Leyenda mexicana
La Vainilla Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo. Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista. Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones. Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos. La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín. El astuto dios gordo resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella. Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado, lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla. Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en cambio, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya esencia es muy apreciada en la cocina y la pastelería de muchas partes del mundo.
Historia La vainilla es parte importante de la historia de México. Es el segundo condimento más caro y ha llevado su aroma y sabor a todo el mundo, desde las milenarias tierras del Totonacapan en el estado de Veracruz. Los conocimientos sobre la vainilla son un patrimonio legado por los Totonacos, quienes hacen más de mil años ocupan la región mexicana de Papantla y sus alrededores. Comenzó en el reinado de Itzcoatl (1427-1440); la llamaba “Tlixochitl”(flor negra) y entre los totonacas “XANATH".Los Aztecas usaban vainilla para aromatizar una bebida llamada XOCOLATL preparada con vainilla y cacao. Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán en 1519 y fue recibido por el emperador Moctezuma Xocoyotzin. En el primer banquete que les fue servido, Bernal Díaz, soldado al mando de Cortés, notó que el emperador disfrutaba una bebida que únicamente era servida a él y a los grandes personajes de la corte. Al preguntarle a un sirviente (Tlahuilli) le dijo que era la bebida de los dioses preparada con Tlilxochitl y
Cacaotl. Moctezuma notó el interés y ordenó les fuera servida a los españoles, quienes pidieron conocer los exóticos frutos de que era hecha. Grande fue su asombro al saber que esas negras varitas, fueran las que le comunicaban a la deliciosa bebida tan sutil perfume. En 1520 llegó a España la noticia de una nueva especia, sin saber su lugar de origen. En el año 1532 Fray Bernardino De Sahagún inicia investigaciones sobre las propiedades terapéuticas de la vainilla, descubrió que era de gran ayuda a la digestión. En 1610, llegó a ser conocida en Inglaterra la famosa vainilla, ya que el pirata inglés Drake al capturar un galeón español descubre un paquete para el Rey de España conteniendo unas varitas perfumadas, el cual fué entregado a la Reina Isabel, quien las paso a su médico real Hugh Morgan para ser estudiadas. Morgan las bautizó con el nombre de “LOBUS AROMATICUS”; en aquel entonces nadie conocía su origen, naturaleza, ni propiedades. El Rey Felipe II de España envió a su medico de cabecera Francisco Hernández en viaje de estudios a estas tierras para aclarar ciertos misterios de la vainilla. En1651, fue publicada en Roma la obra del Dr. Hernández y en ella se llama a la vainilla “ARACO AROMATICUS”. Por casi tres siglos el único productor de vainilla fue México. En el siglo XVIII la vainilla fue llevada para su producción en invernaderos en Europa y en tierras tropicales de colonias Europeas. En 1730 hubo éxito en su desarrollo y floración pero la planta no fructificaba en aquellas latitudes, lo cual rumoro que nunca daría fruto en áreas que no fueran la región del Totonacapan en México y cultivada por los indígenas Totonacas. No fue hasta 1836 en que el botánico Charles Morren en el jardín botánico de Leyden en Bélgica, resolvió el misterio al comprobar que la orquídea de la vainilla es una flor Hermafrodita que requiere polinización manual o ayuda a través de abejas (melipona), hormigas u otros insectos para dar fruto (es la única orquídea que produce fruto, de las mas de 35,000 especies). En 1841 un esclavo Edmundo Albius de la isla sa Bourbon (actualmente Reunión) perfeccionó el método de la polinización manual. A partir de ahí todos los países con posesiones en áreas tropicales fueron plantando vainilla, los Holandeses en Java, en 1841, los ses Madagascar en 1842, Tahití en 1848, e Islas Comoros en 1873; los Ingleses en 1890 a las islas Mauricio y las Seychelles, en 1890 y los americanos a Puerto Rico en 1900. Después de perder el monopolio mundial de la Vainilla, México empezó a declinar su producción que en promedio era entre 200,000 y 350,000 libras anuales con una producción record de 663,000 libras. En 1948 ocupando siempre el primer lugar en competencia con Madagascar; actualmente México ocupa el último lugar en producción mundial no obstante que hubo una época en que la economía de toda la región giraba en torno a la vainilla.
