NOTA BIBLIOGRÁFICA
1915, México, Editorial Cvltvra, Colección Cuadernos Mexicanos, 1, 1927, tomado de Manuel Gómez Morín, 1915 y otros ensayos, México, Editorial Jus, 2ª. edición, 1973, pp. 19-38 La correspondencia selecta que completa y cierra este volumen, proviene del archivo personal de MGM sito en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín, Archivo y Biblioteca.
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ÍNDICE
Iniciación Obscuridad Invitación El dolor La técnica Argumentos Prevenciones Epílogo
1915 EN EL ARCHIVO DE MANUEL GÓMEZ MORIN
De Manuel Gómez Morin a Xavier Icaza De Xavier Icaza a Manuel Gómez Morin De Manuel Gómez Morin a Xavier Icaza De Manuel Gómez Morin a José Vasconcelos De José Vasconcelos a Manuel Gómez Morin De Xavier Icaza a Manuel Gómez Morin De José Vasconcelos a Manuel Gómez Morin
De Manuel Gómez Morin a José Vasconcelos De Javier Icaza a Manuel Gómez Morin De Xavier Icaza a Manuel Gómez Morin De Manuel Gómez Morin a José Vasconselos De Luis Enrique Erro a Manuel Gómez Morin De José Vasconselos a Manuel Gómez Morin De Porfirio Martínez Peñaloza a Manuel Gómez Morin De Manuel Gómez Morin a Porfirio Martínez Peñaloza Acerca del autor Otros Títulos
1915
INICIACIÓN
Hace unos cuantos años, en la desazón de un régimen político que agonizaba, un pequeño grupo inició formalmente la rebelión espiritual contra las doctrinas que entonces y desde hacía tiempo eran verdad obligatoria en México. En el Ateneo de la Juventud, Vasconcelos, el maestro Caso, Pedro Henríquez Ureña, Acevedo, Ricardo Gómez Robelo, Alfonso Reyes y otros pocos más, alzaron la bandera de una nueva actitud intelectual. No hicieron doctrina común. No estaban unidos por otro lazo que el de una inquietud. No tuvieron tiempo, tampoco, de definir conclusiones. Quizás hasta estaban —con excepción de Vasconcelos— alejados de la vida mexicana. Demasiado intelectualizados, demasiado europeizados. Sólo, eso sí, con un honesto deseo de cultura, con un ferviente propósito de seriedad intelectual. El grupo se deshizo pronto. Ya en 915 sólo el maestro Caso estaba aquí. Pero en torno del maestro se formó pronto otro grupo no ya organizado como el Ateneo, ni siquiera conocido, sino disperso; integrado por los discípulos directos de Caso o de Pedro Henríquez, por los que la Revolución había agitado ya y buscaban en el pensamiento un refugio, una explicación o una justificación de lo que entonces acontecía. En el inolvidable curso de Estética de Altos Estudios y en las conferencias sobre el Cristianismo en la Universidad Popular, estaban González Martínez y Saturnino Herrán y Ramón López Velarde y otros más jóvenes. Todos llevados allí por el mismo impulso. En esos días, Caso labraba su obra de maestro abriendo ventanas espirituales, imponiendo la supremacía del pensamiento, y con ese anticipo de visión propio del arte, en tono con las más hondas corrientes del momento, González Martínez recordaba el místico sentido profundo de la vida, Herrán pintaba a México, López Velarde cantaba un México que todos ignorábamos viviendo en él. El aislamiento forzado en que estaba la República por el curso de la lucha militar, favoreció la manifestación de un sentido de autonomía. Poco podíamos recibir del extranjero. Razones militares y aun monetarias nos impedían el
conocimiento diario y verídico de los sucesos exteriores y la importación de los habituales artículos europeos o yanquis de consumo material o intelectual. Tuvimos que buscar en nosotros mismos un medio de satisfacer nuestras necesidades de cuerpo y alma. Empezaron a inventarse elementales sustitutos de los antiguos productos importados. Y con optimista estupor nos dimos cuenta de insospechadas verdades. Existía México. México como país con capacidades, con aspiración, con vida, con problemas propios. No sólo era esto una fortuita acumulación humana venida de fuera a explotar ciertas riquezas o a mirar ciertas curiosidades para volverse luego. No era nada más una transitoria o permanente radicación geográfica del cuerpo estando el espíritu domiciliado en el exterior. Y los indios y los mestizos y los criollos, realidades vivas, hombres con todos los atributos humanos. El indio, no mero material de guerra y de trabajo, ni el criollo producto de desecho social de otros países, ni el mestizo fruto ocasional con filiación inconfesable, de uniones morganáticas entre extranjeros superiores y nativos sin alma. ¡Existían México y los mexicanos! La política “colonial” del porfirismo nos había hecho olvidar esta verdad elemental. ¡Y qué riqueza de emociones, de tanteos, de esperanzas, nacieron de este descubrimiento! ¡Sobre todo, qué abismos de ignorancia de nosotros mismos se abrieron luego, incitándonos —incapacitados como estábamos a investigarlos y todos llenos de misterio— a salvarlos con el salto místico de la afirmación rotunda, de la fe en una milagrosa revelación, de la confianza en nuestra recién hallada vitalidad! Y en el año de 1915, cuando más seguro parecía el fracaso revolucionario, cuando con mayor estrépito se manifestaban los más penosos y ocultos defectos mexicanos y los hombres de la Revolución vacilaban y perdían la fe, cuando la lucha parecía estar inspirada nomás por bajos apetitos personales, empezó a señalarse una nueva orientación. El problema agrario, tan hondo y tan propio, surgió entonces con un programa mínimo definido ya, para ser el tema central de la Revolución. El problema obrero fue formalmente inscrito, también, en la bandera revolucionaria. Nació el propósito de reivindicar todo lo que pudiera pertenecernos: el petróleo y la canción, la nacionalidad y las ruinas. Y en un movimiento expansivo de vitalidad, reconocimos la substantiva unidad Ibero-Americana extendiendo hasta
Magallanes el anhelo. La necesidad política y el ciego impulso vital, obligaron a los jefes de un bando a tolerar expresamente estos postulados que tácitamente el pueblo perseguía desde antes. El oportunismo y una profunda inspiración de algunos, permitieron el feliz cambio que estos nuevos propósitos vinieron a obrar en una revuelta que para sus líderes mayores, era esencialmente política. Del caos de aquel año nació la Revolución. Del caos de aquel año nació un nuevo México, una idea nueva de México y un nuevo valor de la inteligencia en la vida. Quienes no vivieron ese año de México, apenas podrán comprender algunas cosas. Vasconcelos y Alfonso Reyes, sufren todavía la falta de esa experiencia.
OBSCURIDAD
Las nuevas doctrinas predicadas entonces, coincidieron con postulados evidentes de la Revolución, encontrando campo propicio en el desamparo espiritual que reinaba en México después del fracaso cabal del porfirismo en la política, en la economía y en el pensamiento, y justificaron e ilustraron el libre desarrollo de tendencias profundas que animaban el espíritu revolucionario. La afirmación del libre albedrío, la campaña anti-intelectualista, la postulación del desinterés como esencia de la vida y de la intuición como forma del conocimiento, la incitación panteísta que “busca en todas las cosas una alma y un sentido ocultos”, la revelación artística inicial de insospechadas bellezas y capacidades criollas e indígenas, se sumaron a las penas terribles, a la grave confusión y al hondo anhelo que traían los sucesos políticos, para formar un sentimiento en que se mezclaban sin discernimiento pero con gran fuerza mística, un incipiente socialismo sentimental, universalista y humanitario, con un nacionalismo hecho solamente de atisbos y promesas, reivindicador de vagas aptitudes indígenas y de inmediatas riquezas materiales; una creencia religiosa en lo popular junto con la proclamación de la superioridad del genio y del caudillo; un culto, igualmente contradictorio, de la acción y, a la vez, del misterioso e incontrolable acontecimiento que milagrosamente debe realizar el sino profundo de los pueblos y de los hombres. La gran guerra, además, de cuyos efectos no pudo sustraernos enteramente nuestro movimiento político, contribuyó en la desorientación trayéndonos promesas, inquietudes y valores que en vez de darnos una norma acrecieron el romanticismo y la aspiración mística alejándonos más de una definición tan urgentemente necesitada. Los más enterados, percibían este malestar de confusión y esperaban que sucesivos ensayos mostraran la clave para descifrarlo. Los demás —todos, puede decirse—, vivían simplemente arrastrados por “el maelstrom” político e intelectual, asiéndose de principios, de hombres, de frases que en cualquiera forma parecían coincidir o representar el ansia indefinida del momento. ¡Qué interesante será para el futuro mexicano un análisis del paisaje espiritual de estos últimos años! Una investigación que catalogue y valore las encontradas
doctrinas aceptadas, que encuentre y siga entre los movimientos aparentes y las manifestaciones superficiales, la verdadera e inexpresada razón que impulsó el pensamiento y la vida en esta época. La falta de maestros y de disciplina y el apremio de la política, hicieron imposible toda labor crítica. Motivos biológicos determinaban la aceptación apresurada de fórmulas que luego, por los mismos motivos, debían abandonarse. El postulado itido porque resolvía una situación cualquiera, resultaba contradictorio del principio adoptado para entender o explicar otras situaciones. Y no era sólo el tránsito de una tesis a otra. A menudo los intereses creados en torno de una afirmación y a veces de un nombre nada más, obligaban a conservar ese nombre o esa afirmación junto con sus contrarios. Luego se cambiaban el contenido de la doctrina o la denotación del nombre y las más diversas actitudes quedaban amparadas por ellos. Lo que era nada más retórica polémica, se postulaba como verdad absoluta. La superficial formulación de un anhelo, quedaba como programa definitivo. La teoría inventada para explicar un acontecimiento, valía como doctrina universal. Aparentemente no ha habido en México, en la lucha de facciones, sino motivos políticos encubiertos por un vano nominalismo. ¡Hasta tal punto ha sido sombría intelectualmente esta época! La crítica ha sido tan pobre que todavía no podemos concretar lo que el nombre Revolución implica. Y quizá la expresión mejor de este tiempo se encuentra en aquel cruel “pachequismo” que por serlo hizo fortuna: “la revolución es la revolución”, y que muestra bien la amarga verdad de unos años de tempestad en que la vida era difícil y llena de sobresalto y la pasión o el sufrimiento privaban sobre la inteligencia.
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Porque infortunadamente no sólo han existido obscuridad intelectual y desorientación política. También son parte de estos años un terrible desenfreno y una grave corrupción moral.
Primero, obra directa de la lucha en los campos, consecuencia inevitable de la contienda armada, un turbulento desbordar de apetitos. Venganzas y saqueos; homicidios, robos, violaciones. Pero eso fue normal e inevitable. Era la guerra con sus atributos militares. El rápido aflojar de un resorte mal ajustado por una disciplina inadecuada. La República entera fue un gran campamento y no se podían exigir límites de normalidad. El homicidio mismo formaba parte del natural espectáculo diario y la destrucción, para el “ciudadano armado”, era pura prueba del viejo aborrecimiento o se hacía por mero espíritu infantil, irresponsable y gozoso de destruir. Fue la época en que los salones servían de caballeriza, se encendían hogueras con confesionarios, se disparaba sobre los retratos de ilustres damas “científicas” y la disputa por la posesión de un piano robado quedaba resuelta con partirlo a hachazos lo más equitativamente posible. La época en que se volaban trenes y se cazaban transeúntes. En que se fusilaban imágenes invocando a la Virgen de Guadalupe. En que, con el rifle en la mano, los soldados pedían limosna. Hasta en el crimen había cierta ingenuidad. La ignorancia de las masas les impedía ver lo que llamamos amplio horizonte del propósito; pero su generoso impulso superaba la pobreza del programa declarado. Del caudillo no podían entender más que la incitación inmediata. Ni comprendían ni les importaba la fútil jerigonza del general o del político. Pero peleaban y se entregaban sin reservas por las secretas razones de su corazón. Después, pasado el fervor de la primera lucha, al desenfreno incalculado, irresponsable, natural de la masa, ha sucedido la verdadera corrupción moral. Al homicidio, el asesinato; al saqueo, el peculado; a la ignorancia, la mistificación. Del crimen de exceso, pasamos al de defecto. No roba ni mata ya la turba armada. Pero el mismo funcionario que decreta la muerte para el soldado ladrón de una gallina, se enriquece en el puesto y no vacila en mandar asesinar a su enemigo. Al caudillo surgido de la necesidad y del entusiasmo con la virtud mínima del valor, sucede el ladino impreparado que escamotea el afán democrático y diciéndose encarnación del pueblo, justifica sus necedades esgrimiendo en su defensa la noble y fundada convicción en el profundo acierto del instinto popular.
