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La construcción del psicoanálisis MARIO CÓCCARO*
Un hecho de nuestra vida no vale en la medida en que sea verdad, sino en la medida en que signifique algo. Goethe
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scribir sobre psicoanálisis, no importa la dirección que se tome, siempre ofrece dificultades. Bien lo sabemos, la letra nunca logra capturar la cosa que persigue; el imposible indica el lugar de una falla en nuestro discurso. Sin embargo, desde las preocupaciones iniciales de Freud hasta las presentes, las que nos mueven a nosotros –psicoanalistas– a seguir pensando, ha corrido una enorme cantidad de tinta sobre papel. Psicoanalistas puestos a pensar en la práctica cotidiana, en la clínica, en la elaboración de conceptos, en aquellas otras producciones humanas para las cuales no disponemos de asociaciones libres –la cultura–; psicoanalistas que ofrecen, con la experiencia realizada, nuevas representaciones para seguir pensando. Y andar una vez más los caminos de Freud para comprobar que los ‘términos’ que refieren al psicoanálisis son escurridizos. Lo son en un doble sentido: como “palabra o concepto para designar algo” (cada referencia nominal ilumina el camino con esa cuota de certeza ilusoria que nos da la creencia de saber que ‘esas’ son las palabras que expresan la conjetura que queremos atrapar) y como “límite, finalización o extremo de alguna cosa” (nuestra curiosidad, siempre bordeando las imposibi-
lidades, habrá de guardarse de “Término”, el dios latino que protege los límites y castiga las usurpaciones). En esta cadena podría incluir este trabajo como uno más entre sus eslabones. La idea inicial es ocuparme de la construcción del pensar psicoanalítico desde el psicoanálisis. Es que si ‘algo’ puede darnos pistas que señalen el camino a recorrer, también en esta cuestión, ‘eso’ es nuestra propia herramienta de trabajo. “Las siguientes elucidaciones retoman ilaciones de pensamiento iniciadas en mi escrito Más allá del principio de placer, y frente a las cuales mi actitud personal fue, como ahí se consigna, la de una cierta curiosidad benévola” (Freud S. 1923) Con esta frase Freud da comienzo al Prólogo de ‘El yo y el ello’. Dice ahí que ese artículo retoma ilaciones de pensamiento iniciadas en ‘Más allá del principio del placer’, pensamientos ante los cuales su actitud personal es “la de una cierta curiosidad benévola”. En el decir de Freud resulta claro que es el mismo Freud quien tiene esa actitud personal de cierta curiosidad benévola. Lo que no podemos afirmar con la misma claridad es quien es el agente de los pensamientos: esto es, si los pensamientos los tiene Freud o estos lo tienen a él. Bien podemos conjeturar que Freud es tomado por esos pensamientos, le son “revelados”; la operación se inicia en lo inconsciente y en el acto de pensarlos (reelaboración) ‘algo’ alcanza la palabra (representación palabra) y se hace propio, ad-
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quiere expresión, es comunicable; comienza a circular. Pensar que no es exento de dificultades y, por su misma construcción, carece de certezas para responder a sus interrogantes, marca de la castración que nos atraviesa. Dificultad permanente en nuestro hacer que pone en evidencia eso otro ‘no-conocido’ (unbekannt) con lo que trabajamos. ‘Lo otro’ resistente a todo intento de ser atrapado en las palabras que pronunciamos, dando cuenta cómo el final del camino es incierto o, aun, está destinado a naufragar, mostrando la imposibilidad de obtener respuestas definitivas y duraderas. Repetición que se ubica del lado del fracaso del principio del placer, insistencia de un malestar en el pensar psicoanalítico. Esta afirmación es suficiente, de momento, como prueba que contradice el supuesto que señala la época presente –“en crisis”– como causa de las dificultades actuales (lamentando la “edad de oro” perdida.) Este es el camino que sigue Freud en la construcción de ‘El yo y el ello’, tal como lo va diciendo en el Prólogo; se vale del método psicoanalítico en la construcción de su pensar. De eso se trata el psicoanálisis, en la clínica y en la teoría. Pero hay algo más. En una carta de Schiller del 1° de diciembre de 1788, citada por Freud (1899) en ‘La interpretación de los sueños’, leemos: “En un pasaje de su epistolario con Körner, que me fue indicado por Otto Rank, Schiller responde a un amigo que se quejaba de su falta de productividad: “La explicación de tu queja está, me parece, en la coacción que tu entendimiento impone a tu imaginación. Debo aquí esbozar un pensamiento e ilustrarlo con una metáfora. No parece bueno, y aun es perjudicial para la obra creadora del alma, que el entendimiento examine con demasiado rigor las ideas que le afluyen, y lo haga a las puertas mismas, por así decir. Si se la considera aislada, una idea puede ser muy insignificante y osada, pero quizás, en una cierta unión con otras, que acaso parezcan también desdeñables, puede entregarnos un eslabón muy bien concertado; de nada de eso puede juzgar el entendimiento si no la retiene el tiempo bastante para contemplarla en su unión con esas otras. Y en una mente creadora, me parece, el entendimiento ha retirado su guardia de las puertas; así las ideas se precipitan por ellas pêle-mêle, y entonces –sólo entonces– 1
