La Luna No Es Pan De Horno - Laura Antillano 5w616i

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JOSE )lALZA

EL CUENTO'

VENEZOLANO

.(AntOlogia) "

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., .. DIRECCION DE CULTURA UNIVERSIDADCENTRAL DE VENEZUELA CARACAS/1996

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I

LA LUNA NO ES DE PAN DE HORNO

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LAURA ANTILLANO

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Laura Antillano (1950).Profesora universitaria; posee una vasta experiencia' como titiritera. Ha realizado adaptacicines de obras para la televisi6n. Autora de ' lajl siguientes nawiciones: La bella epoca,' La muerte del monstruo comepiedra, Un carro largo se llama tren,Perfu,me de gardenia, Solidarla, Solitaria, entre otras. t

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Usted, 'Seii6r~ Mfa, me dej6 como reg~loel desgarre, y siem- . pre rovo la victoria final. Usted, Seiio.ra, no tenia derecho a de­ jamos hi desesperanza' como legado eterno, .con este ahogarse en su ausencia Y, con ella, con esta sensad6n eterna de 10 inconduso.. Entre u.sted y. yo habta demasiado que dedr todav!a. .. y sin em­ bargo, .ahf estaba, vestida de blanco, con ese vesti~o blanco de. flo­ recitas menudfsimas, y su perfil, siempre di8Oo, sereno, y el cabello .negro-azabache, acostada en un atatid, que no tenianada qae ver con .. usted, como tam~ tienen nada que. veE con usted esa sala de funeraria con cortinas de terdopelo oscuro, y las sillas pegadas a la pared, todas' circunspectas, . los trajes negtos, el cafe; aquellos ,rostroscasi todos conOGidos pot historias distin­ ta~, y las coronas de flores secas, con anota_tones hechas en esCat cha sobrela .cinta. No, sefiora mla, eseno era su mundo, se ttataba con m's adette ete. una representaci6n teat!al donde a usted me Ia h'abfan metido de centro, de actriz principal, de. ptinto.de partida para .la historia. Usted pertenece a ottas latitudes, a una luz de cielo suavecito, a un. sol queinante. aI'mercado viejo de;,.Maracaibo, a los que ttaen el pl'tano de' Bobures en Ia madrugada, at peri­ quito que esta sobre Ia nevera y sufre de los nervios, las cando­ nes de Agustin Lara, Tofia Ia Negra, Leo Marini, Los Panchos y Guty Carderlts, Clark Gable, lasflorecitas de' bellalasonce, los en. curtidos en so frascornostrando todos los colores, el vino Sagrada Familia, los cromos de nifios comptadosen el mercado de Las Pulgas, los cojines de r$zos, los cuentos de Sabana de Uchire .'/ el do Manzanares, la historia del caballo de Marco Polo, Ia infan­ d a alimentada de recortes de pan, los desriiayos en el colegio, sus Ealdas anchas de muchacha deveinte aiios, su cabellera cascada que' cae sobre los hombros, su mirada lejana, serena, perdida, la sOtpr~a frente a esa Caraca,s desconocida. los primet
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terremoto de CUI1'ia.rui, Is. imagen de la virgen de Lourdes con su manto a%lil, los dibujos de muiiequitos, las historias de cuando se baiiaba en el aljibe del patio de la casa ,en Oarines, los porrones_ de, flores blancas en el patio, la enreda.dera de nomeolvjdes, con sus flores amarillas, las dos trinitarias, su risa. Una risa. rata, de pocas v«es, ~ ,hermosa risa,como un estallido,con los ojotes arrugaditos en,los extremos, y los dientes blancos, con toda 1a aper. tura de los labios· y esa sonoridad, toda muy suya. Usted, Senora,se llev6 a la tumba el Ultimo despojq de Ia esperanza, Ia posibiHdad de ~ que puede tasarse la amargam y volcarse en un rCo de aguas twbias, para renacer alegres y gozo­ sos como una ,vida que empieza. Nos dej6, a cambia una babita­ ci6n, Ilena de muiiecas de porcelana, munecas de rostros antiguos y oios vidriosos, que parecen buscarla con Ia mirada y Iamentan su ausencia. Nos dej6 una hermosa jaula vada. Los cromos. La mesa de dibujo, .los pinceles, los tubas ~e lasacuarelas italianas, los di­ bujos inconclusos. Los libros del aduanero Rousseau y los primiti. vas. Nos dej6 sus juguetes de cue~da, las fotografias, sus trenzas, su mirada de nina de los anos cuarenta {porque usted, Senora, nunca creci6; siempre (lIe esa nii'ia que fue por los anos cuarenta). No sabe c6mo Ia busco, madre, no sabe. No trene idea. Usted esta en todas partes, 'como nos dijeron que estaba el ojo de Dios, euando estudiabamos. .cate<:ismo en Ia' escuela~ entiendame bien, no se tmta de hacer un poema, ni de caer en lugares comunes; en­ ti~ndame bien, Senora, que 10 q-qe ledigo reviste toda Ia seriedad que el eiSO. fequiere. Usted esta en todas partes, can decirIeque me ha tenido varios dfas preguntanclo pot ahf qui6t ,adra conse­ guirme una matica de malabar, y ~to .Ie di al asunto" que la ,senora de1,mercado libre, despu~ de venderme un 'ramito de esas flores blancas y aromaticas, un taIDito fedontio,que pareda bou· quet de novia, se decidi6 a venderme una matica, que hoy por fin tengo en easa, y que es como tenerla a usted de alguna manua, ' aunque en la .casa grande de El Milagro, nunca ~aya babido una mata de m a l a b a r . ' . Hace algunos dias. decidi ir a cortarme un ~o el pelo,. yo creo que mas por la distracci6n propia de mi observad6n al mundo de la peluqueria, que es una especie de centro de catarsis para la generalidad de las mujeres, porque allf pueden hablar mal de los