El elogiado “hombrearse con la muerte”, el generoso desprecio de la propia vida cuando es preciso luchar, se han convertido en desprecio de la vida ajena, en crimen de cantina o en asesinato político.
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Este cambio se debe fundamentalmente a la noche espiritual en que vivimos. No salimos aún del estado mental de lucha que influenció a nuestra generación. La falta de definición es nuestro pecado capital. Un día descubrimos que la Revolución tenía sobre todo fines económicos. Exaltamos la razón económica sobre las demás y a poco un grosero materialismo que invade hasta a los más jóvenes, se funda y justifica en aquella proclamación indiscriminada. Encarecimos la generosidad de la acción y las virtudes de la violencia, y luego en nombre de esa afirmación se hace la apología de la crueldad, de la violencia sin propósito. Dijimos que la razón no es el único ni el mejor camino del conocimiento y pronto se ha llegado a considerar “reaccionario” todo intento de lógica y de racionalización. La reivindicación nacionalista de potenciales aptitudes indígenas y populares, amenaza ahora con la invasión del líder indigenista y del pastiche popular con la negación de todo otro valor estético o intelectual. Hasta los más honestos, aun los espiritualmente prevenidos para entender el momento y descubrir la falsificación de actitudes y programas, han debido aceptar transacciones, desconcertados y con la esperanza de posterior mejoramiento o, víctimas de su misma convicción acrítica, no han vacilado en hacerse solidarios, aun en las formas más deprimentes, de lo que creen consecuencia inevitable de su fe. Ni maestros ni crítica. Iniciadores, nada más. Predicadores sinceros o no de doctrinas incompletas. Aceptación apresurada, por otra parte, de tesis contradictorias. Consagración de verdades a medias. Propaganda de sistemas que no son sino frases. Perentoria necesidad de afirmar sin reservas, de condenar sin límites. Indefinición. Éstos son nuestros males. Ésta es, más exactamente, la causa de nuestros males.
INVITACIÓN
Por fortuna, la vida suple en ocasiones a los maestros y es ella misma una disciplina, aunque más ruda y a veces más lenta que la inteligencia. El fruto de estos años no ha sido solamente el escepticismo y la corrupción. De los ensayos frustrados, del romanticismo inicial, de la vaga afirmación mística, va surgiendo una creciente claridad. En el penoso proceso de nuestra historia, los acontecimientos pasados parecen ordenarse siguiendo un sentido. La conquista y el régimen colonial, la independencia y la reforma; hasta las revueltas incesantes, hasta Santa Anna, son explicables. Podemos descubrir en ellos una teleología. Los hechos actuales están también llenos de intención. Desde 915,¹ a pesar de la tiranía, a pesar de los asesinatos, a pesar de la concupiscencia y de la desesperante estupidez de los líderes, a pesar de la aridez mental y moral, cada vez parece más segura y más inminente la revelación de un sino, de un peculiar modo de ser, de una íntima razón que impulsa la historia de México. Y va tomando contornos precisos una convicción intelectual que depurará las anteriores verdades provisionales. En varias ocasiones ha parecido llegado el momento de la revelación. Así fue, por ejemplo, en 1920, cuando se inició con prestigio apostólico la obra de Vasconcelos. La turbulencia política ha sido una causa que detiene esa revelación. Pero, en realidad, para retardar el advenimiento que esperamos, hay algo más fuerte que los acontecimientos políticos. Es la desvinculación en que viven los que desean ese advenimiento. Dispersos en la República, ignorándose unos a otros, combatiéndose muchas veces por pequeña pasión o por diferencias verbales, hay millares de gentes —la generación de 915— que tienen un mismo propósito puro, que podrían definir el inexpresado afán popular que mueve nuestra historia.
Porque realmente existe una nueva generación en México. Es difícil definir lo que sea una generación. Algunos pretenden que lo es todo grupo de hombres contemporáneos. Otros piensan que no el tiempo, sino el estilo, forman las generaciones. Otros, creen que un acervo común de ideas, una forma peculiar de reacción, una obra colectiva, determinan la existencia de una generación. Pero hombres separados por muchos años, pueden formar generación. Y la diversidad de estilos, las diferencias ideológicas, la falta de empresa común, son frecuentes entre los hombres de una generación. La unidad de época, de manera o de acción, son a menudo sus aspectos externos; pero la esencia de las generaciones debe buscarse en otra parte, en una íntima vinculación establecida entre varios hombres por la existencia en todos ellos, de un mismo impulso inefable, de una inquietud peculiar, de ciertas maneras profundas de entender y valorizar la vida y de plantear sus problemas. Es una especie de unidad biológica superior, trascendental; una “consanguinidad” espiritual que se manifiesta lo mismo en las semejanzas que en las diferencias. Una generación es una unidad totémica en la fórmula Spengleriana. A través de ella puede observarse el sentido de la raza; su actitud es símbolo de un interno impulso peculiar a una unidad étnica. Y cuando se da como fundamento de una generación la “contemporaneidad”, se expresa mal e incompletamente un hecho: quienes forman una generación, como los de una familia, llevan un aire común, indefinible en ocasiones, porque es como un arquetipo que en cada uno fuera realizándose parcial, defectuosamente. Los que forman generación, resultan individualmente ensayos de adaptación al arquetipo, resultados —frustáneos por parciales— del trágico esfuerzo que el arquetipo desarrolla por realizarse plenamente en individuo. Cada generación viene a ser, también, un nuevo esfuerzo, en la interminable labor dolorosa de un sino, de una “cultura”, del espíritu de una raza, para cumplirse, para realizarse. Fracasados una vez y otra vez, el arquetipo, el sino, renuevan el empeño de realización y siguen su lucha con el tiempo enemigo de realizaciones, porque realizar es cumplir, terminar, morir, dejar de ser, negar el tiempo en suma, que es emprender, prometer, iniciar, vivir, llegar a ser.
Una generación resulta, en consecuencia, un momento en esta lucha entre el realizar y el vivir, entre lo creado y el espíritu creador, entre lo que quiere ser y permanecer y lo que varía y en variar tiene su esencia, entre el espacio —la obra — y el tiempo —el obrar—. Una generación es un grupo de hombres que están unidos por esta íntima vinculación quizá imperceptible para ellos: la exigencia interior de hacer algo, y el impulso irreprimible a cumplir una misión que a menudo se desconoce, y la angustia de expresar lo que vagamente siente la intuición, y el imperativo de concretar una afirmación que la inteligencia no llega a formular; pero que todo el ser ite y que tiene un valor categórico en esa región donde lo biológico y lo espiritual se confunden. No importa, pues, para reconocer una generación, para afirmarnos como una generación, que falten la unidad de época o de estilo o de ideología y empresas comunes. Ni importa para este sólo fin, que los hombres de la generación se odien o se amen, que trabajen juntos o que se destruyan. Importa que tengan la misma incontenible inquietud, la misma necesaria agresividad para conservar o para rehacer. Esto les da a veces parecido de gemelos, unidad de estilo, comunidad ideológica. Pero otras veces los vuelve tan diversos que sólo después de mucho tiempo o con una irable percepción se advierte en ellos la existencia del “aire de familia”, de ciertos rasgos fisonómicos peculiares. Cada generación tiene, por ello, un valor de símbolo y su contemplación puede darnos un nuevo dato para hallar el sentido del afán humano, de un afán humano. Y cuando la generación se reconoce, cuando advierte en tiempo la unidad que es su esencia, es preciso volver activos sus propósitos, consciente su simbolismo, deliberada y encauzada su actuación. Los que eran estudiantes en 1915, y los que, entre el mundo militar y político de la Revolución, lo sufrían todo por tener ocasión de deslizar un ideal para el movimiento, y los que, apartados, han seguido los acontecimientos tratando de entenderlos, y los más jóvenes que nacieron ya en la Revolución, y todos los que con la dura experiencia de estos años, han llegado a creer o siguen creyendo en que tanto dolor no será inútil, todos forman una nueva generación mexicana, la generación de 915. Todos deberían caminar juntos. Pero viven separados por la suspicacia y por su
propia indefinición. Olvidan la empresa común y se empeñan en destruirse afiliándose a banderías de momento, absteniéndose de obrar, dejándose llevar por la fácil molicie de la complacencia o abrumados por el “para-que-ísmo”, esa espantosa impresión de inutilidad del esfuerzo que a todos nos domina en ocasiones. ¡Cuántas veces en estos años, hombres de sana intención y de convicción ferviente, se han perdido para la acción futura arrastrados por la perversión del medio o agobiados por la esterilidad de su esfuerzo aislado! ¡Cuántos, de buena fe, se gastan y gastan a los demás, revolviéndose y predicando la rebelión contra una tiranía corrompida, sin advertir que necesariamente caerán en otra corrupción y hallarán otro tirano porque el mal que exige remedio está más allá de la acción política inmediata! Es tiempo de alzar una bandera espiritual; de dar el santo y seña que permita el mutuo reconocimiento. Hace falta una definición de tendencia y de actitud, la afirmación de un valor siquiera, en torno del cual se reúnan los esfuerzos dispersos y contradictorios. No podemos intentar todavía una doctrina y menos una organización. Pero si el alba de 1915 ha de llegar a ser pleno día, es menester encontrar un campo común, una verdad, un criterio aunque sea provisional, para encauzar y juzgar la acción futura. Necesitamos después organizar una ideología que integre y precise los vagos deseos y la indefinida agitación que a todos nos tienen conmovidos hasta el malestar físico. Una ideología de la vida mexicana, de los problemas que agitan a México. Una ideología sin mistificaciones de oratoria, adecuada a propósitos humanos, que resuelva en la acción y no en la literatura, las graves contradicciones que estamos viviendo. No pueden servirnos con este objeto las grandes palabras —Justicia, Libertad, Mejoramiento— que suenan a hueco y cada quien llena con significado especial. Tampoco pueden servirnos los nombres conocidos —socialismo, colectivismo, individualismo, comunismo— que usamos para designar conjuntos teóricos de contenido cambiante e impreciso.
Un nombre, no puede conformarnos. Imposible e inútil lograr inmediata conformidad con una doctrina. Sería, además, perjudicial el intento de hacerlo porque la falta de un criterio objetivo convertiría la doctrina elegida en un nuevo tópico de confusión. Encontrar, por tanto, un criterio de verdad, un método y una actitud fundamental, es la tarea del momento. No es pequeña tarea; mas podremos quizá agotarla provisionalmente, en términos que en vez de extinguir la discusión y la búsqueda, las hagan posibles y fructíferas. Aun para llegar a la crítica que nos es indispensable, necesitamos, desde luego, ser dogmáticos y objetivos como todo constructor. Volverá después el análisis a depurar la obra; pero es necesario iniciar la obra y adoptar, para ello, una afirmación. Por eso, debemos hablar de nuestra generación, ahondar en sus raigambres, proyectarnos a su porvenir, buscar en ella al símbolo de lo que podrá esperarse después en nuestro México: obscuridad dolorosa de mestizaje, trágica supervivencia de grupos derrotados en una científica selección racial, mediocridad de criollos tropicales vivaces, superficiales y espiritualmente invertebrados, o “raza cósmica”, cultura nueva, sentido total de la vida que armonice y supere las contradicciones que atormentan al mundo moderno. Y debemos emprender esta tarea sin olvidar la provisionalidad de nuestra primera afirmación, que nos obliga a especial cautela crítica; la carencia de datos ya establecidos firmemente para juzgar de posteriores afirmaciones, que nos fuerza a ser plenamente objetivos al adoptar un criterio fundamental de verdad, una guía de la acción y del pensamiento. ¹ MGM empleó indistintamente 1915 y 915. Se ha respetado la grafía original. (N. del E.)
