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Fe y Obras, pág. 48.
Lección 25 - Sábado, 20 de Diciembre de 2014
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Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. El siervo del centurión había sido herido de parálisis, y estaba a punto de morir. Entre los romanos los siervos eran esclavos que se compraban y vendían en los mercados, y eran tratados con ultrajes y crueldad. Pero el centurión amaba tiernamente a su siervo, y deseaba grandemente que se restableciese.
Lucas 7:1, 2; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 282.
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Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto. Creía que Jesús podría sanarle. No había visto al Salvador, pero los informes que había oído le habían inspirado fe. A pesar del formalismo de los judíos, este oficial romano estaba convencido de que tenían una religión superior a la suya. Ya había derribado las vallas del prejuicio y odio. Había manifestado respeto por el servicio de Dios, y demostrado bondad a los judíos, adoradores de Dios. En la enseñanza de Cristo, según le había sido explicada, hallaba lo que satisfacía la necesidad del alma. Pero se sentía indigno de presentarse ante Jesús, y rogó a los ancianos judíos que le pidiesen que sanase a su siervo.
Lucas 7:3, 4; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 282.
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Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano. En fe solo somos como niños pequeños aprendiendo a caminar. Como un niño toma sus primeros pasos, muchas veces tambalea y cae; pero se levanta otra vez, y finalmente aprende a saber que puede caminar solo. Debemos aprender como creer en Dios. Mirad al centurión que vino a Jesús para un ejemplo de fe viva. Él vino a Cristo rogándole, y diciendo: ‘Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra.
Lucas 7:6, 7; Review and Herald, 11 de marzo de 1890.
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Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Como represento el poder de Roma y mis soldados reconocen mi autoridad como suprema, así tú representas el poder del Dios infinito y todas las cosas creadas obedecen tu palabra. Puedes ordenar a la enfermedad que se aleje, y te obedecerá. Puedes llamar a tus mensajeros celestiales, y ellos impartirán virtud sanadora. Pronuncia tan sólo la palabra, y mi siervo sanará.
Mateo 8:8, Lucas 7:8; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 282.
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Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Pero el centurión, nacido en el paganismo y educado en la idolatría de la Roma imperial, adiestrado como soldado, aparentemente separado de la vida espiritual por su educación y ambiente, y aún más por el fanatismo de los judíos y el desprecio de sus propios compatriotas para con el pueblo de Israel, percibió la verdad a la cual los hijos de Abrahán eran ciegos. El centurión vio con el ojo de la fe que los ángeles de Dios que estaban alrededor de Jesús, y que su palabra sería encargar a un ángel para ir a la víctima. Sabía que su palabra entraría en la cámara, y que su sirviente se sanaría. ¡Y cómo Cristo alabó la fe de este hombre! Exclamó: ‘No he hallado tanta fe, no, ni en Israel.
Lucas 7:9; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 284; Review and Herald, 11 de marzo de 1890.
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Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. El centurión que deseaba que Cristo fuera y sanara a su siervo se sentía indigno de que Jesús entrara bajo su techo; su fe en el poder de Cristo era tan fuerte que creía que bastaría con pedirle tan sólo una palabra para que el milagro fuera obrado. “Jesús alabó la fe en contraste con la duda. Mostró que los hijos de Israel tropezarían a causa de su incredulidad, la cual los llevaría a rechazar la gran luz y acabaría con su condenación y rechazo. Bienaventurados los que no vieron y creyeron.
Mateo 8:13, Lucas 7:10; Testimonios para la Iglesia, tomo 4, pág. 230.
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Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos. El centurión que deseaba que Cristo fuera y sanara a su siervo se sentía indigno de que Jesús entrara bajo su techo; su fe en el poder de Cristo era tan fuerte que creía que bastaría con pedirle tan sólo una palabra para que el milagro fuera obrado. ‘Al oírlo Jesús, se maravilló . De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe, más los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes’. Entonces Jesús dijo al centurión: ‘Ve, y como creíste, te sea hecho’. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Gálatas 3:7, Mateo 8:11; Testimonios para la Iglesia, tomo 4, pág. 230.