hecho con él?”. “No está lejos del camino,” dijo Luis. “Está teniendo un largo sueño,” sonrió Luis. Roberto saltó al coche. “Si está muerto, te mataré,” gritó él, mientras conducía rápidamente. “Roberto no te va a matar, Luis, soy yo” dijo José. Sacó una pistola de su chaqueta y apuntó a Luis. “Y a ti,” le dijo a Tony. “Ponte ahí junto a él.” “Olvidas José, que tengo un rifle,” dijo Luis, apuntando con el rifle a José. “Eres un idiota, Luis,” dijo José. “¿No sabes que Fernando nunca pone más de dos o tres balas en su rifle? Seguramente esté vacio ahora, sería mejor que lo comprobaras.” Luis bajó el rifle tan solo un segundo. Rápidamente José saltó hacia delante, tirando del rifle de la mano de Luis y lanzándolo a un lado. “OK,” dijo él. “Ahora túmbate boca abajo en el suelo, ambos.” Justo en ese momento, un hombre con un abrigo blanco salía del edificio. José lo llamó. “Pepe, ven aquí, rápidamente.” Pepe vino corriendo. “¿Qué ocurre? ¿Qué es todo ese ruido? ¿Qué está haciendo Luis aquí?” preguntó confundido. “Luis quiere matarme,” dijo José. “y aquí su amigo quiere ayudarlo. Ayúdame Pepe.” Pepe se quedó allí de pie. “No soy uno de tus asesinos,” dijo él. “Tan solo hago cocaína. Voy a conseguir ayuda.” Mientras que él hablaba, empezó a coger de vuelta al edificio. “Vuelve,” gritó José, apartando su cabeza de Luis. “Sabes que no hay nadie ahí, están en los campos.” Luis cogió ventaja de la situación y golpeó fuertemente a José en la cara. José se cayó, se golpeó su cabeza con el suelo y se tumbó allí, inconsciente. Luis cogió la pistola de José, la apuntó a la cabeza de José y disparó. Pero la pistola se atascó y no funcionó. Enfadado, Luis puso la pistola dentro de su bolsillo. “Venga,” le dijo a Tony. “sería mejor que cogiéramos la cocaína antes que los hombres vuelvan de los campos.” “¿Qué hay de Pepe?” preguntó Tony. “Está en el edificio.” “Conozco a Pepe,” dijo Luis. “Es un cobarde. Hará lo que yo le diga que haga.” Cuando Luis y Tony entraron en el edificio, encontraron a Pepe escondido detrás de una pila de cajas.

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“Ven aquí,” dijo Luis, tirando de él hacia fuera. “Ahora dime, ¿se ha puesto toda la cocaína en los paquetes?” Pepe asintió. “¿No te has quedado nada para ti, no?” preguntó Luis, señalando a Pepe con la pistola. “Te mataré si me estás diciendo mentiras.” “Toda está allí, Luis, te lo prometo. No he cogido nada,” dijo Pepe asustado. “Buen hombre,” dijo Luis. “Coge las cuerdas del jeep, Tony, y amárralo.” Tony ató a Pepe rápidamente. Tan pronto como había terminado, Luis llevó a Tony a una sala en la parte trasera del edificio. Sobre una gran mesa, Tony vio cientos de pequeños paquetes. Luis se frotó las manos. “Cocaína. Bonito ¿no?” dijo él. “Haré esa llamada a los pescadores para decirles que vamos a tirar la cocaína, y después puedes ayudarme a ponerla en el jeep. Esto va a ser más fácil de lo que yo pensaba.”