EL DOLOR
¿Podríamos, así, hallar un elemento primordial y objetivo para el juicio, un propósito provisional para orientar la acción? Entre las doctrinas opuestas, a su pesar y causado por ellas a menudo, hay un hecho indudable: el dolor humano. El dolor de los hombres es la única cosa objetiva, clara, evidente, constante. Y no el dolor que viene de Dios, no el dolor que viene de una fuente inevitable, sino el dolor que unos hombres causamos a otros hombres, el dolor que originan nuestra voluntad o nuestra ineficacia para hacer una nueva y mejor organización de las cosas humanas. Todo lo demás es discutible e incierto. Y por esta primera razón podemos adoptar el dolor como criterio provisional de verdad; la lucha contra el dolor como campo común de trabajo y discusión. Claro que no es el fin del hombre suprimir el dolor. Hace tiempo que salimos del limbo utilitarista. El paraíso terrenal sin pena ni gloria fue bueno para el despertar espiritual de la especie; no para satisfacer un afán adulto y redimido. Pero mientras los hombres consuman lo mejor de su vida y de su energía en librarse de los más bajos dolores —de la miseria, de la opresión—, será imposible que logren alcanzar propósitos superiores e ideales más altos. Por eso, antes que nada, es preciso luchar contra estos dolores y como ellos son indudables, como su existencia es objetiva, como son la única cosa de esencia humana que sea, a la vez, en cierto modo “cuantitativa”, sólo ellos pueden darnos un criterio seguro de verdad en las relaciones entre los hombres y un elemento fundamental de juicio para resolver los problemas sociales. Como base de la nueva ideología podremos, pues, hacer una teoría del dolor. Partiremos así de un hecho; limitaremos en principio el campo de discusión; tendremos un propósito claro aunque provisional para la acción y
determinaremos un criterio común para juzgar de las promesas, de las instituciones y de los conceptos. En nuestra vida personal podremos estar separados por las más profundas diferencias. Dios seguirá hablando a cada quien en su propio lenguaje. Las inquietudes personales y el dolor propio y el afán íntimo seguirán siendo intocables. Cada uno vivirá personalmente en la más conforme resignación o movido por una inquieta rebeldía. Pero en cuanto se trate de la vida común, en cuanto se entre en relación con otros hombres, la acción no podrá ser exclusivamente personal, porque cuando se forma parte del grupo la calidad espiritual de hombre se pierde un poco y en cierto modo se convierte en mecánica; porque ninguna acción social deja de tener trascendencia; porque el hombre en sociedad depende y disciplina, da y recibe, crea y destruye, puede causar dolor o remediar males y no tiene ya el derecho de ser inviolable, de cometer absurdos ni de olvidar que sus actos o sus omisiones engendran sufrimientos a otros hombres. Socialmente, por lo menos, nuestro deber es obrar, remediar males, mejorar la condición de los hombres. Proclamar este primer postulado, es darnos una señal de inteligencia que nos permitirá estar cerca unos de otros cualesquiera que sean las distancias que en otros puntos nos alejan.
LA TÉCNICA
Pero no olvidemos que éste es nada más un criterio provisional y que el deber es saber en qué estriban los males que reclaman acción y concretar en programas realizables el indeterminado anhelo común de mejoramiento. No gastarnos en academismo; pero tampoco en ilustrar como comparsa acciones políticas siempre pequeñas, sino revisar urgentemente los conceptos y las instituciones y hacer de nuestra acción una acción ennoblecida porque sirva a propósitos humanos claros y definidos y no camine, como el carro del cuento, sin rumbo conocido, machacando víctimas ante la inercia de una pobre sensiblería o ahogando su clamor con el estruendo de tumbos retóricos. Y para esto, fijemos el método elegido aunque sea también provisionalmente. No positivismo ni pragmatismo siquiera. Es posible otro camino: el de la técnica. Técnica, que no quiere decir ciencia. Que la supone; pero a la vez la supera realizándola subordinada a un criterio moral, a un ideal humano. Técnica que no es tampoco positivismo; que conoce y postula otros valores para el conocimiento y para la vida y sabe la honda unidad que existe entre todas las manifestaciones del espíritu: música y filosofía, ciencia y pintura, arquitectura y derecho. Conocimiento de la realidad. Conocimiento cuantitativo, ya que el error del liberalismo —no esquivado por el movimiento social contemporáneo— estriba en involucrar un problema de calidad en lo que es sólo problema de cantidad; en pretender resolver problemas de organización, de igualamiento, que son cosa de peso y medida, con elementos y nociones puramente cualitativos; en espaciar problemas de duración, según el lenguaje bergsoniano, tan querido para nuestro 1915. Dominio, por último, de los medios de acción. Pericia en el procedimiento que haya de seguirse para transformar los hechos según el tipo que proporcione el propósito perseguido.
No el escueto conocimiento de la realidad que para en el quietismo de leyes inmutables. Iniciamos nuestra vida intelectual bajo el signo del hombre, afirmando la libertad y la posible adaptación de la ciencia a fines humanos. Tampoco la vana palabrería de propósitos quiméricos, sino determinación concreta de un fin con realización posible según nuestra verdadera capacidad y sin que ello signifique renuncia o transacción deprimentes, sacrificio de más altos anhelos, antes indicando que se trata de una lenta ascensión por un camino inconfundiblemente trazado de antemano. Investigar disciplinadamente en nuestra vida ahondando cada fenómeno hasta encontrar su exacta naturaleza tras los externos aspectos artificiales. Disciplinadamente, también, investigar nuestros recursos y posibilidades. Buscar con amor el oculto afán que quiere realizarse y fijarlo luego en términos de accesibilidad. Andar los caminos propios y ajenos del procedimiento hasta poder conocer, elegir y seguir el mejor en cada caso sin extravío y sin el peligro mayor de confundir la vía con el destino, el procedimiento con la obra. No despreciar la labor pequeña, ni arredrarse del fin remoto. Graduar la acción de acuerdo con la posibilidad aunque el pensamiento y el deseo vayan más lejos. Que el fervor de la aspiración anime la búsqueda y la disciplina de la investigación reduzca el anhelo, porque es peor el bien mal realizado que el mal mismo. Lo primero, destruye la posibilidad del bien y mata la esperanza. El mal, por lo menos, renueva la rebeldía y la acción. Íntima unión de realidad, propósito y procedimiento, de manera que en un solo acto espiritual el propósito elegido ilustre el conocimiento de la realidad, el conocimiento determine la elección del propósito y conocimiento e ideal entreguen los medios que deben utilizarse, determinen e impongan la acción, esto es lo que podemos entender usando la palabra “técnica”. Es el único método que podrá alzarnos de esta deprimente y fangosa condición en que el cientificismo de antes, el inevitable romanticismo y el misticismo vago de los días de lucha y los groseros desbordamientos de un triunfo sin realizaciones, nos tienen todavía postrados.
ARGUMENTOS
—“Alas y plomo...” —Pero no ya la recomendación cobarde del tiempo en que sólo las alas sin plomo podían volar. —Ahora, “alas y plomo” hacen posible el vuelo. —Y el consejo, a la vez, es ejemplo que muestra el valor de la técnica. Sin embargo, para algunos la actitud propuesta peca seguramente de ambición. Para otros, en cambio, es limitada y cobarde. Extremada, en efecto, implica más que un método un fin: reunión del genio y del héroe. Limitada, significa abandono de más elevados propósitos en bien de alivios y bienes mediocres. Sólo el segundo argumento, de ser cierto, sería válido. Mas predicar los límites de la realización posible, es el único medio de hacer posible la acción y fructífero el esfuerzo. Y acometer la empresa a sabiendas de su provisional limitación, está lejos de ser cobardía. Toda realización, así sea la más generosa, es limitada. Lo que debe carecer de límites, es el afán de conocer y de crear. El valor no estriba en lanzarse a la empresa quimérica, sino en el caudal de energía y de vigor espiritual necesario para mantener siempre vivo el impulso de realización. El valor no es cerrar los ojos ante al fracaso, sino evitarlo o sacar de él nuevo aliciente para la acción; no conformarse tampoco en el éxito, sino adelantarlo luego. El valor, el gran valor, consiste en conocer de antemano la inagotabilidad de la acción y en seguir obrando con fe en la eficacia del bien alcanzado cada día.
PREVENCIONES
He aquí, pues, una tarea para la generación de 915. Imperativo de nuestra época, resultado de nuestra experiencia, fruto de aquel año en que surgió un nuevo México. Podría decirse “generación de 1927 o de 1930”, como se dice “generación de 1915”. Hasta sería más exacto para algunos. Pero 930¹ podrá ser el tiempo de la mayor edad o simplemente un año cualquiera de esfuerzos y vicisitudes, mientras 915 fue ya el año de la iniciación. Muchas cosas han cambiado desde entonces en nosotros y fuera de nosotros; mas el cambio operado en ese año ha hecho posibles los cambios posteriores. Ahora, es preciso volver consciente la fuerza que nos ha movido como a pesar nuestro. Los primeros ensayos serán seguramente pobres en comprensión y en resultados. Y esa pobreza resultará acicate para renovar el esfuerzo. Los primeros éxitos parecerán mediocres. Serán apenas el comenzar del largo trabajo. Participamos de los problemas y de la zozobra occidentales, como participamos —biológica y espiritualmente— de su civilización. Pero aun lo más genuinamente occidental toma aquí un carácter peculiar y hay, además, inquietudes y valores que nada tienen de común con Occidente. A veces, la civilización europea nos resulta inadecuada y las ideas hechas que importamos no ajustan siempre a nuestra condición. Conscientemente las hacemos nuestras; pero en el torrente de la subconsciencia y de la acción, imperan otros valores. Lo medular en nosotros no coincide con lo cerebral. Y no nos conforma ya aquella explicación simplista que sólo ve en México dos grupos: la minoría espiritualmente dirigente, de origen o de cultura europeos, y la mayoría “actuante”, indígena o simplemente bárbara. Proclamamos nuestra substantividad.
Hasta ahora sólo ha sido una afirmación apasionada, elocuente y demagógica. Se apoya en presentimientos. No es creadora aún y apenas si pasa de provincialismo soberbio y de curioso folklorismo. Se precia de cacharros porque no puede presentar instituciones. Nuestro mexicanismo es todavía más un nacionalismo de alfarería que de cultura. Y cuando quiere ser serio, está preñado de temibles amenazas de regresión. Precisa, pues, desentrañar lo que tenga de verdad esencial esta aspiración a “ser nosotros mismos”, descubrir y valuar su contenido y convertirlo luego en motivo creador. Si hay realmente un sentido estético, una tabla moral y un anhelo interior que determinen una producción artística, una forma de vida, una organización social y un espíritu religioso mexicanos, no empeñarnos más en aplicarnos sin éxito explicaciones y sistemas extraños a nuestra naturaleza. Para lograr este esclarecimiento como para realizar cualquier intento de mejora, necesitamos, ante todo método y crítica. Crítica de nosotros mismos que nos ponga incesantemente en guardia contra las asechanzas de este medio tan propicio a la improvisación o contra los excesos de nuestro entusiasmo; que nos permita discriminar lo verdaderamente propio y genuino, de lo que sólo sea copia o adaptación discutible; que, dándonos la medida de nuestra capacidad, nos deslinde los campos de la actuación propia y de la universal, de lo que podremos crear y de lo que habremos de adoptar. Encarecer la necesidad de método sería inútil después de recomendar crítica severa, si no fuese porque la crítica a menudo esteriliza y agobia. Además, donde toda idea de orden libre se ha perdido, donde sólo hay arbitrariedad y capricho, proclamar la superioridad del método, es cosa fundamental. Crítica y método; lo que no quiere decir matar la vigorosa espontaneidad característica de este momento ni significa olvidar que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Atentos a la vida y al pensamiento; pero que no se torne la actitud en complacencia de espectador ni en dilettantismo vacío. Pensar y obrar. No lejos de la pasión, dentro de la vida. Evitando igualmente la fácil falsedad de la esquematización y la vana disculpa de un romanticismo
inerte. Vigilar la acción, que no se aparte de la inteligencia. Con el mismo empeño evitar la indeterminación del propósito que debe alcanzarse y el conformismo del éxito inmediato. Parcos en el programa de acción y generosos en el impulso. Sinceros, en todo caso. Lógicos e intuitivos. Serenos y entusiastas. Convencidos y escépticos. Todo según la actividad y el momento. Rechazar como falsa la doctrina que agrave los males de los hombres, como equivocada la acción que los cause o los mantenga. Mas, también, huir de la débil filantropía, de la cobardía disfrazada de piedad y cuidar de que no pare en sensiblería la comprensión del dolor. Hasta violencia, si el propósito lo exige. El camino del bien no es fácil y la lucha es esencia de la vida sin ser necesariamente contraria al bien. La violencia, además, como el dolor, redime y salva si no es torpe ni pequeña. En México, sin embargo, hemos de huir de la violencia que ha amparado siempre bajas pasiones porque no tenemos “piedad de nuestra propia sangre” y porque nada pesa más gravemente sobre nosotros que la cruel tradición de Huitzilopochtli. Rigor en la técnica y bondad en la vida. Ése es el nuevo programa. ¹ Así en el original. (N. del E.)
