RESUMEN EL ALQUIMISTA
PRIMERA PARTE El muchacho se llamaba Santiago, era un pastor andaluz, una tarde cuando oscurecía llevo sus ovejas hasta una iglesia abandonada para pasar allí la noche, saco de un saco su chaqueta para darse abrigo y un libro el cual cambiaba cada vez que podía por uno más grueso que fuera una mayor diversión y una mejor almohada. El muchacho antes había estado en un seminario porque su padre quería que fuera sacerdote hasta que en un ocasión decidió que quería viajar y conocer mujeres y nada mejor que ser pastor para cumplir su deseo. Conocía muy bien sus ovejas y ellas eran la razón de su existencia, vivía en función a sus amigas, y darles de comer y de beber y a cuidarlas de los animales depredadores. A pesar de ser pastor era una persona con mucha inteligencia, sabía leer y se interesaba por las historias. Decidió pasar allí la noche, mientras dormía tuvo el sueño que había tenido una semana antes y despertó antes de llegar al final se encargo de despertar sus ovejas preocupado por un asunto: tenía que ir a la ciudad de Tarifa en donde un comerciante de tejidos, que tenía una joven hija que lograba captar toda su atención. Al llegar a la ciudad entro a la tienda y el comerciante le pidió que esperara. Él así lo hizo, se sentó en el pavimento a leer su libro cuando oyó una voz femenina; era la voz de la hija del comerciante, hablaron largo rato, en el cual él le contó sus historias. Al fin le toco su turno y al terminar de trasquilar sus ovejas recibió su paga y se marchó. Paso un año y el muchacho debía volver a aquella ciudad, pensaba en si en la hija del comerciante, ya lo había olvidado, en aquella ciudad había una anciana que sabía interpretar los sueños y él había tenido uno repetido aquella noche, así que
decidió ir a donde ella. Al llegar la anciana lo hizo pasar y sentarse y le cogió las manos, el muchacho sintió miedo ya que era una gitana y él temía a los gitanos. Le contó a la anciana su sueño, dijo que había soñado que estaba sentado en el pasto con sus ovejas cuando aparecía una criatura y se ponía a jugar con ellas, la criatura seguía jugando con sus ovejas y de pronto le cogía las manos y lo llevaba a las pirámides de Egipto. Cuando llegaba la criatura le decía, “si vienes hasta aquí vas a encontrar un tesoro escondido” y cuando le iba a mostrar el lugar exacto, despertaba. Cundo terminó, la anciana le dijo que no le cobraría nada pero que quería una décima parte del tesoro si lo encontraba y su interpretación fue la siguiente: “Debes ir hasta las pirámides de Egipto, allá encontrarás un tesoro que te hará rico”. Al salir de allí, fue a cambiar su libro por uno más grueso y se sentó a leer en una banca de la plaza, de repente apareció un anciano que lo interrumpió y habló con él. El anciano sabía muchas cosas de su vida y le dijo que tenía que vivir su historia personal. Al agacharse el anciano para escribir en la arena un brillo deslumbró al muchacho, quien después pregunto al anciano su nombre; este dijo llamarse Melquisidec, rey de Salem. El muchacho comprendió que si era un rey debía decir la verdad y decidió venderle sus ovejas e ir en busca de su tesoro, pues el anciano le había dicho que cuando una persona desea realmente algo el universo entero conspira para que pueda realizar su sueño. Al día siguiente se encontró de nuevo con el anciano quien abrió su mano dejando al descubierto un pectoral de oro macizo y piedras preciosas. Era realmente un rey. El viejo le dio al muchacho una piedra blanca y una negra. Se llamaba Orim y Turim, dijo, la negra quiere decir “si” y la blanca quiere decir “no”, cuando no consigas descifrar las señales ellas te ayudaran. Le recomendo que no se olvidará del lenguaje de las señales. Cuando el viejo se marcho, el joven se dirigió a hacia un bar y se tomó un té amargo, pronto se le acerco otro joven, que parecía de su misma edad. Luego de hablar salieron del bar y en un descuido del muchacho su compañero le robó el dinero de la venta de las ovejas, el muchacho se sintió triste y quiso llorar, pero se acordó de sus piedras y preguntó si el viejo aún seguía con él, saco una de ellas y era “si” se sintió reconfortado. Después de esto cayó rendido en sueño. Al despertar se sintió feliz porque Tanger ya no era una ciudad desconocida, sino
una ciudad nueva. Sin el dinero en el bolsillo camino por el mercado y le ayudo a montar una tienda a un mercader de dulces. En la ladera de la ciudad vivía un mercader de cristales, el muchacho se dirigió hacia la tienda y se dirigió a los jarrones de cristal, ofreció limpiarlos a cambio de comida. El muchacho y el mercader comieron juntos, este le ofreció trabajo en la tienda, el muchacho accedió y durante el tiempo que permaneció en la tienda, las ventas crecieron y el negocio prosperó. El joven trabajó once meses y nueve días con el mercader hasta que reunió dinero suficiente para regresar a su tierra.