Leyenda Por el ilustre diplomático Papanteco José J. Núñez y Domínguez. Cuando los Totonacas, la raza más artística de la América precolombina después de haber esculpido las maravillosas ornamentaciones pétreas de Teotihuacan, decidieron asentarse en las costas de hoy Estado de Veracruz, en el Golfo de México, todavía no practicaban los sacrificios humanos. Panteístas por temperamento, amantes de las cosas bellas y delicadas, rendían culto al sol, al viento, al agua y la tierra y sus ofrendas a los Dioses consistían en ramilletes de flores y en incineraciones de “Copal”. En holocausto mataban algunos animales silvestres, pero adoraban a los pájaros, sobre todo a los de brillantes plumajes que les servían para los penachos de sus áureos “copilli”. Establecidos en la región costeña, constituyeron el reino del Totonacapan, una de cuyas capitales, además de Cempoala y Mixquihuacan, fue Papantla que en su idioma quiere decir “Tierra de Luna Resplandeciente”. Los primeros jefes de aquel señorío levantaron adoratorios a sus principales deidades, entre las que sobresalía la Diosa “Tonacayohua”, que era la que cuidaba la “siembra, el pan y los alimentos”, y la que comparan los primeros cronistas con la Ceres de los antiguos romanos. En la cumbre de una de las más altas sierras cercanas a Papantla, tenia su templo Tonacayohua, de cuyo aderezo y ritos estaban encargadas doce jóvenes que desde niñas eran dedicadas especialmente a ella y que hacían voto de castidad de por vida. En tiempos del Rey Teniztli, tercero de la dinastía Totonaca tuvo una de sus esposas, una niña, a quien por su singular hermosura pusieron el nombre de “Tzacopontziza” que equivale a “lucero del alba” y no queriendo que nadie disfrutara de su belleza fue consagrada al culto de Tonacayohua. Pero un joven príncipe llamado “Zkatan-Oxga” (el joven venado), se prendo de ella. A pesar de que sabia de que tal sacrilegio estaba penado con el degüello, un día que Lucero del Alba salió del templo para recoger unas tortolillas que había atrapado para ofrendarlas a la Diosa, su enamorado la rapto huyendo con ella a lo mas abrupto de la montaña. Pero no había caminado mucho trecho cuando se le apareció un espantable monstruo que envolviendo a ambos en oleadas de fuego, les obligo a retroceder rápidamente. Al llegar al camino ya los sacerdotes les esperaban airados, y antes de que Zkatan pudiera decir una palabra, fue degollado de un solo tajo y la misma suerte corrió la princesa. Sus cuerpos fueron llevados aun calientes hasta el adoratorio, en donde tras extraerles los corazones que se pusieron en las piedras votivas del ara de la Diosa, fueron arrojados a una barranca. Más en el lugar en el que se les sacrificó la hierba menuda empezó a secarse como si la sangre de las dos victimas allí esparcidas, tuviera un maléfico influjo. Y pocos meses después empezó a brotar un arbusto pero tan prodigiosamente que en unos cuantos días se elevó varios palmos del suelo y se cubrió de espeso follaje. Cuando ya alcanzó su crecimiento total comenzó a nacer junto a su tallo una orquídea trepadora, que, también con asombrosa rapidez y exuberancia, echó sus guías de esmeralda sobre el tronco del arbusto, con tanta fuerza y delicadeza a la vez, que parecían los brazos de una mujer, eran guías frágiles, de elegantes y cinceladas hojas. El ardiente sol del trópico apenas si traspasaba las frondas del arbusto, a cuyo amparo, la orquídea se desarrollaba como una novia que reposa en el ceno de su amado. Y una mañana se cubrió de mínimas flores y todo aquel sitio se inundo de inefables aromas.
una estrella más en el cielo Él la amaba. La amaba con respeto, con cariño y con mucha devoción. Llevaban juntos desde su juventud. Y, juntos, habían criado a nueve hijos. Durante años, habían soportado huchas rotas, cuentas incalculables, escasez de tiempos difíciles, muy difíciles. Pero a él nunca le faltaba una sonrisa en la cara. A ella ese gesto le daba fuerzas. Él lo sabía. Las preocupaciones aumentaban. Hubo que emigrar y separarse de sus orígenes. Pero ella encontraba la salida en los detalles cotidianos que él tenía. Era un hombre grande y no sólo por su estatura. Él tenía la clave de la felicidad y se la prestaba a los que la necesitaban. Nos dejó hace ocho años y antes de marcharse para siempre dijo que cuidáramos de ella. Ayer, ella se fue también. Se reunió con él. Supongo que le echaba de menos. Ocho años separados es mucho tiempo después de toda una vida. Hoy me he perdido la puesta de sol, pero dicen que ha sido de las más bonitas que se han visto en mucho tiempo.