EPÍLOGO
Por supuesto que no trato de describir con lo dicho caracteres de nuestra generación ni de plantear siquiera una orientación para ella. El dolor puede ser un inseguro criterio para valorar la acción. La técnica resultará un débil sistema de trabajo, ya que hasta el nombre induce a confundirlo con el mero procedimiento, con la receta para obrar. El hecho mismo de proclamar que somos una generación, puede ser falso. ¡No importa! Hago nada más una invitación a la comprensión y al trabajo. Las recomendaciones son vagas y estrechas y habrá que cambiarlas técnicamente sin pararse siquiera a discutirlas, porque su espíritu es ése: trabajar y comprender, seguros de la unanimidad profunda más allá de los errores de expresión. He tratado solamente de señalar un hecho y de indicar una posibilidad: la posibilidad de encontrar un medio para reunir las buenas voluntades dispersas, los entusiasmos contradictorios, y para definir la insoportable angustia que ahora nos agota; el hecho de que hay una multitud de gentes que podrían trabajar juntas en vez de negarse y combatirse; de que hay una orientación, una razón de ser común en los acontecimientos que en confusión terrible y sin aparente sentido ocurren en México. Quiero decir, además, que una grave responsabilidad pesa sobre nosotros porque somos una “generación-eje”. La historia se mueve por años sin cambio aparente. Las generaciones se suceden sin convulsión heredándose el mismo patrimonio de convicciones y de bienes. Pero en un momento, la historia se tuerce, el patrimonio espiritual y económico heredado resulta insuficiente y hay que decidirse a tomar un nuevo rumbo y a crear un acervo nuevo de ideas y de riqueza. La generación de ese momento es, así, el eje del cambio. De ella depende que tras de la temible sacudida que el movimiento produce, sólo queden ruinas y rencor o se creen una organización y un patrimonio nuevos y mejores. Ésta es nuestra situación, ésta es nuestra responsabilidad. No pensemos que somos mejores que otros ni consintamos en parecer peores. Sólo podemos estar
destinados a ser diferentes. No hacernos ilusiones paradisiacas ni permitir que se prediquen seguros desastres. Quizá esta generación, como todas, será apenas instrumento de fines superiores a los hombres. Aun así, nuestra época exige que lo seamos conscientemente y nos abre una puerta de esperanza al afirmar que es siempre posible la libertad, la libertad siquiera de ser un buen instrumento o un instrumento malo de la fatalidad que hoy se llama evolución. El deber mínimo es el de encontrar, por graves que sean las diferencias que nos separen, un campo común de acción y de pensamiento, y el de llegar a él con honestidad —que es siempre virtud esencial y ahora la más necesaria en México. Y la recompensa menor que podemos esperar, será el hondo placer de darnos la mano sin reservas.
México, febrero de 1926.
Fin de 1915
1915 EN EL ARCHIVO DE MANUEL GÓMEZ MORIN
A XAVIER ICAZA
7 de enero de 1927
Sr. D. Xavier Icaza, Apartado 7. Jalapa, Ver.
Mi querido Xavier: Acabo de recibir un ejemplar de Magnavoz que me envía. Hace dos días había leído ya su generoso discurso mexicano. Muy bien. Muy bien. Creo que podría haber hecho sin reservas el héroe. Creo que también Alfonso Reyes necesita acercarse más hombremente a nuestra vida. Pero éstas son cuestiones preliminares y ad hominem.¹ Y sigo irando, entre todas sus otras cosas, su valor y su trabajo. Hasta creo que seguiré su ejemplo dentro de mi posibilidad y para ser irrevocable, ahora sí ya, el propósito de publicar lo que desde hace tiempo quiero publicar deteniéndome la cobardía, reuniré material para un folleto, se lo enviaré a usted y, si lo cree posible, me dirá si puede publicarse dentro de una misma serie ideológica de Magnavoz. Dos viejos discursos y cuatro o cinco ensayos. ¿No sería conveniente que hiciéramos una colección de panfletos con no más de cien páginas tratando asuntos mexicanos? No cuestión literaria. Y hasta cuestión literaria; pero, sobre todo, propaganda
para encausar y orientar y dar el santo y seña a tanta gente que piensa igual y que quiere igual; pero que anda dispersa, sin definición, sin bandera y sin amigos. Unos cuadernos mexicanos baratos y bien hechos como el suyo, como los publicó en un tiempo la Residencia de Estudiantes en España, como los libros Cahiers Rouges² ses. Me parece esto más fácil que un periódico, más a nuestro alcance, y de un valor más definitivo. Una especie de “Cvltvra”, pero de propaganda y de asuntos mexicanos. Podremos tener folletos de [José] Vasconcelos, de [Antonio] Caso, de [Enrique] González Martínez, de Alfonso [Reyes], de Pedro [Henríquez Ureña]. Y quizá mejor, de Carlos [Díaz Dufoo, Jr.], de [Daniel] Cosío Villegas, de Antonio Castro [Leal], de Eduardo [Villaseñor], de Diego [Rivera], de los más jóvenes todavía. Escríbame, deseando se encuentre realizable el proyecto y para financiarlo creo que podríamos contar con facilidades. Muchas gracias por su envío, por su optimismo y por su ejemplo. Un abrazo muy cariñoso de
Manuel Gómez Morin
¹ Ad hominem: Al hombre, contra la persona... (N. del E.) ² Cahiers Rouges: Colección publicada en París por la editorial Grasset. (N. del E.)
DE XAVIER ICAZA
12 de enero de 1927
Sr. don Manuel Gómez Morin, México, D.F.
Muy querido Manuel: Hoy he recibido su tan cariñosa del día 10. Ha sido, créamelo, uno de los mejores premios por mi libro. Con cartas como la suya, se reafirma la fe y el propósito de persistir en la obra. Se ve que alguien atiende. Junto su carta con las de Alfonso [Reyes], de Genaro [Estrada] y de Luis [Castillo Ledón]. Todas denotan entusiasmo y todas me alientan: coinciden unánimes en el juicio, pero la de usted es la que más me anima porque veo que este libro puede tener una magnífica consecuencia: los CUADERNOS MEXICANOS. Desde luego acepto su idea y la acojo con entusiasmo. Debemos dar principio a la tarea enseguida, mejor dicho, continuarla porque considero a Magnavoz como el primer número de la Colección. Paso a decirle mis puntos de vista:
a. CUADERNOS MEXICANOS Así llamaremos la colección. Llevarán los libros la anotación en la parte baja de la cubierta. Abajo de la línea gruesa de la carátula de Magnavoz, así: CUADERNOS MEXICANOS. Número 1...
b. DIRECCIÓN La asumiremos usted y yo. Manejaremos la colección usted y yo de manera exclusiva. Mientras menos personas intervengan es mejor. Yo me encargaré de cuidar las ediciones, revisar pruebas, etcétera. La impresión la podemos hacer acá en Xalapa. Más adelante le hablaré de este punto en especial. Usted tendrá a su cargo la distribución, reparto, propaganda, etcétera, así como la revisión de los manuscritos, antes de que yo los vea. Es decir, usted será el . Sin embargo, como a nadie le importa cuál sea la labor especial de cada uno de nosotros, anunciaremos: CUADERNOS MEXICANOS. Se publican bajo la dirección de XAVIER ICAZA y MANUEL GÓMEZ MORIN.
c. EDICIÓN Me parece que debemos adoptar el formato de mi libro. Es el más práctico y de mejor aspecto. Creo que también debemos adoptar el papel CULTURA. Esto, sin embargo, depende de lo que adelante diré a usted. El costo de la mano de obra de una edición como la mía se puede calcular en cien o ciento veinte pesos, más o menos. En mi libro se gastaron cuatro resmas. El precio del papel CULTURA es de 18.75 o 20 pesos. Tomando resmas de papel para seis o siete libros, dada la situación actual de usted, creo que podríamos obtener un descuento muy grande, quizás hasta de un cincuenta por ciento. Carlos [Díaz Dufoo, Jr.] está también en situación de obtener ese descuento. Del descuento y arreglo que celebren ustedes con San Rafael depende que adoptemos el papel CULTURA u otro de una calidad semejante. A mí, en lo personal, el que más me agrada es el BIBLOS MARFIL, de modo que si de éste pudiera obtenerse un precio semejante al de CULTURA, sería mejor. En mi libro hay algunos defectos tipográficos, pero ya no se repetirían en las ediciones nuestras posteriores. Hay defectos en la arquitectura del libro, pero ya
las he notado y no se repetirían. Me permito también recomendar un tipo de letra semejante al que yo uso. Las negritas hacen más elegante el libro y más fácil la lectura. Como usted sabe, aunque eligiéramos un tipo más grande también podría imprimirse en negro. El ex libris¹ y justificación de la tirada, son los míos personales. Eligiríamos uno semejante, más mexicano. Quizás una figura de Códice, si le parece. [Rafael] Alba [de la Canal], el pintor que hizo los míos, se encargaría de hacer los de CUADERNOS MEXICANOS. La cubierta, creo que está bien como la de Magnavoz. También en San Rafael podría obtenerse un precio más cómodo.
d. TIRADA La de mi libro fue de mil ejemplares. De ellos, se echaron a perder 150, de modo que quedaron 850. Creo que, por lo menos al principio, no debemos hacer una tirada mayor. Cuando mucho, 1250, para la distribución más amplia en el extranjero, en especial en Buenos Aires, Madrid, Costa Rica, Brasil y Chile, en donde tengo buenos amigos y con los que estoy en comunicación ininterrumpida.
e. PRECIO A mi libro, le fijé SESENTA CENTAVOS. Creo los cuadernos los podríamos vender a ese mismo precio o mejor a CINCUENTA. Espero su punto de vista. A los libreros hay que darles una comisión de TREINTA %, y, a pesar de ella, su labor de propaganda y distribución es ineficaz. Por ofrecimiento de Genaro [Estrada], se hizo una propaganda del Pen Club para mi libro. Le acompaño un ejemplar. Podríamos hacer unos volantes semejantes, más chicos, para anunciar los “Cuadernos”, haciendo un extracto de lo que vamos a hacer y presentando a quienes van a colaborar.
f. FONDOS PARA LA EMPRESA Usted me dice que podríamos contar con facilidades. Espero sus noticias más concretas a este respecto. Debemos contar con seguridades para contar con lo suficiente para la publicación de diez o doce números: no creo que revista mucha importancia la Colección si la hacemos de menos de diez o doce. Acá contaremos con facilidades en cuanto a la imprensión, pero no quiero pedir nada. Las facilidades para la impresión las pienso obtener de los mismos obreros, con los que me llevo muy bien. Forman un Sindicato de Artes Gráficas bien organizado y serio. Yo contrataría la impresión directamente con los directores del Sindicato. De acudir a [Heriberto] Jara, nos vendrían compromisos para colaboración de [Germán] List [Arzubide] o algún otro estridentista, lo que restaría seriedad a nuestra labor. Yo estoy completamente desencantado de ese grupo, por el que al principio tuve alguna simpatía, creyéndolos capaces de hacer algo serio. Desgraciadamente no han hecho nada: han tenido los talleres gráficos en su poder (magníficos talleres) y la fuerza del Gobierno y no han publicado un solo libro serio. Ni siquiera la monografía sobre Diego [Rivera], la que ya les di hecha. Vino Diego, les hicimos el extracto, les clasificamos las fotografías... y nada han hecho. Y han pasado cuatro meses. En cambio acaban de publicar unas novelas idiotas de Arqueles Vela y preparan un libro horrible Historia del movimiento estridentista, el peor ejemplo de la más descarada y absurda egolatría. Son, por desgracia, el peor tipo de arribista. Se fingen revolucionarios y pretenden serlo para medrar pobremente en puestos públicos de segunda categoría. Les parece que la Secretaría de Gobierno es lo más alto del mundo. Temen a todos los políticos y los halagan, en fin, están muy distantes de lo que buscamos y deseamos. Procedamos, pues, independientemente de ellos. Algo de lo que precisamente queremos combatir es lo que ellos realizan ahora. Creo que después de tres o cuatro números, la empresa no sólo costará sino que producirá dinero. Estudie y resuelva, pues, la parte financiera del asunto. Espero sus letras con impaciencia.
g. PRÓXIMO LIBRO PARA LOS CUADERNOS Desde luego, mándeme sus originales. Se los revisaré con verdadero cariño, con interés fraternal. Usted lo sabe bien. Mándemelos pronto. Puede salir el libro en tres semanas. Búsquele un buen título.
