Camila Palacios Amézquita. Teoría III: Literatura y SociedadUniversidad Nacional de Colombia Profesor: Iván Padilla Febrero 19 de 2015
Reseña de la Introducción a Lecciones sobre la estética, de G. W. F. Hegel. En esta introducción Hegel plantea lo referente a una aproximación al arte mediante una filosofía del arte bello. Divide en cuatro partes sus reflexiones: 1. Delimitación de la estética y refutación de algunas objeciones a la filosofía del arte. En un primer momento, Hegel señala la necesidad de entender lo bello artístico como el objeto de estudio de esta filosofía, necesidad que radica en la superioridad de lo bello artístico sobre lo bello natural en tanto el primero se presenta como producto del espíritu (inteligencia) y libertad creadora (fantasía) humanos, y es generado por y para la inteligencia del hombre. A continuación, Hegel da cuenta de las razones que han dado lugar a la objeción de que el arte no es digno de tratamiento científico, a saber, la concepción del arte como un lujo –innecesario-, el aspecto simbólico del objeto de estudio, y el asumir el arte como medio que propicia la frivolidad y la ilusión. A estas objeciones Hegel responde que el arte trabaja en un medio distinto al del pensamiento, pues es capaz no solo de efectuar configuraciones naturales si no de producir inagotablemente gracias a esa libertad creadora, y que es digno de consideración científica porque, además de pertenecer a una esfera común a la filosofía y la religión, en él se encuentran las representaciones** y formas de conocimiento de los pueblos –relación entre arte y sociedad-, la concreción de los componentes ideológico y axiológico del ser humano, y la conciliación entre lo exterior sensible y el pensamiento puro. Concluye afirmando que el arte es digno de ser considerado filosóficamente y recalca que esa consideración es capaz de conocer la esencia del arte mismo. 2. Modos científicos de tratamiento de lo bello. En esta parte, Hegel se pregunta por la naturaleza de la consideración científica y encuentra dos maneras opuestas de aproximarse a lo bello. En primer lugar, lo empírico como punto de partida del tratamiento, y en segundo lugar la idea como punto de partida del tratamiento. La aproximación empírica es la que ha de seguir un erudito en arte; primero debe tener familiaridad con la historia y las obras creadas a través de los tiempos, lo que ejercita su memoria e imaginación; segundo, a partir de esa consideración histórica y educación del gusto y del ánimo, se configuran criterios generales que no señalan lo particular y concreto de la obra de arte, no captan lo verdadero y la muestran como representación* enteramente simple. Al notar la falsedad de ese pensamiento y al afirmar la multiplicidad de esa representación*, se entabla una discusión por el aspecto característico de la obra. Hegel dice que lo característico está conformado por contenido (espíritu y significado) y modo (manera en que ese contenido se
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representa**). En este planteamiento de la dialéctica entre contenido y forma, que será recurrente en el texto, Hegel señala la necesidad de contemplarlos como un conjunto en correspondencia total, pues ambos apuntan a lo interno. Tercero, Hegel demuestra que ni la meditación ni la teorización del arte pueden penetrar en la individualidad de una obra, incluso la erudición en historia del arte se queda corta. Hegel concluye mostrando que esta forma empírica no es crítica, su aproximación no es poética y requiere una cantidad enorme de conocimientos específicos, además de históricos. La segunda aproximación, la idealista, relacionada con Platón- para quien lo bello es conocido según su esencia y concepto propios-, según Hegel, carece de contenido y no llena las necesidades filosóficas. Así Hegel termina unificando los puntos de vista empírico e ideal como única forma de acercarse a los principios totales del arte, pues la universalidad y la determinidad se complementan y se hace necesario entenderlas como un todo. 3. Concepto de lo bello artístico. Para aproximarse científicamente se necesita un objeto, Hegel asume que existe (es necesario y demostrable) y se pregunta qué es (lo cual requiere comprobación de que proviene de lo bello). Así, dice Hegel que el concepto de lo bello y del arte es un presupuesto dado por el sistema de la filosofía. Después de esta aclaración considera dos aspectos que se acercarán más completamente al estudio del arte: las representaciones* usuales del arte y la deducción histórica del concepto. El primer punto lo va a dividir en tres determinaciones que se ven afectadas por la representación* del arte. Primero, en la obra de arte como producto de la actividad humana, repasa las consideraciones respecto a este enfoque, a saber, (1) que es una producción consciente, puede ser aprendida y enseñada -lo que refuta diciendo que el arte no es mera técnica y que debe considerarse también la actividad espiritual-; (2) que, contrariamente a la primera consideración, es