maridos, 0 potque encuentran ceo para lOs come.ntati~ mas' •• ples yma intimas, en~ al local, con. la natural timidez' y eldes. conderto de no halIat pot d6nde comenzar a e:tp1icar 10 que que­ ria, ,mesentEmientras ~ mi tumo, Ycomo quien se m.tala frente al televisor, ~~fa $eiioras bajo el secador, , otras frente a elIas con la mesita de ~ta, arresdando ~ ufiu y o;,endo la histotia de tumo, .SObre la amante nueva del marido,' e1 aumento del predo del. caf~. 1a nueva escuela .para peitoa, las Ultimas va­ caciooes de Miami... estaba absolutamente ensimismada en las diversas conversaciooes, observando los gestaI,' inventando mental­ mente 1. histoda de cadi cliente, de cada peluque.ra, cuando se abti6' la puerta del local y vi la entrada de una Seliora no mayor de treinta .aos, vestida <;on senci1les y citcunspecci6A, seria, de perfil y ·mirada serenos, perc con un rictus de total decisi6n y fimieza teo marcado en la linea de sus Iabios. tenia el cabello muy negro teo coSido en 10 alto de su cabeza, y con ella venia una nina, de Unos ·ocho dos, muy robusta, con el cabello larSO, y el uhiforme de Ia esc.uela, blanco con pespun~ rojos, sus inedias tobilleras, y los zapatos ae tira CtU2ada, se Ie nqtaba n~os!1 Y excesi~ente tr. mida, no mitaba de frente, pareda esquivar to'da! las miradas que ·su entrada: provoCi.ra. La rpadre se diri&i6 dir~ente a Ia 'que