h. LOS OTROS LIBROS De acuerdo con todos los colaboradores. Me gustaría que después del de usted publicáramos algo de [José] Vasconcelos, luego, de Diego [Rivera], después, Carlos [Díaz Dufoo, Jr.], Daniel Cosío [Villegas], Alfonso Reyes, Pedro [Henríquez Ureña], etcétera. De Pedro, ya tengo qué publicar: reproducir una conferencia larga suya que se llama La Revolución y la cultura en México. Podría, por lo mismo, ser éste el tercer número, ¿no le parece? Sacaría 70 u 80 páginas como las de mi libro. Para obtener los otros libros, usted y yo redactaremos una circular. Usted, además, hablaría con nuestros amigos de México, en especial con Carlos, que es el más difícil. De él, podríamos publicar su conferencia sobre el artículo 27. Es muy interesante y valiente. Ve usted, pues, que ya tenemos 4 libros listos. Yo tengo pensados otros dos La lección de Europa y otro al que todavía no le hallo nombre, pero que es esto: México ha trazado su camino. Modificado sus leyes. Ha llegado el momento de que sean realidad. Necesitamos que técnicos honrados las apliquen; que gente capaz y honrada hagan que sean una realidad las buenas conquistas de la Revolución. El peor enemigo de la Revolución y de México es el político o politicastro actual. Éste, a grandes rasgos, sería el segundo de mis libros citados. Además, podríamos alternar los libros serios sobre problemas mexicanos con novelas o ensayos. En fin, no faltará original. Al maestro [Antonio] Caso, háblele, a Pepe Vasconcelos, escríbale. Hasta podríamos, en último caso, seleccionar de su precioso libro La raza cósmica y del Monismo estético, pero sería preferible algo nuevo, algo último en que repita y amplíe el discurso que gloso en Magnavoz.
i. INICIACIÓN DE LA COLECCIÓN Deberíamos hacerla cuanto antes. Debemos hacer, al principio, como arriba digo, una propaganda inicial. Yo, desde luego, si contesta usted dándome seguridades de la parte financiera y acepta el nombre CUADERNOS MEXICANOS (tomado
de su animosa carta) haré imprimir en seguida unos pequeños volantes para incluirlos en los libros míos que todavía no reparto y en los que tiene Porrúa, en que se diga que es el primer volumen de CUADERNOS MEXICANOS, bajo la dirección de usted y mía. Tengo listos los ejemplares para España y Sudamérica. Suspendo el envío hasta recibir su carta para, al mandarlos, si usted acepta mi idea, ya enviarlos con ese volante. Me dará verdadero gusto que realicemos esa obra. Estoy lleno de entusiasmo por ella. Espero anhelante su respuesta. Creo, como usted, que haremos obra más perdurable y seria que con una Revista. La revista muere, el libro queda, si hoy no se lee, mañana se leerá. La Revista, en cambio, muere al nacer. Los libros deben publicarse cada mes, como Cvltvra. Ya usted vería quién se encarga de la distribución. Podríamos utilizar los elementos y agentes de ella. Puede usted hablar con Cvltvra. Alberto Vázquez [del Mercado] ha de recordar. Entre los colaboradores, quiero contar con CASTILLO LEDÓN. Nos puede dar algo interesante sobre los indios. Y termino, dándole las gracias por su tan bondadosa carta. En otra, le platicaré de mis novelas —una en prensa, Panchito Chapopote, Retablo tropical, o relación de un extraño sucedido de la Heroica Veracruz—, que se imprime en Europa; la otra, escribiéndose La juerza del viento, Crónica nacional, o Relación de las extrañas aventuras de Perico el orador y de otros importantes sucedidos de este vejado Anáhuac. Ésta encerrrará, lo espero, todo nuestro México, nuestra América indolatina. Ya le platicaré. Estoy teniendo que estudiar bien nuestra historia, nuestros códices. Ya verá pronto Panchito Chapopote. Y otra vez muchas gracias y escríbame pronto. Un franternal y estrecho abrazo de
Xavier
¹ Ex libris: Perteneciente a la biblioteca de. (N. del E.)
A XAVIER ICAZA
17 de enero de 1927
Sr. D. Xavier Icaza, Apartado 7. Jalapa, Ver.
Mi querido Xavier: Recibí en tiempo su carta entusiasta del 12 de enero. Debí contestarla luego; pero mi reacción a su entusiasmo fue más fructífera. En vez de ponerme a dictar la contestación, me he puesto a trabajar. He hablado ya con muchísima gente sobre la idea de los CUADERNOS MEXICANOS y creo tener avanzado bastante el camino para que inmediatamente los hagamos una realidad. Aceptados los puntos de su carta. c. Si podemos obtener papel biblos, será mejor y creo que lo podremos. d. La tirada de 1,250 es muy buena. Será la regla general, pero en algunos casos haremos más. e. Cincuenta centavos es un buen precio y punto fundamental del éxito. La distribución es muy importante y creo que necesitamos gastar algo en propaganda. ¿No es conveniente hacer que los diarios se interesen en el asunto y hagan el anuncio gratuito? Lo intentaré, sin tener mucha fe en el éxito por el egoísmo de esa gente. [Rafael] Loera[Chávez] tiene listas de distribución de
Cvltvra. Alguna vez me ha ofrecido encargarse él de distribuir libros o revistas. ¿Puedo tratar con él, bien para encargarse de la distribución, bien para conseguir sus listas? f. Fondos para la empresa. De acuerdo con Carlos Díaz Dufoo [Jr.], conseguiré treinta o cincuenta resmas de papel y portadas suficientes para ocho o diez números. Eso lo pagaré yo aquí desde luego. Usted conoce más del asunto y puede hablarme de los otros capítulos del presupuesto para ver como lo llenamos. g. Próximo libro. Para los CUADERNOS estoy acabando mi material para enviárselo luego. En vez de lo que yo había pensado publicar, he hecho tres capítulos: Un prólogo — invitación—; una cosa sobre la organización y vida política en México y un artículo sobre agrarismo. Serán unas cuarenta y cinco cuartillas a renglón doble y si valen la pena de publicarse, pienso que el CUADERNO podrá llamarse Libertad y Tierras. Usted me dirá y meterá pluma tanto y como lo crea conveniente. Ya escribo a [José] Vasconcelos. Si no nos da algo inédito, le pido permiso para hacer una selección de sus artículos: El “Elogio de la Soledad”, “El Viento de Bagdad” y otros cinco o seis que tengan unidad y puedan sistematizarse. Procuro hablar con el maestro [Antonio] Caso y con Alfonso [Reyes] que tiene hechos estudios precortesianos muy interesantes. Pedro de Alba me ofreció un número inmediatamente y como yo le hablara de la conveniencia de publicar algunas biografías mexicanas, él me aseguró que pronto tendríamos dos o tres muy buenas. Con Eduardo Villaseñor, Daniel Cosío [Villegas], Marte Gómez y Carlos Díaz Dufoo [Jr.], espero conseguir algo. Y con algunos muchachos más jóvenes que nosotros, también tendremos seguramente colaboración. Estamos en marcha, pues, mi querido Javier, y como a menudo me ataca una especie de parálisis de desencanto, no me deje usted de la mano. Un abrazo cariñoso de
Manuel Gómez Morin
A JOSÉ VASCONCELOS
22 de enero de 1927
Sr. Lic. D. José Vasconcelos, 30 Rue Parmentier, 30. Neuilly Sur Seine, París, .
Muy querido amigo: Hace tiempo no recibo carta suya; pero tengo postales de Carlos Pellicer y por ellas sé de su viaje a Egipto y a Palestina. Espero y deseo que esté muy bien con todos los suyos. Contagiado del entusiasmo y del valor de Javier Icaza y aprovechando la oportunidad de que van a publicarse unos CUADERNOS MEXICANOS voy a lanzar el pequeño ensayo cuya copia le adjunto. Los CUADERNOS MEXICANOS vienen a suplir una revista que siempre nos fracasará por imposibilidad de atenderla. Libritos de 50 páginas, más o menos, para vender baratos, a no más de cincuenta centavos y que tienen más valor que un artículo porque son más permanentes y más serios. Publicarán tópicos mexicanos en un intento de propaganda ideológica que es, poco más o menos, lo que yo he querido definir en mi ensayo. Espero que usted tenga tiempo de leerlo y estoy ansioso de conocer su opinión. Muy improvisado en la redacción, es cosa pensada desde hace mucho tiempo,
intento de expresar, por fin, lo que tanto me ha acongojado. Ojalá y pueda servir, por lo menos para iniciar la discusión y aclaración del problema ideológico y moral de nuestra juventud. Inicialmente había pensado publicar 1915 junto con otros dos ensayos, uno, sobre la cuestión política, sobre esta terrible confusión pública y jurídica en que vivimos no sólo intentando describirla con verdad sino queriendo descifrarla e iniciando una solución. El otro, sobre la cuestión agraria. Los dos hechos como una aplicación de los métodos y de las ideas que se esbozan en 1915. No se los envío porque no tengo copias disponibles todavía. Y no se publicarán hasta más tarde porque los tres reunidos dan un volumen más grande de lo que pueden permitir CUADERNOS MEXICANOS. En esta desesperación mexicana, y a pesar de mi cobardía a decir cosas que fueran malas o improvisadas, me he tenido que decidir a escribir y publicar esto. Ojalá que usted lo apruebe y que, si lo aprueba, me mande material para un CUADERNO suyo con la misma orientación o discutiendo esa orientación. Si no me puede mandar ese material le pido me autorice para hacer una selección de artículos suyos y publicarlos en CUADERNOS. No deje de hacerlo porque cada día es más urgente tratar de definir una orientación y un camino en México. Que los jóvenes sepan qué pensar y conserven una esperanza. Que no sigan perdiéndose en las cosas del día o en otras peores. Si me autoriza a hacer un CUADERNO suyo, el tiraje será de dos mil a dos mil quinientos ejemplares. Con mil quinientos sacamos el costo y el resto quedará a su disposición para que me diga cómo los distribuye, si se los mando allá o si los vendo aquí por su cuenta. Todavía sigo alentando el proyecto de mi viaje próximo; pero si usted va a los Estados Unidos quizá no lo veré en todo este año. Muy cariñosos recuerdos de todos en la casa, así como de Alberto [Vázquez del Mercado], de [Roberto] Medellín y de los demás amigos. Un abrazo con los mejores deseos y el cariño invariable de
Manuel Gómez Morin
DE JOSÉ VASCONCELOS
Neuilly Sur Seine Enero 22 / [1]927 30 Rue Parmentier
Sr. Lic. D. Manuel Gómez Morin México
Muy querido amigo: A mi regreso de Egipto tuve el gusto de encontrar su carta del 23 de diciembre. Durante todo el viaje le fui mandando postales y nos acordamos muchas veces de usted. ¿Qué pasa, que todo el mundo lo que quiere es salirse? Me apena que quite su despacho porque es muy difícil rehacer una clientela. ¿Por qué no arría usted todas las velas; pero deja en pie el mástil para capear el temporal? Perdone el símil marino de uno que tan mal marino es, pero temo que al llegar por aquí se aburra soberanamente después de los seis meses. Yo estaré en Chicago el 28 de marzo pues en ese sentido he firmado contrato. Mi compromiso allí es hasta junio y en julio decidiré si vuelvo a Europa o voy a México. Iré si la reelección sigue imponiéndose sólo para cumplir con el deber de combatirla y aunque después vuelva a salir. Con mis mejores deseos de año nuevo para usted y todos los suyos de parte de mi gente toda, quedo su afectísimo amigo y seguro servidor
J. Vasconcelos
Inútil me parece decirle que si al fin se decide a venir, mi familia y yo le ayudaremos a instalarse, conseguir casa, etcétera. La vida se ha puesto cara con el alza del franco, pero todavía así es esta ciudad lo más barato del mundo civilizado. Suyo J.V.
DE XAVIER ICAZA
Jalapa-Enríquez, a 24 de enero de 1927
Sr. Dn. Manuel Gómez Morin. Edificio del Banco de Londres y México. Av. Bolívar y 16 de Septbre. México, D.F.
Muy querido Manuel: Recibí 1915 con su carta del 22 del actual. Lo felicito sinceramente. Estoy, por completo, de acuerdo con usted. No le hablo más largamente porque espero verlo el miércoles. No pude acabar de arreglar mis cosas para salir hoy, de modo que saldré hasta mañana en la noche. Los arreglos para vernos, debe hacerlos usted, por lo mismo, para miércoles o jueves. Hasta muy pronto, y un estrecho abrazo.