puede aquel dominar con la vista el gran cúmulo y modelarlo (…)”. La cita precedente introduce la idea de observación de si, la mirada vuelta sobre el sujeto, que atiende cada ocurrencia sin desechar ninguna. Entendemos que la manera en que opera Freud al producir una idea, un concepto, un trabajo, es como si se tratara de un psicoanálisis o de la interpretación de un sueño. “El yo y el ello se presenta como un autoanálisis orientado a la creación científica (...) El juicio crítico actuará después sobre ese fluir del lenguaje, y así se constituirá la ciencia” (Etcheverry J. L. 1976.) Una ciencia singular, ya que en ella coinciden sujeto y objeto. El modelo es interesante para seguir pensando. La observación de si, la mirada vuelta hacia el propio inconsciente, nos ayuda a encontrar los caminos por donde transitamos el psicoanálisis. Nuestros itinerarios1 siguen los caminos de nuestra actividad inconsciente. Y para expresarlos en palabras (representación palabra), que sean eficientes en el planteo de nuestro tema, se vuelve invalorable el método psicoanalítico. Las ilaciones de pensamiento que seguimos se fundan en las conceptualizaciones psicoanalíticas: las teorías del inconciente, la sexualidad infantil, la pulsión, el complejo de Edipo y la represión, siguiendo a Freud; o los conceptos de inconciente, represión, transferencia y pulsión, según reza el seminario “Los cuatro conceptos fundamentales” de Lacan. Pero también se trata de utilizar las propias herramientas del psicoanálisis; volver la mirada sobre nosotros mismos, sujetos devenidos objeto para los recorridos del pensar. Esa es la dirección que tomaremos hasta que algún obstáculo nos imponga re-pensar el recorrido (descaminar para volver a hacer camino al andar), abarcando las vicisitudes, las dificultades y las contradicciones de tal ejercicio, sin olvidar que cualquier conclusión es provisoria.
PSICOANÁLISIS, un nombre... La primera mención que hace Freud de la palabra psicoanálisis –“un nuevo método de psicoanálisis”– aparece en ‘La herencia y la etiología de las neurosis’, en 1896. Antes del
Utilizo ‘itinerarios’ e ‘ilaciones’ de pensamiento de diversa manera, siguiendo el significado que les da José Luis Etcheverry en ‘Sobre la versión castellana’ (O.C. AE). Allí dice que utiliza la palabra ‘itinerarios’ (Zug) cuando se refiere a procesos psíquicos inconcientes; en tanto ‘ilaciones’ (Gang) se refieren a procesos preconcientes.
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empleo de este nombre había utilizado otras expresiones 2 para referirse a un método “un poco sutil pero insustituible” empleado con éxito para traer a la luz de la conciencia oscuros hechos traumáticos ocurridos en la niñez del individuo. Y en ‘La sexualidad y la etiología de las neurosis’ (1898) lo menciona como “un método psicoterapéutico”. Transcurrió un tiempo más que prolongado hasta su más conocida definición en Dos artículos de enciclopedia (1922). Sin pretender realizar un punto riguroso sobre el nombre psicoanálisis, saltamos algunos textos –y unos pocos años– para recalar en el historial del pequeño Hans. Allí señala que “(...) el psicoanálisis no es una indagación científica libre de tendencia sino una intervención terapéutica (...)” (Freud S. 1909, pag. 86). Entendemos que aquí está ordenando el armado teórico del acto clínico, fundamento sobre el cual se articula el discurso científico que da cuenta el método terapéutico. Unas páginas después coloca a este último en función de la producción del inconciente de un paciente y la operatoria por la cual devienen consciente las mociones de deseo. Dice: “Pero nosotros no aspiramos al éxito terapéutico en primer lugar, queremos poner al enfermo en condiciones de asir consciente sus mociones inconcientes de deseo”. (Freud S. 1909, pag 98) Vuelve al rescate de esta idea en ‘Los dos principios del acaecer psíquico’ (1910), esta vez hablando de “la psicología fundada en el psicoanálisis”. Cuando dice “psicología” se refiere a la ciencia en tanto “lo pensado”, articulación de conceptos siguiendo itinerarios de pensamiento que parten de la experiencia clínica que, a su vez, encuentra el punto de arranque en los procesos psíquicos inconcientes. O mejor, el pensar que tiene valor por su fundamento en los procesos psíquicos inconcientes, de los que tenemos noticias por la intervención del análisis sobre ese inconciente. Una idea que habita el pensar freudiano desde los comienzos del psicoanálisis: “El psicoanálisis no es hijo de la especulación sino el resultado de la experiencia; y por esa misma razón (…) está inconcluso.” (Freud, 1913). En 1918, en ‘Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica’, vuelve a hablar del psicoanálisis como trabajo clínico que, levantando resis2
tencias, permite al enfermo llevar hasta la conciencia lo reprimido inconciente. La insistencia de citas referidas a la idea de inconciente busca exponer la coherencia en el pensamiento freudiano: eso que llena de sentido el término inconciente solo puede alcanzarse a través del psicoanálisis y la vía para ello es el trabajo de reelaboración (Durcharbeitung) sobre las producciones de ese inconciente. La construcción teórica es su añadidura. Por fin la idea que aparece en ‘Dos artículos de enciclopedia: “Psicoanálisis” y “Teoría de la libido”’: “Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica”. (Freud S. 1922). Estas elucidaciones, que en su conjunto forman lo que constituye al psicoanálisis, señalan algo de su operación al tiempo que, en su movimiento, se harán aprehensibles sus dificultades y su imposibilidad. Entonces: el psicoanálisis nombra lo inconciente como paradigma, es un método de trabajo sobre las neurosis que permite conocer ese inconciente a través de sus producciones, y procede a una formalización teórica que es construcción de ideas que dan cuenta de una clínica unicamente en la realización de la clínica. Por lo menos valga como punto arbitrario sobre el cual iniciar el trabajo.
