Cumbre Conferencia Paternidadespiritual 176f4r

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Tema: Paternidad Espiritual El Señor es un Dios de propósitos. Él planifica todas las cosas y nada hace sin razón. Detrás de cada acción hay un propósito. Dios se mueve en lo sobrenatural con propósitos eternos para hacer cosas que sean de bendición conforme a lo que ha planificado. Para ello es importante determinar cuál es el plan y el objetivo que Dios quiere establecer en nuestra vida. Al descubrirlos, caminaremos de triunfo en triunfo. Dios quiere que su iglesia avance y crezca: pero no podrá entender su propósito, recibir una visión estratégica, ni pelear por una causa apasionada, si primero no reconoce que debe ser una familia. Jesús dijo: Mat 12:50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre. La unción para vivir la vida cristiana es la capacitación sobrenatural de Dios para hacer lo que Él mandó que hagamos. Dios le ha dado padres terrenales y también padres espirituales; ellos serán quienes le transferirán la unción que necesita para ministrar. Hoy en día hay tantos problemas en las congregaciones y tan poca unción debido a que generalmente al pastor no le cuesta identificarse como un padre de la congregación, sin embargo, a los si les cuesta verse como hijos. Si hubiera más hijos y menos , estaríamos fluyendo en el mover sobrenatural de Dios. Cuando los hijos siguen a su padre espiritual, la unción cae sobre ellos y se cumple su destino profético. El propósito de su vida está encerrado en la palabra que su padre espiritual declare sobre usted. Así pues, si nuestro anhelo es establecer una atmosfera sobrenatural a nuestro alrededor debemos practicar y entender los siguientes cuatro principios: I.

El principio de la trascendencia – El Dios tri-generacional

Deut 7:9 Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; Debemos conocer que Dios no anda improvisando. Desde el principio ha tenido un único plan y ese plan es tan grande y extenso que se desarrolla a través de la historia y a través de varias personas. El proceso en el que incurre este proyecto divino pasa de una generación a otra, y cada una cumple su función en la visión general de Dios; por lo que es necesario quitar de nuestras mentes la idea de un Dios que trata sólo conmigo y que mi propósito es independiente del de los demás. Tal y como lo dice el versículo anterior, el Todopoderoso diseño una estrategia de trabajo que abarca no una, ni dos, sino hasta mil generaciones. Pero esto es cierto exclusivamente en aquellos del cual es Padre. La frase Dios fiel, en hebreo ‫( ָה ֵאל ַהנֶּ ֱאמָן‬el amán), significa “poderoso que te cría como un padre” y expresa la importancia de adquirir la identidad de hijo. Dios no desarrolla su estrategia utilizando líderes al margen de su paternidad, Él utiliza a sus hijos para que lleven el designio divino acabo. Es imposible vivir al margen de sus principios y creer que seremos bendecidos o utilizados como hijos. Cuando Dios se reveló a Abram (padre enaltecido) le dio a conocer su plan, diciéndole que establecerían un pacto con el cual bendeciría a todas las familias de la tierra, y este plan era tan grande y extenso que Abram no podría haberlo cumplido a plenitud en su vida, por lo que el pacto no sería únicamente con él sino con sus hijos y con los hijos de sus hijos y así sucesivamente hasta sus generaciones en el día de hoy. Pero, además del pacto, para que esto se realizara Dios implementó un principio que inmortalizaría la visión dada,

2 esto es el principio de la paternidad. Así Dios cambio la forma en que ambos se conocerían, pues a Abram lo llamo Abraham (padre de multitudes) y a Jehová se le conocería como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, o sea el Dios tri-generacional. Para poder cumplir la primera fase de su proyecto (Gén

17:6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.) Dios trabajó con tres generaciones, pues cada una que se comprometía con el pacto aseguraba el cumplimiento del mismo en las siguientes generaciones; no sólo sus responsabilidades, sino también sus bendiciones. Lo que Dios quiere hacer en esta generación lo empezó hacer en la generación pasada. Él quiere levantar líderes que tengan el corazón de padre y que sean modelos para las futuras generaciones, líderes que conquisten, que le cambien el rostro a su nación, y que le den un giro a la moralidad y espiritualidad imperante en este tiempo; pero, para ello, necesitamos entender el principio de la trascendencia y abrazar el principio de la paternidad. Darnos cuenta que esto no se puede acabar con nosotros; más bien, que somos responsables de levantar hombres y mujeres que continúen el trabajo que nosotros estamos haciendo y de ser posible que lo mejoren; y que estos a su vez lancen el reto a la siguiente generación. Todos somos importantes, pero seremos mucho más productivos si nos movemos en la estrategia de Dios. El principio de la trascendencia nos dice, que Dios hace planes a largo plazo; planes que no se limitan en tiempo y espacio sino que se desarrollan a través de varias generaciones. Cada una de ellas colaborando para el cumplimiento final del propósito de Dios. Por ello, nuestras metas no deben ser concebidas sin amalgamar este principio. Sea cual sea el llamado que Dios nos haya hecho debemos estar consiente que está diseñado para trascender aún más allá de nuestra propia existencia; y, por lo tanto, estar listos para ser desafiados y desafiar. II.

El principio de la semilla – Potencialidad

Éxo 35:30 – 35: Y dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa. Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño. Cuando Dios creó el universo, además de la apariencia externa puso internamente en cada cosa una capacidad de ser algo más. Este es el principio de la semilla. Una piedra no era más que una piedra hasta que alguien la utilizó para hacer una casa, vio la potencialidad que había en ella y la convirtió en algo más. Un árbol era sólo un adorno del paisaje hasta que alguien lo tomó e hizo una mesa con él, ese alguien descubrió la potencialidad de ese árbol e hizo de él algo más. Desde la antigüedad el petróleo aparecía de forma natural en ciertas regiones terrestres como son los países de Oriente Medio. Pero no fue sino hasta que dos italianos: el padre Eugenio Barsanti, y Felice Matteucci, en 1853 diseñaron el primer motor de combustión interna abriendo nuevas e importantes perspectivas en la utilización del petróleo, sobre todo a uno de los productos derivados, la gasolina, que

3 hasta entonces había sido desechada por completo, convirtiéndose así en el producto energético por excelencia hasta el día de hoy. En el ser humano pasa lo mismo. Al ser constituido por Dios, este coloca en su interior una semilla, capaz de desarrollarse y convertir a su poseedor en algo más de lo que se puede ver a simple vista. Esa semilla es la potencialidad que cada persona posee, ese talento, destreza, habilidad o inteligencia, que desarrollándose catapultaría a dicha persona a niveles jamás imaginados. Es ese destello de genialidad que tenemos todos al nacer, que de destello puede convertirse en lámpara, y de lámpara puede convertirse en faro, y de faro puede convertirse en estrella, capaz de iluminar no sólo un pequeño sector sino a toda la humanidad. Cada vez que una persona nace, nace un podría… podría ser el próximo Einstein, podría ser el próximo Walt Disney, podría ser el próximo Miguel Ángel, podría ser el próximo Simón Bolívar, podría ser el próximo Mozart. Y en los cristianos esto ocurre por partida doble, pues cuando aceptamos a Cristo como señor y salvador volvemos a nacer (nuevo nacimiento) y por ende Dios pone una nueva semilla en nosotros, una nueva potencialidad, que deberá ser desarrollada para producir mucho fruto. Esta potencialidad son los dones del Espíritu, el cual los reparte como Él quiere y le son útiles para su propósito eterno. Es probable que Bezaleel y Aholiab ya fueran buenos en su trabajo, pero cuando Dios los llamó al servicio les infundió una nueva potencialidad, y de esta manera lograr cosas que ningún otro podría haber hecho. Esa doble potencialidad les dio capacidades de ingenio más allá de lo común y ellos los fueron desarrollando a medida iban perfeccionándose en su oficio. Entre los hijos de Dios existen dos errores muy comunes con respecto al principio de la semilla: el primero, es creer que no se tiene ningún tipo de talento o don en nuestro interior, y debido a ello, este permanece dormido y atrofiado por décadas, desaprovechando lo mucho que podría aportar en las distintas áreas a donde Dios lo ha llamado. El segundo es creer que el don en sí mismo viene a perfeccionarnos ipso facto (al instante) en el ministerio en el cual estamos sirviendo; debemos estar claros contra estos dos errores de pensamiento, teniendo en mente que Dios ha puesto capacidades extraordinarias en todos nosotros (sobre todo en sus hijos), pero que estas capacidades por muy sobrenaturales que sean están en fase de semilla y nuestro deber es desarrollarlos. ¿Cómo hacerlo? 1. Usted debe conocer la fuente de su potencial, que es Dios. Cuando hablamos de potencial, implícitamente estamos hablando de propósito, llamado o destino. Dios tiene el diseño de su vida, Él y sólo Él sabe porque lo creó. La única manera de desarrollar ese potencial es por medio de una relación cercana con su Creador. 2. Usted debe conocer su propósito o llamado. A medida en que usted busque de Dios, Él despertará en usted la curiosidad o el deseo ferviente de servirle en un área específica de su reino; y aunque al principio sea confuso, a medida vaya involucrándose, se sentirá inclinado a participar en aquello por lo cual Dios lo llamó. Encontrará su propósito. 3. Usted debe tener un mentor. El mentor es el que asume la responsabilidad de desarrollar su potencial, propósito o llamado. Cada uno de nosotros necesita de un hombre o una mujer que nos enseñe, nos equipe y nos ayude a desarrollar nuestro propósito. 4. Usted tiene que estar en el medio ambiente correcto. Para poder desarrollar nuestro potencial, se requiere que estemos en un medio ambiente donde se nos desafíe a alcanzar otros niveles de crecimiento, donde se nos afirme y se reconozca nuestro potencial, donde el líder reconozca nuestro llamado y nos habrá las puertas para desarrollarlo.

4 5. Usted debe cultivar su potencial. Su potencial no será desatado hasta que usted no asuma un compromiso con sus pensamientos, planes o sueños y los ponga en acción. Usted debe desarrollar y cultivar su potencial. Busque un pastor, un apóstol, un evangelista, un maestro o un profeta con un corazón de padre, que le ayude a identificar su llamado o su potencial. Empiece a servir a esa persona, y Dios lo usará para que usted desarrolle el potencial o cumpla el propósito para el cual fue creado. III. El principio de la paternidad – Cobertura

1Co 4: 14 – 20: No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. Pablo, al tratar los asuntos de la iglesia en Corinto, les recuerda que a pesar que han tenido muchos ayos, muchos mentores, muchos maestros, que los han ayudado a crecer, él es en Cristo su patér (padre). Esto significaba que tenían una conexión espiritual tan fuerte, que cuando pablo era ungido por el Espíritu Santo, parte de esa unción se vertía sobre ellos; Pues el padre lleva en sus lomos el destino profético de sus hijos y aunque en una casa puede haber varios padres, sólo puede haber un patriarca, un patér. El caso de Esaú clarifica este asunto (Gén 27:32-37). A pesar de que tenía esposa y muy probablemente hijos, el patér en esa casa era Isaac; y mientras Isaac no le diera la bendición y le transfiriera su investidura él seguiría siendo un hijo. Una bendición es la invocación del apoyo activo de Dios para el bienestar y la prosperidad del bendecido. El patriarca invocaba proféticamente la bendición divina y la transmitía a sus hijos. Es por eso que al perder la palabra profética emanada de su padre, Esaú se da cuenta que su linaje no será el poseedor de pacto que Dios estableció con su abuelo Abraham. De él no saldrán reyes, ni una gran nación; no habrá un David en sus lomos, ni un salomón, ni un Elías, y mucho menos pensar en un Jesucristo. Pero actualmente muchas congregaciones están desligadas de su patriarca, de su padre. Quieren ser amigos del pastor, de la iglesia o simples feligreses que visitan la casa de Dios. Es por ello que notamos como estas no prosperan como debería ser. Su crecimiento es lento, llevan veinte años en una zona y siguen siendo las mismas 30 personas de siempre; los hijos y familiares de ellos se convierten y se van a otras congregaciones; no existen las manifestaciones sobrenaturales, pues no hay ni padres ni hijos en esa casa y por lo tanto no hay visión ni unción. Pablo les dijo a los corintios “no se engañen, entre ustedes se manifiestan todos los dones debido a que están bajo mi cobertura, por lo tanto imítenme para que puedan andar en el poder de Dios como yo ando”. Esto suena bastante pretencioso, pero ese es el principio de la paternidad. Una casa sin padre es una casa en desorden; una casa con padre es una casa con poder y dirección. Por ello, es importante entender lo que es ser un padre y lo que es ser un hijo. Un padre espiritual es alguien que invierte su vida, sus dones, habilidades, dinero y recursos en los hombres y mujeres; los rescata, los sana, les da nombre, valor, significado, los recibe en su casa, los adopta como sus hijos y, por último, les enseña y les guía llevándolos a su destino y propósito en Dios. Un padre espiritual es

5 alguien que identifica los dones en sus hijos y hace que fructifiquen. Es aquel que les da identidad, que los cubre, los protege, les proporciona seguridad y levanta la autoestima de aquellos hijos que creen que no valen nada. Padre es uno que provee materialmente para sus hijos, los disciplina y los corrige; es aquel que recibe y toma a hombres que no tienen dirección, propósito y destino, y les enseña, les ama y les ayuda a encontrar su propósito. Es uno que tiene virtudes que el hijo quiere tener, que ha ido a donde el hijo no ha ido, y que ha hecho cosas que el hijo no ha hecho. Alguien que tiene más éxito que el hijo, que tiene más unción, sabiduría, conocimiento y revelación que sus hijos. Los hijos no pueden escoger a su padre espiritual; ellos pueden preguntar y pedir, pero es el padre el que decide quiénes serán sus hijos espirituales. Ese fue el ejemplo que Jesús nos dio. El Espíritu Santo es el que guía al padre para escoger a sus hijos espirituales. Por tanto, es importante que el padre conozca qué tipo de hijos está buscando, porque los padres no están llamados a serlo para todo el mundo. Hay cinco grandes consecuencias en nuestra vida producidas por la falta de un padre: 1. 2. 3. 4. 5.

La falta de identidad. La ignorancia, y por ende la incapacidad de ser un buen hijo y un buen padre. Una relación pobre o nula con el Padre celestial. Genera una sociedad violenta. Trae maldición a la familia.

Por otro lado, debemos saber que por mucho que deseemos ser buenos padres jamás lo podremos conseguir si primero no aprendemos a ser verdaderos hijos. Verdaderos hijos para Dios y verdaderos hijos para nuestros padres espirituales y naturales. En cambio, el hijo es aquel que se identifica con el padre de la casa, sabe quién es, está descubriendo su potencial, y sabe para dónde va. Sabe la visión del padre y lo sigue y le sirve para alcanzarla. Timoteo era el hijo (téknon) espiritual de Pablo, y su relación era tan cercana que el apóstol le delegaba tareas pastorales con plena confianza. Timoteo se había convertido en la extensión espiritual de Pablo. Para que esto sucediera ambos debieron pasar por un proceso para que tanto uno como otro cumplieran sus respectivos roles. Pablo evangelizó a muchos, pero sólo llamó hijos a unos pocos (Timoteo, Tito y Lucas); esto debe llamar nuestra atención, pues en la iglesia del Señor pasa lo mismo: no todos querrán ser padres y no todos querrán ser hijos. El apóstol vio en estos pocos ciertas características que los hicieron dignos de entrar en su círculo íntimo: 1. Fidelidad. Entenderemos por fiel aquellos a los cuales se les puede delegar un trabajo y se puede estar confiado que lo harán con excelencia. 2. Lealtad. Estos están comprometidos con su mentor y no desertarán en momentos de crisis. Aman tanto a su padre que no se involucran con aquellos que se confabulan contra él. Lo defienden, y encaran cualquier situación o a cualquier persona que ponga en riesgo la visión de su padre. 3. Compromiso con el proceso. Los hijos deben estar comprometidos con su proceso de discipulado. Deben ser enseñables, obedientes y dispuestos. El deseo de un padre debe ser el de multiplicarse en otros, y el de un hijo convertirse en padre. El apóstol sentencia su paternidad con la frase “yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me

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imitéis.”. El vocablo griego que se traduce “engendré” es gennáo que significa procrear, implicando que Pablo había plasmado su ADN espiritual en ellos. Así, puede él exigirles que “lo imiten”. El texto griego dice mimetés egó gínomai, que significa “e imitándome lleguen a ser como yo”. Es en esta dinámica que la iglesia debe afianzarse; teniendo padres que imiten a Jesús tendremos hijos llenos de poder, dispuestos a madurar y a convertirse de téknon a juíos. Un teknón era un hijo pequeño que estaba siendo educado, pero un juíos era un hijo maduro preparado para heredar y convertirse en un padre de la casa. Sin embargo, todos los hijos que se conviertan en padres, deberán seguir siendo hijos – juíos del padre – patér de la casa, pues de lo contrario estarían arriesgando su herencia. Estar definidos en uno de estos roles nos dará claridad en nuestra identidad, compromiso y propósito: El padre debe: 1. Amar. El padre da valor o identidad a sus hijos o a aquellos que viven o trabajan bajo su paternidad. La misión principal de un padre es llevar a sus hijos a descubrir y desarrollar su propósito, llamado y destino en Dios, tanto en lo espiritual como en lo natural. 2. Invertir. El padre es una fuente de donde mana la vida de Dios y de quien adquirimos conocimiento, amor, unción, guía y provisión. Es una fuente de todo lo espiritual, emocional y material para los que están bajo su paternidad. Además, el padre invierte en sus hijos tiempo, dinero y conocimiento, para poder elevar a cada hijo a nuevos niveles.

3. Empoderar. Algunos creen que hay unciones nuevas, originales; pero, en verdad, solamente hay unciones transferibles. Un hombre o mujer de Dios no podrá llegar a su máximo potencial hasta que le sean desatado sus dones por su padre. Por ello, cada padre debe empoderar, desatar, hacer surgir, el potencial de su hijo en el momento correcto. a su hijo.

IV.

El hijo debe: 1. irar. El buen hijo siempre manifiesta sumisión, fe, honor, amor y aprecio por su padre. Estas virtudes siempre afloran en los verdaderos hijos.

2. Honrar. La verdadera honra de un hijo hacia sus padres está compuesta de tres partes: a. .:. Hablar bien de ellos siempre b. .:. Obedecerlos c. .:. Honrarlos con dinero y bienes materiales Si falta una de estas tres formas de honrarlos, entonces no existe una honra completa. 3. Servir. El buen hijo está dispuesto a ser un siervo para su padre en todo momento.

a su padre.

El principio del legado – Herencia

La palabra impartir significa dar una porción, compartir, repartir, dar una parte de conocimiento, sabiduría, gracia, dones, poder, autoridad o cualquier otra virtud, lo cual puede ser posible a través de una relación de padre a hijo. La impartición paternal es el resultado de la transferencia de vida y dones espirituales de una persona, la cual establece y afirma a las personas que la reciben.

Romanos 1:11: Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados.

7 El ámbito espiritual hace impacto con el ámbito natural, y cuando esto sucede, las virtudes espirituales son transferidas y las personas que las reciben son fortalecidas y activadas. Los dones son dados y la herencia es recibida. La impartición es una transferencia sobrenatural de un don, habilidad, cualidad espiritual, virtud, sabiduría, inteligencia; es una intervención directa del espíritu, que toma un don y reparte una medida de él a aquellos que lo piden. El mayor desafío y la misión más grande que enfrentamos es transferir e impartir lo que tenemos de Dios a otras generaciones. Por eso es necesario santificarse, limpiarse y vivir una vida íntegra, ya que así como podemos transferir lo bueno, también podemos transferir lo malo. Nuestro trabajo como padres o madres no es solo producir hijos, sino también darles su herencia de parte de Dios. Uno solamente puede darles a los hijos espirituales y naturales de lo que tiene, pues no se puede dar lo que no se posee. Por esto, debemos llenarnos de Dios, buscar su presencia y alcanzar mayores niveles de intimidad con él. Así podremos trasmitir todo lo que recibamos y enriquecer a la próxima generación. Nuestro deber es sembrar nuestras vidas en hijos que tengan corazones receptivos, hijos que tengan un ADN similar. Si ya los tiene, siembre en ellos sus dones, sus palabras, su dinero, etcétera. Por lo general, sus hijos e hijas espirituales serán destinados para un ministerio similar o igual al suyo. Imparta a la próxima generación para que esta continúe la obra y la visión que usted comenzó. Sin embargo, en esta impartición, sea cauteloso y celoso de lo que Dios le ha dado, pues hay muchos que desean ser hijos e hijas, y usted necesitará la sabiduría divina para discernir cuáles son los hijos que Dios le ha dado y cuáles no. ¡No tire perlas a los cerdos! A medida que la obra crece y la transferencia generacional aumenta, si se hace de la forma correcta, asegurará que el trabajo de Dios nunca se detenga. Aunque esto también será de acuerdo al compromiso y entrega de cada generación. Eliseo, estando ya enfermo y a punto de morir, se dio cuenta de que no tenía un heredero, ningún hijo natural o espiritual que recibiera la herencia, entonces buscó impartirla en el rey Joás, el cual llamaba a Eliseo «padre mío». «Estaba Elíseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!» -2 Reyes 13:14 No obstante, Joás no estaba convencido de que en realidad Eliseo fuera su padre. Conocía el lenguaje que usaría un hijo, pero su corazón estaba lejos de tener la pasión y el anhelo de continuar la obra de Eliseo, de recibir el manto de la unción del profeta. Joás, al igual que Giezi, no valoró lo que Eliseo le podía impartir, tampoco tuvo una revelación de lo que era ser un hijo, por lo tanto, falló en recibir la impartición espiritual y Eliseo se fue a la tumba con ella. «Y murió Eliseo, y lo sepultaron. Entrado el año, vinieron bandas armadas de moabitas a la tierra. Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies». -2 Reyes 13:20,21

8 Había tanta unción almacenada en el cuerpo de Eliseo que estando ya sepultado fue capaz de revivir a un muerto. ¡Qué triste es pensar que en la generación de Eliseo no hubo nadie, ningún hombre, que tuviese la pasión y el deseo de recibir lo que este profeta de Dios tenía! ¡Cuántos miles de personas se quedaron sin ser bendecidos porque no hubo alguien que se atreviera a buscar y recibir esa herencia! Hay una generación que se está levantando, que entiende la función de la impartición; hombres que están llenos de autoridad, maduros, sensibles a la voz del Espíritu Santo, que están impartiendo dones, conocimiento y sabiduría. Están transfiriendo lo que han recibido del Señor a aquellos hijos hambrientos y sedientos de la revelación divina, hijos humildes, cuyos corazones están dispuestos a recibir su herencia en Dios. Y al recibir su impartición y su herencia, ellos, a su vez, comenzarán a acumular virtud y experiencia para, a su debido tiempo, transferir esa herencia a las próximas generaciones a través de una relación de padre e hijo. Recuerde que no es suficiente con estar cerca del hombre o la mujer de Dios, sino que también hay que tener pasión y anhelo de tener lo que él o ella posee. Puede que haya un grado de impartición en una relación ministerial, pero el mayor impacto y la mayor transferencia de bendición ocurrirán cuando se produzcan dentro de una relación de padre e hijo. ¡Amén!

Bibliografía 1. Paternidad Espiritual – Apóstol Edwin Santiago. 2. Líderes que Conquistan – Apóstol Guillermo Maldonado. 3. ¡Necesito un Padre! – Apóstol Guillermo Maldonado.