RESUMEN: EVOLUCIÓN DE LA COOPERACIÓN DE ROBERT AXELROD Robert Axelrod bosqueja un modelo en el cual los jugadores deben elegir entre ayudarse o traicionarse entre sí. Él encuentra que, a falta de autoridad central, la cooperación basada en el interés personal surge naturalmente entre los jugadores. Este modelo, refleja muchos tipos de interacción en el mundo real. El autor se cuestiona las condiciones en que surgiría la cooperación y cómo ésta puede llegar a desarrollarse, en un mundo de egoístas sin autoridad central, donde
cada individuo tiene
incentivo para ser egoísta. Ante a dicha cuestión, en el pasado Hobbes respondía planteando que, antes que existieran los gobiernos, el ambiente natural estaba dominado por los individuos egoístas y que en dicha situación, que es, sin la presencia de una autoridad central, la cooperación no puede desarrollarse. Por lo que Axelrod busca determinar si surge o no la cooperación en “un dominio particular donde no hay una autoridad que vigile la situación.” (p.1) Se indica que las naciones actuales interactúan sin una autoridad central y que las condiciones para que surja la cooperación son trascendentales en muchos de los aspectos de la política internacional, sobretodo en el ámbito de la seguridad ya que “las naciones suelen buscar su propia seguridad por medios que amenazan la seguridad de los demás” (p.1), pero también en otros campos de las relaciones internacionales como por ejemplo en forma de competencia dentro de las alianzas o negociaciones arancelarias. El autor nombra como un ejemplo del surgimiento de la cooperación el caso del desarrollo de pautas de comportamiento en un cuerpo legislativo como el Senado de los EUA, donde “los individuos (…) persiguen su propio interés sin la ayuda de una autoridad central que los obligue a cooperar entre sí”. (p.1) Señala que la razón para creer en el egoísmo es que éste permite examinar el caso difícil en que la cooperación no se basa en la preocupación por los demás o en el bienestar del grupo en conjunto, como en el caso de dos naciones industriales que han levantado barreras comerciales mutuas a sus exportaciones. A ambos países les iría mejor si se eliminaran estas barreras, pero, si uno de los países eliminara unilateralmente sus barreras, se encontraría de cara a condiciones de comercio que perjudicarían su propia economía, por lo que cada país tiene un incentivo para conservar sus barreras comerciales, cuyo resultado es peor al de la cooperación. Todo este problema, según Axelrod, se debe al egoísmo y al interés propio que busca cada actor y que conlleva resultares adversos de lo que hubiesen sido si cooperaran. Ante esta situación se presenta el Dilema del Prisionero (1950), donde 2 prisioneros confortan la opción de informar sobre el otro o de quedarse callado. Este juego en el que participan dos personas, ambas tienen dos opciones: cooperar o abandonar, y cada una debe hacer la elección sin saber lo que hará la otra. El dilema es que, si ambos abandonan, a ambos les va peor que si hubieran cooperado. Si ambos jugadores cooperan, a ambos les va bastante bien. Ambos obtienen la recompensa por la cooperación mutua. Si un jugador coopera y el otro abandona, el jugador que cooperó recibe la recompensa. Finalmente, si ambos abandonan, ambos reciben el castigo por abandono mutuo.