Para mis abuelos.
La vainilla Rebeca Alicia Menchaca García Los antiguos navegantes españoles se aventuraron a cruzar el océano en busca de oro y especias, pero equivocaron su travesía al querer llegar a las Indias Orientales; sin embargo, encontraron en el Nuevo Mundo, entre muchos otros productos desconocidos en Europa, la pimienta gorda y la vainilla, que hoy en día son dos de los condimentos y saborizantes más importantes en el mundo. El comercio de especias, aunque parezca mentira, llegó a tener precios más altos que el mismo oro, lo que provocó graves conflictos entre los pueblos que pretendían monopolizar su mercado; paradójicamente, a través de la historia los poseedores de la vainilla –indígenas campesinos y pequeños productores totonacos– no han manejado directamente su comercialización, ni se han visto beneficiados a pesar de la riqueza que este producto representa. La vainilla es una orquídea originaria de México y fue descubierta por los totonacos, quienes ya la utilizaban extensamente antes de la llegada de los españoles. Para este pueblo, la vainilla era una de las plantas de mayor importancia y su uso se extendió entre los pueblos prehispánicos, quienes la llamaron xahnat, hasta los aztecas, que le dieron el nombre de tlilxochitl. En el Totonacapan, la vainilla representaba un símbolo cultural, como lo fue el maíz para otros grupos; más allá de su uso como condimento o saborizante, fue un elemento fundamental del comercio; de manera similar al cacao, uno de los tributos que exigían los aztecas a los pueblos conquistados fue precisamente la vainilla. Para los totonacos, la vainilla desempeñaba un papel fundamental y su aprovechamiento a partir de las plantas silvestres era muy respetado; así, antes de entrar al bosque a recolectarla, tenían que pedir permiso y mostrar su agradecimiento a Ki Mi Ekolo, o Quihuipolo, el dios del monte. Durante los años que duró la Conquista, la bebida conocida como xocoatl (chocolate) entre los aztecas era condimentada con vainilla, apreciada no solo por su sabor sino por su valor estimulante. En una de sus cartas, Hernán Cortés describe sus efectos a Carlos V, asegurando que bastaba con una taza de esa bebida indígena para sostener las fuerzas de un soldado durante todo un día de marcha sin ningún otro alimento. Los nobles mexicanos en los tiempos de Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520) cocían el cacao con agua, miel de abejas silvestres y un poco de vainilla, bebida a la que consideraban estimulante y sobre todo afrodisíaca. Los españoles quedaron irados por los usos de esta planta y la documentaron en sus códices, siendo la primera orquídea americana ilustrada en el códice de la Cruz-Badiano en 1552. En el viejo mundo, el uso de la vainilla se popularizó como saborizante del chocolate, principalmente en Francia, ya que en España e Inglaterra preferían añadirle canela, y ante la demanda creciente y su escasa presencia silvestre se establecieron los primeros vainillales. En efecto, las más antiguas plantaciones registradas se ubicaron en Papantla, en el año de 1760; en ese entonces, México era el único productor mundial. En virtud de la demanda constante que el mercado europeo ejercía para su comercialización, la vainilla fue llevada a Inglaterra en el año 1800, posteriormente a los jardines botánicos ses, y transportada después hacia las islas del Océano Índico, donde llegó a mediados del siglo XIX. Indonesia y Madagascar pronto se convirtieron en los mayores productores mundiales de la vainilla mexicana, lo que significó que la comercialización de la producción nacional fuera desplazada.