CAPÍTULO 19: “LA DESPEDIDA DE CARMEN” En el asiento trasero del jeep estaba ahora casi lleno con los paquetes de cocaína. Luis y Tony volvieron al edificio a recoger la última carga. Mientras que estaban dentro, Roberto volvió. Conduciendo su coche hacia la casa, vio a José tumbado en el suelo, y después Luis y Tony saliendo del edificio, sus brazos llenos de paquetes. Roberto se salió del coche y corrió hacia el edificio, con su pistola en la mano. “Mataste a mi hermano,” gritó Roberto. “Eres hombre muerto, Luis.” Y apuntó con su pistola hacia Luis y disparó. Tony rápidamente tiró los paquetes que llevaba y corrió y se escondió detrás del jeep. Luis rápidamente se lanzó al suelo junto a Tony, antes de que la bala de la pistola de Roberto pasara volando. Luis cogió su pistola de su bolsillo, apuntando directamente hacia Roberto y disparó. Afortunadamente para Luis, la pistola funcionó esta vez. Roberto gritó y cayó. Luis salió de detrás del jeep y se acercó a Roberto, que estaba tumbado muerto en el suelo. Luis y Tony volvieron al jeep y se subieron. Justo cuando estaban dispuestos para irse, Tony vio a Carmen acercándose a ellos. “Espera,” le gritó él a Luis, “Espera.” “No tenemos tiempo para esperar,” gritó Luis. “Los hombres de José volverán de los campos en cualquier momento.” “Entonces tendrás que irte sin mí,” dijo Tony. Saltó del jeep y corrió hacia Carmen, feliz por verla otra vez. “Tony coge esto,” dijo Carmen dándole un paquete. “Arreglé el paracaídas. Vete, cógelo.” “Súbete al jeep,” gritó Luis. “Venga, vayámonos.” “¿Dónde vas, Tony?” preguntó Carmen. “Luis me está forzando a que lo lleve al Golfo de Méjico. Va a hacer una descarga,” dijo Tony en voz baja. “No digas nada, Carmen, tiene una pistola y la usará.” “Tony, si vas a volar sobre el Golfo de Méjico, tal vez sea tu oportunidad para usar tu paracaídas,” dijo Carmen nerviosa. Ella empujó el paquete contra las manos de Tony, y lo besó en la mejilla. “Buena suerte, Tony,” dijo ella. “Espero que llegues a casa a salvo. Tal vez algún día, vuelvas y me veas.” “Lo haré,” prometió Tony. Tony observó a Carmen durante un momento mientras que ella empezaba a caminar despacio de vuelta a la montaña. Entonces se subió al jeep junto a Luis, el paquete junto a él, justo cuando un coche llegó con dos hombres de José, volviendo de los campos. Viendo a José tumbado en el suelo, uno de los hombres saltó del coche y corrió hacia él. Él le dijo algo a Luis, pero Luis hizo como que no lo había escuchado y empezó a conducir. En ese momento, el hombre que estaba sentado en el asiento del conductor condujo el coche delante de Luis. Luis tuvo que parar de repente. “Luis, ¿qué le ocurrió a José?” gritó el hombre que estaba junto a José. “Lo encontré así,” mintió Luis. “Iba a ir a por ayuda cuando vosotros llegasteis.” “¿Qué es todo eso del jeep?” preguntó el hombre. “Y ¿Qué estás haciendo tú aquí de todos modos? Se supone que estás en Perú.” El hombre sacó una pistola. “Sal del jeep, Luis.”

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“Estás cometiendo un error,” dijo Luis, sonriendo desagradablemente. “José me dijo que no fuera a Perú. Me dijo que llevara toda la cocaína y que hiciera una descarga sobre los barcos.” “Eres un mentiroso,” dijo una voz detrás de él. Todo el mundo miró a su alrededor y vio a José allí de pie, con un profundo corte en su cabeza. “Intentó matarme,” dijo José. José tenía el rifle de Fernando en sus manos. “Qué idiota eres, Luis. Fernando siempre tiene un montón de balas en su rifle. Deberías haberme disparado cuando tuviste la oportunidad, porque ahora te voy a matar y a tu amigo Tony.” “Para,” grito alguien. “Para,” era Carmen, que corría hacia José. Ella habia oído el ruido y había vuelto para ver que estaba ocurriendo. Tony corrió hacia ella, alejando a Carmen. “No, Carmen,” gritó él. “Te matarán,” La atención de José se desvió durante un momento y Tony consiguió cogerle el rifle. Un hombre de José corrió hacia Carmen y Tony, mientras que el hombre que conducía el coche se bajaba para ayudar a su amigo. Ellos estaban de espaldas a Luis. Luis les apuntó con la pistola, disparó dos veces muy deprisa y les mató. Sin ninguno de sus hombres para protegerlo, Jose estaba asustado de que Luis lo mataría también y él corrió hacia el coche. Luis apuntó su pistola hacia él, pero Carmen corrió hacia él y lo paró. “Ha habido suficientes asesinatos,” gritó ella. “Déjalo ir.” José se subió al coche y escapó a toda velocidad. Luis sabía que si seguía a José, llegaría tarde para hacer la descarga y los barcos no esperarían. “Súbete al jeep, Tony,” dijo él. Tony tenía a Carmen en sus brazos. “No voy a ir contigo,” le dijo a Luis. Luis saltó fuera del jeep, cogió a Carmen y le puso su pistola en su cabeza. “Si no quieres que le dispare a ella, sube al jeep,” le dijo a Tony. Tony se subió en el jeep y Luis detrás de él. “¿Qué es esto?” preguntó Luis, señalando el paquete tirado junto a Tony. “Es un regalo de Carmen,” dijo Tony. Luis se rió. “Te gusta, ¿eh?” “Si, me gusta,” dijo Tony. Se volvió y miró a Carmen que estaba diciendo adiós. “Volveré a por ti, Carmen, te lo prometo,” gritó él. Luis arrancó el jeep y se fueron.