PSICOANÁLISIS: vía de a los procesos anímicos inconcientes. Quien no espera lo inesperado no llegará a encontrarlo, por no ser ello ni escrutable ni accesible. Heráclito Freud señala el camino para esos procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías. La interpretación de los sueños es la vía regia de al inconciente. Este camino real (no es el único, la transferencia también puede contarse entre los s privilegiados hacia lo inconciente) va señalando (señal para nosotros, intelección para Freud) la ar-
Dos años antes Freud utilizó “análisis psíquico”, “análisis clínico-psicológico”, “análisis hipnótico”, “análisis psicológico”. “Analizar”, como verbo, lo había utilizado en la Comunicación preliminar de los Estudios sobre la histeria (1893) (T° II, pag. 7).
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quitectura de un aparato (el psíquico) operando en términos de la causalidad eficiente. La experiencia de la vivencia de satisfacción –die Erfahrung der Befriedigungserlebniss –nos permite continuar nuestras ilaciones de pensamiento. Entendemos en forma separada los términos vivencia y satisfacción, en tanto satisfacción le da cualidad específica a “vivencia”. Esta última, siguiendo el texto de ‘La interpretación de los sueños’ (1899), es excitación producida por la irrupción de una necesidad que, en su insistencia, marca una huella. La excitación –que entendemos como energía sexual somática, impacto de la pulsión en el organismo– impresiona en lo somático y produce una alteración. Desbordando las posibilidades (rudimentarias) del aparato psíquico se presentan en calidad de trauma, cualidad fundamental de la vivencia. La cancelación de la excitación se produce cuando aparece una percepción acorde a fines; una imagen mnémica de percepción se asocia a la huella de la excitación que, de ahí en más, le da derivación. El predicado sobre ella, en este caso “de satisfacción”, indica la presencia de ‘otro’ ajeno dándole derivación adecuada a la excitación. La irrupción de una nueva cantidad de excitación –fuerza pulsionante– reclamará la identidad en cuanto a la imagen de la satisfacción. Algo que de ahí en más encontrará su imposibilidad e inaugurará el camino del deseo, impulsor del trabajo del aparato psíquico. El sueño se procura el cumplimiento de deseos por el camino más corto que, por vía regresiva, inviste imágenes de percepción. Al mismo tiempo no lo alcanza; siempre encuentra un tope para ir más allá. Freud lo nombra ‘el ombligo del sueño’. “Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es in3
sondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido” (pag. 132 n.18); y también: “lugar en que él se asienta en lo no conocido” (Freud S. 1899, pag. 519) El planteo freudiano va dando lugar a distintas ideas que queremos inteligir, a la manera de un territorio que se va construyendo al mismo tiempo que se lo va señalando, nombrando, ‘descubriendo’ 3 Este esquema presenta un aparato estructurado con representaciones (traducciones de impresiones, siguiendo el texto de la Carta 52) que, a tracción del deseo, inauguran un funcionamiento descrito en instancias, principios, procesos y mecanismos. La represión, divisoria entre Icc. y Pcc., se yergue como “guardián de nuestra salud mental”. Este registro queda diferenciado de lo otro “no-conocido” que es su fundamento. No-conocido, aún en su negación, trae la idea de lo que carece de palabra, de representación. Es el territorio de la vivencia –una mezcla de nada con conjugación del verbo en todas sus voces, tiempos, modos y personas– impredicable, imposible de apalabrar si no se toma en cuenta que al nombrarla ya es otra cosa. Real que se escapa a todo intento de captura, permite bordearla en sus presentaciones: las manifestaciones somáticas y la expresión de afectos 4. La cosa en sí, más próxima a lo real, resulta inaprensible e ineluctable 5. Unicamente tenemos a ello en la traducción que hacemos (Así Freud lo sostiene desde el Proyecto de una psicología para neurólogos (1896). Lo encontramos en el capítulo VII de La interpretación de los sueños (1899) tanto como en sus últimos trabajos: Esquema de psicoanálisis (1938).) Resulta fundamental comprender el pensamiento freudiano dentro de la tradición
Un momento después de escribir esta última palabra advierto la posible confusión que puede originar una exclusión entre los términos ‘construir’ y ‘descubrir’. La cuestión, zanjada con las comillas, se resuelve al comprender que lo que se nos presenta como descubrimiento, o hallazgo, es lo construido que creemos encontrar. Al menos algunas veces. 4 Vivencia es el término introducido por José Ortega y Gasset, en 1913, para traducir Erlebniss, palabra acuñada por Wilheim Dilthey, a fines del siglo XIX, para designar determinados procesos psicológicos. Para él es la configuración de la realidad subjetiva para un sujeto. El interés de Freud por la ‘vivencia’ comienza en los primeros trabajos y se extiende a lo largo de toda la obra. Son sucesos ocurridos en la temprana infancia que produjeron reacciones en el cuerpo propio o son ‘cosas’ oídas, comprendidas con posterioridad. Al describirlas como pura descarga imposible de tramitarse psíquicamente, les atribuye cualidad traumática. En un intento de síntesis (siempre precario) señalamos sus características: pasividad, cualidad sensorial, es actual, tiene carácter compulsivo, es acción de la pulsión sexual, expresa la sexualidad infantil (perverso polimorfa), es muda, produce una inscripción como huella indestructible, no puede ser recordada (porque nunca fue olvidada), se exterioriza en manifestaciones somáticas y expresión de afectos, no pertenece al orden del complejo de Edipo, se la puede teorizar con las ideas de ‘tragedia edípica’. 5 Llama nuestra atención que todo intento de decir algo de sus características se hace por la vía de la negación.