Xavier
DE JOSÉ VASCONCELOS
Febrero 2 [1]927 Neuilly 30 Rue Parmentier
Sr. D. Manuel Gómez Morin Presente
Mi querido amigo: Contesto su carta del 22. Hace pocos días le escribí. He leído su ensayo: sinceramente le digo que me parece muy bien el propósito. Quizá no estoy de acuerdo en detalles de su juicio: creo que la de usted es una generación que usted bien le llama decisiva: generación eje. Pero también creo que han estado ustedes dejando pasar la ocasión. Hasta hoy han aparecido como un retoño del carrancismo: tomaron ustedes en serio la infamia de la Constitución de [19]17 con el pretexto de que tenía el 27 y el 123 pero olvidándose de que una política agraria más definida y más radical estaba ya contenida en el Plan de San Luis o en el Plan de Ayala. A ustedes les faltó proclamar que [Venustiano] Carranza era un bandido: eso lo hacíamos nosotros desde el destierro. Usted todavía no dice que [Álvaro] Obregón es el nuevo [Antonio López de] Santa Anna y que la reelección es una infamia: eso lo estamos diciendo nosotros desde el destierro. No veo que en el grupo de Ramón López Velarde etcétera.???? haya surgido nada nuevo: veo en él un grupo que se tapó las orejas para no oír el clamor del instante y se puso a hacer retórica en la política y en el arte: carrancismo: No han sido ustedes rebeldes: Yo les reconozco mucho talento pero nunca he podido verles lo revolucionario. Ni siquiera han tenido claro el criterio con respecto a la revolución: toman en cuenta a los bribones de Querétaro, que son los mismos carrancistas de hoy, los antirrevolucionarios; los explotadores de la revolución: las analfabetos de la revolución. Mucho temo que si ustedes no toman una actitud más resuelta, pasarán sin dejar huella: porque la juventud no va a
seguirlos a ustedes: la juventud está ya siguiendo: a los católicos que por lo menos representan una reacción de normalidad o a los rebeldes de la revolución, a los que quieren limpiar la revolución de la enfermedad del bandidaje. El único síntoma consolador de México es que no hay juventud gobernante. Sin embargo creo que sí hubo un grupo de personas que fue a ofrecer la reelección a Obregón. De todas maneras al pueblo sólo se llega con actitudes definidas con actitudes concretas. Yo soy el más mal escritor de México y sin embargo soy el más leído en la América, sólo porque siempre me he puesto en actitud franca respecto de las personas: en México y quizás en todas partes las personas son todo: la teoría procede de ellas, y con ciertas gentes ni la mejor teoría. Usted dirá que esto es radicalismo, que esto es pasión, que esto es despecho: para mí no es más que higiene: no es más que decencia: los presidiarios al presidio y después todo lo que quieran de teoría: por no haber visto claro todo esto, la revolución todavía no sale de su infierno. El fondo de mi tesis me parece completamente acertado: estamos en el periodo de la técnica: por eso mismo no se puede esperar nada de los analfabetos. La idea de publicar los cuadernos me parece muy bien: hay que propagar ideas en ese ambiente de crímenes, al fin y al cabo las ideas triunfan: pero tienen que ser muy netas, muy concretas y tienen que estar acompañadas de actitudes. Yo se lo mandé decir una vez a Alberto [Vázquez del Mercado]: no desperdice la oportunidad de hacerse de personalidad política en México, denunciando en la cámara al reeleccionismo obregonista como un caso de santaanismo: no de porfirismo, de santaanismo. Así se hace uno oír después de un pueblo: poniendo primero la muestra de la actitud. Cuando no se hace eso: no se pasa nunca del cenáculo: llámese Ateneo [de la Juventud], llámese Sociedad de Conferencias. Perdóneme la brutalidad con que le hablo; quizás no le exprese lo bastante hasta qué punto me parece encomiable la publicación de los cuadernos: pero le doy únicamente la marca de que esas publicaciones lograrán un éxito nacional acompañados de ejemplo: [Francisco I.] Madero no se limitó a escribir su Sucesión Presidencial: lo puso en obra: levantó la opinión: lo único que a Madero le falta para que México lo reconozca como genio es el haber sido asesino: no lo fue, por eso lo olvidamos. En su borrador usted le da una importancia a mi juicio excesiva al grupo que yo he nombrado: mejor que así sea porque eso les dará a ustedes más fuerza: si se sienten “ejes”, hagan girar los sucesos. Si ustedes dejan pasar el momento lo aprovechará la generación que viene detrás.
Cuente desde luego con mi autorización para reproducir lo que usted guste de mis artículos: no le prometo nada inédito porque estoy abrumado y arruinado. El infortunio y la angustia me persiguen: por fortuna tengo una gran abundancia de desprecio por la suerte: esto me defiende. Cuando me despedí de usted en Nueva York en junio llevaba en la bolsa cerca de 4,000 dólares y tenía en el Banco en México otros dos mil de artículos que no había cobrado. Pues he llegado a París: habléle a mi familia de muchas cosas que le faltaban y me la llevé a una playa en la provincia de España. Dejé a mis hijos bañándose y yo me fui a Biarritz con una amiga: veinte días de champán y cabarets: después rompimiento casi feroz: lágrimas desgarramientro interior. Recogí a mi gente y me vine a París e hice por fin el libro que tanto he anunciado: le mando un ejemplar que le ruego pase después a Tejita [Alfonso Teja Zabre] porque el editor me ha dado muy pocos ejemplares. Acabé el libro y decidí el viaje a Egipto después de que los rusos me estuvieron engañando por lo que hace al viaje a Moscow: llegué a Milán tan agotado que allí caí tres días con una fiebre muy rara: me curó [Carlos] Pellicer: otra vez estuve enfermo en Buenos Aires y me curó [Antonio] Mediz Bolio: por eso creo en los poetas más que en los médicos. Por fin en el viaje me repuse: le mandé a usted postales de Luxor y de Damasco si mal no recuerdo. Además había yo hecho en septiembre un viaje entero con mi hijo a La Haya, Bélgica, Holanda y el Rhin, mi esposa mientras tanto estuvo en un sanatorio contra el asma en Mont D’Or, resultado que estoy completamente quebrado y urgido de que llegue abril para comenzar a tener sueldo en Chicago. Mis arreglos con la agencia neoyorkina han dado el mejor resultado: cada artículo me produce ahora con lo de México inclusive sobre 225 pesos: pero no son más que cuatro almas y la vida aquí se ha puesto muy cara además de colegiaturas, ropa, viajes: en fin el desastre. Imagínese cómo estaré para haberme resuelto a pasar cuatro meses solo en la sábana de hielo de Chicago. Pero ya me llevo mis apuntes adelantados: de allá va a salir mi Metafísica. Donde la naturaleza es más hostil será más fácil superarla. Me siento un poco cohibido para opinar sobre el Discurso de [Xavier] Icaza a causa del gran papel que me da: pero eso de ser tratado unas veces bien y otras mal, es cosa de todos los días: así pues creo ser imparcial cuando digo que me gustó y lo encuentro útil porque logra una cosa difícil, sintetizar con toda precisión algunas corrientes de las que pasan por el caos mexicano. Sigan adelante ustedes y no tomen en cuenta demasiado lo que hallen de censura en estas líneas que a toda prisa le envío. Sabe que lo quiere con afecto profundo su afectísimo amigo y seguro servidor
J. Vasconcelos
A JOSÉ VASCONCELOS
México, D.F., 16 de febrero de 1927
Sr. Lic. José Vasconcelos. 30 Rue Parmentier, 30 Neuilly Sur Seine, .
Mi querido amigo: Acabo de recibir su carta del 22 de enero y la encuentro reveladora de un espíritu más tranquilo que sus anteriores. Ojalá y el viaje que ha hecho le haya servido como un buen descanso. Siento mucho que su viaje a Chicago sea en marzo pues yo no podré salir de aquí, si por fin llego a salir, antes de abril. Espero, sin embargo, que de Chicago volverá a París antes de emprender cualquier aventura por la India, y entonces, quizá, podría yo acompañarlo. El motivo que usted me da para volver a México en junio o en julio en lugar de volver a Europa, parece que no llegará a tomar cuerpo. Hace unos cuantos días le envié un original de mi Mil novecientos quince. Después de remitírselo lo he cambiado mucho y ya está en la imprenta de donde saldrá en los últimos días de este mes, así es que se lo remitiré a los Estados Unidos al cuidado de Antonio [Castro Leal]. Muchas gracias por su buen ofrecimiento para cuando vayamos a ésa. Ya tendrán nuestras molestias de payos. Muy cariñosos recuerdos de todos en la casa y para usted, como siempre, el afecto invariable de su amigo.
Manuel Gómez Morin
DE XAVIER ICAZA
Jalapa, Ver., 22 de febrero de 1927
Sr. Manuel Gómez Morin, Edificio del Banco de Londres y México, Av. 16 de Septiembre y Bolívar
Muy querido Manuel: Mucho lamenté no verle el día de mi partida. Tuve asuntos muy urgentes de última hora que me impidieron pasar de nuevo a su despacho. CUADERNOS MEXICANOS Le ruego que me mande los nombres de las personas a quienes desea nos dirijamos para pedirles su colaboración. Le ruego hable por teléfono con Carlos preguntándole si por fin contamos con su estudio. Escribo a [Francisco] González Guerrero pidiéndole que hable con usted de nuevo sobre el asunto. Le estoy enviando una copia de la carta que usted y yo dirigimos a [Rafael] Loera Chávez. No he tenido tiempo de formular la carta. Me he encontrado mucho rezago y no creo poder ocuparme en escribir hasta la entrante semana. CÁMARA INDUSTRIAL DE PUEBLO VIEJO ¿Leyó usted los apuntes que le dejé? Le ruego me diga si está conforme o si cree conveniente que agregue algunas
cosas, pues tengo que repetir ese memorandum dentro de diez días, insistiendo en la importancia de la cuestión. Anita me encarga mucho salude a usted y a todos los suyos y les exprese sus agradecimientos y los míos por todas las atenciones que tuvieron conmigo durante mi permanencia en México. Con mis respetos para su mamá y Lidia, y besos para los niños, lo abraza con todo afecto,
Xavier
DE XAVIER ICAZA
Jalapa, Ver., 24 de febrero de 1927
PERSONAL
Sr. Manuel G. Morin Edificio del Banco de México Av. Bolívar y 16 de Septiembre
Muy querido Manuel: Recibí su muy grata de 22 del actual que se cruzó con la mía de igual fecha. Con mucho interés he leído la carta de [José] Vasconcelos, con la que, por otra parte no estoy conforme. Es lamentable que a hombres como Pepe los lleve la pasión a los errores de apreciación en que incurre. Recibí yo hace cuatro días carta suya, que le he agradecido mucho. Quedo en espera del original de [Jesús] Silva Herzog. A [Francisco] González Guerrero le encargué que hablaraa con usted. Ahora se lo he repetido en carta del día 22, con la que envié copia de la que usted y yo dirigimos a [Rafael] Loera Chávez. No sé si será bueno publicar desde luego 1915 sin esperar a tener en nuestras manos los originales para otros cuadernos. Si usted está seguro de que se nos entreguen, en un plazo no mayor de tres
semanas, creo que sí es conveniente publicarlo pronto. Por mi parte le ofrezco enviarle el próximo lunes el proyecto de volante para que lo imprima Loera desde luego y la carta invitación para los demás colaboradores. Creo que podíamos empezar teniendo diez cuadernos seguros. Estos cuadernos serían los siguientes:
1.- 1915 2.- Artículos de Vasconcelos 3.- El Artículo 27, por Carlos Díaz Dufoo 4.- Silva Herzog 5.- Discursos de [Antonio] Caso 6.- La lección de Europa, por mí 7.- Diego Rivera y la Pintura Mexicana, por Jorge Cuesta 8.- Estudios de Villaseñor 9.- Estética de la Arquitectura Colonial, por Manuel Toussaint 10.- (Me ofrece [Carlos] Gutiérrez Cruz un cuaderno que se llamaría “El Porvenir Corporativo”. Pídaselo usted y vea si se puede publicar.) En caso de que Díaz Dufoo no tenga listo o no quiera que se publique el Artículo 27, podríamos anunciar y publicar como Núm. Tres el de Pedro de Alba o alguna cosa inédita que tenga en el Museo sobre Historia Precortesiana. Sobre esto le ruego que hable con [Federico] Gómez de Orozco a la mayor brevedad posible. El Núm. 5 si también es difícil obtenerlo, podría ser substituido por cualquiera de los dos que acabo de mencionar. Sobre el estudio de Diego Rivera y la Pintura Mexicana, será bueno que a través