Otro de los problemas que surgieron fue el descubrimiento de un producto sintético con sabor a vainilla, cuya producción resultaba más barata. Por falta de comercio, el producto natural declinó y muchos cultivos fueron abandonados o desplazados. A pesar de la crisis, la vainilla permaneció como un símbolo de identidad entre los totonacos, y fue gracias a esta apropiación que el cultivo no desapareció durante las épocas más difíciles. El producto sintético no sustituyó a la vainilla por mucho tiempo pues se descubrió que era cancerígeno. Debido a sus reglas sanitarias, Estados Unidos y algunos países de Europa incrementaron otra vez el consumo de productos naturales al considerarlos más saludables, demandando de nuevo el producto natural y desechando los sintéticos. Esta circunstancia ha abierto un posible campo de desarrollo para el comercio de vainilla orgánica. Al respecto, algunos autores señalan que será necesario emprender campañas dirigidas a los consumidores para que exijan el consumo de la vainilla natural producida por técnicas tradicionales, así como por su buqué y por los compuestos aromáticos combinados, al igual que se hace con el vino, que se sigue consumiendo en todo el mundo a pesar de que podría fabricarse industrialmente casi al instante a partir de jugo de uva adicionado con alcoholes y taninos. Por otra parte, cultivos como la vainilla se consideran de bajo impacto ambiental, como el café bajo sombra, por lo que ofrecen alternativas de diversificación productiva y protegen la biodiversidad del ecosistema. El cultivo de la vainilla está basado en una especie autóctona, asociada a aspectos culturales prehispánicos, que crece bajo árboles-sombra, lo que propicia los corredores de aves y de otros animales silvestres. Por otro lado, el clima del Totonacapan ofrece condiciones ambientales específicas para concentrar los elementos aromáticos dentro de los frutos, lo que hace que el cultivo tenga la mayor calidad del mundo. Históricamente, podemos señalar que el proceso de comercialización de la vainilla nunca ha sido controlado por los productores. Desde la dominación de la cultura totonaca por los aztecas y posteriormente por los conquistadores y hacendados, fueron estos quienes acapararon y controlaron totalmente el comercio de la vainilla, no los indígenas que la producían. Así, es necesario promover las acciones necesarias para que los productores puedan beneficiar su propia producción, evitando intermediarios y acaparadores; así mismo, se debe buscar que estos sean competentes, promuevan el producto en un tipo de comercio justo y se organicen para que puedan satisfacer la demanda internacional, logren la certificación de su producto y obtengan el valor agregado de los cultivos orgánicos. Han sido numerosos los intentos por extraer el saborizante con sabor a vainilla a partir de otras materias primas, como el aceite de clavo, el eugenol o la madera de coníferas; incluso, en 2007, la investigadora Mayu Yamamoto, del Centro Médico Internacional de Japón, ganó el 1 premio Nobel Ig por el desarrollo de un método para obtener “vainillina” (el componente principal de los extractos de vainilla) a partir de excremento de vaca; sin embargo, nada es comparable a la vainilla natural, cultivada en plantaciones y curada con métodos tradicionales. El cultivo de la vainilla es un recurso que encara grandes dificultades, no solo las que se derivan de los intermediarios y acaparadores, las fluctuaciones de precios y la competencia ante los saborizantes sintéticos; por ejemplo, el hábitat silvestre de esta orquídea está seriamente amenazado, por lo que podrían perderse las variedades silvestres que tienen un gran potencial genético. La vainilla es una especie tan utilizada, pero a la vez tan desconocida en México –a pesar de que es su país de origen y de que posee la mejor calidad mundial–, que es necesario diseñar estrategias para promover el consumo de la vainilla natural, así como para conservar y proteger la diversidad de la vainilla silvestre, ya que es muy probable que este recurso biológico y cultivo prehispánico desaparezca para siempre.
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Afirma Félix J. Tapia: “Estos galardones se denominan Premios Nobel Ig y se otorgan anualmente para honrar los logros que primero hacen reír y luego hacen pensar. Los premios pretenden celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo e incitar el interés en ciencia, medicina y tecnología (N. del E). Para el lector interesado InfoAserca (2002). La vainilla en México, una tradición con un alto potencial. Revista de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria. Disponible en línea: http://www.infoaserca.gob.mx/claridades/revistas/101/ca101.pdf López M., S. y Mata G., B. (2006). La vainilla en el Totonacapan, símbolo de la sustentabilidad. Extensión al Campo, Revista de la Universidad Autónoma de Chapingo, 01(2), diciembre. Novo, S. (2007). Especias naturales línea: http://www.especiasmoy.com/sp/inicio.htm.
de
México.
Disponible
en
Soto, J. (2006). La vainilla: retos y perspectivas de su cultivo. Biodiversitas, 66, mayo- junio, 29.