SEGUNDA PARTE El muchacho se fue hacía un almacén en un edificio que olía a ganado, sudor y polvo. Allí se encontraba un Inglés que estudiaba química y había pasado estudiando diez años. El Inglés se dirigía hacía Al – Faxoum, un oasis donde vivía el alquimista, quien tenía la gran obra: la piedra filosofal y el elixir de la larga vida. Al entrar el muchacho se encontró con el inglés quien poco a poco lo incitó a embarcarse en la caravana por le desierto. Después de que el guía de la caravana dio las instrucciones, esta empezó a moverse. La caravana siempre seguía en dirección de un astro que le indicaba donde estaba el oasis. El muchacho pasaba los días mirando el horizonte y escuchando el desierto y el Inglés en cambio los pasaba leyendo grandes libros. Unas veces por las noches llegaban a la caravana misteriosos hombres llamados beduinos que traían noticias de asaltantes y tribus bárbaras. Una noche el camellero fue hasta la fogata donde estaba el muchacho y el Inglés y comento que habían rumores de guerra, el muchacho sintió el miedo en el aire, estaba percibiendo el lenguaje universal, pronto el muchacho le aconsejó al Inglés que observara mas las caravanas y este a su vez le aconsejó que leyera más sobre el mundo. Los libros del Inglés eran extraños hablaban sobre química, pero aún así aprendió algunas cosas. Luego de un largo viaje por el desierto llegaron al oasis. Estando allí en la noche el Inglés pidió que lo acompañara a buscar al Alquimista. Recorrieron gran parte del oasis, sin encontrar nada, pararon en un pozo y
empezaron a preguntarle a la gente que iba a cargar agua. De pronto llegó una joven moza llamada Fátima, a partir del momento en que se vieron sintieron que eran almas gemelas. Después de este encuentro el muchacho siguió yendo al pozo todos los días. Al segundo día le declaró su amor, pero Fátima quería que realizara su historia personal y luego volviera a ella. Al preguntar por el alquimista a Fátima esta señaló al sur, cierto día Santiago se encontraba acostado mirando el cielo donde de repente aparecieron dos gavilanes. Al observar el vuelo de los gavilanes el muchacho tuvo una visión: un ejercito con espadas desvainadas, entrando al oasis. El muchacho inmediatamente pensó en Fátima. Cuando comento su visión fue llevado hasta donde los jefes de la tribu, el más anciano d ellos, luego de terminada la reunión hizo una advertencia al muchacho: “Si ninguna de nuestras armas ha sido utilizada mañana, por lo menos una, será usada contra ti” Luego acordaron que por cada diez hombres muertos, el muchacho recibirá una moneda de oro. De regreso a la tienda donde dormía meditó sobre lo sucedido, de repente se apareció ante él un caballo montado por un caballero vestido de negro, con un halcón sobre su hombro izquierdo, llevaba un turbante y un pañuelo que le tapaba el rostro dejando ver solo los ojos. El extraño hombre desenvainó su espada y la descendió lentamente sobre su cabeza, era tan afilada que salió una gota de sangre. El caballero hizo preguntas al muchacho acerca del vuelo de los gavilanes del desierto y de la historia personal de cada cual, cuando se marchó el caballero, el muchacho pregunto donde vivía, este señaló al sur. Era el alquimista. A la mañana siguiente un ejercito se tomó el oasis, hubo una gran batalla en la cual el ejercito fue derrotado y el muchacho recibió cincuenta monedas de oro. Al atardecer el muchacho se dirigió hacia el sur en busca del Alquimista quien lo incitó a emprender el viaje hacía las pirámides de Egipto. El joven solo pensaba en Fátima, la mujer a la cual amaba. Regresó al oasis y al amanecer se despidió de Fátima y emprendió el viaje con el Alquimista. Al tiempo de haber partido y de hablar el muchacho con el Alquimista se encontraron con dos guerreros que los revisaron y descubrieron que el Alquimista llevaba una botella con un líquido y un huevo amarillo. Cuando el Alquimista comentó a los guerreros que era el elixir de la vida y la piedra filosofal estos rieron y los dejaron ir, luego más adelante los cautivaron un grupo de guerreros, el muchacho ya había aprendido a escuchar su corazón y a ser su amigo.
