Comentario – “Fragata” de Juan Bosch Fragata es un ser repulsivo en su aspecto físico: es grande, gorda y fea; además de ser presentada como un ser ridículo: camina abriendo las piernas, se maquilla groseramente y se viste sin gusto. Para los adultos es una mujer de modales excéntricos (juega con los niños como si tuviera siete años, demuestra ternura con los bebés después de un “rapto” de agresividad), liberales e indecentes (recibe a hombres en su casa con quienes se acuesta, se emborracha, es agresiva y desvergonzada). En conclusión es una mujer libre que escandaliza a todos con su genio. En realidad, a todos los adultos que ven en ella una mala influencia para la armonía del vecindario y para los niños, quienes la encuentran, más bien, divertida. Sin embargo, a pesar de esta faceta de espontaneidad y de libertad absolutas que nos conducirían a pensar que se trata de una persona segura y definitiva, se esconde una gran tragedia: Fragata no solo es rechazada por ser físicamente repulsiva, sino que también ha perdido la dignidad al acostarse con los hombres que pueda con el fin de lograr concebir un hijo. Esta tragedia hace que se altere e insulte ante cualquier comentario o broma hacia ella, que pierda la vergüenza hasta tal punto de que se le haga una propuesta en contra de su libertad sexual, pero también que adore a los niños hasta llegar a mimetizarse con ellos. Las personas que no logran entender su tragedia rechazan su presencia porque socava las buenas costumbres de su calle, aunque pobre, siempre decente. Y como lo que no entra en la normalidad, se la reconviene o se la elimina (o por lo menos se trata de eliminarla), entonces un grupo de notables le toca la puerta y le hace ver su conducta impropia. Esos podríamos ser nosotros: ¿Alguien toleraría un actuar así en su barrio? Doble tragedia: Fragata no se ha dado cuenta y promete irse para evitar el malestar que produce. La mujer fea e indecente está condenada a vagar por el mundo sola y frustrada, como un símbolo del castigo a lo diferente.