de Manuel Toussaint cite usted a Jorge Cuesta. También es conveniente que escriba usted a [Antonio] Castro Leal pidiéndole un cuaderno sobre “Pedro y Alfonso”, aunque a este respecto sigo indeciso sobre la conveniencia de publicarlo, en vista de las atinadas observaciones que me hizo Elena Landázuri. Termino, por último, ratificando mi impresión sobre que no debemos publicar el estudio sobre Caso, a menos que se le quite lo áspero que tiene. Creo que debería usted hablarle pronto y con toda franqueza a Samuel Ramos. Si modifica el ensayo, como queremos, creo que debe completar el cuaderno con estudio sobre Vasconcelos. De acuerdo con sus deseos le acompaño el dibujo del ex libris. No deje de hablar pronto con González Guerrero. Si no lo ve, mándelo llamar por teléfono. Trabaja en el Depto. Diplomática de la Secretaría de Relaciones. A Genaro [Estrada] le escribo hoy sobre los ejemplares que debe comprarnos Relaciones. Lamento mucho no haberlo visto antes de mi regreso para haber tratado todos estos puntos, pero no termine mis negocios urgentes sino hasta tres cuartos de hora antes de la salida del tren, esto es, con el tiempo limitadísimo para hacer el equipaje y llegar a la Estación. Mis respetos para todos los suyos, con los mejores recuerdos de Anita para todos ustedes. Un abrazo muy estrecho de
Xavier
A JOSÉ VASCONCELOS
3 de marzo, de 1927
Sr. Lic. José Vasconcelos, 30 Rue Parmentier 30 Neuilly Sur Seine, Francia
Muy querido amigo: Acabo de recibir su carta del 2 de febrero y, a la vez, el ejemplar de Indología con su dedicatoria para [Alfonso] Teja Zabre y para mí. He leído ya dos veces la Indología y cada vez la encuentro mejor, aunque el prólogo violento y desigual, maravilloso por otras cosas, le puede quitar fuerza al libro. No le quitará para quienes lo conocemos y lo queremos. Al contrario, para nosotros ese prólogo es sincero y exactamente suyo. Para otras gentes destruye en parte, acercándoles mucho al autor humanamente, el efecto impersonal y apostólico de la doctrina. Y después de leer su libro no me explico el pesimismo que frecuentemente lo asalta. Si debía usted ser un optimista formidable! La raza cósmica primero y la Indología después, son libros de esperanza. Todos estamos de acuerdo con usted en que hay tiranos y asesinos más dignos de presidio que de la cosa pública; pero todos tenemos la seguridad de que se están destruyendo ellos mismos y de que no vale la pena acelerar esa destrucción cuando ella está segura. Creemos, además, que la destrucción sólo vendrá de cierto y permanentemente cuando haya quien pueda substituir a los destituidos y
que, mientras no existan esos substitutos posibles, toda labor política inmediata no servirá sino para hacer el juego a la misma gente que se trata de destruir. Está muy bien, en su libro, la reiterada condenación que usted hace de los gobiernos despóticos militares; pero es muy injusta su carta cuando me dice que hemos sidos cobardes. A la vez que usted proclamaba que [Venustiano] Carranza era un bandido, lo hacíamos nosotros aquí y sólo después de una experiencia de cuatro años y de un sucesivo empeoramiento de las cosas, hemos descubierto que la rebeldía no debe ensayarse en la política, sino más hondo. De nada nos sirvió el cambio de Carranza. De nada nos sirvió, políticamente, el cambio de [Álvaro] Obregón. De menos nos hubiera servido, seguro, el cambio de [Adolfo] De la Huerta. ¿Y quiere usted que después de lo que hemos vivido tengamos todavía deseos de lucha política inmediata afiliándonos a cualquiera de estos bandos de nombre precario y de tendencias iguales? Defendimos la Constitución de [19] 17 a sabiendas de que políticamente es tan mala como la de [18]57. Y la defendimos ni siquiera por los artículos 27 y 123, sino por su valor meramente simbólico; porque, aunque en realidad no consagraba ningún nuevo ideal de los que animaban la revolución, sí era para la gran mayoría que ni siquiera entendía la Constitución, un símbolo del programa revolucionario. Defendimos la Constitución contra los que estaban atrás a sabiendas de que sólo tenía un valor destructivo y de que pronto sería necesario hacer algo nuevo y mejor. La defendimos aun en contra de usted, porque usted la atacaba desde la Constitución anterior y nunca tuvimos tiempo bastante para explicarnos ni ver cómo podíamos estar de acuerdo atacando la Constitución de 17 no para volver a la del 57, sino para hacer una cosa mejor de acuerdo con la técnica. Me dice que la juventud sigue a los católicos. Lo están engañando a usted por partida doble. Los católicos no van a ninguna parte; no caminan, siquiera, y no es posible seguirlos. Y la juventud, aunque ellos se movieran, no lo seguirá, porque desgraciadamente no tiene orientación ni para eso. A México lo molestan las personas; pero hasta para cambiar de personas y hasta para darse cuenta del cambio, se necesitan teorías. La revolución “no ha salido de su infierno” por falta de teoría. Si tuviera una doctrina, no podría cualquier bandido improvisarse líder y encumbrarse como ahora sucede. Y usted es un gran escritor, el más leído en América, porque es capaz de hacer
teoría y la está haciendo, a pesar de que a veces cree sólo atacar a las personas. Claro es que no pueden olvidarse las personas; que se deben rechazar el bandidaje y el asesinato donde quiera; mas teniendo cuidado de hacer algo mejor. Y para poner la muestra con una actitud, no se necesita precisamente lanzarse al mitin o a la revuelta y a la propaganda electoral y al robo de las urnas y al compadrazgo con generales y a la tolerancia de políticos, que son los caminos forzosos que ahora deben seguirse para una labor política inmediata. Es una soberbia de mi parte escribirle así; pero usted me ha tolerado todo, sabe con cuanto cariño y con cuanta iración le digo estas cosas creyendo que de ellas sé más que usted porque he vivido sin interrupción y plenamente los últimos quince años de México y nada heredé de los años anteriores: ni las pequeñas ideas del porfirismo, ni los odios de esa época, ni los programas, ahora tan estrechos, del antiporfirismo que sólo se salvó por la fuerza y por la bondad de su jefe; pero que no pudo superar un programa hecho como simple reacción en contra del porfirismo. Mi folleto está ya impreso y encuadernándose. No pude dedicarle más tiempo por compromiso editorial y ahora me pesa no haberlo hecho porque su libro me da ya la expresión de cosas que yo no pude expresar. Al borrador primitivo que usted conoce le hice muchas modificaciones. Lo verá luego porque se lo voy a remitir en dos o tres días por conducto de Antonio [Castro Leal]. Ya no le mando esta carta a París seguro de que ya no lo alcanzará allá; pero espero que yo sí lo veré en París donde pienso estar hasta septiembre. Ojalá que de Chicago vuelva usted a París antes de realizar el proyectado viaje a las Indias y ojalá, también, la estancia en los Estados Unidos, donde quedará tan a la mano de muchas malas gentes no vaya a inducirlo a comprometerse en una cuestión casi apasionante; pero que no tiene todavía valor definitivo, aunque mi opinión en este punto se basa sólo en las ideas que usted ya conoce e ignoro completamente y lo que en la actualidad se está haciendo en materia política. Esperamos su Metafísica. Esperamos, también, la Estética de que usted me habló en Nueva York. Quizá estos cursos de Chicago le den posibilidad de escribir tranquilamente las cosas que tenga pendientes. Ya empiezo a hacer la selección de sus artículos. Quisiera, también, agregar en esa selección algunas cosas de Indología y de La raza cósmica. Creo que puedo hacer sin prejuicio para usted porque será una selección breve y servirá hasta de anuncio para sus dos libros.
Como nosotros saldremos de aquí en abril, si usted quiere mandar algo para que yo lo haga en Francia para su señora o para sus hijos, escríbame luego. Mi dirección permanente en Europa será: Manuel Gómez Morín, c/o. Benito Martínez, Por Miranda de Ebro Nofuentes, Mijangos. España. Sabe cuanto lo quiere y respeta su amigo.
Manuel Gómez Morin
DE LUIS ENRIQUE ERRO
30 de Marzo 1927 [La Habana, Cuba]
Sr. Lic. Manuel Gómez Morin.
Mi queridísimo Manuel: Acaban de pasar por aquí Guillermo Dávila y Rafael Loera Chávez. Me hablaron de tu libro 1915 y me dejaron un ejemplar. Lo he leído con el cariño con que leo todo lo tuyo. Encuentro que tu libro es, como todas tus cosas, un gesto noble y sencillo. Tú sabes que he sido siempre un preocupado de “nuestra generación” y de sus valores. Tu libro despierta en mí muchísimos recuerdos y renueva preocupaciones y emociones de juventud. Quisiera poder dar en unas líneas mi opinión completa y ordenada como una definición. Pero ni tengo el tiempo necesario, ni conservo mis antiguos hábitos mentales de ordenación. Lo que quiero que no olvides es: que considero tu libro como la voz que en la oscuridad canta el alerta. Tú pasas lista y yo contesto: presente. Hace cerca de dos años llegó [Antonio] Castro Leal a Cuba rumbo a Washington. Como es natural, a las pocas palabras, comenzamos a hablar de estas cosas. Castro Leal hizo una observación respecto a nuestra música popular, en comparación con la cubana y con el tango argentino: Nuestra música popular —decía— vive menos PORQUE NO SIRVE PARA BAILAR. PORQUE NO SIRVE PARA BAILAR, ésa es la más honda crítica que puede
hacerse de nuestra generación universitaria. Nosotros, Manuel, no servimos para bailar. Somos tan malos bailadores como buenos universitarios, y viceversa. Nos pasa exactamente lo mismo que a los catalanes. El problema de los catalanes es definir su originalidad. Ése es nuestro problema. Y nosotros, universitarios de 915, somos demasiado blancos para definir una originalidad que no puede ser la nuestra: porque la única originalidad que es posible en México tiene que venir inevitablemente del indio. Lo único cierto que pueda decirme de la Revolución y de sus hombres, es que ésta se ha verificado con ellos y a pesar de ellos. Ha sido un impulso indígena irracional, indoctrinable, instintivo y concupiscente. Ellos han bailado (los hombres de la revolución) al son del indio. Más especialmente del indio del centro de la República. La necesidad de reclutamientos abundantes, la necesidad inmediata de soldados (indios), ha creado los programas revolucionarios. A esto se ha llamado clásicamente “tener una bandera”. La Revolución no es otra cosa que un cisma de criollos liberales en beneficio del indio. Éste es el papel que el militarismo mejicano ha desempeñado en nuestra historia. Ningún sistema de organización política, por perfecto que hubiera podido ser, nos hubiera llevado a esta “incorporación” del indio a la vida histórica de México. El indio se ha “incorporado” con la carabina en la mano, con todas sus concupiscencias. Y ahora está aquí, a nuestro lado. Carecemos (la generación de 915) de unidad de conciencia con el indio. Alguno que otro (Diego Rivera) ha sentido a veces la intuición de lo que eso pueda ser. Pero es muy distinto ser indiófilo o indólatra que ser indio. Por eso te decía yo antes que nuestra generación universitaria no ha sabido bailar. A esta danza me estaba yo refiriendo. Porque me parece oportuno distinguir en la generación de 915, dos ramas: la universitaria (nosotros) y la no universitaria. El origen de las inquietudes de ambas ramas es diverso. La rama no universitaria deriva sus inquietudes de la Revolución mexicana. La rama universitaria deriva sus inquietudes de la Guerra Europea. Para nosotros, para ti y para mí, para “nosotros”, pentecostés se sitúa en 914-915. Wilson-Kerensky-Lenin, ésos fueron nuestros líderes ideales. Urga en lo íntimo de tu conciencia y de tus recuerdos y estarás de acuerdo conmigo.