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pacta al yo haciéndose intramitable el exceso de pulsión sexual no ligada. Excluida del representar y del comercio asociativo permanece actual, imposible de caer en el olvido ni advenir como recuerdo 6. La manifestación de la vivencia se presenta –y no se representa– en lo somático constituyendo neurosis actual 7, acción de la excitación sexual somática; teorizada por Freud a partir de 1920 como pulsión de muerte, es lo no ligado, que insiste y persiste siendo siempre actual. La presentación de ello en el yo señala la pasividad del yo ante la ausencia de domeñamiento; el yo es tomado por ‘eso’ (das es), es vivido por una vivencia, traumática por definición. Su manifestación clínica es lo que llamamos neurosis actual y reclama el trabajo de construcción de una escena que ahí tiene lugar. Ello, lo otro cuantitativo–cualitativo, es la diferencia. (Hodara S. y Cóccaro M. 2000) El aparato psíquico, tramitando, va dando sentido a la voz –muda y escandalosa– de la vivencia. La palabra discontinúa el todo primordial de la vivencia e introduce en el discurso la posibilidad de tramitar las representaciones que dicen de la vivencia, pero nunca la vivencia misma. El discurso impone una separación en el todo permitiendo intervenir, modificar, producir una alteración en el yo (Cóccaro M. 1997). La palabra deviene sentido y representación. ▲ El padecer actual / La Peste de Tebas 7
kantiana para operar con el aparato psíquico que, en su trabajo, traduce, colige, conjetura, intelige, construye. Volviendo a tomar las ideas previas, ahora estamos en condiciones de discernir en lo psíquico dos dimensiones: una dimensión psiconeurótica, función de la represión y retorno de lo reprimido siendo el síntoma su expresión como solución de transacción; levantar resistencias, llenar lagunas mnémicas y hacer conciente lo inconciente deshace la operación anterior. La otra dimensión corresponde a las neurosis actuales lugar de presentación de la vivencia, sexualidad infantil que se manifiesta en lo somático sin mediación de palabras. Trauma –desborde pulsional sobre yo– im6
Inicialmente nos propusimos pensar lo inconciente, paradigma del psicoanálisis. Diversas ilaciones de pensamiento trajeron ante nosotros un aparato psíquico operando con dos registros. Según se trate de la operación de uno u otro definimos una estructura y un campo para su actividad. Lejos de recurrir a una metáfora arqueológica (que establece un ordenamiento en profundidad –una capa debajo de otra– y un trabajo de búsqueda y hallazgo, trayendo a la luz lo que permanece enterrado) preferimos la metáfora cartográfica, que permite pensar un territorio al lado de otro, presentes todos al mismo tiempo, pero resistentes a todo intento de ser incluidos completamente en el mapa. Una y otra vez se nos escapan porque su contenido no se deja atrapar en una palabra plena; y también, por nuestras resistencias.
‘El olvido está lleno de memorias’. Mario Coccaro y Sara Hodara. La Peste de Tebas n° 35. Buenos Aires, marzo de 2006. 7 El Dr. Fidias Cesio a reelaborado este concepto dándonos nuevos significados para seguir pensado el psicoanálisis. El lector interesado en sus ideas encontrará, en los distintos números de La Peste de Tebas, sus valiosos aportes, además de otros trabajos publicados.