El viejo a cambio de tres días de vida ofreció toda la fortuna del muchacho y prometió que al cabo de los tres días este se convertiría en viento ante sus ojos. Santiago sintió angustia ya que no sabía convertirse en viento, pero aún así siguió escuchando su corazón. Al cabo de los tres días el muchacho subió hacia una montaña, siendo observado por los guerreros y el Alquimista que sonreía, rogó al desierto, al viento, pero ninguno pudo ayudarlo, luego rezó como nunca lo había hecho, sin palabras ni peticiones a Dios; pronto quienes lo observaban lo vieron convertido en viento, al ver esto el Alquimista sonrió ya que había encontrado su verdadero discípulo, dos guerreros lo dejaron partir acompañados de un escolta. Después de un período de viaje llegaron a un monasterio, el Alquimista despidió al escolta y pidió que lo dejaran pasar a la cocina. Allí fabricó oro y lo dividió dando una parte al monje, otra al muchacho, otra al monje de nuevo por si el muchacho necesitaba algo y guardando una para él. Hasta ese momento al Alquimista acompañó al muchacho. Santiago siguió solo hasta llegar a las pirámides, su corazón le contó que donde llorara allí exactamente estaría su tesoro. Cuando llegó a las pirámides el muchacho cayó de rodillas y lloró, luego miró hacia el suelo y vio que en el sitio donde habían caído sus lagrimas, caminaba un escarabajo. En Egipto los escarabajos eran símbolo de Dios, esto era otra señal. Empezó a cavar y estuvo cavando toda una noche, de repente algunas personas se acercaron a él y preguntaron que hacia allí, Santiago no respondió y sintió miedo porque tenía un tesoro por desterrar. Eran refugiados de guerra. Uno de los salteadores saco al muchacho y lo registró encontrando el oro lo obligaron a cavar pero no había nada. Entonces empezaron a golpearlo, lo apalearon hasta el amanecer, el muchacho grito que buscaba un tesoro con el que había soñado dos veces. El jefe de los salteadores dijo al muchacho que no podía ser tan estúpido que él había tenido un sueño repetido hacía dos años. Soñó que tenía que ir a los campos de España a buscar una Iglesia en ruinas donde los pastores dormían con sus ovejas y que tenía un sicomoro creciendo dentro de la sacristía, si el cavara en la raíz de ese sicomoro encontraría un tesoro escondido. Luego de decir esto se marchó. El muchacho miró las pirámides, estas le sonrieron y él a su vez les sonrió a ellas con el corazón lleno de felicidad había encontrado su tesoro. Santiago volvió a España, a la iglesia en ruinas donde alguna vez había dormido
con sus ovejas, donde ese encontraba el sicomoro, cavo en su raíz hasta que encontró un baúl lleno de oro en el cual guardo el Orim y el Turim y dio gracias a la vida por permitirle vivir su historia personal. Se acordó de ir donde la gitana a darle la décima parte de su tesoro. El viento sopló trayendo consigo un perfume que el muchacho conocía bien y el sonido de un beso que venía despacio hasta posarse en sus labios, luego de sonreír dijo: “Ya voy Fátima”.