parecfa la enears-da de la peIuqueda, y Ia' nina nos miraba, casi

asarrada de su falda (y digo casi porque su gesto hada petlsar

que 10 deseaba perc era como siuna· peHcu1a invisible Ie impidiera

palpar esa superfide, esa peltcu1a estaba definida en deltas miradas

de Ia madre.): A la nina 1,.· sentaron frente: al espejo. Apenas sus

deditos tocaban el brazo del sil16n, se mba al espejo sin quefer

mirarse. La peluquera cogi();. tijeras, nawja y peine, y comenz6 su

tarea. La madre estaha. de pie junto a ella, conservando la serle­

dad que parecfa habitual EI,cabe110 corbido comenz6 a caer al

poo, Y la imagen del rostrode la nina comenz6 a transfo1'tllUse

frente al espejo, no se inovia, pa.recfa una (:Statua, cteO que tealia

por las tijeras, a 1a vez era Iatente su timidez, no quetia miratse,

. y. de pronto su cabeza se' moria mimosa cuando eI movinUeI1to de las tijeras pareda producirle alg6n cosquilleo detras de las orejas, entonces sonrefa a medias, y su rostro todo se rubot.baba, la madre la miraba e impedia que ella levantara las manos previendo algUn movimiento brusco inconsciente, para evitar ese cosquilleo, larso.

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rato estuvieron' cayendo al pisQ los mechone~ de cabello castano, ya yo no pu~e cambia! el centro de mi 'atenci6n desde que las vi lle­ gar: porque,' Sefiora, esa nina era yo, y par supuesto, esa mama. tenia que ser usted; Me levante, olvidando la raz6n por la qu,e me encontraba en ese lugar, y sali aceleradamente a la calle, necesitaba respirar. el sol, volver a atajar la realidad del preseote , Luego Ocurri6 -en un consUltorio medico, esperaba '. mi turno ojeando algunas de esas revistas Yiejas' y desteiiidas que adoroan los "corisuttori~ (y que usted a veces se llevaba de regreso a casa par haber desQ1bierto un articulo que podrfa interesamos; como aquel que me consigui6 sabre la vida de Selma Lagerl5f, la .poetisa sueca) , estaba pues en la espera, , cuando en' la, sa1a ~nti­ gua, Ia de espera en pediatrfa, descubd una senora, cart 'las mismas senu, el mismo gesto de resignad6n, 1a misma triste­ za, 'y esa belleza extraiia casi serena,acompafiada de dos ni- ' nas, muy paleddas, vestidas, c~n trajes iguales, casi del mismo­ tamaiio, ·.con el' cabello largo,. las medias blancas y los zapati­ tos de. patente negro, las pieroas colgando del asiento porque no alcanzan el piso, sentadas, una a cada lado de Ia madre, las tres calladas,como suspendidas en un hilo,' y una ,luz, blanca en el fondo, entra por el balc6n. Recorde el consultprio del doctor Mendoza, las esperas targas, el tratamiento de la dieta de adel~ gazamiento, la balanza de peso, la toma de, las med!9as, la pale­ tica tie madera dentro de lahaca, lacalva del doctor auscultando" sUs preguntas. Me acorde del sarampi6n y una larga noche de fieb,re en que, entre neblinas vefa el rostro de usted' con el ter­ m6metro f!1 la mario, recorde la Iechina, en la' que 'todos caramos a Ia vez y usted tenIa que pasar de una cama a la' otra, con el frasco de loci6n fda mentolada yel polvoboricado. Como com­ prended, ~quella senora sentada, tan serena, me bizo olvidar la raz6n de mi espera en el consultorio y abandone el edificio, de la c11nica, sin ninguna seguridad de ad6nde querfa dirigirme. A, veces pienso llegar al cementerio,y me hago la imagen1 sentada uri rata ante esa que debe. ser la tumba de usted, 0 que dicen eS la tumba ·de usted (porque eiltendamonos de una vez: usted para mt no esta ahfdentro, est&. mas bien en todas partes ~omo ya Ie digo), y sentarme,pues,' ante esa tumba que debe 0 debeda estar cubierta de malabares, y digo sentarme porque es esa