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PSICOANÁLISIS: un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas. Hiciéronse mortales Las cosas que antes eran inmortales; Mezcladas antes, luego separadas Mudaron de morada. Empédocles Siguiendo las ilaciones de pensamiento que venimos proponiendo, inteligimos que PSICOANÁLISIS, como método de tratamiento, opera de diferente manera en cada uno de los registros que describimos. Dice Freud que esos discernimientos se articulan en un método de trabajo –el proceso de cura– para las manifestaciones neuróticas que colegimos en el funcionar del aparato descrito. Con estas puntualizaciones destaca el alto valor del psicoanálisis como método clínico, presente desde el inicio de su actividad, que privilegia la singularidad en cada persona, la alteración del yo como logro en la cura, la tramitación duradera de una exigencia pulsional. En el tratamiento psicoanalítico el analista tiene una participación distinta que aquella que toma el médico ante el sufrimiento manifestado en el cuerpo del hombre que padece. No se trata de ver en la enfermedad la ausencia de salud, que la medicina supone como distanciamiento de la norma establecida para cada funcionamiento; este paradigma determina un procedimiento y un efecto en el proceso de la cura. De las múltiples remisiones a la obra freudiana que se nos ocurren podemos tomar una cita del historial del pequeño Hans que será de utilidad. “Pero nosotros no aspiramos al éxito terapéutico en primer lugar; queremos poner al enfermo en condiciones de asir concientemente sus mociones de deseo. Lo conseguimos en tanto, fundados en las indicaciones que él nos hace, y por medio de nuestro arte interpretativo, llevamos el complejo inconciente ante su conciencia con nuestras palabras”. (Freud S. 1909, pag. 98). Esta indicación nos permite conjeturar cual es el trabajo en el análisis: renunciar a 8
las representaciones meta concientes, hacer concientes las mociones de deseo inconcientes, el decir de la libre asociación atención flotante 8, la interpretación –con nuestras palabras– que adquiere convicción en el analizante. Un trabajo que expresa la operación analítica en un círculo que se juega entre dos sujetos: de lo hecho conciente por el analista –que conjetura lo inconciente del analizante por su propio autoanálisis– al devenir conciente del analizante que adquiere convicción, cerrando el círculo que inició su decir. Por su palabra el analizante se hace sujeto de análisis para otro sujeto que deviene tal por su palabra. Así, la cita precedente toma mayor fuerza en la frase que le sigue: “El fragmento de semejanza entre lo que él ha escuchado y lo que busca, eso que quiere irrumpir por si mismo hasta su conciencia desafiando todas las resistencias, lo habilita para descubrir lo inconciente” (Freud S. 1909, pag.98). Y esto se da, tan sólo, con otro. El analista interpretando del drama escrito en una lengua extranjera a los oídos del autor de ese texto. Y en la interpretación adviene un nuevo texto que otorga al analizante la adquisición de un significado. La representación es el territorio en el cual se juega el psicoanálisis con sus falsos enlaces, lagunas mnémicas, compromisos entre el deseo y la defensa, efecto de la represión sobre el inconciente que viste extraños ropajes en su empuje para alcanzar el centro del escenario con toda la variedad de su repertorio. En este registro la transferencia se juega entre representaciones y la interpretación permite el trabajo de levantar resistencias y cancelar represiones para que el aparato psíquico funcione en la libre circulación de representaciones. Acompañando el funcionamiento del registro representacional (psiconeurosis) encontramos otro que Freud teoriza en los primeros escritos cuando habla de neurosis mixtas: psiconeurosis y neurosis actual; que establece en correlación entre unas y otras en Introducción del narcisismo (1914); y, en Más allá del principio del placer (1920), nombra como “las vivencias de la cura psicoanalítica”, exteriorización de la compulsión de repetición con su carácter
Atención flotante asociación libre es la expresión que describe la posición que analista y paciente adoptan en la sesión psicoanalítica. Es una unidad indisoluble que señala una modalidad del pensar del psicoanalista para entender el trabajo en común con el analizante. La atención flotante configura la asociación libre.
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impulsivo, apasionado, irreflexivo según la traducción que Etcheverry da a Triebhaft. Pero aquí hay un cambio que encontramos en la teoría y en la práctica psicoanalítica. Algo que hace del analista ‘otro’ incluido en una trama sin argumento –las vivencias de la cura psicoanalítica que menciona Freud– y para cuya resolución se hace necesaria su presencia en la escena misma a la que es llamado. A todas las indicaciones que Freud hizo en su extensa obra sobre las dificultades que implica la realización de un tratamiento con el método psicoanalítico, cien años de trabajo clínico nos habilitan a desplegar nuestra escucha, y nuestra participación, en los bordes mismos de lo mudo, ausencia de representaciones que toman posesión de la sesión y de sus actores. No se trata ya de hallar lo que se oculta sino de nombrar lo que se presenta, lo que es. Con Más allá del principio del placer (1920) la idea de una transferencia que incluye la persona del analista como participante activo de este drama demoníaco incorpora la participación de la pulsión de muerte en el encuentro entre paciente y analista. Llamamos transferencia en la persona del analista a ese momento en el cual la irrupción de lo actual interrumpe la atención flotante del analista, borra las identidades y las funciones que cada cual cumple en el tratamiento y despliega la tragedia edípica, incesto y parricidio. Estas manifestaciones de pulsión sexual directa, sin tramitar, pulsión de muerte, son ▼ Hipocondría / La Peste de Tebas 9
