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La mística geométrica de Manolo Vellojín Publicado por estonoescritica

Obra Múltiple

«Nadie entra aquí si no sabe Geometría» – Platón – Una recta es trazada desde un ángulo hasta el otro extremo para nacer y morir en el mismo plano. El desplazamiento es sosegado y parece puesto frente a un espejo que lo duplica imperceptible mientras oscila sin dar curvas. Este lapso, que podría ser eterno, es suficiente en el trabajo plástico de Manolo Vellojín para construir una imagen del mundo que no lleve más adorno que el color, sacando a la luz la idea como una forma. Nacido en Barranquilla en 1943, su ejercicio de la geometría lo condujo a lo elemental, a la aspiración de hacer visible en dimensiones sencillas, la estructura que soporta lo real. Fallecido en el 2013, simbólicamente estará en donde aquello, es lo único que importa.

Vacaciones serie de 7

Su obra está atravesada por la intensidad de un mudo movimiento que se transforma en espiritual por la contemplación de cada cuadro, la mayor parte son líneas rectas inagotables, o parábolas de sabiduría religiosa en donde se expresa con más fuerza su ejercicio pictórico. Sobre el ocre lino sin tratamiento, Vellojín traza sus horizontes, ascensos y descensos en acrílico, un polímero espeso que soporta la absorción de una tela aún lo suficientemente porosa. En este escenario trae de la mano un orden tan originario como el universo mismo, como las constelaciones, a las que dedica una serie de cuadros. Estos son brillo y contraste, noche y luz cual estrellas en el cielo, cada una a su manera, como el cosmos las ha dispuesto.

Constelaciones

Allí, en medio de toda la superficie de la profundidad, bajo la mirada del artista que los integra en un plano sin fin, van apareciendo elementos de lo real rompiendo la constante, círculos mezclados como gotas de agua diluidas en un manantial, medias lunas duales blancas sobre negro que son corazón y llanto, pequeños cuadros subyacentes , serpentinas de carnaval donde el color aflora en otra dimensión a la imagen proyectada, lluvias palpitantes de intenso azul, onomatopeyas verdes y amarillas de infinitos sueños y 16 Floreritos de Mayo que van inseparables para Barú. Son la lucidez del conjunto expresado por la voz múltiple de quien encontró tal como Platón en La República, que la geometría nos obliga a contemplar la esencia al tratarse de lo más profundo, “no de lo que está sujeto al cambio o desaparición“. Tan insondable era esto para Vellojín que antes de morir afirmaría “Nunca he pintado una mentira“

Es en el arte sacro donde cual epifanía, emergió en su trazo con particular norte y camino la imagen de la fe cristiana cuyos iconos, son compuestos con limpieza por los elementos particulares a su obra. Esquemas de altares, cruces

del Gólgota, Flores que aparecen únicas como un latido de su corazón, Beatos de otros hábitos, pintura en rojo, pardo, negro y dorado como el oro. Con estos referentes de la historia y la cultura, aparecen al encuentro las imágenes mentales y los diversos significados que estos adquieran según la experiencia. La cruz está ahí, en el cuadro, en la pulsera de quien mira, en la billetera del que vigila, está ahí, silenciando la palabra, atravesando el sentido hasta ponerse frente a nosotros de muchas formas, pero esencialmente como la idea de la cruz, narrada en los principios de la pintura, siendo voz del sentido sacramental de este artista.

La suave brisa de formas y geometría, de puntos desenfocados, ángulos y rectas marcadas por Vellojín proyectan un espacio donde sale lo dicho por la imagen y lo que se oculta en la forma. Su obra sigue un estilo, pero incursiona en desarrollos plásticos que ayudan a plasmar una idea inefable y que acaso gracias a la gráfica se pueda expresar. Una amplia muestra de su obra se encuentra exhibida durante el mes de agosto en el Museo de Arte Moderno de Barranquilla con la curaduría a cargo de Alonso Garcés, oportunidad ésta, para contemplar lo que está más allá de la apariencia. Luis Felipe Vélez