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la 'posici6n del repoeo mas 'digno. y refiexivo, 1a soledad junto a usted,' Sefiora, que siempre fue 1a soledad. La yeo en eslS largas naches de insomnio, bajando a oscuras las escaleras, de la vieja C&Sa de EI Milagro, la yeo sentarse pausadamente, sacar el ciga~ rrillo de la cajetilla, encendedo,colocar el f6sforo en el ceniceroj y Cori un brazo auzando el freQ.te de su cintura, y elotro apoyado rn ~I, ptovocar las humaradas silenciosas, y e508 ojos suyos siem­ pre ausentes, siempre flotando en espacios desconocidos, e inson­ dables para los que la rodeabamos. Querla decirle, .Seii.ora, que ahara puedo saber con certe~a 10 que usted sentia y pensaba en esos momentos largos, ahora, como Ie diga, 10 se; porque de pronto me toc6 ser usted, y mi inconsciente me 'Uev6 a encender igual­ mente ese cigarrillo.y sentinne tan ausente. Le cuento que las ninas estan bien, las menores, un poco confundidaS pot su ausen­ Cia, pero ya viven 10 cotidiano, ya regresaron a 1& escuela, ya ca­ men otra vez tres veces at dIa; ya hay que reiiirias ~ que se baiien y sentarse. con elIas para que hagan la tuea de 1a escue1a. Losprimeros dlas de la ausencia de usted, ,cuando regresamos a casa, pasado el entierro, los reencuentros familiares, y con todo este peso muy adentro, haciendo "de tripas coraz6n", como dida usted, comenzamos Ia vida cotidiana. En casa no habiaquien, que­ dara para'preparar Ia comida, arreglar un poco las habitaci~, y en fin, estar para recibir a los ausentes a las doce del mediodfa, entonces me quede, se reida usted, ya 10 se, clitia: -leIla?, no puede ser, l c6mo hizo?-, p~es si, yo, aqui, asf co~o soy, asi como usted me ve, con toda' mi torpeza, ·si, mi torpeia, esa que siempreme critic6, mi distracci6n, mi descuido para recordar las cosas mas elementales, en fin... me toc6; bueno; los demas a Ia Universidad 0 at colegio, la casa se quedaba silenciosa. Camen­ zaba por el ~rto, de atras, doblando sabanas y cobijas, despu&, una pasada d.pida de escoba, de pronto' undete.nerse unos minu­ tos en un rinc6n a limpiarse las Iagtimas de la cam coil el dorso de Ia mano, por una fotografia encontrada, un papelito 0 sim­ plemente una imagen mental, nostalgica, adem~ era mi momento, porque delante de papa y los demas. no. se dc;be llorar, lusted comprende, verdad?, estoy segura de que me daria la raz6n en es,te asunto. Y bueno, no intente pasar coleto seguido porque el tiempo se me recortaba y despu& el almuerzo, terminaba tarde y j

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la gente tenia que sallr a las dOl y. media de. nuevo, y se iban a quedar a medias todos. P.sar a la coeina para inventar algo rapiflo, de . maneta que al llegar las niiiitas y los demas, ya tuviera la mesa a medio montar, la fregada de platos lr. tocaba a otto, y en la tarde continuaba la batalla campa! a la hora de mandarlas al baiio, no se imagina 10 que cost6 convencerlas de que hay que ba· .iiarse todos los' dtas, por fin descubd una ins6lita treta! el cbampU de fresa, les gust6 tanto el olor que era como Ii locomieran, des­ pub del bafio era la aventura de lavarse la cabeza COD. cbamp6 de fresa, y todos quedabamos cootentos. Inv~ 0 reoficialid la hora de la merienda, oua treta para pasar al momento de hacer las tareas, 10 bice como el "once" de los chilenos, poniendo mesa y todol adomando el pan con la mermelada, skriendo Toddy, 0 te fdo 0 10 que encontrara pot abi, el asunto resultaba, y al final, sentar~ con. la Diana, para, muy pausadamente acompaiiarla a baeet su tarea, leer los enunciados de la maestra, explicarle, man· . darla a sacade mas punta a ese lapiz "que parece un toconcito'" "no horres tanto que se ensucia el cuademo", "srentate bien, no +e aeuestes sobre el pape!", "ahora.l~lo tUmisma", "aja, c!enten· diste?,', "(que es 10 que te preguntan?", "jpero si tU sabes la te&! puesta!, anda, trata de recordar, eso est Ives como st la sabias!", -de go~pe descubrir que mi pomposo titulo de licendada en. Le­ ttas Hisplinieas no me aynda a difetenciar las palabras. esdrUjulas de' las graves 0 las agudas, que he olvidado c6m9 se hace una divisi6n con decimales (-jepa, papa, itU te acuerdas de c6mo se hace esto?), de· que son los marsupiales, y de muchas otras cosas que Diana pregunta y que me baeen, disimuladamente, recunir a la biblioteca.. Entonces, ruando llegaba la noche, yo la estaba es­ perando, esperaba esa bora precisa en' que todos dormtan, porque necesitaba volver a vivit la noci6n del silencio, olvidar el bullicio de las boras del dia, el televisor, las discusiGnes, el aeelere, las 6tdenes horatias, y me sentaba en medio del blanco silencio, en Ia mesa del . comedo!, cop una cajetilla de cigarrillos y la eaja de f6sfotos, y me fumaba uno y despues otro, sin pensar en nada en especial, 1610 en la tra~qumdad de ese sUencio. Fue Una -nocbe de esas cuando descu,.. bri que usted estaba. alU, sf estaba, dentto de mi, era yo misma, lcomprende? Puedo' entonces determinar con certeza el origen de esas largas nocbes. de insomnia suyas, puedo palparlas, conocer su forma y S'u textura.