CAPÍTULO 20: “DE VUELTA AL AVIÓN” El avión estaba a la vista ahora, pero de repente el jeep empezó a ir más despacio. Luis paró y salió. “Justo como pensaba,” dijo enfadado, dando una patada a una de las ruedas. “Un pinchazo. Una bala probablemente la golpeó. Dejaremos el jeep aquí y llevaremos los paquetes al avión.” Tony cogió un montón de paquetes y corrió al avión. A causa de su mala pierna, Luis no podía correr tan rápido como Tony. Tony estaba agradecido, puesto que esto le daría tiempo suficiente a él para llegar al avión antes que Luis, abrir el paquete que Carmen le había dado, sacar el paracaídas y esconderlo debajo de su asiento. En el momento que Tony había terminado con el paracaídas, Luis ya había llegado al avión. Él estaba cargado con paquetes y respirando fuertemente. “Creía que era mejor para mí llegar aquí rápido en el caso de que tuvieras la idea de irte en el avión sin mí,” dijo Luis, sin respiración, tirando los paquetes que llevaba al suelo en la parte trasera del avión. “Ahora ve y coge algunos paquetes más,” le dijo a Tony. Pronto todos los paquetes de cocaína estaban en el avión y despegaron. “Voy a contar los paquetes,” dijo Luis. “dime cuando estemos sobre el Golfo de Méjico.” Tony esperó durante un momento y después miró por encima de su hombro a Luis. Luis aún estaba ocupado con los paquetes en la parte trasera del avión. Tony puso el avión con el piloto automático, que permitía al avión mantener la ruta correcta sin él. Tan rápido como podía, y siendo cuidadoso para que Luis no pudiera verlo, Tony sacó el paracaídas de debajo de su asiento. Se quitó

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la camisa y se puso el paracaídas, atando las correas a su pecho. Justo cuando se estaba poniendo de nuevo la camisa, oyó que Luis se acercaba por detrás de él. “¿Qué estás haciendo?” preguntó Luis. “Tenía calor. Tan solo estaba desabrochándome los botones de la camisa,” contestó Tony rápidamente, tumbándose fuertemente hacia atrás contra su asiento, esperando que Luis no viera el bulto del paracaídas en su espalda. “No va contra la ley que uno se desabroche la camisa, ¿no?”. “Te pedí que me dijeras cuando estuviéramos sobre el Golfo de Méjico,” dijo Luis enfadado, señalando por la ventana. “¿Qué es eso?” Tony pudo ver el Golfo de Méjico a lo lejos debajo de ellos. En la distancia había dos pequeños botes en el mar. “Son los barcos,” dijo Luis. “Si yo no me hubiera dado cuenta de ellos cuando lo hice, los hubiéramos perdido. Voy a la parte trasera del avión para preparar los paquetes para tirarlos.” Y él se volvió y se alejó. Conforme se acercaban a los barcos, Tony tuvo que pensar rápidamente. Miró por encima de sus hombros a la parte trasera del avión. Luis estaba ocupado con los paquetes, poniéndolos cerca de la puerta, listos para lanzarlos. Se estaban acercando a los barcos. Tony tenía que trabajar rápido. Hizo que el avión fuera más despacio, pulsó un nivel y el avión empezó a apuntar despacio hacia abajo. Después abrió una pequeña puerta junto a su asiento y se quitó la camisa. Empezó a salir del avión y mientras que el avión se acercaba a los barcos, él saltó. El paracaídas se abrió y paró su caída, y unos minutos más tarde el avión chocó contra el agua cerca de los barcos. Hubo una gran explosión y los paquetes de cocaína se desparramaron por todo el mar. Luis se murió cuando el avión golpeó el agua. Tony oyó un ruido. Miró y vió que el paracaídas estaba empezando a rasgarse. Estaba cayendo muy rápido. Él sabía que si se golpeaba contra el mar a esa velocidad, seria como caer sobre un suelo muy duro. Pero no había nada que pudiera hacer. De repente, se cayó al agua. Todo en su cabeza se puso en blanco. No sabía donde estaba. Y entonces, sintió frío, agua salada golpeando su cara. Sabía que estaba flotando en el mar porque se notaba mover arriba y abajo con las olas. Tony abrió sus ojos. Estaba tumbado en una pequeña cama y varias personas estaban de pie junto a él. “¿Tuviste un buen sueño?” preguntó alguien. “Soy Pete y este es Fred. Vimos a tu avión caer. Somos de la guardia costera estadounidense. te sacamos del mar, ¿te acuerdas?”. Tony se sentó. “Sí,” dijo, “Me acuerdo, ahora me acuerdo de todo.” “Entonces sería mejor que vinieras y le contaras al capitán del barco la historia al completo,” dijo Fred. “Sí,” dijo Tony. “Se lo contaré todo.”

EPILOGO Gracias a la información que Tony le dio a las autoridades, la Policía Nacional colombiana encontró a José y lo arrestaron. Tony también fue capaz de darle a las autoridades la localización exacta de los campos de coca de José en Colombia y Perú, y la policía los destruyó. La policía creyó a Tony cuando dijo que era inocente y le dejaron irse. Tony volvió a Miami y se reunió con sus padres. Un poco más tarde, volvió a Colombia para recoger a Carmen y traerla de vuelta a Florida.

The End

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