“las vivencias de la cura psicoanalíticas”, citado anteriormente. No se trata de una reproducción de un acontecimiento pasado de la vida del paciente. Es obrar puro del imperativo de la pulsión a restablecer el vaciamiento de sentido, la ausencia de toda ligadura que el perturbador de la paz (Eros) pretendió introducir para desviar el curso de los acontecimientos. Es repetición en el sentido de actualización de lo actual, lo que insiste y persiste como impresiones no tramitadas, sin repetirse porque la vivencia es. Acontecer antes que un ‘sucedido’, que indicaría así su pertenencia al pasado en el orden temporal. El analista es objeto de investiduras pulsionales y participa de la escena trágico incestuosa desplegada en la sesión. Las manifestaciones somáticas, las expresión de afectos, la excitación sexual, las manifestaciones somáticas, el letargo y, en general, todo lo que recibe el nombre de actuaciones, expresan esta vivencia actual en la sesión, se dan en el paciente tanto como en el analista y definen el ámbito que nombramos transferencia en la persona del analista. Es irrupción de la sexualidad incestuosa que está en el fundamento. Disueltos todos los argumentos que el yo tiene para comprender una realidad, en su lugar se despliega la escena trágica incestuosa. Borrados los límites de las identidades lo que impera es “caos”. En la sesión el fundamento –no reprimido– se manifiesta carente de palabra y, sin elaboración ni domeñamiento, se expresa en alteraciones somáticas y expresión de afectos. Analizante y analista son participantes de esa escena en la cual son despojados de sus identidades y tomados por personajes que reclaman sus ‘cuerpos’ para el despliegue del drama al cual fueron convocados. La construcción nombra personajes y describe acciones. Construye la escena de la vivencia y ocurre por primera vez lo que nunca fue. Con esta inscripción devuelve a los protagonistas al territorio del lenguaje; los hace hablantes del discurso al discontinuar lo uno–totalidad. La palabra bordea la vivencia, dice algo de ella que permite el trabajo psíquico. En tanto que remite siempre a otra cosa escapa a la dimensión vivencial y presenta (y representa) lo múltiple y diverso como diferencia con la vivencia. El yo liga lo que insiste libre de ligadura, incluye en sí lo que hasta ahí es ello en el yo,
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con suficiente capacidad libidinal para domeñar la pulsión dejando ese resto imposible de atrapar en el fundamento sepultado. La singularidad del inconciente, de las producciones del inconciente en cada individuo, impide al analista establecer formas de operar comunes para todos los ‘casos’. Las relaciones regulares entre causas y efectos solo existen en una teoría absoluta, pero no se dan en paciente alguno. El análisis de la transferencia, y el autoanálisis, determina que el tratamiento sea psicoanalítico; la carencia de este trabajo del analista, Freud es taxativo en esto, señala su incapacidad para analizar. Todas estas formas de participar en el tratamiento psicoanalítico forman parte de lo que llamamos técnica. Pero no ya con su sentido habitual (como conjunto de procedimientos establecidos pertenecientes a las aplicaciones de una ciencia o arte) sino entendida como enunciados generales con aplicación no-especificable. (v.g. la técnica puede decir que la intervención del analista debe ser in statu nascendi. Pero esto es noespecificable, no puede decir cuando es ese momento: no tiene santo y seña y sólo la participación del analista en la sesión puede advertirlo.) El psicoanalista trabajando con la atención flotante asociación libre en la sesión, está siempre expuesto a la irrupción de lo impensado, a la presentación de la vivencia. El ‘paciente’ habla y el ‘analista’ sólo puede escuchar el efecto que sobre él tienen el decir del ‘paciente’ atravesando su inconciente. Ese decir son sonidos que se hacen palabras en el ‘analista’ por su experiencia subjetiva en la escuha. La realidad de la sesión es la que el analizante hace vivir al analista 9; todo lo que dice tiene que ver con él y todo lo que acontece lo incluye. En lo que venimos desplegando hemos puesto nuestra atención principal en el analista ‘metido’ en la sesión, único lugar donde hemos de hallarlo. Supone que todo cambio en un análisis es cambio en el analista. Esto no niega las modificaciones en el analizante. Y se destaca con ello la posición del “analista” para el trabajo con ese “más allá”, para encontrarse, sin buscarlo, con el impacto de 9
Freud lo anticipó en Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica (1910). Allí hace una indicación precisa sobre la contratransferencia: “... el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconciente” (el del analista).
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la pulsión sexual en todas sus transgresoras expresiones que acompañan a la palabra como su doble. Se nos hace evidente la postura fuerte que tomamos. El límite de analizabilidad está dado por el límite, y las limitaciones, del analista.