Abora me pregunto c6mo pudo combinar ambas cosas, cOmo construy6 ese mundo de dibujos menudos, de delicado encaje, de filigrana, y a la vez ... todo esto. Usted, Senora, ba sido injusta al dejamos ~I legado de su desdoblamiento, esa doble mirada al mundo que nunca palpamos antes. He leMo sus. apuntes de £>aSeOs, sus observaeiones en letra cuidadosa sobre la gente en la calle, Ia dudad, el sol, las casas y los pajaros, be leido los borradores·ue. sus cartas, sus anotaciones para nuevos dibujos... todos son de. tallesque reconstruyen una mujer que no fue la que conocfa, y me recuerdan la noebe en que nos encontramos, casualmente,a una hora ins6lita (diei de la noche) en. el area del mercado. Yo re­ gresaba de Ia Universidad, mis clasesterminaban muy tarde, y debra venit al centro de la ciudad par~ tomar cualquier transporte que me llevara a casa, siempre teniamos problemas pot mis hoias deUegada, a usted Ie parecia ins6lito que.Ia Universidad termi­ nara a esa bora, para rot era un asunto de mirada, de punto de vista, de escalas de importancia. 'Esa. noche me aeababa de parar , en la esquina. a esperar el paso de algUn carrito por puesto,. la zona despertaba mi curiosidad, una nocbe vi una redada polichl para detell:et a lasprostitutas, y. siempre pasaban cosas extranas, entre esas cuevucbas semiiluminadas, de pronto, esa nocbe la dis­ tingo nadamenos que a usted: alli, muy cerea .de mI, comprando cigarrillos en un puesto, mi mama, con su cabello negro recogido, su eamisa de florecitas, ancba y suelta, su perfil sereno. El asunto era poco menos que ins6Hto, me aeerque, nos saludamos como dos amigas que se encuentran, tan sorprendidas estabamos una ftente a la otra, el resto del trayecto a casa 10 bicimos juntas, usted no me contest6 nada muy preciso sobre la raz6n pot la que se. en­ contraba por alii, yo tampoco recuerdobaber preguntado mucho, pero sf me llam6 notabIemente Ia atend6n, eI conocimiento que la gente parecfa tener de usted,dt;Sde los vendedores de plaUmo hasta la senora del puesto de per~6dkos y cigamllos. Regresamos a casa silenciosas, e6mplices de alguna manera. Quisiera ir de verdad, y sentarme un rato en el cementerio y

conversar con tisted estas cosas, y pteguntarlc otras que nunea me

atrev! a preguntarle, como pot ejemplo, qu~ fue 10 que sinti6 exae·

tamente, aquel dra en que papa. regres6 de la CIS.reel, y usted es·

taba tendiendo mis paiiales en el balc6n de lo. 016 de El SilenciO',

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1:

y 10 via desde alIa arriba, que
ahora, hacemos nuevamente de "tripas eotaz6n", y tratamos de toeat tod~ POt eneima, de no mirar, de no pensar, de despersona.. %at la tarea necesaria. Desde su ve.ntana sesigue viendo e1 lago, Seiiora, y las matas del patio tienen quien las riegue, e1 periquito sigue.siendo un histerico, y devez.en cuando hay que poner goticas . para los nervios en el agua que toma. . Yo te.ngo Wl recurso final: escapat a la coeina y ponerme .a Iimpiar los closets, la despensa (usted hada eso acaso una vez al mes, lrecuerdi?), e.ntonces, lavo cuidadosamente cada plato, tata, vaso, bandeja, cubierto, cuchar6n, cafetera, dulcera, jarr6n, me afa­ no en los detalles mas pequefios, pongo insecticida, sacudo los es-. tantes. ordeno y reordeno, y estoy tranquila basta que aparecen cosas como las dos maquinas de moler mafz, pesadas, de hierro, con su forma extrafia, recluidas en cajas desde que aparecieron esos productos en palvo que suSt:ituyen al. maiz que habia que moler. Las eojo y las exarnino defalladamente, la mas grande era la de la abuela. La recuerdo tanto como su gran eocina, 0 su piedra para golpear la came al $a20narla, y la abuela y u.~ted en sucesi6n estan en estas maquinas de molet maiz, estan en las dos expdmidoras de naranja" estan en el colador anaranjado, en los platicos para servirel postre, objetos heredados, objems cotidianos que dibujan la casa, la se.nsad6ntibia de la casa. Vivo la imagen de fa abuela, bordando, sentada, al lado -de la radio, mientras yo jugaba debajo de Ia mesa, metida en una jungla imaginaria.La yeo a usted, sen­ tadita en la mesa ~e dibujo, constn:iyendo su mundo. d~ personajes diminutos, haciendo total abstracci6n de esta rea.1idad que recba­ zaba. Y me pregunto si dentro de unOS anol habra una cuarta de nosotras quel nuevamente lave, con sQavidad· y nostalgia, cada ob­ jeto y a estos que ahora yo veo esten sumados los mios. y ella tenga tambien esta sen5aci6n de vida5 inconclusas, ,de tristezas ances­ trales..• Senora, 5i al final somas la misma, por qu~ tanto subter£ugio, tanta distancia, tanto silendo, tanto dejar de deck. Senora mfa, quieto decide,. que en su velatotia (y c6mo odio usar estaspala. bras), la gente que venia de su rama familiar me identificaban al venne (vino gente de muy lejos, gente que quizas usted no vio tiene. que set au en muchfsimos aiios), al verme pensa.ben~ hija- y es innegable la· mirada, el tono baj9, la sensaci6n de

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estar flotando en otlas galaxias; usted y yo nos parecemoshasta en eso senora, son cosas del destino,
quien sabe por que. Usted pas6 dentro, mama, con paso lento, y se sent6 en la mecedora, una mecedora de fibra de card6n, can asiento de cocuiza. Fueron mtiy largos esos minutos en que II. vi observar minuciosamente esa que era mi casa. Yo esperaba con ansiedad sus palabras y no sabia c6mo mirada ni que decide, y... Ie ofred cafe, y fui' desdefiada. Cuando ya una calma sin palabras ocupaba todo aquel espacio, con la Iuz blanca y grande de la ven­ tana al fondo... usted me mir6. Su rostro tenia una expresi6n indefinible, no habla dolor, ni tristeza, habia algo como decisi6n, perono era exactamente eso tampoco, yo pude ver sus ojos, eran los mismos de la fotografia; esa grande, que esta en mi habitaci6n. Entonees of su voz, creo que· fue la primera vez que habl6, me dijo: -Recoge'tus cosas, porque vine a buscarte-. Ah, Sefiora mia, que dificil era decimos simplemente que nos quedamas, que dificil. Usted nunca pudo en es~ entonces, hablarme como 10 que yo era, una muchacha de veinte alios, que descubda aI' mundo como un gran circo, con equilibristas, payasos y tambien etnpresarios. Pero yo tarnpoco era capaz de dilucidar todo el arnor qu~ podIa haberla llevado a usted a subir los cinco pisos de aquella escaJera, humeda y. oscura.