obra de un espíritu dotado, que se entendería como fruto del genio y el talento –sus objeciones al respecto tienen que ver con la creencia errónea de que la inspiración es un estado; Hegel, aunque afirma la existencia de un momento natural para el genio, señala que se necesita también reflexión (trabajo del espíritu), destreza y práctica (aspectos técnicos), y que la técnica es la toma de consciencia de la orientación del espíritu-; (3) que al inscribir la obra entre los fenómenos de la naturaleza hay que darle un lugar superior por su carácter espiritual –Hegel se plantea el problema de si es mejor la creación humana o la divina, y lo resuelve considerando que, al ser el hombre un filtro, lo que el espíritu hace da más gloria a Dios que lo formado por la naturaleza: el arte es un modo de manifestación adecuado a lo
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divino1-; (4) que la necesidad del arte tiene su origen en la naturaleza consciente-pensante del hombre, lo que implica una intuición de lo propio que emana de la formación espiritual: el arte es necesario porque permite al hombre elevar a la consciencia espiritual el mundo interno y externo como un objeto en el que él reconoce su propio sí mismo 2. Segundo, en la obra de arte en cuanto extraída de lo sensible para el sentido del hombre, Hegel afirma que el arte suscita un sentimiento agradable pero que, al darse en una región indeterminada del espíritu, este estudio se queda en la observación de lo subjetivo y particular, y se hace aburrido. Habla también del sentimiento peculiar de lo bello, y la exigencia de la educación del gusto, que queda sesgado por la inmediatez, pues es simple o sensible, insuficiente para conseguir el planteamiento de una filosofía del arte al carecer de reflexión y estudio. Hegel profundiza en esa problemática de la recepción de la obra y en las dos formas de acercarse a ella -la sensible y la teórica-, y concluye con la necesidad de unirlas porque la esencia del arte sólo puede entenderse por el hecho de que en él se espiritualiza lo sensible. Tercero, en el fin del arte, Hegel hace un análisis crítico e histórico de las funciones que se le han atribuido al arte; primero, la visión del arte como imitación de la naturaleza –lo cual refuta argumentando, primero, que para obtener la máxima satisfacción la representación debe ser fiel, pero la imitación se traduce en un esfuerzo superfluo, ilusorio y que se agota pronto, y segundo, que en esa imitación lo bello objetivo mismo desaparece tras un gusto subjetivo diverso, meramente formal-; segundo, la estimulación del ánimo, según lo cual el arte debe suscitar en el ser humano todo tipo de sentimientos y pasiones sólo al o sensible, Hegel refuta esta idea porque así el arte sería forma vacía, sin fin para sí y sin contenido, sólo apariencia; tercero, el fin sustancial superior, que consistiría en la capacidad del arte de aplacar los apetitos y en la purificación y perfeccionamiento de la moral –Hegel sugiere primero, la concreción de un criterio que mida la dignidad de la obra, y que será el contenido purificador de la misma, y segundo, el negar al arte como simple instrucción y simple entretenimiento, pues no es un simple medio-, la perfección moral se alcanzaría entonces, por instrucción y purificación, y el fin del arte consistiría en representar** las oposiciones de la vida y el alma reconciliadas y mostrar la verdad en forma de configuración artística sensible3. En el segundo punto, la deducción histórica del concepto, se ocupa de aludir a lo histórico para cimentar su planteamiento. Primero, habla de Kant. Segundo, habla de Schiller, Winckelman y 1 Pag 26 2 27 3 P 44
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Schelling. Schiller busca la comprensión de la unidad como lo verdadero y se interesa tanto por lo bello artístico como por los principios filosóficos tras él, la esencia del arte para Schiller es la fusión de lo racional y lo sensible; por su parte, Winckelmann rescata al arte de ser simple medio para imitar y busca la idea del arte en las mismas obras y su historia; por último, en Schelling la ciencia halla el concepto y lo asume, así se consigue una perspectiva total en el estudio. Tercero y último, habla de la ironía, con Wilhelm y Schlegel, que se acercan a la perspectiva de la idea bajo la cual se desarrolla la ironía. Estos filósofos siguen el planteamiento de Fichte sobre el yo abstracto en donde sólo se hace válido el formalismo del yo. Schegel entonces inventa la ironía como concentración en sí del yo4 en donde se rompen los lazos y sólo se puede vivir para el goce de sí mismo. Pero si el yo se mira de esa forma, lo que no es él queda reducido a la nulidad y aunque el sujeto quiere objetividad, no se puede liberar de su intimidad abstracta. En contraposición están Solger y Tieck que ven en la ironía un principio supremo del arte, acercándose a él por la dialéctica de la idea: negación y reafirmación de su universalidad. 4. Subdivisión.
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