PSICOANÁLISIS: nombre de una serie de intelecciones psicológicas. Si el pensar humano ha entrado alguna vez en un callejón sin salida, es este. Sigmund Freud ¿Y si el psicoanálisis fuese una ciencia? He ahí uno de los puntos oscuros sobre el cual los psicoanalistas aún no hemos podido acordar el paso en una dirección determinada. Cada intento es prueba suficiente de su imposibilidad. En tanto saber, lo es fundado en una ignorancia. Y no se trata de llenar unos espacios vacíos que la razón aún no ha dominado, porque no se puso a pensar en ello, pero que su ejercicio podría cubrir. No es, tampoco aquí, un planteo de extensión y conquista al cual está llamado el conocimiento. El sueño de progreso ilimitado de la racionalidad se afirmaba en la creencia de un saber que permitiría al hombre establecer las leyes que rigen todas las cosas, aún aquellas que el azar mostraba incomprensibles. El hombre estaba dotado naturalmente para el conocimiento y la ignorancia sobre un fenómeno se debía a que no había dirigido su mirada sobre el hecho. Sin embargo... Freud, entre otros, trajo un viraje en el pensamiento al darle otro sentido a la ignorancia. No se trata de alcanzar un saber que la complete sino que el saber mismo está fallado, tiene una imposibilidad esencial y, antes que tener certezas, interroga. Esto ya es una primera advertencia sobre nuestro pensar. No hemos de pretender la exactitud de nuestras “intelecciones psicológicas”, que discernimos con límites poco claros; buscando sus definiciones hallamos su extraterritorialidad y comprobamos, cada vez que trazamos su mapa, que su territorio no queda cernido a los límites cartográficos. Lo cual señala la dirección de una construcción teórica que es preciso analizar. Freud llamó al psicoanálisis, según la definición que hemos tomado, “una serie de in-
telecciones psicológicas”. Detengámonos un momento allí. Las percepciones que tenemos de las cosas que se nos presentan muestran una apariencia. ‘Aparecer’, ‘PHAINO’ en griego, es lo que se muestra, lo que sale a la luz. De ahí deriva fenómeno –PHAINOMENON– que la ciencia toma como punto de partida de su investigación. (También de la misma raíz derivan fantasma y fantasía, entre otros.) Se hace difícil avanzar por este camino si en el fenómeno vemos ‘la cosa’ sobre la que laboramos. Sabemos que no hay significados sin equívocos y sin embargo actuamos como si no los hubiera. Las percepciones –dice Freud siguiendo a Kant– nos son dadas. Esta conceptualización indica siempre la cualidad sensorial con la que percibimos las propiedades del objeto. Pero, una vez más, hemos de distinguir lo percibido de la percepción. Lo real objetivo es “no discernible”. Pero, más allá de lo percibido por nuestros sentidos buscamos aquello que está “más próximo al estado de cosas objetivo conjeturado”. Nuestro pensar es “inteligir”, un trabajo de anudamiento, de establecimiento de nexos y relaciones recíprocas del mundo real. No es conocimiento del mundo real, sólo inteligimos sus nexos, reproducimos las tramas de lo real “en el mundo interior de nuestro pensar (...) de alguna manera confiable”. Y esto “nos habilita para “comprender” algo en el mundo exterior”. Luego es necesario que lo pongamos en palabras y lo traduzcamos “al lenguaje de nuestras percepciones, del que nunca podemos liberarnos” (Freud S. 1938, pag. 198) Lo entendemos como una tarea de construcción de ideas y conceptos de la nueva disciplina científica que infiere “(...) cierto número de procesos que en sí y por sí son “no discernibles”, los interpolamos dentro de los que nos son concientes y cuando decimos, por ejemplo: “Aquí ha intervenido un recuerdo inconciente”, esto quiere decir: “Aquí ha ocurrido algo por completo inaprehencible para nosotros, pero que si nos hubiera llegado a la conciencia sólo habríamos podido describirlo así y así”. (Freud S. 1938, pag. 198) Esta actividad de construcción de un saber no resulta diferente del trabajo que el análisis de un paciente nos demanda. Entonces el camino sigue la dirección que señala el itinerario de la clínica a la teoría en un trabajo de producción: producción del inconciente, producción de la ciencia.
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MARIO CÓCCARO LA CONSTRUCCIÓN DEL PSICOANÁLISIS
Las producciones del inconciente son observables. Un sueño es relatado, un lapsus lo podemos escuchar, un síntoma neurótico se hace evidente. Una primera idea provisional se nos presenta: en psicoanálisis el observador es incluido en la ‘escena’ sobre la que cae su mirada. Se trata de un sujeto en relación a otro sujeto. La ciencia, por lo menos aquello que entendemos por ciencia en los últimos 400 años, la ciencia positiva –ciencia del positum, de los hechos, ciencia fáctica– supone un sujeto que observa el fenómeno –llamando realidad al objeto observado– y opera sobre él: lo describe, experimenta, lo reproduce para su verificación, establece causas de correspondencia para con los efectos, enuncia leyes y comunica a otros los resultados para que se puedan repetir los procedimientos a fin de obtener las mismas conclusiones. Pero el sujeto queda excluido de su observación. Y por esto mismo es intercambiable o, mejor aún, es borrado como sujeto de la enunciación. Lo que importa es el objeto, arrojado allí, ante un sujeto enajenado de la situación. El psicoanálisis como ciencia –en lo que nos concierne preferimos hablar de saber teórico para referirnos a su formalización– está marcado por el itinerario que va de la operación clínica a la teoría. La transferencia es el instrumento por el cual se realiza esta operación. Pero ella, en sí, es no teórica. Incluye la persona del analista en la escena que tiene lugar en la sesión. (Primera idea provisional). La actividad teórica no hay que confundirla con la operación clínica. No hay coincidencia. Como una continuación de lo anterior abordamos una segunda idea provisional. El psicoanálisis tiene su lugar de existencia en la sesión psicoanalítica. Ella es un espacio construido por el encuentro entre analizante y analista en el cual se manifiesta el inconciente en sus producciones. Las intervenciones del analista (interpretación, reconstrucción y/o construcción) hallan su constatación, a su vez, en la apertura a una nueva producción del inconciente. Las teorías psicoanalíticas son construcciones realizadas sobre la realidad de la sesión de análisis. Ahora bien, hemos de contar entre las producciones del inconciente a la sesión psicoanalítica, siendo su construcción teórica el producto de la misma necesidad de elaboración de las producciones del inconciente.
