Una Mujer Llamada Rizpa 27b6j

Una mujer llamada Rizpa 2 Samuel 3: 7, 21: 8-11 Rizpa es uno de esos personajes oscuros y escondidos entre otras grandes historias de la Biblia. Su breve referencia impacta en la narración bíblica. La mujer Rizpa era una concubina del rey Saúl. Era propiedad personal del rey. Debió de haber sido una mujer hermosa. No tenía derechos de esposa, pero gozaba de privilegios y posición social por vivir en el palacio. Su historia entra en escena cuando Abner primo y mano derecha de Saúl la toma para sí luego de muerto el rey. Is-boset, un hijo de Saúl le reclama el derecho tomar a Rizpa. Ambos la desean. Se puede inferir una lucha de poder entre estos hombres, para tomar el lugar en el trono del monarca fallecido. Rizpa no tenía derecho de elección ni a opinar a pesar de su status en el reino. Se disponía de ella como botín de guerra. Su historia no queda ahí. Esta mujer, entra en escena nuevamente por un asunto político, que le afecta dolorosamente.. El ahora rey David ve una hambruna en Israel con una duración de tres años como señal del descontento de Jehová. Saúl había roto un pacto con los gabaonitas. Estos exigían el cumplimiento del mismo. La solución de David ante este problema fue darle siete hombres de los hijos de Saúl para ser ahorcado. Esto era un castigo deshonroso y severo. Así se reparaba la afrenta hecha a los gabaonita y se traía paz al reino de David. La madre Los dos hijos de Rizpa y cinco nietos del rey Saúl fueron ahorcados. ¡Que dolor para esta madre ver a sus hijos muerto, por el pecado de su padre Saúl! Aquí vemos a una mujer frente a esta desgarradora escena tomando una decisión de desafío. Buscó una tela de cilicio y la acomodó cerca de los cadáveres colgantes. Allí yace por meses en vela custodiando a sus hijos. Se enfrentó a las inclemencias del tiempo, a las aves de rapiñas y las Fieras. Posiblemente hasta hubo personas que la ridiculizaron y la tildaron de loca. ¡Qué historia conmovedora! ¡Que sacrificio y devoción de madre! Cinco meses estuvo día y noche cuidando a los muertos, defendiendo y enfrentándose con valor a los animales y soportando la fetidez de sus cuerpos descompuestos. Allí estuvo cansada y extenuada, quizás

adolorida y enferma por los elementos naturales que azotaban su cuerpo día y noche. Nada la amilanaba. No cedió. Su acto imploraba justicia. Resultados de la persistencia Los hechos de esta mujer fueron informados al Rey David. El rey es conmovido a misericordia. Se da la orden real de bajar los cuerpos y junto con los restos de Saúl y Jonathan se entierran en el sepulcro familiar del rey Saúl. Se quita así la deshonra de sus hijos al recibir sepultura real. Madres como Rizpa ¡Que gran lección podemos aprender de esta mujer! En esta sociedad necesitamos madres como Rizpa. Que tomen la valentía de luchar por sus hijos contra viento y marea. Aunque sus hijos estén muertos en delitos y pecados debe haber una mujer dando rodilla por sus hijos, Velando las malas amistades, azotando con la Palabra de Dios al enemigo que quiere destruir la vida de sus seres queridos, cuidando, instruyendo y modelando una vida cristiana. Madres que no temen a la crítica. Mujeres que se les destroza el corazón al ver la condición del hijo rebelde, perdido y obstinado. Ellas los siguen amando y los cubren con el manto de la oración. Hay hijos colgando del alcohol, de las drogas y lo ilícito. Otros se desvían en los placeres, el egoísmo la desobediencia y en las filosofías que destruyen los valores y la moralidad. Pero hay madres que claman y gimen por la resurrección espiritual y restauración al reino de Dios de aquel que llevo en su vientre.

, levántate a pelear por tus hijos. No los dejes morir en la concupiscencia. Se necesitan más mujeres como Rizpa que se enfrenten con valentía a esta depravada sociedad que a lo malo llama bueno. No hay poderío que se ponga frente a una madre que ora. Comienza ahora. Ezequiel 16:44. He aquí, todo el que usa de refranes te aplicará a ti el refrán que dice: Cual la madre, tal la hija. 2 Timoteo 1:5. Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.