La mecánica del juego puede llevar a cooperar o a abandonar dependiendo de lo que se piense que hará el otro. El autor indica entonces que: (…) dos egoístas que intervengan una sola vez en el juego escogerán el abandono y cada uno obtiene menos de lo que podrían haber conseguido si ambos hubieran cooperado. Si el juego se realiza un número de veces finito y conocido, los jugadores seguirán careciendo de un estimulo para cooperar. (p. 2) El juego permanece igual con
el abandono mutuo en la primera jugada de cualquier
secuencia que tenga una duración finita y conocida; pero que, este racionamiento no se aplica si los jugadores interactúan un número indefinido de veces, ya que ante un número indefinido de interacciones, puede surgir la cooperación. Axelrod busca luego descubrir las condiciones necesarias para que surja dicha cooperación y la estrategia que da mayores beneficios mediante el Dilema del Prisionero Reiterado. En este modelo, los intereses de los jugadores no están en conflicto total y ambos jugadores pueden beneficiarse con la recompensa por cooperación mutua o ambos pueden tener malos resultados con la penalización por abandono mutuo. Para el autor “Basarse en la suposición de que el otro jugador siempre hará la jugada que uno más teme implica especular que el otro nunca cooperará, lo cual insta al primero a abandonar, provocándose así una serie interminable de penalizaciones”. (p.3) Para él, la mejor estrategia depende directamente de la estrategia del otro jugador y que dicha estrategia permita el desarrollo de la cooperación mutua. Es decir, que el futuro tiene mucha importancia en el cálculo de la recompensa total. Entre las características de la realidad en la que el Dilema del Prisionero puede o no abarcar tenemos: 1. Las recompensas de los jugadores no tienen que ser comparables forzosamente. 2. La cooperación no forzosamente debe ser considerada apetecible desde el punto de vista del resto de mundo. Por ejemplo en los casos de la corrupción, que son casos de cooperación vistos con aprobación por los participantes, pero no por todos los demás. 3. No hay por qué suponer que los jugadores aplican siempre la lógica ya que sus estrategias también pueden reflejar procedimientos de operación uniformes, reglas prácticas, instintos, hábitos o imitación. 4. Las acciones de los jugadores no siempre son siquiera decisiones conscientes o deliberadas En este contexto Axelrod señala que el Dilema es lo bastante amplio para incluir en él no sólo personas, sino también naciones, ya que estas “toman medidas que pueden interpretarse como decisiones en un Dilema del Prisionero, tales como el alza y reducción de los aranceles” y que: (…) no se debe suponer que tales acciones sean racionales o el resultado de un actor unificado que persigue una sola meta. Por el contrario, bien podrían ser fruto de una política burocrática increíblemente compleja, que incluye el procesamiento de información complicada y modificaciones en las coaliciones políticas. (p. 3)
Claro que esta formulación abstracta del problema de la cooperación excluye muchas características que hacen de cualquier interacción real un caso único como la comunicación verbal, la influencia directa de terceros, la incertidumbre de lo que el otro jugador hizo en realidad en la jugada precedente, etc. Pero como análisis que prescinde de dichas características, el Dilema del Prisionero, constituye para el autor una ayuda en el esclarecimiento de algunos rasgos de la interacción, que pueden llegar a perderse en las complejidades que se presentan en las circunstancias en las que debe hacerse la elección. En un experimento, Axelrod invitó a expertos en la teoría de los juegos a que presentaran programas destinados a un torneo computarizado de Dilema del Prisionero; y en éste, resulto triunfadora en ambas rondas la estrategias del “TIT FOR TAT”, la cual consiste en cooperar en la primera jugada y después hacer lo que haya hecho el otro jugador en la jugada previa. Los resultados demuestran que, en condiciones adecuadas, la cooperación puede surgir en un mundo de egoístas sin autoridad central. La evolución de la cooperación requiere que los individuos tengan probabilidades suficientemente grandes de volver a cooperar entre sí, para que puedan tener interés en su interacción futura. (p.4) Si esto es cierto, la cooperación puede desarrollarse en tres etapas: 1. El comienzo de la historia es que la cooperación puede iniciarse aun en un mundo de abandono incondicional donde pequeños grupos de individuos basan su cooperación en la reciprocidad. 2. La parte media de la historia es que una estrategia basada en la reciprocidad puede prosperar en un mundo donde se aplican muchas estrategias diferentes. 3. El final de la historia es que la cooperación, una vez que se establece sobre la base de la reciprocidad, puede protegerse de la invasión de estrategias menos cooperativas. Demostración de esta teoría en el mundo fue el sistema de “vivir y dejar vivir”, durante la guerra de trincheras en la Primera Guerra Mundial, donde los soldados del frente se abstenían a menudo de tirar a matar, siempre que su abstención fuera correspondida por los soldados del otro bando y que fue debido al carácter estático y prolongado de la guerra de trincheras. Esto demuestra que en condiciones apropiadas, la cooperación basada en la reciprocidad puede desarrollarse incluso entre antagonistas. Además, los resultados permiten ofrecer “cuatro sencillas sugerencias para orientar a los individuos en sus decisiones”: no envidiar el éxito del otro jugador; no ser el primero en abandonar; reciprocar la cooperación y el abandono; y no pasarse de listo. Finalmente, el autor concluye que así como puede ser que las condiciones sean favorables para los acontecimientos a largo plazo, es factible que no se tenga tiempo de esperar a que dichos procesos lleven hacia estrategias de mutuo provecho, basadas en la reciprocidad y que “tal vez si entendemos mejor el proceso, podamos usar nuestra previsión para acelerar la evolución de la cooperación”. (p.4)