▲ Trauma / La Peste de Tebas 8
Una tercera idea provisional nos dice que las producciones del inconciente tienen su materialidad en vivencias y representaciones –manifestaciones mudas y discursos– que son su soporte. Sobre éste se elaboran conceptualizaciones teóricas de la estructura y de la función: el aparato psíquico y las fuerzas que actúan en él (estructura), y lo que lo hace funcionar, las leyes de funcionamiento del psiquismo. La teoría es aquella construcción –o construcciones– que es capaz de retener algo de las producciones del inconciente. (Tort, M. 1972). El psicoanálisis como formalización teórica es una construcción de ideas argumentales que tienen el valor de dar cuenta de una situación clínica construida a partir de los elementos teóricos que formalizan al psicoanálisis. Su dificultad radica en que plantea cuestiones pero no resuelve problemas formales al no establecer procedimientos objetivos de resolución sobre las producciones. No dice “cómo hacer”. Así, las ideas teóricas pertenecen al dominio de un saber siempre abierto, inacabado, enigmático. Nunca a una verdad. Nunca a una realidad atrapada por el concepto, a no
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ser que su última escritura redacte simultáneamente su acta de defunción.
Ci falt Hasta aquí lo que puedo decir. La idea inicial no reclamaba demasiadas aspiraciones. Se conformaba con algunas notas sobre cómo Freud construye el psicoanálisis a partir de su propia experiencia con el análisis. Luego nos encontramos con la contextualización que Freud le da a la palabra psicoanálisis en 1922. Las complicaciones que encontramos, y lo extenso de la empresa, demoró nuestra marcha, nos obligó a ocuparnos detenidamente de algunos puntos, extendió el andar por senderos que no sospechamos que habríamos de recorrer. Aún así no abarcamos más que una parte; muchas estaciones intermedias esperan un trabajo mayor que el realizado. Y en otras siquiera nos detuvimos. Queda mucho por andar. Pero... Algo tenemos sabido. El psicoanálisis, como indagación de procesos anímicos, como método de tratamiento de las perturbaciones neuróticas y como teoría, carece de origen establecido sobre una base cierta: su punto de partida es lo inconciente siempre abierto, ineluctable, imposible de agotar ya que no es un territorio delimitado que ha se conquistarse. Es producción inacabada e interminable por estructura, carece de certeza y renueva constantemente sus puntos de llegada (como conocimiento es siempre provisional). Entremedio podemos decir algo de lo que se oculta a la forma habitual de percibir las cosas. ▼ Yo / La Peste de Tebas 18
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La construcción del psicoanálisis comenzó con Sigmund Freud que ha dejado abierto el camino para quien quiera ‘andarlo’ haciendo camino. Antes que un legado o herencia que repetimos es algo que hacemos propio en la experiencia clínica de nuestra práctica cotidiana. Ahí es donde continúa teniendo lugar la construcción del psicoanálisis. Palabras, palabras, palabras… Los signos se repiten, las variaciones están en cada una de las interpretaciones, que no hacen otra cosa que afirmar la imposibilidad de su término. Pero, puestos a pensar, es posible que construyamos nuevas representaciones para seguir pensando. Un pensar que demanda, cada vez, recuperar la capacidad creadora. Ci falt.
Bibliografía Cóccaro M. (1997) ‘El teatro transferencial: de la actualización de lo actual a la dimensión temporal de la palabra’. La Peste de Tebas n° 5, año 2. Buenos Aires, setiembre de 1997. Freud S. (1896) La herencia y la etiología de las neurosis AE. T° III, pag. 151. Buenos Aires, 1976. ____________ (1899) La interpretación de los sueños. AE Tº IV pag. 124 Buenos Aires, 1976. ____________ (1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. AE T° X, pags. 86 y 98. Buenos Aires, 1976. ____________ (1912) Contribuciones para un debate sobre el onanismo. Tº XII. Buenos Aires, 1976. ____________ (1913) Sobre psicoanálisis. AE Tº XII pag. 211. Buenos Aires, 1976. ____________ (1922) Dos artículos de enciclopedia: “Psicoanálisis” y “Teoría de la libido”. AE Tº XII, pag. 231. Buenos Aires, 1976. ____________ (1923) El Yo y el Ello. AE Tº XIX, Prólogo. Buenos Aires, 1976. ____________ (1938) Esquema de psicoanálisis. AE Tº XXIII, pag. 198. Buenos Aires, 1976 Etcheverry J. L. (1976) Sobre la versión castellana. AE. Buenos Aires, 1976. Hodara S. y Cóccaro M. (2000) El desafío de la vivencia en la sesión psicoanalítica. Lugar Editorial. Buenos Aires.