Poemas para rapear MIGUEL HERNÁNDEZ, “¿RECUERDAS AQUEL CUELLO, HACES MEMORIA?” ¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria del privilegio aquel, de aquel aquello que era, almenadamente blanco y bello, una almena de nata giratoria? Recuerdo y no recuerdo aquella historia de marfil expirado en un cabello, donde aprendió a ceñir el cisne cuello y a vocear la nieve transitoria. Recuerdo y no recuerdo aquel cogollo de estrangulable hielo femenino como una lacteada y breve vía. Y recuerdo aquel beso sin apoyo que quedó entre mi boca y el camino de aquel cuello, aquel beso y aquel día. FEDERICO GARCÍA LORCA, “LLAGAS DE AMOR” Esta luz, este fuego que devora. Este paisaje gris que me rodea. Este dolor por una sola idea. Esta angustia de cielo, mundo y hora. Este llanto de sangre que decora lira sin pulso ya, lúbrica tea. Este peso del mar que me golpea. Este alacrán que por mi pecho mora. Son guirnaldas de amor, cama de herido, donde sin sueño, sueño tu presencia entre las ruinas de mi pecho hundido. Y aunque busco la cumbre de prudencia me da tu corazón valle tendido con cicuta y pasión de amarga ciencia.
RAFAEL ALBERTI, “Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca” 1, 2, 3 y 4 En estas cuatro huellas no caben mis zapatos. Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos, ¿de quién son estas cuatro huellas? ¿De un tiburón, de un elefante recién nacido o de un pato? ¿De una pulga o de una codorniz? (Pi, pi, pi.) ¡Georginaaaaaaaaaa! ¿Donde estás? ¡Que no te oigo Georgina! ¿Que pensarán de mi los bigotes de tu papa? (Papaaaaaaaa.) ¡Georginaaaaaaaaaaa! ¿Estás o no estás? Abeto, ¿dónde está? Alisio, ¿dónde está? Pinsapo, ¿dónde está? ¿Georgina paso por aquí? (Pi, pi, pi, pi) Ha pasado a la una comiendo yervas. Cucu, el cuervo la iba engañando con una flor de resada. Cuacua, la lechuza, con una rata muerta. ¡Señores, perdone, pero me urge llorar! (Gua, gua, gua) ¡Georgina! Ahora que te faltaba un solo cuerno para doctorarte en la verdaderamente útil carrera de ciclista y adquirir una gorra de cartero. (Cri, cri, cri, cri) Hasta los grillos se apiadan de mí y me acompaña en mi dolor la garrapata. Compadecete del smoking que te busca y te llora entre aguaceros y del sombrero hongo que tiernamente te presiente de mata en mata. ¡Georginaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! (Maaaaaa). ¿Eres una dulce niña o una verdadera vaca? Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
Tu papa, que eras una dulce niña. Mi corazón, que eras una verdadera vaca. Una dulce niña. Una verdadera vaca. Una niña Una vaca. ¿Una niña o una vaca? O ¿una niña y una vaca? Yo nunca supe nada. Adios, Georgina. (¡Pum!) Rafael Alberti.
EMILIO PRADOS, PRIMAVERA Cuando era primavera en España: frente al mar, los espejos rompían sus barandillas y el jazmín agrandaba su diminuta estrella, hasta cumplir el límite de su aroma en la noche. Cuando era primavera. Cuando era primavera en España: junto a la orilla de los ríos, las grandes mariposas de la luna fecundaban los cuerpos desnudos de las muchachas y los nardos crecían silencios dentro del corazón hasta taparnos la garganta. Cuando era primavera. Cuando era primavera en España: todas las playas convergían en un anillo y el mar sonaba entonces, como el ojo de un pez sobre la arena, frente a un cielo más limpio que la paz de una nave, sin viento, en su pupila. Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España: los olivos temblaban adormecidos bajo la sangre azul del día, mientras que el sol rodaba desde la piel tan limpia de los toros, al terrón en barbecho recién movido por la lengua caliente de la azada Cuando era primavera. Cuando era primavera en España: los cerezos en flor se clavaban de un golpe contra el sueño y los labios crecían como la espuma en celo de una aurora, hasta dejarse nuestro cuerpo a su espalda, igual que el agua humilde de un arroyo que empieza. Cuando era primavera. Cuando era primavera en España: todos los hombres olvidaban su muerte y se tendían confiados, juntos, sobre la tierra hasta olvidarse el tiempo y el corazón tan débil por el que ardían. Cuando era primavera. Cuando era primavera en España: yo buscaba en el cielo. yo buscaba las huellas tan antiguas de mis primeras lágrimas y todas las estrellas levantaban mi cuerpo siempre tendido en una misma arena, al igual que el perfume, tan lento, nocturno, de las magnolias. Cuando era primavera. Pero, ¡ay!, tan sólo cuando era primavera en España. Solamente en España, antes, cuando era primavera.
LEÓN FELIPE “TAL VEZ ME LLAME JONÁS” Yo no soy nadie: Un hombre con un grito de estopa en la garganta y una gota de asfalto en la retina. Yo no soy nadie: ¡Deje dormir! Pero a veces oigo un viento de tormenta que me grita: Levántate, ve a Nínive, ciudad grande, y pregona contra ella. No hago caso, huyo por el mar y me tumbo en el rincón más oscuro de la nave hasta que el viento terco que me sigue vuelve a gritarme otra vez: ¿Qué haces ahí, dormilón? ¡Levántate! Yo no soy nadie: Un ciego que no sabe cantar. ¡Deje dormir!... Pero un día me arrojaron al abismo, las aguas amargas me rodearon hasta el alma, la ova se enredó en mi cabeza, llegué hasta las raíces de los montes, la tierra echó sobre mí sus cerraduras para siempre... (¿Para siempre?) Quiero decir que he estado en el infierno... De allí traigo ahora mi palabra. y no canto la destrucción, apoyo mi lira sobre la cresta más alta de este símbolo... Yo soy Jonás. Romance popular anónimo, EL CONDE ARNALDOS ¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Con un falcón en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traía de seda, la jarcia de un cendal, marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar, los peces que andan nel hondo arriba los hace andar, las aves que andan volando nel mástil las hace posar. Allí habló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por Dios te ruego, marinero, dígaisme ora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va.