Para la rama no universitaria los líderes fueron Carranza-Zapata-Obregón. En la Guerra no hay más que dos maneras de tener soldados: servicio voluntario y servicio obligatorio. A la larga triunfa el ejército formado por voluntarios y pierde el ejército de conscripción. Madero vs. Díaz. Carranza vs. Huerta. El servicio voluntario es producto de la concordancia de un ofrecimiento de botín y de una buena presentación estética. Nuestros revolucionarios supieron ofrecer ganancias inmediatas y valiosas a sus soldados; pero como nosotros no servíamos para soldados nada nos ofrecieron. Y como la Revolución era pobre en valores estéticos, pues su liberalismo estaba ya muy atrasado, no nos emocionó. Y nos quedamos discutiendo el desinterés como norma de vida. Nuestro momento vino con Jorge Prieto Y NO SUPIMOS DARNOS CUENTA DE ELLO. Nosotros debimos haber ido al Partido cooperatista. Y haber entrado en la danza. Esto es por lo que se refiere a las causas de nuestra desvinculación. Nosotros estábamos preparados y dispuestos a ser apóstoles y hemos acabado por ser personas de buena conducta. Por lo que se refiere a nuestro problema de acción. Yo siento como tú la necesidad de definición. Pero creo que la cuestión debe plantearse en términos claros. La verdadera cuestión, la que está latente tanto en tu pensamiento como en el mío (y éste es otro rastro de la Guerra Europea) es esta: ¿Qué estamos haciendo los mexicanos en el mundo? ¿Qué cosa aportamos al porvenir de la humanidad? Porque nuestro nacionalismo es muy interesante para nosotros, como el suyo para los checos; pero y para el porvenir de la humanidad ¿qué? ¿Algo agregamos al futuro? Después de nosotros ¿qué va a quedar de permanente? Cuantas veces he pensado si no estaremos haciendo el pobre papel que hicieron los japoneses en el siglo de Pericles. Porque eso es hacer el ridículo histórico. Los norteamericanos sí están agregando algo. Ellos están realizando aquella parte técnica del cristianismo no de Cristo; multiplicar panes y peces, la túnica que crece con el dueño y no se rompe, magia del agua que se convierte en vino y del mar que se tranquiliza. Pero nosotros ¿qué? Abolimos la reelección, exigimos el sufragio libre, universal y efectivo, y eso
¿qué? Para qué sirve todo eso, que no sirve a nadie sino a nosotros, mientras no sepamos para qué servimos nosotros. De aquí el problema de nuestra originalidad. De aquí el culto de “la raza” (¿connotación?). De aquí el lema universitario. Este problema de nuestra originalidad es muy hondo y muy serio. Es el de nuestra razón de ser. Yo nunca he creído que el instinto de conservación ennoblezca al hombre. Y mi opinión siempre ha sido que la legítima defensa sólo es legítima cuando el que muere es el peor. En aquella ocasión que te dije, antes, le decía yo a Castro Leal que únicamente me interesan en América aquellos países que tienen negros o indios. Si tú te fijas bien verás que todo aquello que no es puramente técnico en los U.S.A., viene de los negros. Los negros dan originalidad a los yankees. A nosotros no nos la puede dar sino el indio. Ahora bien, yo estoy firmemente convencido de que [Luis] Araquistáin está en lo cierto cuando afirma que lo único que puede separar a dos hombres en política, es el concepto que éstos tengan de la propiedad. Y éste es el gran problema del mundo. Pero ocurre que este problema está planteado y discutido por hombres que están envenenados de propiedad. Los europeos son todos propietarios. Son de estirpe de poseedores. Aun cuando nada posean, sus abuelos poseyeron. En el fondo todos tie-[nen] emoción de pequeños propietarios, y la concupiscencia de serlo algún día. Al grado que a juzgar por su propia psicología (que es la nuestra) parece ser el de poseer un impulso primario inherente al hombre y por lo tanto un como derecho natural. De aquí que las diferencias en cuanto a propiedad, entre europeos, sean puras diferencias “de concepto”. Yo creo que el indio es material virgen de este pecado de poseer. Y creo además que estamos mancillando esta virginidad con nuestra mentalidad de blancos. Y creo que nuestro verdadero imperativo político es el de impedir que este germen contagie a nuestros indios. Para que ellos en toda pureza de pensamiento y emoción puedan dar su mensaje de originalidad en un futuro más o menos remoto, cuando nosotros hayamos sido inevitablemente desalojados de nuestras
actuales posiciones. Ya no tengo tiempo para seguir hilvanando mis pequeñas ideas mi querido Manuel; pero no puedo ocultarte con cuánto dolor veo que poco a poco nuestro país va encajonando al indio en los viejos y oxidados moldes del cristianismo occidental tan decadente y tan infecundo. Perdona el desorden con que te escribo. En realidad hace tanto tiempo que estas preocupaciones estaban almacenadas, que ya tienen moho y haría falta sacudirlas. Te extrañará mi planteo de una acción comunista. No pienso intentarla yo. No soy sino un espectador distraido; y en cuanto a posibilidades de acción tú sabes que estoy definitivamente fuera de combate. Sin embargo, como nadie puede impedirme escribir un artículo o un libro, cuenta conmigo en cuanto intentares. Ya sabes que estoy en la fila, como siempre. Sigo de comerciante; con un éxito inverosímil, y sin nada que hacer que me redima de esta claudicación. Le he visto al hambre una cara tan fea que no quiero volverla a ver nunca más. Espero que pases por aquí un día de estos para darte un abrazo. Ya sabes que te quiere
Luis Enrique Erro
[A mano: “Ilustre Manuel, lo esperamos, no deje de avisarnos. Saludos
Margarita”]
DE JOSÉ VASCONCELOS
Abril 24 / [1]927
Sr. Lic. Manuel Gómez Morin
Muy querido amigo: Con el gusto de siempre recibí sus cartas de fechas varias. Días antes me habían llegado sus folletos: probablemente comentaré estos últimos diciendo que hemos tenido generaciones y grupos con la excepción de la generación maderista que hoy ha vuelto a levantar una bandera que no quiso recoger mi gran generación posterior. Creo que hay que acabar con mitos como el del Ateneo [de la Juventud] donde sólo hubo individualidades más o menos vigorosas pero de tendencias radicalmente opuestas. Me dice que su salud no ha sido buena: espero que ahora el reposo y la tranquilidad de espíritu resultante de no vivir ya en aquella cueva de bandidos, le devolverán toda su energía. Descanse unos seis meses y luego el retorno de sus energías volverá a conducirlo a la lucha. Yo he seguido trabajando con éxito. Tengo ya proposiciones para volver aquí el año entrante y quizá reparta mi tiempo entre esta universidad y la de Columbia, de donde he recibido proposiciones casi increíbles. Cuatro mil dollars por 3 meses de trabajo: pero es hasta el año entrante y todavía no sé si por aquí me contrataré en octubre de este año o en junio del entrante: quiero dejar mis libros seis meses para acabar algunos libros en París. De todas maneras en julio estaré en París: supongo que para entonces nos veremos allá. Mi familia sigue en Neuilly. Salúdeme muy afectuosamente a todos los suyos. De política de México estoy ahora más al tanto y la situación aunque dolorosa me parece favorable. La peor época de México fue la que siguió a la toma de posesión de [Plutarco Elías] Calles cuando el país parecía haberse conformado
con tener un presidiario reconocido en el poder. Así que comenzaron los levantamientos yo le escribí a un amigo de México que me decía que la situación se estaba poniendo mala: no le digo ahora se pondrá buena porque venga lo que venga no hay nada peor sobre la tierra que el silencio después el crimen. Aquel silencio después de la infamia de Calles nos hubiera deshonrado para siempre si se prolonga. Ahora la situación la veo muy clara: si la Convención Antirreeleccionista saca un candidato civil decente habrá que apoyarlo y alrededor de él se agruparán todos los elementos sanos propios y también los que andan levantados: será la mejor solución. Pero si la convención saca a un Arnulfo Gómez o a un Serranito [Francisco Serrano]: criminal el primero, borrachito el segundo: entonces no habrá más que echar todas las fuerzas del lado de la rebelión que por otra parte sin nuestra ayuda va creciendo en forma tremenda. Ya vería usted los gritos de histeria de Calles y de [Joaquín] Amaro, en presencia del atentado ferrocarrilero de Jalisco. Como si ellos los asesinos a sangre fría tuvieran derecho de hablar de humanidad. De México me han escrito sin formalidad: es posible que ni se llegue a la Convención pero a pregunta que me hicieron les dije: que no deseo figurar como candidato que no he escrito a un solo amigo pidiéndole apoyo en la Convención pero que si a pesar de eso y por no haber otro que se atreva, salga designado, aceptaré. En todo caso no me iré a México sino hasta fines de año y el verano lo pasaré en Europa como ya le dije: así es que ya tendremos tiempo de hablar. Su afectísimo
J. Vasconcelos
Gracias por lo que me dice de Indología: Gabriela opina lo mismo que usted: pero a mí no me importa ese libro ni La raza cósmica ni ninguno de los anteriores, reniego de todo lo que he escrito y no tengo interés más que por mi Metafísica que me está saliendo a ratos maravillosa: no tiene usted idea, es distinto de todo lo que yo he hecho: aunque el germen de la teoría estaba ya en el Monismo Estético: pero esto ya está hecho: me ha salido hecho no más me pongo a la máquina y cae, empieza a caer del aire: es como recoger ondas de radio y así lo digo en un capítulo que estudia el problema del conocimiento y
hablo del “conocimiento antenal” por antena en vez de religión. Adiós. J.V.
DE PORFIRIO MARTÍNEZ PEÑALOZA
México, D.F., a 23 de julio de 1959
Sr. Dr. Don Manuel Gómez Morin México, D.F.
Mi querido y respetado Maestro: En una entrevista que hizo Emmanuel Carballo a don Julio Jiménez Rueda, vi citado un librito de usted en que expresa alguna opinión sobre la “Generación del Ateneo” que me interesó mucho. Precisé el título con don Julio y él aun me ofreció hospitalidad en su biblioteca para consultarlo. Aunque tenía poca esperanza de conseguirlo, lo busqué y lo encargué especialmente a los libreros anticuarios que visito. Por fin tuve la fortuna de encontrarlo y lo acompaño a ésta con la súplica muy atenta de que sea servido de honrarme con su autógrafo de él. Muy poco sabemos de esa época inmediatamente posterior a “El Ateneo”. Don Alfonso [Reyes] en su Pasado inmediato da pocos datos y, que yo sepa, sólo hay por allí unas pocas páginas relativas a ese 1915 que es muy interesante. Apenas ahora, creo que bajo la dirección del Lic. [Daniel] Cosío Villegas, se empieza a preparar la historia de estos cincuenta años de revolución que se cumplen el año entrante. Estoy seguro de que sus recuerdos serían de un interés e importancia excepcionales y los investigadores le agradecerían profundamente que los escribiera. Yo tengo una preciosa carta suya sobre [Ramón] López Velarde, pero faltan muchos datos sobre muchos hombres e ideas y un 1915 visto desde 1959
por un maestro de su autoridad, sería un documento de valor singular para nuestra Historia. ¿Habría la posibilidad de que realizara tal empresa? Hago los mejores votos por que la respuesta sea afirmativa. Otra pregunta: de esos “Cuadernos Mexicanos” ¿sólo se publicó el de usted? Yo pasaré a recoger el libro la semana entrante, si es usted tan bondadoso de dejármelo con su secretaria. Aprovecho la ocasión para ofrecer a sus órdenes nuestro nuevo domicilio en la Av. Coyoacán No. 1116. Dep. 404. México 12. Mi dirección postal sigue siendo el Apartado No. 12219. Con mi agradecimiento renovado y mis muy sinceros votos por su bienestar y el de todos los suyos, me repito siempre obligado servidor que estrecha su mano
Porfirio Martínez Peñaloza
A PORFIRIO MARTÍNEZ PEÑALOZA
Agosto 3 de 1959
Sr. Porfirio Martínez Peñaloza Av. Coyoacán 1116 depto. 404 México 12, D.F.
Muy estimado y fino amigo: Tengo su carta del 23 de julio pasado, que no contesté antes por haber estado fuera. Le duevuelvo con mucho gusto y muy agradecido, el ejemplar del 1915. No sé que haya habido otros CUADERNOS, aunque sí existía el material preparado para publicarlos. Surgieron pronto dificultades económicas y de otra índole que impidieron el desarrollo del programa. Desde hace mucho, entre los proyectos acariciados, se encuentra un libro sobre Hombres, acontecimientos e ideas a través del recuerdo personal. No sólo es una necesidad interior, pues creo que hacen mucha falta obras de este tipo y que es un deber de todos los que tengan una ligera posibilidad de hacerlo, decir lo que han visto o vivido. Pero el cumplimiento del gusto y del deber, cede paso a otras ocupaciones y preocupaciones más urgentes. Además, no tengo tiempo para hacer un intento documentado, y temo que el simple recurrir al recuerdo, sea dejarse ganar por la nostalgia para hacer una falsa construcción retrospectiva tomando sólo los datos que el involuntario proceso selectivo de las simpatías y diferencias presente en la memoria, ocultando cuidadosamente los que no coincidan con ese proceso de selección. Es decir, ni una buena historia ni, francamente, una novela.
Me recuerda usted una carta sobre Ramón [López Velarde]. ¿Podría permitirme sacar una copia? Se trata también de otro amado proyecto que tal vez me será más fácil poner en camino de realización. Muchas gracias de antemano. Con muy afectuosos saludos y esperando que con todos los suyos esté bien, quedo su amigo que estrecha su mano
Manuel Gómez Morin
Acerca del autor
Manuel Gómez Morin nació en Batopilas, Chihuahua, el 27 de febrero de 1897. En 1915 ingresó a la Escuela Nacional de Jurisprudencia, de la que fue director en 1922. Además de su brillante desempeño como abogado, Gómez Morin realizó singular carrera como hombre de letras, destacándose en el ejercicio del ensayo, la actividad editorial y el periodismo. Murió el 19 de abril de 1972 en la ciudad de México.