Ya la yeo a usted, senora, al abrir la puerta de la que fue aU casa nueva, en 10 alto de un viejisimo edifido en las genes de la ciudad, la veo a usted,. con el rostra contraido, con su seriedad que era rictus, 'I mi sorpresatoma el caracter del asom­ bro profundo frente· a su persona, y dos preguntas se me clavan "entre pecha 'I espalda'" como quien vive una duda sin nio.guna posibilidad de certeza, (que hace mi nla.dre aqu1?, (cOmo pudo subir cinco pisos deescalera?, trataba de air una respiraci6n ace­ lerada, pero usted estaba serena, eso me hizo pensar en cuanto tiempo tendrfa aW, detenida frente a mi puerta, tecUperando su dtmo respiratodo 'I cavilando para selecclonar las palabras preci­ sas con las cuales dedane: -Vue1ve a. c:a.sa, vuelve con nosotros-, sin. que '10 fuera a. descubrir ni su dolor ni su angustia" que eran dos cosas que necesita.ba ocultanne, pot orgullo, por camctet, 0

.EO. estos dias, limpiando la habitaci6n, encontre par casuali· dad,la tarjeta que usted me envi6 de Houston. .. la habfan oeuI­ tado para que yo no la viese, lleg6 despues de su muerte, como todas las que envi6 a cada. uno de los hijos. Querida madre, me habla usted ·de los ninos, los parques y los pajaros, estaba feliz' y queda verme ... (Que imaginaque pude sentir al leerla?, en cosa de horas usted es trasladada a. la sala de cirugia, vestida de Ia ilu­ 5i6n de un proximo retorno. En unas horas, se nos notificaque ha muerto. En unas horas se nos ests. partjcipando que seremos seres inconclusosper serota secul6rum. En unas horas nos desga­ rran el sueiio. En unas horas nos Ia entregat' a usted, metida en un.a caja gris. En unas horas nos hac:en reconocet que ya no ha­ blad. mas del al;ibe de la casa de Clarines, ni de los caballitos san· juaneros, ni de las muiiecas de trapo, ni de la nomeolvides, ni can.. tara "Perfume de Gardenia", ni servira la cena de aiio nuevo, ni cuidad los gatos, ni se reira,niconsttu.iri. esos encajes dibujados de muiiequitos, oticio de alquimista, de artesano chino. En unas horas, en. un puftadito chiquito de horas, quieren ensdiamos, de

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anima

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mas

mar­

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\lna vezpor todas, que ,"La Luna no es pan de homo". (Se ima­ gina, Senora Mia? Es el desgarre total, es que la agarren a uno y Ie den palo y palo, es cO.qlO si 10 rasgaran can una hojilla desde el centro mismo de la. cabeza, es como si de pronto la ciudad se vadara y no te quedara ni un alma conocida. Es el vado. EI si­ lencio infinito y blanco. Es como quedarse mudo y tragarse el' grito. Par eso, usted comprendera, pedi que cerraran el ataud, par eso, no pude seguir vlendola asi, can el vestidito blanco y su rictus de scriedad, porque uno tiene sus limites; senora mia, y sabe cuando esta a punto de desgranarse en filamentos, de vidrio incinerable, pprque uno se empena en eso de que "el anima bien templada, salva la doliente criatura". Yo quiero que usted se ponga en mi lugar por un segundo ... iLo comprende ahora?, tiene ahara que (;omprender, senora, por que Ie digoque nos' dej6 como legado la desesperanza, porque no ha habido nada como ahogarse en esta ausencia, en esta sensaci6n de 10 inconcluso.

LA NOVELA IMPOSIBLE GABlUEL JDdNEZ

EMAN·

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.GIbrieI Jim&ez EmU (1950). Nanador. poeta ., ensapiIlL Ha publicado los si· pienta GbIOl de ficxi6n: 1M II_In II, &.,_, SM. lobr, iii III,., LA isJ. II. OItO, Un 1001 nmIItN II, 1 ~.' II, oltO . . . . .

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