Obra De Teatro Simple 5j5d3q

DOS HERMANAS DEMUESTRAN SU AMOR A CRISTO NARRADOR: Nuestro Señor Jesucristo no tenía hogar propio; viajaba de pueblo en pueblo y se hospedaba con sus amigos. Cuando estaba en Capernaum, se quedaba en la casa de Pedro. Allí vivían unas hermanas llamadas Marta y María, juntamente con su hermano Lázaro. Ellos amaban al Señor y les daba mucho gusto atenderle cuando llegaba a su aldea. Un día, cuando recibieron a Jesús en su hogar, Marta quiso demostrar su amor al Maestro preparándole una cena muy sabrosa. Saco la mejor loza, el mejor mantel, y se empeñó en cocinar un gran banquete, con muchos platos deliciosos todo con el fin de agradar a Cristo. Mientras tanto, su hermana María se sentó, a los pies de Jesucristo para escuchar sus palabras de amor y sabiduría. Ella también quería agradar al Señor, pero lo hizo de otra manera, no con afán y actividad, sino con calma. MARTA: Se estaba fatigando; hasta se sentía muy nerviosa porque ya llegaba la hora de comer y todavía faltaba preparar algunas cosas para la mesa. Señor ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola?, decile que me ayude, pues es mucho lo que tengo que hacer. JESUS: Marta, Marta, afanada y turbada estas con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le sería quitada NARRADOR: Jesús sabía que Marta lo amaba y que deseaba demostrarle su amor al preparar la cena tan elegante. También sabía que María lo amaba. Ella había escogido demostrar su amor al sentarse a sus pies para escuchar sus palabras, pero Cristo estaba agradecido con ambas y dijo que María había escogido la parte más importante. María también deseaba expresar su amor a Cristo, ella entro al salón con un vaso de alabastro de perfume muy caro. Lo derramo sobre la cabeza del amado Maestro, María entrego todo lo que tenía, el vaso entero, como un regalo de amor para Cristo. CONCLUSION: María y Marta le dieron a Cristo unos regalos de amor, y nosotros podemos hacer lo mismo 2 Corintios 5:9 Nueva Versión Internacional (NVI) 9 Por

eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado.