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RESEÑA
Álvaro Silva Muñoz Reseña: Pablo Gentili (2011) Pedagogía de la igualdad. Ensayos contra la educación excluyente. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 192 p. ISBN 978‐987‐629‐172‐9 En continuidad con su “Pedagogía de la exclusión. Crítica al neoliberalismo en la educación” (1995) y “Desencanto y utopía. La educación en el laberinto de los nuevos tiempos” (2007), en este nuevo texto Gentili propone, a través de un conjunto de ensayos publicados en otros libros y revistas entre 2008 y 2010, comprender cuáles son las ideas y propuestas que han hecho posible las reformas neoliberales que asolaron América Latina y buena parte del mundo durante las últimas décadas; cómo han incidido en las políticas educativas y cómo han contribuido a modelar un sentido común en cuyo marco las políticas basadas en la intensificación de la exclusión, el abandono y la discriminación resultaron no sólo posibles sino también deseables, no sólo apropiadas sino también inevitables (p. 18).
Por ello, uno de los mayores desafíos del presente texto es el de profundizar en los fundamentos teóricos del neoliberalismo. A ello se aboca el primer ensayo, “Nada en común. Sobre la pedagogía del desprecio por el otro”. Recorriendo los aportes de Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises, Murray Rothbard y Milton Friedman, Gentili revisa las bases de un movimiento intelectual que logró en la segunda mitad del siglo XX colocar “lo común bajo sospecha”, induciéndonos a renunciar a todo orden social que pretenda apoyarse en la igualdad, los derechos humanos fundamentales y la justicia. El neoliberalismo, como toda otra construcción teórica, adquiere su mayor alcance cuando se imbrica con la vida cotidiana de las sociedades, y es capaz de afectar los sentidos, los valores y los significados que se otorgan a las prácticas que tienen lugar en ella.
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Pedagogía de la igualdad. Ensayos contra la educación excluyente, de Pablo Gentili
www.pedagogica.fhuce.edu.uy De esta forma, en particular, según Gentili, el derecho a la educación ha caído en este entramado conceptual, quedando cuestionado en su base, ya que según el propio von Hayek “un orden en el que todos tratasen a sus semejantes como a sí mismos desembocaría en un
pues cualquier forma de igualitarismo gregario conspira contra el orden extenso que promueve el proceso civilizatorio actual. Queda cuestionado, precisamente, porque el proyecto moderno concibió la educación como un medio privilegiado para distribuir los saberes necesarios para edificar nuestra vida en común, alejando a las masas de la ignorancia y acercándolas a las bondades del progreso, favoreciendo el dominio de competencias para la intervención en el mundo y el aprendizaje de normas y valores, pero ahora los neoliberales afirman que La educación es un factor de producción que nos diferencia y nos califica, nos potencia y nos empodera para la lucha competitiva. Es un medio para convertirnos en lo que queremos ser y diferenciarnos de aquellos que se interponen en nuestro camino con la pretensión de enajenarnos el derecho a ser portadores de nuestro propio destino (p. 62).
Así, Gentili coloca en el centro de su planteo a la dimensión política de la educación; no sólo la que guarda relación con el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de procesos de reformas llevados a cabo, sino la que remite a una de sus facetas más postergadas: la lucha por los sentidos. En esta dirección, Gentili ite la hegemonía lograda por el neoliberalismo al colonizar pensamientos, afectos, conceptos, acciones, desacreditando toda posibilidad de erigir relaciones en los que reconocernos como sujetos iguales. Es decir, va más allá del sentido estricto de la política, asociada al ejercicio de nuestros gobiernos, sino que la instala en el núcleo de un imperativo ético: la búsqueda y la construcción de una sociedad mejor. En el segundo ensayo, “Marchas y contramarchas. El derecho a la educación y las dinámicas de exclusión en América Latina”, Gentili navega entre los logros realizados en nuestro continente para hacer efectivo el cumplimiento de este derecho y las asignaturas pendientes que le plantean obstáculos al mismo. La expansión cuantitativa y el crecimiento de las tasas brutas de escolarización en los distintos niveles de los sistemas educativos formales nacionales, la disminución de la brecha de género en la educación superior, la fuerte reducción del analfabetismo y el aumento de los planteles docentes figuran entre los Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146
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mundo en el que pocos dispondrían de la posibilidad de multiplicarse y fructificar” (p. 24),
www.pedagogica.fhuce.edu.uy haberes para la consecución real del derecho a la educación. En contraposición, el mayor riesgo al que se enfrentan los sistemas educativos es el de ser partícipes de una dinámica de exclusión incluyente, según la cual
dinámicas de inclusión o inserción institucional, que resultan o bien insuficientes, o bien inocuas para revertir el aislamiento, la marginación y la negación de derechos involucrados en todo esquema de segregación social, dentro y fuera de las instituciones educativas (p. 78).
Los contextos sociales de altos niveles de pobreza vinculados con fenómenos de exclusión y desigualdad constituyen un fuerte límite a la apuesta de expansión de los sistemas educativos formales, pues si bien amplias mayorías hoy tienen a la educación, persisten factores que atentan contra su efectivo goce. Se trata de una “universalización sin derechos” y de una “expansión condicionada” por dinámicas de segmentación y diferenciación institucional que hacen que, si bien formalmente todos tienen el mismo derecho a la educación, las instituciones educativas distribuyen los bienes simbólicos y las oportunidades de una forma muy desigual, al igual que los intercambios económicos en América Latina, la parte del planeta con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza. En este punto es donde Gentili coloca ambos ensayos en relación, en la medida que El derecho a la educación como derecho humano fundamental, pertenece a todos o no pertenece a nadie. Y si no pertenece a nadie, el principio democrático sobre el cual debe sustentarse cualquier proyecto de sociedad igualitaria y emancipada de poderes arbitrarios y totalitarios se debilita o desvanece. Esto es lo que diferencia el valor público y político de la educación (p. 96),
en contraposición a los principios de la teoría del capital humano, renovados en contextos del impulso neoliberal, que establecen una relación lineal entre educación y desarrollo económico, entre educación y empleo, entre educación y aumento del ingreso individual. Rescatar la dimensión política de este derecho implica […] apreciar que la relevancia democrática de la educación reside, desde el punto de vista de los derechos humanos, en que ella constituye un bien que abre, construye, potencia y afirma otros derechos […] nos ayuda a comportarnos y reconocernos como seres humanos libres e iguales ante la ley, a tratarnos fraternalmente, a luchar contra toda forma de esclavitud […]; la educación Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146
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los mecanismos de exclusión educativa se recrean y asumen nuevas fisonomías en el marco de
www.pedagogica.fhuce.edu.uy nos protege y es salvaguardia de nuestra identidad, de nuestra privacidad y de nuestro honor, de nuestra libertad, de la dignidad, de la felicidad, de toda libertad de pensamiento, del bienestar, del a la riqueza acumulada, a la salud, a la vivencia plena de nuestra sexualidad, nuestra cultura y nuestra moralidad (p. 92).
consideración de algunos temas educativos específicos, tales como la crisis actual de la educación media en América Latina, las perspectivas de futuro de las reformas universitarias actuales y la educación en Haití, a propósito del terremoto sufrido por este país en enero 2010. Al plantearlos, Gentili continúa la línea vertebradora de los ensayos anteriores en aras de resaltar la dimensión política de la educación. Así, desvela el supuesto consenso en torno al cual todos aspiramos a democratizar el a la educación de mayores contingentes de jóvenes latinoamericanos y generar estrategias para compartir las riquezas que ella misma brinda, cuando él queda desmentido por la misma realidad social en la que sólo unos pocos acumulan dicha riqueza. De igual manera, al abordar la cuestión de la excelencia académica que las universidades actuales brindan y/o persiguen, la plantea en vínculo indisoluble con la pertinencia de la institución en los tiempos actuales, como “espacios de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos” (p. 135). En esta línea, Gentili refiere a las ruinas provocadas por el terremoto en Haití como metáfora de una situación históricamente real de la educación en ese país, tanto por el analfabetismo crónico, la insuficiencia de la infraestructura y la reproducción de esquemas coloniales que permean el conjunto de las relaciones sociales. Por último, el último ensayo vuelve a conectar en una fructífera circularidad con el eje central de la exclusión social de los dos primeros, ahora bajo otra perspectiva: la del hambre. El hambre de miles de niños y niñas latinoamericanas ha sido poco abordado en el campo de la educación porque antes, según Gentili, los niños con hambre directamente no llegaban a la institución educativa; hoy, con cerca de un 90% de escolarización a nivel de primaria, el hambre irrumpe en la vida cotidiana de los centros. En este sentido, ha sido lenta la incorporación de la consideración del hambre en la formación de maestros y maestras. Pero a la vez, en una suerte de paradoja argumental, ello no es óbice para atacar a la escuela, cuando se trata de la principal agencia pública que brinda la alimentación a amplios sectores populares.
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Los demás ensayos ponen en juego estas afirmaciones y convicciones en la
www.pedagogica.fhuce.edu.uy Pero además de alimentarlos, Gentili propone educar a los niños con hambre, ya que en la medida que si lo creyéramos imposible sólo reforzaríamos aún más su exclusión. Es decir, es posible, pero para que efectivamente lo sea, se deben disponer de recursos,
resulten insuficientes, la noción de “competencia” sólo servirá para justificar ideológicamente la posición de quien dispone de ventaja. En esa suerte de carrera, se logra volver invisible el hambre de muchos niños y niñas, cuando unos quedan a un costado a través de la resignación y la frustración. Entonces, que estén en la escuela es un problema porque se hace patente el dolor y al desgarro, ya que al decir de Sontag (2003) La persona que esté perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que uno seres humanos son capaces de infligir a otros […] no han alcanzado la madurez moral o psicológica. A partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia (p. 177).
ALVARO SILVA MUÑOZ Licenciado en Ciencias de la Educación, opción Investigación (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), Universidad de la República). Magíster en Política y gestión de la educación (Instituto Universitario CLAEH, Montevideo). Docente del Depto. de Pedagogía, Política y Sociedad (Instituto de Educación, FHCE). Docente de Sociología de la Educación de la Licenciatura en Psicopedagogía (Facultad de Psicología, Universidad Católica del Uruguay (UCU)) y de la Licenciatura en Educación (Facultad de Ciencias Humanas (FCH), UCU). Docente de Seminarios Temáticos de la Licenciatura en Comunicación Social y en Ciencias Sociales (FCH, UCU) en cuestiones vinculadas a las relaciones entre educación y sociedad.
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infraestructura, apoyo, capacidades, esfuerzos y voluntad política; mientras no los haya o